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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.42 no.2 Bogotá July/Dec. 2019

 

Nota del Editor

Nota de la directora-editora

MARTA ISABEL DOMÍNGUEZ MEJÍA* 

LUZ TERESA GÓMEZ DE MANTILLA** 

JAIME EDUARDO JARAMILLO JIMÉNEZ** 

*Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia

**Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia Editores invitados


Anunciamos en la primera entrega de este volumen 42 de la Revista Colombiana de Sociología (RCS) que la Sección Temática de este número estaría dedicada a un ejercicio investigativo de carácter autorreflexivo: la institucionalización de la sociología en Colombia y América Latina. El equipo de editores invitados ha sabido articular su espíritu y sentido en este año conmemorativo de la fundación del primer departamento de sociología en Colombia y ha logrado un producto final, representado en una sustanciosa nota editorial y en el conjunto de las contribuciones seleccionadas, de gran interés y enriquecimiento para nuestro campo disciplinar. La presentación de la reseña del libro de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson Bernal, elaborada por Nicolás Boris Esguerra, hace parte de la nota de los editores Si invitados por su pertinencia para complementar el panorama abierto por los siete artículos incluidos. A todos los participantes en esta sección (editores, evaluadores, autores) nuestro reconocimiento y agradecimiento.

La Sección General inicia con un artículo de investigación en el campo especializado de la sociología del consumo titulado "¿En qué gastamos para comer y cuánto?: condiciones socioeconómicas y presupuesto para el consumo de alimentos (Colombia, 1993-2014)", de Giselle Torres Pabón (Chile). En esta relativamente joven especialidad de la sociología, el estudio de los modos en que los hogares distribuyen su presupuesto constituye una de las fuentes más clásicas para el análisis de las diferencias sociales (desigualdad y distinción) y para el estudio de los modos de vida, a partir de las condiciones socioeconómicas. Esta perspectiva de trabajo es fecundamente aplicada por la autora y se enriquece con nuevos elementos teóricos y metodológicos, que contrastan y se refuerzan a la luz de los planteamientos contenidos en la entrevista realizada por David García González a Luis Enrique Alonso, de la Universidad Autónoma de Madrid, quien es un reconocido experto español en sociología del consumo: este texto está incluido en la primera ° entrega del presente volumen, bajo el título "Lo que debe interesarnos es el consumo como relación social".

Consuelo Uribe Jaramillo y Jaime Ramírez Moreno nos traen un artículo de revisión y a la vez de discusión teórica, conceptual y metodológica en el que se identifican las teorías y aproximaciones que se han empleado para los análisis de clase y movilidad social en sociología y en economía. Bajo el título "Clase media y movilidad social en Colombia", los autores muestran y explican cómo a pesar de la diversidad de métodos y de puntos de corte para medir las clases sociales, se constata el crecimiento de la clase media en Colombia y en América Latina en el último decenio; fenómeno paradójico con una persistente concentración del ingreso en el caso colombiano, pero explicado en buena medida desde la perspectiva del análisis de los cambios internos de la clase que experimenta la movilidad social.

En su artículo "Gender inequality and intimate partner violence in Bolivia", Esperanza Camargo (Universidad de San Diego, Estados Unidos) examina los problemas de desigualdad, violencia de género e inequidad en la familia en correlación con la estructura de toma de decisiones en el interior del hogar en Bolivia -uno de los países con mayores índices de violencia hacia las mujeres-, a partir de un estudio empírico de cerca de tres mil parejas heterosexuales.

Por su parte, Adrián E. Beling (Flacso, Argentina) nos ofrece un artículo en la línea temática de la primera entrega del presente volumen dedicada a pensar el problema de las crisis y el cambio ambiental global: "Sinergias Sur-Norte para una 'transición civilizatoria' hacia la sustentabilidad: diálogos de saberes entre buen vivir, decrecimiento y desarrollo humano". Este texto plantea una perspectiva novedosa al introducir el concepto de discursos de transición con el propósito de realizar un análisis crítico de los límites y potencialidades de dos discursos emblemáticos en el debate actual acerca de una transición civilizatoria: el buen vivir, proveniente de América Latina, y el decrecimiento o degrowth, del sur y centro de Europa, principalmente.

Finalmente, tenemos el artículo "Operaciones y estructuras de la práctica teórica. Una exploración a partir del caso de la teoría de los sistemas sociales de Niklas Luhmann" de Juan Pablo Gonnet y Esteban Torres (Universidad de Córdoba, Argentina), que nos muestra la importancia de comprender la "práctica de construcción teórica" en el ejercicio profesional y disciplinar de los científicos sociales, para articularla productivamente con las dinámicas de investigación social. Los autores analizan el modo en que Luhmann despliega su práctica teórica en el capítulo "Doble contingencia" de Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general y tratan de identificar los criterios constructivos de la teoría a través de las operaciones que realiza el teórico en ese proceso.

Parte de la labor de los sociólogos y de esta revista, por consiguiente, ha sido la de dar cuenta de libros relevantes para este campo estudio, práctica que en ocasiones ha sido tenida por menos, pero que Eguzki Urteaga, de la Universidad del País Vasco, recalca y nos recuerda su importancia a través de la revisión que realiza del libro La sociologie comme elle s'écrit. De Bourdieu à Latour, de J-L. Fabiani:

[...] dar cuenta de un libro no es sacrificarse a un arte menor que estaría reservado a los aprendices para que se ejerciten, aunque el sociólogo autor del Suicido [Durkheim, 1897] concedía a esta práctica un rol importante en la formación y socialización al oficio de sociólogo. (p. 12)

Además de la anterior y de la mencionada al inicio, el presente volumen ofrece cuatro reseñas más: la realizada por Diana Marcela Bejarano Rodríguez del libro Teorías sociológicas de los movimientos sociales, escrito por el español Francisco Ullán, que apareció en la primera entrega; la de Olga Restrepo Forero de la reciente edición de la obra Peregrinación de Alpha. Por las provincias del norte de la Nueva Granada en 1850 y 1851, de Manuel Ancízar. Gustavo Silvia Carrero (editor); la de César Guzmán Tovar, El desafío sociológico hoy. Individuo y retos sociales, de Danilo Martuccelli y José Santiago; y la que podríamos identificar como semblanza "Las vivencias de un demócrata: Francisco Leal Buitrago", escrita por José María Rojas.

CLEMENCIA TEJEIRO SARMIENTO

Directora y editora RCS

Hacia la institucionalización de la sociología en América Latina

La etapa de los "pensadores sociales", como fuera denominada por Aldo Solari, es recordada por los estudiosos como el momento en que la sociología inició su periplo en América Latina. Por entonces, segunda mitad del siglo XIX, sectores influyentes de las élites políticas y culturales de los países del subcontinente leyeron y discutieron, con pasión e interés, a autores europeos como Augusto Comte y Herbert Spencer, considerados, ajusto título, "precursores" de la sociología. Al calor de estas ideas, y de las de otros autores difundidos en la época -a su vez fecundadas por la reflexión multilateral de los pensadores sociales latinoamericanos sobre la naturaleza, los conflictos y las posibilidades de sus sociedades nacionales-, surgieron en la época libros perdurables, artículos en revistas y periódicos y proyectos de reforma social que dieron lugar, en algunos casos, a resonantes debates públicos. De este modo, las ideas sociológicas se fueron expandiendo no solo entre las élites, sino también en crecientes sectores de las clases medias y, hasta cierto punto, de las clases populares, en un momento histórico en que la "ciudad letrada" comenzaba a democratizarse en la región.

La sociología, asumiendo diversas matrices teóricas e ideológicas, penetró también en las universidades, que procuraban formar a las élites emergentes de los Estados nacionales latinoamericanos. Así se comenzó a instaurar, desde finales del siglo XIX, la sociología académica, denominada también, "sociología de cátedra". Este emergente y ambicioso saber, nacido en el seno de los procesos de secularización, modernización y diferenciación social contemporáneos, iniciaba un proceso de institucionalización, legitimación y proyección sociocultural, desarrollado en una región dinámica de la periferia del sistema-mundo capitalista. Este proceso de naturalización y endogenización de la sociología en América Latina (aún inacabado), así como de gradual superación de la subalternidad y el epigonalismo, no estuvo, a lo largo del siglo XX, exento de conflictos, vivos debates y, en varias ocasiones, de persecuciones desde gobiernos autoritarios a sectores críticos de sociólogos/as. En este complejo proceso, la sociología regional registró en algunos casos retrocesos, en otros redefiniciones, o bien, bifurcaciones.

En la primera parte del siglo XX, se comenzaron a producir obras sociológicas que buscaban desarrollar (es cierto, con desigual originalidad e incidencia) una perspectiva latinoamericana de conocimiento de lo social. Las ideas-fuerza del progreso y el orden social -mitos movilizadores de la época- gozaron de amplia acogida entre los "pensadores sociales" de finales del siglo XIX y principios del XX, ya fuera en calidad de opciones polares, casi excluyentes, ya como nociones reguladoras de lo social que convivían en síntesis teóricas y políticas temporales, inestables, no concluyentes. Muchos de los más destacados autores de estos textos con orientación sociológica, eran intelectuales públicos que se desempeñaban, al mismo tiempo, como políticos, periodistas y dirigentes sociales y culturales en sus respectivos países de origen. Esta era una expresión muy ilustrativa del carácter originariamente anfibio de los intelectuales latinoamericanos.

Ya desde la tercera década del siglo XX, en países como México, Brasil y Argentina (y, con algún retraso, en otras sociedades nacionales de la _, región), este proceso de progresiva institucionalización, legitimación y difusión del pensamiento sociológico se expresó en la emergencia de círculos y centros de investigación social y política, públicos y privados, en los que esta disciplina de conocimiento tuvo importante presencia. Al mismo tiempo, representantes de este saber proteico impulsaron procesos de intervención social, en particular, a través de instituciones estatales, en primer lugar, de gobiernos reformistas y modernizadores. Debe subrayarse que antes del surgimiento de la sociología profesional en el subcontinente, ya existían relaciones trasnacionales entre intelectuales que tenían en la sociología uno de sus referentes centrales. Prueba de ello es que en 1950 se fundó la Asociación Latinoamericana de Sociología, según Alejandro Blanco la primera de carácter regional en el mundo.

Partiendo de estos fundamentos institucionales, culturales y académicos (aquí expresados de modo sintético), es significativo anotar que en la segunda parte del siglo XX se asistió a una nueva y decisiva etapa de la institucionalización de la sociología en América Latina. Se trataba de la formación universitaria de profesionales debidamente acreditados, esto es, de especialistas que conocían y buscaban aplicar este saber con progresivo reconocimiento y autonomía en los escenarios académicos y de la división social del trabajo. Para contextualizar este proceso, cabe recordar que desde el final de la Segunda Guerra Mundial y con el surgimiento de la Guerra Fría, se registró un profundo reordenamiento de la geopolítica y la geocultura mundiales en el que América Latina se vio influenciada económica, política y académicamente por la naciente superpotencia mundial: los Estados Unidos de América. De esta manera, la ciencia social desarrollada en esa pletórica sociedad nacional se convertiría, al menos hasta mediados de la década de los años sesenta del siglo XX, en el paradigma epistémico -y, en cierta medida, político- de la sociología latinoamericana en ciernes.

De modo simultáneo, los países más desarrollados del subcontinente registraron procesos de ascenso de nuevas clases medias urbanas, además de la subsecuente expansión de la universidad pública y privada. Estos aspectos impulsaron el desarrollo de una embrionaria planificación social, propia de las sociedades de mercado, en donde los Estados y sus gobiernos buscaron diseñar políticas de cambio institucional (también denominadas "ingeniería social gradual"), encaminadas a materializar algunas de las ideas-fuerza de la época, como la modernización social, política y cultural y el desarrollismo. Se trató de un proceso complejo, solo realizado a medias, por tratarse de sociedades semimodernas, semiseculares y semidemocráticas, en las que las contradicciones y bloqueos estructurales resultantes estimularon la aparición de nuevos paradigmas de análisis y nuevas formas de investigar y hacer sociología en la región, cuya reconstrucción desborda los límites de la convocatoria de este número de la RCS.

En el plano académico (con un antecedente en el Brasil), las primeras facultades o departamentos de sociología del subcontinente se S crearon, entre 1955 y 1960, en Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Bogotá, Caracas y Ciudad de México. Merced al apoyo de estas nuevas instituciones académicas y al compromiso, la formación intelectual y el entusiasmo de sus profesores y estudiantes, se registró el liderazgo personal y académico de talentosos y activos pioneros de la sociología profesional en Latinoamérica, como Gino Germani, en Argentina, Eduardo Hamuy, Si en Chile, Aníbal Quijano, en Perú, Orlando Fals Borda, en Colombia, y José Medina Echavarría y Pablo González Casanova, en México.

La sociología profesional en Colombia y América Latina

En la actualidad, la sociología puede ser concebida como una forma de conocimiento social, sistemática y empíricamente fundamentada, al tiempo que como un campo de trabajo y, si se quiere, un modo de vida. Con su paulatina institucionalización, este saber teórico-práctico ha ido construyendo su autonomía académica dentro del sistema universitario latinoamericano y, de modo correlativo, se ha venido consolidando como una profesión con reconocimiento jurídico y social. Y es así como ha devenido en un espacio de debates intensos en el que si bien temáticas tales como el desarrollo económico y social, el estudio de las clases sociales, las relaciones norte-sur y las tensiones entre capitalismo y comunismo, establecieron durante años una agenda común para las distintas escuelas universitarias involucradas, la constante de su desenvolvimiento ha estado caracterizada por la creciente diversidad de enfoques teóricos y metodológicos. En esa medida, aun cuando puede hablarse de una identidad disciplinar y profesional de la sociología en el subcontinente, esta no corresponde tanto al reflejo de un corpus unificado transfronterizo, sino a la expresión directa de un ethos orientado a la conversión del saber en práctica de transformación social.

Así mismo, puede afirmarse que en su mayor parte la producción sociológica de los investigadores de América Latina ha versado (de manera autorreflexiva y autocrítica) sobre diversas problemáticas de la región misma, en especial durante la segunda mitad del siglo XX y las dos décadas de la centuria actual. Enfrentados a los cambiantes desafíos y demandas entablados por el entorno social, los sociólogos/as latinoamericanos han buscado desarrollar un estilo singular de pensamiento e indagación, interconectado con las redes de conocimiento internacionales, pero, en todo caso, proclive a la actitud creativa no alienada, en aras de aportar significativamente al diseño de un nuevo paradigma de comprensión y conceptualización del mundo circundante.

Uno de los referentes de este afianzamiento del quehacer científico social en la región lo constituye el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, que conmemora en el 2019 sesenta años de haber sido fundado por dos de los primeros sociólogos profesionales en el país: Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo. Es, pues, inspirados por tan destacable evento, y a la luz de la historia de discusiones, construcción de conocimiento e interacción con la realidad nacional de esta reconocida escuela de pensamiento, que su órgano de difusión, la Revista Colombiana de Sociología (RCS), ha querido rendir homenaje al significativo proceso de institucionalización de esta ciencia social en América Latina.

Para tal efecto, en este número se ha contado con la participación de algunos autores suramericanos, en cuyos artículos se ve plasmada la esencia de un crecimiento disciplinar íntimamente emparentado con la preocupación por el estudio, las propuestas y el destino sociohistórico de la región. Sus reflexiones versan sobre los momentos de gestación del saber sociológico en sus respectivos espacios nacionales (Chile, Bolivia y Colombia), su conformación como ciencia social, las corrientes intelectuales predominantes y los debates entre ellas, algunas de sus publicaciones y su posicionamiento dentro del espectro universitario. También se mencionan algunas de las personalidades más relevantes en este proceso histórico, político y cultural de cimentación científica, sus crisis y encrucijadas y los modos en que la sociología se ha representado a sí misma. Se trata, en suma, de una reflexión retrospectiva efectuada desde el punto de vista crítico de sus continuadores contemporáneos, orientada a resaltar temas y problemas que están pendientes de ser planteados, si no es que replanteados.

En el contexto de esta propuesta editorial resulta necesario recordar de especial manera a los responsables del crecimiento de la disciplina: los sociólogos/as del subcontinente. Ellos, debido a su formación académica, ductilidad profesional y redes sociales, la múltiple proyección de su trabajo y la complejidad de sus inquietudes sociales y políticas, se han constituido en singulares y propositivos intelectuales híbridos o anfibios culturales. En efecto, su inserción académica ha gozado de las condiciones de un diálogo abierto e interdisciplinario, con vocación hacia la crítica intelectual argumentada, la intervención social y la autorreflexividad. Ellos han debido interactuar e interpretar diversos escenarios sociales y universos simbólicos, cada uno de los cuales ostenta el signo de esa "contemporaneidad de lo no contemporáneo" inherente a este rincón regional concebido por algunos como el "Extremo Occidente" en constante esfuerzo por alcanzar ese intenso, aunque inconcluso anhelo, llamado modernidad.

En su desempeño profesional, estos gestores latinoamericanos de conocimiento científico social se han relacionado activamente, desde sus particulares saberes y competencias, con grupos étnicos, campesinos y habitantes de pueblos y ciudades, grupos de mujeres, jóvenes y artistas, empresarios y sacerdotes, instituciones estatales, movimientos sociales y ONG, en las escalas local, nacional, latinoamericana e internacional. Esto ha conducido a que su incidencia haya sido efectiva y reconocida en diversos espacios de decisión y divulgación, y que además haya contribuido a recrear el tejido social de diferentes grupos sociales, a fundar nuevos canales de diálogo entre el Estado y la sociedad civil y a visibilizar su propio quehacer académico. El despliegue multifacético de su imaginación sociológica ha dado lugar a interpretaciones novedosas sobre el tiempo y el espacio latinoamericanos, en todo momento o cimentadas sobre el rigor investigativo, la contrastación empírica y una ponderada relación entre lo deseable y lo posible, de las que han emergido valiosas propuestas de superación de las acuciantes problemáticas sociales que agobian a la región. Son estos sociólogos/as, en síntesis, los impulsores de una historia sinuosa y a la vez fecunda, conflictiva, y también propositiva, que ha deparado para la sociología en Latinoamérica su conversión en una auténtica agencia cultural.

De este modo, después de los tímidos pasos dados hace sesenta años, una disciplina robusta y reivindicativa de nuevos espacios de expresión y construcción colectiva, finca su posición en la arena académica. Forjada a partir de la acumulación de las experiencias vivenciales, pedagógicas, profesionales, investigativas y políticas de sus integrantes, la sociología perdura en la cultura, para tornar sucesivamente en realidad merced a su compromiso incansable con el cambio social. Bien podemos afirmar que, hoy por hoy, diferentes programas universitarios dedicados a esta ciencia social en Colombia muestran una halagüeña vitalidad, en tanto que sus miles de egresados y egresadas, con sus trabajos sobre los más diversos ámbitos de la vida social, política y cultural, han logrado integrarse progresivamente en el desarrollo de la nación y el Estado colombianos. Su trayectoria conjunta, que es a la vez la de la RCS, expresa las condiciones de surgimiento de un relato epistemológico que dista de haber quedado obsoleto y olvidado en los antiguos anaqueles de la historia de las ideas, y en cambio emerge, vez tras vez, como acto de creación académico y profesional impelido a la renovación constante.

Los artículos del presente número de la RCS: miradas plurales sobre la institucionalización de la sociología en Latinoamérica

La invitación a publicar en este número especial sobre la institucionalización de la sociología en Colombia y América Latina partió de una pregunta provocadora: ¿podemos hablar de un estilo de pensar y hacer sociología que nos diferencie de lo realizado en otros continentes? Lo que encontramos en los textos que presentamos a continuación evidencia cómo estos multifacéticos profesionales: sociólogos/as de diversas naciones de nuestra región, han gozado de una intensa experiencia, en muy diversos planos, al tiempo que han contribuido a describir, explicar, comprender y, dentro de sus particulares posibilidades, a transmutar creativamente su circunstancia social.

Sin dejar de reconocer que las ciencias sociales en América Latina han sido, y deben continuar siendo, un espacio abierto de debates, consensos y disensos, podemos apreciar en el conjunto de los artículos publicados que han existido algunas problemáticas compartidas. Así, en términos de la productiva tensión entre disciplina y profesión, y entre inquietudes intelectuales y compromiso con la transformación social, su desenvolvimiento multiespacial en la región permite apreciar tanto historias comunes como desarrollos similares en las maneras de concebir y hacer sociología.

En primer lugar, encontramos tres artículos que se ocupan de analizar procesos concretos de gestación y consolidación de la sociología como proyecto académico y de formación profesional. Si bien cada uno recalca la especificidad en las trayectorias de institucionalización de la sociología -dos en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y uno en la _, Universidad del Valle, en Cali-, encontramos que en cada lugar se expresan formas comunes de concebir esta disciplina y, sobre todo, procesos similares que se alimentan de tensiones y debates sobre las perspectivas teóricas implicadas, la necesidad de consolidar programas de investigación y producción de conocimiento, y la importancia de pensarse el "cómo y para qué" de la formación de expertos en el área.

"La formación del investigador social en la Universidad Nacional de Colombia, años sesenta", de Zoraida de Jesús Arcila Aristizábal, parte de una mirada aguda de los documentos curriculares: programas de cursos, bibliografías referenciadas y guías de cátedra, para comprender cómo se gestó el proyecto fundador del Departamento y la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. El artículo también analiza las primeras investigaciones realizadas por sociólogos/as, con financiación tanto de los sectores público y privado. Se propone que la fructífera discusión entre ciencia y compromiso social funda unas formas particulares del quehacer sociológico, así como de concebir la formación de profesionales de esta disciplina. Se destaca el papel de los actores centrales de este proceso y cómo estos lograron configurar un lenguaje común y una manera concreta para manifestar el quehacer del científico social colombiano.

De manera similar, el artículo titulado "Sociología en provincia. Los programas de la Universidad del Valle (Cali)", a cargo de Alberto Valencia Gutiérrez, analiza la manera en que el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle, con el proyecto de creación de su Programa de Sociología, culminó en la conformación de un grupo de científicos sociales que ha marcado una pauta fundamental en el desarrollo de esta disciplina en el país. El artículo describe la trayectoria de esta institución y del grupo de profesores que la conformaron, centrándose en los intensos debates que generaron dinámicas de construcción colectiva sobre la forma de enseñar la sociología, acerca de las maneras de investigar y, en general, sobre la forma particular de concebir la sociología y, dentro de esta, la relación entre teoría, investigación e intervención social.

El tercer artículo, escrito por Nicolás Rudas y titulado "Confrontación y 'autodestrucción' de un proyecto de sociología en la Universidad Nacional de Colombia: la caída de los 'padres fundadores'" se basa en testimonios y fuentes documentales para reconstruir las tensiones entre tres proyectos de sociología que surgieron en Colombia en la década de 1960. El artículo plantea que un primer proyecto de los "padres fundadores" -Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo- es desafiado en primer lugar por un proyecto estatista, de sectores conservadores, y en segundo lugar con uno de carácter revolucionario, antiestatista. El autor concluye que la primera tensión resulta en la salida de Camilo Torres Restrepo de la Universidad o Nacional en 1962, y la segunda conduce a la salida de Orlando Fals Borda en 1965, lo que implicó el desmonte del proyecto fundacional para la sociología caracterizado como "un proyecto civil, orientado a la articulación con las demandas reformistas del movimiento social democrático" (p. 68).

El segundo grupo de artículos se relaciona con los referenciados en cuanto a su propósito de comprender procesos de gestación y consolidación de la sociología. Solo que estos plantean una pregunta, ya no centrada exclusivamente en un proyecto académico y sus actores concretos, sino en la institucionalización de la sociología a escala nacional. En este orden de ideas, "El alma de la sociología chilena en las subjetividades profesionales", de Sandra Iturrieta, se propone explícitamente responder a la pregunta de este número especial de la RCS, con referencia al caso chileno: ¿podemos hablar de un estilo de pensar y hacer sociología que existe en nuestra América, diferente a lo que se desarrolla en otras latitudes? A través de entrevistas a 32 sociólogos/as que se desempeñan en la ejecución de programas sociales a lo largo del país, la autora nos habla de un modo particular de pensar y hacer sociología en Latinoamérica, que concibe como el resultado de su origen bicéfalo: como disciplina y como profesión. Esta circunstancia se refleja en una sociología en la que conviven de manera simultánea un "alma en que anidan inquietudes propiamente intelectuales, con otra alma en la que viven anhelos de transformación social" (p. 92). De modo similar a los análisis específicos de la sociología en Bogotá y Cali, esta autora concluye que la convivencia entre estas dos formas de concebir la sociología le confirió rasgos particulares en torno al compromiso con la transformación de la sociedad.

Por su parte, el artículo de Mario Yapu, Edgar Apaza y Ronald Antezana, titulado "Aproximación a la institucionalización de la sociología en Bolivia. Un estudio sobre el Instituto de Sociología Boliviana (Isbo)", plantea un análisis genealógico e institucional del surgimiento y el desarrollo de la sociología en este país, así como de la relación que tuvo el Isbo con las cinco carreras de sociología que se consolidaron a nivel nacional. El texto aborda los vaivenes de la institucionalización de la sociología como disciplina, tomando en cuenta las dimensiones de investigación y formación, con una mirada centrada en las tensiones que surgen entre proyectos intelectuales, políticos, competencias entre áreas y dificultades financieras.

El tercer grupo de artículos se centra en aportes concretos al desarrollo de la sociología en Colombia. El artículo de Óscar Alejandro Quintero, "Hacia una sociología de la educación propia. Reconstrucción reflexiva a partir de la obra de Orlando Fals Borda" hace un interesante análisis de la obra de este sociólogo, centrado en su aporte al campo de la sociología de la educación. Además de este aspecto, menos conocido que sus desarrollos en el campo de la Investigación Acción Participativa, el artículo incluye otros igualmente poco conocidos sobre la apropiación de aportes de Fals Borda a los debates sobre educación popular en contextos internacionales. Por último, el artículo de Miguel Urra et ál., "La revista Cuadernos de Sociología de la Universidad Santo Tomás (Bogotá, 3 Colombia, 1977-2011)", presenta un juicioso ejercicio de sistematización de la producción de esta revista entre 1977 y 2011, en el que se describen el contexto y las motivaciones para crear la revista, su importancia en la generación de comunidad académica y la relevancia de sus contenidos _. para adelantar una sociología de la sociología.

La búsqueda de madurez y autonomía, institucional y académica, de un campo disciplinar y profesional, como es la sociología, se ha expresado en los últimos años en América Latina mediante la aparición de detalladas investigaciones y de libros que estudian, con fundamento empírico e hipótesis renovadoras, los procesos de institucionalización, legitimidad y autonomía de la sociología, inscritos dentro de un campo intelectual más amplio y, también, en espacios políticos y sociales de alcance nacional e internacional. En un ensayo-reseña, Boris Esguerra se refiere al libro Sociología en el espejo, de los sociólogos Alejandro Blanco y Luis Carlos Jackson. Los autores del libro realizan una fundamentada contrastación entre los procesos de arraigo, diferenciación e institucionalización de la sociología, en Argentina y Brasil, para tratar de afirmarse como saberes con identidad y desarrollo propios. Respecto del uso de este método comparativo, Esguerra recuerda, con pertinencia, la afirmación de Emilio Durkheim: "solo se explica comparando". Blanco y Jackson contrastan, con amplio apoyo documental: "las tradiciones intelectuales, las organizaciones académicas, las coyunturas políticas y las trayectorias y obras de los agentes seleccionados" (Blanco y Jackson, 2015, p. 237), en los dos países citados, en particular entre los años cuarenta y sesenta del siglo anterior. Este denso libro no es solo una historia o una sociología del quehacer académico. Esguerra señala que los autores analizan a los sociólogos en ese periodo dentro de sus respectivos espacios nacionales y campos intelectuales. En el interior de estos últimos examinan las relaciones y diferencias entre ensayistas sociológicos y los que solían denominarse sociólogos "científicos". Así mismo, en el libro se alude a las cambiantes relaciones de los sociólogos con el Estado: "en el Brasil la relación entre intelectuales y Estado fue menos conflictiva que en Argentina, debido a la relativamente mayor estabilidad política del país luso" (p. 327).

Para concluir esta nota editorial, consideramos que el lector podrá encontrar en los artículos dedicados al tema central del presente número de nuestra revista, estudios, reflexiones e hipótesis novedosas y sugestivas, con particular interés en el periodo fundacional de la sociología en diversos países latinoamericanos, con un énfasis explicable en el caso colombiano. Se aprecian diferentes estilos de análisis y aproximaciones singulares a estos procesos socioculturales y académicos.

Pero puede observarse, sin embargo, un "aire de familia" en los artículos reseñados, pues expresan una interrelación entre los procesos de la elaboración conceptual y los de la investigación empírica, posición epistemológica que ha sido característica de la sociología a nivel internacional y, de modo muy especial, en Latinoamérica. Así mismo, la perspectiva de los textos presentados en este número de la RCS es crítica, y a la vez, autocrítica, para ¿ recordarnos que la historia de la sociología en nuestro subcontinente ha buscado conjugar (de manera sinérgica, en algunos casos, y conflictiva, en otros) la dinámica y las propuestas de los actores sociales -en especial sociólogos/as, entre quienes destacan las figuras fundadoras- relacionadas con su entorno académico, cultural y político, de manera especial su relación con el Estado. Constituyen esfuerzos por realizar una sociología de la sociología, en la medida en que estos artículos buscan inscribir las tensiones y transformaciones sufridas por este saber académico y su praxis Si profesional, en su interacción dinámica con las características particulares, las tendencias y los conflictos propios de las sociedades nacionales que han producido, con diversos ritmos y concreción, los referidos procesos de institucionalización y profesionalización de la sociología en Latinoamérica.

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