Introducción
La migración de mexicanos hacia Estados Unidos (EE. UU.) es un fenómeno de gran relevancia y larga tradición. Dicha migración ha estado motivada, en su mayoría, por cuestiones laborales y económicas. Su origen se ha llegado a situar en el programa Bracero, el cual fue una respuesta a la falta de mano de obra en EE. UU., resultado de la Segunda Guerra Mundial, e incorporó a miles de mexicanos en trabajos enfocados a la agricultura y en compañías ferroviarias estadounidenses (Orrenius y Zavodny, 2018). Dicha migración tenía la particularidad de ser de carácter temporal. Sin embargo, las políticas migratorias restrictivas impuestas en EE. UU. modificaron dicho patrón de migración a uno más permanente y de carácter irregular.
Durante las últimas décadas del siglo pasado y principios del actual, el crecimiento de la economía estadounidense demandó mano de obra mexicana para mantener su nivel de actividad, mientras que las crisis y el lento crecimiento económico en México, desde finales de los años setenta, provocaron una masificación de dicho fenómeno, en el cual la población mexicana viviendo en el vecino país pasó de 760 000 en 1970 a un máximo de 12.7 millones en 2007 (Orrenius y Zavodny, 2018). A pesar de ello, el flujo de la migración mexicana a EE. UU. se ha estabilizado en los últimos años y, en 2018, el total de población mexicana en el vecino país ascendió a 12.3 millones, de los cuales casi la mitad no contaban con documentos para su estancia en aquel país, mientras que la población de origen mexicano alcanzó 38.4 millones (Fundación BBVA, 2019).
Por su parte, las remesas son uno de los principales productos de la migración. En este sentido, México es uno de los principales receptores de remesas del mundo y el mayor receptor en Latinoamérica (Fundación BBVA, 2019), en donde se reciben cerca de la mitad de las remesas enviadas a dicha región (World Bank Group, 2019). En 2018, el monto de remesas que llegó a México ascendió a 33.470 millones de dólares (cifra cercana al 5 % del total de remesas a nivel mundial), recurso que representó cerca del 2.7 % del producto interno bruto nacional en ese año. Destaca que menos de un 5 % de los hogares del país recibe este ingreso, lo cual se traduce a cerca de 1.6 millones de hogares y reciben en promedio 322 dólares mensuales aproximadamente (Fundación BBVA, 2019). Para aquellos hogares receptores, dicho recurso constituye una importante fuente de ingresos, ya que se ocupa principalmente en la alimentación, la salud, la educación, el pago de deudas (muchas de ellas adquiridas al momento de migrar) y, en general, en la satisfacción de las necesidades básicas de dichos hogares (Canales, 2016; Monteros et al., 2017).
Dada su relevancia, se han realizado diversas investigaciones sobre el efecto que tienen las remesas sobre la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, como se presentará más adelante, no existe en la literatura un consenso sobre dicho efecto. Por un lado, se argumenta que las remesas reducen la pobreza y la desigualdad, ya que incrementan las posibilidades económicas de las familias, les permiten tener un mayor consumo e invertir en educación, lo cual genera desarrollo en las comunidades receptoras (Mahesh, 2020; Corona, 2014). Por otro lado, se ha reportado que las remesas incrementan la desigualdad, tanto en las comunidades rurales (Ley et al., 2019; Adams et al., 2008), como en aquellas en las que un porcentaje moderado de hogares reciben remesas (Bucheli et al., 2019; Le De et al., 2015) y cuando estas no alcanzan a los hogares ubicados en los deciles más bajos de ingreso (Kóczán y Loyola, 2021). De igual forma, hay investigaciones que mencionan que las remesas tienen un impacto muy pequeño o ninguno sobre la desigualdad (Beyene, 2014; Adams, 2006). Esto es posible que suceda debido a que aquellos hogares que reciben este ingreso pueden encontrarse en una situación económica menos precaria que aquellos que no tienen dicha posibilidad, lo cual incrementa la brecha entre ambos tipos de hogares. No hay que olvidar que las remesas son en esencia el salario de un familiar que dejó de ser parte del mercado laboral en México para serlo en el destino (Pardo y Dávila, 2017) y por ello tienen un impacto nulo o limitado en la promoción del desarrollo y en la reducción de la desigualdad (Acosta et al., 2008). Dichas investigaciones se han enfocado en analizar la desigualdad del ingreso y la recepción de remesas comparando diferentes países en el tiempo o a partir de encuestas en hogares; sin embargo, para el caso de México, poco se ha investigado sobre la relación entre ambos fenómenos a nivel municipal. En este sentido, la presente investigación busca aportar evidencia al debate existente sobre la posible asociación que dicho recurso tiene con la desigualdad a nivel municipal en México. Dado este breve panorama, surge la siguiente pregunta guía, a la cual esta investigación busca dar respuesta: ¿cuál fue la relación que tuvo la recepción de remesas en México con la desigualdad del ingreso en los municipios del país en 2015? De dicha pregunta se deriva el objetivo general de la investigación, que responde a analizar la asociación entre la recepción de remesas en México y la desigualdad a nivel municipal en 2015.
Este documento está estructurado en cuatro apartados principales. En el primero, se presenta una revisión de la literatura que aborda la relación entre las remesas y la desigualdad. En el segundo, se describen las fuentes de información y la metodología utilizada en esta investigación. El tercer apartado, por su parte, incluye los principales resultados del estudio por medio de un breve análisis descriptivo de las principales variables utilizadas y se presentan posteriormente los hallazgos del modelo de regresión cuantílica que busca analizar la relación entre la recepción de remesas en los municipios del país (aproximada a partir del porcentaje de viviendas que reciben dicho flujo monetario) y la desigualdad del ingreso en dichos municipios. El cuarto y último apartado contiene las consideraciones finales del estudio, sus principales limitaciones y propuestas para futuras investigaciones sobre el tema.
I. Remesas y desigualdad
México es históricamente un país expulsor de población. Por su ubicación geográfica, el país presenta migración de tránsito a Estados Unidos (EE. UU.), migración de retorno y, a su vez, es un destino para migrantes provenientes de Centroamérica y Sudamérica, principalmente. En 2017, México fue el segundo país con mayor número de emigrantes en el mundo, solamente por detrás de la India, acumulando 13 millones de mexicanos viviendo en el exterior, cifra que representaba aproximadamente un 5% del total mundial (Fundación BBVA, 2018). El principal destino de los migrantes mexicanos es EE. UU., donde se concentra un 98 % del flujo. Estos flujos migratorios han estado tradicionalmente motivados por cuestiones laborales y económicas, aunque la población se desplaza también por cuestiones políticas, ambientales y culturales que envuelven el fenómeno migratorio. Más aun, la actual proliferación de la violencia y el crimen organizado en el país han incrementado también los procesos de migración forzada y de refugio (Orozco y Yansura, 2014).
Las remesas familiares son una de las principales consecuencias de la migración (Mora-Rivera et al., 2018) y es a través de ellas que muchos migrantes mantienen contacto con sus familiares en el lugar de origen. Dichos recursos llegan directamente a las familias y son utilizados principalmente en la reproducción material, social y cultural de sus integrantes (Stefoni, 2011). México es el cuarto mayor receptor de remesas del mundo, ubicado solamente por detrás de India, China y Filipinas (Fundación BBVA, 2019). Cerca de 95 % de las remesas familiares enviadas al país provienen de EE. UU. Desde 2005, el monto de remesas familiares recibidas en México ha superado los 20 mil millones de dólares; en 2018, dicho monto fue de 33.5 millones de dólares alcanzando el máximo histórico. Este monto superó los ingresos nacionales percibidos por inversión extranjera directa, ingresos por turismo internacional y exportaciones petroleras (Fundación BBVA, 2019). Los hogares que reciben remesas suelen ser aquellos más vulnerables y se calcula que el 45 % se encuentran localizados en áreas rurales (Fundación BBVA, 2016). Más aun, se estima que, en 2014, 23.8 millones de mexicanos recibieron remesas internacionales y se encontraban por debajo de la línea de pobreza (Cabello y Elton, 2017).
Ante la importancia de este flujo monetario, se ha investigado ampliamente el efecto que tienen las remesas sobre la pobreza y, en particular, sobre la desigualdad. A pesar de ello, y como se mencionó, los resultados provenientes de la literatura empírica son inconsistentes; esto es, algunos investigadores afirman que las remesas disminuyen la desigualdad del ingreso, mientras otros apuntan a que la incrementa o que no tienen un efecto sobre ella. De manera teórica, si la migración y las remesas contribuyen a incrementar o a disminuir la desigualdad depende de quién migra y quién remite. Por un lado, si los migrantes provienen de los segmentos más pobres de la población, es probable que sus remesas contribuyan a reducir la desigualdad, ya que serán los hogares más desfavorecidos quienes reciban dicho ingreso y quienes mejoren su estándar de vida (Vacaflores, 2018). Esta visión se relaciona con la mirada más positiva sobre el papel de las remesas y la migración en el desarrollo de las comunidades; en esta visión se argumenta que las remesas conforman un capital económico que, junto con otros capitales sociales (redes familiares, trabajo familiar y comunitario, organizaciones de migrantes, entre otros), construyen recursos de los individuos y las comunidades, lo cual permite superar las condiciones de vulnerabilidad y pobreza (Canales, 2008).
Por otro lado, si quien migra no proviene del sector más desfavorecido de la población, las remesas incrementarán la desigualdad (Raju, 2017). De igual forma, si las remesas fluyen de manera desproporcionada a las áreas urbanas, esto tenderá a exacerbar la desigualdad, ya que la mayor pobreza se encuentra en las zonas rurales (Vacaflores, 2018). En este caso, este argumento proviene de la visión negativa de las remesas, la cual menciona que estas producen diferenciaciones sociales al interior de las comunidades producto de quienes reciben y quienes no reciben remesas y disminuyen la fuerza laboral por la falta de estímulos para que los jóvenes trabajen en las economías locales (Stefoni, 2011). Esto perpetúa las condiciones de atraso estructural de los lugares de origen a partir de la dependencia que se genera hacia la recepción de las remesas, lo que retroalimenta el proceso migratorio y relega a las comunidades a ser exportadores de fuerza de trabajo, porque la única manera de mantener el consumo familiar y la escasa actividad económica local es por medio del envío de sus miembros al exterior (Canales, 2008; Stefoni, 2011).
Estudios recientes mencionan, por un lado, que las remesas incrementan el ingreso de los hogares receptores, gracias a lo cual reduce sus niveles de pobreza y les permite tener un consumo mayor al nivel básico de subsistencia (Corona, 2014; Brito et al., 2014) 5; incluso permite tener un consumo mayor en etapas de desempleo en el origen, como lo señala Mahesh (2020), para el caso de India. Se ha argumentado para algunos contextos, como el caso de Filipinas, que dicho ingreso, al reducir las restricciones presupuestales de los hogares, les permite invertir en la escolaridad de los hijos e incrementar los años de logro académico en las comunidades (Theoharides, 2018); mientras que, en países de América Latina, se ha encontrado que promueven además el consumo y la inversión en actividades empresariales, lo que a su vez fomenta el empleo (Brito et al. 2014; Mahesh, 2020) y el crecimiento económico (Ekanayake y Moslares, 2020). Las remesas afectan también el bienestar de las personas más allá de los hogares receptores, lo cual reduce la pobreza extrema y el coeficiente de Gini en los lugares receptores (Vacaflores, 2018). De acuerdo con estas investigaciones, esta situación se traduce en un impacto positivo de dichas transferencias monetarias en los hogares, disminuyendo la pobreza y la desigualdad del ingreso, especialmente en contextos de larga tradición migratoria, como es el caso de México (Mckenzie y Rapoport, 2007). Esto se ha visto que ocurre principalmente si dichos flujos se consideran como una fuente exógena de ingreso en los hogares (como lo señalan Barham y Boucher, 1998, para el caso de Nicaragua). En México, la desigualdad ha disminuido en años recientes y se estima que tres cuartas partes de las remesas se envían a hogares en la mitad más baja de la distribución del ingreso, lo que sugiere que tienen un rol positivo en reducir la desigualdad del ingreso (Campos-Vázquez y Sobarzo, 2012).
Por otro lado, se ha encontrado que, a pesar de que las remesas sean importantes para el soporte económico de las familias, no pueden iniciar y sostener el crecimiento económico a largo plazo en las comunidades de origen, como lo señalan Siddique et al. (2016), para países asiáticos en desarrollo. Es posible que esto permita que las remesas mejoren el bienestar de las familias receptoras en el corto plazo, pero se ha observado que, con el paso del tiempo, la recepción de este ingreso se vuelve cada vez menos probable, especialmente cuando la migración es una consecuencia de falta de oportunidades laborales o de trabajos bien remunerados en las comunidades de origen como en el caso mexicano (De la Fuente, 2010). De igual forma, cuando las remesas se consideran como endógenas, es decir, como el salario de un familiar que dejó de ser parte del mercado laboral para serlo en el destino, estas incrementan la desigualdad del ingreso. Lo anterior se observó tanto en estudios transversales en Nicaragua (Barham y Boucher, 1998) y Ghana (Adams, 1989), como en estudios longitudinales que ocupan largas series temporales, llevados a cabo en Filipinas (Rodríguez, 1998), en diversos países africanos (Anyanwu, 2011) y en América Latina (Acosta et al., 2008). Esto se explica porque se ha encontrado que los hogares pobres tienen un acceso limitado y esporádico a las remesas, lo que los deja en una situación de vulnerabilidad social y económica, lo que incrementa a su vez la desigualdad en las comunidades de origen (Le De et al., 2015; Bucheli et al., 2019).
Si bien con el paso del tiempo la creación de redes migratorias pudiera disminuir los costos de la migración (Stark et al., 1988), estudios más recientes en contextos de irregularidad, como el flujo México-EE. UU., muestran que se han intensificado los métodos de control y vigilancia. Esto ha ocurrido en las fronteras de México-EE. UU. y de México-Centroamérica, lo que representa un considerable incremento en los riesgos y costos de la migración (Cortés, 2003; Jáuregui y Ávila, 2018). Esta situación provoca probablemente que los migrantes no provengan de los hogares más desfavorecidos, por lo que es posible que las remesas exacerben la desigualdad del ingreso en las comunidades (Beyene, 2014). Más aun, se ha observado que la recepción de remesas no tiene un efecto sobre la desigualdad del ingreso. Esto ocurre también si dicho ingreso se considera como parte del salario del hogar que se obtiene en el extranjero. Estos resultados se presentan en la población en general (Adams, 2006) y en contextos urbanos (Beyene, 2014).
II. Material y métodos
Para cumplir con el objetivo propuesto en esta investigación, se realizó un estudio cuantitativo, descriptivo y transversal. La información proviene de la Encuesta Intercensal de 2015 (EIC2015) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en México. Dicha encuesta tuvo como objetivo principal actualizar la información sobre el volumen, la composición, la distribución y el comportamiento de las características captadas de la población y de las viviendas particulares habitadas dentro del territorio nacional a nivel municipal y por entidad federativa en el periodo intercensal comprendido entre 2010 y 2020 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2015). Las unidades de observación fueron las viviendas particulares habitadas y sus residentes habituales. Asimismo, su diseño muestral proporciona representatividad de los resultados a nivel nacional, estatal, municipal y en localidades de 50 mil o más habitantes. La EIC2015 intentó mantener la comparabilidad histórica con los censos y las encuestas nacionales y de otros países, así como obtener estimadores de proporciones, tasas y promedios de las variables de interés (INEGI, 2015).
La variable a explicar en el modelo fue la desigualdad del ingreso, la cual se aproximó a partir del índice de Gini, el cual se obtuvo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), estimado a nivel municipal en 2015 por dicha institución. El índice de Gini mide la desigualdad económica de una sociedad mediante la exploración del nivel de concentración que existe en la distribución de los ingresos entre la población. Este coeficiente toma valores entre 0 y 1: un valor que tiende a 1 refleja mayor desigualdad en la distribución del ingreso; por el contrario, si el valor tiende a 0, existen mayores condiciones de equidad en la distribución del ingreso. De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México tenía el segundo lugar más alto en desigualdad de los países miembros en 2014 (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social [CONEVAL], 2018a).
En cuanto a la recepción de remesas, se calculó el porcentaje de viviendas que en 2015 un miembro de dicha vivienda al menos declaró recibir dinero de alguien que vivía en otro país. Esta información proviene de la pregunta: “¿alguna persona que vive en esta vivienda recibe dinero: de alguien que vive en otro país?”. En caso afirmativo, se contabilizó la vivienda como receptora de remesas. Este indicador se obtuvo al estimar el número de viviendas receptoras de remesas y el número total de viviendas en cada municipio, para realizar posteriormente el cociente de ambos números y así obtener el porcentaje de viviendas receptoras en los municipios del país.
Para controlar el efecto de factores sociales y económicos que pudieran generar condiciones inesperadas en el país, modificando los patrones de desigualdad y de migración (Massey et al., 2009), se incluyó un conjunto de variables de control. La primera de estas variables fue la tasa global de fecundidad del municipio, la cual se calculó a partir de los nacimientos registrados por edad de la madre en cada municipio en 2015 y la población femenina en edad fértil por grupos de edad. El promedio de habitantes por vivienda en el municipio se calculó como el promedio del total de habitantes en cada vivienda de los distintos municipios del país. De igual forma, se obtuvieron los años promedio de escolaridad en cada municipio para las personas de 25 años o más. Se incluyó el porcentaje de personas del municipio de 12 años y más que se encontraban desempleadas. Asimismo, se incluyó el porcentaje de población en cada municipio que habita en localidades menores a 5000 habitantes, la cual se obtuvo del Consejo Nacional de Población (CONAPO) en México. También se obtuvo el porcentaje de población sin derechohabiencia a servicios de salud en cada municipio, porcentaje que fue calculado por el CONEVAL a partir de los datos de la EIC2015. Finalmente, con el objetivo de medir y analizar de mejor forma las modalidades, tendencias y características de la migración México-EE. UU., el CONAPO en México estableció una regionalización de los lugares de origen donde articula criterios geográficos y migratorios y subdivide al territorio mexicano en cuatro regiones: Tradicional, Norte, Centro y Sur-Sureste (Zúñiga et al., 2005). Cabe señalar que la información de todas estas variables no estuvo disponible para los 2457 municipios que existían en el país en 2015, por lo que se trabajó con 2426 municipios en total (98.7 %) que tuvieron información completa
Se llevó a cabo un modelo de regresión cuantílica con el objetivo de analizar cuál es la relación entre la recepción de remesas en las viviendas y la desigualdad del ingreso en los municipios del país. Se utilizaron los cuantiles 10 %, 25 %, 50 %, 75 % y 90 % para estimar dicho modelo. Este tipo de regresión fue introducida por Koenker y Bassett (1978) como una solución al problema que se presenta cuando la distribución de los datos no es normal. En los métodos de regresión clásicos, el objetivo es minimizar la suma de los residuales al cuadrado y utilizar la media como estimador. La regresión cuantílica busca minimizar una suma de errores absolutos ponderados con pesos asimétricos y utiliza los cuantiles como estimadores (López y Mora, 2007). Se utilizó este modelo dado que el impacto de las remesas se ha visto que difiere en distintos puntos de la distribución del ingreso y la desigualdad del ingreso no tiene un comportamiento normal7. Este método evalúa la relación entre las remesas y la desigualdad a través de distintos cuantiles en lugar de enfocarse solamente en la media, lo que permite obtener estimaciones y evaluar los cuantiles de desigualdad del ingreso en los cuales el impacto de las remesas es más prominente (Bang et al., 2018). Por tanto, el modelo de regresión estimado fue: QY|X(τ) = β(τ)X + u, donde QY|X es la desigualdad del ingreso; τ es el cuantil correspondiente; β es el vector de parámetros por estimar; X es la matriz de covariables incluidas en el modelo; y u es el término del error. Para el análisis se utilizó un nivel de significancia estadística de 5 %8.
III. Resultados
En este apartado se presentan y analizan los principales resultados de la investigación. Para contextualizar el comportamiento de la desigualdad y la recepción de remesas en el país, se presentan en primera instancia los valores de dichos indicadores a nivel nacional en años recientes; en un segundo momento, se analiza su distribución en el país a nivel municipal. En la Figura 1 se puede observar el comportamiento del índice de Gini entre 1994 y 2018. La tendencia de dicho indicador es decreciente, con un periodo de estancamiento a principios de siglo y un incremento en 2012 y 2014; el valor máximo se alcanzó en 1996 (54.8), mientras que el mínimo se alcanzó en 2018 (45.4), con una disminución entre ambos años de 17 %. Por su lado, la recepción de remesas en el país tuvo un crecimiento importante entre 1994 y 2006; a partir de ahí y debido a la crisis económica mundial de 2008, este recurso disminuyó y se estancó hasta 2013, año a partir del cual se observa una recuperación hasta alcanzar en 2018 el máximo monto recibido en los últimos 24 años. Esta tendencia indica que el monto de remesas familiares recibido en el país se incrementó en 8.1 veces entre 1995 y 2018.
Fuentes: elaboración propia con base en datos de Banco Mundial (2018) y Fundación BBVA (2013, 2018).
A nivel estatal, las cifras presentadas por CONEVAL (2018b) indican que en 2016 las entidades federativas con mayor desigualdad fueron Nuevo León, Guanajuato, Chiapas y Ciudad de México; mientras que aquellas con menor desigualdad fueron Aguascalientes, Durango, México y Tlaxcala. En cuanto a la desigualdad del ingreso en los municipios mexicanos, se observa que dicho fenómeno se concentra en el sur-este del país, en el occidente y algunos estados del norte. Esto es, se presenta principalmente en municipios pertenecientes a entidades como Campeche, Coahuila, Durango, Guerrero, Jalisco, Nuevo León, San Luis Potosí, Tabasco y Quintana Roo (Figura 2). Cerca de una cuarta parte de los municipios del país tuvieron un índice de Gini inferior a 0.37.
Estos resultados muestran, además, que la desigualdad del ingreso no se da con la misma intensidad en todo el país y que es un fenómeno bastante heterogéneo, aun dentro de las mismas entidades.
Fuente: elaboración propia con base en datos de Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2018b).
En cuanto a la recepción de remesas, las entidades federativas con mayor monto de dicho recurso en el país en 2018 fueron Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Estado de México, Oaxaca y Puebla. Dichos estados reciben 45 % del total de las remesas a nivel nacional. Por su lado, las entidades federativas con menor recepción de remesas fueron Tlaxcala, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, Campeche (ubicadas en la península de Yucatán) y Baja California Sur, abarcando menos de 3 % del total de remesas recibidas en 2018 (Fundación BBVA, 2019). A nivel municipal, se puede observar que en una cuarta parte de los municipios mexicanos menos del 1 % de las viviendas recibe remesas; mientras que en poco más del 5 % del total de municipios, un 22 % de las viviendas recibe dicho ingreso. Esto implica que, al igual que la desigualdad, la recepción de remesas se presenta con mucha intensidad en ciertas regiones del país. De igual forma, se observa que los mayores porcentajes de viviendas receptoras de remesas se ubican principalmente en la zona centro del país (Figura 3); esto es, este fenómeno se da con mayor frecuencia en municipios de entidades como Aguascalientes, Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas.
En el Cuadro 1 se presentan los resultados del modelo de regresión cuantílica a escala municipal. Como se comentó, dicho modelo se realizó con el objetivo de analizar la posible asociación entre la recepción de remesas y la desigualdad del ingreso a nivel municipal. Se puede observar que, en general, un incremento en el porcentaje de viviendas que reciben remesas en los municipios tuvo una asociación positiva con la desigualdad del ingreso. Estos resultados fueron significativos después de controlar el efecto por el resto de las variables consideradas en el estudio, excepto para el percentil 90 de la distribución del índice de Gini. Este resultado es contrario a lo que se ha observado en otras investigaciones sobre el tema, en las cuales la recepción de remesas disminuye la desigualdad del ingreso (Corona, 2014; Brito et al., 2014; Vacaflores, 2018; Azizi, 2019; Theoharides, 2018; Mahesh, 2020; Ekanayake y Moslares, 2020) y provee evidencia empírica a favor de la visión negativa sobre las remesas, la cual menciona que estas producen diferenciaciones sociales al interior de las comunidades (Stefoni, 2011; Siddique et al., 2016; Anyanwu, 2011; Acosta et al. 2008; Le De et al., 2015; Bucheli et al., 2019). Esto se puede explicar a partir del hecho de que las remesas son ocupadas esencialmente para alimentación, salud, educación y satisfacción de las necesidades básicas de las familias (Canales, 2016; Monteros et al., 2017). Esto significa que la recepción de remesas no solo no contribuye al desarrollo de las comunidades, sino que amplía las desigualdades entre los lugares de su origen y los de su destino e incluso entre quienes reciben remesas y quienes no (Stefoni, 2011; Delgado et al., 2009). Es importante resaltar que la recepción de remesas no tuvo una relación sobre la desigualdad en el decil de mayor desigualdad del ingreso (90 %). Esto probablemente implique que quienes migran no provengan del sector más desfavorecido de la población (Raju, 2017) debido al incremento en los costos y los riesgos del cruce subrepticio por el crecimiento de las medidas de vigilancia y control fronterizo (Cortés, 2003; Jáuregui y Ávila, 2018).
Por otro lado, el resto de las variables incluidas en el modelo se relacionaron con la desigualdad del ingreso. Si bien se incluyeron inicialmente como variables de control en el modelo de regresión, se puede observar que en todos los cuantiles considerados la tasa global de fecundidad incrementó la desigualdad del ingreso, con una asociación mayor a medida que se incrementó el decil de desigualdad. Este resultado coincide con lo encontrado en otro estudio en el cual la fecundidad incrementa la desigualdad y disminuye las tasas de reducción de la pobreza (Borge-Wietzke, 2020). Para el tamaño promedio de la vivienda en los municipios, se observó que principalmente en los cuantiles 25 y 75, un mayor valor de esta variable incrementa la desigualdad del ingreso, situación análoga a la que se ha reportado en otro contexto (Olowa y Shittu, 2012). En este estudio se encontró que conforme aumenten los años de escolaridad promedio, la desigualdad del ingreso se incrementa. Esto se explica si el aumento de escolaridad es constante a través de todos los niveles educativos o si se presenta en los mayores niveles de escolaridad (Coady y Dizioli, 2018). Debido a ello, se sugiere abordar esta relación en futuras investigaciones en las cuales se tome en cuenta la desigualdad en la educación y no solamente el promedio de años de escolaridad, lo que escapa el objetivo de la presente investigación. En cuanto al porcentaje de población desempleada en los municipios del país se tiene que, en todos los cuantiles (excepto en el 90), un incremento en este indicador provocó un aumento de la desigualdad, lo cual se ha observado previamente (Monfort et al., 2018). De igual forma, si analizamos el porcentaje de población en localidades de menos de 5000 habitantes, se observa que un aumento de dicho porcentaje tuvo una asociación negativa con la desigualdad, pero solamente en los cuantiles de menor desigualdad. Respecto a la población sin derechohabiencia en los municipios del país, esta variable solamente fue significativa en el cuantil de menor desigualdad e indica que un aumento de dicha población tuvo una asociación positiva con la desigualdad. Finalmente, si los municipios pertenecen a la región Norte, se espera que exista una disminución de la desigualdad del ingreso respecto a la región Tradicional, excepto en el cuartil de mayor desigualdad, en donde dicho efecto es opuesto. Algo similar ocurre con los municipios de la región Centro, ya que si pertenecen a esta región, se espera una reducción de la desigualdad respecto a los municipios de la región Tradicional. Para la región Sur-Sureste, no se observa un resultado significativo excepto para el cuartil de mayor desigualdad.
IV. Consideraciones finales
El presente estudio se enfocó en analizar la relación que tiene la recepción de remesas, la cual puede ser considerada como la principal consecuencia de la migración, sobre la desigualdad del ingreso (aproximada a partir del índice de Gini). Se corroboró que la desigualdad ha disminuido en México de manera significativa en años recientes, mientras que el envío de remesas provenientes del extranjero ha continuado en aumento alcanzando su mayor nivel en 2018. De igual forma, se observó que a medida que aumenta el porcentaje de viviendas que reciben remesas en los municipios también lo hace la desigualdad del ingreso. Dicho resultado fue significativo en todos los cuantiles de desigualdad excepto en el que presentó mayor valor de este indicador y controlando el efecto por diversas características de los municipios como el número promedio de hijos por mujer, el tamaño promedio de las viviendas, los años promedio de escolaridad, el porcentaje de población desempleada, sin derechohabiencia y que habita en localidades de menos de 5000 personas.
Los resultados aquí presentados muestran que la recepción de remesas tuvo una asociación positiva con la desigualdad del ingreso a nivel municipal. Como se mencionó, es probable que esto suceda debido a que quienes migran no provienen de los sectores más desfavorecidos de la población (Raju, 2017), dados los costos monetarios y riesgos que dicho fenómeno contempla (Cortés, 2003; Jáuregui y Ávila, 2018). Esto es, la recepción de remesas es poco probable que suceda en hogares que se encuentran en mayor riesgo de pobreza y vulnerabilidad. Es por ello que la lucha contra la pobreza y la desigualdad no debe enfocarse exclusivamente en la activación y el fomento de este tipo de flujos monetarios (De la Fuente, 2010). Las remesas no deben ser consideradas un sustituto de esquemas de protección social que, conjuntamente con la mejora de las condiciones económicas de las comunidades de origen, pueda generar vías alternas a la decisión de migrar, en especial cuando la migración es producto de la falta de oportunidades laborales en dichas comunidades (De la Fuente, 2010).
Por último, el análisis realizado en este estudio apunta a ciertas recomendaciones de política pública. En particular, los países receptores de remesas como México deben desarrollar estrategias para maximizar los beneficios de las remesas, como inversión en educación y salud de los miembros del hogar, en lugar de buscar estrategias que las redireccionan para atender programas de infraestructura, como sucede en el caso de México con el programa 3x19, y al mismo tiempo, desarrollar políticas que minimicen sus repercusiones, como el incremento de la desigualdad en las comunidades de origen de los migrantes. En este sentido, existen diversas formas para disminuir la desigualdad, lo que incluye transferencias monetarias condicionales, creación de empleos bien pagados, mayor acceso a servicios de salud y mejor nutrición, un mayor gasto público en educación con un enfoque en la población más desfavorecida y vulnerable y reformas a la tenencia de la tierra (especialmente, en las zonas rurales).
A. Limitaciones
Si bien los resultados del presente estudio son muy relevantes para el estudio de la relación entre la desigualdad del ingreso y la recepción de remesas en los municipios nacionales, estos se deben interpretar tomando ciertas limitaciones en cuenta. Primero, es posible que la información sobre la recepción de remesas se encuentre subregistrada, ya que proviene del autorreporte realizado en la EIC2015. Segundo, se realizó un estudio a nivel agregado y no a nivel vivienda, dadas las particularidades de la Encuesta Intercensal de 2015 que además no cuenta con información sobre el monto de recepción de las remesas, la frecuencia de la recepción de dicho ingreso, ni el uso que las vivendas o los hogares hacen de dicho recurso.