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Pedagogía y Saberes

Print version ISSN 0121-2494

Pedagogía y Saberes  no.54 Bogotá Jan./June 2021  Epub Feb 04, 2022

 

Editorial

Comenío: 350 años después

María Esther Aguirre Lora

Carlos Ernesto Noguera Ramírez


Juan Amos Comenio (Úhersky Brod, 1592- Amsterdam, 1670), es, sin lugar a duda, una de las figuras recurrentes en el campo de estudios sobre la ucación. Su vida estuvo marcada por el exilio y la persecución, pero también por multitud de recorridos a través varios países de Europa en búsqueda de la pacificación de una sociedad dividida por las guerras de religión, esgrimiendo la educación como enmienda universal de sociedades y saberes. Tres siglos y medio después de su muerte, acaecida en Amsterdam el 15 de noviembre de 1670 a los 78 años, la revista Pedagogía y Saberes propone conmemorar ese acontecimiento como una manera de promover la reflexión y discusión sobre la situación de la educación en el mundo contemporáneo.

¿Qué puede decirnos la vida o la obra de Comenio sobre la situación de la educación en el mundo contemporáneo? A tres siglos y medio de distancia podemos reconocer que, de alguna manera, nuestro mundo es comeniano. No solo porque la escuela es actualmente una institución universal, sino porque vivir hoy significa un proceso permanente de aprendizaje, y el mundo, desde la cuna hasta la tumba, se piensa como una gran escuela. Desde luego, la llamada "sociedad del aprendizaje" no es la educación universal, sin embargo, la Primera Internacional de la Educación que inició Comenio en el siglo XVI (al decir de Peter Sloterdijk) y la actual internacionalización del saber pedagógico y de las relaciones educativas (según la perspectiva de Marcelo Caruso y Heinz-El-mar Tenorth), mantienen una estrecha relación que se puede tematizar con la expresión "educacionalización del mundo" (Daniel Trólher). Ya no hay una edad para la educación, ni para el aprendizaje; debemos aprender permanentemente, somos aprendices a lo largo de la vida, la educación no termina, es una educación continua. No obstante, la enmienda de la humanidad es aún un proyecto y, en nuestro tiempo de crisis, de profundas confrontaciones, reclama la pacificación y exige hacer extensiva la calidad de vida a amplios sectores de la población; motivo por el cual, la apuesta comeniana de transformar la vida social a través de la educación sigue en pie.

Con este número queremos retomar la obra de Comenio y ponerla en diálogo con nuestras realidades educativas. El mundo comeniano -su obra y su tiempo- no es el nuestro, sin embargo, sus preocupaciones pedagógicas y su apuesta por una educación universal para todos los seres humanos aún resuenan en las políticas educativas contemporáneas y en nuestros discursos pedagógicos. Recordar la obra de Comenio, sus fundamentos y sus apuestas es, en alguna medida, revisar lo que somos y, a la vez, lo que estamos dejando de ser.

El legado de Comenio, gestado en medio de las reformas religiosas del siglo XVI y de la exacerbación de las luchas por el dominio político de los espacios, nos confronta una visión del mundo totalizadora y con una clara intención de restaurar la plenitud de los tiempos sociales y de los saberes, pero nos transmite las empresas propias de su tiempo, las de un hombre barroco que vive en los bordes de la crisis, la propia y la de sus contemporáneos, con los que comparte la tarea de construir formas renovadas de episteme y de transmisión del conocimiento, consecuentes con esa nueva percepción de la realidad. Por lo demás, nuestro autor es un polígrafo; en ese mismo sentido se desplaza por diversas temáticas, con la versatilidad propia de los tiempos; su vasta producción rebasa los 400 textos y aborda, por igual, temas de física, cosmografía, política, literatura, teatro, lingüística, didáctica, teoría educativa, teología, historia religiosa, mecánica, salud y otros más. Pero ello no debe hacernos perder de vista que Comenio es, antes que nada, un "hereje", un reformador, el último conductor de la Unitas Fratrum, comunidad religiosa de la Iglesia checa reformada, que establece importantes vínculos con el luteranismo y con el calvinismo. Esta condición lo marca, al tiempo que explica su exilio casi de por vida, en la medida en que su región es dominada por los Habsburgo y por los jesuitas. La profunda alteración de creencias y valores, los síntomas permanentes de desorden y violencia generalizados, el desquiciamiento evidente en los diversos planos de la vida social, consolidaron en él la obsesión de su vida: re-formar, volver a fundar los asuntos que competen a los hombres conforme al modelo de los primeros tiempos del cristianismo. De ahí nace su obra cimera, la Consulta universal para la enmienda de los asuntos humanos (escrita entre 1644 y 1670). En ella se compromete de lleno con la gran restauración de los hombres, de las sociedades, de los saberes; el medio para lograrlo es, precisamente, la educación.

En cualquiera de las lecturas que hagamos de cada uno de los escritos de Comenio no podemos obviar su condición de protagonista de las reformas religiosas de las iglesias evangélicas; la apuesta de su vida siempre se orienta hacia esa dirección en pleno diálogo con interlocutores, fomas de pensamiento y tradiciones que, ya desde finales del siglo XVII, fueron negados e incluso perseguidos por no encajar netamente en los paradigmas fundados en la certeza de la razón y el surgimiento del pensamiento ilustrado. Baste recordar la mordaz crítica que de él hiciera el enciclopedista Pierre Bayle, quien en su Dictionnaire historique et critique (1695) exacerba la polémica en relación con sus creencias milenaristas y sus vínculos con los profetas de la región.

Las formas de episteme de los siglos XVI y XVII de las que participa Comenio, más allá de la modernidad que se les atribuye, traslucen tradiciones y prácticas muy anteriores a su configuración como tales. En ellas es posible encontrar asombrosas y sugerentes síntesis de neoplatonismo, aristotelismo y hermetismo, así como del empirismo baconiano, de modelos matemáticos y geométricos, de creencias procedentes de las religiones hebraica, cristina y musulmana, incluso pitagóricas. También están presentes los legados de la magia, de la alquimia, de la cábala, la astrología; el mundo de los artesanos. Las posibilidades de abordar a Comenio desde el horizonte que se despliega ante nosotros son muy ricas y sugerentes, susceptibles de abordarse desde distintas calas que hoy podemos percibir y abundar.

Solo será a partir del siglo XIX cuando un movimiento, iniciado por Herder, inscrito en el romanticismo, posibilite la relectura del pensador moravo y de sus aportaciones. Pasado el tiempo, el atractivo de la compleja figura y vida de Comenio ha propiciado, particularmente en los medios de educadores, su exaltación atribuyéndole un sinfín de paternidades en el terreno de la educación: "padre de educación progresiva", "padre de la didáctica", "padre de la pedagogía social", "padre de la dinámica de grupos", "padre de la ciencia de la educación", y otras más, que resultan forzadas y, a menudo, anacrónicas.

Quizás la situación contemporánea de la escuela y de la educación nos haya obligado a recordar, de nuevo, la obra del moravo con la esperenaza de encontrar allí algunas claves para pensar nuestro presente y algunas herramientas para recuperar la esperanza en la humanidad, pues estamos convencidos de que sus ideas sobre la necesidad de la educación universal como medio de "salvación" son aún vigentes y su voluntad de reforma de cuestiones humanas no es una cuestión anacrónica, como nos lo ha mostrado, de manera contundente, la pandemia que hoy atraviesa el mundo.

¿Cuáles podrían ser algunas de las grandes enseñanzas de Comenio para nuestros tiempos, para quienes habitamos el mundo de la educación? Trabajar desde la perspectiva del sujeto, de lo que se ha llamado 'síndrome biográfico' que visibiliza la multiplicidad de trayectorias, de tiempos sociales e históricos, de los propios tiempos personales en conjunción con los otros que den como resultado no lo lineal, no lo monolítico, no la ausencia de fracturas y contradicciones a partir de lo cual uno participa en los tiempos culturales en la construcción de un un lugar propio en el que se resguardan imágenes muy antiguas que resguarda la memoria colectiva. Entender el tiempo de otros, más allá de acometer un reto ambicioso, permite entender nuestro propio tiempo, los modos en que nos construimos y construimos con el otro. Pero sobre todo, entender que como humanos somos seres inacabados y que la educación y la enseñanza son un conjunto de prácticas para nuestra humanización, para "ser más", como diría Paulo Freire.

Por lo demás, en el acercamiento a la configuración del propio campo de conocimiento desde lecturas renovadas se esconden las historias soterradas, creencias sedimentadas, consignas generacionales que continuan actuando en él y que, sin saberlo, van marcando nuestro presente, nuestras prácticas. En ello, Durkheim aún tiene mucho que decir:

Pienso que el inconsciente de una disciplina es su historia, el inconsciente son las condiciones sociales de producción ocultadas, olvidadas: el producto separado de sus condiciones de producción cambia de sentido y ejerce un efecto ideológico. Saber lo que se hace cuando se hace ciencia, supone que se sepa cómo se han hecho históricamente los problemas, las herramientas, los métodos y los conceptos que se utilizan (Durkheim citado por Bourdieu, 1990, p. 103).

Referencia

Bourdieu, P. (1990). Sociología y Cultura. Grijalbo [ Links ]

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