Introducción
El siguiente trabajo tiene como objetivo analizar, desde el discurso de antiguos miembros del grupo terrorista Euskadi Ta Askatasuna (eta), dos acontecimientos como son los atentados realizados el 11 de marzo de 2004 por Al-Qaeda en Madrid -que dejaron consigo 193 muertes y otros tantos cientos de heridos- y las negociaciones políticas iniciadas en junio de 2005 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Estas últimas culminarían tras un atentado en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas de Madrid que causaría, el 30 de diciembre de 2006, dos víctimas mortales. Así, este propósito hace que las siguientes páginas sean las de un ejercicio académico inédito, pues hasta ahora nunca se habían analizado los acontecimientos que marcan el fin de eta a través de entrevistas en profundidad con relatos provenientes de antiguos miembros del grupo terrorista.
No se trata de entender estos dos hechos como los únicos explicativos del fin de la actividad armada de eta producida en octubre de 2011, o de su definitiva disolución, en mayo de 2018. Al respecto existen otros muchos factores como el fortalecimiento de la lucha antiterrorista en España y la optimización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (fcse)1, la mayor cooperación policial y judicial con las autoridades francesas2, o la generalizada condena social al terrorismo, tanto en el País Vasco como en el conjunto de España3. Empero, estos dos acontecimientos sí que se inscriben en un momento particular de rechazo y debilitamiento orgánico de eta y que terminan por precipitar su desaparición.
Los aportes académicos predominantes, hasta el momento, han tenido importantes limitaciones a la hora de trabajar con fuentes orales de sus exintegrantes. Al margen de algunas historias de vida de antiguos miembros4, el análisis del terrorismo predomina del lado de la sociedad civil, ya sea de reconocidos políticos o periodistas5, de miembros de las fcse6 o de víctimas anónimas de eta7. Son escasos los trabajos que han recurrido al testimonio de quienes fueron responsables del terrorismo, si bien existen aportaciones destacadas que merecen ser mencionadas. Como pionera, Miren Alcedo8 analiza el terrorismo de eta desde las historias de vida y experiencias de sus integrantes, aunque con una perspectiva mayormente antropológica. Años más tarde llegaría la aportación de referencia de Reinares9, quien ahonda, a lo largo de 51 entrevistas realizadas en establecimientos penitenciarios, las causas y reflexiones que motivaron la entrada y el abandono de eta. Por su parte, Fernández Soldevilla ha centrado su estudio en fuentes orales de la facción política que, entre 1974 y 1986, fue conocida como eta-político militar10 (eta-pm), y que anteponía la lucha de clases a la lucha nacionalista.
En los últimos años se han publicado otras aportaciones que deben ser tenidas en consideración. Desde una perspectiva mucho más complaciente con el grupo terrorista, Iñaki Soto11 entrevistaba a la última dirección de eta poco antes de anunciar el fin de la violencia, en mayo de 2018. En el libro se abordan aspectos como el balance de la violencia, la estrategia desarrollada respecto del uso de dicha violencia o el futuro del País Vasco una vez que eta no existe. Muchos de estos aspectos son igualmente problematizados por Gago y Ríos12, aunque desde una perspectiva mucho más crítica y que ahonda en las tensiones y contradicciones que ha supuesto la militancia en eta. Recientemente ha visto la luz la obra de Buckley13, centrada, a diferencia de los anteriores, en el plano más íntimo de siete exintegrantes de eta.
Este trabajo prioriza el testimonio de historias de vida de antiguos miembros de eta y acepta la premisa de que ello puede arrojar luz sobre la forma de entender y justificar aspectos que no han contado con el relato proveniente del grupo terrorista. Así, se reivindica la necesidad de atender a un tipo de fuentes que ofrecen un matiz dinámico que conecta las experiencias de vida de las personas y cuya “naturaleza no estriba en el pasado porque las circunstancias del presente activan una proyección desde épocas pretéritas”14. Es decir, el proceso de adjetivación que acompaña a la memoria conecta con la voluntad consciente de los exmiembros de eta para volver a un pasado muy reciente15, en el que subyace un sentido colectivo y compartido que se podrá observar en la convergencia narrativa de los testimonios recogidos.
El artículo comprende cinco partes diferenciadas. Primeramente, se revisa la literatura más destacada sobre eta, mayormente, desde la Historia y las Ciencias Sociales. Después se presentan los aspectos metodológicos y teóricos más importantes del trabajo y se contextualiza el origen y evolución de eta, desde sus inicios hasta el cambio de siglo. Tras ello se aborda el universo discursivo de cómo los integrantes de eta vivieron y analizaron los atentados del 11-M, que motivan una situación de rechazo generalizado en España a cualquier expresión de violencia política y terrorismo, y la negociación política con el Partido Socialista Obrero Español (psoe). Se finaliza con unas conclusiones que apuntan a las tensiones y contradicciones del aparato discursivo de eta frente a los acontecimientos analizados, reivindicando nuevas formas de enriquecer el conocimiento académico sobre un objeto de estudio de inconmensurables posibilidades.
1. eta en la Historia y las Ciencias Sociales
Sobre eta existe una prolífica producción científica proveniente de la Historia y las Ciencias Sociales. No obstante, es posible advertir una evolución en los estudios sobre eta, inicialmente caracterizados por posiciones de mayor militancia, que entendían al grupo terrorista como un agente de lucha antifranquista16, y que después tornan, a partir de los años ochenta, hacia posiciones de mayor crítica y rigurosidad, gracias al uso de fuentes más sólidas y plurales17 y la desclasificación de nuevas vías documentales -dado que la transición democrática permitió analizar a eta como un fenómeno exclusivamente terrorista18-.
Su evolución y disolución como grupo terrorista ha permitido desarrollar, también en los últimos años, miradas sobre aspectos tales como los factores que incidieron en su transformación19 y posterior desaparición20, las posibilidades reales de una política de reconciliación21 o la disputa por el relato22, en relación con la actual situación política acontecida en el País Vasco. En la comprensión del terrorismo producido por eta es posible encontrar, de otro lado, trabajos que analizan su ideología y utilización de la violencia a lo largo de las décadas23, toda vez que otros se centran en cuestiones particulares como su aparato simbólico-cultural24. También existen planteamientos enciclopédicos, que abordan la historia de eta casi desde sus inicios25, de la misma forma que hay aportaciones que estudian los repertorios de movilización desarrollados26. Incluso, hay quienes de manera dogmática reducen el terrorismo a una expresión inherente a todo tipo de nacionalismo vasco27 o los que adoptan una posición casi exculpatoria de eta28.
Relacionado con el fin del terrorismo, muchas contribuciones académicas confluyen sobre el fortalecimiento de la lucha terrorista29, la relevancia de la cooperación policial y judicial franco-española30 o la oposición frontal de la sociedad vasca31. Existen otras aportaciones que coinciden en la necesidad de visibilizar al nuevo sujeto político que aparece en la sociedad vasca, y en particular, en relación con el papel de la izquierda abertzale32; y otras posibilidades de aproximarse al estudio de eta, desde el estudio de las fuentes de financiación33, sus relaciones internacionales34 o el vínculo de eta con la religión35. Finalmente, destacan los trabajos focalizados en la transformación sociológica de la sociedad vasca tras el fin de eta36 o la superación de aquellos falsos mitos asociados al grupo armado37.
2. La historia oral y el discurso como fuente
Durante décadas ha existido en la historia una marcada oposición a la historia oral como fuente de conocimiento. Reconocía Prins38, evocando las palabras de Paul Thomson, cómo esta era rechazada por ser producto de una colisión epistemológica entre la vieja y la nueva historia. Esta última, caracterizada por el uso de nuevas metodologías y herramientas en las que la historia oral ocupa un lugar destacado. En un texto seminal como La voz del pasado, el propio Thomson reconocía que “los historiadores de la vieja generación que ocupan la cátedra y tienen las llaves en sus manos son instintivamente reacios a la introducción de nuevos métodos […] De aquí los comentarios despectivos acerca de los jóvenes que patean la calle con sus grabadoras”39.
El fundamento más sólido lo plantearía años después el propio Hobsbawm40, entendedor de que la gran debilidad de la historia oral provenía de su dependencia sobre algo a todas luces falible: la memoria. Sin embargo, para Ronald Fraser41, la historia oral se construye desde el recuerdo y la narración de grupos no hegemónicos que confieren un valor agregado al relato. Tales fuentes son una creación conjunta del entrevistado y el entrevistador en la que se ponen en valor elementos subjetivos, no tanto haciendo énfasis en la recuperación de los acontecimientos, sino más bien en su significación. La experiencia personal, los lugares de la enunciación y las estrategias discursivas ofrecen otra forma de atender y entender los acontecimientos, en este caso, relacionados con la disolución del grupo terrorista eta.
Es cierto que la posición de la antigua militancia de eta se podía haber abordado desde otras miradas, como la expresión discursiva de medios de prensa afines al entorno abertzale, el análisis de los documentos resultantes de los debates internos de eta -limitados en su acceso-, o los producidos desde los espacios paralelos afines al grupo terrorista. Empero, incorporar como fuente los relatos de destacados exintegrantes, además de enriquecer el campo de estudio de las percepciones del grupo terrorista sobre acontecimientos poco estudiados, reivindica la importancia de entender las fuentes orales provenientes de eta como una forma de enriquecer las posibilidades de análisis.
En este punto de partida epistemológico que resulta del trinomio historia, memoria y pasado reciente, conviene precisar la diferencia entre el uso de las fuentes orales en la historiografía y la historia oral. Mientras la primera se centra en la dimensión ontológica y precisa de una depuración de las fuentes narrativas para llegar al objetivo de la investigación; la segunda, más cercana a este trabajo, se interesa por cómo se configura el relato, al concebir la narrativa como un dato ulterior y que se aproxima a aspectos específicos de la comunicación oral y el tipo de información que la oralidad privilegia42.
Lo planteado no debe reducirse a una mera narración de los acontecimientos sino a una aproximación al evento histórico desde dentro, lo que ofrece elementos simbólicos que implican un valor agregado respecto del tipo de fuentes utilizadas, en donde es posible encontrar elementos tales como la contradicción, la complejidad, la búsqueda de sentido o la tolerancia43. Todo, sin perder de vista que incluso las distorsiones que concurren hacen parte de la construcción de significado, pues lingüísticamente resulta imposible hacer una narración que quede desprovista de interpretación y sentido (auto)referencial44.
Producto de los relatos, en estas páginas se podrá observar de qué modo eta fue consciente de que para el año 2004 y, especialmente, tras los atentados de Al-Qaeda en Madrid el 11 de marzo, resultaba casi imposible seguir legitimando la violencia como instrumento de disputa. No solo por el rechazo generalizado que este representa, sino porque se habían socavado las bases de apoyo de la izquierda abertzale y los escenarios de rechazo y confrontación eran cada vez mayores. Aun así, en junio de 2005 iniciaba formalmente un proceso de diálogo impulsado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, el cual fue desarrollado bajo importantes tensiones y contradicciones internas en donde eta actuó sin una hoja de ruta definida y con un distanciamiento creciente respecto de sus anclajes sociales y territoriales.
De acuerdo con Fraser, Aróstegui o Cuesta, ninguno de los relatos aquí expresados refleja realidad objetiva alguna45. Todo lo contrario, emergen distintos elementos subjetivos que tienden a encontrar un lugar común en todas las entrevistas, similar a una suerte de enunciación colectiva. Como en todo relato, se advierten estereotipos, falacias y exageraciones que convergen en tres aspectos que serán claramente analizados: i) la debilidad orgánica de eta y la falta de respaldo social cuando se producen los atentados del 11 de marzo de 2004; ii) el carácter disruptivo de este acontecimiento a la hora de alimentar el rechazo general y sin ambages a cualquier tipo de violencia política; y iii) la pérdida de rumbo de eta durante las negociaciones políticas con el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, tras las cuales, el cese definitivo de la violencia terrorista se torna como imperativo inexorable.
En este trabajo es posible encontrar relatos profundos de nueve entrevistas realizadas a destacados integrantes de eta que, aún en la actualidad, en la mayoría de los casos, participan activamente en el entorno de la izquierda abertzale. Todos comparten la legitimación de la violencia, el rechazo del arrepentimiento y la exaltación de la contribución de eta a la situación política del País Vasco, tanto en retrospectiva, como en la actualidad. Solo dos han cumplido condenas menores a 19 años y el umbral de edades oscila entre los 39 y los 66 años. Seis son hombres y tres son mujeres, y se obvia intencionadamente su pertenencia a los diferentes comandos de eta para garantizar el anonimato.
Todas las entrevistas fueron grabadas con el consentimiento expreso de los entrevistados, entre el 10 de septiembre y el 2 de noviembre de 2018, pocos meses después del fin de eta. Se celebraron en Bilbao y Durango, con una duración entre los 60 y los 150 minutos, y se desarrollaron sobre tres aspectos principales: i) el impacto de los atentados del 11-M antes y después de los mismos; ii) el significado para eta de los diálogos y la posibilidad de una solución negociada con el psoe, y iii) los factores que impidieron su avance y la situación en que queda eta tras los mismos.
3. eta: de sus inicios al cambio de siglo
eta surge en el mes de julio de 195946, en plena dictadura franquista, inspirada en una ideología radical que imbrica elementos marxistas-leninistas, ultranacionalistas y anticoloniales, en donde el recurso de la violencia frente al Estado español concebido como represor sirve de elemento aglutinador. De acuerdo con Mahoney47, en sus dos primeras décadas de existencia es posible encontrar hasta tres momentos distintos que maduran su particular conformación.
Primero, entre 1959 y 1967 tiene lugar una suerte de guerra de baja intensidad. Las primeras tres bombas son detonadas en otoño de 1959. Dos años después se produce el primer atentado reivindicado. En 1963, la primera paliza, y en 1965 el primer atraco. A partir de 1967, comienza la intensificación de atracos, bombas y tiroteos. A la vez, eta va conformando su corpus ideológico en torno a la tensión nacional/socialista. Igualmente, teje sus primeras bases de apoyo48 y sus expresiones de violencia se desarrollan en el marco de huelgas, manifestaciones y actos de propaganda. Empero, a pesar de sus carencias, a finales de los sesenta ya es capaz de aglutinar hasta 300 miembros y es objetivo de hasta un centenar de operativos policiales49.
En segundo lugar, desde 1968 y hasta la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975, inician los primeros atentados con víctimas mortales. En junio y agosto de 1968, respectivamente, se producen los asesinatos del guardia civil José Antonio Pardines y del inspector jefe de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas. Estas acciones hacen parte de una lógica conocida como acción-represión-acción, a partir de la cual se desarrollan acciones armadas de parte de eta con el propósito de provocar respuestas represivas del Estado español que confieran sentimientos de visibilidad, legitimidad y animadversión en la sociedad vasca. Durante estos siete años se desarrollan 55 acciones violentas que causan 44 muertes, entre las que destaca el asesinato del Jefe de Gobierno, Luis Carrero Blanco, en diciembre de 197350. Así, este proceso de violencia transcurrido entre 1968 y 1973 hace que, para muchos sectores de oposición con la dictadura, eta fuese concebida, erróneamente, como una punta de lanza de naturaleza exclusivamente antifranquista.
La muerte de Franco abre un proceso de transformación democrática que determina la forma de entender y disponer de la violencia por parte de eta. El binomio dictadura-liberación quedaba sin fundamento y motiva la conformación de la mayor escisión interna de eta, entre quienes supeditaban el terrorismo a la lucha de clases (eta-político militar), y los que alzaprimaban la lucha en clave nacional (eta-militar). En cualquier caso, el fin del franquismo quedaba superado con la Ley de Reforma Política (1976), la celebración de las primeras elecciones generales democráticas (1977), la aprobación de la Ley de Amnistía51 y la entrada en vigor de la Constitución de 1978. Todo, sumado al reconocimiento de la autonomía del País Vasco a través del Estatuto de Guernica (1979), terminaría siendo insuficiente para apaciguar una violencia que no haría sino intensificarse. Expresado de otro modo, a pesar de la transición democrática y las profundas reformas normativas e institucionales que dispuso, el terrorismo de eta no hizo más que recrudecerse, invalidando la tesis de su impronta exclusivamente antidemocrática. Según Global Terrorism Database, entre 1975 y 1982 se produjeron 684 acciones terroristas y 892 víctimas, de las que 344 fueron mortales. En seis años se triplicó el número de integrantes, se superó los 1000 efectivos52 y el aparato político de eta-m, Herri Batasuna, se consolidó como segunda fuerza política en el País Vasco53, recurriendo a un discurso de legitimación de la violencia como respuesta a la represión, el asimilacionismo y el maltrato del Estado español hacia el pueblo vasco54.
Entre 1983 y 1992, se advierten los mayores niveles de confrontación de eta, no solo en el plano militar, sino también en el político y social, gracias al activismo creciente de instrumentos afines como Herri Batasuna, Jarrai55 o la Kale Borroka56. Global Terrorism Database registró 866 acciones terroristas que, entre muertos y heridos, elevan la cifra de víctimas hasta las 1282. Los objetivos del terrorismo ya no son solo las fcse, también los civiles y cargos políticos vascos. Así, entre 1982 y 1988 son asesinadas 257 personas y la reacción del Estado no se hace esperar. Se intensifica la lucha antiterrorista, se optimiza la cooperación con las autoridades francesas y llegan a ser detenidas, solo en 1985, hasta 900 personas acusadas de mantener vínculos con eta57.
Derivado de lo anterior se produce el terrorismo parapolicial de Estado, fruto de la actuación de unos Grupos Antiterroristas de Liberación (gal) que, auspiciados por la jefatura del Ministerio del Interior, desdibujaron toda la esencia del Estado de Derecho. Estos serían responsables, entre el 16 de octubre de 1983 y el 24 de julio de 1987, de hasta 27 asesinatos y otros tantos casos de secuestro y tortura, en los que, en al menos diez casos, las víctimas fueron personas ajenas a eta. También, bajo el Gobierno socialista de Felipe González tiene lugar el intento de diálogo formal con eta, a inicios de 1989, conocido como el proceso de Argel. Una experiencia infructuosa que terminó alimentando el activismo terrorista y, del lado del Gobierno, la puesta en marcha de una nueva política de dispersión de presos con la que debilitar el alto nivel de organización que eta mantenía en las instituciones carcelarias.
Apenas tres años después, en 1992, y bajo una intensificación de la lucha antiterrorista y la cooperación franco-española, tuvo lugar el operativo de Bidart por el cual, en esta localidad francesa, el 29 de marzo de 1992, se detuvo a toda la cúpula de eta, formada entonces por José Luis Álvarez Santacristina ‘Txelis’, José Javier Zabaleta Elósegi ‘Baldo’, Francisco Múgica Garmendia ‘Paquito’ y José Arregi Erostarbe ‘Fitti’. Tras este hecho, el grupo terrorista queda al borde de la desaparición y es que, apenas tres años después, se apuesta por un cambio de estrategia orientado hacia lo que se define como la “socialización del sufrimiento”58. Esto es un giro en la forma de actuar de eta con respecto a sus víctimas, las cuales comienzan a ser activistas sociales, profesores de universidad, empresarios o, simplemente, personas anónimas, lo que fomenta importantes cuestionamientos en las bases de apoyo de eta59.
Mientras tiene lugar un repunte de violencia, entre 1993 y 1997, se abre una segunda puerta al diálogo, coincidente con el Gobierno conservador de José María Aznar. El 12 de septiembre de 1998 se firma un acuerdo entre todos los partidos nacionalistas del País Vasco que reivindica un diálogo entre el Gobierno central y eta. Este proceso de Lizarra-Garazi rápidamente incita fricciones entre el Partido Nacionalista Vasco (pnv) y la izquierda abertzale, toda vez que se asienta sobre condiciones imposibles de aceptar para el Ejecutivo del Partido Popular y dentro de un momento de altísimo rechazo social al terrorismo. Así, y aunque en junio de 1998 se firma un acuerdo de eta con el pnv y Eusko Alkartasuna (ea) y se acepta un alto el fuego indefinido, para finales de 1999 las relaciones quedan totalmente rotas. Lo anterior, en parte, por el buen resultado electoral obtenido por la izquierda abertzale y la pérdida de votos del pnv. El 28 de noviembre de ese año eta anuncia el retorno del terrorismo con un comunicado publicado en el diario Gara, en el que señala al pnv y ea como “enemigos de Euskal Herria”60.
Dadas estas circunstancias, el cambio de siglo llega con un retorno de la violencia terrorista que, entre 2000 y 2003, produce 46 víctimas mortales bajo un clima de elevadísima crispación política y que motiva la aprobación de la controvertida Ley de Partidos Políticos (L.O. 6/2002), por la cual se ilegalizaba cualquier expresión político-partidista proveniente de la izquierda abertzale. En todo caso, por aquel entonces el Partido Popular, en el Gobierno y con mayoría absoluta desde 2000, exhibía una posición muy beligerante hacia cualquier posición crítica con su política antiterrorista, lo que imposibilita toda interlocución con los partidos nacionalistas alejados de la violencia, como el pnv o ea. No obstante, lo anterior no se puede desligar del punto de inflexión que supusieron los atentados de Al-Qaeda el 11 de septiembre de 2001 y que terminaron por afectar al orden geopolítico global al ocupar un lugar central la guerra contra el terrorismo global. De hecho, no es casualidad que tras tales atentados se endureciese la legislación y la política antiterrorista en buena parte del mundo y, desde 2002, eta y sus diferentes organizaciones afines pasasen a engrosar los listados internacionales de organizaciones terroristas.
4. Un acontecimiento imprevisto: eta frente a los atentados del 11-M
El año 2000 comienza con un repunte en el activismo de eta que ocasiona 23 asesinatos, y que es la cifra más elevada de víctimas mortales desde 1991. No obstante, el fortalecimiento en las respuestas por parte del Estado español se traduce en una reducción considerable de las expresiones de violencia, de manera que, si eta en 2001 protagoniza 15 asesinatos, en 2002 y 2003 apenas llega a cinco y tres, respectivamente. Además, concurre una importante erosión social producida por las consecuencias de la “socialización del sufrimiento”. Así, se suceden algunos asesinatos que ahondan en el sentimiento de animadversión hacia eta, tal y como ocurre con los casos de reconocidos políticos y activistas como Fernando Buesa (febrero de 2000), José Luis López de la Calle (mayo de 2000), Juan María Jáuregui (julio de 2000), Ernst Lluch (noviembre de 2000), José Javier Múgica (julio de 2001), José María Lindón (noviembre de 2001) o Joseba Pagazaurtundúa (febrero de 2003). Acontecimientos que hacen que militantes históricos de eta, como Julen Madariaga, expresen públicamente su condena al terrorismo.
Aun con todo, eta se encuentra en un proceso de debilitamiento creciente, agravado con motivo de los atentados de Al-Qaeda en Madrid, el 11 de marzo de 2004, cuando detona una docena de artefactos en varios trenes de cercanías de Madrid, como respuesta a la participación de España en la Guerra de Iraq, y en los que mueren 193 personas61. Este hecho tuvo un impacto más que considerable sobre eta, pues en las primeras horas posteriores al suceso, la hipótesis difundida desde el Ministerio del Interior era que eta podía haber sido su principal responsable62. Ello, aun cuando la misma organización terrorista y Batasuna negaron públicamente su autoría, en línea con lo que señalan algunos entrevistados:
“Tras las imágenes del atentado del 11-M, yo supe inmediatamente que nosotros no teníamos nada que ver ahí. A nosotros jamás se nos hubiera podido pasar por la cabeza hacer un atentado como el del 11-M, en especial a una población civil y trabajadora”63.
“Lo viví con miedo porque sabía que no habíamos sido nosotros […] No había duda. Empecinados en señalar que había sido eta. Yo lo viví con miedo porque sé de qué son capaces los españoles […] Desde la clandestinidad también veía que en la sociedad vasca había plena convicción de que no había sido eta. De no haber sido así, la izquierda abertzale se habría posicionado en contra de ese tipo de acciones”64.
Estos atentados iban a ser de gran relevancia para el devenir de eta. Primero, por la generalización masiva de expresiones de protesta contra el terrorismo. Este resultaba repudiado sin matices ni excusas, de modo que los fundamentos políticos que eta o la izquierda aberzale pudieran argüir quedaban desdibujados. Legitimar la violencia como respuesta a la represión del Estado español y reivindicar el terrorismo como medio para obtener un espacio de reconocimiento y negociación con aquel se convertía en una disquisición de difícil fundamento. De este modo, es posible observar cómo los entrevistados coinciden a la hora enfatizar la necesidad existente en distinguir eta de Al-Qaeda, al entender que las expresiones de violencia, en realidad, bajo su particular concepción, son tan diferentes como distantes:
“El tipo de atentados yihadistas suponen que, por ejemplo, te sale un tío con un cuchillo y comienza a cortar cuellos. Y tú dices ‘¿cómo le hago frente a eso si mi enfrentamiento con el Estado español no tiene nada que ver con eso? ¿cómo haces frente a eso para defender tu planteamiento?’”65.
“Ya en el año 91-92 coincidí con un palestino en la cárcel que me decía: ‘no ganaréis en la puta vida porque sois muy selectivos’. Y yo le decía: ‘no voy a ganar la guerra reventando un autobús con 40 personas dentro’. Casi treinta años después ahí siguen. No han avanzado nada. Desde el minuto uno supe que no fuimos nosotros. Nosotros no funcionábamos así. Eso era otra división. Nada de que ver con eta”66.
Todo el terrorismo pasaba a concebirse como una forma de atentar contra los ideales de justicia, libertad y tolerancia consolidados en la democracia, de modo que el terrorismo se erige como enemigo de aquella. Los miembros de eta, por ende, son conscientes de que sus consecuencias van a contribuir a la imagen mediática del grupo armado, de forma que a través de los siguientes relatos es posible encontrar una percepción muy poco abordada hasta el momento, con respecto a cómo el 11-M contribuyó a abonar el descrédito y la oposición frente a eta:
“El 11-M para los movimientos revolucionarios en Europa y los movimientos armados fue un auténtico desastre. El concepto de terrorismo después del 11-M cambia. El terrorismo, socialmente la gente lo había visto como un accionar armado, un enfrentamiento con el Estado o una ejecución de los miembros de seguridad del Estado, pero nunca con un dolor de estas características”67.
“La lectura que yo hice con el 11-M es que nos iba a afectar porque el contexto internacional del terrorismo iba a ser distinto. Todo terrorismo era igual. En mi opinión no es igual. Yo vi que eso nos iba a afectar a la hora de la lucha armada y a que en Euskal Herria hubiera un grupo armado”68.
Estos relatos apuntan a una convicción de cómo los atentados cometidos por Al-Qaeda iban a tener ineludiblemente un gran impacto sobre el alcance, el significado y los anclajes sociales de eta. De hecho, es posible advertir cuestionamientos internos e interrogantes respecto de la viabilidad real de sostener el terrorismo como mecanismo de presión frente al Estado. No obstante, posiciones como la que exhibe la siguiente entrevistada no son tan comunes de encontrar en el relato que predomina entre la antigua militancia del grupo terrorista:
“En realidad, eso, de algún modo, nos hizo ver que la lucha armada no iba a ningún sitio. Viendo lo que pasó con el 11-M dices ¿adónde vamos? ¿No será contraproducente? Pero ante todo eres un militante y estás ahí, aguantando […] Pero te faltan datos y te acabas centrado en aguantar como militante, aunque poco puedes hacer”69.
Entre quienes todavía participaban activamente en eta para el año 2004 es posible hallar algunas consideraciones contradictorias en su narración de los hechos. Por un lado, hay quienes muestran una cierta desconexión con respecto a la percepción de respaldo proveniente de la izquierda abertzale más radical, al esperarse que las bases sociales que apoyaban entonces a eta, aun con todo lo acontecido, mantuvieran su posición de respaldo a la violencia -precisamente por su diferencia frente al terrorismo islamista-. De otro lado, hay quienes conciben que el 11-M representa el principio del fin de eta, tal y como dan cuenta los dos siguientes testimonios:
“Aún en ese momento, te puedo decir que eta daba credibilidad a la gente. Ya poco más se podía especular cuando Otegi salió a decir que aquello nada tenía que ver con el movimiento independentista. El objetivo (de eta) era el proyecto independentista. A partir del 11-M lo han aprovechado no solamente en Euskal Herria, sino también a nivel de Estado para recortar derechos en todos los sentidos”70.
“El 11-M fue el principio del final. Antes la lucha armada era un instrumento factible para cumplir un objetivo. Esto lo contaminó todo y fue como un cambio de paradigma de cambio de mentalidad del mundo entero […] La sociedad no nos iba a dar ni un paso más por la vía de la lucha armada, y entonces cambia la concepción de todo”71.
En conclusión, de lo anterior cabe desprender al menos tres aspectos significativos con base en los testimonios obtenidos y analizados: i) la convicción desde el inicio, aun estando algunos en establecimientos carcelarios, de que eta no tenía nada que ver con los atentados del 11-M; ii) la necesidad de desmarcar la legitimación de la violencia de eta respecto a lo que suponía en este caso el terrorismo proveniente de Al-Qaeda; y iii) el punto de inflexión que representa este hecho respecto de la oposición, condena y persecución, tanto en el imaginario español como, en particular, en gran parte del imaginario vasco.
5. La irracionalidad de la violencia y la imposibilidad de negociar con el Gobierno de Rodríguez Zapatero
Los atentados de Madrid alimentaron las voces discordantes dentro de Batasuna, al demandar una disminución de la violencia por entender que era contraproducente para sus intereses políticos. Aunque la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Gobierno de España, en marzo de 2004, supuso un cambio de talante, los métodos de la lucha antiterrorista desarrollados por el Partido Popular continuaron vigentes. No obstante, aun cuando se mantiene la presión y el nivel de lucha antiterrorista, por otro lado, se presenta un Ejecutivo que en sus formas muestra una posición mucho más cercana al diálogo y los intercambios cooperativos, que respecto de la polarización y la unilateralidad propia de los últimos cuatro años de mandato de José María Aznar72. En octubre de 2004, tras la detención del líder de eta, ‘Mikel Antza’ y otro centenar de personas vinculadas a eta en los últimos meses del año, Batasuna reconoce la necesidad de cambiar de estrategia. En un acto celebrado en el velódromo de Anoeta, el 14 de noviembre de 2004, su entonces líder, Arnaldo Otegi, propone el desarrollo de una mesa de diálogo entre el Gobierno de España y eta, y otra entre los partidos del País Vasco, con la que dar solución al “conflicto político”.
Esta iniciativa no proviene del grupo terrorista sino de su aparato político, y se inscribe en un momento de tregua por parte de eta, que ya en marzo de 2004 instaba al Gobierno de España a comenzar unos diálogos políticos, aunque sin abandonar la “lucha armada” -lo que fue rechazado por el Ejecutivo-. Desde el 30 de mayo de 2003 eta no cometía ningún atentado con víctimas mortales, debido también a su profundo debilitamiento. Dadas estas circunstancias, en mayo de 2005 el Congreso de los Diputados autoriza a Rodríguez Zapatero a que realice contactos para aspirar a una eventual negociación con eta, y siempre que se cumpliesen ciertas condiciones, como que únicamente se podía negociar el fin de la violencia.
El 25 de junio de 2005 tiene lugar la primera reunión oficial en Ginebra y pocos meses después, el 22 de marzo de 2006, eta anuncia un alto el fuego permanente, similar al que hizo el ira ante las negociaciones de paz de 1998. Aun con una eta muy debilitada y un Gobierno central abierto al diálogo, la desconfianza resultaba patente, a tenor de lo expuesto por los entrevistados. Si bien esta era una posición fácil de intuir, no se conocen muchos testimonios al respecto:
“La organización no lo tenía tampoco claro, visto lo que pasó después de Lizarra-Garazi […] eta sabía desde su inicio que no iba a poder acabar con el Estado español. Siempre se ha buscado una negociación”73.
“Yo en particular lo viví con mucha prudencia. La gente enseguida se disparó con ese escenario de diálogo. Claro, tienen esperanza de cambios, de que liberen a los presos, etc., pero yo he vivido cosas muy fuertes, sobre todo, dentro de la cárcel y prefería calma. Yo siempre decía: ‘veamos a ver qué pasa, tranquilidad, saldremos cuando tengamos que salir’. Lo viví, por tanto, con mucha desconfianza”74.
Las negociaciones con eta tuvieron lugar entre junio de 2005 y diciembre de 2006, e inician con la interlocución de Jesús Eguiguren por parte del Gobierno, y Josu Urrutikoetxea ‘Josu Ternera’, del lado de eta. Ambos, con reuniones en Ginebra y Oslo, avanzaron en una hoja de ruta y una agenda de negociación consensuada que se desarrolló entre los meses de junio y noviembre, toda vez que eta se comprometía a no atentar ni realizar labores de abastecimiento de armas ni material para su fabricación75. Además, visto lo prometedor de este inicio negociador, el mismo Eguiguren propuso a Arnaldo Otegi la posibilidad de celebrar una negociación política paralela que invitaba al optimismo en el seno de eta:
“Ahí sí que tenía mucha confianza en las conversaciones. Parecía que había buenos visos, con una mesa política y otra más técnica. En un lado hablabas de política y en el otro de cómo solucionar las consecuencias de todo esto: presos, víctimas, exiliados… Era un buen sistema y se podía llegar lejos. Cuando se rompió no me produjo una depresión, pero dije ‘hostia, esto para levantarlo va a estar complicado’”76.
Las siguientes reuniones con eta, tras la tregua, tienen lugar a finales de junio y de septiembre de 2006 en Lausana. A las dificultades propias de avanzar en la hoja de ruta definida en Ginebra y aprobada en Oslo, especialmente por la labor de persecución al terrorismo por parte del Poder Judicial, se añadían importantes imprevistos que no hacían presagiar un buen discurrir de la negociación. Aparecen nuevas pretensiones que trastocan la agenda por parte de eta. La interlocución la asume el entonces jefe político de eta, Javier López Peña ‘Thierry’, en lugar de ‘Josu Ternera’, y la cuestión de la territorialidad y de Navarra va a ocupar un lugar central entre los reclamos del grupo terrorista.
De acuerdo con los testimonios, pareciera que la reivindicación de Navarra era un aspecto ineludible para negociar con eta, si bien lo cierto es que nunca estuvo presente en el diálogo hasta ese momento. Aun cuando fue uno de los hechos que precipitó la ruptura del diálogo, a día de hoy se sigue reivindicando con vehemencia, tal y como se desprende del siguiente relato:
“Estaba la centralidad del tema territorial de Navarra: una comunidad autónoma vasca con Euskal Herria al norte. Había menos dudas en que tenían que ser procesos diferentes en tanto que vivimos bajo realidades diferentes que son igualmente negadas. Allí entra el tema de la territorialidad. La apuesta de la izquierda abertzale era un estatuto de autonomía para nuestras cuatro regiones. Vemos que cuando eso se rompe, el punto fundamental es ese: la territorialidad”77.
A pesar de que el proceso de negociación con eta no pasaba por su mejor momento, el diálogo político con Batasuna se da entre el 20 de septiembre y el 10 de noviembre de 2006, y deja consigo un compromiso entre varias fuerzas políticas vascas para aceptar una negociación de aspectos tales como la legalización de Batasuna o el derecho de autodeterminación. En realidad, el conocido como Pacto de Loyola llevaba consigo elementos que hubieran sido de absoluta impracticabilidad para el Ejecutivo, pero, además, de acuerdo con Eguiguren:
“La aparición del tema de Navarra no fue el motivo de la ruptura, sino la exigencia inviable que puso eta sobre la mesa para desautorizar el preacuerdo negociado por Batasuna para romper el proceso, ruptura que ya habían decidido desde antes, usando una reivindicación que era un símbolo para sus bases”78.
Esta sería la antesala del fin de la negociación con eta. Al respecto, los relatos de sus integrantes asumen dos interpretaciones. En primer lugar, están quienes consideran que eta debió mantener más proximidad con la posición política que en ese momento representaba Batasuna, por lo que actuó como si en cierto modo no fuera consciente de la debilidad en la que se encontraba. Así, y como evidencian tímidamente los siguientes relatos, es posible encontrar un cierto nivel de resignación pues aun cuando anteriormente se enfatizaba en la desconfianza hacia la mesa negociadora, pareciera ser evidente que aquella era la única oportunidad de negociación que de ahí en adelante se le presentaría al grupo terrorista:
“En muchos momentos no se atendió a lo que nos decía la gente. Tú puedes tener tu estrategia, pero si no entiendes lo que pasa en la calle pierdes la capacidad de tensar. No se pueden tomar decisiones sin consultar a nuestra gente, a tantos militantes de la izquierda abertzale que se han sacrificado por esta causa, y a los que no tienes en cuenta ni les pides su opinión”79.
“Loyola era el último intento, pero se rompe aun cuando en la organización mayoritariamente se ve el ciclo que la lucha armada ya no aporta […] Yo no creo que sea un problema de los interlocutores. Yo creo que es un proceso donde eta ya no sabe medir las fuerzas reales para conseguir lo que quiere. El Estado español llegó un momento en el que incumple los acuerdos que ofertaba y había trampa. Pero creo que no jugamos con la suficiente inteligencia, en base a las fuerzas que teníamos”80.
De otra parte, y como posición mayoritaria, predomina una lectura acrítica con la posición de eta en la negociación. Lo anterior, por entenderse que la negociación con el Gobierno de Rodríguez Zapatero quedaba abocada al fracaso, dada la voluntad misma del Estado español por no avanzar frente a cualquier posible escenario de negociación con eta, tal y como dan cuenta los siguientes testimonios:
“El Estado español no nos iba a dar tampoco una solución intermedia. Era su postura hasta llevarnos al infierno a nosotros. Como estaba pensada la negociación, desde el inicio, no iba a funcionar. Por tanto, no me sorprende lo que pasó. De hecho, fue acertado el dejar la negociación, pero también era la antesala de lo que sabíamos que pasaría”81.
“Puede parecer que se hizo de forma drástica, violenta, pero no fue así […] Siempre he creído que el Estado español, en realidad, quería obstaculizar un proceso real con nosotros, jugando a controlar los medios de información y haciendo ver que fue una cosa de la organización y de la noche a la mañana. Nada de eso, el proceso tuvo el desarrollo que muchos esperábamos y que se veía venir”82.
En realidad, con todo lo expuesto, el proceso de diálogo de 2006 languidecía por las tensiones provenientes de numerosos sectores políticos y sociales, tanto desde el propio Gobierno como desde la oposición. Asimismo, eta lanzaba continuamente mensajes confusos, que dejaba de manifiesto la concurrencia de dos posiciones enfrentadas: una a favor de las negociaciones y otra que anhelaba el rearme y la continuación del terrorismo como única vía. De hecho, el proceso se rompe por la detonación de un artefacto el 30 de diciembre de 2006 en el aeropuerto de Madrid-Barajas83 que ocasiona la muerte de dos personas.
Derivado del retorno a la violencia por parte de eta, entre 2007 y 2010 son asesinadas diez personas, aunque la debilidad operativa del grupo terrorista resulta patente producto de los importantes operativos policiales que se desarrollaron. En apenas seis meses son detenidos los dirigentes de eta, ‘Thierry’, el 20 de mayo de 2008, y Mikel Garikoitz Azpiazu, ‘Txeroki’, el 17 de noviembre. Entre sus últimos asesinatos destacarán los del exconcejal socialista Isaías Carrasco, el 7 de marzo de 2008 y el del inspector jefe de la Policía Nacional, Eduardo Antonio Puelles, el 19 de junio de 2009. Su último atentado será realizado el 16 de marzo de 2010 contra el gendarme Jean-Serge Nérin en las cercanías de París.
Conclusiones: eta ante su inexorable desaparición
Una vez que eta decide romper abruptamente las negociaciones de 2006 y retornar por la senda del terrorismo, lo hace bajo condiciones de absoluta marginalidad. Con una efectividad policial que asesta continuos golpes a su estructura armada, un rechazo social cada vez más patente en la izquierda abertzale, y una ausencia de anclajes políticos y sociales, el devenir de eta está cada vez más próximo a la desaparición. Conformado el grupo terrorista por unas pocas decenas de integrantes, mayormente presentes en Francia, y con una fractura importante con Batasuna, a eta no le queda más remedio que anunciar, en octubre de 2011, un cese definitivo de su actividad armada, y que es el preludio de su definitiva disolución, en mayo de 2018.
Aunque en estas páginas mayormente se ha atendido a dos momentos particulares, como han sido los atentados del 11-M de 2004 y la negociación de 2005 y 2006, el fin de eta, como se ha apuntado en varias oportunidades, es producto de muchos factores y momentos. El golpe de Bidart de 1992, la “socialización del sufrimiento” y el descrédito creciente ante la sociedad civil producido desde mediados de los noventa o el fortalecimiento de la lucha antiterrorista en España, y también en Francia, son algunos de los elementos más destacables.
Todos ellos se agudizan entre la década de los noventa y la primera década de los 2000. Sin embargo, de manera peculiar, los atentados de marzo de 2004 alimentan una movilización generalizada de rechazo al terrorismo que nunca ha sido abordada desde el relato de los entonces miembros de eta. Pudiéndose pensar que ello podría motivar un escenario de diálogo, como el de 2005, que evitase la inexorable derrota militar que finalmente tuvo lugar, el grupo terrorista volvió a dejar evidente su posición ortodoxa, radical, irracional y acrítica respecto de la violencia. Algo que igualmente resulta perceptible a tenor de los testimonios presentados.
En los próximos años es de esperar que las publicaciones académicas y divulgativas sobre eta ganen terreno. Las voces y reclamos de las víctimas del terrorismo, sumadas a la necesidad de construir un relato que dé cuenta de décadas de violencia y sufrimiento, muy posiblemente, darán un lugar muy especial a los discursos y narrativas de los diferentes extremos de la sociedad civil vasca. Por ello, incorporar las voces de quienes fueron parte del terrorismo desde una idéntica posición, tan rigurosa como académicamente crítica, no hará sino contribuir al conocimiento de un objeto de estudio que ofrece inconmensurables aproximaciones y posibilidades de análisis. Aquí el objetivo se ha logrado dando voz a relatos únicos que muestran desde el interior de eta cómo fueron percibidos los acontecimientos que precipitaron su desaparición. Sin embargo, esta posibilidad es extrapolable a muchos otros aspectos y situaciones en donde, por medio de la historia oral, resulta posible indagar en el plano discursivo y emocional, de las tensiones y contradicciones, de quienes fueron actores protagónicos de la violencia.