1. Introducción
Entre 1880 y 1930 llegaron a América Latina 17'675.000 inmigrantes, lo cual representa un fenómeno de grandes proporciones si se tiene en cuenta que en 1870 Latinoamérica tenía 39 millones de habitantes, cifra que aumentó a aproximadamente 100 millones en 1930, lo cual quiere decir que, teniendo en cuenta que muchos regresaron a sus países, más de un tercio de ese crecimiento se relaciona con las migraciones.2 En ese periodo, grandes contingentes chinos, japoneses, italianos, españoles, afroantillanos, portugueses, polacos, alemanes, sirios, libaneses, palestinos, entre otros, inmigraron a Latinoamérica huyendo de las condiciones económicas en sus territorios, pero también de presiones demográficas y religiosas. Sin embargo, los inmigrantes no se dispersaron en la región de la misma manera; de hecho, la mayoría se concentró en Argentina y el Cono Sur, Brasil y Cuba, lo que contrasta con países como Colombia, que recibió inmigrantes en mucho menor grado. Argentina, por ejemplo, tenía 1'800.000 habitantes en 1870, cifra que se cuadruplicó en 1915, cuando contaba con más de 8'250.000, y el 43 % de ese crecimiento es atribuido a las migraciones. Colombia, por su parte, en 1936 tenía una población total de 8'701.816 personas, de las cuales solo el 0.64% eran extranjeras, apenas 56.415.3
El objetivo principal de este texto es hacer un balance general de algunas de las contribuciones más relevantes al estudio de las migraciones a Latinoamérica, y en ese sentido, identificar algunas de las principales líneas de análisis que se desarrollan en dichos trabajos, los cuales abordan, en su mayoría, el periodo entre 1880 y 1930. En ese orden de ideas, busco construir un marco general acerca de los estudios migratorios a América Latina con el fin de situar la historiografía de las migraciones para el caso colombiano en dicho marco, y en esa medida, comenzar a comprender hasta qué punto los estudios colombianos se alinean o se separan de líneas de análisis presentes en los estudios migratorios del resto de la región latinoamericana.
Los estudios sobre los movimientos migratorios florecen en la década de1990, y pese a la magnitud del fenómeno, son escasos y se concentran en los países que más inmigrantes recibieron, por lo que han quedado relegados los casos de lugares como Centro América, la región Andina y, particularmente, Colombia. Señalo que una revisión bibliográfica permite identificar dos grandes perspectivas de análisis acerca de los movimientos migratorios y los procesos de integración de los inmigrantes; la primera, de enfoque socioeconómico, toma fuerza en 1990 y privilegia un análisis de las actividades laborales de los inmigrantes. La segunda, que desarrolla un enfoque de carácter socio-racial, surge en la década del 2000 y estudia la manera en que los ideales racializados de construcción de las naciones Latinoamericanas, que imaginaban naciones blanqueadas, afectaron la recepción y los procesos de integración de los inmigrantes. Dado que estas perspectivas se preocupan por los procesos de integración, ambas abordan temáticas muy parecidas como las causas de las migraciones, las muestras de rechazo y las restricciones impuestas a los inmigrantes, solo que la primera lo hace a través un lente sociolaboral y la segunda desde uno más socio-racial. Sugeriré que la historiografía de las migraciones a Colombia se enmarca, sobre todo, en la primera perspectiva, puesto que se enfoca en el análisis de las causas de la migración y las actividades laborales de los inmigrantes. Sin embargo, es posible encontrar algunos pocos abordajes muy recientes que redireccionan los estudios migratorios hacia los ideales de nación imperantes en Colombia a principios del siglo XX, ya que estudian la legislación migratoria al país, los proyectos fallidos de atracción de migración europea y la manera en que un ideal de nación mestiza blanca impacta dichos proyectos y los procesos de integración social de los inmigrantes.
Este texto se divide en cuatro partes. En la primera, hago un breve análisis de las contribuciones pioneras a las migraciones en Latinoamérica. Posteriormente, me enfoco en lo que he llamado la línea de análisis socioeconómica de las migraciones a Latinoamérica, para luego analizar lo que llamo aquí línea socio-racial. Una vez esbozado un marco general de los estudios migratorios a América Latina, presentaré un breve análisis de la historiografía del tema de estudio en Colombia, lo cual me permitirá situar dichos estudios en el marco de referencia latinoamericano. Con todo, este trabajo no pretense ser un análisis completo y sistemático de la bibliografía de las migraciones a Latinoamérica, puesto que la extensión de este texto y la cantidad de contribuciones existentes no me lo permitiría. Lo que busco es ofrecer una introducción acerca de las principales líneas de análisis y la forma en que la historiografía colombiana se ajusta a dichas interpretaciones. En ese sentido, las dos perspectivas historiográficas que presento en este ensayo de ninguna manera abarcan todas los temáticas de estudio que la literatura ha tocado, puesto que alrededor de las actividades económicas de los inmigrantes y su relación con los ideales de nación, estos fundaron escuelas e institutos culturales, se casaron y tuvieron hijos con locales, aportaron de muchas maneras a la culinaria, a la música, a la política, a la literatura, al arte, al cine y a las artes liberales en el marco de sus procesos de integración social, temáticas presentes en la literatura. Sin embargo, y dado que mi intención es presentar una mirada general de la historiografía de las migraciones a la región, me concentro en estas dos perspectivas porque son los grandes ejes presentes en la literatura alrededor de los cuales los anteriores elementos giran.
2. Estudios pioneros
Es posible identificar unos primeros acercamientos al fenómeno de la migración entre 1930 y 1970, los cuales son realizados no solo por historiadores, sino también por politólogos, críticos literarios, abogados y académicos en general, quienes eran contemporáneos a estos fenómenos, razón por la cual se interesan principalmente por el grado de asimilación cultural de los recién llegados. No considero estos acercamientos como corrientes propiamente dichas debido a la escasez de las contribuciones que la conforman. Sin embargo, vale la pena examinarlos como punto de partida de los estudios de las migraciones, ya que, al priorizar el análisis de los procesos de asimilación, marcan la dirección de los futuros acercamientos que, alejándose de la preocupación por la asimilación, van a investigar la integración de los inmigrantes en términos laborales y culturales.
Los primeros estudios estuvieron influenciados por las discusiones sociológicas alrededor de la noción de asimilación cultural de la década de 1920. Los sociólogos Robert Park y Ernest Burgess, dos de los principales exponentes de la Escuela de Sociología de Chicago, sostienen en 1921 que la “asimilación es el proceso de interpenetración y fusión en el cual personas y grupos adquieren las memorias, sentimientos y actitudes de otras personas o grupos y, compartiendo su historia y experiencias, están incorporados con ellos en una vida cultural común”. Para los autores, una comunidad se asimila a otra cuando se fusiona culturalmente a esta, por lo que adopta como propios su pasado e identidad cultural, de manera que, asumiendo un nuevo aparataje cultural, deja de lado el suyo propio. En ese sentido, un proceso de asimilación completo tiene lugar cuando hay una fusión cultural de un grupo en otro que no permite identificar elementos culturales foráneos en el grupo asimilado.4
Los trabajos de abogado Samuel Guy Inman y del historiador Gerhardt Neumann son paradigmáticos en esta perspectiva y se enfocan en dos aspectos, la manera en que los migrantes adoptan los elementos culturales locales, y las muestras de rechazo que reciben tanto de las comunidades como de las élites y los estados. Los textos sugieren que, entre más distintas culturalmente sean las comunidades receptoras de los inmigrantes, y en ese sentido, entre menos dispuestos se encuentren estos a adoptar las particularidades culturales de aquellos, las muestras de rechazo van a estar siempre presentes. Esto se hace evidente en el caso que señala Neumann acerca de los inmigrantes que vinieron en calidad de refugiados a Colombia desde Europa del Este en la década de 1930, quienes a causa de sus diferencias culturales basadas en el idioma, la religión, el bajo nivel cultural que, consideraban, tenía la población colombiana, además de fuertes diferencias climáticas y geográficas entre Colombia y sus países de origen, nunca lograron integrarse a la conservadora, católica y poco educada sociedad colombiana, por lo que fueron blanco de innumerables muestras de rechazo público y de políticas migratorias restrictivas.5
Estos primeros estudios analizan obras de intelectuales que abordaron el problema migratorio a Latinoamérica, las cuales son esenciales para examinar los discursos de las élites atravesados por determinismos raciales y geográficos. Además, fuentes como prensa y jurisprudencia fueron fundamentales para analizar las muestras de rechazo experimentadas por los migrantes, la imagen que los locales tenían de ellos y las restricciones legales que enfrentaron. Llama la atención el grado de observación directa a los propios migrantes que se puede identificar en estos textos, lo cual se comprende si se tiene en cuenta que los autores fueron contemporáneos con los fenómenos migratorios, lo que les permite tener una percepción más nítida de los inmigrantes que facilita descripciones muy vivas de elementos como la forma en que se vestían, sus actividades laborales, la manera en que los locales los percibían y la forma en que se desenvolvían socialmente.
Pese a que la asimilación completa parece ser la preocupación de estas miradas sociológicas, existe una temprana contribución del historiador ruso- americano John F. Normano que, en 1934, analiza la migración japonesa a Brasil desde una perspectiva socioeconómica. A partir del uso de fuentes primarias como censos, actas consulares, documentos de embarque de pasajeros, estadísticas, etc., Normano estudia las actividades laborales de estos migrantes, lo que, de acuerdo con su perspectiva, lo aleja por la pregunta por la asimilación, puesto que asume que una migración de carácter laboral no implicaría un proceso de integración cultural, de manera que separa las dos esferas de análisis y no ve en las actividades económicas un mecanismo de integración. En ese sentido, pese a que el autor se enfoca en el estudio de las actividades laborales y económicas de los japoneses en Brasil, no establece un vínculo entre estas y la manera en que tuvo lugar el proceso de integración de dichos migrantes en ese país.6
Ya cerca de 1960 es posible apreciar la transición a una perspectiva de carácter laboral que si comienza a establecer dicha relación. El trabajo del lingüista Eugenio Chang-Rodríguez marca claramente este proceso, pues comprende la migración china a Latinoamérica como un proceso laboral, de manera que define las causas de este movimiento migratorio como una combinación de las circunstancias económicas en China y Latinoamérica, un push and pull económico y comienza a ver en las actividades laborales de los inmigrantes un mecanismo de integración social. Esto, a diferencia de Normano, le permite a Chang-Rodríguez analizar la manera en que las actividades laborales de estos migrantes, que desde mediados del siglo XIX se concentraron en las plantaciones de productos como la caña de azúcar en países como Cuba, y de producción de elementos como el guamo en Perú, pero que después de comienzos del siglo XX se diversificaron e incluyeron el comercio al por mayor y al detal en el marco de las conexiones entre Latinoamérica y los mercados internacionales, influenciaron la forma en que los locales los percibieron. Pese a esto, el autor no considera las concepciones racializadas de las élites de los países latinoamericanos como uno de los factores fundamentales para explicar el marcado y sistemático rechazo del que fueron víctimas estos migrantes, elemento central en contribuciones futuras acerca de este grupo migratorio, lo cual tiene que ver con el hecho de que Chang-Rodríguez, pese a que considera brevemente la integración de los migrantes y algunos de los factores que influencian dicho proceso, se interesa principalmente por el carácter netamente laboral de la migración china en la región.7
En la década de 1960 es posible notar las primeras contribuciones desde un eje propiamente laboral, cambio que tiene lugar como respuesta a la influencia de las nuevas tendencias con respecto a los conceptos de cultura y asimilación cultural de la sociología, en donde Milton Gordon es uno de los principales exponentes. Este autor implementa un modelo de asimilación cultural que, alejándose de perspectivas como la de Park y Burgess, acepta que el proceso de interacción de dos comunidades es un intercambio simbólico que las afecta a ambas. Dicho modelo se basa en criterios como la adopción de elementos culturales como la lengua y la religión; la participación de los miembros de una comunidad en las instituciones de la otra; los matrimonios mixtos; el desarrollo de sentido de pertenencia en la comunidad receptora; la inexistencia de actitudes prejuiciosas y discriminatorias; la ausencia de enfrentamientos violentos de corte político, etc. Para Gordon, un proceso de asimilación implica el cumplimiento de todos estos fenómenos, lo cual usualmente no es el caso en las primeras generaciones de inmigrantes; lo que sucede es un proceso de integración parcial en donde solo tienen lugar algunos de ellos. Esta visión de la asimilación influencia en buena medida los estudios acera de las migraciones en las décadas siguientes porque proporciona los criterios esenciales para el análisis de los procesos de integración de los inmigrantes.8
Es por esta influencia que los estudios después de 1960 analizan los procesos de integración social de los inmigrantes, pero ya no solo en términos de su adopción de elementos culturales locales, sino que tiene en cuenta factores como sus aportes en la cultura local, los cambios demográficos que generaron y, sobre todo, su participación en instituciones económicas y políticas de las regiones donde se asentaron. Los textos de los sociólogos James Tigner y Gino Germani muestran esta influencia de la sociología en los sesentas. Germani crea un concepto propio de asimilación cultural, el cual se fundamenta en el clásico concepto de Melting Pot, usado ampliamente por la sociología, a partir del cual analiza las corrientes migratorias en Argentina como grandes procesos de mezclas culturales en donde el país es comprendido como un amplio espacio abierto a la recepción de muchas culturas especio en el cual estas se mezclan y dan como resultado un nuevo prototipo nacional. Por su parte, Tigner comprende las actividades económicas de los migrantes okinawenses como su elemento de integración central en la sociedad boliviana. Este último autor sí señala directamente que las actividades económicas de los okinawenses, las cuales estuvieron enfocadas en la agricultura y el establecimiento de colonias alrededor de dichas actividades, fueron determinantes para su proceso de integración en tanto que la producción agrícola de dichos inmigrantes , sobre todo de arroz, insertó nuevas variantes de productos en Bolivia que se convirtieron en producto de consumo de muchas personas en el país, además de convertirse en una fuerza modernizadora al ayudar a revitalizar los mercados bolivianos. En ese sentido, estos trabajos dejan ver las diferentes perspectivas de análisis que se perfilaban en la época y la manera en que se cruzan, una que se preocupaba aún por la asimilación de los inmigrantes y otra que ya comenzaba a explicar las causas de la migración y los procesos laborales a partir de los cuales los migrantes se integraron a las sociedades receptoras.9
Entre 1930 y 1970 entonces es posible notar en la literatura una preocupación central por el grado de asimilación cultural de los inmigrantes, la cual va perdiendo relevancia a partir de los sesentas, cuanto se comienzan a encontrar trabajos de corte más socioeconómico que comienza a establecer una relación entre las actividades económicas de los inmigrantes y sus procesos de integración social a los países en los que se asentaron. Lo que esto muestra es que, en este periodo, aunque de manera modesta, surge una de las cuestiones centrales de los estudios de las migraciones, los procesos de integración de los inmigrantes, y además, se evidencia el comienzo de un abordaje socioeconómico de estos procesos, los cuales van a ser analizados desde una perspectiva laboral a partir de 1990, y posteriormente, desde una perspectiva socio-racial a partir del 2000.10
3. Migración y trabajo
Los estudios de la migración a Latinoamérica prosperan en la década de 1990, periodo en el que surge el interés de las ciencias sociales por el estudio de esta temática desde un enfoque socioeconómico. Esta perspectiva responde a fuertes cambios historiográficos en Latinoamérica que comenzaron en 1970 pero que tuvieron su punto máximo en la década de 1990, y que, a través de escalas locales y regionales, se centraron en analizar el desarrollo socioeconómico de los países latinoamericanos entre 1870 y 1940. La influencia del Marxismo y de los Annales en la academia latinoamericana ayudó a cimentar una perspectiva socioeconómica que se preocupó por la formación de las economías internas, las estructuras socioeconómicas de la región, los movimientos obreros y la inserción de las economías latinoamericanas en los mercados globales, lo cual explica el porqué de un interés por las migraciones desde una perspectiva laboral y sus contribuciones a las economías locales. Se puede ver cómo la perspectiva económica de las migraciones se inscribe en discusiones más amplias acerca del desarrollo socioeconómico de los países de la región en un periodo que, usualmente, es el clásico en el que se han analizado las migraciones, desde finales del siglo XIX hasta 1930.11
Esta perspectiva se enfoca en analizar las causas de las migraciones, la inserción y actividades laborales de los inmigrantes y las muestras de rechazo que estas generaron. Esta literatura también examina factores como la procedencia de los inmigrantes, su raza y sus contribuciones sociales en el análisis de sus procesos de integración, sin embargo, las actividades laborales adquieren protagonismo al ser sus mecanismos centrales de entrada e integración social.
Los trabajos en este enfoque son hechos por académicos Latinoamericanos, pero también, aunque en menor medida, anglosajones. La mayoría de trabajos en la década de 1990 son artículos, los cuales siguen la línea de la revista Estudios Migratorios Latinoamericanos, la cual, editada por el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA), es pionera en el campo y desde 1993 hasta 2013 publicó artículos que abordan una amplia gama de temas como las actividades laborales de los inmigrantes, sus procesos de integración, sus rutas de dispersión y redes de apoyo, las legislaciones migratorias nacionales, etc. Además, después del 2000 aparecen estudios acerca de procesos migratorios hacia fuera de la región. Los artículos en este periodo usualmente abordan un fenómeno migratorio en un país o región particular, por lo que no es común encontrar contribuciones que hagan uso de escalas espaciales transnacionales.12
Los libros son escasos, pero es posible encontrar unos pocos, también publicadas por el CEMLA, acerca de las migraciones españolas e italianas en Argentina.13 Esos textos sobresalen entre la mayoría de libros acerca de la migración árabe a Latinoamérica, que son compilaciones de capítulos de autores diferentes que abordan cada uno el caso de algún país particular. Este es el caso de los trabajos editados por Raymundo Kabchi, y por Ignacio Klich y Jeffrey Lesser, los cuales surgen como una respuesta a la excesiva concentración de estudios migratorios para el caso de los Estados Unidos.14
La mirada económica señala un patrón de integración en las sociedades latinoamericanas que comienza con las actividades laborales de los inmigrantes, las cuales generan en muchas ocasiones sentimientos de rechazo, bien sea por parte de las élites o de las clases obreras, lo que a su vez se traduce en manifestaciones y políticas anti-inmigratorias. El trabajo de John Rosselli es un muy buen ejemplo de este patrón, puesto que, a través del análisis de las actividades laborales de algunos inmigrantes italianos como artistas y cantantes de ópera en Buenos Aires, muestra cómo este oficio representó un factor de inclusión social que generó resentimientos entre los artistas locales.
Para el autor, pese a que estas actividades fueron acogidas al principio del proceso migratorio de los italianos, una vez la industria musical y teatral en Argentina comenzó a desarrollarse y a posicionar artistas locales, estos comenzaron a percibir de manera negativa a los artistas italianos, a quienes veían como peligrosa competencia laboral. Ahora bien, pese a que este trabajo resulta interesante en tanto que aborda el caso italiano, y por consiguiente analiza actividades económicas diferentes a la de grupos migratorios como los chinos, el autor no tiene en cuenta los muchos otros tipos de actividades económicas desempeñadas los italianos, que fueron el mayor grupo migratorio a ese país, como el comercio, y la influencia de estas en sus procesos de integración. En consecuencia, y pese a que el interés del autor sea el negocio de la ópera, esto genera una visión fragmentada tanto de las actividades económicas de los migrantes como de la influencia que estas tuvieron en la forma en que fueron percibidos por los locales.15
Para comprender esta perspectiva es necesario examinar más de cerca los elementos en las que se enfoca. Con respecto a las causas de la migración, la literatura señala que fueron mayoritariamente económicas y que se comprenden a través de una mirada que combina las circunstancias de las regiones de donde provenían los inmigrantes y del crecimiento económico que comenzaba a fortalecerse en América Latina a finales del siglo XIX. Sin embargo, esta literatura hace fuerte énfasis en las circunstancias nacionales latinoamericanas, por lo que señala constantemente que la mayoría de los países implementaron una serie de proyectos para atraer migrantes, bien para asentarse y trabajar en proyectos agrícolas, poblar el territorio y modificar los componentes raciales y morales de los locales, o para trabajar como mano de obra en las plantaciones de café, azúcar, cacao, en la construcción de líneas ferroviarias e infraestructura, así como en diferentes proyectos mineros, lo cual incentivó los movimientos migratorios a la región y fortaleció las economías. En ese sentido, esta perspectiva se enfoca en los pull factors, no en los push factors de las migraciones, lo cual se comprende por el uso mayoritario de escalas nacionales en estudios que no contemplan a fondo las circunstancias económicas que obligaron a los inmigrantes a dejar sus territorios de origen.
Esta manera de explicar las causas de la migración permite construir una tipología acerca de los distintos inmigrantes que, por sus condiciones raciales y lugares de procedencia, desempeñaron unos u otros oficios. Una lectura de los trabajos que analizan los diversos grupos migratorios permite hacer dicha tipología, puesto que muestra que los inmigrantes chinos, japoneses y afroantillanos inmigraron bajo el auspicio de tratados binacionales que permitían la creación de contratos para trabajar como empleados a sueldo en los diferentes proyectos agrícolas, mineros e infraestructurales. Por su parte, casi la totalidad de los inmigrantes europeos migraron en calidad de colonizadores para trabajar como agricultores con condiciones mucho mejores que las de los chinos y los japoneses. Los migrantes árabes, por su parte, migraron de forma espontánea y se dedicaron, sobre todo, a actividades comerciales.16
Autores que analizan las migraciones afroantillanas, europeas, asiáticas y árabes señalan que esta tipología ayuda a entender las manifestaciones de rechazo y las políticas restrictivas que enfrentaron los migrantes. Los españoles fueron rechazados por la clase obrera en Cuba, al igual que los italianos en Argentina, por monopolizar el comercio local y los puestos laborales, de igual manera que los chinos y japoneses fueron atacados en Cuba, Perú y Brasil por la clase obrera, cuyos miembros consideraban que estos inmigrantes acaparaban sus trabajos por sueldos menores y peores condiciones laborales. Los afroantillanos sufrieron la misma suerte en Sur y Centro América, mientras que los migrantes árabes despertaron el resentimiento de las élites y comerciantes locales por su éxito económico. La literatura señala entonces que la diversidad migratoria, y sus actividades laborales, generó distintos tipos de rechazo, bien sea desde las clases obreras o desde las élites.17
De acuerdo con esto, las muestras de rechazo se pueden dividir en tres grandes grupos de acuerdo a su procedencia. La primera proveniente de las clases obreras, las cuales se dirigen principalmente hacia los contingentes chinos y los afroantillanos, y en menor medida hacia los europeos, y que se materializó en ataques violentos, protestas anti-migratorias, saqueos, etc. Un segundo grupo, proveniente de las élites comerciales, dirigida sobre todo hacia los inmigrantes árabes y sus actividades laborales comerciales, y por lo tanto no acordes a los proyectos agrícolas de expansión económica de las élites, y que se evidenció en muestras de desprestigio hacia sus actividades comerciales. Finalmente, una proveniente de los intelectuales, la cual afectó principalmente a los chinos y afroantillanos, y en menor medida a los japoneses y árabes, las cuales se evidencian en imposición de cuotas de entrada a los países de la región, prohibición de actividades comerciales, sociales y culturales, e incluso la expulsión de grandes contingentes de distintas regiones, como en el caso de los chinos que fueron expulsados de Sonora en 1931.18 La literatura se concentra, sobre todo, en los dos primeros grupos puesto que estos señalan de manera más clara una relación entre las actividades laborales de los inmigrantes y los tipos de restricciones que enfrentaron, mientras que la tercera, que tiene que ver también con la procedencia de los migrantes y sus componentes raciales, va a ser más central en la perspectiva socio-racial.
Sin embargo, no debe perderse de vista que, para el caso de las migraciones chinas y afrodescendientes, las más estigmatizadas por los discursos deterministas de raza y procedencia, esta perspectiva usa también la categoría de raza para analizar las muestras de rechazo y las políticas anti-inmigratorias implementadas por los gobiernos locales, puesto que para estos casos en particular los prejuicios raciales, de clase y laborales se mezclaron para generar narrativas de exclusión más poderosas. Teniendo en cuenta el racismo rampante que estas comunidades sufrieron, la literatura no puede ignorar estos discursos de principios del siglo XX, por lo que los mezcla con los prejuicios laborales para explicar los tipos de rechazos que estos grupos enfrentaron. Aun así, nunca desaparece del foco el que estos contingentes, por las paupérrimas condiciones laborales a las que estaban expuestos eran una opción mucho más barata para los terratenientes empleadores, quienes preferían contratarlos porque consideraban que, a diferencia de los inmigrantes considerados blancos, eran más resistentes a las extremas condiciones de trabajo como las largas jornadas bajo el sol extremo. Esto muestra, en últimas, la puga entre intelectuales y grandes terratenientes a principios del siglo XX, la cual giraba en torno al dilema entre fortalecer la economía a pesar el peligro racial que implicaban estos inmigrantes a los ideales de nación, o a renunciar a mayores ganancias eliminando la participación de estos contingentes de sus proyectos.
Pese a que la raza fue una categoría de análisis para analizar las muestras de rechazo y restricciones hacia los inmigrantes asiáticos y afroantillanos, en la mayoría de las ocasiones el aspecto racial se supedita al laboral para efectos de estas explicaciones, lo cual se puede ver en los casos de los afroantillanos y haitianos en Cuba, los japoneses en Perú y los árabes en todo Latinoamérica. En el primer caso, algunos trabajos que abordan la migración a Cuba hacen un recorrido por la legislación migratoria y dejan ver cómo los discursos raciales se conjugan con los económicos y laborales para constantemente modificar las leyes migratorias en la isla, en unas ocasiones restringiendo las migraciones chinas y dándole preferencia a las europeas y otras veces regulando la migración europea atendiendo a las exigencias de la clase obrera que pedía mejores condiciones laborales. Este tipo de regulaciones coinciden con el establecimiento de alianzas de clase que traspasan las barreras raciales, entre obreros blancos, negros y asiáticos, para demandar mejores condiciones laborales. Con respecto a los japoneses en Perú, los estudios señalan que fueron atacados por su éxito económico en las ciudades una vez escaparon de las plantaciones a las que fueron asignados, lo cual conllevó a motines violentos a sus negocios, manifestaciones anti-migratorias en las calles y peticiones a los gobiernos locales para restringir sus actividades laborales. En el caso de los árabes, la literatura muestra que las clasificaciones raciales suelen quedar en segundo plano cuando se trata de narrativas de rechazo porque no fue posible clasificarlos racialmente en alguna de las categorías existentes a principios del siglo XX.19
La relación que establece esta corriente entre las actividades económicas de los migrantes y las muestras de rechazo que estas generan se puede notar de manera muy clara en los estudios de la migración árabe, los cuales muestran cómo sus mecanismos de inserción económica fueron los principales motivos de rechazo. Dichos estudios analizan el proceso de integración de los árabes en Latinoamérica, que comienza con sus actividades como vendedores ambulantes, luego dueños de pequeños negocios que venden mercancía al por mayor y al detal, hasta convertirse en grandes empresarios responsables del desarrollo económico de los lugares en donde se asientan, lo que les da la oportunidad de ascender socialmente. Este grupo recibe muestras de rechazo debido a sus actividades comerciales, ya que despiertan sospechas en los comerciantes y élites económicas, lo que lleva a señalamientos en las prensas locales donde se les acusa de ser peligrosos para la economía, de llevar a cabo prácticas ilegales como el contrabando y la usura, de no aportar a la economía desde los proyectos agrícolas ni desde el consumo debido a su austero estilo de vida, etc.20
La inmensa mayoría de trabajos utilizan escalas nacionales y, en esa misma medida, utilizan también fuentes nacionales. En el caso de los estudios históricos se usan sobre todo fuentes primarias como censos poblacionales, archivos comerciales, de cámaras de comercio, prensa, correspondencia, documentos notariales, obras de intelectuales, e incluso testimonios orales de inmigrantes de tercera y cuarta generación, etc. Por su parte, las contribuciones sociológicas y antropológicas usan, sobre todo, fuentes secundarias, que complementan entrevistas, encuestas y etnografías, métodos que se usaron para investigar comunidades migratorias en estudios en la década de 1960, o para tomar testimonios orales de los hijos y nietos de los inmigrantes.21
El enfoque nacional permite que se pueda hacer un seguimiento más minucioso de la participación económica de los migrantes en los países en los que se asentaron, y en esa misma medida, la manera en que dicha participación, junto con prejuicios raciales y culturales, se puede evidenciar en las muestras de rechazo y restricciones estatales hacia los inmigrantes. Sin embargo, dado el uso de escalas nacionales, no realiza un acercamiento comparativo que muestre patrones de semejanza y discordancia entre los diferentes países de la región con respecto a las actividades económicas de los migrantes y los efectos que esto causó en sus procesos de integración. Además, se dejan por fuera las redes de circulación de personas, bienes, dinero, ideas e información que los migrantes establecieron en sus diásporas, sin mencionar las relaciones familiares y gubernamentales transnacionales que estos fenómenos ayudaron a forjar, las cuales también permanecen inexploradas.
Este enfoque deja muy clara la forma en que la presencia de los inmigrantes aportó a las economías de los lugares en los que se asentaron. Sin embargo, las contribuciones en esta categoría, aunque sí mencionan aportaciones de los inmigrantes de tipo cultural y social, y usan categorías raciales y de clase para explicar las restricciones impuestas, tienden a presentar esos elementos en secciones independientes y separadas las unas de las otras, y en ese sentido giran alrededor del foco laboral, sin el establecimiento de una relación más estrecha que muestre la forma en que todos estos elementos configuran un panorama más amplio acerca de los procesos de integración de los inmigrantes.
En resumidas cuentas, esta perspectiva comprende las actividades laborales de los inmigrantes como su mecanismo central de integración. Sin embargo, en la década del 2000 comienza a aparecer otra manera de analizar los procesos de integración de los inmigrantes, pero ya no a partir de sus actividades laborales solamente, sino de la manera en que los ideales racializados de nación de los países de la región influenciaron dichos procesos.
4. Migración e ideales de nación
En la década del 2000 tuvo lugar un cambio de perspectiva, la cual se enfocó en la relación entre las migraciones y los ideales racializados de nación imperantes a comienzos del siglo XX en Latinoamérica. Esta mirada descentraliza el factor económico del análisis y lo relaciona con categorías como raza, nación e identidad, con el fin de comprender la manera en que la confluencia de estos factores y los ideales nacionalistas, basados en determinismos raciales, modificaron la recepción y el proceso de integración de los inmigrantes. Esta perspectiva señala que las restricciones a los inmigrantes estuvieron directamente relacionadas no solo con sus actividades laborales, sino con su raza y procedencia y los diferentes proyectos e ideales de nación. Estos ideales, fuertemente racializados, aspiraban a modernizar los países, por lo que se apoyaban en dos grandes pilares, la revitalización racial y moral de las poblaciones a través de proyectos de mestizaje, que para el caso debe entenderse como blanqueamiento, y el crecimiento económico, el cual estaba fuertemente relacionado con la conexión de las naciones latinoamericanas con los mercados internacionales. Es por eso que se buscó implementar proyectos para atraer inmigrantes europeos que se mezclarían con las poblaciones locales para blanquearlas e instruirlas moral y culturalmente, además de ser la fuerza que impulsaría las economías y traería la modernidad.
En ese sentido, esta perspectiva privilegia el análisis de los siguientes ejes: los discursos nacionalistas racializados de nación y la manera en que los migrantes y sus conformaciones raciales influenciaron dichas relaciones; las muestras de rechazo y restricciones sociales y estatales que enfrentaron los inmigrantes, las cuales son vistas como una radiografía de los proyectos nacionales de las élites y los intelectuales de la región, y finalmente, las identidades que desarrollaron los migrantes ante la presión de dichos ideales de nación y la forma en que, a través de estas, negociaron su pertenencia y ciudadanía. Esta perspectiva, en últimas, es una manera de analizar los ideales de nación en América Latina a través de las migraciones y constituye un espejo para entender los proyectos de los países de nuestra región.
Influenciado por el fortalecimiento de la historia cultural en Latinoamérica, la cual comenzó a estar en boga desde comienzos del siglo XXI y que se enfocó en el estudio de las identidades locales y regionales dentro de los distintos países, y de los tipos de relaciones étnicas y raciales que estas identidades constituyen, este enfoque nota la centralidad de los discursos racializados en los ideales de nación e identidad nacional. Es por esto que muestra cómo las categorías raciales, y los prejuicios asociados a ellas, son el lente a partir del cual las élites percibieron a los inmigrantes. En ese sentido, la categoría de raza se hace fundamental para este análisis cultural de la manera en que los inmigrantes se integran, además de favorecer un análisis de las identidades que ellos desarrollaron en sus procesos migratorios. Además de eso, la influencia de enfoques globales y atlánticos, y su intento por integrar a Latinoamérica en discusiones más amplias, genera que en esta perspectiva surjan los primeros intentos por llevar a cabo estudios que, a través de escalas transnacionales y metodologías comparativas, analizan las migraciones como fenómenos transnacionales, si no globales, al menos regionales.22
A diferencia del acercamiento económico, es la academia angloparlante la que lidera este movimiento; sin embargo, también se puede notar la participación de académicos latinoamericanos. El trabajo del historiador canadiense Ben Nobbs- Thiessen es una de las contribuciones más recientes a los estudios migratorios a través de una perspectiva transnacional, ya que analiza el proceso de colonización de los territorios tropicales del oriente boliviano por inmigrantes provenientes de México, Estados Unidos y Okinawa, haciendo un análisis profundo de las circunstancias socioeconómicas de esos territorios y la manera en que estas influenciaron las migraciones.
El estudio señala la manera en que dicha colonización afectó los discursos de modernización en Bolivia en la segunda mitad del siglo XX, de manera que los ideales de nación y ciudadanía se modificaron de forma tal que fuera posible incluir, o al menos no excluir directamente, a los inmigrantes japoneses, los cuales no tenían especial cabida en un discurso de mestización que, al menos nominalmente, hacía especial énfasis en la herencia indígena en ese país. Sin embargo, el autor señala cómo existieron resistencias hacia la migración de este grupo en virtud de los prejuicios racializados de las élites, quienes no consideraban a los okinawenses, relacionados directamente con los japoneses, como un factor benéfico para su ideal de ciudadanía y nación.
Ben Nobbs-Thiessen usa una escala amplia en tanto que analiza las rutas y patrones de dispersión de migrantes de distintos países, México, Estados Unidos y Okinawa, señalando las diferencias en la forma en que cada uno de estos migrantes se establecieron en Bolivia y la manera en que cada uno de estos grupos migratorios representó un proceso migratorio distinto con patrones de integración diferentes en virtud de, entre otras cosas, las actividades económicas y las condiciones racializadas de los inmigrantes. Con todo, y dado que el autor se interesa por analizar la manera en que estas migraciones afectaron los espacios naturales en Bolivia gracias a sus actividades económicas, su énfasis se torna más económico que racial al establecer una estrecha relación entre los discursos de modernidad y el cambio geográfico y espacial causado por los movimientos migratorios, por lo que el análisis desde la categoría de raza se centra, sobre todo, en las comunidades que más rechazo enfrentaron en virtud de las concepciones racializadas de modernidad y progreso, como los okinaweneses.23
También es posible encontrar unos pocos artículos de revista que hacen estudios transnacionales y que se integran en esta tendencia24. Estos trabajos son representativos en esta línea porque, además de prestar especial atención a los discursos racializados de modernidad y progreso, y la forma en que estos afectaron la recepción e integración de los grupos migratorios que analiza, utilizan escalas más amplias, yendo más allá del análisis solamente nacional de los países a los que llegaron los migrantes. Esto tiene varias ventajas. En el caso del trabajo de Suzuki, el autor analiza la manera en que la formación de una identidad propia de los migrantes okinawenses en Bolivia fue un proceso que implicó la influencia tanto de la cultura japonesa como la de la boliviana. Es por eso que logra mostrar, en su interpretación acerca de la manera en que se crearon las identidades con las cuales estos inmigrantes lograron negociar su pertenencia, cómo estas estuvieron directamente ligadas tanto a los pull como a los push factor que motivaron dicho movimiento migratorio, lo cual implica un análisis transnacional que pueda mostrar las influencias de las dos naciones, los procesos económicos y políticos que generaron la migración, y la forma en que estos influenciaron la formación de una determinada identidad binacional.
Por su parte, el trabajo de Moya logra ofrecer un panorama general de la influencia de los diferentes movimientos migratorios en los procesos económicos, políticos, sociales y culturales en Latinoamérica en un periodo que va desde la Colonia hasta las migraciones de finales del siglo XIX y principios del XX. En ese sentido, el autor usa una escala transnacional que le permite hacer una radiografía general de las migraciones, sus implicaciones y formas de integración de los distintos grupos migratorios en América Latina. Finalmente, la contribución de Truzzi usa una escala transnacional, la cual utiliza a través de un enfoque comparativo que logra contraponer los procesos migratorios de los árabes en Brasil y en Estados Unidos. De esta manera, el autor logra señalar las similitudes y diferencias acerca de la influencia tanto de los prejuicios racializados, los imaginarios de ciudadanía y nación, y las actividades económicas de estos migrantes en sus procesos de integración en estos dos países.
Debido a la novedad de la empresa transnacional, son pocos los trabajos que se han realizado en esta línea, y los que se han hecho no tienen solo una perspectiva histórica sino sociológica y antropológica. La contribución de los sociólogos estadounidenses David Scoot FitzGerald y David Cook-Martin es un muy bien ejemplo de cómo desde la sociología se intentan analizar las políticas anti inmigratorias desde una perspectiva más amplia. Sin embargo, pese a que el libro es escrito en su totalidad por los dos autores, cada uno de sus capítulos se centra en un país particular en Latinoamérica, sin que haya un intento por conectarlos y analizar dichas políticas a un nivel regional. Pese a eso, visto de manera amplia, el libro hace una contribución importante en tanto que muestra cómo, en diferentes países de la región, las formas de interpretar racialmente a los grupos migratorios por parte de las élites y las poblaciones en general, fueron fundamentales para comprender los tipos de resistencia que enfrentaron y, por consiguiente, sus procesos de integración social. Con todo, el hecho de que no haya un intento unificador que condense y cruce los análisis hechos en cada uno de los capítulos genera que al final haya una imagen fragmentada de dichos procesos, lo que lleva a que el trabajo no logre mostrar patrones en las formas de comprender los procesos de ideales racializados de formación de nación y ciudadanía en la región y su influencia en los procesos de integración de las distintas comunidades migrantes en los distintos países de Latinoamérica.25
En esta misma línea es posible encontrar contribuciones que, en un primer intento por proporcionar un análisis más amplio acerca de los movimientos migratorios, son compilaciones de capítulos hechos por diferentes autores, los cuales analizan los casos de procesos migratorios en diferentes países de la región, o presentan estudios comparativos acerca del caso de un grupo migratorio en varios países. Los trabajos editados por Samuel Baily y Eduardo José Míguez, y por Nicola Foote y Michael Goebel, ejemplifican esta tendencia, con la particularidad de que analizan los procesos migratorios en función de su relación con los proyectos de nación de las élites latinoamericanas.26
Estos trabajos abordan diferentes procesos migratorios en diversos países de Latinoamérica, por lo que, como en el caso del trabajo de David Scoot FitzGerald y David Cook-Martin, logran crear un marco de referencia, aunque poco interconectado, de los procesos migratorios generales en la región y son útiles para que el lector pueda comenzar a establecer relaciones de semejanza y diferencia entre dichos procesos. Con todo, el trabajo editado por Foote y Goebel desarrolla un método que relaciona directamente las categorías de raza, ciudadanía y nación en diferentes procesos migratorios en la región, por lo que se enfoca específicamente en la manera en que las migraciones influenciaron los procesos de formación de nación en Latinoamérica y los ideales de ciudadanía en varios países, lo que a su vez termina por ser un análisis por la forma en que dichos ideales también afectaron directamente la manera en que las comunidades inmigrantes se integraron a los países en donde se asentaron. En ese sentido, este trabajo usa la noción de raza como categoría de análisis para analizar los procesos de integración de los migrantes en la región, por lo que resulta de suma utilidad para los lectores en tanto que les permite identificar patrones en los ideales de nación y ciudadanía en la región y en cómo estos implicaron diferentes tipos de procesos de integración en los distintos grupos migratorios en los países de la región.
Pese al intento de analizar los procesos migratorios desde una perspectiva transnacional, el uso de escalas nacionales sigue siendo la tendencia principal, por lo que es posible encontrar más contribuciones que relacionan migración y nación dentro de territorios nacionales. Los historiadores estadounidenses Jason Oliver Chang y Jeffrey Lesser analizaron las migraciones chinas a México y los procesos migratorios a Brasil, respectivamente, utilizando escalas nacionales.27 A esta tendencia se suman una serie de artículos en enciclopedias y revistas como Oxford Research Encyclopedia of Latin American History; German History; Immigrants & Minorities: Historical Studies in Ethnicity, Migration and Diaspora, lo que muestra cómo en la actualidad la historiografía de las migraciones a Latinoamérica sigue enmarcándose dentro de las fronteras nacionales. Con todo, es posible identificar una clara tendencia a abordar de manera directa la relación entre raza, ciudadanía y nación y el papel que dicha relación jugó en la integración de los inmigrantes, siempre entendidos como procesos de doble vía, es decir, como fenómenos en donde terminan siendo afectadas tanto los grupos migratorio como las sociedades receptoras y sus ideales de raza, ciudadanía y nación.28
Miremos entonces un poco más de cerca los focos de análisis en los que se concentra esta perspectiva. La literatura hace énfasis en que, además de la serie de discursos nacionalistas que tenían como uno de sus ejes fundamentales la migración de europeos, a finales del siglo XIX a esos proyectos se le sumaron los planes, ideados por las élites económicas, de traer inmigrantes temporales para trabajar como mano de obra en los proyectos de expansión económica de los países de la región.29
A diferencia de la perspectiva económica, este abordaje comprende los movimientos migratorios como elementos centrales en los discursos nacionalistas, bien sea porque se ajustan a dichos ideales de nación, como en el caso de los europeos, sobre todo los alemanes, o porque no cabían en ellos por sus características raciales y culturales, como el caso de los afroantillanos, chinos y japoneses, o como el caso de los árabes, que eran difíciles de clasificar en las categorías raciales de la época, que giraban en torno a lo blanco, lo negro, lo indígena, las razas amarillas, etc. Para esta forma de analizar las migraciones, la raza es una categoría primordial, puesto que señala cómo los europeos, quienes se consideraba pertenecían a una raza superior, estaban llamados a establecer colonias permanentes en los territorios, mientras que los chinos, japoneses y afro-antillanos solo eran considerados obreros a sueldo temporales que no estaban incluidos en los ideales de nación ideados por las élites latinoamericanas.
Los trabajos que abordan las migraciones afroantillanas, chinas y japonesas muestran la centralidad de la categoría de raza como uno de los elementos de análisis en los estudios de las naciones latinoamericanas en el marco de los procesos migratorios. Estos trabajos muestran cómo la llegada de las comunidades afro-antillanas al Caribe y Centro América, los chinos a México y Cuba, y los japoneses a Brasil, colisionó de manera abrupta con los discursos de nación que rechazaban la migraciones negras y asiáticas por considerarlas perjudiciales para sus proyectos nacionales, ya que suponían que sus componentes raciales implicaban características físicas y morales no aptas para el mejoramiento de sus comunidades y el fortalecimiento de sus economías.30
Es por esto que esta perspectiva también analiza las políticas racistas y anti-inmigratorias que se les impusieron a los inmigrantes, pero ahora como una radiografía de los ideales y tipos de nación que se estaban formando a comienzos del siglo XX. En este punto la historiografía diferencia entre aquellas muestras de rechazo que recibieron los inmigrantes en función de su raza. Aquellos que se enfocan en las migraciones asiáticas y afroantillanas analizan las muestras xenofóbicas y las restricciones que fueron impuestas a estos contingentes a principios del siglo XIX, las cuales giraban en torno a la expulsión o restricción de entrada a Cuba, Centro América y México, saqueos a sus negocios, instigaciones físicas, e incluso masacres, como la de 1911 a la comunidad china en el norte de México.31 Por otro lado, quienes abordan las migraciones europeas y judías señalan que las muestras de rechazo y restricciones a estas comunidades no surgieron en virtud de sus componentes raciales, puesto que estos eran considerados blancos, sino que se dieron en el marco del recrudecimiento de los discursos nacionalistas y anti-inmigratorios que apelaban a elementos esencialistas a partir de la década de 1930.32
La historiografía muestra entonces que los movimientos discriminatorios y restrictivos dependieron de la raza de los inmigrantes y de los discursos nacionalistas, en donde los contingentes negros, chinos y japoneses fueron rechazados en el marco de unos proyectos de nación que se fundamentaba en fantasías eugenésicas de modificación racial que buscaban blanquear a la población, como puede apreciarse en el caso de los chinos en Cuba y Perú, los japoneses en Brasil o los afroantillanos en Colombia, por mencionar solo algunos casos. Por otro lado, los europeos fueron discriminados en el marco de proyectos nacionalistas que excluían la presencia de cualquier elemento extranjero y que clamaban por la naturalización e inclusión cultural de todos los inmigrantes, como el caso de los alemanes en Brasil o los italianos en Argentina en la década de 1930.
Pese a las restricciones impuestas a los inmigrantes, esta corriente señala que su participación en las economías nacionales, en la expansión de las infraestructuras locales y su participación en movimientos sociales, políticos, y hasta revolucionarios, contribuyó enormemente al desarrollo de las naciones de la región. De esta forma, se relaciona la perspectiva socioeconómica, porque ciertamente la presencia de los migrantes influenció en gran medida la participación de Latinoamérica en las economías mundiales, con sus contribuciones y participación en movimientos de independencia como el caso de los chinos en Cuba, lo cual les abrió las puertas al derecho a la ciudadanía como retribución por su participación; o con el impacto de las teorías políticas anarquistas traídas de Italia por los inmigrantes en los movimientos obreros en Argentina, lo que ayudó a crear un balance de poder entre las élites económicas y las clases obreras; o con la modificación de los discursos raciales en Brasil, Cuba y Colombia a causa de la recepción de inmigrantes no deseados que debilitaron los discursos de mestizaje blanco imperantes en las dos primeras décadas del siglo XX, con la finalidad de mostrar que la presencia de los inmigrantes influenció los ideales de nación desde varias esferas como la económica, la social, la política y la racial, etc.33
Esta perspectiva retira del foco del análisis la participación laboral de los inmigrantes y la entrecruza con aspectos políticos, raciales y, finalmente, culturales, que muestran una imagen más plural de sus dinámicas de integración y cómo estas estuvieron en constante tensión con los modelos de nación que se buscaban implementar en la región. Esta imagen plural toma un tinte cultural cuando los análisis se interesan por las identidades de los inmigrantes, aquellas que desarrollan una vez emigraron.
La literatura divide en dos esferas los tipos de identidades, aquellas que buscan identificar a los inmigrantes con las comunidades en donde se asientan, las cuales negocian constantemente estas comunidades y son usadas como elemento de integración, y las que los atan a su pasado cultural, las cuales, en algunos casos, son desarrolladas en la diáspora. En el caso de las primeras, los estudios de las migraciones europeas señalan cómo se negocian constantemente con las comunidades locales, de manera que, a partir del contacto cotidiano con estas, surgen sentidos de pertenencia que atan a los inmigrantes a la comunidad local, pero en donde se conservan elementos culturales previos que también los identifican con sus comunidades de origen, como el caso de los alemanes brasileros y los judíos e italianos argentinos. El caso opuesto, en donde los inmigrantes se aíslan en asentamientos étnicos herméticos que difícilmente les permite negociar sus identidades, dificulta su integración, como en el caso de los primeros asentamientos de alemanes en Brasil, lo cual llevó inevitablemente al despliegue de agresivas estrategias estatales de nacionalización que tuvieron su pico en la década de 1930 bajo el régimen de Getulio Vargas y que implicó medidas como la prohibición de la lengua alemana en espacios públicos, la conformación de instituciones culturales y la clausura de escuelas e institutos alemanes.34
Los estudios acerca de las migraciones árabes y judías hacen énfasis en el segundo tipo de identidades, puesto que estas poblaciones desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia nacional hacia sus regiones de origen ya en la diáspora, una vez se fundó el Estado de Israel y, en consecuencia, se ocupó Palestina y se recrudeció lo que se conoce como el conflicto árabe-israelí. Estos trabajos examinan dichos fenómenos y muestran dos cosas, cómo este tipo de conflictos puede viajar con los inmigrantes, y en ese sentido, presentarse actos de violencia entre los dos grupos en las comunidades locales, como el caso de Argentina, y el hecho de que esas identidades judo-argentinas o judeo-brasileñas ayudan a fortalecer lazos culturales y diplomáticos entre estos países con Israel, lo cual genera una ampliación beneficiosa, al menos en estos casos, de las relaciones diplomáticas de estos países, lo cual se traduce en acuerdos comerciales, diplomáticos y culturales. El punto es que, el desarrollo de los dos tipos de identidades estuvo en un diálogo constante con los nacionalismos y los símbolos de identificación nacional, los cuales mostraron resistencia al desarrollo de dichas identidades porque desafiaban sus identidades esencialistas de nación.35
En todo caso, es posible notar cómo la literatura integra los diversos tipos de identidades que los migrantes desarrollaron a los análisis de los discursos nacionalistas y muestran que procesos como la creación de identidades euro- brasileras o euro-argentinas influenciaron los discursos esencialistas que apelaban a elementos puramente internos como símbolos de identidad y abrieron paso a discursos de identidad nacional más amplios en los que se incluían elementos externos como parte de una serie de simbologías plurales que han formado las identidades de dichos países.36
El enfoque comparativo que permite el uso de una escala transnacional permite ver patrones y discordancias en los ideales de nación y del papel de los migrantes en estos. Además de eso, muestra relaciones de tipo comercial y de asentamiento de los migrantes, entre muchas otras, que las escalas locales no pueden mostrar. Sin embargo, la aplicación de este enfoque metodológico para las investigaciones de la migración a Latinoamérica aún se encuentra en sus etapas embrionarias, por lo que se hace necesario el desarrollo de estudios transnacionales que, además, vayan más allá de la década de 1930 con el fin de poder responder preguntas como las siguientes: ¿cuáles, y de qué tipo, fueron las relaciones que establecieron los diferentes flujos migratorios con los ideales de nación en Latinoamérica?, ¿de qué manera las migraciones influenciaron esos ideales?, ¿cuáles han sido las diferencias entre los procesos de integración de los diferentes grupos migratorios en países Latinoamericanos con distintos ideales raciales, como por ejemplo en los casos de Haití y Argentina?, ¿de qué manera los factores raciales y económico-laborales de los inmigrantes se han relacionado en las diferentes regiones del continente y qué efectos han tenido esas diversas interacciones en los procesos de integración social de los inmigrantes?, ¿cuáles han sido las rutas de movilidad y circulación establecidas por las migraciones?, entre otras.
5. Los estudios de las migraciones en Colombia
El interés por los procesos migratorios en Colombia es un fenómeno relativamente nuevo y escaso, probablemente porque, en comparación con Argentina, Brasil y Cuba, el país recibió muy pocos inmigrantes. Sin embargo, existió una oleada de interés en las migraciones al país en la década de 1990, justamente cuando surgían los estudios de las migraciones a América Latina. Esta oleada se centró principalmente en las migraciones árabes, lo cual se comprende si se tiene en cuenta que, sin contar las migraciones españolas en la época de la Colonia, ni las migraciones afro-antillanas de finales del siglo XIX a la entonces región colombiana de Panamá, la migración árabe fue uno de los flujos migratorios más grandes que ha experimentado Colombia.
Los trabajos pioneros de Fawcett y González, publicados como artículos de investigación, analizan la migración árabe a Colombia a partir de una amplia recolección de fuentes primarias como prensa, legislación, censos, documentos notariales, fotografías y testimonios orales. Estos textos responden a un movimiento general en Latinoamérica que también estudia las migraciones árabes a la región.37 En 1996 The Americas. A Quarterly Review of Latin American History le dedicó su volumen 53 a las migraciones del Medio Oriente a América Latina, lo que marca el punto de partida de las discusiones historiográficas de esta migración a la región. A esta contribución se suman el trabajo coordinado por Raymundo Kabchi, patrocinado por la Unesco, y el editado por Ignacio Klich y Jeffrey Lesser. Sin duda hay un intercambio de ideas y un diálogo entre los autores latinoamericanos con los colombianos, muestra de ello son los continuos agradecimientos y referenciaciones que hace Fawcett al trabajo de Ignacio Klich, uno de los historiadores que más ha investigado la migración árabe a Brasil.38
El interés por la migración árabe a Colombia también siguió la tendencia general de América Latina, la cual se enfocó en las actividades laborales de los migrantes como actividad de integración; apenas llegaron a Latinoamérica se dedicaron casi que exclusivamente al comercio como vendedores ambulantes, actividad de la cual lograron ganar capital para fundar pequeños negocios que vendían todo de tipo de mercancía. Con el tiempo, esos negocios fueron creciendo y los inmigrantes se hicieron importadores y exportadores, comenzaron a participar en la industrialización de las regiones donde trabajaron y se hicieron fundamentales en el desarrollo económico de las sociedades receptoras. Este éxito económico les permitió ganar reconocimiento social, lo cual les dio acceso a participación política, actividad que, se acuerdo con Fawcett, es la muestra más palpable de la integración social de esa comunidad en Colombia.39 La literatura muestra que, con algunas excepciones, como que en Colombia los árabes sí participaron en actividades agrícolas activamente, el patrón en el país fue el mismo. De esta forma, estos estudios le dieron primacía a un análisis de las actividades comerciales de los inmigrantes árabes, puesto que fue una actividad fundamental para su integración social a la comunidad colombiana.
Esta preocupación por la inserción económica de los inmigrantes permeó los estudios posteriores al 2000, los cuales abordaron la migración de grupos migratorios como los italianos en Barranquilla, los japoneses en el Valle del Cauca, los chinos en el centro del país y los árabes, sobre todo, en la Costa Atlántica. Esa literatura se enfoca en analizar, a través del uso de escalas nacionales, pero sobre todo locales, las causas de estos pocos movimientos migratorios al país, las actividades laborales que desarrollaron, sus efectos sobre la economía, las muestras de rechazo que recibieron y las restricciones estatales y la legislación anti-migratoria que tuvo lugar.40
En ese sentido, una buena parte de la literatura de las migraciones a Colombia se ajusta a la perspectiva socioeconómica que analiza las migraciones a Latinoamérica, con algunas particularidades que vale la pena mencionar. La historiografía de las migraciones en Colombia, sobre todo la que aborda la migración árabe, le da un espacio importante al análisis de las actividades políticas de los inmigrantes, patrón que también se puede notar en la historiografía de las migraciones árabes a Latinoamérica, pero que se desdibuja en el caso de otros contingentes migratorios. Esto se comprende si se tiene en cuenta la alta injerencia que tuvieron estos inmigrantes en las arenas políticas en muchos países de Latinoamérica, así como en el caso colombiano, sobre todo en la Costa Atlántica, pero llama la atención que la participación política de los italianos o los japoneses no haya recibido tanta atención como en el caso de los árabes.
Con respecto a la participación política de los inmigrantes, buena parte de la literatura que analiza la migración árabe a Colombia sigue el patrón de inclusión social que establece Fawcett en sus estudios pioneros.41 De acuerdo con este patrón, los árabes llegaron al país, comenzaron a integrarse económicamente a la sociedad colombiana como vendedores ambulantes, actividad que les generó ganancias suficientes para poder fundar tiendas en las que vendían un variado surtido de elementos de uso diario, sobre todo telas. Dichos negocios fueron creciendo hasta convertirse en importantes casas comerciales que participaron activamente en la economía de importación y exportación en el país, y en ese sentido, fueron elementos importantes en la conexión de Colombia con los mercados internacionales. De acuerdo este patrón, la participación en este tipo de actividades comerciales posibilitó que los árabes consolidaran una importante posición económica, lo que a su vez les dio la entrada a las élites de importantes ciudades comerciales como Barranquilla y Cartagena en las dos primeras décadas del siglo XX, y en ese sentido, les permitió comenzar a participar en actividades políticas a nivel local, regional, y finalmente, nacional, lo cual es considerado en esta perspectiva como la mayor muestra de su rápida integración al país. Esto se ejemplifica con la presidencia de Julio César Turbay Ayala, hijo de inmigrantes libaneses, que ocupó el cargo de primer mandatario entre 1978 y 1982.42
Sin embargo, y pese a que esta interpretación es fundamental para mostrar la gran influencia de las actividades económicas y comerciales de los árabes en regiones como la Costa Caribe y las regiones de las riveras de los ríos Atrato y Sinú, paradójicamente no logra situar la consolidación económica y comercial de estos migrantes, piedra angular de su exitoso proceso de integración, en el panorama de intenso desarrollo económico, comercial e industrial que caracterizó la economía colombiana en las primeras décadas del siglo XX gracias a las exportaciones de café y la revitalización comercial e industrial que esto causó. Los estudios que se enmarcan en esta línea de análisis presentan un fallo metodológico fundamental al no situar las actividades económicas de estos migrantes en el contexto económico del país a principios del siglo XX porque, por un lado, ofrece una explicación de su proceso de integración, en términos económicos, pero desconectada de los fenómenos económicos a los que los árabes se integraron y que, en últimas, permitieron su éxito económico, pero más importante aún, porque parece legitimar una visión en la que estos inmigrantes consolidaron su posición económica gracias a su trabajo fuerte, honradez, frugalidad y a su experiencia cultural como vendedores, visión que, además de romántica, se queda corta si no se le sitúa en el escenario socioeconómico del país en el que los árabes desarrollaron sus actividades comerciales.
Por otra parte, sin contar los trabajos que abordan las migraciones árabes, es casi inexistente una línea de análisis que reflexione acerca de las muestras de rechazo social que los inmigrantes pudieron haber experimentado en el país, lo cual es uno de los focos centrales de análisis en las contribuciones que abordan estas migraciones en otros países de Latinoamérica. Finalmente, también son casi inexistentes los trabajos que estudien la relación entre migración, raza y nación en Colombia; sin embargo, hay unos pocos trabajos que analizan esta relación y que muestren la manera en que las nociones raciales en las que estuvieron fundamentados los proyectos de nación en las primeras décadas del siglo XX afectaron las experiencias de los inmigrantes en Colombia43.
Existen unos pocos estudios que sí se enfocan en las narrativas racializadas de creación de la nación colombiana en las primeras tres décadas del siglo XX y la manera en que estas afectaron la recepción de los inmigrantes que llegaron a Colombia. Estos trabajos dejan ver los ideales de nación en el siglo XIX y XX, por lo que señalan que Colombia estaba, en ese mismo periodo, a la vanguardia de las discusiones en América Latina con respecto a los prototipos raciales en que se basaban dichos ideales, y en ese sentido, en los tipos de migraciones que buscaban implementar. Los trabajos muestran que, aunque los planes para atraer migrantes al país fueron un fracaso, pese a la abundante legislación que se encuentra al respecto, los ideales raciales, y por lo tanto de procedencia de los inmigrantes, jugaron un papel fundamental a la hora de aceptar o declinar los proyectos inmigratorios para poblar los territorios baldíos en el país que se contemplaron a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del XX, y en las experiencias de integración de los inmigrantes.44
Los trabajos de Ana María Rhenals y Francisco Flórez presentan un cambio de perspectiva fundamental en tanto que analizan el proceso de integración social de los árabes al país a partir de la noción de raza como categoría de análisis. Los autores parten del hecho de que las categorías racializadas imperantes en Colombia a principios del siglo XX jugaron un papel fundamental en la forma en que la sociedad colombiana recibió a los distintos grupos migratorios que llegaron al país. Rhenals y Flórez sitúan el proceso de integración de los árabes en un escenario socio racial y de acelerado desarrollo económico en el país, en donde Barranquilla y Cartagena fueron ejes comerciales fundamentales en donde los árabes desarrollaron sus actividades comerciales. De acuerdo con los autores, ante la masiva llegada en la segunda década de 1920 de un número significativo de migrantes afroantillanos, negros, al país, las élites costeñas comenzaron a ver a los migrantes árabes, que no eran considerados blancos a su llegada al país a finales del siglo XIX, como una opción más favorable y asimilable a los ideales de ciudadano que buscaban implementar en ese momento, blanqueado, moderno, limpio y productivo en términos económicos. Bajo esta interpretación, los árabes, al no ser negros y haber consolidado una importante posición económica, se integraron fácilmente a la sociedad colombiana, lo cual deja ver la centralidad de las categorías racializadas en el proceso de integración de los inmigrantes.45
Ahora bien, esta explicación deja ver por qué, al no ser negros, los árabes fueron aceptados por las élites y los afroantillanos no, pero no es claro explicando por qué, al tampoco ser considerados blancos, fueron igualmente fácilmente integrados. Esto se debe a que los autores no analizan en qué categoría racial fueron clasificados los árabes bajo los estándares y las categorías de las élites de la época, y en ese sentido, descuidan el hecho de que durante las primeras décadas del siglo XX se fortaleció un ideal, que gravitó en los proyectos de blanqueamiento de las élites durante todo el siglo XIX, a partir del cual se buscaba consolidar un ciudadano mestizo, pero sobre todo banqueado. La interpretación de Rhenals y Flórez adquiere más consistencia si se sitúa el cambio favorable de las élites hacia los árabes no solamente en el hecho de que fueron vistos como una especie de precio de consolación ante los numerosos intentos fallidos de las élites por traer inmigrantes europeos a blanquear el país, sino además en el ideal de ciudadano mestizo que se envisionaba para la República, el cual ciertamente no era negro, es decir, estaba blanqueado, era higiénico, saludable y productivo. Se puede considerar que es probable que los árabes se ajustaron a dicho ideal de ciudadano, teniendo en cuenta que no eran negros y habían consolidado una importante posición de clase que, en últimas, les ayudó a ser considerados inmigrantes blanqueados, y por consiguiente, asimilables.
Por su parte, casi la totalidad de los trabajos acerca de la migración a Colombia son artículos de investigación en revistas escritos, en buena parte, por historiadores, pero también por sociólogos y antropólogos, en su mayoría colombianos. Solamente unas pocas contribuciones son libros publicados que analizan procesos migratorios a Colombia, y en este caso, la mayoría acerca de la migración árabe. Con respecto a esta comunidad, los trabajos de Pilar Vargas y Luz Marina Suaza; Enrique Yidi Daccarett, Karen David Daccarett, Martha Lizcano Angarita; y Joaquín Viloria de la Hoz, son las monografías existentes. También hay algunos pocos trabajos de otros contingentes como el del historiador Luis Eduardo Bosemberg acerca de la migración alemana a Colombia y su participación fundacional en la aviación colombiana; y el de la antropóloga Inés San Miguel, el cual, a través de fotografías, testimonios orales y fuentes japonesas, analiza el proceso de migración japonés al Valle.46
Este panorama muestra varias cosas. Las investigaciones con respecto a la migración en Colombia, además de escasas, no han sido objeto de proyectos de mayor envergadura que impliquen, con contadas excepciones, la escritura de libros que analicen a profundidad los fenómenos migratorios. Además de eso, se puede notar que, de entre lo poco que se ha escrito, la migración árabe ha recibido especial atención, sobre todo por académicos de la Costa Caribe. Al igual que los artículos, los libros publicados también son de perspectiva mayoritariamente histórica, aunque es posible encontrar contribuciones desde la antropología y la sociología, lo cual muestra la interdisciplinaridad del campo de estudio.
También en la década de 1990, en 1995 específicamente, la cineasta e historiadora colombiana Camila Loboguerrero produjo una serie de nueve documentales, los cuales se encuentran publicados en el portal web de la RTVC, en donde se muestran los procesos de llegada e integración de los principales grupos migratorios al país, como los alemanes, judíos, italianos, árabes, españoles, argentinos, japoneses, etc. A través de entrevistas y relatos de inmigrantes de primera generación y descendientes, cada documental presenta las experiencias de un contingente con respecto a las causas de su migración, las actividades económicas que realizaron y los tipos de discriminación que enfrentaron. En estas producciones es posible ver, a través de rostros, experiencias, historias de amor, de trabajo, de nostalgias que atravesaron el Atlántico, la diversidad de los contingentes que llegaron al país, las diferentes actividades que realizaron, las diversas rutas de distribución que siguieron, las identidades que desarrollaron y cómo esos elementos influenciaron el rumbo que tomaron sus procesos de integración.47
Loboguerrero deja ver en esta diversidad diferentes esferas de acción que son, en potencia, posibles campos de investigación para los teóricos de las migraciones a Colombia, ya que muestra las diversas actividades en donde la participación de los migrantes fue fundamental, como en movimientos culturales y artísticos en la segunda del siglo XX, o su participación en los proyectos agrícolas de colonización de tierras y cultivos el Valle, o el acelerado crecimiento económico de la Costa Atlántica en el mismo periodo, lo cual abre la puerta a la investigación de estas migraciones desde perspectivas socio-culturales y medioambientales que se enfoquen en estudiar sus aportaciones en el campo intelectual colombiano y en la manera en que sus trabajos modificaron los espacios y los ecosistemas de las zonas en las que se asentaron.
Finalmente, vale la pena llamar la atención acerca de la poca atención que se le ha prestado a la mujer inmigrante en Colombia, dado que solo uno de los libros listados anteriormente, el de las profesoras Pilar Vargas y Pilar Suaza, aborda un contingente migratorio desde la perspectiva del papel de las mujeres, lo cual, si se mira a la luz de la escasa participación de autoras que han escrito acerca de la migración, muestra la predominancia masculina tanto en los objetos de estudio, que analizan las experiencias de los inmigrantes y sus procesos de integración desde una perspectiva masculina, como en los académicos que producen dichos estudios, panorama que no difiere mucho al de Latinoamérica en general.48
Como se puede apreciar, la historiografía de las migraciones a Colombia se puede situar, casi que mayoritariamente, en la perspectiva socioeconómica que analiza las migraciones a América Latina y que utiliza escalas espaciales nacionales y regionales para analizar los estudios migratorios. Sin embargo, se pueden encontrar también algunas propuestas que ven en el estudio de las migraciones una manera de comprender los ideales de nación y ciudadanía en Colombia a principios del siglo XX, las cuales, sin embargo, no utilizan escalas de análisis transnacionales, elemento hasta ahora inexistente en la historiografía de las migraciones a Colombia, lo cual ayuda a explicar el porqué del aislamiento casi que completo de la academia colombiana en este tema y el olvido al que las narrativas históricas han condenado a los inmigrantes que llegaron a nuestro país.
6. Conclusión
Con la intención de hacer un balance introductorio de algunas de las investigaciones más representativas acerca de las migraciones a Latinoamérica, he identificado dos perspectivas generales de análisis a partir de las cuales se han estudiado los flujos migratorios, un acercamiento económico/laboral y otro socio- racial. He propuesto que la primera categoría se enfoca en las causas de la migración y en las actividades laborales de los inmigrantes, estableciendo una relación entre dichos elementos, las muestras de rechazo que enfrentaron y las restricciones que surgieron por parte de la población y de los estados. Esta categoría, aunque utiliza la categoría de raza y cultura para analizar las muestras de rechazo de los inmigrantes, lo hace, sobre todo, en los casos de los contingentes racialmente más marginadas, sin que la categoría laboral deje de ser parte fundamental de las explicaciones de estos fenómenos.
La segunda perspectiva cambia de aproximación y se enfoca en la forma en que los ideales racializados de ciudadanía y nación afectaron la manera en que las naciones latinoamericanas recibieron y adoptaron a los inmigrantes. En ese sentido, señalé que la literatura analiza los discursos nacionalistas que encontraron los migrantes a su llegada; las restricciones que enfrentaron; la relación entre raza, nación y ciudadanía en dichos discursos, y las identidades culturales que desarrollaron los inmigrantes en dicho escenario. Propuse que un análisis que relacione esas categorías permite explicar la forma en que los procesos de integración y las restricciones impuestas estuvieron directamente relacionadas con los ideales de nación en Latinoamérica.
Con respecto a Colombia, la escasa literatura disponible del tema se puede situar, sobre todo, en la categoría económica, puesto que se preocupa, en buena medida, por comprender las causas de corte económico de las migraciones y las actividades laborales en las que se desempeñaron los inmigrantes en sus patrones de dispersión en el país. Sin embargo, es posible apreciar unos estudios que se preocupan por la relación entre migración, nación y ciudadanía los cuales resultan novedosos para el estado de la cuestión en Colombia y se ajustan a corrientes de análisis actuales en la región.
En ese marco, mostré algunas de las contribuciones más representativas de estos enfoques, y algunas fallas metodológicas que, de abordarse, fortalecerían las interpretaciones propuestas acerca del relativamente rápido y exitoso proceso de integración social de los inmigrantes árabes en el país. Señalé que tanto el acercamiento de corte económico como el que usa la noción de raza como categoría de análisis no logran situar apropiadamente sus interpretaciones en un marco contextual más grande en el que los procesos que señalan acerca de la integración de estos inmigrantes tuvieron lugar. Con respecto al primero, señalé que la literatura no situaba la consolidación económica de los árabes en el escenario de desarrollo económico, comercial e industrial en el que las actividades comerciales de los árabes se desarrollaron. Con respecto al segundo, argumenté que, pese a que la literatura en esta perspectiva tiene en cuenta tanto el escenario socio económico del país y a las categorías racializadas que jerarquizaban a los inmigrantes como deseables o no deseables, esta parece no tener en cuenta los discursos acerca del mestizaje que envisionaban un tipo de ciudadano mestizo, higiénico y productivo, pero sobre todo blanqueado, por lo que pareciera que atribuyen el cambio favorable de las élites costeñas hacia estos inmigrantes solamente a la decepción de estas por no recibir inmigrantes europeos y a su miedo ante la llegada de inmigrantes negros no deseados, dejando inexplorado el hecho de que los árabes pudieron ajustarse al ideal de ciudadano mestizo que envisionaban las élites de principios del siglo XX.
Esto breve análisis muestra un elemento fundamental con respecto al proceso de integración social de estos inmigrantes en la sociedad colombiana y a las interpretaciones hechas por la literatura hasta el momento. Es fundamenta adelantar una perspectiva en la que se utilicen las nociones de raza y de clase como categorías de análisis para analizar, de manera amplia, la forma en que se integraron los inmigrantes árabes al país. Esto implica entonces combinar los dos tipos de acercamientos desarrollados hasta ahora en una sola interpretación que logre situar dicho proceso en un escenario socio racial amplio que tenga en cuenta tanto el contexto de desarrollo económico del país como las categorías racializadas de la época. Una interpretación de ese tipo sería capaz de abordar la manera en que los árabes fueron aceptados, blanqueados, por las élites costeñas, en virtud de un ideal de ciudadanía y nación que imaginaba un ciudadano moderno, blanqueado y productivo, es decir, con ciertas características raciales y socioeconómicas determinadas.
Pude notar que los estudios en Colombia se ajustan, de manera general, al desarrollo temático y metodológico de las discusiones al respecto de la migración en Latinoamérica. Esto se puede ver en los periodos de florecimiento de los estudios, los cuales coinciden para el caso colombiano y para las tendencias en la región, razón por la cual la inmensa mayoría de los estudios colombianos de las décadas de 1990 y el 2000 tienen una perspectiva económica, las cuales analizan procesos migratorios a partir de escalas nacionales y regionales. Sin embargo, también se puede notar que Colombia aún no se integra sistemáticamente a discusiones actualmente en boga en la academia anglosajona, las cuales tienen que ver con la relación de las migraciones con los discursos de raza, ciudadanía y nación de finales de siglo XIX y principios del XX a partir de una perspectiva transnacional, aunque para ser justos, dicha perspectiva, inexistente en Colombia, es aún embrionaria tanto en la academia anglosajona como en la latinoamericana.
Pese a esto, sí considero necesario la implementación en Colombia de enfoques que, sin dejar de lado las cuestiones económicas de la migración, estudien la manera en que lo pocos inmigrantes que llegaron convivieron con las fantasías raciales de nación y ciudadanía y lograron negociar sus identidades culturales en pro de integrarse a la sociedad colombiana. También es importante adoptar perspectivas comparadas que nos permitan mirar nuestros procesos migratorios en comparación con los de otros países de la región, de manera que sea posible incluir a Colombia en unos procesos migratorios que fueron continentales, y en ese sentido, de naturaleza transnacional, y comprender el papel que jugó el país en dicho proceso. Eso es beneficioso porque nos permitiría comparar con otros países las contribuciones que los migrantes han hecho en diferentes esferas sociales y las diferencias que esas contribuciones señalan con respecto a otras regiones. Además, nos permitiría ver la forma en que su presencia influenció la manera en que se envisionó la nación colombiana a principios del siglo XX, y en ese sentido, nos dejaría ver qué tan integrado o aislado estaba nuestro país en ese entonces a las discusiones acerca de la creación de las naciones latinoamericanas, lo cual abre un nuevo campo de estudio, al menos desde una perspectiva Atlántica, que permitiría estudiar los discursos de formación nacional en Latinoamérica como un fenómeno regional, el cual incluía a Colombia, a través del fenómeno de las migraciones, de naturaleza implícitamente transnacional.