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Universitas Humanística

Print version ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.62 Bogotá July/Dec. 2006

 

Juan Pablo Duque, Óscar Salazar y Gloria Elsa Castaño

Saminashi. Arquitectura y cosmogonía en la construcción kogi

Universidad Nacional de Colombia, colección sede. Bogotá, 2004. Pp. 95.

Leonardo Montenegro M.

Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) l.montenegro@javeriana.edu.co

 


Lamentablemente no estamos habituados a trabajos transdiciplinarios ni interdisciplinarios en la medida que la mayoría de las personas del mundo académico están ensimismadas en sus pequeños mundos y se niegan a ver algo más allá de las fronteras disciplinares. No es el caso de este libro, producto del trabajo concienzudo y riguroso de tres personas con trayectorias muy diferentes pero intereses comunes: Juan Pablo Duque Cañas, arquitecto; Óscar Salazar, médico y Gloria Elsa Castaño, antropóloga. El interés común en este caso es contribuir a la salvaguarda de la identidad de los grupos indígenas de nuestro país. Para los autores las características antropológicas que fundamentan la diversidad étnica de nuestro país, pasan por la riqueza arquitectónica y la gran carga simbólica que ésta posee para cada una de las culturas que la despliegan.

Este trabajo es importante porque evidencia, en primer lugar, la necesidad de profundizar el conocimiento existente en torno al tema que, por otra parte, es mínimo; y, en segundo lugar, la necesidad de desarrollar más trabajos que permitan vislumbrar la importancia de la arquitectura en el mantenimiento de los conocimientos y creencias tradicionales.

Este libro está centrado en el análisis y comprensión de tres tipos de construcciones importantes para los indígenas kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta: Juzhi, vivienda; Kankurua, espacio ceremonial y Nuhué, el templo de los mámas. Este trabajo se desarrolló principalmente en el poblado llamado Saminashi, por los kogi y, San Miguel, por los colonos. Los investigadores visitaron la región periódicamente y utilizaron diversas herramientas de la etnografía para poder alcanzar los niveles de conocimiento necesarios para comprender la cultura kogi y entender la importancia de la arquitectura de esta sociedad en el desarrollo de su cosmovisión.

Ahora bien, el trabajo presenta una debilidad, a la cual quiero referirme antes de entrar de lleno en la parte central de la obra, la cual es un aporte fundamental para el conocimiento de la cultura kogi. A pesar de su trabajo de campo, y del conocimiento que de él extrajeron sobre la sociedad kogi, en la contextualización de la información por ellos obtenida, y que sirve de base para el desarrollo de sus argumentos, los autores recurren reiterativamente a la obra de Gerardo Reichel-Dolmatoff, quien escribiera una de las obras cumbre de la etnología colombiana: Los kogi. No quisiera decir que la obra de Reichel no es importante, al contrario, estoy convencido de la relevancia de ésta, pero de la época en que este autor escribió su libro: 19851, al siglo XXI han pasado décadas y no sólo el tiempo, sino autores que han escrito magníficos y profundos trabajos sobre los kogi, como lo pueden ser Carlos Alberto Uribe y Frank Hernández que brillan en este caso por su ausencia. Por supuesto no sólo ellos, sino una miríada de investigadores, han estado trabajando con los kogi en los últimos treinta años, y no quiere decir esto que la obra de Reichel haya sido «revaluada» (palabra que tanto le gusta a los académicos, sobre todo para referirse a las obras que desconocen), sino que no puede ser la única fuente de referencia, y en la obra de los profesores Duque, Salazar y Castaño, se le da tal preponderancia que simplemente todo lo otro que se ha escrito sobre la Sierra y sobre los kogui, simplemente desaparece. Por otra parte, la obra de Reichel, aunque valiosa, está escrita en otro contexto y, por supuesto, no puede contener los cambios que se han dado en estos años en todos los campos. Así, por ejemplo, Reichel habla en su obra de «sociedades tribales» para referirse a las sociedades de la Sierra, señala que los kankuamo, han desaparecido culturalmente, y otras aseveraciones que son producto, como ya he señalado, del contexto en que este autor escribe. Sin embargo, ya no podríamos hablar ni de «tribus» ni de que los kankuamo hayan desaparecido. Es esta mi crítica a este trabajo, que por lo demás considero muy valioso.

Para quienes no están al tanto de la etnología colombiana, debo señalar (como lo introduce el libro del que me ocupo) que los indígenas kogi, junto con otras tres etnias, habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia. Sobre esto, podemos señalar que la obra que presento, hace un pequeño recorrido histórico sobre lo que ha sido la presencia de esta etnia en la Sierra y de esta forma nos presenta lo que significó la llegada de los conquistadores españoles a la región y las transformaciones sociales que esta avanzada europea conllevó.

Los autores, realizan un panorama histórico de la sociedad kogi (basado principalmente en la lectura de Reichel) que es muy valiosa para entender las dinámicas de la región y de esta sociedad en particular.

Entrando en materia, el texto señala en su capítulo titulado «la casa como representación cultural» que cada grupo indígena ha desarrollado una particular forma de habitación desde las grandes malocas a los pequeños bohíos y que entre más complejas sean las estructuras socio-políticas, más inciden éstas en la diferenciación de espacios de vivienda y de espacios rituales. Es de señalar que el proceso de conquista pasó, en términos arquitectónicos, por el cambio en la configuración de las viviendas de los indígenas, obligados a dejar sus formas tradicionales de construcción: «Las casas fueron cambiadas por las acostumbradas en Europa: techos a dos aguas, plantas rectangulares, muros y pisos en piedra o adobe, grandes puertas y ventanas» y, por supuesto, la desaparición, en algunas regiones, del conocimiento que las sociedades habían desarrollado a lo largo de varios milenios de haber poblado estas regiones y, junto con las formas de construcción, también se perdieron algunas pautas sociales como «la planeación, el convite, la distribución interna y externa y el ritual de construcción desaparecieron en la mayor parte de las regiones de América» (Duque et al. 2005:28).

El conocimiento sobre estas pautas ya sólo se podrá recoger a través de las investigaciones arqueológicas aunque, afortunadamente, algunos grupos han mantenido vivas sus costumbres y a través de ellas podremos todavía aprender «la complejidad mitológica desplegada en sus construcciones» (Duque et al. 2005:29). Esto señala la importancia de la cosmovisión del grupo en el proceso de construcción kogi, por lo cual los autores de este libro dedican un capítulo («El carácter simbólico de la construcción kogi: mundo como templo y templo como mundo»), a mostrar con detenimiento la estructura del pensamiento mitológico kogi. De esta forma desentrañan un pensamiento complejo que nos permite ver cómo el mundo, o mejor, los mundos que componen el universo kogi, están relacionados de forma simétrica y tienen la forma de un huso de hilar. «La Madre Universal, poseedora única del conocimiento del arte de hilar y tejer, clavó inicialmente su huso en una de las altas cumbres de la Sierra Nevada, diciendo que se trataba de Kalvasánkua, el eje central del mundo» (Duque et al. 2005:333).

Esta Madre Universal tuvo cuatro hijos quienes construyeron el primer templo llamado Alnáua. Ahora bien, el templo en el mundo kogi está relacionado estrechamente con la estructura cósmica, siendo el centro de la vida religiosa kogi. Estos templos están clasificados hasta en cuatro tipos siendo el primero el que se encuentra en todas las poblaciones, el segundo el que está presente en los principales centros ceremoniales, el tercer tipo el que se encuentra en los mayores centros ceremoniales como Takina y Makotáma y, el cuarto tipo, el templo que se puede encontrar en cada población pero que es de uso exclusivo de los mámas. Los autores de este libro, nos dan una explicación completa de las diferencias entre cada uno de estos templos, así como de su forma y función.

El libro señala más adelante, las diferencias entre los poblados kogi, que pueden tener importancia a nivel social o ceremonial. En este caso, como el nombre del libro lo indica, la atención está centrada en la población llamada Saminashi, la cual es «utilizada como habitación sólo en un periodo anual, tiempo en el que la comunidad, que se encuentra dispersa cuidando y cultivando sus tierras, se reúne para llevar a cabo ciertas actividades especiales» (Duque et al. 2005:41). Es a partir de este lugar, que los autores se dedican a estudiar los tres tipos de construcciones ya mencionados: Nuhué, Kankurua y Juzhi. El trabajo de los profesores Duque, Salazar y Castaño, cuenta con un profundo análisis de estas construcciones, en su relación con el pensamiento y las costumbres kogis, así como una magnífica obra de estudio arquitectónico, del cual quiero dejar la muestra de cada una de estas edificaciones, como punto final de esta breve invitación a leer y apreciar este trabajo que nos abre las puertas a un pensamiento complejo que está articulado con la vida cotidiana y las prácticas religiosas de una sociedad de la que tenemos mucho que aprender todavía.

 


1 Por supuesto, el trabajo de Reichel-Dolmatoff no se remonta a la década de los 80, sino que viene desde la década de los años 50.


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