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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

Print version ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.27 no.2 Bucaramanga July/Dec. 2022  Epub Dec 03, 2022

https://doi.org/10.18273/revanu.v27n2-2022011 

Articles

Un mercado terapéutico en tres actos: representaciones en torno a oferentes de salud y sus estrategias en el teatro argentino (Buenos Aires, 1920)1

A healing market in three acts: representations around health providers and their strategies in the argentine theater (Buenos Aires, 1920)

Um mercado terapéutico em tres atos: representares em torno dos ofertantes de saúde e suas estratégias no teatro argentino (Buenos Aires, 1920)

María Dolores Rivero1 
http://orcid.org/0000 0002-0068-3281

1 Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Doctora en Historia. Licenciada en Historia. Miembro del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS). Código ORCID: https://orcid.org/00000002-0068-3281. Correo electrónico: doloresriv@gmail.com.


Resumen

El presente estudio tiene por objeto analizar la comedia sainetesca titulada “La botica de enfrente”, cuyo autor -Arturo Lorusso- fue médico, farmacéutico, dramaturgo, político y escritor de múltiples obras. De manera concreta, nos proponemos examinar las complejas representaciones construidas por el escritor en torno a personajes del campo del curar (boticarios, farmacéuticos, médicos, dentistas y obstetras) y, a partir de ellas, alumbramos lógicas de competencia y posicionamiento en un mercado terapéutico. Se concluye que la propuesta teatral (abordada a partir de una metodología cualitativa, anclada en un análisis histórico hermenéutico) devela la existencia de un escenario mestizo en la Buenos Aires de 1920, surcado por procesos de profesionalización particulares, por una sociedad de masas efervescente integrada por inmigrantes, por clivajes de género, entre otros elementos.

Palabras clave: representación teatral; mercado; competencia.

Abstract

This study aims to analyze the sainetesc comedy “The pharmacy across the Street”, whose author -Arturo Lorusso- was a medical doctor, pharmacist, playwright, politician, and prolific writer. We propose inquire, specifically, the authors complex representations, built around the characters related to the action of healing (apothecaries, pharmacists, medical doctors, dentists, and obstetricians), and, from this point on, we catch a glimpse of the logic of competition and positioning in the healing market. It's concluded that the play (approached from a qualitative methodology, with strong roots on the hermeneutic historical analysis) unveils the existence of a mixed scene in the 1920s Buenos Aires, furrowed/divided by its singular professionalization process, an effusive mass society, compounded by immigrants and gender gaps/cleavages, among other issues.

Keywords: theatrical representation; market; competition.

Resumo

O presente estudo tem como objetivo analisar a comédia sainetesca intitulada “La botica de frente”, cujo autor -Arturo Lorusso- foi médico, farmacéutico, dramaturgo, político e escritor de múltiples obras. De forma concreta, nós propomos a examinar as complexas representaré es construídas pelo escritor em torno de personagens da área da cura (boticários, farmacéuticos, médicos, dentistas e obstetras) e, a partir delas, vamos acender a lógica da competirlo e do posicionamento em um mercado terapéutico. Conclui-se que a proposta teatral (abordada a partir de uma metodologia qualitativa, ancorada em um análise histórico- hermenéutico) revela a existéncia de uma cena mestira em Buenos Aires em 1920, atravessada por processos particulares de profissionalizarao, por uma sociedade de massas efervescente integrada por imigrantes, por clivagens de género, entre outros elementos.

Palavras chave: representarao teatral; mercado; competéncia.

1. Introducción

El 15 de julio de 1920 veía la luz, en las páginas de una revista teatral, la obra titulada “La botica de enfrente”. Se trataba, de acuerdo a los especificado por la editorial, de una comedia sainetesca desarrollada en tres actos, cuyo autor -Arturo Lorusso- ha sido identificado como médico, farmacéutico, dramaturgo, político y escritor. Sin lugar a dudas, la conjunción de todas las faenas que involucran dichas profesiones/ocupaciones coadyuvó a que Lorusso ideara una pieza con características singulares; la historia transcurría en un pueblo imaginario de la provincia de Buenos Aires y sus protagonistas estarían ligados, en diferentes niveles e intensidades, al campo de la salud y la enfermedad. En efecto, boticarios, farmacéuticos, médicos, dentistas y obstetras dan cuerpo a una trama con matices burlescos, festivos y también críticos.

Los estudios históricos que se interrogan por la existencia y prácticas de sujetos no diplomados vienen engrosando sus filas en Argentina en la última década. Ciertamente, el mercado de sanación -signado por la presencia de un sinnúmero de personajes que ejecutan diversos sistemas de diagnóstico y curación- se ha convertido en un tópico pregnante de la agenda de historiadores e historiadoras de la salud y la enfermedad. Sin embargo, la revisión de la bibliografía nacional especializada permite avizorar dos tendencias; por un lado, la profusa producción que coloca en el centro de la escena analítica la ya extensamente conocida rivalidad entre la medicina académica y otros agentes,2 como también las actividades y trayectorias de personajes particulares susceptibles de ser ubicados en la categoría de híbridos, o en los márgenes y fronteras de la biomedicina.3 Tal vez, las excepciones a esta propensión provengan, principalmente, de la antropología de la salud.4

Por otro, la escasa formulación de preguntas de investigación a partir del estudio de fuentes literarias o, de manera más amplia, del mundo del arte. Claro que esta inclinación no es exclusiva de las indagaciones que se abocan al redil de los “otros curadores”; en términos generales, la historiografía del binomio salud/enfermedad no devela la existencia de una tradición que recoja hechos y procesos a partir de este tipo de vestigios. En este sentido, cabe destacar un conjunto pesquisas señeras que, aunque enfocadas en dolencias particulares -como la tuberculosis- y en coyunturas de crisis epidemiológicas, ingresaron en el estudio de la literatura, el tango y la poesía.5 En esa misma línea, la fiebre amarilla y sus imágenes en las postrimerías del siglo XIX también despertaron el interés de investigadores e investigadoras del campo.6 Finalmente, vale remarcar que el cine, aunque de forma aislada, igualmente se ha tornado un nicho a partir del cual revisitar ciertas prácticas y saberes en torno a la salud.7

Todas estas propuestas son parte del vasto mosaico de lo que Armus ha denominado la historia socio-cultural de la enfermedad; vertiente que involucra narrativas que habilitan “descubrir aspectos de las identidades individuales y colectivas, sancionar valores culturales y estructurar la interacción entre enfermos y proveedores de atención a la salud”8. Claro que esta línea analítica -cimentada en la valoración de fuentes hasta ahora consideradas “no ortodoxas”- no puede pensarse escindida de un movimiento más amplio; en efecto, la historiografía en general ha mostrado un corrimiento, un giro hacia la literatura a partir del surgimiento de nuevos interrogantes. De este modo, “se parte de textos literarios para recrear tal o cual aspecto de [...] culturas pasadas, al que resultaría bastante difícil llegar a partir de otro tipo de fuentes”.9 En este sentido, los textos literarios se consideran más que meros paisajes de los relatos de historiadores e historiadoras; por el contrario, adquieren entidad propia a partir del reconocimiento de que “la ficción, así como todas las herramientas que emplea el autor para producir el texto, tanto materiales como cognitivas, están dadas socialmente y hacen parte de la realidad social que experimentan los escritores”.10

Es en este plano que situamos nuestro estudio, aunque -de acuerdo a lo antes expuesto- procurando presentar una mirada superadora de la clásica oposición diplomados versus otros oferentes, cuyo anclaje teórico viene remitiendo casi exclusivamente a un proceso de medicalización desparejo, complejo, cambiante y ambiguo.11 12 Y es que, si bien resulta insoslayable que “La botica de enfrente” fue escrita por un facultativo, partimos de considerar que su riqueza, en tanto fuente, radica en que posibilita ahondar en las complejas representaciones edificadas por el autor en torno a personajes del campo del curar y, a partir de ellas, alumbrar lógicas de competencia y posicionamiento en un mercado terapéutico delimitado. En términos teóricos, este último puede ser comprendido como el grupo de prestaciones de cuidados disponibles es un espacio dado, en cuya base se encuentran lógicas de oferta y demanda. Se trata de una construcción que, en sintonía con nuestras actuales inquietudes, presenta la bondad de habilitar la “apertura hacia una concepción de las relaciones entre la medicina universitaria y otras prácticas médicas, no atrapada en la dicotomía más común que separa la medicina académica del resto de ofertas”.11

Por su parte, la noción de representación social asume una amplia dimensión, clave para nuestro estudio, designando al “conjunto de formas teatralizadas y estilizadas mediante las cuales los individuos, los grupos y los poderes construyen, proponen e imponen una imagen de sí y de los grupos subalternizados. Pensado de esta forma, el concepto de representación conduce a comprender el mundo social y el ejercicio del poder según un modelo relacional pues, en última instancia, la eficacia de toda representación radica en la percepción y el reconocimiento de los destinatarios y de la adhesión o la distancia con los mecanismos de persuasión puestos en acción”.13

A partir de este andamiaje teórico, y de una metodología cualitativa (anclada en un análisis histórico-hermenéutico, que implica un ejercicio interpretativo del corpus documental)14 arrojaremos luz sobre las estrategias de competencia y posicionamiento llevadas a cabo por un conglomerado de personajes que integraban -en el imaginario de Lorusso- un escenario mestizo y específico en 1920. Este último, indiscutiblemente, se halló surcado por procesos de profesionalización particulares, por una sociedad de masas efervescente integrada por inmigrantes, entre otros elementos.

El artículo se encuentra estructurado en cuatro secciones; la primera de ellas habilita un acercamiento al autor de la obra, a sus orígenes, su formación profesional y a sus primeros pasos en el plano de la escritura. Convergentemente, este apartado muestra el escenario político, social y cultural de los albores del siglo XX para el espacio considerado. El segundo segmento presenta una sinopsis de la pieza teatral, juntamente con datos representativos respecto a su puesta en escena y a la selección de actores para dar vida a los personajes elaborados por Lorusso. El tercer apartado se centra en las representaciones construidas en torno al protagonista del sainete y a las figuras femeninas que transitan “la botica”, en clave relacional; finalmente, el cuarto segmento permite ingresar en el campo de las estrategias de competencia y posicionamiento de los personajes en un mercado terapéutico específico.

2. El autor y su escenario de época

Tal y como lo expresa López Martínez, “el autor, además de escritor, es también ciudadano, está vinculado a las dinámicas de un grupo social, mantiene opiniones y prácticas políticas, interactúa con el sistema de producción, desarrolla esquemas mentales de su mundo, lo representa, y lo vierte en su discurso y en sus prácticas, entre ellas la literaria”15. En el presente apartado, entonces, ingresaremos en el escenario de época del prolífico autor de obras como “Manchita de Oro”, “Diputado por Barracas”, “Antonio mío”, “Un negocio redondo” y, el objeto de nuestras actuales inquietudes, “La botica de enfrente”.

Arturo Lorusso, originario de la provincia de Cosenza, del sur de Italia, arribó a Buenos Aires a finales del siglo XIX. A diferencia del derrotero de una vasta mayoría de inmigrantes, el de Lorusso se halló signado por la formación profesional y académica de su padre; se trataba de un ingeniero agrónomo que pisó la costa del Plata a propósito de la habilitación que le otorgaría nada más y nada menos el rey italiano Humberto I. De este modo, se realizó el viaje de ultramar que le posibilitó al padre de Lorusso sentar las bases de la Facultad de Agronomía. Proviniendo, entonces, de una familia con estudios superiores, el cosentini16 se graduó primero de farmacéutico y luego de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.17 En este punto, cabe no perder de vista que, desde 1854, los estudios de Farmacia se desarrollaban el seno de la Facultad de Ciencias Médicas;18 que en 1890 se hallaron organizados en forma de Escuela de Farmacia y desde 1919 como Escuela de Farmacia y Bioquímica. De manera que durante los años de estudios universitarios de Lorusso, ambas carreras se encontraron imbricadas y, como veremos en las páginas siguientes, también en pugna.

El contacto con la escritura llegó, para el autor de “La botica de enfrente”, tempranamente e incluso de forma concomitante a sus estudios universitarios. Sus primeras producciones, aparentemente publicadas para costear su formación, fueron parte de la afamada revista Caras y Caretas,19 un semanario de variedades. A propósito del contenido de esta revista, su alcance social y circulación masiva, vale remarcar que deben ser entendidas en un contexto particular. En las postrimerías del siglo XIX, la Argentina fue escenario de la explosión demográfica generada a partir de las oleadas migratorias provenientes, fundamentalmente, de España e Italia20 2120 Así, en los albores del siglo XX nos encontramos con una “sociedad aluvional” que, en los entornos urbanos, muestra modos particulares de habitar los lugares y consumir ciertos productos22. “No solo todo está lleno de gente -los cafés, los teatros, las calles, las plazas- sino que se llenan espacios antes reservados a las minorías”.23 Se asiste, entonces, a un cambio decisivo en los estilos de entretenimiento, hecho que impulsó a los empresarios locales a echar mano a nuevas estrategias de mercado que incluían los gustos populares; así, la cultura popular previa -la del sainete teatral, del criollismo, del tango- sirvió de base para ofertar productos con sabor local, auténticos.24

A grandes rasgos, se trató del advenimiento de una cultura de masas, entendida como un “conjunto de lenguajes, bienes y objetos que remiten a la industria, el mercado y el consumo...y se caracteriza por la mezcla, el caos, la apropiación y el conflicto”.25 Es en esta nueva cartografía socio-cultural que Lorusso escribiría para Caras y Caretas, como también la obra teatral objeto de nuestro estudio.

Como no podía ser de otra manera, el crecimiento poblacional trajo aparejado otros fenómenos ligados, verbigracia, a la vida política del país. En efecto, la aun larvada clase media de la que Lorusso formaría parte, junto a otra pléyade de hijos de inmigrantes, fue un excelente caldo de cultivo para el surgimiento y/o crecimiento de posturas y adherencias políticas. Una muestra de ello fue el dinamismo y notoriedad que adquirió el partido forjado por Aristóbulo del Valle, Roque Sáenz Peña, Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen en 1892: la Unión Cívica Radical (UCR). A partir de su génesis, los sucesivos gobiernos conservadores sostuvieron el esquema de participación electoral restringido, propiciando el clientelismo y la distribución de cargos públicos, mientras que los radicales se ciñeron a las consignas de la “abstención”, la “intransigencia” y la “revolución”, involucrándose en cuantas revueltas y conspiraciones surgían.26

No fue sino hasta la promulgación de la ley Sáenz Peña en 1912, que otorgaba formalmente el voto universal, secreto y obligatorio, que el radicalismo -ya por entonces comandado por Hipólito Yrigoyen- concluyó con la política de abstención e intransigencia y empezó a participar en comicios electorales que le dieron importantes victorias en las provincias más ricas y populosas del territorio nacional. No obstante, la verdadera prueba aconteció en las elecciones de abril de 1916 en las cuales, rodeado de un fervor popular, venció el líder de la UCR.27

Este sería el partido que abrazaría el cosentini, aunque de manera sistemática y asumiendo responsabilidades políticas una vez instalado en el interior nacional. Pues luego de pasar unas vacaciones en la provincia Córdoba, en 1921 decidió que se quedaría a vivir en lo que actualmente es la ciudad de Alta Gracia.28 Este fue el poblado en el que Lorusso desempeñó sus actividades como galeno rural y presidente de la UCR del Departamento Santa María. A partir de entonces es factible rastrear en su derrotero literario y autoral la fascinación por los entornos de campaña y los personajes que en allí habitaban; dan cuenta de ello la canción serrana “Mama ievame pa'l pueblo”, las novelas “Fuego en la Montaña” y “Mandinga en la Sierra”, como también el guión de “El curandero”,29 escrito que llegó -junto a los dos anteriores- a la pantalla grande casi a mediados del siglo XX. Sin embargo, como veremos seguidamente, la atracción y encanto de Lorusso por el mundo rural fueron anteriores a su traslado a las sierras cordobesas, hecho que queda plasmado en la obra aquí examinada.

3. La obra: un sainete argentino

Como se expresó con anterioridad, “La botica de enfrente” se publicó en la revista teatral La escena en julio de 1920. Empero, la obra había sido presentada al público un mes antes en el “Politeama Argentino”. Dicha sala de espectáculos fue inaugurada en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, la calle Corrientes, en 1879. Tal fue la magnitud del evento de apertura que estuvo presente el por entonces presidente de la nación, Marcelo T. de Alvear.30 A partir de ese momento, el teatro se constituyó en un lugar emblemático de la cultura del país, siendo uno de los primeros enclaves destinados a este tipo de actividades. Por tanto, es factible suponer que la obra de Lorusso tendría una amplia difusión, aunque no solo por el espacio en el cual tomaba cuerpo. En los hechos, la editorial La escena tenía el módico valor de $ 0.20 en la Capital del territorio argentino -donde podía pedirse en librerías, kioskos, sobterráneo y vendedores de diarios- y $0,25 en el interior. Este factor posibilitaba que fuese adquirida por sendos sectores sociales.

Ingresando en el plano de los personajes que vertebran la pieza, nos encontramos con un total de 14 figuras. Entre ellas, destacamos a Pascual Mammone (boticario), Doña Mónica (esposa de Mammone), Chola (farmacéutica e hija de Mammone), Delfin (ayudante de Mammone), Doña Forceps (“obstétrica” y madre de Delfín); Fanny Browsky (dentista), Dr Hilo (médico), Ruiz (boticario de enfrente),31 Lita Sánchez (amiga de Chola y vecina) y Don Baldomero (amigo y cliente de la familia Mammone). Antes de adentrarnos en la trama de la que estos personajes ideados por Lorusso participaban, conviene no perder de vista quién es el protagonista de la historia y por quién es representado. Pascual Mammone, boticario de General Vela, inmigrante italiano, es personificado por Roberto Casaux. Como señala la bibliografía especializada, dicho actor se caracterizó por encarnar personas de diferentes orígenes nacionales en clave cómica, arrancando sonrisas durante tres lustros al público que consumía sus espectáculos.32

No es casual, entonces, que se escogiera a Roberto Casaux como figura central, cuyos dotes humorísticos e interpretativos -no teñidos de paroxismos- resultaban fundamentales para la historia creada por Lorusso. Recordemos que “La botica de enfrente” fue presentada como una comedia sainetesca; los especialistas en historia del teatro argentino han ubicado, certeramente, a Roberto Casaux en la segunda fase del microsistema del sainete, denominada sainete tragicómico.33 En este punto es preciso esclarecer qué se concibe por sainete y qué rasgos presenta. Siguiendo a Pelletieri, lo entendemos como una obra “predominantemente breve, con personajes típicos, algunos caricaturescos, de desarrollo entre jocoso y sentimental, con un conflicto concreto, transparente, con una serie de detalles materiales que casi siempre desembocan en una crítica de costumbres, con un nivel de lengua peculiar de las clases populares”.34 En particular, el sainete porteño fue el producto del contacto entre el intertexto del sainete español y la tradición sainetera local, criolla, que -hacia fines del siglo XIX- tuvo “un enorme predicamento entre los sectores populares de la sociedad”.35 Por añadidura, la crítica “culta” lo percibió como chabacano y vulgar.

Retomando la periodización mencionada anteriormente, remarcamos que el sainete tragicómico procuró “aclararle la realidad social al pueblo, otorgándole un sentido al mundo y al grupo social que integraba”36. De manera específica, el sainete tragicómico reflexivo “es un texto de desarrollo patético con elementos melodramáticos...” 37. Por su parte, el denominado sainete inmoral nos presenta un texto de desarrollo cómico-caricaturesco que “presenta personajes con continuos cambios de estado, que viven en la inmoralidad o caen en ella durante el desarrollo de la acción, empujados por el entorno social”.38 “La botica de enfrente”, por tanto, debe leerse en clave de mixtura, considerando los riesgos de abrazar desmesuradamente las categorías expuestas. Se trata, como veremos a continuación, de una pieza en la que coexisten diferentes elementos y aristas de las variedades de sainete desarrolladas en las líneas anteriores.

3.1. La historia: una sinopsis

Como ya adelantáramos, las vicisitudes y aventuras de los personajes construidos por Lorusso transcurren en un pueblo ficticio del interior de Buenos Aires, General Vela. Allí, durante 20 años, Pascual Mammone, su esposa -Doña Mónica- y su hija Chola -ahora farmacéutica diplomada- han dispensado medicamentos y otros productos para el cuidado de la salud. En apariencia, Mammone ha sido el único boticario del lugar, motivo por el cual se encuentra profundamente disgustado ante el advenimiento de un competidor -Ruiz- que, trágicamente, ha venido a instalar una botica en la vereda de enfrente. Este es el conflicto clave, el nudo la historia ideada por Lorusso. Sin embargo, hay otro elemento que reviste importancia; Mammone no solo se dedica a la elaboración y venta de preparados, también oficia las veces de dentista y médico. En consecuencia, la obra versa sobre los vínculos que establece este personaje con otros que integran un mercado terapéutico del interior de Buenos Aires.

Con algunos será categórico en su aversión y entrará en competencia, como la dentista Fanny Browsky y el boticario Ruiz. Con otros compartirá el terreno sin mayores sobresaltos, como con Doña Forceps, la “obstétrica diplomada” del pueblo y con Delfín, su ayudante y aprendiz en la botica. Finalmente, el caso del Dr. Hilo deviene particular, pues si en un comienzo será vapuleado por Mammone, luego se tornará su aliado, hecho que posibilitaría -en apariencia- una mayor recaudación de dinero para ambos. Todos estos sujetos ingresarán y egresarán de la botica de Mammone en sucesivas escenas.

Ahora bien, la trama central de la obra se halla nutrida de otras pequeñas historias de amor. Una de ellas es la de Don Baldomero y su esposa, quien está gravemente enferma de gripe. Se trata de una historia trágica que termina en muerte, pero que habilita una serie de acciones y acuerdos por parte del Dr. Hilo y Mammone. Y es que Baldomero, en pos de salvar la vida de su amada, recurre a los saberes y productos de ambos. El otro hilo amoroso será protagonizado por Chola y Ruiz. Habiéndose conocido en el marco de sus estudios de Farmacia, establecieron una relación romántica de la que Mammone no puede enterarse. Empero, el conflicto entre esta pareja secreta no se plantea solo por la competencia entre boticarios, sino también por la cercanía que entabla Ruiz con una amiga de Chola, Lita. Ambos serían factores determinantes en la ruptura de esta pareja; en efecto, cuando Mammone se entera de lo que está sucediendo entre su hija y “la competencia de enfrente” le prohíbe a ella continuar con el romance. Asimismo, Chola parece ya no confiar en Ruiz. Sin embargo, existe un personaje que obtiene rédito de toda esta situación conflictiva: Delfín. Siendo ahijado de Mammone y ayudante de la botica, el joven es prácticamente parte de la familia. Se trata de una figura cercana a Chola, movida por el cariño y el amor hacia ella que mantiene ocultos, fundamentalmente por ser hijo de Doña Forceps, madre soltera.

Quien conoce los sentimientos de Delfín por Chola es Doña Mónica, esposa de Mammone, y no está de acuerdo en que el joven aprendiz se transforme en su yerno. Por esa razón, lo motiva a que se vaya de General Vela, a que emprenda un viaje sin dejar rastros. Pese a estos planes, y ya hacia el final del sainete, Mammone no permite que Delfín abandone la botica ni que se vaya del pueblo. Convergentemente, y tras la muerte de la esposa de Don Baldomero, se devela que él es el padre de Delfín. Esto motoriza que el joven pueda decirle abiertamente a Chola que la ama, contando incluso con la aprobación y algarabía de Mammone.

Pues bien, esa no será la única victoria del boticario italiano. Ruiz no solo no se quedaría con su hija, sino que, además -en medio de una serie de enredos- pareciera estar fugándose del pueblo con Chola y dejando atrás su negocio. Por su parte, la dentista -ante la falta de clientes y recursos- emprende su partida a Buenos Aires, mientras el Dr. Hilo ya se ha vuelto un aliado, un socio con quien compartir “el negocio” de la salud.

4. De personajes y representaciones: el protagonista y las figuras femeninas

Según Luis Ordaz, el sainete, es “la expresión dramática por excelencia de la etapa inmigratoria”39 que, en muchos sentidos, contribuyó en la construcción de la nacionalidad argentina durante y después de los movimientos poblacionales de los que Lorusso y su familia fueron parte. Recordemos que “entre 1870 y 1915, más de 7 millones llegaron al país de los argentinos”,40 convirtiéndose así en uno de los principales territorios beneficiarios de una corriente poblacional de proporciones gigantescas. En cuanto a los orígenes geográficos, “italianos y españoles fueron largamente dominantes (alrededor del 75% del total) pero junto con ellos llegaron franceses, rusos, polacos, alemanes y británicos, entre otros”.41 Por añadidura, personajes de todas esas nacionalidades “irrumpen en los escenarios criollos, instalándose en un espacio cuya tradición les es ajena”.42

Ahora bien, en lo concerniente específicamente al inmigrante italiano, si en el sainete como pura fiesta el personaje proveniente de aquellas latitudes ocupaba un lugar marginal, posteriormente estará en el centro de la acción, con sus problemas existenciales, verosímilmente, “como respuesta al reclamo del nuevo público -integrado por inmigrantes y sus hijos- de la naciente clase media”.43 No es casual, por tanto, que el dueño de la botica -Pascual Mammone- sea presentado como un italiano desde las páginas iniciales de la obra a partir del uso de determinados vocablos. Todos ellos serán de carácter peyorativo, imbricados al hecho de que el personaje está enérgicamente en contra de su nuevo vecino, que, como tantos otros diplomados “invaden el campo” y que, luego de esperar que un pueblo progrese, llegan y revientan al “pobre idóneo”.44 Se trata, a los ojos de Mammone, de un mascalzoni45 [sic], un scelerato46[sic] colega de su hija.

Ya en los primeros diálogos de la obra se vislumbra, pues, que el personaje de Mammone es intolerante, malhumorado, cuyas actividades centrales a lo largo de la historia rondarán en torno a la botica, la comida -en especial,“spaguetti al dente”-, y los descansos a la hora de la siesta. También, aunque de manera adyacente, se dedicará a conseguir papeles y certificaciones para sus coterráneos, cobrándoles mucho dinero y aumentando los precios cada vez que le es posible. Será, en palabras de un vecino, “el encargado de los negocios de Italia en General Vela”47.

Se trata de un “gringo” caricaturesco de valores cuestionables que, a diferencia de los que muestran otros sainetes, no entra en especial pugna con gauchos o criollos48; aquí la antinomia histórica tiene otro cariz, se relaciona con las profesiones vinculadas a la salud. Hablamos de profesiones (en el sentido moderno) y no de ocupaciones puesto que, como señala Sarfatti Larson, el conocimiento tiene la función de instituir un capital simbólico que permitirá a su detentor convertirse en “experto”, no solo ante el público en general sino también al interior de la propia comunidad académica. De manera que las instituciones como la universidad adquirirían un rol protagónico dentro de la formación y transmisión de ese saber, otorgando titulación y distinción.49

El encono de Mammone, precisamente, se dirigiría hacia la corporación diplomada: “Peste a la Facultad de Medicina!! Peste a toda la manga de langosta científica que está invadiendo la República”.50 En este punto, conviene no perder de vista que, al momento de escribir su obra, Lorusso aún se encontraba en Buenos Aires. Dicho esto, cabe interrogarnos acerca de la cantidad -en términos de valores absolutos- de oferentes de salud diplomados que habitaban aquel espacio. Si bien no poseemos datos para el año 1920, el censo de 1914 puede constituirse en una herramienta de utilidad para intentar esclarecer por qué Lorusso, en boca de Mammone, refiere a una suerte de irrupción masiva de diplomados.

Tal y como lo muestra el estudio de Rodríguez et al., el distrito Capital contaría con el mayor número de médicos del país, 1.765, y la provincia de Buenos Aires lo secundaba con 603. Una tendencia idéntica se advierte en torno a los farmacéuticos, otra profesión destacada de la obra teatral. El primer enclave mostraría un total de 865, mientras el segundo 739.51 Sin embargo, pese a que estos valores eran más altos que los del resto del país, resulta insoslayable el hecho de que ya para 1914 tan solo la ciudad de Buenos Aires contaba con 1.700.000 habitantes, proyección que iría en franco ascenso. Por tanto, ante tamaña masa poblacional, la cantidad de diplomados sería exigua. Ciertamente, las estimaciones revelan -de acuerdo a los datos obtenidos mediante el referido censo- que habría un total de 1,12 médicos por cada mil habitantes en la Capital y 0,29 en la provincia de Buenos Aires. Las cifras de los farmacéuticos se mostraron también magras: 0,55 en el primer caso y 0,36 en el segundo.52

Ahora bien, llegado este punto resulta trascendente desagregar un elemento clave de la historia hasta aquí analizada, ligado al enojo del boticario. Nos referimos al resentimiento particular que expone en torno a las mujeres diplomadas.

Chola es universitaria y descendiente de un inmigrante italiano, tal como el autor de la obra. Más aún, es la única hija de Mammone y Doña Mónica. Esta última, en dichos de su marido, motivó una “aberración”, ya que “soñaba con tener una hija farmacéutica. Servida a la minuta! A la fábrica de Buenos Aires”.53 Estas expresiones del boticario nos conducen a un escenario similar al presentado en algunas letras de tango, poesías, etc; el de la costurerita que dio el mal paso, que salió del barrio hacia la ciudad y terminó cayendo en la mala vida, en vías de conseguir el ascenso social.54 Al parecer, en el imaginario de Mammone, su hija -incurriendo en un acto terrible, similar al de la costurerita- ha osado dejar el pueblo para dirigirse a la gran ciudad, aunque en este caso a realizar estudios superiores. No obstante la visión despectiva de su padre, Chola se exhibe como una mujer orgullosa de su título de Química- Farmacéutica, fundamentalmente porque su familia ya no tendrá que pagar regente; esta aseveración nos remite a un elemento medular de la historia de la profesión farmacéutica. Como lo demuestran los estudios especializados, en Buenos Aires esta rama del arte de curar se encontró subordinada y ocupando un lugar auxiliar ante poder de los médicos graduados (que se hallaban en pleno proceso de búsqueda del monopolio cognitivo), en parte, por su marcada heterogeneidad. De manera convergente, si bien los farmacéuticos diplomados pertenecían de un sector social con un cierto poder económico, a diferencia de los médicos poseían menos lazos con los poderes públicos y encontraban obstáculos para incluirse en las redes políticas y sociales para defender sus posturas e intereses.55 De este modo, fue una empresa claramente dificultosa para los farmacéuticos diplomados “excluir de la práctica legítima a aquellos que, como los regentes de alquiler y los drogueros, les planteaban una dura competencia en el terreno comercial”.56 Enfocándonos en los primeros, vale destacar que fueron quienes plantearon el problema más importante en el seno de la agrupación, perturbando los esfuerzos de institucionalizar sólida y autónomamente la actividad farmacéutica. Y es que ya en la Buenos Aires del siglo XIX los diplomados dueños y los regentes no propietarios convivían en la corporación; los últimos eran denominados “regentes de alquiler”, siendo individuos que -en general, avanzados en la carrera de Medicina- autorizaban el uso de su firma a propietarios no diplomados. Fuera de la asociación existía una “notable cantidad de propietarios de farmacias que podían ser meros comerciantes o personas provenientes de otras profesiones...”.57 Sin lugar a dudas, Mammone se encontraba en el último subgrupo.

Según lo planteado por Chola, antes de su titulación, la familia Mammone debía acudir al pago de regentes de alquiler. En apariencia, esta dependencia no inquietaba a su padre, autodenominado idóneo, como sí lo irritaba que su hija fuese facultativa. Posiblemente, este hecho se vinculara a que consideraba que Chola -quien debería estar tomando clases de piano y pensando en casarse con un estanciero58- podría colocar en jaque sus saberes. Recordemos que incluso ante el advenimiento de la carrera de Farmacia en 1854, afincada en la Facultad de Ciencias Médicas, los entrepreneurs boticarios continuaron teniendo un lugar preponderante en el universo del curar, anclado en su saber-hacer.59

La segunda mujer diplomada que aparece en escena es Fanny Browsky, la nueva dentista de General Vela. Su personaje se presenta precisamente en el momento que Mammone está realizando la extracción de una pieza dental en su botica: “una muela terrible.cinco raíces retorcidas como uñas de gato! Pocas veces me he visto obligado a poner la rodilla en el pecho de un cliente”60. Luego de esto, le vende al “paciente” una botella con un preparado que, diluído en media copa de agua tibia, debe utilizar para hacer buches. Finalmente, la charla termina con dichos de Mammone en torno a quien lo está esperando impertérrita para hablar con él: “y tan luego ahora se ha estableciado en el pueblo una dentista.Una mujer para arrancar muelas!..Já, já, já. Pobre dentista, pobre infeliz!”. La señora Browsky se levanta enérgicamente, enfurecida, y arremete contra Mammone: “Fanny Browsky, diplomada en Odesa y revalidada en Buenos Aires, vé, indignada, este hecho que poco habla en su favor. Fanny Browsky no disculpa ni perdona!”.61 Asimismo, le prohíbe al boticario volver a tocar otra mandíbula mientras ella esté en el pueblo. Nótese que la dentista es presentada por Lorusso como una mujer de mucho carácter, que pretende defender su trabajo, pero altamente respetuosa. Esto la diferencia de Mammone, quien le responde vociferando y amenazando con golpear a ella y a su marido.

Otro punto que merece ser destacado es la referencia al título con vehemencia. En lo concerniente a la educación en Argentina, al igual que en el caso de Farmacia, la enseñanza de la odontología en las universidades a fines del siglo XIX se incluyó entre las denominadas “ramas menores” de la medicina. Para las primeras décadas del siglo siguiente es claro que se inicia un “proceso de incorporación de conocimientos ligados a las ciencias básicas, preclínicas y clínicas que despega progresivamente a la formación universitaria de las actividades artesanales y mecánicas con que se iniciaron”.62 Esto apuntó, por un lado, a lograr quitarse el rótulo de rama menor y a alcanzar un mayor status científico y prestigio social y, por otro, a deslegitimar prácticas llevadas a cabo por idóneos, curanderos y mecánicos dentistas. Tal sería el camino que estaría transitando la señora Browsky, aunque -claro- contando con la desventaja de ser mujer, extranjera y dentista, en un poblado cuya sociedad ya confiaba en Mammone.

Finalmente, la tercera mujer diplomada es Carolina Campanela, cuyo apodo es, sugerentemente, Doña Forceps. Ahora bien, a diferencia del resquemor que suscitaban las anteriores en Mammone, este personaje será cercano a él y a su familia. Es dable suponer que esta proximidad, previa al conflicto con los nuevos habitantes del lugar, se hallase anclada a que no existía pugna entre las ocupaciones de ambos; más aún, se enviaban pacientes y clientes mutuamente. Dicha relación se afianzaría en el tiempo que transcurre la historia, pues compartirán la desdicha de encontrarse con nuevos competidores en sus respectivos rubros de trabajo.

Doña Fórceps es una madre soltera que, habiéndose recibido de “obstétrica” en Italia, fue casada por sus padres con un “hombre terrible, celoso como un turco y no un celoso de palabras. Discutía a puño cerrado”.63 De modo que decidió escaparse a América, tras perder la salud y la fe en el matrimonio. Indudablemente, Lorusso nos está presentando un estereotipo de mujer, una figura movida por la fortaleza y el espíritu de autopreservación. No obstante, en General Vela esta mujer convive con la vergüenza de ser madre soltera de Delfín; según su confesión, el padre del joven quiso casarse con ella por iglesia, pero se hallaba impedida por haber dejado a su marido en el Viejo Continente. Por consiguiente, la identidad del padre de Delfín es, hasta el final de la obra, desconocida.

Doña Forceps considera que es un terrible error de sus padres haberla casado sin su consentimiento, situación que imputa a la ignorancia de ambos. Ellos no advirtieron, según su óptica, que “una obstétrica debe ser libre como el aire para dedicarse a su apostolado...”.64 De aquí se desprenden dos cuestiones; la primera es que, para el personaje, su trabajo es trascendente, una suerte de misión divina. En este sentido, debe tomarse nota de que Lorusso identifica y define el apodo de esta mujer a partir de sus faenas.

En segundo lugar, debe advertirse cómo Doña Forceps refiere a su profesión a partir de una imagen idealizada muy similar a la que se les atribuía a los médicos a mediados del siglo XIX. Por entonces “la figura del galeno se vinculaba con la integridad; el médico era considerado socialmente como un ser incorruptible, preocupado por el bienestar de la humanidad doliente”.65 Ulteriormente, muchos diplomados se resistieron a encajar su profesión bajo el signo humanitario. “Si la medicina era una profesión, en la cual se habían invertido años de estudio y de trabajo, el médico debía poder vivir de ella, es decir, debía ser una labor rentable en la cual se demostraran los conocimientos técnicos y los pacientes pagaran por su curación”.66 Sin embargo, como veremos apartado siguiente, lejos estaba el “doctor” del pueblo de poder concretar esto. En función de su escaso trabajo, y de acuerdo a lo expuesto por Lorusso, dicho personaje terminaría por sumarse a las tretas de Mammone para ganar dinero.

Por lo reseñado hasta aquí, podemos aseverar que las mujeres representadas por Lorusso en “La botica de enfrente”, pese a sus diferentes profesiones, comparten ciertos rasgos: siendo extranjeras o hijas de inmigrantes, logran disputar lugares de poder frente a otros oferentes; son tenaces, en diferentes niveles efervescentes, se encuentran signadas por el intento de opresión, engaño y displicencia de personajes masculinos.

Estos entramados muestran una visión particular de Lorusso en torno a las mujeres en general y, de manera concreta, a su posibilidad de formación. Tal vez sea posible anudar esta perspectiva a la trayectoria política del autor; siendo parte de la UCR, es dable suponer que el cosentini estuviese en contacto directo con algunas discusiones -sumamente escasas, por cierto- en torno al sufragio femenino, a los derechos políticos de las mujeres que se suscitaron en el seno del partido entre 1916 y 193067. En efecto, Valobra sostiene que “influidos por el movimiento sufragista mundial y local, algunos legisladores radicales y del Partido Socialista plantearon la necesidad de sancionar una normativa sobre los derechos políticos femeninos”.68

5. Estrategias de competencia

El boticario de enfrente, el arribista, es exhibido por Lorusso como un hombre respetuoso, que cuida su imagen e intenta generar lazos de confianza con la gente de General Vela. Vale tomar por caso, por ejemplo, el uso de determinada indumentaria (jaquet) y las expresiones de cortesía para con Doña Forceps y Chola.

La primera no habilita a Ruiz para generar cercanía y/o camaradería, movida por la desconfianza, ya que él habría estado protegiendo a la partera nueva del pueblo. Asimismo, asevera que él se ha encargado de ensuciar su nombre, aduciendo que es “una vieja loca” que no sabe trabajar.69 Sin embargo, la legitimidad de las labores de Doña Fórceps se encontraría cimentada, de acuerdo a su visión, en dos elementos clave: el hecho de que “todo el pueblo ha pasado por [sus] manos”,70 y que ha obtenido un puntaje notoriamente alto al momento de diplomarse.

Sobre el primer asunto, vale colocar en perspectiva la preocupación de la obstétrica por la merma de su clientela. Ante ello, ha optado por anotar en una libreta el listado de los últimos matrimonios legítimos, ya que “todas estas señoras, Dios mediante, van a tener familia en breve. Yo visito las casas, sin dar importancia, observo y quedo a la espectativa”71 [sic]. En este punto, cabe recordar que los riesgos de los nacimientos en los hogares provocaron un afán de hospitalización en la segunda mitad del siglo XIX y, como consecuencia, sobrevino un impulso diferente en la intervención familiar. Empero, y “a despecho de las indicaciones de los profesionales, las mujeres parían en sus casas, con el auxilio de vecinas y parientes o bien de comadronas empíricas”.72 Según Di Liscia, esta tendencia se mantuvo incluso hasta las primeras décadas de la centuria73 siguiente, de modo que la estrategia de Doña Forceps se encontraba en consonancia con la actitud extendida de las mujeres embarazadas en lo concerniente a la elección de quién atendería sus partos en el espacio doméstico.

La segunda cuestión, relativa a la titulación -que Doña Forceps obtuvo en Italia-, invita a aproximarnos al origen geográfico de las parteras a comienzos del siglo XX. De acuerdo a los datos que arroja el censo de 1914 en torno a esta ocupación, quienes dijeron ser parteras en la Capital del país y en la provincia de Buenos Aires eran mayoritariamente foráneas. En el primer espacio, nos encontramos con 178 declarantes criollas contra 258 extranjeras; en el segundo hallamos 276 argentinas y 405 provenían de otros países.74 Estos guarismos deben ser leídos a la luz del proceso de especialización y de formación de quienes llevaban a cabo estas actividades. En 1875, se fundó en Buenos Aires la nueva escuela de parteras y entre las mujeres que allí se incorporaron “había muchas extranjeras, que revalidaban en el país el diploma obtenido en el exterior, y también enfermeras y mucamas de los hospitales, que ejercían de hecho como parteras aunque sin tener estudios habilitantes”.75 Doña Forceps parece haber formado parte de ese conjunto de mujeres que, habiendo llegado a Argentina, pretendían seguir ejerciendo sus labores dentro de los márgenes de la ley.

Habiendo llegado aquí debemos retomar la revisión de las estrategias articuladas por Ruiz. Hemos dicho que Doña Forceps rechazaba las gentilezas del boticario, mientras Chola -guiada, en apariencia por sentimientos románticos- sí estará dispuesta a recibir las flores y cumplidos provenientes de él durante gran parte de la historia. Pues bien, ciertas acciones de amabilidad y galantería muestran al boticario de enfrente como un hombre astuto, tendiente a esforzarse por conseguir ciertos objetivos sin importar los medios. Así, por ejemplo, su amor por Chola parecer ser fingido, una suerte de puesta en escena para lograr abastecer su propia botica. Y es que a partir del vínculo secreto que mantiene con la hija de Mammone, Ruiz obtiene productos que le faltan en su negocio, mientras en paralelo sostiene una relación amorosa con Lita.

Convergentemente, pese a cierto intento de establecer el diálogo y cordialidad con Mamone, Ruiz no duda en hacer frente a su declaratoria de guerra. En los hechos, casi al final del primer acto de la obra, el boticario sostiene “Desde este mismo momento comienza la competencia. Despiadada! Sin cuartel! Usted verá dónde va a parar”76. Dicho avance ofensivo implicaría, esencialmente, una marcada movilización de precios.

Nótese que, para Mammone, la rivalidad había comenzado mucho antes de esta afrenta. En efecto, desde los inicios del escrito Lorusso muestra cómo, ante la llegada de Ruiz, el antiguo boticario pretendería usufructuar el título de su hija: “Lucía Mammone, Química Farmacéutica. Una chapa a la derecha.la otra chapa a la izquierda.la puerta en el medio...Pero yo, hija mía, solo usaré tu nombre a los efectos legales [.] Lo vamos a reventar al de enfrente!”. Pues bien, esta será solo una de las estrategias articuladas por Mammone para posicionarse y competir en el mercado terapéutico de General Vela.

Otra se hallará imbricada a colocar en circulación la información en torno a sus aptitudes en la práctica odontológica: “Aquí está el remedio soberano! (La mano). Esta mariposa de cinco alas, este liviano rayo de sol que Dios me ha dado por una concesión especial. Un encanto! Basta! Ya le habrán dicho algunos clientes, no?”.77 De este modo, Mammone no solo ponía en valor su herramienta de trabajo por excelencia, sino también los canales de comunicación entre su clientela.

Ahora bien, la estrategia excelsa de Mammone para generar mayores ingresos girará en torno al Dr. Hilo, el médico nuevo del pueblo. Lorusso lo presenta como un “joven tímido, que usa jaquet y habla como sollozando. Duda si golpear las manos o disparar.”.78 Ya desde su primera aparición en escena, entonces, se construye una imagen débil de él. En apariencia, será esa aparente debilidad la que signará el derrotero del novel diplomado que irá aprendiendo y formando parte de las artimañas de Mammone.

En los inicios de esa relación, el médico se presenta en la botica pidiéndole explicaciones, pues a partir de sus dichos -que lo presentan como un “animal” y un “curandero”79- su clientela es prácticamente nula. A partir de entonces el diálogo se torna acalorado y Mammone no reconoce haberlo catalogado de tal modo, como tampoco haber generado habladurías. No obstante esto, sí le indica al Dr. Hilo que está en conocimiento de que le envía clientes a Ruiz. Luego de una acalorada discusión y de que Mammone se retirase, el Dr. Hilo parece advertir que es factible hacer un trato con Chola. De este modo, ambos llegan a un acuerdo: ella le enviará todos los “clientes” que pueda, mientras él les mandará todas las recetas posibles. De este modo se establece una sociedad con fines de lucro. En las escenas siguientes, Mammone y el Dr. Hilo serán una dupla prácticamente inseparable y el primero se constituirá en una suerte de maestro para el segundo.

En principio, le enseñará cómo y a quién recetar; al enfrentarse a enfermos de campo con dinero, estancieros, se debe hacer un gran pedido y no dar señales a la familia de que no se trata de algo simple. Por el contrario, “tiene usted la obligación de afligir a toda la familia, porque la aflicción en medicina, el susto, amigo Hilo... produce el 75% de beneficio” 80. Solo al final de la visita el médico debería dar una luz de esperanza: “confía en la naturaleza fortachona del enfermo y en los remedios de Mammone”.81 Así, se garantizaba el consumo exclusivo de sus productos, mientras el médico podría retornar a visitar al paciente cuántas veces fuese necesario, cobrando consultas innecesarias.

En segundo lugar, Mammone instruirá al Dr. Hilo sobre qué hacer en situaciones de incompetencia. Concretamente, Lorusso presenta al diplomado como un joven torpe, con escasos conocimientos en medicina que, en sendas oportunidades, duda sobre las enfermedades a las que se enfrenta y los tratamientos factibles de mitigarlas. Él mismo pedirá, por ejemplo, llamar a un médico ante un desmayo de Chola, como también se mostrará impotente ante la dolencia de la esposa de Don Baldomero. Este último episodio permite distinguir una serie de entramados significativos.

Doña Petra, esposa de unos de los comerciantes más ricos y afamados de General Vela, ha caído enferma. Al parecer, antes de que la asistiese al Dr. Hilo, Mammone ya ha determinado que tiene gripe. Sin embargo, Don Baldomero acude al diplomado para que dispense un tratamiento sanador; el problema se suscita, precisamente, cuando el novel galeno le pide consejo y ayuda al boticario ante este cuadro gripal. Mammone se enoja y despotrica al enterarse de que no ha sido solicitada su atención de manera exclusiva, pues lleva 20 años asistiendo solo a los vecinos del pueblo. Ante esta postura, el Dr. Hilo igualmente implora por su consejo; Mammone le recomienda que, ante la gravedad del caso, vaya “preparando a Don Baldomero para el cajón de caoba.los candelabros”.82 A partir de entonces, el médico oscilará entre el miedo, las ganas de escapar hacia la Capital y el repaso de sus libros de la universidad.

Finalmente, Mammone accede a acompañar al Dr. Hilo a ver a la esposa de Don Baldomero, en clave de consulta. Y es que para el boticario, la enfermedad de la mujer trae aparejada dos consecuencias: en primer lugar, el diplomado está recetándole una gran cantidad de remedios, hecho que se traduce en grandes ganancias para él. En segundo término, esta visita se torna para Mammone una gran propaganda; un médico, un profesional diplomado le está pidiendo consejo a un idóneo sobre la salud de la esposa de un hombre reconocido en el pueblo.

Habiendo expuesto algunas de las estrategias de los personajes de “La botica de enfrente” para competir y posicionarse en el mercado, cabe no perder de vista el final de la historia: Mammone, un competidor despiadado, logra trabajar conjuntamente con el Dr. Hilo, un joven con valores endebles, dispuesto a convertir la medicina en un negocio. Asimismo, logra expulsar -dándole una suma de dinero- a la señora Browsky, quien reconoce no tener más ingresos que los de su marido relojero, ni posibilidades futuras de conseguir clientela. Por su parte, Ruiz ha sido visto escapando con Lita del pueblo, hecho que permite inferir que abandona su botica.

En el escenario esbozado por Lorusso, entonces, Mammone se esgrime como ganador de la competencia. Incluso pese a no poseer título y a valerse de herramientas cuestionables, el boticario de antaño, que cuenta con la legitimidad y el apoyo del pueblo, es quien prevalece en la disputa. De acuerdo a la trama del sainette, es factible suponer que estos hayan sido fragmentos de la impresión del autor en torno a su escenario y profesión, aunados a ciertos rasgos que Lorusso consideraba debía resaltar y mostrar a los espectadores. Aquí debemos detenernos en un elemento nodal, vinculado a la profesión médica y su práctica. Como ha analizado extensamente Belmartino, los años 30' marcarían un punto de inflexión para la medicina de Buenos Aires; en efecto, “crisis sería la palabra que los médicos utilizarían con más frecuencia para caracterizar la situación de la profesión y, ocasionalmente, de la misma medicina”83. Sin embargo, ya desde los primeros años de la década anterior algunas iniciativas mostrarían un marcado interés por regular el ejercicio profesional atendiendo, por un lado, a la incorporación de nuevos recursos técnicos en el proceso de formación y, por otro, a las posibilidades de inserción en el mercado. Indiscutiblemente, Lorusso se hallaba empapado de estas discusiones. Más aún, su obra da cuenta de que el autor ya tiene conciencia de la existencia de múltiples oferentes y rivales en el arte de curar mucho antes de que la crisis fuese puesta sobre el tapete.

Lo interesante del caso, a nuestro juicio, es que el final de la obra puede ser leído en clave de lo que Lorusso vaticina para los médicos diplomados en caso de continuar reproduciendo una serie de lógicas, como la escasa formación académica y la búsqueda del rédito económico: vivir a la sombra de personajes como Mammone.

6. Consideraciones finales

El presente estudio ha tenido por objeto examinar la comedia sainetesca “La botica de enfrente”. Específicamente, nos interrogamos por las representaciones sociales elaboradas por su autor -Arturo Loruso, farmacéutico, médico, dramaturgo y político- en torno a personajes del campo del curar. A partir de ellas, hemos alumbrado lógicas de competencia y posicionamiento en un mercado terapéutico delimitado, el de la Buenos Aires de 1920. Dicho escenario, como hemos visto se halló atravesado por procesos de profesionalización particulares, por el advenimiento de una sociedad de masas que consumía revistas, diarios, espectáculos, etc.

En un primer momento analítico, nos adentramos al universo de Arturo Lorusso; nos acercamos a sus primeros años en Argentina, a su iniciación como escritor en la afamada revista Caras y Caretas, a su derrotero político y a su traslado hacia el interior nacional. Y es que “la ficción, así como todas las herramientas que emplea el autor para producir el texto, tanto materiales como cognitivas, están dadas socialmente y hacen parte de la realidad social que experimentan los escritores”.84

Seguidamente, luego de bosquejar -de modo sucinto- la introducción, nudo y desenlace de la historia atendiendo a las particulares del sainete en tanto pieza teatral, nos abocamos al estudio de las representaciones de los personajes ideados por Lorusso. Así, atendimos al espacio y características que les otorgaba a ciertas figuras femeninas diplomadas (Chola, Doña Fórceps y Fanny Browsky) y a la relación que Estas establecían con el protagonista de la historia: Pascual Mammone, un inmigrante italiano cuyo negocio cae en desgracia a partir de la inauguración de una botica al frente de la suya.

Finalmente, ingresamos en las estrategias de competencia desarrolladas por estos personajes para posicionarse en el mercado. Como hemos visto, se desarrollaron acciones de amabilidad y galantería, romances y asociaciones; se constituían listas de posibles clientas y hasta se hacía uso del dinero para expulsar a los rivales y ganar terreno en el campo de la salud en General Vela, un pueblo imaginario de la provincia de Buenos Aires.

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Presentaciones en eventos científicos

Carbonetti, Adrian y Drovetta, Raquel, “Curanderismo versus medicina académica a mediados del siglo XIX. Conflictos en torno a la ‘práctica ilegal de la medicina’ en la provincia de Santa Fe, Argentina en 1886/87”, en 53.º Congreso Internacional de Americanistas, México DF, Universidad Iberoamericana de México, 2009. [ Links ]

Gómez, Julián. “La Comisión Censora de Espectáculos Públicos en Buenos Aires durante la gestión municipal de Alvear”, en VI Jornadas Nacionales de Arte en Argentina, La Plata, 2008. [ Links ]

Reyna, Alejandro. El Dr. Arturo Lorusso, http://desdealtagracia.blogspot.com/ [ Links ]

1El presente artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto posdoctoral titulado “Mercado terapéutico en Córdoba: un estudio sobre ofertas y prácticas del curar en los márgenes y fronteras de la biomedicina (fines del siglo XIX y primera mitad del XX)”. El mismo es llevado a cabo con una beca posdoctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

2José Ignacio Allevi,; Adrián Carbonetti y Paula María Sedrán, “Médicos, administradores y curanderos. Tensiones y conflictos al interior del arte de curar diplomado en la provincia de Santa Fe, Argentina (1861-1902)”, Anuario de Estudios Americanos, LXXV, 1 (2018): 295-322; Diego Armus, “Medicina casera, remedios y curanderos en los inicios de la medicalización de la ciudad moderna. Buenos Aires, 1870-1940”, Tempos Históricos, XX, 1 (2016): 47-80; Adrián Carbonetti y Raquel Drovetta, “Curanderismo versus medicina académica a mediados del siglo XIX. Conflictos en torno a la ‘práctica ilegal de la medicina' en la provincia de Santa Fe, Argentina en 1886/87”, 53.° Congreso Internacional de Americanistas, México DF, Universidad Iberoamericana de México, 2009, s/p; Astrid Dahhur, “La medicina popular a través de las fuentes judiciales. El proceso de medicalización en la provincia de Buenos Aires a fines del siglo XIX y mediados del siglo XX”, Revista electrónica de Estudios Latinoamericanos, XVII, 66 (2019): 48-67; Mirta Fleitas, “Médicos y curanderos de San Salvador de Jujuy a comienzos del siglo XX”, (Tesis de Doctorado en Historia, Universidad de Jujuy, 2014); María Dolores Rivero; Adrián Carbonetti y María Laura Rodríguez, “Alternativas al saber diplomado en la escena pública: una aproximación al curanderismo a partir de la prensa escrita de las ciudades de Córdoba y de Buenos Aires, Argentina en la década de 1920”, Revista Historia y Sociedad 33 (2017): 19-43; María Dolores Rivero y Laura Natalia Vanadia, “En los márgenes de la biomedicina: perspectivas en torno a la práctica ilegal de la medicina en Córdoba y Buenos Aires, 1920-1930”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social, 11 (2018): 98-121; María Dolores Rivero y Adrián Carbonetti, “¿Explotadores de la salud? Un estudio sobre miradas médicas desde Córdoba, Argentina, en torno a saberes empíricos vinculados a las prácticas de curar (1930-1940)”, Folia Histórica del Nordeste, 34 (2019): 65-90; Mauro Vallejo, “Voces del más acá: espiritistas y médicos en la cultura científica de Buenos Aires (1880-1900)”, E-Boletín Psi, 10 (2015a): 20-30.

3María Dolores Rivero y Cecilia Moreyra, “Entre el peligro, los intereses y los derechos: notas sobre un caso de ejercicio ilegal de obstetricia (Córdoba, 1922)”, Revista IRICE, IX (2019); Paula María Sedrán; Adrián Carbonetti y José Ignacio Allevi, “Juan P. Quinteros, espiritista. Disputas por los sentidos legítimos del arte de curar. Santa Fe, fines del siglo XIX”, Revista de Indias, LXXVIII, 274 (2018): 819 843; Mauro Vallejo, “Alberto Diaz de la Quintana y las tensiones del campo médico en Buenos Aires (1889-1892). Hipnosis, curanderismo y médicos extranjeros en la Argentina finisecular”, Culturas Psi, 4 (2015b): 53-84.

4Para el caso argentino, véase: Facundo Arteaga, “El proceso de iniciación al curanderismo en la Pampa (Argentina)”, Chungará. Revista de Antropología Chilena, XLIV, 4 (2012): 707-715; Gustavo Martínez y Ana María Planchuelo, “La medicina tradicional de los criollos campesinos de Paravachasca y Calamuchita, Córdoba (Argentina)”, Scripta Ethnologica 25 (2003) 83-116; Anatilde Idoyga Molina y Francisco Sacristán Romero, “Daño, terapéutica ritual y manipulación de lo sagrado en las medicinas tradicionales del noroeste argentino”, Ciencias Sociales y Religión X, 10 (2008): 137-156; Denisse Oliszewski, “Según la curandera era un mal el que nos habían hecho”... Estigma, poder y subalternidad: la noción de daño dentro del curanderismo”, Intersticios. Revista sociológica de pensamiento crítico, VI, 2 (2012): 165-174.

5Diego Armus, “El viaje al centro: tísicas, costureritas y milonguitas en Buenos Aires, 1910-1940”, Salud Colectiva 1 (2005): 79-96; Adrián Carbonetti, “La tuberculosis en la literatura argentina: tres ejemplos a través de la novela el cuento y la poesía”, História, Ciencias, Saúde VI, 3 (2000): 479-492; Sylvia Saítta, “Costureritas y artistas pobres: algunas variaciones sobre el mito romántico de la tuberculosis en la literatura argentina”, Bongers, Wolfgang y Olbrich, Tanja (comps.), Literatura, cultura, enfermedad (Buenos Aires: Paidós, 2006), 95 - 114.

6Laura Malosetti Costa, “Buenos Aires 1871: imagen de la fiebre civilizada”, Diego Armus, (comp.), Avatares de la medicalización en América Latina 1870-1970 (Buenos Aires: Editorial Lugar, 2005), 41-63.

7Juan Pablo Bubello, Historia del esoterismo en la Argentina: Prácticas, representaciones y persecuciones de curanderos, espiritistas, astrólogos y otros esoteristas (Buenos Aires: Biblos, 2010).

8Diego Armus, “¿Qué historia de la salud y la enfermedad?”, Salud Colectiva VI, 1 (2010): 7.

9Juan Avilés Farré, “Fuentes literarias e historia social”, Studia Historica. Historia Contemporánea, VI, 18 (1988): 71.

10Andrés Rodrigo López-Martínez, “La novela como documento histórico de la cultura: ideas para un consenso Historia Caribe”, Historia Caribe X, 27 (2015): 205.

11Diego Armus, Medicina casera, remedios., 49.

12Jorge Márquez Valderrama; Víctor García y Piedad del Valle Montoya, “La profesión médica y el charlatanismo en Colombia en el cambio del siglo XIX al XX”, Quipu, XIV, 3 (2012): 332.

13Emiliano Gastón Sánchez, “Reflexiones en torno al concepto de representación y su uso en la historia cultural”, Question, I, 42 (2014): 235.

14Bauman Zygmunt, La hermenéutica y las ciencias sociales (Buenos Aires: Nuevas Visión, 2007).

15Andrés Rodrigo López-Martínez, La novela como documento..., 216.

16Vocablo que refiere a los originarios de Cosenza.

17Alejandro Reyna, El Dr. Arturo Lorusso, http://desdealtagracia.blogspot.com/ (28 de mayo de 2009).

18Dicha facultad se integraría a la Universidad de Buenos Aires en 1871. Para mayor información véase: Pablo Buchbinder, Historia de las Universidades Argentinas (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2005).

19Circulando entre 1898 y 1939, la editorial fue consumida en varios países latinoamericanos como Argentina, Uruguay, Chile y Perú; veía la luz semanalmente y era muy accesible para la clase media, e incluso para algunos sectores más bajos. Fue lo que se denominó un “semanario de variedades”, con noticias sobre política nacional y foránea, textos literarios, curiosidades, humor, junto a dibujos y fotos. No era azaroso que el subtítulo de la revista fuese “Semanario Festivo, Literario, Artístico y de Actualidades”. Ana Moraña, “La propaganda, la moda y el consumo en la revista Caras y Caretas (Argentina, 1898-1910)”, Estudios XVI, 32 (2008): 249.

20La migración italiana inicia su desplazamiento del norte al centro-sur y la emigración española comienza a crecer con fuerza desde 1897 (al año siguiente por vez primera superará a los italianos como contingente más numeroso) hegemonizada por el flujo gallego.

21Fernando Devoto, “La inmigración de ultramar”, SusanaTorrado (comp.), Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo centenario, t II (Buenos Aires: Edhasa, 2007), 531-48.

22Para mayor información véase: Fernando Rocchi, “Consumir es un placer: la industria y la expansión de la demanda en Buenos Aires a la vuelta del siglo pasado”, Desarrollo Económico, XXXVII, 148 (1998), 533-558.

23Sandra Gayol y Silvana Palermo, “Política de masas y cultura de masas: recorridos y convergencias”, Gayol, Sandra y Palermo, Silvana (eds.), Política y cultura de masas en la Argentina de la primera mitad del siglo XX (Buenos Aires: Ediciones UNGS, 2018), p. 14.

24Ezequiel Adamovsky, Historia de la Argentina. Biografía de un país. Desde la conquista española hasta nuestros días. (Buenos Aires: Crítica, 2020), 178.

25Graciela Montaldo, Museo del consumo. Archivos de la cultura de masas en Argentina (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2016), 15.

26Federico Saettone, “Las prácticas políticas durante los primeros años del radicalismo argentino (1916 1922)”, en CONfines de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, VIII, 16 (2012), 137-156.

27Ana Virginia Persello, Historia del Radicalismo (Buenos Aires: Edhasa, 2007).

28Es la cabecera del departamento Santa María, provincia de Córdoba. Está a 36 km al sudoeste de la capital provincial, en el Valle de Paravachasca, entre los faldeos orientales de la Sierra Chica al oeste y la llanura pampeana al este. Recién en el año 1940, luego de al alcanzar los 10.000 habitantes, Alta Gracia adquirió el rango de ciudad.

29Las referidas novelas, junto con el film, tienen también entre sus protagonistas diferentes sujetos provenientes del campo de la curación; médicos, falsos curanderos, curanderas, etc.

30Julián Gómez, “La Comisión Censora de Espectáculos Públicos en Buenos Aires durante la gestión municipal de Alvear”, VI Jornadas Nacionales de Arte en Argentina, La Plata, 2008.

31El resto de los personajes cumple una función secundaria y aparece en escenas cortas, de escasa trascendencia.

32Isidro Salzman, “Roberto Casaux: un gran actor popular casi olvidado”, en Pelletieri, Osvaldo (dir.), De Toto a Sandrini. Del cómico italiano al actor nacional argentino (Buenos Aires: Galerna, 2001), 111-130.

33El estadio anterior es el del sainete el “sainete como pura fiesta”, que se vertebra sobre un conflicto esquemático, que suele redundar en lo sentimental, con personajes de origen inmigrante que hablan el idioma risible del cocoliche, con la finalidad de entretener a su auditorio).

34Osvaldo Pellettieri, “Presencia del sainete en el teatro argentino de las últimas décadas”, Latin American Theatre Review, XX, 1 (1986), 71.

35Osvaldo Pellettieri, El sainete y el grotesco criollo: del autor al actor (Buenos Aires: Galerna, 2008), p.12.

36Pellettieri 98.

37Pellettieri 134.

38Pellettieri 269.

39Luis Ordaz, “Armando Discépolo o el grotesco criollo”, Historia de la Literatura Argentina (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1980), 414.

40Hernán Otero, Estadística y Nación. Una historia conceptual del pensamiento censal de la Argentina moderna 1869-1914 (Buenos Aires: Prometeo, 2006), 133.

41Fernando Devoto, “La inmigración de” 540.

42Celia de Aldama Ordóñez, “Conflicto y representación. El “tano” criminal en un sainete de Carlos Mauricio Pacheco”, Anales de Literatura Hispanoamericana, XLVII, (2018), 402.

43Osvaldo Pelletieri, “Introducción. La inmigración italiana: entre el teatro y la realidad”, en Pelletieri, Osvaldo (ed.), Inmigración italiana y teatro argentino (Buenos Aires: Galerna, 1999), 12.

44Arturo Lorusso, “La botica de enfrente”, La escena. Revista teatral, III, 107 (1920): 2.

45Vocablo italiano que remite a una persona sinvergüenza.

46Vocablo italiano que significa villano.

47Lorusso 14.

48Para mayor información véase: Alicia Aisemberg, y María de los Ángeles Sanz, “La antinomia inmigrante/ criollo en el teatro de tesis local”, en Pelletieri, Osvaldo (ed.), Inmigración italiana y teatro argentino (Buenos Aires: Galerna, 1999), 51-66.

49Magallí Sarfatti Larson, “El poder de los expertos, ciencia y educación de masas como fundamento de una ideología”, Revista de Educación, 285 (1988), 174-177.

50Lorusso 2.

51María Laura Rodríguez y otros, “Ocupaciones de la salud en el territorio argentino: perspectivas a partir de los censos nacionales de 1869, 1895 y 1914”, Población & Sociedad, XXV, 1 (2018): 86.

52Elaboración propia en base al Censo Nacional de Población de la República de 1914.

53Lorusso 2.

54Armus, El viaje al centro: tísicas...

55Ricardo González Leandri, “Autonomía y subordinación: los farmacéuticos diplomados y la constitución de un campo médico en Buenos Aires (1852-1880)”, LLULL, XXI, (1998): 63-68.

56Leandri 64.

57Leandri 70.

58Lorusso 15.

59Mónica Campins y Ana Pfeiffer,. Cien años de industria farmacéutica en la Argentina (Buenos Aires: UBA, 2002).

60Lorusso 7.

61Lorusso 7.

62Marta Schapira, “La odontología en Argentina: historia de una profesión subordinada”, História, Ciencias, Saúde- Manguinhos, X, 3 (2003): 965.

63Lorusso 9.

64Lorusso 9.

65María Silvia Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina (1750-1910). (Madrid:CSIC, 2002), 259.

66Di Liscia 264.

67Silvana Palermo, “El sufragio femenino en el Congreso Nacional: ideologías de género y ciudadanía en la Argentina (1916-1955)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 151, 16 y 17 (1998): 151-178.

68Adriana Valobra, “La tradición femenina en el radicalismo y la lucha de Clotilde Sabattini por el reconocimiento de la equidad política, 1946-1955”, Clepsydra, 6 (2007): 27.

69Arturo Lorusso 20.

70Arturo Lorusso 20

71Arturo Lorusso 9.

72María Silvia Di Liscia, “Dentro y fuera del hogar. Mujeres, familias y medicalización en Argentina, 1870 1940”, Signos Históricos, 13 (2005): 109.

73Di Liscia 110.

74Dirección General de Estadísticas y Censos. Censo Nacional de Población de la República Argentina. Tomo II, 1914.

75Di Liscia 110.

76Lorusso 13.

77Lorusso 5.

78Lorusso 20.

79Lorusso 11.

80Lorusso 17.

81Lorusso 17.

82Lorusso 18.

83Susana Belmartino, La atención médica argentina en el siglo XX (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005), 86.

84López-Martínez, “La novela como documento” 205.

Recibido: 25 de Marzo de 2021; Aprobado: 28 de Septiembre de 2021

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