Introducción
La experiencia que se comparte refiere los resultados derivados del levantamiento de una línea de base para la resiliencia en escolarizados del departamento de Antioquia; se entiende por línea base una investigación aplicada que se realiza con la finalidad de conocer la situación inicial de la resiliencia y de su contexto, para hacer una comparación con mediciones posteriores 1.
En cuanto a la resiliencia, eje central de la investigación, existen definiciones, contextualizaciones y perspectivas teóricas, unas enfocadas a las capacidades individuales, otras a las colectivas, pero, en general, todas apuntan a reflejar un proceso social y cultural. La resiliencia es un concepto que surge de la inquietud por identificar aquellos factores que facilitan a los seres humanos el sobreponerse exitosamente a la adversidad y a las dificultades que se presentan en sus vidas; no se trata, vale decir, de una capacidad absoluta ni estable ni con límites, sino de un proceso que se puede desarrollar a lo largo del ciclo vital, y de una capacidad universal que permite el desarrollo de propuestas de intervención con víctimas de problemáticas sociales 2.
En el ámbito de la salud pública, la resiliencia puede ser comprendida como un conjunto de procesos sociales que contribuyen a tener una vida sana, dada la interacción de las características de la persona, la familia, el ambiente social y la cultura 3. Las personas resilientes son aquellas que habiendo estado expuestas a factores de riesgo o situaciones adversas se superan más allá de lo que comúnmente se espera, y logran no solo su desarrollo: también, en algunas circunstancias, dan apoyo y lo promueven en su comunidad 4.
Así, el concepto de resiliencia se torna cercano al de promoción de la salud, ya que una persona resiliente promueve prácticas cotidianas de salud en sí mismo o en su comunidad; pero esto no significa, de ninguna manera, que las personas resilientes no presenten conductas de riesgo para su salud, sino que las modulan o tramitan de una forma más exitosa 4. La importancia cultural y ecológica de la resiliencia ha sido estudiada en diferentes lugares del mundo y, por lo tanto, tiene una amplia gama de definiciones, incluida una visión tradicional de la promoción: “La resiliencia es a la vez la capacidad de la persona para navegar hacia recursos saludables y una condición por medio de la cual la familia del individuo, su comunidad y cultura tienen a disposición tales recursos de una forma que tenga sentido en la cultura” 5. Sin embargo, la nueva promoción de la salud, o promoción de la salud comunitaria 6, ha trascendido la visión individual de cambio de hábito de vida apuntando a un estado óptimo de salud hacia un papel más trasformador que amplíe el concepto para que abarque aspectos económicos, políticos y sociales que la determinan, con lo cual se reivindican la participación y capacidad individual y colectiva de la comunidad. En este sentido, la resiliencia es el resultado tanto de una navegación exitosa hacia dichos recursos como de la negociación para que ellos sean provistos de tal modo que tengan un sentido dentro de la cultura de la comunidad 7.
Se desprende de lo anterior que la resiliencia es un concepto multidimensional, con alto grado de complejidad y heterogeneidad, que refiere, a pesar de las amenazas adaptativas, al medio y al desarrollo personal, aptitud y actitud para sobreponerse a ellas 8,9.
Finalmente, el concepto de resiliencia que se aborda en esta experiencia en escolarizados de las subregiones de Antioquia es el que hace referencia a las capacidades o habilidades que pueden llegar a desarrollar o potenciar las personas que se han visto expuestas a situaciones traumáticas constantes; aquellas pueden surgir en cualquier etapa de la vida y su factibilidad es mayor con la participación activa de tutores de resiliencia 10. Se aborda dicha conceptualización desde las siguientes dimensiones:
Funcionalidad familiar: conjunto de relaciones interpersonales que se dan en cada familia, y es entendida como un sistema que a su vez se compone de subsistemas (el conyugal, el paterno-filial y el fraternal) 11.
Autoestima: entendida como un sentimiento valorativo de nuestro ser, sobre quiénes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad; se adquiere a lo largo de la vida 12,13.
Asertividad social: habilidad para expresar los pensamientos, sentimientos y percepciones, y para elegir cómo reaccionar y sostener los propios derechos cuando es apropiado 14, además de la afirmación de la propia personalidad y confianza en sí mismo 15.
Adaptabilidad a situaciones nuevas: capacidad para adaptarse y avenirse a los cambios, modificando, si fuera necesario, la propia conducta para alcanzar determinados objetivos cuando surgen dificultades, nueva información o cambios en el medio 16.
Creatividad: conjunto de aptitudes vinculadas a la personalidad del ser humano que le permiten, a partir de una información previa, la solución de problemas con originalidad y eficacia 17.
Capacidad de pensamiento creativo: actividad que se mueve entre la lógica y la fantasía, siendo el resultado de la comunicación intrapersonal e interpersonal 18,19.
Impulsividad: rasgo de personalidad dimensional que se caracteriza por el déficit en la inhibición de la conducta, el cambio de comportamiento ante la demanda del medioambiente y la tolerancia para el retraso de la gratificación 20.
Afectividad: aspecto de la adaptación del individuo con funciones propias que orienta y matiza las acciones del sujeto y que abarca todos los estados anímicos y las reacciones que se enraízan en el instinto y en el inconsciente 21.
Como ya se dijo, la resiliencia es una capacidad que se puede desarrollar en cualquier etapa de la vida, con la participación de factores protectores biológicos, psicológicos, sociales, culturales y ecológicos, y con la participación activa de tutores de resiliencia, ambientes resilientes y vínculos asertivos 22.
En Antioquia, los proyectos que se han implementado en los ámbitos municipal e institucional relacionados con la resiliencia han potenciado la autoestima, la funcionalidad familiar, el pensamiento crítico, la adaptabilidad a situaciones nuevas, entre otras dimensiones. El plan de desarrollo 23 ha establecido estrategias orientadas a la promoción de la salud y prevención de los problemas de salud mental. Por su parte, en el Plan Territorial de Salud 24, la Secretaría Seccional de Salud y Protección Social de Antioquia definió como uno de los indicadores “aumentar los niveles de resiliencia para el año 2019, a partir de la línea de base”.
Es en este marco, basado en la promoción de la salud y el desarrollo, donde los adolescentes serían los protagonistas de sus propios proyectos y se convertirían, así, en actores estratégicos del desarrollo de sus comunidades y sociedades. La participación de estos grupos poblacionales es un elemento clave para el empoderamiento personal y social, una vía de innovación, una forma de aprovechar oportunidades, fortalecer el tejido social e incidir en las políticas públicas en salud.
Entonces, en aras de satisfacer los requerimientos enfocados en la generación de la línea de base de resiliencia, la primera tarea es su levantamiento. Se presenta, desde esta perspectiva, la experiencia de la resiliencia en los estudiantes de 12 a 17 años de las instituciones públicas urbanas de las subregiones del departamento de Antioquia y su relación con algunas características demográficas y familiares.
Materiales y métodos
Se condujo un estudio de corte trasversal que da cuenta de la experiencia de resiliencia en jóvenes escolarizados de las nueve subregiones antioqueñas. La población de estudio constó de 323.582 adolescentes matriculados en los grados de sexto a undécimo en los colegios públicos de las zonas urbanas de los municipios seleccionados en cada una de las subregiones. Se diseñó un muestreo probabilístico estratificado multietápico, con la selección de un municipio de cada subregión, bajo la hipótesis según la cual todos los municipios que la constituían comparten características similares en cuanto a la resiliencia y no resiliencia. En los municipios se eligieron máximo dos colegios, donde, a su vez, se seleccionaron los escolarizados de los diferentes grados a través del método de la probabilidad proporcional al tamaño de cada conglomerado (PPT).
Para la determinación de los tamaños de muestra en cada municipio elegido aleatoriamente de cada subregión, de forma independiente se consideró un nivel de confianza del 95%, una proporción de no resiliencia del 8,6%, de acuerdo con la estimación de un estudio similar realizado en Cuenca, Ecuador 25, y un error máximo permisible del 3,5%, lo que proporcionó un tamaño de muestra total de 2185 estudiantes.
Se seleccionaron los municipios, los colegios y el número de estudiantes por grado una vez se conoció el número de estudiantes de cada subregión (Tabla 1). La información necesaria para la captación de los estudiantes de cada colegio en cada municipio de cada subregión se obtuvo del Sistema Integrado de Matrícula (Simat) del departamento, del Sistema de Consulta de las Instituciones Educativas del país (Sineb), del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y del Anuario Estadístico de Antioquia.
Como instrumento de medición de la resiliencia se utilizó el JJ46, el cual permite la valoración de la resiliencia en adolescentes y está validado en Colombia con alfa de Cronbach global de 0,875 26; está constituido por 46 ítems, distribuidos en ocho dimensiones, a saber: funcionalidad familiar, autoestima, asertividad, adaptabilidad a situaciones nuevas, creatividad, capacidad de pensamiento crítico, impulsividad y afectividad 26. Cada una de las preguntas constitutivas de cada dimensión tiene nivel de medición ordinal en una escala tipo Likert de 1 a 5, donde 1 representa “casi nunca” y 5 “casi siempre”. La puntuación de la residencia se obtiene mediante la sumatoria de las ocho dimensiones: resiliencia baja de 50 a 107 puntos, resiliencia media de 108 a 167 puntos y resiliencia alta entre 168 y 230 puntos.
De acuerdo con el diseño, se calculó el factor de expansión de la muestra, previo cómputo de las probabilidades de selección de un municipio de cada subregión, de un colegio de cada municipio y de la muestra de acuerdo con el tamaño poblacional de estudiantes de cada subregión. En el análisis estadístico se caracterizó la población de interés por subregión según variables de persona y lugar. La asociación de la resiliencia con variables independientes de interés exigió el uso de pruebas ji-cuadrado de independencia, acompañadas del intervalo de confianza del 95% para el odds ratio (OR) como medida de la asociación; así, se construyó un modelo de regresión logística binaria para la resiliencia, el cual dio cuenta de los factores que podrían confundir las asociaciones encontradas. Se siguió el código deontológico y bioético en el proceso de recolección de la información según lo establecido en la Ley 1090 del 2006 27.
Resultados
Se consideró una muestra de 2185 niños, niñas y adolescentes escolarizados de cada municipio de cada subregión de Antioquia. Se destacó que aquellos que tenían 12 años fueron el 15,1% de la población y los de 14 años el 19,1%; la subregión con mayor participación de escolarizados en el estudio fue la del Valle de Aburrá (59,4%, IC 95%: 59,4 - 62,6%) y la menor la del Magdalena Medio con el 1,6% (IC 95%: 1,4 1,8%). Preferiblemente, las familias de las cuales provenían los escolarizados eran nucleares (47,6%), seguidas de las monoparentales (32,9%), especialmente cuando la madre era la cabeza (28,7%).
La participación de las mujeres excedió en 17,6 puntos porcentuales la de los hombres; casi las dos terceras partes de los estudiantes estaban en la jornada académica de la mañana y aproximadamente cuatro de cada cinco procedían de la zona urbana. En cuanto al grado de escolaridad, el 41,6% estaba matriculado en los grados sexto o séptimo y el 25,6% en décimo o undécimo. La mayoría de los estudiantes no fueron víctimas del conflicto ni tenían problemas relacionados con la discapacidad, no eran migrantes ni desplazados ni estaban inmersos en la problemática del embarazo en la adolescencia, tampoco pertenecían a la comunidad LGTBTTIQ (lesbian, gay, bisexual, transgendered, transsexual, two-spirited, intersexed, queer), pero llamó la atención que el 12,6% afirmaran ser desplazados.
El 41,7% de los estudiantes manifestaron que vivían con más de cinco personas en su casa, aunque cuando se indagó acerca de quién ejercía la autoridad, la mayoría respondió que ambos padres (40,6%) y la madre (39,4%); la principal actividad, tanto del padre como de la madre, era el trabajo (69% vs. 54,2%), aunque el 37,2% de las mujeres se dedicaban al hogar. En el 43,8% de los casos, la persona que le daba más cariño al estudiante eran ambos padres, seguidos por el que les profesaba la madre (38,7%); es importante resaltar que el 14,5% manifestó llevar a cabo labores por dinero fuera de sus actividades lectivas.
Los hallazgos más relevantes obtenidos por los escolarizados, producto de la valoración de las dimensiones constitutivas del instrumento que en conjunto permiten valorar la resiliencia, se presentan a continuación.
Funcionalidad familiar: Para Antioquia, los escolarizados de la zona urbana cuyas familias eran funcionales, es decir, aquellas en las cuales la comunicación efectiva, la disciplina y el apoyo emocional y afectivo son relevantes, constituyeron el 39,2%. Fue en las subregiones Oriente, Suroeste, Norte, Nordeste y Valle de Aburrá donde predominaron las familias funcionales (47,8%, 47,3%, 45,7%, 39% y 39%, respectivamente). Las subregiones donde prevalecieron las familias con algún grado de disfuncionalidad fueron Bajo Cauca, Magdalena Medio, Urabá y Occidente.
Autoestima: El 30,5% de los escolarizados calificaron su autoestima como adecuada, en contraste con el 14,4% y el 1,4%, quienes afirmaron que su autoestima era deficiente o severamente deficiente. Las subregiones donde prevalecieron los estudiantes con problemáticas relacionadas con su autoestima fueron Magdalena Medio, Bajo Cauca y Suroeste.
Asertividad: Para Antioquia, la asertividad de los escolarizados fue del 29,9%, mientras que el 20,2% y 3,2%, en ese orden, afirmaron ser esporádicamente asertivos o para nada asertivos. La asertividad predominó en los estudiantes de las subregiones Occidente (37,6%), Suroeste (33,7%), Oriente (31,8%) y Valle de Aburrá (31,3%), en contraste con la poca asertividad de los escolarizados del Bajo Cauca, Nordeste y Urabá: 6,6%, 4,6% y 4,5%, respectivamente.
Adaptabilidad: Para Antioquia, el 20,9% de los escolarizados indicaron que se adaptaban adecuadamente a las situaciones. Fue en Urabá, Nordeste y Occidente donde los escolarizados más refirieron que su adaptación a las situaciones que les deparaba la vida era severamente inadecuada.
Creatividad: En Antioquia, la mayoría de los escolarizados manifestó que era entre creativo o moderadamente creativo. Fue en las subregiones Suroeste, Oriente, Occidente y Valle de Aburrá donde predominaron los escolarizados creativos (49,4%, 47,8%, 46,3%, 46,2%, respectivamente); las subregiones donde prevalecieron los estudiantes con problemáticas de creatividad fueron Nordeste, Bajo Cauca, Urabá, Magdalena Medio y Norte.
Capacidad de pensamiento crítico: Para Antioquia, en el 27,1% de los estudiantes se reveló pensamiento crítico, en contraposición con el 14,2% y el 0,7% en quienes se encontró pensamiento poco crítico o acrítico, en ese orden. En las subregiones Suroeste, Magdalena Medio y Oriente prevalecieron los estudiantes con pensamiento crítico (37,4%, 30,4%, 29%, respectivamente); las subregiones que sobresalieron con estudiantes de pensamiento poco crítico fueron Urabá, Occidente y Bajo Cauca.
Impulsividad: Para Antioquia, la proporción de escolarizados no impulsivos fue del 37,6%, quienes predominaron en las subregiones Norte, Bajo Cauca y Oriente (47,7%, 46,7% y 46,1%, respectivamente); las subregiones donde prevalecieron los estudiantes con algún grado de impulsividad fueron Occidente, Valle de Aburrá, Magdalena Medio y Urabá.
Afectividad: En el departamento, la proporción de afectividad estimada por parte de los estudiantes fue del 53,2%, en contraste con el 17,6% y el 2,4% cuyas respuestas al dominio relacionado con la afectividad revelaron que eran afectivos ocasionalmente o no afectivos, respectivamente. Por subregión se destacaron Oriente (61,6%), Suroeste (57,2%) y Norte (58,4%) como aquellas en las cuales la valoración de la afectividad, en el sentido positivo, predominó; las subregiones donde prevalecieron los estudiantes con problemáticas relacionadas con la afectividad fueron Magdalena Medio, Occidente y Valle de Aburrá.
Valoración de la resiliencia
En los estudiantes de los colegios públicos de la zona urbana del departamento de Antioquia se valoró su resiliencia como media (53,9%), en contraste con el 0,3%, en la cual esta fue baja. Fueron los escolarizados del Oriente, Suroeste y Norte los que obtuvieron los mejores resultados, con resiliencia alta: 57,1%, 53,9% y 50,6%, en ese orden. La resiliencia media prevaleció en el Magdalena Medio y Bajo Cauca con el 60,3% y el 59%. Se identificó que para los escolarizados residentes en las subregiones Urabá, Occidente y Nordeste hubo una resiliencia baja del 2%, 1,2% y 1,2%, respectivamente (Tabla 2).
Con fines estadísticos se optó por dicotomizar las categorías de la resiliencia, dado que las frecuencias de baja resiliencia fueron mínimas; se anularon las categorías media y baja (representativas de escolarizados con algún grado de no resiliencia) y alta (es decir, resilientes); además, se identificó que en las subregiones Magdalena Medio, Urabá y Bajo Cauca los estudiantes tuvieron mayor nivel de riesgo de no resiliencia, tal como se ilustra en la Figura 1.
Resiliencia vs. variables demográficas, familiares y de vulnerabilidad social
En Magdalena Medio, Urabá y Bajo Cauca, los estudiantes presentaron mayores oportunidades de algún grado de no resiliencia con respecto a los que provenían del Valle de Aburrá, aunque sin diferencias estadísticas. En las demás subregiones, las oportunidades de algún grado de no resiliencia fueron menores que las de los escolarizados del Valle de Aburrá, con variaciones entre un 4%, para el Nordeste, y de un 41%, para el Oriente. En cuanto a la edad del estudiante, cuando se consideraron como referencia los escolarizados de 12 años, los que tenían 14 años mostraron mayor oportunidad de no resiliencia del 10%, y en las demás edades se reflejó que dichas posibilidades fueron menores: del 30% para los de 13 años y del 10% para los de 15 a 17 años con relación a los de 12 años.
Con respecto al sexo, la jornada académica, la zona de donde provenía el estudiante, el grado y el nivel socioeconómico, fueron menores las oportunidades de algún grado de no resiliencia en un 20%, 30%, 40% y 10% en los hombres que estudiaban en la jornada de la mañana, que vivían en la zona urbana, que cursaban el grado décimo y cuyo nivel socioeconómico era bajo o medio en comparación con las mujeres que estudiaban en la jornada de la tarde, que vivían en la zona rural, que cursaban el grado sexto y que tenían nivel socioeconómico alto (Tabla 3).
Cuando se consideraron aspectos familiares, los escolarizados con familia monoparental (padre), monoparental (madre) o consanguínea tuvieron mayor oportunidad de algún grado de no resiliencia (1,8, 1,5 y 1,2 veces) con respecto a escolarizados cuya familia era nuclear. Nótese que si la autoridad en la casa la tenían ambos padres, la oportunidad de que el escolarizado mostrara algún grado de no resiliencia disminuyó en un 40% frente a si la autoridad la ejercía el padre. También, la oportunidad de no resiliencia disminuyó en un 10% y 30% cuando la madre se dedicaba a un negocio familiar o al hogar en comparación con madres cuya actividad principal era trabajar por fuera de la casa; asimismo, en el caso de los hombres llamó la atención que la oportunidad de algún grado de no resiliencia fuera de 2,1 veces cuando su padre se dedicaba al hogar en comparación con aquellos que trabajaban.
Los estudiantes que afirmaron que nadie les daba cariño incrementaron su oportunidad de algún grado de no resiliencia 6,0 veces con relación a aquellos estudiantes que afirmaron que ambos padres, sin distingos, los trataban afectivamente. El número de personas que habitaban en la casa del escolarizado, y que formaban parte de su familia, no influyó en la resiliencia, aunque si este ejecutaba alguna actividad por dinero, la oportunidad de algún grado de no resiliencia se incrementaba en un 30% (Tabla 3).
Con relación a características que referían la vulnerabilidad social de los escolarizados, para los estudiantes que dijeron que tenían alguna discapacidad, eran migrantes, habían tenido algún embarazo o eran población LGTBTTIQ, la oportunidad de no resiliencia fue de 1,1 - 2,6 - 1,5 y 4,1 veces frente a aquellos que dijeron que no habían vivido circunstancias en su vida como las indicadas. Nótese que la oportunidad de algún grado de no resiliencia fue menor en los estudiantes que afirmaron que eran desplazados y en los que dijeron que eran víctimas del conflicto en un 20% y un 1% (Tabla 3).
Efecto múltiple de variables de persona y lugar sobre la resiliencia (análisis multivariado)
Para los escolarizados de la subregión Urabá, la oportunidad de algún grado de no resiliencia se incrementó en un 60%, con diferencias estadísticas con respecto a los jóvenes escolarizados de los colegios públicos del Valle de Aburrá, siempre y cuando se mantuvieran constantes los demás factores constitutivos del modelo logístico múltiple. También se destacó la existencia de diferencias estadísticas si el escolarizado provenía de la zona urbana, era de la población LGTBTTIQ o migrante, en cuyo caso se incrementó la oportunidad de algún grado de no resiliencia 1,5, 3,8 y 6,3 veces, respectivamente, cuando se controló con los otros factores del modelo (Tabla 4).
Discusión
De la experiencia del estudio de la línea de base de la resiliencia en escolares de las subregiones de Antioquia para 2018 surgieron como punto de partida del análisis crítico de los resultados arrojados aquellas subregiones donde los estudiantes obtuvieron los puntajes mayores y menores. Limitarse exclusivamente a los resultados obtenidos de forma general impediría tomar en cuenta la especificidad de la gran complejidad cultural, ecológica, política, socioeconómica en que se organizan territorialmente los municipios que comprenden las nueve subregiones, los cuales han sido impactados por fenómenos naturales, megaproyectos, trastornos psicosociales, antagonismos políticos, entre otros factores de riesgo objeto del levantamiento de esta línea base. Situaciones como estas invitan a ser cautos y a buscar aproximaciones más precisas que expliquen los resultados.
Reconocer estas realidades distintas que coexisten en un territorio dado permite, por otro lado, expresar mejor la forma como la resiliencia se manifiesta sobre el terreno y posibilita intervenciones eficaces que favorezcan niveles más altos de ella entre los individuos y colectivos de los municipios del departamento.
Fue en las subregiones Oriente, Suroeste y Norte donde los estudiantes obtuvieron los puntajes más altos en la valoración de la resiliencia; en el Oriente, especialmente en el municipio representativo Marinilla, es probable que las tareas que se han fortalecido desde 2005, cuando se materializó la idea de crear la Corporación de Universitarios y Profesionales de Marinilla 28, se haya consolidado un trabajo educativo, ambiental, investigativo y social a favor de la población juvenil; además, este municipio es el epicentro de la educación superior pública en la subregión, con una amplia gama de convenios con universidades del medio y con el SENA gracias a los cuales la educación superior está al alcance de toda la población, y esta realidad se reflejó en el análisis de situación de salud (ASIS) de Marinilla en 2017 con la mejoría de las condiciones de vida, en general, y de la salud mental, en particular 29.
El Suroeste, representado en el municipio de Pueblorrico, no ha sido ajeno al espectro de la violencia, que tuvo su principal manifestación en 2000, y en años recientes a las protestas sociales justificadas por los proyectos del sector minero-energético; aun así, se ha promovido la resiliencia a través del plan de desarrollo en 2008, lo que permitió la implementación de proyectos de bienestar en diferentes ámbitos para los habitantes.
Con la cobertura total de los estudiantes de los colegios públicos, el Programa de Alimentación Escolar (PAE) ha logrado importantes beneficios en la masa de estudiantes desde 2015; también, el Plan de Desarrollo Departamental del 2016 23, la Mesa Zonal del Suroeste Antioqueño y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar Centro Zonal Suroeste desde 2018 han realizado aportes significativos en la calidad de vida del niño y del adolescente, lo que podría explicar el importante puntaje de resiliencia en sus escolarizados.
El norte, representado por el municipio de Donmatías, históricamente no ha vivido el espectro de la diversidad de conflictos que se han dado en las subregiones oriente y suroeste, lo que podría ser una justificación del alto puntaje en la resiliencia obtenido por sus estudiantes. Actualmente, los procesos instalados en torno a la salud mental son apoyados por el Consejo Municipal de Política Social (Compos), el Comité de Vigilancia Epidemiológica, la Política Pública de Atención a Víctimas y la estrategia Escuelas Saludables como parte de la respuesta al incremento de agresiones y hechos violentos en las instituciones educativas del municipio, que se han asociado a la alta tasa de alcoholismo y consumo de psicoactivos entre la población joven.
Entre las subregiones donde los escolarizados puntuaron con más baja resiliencia están Urabá y Occidente. En la primera, la pobreza extrema ha sido protagonista 30, agravada, además, por ser una de las regiones con peor calidad educativa en el país, con 4,0 puntos sobre 10, de acuerdo con el Índice Sintético de Calidad Educativa del Ministerio de Educación 31; esto pone de relieve la necesidad de una intervención que coadyuve al aumento de la resiliencia de los escolarizados, especialmente en su municipio representativo, y se espera que el trabajo comunitario de la Universidad de Antioquia dé réditos en el corto, mediano y largo plazo en términos de minimizar el flagelo de la baja resiliencia.
La segunda valoración más baja de resiliencia estuvo en la subregión occidente, representada por el municipio de Dabeiba, donde las necesidades básicas insatisfechas se han convertido en una barrera; en este municipio en particular, según el Índice Multidimensional de Pobreza, los hogares con empleo informal corresponden al 93%; la problemática del suicidio ha aumentado, es reconocida su baja cobertura educativa, la violencia ha crecido dramáticamente y el consumo de sustancias psicoactivas está en la tabla de semaforización; todo esto ha evidenciado la falta de implementación de planes y programas de prevención psicosocial 32, y de una u otra manera incide en la resiliencia de los jóvenes 23. Sin embargo, hay que ser optimistas ante los procesos nacientes de construcción de proyectos y talleres de sentido de vida que parten de la capacidad de resiliencia de cada uno de los sujetos (unas tareas que permiten avizorar resultados halagüeños).
Es importante destacar al Bajo Cauca, representada por el municipio de El Bagre, que presentó valoraciones inquietantes en cada una de las dimensiones consideradas en la medición de la resiliencia, lo que podría explicarse por las importantes afectaciones que por años ha generado la violencia en torno al desarrollo de la minería. Estadísticas oficiales revelaron en el 2011 que el 50,75 % de la población presentaba necesidades básicas insatisfechas y, además, con el incremento del control de recursos y territorios para el cultivo de coca se presentó una migración masiva 33. Estas problemáticas variadas tienen efecto en la salud mental de sus pobladores y ello se reflejó en los puntajes de las dimensiones estudiadas.
La principal limitación del estudio consistió en la elección de un municipio representativo de cada subregión bajo la suposición de que la resiliencia se distribuía de forma similar en los municipios que la constituían. En realidad, hubiera sido ideal seleccionar muestras representativas de cada municipio de cada subregión, pero esto exigía una logística y un presupuesto que rebasaban el estimado de la entidad financiadora. No obstante, las similitudes geográficas de los municipios que conforman cada subregión fueron consideradas por expertos una adecuada solución que facilitaría el levantamiento de la línea de base para la resiliencia, como en efecto ocurrió.
Se recomienda no limitarse exclusivamente a los resultados obtenidos de forma general y considerar, además, los contextos particulares de los municipios y la configuración de los eventos adversos vividos por las comunidades, no solo tomando como referencia los conflictos armados, sino otros factores estresantes y deletéreos para la calidad de vida de cualquier población, como la pobreza generalizada, la violencia, la baja calidad educativa, la imposición de megaproyectos económicos, entre otros. Es necesario, asimismo, que el modelo de intervención sea aplicado a todas las instituciones educativas donde se diligenció el test de resiliencia: primero directamente con el equipo de psicólogos y luego en la cualificación de los docentes por parte de los profesionales, para que ellos se conviertan en multiplicadores de las acciones y activen rutas de atención correspondientes.
Conclusiones
A futuro se debe ampliar y profundizar el trabajo en los lugares más apartados de las subregiones, entendiendo que aunque muchos de los municipios que las integran puntuaron con resiliencia alta (Oriente, Norte y Suroeste), existen diferenciales en la forma como se dio la agudización del conflicto y otros factores determinantes por los cuales la población en general y particularmente los adolescentes quedan expuestos a mayores factores de riesgo para la no resiliencia.
Urge la necesidad de promover la participación de los padres en el proceso de intervención dentro del modelo de resiliencia holístico, donde la familia es concebida como un entorno protector que fortalece la interacción del alumno con los otros (como la escuela). Es importante articular la intersectorialidad y los canales de comunicación de los organismos municipales que pueden fortalecer el proceso de intervención, en aras de mantener un apoyo constante frente a contingencias y hechos adversos.
De acuerdo con Michael Rutter, la resiliencia es cambiante en virtud de las diferentes circunstancias y experiencias de los individuos 34; por ello, es importante observar cómo estas influyen para que las valoraciones que sustentan esta disertación no se consideren como razones suficientes; desde luego, no se trata de invalidar los hallazgos, sino de hacer una aproximación crítica que permita tener en cuenta aspectos que podrían haber influido en las divergencias según la evidencia empírica, fortalecer los procesos educativos de los estudiantes y mejorar su capacidad para afrontar nuevas decisiones en sus vidas.