El auge contemporáneo de la autoayuda, de la "religiosidad", de la filosofía práctica, de las terapias "psi", del fitness en la vida cotidiana, así como la vuelta a la filosofía antigua en el mundo académico, puede comprenderse como un fenómeno de expansión sin precedentes de la filosofía; puede decirse, también, que se trata del punto extremo de un proceso de secularización, colectivización, masificación o vulgarización de esa "disciplina".
A favor de esta hipótesis es posible señalar varias cuestiones. En primer lugar, conviene afirmar que tal fenómeno no comenzó en ese siglo, ni siquiera en el anterior. Viene de lejos, del Renacimiento, y se puede decir entonces que constituye un segundo Renacimiento coincidente con lo que algunos autores llaman posmodernidad, u otros, postcapitalismo, neoliberalismo, "modernidad líquida" o "hipermodernidad". En segundo lugar, es importante recordar que en la Antigüedad la filosofía aparece, no como una teoría sobre el mundo o sobre la vida sino, fundamentalmente, como un modo de existencia, como una manera de vivir. El filósofo se caracterizaba, antes que por sus teorías o sus escritos, por su modo de vivir, por una existencia radicalmente diferente de la de sus conciudadanos (Hadot, 2003, 2006; Foucault, 2002). Si bien algunos filósofos antiguos escribieron o teorizaron sobre la naturaleza, el mundo o la vida, eran considerados filósofos, sobre todo, por que llevaban una vida filosófica, es decir, una vida según rigurosas reglas propias que se diferenciaban, apartaban y, a veces, se oponían a las normas que regulaban la vida de los otros.
La filosofía implicaba, entonces, una conversión, es decir, una ruptura radical con la forma habitual de vivir. Dice Hadot (2006, p. 180): "cambio de vestimenta y a menudo de régimen alimenticio, a veces acompañado de la renuncia a la participación en asuntos políticos, constituyendo una total transformación de la vida moral mediante la práctica asidua de ejercicios espirituales". Ahora bien, aunque la filosofía era para todos los hombres, sólo unos pocos practicaban una vida filosófica, no obstante, las cosas cambiaron radicalmente a partir del Renacimiento o, mejor dicho, cuando las cosas cambiaron, hablamos de "Renacimiento", es decir, de aquel momento de la historia occidental en que la "vida ejercitante" (como diría Sloterdijk) se va convirtiendo en principio, en regla para todos. Más allá de los monasterios, desde el siglo XV una devotio moderna, se expandió por las ciudades como una nueva mística popular. Un ejemplo de ello es que la Imitatio Christi de Tomás Kempis (1420-30), obra dedicada a orientar la vida según la manera de vivir de Cristo, fue la obra más leída en Europa durante el siglo XV.
La Reforma y la Contrarreforma formaron parte de ese proceso de secularización de la vida ejercitante, pero tal vez el acontecimiento más importante de este proceso se exprese en la apuesta de un monje de la Unión de Hermanos Moravos quien durante el siglo XVII pregonó por toda Europa la necesidad y urgencia de "enseñar todo a todos". Ahí tuvo inicio un proceso metanoético sin precedentes cuyos alcances los percibimos hoy en la utilización masiva de técnicas milenarias como la escritura de sí o la meditación en procura de la tan anhelada felicidad.
Desde luego, tales técnicas obedecen a otros telos, distintos de aquellos a los que estuvieron asociadas en su surgimiento en el mundo antiguo. Sin embargo, no por ello se puede desconocer el hecho de que nunca antes en la historia de la humanidad han existido tantos seres humanos haciendo uso de técnicas para su transformación. Tampoco es posible ignorar el hecho de que la era de las "antropotécnicas" (Sloter-dijk) coincide con la expansión de la escolarización masiva y la exigencia de un aprendizaje permanente, a lo largo de toda la vida. Por eso, algunos pedagogos y filósofos de la educación (Meirieu, Biesta, Simons, Masschelein, Gallo, Kohan, Larrosa, Bárcena) han venido insistiendo en la necesidad de retomar los vínculos entre filosofía y pedagogía para hacer frente al telos neoliberal.