INTRODUCCIÓN
La sexualidad es un concepto amplio y complejo en el cual intervienen aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Además, abarca una serie de condiciones culturales, emocionales y afectivas presentes a lo largo de la vida de los individuos, que incluyen creencias, comportamientos, actitudes, sentimientos y valores, los que determinan su forma de relacionarse y expresarse 1-3. El comportamiento sexual es considerado una práctica que es compartida y construida socialmente 4. El entorno que rodea y en cual se desenvuelve una persona influye en la sexualidad; hábitos como consumo de alcohol, tabaco y drogas; actividades recreativas, creencias religiosas, nivel socioeconómico, nivel educacional y comunicación con la familia influyen en el comportamiento sexual 5. Los comportamientos sexuales comienzan a forjarse en la adolescencia, en una etapa donde predominan los cambios fisiológicos, psicológicos y sociales del ser humano. En esta transición se podrán apropiar conductas sexuales saludables (factores protectores), o, por el contrario, conductas sexuales que conllevan un riesgo sobre la salud (factores de riesgo) 6. Las conductas sexuales se definen como patrones de comportamiento en los que se vinculan emociones y deseos 7. Existen múltiples conductas sexuales de riesgo, que se pueden ver influenciadas según factores sociodemográficos, contexto familiar y estilos de vida; algunas de estas son: inicio sexual precoz, no uso de preservativo, mantener relaciones sexuales bajo los efectos del alcohol y las drogas, y promiscuidad sexual 8.
Como se señaló, los contextos o entornos en los que se desarrollan las personas pueden modificar o influenciar la sexualidad. Uno de estos es la privación de libertad 4, que es "cualquier forma de detención, encarcelamiento, institucionalización, o custodia de una persona, por delitos o infracciones a la ley" 9. Los espacios de prisión están asociados a carencia de afecto, ya que las reclusas se encuentran lejos de personas cercanas a quienes amar o querer. No obstante, las muestras de amor y cariño entre las internas existen, ya sea como relaciones estables o como amistades profundas 10, siendo frecuentes las relaciones homosexuales ocasionales entre internas que ingresaron heterosexuales, con parejas o conyugue, y que mantienen relaciones homosexuales solo durante su estadía en la institución carcelaria, por lo que suele verse a mujeres abrazarse entre sí, tomarse de las manos, acariciarse o besarse 11-13.
En Chile, la población penitenciaria en sistema cerrado es de 43.114 personas privadas de libertad: 3.243 mujeres y 39.871 hombres 11. Algunos estudios han observado que gran parte de las mujeres que ingresan al sistema penitenciario provienen de entornos familiares donde experimentaron abandono, abuso infantil, violencia doméstica o violencia sexual 14, todos contextos lábiles que dificultan el desarrollo de conductas sexuales saludables, y aumentan la probabilidad de una sexualidad riesgosa 5,8.
Realizar estudios en población carcelaria es complejo, no solo por la dificultad que implica conseguir las autorizaciones para llevar a cabo la investigación, sino también por lo arduo de lograr la participación de las reclusas. Esto implica que, si bien existe información sobre indicadores de salud en población carcelaria, la pesquisa de datos sobre temas sensibles como la sexualidad es escasa. Por ello, no se encontraron datos actuales que caracterizaran sexualmente a la población femenina penitenciaria, ya sea sobre los antecedentes sexuales previos al encarcelamiento o la sexualidad durante este periodo, y tampoco se encontró información acerca de la prevalencia de homosexualidad situacional en Chile. Por tanto, el objetivo de este estudio fue hacer una aproximación a la prevalencia de antecedentes de comportamientos sexuales de riesgo en la población femenina privada de la libertad, y explorar los factores asociados a un comportamiento de alto riesgo, lo que permitiría sentar las bases para investigaciones futuras.
MATERIALES Y MÉTODOS
Diseño y población. Estudio descriptivo transversal con análisis exploratorio, en el que se incluyeron reclusas que pertenecían al sistema cerrado femenino del complejo penitenciario El Manzano en Concepción (Chile) en el año 2016, mayores de edad, con inicio de la actividad sexual y firma del consentimiento informado. Se excluyeron del estudio las mujeres que pertenecieran al sistema abierto o semiabierto de reclusión, o que tuvieran alguna discapacidad mental. El Manzano es una institución pública cuya función es atender, vigilar y contribuir a la reinserción social de personas que, por resolución de autoridades competentes, sean detenidas o privadas de libertad 11. Para el cálculo del tamaño de la muestra se tuvo en cuenta el total de la población de reclusas en el sistema cerrado de El Manzano (130 mujeres en 2016), una prevalencia esperada del 50 %, un margen de error del 5 % y un índice de confianza del 95 %, lo que resultó en una muestra de 116 sujetos. Para la selección de la muestra se utilizó un método de muestreo no probabilístico por conveniencia.
Procedimiento. Para reclutar a las participantes del estudio se solicitó autorización al director regional de Gendarmería de Chile. Una vez recibida la autorización se explicaron los objetivos de la investigación a las reclusas y se las invitó a participar de esta. A todas las que cumplieron con los criterios de inclusión del estudio y aceptaron participar en él se les entregó el consentimiento informado para la firma. A continuación, se recogió información sobre conductas sexuales mediante la aplicación de un cuestionario autoadministrado construido para fines de este estudio, con 37 preguntas cerradas distribuidas en dos secciones: 1) caracterización sociodemográfica, 2) antecedentes de conductas sexuales y homosexualidad situacional. El instrumento de recolección de datos fue validado por juicio de expertos (apariencia) y sometido a una prueba piloto en el total de reclusas de la cárcel de Arauco, las cuales poseen características similares a la muestra del estudio (21 internas), con la finalidad de evaluar la aplicabilidad del instrumento de recolección de datos. Cuando la interna no podía autocompletar el cuestionario, este fue aplicado por una de las investigadoras capacitadas (figura 1).
Variables medidas. Las variables se dividieron en factores sociodemográficos, contexto familiar, estilos de vida y conductas sexuales. Entre los factores sociodemográficos se evaluaron: edad, nivel educacional, ingreso económico (sueldo mínimo en Chile US$ 457) y religión. Dentro del contexto social se evaluó la relación con la familia y los antecedentes de violencia intrafamiliar. Respecto a los estilos de vida se estudió el consumo de tabaco, alcohol o drogas. De las conductas sexuales de riesgo, definidas como aquellas acciones con consecuencias negativas para la salud sexual, se evaluaron antecedentes previos al encarcelamiento tales como edad de inicio de la actividad sexual, motivo de inicio de la actividad sexual, antecedentes de embarazo adolescente, antecedentes de agresiones sexuales, sostener relaciones sexuales bajo el consumo de sustancias, fidelidad, uso de preservativo en relaciones sexuales con desconocidos, y antecedentes de infecciones de transmisión sexual (ITS). Mientras que sobre su vida en prisión se consultó sobre la homosexualidad situacional.
Análisis estadístico. En primera instancia se realizó un análisis descriptivo de los datos, se calcularon frecuencias absolutas y relativas de cada variable. Posteriormente, para realizar un análisis exploratorio de los factores asociados a un comportamiento sexual de riesgo, se calculó el odds ratio (OR), y sus intervalos de confianza (IC) al 95 %. Se definió como comportamiento de riesgo sexual tener 6 o más conductas riesgosas, considerándose como base para esta decisión que el sujeto estudiado poseyera el "50 % más una" de las conductas sexuales analizadas. El análisis de los datos se realizó en el paquete estadístico Stata v.12.
Aspectos éticos. El protocolo de la investigación fue aprobado desde el punto de vista ético por la comisión de investigación de la carrera de Obstetricia y Matronería de la Universidad San Sebastián, sede Concepción. Se garantizó la confidencialidad de la información y la privacidad de las participantes.
RESULTADOS
El estudio fue realizado en septiembre del año 2016. Un total de 116 reclusas fueron invitadas a participar en la investigación, 85 cumplieron con los requisitos de inclusión, de estas un total de 73 aceptaron participar del estudio. La proporción final de respuesta fue de 62,9 % (figura 1).
Con respecto a las características sociodemo-gráficas se observó que la mayoría de las internas tenía entre 18 y 44 años (72,6 %), poseía un nivel educativo básico o medio (87,68 %), tenía un ingreso económico igual o inferior al salario mínimo de Chile, y pertenecía a una religión cristiana (82,19 %). En relación con el contexto familiar se observó que el 48 % de las reclusas refirió tener una regular o mala relación con su familia, mientras que el 40 % refirió haber sufrido violencia intrafamiliar en su vida. En cuanto a los estilos de vida, más de la mitad de las mujeres encuestadas reportó fumar, mientras que más del 45 % indicó consumir alcohol o drogas (tabla 1).
Al estudiar la prevalencia de los antecedentes sobre conductas sexuales de riesgo se observó que el 73 % de las encuestadas tenía 6 o más conductas de riesgo, más del 80 % de ellas se inició sexualmente a los 16 años o antes, el 60 % tuvo un embarazo en su adolescencia, el 21 % sufrió alguna agresión sexual, y un 4 % inició su actividad sexual de manera forzada u obligada. Asimismo, el 8 % reportó estar viviendo una condición de homosexualidad situacional. Por otro lado, más del 38 % de las reclusas indicó haber tenido relaciones sexuales bajo el consumo del alcohol o las drogas, el 10 % reportó no ser fiel a sus parejas, el 92 % dijo no utilizar preservativos durante sus relaciones sexuales con desconocidos, y el 8 % comentó tener o haber tenido alguna ITS (tabla 2).
Por otra parte, las reclusas con comportamiento de alto riesgo sexual mostraron mayor probabilidad de haber sufrido violencia intrafamiliar (OR = 3,57; IC 95 %: 1,05-12,11), y consumir drogas (OR = 4,83; IC 95 %: 1,42-16,40) o alcohol (OR = 3,63; IC 95 %: 1,15-11,42). No obstante, pertenecer a una religión cristiana se asoció a una menor probabilidad de comportamiento sexual de riesgo (OR = 0,26; IC 95 %: 0,07-0,90) (tabla 3).
DISCUSIÓN
Los hallazgos de nuestro estudio muestran una alta prevalencia de conductas sexuales de riesgo en las mujeres reclusas del complejo penitenciario El Manzano de Concepción (Chile), entre las más prevalentes están el inicio de la actividad sexual antes de los 16 años, el embarazo en la adolescencia, no usar preservativos durante sus relaciones sexuales con desconocidos, y tener relaciones sexuales bajo los efectos del alcohol o las drogas. Además, se encuentra una importante prevalencia de ser víctima de una agresión sexual o de tener la percepción de haber tenido alguna ITS. El 8 % estaba viviendo una situación de homosexualidad situacional.
Respecto a la edad de inicio de la actividad sexual nuestros hallazgos son similares a los informados por Baca-Neglia et al. en un estudio realizado en Perú en mujeres privadas de libertad, en el que informa que más del 80 % de las reclusas estudiadas inició su actividad sexual en edad temprana 14. En cuanto a nuestros resultados sobre la baja utilización del uso de preservativo, estos concuerdan con los observados en reclusas peruanas y colombianas 15,16, lo que podría evidenciar una necesidad insatisfecha en cobertura y acceso a estos 12.
En un estudio realizado en prisiones de Barcelona, el 20 % de la población encuestada refirió haber mantenido relaciones sexuales bajo los efectos de las drogas 17. Resultados que no coinciden con los encontrados en nuestra investigación, donde dicha proporción no superó el 3 %.
Respecto a la homosexualidad situacional, nuestros resultados (< 10 % de la población estudiada) son similares a los descritos en un penal Argentino, en el que también se han observado casos de homosexualidad situacional, que ha sido explicada principalmente por la carencia de afecto 12. En un penal ecuatoriano también se encontraron casos de homosexualidad situacional; en este caso su prevalencia fue mayor (34 %), la cual se explicó principalmente por la presencia de factores psicosociales propios de la cárcel como la soledad, la necesidad de protección física, la curiosidad o la necesidad sexual, los cuales poseen la mayor incidencia en la generación de este tipo de conductas 18. Nuestro estudio informa una prevalencia de vida de haber sido víctima de agresión sexual del 21 %, que concuerda con lo observado en un estudio realizado en España, donde el 23 % indicó haber sufrido este tipo de agresión 19.
En cuanto al análisis exploratorio, los factores asociados a tener 6 o más antecedentes de conductas sexuales riesgosas fueron haber sufrido violencia intrafamiliar, y consumir drogas o alcohol. Sin embargo, pertenecer a una religión cristiana se asoció a una menor probabilidad de comportamiento sexual de riesgo. En nuestro estudio, haber sufrido violencia intrafamiliar aumentó la probabilidad de un comportamiento sexual de riesgo, lo que concuerda con lo indicado en una investigación realizada en reclusas mexicanas, donde aquellas que sufrieron violencia intrafamiliar durante su vida con mayor frecuencia optaron por ejercer la prostitución 20.
Algunos estudios han encontrado una relación entre el consumo de drogas y el aumento en la probabilidad de presentar alguna ITS 21,22. Lo que puede explicarse porque el consumo de sustancias puede conducir a mantener relaciones sexuales desprotegidas 23. Estos resultados concuerdan con los de nuestra investigación, donde el consumo de drogas aumenta el riesgo de tener antecedentes de conductas sexuales de riesgo.
En algunas investigaciones realizadas en población penitenciaria se observó que mujeres con niveles socioeconómicos y educacionales bajos, ambiente familiar malo, y que consumen sustancias como alcohol o drogas presentan un mayor número de conductas sexuales riesgosas 24-26. Resultados similares fueron encontrados en este estudio, donde tener 6 o más antecedentes de conductas sexuales de riesgo se asoció a mayor consumo de drogas o alcohol y a una mayor probabilidad de haber sufrido violencia familiar.
En cuanto a la religión, se observó que pertenecer a una religión cristiana es un factor protector que disminuye la probabilidad de tener un número elevado de conductas sexuales de riesgo en las reclusas respecto de aquellas que no poseen una. Por su parte, en el 2015 Espinoza 27 señaló que la religiosidad conduce a mantener relaciones sexuales solo dentro del matrimonio, y disminuye la posibilidad de tener conductas sexuales de riesgo. En otras investigaciones, al igual que en la nuestra, dentro de las enfermedades reportadas por las reclusas se encontraban las ITS 28,29. En un estudio español, el 10 % de la población estudiada tenía VIH (19). No obstante, en nuestro estudio menos del 9 % de las reclusas encuestadas reportó haber tenido alguna ITS.
Este estudio posee fortalezas y limitaciones metodológicas. Entre las fortalezas se encuentra que es el primer estudio a nivel regional sobre antecedentes de conductas sexuales de riesgo en población privada de libertad. En cuanto a sus limitaciones están el porcentaje de reclusas que no respondieron; el no haber indagado, además de la homosexualidad situacional, sobre otros comportamientos de riesgo sexual durante la estancia en el penal; los sesgos de información producto de la posible declaración falsa de las reclusas sobre conductas homosexuales en el penal; no evaluar si la homosexualidad situacional se asoció a variables como el consumo de sustancias, violencia sexual, fidelidad, entre otros; y la estimación de la prevalencia de ITS realizada con base en información autorreportada. Por otro lado, el muestreo no probabilístico por voluntariado limitó la generalización de las observaciones.
CONCLUSIÓN
Se encontró una alta prevalencia de antecedentes de conductas sexuales de riesgo en las reclusas. Esta investigación establece varios interrogantes y desafíos futuros, entre ellos, la necesidad de desarrollo de políticas públicas y programas de educación sexual en población penitenciaria, como la realización de estudios en muestras más amplias e incluso prospectivos que permitan mejorar la potencia estadística y obtener resultados inferenciales que determinen causas y efectos.