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Psicología desde el Caribe
Print version ISSN 0123-417XOn-line version ISSN 2011-7485
Psicol. caribe no.25 Barranquilla Jan./June 2010
La comunicación familiar en asentamientos subnormales de Montería (Colombia)
Family communication in subnormal settlements in Montería (Colombia)
Miguel Garcés Prettel*
Universidad Tecnológica de Bolívar (Colombia)
Jorge Enrique Palacio Sañudo**
Universidad del Norte (Colombia)
* Magíster en Comunicación. Docente Universidad Tecnológica de Bolívar, investigador del grupo GESH de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas UTB. mgarces@unitecnologica.edu.co
** Doctor en Psicología, Universidad de París X. Coordinador del Doctorado en Psicología, Universidad del Norte. Investigador del GIDHUM. jpalacio@uninorte.edu.co
Correspondencia: Universidad Tecnológica de Bolívar. Parque Industrial y Tecnológico Carlos Vélez Pombo, km 1 vía Turbaco, Cartagena (Colombia).
Fecha de recepción: 25 de septiembre de 2009
Fecha de aceptación: 17 de febrero de 2010
Resumen
Este estudio es producto de una investigación cuantitativa que describe las características de la comunicación que se forja al interior de las familias en los barrios subnormales de Montería (Colombia). El diseño metodológico partió de un muestreo intencional con 300 familias pertenecientes a cuatro asentamientos subnormales de la ciudad de Montería. La información fue obtenida de la aplicación de dos encuestas, una que mide características demográficas de los hogares, y el cuestionario CFA creado por Garcés (2004), que mide niveles de comunicación familiar. Dentro de los hallazgos más importante se resalta el hecho de que las familias nucleares de estos barrios subnormales seleccionados mostraron mejores niveles de comunicación y de relaciones que las monoparentales y extensas. Sin embargo, independientemente del tipo de familia se logra descubrir que es la figura materna la que muestra desarrollar con mayor fuerza que la figura paterna la comunicación afectiva y reguladora con los hijos. Otro aspecto por resaltar de este estudio es que se encontraron cuatro aspectos que ponen obstáculos al desarrollo funcional de la comunicación y las relaciones familiares, y estos son: la separación de los padres, el maltrato psicológico y físico, la crisis económica y el consumo de drogas
Palabras clave: Familia, comunicación familiar, relaciones parentales, asentamientos subnormales, Montería.
Abstract
This study is the result of a quantitative investigation that describes the characteristics of communication within families in subnormal neighborhoods of the city of Montería. The methodological design started with an intentional sample of 300 families that belong to four subnormal settlements in the city of Montería. The information was obtained through the application of two surveys, one to measure the demographic characteristics of homes and the CFA questionnaire created by Garces (2004) to measure the levels of family communication. From the most important findings of this study, it is highlighted that nuclear families showed better levels of communication and relationship than monoparental and extended ones. However, independently from the type of family, it was found that the mother figure shows better development than the father figure in the emotional and regulating communication with the children. Another aspect to highlight is that four aspects were found to be an obstacle in the functional development of communication and family relationships: parents' separation, psychological and physical abuse, the economical crisis and drug consumption.
Keywords: family, family communication, parental relationships, subnormal settlements, Montería.
INTRODUCCIÓN
La familia es considerada como un sistema importante para el desarrollo integral de las personas a nivel individual y social. A nivel individual, posibilita la satisfacción de necesidades básicas, biológicas y psicoafectivas. En lo social, moldea las primeras bases de la personalidad que forma parte de la identidad del sujeto, que sigue evolucionando a medida que entra en un proceso de socialización con otros individuos a partir de contextos específicos. Su potencial para la formación del individuo y la sociedad se ve disminuido en contextos de extrema pobreza, tal como se observa en la mayoría de los barrios pobres que rodean las ciudades de Colombia, y en particular en la Costa Norte en los barrios que se encuentran en la ciudad de Montería. La comunicación familiar en estos contextos requiere ser estudiada con más detalle para realizar procesos de intervención más adaptados a condiciones sociales y familiares que, en últimas, pueden condicionar el éxito o fracaso de diferentes programas de desarrollo social.
Montería, capital del departamento de Córdoba, cuenta con 381.525 habitantes, según el último censo del 2005, distribuidos en 288.192 habitantes en el área urbana y 93.333 en el área rural. Castro (2003), en su intento por analizar los procesos de cambio y crecimiento de la ciudad, se ha atrevido a señalar que Montería ha sido envestida de dos momentos claves en la historia: un primer auge que se da con el ascenso a la categoría de capital de uno de los departamentos más fértiles de Colombia, lo cual propicia una gran explosión social, económica y cultural que readecuó la ciudad buscando ponerse al nivel de lo que implicaba esta designación territorial; el segundo auge abarca los cincos decenios siguientes en los cuales la ciudad empieza un proceso acelerado de urbanización, y se destacan construcciones importantes, como diversas escuelas de formación básica primaria; la vía hacia el Alto Sinú; el puente sobre el río Sinú (1956), que unió a las dos Monterías (la de la margen izquierda con la de la derecha); la creación de los primeros centros de educación superior, entre los que se destacan la Universidad de Córdoba (1962) y la Universidad del Sinú (1974); la creación del aeropuerto los "Garzones" (1970-1974); la construcción del Parque de la Avenida Primera (2003), y el puente Segundo Bicentenario (2006), entre otras obras importantes. La ciudad ha sido cuna de figuras famosas en el deporte colombiano, como Miguel Happy Lora, y epicentro de movilizaciones sociales importantes entre las que se destacan las acciones realizadas por la Sociedad de Obreros y Artesanos (1918) y la Sociedad de Obreras Redención de la Mujer (que aportó en 1919 las primeras bases del movimiento feminista en Colombia), quienes trabajaron por eliminar la matrícula, la eliminación de toda forma de maltrato y abuso por parte de los patrones, el reconocimiento a la dignidad de la mujer como sujeto social de derechos y la eliminación del machismo y de toda expresión antisocial que amenace la integridad y el valor de la mujer (Fals Borda, 1986).
Pero también la "capital ganadera" de Colombia ha sido fuertemente golpeada por el conflicto armado que vive el país hace varias décadas. Negrete (2003) asegura que las familias de Montería, y de todo el departamento de Córdoba, vivían tranquila y pacíficamente hasta que en 1949 la violencia bipartidista perturbó la paz, y sobrevino la violencia de los terratenientes en el Alto San Jorge (1959-1964), la violencia de izquierda que empezó en el Alto Sinú y se extendió a otros lugares (1967 hasta el presente), y luego el conflicto generalizado con participación al principio de un variado número de actores: Estado, guerrillas, paramilitares, autodefensas, narcotráfico, que con el transcurso del tiempo cualificaron sus fuerzas y radicalizaron sus concepciones (1985 en adelante). Estos brotes de violencia social y política generaron, en mayor o menor medida, desplazamiento masivo de familias de pueblos y veredas de Córdoba hacia Montería, pero también de familias provenientes de municipios y corregimientos de otros departamentos, como Antioquia, Choco y Urabá.
Ramos y González (1999) han estudiado la situación de muchas de estas familias afectadas por estos fenómenos sociales, y han observado que la mayoría de las personas desplazadas llegan a las ciudades y se ubican en barrios tuguriales o invaden terrenos, conformando así los famosos asentamientos subnormales que en la mayoría de los casos se convierten luego en barrios subnormales, que muchos gobiernos legalizan a pesar de las grandes implicaciones que tiene habitar esos lugares. En el caso de Montería, los estudios de Negrete (1997) mostraban que ya en 1994 la ciudad contaba con más de cuarenta asentamientos subnormales receptores de una población desplazada de aproximadamente 24.484 inmigrantes. En el 2007 el problema creció y la ciudad, con un área aproximada de 5.000 hectáreas, tenía 400 de ellas ocupadas por un poco más de medio centenar de asentamientos subnormales, con una población de 100.000 personas (Negrete, 2007). En esos mismos asentamientos convergen tanto personas afectadas por el conflicto armado, como desplazados voluntarios que llegaron a la ciudad debido a que las zonas rurales donde residían se encontraban sumergidas en la pobreza y el abandono y no disponían de oportunidades y medios de sostenimiento para vivir dignamente. Además, en esos asentamientos se encuentran con otras familias de Montería que carecían de vivienda propia y que vieron en las invasiones, ventas de terrenos a bajos precios y algunos programas del antiguo Instituto de Crédito Territorial, en conjunto con las administraciones municipales, la alternativa para tener casa o terreno propio. Los asentamientos subnormales se vuelven un escenario importante para estudiar las condiciones de vida de sus habitantes y la diversidad multicultural y el mundo interactivo de comunicación y relaciones que se mueven en la vida cotidiana de estas familias desplazadas, incluyendo los cambios en su estructura familiar. Por esta razón, esta investigación profundiza en esa última línea de reflexión, partiendo de dos objetivos claves: describir los procesos de comunicación que se forjan en las relaciones de las familias de barrios subnormales de la ciudad de Montería y, además, identificar las barreras o conflictos que surgen en la comunicación y las relaciones de estas familias.
Ahora bien, para fundamentar este estudio se consideró apropiado hacer una revisión teórica de la comunicación familiar como concepto y las barreras de comunicación que se han abordado desde investigaciones en el campo de las relaciones interpersonales, para así disponer de suficiente información que fortaleció la estructura metodológica de este trabajo.
EL ROL DE LA COMUNICACIÓN EN LA DINÁMICA FAMILIAR
La contribución que puede hacer la familia en el proceso del desarrollo humano depende de qué tan funcional es su sistema, tanto en su estructura y modos de convivir, como en el tipo de comunicación y vínculos afectivos que establece en las relaciones sociales e íntimas que construye. En este sentido, Alcaina y Badajoz (2004) han enmarcado las familias desde su operatividad en dos grandes tipos: la familia funcional, que se caracteriza por el cumplimiento eficaz de sus funciones, la presencia de un sistema de relaciones que permite el desarrollo de la identidad y la autonomía de sus miembros, cuenta con flexibilidad en las reglas y roles para la solución de los conflictos, tiene la capacidad de adaptarse a los cambios y presenta una comunicación clara, coherente y afectiva que permite compartir y superar los problemas. La otra familia es la de tipo disfuncional, que presenta negativos niveles de autoestima en sus miembros y la presencia de una comunicación deficiente y malsana que se manifiesta en comportamientos destructivos y a veces violentos, que limita el libre desarrollo de la personalidad de sus integrantes, lo cual afecta con mayor fuerza a la población infantil y adolescente. La familia disfuncional, ante situaciones que generan estrés, responde aumentando la rigidez de sus pautas transaccionales y de sus límites, por lo que carece así de motivación y ofrece resistencia al cambio.
Herrera (2007) también reconoce el papel importante que juega la comunicación en el funcionamiento y mantenimiento del sistema familiar, cuando ésta se desarrolla con jerarquías, límites y roles claros y diálogos abiertos y proactivos que posibiliten la adaptación a los cambios. Etimológicamente, la palabra "comunicación" proviene del latín comunicare que en su primera acepción significa: "Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene; intercambiar, compartir, poner en común". A su vez, proviene del latín antiguo comoinis y este del indoeuropeo ko-moin-i, "común, público" o "intercambio de servicios" (Gómez, 1998). Desde el mismo origen y sentido de la palabra, el acto de comunicarse presupone la existencia de la otredad como factor clave para construir relaciones, pues en última reconocer a los otros como interlocutores válidos y establecer relaciones con los demás es el fin primario de todo proceso de comunicación (Satir, 2005).
La comunicación, como área de estudio, ha sido analizada desde hace miles de años, y es la figura de Aristóteles la que permite apreciar que en la antigua Grecia ya existía una preocupación académica por entender cómo se da el proceso de comunicación humana. Griffin (2000) afirma que La Retórica, de Aristóteles, obra escrita hace más de dos mil años, es primer estudio empírico de la comunicación. En ella Aristóteles se dedica a estudiar la forma como los oradores se dirigían a su público, con el fin de convencerlos de la validez de sus teorías y postulados filosóficos. Desde esta concepción aristotélica se reconoce que uno de los principales propósitos de la comunicación es intentar persuadir a los otros.
Autores como David Berlo (1982) se identifican, en parte, con la visión aristotélica de la comunicación, al mencionar que la finalidad de ésta es afectar e influir a otros. Para ello, en las dinámicas de comunicación se toman iniciativas que esperan producir una respuesta, partiendo de la idea de convertir a las personas en agentes efectivos que toman decisiones que transforman el mundo físico que los rodea, afectando y dejándose afectar por los demás. Otros, como González (1990), coinciden con esa mirada histórica de la comunicación que implica analizarla desde sus raíces primitivas, reconociendo que la comunicación cotidiana es el resultado de millones de años de evolución en los que el ser humano ha ido perfeccionándose en el tiempo, al igual que los códigos que ha tenido que construir para relacionarse con sus pares y para sobrevivir a las adversidades del entorno, y dejar un legado de experiencias y tradiciones a las nuevas generaciones.
Por su parte, Watzlawick, en su intento por analizar la comunicación desde otros escenarios de la vida cotidiana, logra reconocer que la comunicación
[...] no solo permite afirmar las relaciones, sino que sin ella la vida no es posible, ya que para sobrevivir cualquier organismo debe obtener las sustancias necesarias para su metabolismo, pero también requiere información adecuada sobre el mundo circundante. Es así como se comprende que la comunicación y la existencia constituyen conceptos inseparables (Watzlawick, Beavin & Jackson, 1987).
Esto demuestra que a lo largo del tiempo la comunicación ha sido estudiada desde diversos enfoques y miradas, por lo que
[...] algunas concepciones enfocan la ontología y naturaleza del lenguaje como constructor de realidades, otras enfatizan la transmisión de contenidos, ideas y emociones; otras trabajan con la idea de que una mente afecta a otra y otras más miran tanto los comportamientos como el proceso de inducir respuestas reales o imaginadas, a partir de estímulos verbales (Gallego, 2003).
En este contexto sociocultural de interacciones humanas, surge el concepto de comunicación familiar que
[...]se puede entender como el proceso simbólico transaccional de generar al interior del sistema familiar, significados a eventos, cosas y situaciones del diario vivir; es un proceso de influencia mutua y evolutiva que incluye mensajes verbales y no verbales, percepciones, sentimientos y cogniciones de los integrantes del grupo familiar. La interacción ocurre en un contexto cultural, ambiental e histórico y tiene como resultado crear y compartir significados" (Gallego, 2006).
Desde ese escenario sociocultural, los estudios sobre comunicación familiar permiten abordar este tema, remitiéndose a dos conceptos importantes: la intersubjetividad y la interactividad, que provienen de la Fenomenología y la interacción simbólica respectivamente, y "aunque no todos los estudiosos de la comunicación utilizan estos conceptos en forma conjunta, les confieren importancia para su análisis e interpretación" (Fitzpatrick & Ritchie, 1993, citado por Gallego, 2006).
COMPONENTES DE LA COMUNICACIÓN FAMILIAR
Gallego (2006) también clasifica en uno de sus escritos sobre comunicación los componentes que, a su juicio, intervienen en la dinámica comunicativa de las familias, y estos son:
1. Los mensajes verbales y no verbales, que les dan el contenido de la interacción, formando un todo en la comunicación y utilizándose para crear significados familiares, creando realidades y significados diferentes al acto.
2. Las percepciones, sentimientos y cogniciones, así como las emociones y los estados de ánimo de los que participan en la comunicación son elementos que influyen en el proceso de interpretación y comprensión.
3. Los contextos en los que se desarrolla la comunicación que abarca la cultura, el lugar, el periodo histórico, el ambiente cercano como la disposición de los espacios.
En la misma línea, otros autores, como Gutiérrez (1977), consideran que la comunicación familiar se da desde dos escenarios: uno de carácter interno de la familia y la otra en relación con la comunidad. A manera de ejemplo, sus estudios sobre la comunicación interna de las familias buscan analizar la amistad, las actividades y costumbres familiares, la ejecución de proyectos para mejorar la vida y la planificación familiar, y en lo externo analiza la proyección de la familia teniendo en cuenta la comunicación entre progenitores e hijos con la comunidad.
En lo que concerniente a las características que presenta el proceso de comunicación familiar, Moreira (1996, citada por Moré, Bueno, Rodríguez & Zunzunegui, 2005) ha identificado en sus estudios sobre familias en Cuba una serie de aspectos que se dan en la comunicación en la pareja y entre padres e hijos, y percibe la existencia de un déficit en la comunicación que dificulta el funcionamiento familiar, a pesar de tratarse de familias estables. Es así como destaca diferentes características que permiten clasificar la comunicación familiar de esta manera:
1. Apertura: relativa a la cantidad y amplitud de los temas de los cuales se conversa o discute.
2. Intimidad: referida a la significación y profundidad de los temas de comunicación.
3. Reflexión: concierne a la capacidad de los sujetos implicados en la relación de concientizar y manifestar los sentimientos y conflictos que experimentan.
4. Constructividad: relacionada con la discusión y solución de los problemas.
5. Confianza: perteneciente al sentimiento del sujeto de que va ha ser atendido, escuchado y comprendido por su interlocutor.
Sin embargo, los trabajos de Jhon Powell (1969) se han destacado por comprender ciertos niveles de profundidad y de comunión que se dan en la dinámica familiar, con lo cual logra identificar diversos niveles de comunicación: el Nivel 5, que se caracteriza por existir una conversación tópica, limitada y formal; el Nivel 4, en el que se habla con mucha frecuencia de otros, para no implicarse a sí mismo y no comprometerse o ponerse en evidencia; el Nivel3, en el que el sujeto encuentra espacio para dar ideas y opiniones, lo cual se implica personalmente pero aún no está comprometido directamente con su aprobación social; el Nivel2, el llamado gut level, en el que el hombre penetra en la profundidad del ser en el terreno comunicativo y, por último, el Nivel 1, en el que se habla de comunicación cumbre, debido que existe una comunión espiritual muy profunda con el intercomunicador.
En cuanto a las funciones y formas de la comunicación, Lomov (1989, citado por Moré, Bueno, Rodríguez & Zunzunegui, 2005), cree que éstas se desarrollan
[... ] por las funciones sociales de las personas que entran en ella, por su posición en el sistema de las relaciones y se regulan por los factores relacionados con la producción, el intercambio y el consumo, con los puntos de vista acerca de la propiedad así como las tradiciones, normas morales y jurídicas e instituciones y servicios formados en esa sociedad.
En este sentido, Lomov establece tres funciones básicas de la comunicación que son: la informativa o cognoscitiva, la reguladora y la afectiva. La informativa tiene que ver con transmisión y recepción de la información; la segunda, con la regulación de la conducta a partir de la influencia mutua, y la última que tiene que ver con el contacto físico, los sentimientos, las expresiones de sentimientos y emociones que afirman y hacen sentir al otro como un sujeto reconocido e importante dentro del grupo familiar.
CONFLICTOS FAMILIARES Y BARRERAS EN LA COMUNICACIÓN
Diversos autores han abordado el tema de las barreras que se presentan en el proceso de comunicación, independientemente de los escenarios sociales. Algunos, como Sánchez y Nava (2007) y Chiavenato (2005), han analizado las barreras desde los elementos que impiden, interfieren y obstaculizan el adecuado flujo de los contenidos de un mensaje a través de sus respectivos canales. De esta manera, Scocoza (2005) distingue tres tipos de barreras:
1. Las barreras del entorno (ruido, desorganización, incomodidad).
2. Las barreras del emisor (ausencia de un código común, lenguaje ambiguo y excesiva redundancia).
3. Las barreras debidas al receptor (carencia de habilidades concretas en la comunicación, los filtros, defensa psicológica y ausencia de feeback).
En la misma vía, Badura (1979) mira las barreras de la comunicación centradas en las dificultades de comprensión que surgen para entender el significado del mensaje, a partir del código lingüístico en que llega y de las intenciones comunicativas que lo rodean, de tal manera que la comunicación lingüística se puede truncar, según él, por la existencia de tres aspectos: no entender, entender mal, y la dificultad para diferenciar en los juicios j tipología de los diálogos.
Robin (2001) y Gordon (2007), ambos citados por Sánchez y Nava (2007), analizan las barreras dentro del contexto de la comunicación organizacional, y resaltando cuatro elementos que afectan las relaciones interpersonales: la diferencia de percepciones; la distancia física; el filtrado que tiene que ver con la alteración intencionada de la información; el mal uso del lenguaje y la definición que se le da a las palabras. Pero en contextos más específicos, como el de la familia, las barreras de comunicación que se presentan tienen que ver con factores de tipo sociológico, como la vinculación que tienen las familias o individuos a grupos sociales que originan concepciones filosóficas, religiosas e ideológicas que hace que muchas veces no haya acuerdo frente de un tema específico por la divergencia de puntos de vista. También sobresalen los factores a nivel psicológico, que surgen por las condiciones y características psicológicas de las personas que intervienen en la comunicación y que incide en la naturaleza del conflicto; esto incluye el interés, el temperamento, la desconfianza, la rivalidad y la falta de habilidades comunicativas, entre otras (Águila, 2005). Rogers (citado por Ribalta 2006) plantea que la mayor barrera que se opone a la intercomunicación es la tendencia natural de los individuos a juzgar, evaluar, aprobar (o desaprobar) los juicios de otras personas.
Ádemás, conviene mencionar que en algunos grupos familiares aparecen actitudes de autoritarismo y manifestaciones de maltrato que generan barreras en las relaciones y el sistema de comunicación, debido a que se restringe la libertad de expresión en aquellas personas que dependen, en cierta medida, de la figura dominante, lo cual involucra aspectos de tipo histórico - culturales y de género.
Vásquez amplia este fenómeno y lo ejemplifica a partir de sus propias experiencias de vida:
La dictadura del silencio la padece el hombre desde la infancia. '¡Cállese!' Los niños hablan cuando los gallos orinan, así me dijeron si quise intervenir en alguna conversación de mayores. La autoridad coartaba mi pensamiento. Estaba entonces deseoso de crecer para poder disfrutar de mi derecho a opinar... '¡Niño, eso no se dice!' En un principio la prohibición estaba dirigida a esas palabras gordas, resonantes, que los adultos decían sin que nadie los mandara a callar, y aprendimos por culpas ajenas (Vásquez, 1999).
Por su parte, los conflictos familiares pueden, en determinado momento, convertirse en barreras que limitan la comunicación y las relaciones, cuando se pierde el respeto y el reconocimiento de los demás miembros como legítimos otros en la convivencia. En ese sentido, Jhonson y Jhonson (1999) distinguen claramente entre lo que son los conflictos constructivos y los destructivos. En los primeros, los conflictos se transforman en oportunidades para hacer de la familia un espacio en el que la convivencia, como proceso evolutivo y dinámico, apunte hacia la consolidación de una familia nutrida en la que el buen diálogo, el respeto, el reconocimiento y la tolerancia estén presentes como principios vitales de esa armonía familiar, que provechosamente mira la diversidad como complemento importante y no como amenaza inminente. En lo segundo, los conflictos ya sean maritales o parentales, desembocan en relaciones de dominación, intimidación, maltrato físico o psicológico y cualquier forma de trato rudo, que pone en detrimento la dignidad de vida, la libertad de expresión y la participación activa de los asuntos familiares.
Cuando esto ocurre, el conflicto familiar, ya sea de índole marital o parental, se transforma en una barrera de comunicación debido a que el sujeto afectado siente temor a expresarse o a decir la verdad por miedo a ser rechazado o maltratado, con lo cual se genera una comunicación negativa y limitada, ya que el sujeto intimidado puede perder confianza en sí mismo y en el otro.
Sánchez y Díaz (2003), citado por Ramos (2007), revelan claramente en sus investigaciones la forma como se relacionan los conflictos familiares con los patrones de comunicación, y muestran así que los estilos comunicativos positivos (afectivos, accesibles) posibilitan la resolución de los conflictos interpersonales en el hogar, a diferencia de los estilos negativos en la comunicación (violencia, dominantes) que empeoran los problemas y dificultan las relaciones familiares. A su vez, los hallazgos de Barnes y Olson (1985), Ritchie y Fitzpatrick (1990), ambos referenciados por Ramos (2007), identificaron la estructura familiar como un factor determinante en la fluidez del acto comunicativo.
Los conflictos familiares pueden originarse tanto en las relaciones maritales como en las parentales. Emery (1982), por ejemplo, hace referencia al tema analizando la discordia en parejas unidas o separadas, y el término "conflicto marital" lo usa exclusivamente para referirse a la hostilidad abierta entre las parejas. De igual manera, Taborga (2004), en una de sus recientes publicaciones, analiza que tanto la intensidad como la frecuencia del conflicto marital, la forma en que se expresa y se resuelve, junto con la presencia de algunos factores protectores, van a determinar el grado de impacto que tendrán en los hijoss los conflictos conyugales. En sus hallazgos, Taborga ha comprobado que la severidad de las peleas tiene un rol central, y que la alta intensidad de las peleas entre los padres se asocia a trastornos del apego y angustia, tanto en lactantes como en preescolares. Así, resumiendo resultados, se puede establecer que el "perfil de los hijos que tienden a presentar más problemas de conducta es el de aquellos que pertenecen a un hogar, cuyos progenitores se caracterizan por presentar gran frecuencia de conflictos de pareja y por ejercer gran control autoritario sobre ellos."(Ramírez, 2007).
Esto es comprensible, si se tiene en cuenta que los padres no solo son la fuente de protección y seguridad de los hijos en sus etapas básicas de vida, sino que también son punto de referencia para establecer sus primeros vínculos y para moldear su personalidad mediante el ejercicio de la imitación de las actuaciones y roles que observa de su figuras cercanas. Cualquier situación positiva o negativa que viva en el seno del hogar, por influencia directa de sus padres o de sus figuras protectoras, afecta su dinámica de vida ya sea para bien o para mal.
Los estudios de Cummings Simpson y Wilson (citado en la Revista Kinsein, 2006) sobre conflicto marital e interparental afirman esa visión relacional de afectación recíproca en el ámbito familiar en donde la calidad de la comunicación y los vínculos maritales y parentales que posibilita ésta, son determinantes en el desarrollo psicológico y emocional de los hijos. Por ello, cuestionan la subestimación que muchos padres y profesionales de la salud mental le dan al tema del conflicto marital pues, según estos autores, los conflictos familiares inciden en el bienestar de los hijos, y son muy pocos los que saben que la seguridad de los pequeños está ligada a la calidad de relación de sus padres. Por ello, en uno de los apartes de sus estudios (Cummings, Simpson & Wilson, 1993), afirma que cuando la relación de matrimonio es favorable, sirve de soporte a la exploración del niño en su relación con los demás; pero cuando el conflicto marital erosiona ese puente, los niños pueden perder la confianza y se vuelven indecisos a la hora de avanzar, o puede que avancen pero de forma irregular. Además, demostraron que, por el contrario, las relaciones constructivas en las que los padres se demuestran cariño y sentimientos positivos pueden aumentar la sensación de seguridad de los niños. En este mismo orden de ideas, con respecto a la resolución de conflictos, se ha observado que cuando éstos se resuelven, las emociones negativas en los niños disminuyen.
METODOLOGÍA
Población
Esta investigación descriptiva se hizo con una muestra intencional de 300 familias (Z=1.74, con varianza muestral =0.25, error muestral 5%), teniendo en cuenta que la población de barrios subnormales registrados en los estudios de Negrete (2007) es de unos 100.000 habitantes. Las familias seleccionadas pertenecen a cuatro barrios subnormales de la ciudad de Montería, y residían al menos hace dos años en el sector, periodo que se consideró vital para adaptarse a su nuevo hábitat relacional.
Instrumentos
Se aplicaron dos instrumentos tipo encuesta: uno de carácter demográfico (ECV encuesta sobre condiciones de vida), dirigido a padres de familia y el otro sobre comunicación familiar (ECF). Ambos cuestionarios fueron diseñados y adaptados por Garcés (2004) en investigaciones sobre educación popular y comunitaria con familias de sectores subnormales.
La primera encuesta se dirigió a los padres de familia, y buscaba información relacionada con la estructura y funcionamiento socio-económico de la familia: autoridad del hogar, aportantes del sustento el hogar y suficiencia de los ingresos de la familia, entre otros. La segunda encuesta iba dirigida a menores de edad y adolescentes entre los 12 y 15 años de edad, pertenecientes a cada una de las 300 familias seleccionadas en la muestra. Allí se obtuvo información sobre las personas con quienes viven los menores de edad en el hogar; de quiénes reciben apoyo emocional y moral en el hogar; con quiénes dialoga y desarrolla más confianza en la familia; problemas que se han presentado en el hogar que han afectado la comunicación y las relaciones en la familia, entre otros factores.
Procedimiento
Los datos fueron analizados teniendo en cuenta las variables objeto de estudio (comunicación- barreras/conflictos familiares), y la información obtenida en el proceso de tabulación. Inicialmente, se analizó de forma individual la variable comunicación familiar, a partir de los resultados obtenidos de la pregunta que se hizo a los adolescentes acerca de cómo percibían a nivel general la comunicación y la confianza en la familia. La pregunta contenía 3 tipos de indicadores (Buena, Regular, Mala); en cada pregunta había un paréntesis donde se les señalaba lo que significaba cada uno de los indicadores con los que se identificaban. Cada uno de los indicadores se construyó teniendo como base el referente teórico de Lomov y Powell.
El estudio no solo observó la dimensión unilateral de la variable "comunicación familiar", sino que, en algunos casos, la relacionó de forma paralela con la variable "tipología familiar", lo cual permitió entender mejor las características de la comunicación y las relaciones mirando diferencias en cada una de las tres estructuras familiares encontradas (nuclear, monoparental y extensa). Se consideró importante analizar la variable "liderazgo familiar", teniendo en cuenta los roles de los padres de familia y los hijos, pero también inyectándole toda la dimensión de poder que genera el tema económico en el hogar. Es por eso que se consideró necesario evaluar el comportamiento de la variable "liderazgo familiar" con la de "aportantes en la familia", lo que permitió establecer y comprender las diferencias que habían en las concepciones de autoridad y liderazgo a partir de las respuestas obtenidas en torno al poder de decisión y participación en la familia.
RESULTADOS
De este grupo de familias encuestadas el 61% era de tipo de nuclear (presencia del cabeza de familia con su cónyuge marido/esposa e hijos); el 31%, familias monoparentales (solo un cabeza de familia), y un 8%, familias extensas (se define por cohabitación de por vida y en torno a un núcleo tres o más generaciones de hijos). A continuación se desglosa el análisis de la información obtenida que sirve como aproximación al campo de la comunicación familiar y las relaciones en estos asentamientos:
Características de la comunicación familiar
En lo concerniente a la comunicación y las relaciones que se forjan en las familias de barrios subnormales, la mayoría de estas (37%), que reportan un buen nivel de comunicación, basado en el diálogo y la confianza entre sus miembros son de tipo nuclear, en comparación con las familias monoparentales, que representa 15%, y la extensa, que ocupa el 4%, y que también reportan presencia de una comunicación familiar favorable al interior del hogar.
Sin embargo, con esta información no es posible afirmar que la tipología ideal de familia que puede garantizar la presencia de una comunicación favorable y unas relaciones intrafamiliares sólidas es la de carácter nuclear, pues la cifras de familias que no gozan de un buen ambiente de diálogo y confianza llega al 21%, a pesar de que su estructura también es nuclear. Lo mismo ocurre con las familias no nucleares reportadas; más de la mitad manifestaban tener una buena comunicación y unas buenas relaciones al interior de la familia. Pero, independientemente del tipo de familia, a la hora de profundizar en los sujetos que participan de este ambiente funcional de comunicación y de relaciones, se logra descubrir que esta tendencia positiva coincide con proximidad con el porcentaje de adolescentes que aseguran que es con su madre (20%) con quien más diálogo, cercanía y confianza tienen en la familia, y es precisamente este grupo parte de ese porcentaje de familias nucleares que reportan buena comunicación; duplicando de esta forma al porcentaje de papás que logran tener mayor confianza y diálogo con sus hijos. Esto es entendible, en parte, si se tiene en cuenta que el 55% de los hogares nucleares es el padre quien sostiene económicamente la familia, ausentándose del hogar la mayor parte del tiempo y viviendo del "rebusque" por medio de oficios varios, como la albañilería y la venta ambulante, entre otros, lo que hace que sea la madre la que mayor tiempo asiste a los hijos en el hogar y la que mayor cercanía logra desarrollar con ellos.
Dentro de las familias nucleares un 14% reportó una comunicación no favorable, aunque aquí también se encontró que el diálogo y la confianza mayor se da entre madre e hijos, lo mismo que en las familias monoparentales y extensas, las cuales independientemente del tipo de comunicación, los adolescentes participantes del estudio aseguraron que el diálogo y la intimidad se dan con mayor frecuencia desde el lado materno. Casos diferentes se dieron en aquellos hogares monoparentales en los que el padre tiene a cargo a sus hijos (3%); aquí se encontró que los adolescentes manifestaron que existía una muy buena comunicación en la familia, y logran tener una buena comunicación afectiva y reguladora basada en el diálogo y la confianza. La igualdad en la comunicación solo se percibió cuando el adolescente, por diferentes razones, se iba a vivir con los parientes (4%), y se destaca una comunicación favorable en este nuevo tipo de familia. También fue interesante ver que los adolescentes manifestaban tener una buena comunicación y unas buenas relaciones con sus padres y las personas que los cuidaban.
Aspectos que afectan negativamente la comunicación y las relaciones en las familias
Como se mencionó, no es posible afirmar que solo existe un tipo de ideal de familia que puede garantizar la adecuada armonía en la comunicación y en los vínculos familiares. Sería algo ingenuo y al mismo tiempo ilógico pensar que la sola estructura en si misma pueda funcionar, ignorando así que en los miembros del hogar no solo requieren que exista voluntad y deseo de querer estar en el hogar, aportando al mejoramiento y mantenimiento de éste, sino que se necesitan también competencias cognoscitivas, comunicativas, afectivas, emocionales y una buena salud mental para cumplir con su rol en forma adecuada. Aun así, existen situaciones o factores que afectan la comunicación y las relaciones al interior de estas familias de barrios subnormales; en este estudio se observaron cuatro elementos: la separación de los padres, el maltrato psicológico y físico, la crisis económica y el consumo de drogas.
En el primer factor se encontró que el 25% de las familias asentadas subnormalmente en Montería han vivido experiencias de separación de sus cónyugues, y en su mayoría es el padre quien abandona el hogar (80%), y los hijos quedan en mayor proporción solo al cuidado de la madre (65%), y otros al cuidado de madre y parientes cercanos (35%). Sin embargo, no se puede decir que este factor es una causal determinante de la buena o mala comunicación que exista entre los que quedan al interior de la familia, pues de este total (25%) más de la mitad (13%) percibe que la comunicación y las relaciones familiares son favorables, y un 12% la consideró inapropiada. Es decir que algunas familias con la ruptura son más afectadas que otras en su comunicación y sistema de relaciones, y las que no logran asimilar la transición en forma adecuada evidencian un impacto negativo en la comunicación familiar y las relaciones, y se encontró un deterioro en el diálogo y la confianza entre los miembros del hogar.
En este orden de ideas, analizando la información, ya no observando cómo se afecta el entorno familiar general, sino el tipo de vínculo entre padres e hijos, se aprecia una variación significativa, de tal forma que dentro del porcentaje de familias con antecedentes de ruptura y que quedaron bajo el liderazgo de la madre, los adolescentes manifestaron que el diálogo y la confianza tienden a disminuir con el que se ausenta de la casa, en este caso el con el padre (74%), y se aumenta o se mantiene con la persona que queda a su cuidado, en este caso la madre (83%). No fue posible determinar en este estudio las razones por las cuales, en mucho de los casos, la comunicación entre el padre y los hijos se deteriora una vez se da la separación; se requiere investigar a profundidad si es que quedan relaciones hostiles entre los padres de familia separados y por ello no se logran los acuerdos pertinentes buscando la salud de los hijos; además, es pertinente explorar si es el padre en definitiva el que decide irresponsablemente distanciarse de sus hijos o si es la madre la que logra tener cierto tipo de influencia en este deterioro, o si el deterioro involucra otros aspectos. Lo cierto es que solo un pequeño porcentaje de familias (2%) logra mantener buena comunicación y relaciones con el padre, a pesar de que este decide separarse de su familia.
En esta misma línea de reflexión, pero mirando el impacto de la ruptura de los cónyugues en la personalidad y los vínculos sociales de los hijos, se seleccionaron al azar adolescentes para recoger información concerniente a necesidades de crecimiento personal, valores y vínculos sociales. Los adolescentes escogidos eran de las familias reportadas anteriormente con una inadecuada comunicación entre sus miembros y que vivieron experiencias de separación de sus padres (22%); en este sectorizado se pudo establecer que en cuanto a sus mayores necesidades emocionales y existenciales, un 36% manifestó tener problemas de autoaceptación física y de carencia de confianza en sí mismo; un 7% tiene dificultades para relacionarse con los demás y expresarse libremente. Esto reafirma, en alguna medida, lo encontrado en investigaciones lideradas por Palacio y Sabatier (2002) con poblaciones vulnerables en la costa Caribe, lo cual revela que los jóvenes separados de sus padres presentan mayores problemas en su desarrollo psicológico, y en algunos se registran casos de ansiedad, depresión y alteraciones de la vigilancia. Cummings (2006) también reconoce la influencia de las relaciones maritales en la calidad de las relaciones parentales; a su vez, los trabajos de Moreira confirman que
[.. .]al estudiar la influencia educativa de los padres en la formación de los hijoss, los resultados muestran significativamente una baja manifestación de las funciones afectivas y regulativas de la comunicación debido a la poca presencia del padre en la relación con sus hijos, reduciendo ésta fundamentalmente al intercambio de información" (Moreira, citada por Moré, Bueno, Rodríguez, Zunzunegui, 2005).
El segundo factor tiene que ver con la presencia de maltrato como barrera psicológica que afecta los vínculos y la comunicación en la familia, en especial entre padres e hijos. Un 16% de la familias de estos barrios subnormales utiliza ocasionalmente dentro de sus códigos de comunicación verbal un lenguaje de des-firmación y de violencia, como expresión de maltrato psicológico, en especial en la relación con sus hijos, lo que hace que el diálogo, la constructividad y la intimidad se vea truncada. De ese 16% de familias que reportaron presencia de maltrato, un 12% correspondía a maltrato verbal y un 4% a maltrato físico hacia los adolescentes. La gran mayoría de familias que padecían de episodios de maltrato, la comunicación fue evaluada como negativa por los adolescentes que vivían este fenómeno (90%), lo que manifiesta deficiencia en los niveles de diálogo y confianza entre los miembros.
Resulta apropiado señalar que la información obtenida mostró mayor presencia de maltrato verbal y físico en las familias nucleares (74%) que en las monoparentales (10%) y extensas (16%); sin embargo, llama la atención que, independientemente del tipo de familia, la que mayor recurre al uso de una comunicación verbal disfuncional es la madre (85%), y más se incrementa cuando vive experiencias de separación con su cónyugue, de tal manera, que dentro los casos de adolescentes que vivían solo con la madre y que tuvieron experiencias frecuente de maltrato de palabras (14%), todos percibían negativamente la comunicación afectiva y reguladora, manifestada en deficiencia en el diálogo, la cercanía y la confianza tanto con su madre como en la de los demás miembros del hogar. El padre resulta ser el protagonista en la mayoría de los episodios de maltrato físico (95%).
Es interesante ver en este pequeño grupo de afectados, que todos los casos de maltrato físico tenían antecedentes de presencia de una comunicación verbal disfuncional (agresiva). En otras palabras, podría decirse que la comunicación verbal contaminada con agresión se vuelve el caldo de cultivo para acelerar la aparición de maltrato físico en las relaciones parentales, las formas de maltrato mostró ser dañinamente progresiva.
El tercer factor que demuestra afectar la comunicación y las relaciones del hogar tiene que ver con la crisis económica que padecen estas familias. Crisis económica que se origina por diferentes circunstancias: una tiene que ver con los ingresos de la familia cuando estos son insuficientes y la otra tiene que ver con el desempleo. Este estudio revela que el 80% de las familias devenga mensualmente menos un salario mínimo y el 17% hasta un salario mínimo, lo cual afecta en un 54% todas las necesidades básicas, en un 13% la educación de los hijos, en un 12% la alimentación y en un 22% el pago de los servicios públicos. En este contexto de escasez financiera, la comunicación afectiva (76%) y la reguladora (24%) se vio afectada por el estrés familiar de las deudas, de los servicios y la alimentación; por ello, lo económico aparece como un tema central en la comunicación y en las relaciones. En el mismo orden de ideas, un 11% de los adolescentes manifestó que el hambre es una de las experiencias que más ha marcado sus vidas; también el fenómeno del desempleo que padecen algunos padres de familia mostró afectar a algunos adolescentes (8%). Estos datos son congruentes con otros estudios con poblaciones vulnerables; en especial los trabajos de Amaris y Paternina (2004) revelan que las dificultades económicas influyen como factor generador de conflictos, sobre todo en el subsistema conyugal, pero que por supuesto logra trascender al ámbito de las relaciones parentales.
El cuarto factor que afectó la comunicación familiar tiene que ver con conductas inadecuadas a raíz del abuso de alcohol y drogas por parte de la figura paterna. Llama la atención que la mayoría de los hogares que vivía esta problemática de drogadicción (20%) considera que la comunicación es deficiente en la familia a nivel general (88%), y el escaso diálogo y confianza que logra mantenerse se deposita en el vínculo materno. Los hijos que provenían de padres con problemas de abuso de alcohol y drogas disminuyeron considerablemente la comunicación afectiva y reguladora con estos (93%), incluyendo la reducción del diálogo y la pérdida de la confianza. Los adolescentes perciben las conductas generadas por sus padres alrededor del abuso del alcohol y las drogas, como elementos que están afectando la comunicación y las relaciones en todos los sentidos, y provocan una desestabilización en la dinámica familiar; Este suceso guarda coherencia con los estudios realizado por Salinas (2000) que vinculan el alcoholismo y la drogadicción como factores que conllevan a la desintegración familiar, es así como dentro de los factores de riesgo que se vinculan directamente con el uso indebido de alcohol y otras drogas están: la desintegración familiar; la inestabilidad afectiva, económica y social, el funcionamiento familiar excesivamente rígido o extremadamente permisivo y el modelo adictivo familiar.
Tipologías de familia encontradas
Teniendo en cuenta los resultados obtenidos es posible caracterizar la familia de estos barrios subnormales en tres grandes grupos, según el tipo de comunicación y de relaciones que se establecen:
La primera, familia tipo A, representa el 55% de la población estudiada y aseguró que la comunicación que se da al interior de esta es BUENA; aquí la comunicación informativa tiende a ser fluida, los miembros de la familia conocen de lo que pasa en el hogar y comparten lo que ocurre en su contexto local y exploran sus historias de vida, lo que posibilita una comunicación reguladora apropiada, según menciona Lomov, y potencia continuamente la realimentación crítica que hace que se dialogue y se hable tanto de lo cotidiano como de lo íntimo. En este escenario familiar se abre espacio para ahondar en una comunicación que traspasa la barrera de lo instrumental, explorándose también la comunicación afectiva entre padre, madre e hijos, pero desarrollándose con mayor fuerza en los vínculos entre madre e hijos. Aunque sin desconocer que existen padres que se abren a una relación de intimidad con sus hijos (16%) y han logrado alcanzar una positiva comunicación afectiva con ellos. Podría decirse que estas familias se caracterizan por desarrollar una buena comunicación informativa, una apropiada comunicación reguladora y una comunicación afectiva favorable, que se caracteriza por una apertura, reflexión y constructividad satisfactoria, pero tanto la confianza como la intimidad se da de manera sectorizada, y la madre es la figura predilecta que escogen los hijos para intimar. Estas familias pueden ubicarse en el Nivel 2 de comunicación intrafamiliar mencionado por Jhon Powell.
La segunda es la familia tipo B que representa el 34% de la población que asegura que la comunicación que se desarrolla en la familia es REGULAR, pues la confianza y el diálogo son elementos casi invisibles al interior del hogar. Aquí la comunicación informativa y reguladora tiende más hacia lo doméstico y lo cotidiano, aunque en ocasiones se abren espacios para hablar de situaciones íntimas, cuando los problemas ponen en peligro la estabilidad del sistema familiar. Aquí la comunicación afectiva alcanza niveles de intimidad muy bajos, y ocasionalmente se desarrolla desde el vínculo materno; por lo general, la confianza, la intimidad y la constructividad se desarrolla con regularidad y empieza a debilitarse cuando se enfrenta a episodios traumáticos, como rompimiento del núcleo familiar, presencia de maltrato intrafamiliar, entre otros fenómenos. Ya en este escenario la desconfianza entre los miembros de la familia toma partido, aunque todavía se expresan opiniones e ideas. Según la escala de clasificación de Powell podría inscribirse estas familias en el Nivel 3.
La tercera es la familia tipo C en las que es factible ubicar a la población que representa el 4%, y que manifestó que la comunicación es MALA, debido a que no hay presencia de diálogo y confianza entre los miembros. En este contexto sobreabunda la comunicación informativa, la regulación es mínima y la apertura es limitada y restringida al igual que la reflexión y la confianza. El nivel de constructividad e intimidad son prácticamente inexistentes; se conversa sobre tópicos generales. Aquí el diálogo y la confianza tienden a buscarse por fuera del hogar, más exactamente con amigos o vecinos; esto se apreció cuando se les preguntó a los adolescentes participantes del estudio sobre con quien tienen confianza y dialogan con frecuencia de sus problemáticas y sus realidades de intimidad, para lo cual la mayoría (3% del 4% total) respondió que lo hace con personas de la vecindad o con compañeros de barrio o de estudio.
El manejo del poder en la familia
Respecto a los vínculos de poder y autoridad en las familias de estos asentamientos subnormales, se pudo establecer con mayor tendencia que está supeditado a las figuras proveedoras del sustento económico; es decir, dentro de las representaciones socio familiares de autoridad y liderazgo de la familia, la simbología de poder reposa sobre la persona que garantiza la estabilidad económica del hogar. Así se dejó entrever en la consulta realizada a los padres de familias, de la cual 97% de las encuestadas era madres; cuando se les preguntó acerca de quién es el líder del hogar, un 65% afirmó que la figura máxima de autoridad es el hombre; un 32% manifestó que la autoridad del hogar reposaba en las mujeres; otro 3% aseguró que el liderazgo lo asumen parientes cercanos con quienes conviven. Pero al mirar detenidamente los cambios de la variable (liderazgo del hogar) con relación a otras variables como, por ejemplo, la variable aportantes en ¡afamilia se encontró que el movimiento de la variable autoridad familiar estaba centrada en la persona que aporta significativamente en el mantenimiento económico del hogar. Es decir que para el caso de la información general que representa el 65% de papás considerados por las mujeres como cabeza de hogar, esta categorización coincide totalmente con su posición de proveedor exclusivo en la familia, pero varía significativamente cuando la madre o hijos o parientes invierten también en el sustento diario, es así como dentro de la población estudiada de padres de familia solo dos mujeres aportan en la familia y consideran que el hombre es cabeza, y diez mujeres son percibidas como autoridad del hogar porque aportan económicamente. Pero cuando ambos aportan económicamente se aprecia un empate contundente, debido a que en 12 familias la mitad veía al hombre como la autoridad, y la otra mitad consideraba a la madre aportante como la máxima autoridad del hogar. Cuando quienes aportaban eran padre e hijos, la cabeza del hogar es el hombre; pero si aportaban los hijos, la cabeza del hogar era la madre; pero si quienes aportaban eran parientes cercanos, como los abuelos, la cabeza del hogar dependía del lado de consanguinidad específico del proveedor externo.
CONCLUSIONES
A manera de cierre, las conclusiones de esta investigación sobre comunicación familiar arrojan que:
• El tipo de familia que con mayor frecuencia se encontró es la de tipo nuclear, y es la que reporta mayor presencia de niveles favorables de comunicación familiar y de relaciones, muy por encima de las monoparentales y extensas. Sin embargo, con esta información no es posible afirmar que la tipología ideal de familia que puede garantizar la presencia de una comunicación favorable y unas relaciones intra-familiares sólidas es la de carácter nuclear, pues la cifras de familias que no gozan de un buen ambiente de diálogo y confianza son igualmente significativas, a pesar de que su estructura también es nuclear; lo único evidente en estos contextos familiares es que, independientemente del tipo de familia, a la hora de profundizar en los sujetos que participan de este ambiente funcional de comunicación y de relaciones, se logra descubrir que es la figura materna la que desarrolla con más frecuencia la comunicación afectiva y reguladora con los adolescentes; aun cuando existe un grupo significativo de padres que ha logrado construir lazos de comunión y confianza con sus hijos e hijas, las cifras maternales lo duplican.
• Existen situaciones o factores que afectan la comunicación y las relaciones al interior de estas familias de barrios subnormales, entre ellas se destacan: la separación de los padres, el maltrato psicológico y físico, la crisis económica y el abuso de drogas. En el primer factor se observa que en estos hogares el padre es el que con frecuencia se separa del núcleo familiar, dejando a la madre sola, o algunas veces en compañía de parientes, afectándose así la comunicación afectiva y reguladora con sus hijos. En el segundo factor se apreció un porcentaje significativo de familias que usan en su comunicación verbal un lenguaje violento, maltratando con palabras a algunos de sus hijos, deteriorando la comunicación afectiva y reguladora y evidenciando una reducción del diálogo y la confianza; la madre es la figura que con mayor frecuencia apela a esta forma de maltrato, y los casos de maltrato físico fueron realizados en su mayoría por el padre. El tercer factor también mostró ser un elemento que afecta la comunicación y las relaciones en detrimento los niveles de comunicación afectiva. El cuarto factor mostró ser incidente en las relaciones parentales, es decir que los adolescentes encuestados manifestaron tener dificultades en las relaciones con los padres consumidores de drogas.
• El manejo del poder y la autoridad en estas familias de contextos subnormales se encuentra fuertemente determinado por el rol dominante del proveedor o proveedora de los recursos económicos.
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