Hacer cartografía comunitaria es un ejercicio de autonomía y de autodeterminación para mirar nuestros territorios de una manera distinta y también tener así formas de autogestión para decidir sobre nuestro desarrollo en nuestras propias formas.
Citlali Hernández
1. Introducción
El presente texto se deriva de las reflexiones surgidas en el marco del foro homónimo celebrado el 23 de octubre de 2020 de forma virtual, convocado por el Laboratorio de Cartografía y Elaboración de Mapas del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (LACEM-CESMECA). Este foro surgió con el propósito de reunir algunas de las múltiples experiencias que existen en la elaboración de materiales didácticos para la implementación de cartografía participativa y que se basan en la praxis de organizaciones, colectivos o grupos de investigación provenientes de diferentes países de América Latina. Para ello se invitó directamente a personas con las que ya se tenía relación por encuentros internacionales de geografía o de cartografía anteriores, con lo que se logró la participación de colaboradores provenientes de México, Colombia, Ecuador, Chile y Costa Rica.
El objetivo del texto es recuperar de forma sistemática los aprendizajes obtenidos durante el evento en torno a los procesos de elaboración de estos materiales didácticos así como darles utilidad, en concordancia con los propósitos de la cartografía participativa. Se pretende con ello seguir abonando en la construcción colectiva del corpus teórico-práctico-pedagógico necesario para que este tipo de materiales cumplan sus propósitos. Para ello, presentamos aquí los procesos y motivaciones de cada grupo en torno a la elaboración de dichas cartillas, guías o manuales, así como los retos, alcances y limitaciones de este tipo de materiales, pues, como bien señalaba Michael McCall en su conferencia de apertura, "No se puede enseñar la participación, hay que experimentarla". Por lo tanto, si estamos hablando de procesos vivos, dinámicos, donde las acciones y las formas de representación dependen de los contextos específicos y de las personas que los llevan a cabo, McCall preguntaba: "¿No es una contradicción generar materiales aparentemente estáticos para implementarlos? ¿Son, en todo caso, útiles?" y respondía argumentando que efectivamente son pertinentes, puesto que las personas externas que impulsamos estos procesos podemos aportar perspectivas diversas, nuevas experiencias y conocimientos útiles para los grupos con quienes se trabaja localmente la cartografía participativa, además de fungir como intermediarios entre productos cartográficos e incluso entre actores sociales o políticos.
Para elaborar este texto se convocó a todas las personas participantes en el foro a hacer una escritura colectiva, llamado al que pudieron responder positivamente tres de los colectivos1. Para los otros dos,2 únicamente se retomó la información que fue compartida durante el evento, a partir de la revisión del video (Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica [CESMECA] de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas [UNICACH], 2020). Pensando sobre todo en el público no familiarizado con el tema, decidimos iniciar el artículo con un apartado que recuerda las principales bases teóricas de la cartografía participativa, sus principios y propósitos, así como su pertinencia para nuestros territorios latinoamericanos en la actualidad. En aras de facilitar el proceso, se decidió mantener la misma secuencia reflexiva que guio el foro, abordando en el primer apartado las principales características de cada material así como el contexto de su realización, a quiénes están dirigidos y qué alcances tienen. Seguimos con los retos, aprendizajes y propuestas y cerramos con algunos comentarios finales.
2. Sobre la cartografía participativa
Los mapas, comúnmente entendidos como una representación de la realidad, al igual que la geografía, van a depender del enfoque que estos posean para evidenciar esta premisa, ya que su validez está determinada por la intencionalidad que contienen. Los mapas trabajan con la representación espacial para darle sentido a su mundo (Kitchin & Dodge, 2007). A partir de la realidad que desean mostrar, los mapas pueden ser perpetuadores de la opresión y principalmente de la invisibilización de territorios y culturas (Nietschmann, 1994), ya que son el reflejo del individuo o individuos y de las sociedades que los elaboran porque presentan intereses de diversa índole (políticos, económicos, sociales) en su resultado final (Wood, 1992; Harley, 2005). Como afirma Philipe Rekcewicz (2015), "El control de la imagen del territorio significa también control sobre el propio territorio". O bien, siguiendo a John B. Harley (2005), partimos de que la cartografía es un lenguaje y por tanto al leer los mapas debemos tomar en cuenta: 1) el contexto político de los mapas, 2) el contenido de los mapas en las transacciones de poder y 3) el poder simbólico y los efectos sociales del conocimiento cartográfico.
Sin embargo, en contextos de opresión, despojo, desplazamiento, invisibilización u otras disputas territoriales el ejercicio de elaboración cartográfica se resignifica, ya que el mapeo colectivo es una metodología tanto de investigación-acción participativa como de organización que contribuye a los procesos de resistencia y liberación. El mapeo colectivo busca la sistematización de las diferentes escalas y territorialidades de los distintos procesos y dinámicas que influyen en la configuración espacial de determinado territorio (Cubillos et al., 2017) mediante la producción colectiva y paulatina de un mapa, recogiendo experiencias, saberes, cosmovisiones, prácticas y existentes en un territorio, donde son sus propios habitantes quienes participan y ejercen como fuente principal para la aplicación de esta metodología.
En el contexto latinoamericano, donde el modelo económico-político extractivista se sostiene por medio del despojo y el acaparamiento de tierras, las luchas, acciones y demandas por la defensa de los territorios han venido tomando cada vez mayor importancia y relevancia en la agenda social de lucha por la justicia tanto en el ámbito rural como en el urbano. Esta es una de las razones por las cuales la cartografía participativa se ha convertido en una valiosa herramienta de lucha tanto para plasmar y visibilizar territorialidades como para contribuir en los procesos de cohesión comunitaria u organizativa (Jiménez, 2017; Risler & Ares, 2013; Orangotango, 2018; Diez, 2017; Geocomunes, 2015).
La literatura sobre cartografía participativa está presente en una diversidad de publicaciones: manuales institucionales (tanto académicos como desde la cooperación internacional), guías desarrolladas por colectivos pertenecientes a la militancia social y también en artículos indexados (McCall, 2019). Esta mirada cartográfica ha sido la contrarrespuesta a los enfoques positivistas de la cartografía clásica que han sido criticados por no representar los intereses y la voz de las comunidades y pueblos. Por lo tanto, la cartografía participativa como método va en línea con metodologías y epistemologías aliadas y contrahegemónicas como las feministas, indígenas y descoloniales, entre otras (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017; Blidon & Zaragocin, 2019).
Así, esta metodología geográfica funge como dispositivo pedagógico para una geografía que dialoga en las aulas a la vez que se expande fuera de ellas, que es praxis en las calles, en las montañas habitadas, en las chacras, en las milpas, en aquellos territorios donde un grupo de personas cuestiona las territorialidades impuestas y defiende las propias.
Por otro lado, profundizar en el conocimiento de la geografía en diversos espacios (escolares, de organizaciones sociales, etc.) a través de procesos de enseñanza/aprendizaje que sean problematizadores con la realidad espacial (Cubillos et al., 2017) nos ayuda a incorporar un debate respecto a la construcción del espacio geográfico que habitamos. Para ello, la realización de este acto pedagógico debe establecer como imprescindible la aplicación de un enfoque epistemológico, donde el análisis parte desde reflexiones críticas, con perspectiva histórica y perspectiva multiescalar.
En consecuencia, se entiende al espacio geográfico como una construcción social donde se expresan las relaciones dialógicas entre sociedad y naturaleza (Cubillos et al., 2017). Su observación en el cotidiano, acompañada del análisis geográfico, permite vislumbrar las relaciones de poder que contiene, las cuales se forman a partir de modelos políticos, económicos y sociales. En latinoamérica, el modelo más habitual se basa en relaciones de poder definidas por un modelo capitalista neoliberal, donde prima la acción privada, visible en la edificación segregadora e irregular de las ciudades y en la explotación extractivista que destruye y contamina espacios rurales y naturales. Lo anterior deja en evidencia algo fundamental: en el espacio geográfico se manifiestan conflictos territoriales de diversa índole que merecen una atención particular para su comprensión y visibilización.
Es aquí donde se destaca la importancia de ejercer la enseñanza de una geografía puesta en contexto, que muestre las condiciones de opresión, las injusticias y las desigualdades históricas sobre los pueblos y realice un accionar participativo con estos en la visibilización, la lucha y la resistencia de sus territorialidades, culturas y cosmovisiones. Un primer paso es el diálogo para propiciar un reconocimiento mutuo desde el respeto y la empatía (Freire, 2006), para posteriormente asumir la condición que posee la sociedad de transformar la realidad, es decir, su condición de intervenir el espacio en una relación dialógica para su resistencia y liberación. La cartografía participativa ha sido comprendida como un enfoque teórico y también metodológico que aporta en esta tarea.
Los orígenes de la cartografía participativa se han relacionado con América Latina y en particular con líneas de teoría-praxis como la teología de la liberación (Freire, 1970) y las metodologías de investigación-acción participativa (Fals Borda, 1979; 1987). A su vez, existen diversas formas de hacer cartografía desde la participación que adoptan múltiples nombres dependiendo del enfoque que se le dé, de quién o dónde se trabaje: cartografía social, mapeo colectivo o mapeo colaborativo, entre otros muchos que actúan como un concepto, una metodología y un método. El mapeo colectivo se entiende como un ejercicio de investigación, acción y elaboración cartográfica en donde se ponen en cuestión los relatos dominantes a partir de los conocimientos y experiencias cotidianas de sus participantes (Risler & Ares, 2013).
Desde las geografías feministas y en diálogo con los feminismos comunitarios, sobre todo de las mujeres mayas en Guatemala y aymaras de Bolivia, han surgido métodos de cartografía participativa como el del mapeo del cuerpo-territorio implementado por colectivos de defensa de los territorios desde los feminismos (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017; Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador, 2018). Además, se ha teorizado la cartografía participativa para una variedad de experiencias y disciplinas: cartografía participativa para paisajes del pasado (Larrain & McCall, 2019), en los procesos de defensa socioambiental y su relación con la etnografía (Vélez et al., 2012) o para mostrar el territorio como constructo social (Risler & Ares, 2013), entre otros.
La colectividad de los procesos de cartografía participativa es un elemento fundamental para los casos que desarrollamos en este escrito. En América Latina, desde diferentes colectivos de geografía crítica autónomos, pero también desde la academia comprometida, hay nuevas dinámicas en relación con la cartografía participativa que buscamos exponer para contestar algunas preguntas y plantear otras nuevas que nos permitan seguir construyendo en y con los territorios.
3. ¿De dónde surgen y cuál es el alcance de estos materiales?
En la elaboración de los manuales, guías o cartillas existen diferentes motivaciones y propósitos, sin embargo, hay algunos aspectos en común: uno de ellos es interno y responde a la necesidad de sistematización de los trabajos en las propias organizaciones o colectivos, es decir, a la necesidad de recapitular, reflexionar y aprender de la experiencia vivida, y otro responde a una intención eminentemente pedagógica-política, donde se busca transferir capacidades, otorgar herramientas de autoaprendizaje, de valoración de los saberes propios y de organización basada en el conocimiento espacial local a fin de fortalecer territorios y territorialidades contrahegemónicas. Finalmente, todos estos materiales comparten también el que no son únicamente un compilado de instrucciones, sino que, ya que parten de experiencias concretas, sirven también como testimonios y medios de visibilización de realidades que son negadas, de desigualdades o injusticias espaciales, así como de los consecuentes procesos de resistencia y construcción de alternativas.
Se presentan aquí los materiales didácticos editados por quienes participaron en el evento y que representan diversas formas organizativas en torno a la academia y el activismo. Así, tenemos dos grupos de investigación: por un lado, el grupo de investigación Espacio, Tecnología y Participación (ESTEPA) de la Universidad Nacional de Colombia y, por el otro, la colaboración entre el Programa Kioscos Socioambientales para la Organización Comunitaria y el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas (CIEP), ambos de la Universidad de Costa Rica. Además, tenemos los trabajos de dos colectivos: el Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador y el Colectivo de Geografía Crítica Gladys Armijo, los cuales desarrollan investigaciones y acompañamiento de procesos sociales tanto desde el ámbito académico como fuera de él. Adicionalmente, abordaremos el proceso de las asociaciones civiles mexicanas ControlaTuGobierno y Sembrando Cultura Ambiental (SECUAM). Cabe recordar que estas últimas, así como los grupos de Costa Rica, no fueron parte de la redacción de este escrito y se tomó únicamente su experiencia en el foro.
En el caso del grupo ESTEPA, sus dos cartillas metodológicas son a la vez las memorias del evento que organizaron en 2016 (Bogotá) y 2018 (Morelia) denominado "Taller Internacional de Creación Cartográfica", el cual convocó a investigadores/as, estudiantes, organizaciones sociales y demás personas que trabajan con cartografía participativa desde diversos países, principalmente latinoamericanos. Surge así en 2017 la cartilla Taller internacional de creación cartográfica para la participación, autogestión y empoderamiento de los territorios locales (Aguilar-Galindo et al., 2017) y en 2019 la de Memorias II Taller Internacional de Creación Cartográfica. Acciones para la construcción de nuevas narrativas territoriales (Fenner-Sánchez et al., 2019). La intención de estos materiales es doble: por un lado, se trataba de documentar las experiencias y aprendizajes obtenidos en cada evento (Figura 1); por otro lado, buscan compartir las metodologías facilitadas por las personas participantes más allá de cada encuentro, de tal manera que puedan aplicarse y adaptarse a los contextos y procesos concretos en los que cada persona esté. Es por ello por lo que las cartillas incluyen no solamente el desglose específico de la técnica propuesta, sino también las circunstancias y lugares en los que se ha utilizado, además de incorporar nuevas reflexiones surgidas de su aplicación durante el evento, enfatizando así el carácter móvil y contingente de la cartografía participativa. Dada la gran diversidad de propuestas que conformaron ambos eventos, las cartillas contienen metodologías que pueden ser aplicadas en contextos igualmente diversos, sean estos rurales, urbanos, rururbanos, etc. De alguna manera las guías, una vez publicadas en la web, son mensajes en botellas lanzadas al mar con la esperanza de que alguien las encuentre en el momento oportuno, las interprete y las vuelva a lanzar.
Hasta donde se les ha podido seguir el rastro en cuanto a su recepción, estas guías han servido sobre todo como instrumento didáctico virtual de acceso libre a nivel superior o de pregrado, ya que varias personas integrantes de este grupo de investigación son docentes, han incluido en sus clases el desarrollo de ejercicios de cartografía desde las cartillas y han incentivado a sus estudiantes a aplicar las metodologías allí descritas de una forma crítica y creativa, generando así nuevas experiencias cartográficas. De esta manera, las cartillas sirven para acercar a estudiantes que inician sus exploraciones metodológicas a una gran diversidad de técnicas, visiones y realidades territoriales. Así mismo, estos documentos han funcionado como una especie de directorio desde el cual personas con afinidades temáticas o metodológicas se encuentran y se tejen nuevas redes de reflexión o de acción territorial.
Por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR), la cartilla y atlas Cartografiar nuestras realidades y desde nuestras experiencias (Jiménez Corrales et al., 2019) es resultado de la colaboración entre el programa Kioscos Socioambientales y el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) en la zona norte de Costa Rica, así como en territorio bribri3 en el cantón Talamanca, en el Caribe sur del país; ambos son territorios rurales y campesinos. Se elaboraron un atlas y la cartilla a partir del proceso de acompañamiento por medio de talleres diversos, entre los que se incluía la cartografía social. En la zona norte, se trabajó por más de un año y medio analizando y entendiendo con la población la conflictividad socioambiental derivada de la expansión del monocultivo de la piña. Los mapas sirvieron para evidenciar el subregistro de fincas piñeras.
En el caso de Talamanca, con un contexto campesino, indígena y con un alto número de áreas naturales protegidas, los talleres de cartografía participativa fueron el cierre de 8 años de acompañamiento en este pequeño pero complejo territorio, donde confluyen intereses turísticos, mineros, petroleros y conservacionistas, entre otros. De esta manera, el atlas fungió como sistematización del acompañamiento realizado y estuvo dirigido principalmente a las personas que participaron en el proceso, mientras que la cartilla cumplió con el propósito de brindar un complemento pedagógico a la serie de mapas que se habían realizado, partiendo de la noción del mapa como diálogo y pensado entre pares, es decir, para otros grupos o colectivos que quisieran llevar a cabo un trabajo similar.
La cartilla muestra aprendizajes, particularidades, experiencias y retos, pero, sobre todo, las razones por las cuales se elige trabajar con mapas y dentro de qué enfoque y visión de la cartografía en el marco de la investigación-acción participativa, de la que forman parte el acompañamiento prolongado y el cuidado de hacer cada etapa lo más participativa posible.
En el contexto del foro en 2020, Andrés León expresaba que "La cartilla opera desde un punto de desencuentro, es decir, imagina el proceso cartográfico como un diálogo entre distintos, que parte de cosas que no son exactamente iguales, pero que al mismo tiempo permite ver las cosas en común a partir de evidenciar las diferencias que se ponen en juego", como en el caso de diferentes contextos espaciotemporales, diferentes objetivos, diferentes formas de entender temas como naturaleza, territorio y Estado, diferentes saberes. Se crea pues también la cartilla desde esta noción de mapa como respuesta que al final genera nuevas preguntas, en nuevos contextos y con otros grupos, abriendo caminos de aprendizaje desde el quién lo piensa, quién lo crea, quién lo lee y también quién habla del mapa.
Por ahora la cartilla se usa como insumo de trabajo con estudiantes, pues se trata de compartirla, difuminarla y que no se quede archivada. Y aunque el proceso del atlas y la cartilla está cerrado, puesto que fue la culminación de un trabajo largo, queda pendiente profundizar en los hallazgos de carácter más bien epistemológico que surgieron del proceso de sistematización, como el hecho de pensar en el proceso cartográfico desde la diferencia y no desde el consenso, es decir, pensar en la cartografía participativa como herramienta para el diálogo de saberes, en contra del despojo y en defensa de los territorios.
Igualmente, el Colectivo de Geografía Crítica Gladys Armijo, en Chile, a partir de su acompañamiento desde 2010 a comunidades y organizaciones territoriales que se han agrupado para comprender desde una mirada local los procesos desterritorializadores que el modelo neoliberal impone sobre sus territorios para hacerles frente, comenzaron a trabajar con mapeos colectivos críticos "donde se buscaba que las comunidades locales a partir de su conocimiento del territorio, sus conflictos, su identidad, su apropiación cultural, pudieran mapear para que se pudieran representar en el espacio geográfico, mostrando todas esas tensiones marcadas en su propia vida" (Froilán Cubillos, intervención durante el foro, 2020). El resultado fue la construcción de un atlas titulado Dimensión socioambiental de los conflictos territoriales en Chile (González et al., 2016), cuya idea es representar estos conflictos territoriales en diferentes regiones del país y servir como una herramienta de análisis del territorio y de transformación social. Esta experiencia metodológica y de sistematización sirve además hoy en día para la formación de profesores de geografía crítica desde una visión más local, lo cual permite a la vez tener una forma de agenda política de los movimientos sociales y territoriales.
A la vez, como material didáctico, el atlas ha supuesto un proceso de aprendizaje desde su misma gestación y ha permitido poner en diálogo miradas diversas4. Ante el contexto global generado por el extractivismo y el neoextractivismo, el atlas, y específicamente el mapeo colectivo, han permitido analizar, cartografiar e ilustrar las problemáticas presentes en las realidades de diversos territorios enfocados en los actores, los procesos, las acciones y las temporalidades que configuran el espacio geográfico (Figura 3). La metodología de mapeo está comprendida por una serie de pasos, donde se integran las y los pobladores de las comunidades locales afectadas por una problemática o que se encuentran en conflicto con actores foráneos (empresas privadas o estatales, el Estado, etc.).
El reconocimiento territorial es el primer paso dentro del desarrollo de un mapeo colectivo crítico, la toma de conciencia de la existencia de problemáticas o conflictos territoriales y las escalas donde estos se manifiestan, junto con la temática que se quiere mapear. Para ello se definen, en un trabajo compartido entre la comunidad local, los elementos que desean identificar y registrar en el mapa, como procesos, actores, dinámicas, cambios, permanencias, áreas de conflicto, áreas de resistencia, áreas de significación (cultural, espiritual, etc.), áreas productivas y espacios naturales, entre otros.
Posterior a la discusión de temáticas y elementos indispensables para mapear, este ejercicio grupal se debe materializar dentro de una cartografía. Para ello, la localización espacial de los elementos será registrada por la comunidad. De esta manera se organiza y clasifica la información levantada. Finalmente se construyen los símbolos y definiciones a partir de categorías construidas por la misma comunidad; de esta forma se facilita la lectura del mapa junto con la identificación de procesos, dinámicas y espacios en este.
Justo como resultado del acompañamiento al proceso de defensa territorial del barrio de Caltongo, al sur de la Ciudad de México, se creó la guía Mapeo comunitario y cartografía colaborativa para la defensa del territorio y los bienes comunes (Hernández-Jiménez et al., 2020). La tarea de las organizaciones mexicanas ControlaTuGobierno A C. y Sembrando Cultura Ambiental A. C., así como de otras personas provenientes de diferentes disciplinas, fue compilar y diseñar la guía únicamente como un tercer actor, pues, como el nombre lo indica, este material está hecho para servir a activistas, promotores y facilitadores comunitarios (Figura 4). Así lo afirmaba Valeria Antezana en su exposición en el foro: "Nuestra intención [...] es que esta guía vaya caminando por cuenta propia y se vaya nutriendo con las experiencias de las propias comunidades". Por ello la guía incluye tanto términos técnicos como, sobre todo, una serie de recomendaciones y materiales de apoyo para quienes decidan llevar a cabo estos procesos "sin que esto se vuelva una receta a seguir", continuaba Antezana. En congruencia con este propósito pedagógico y de autoaprendizaje, las secciones pueden revisarse de manera autónoma y entran continuamente en diálogo con la experiencia realizada en Caltongo.
Esta guía incluye uno de los mapas resultado de los talleres y una serie de iconografías creadas en el contexto comunitario en formato de calcomanía, de tal suerte que pueden utilizarse para seguir enriqueciendo el mapa (u otros mapas de otros territorios), puesto que los territorios se encuentran en constante dinamismo. Esta se ha compartido con otros actores que también están en procesos de resistencia y de organización. Así lo explicaba Citlali Hernández: "La compartimos entre activistas, entre quienes no nos dejamos de movilizar, entre quienes no nos dejamos de preocupar en torno a lo que está pasando en los lugares que nos importan"; lo anterior, además, gracias a los intercambios virtuales propiciados por la situación de pandemia. Dichos actores pertenecen sobre todo a activismos en las periferias que están queriendo plasmar procesos de despojo, de exclusión y discriminatorios que se han agudizado en este contexto.
Finalmente, el Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador ha producido varias publicaciones a diferentes niveles, desde artículos en revistas indexadas hasta compilaciones de libros sobre su accionar y también cartillas y guías para la defensa del territorio desde distintos enfoques. Las cartillas que han desarrollado corresponden a dos momentos. En el primer momento se buscaba mostrar una geografía no positivista que reflejara una mirada sobre la geografía crítica y la cartografía participativa desde el feminismo, los comunes y luchas antiextractivas, con un importante posicionamiento antiestatal. Desde ahí se desarrollaron una serie de cartillas pensadas para dirigentes comunitarios y la sociedad civil, agrupadas bajo el lema Geografiando para la resistencia, que incluye las siguientes cartillas: Resistencia para la defensa del territorio (2016), Territorio y comunes: utopías y comunes (2018a) y Los feminismos como práctica espacial (2018b). Las tres están compuestas por una primera parte de presentación de conceptos clave y otra con ejemplos concretos basados en las experiencias de acompañamiento realizadas por el colectivo.
La última de esta serie ha sido ampliamente difundida en audiencias más plurales y aborda principios de la geografía feminista y cómo está siendo entendida y practicada desde el Ecuador. Posteriormente a estas cartillas, debido al interés del colectivo por trabajar de manera más profunda sobre los temas de movilidad humana, se ha producido una serie de tres cartillas llamadas Viviendo al límite que buscan dar cuenta de la situación vital de las personas migrantes en el Ecuador. Esta serie incluye los siguientes temas: Entre la discriminación y la indolencia: una aproximación a la inmigración en Ecuador, Regularizados en el Ecuador y Ser inmigrante en Ecuador en tiempos de covid-19, todas publicadas en 2021.
El uso de estos materiales ha variado dependiendo del tema que abordan. Las cartillas responden a procesos internos del colectivo, pero también se basan en las peticiones metodológicas y políticas de movimientos sociales aliados. El uso de las cartillas no solo depende del Colectivo de Geografía Crítica, sino de los y las aliadas y las alianzas con quienes trabajan. Se han reconocido en asambleas anteriores y también, con base en el análisis del uso de las redes sociales (Facebook, Instagram y Twitter), que la cartilla que más ha circulado ha sido la de geografías feministas. Así, estas cartillas han sido distribuidas en el ámbito académico y de la militancia social. Entre los espacios que se podrían destacar está también el ámbito jurídico, ya que se ha llevado parte del material que está en las cartillas a la Asamblea Nacional y las cortes provinciales.
Cabe decir, para cerrar este apartado, que todos los materiales presentados existen tanto en formato impreso como digital y son de libre distribución.
4. Los retos (pedagógicos), los consejos y las propuestas a futuro
Las diferentes experiencias aquí discutidas nos han llevado a reflexionar acerca del proceso cartográfico y el mapa como una forma de diálogo y de pregunta, que permite llegar a diversas respuestas. Pensar en quién lo hizo, para qué y para quién es parte del proceso de lectura del mapa, en el cual se puede evidenciar la construcción conjunta y participativa y los encuentros entre el saber técnico y el comunitario, es decir, ver lo que está en juego en el momento de la experiencia. También es claro que cada proceso cartográfico es un momento dentro de procesos más largos y complejos que muchas veces inician en desencuentros, pero que a través del diálogo, de reconocer las diferencias de contextos espaciotemporales, de formas de entender el territorio, la naturaleza y el Estado y de apreciar los diferentes saberes, el resultado obtenido va más allá del mapa como producto y se convierte en un ejercicio de aprendizaje, como reflexionaba Andrés León durante su participación en el foro.
De esta manera, tanto el proceso como el producto y los usos que de este se deriven constituyen momentos pedagógicos en lo que estamos aprendiendo sobre el territorio y lo estamos construyendo. En este sentido, es importante tener en cuenta que la construcción del territorio es un proceso dialéctico, donde se presentan relaciones dialógicas entre los actores y el espacio y se produce una interacción entre la sociedad y los elementos naturales presentes en el espacio que habitan, impregnando al territorio con una identidad propia (Sánchez, 1990). Esto es lo que se conoce como territorialidad, ejercida en un primer momento por las comunidades locales presentes en un territorio.
La configuración de un territorio también incorpora dinámicas de conflicto en las que se produce desterritorialización, es decir, "el proceso en cual los actores sociales de mayor poder espacial, por lo tanto, político y económico, imponen su territorialización frente a los actores comunitarios" (Cubillos et al., 2017, p. 8). Este proceso significa la territorialización con lógicas distintas que, como resultado, significan la pérdida de poder de los actores locales.
Existe un tercer proceso dentro de la condición dialéctica del territorio, la reterritorialización, entendida como un "proceso emancipador de las comunidades afectadas por las acciones de actores externos a su cosmovisión y que en definitiva logra reconstruir el tejido social, cultural e identitario de las comunidades locales" (Cubillos et al., 2017, p. 9). Las metodologías de mapeos colectivos son un ejemplo de procesos de reivindicación territorial local.
La sistematización de estos procesos y las experiencias de interacción con las comunidades respecto a cómo ven, viven y sienten el territorio permiten construir una herramienta pedagógica que se conecta y comunica en red con otros colectivos, académicos, organizaciones e incluso instituciones gubernamentales interesadas. También es un instrumento que logra transmitir conceptos que tradicionalmente estaban encerrados en el ámbito académico para producir un material para públicos distintos con gran alcance. Sin embargo, lograr plasmar los objetivos y los resultados de forma pedagógica, práctica, organizada, imparcial y justa con respecto a la experiencia ha implicado varios retos.
Los espacios que se han abierto mediante la cartografía participativa detonan discusiones que permiten saber lo que se sabe y abrir nuevas preguntas y miradas. Concluye Andrés León que pensar el mapa desde el desacuerdo y no del acuerdo, en donde personas distintas generan una alianza en torno a objetivos comunes que se van construyendo en el camino, realza el papel del mapa como medio de comunicación, que parte de una narrativa continua que se da en el trabajo colectivo. De esta forma también es un instrumento del diálogo de saberes, como afirma el mismo investigador.
Hacer cartografía comunitaria es un ejercicio de autonomía y autodeterminación que permite mirar nuestros territorios de una manera distinta y que aporta a la generación y el fortalecimiento de diversas formas de autogestión. Nos da la oportunidad de poner sobre la mesa ciertos temas y actores con el fin de contraponer un discurso que genere acciones territoriales concretas y direccionadas a problemas existentes, desde una mirada local y no desde la interpretación de otros actores externos que convenientemente ajustan sus agendas a intereses particulares. Así mismo, recordaba Andrés León, cada experiencia compartida mediante un material escrito parte de su lugar específico de enunciación y desde ahí es que debe ser entendido todo el planteamiento epistemológico y político como una propuesta metodológica.
McCall recordaba en su participación en el foro que en la conceptualización de los mapeos colectivos, así como en los contenidos elegidos para un material de capacitación, deben tomarse en cuenta aspectos como la naturaleza de los métodos pedagógicos, la utilidad y la pertinencia de las herramientas sugeridas, la existencia de brechas digitales, las cuestiones de seguridad y la duración de los acompañamientos, entre otros asuntos. En concreto, respecto a las guías, cartillas o manuales, sugiere organizar los pasos por seguir en tres etapas: antes, durante y después, explicitando los aspectos para abordar y cuidar en cada una de ellas.
La notable riqueza y profundidad del conocimiento local lleva consigo el desafío de la representación y la representatividad en el proceso de transferencia a un mapa, en sus diferentes formatos. Plasmar la conexión con el territorio, los mitos e historias, la identidad y las imágenes mentales, que comprenden un conjunto de elementos difusos y multisensoriales, implica retos tanto para los gestores como para quien mapea, puesto que evidentemente habrá cierta pérdida al pasarse a un mapa, la cual debe asumirse o bien complementarse con otras metodologías. El mapa al final mostrará una selección, una parcialidad de la espacialidad vivida. Por esto, siguiendo a McCall en la ponencia inaugural, es importante preguntarnos: ¿quién selecciona? ¿Quién elige la forma de "traducción"? ¿Quién elige los contenidos y leyendas de las últimas representaciones? ¿Quién prioriza?, pues este proceso no se da en relación uno a uno, sino muchos a uno. Por esto es de gran importancia la planeación conjunta y la coadaptación de los entornos donde se generan los diálogos, a través de los cuales se llega a puntos de vista en común. Las primeras preguntas, que llevan implícitos los objetivos del mapeo, deben ser cuidadosamente planteadas, al igual que las herramientas que se van a utilizar, pues el uso de los programas de cartografía requiere de cierta experticia y experiencia técnica que puede acercar o alejar a la comunidad del proceso, según su contexto.
Esto último lo ilustra bien la experiencia de SECUAM y ControlaTuGobierno (México), quienes, a fin de dejar capacidad instalada con los grupos que acompañan, pusieron especial énfasis en utilizar un lenguaje sencillo en su guía, de tal manera que "cada página es un consejo para que no sientas que es una cosa difícil", como lo señaló Citlali Hernández en el foro. Además, recomiendan la implementación de software libre para hacer los mapeos, de tal manera que sea más probable que los grupos o personas interesadas puedan reproducir las metodologías de manera autónoma. Así, se ha logrado, por ejemplo, que una red de economía solidaria de mujeres activas en la defensa de sus territorios, después de haber trabajado un tiempo con el acompañamiento de las organizaciones, se apropiara de la estrategia de mapear. Esto no solamente para divulgar sus actividades, sino también para prevenir la delincuencia u otras problemáticas en sus territorios, abriendo el camino a una utilización de las herramientas digitales y de la web más allá de las redes sociales.
Para el Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador, sus constantes búsquedas y encuentros con otras epistemologías o paradigmas los conduce a nuevas reflexiones como el racismo estructural y la colonialidad en el espacio, entre otras que, de la mano con el acompañamiento territorial, llevarán posiblemente a generar nuevas cartillas o, mejor aún, la intención ahora es también entrar en diálogo con otras cartillas similares. Es importante decir que las cartillas que hasta ahora han hecho son ya de por sí resultado de muchos diálogos, ya que surgen en gran parte desde el proceso de formación interno que tiene el colectivo, nutrido desde siempre por nuevos y diversos textos que amplían y complejizan su perspectiva. Además, la construcción de las cartillas se ha hecho igualmente de manera abierta, discutiendo y valorando criterios con otros colectivos. Todo esto plantea retos, pero a la vez enriquece profundamente tanto el proceso como el resultado mismo. Otra parte importante del proceso es la autocrítica, al valorar si, en términos de la producción pedagógica, las cartillas están o no cumpliendo su objetivo.
José Mora, de Kioscos Socioambientales, recalcaba en el foro que la cartografía participativa, y las cartillas también, tratan de evidenciar que esta es una metodología que permite agrupar otras metodologías, y ello es muy valioso porque se hacen varias cosas a la par. Al respecto, cabe mencionar la reflexión hecha por el mismo Mora respecto al proceso costarricense aquí compartido: "No todo necesariamente se puede mapear, no toda la gente lo quiere mapear y no todo mundo quiere mapear". De ahí la importancia de integrar la cartografía con otros instrumentos, como fotografías, infografías, etc., que también están contando la historia de los territorios y de la gente.
Tener presente el rol que juega tanto la academia como las organizaciones sociales que acompañan estos procesos de cartografía participativa es sumamente importante para no partir de agendas preconcebidas, como lo advertía Valeria Antezana en el foro, sino de aquellas problemáticas que realmente se viven en los territorios y para sus luchas. La elección misma de la cartografía participativa como método tendría que surgir de los procesos territoriales, aunque esto muchas veces entra en conflicto con la forma en la que se estructuran las agendas académicas o de las organizaciones sociales, las cuales suelen exigir la metodología de forma anticipada. Hay, por lo tanto, un componente político que debe tomarse en cuenta para que dichas herramientas puedan atender puntualmente las problemáticas del territorio y no solamente las necesidades de quienes hacen facilitación. Al respecto, Julieth Monroy, en el mismo evento de 2020, nos recordaba que "La cartografía es un puente, y el para es eso que construimos a cada lado, y creo que nosotros como reguladores de ese proceso cartográficos somos responsables de que ese intercambio se dé de manera justa y de que, en lo posible, genere unos resultados positivos; ese sería nuestro objetivo", además de poder llegar a resultados que no se queden solo en el mapa accesorio, sino que sea también un proceso dinámico.
5. A manera de cierre
La revisión analítica y retrospectiva realizada nos ha permitido constatar que el uso de estas metodologías desde diversos enfoques se encuentra ligado directamente al contexto político/económico de América Latina, donde la gran estructura que guía el devenir histórico del continente es un sistema económico neoliberal dinamizado sobre un modelo de sociedad global. Su desarrollo es el gestor de diversas problemáticas y conflictos, principalmente socioespaciales y socioambientales, en territorios que cumplen con condiciones específicas para el aprovechamiento productivo y económico del sistema, las cuales, en gran medida, tienen que ver con la existencia de determinados bienes naturales, por lo cual el medio ambiente y las comunidades locales que habitan en las cercanías o dentro de estos espacios se convierten en los principales afectados.
De esta forma, la cartografía participativa y crítica adquiere un papel relevante de mediación práctica, pedagógica y política en la reivindicación y la construcción de territorialidades diversas, contrahegemónicas o en resistencia. Cierto es también que el uso de estas metodologías depende aún, en gran medida, de personas en menor o mayor grado externas a los territorios en disputa, como pueden ser los colectivos y grupos que aquí presentamos, y que muchas veces están ligados al ámbito académico, al activismo o a una combinación de ambos. Es por ello por lo que las cartillas, guías o manuales surgen como una necesidad de seguir transmitiendo conocimientos, tanto entre grupos facilitadores como con otras personas que viven procesos similares de desterritorialización, afectación y despojo, entre otros.
Las guías y cartillas responden así a una gran variedad de voces. El título, sus objetivos y su estructura no son algo arbitrario, son también el producto de acuerdos de quienes las realizan, lo que lleva un importante trabajo de discusión del cómo transmitir un proceso de construcción social que hemos estado tejiendo y del cual nos han quedado tantas experiencias, recuerdos, sentimientos y lazos a los cuales queremos darles continuidad a través de su publicación abierta.
Asimismo, son una apuesta de aprendizaje, un pretexto para juntarnos y elegir qué transmitir, por qué y cómo hacerlo, donde evidentemente se debe dar un posicionamiento, preguntándonos desde dónde partimos y hacia dónde queremos continuar, es decir, cuáles son los discursos y proyecciones de territorio que queremos compartir y caminar.
Finalmente, el compartir herramientas como estas guías y cartillas busca tanto facilitar el lenguaje para explicar las metodologías y los resultados como dejar abierta la posibilidad de la libre interpretación, donde quien las lean tenga también la posibilidad de crear. Este es el reto pedagógico de estos materiales, son una forma de educar y reeducarnos a través de un trabajo colectivo que integra múltiples enfoques, técnicas y disciplinas que las convierten, más que en producto de difusión, en un dispositivo de diálogo y reflexión que, si bien tiene parte en la academia, posee también su origen en la asociación y la confluencia de múltiples actores, territorios y contextos.