Introducción
A lo largo del tiempo la organización social ha permeado la división sexual del trabajo, esta ha sido dinámica, ha determinado el orden, los roles de género y el reparto de tareas domésticas al interior de la familia (Siles y Solano, 2007), así como la estructura social. Al reconocer la familia como institución básica de la estructura social sobre la que recaen los preceptos sociales de los roles de género, resulta determinante la adopción por parte del hombre, el rol de proveedor económico, guía y protector de familia (Oliffe y Han, 2014; Ramírez-Rodríguez, 2014; Buzzanell y Turner, 2003). Es así como la llamada masculinidad hegemónica se encarna en los grupos sociales, sin que los sujetos que la conforman sean conscientes de ello, es en el entorno familiar y escolar donde se lleva a cabo la socialización primaria bajo los preceptos de dicha masculinidad, esta se asocia a elementos vinculados al género (Scott, 1997), dichos aspectos redundan en la configuración y dinámicas sociales de género, en este caso particular a la masculinidad ejercida por los hombres.
Entre los hombres el apoyar a una familia, trabajar por la independencia y autonomía (Buzzanell y Turner, 2003), son mandatos de la masculinidad hegemónica que son constantes, que se pueden cumplir o no en el marco del mercado laboral (Ramírez-Rodríguez, 2006). Desde esta perspectiva se hace insuficiente limitar la masculinidad a solamente la provisión económica a la familia, por lo que se hace necesario compartir otras responsabilidades, como por ejemplo las tareas domésticas, cuidado y crianza, aspecto que es demandado por las mujeres (De Keijzer, 1998); lo anterior, brinda oportunidades para involucrar a los hombres en las actividades del cuidado de la familia (Barker, y Aguayo, 2012; De Keijzer, 1998), situación que es también cuestión de justicia social y equidad de género. Sin embargo, dentro de un modelo social en el que el hombre trabaja y la mujer hace oficios en la casa; en su gran mayoría los hombres no se vislumbran en labores domésticas, crianza y cuidado (Fonseca-Vindas, 2019; Burín, 2012; Meler, 2012; Rosas y Martín Toledo, 2012), estas actividades van en contravía de los preceptos que configuran la identidad masculina desde una perspectiva hegemónica, aspecto que es de gran interés para analizar cuando no se presenta empleo.
La identidad masculina en este documento es comprendida como la existencia de esas múltiples versiones de ser hombre desde el sujeto individual, en donde se reconoce el dominio de una masculinidad hegemónica que orienta la construcción de esa identidad (Bonino, 2002), constriñendo así las alternativas que puedan llegar a existir. Surgen así, elementos propios de la identidad masculina en donde se reconoce el trabajo como uno de los ejes centrales que la constituyen (Fuller, 2002; Gutmann, 2000; Rascón-Martínez, 2007; López-Gallegos, 2008; Salguero-Velásquez, 2007), es decir, la vida misma de los hombres se teje alrededor del trabajo.
Las cifras de desocupación en América Latina van en aumento en los últimos años así: 7,9% en 2016, 8,4% en 2017, 8,0 en 2018 y 8,1% a 2019, esta tendencia al alza puede aumentar para el 2020 (OIT, 2019), en particular para la población masculina pasó de 7,2% en 2016 a 8,2% en el 2019 (OIT, 2019). En Colombia, el incremento en la tasa de desocupación a febrero de 2020 se ubicó en 12,2%, en el trimestre móvil correspondiente a noviembre 2019 -enero 2020 y en 8,1% la tasa de desempleo masculina (DANE. 2020), en Bogotá se presentó una tasa de desocupación del 10,6% para el mismo periodo (DANE. 2020), sin conocer una cifra clara en la población masculina para esta ciudad. De lo anterior, cuando se presenta el desempleo o subempleo en la población masculina con familia, se despliegan tensiones en los roles de género de estos hombres, se tornan vulnerables, con culpa por no cumplir con los mandatos sociales propios de la masculinidad hegemónica (Ramírez-Rodríguez, 2014), situaciones que atacan los preceptos que configuran su identidad masculina.
El rol de proveedor es central para la identidad masculina, con la inestabilidad laboral de la región se pone en tensión, se pone en riesgo la salud y bienestar de los hombres por la presión de mantener su rol de aprovisionador (Valenzuela, 2008; Olavarría, 2013; 2017). Los hombres en condición de desempleo se ven obligados a reconfigurar desde su cotidianidad una nueva construcción de su masculinidad, en la que sus componentes se plantean en antagonismo a la masculinidad hegemónica con el que se ha construido su identidad masculina (Téllez y Verdú, 2011); desde este contexto se plantea como objetivo de este artículo interpretar las tensiones de identidad masculina en un grupo de hombres sin empleo y con familia de la ciudad de Bogotá, Colombia.
Metodología
Este trabajo está ubicado epistemológicamente en el paradigma hermenéutico, bajo el diseño de estudio de caso múltiple y exploratorio con enfoque cualitativo desde la perspectiva de Yin (2012), el cual se caracteriza por agotar cuatro pasos: identificar el caso, ubicar los participantes, consolidar el caso y analizar los datos. El estudio comprendió el periodo de tiempo entre enero y diciembre de 2017. El caso se constituyó con cinco varones heterosexuales de Bogotá Colombia de estrato socioeconómico medio y bajo de cuatro localidades de Bogotá Distrito Capital, con rango de edad entre 34 y 48 años y con tiempo de desempleo de 1 a 4 años, como se presenta en el perfil sociodemográfico (Tabla 1).
Los sujetos participaron de manera voluntaria a través de muestreo por fases así: a) técnica de bola de nieve, b) propositivo y c) a conveniencia (Bernard, 2006; Morse, 2015), en donde uno de los investigadores fue el encargado de establecer el contacto. La técnica de recolección de la información fue a través de entrevistas a profundidad (Bernard, 1998), teniendo en cuenta que en la evidencia empírica se reconoce esta técnica como la más utilizada en estudios con hombres (Mendieta-Izquierdo., Cuevas-Silva, 2019), el número de entrevistas fue determinado por el grado de saturación de la información, estas fueron realizadas por uno de los investigadores mediante guía temática construida a la luz del objetivo, con promedio de duración de 2 horas 30 minutos. Las entrevistas fueron transcritas con total fidelidad del audio a texto Word por uno de los investigadores.
Se realizó análisis narrativo siguiendo la propuesta de Mishler (2009) para los estudios de caso, en donde se fusionó el contenido y la forma de la narrativa, mediante el proceso de transcripción sistemática que permitió representar las características del discurso de los participantes, mediante análisis en estrofas, a través de codificación abierta, determinando el nivel textual y agrupando los conceptos en segmentos libres donde emergieron códigos que se agruparon en familias y redes, identificando así dos categorías emergentes (Gibbs, 2007; Richards, 2009), a saber: perdida del rol de proveedor y conciliación familia - desempleo, todo esto apoyados con el software Atlas ti versión 7. Lo anterior permitió interpretar las características del discurso de los participantes.
Consideraciones éticas. Este estudio cumple con los compromisos éticos, bioéticos y de integridad científica exigidos por el comité de ética de investigación científica de la Universidad Militar Nueva Granada, se enmarca en la normatividad nacional colombiana e internacional vigente para investigaciones con seres humanos, se consideró una investigación sin riesgo. La técnica de recolección de la información no vulneró la intimidad de los participantes o generó ningún cambio comportamental en el transcurso de la acogieron los principios éticos universales establecidos en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos humanos de la UNESCO (2005) y la normatividad nacional colombiana (Resolución 008430. 1993).
Resultados
En este grupo de hombres se identificó que el trabajo - empleo es uno de los aspectos que reafirman la identidad masculina, esta se constituye a través de poder económico, aspecto que permite ser reconocido por su familia y socialmente como hombre responsable, que sostiene económicamente y orienta una familia, es decir, ser fiel a los mandatos de la masculinidad hegemónica y lo que socialmente se espera de un hombre. Cuando esta situación no se presenta, surgen sentimientos de impotencia y desilusión, el desempleo reconfigura su identidad masculina socialmente construida, genera tensiones en sus relaciones familiares, impacta los mandatos de la masculinidad hegemónica como proveedor y protector con la responsabilidad de conseguir ingreso para contribuir económicamente a la familia.
Perdida del rol de proveedor. En situación de desempleo, hay una disrupción en la provisión con su familia, aspecto que desencadena formas valorativas de su identidad como hombre proveedor de familia por no poder cumplir con los preceptos propios de la masculinidad hegemónica, como lo expresa Mauricio a continuación:
Mauricio: "No quiero como perder la actitud de seguir adelante, de poder conseguir un trabajo, de brindarle un futuro a mi hijo, a mi esposa, pero en este momento hay varios sentimientos, que convergen.
Entrevistador: ¿Cuáles son esos sentimientos?
Mauricio: Sentimientos de impotencia por no tener un trabajo, un modo de ingreso. De desilusión por ver a mi esposa con unos comportamientos y unas actitudes, feas, difíciles entonces esos son los sentimientos." (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado).
Cuando se presenta el desempleo, se despliegan situaciones que no se ajustan al patrón social de hombres proveedores, pierden su rol, y se generan tensiones que llevan a reconfigurar su identidad masculina, se forjan así tracciones y tensiones como sensación de fracaso, vergüenza y frustración que los lleva a vivir en constante vulnerabilidad, con culpa por no cumplir con los mandatos de la masculinidad hegemónica. Como lo manifiesta Antonio, Mauricio y José a continuación:
"si uno se queda sin trabajo, se le vienen todos los problemas encima, me ha pasado y más cuando llevo un tiempo, ¡de bueno hombre...! Y el diario vivir del colombiano, es plata, en Bogotá se necesita plata todos los días, así sea para transportarse" (Antonio, 44 años. 1 año desempleado)
"¡Mauricio! ¡Tú pagas la luz!, pero en realidad no tengo, ¡entonces tome y la pagaPero ese tome, es, ¡me los devuelve! pero llega el tiempo de retorno en que eso, no retorna. No se da" (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado).
" Y de pronto el tema financiero, siempre hemos tenido problemas, en el sentido de que yo tengo que pagar todo, tengo que salir e invitarle todo y ella no pone mucha plata, entonces no sé. De pronto, ella tendrá también una frustración en ese sentido como de ¿Por qué no conseguí un tipo que tenga plata? ¿No sé? digo yo, estoy especulando. Pero de pronto eso puede hacer parte de su frustración." (José, 34 años. 1 año desempleado).
Lo anterior ratifica que, en la condición de desempleo, se generan sensaciones de fracaso y vergüenza ante su familia, pareja, razón por la cual evitan compartir y socializar con la familia extensa. Esto ya que la mujer es la encargada de garantizar el sustento económico de la familia, situación que los pone en constante tensión, por lo que se perciben vulnerables, con culpa por no cumplir con su rol de hombre proveedor. Al respecto Mauricio comenta:
"Yo fui el que le pagué de alguna manera la universidad a ella y la saqué adelante, pero cuando las condiciones económicas son tan complicadas, ¡mantener un... mantener el hogar... es difícil!, entonces en este momento, no la pasamos, que sí, que no, que, vivimos, pero es un..., es un tema delicado la parte familiar a partir de esas condiciones, pues no tengo trabajo. " ... "Ella misma se preguntará, ella no hace cuentas, ni yo hago cuentas de su sueldo, pero bueno, colabóreme, pero ya después de dos años o tres años de colaboración, pues todo se rompe" (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado).
La situación de desempleo devela tensiones en los procesos de interacción con la pareja que tienen particular significación en la vida de estos hombres, como hombre proveedor económico y protector de una familia. Es así como el trabajo permite establecer vínculos constitutivos de la identidad masculina heterosexual como hombre proveedor y protector de familia. Al respecto Leonardo y Mauricio comentan:
"Ella maneja su plata, ella es la que dice, tenga, pagué el recibo de la luz, el recibo de la casa. De pronto le digo, deme para una bebida, aunque no le digo, ella es la que me dice, ¿mi amor tienes dinero para el bus? Así, de vez en cuando. Yo le digo, no tengo y ella me da." (Leonardo, 41 años. 2 años desempleado).
"Cuando digo que chocamos también ahí, el choque está en... ¡bueno! Esta casa está a nombre mío, y cuando yo salga, no tengo nada. Tengo el beneficio de los hijos. Nos quedamos sin nada y tengo 38 años, ¿Qué hago? ¿Qué camino tomo?" (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado). Conciliación familia -desempleo. En situación de desempleo se presenta un desfase en lo que socialmente impone los preceptos de la masculinidad hegemónica, como por ejemplo ser hombre proveedor, es constante la tensión por el no cumplimiento a dichos mandatos, socialmente se aprende lo que es ser hombre y lo que exige las interacciones al interior de la familia, "ser proveedor económico". Mauricio, Camilo y Antonio lo describen a continuación:
"Ah ya, hay un cambio, cuando uno tiene el balón, algo que uno mande, que uno tenga la pelota, es decir, una posición económica sólida que le permita decir no quiero carne, yo quiero pollo, pero yo llego a la casa sin huevos siquiera, pues no puedo pretender que ella madrugue a hacer el desayuno de los niños, entonces esa parte de gobierno de la familia, ella la ha tenido. Siempre me ha gustado que ella tenga la autoridad en la casa" (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado).
"Porque es una situación compleja. A mi, ella siempre me ha tratado y algunos de sus familiares de parte de ella ¿Pero, por qué hay gente que hace X o Y actividad? Conmigo no va a pasar, que venga ponga un carrito y vende algo, porque ese no es el hecho" (Camilo, 48 años. 4 años desempleado).
"Yo lo que necesito es trabajar y uno se desespera, uno considera todas las posibilidades, hasta de mejor dicho irse de cotero1... ¡lo que sea! Yo no estoy haciendo nada, pero puedo llegar con veinte mil pesos a la casa, treinta mil pesos, que no los tengo, cincuenta mil pesos, pues el optimismo ya llega un momento que... " (Antonio, 44 años. 1 año desempleado).
Se presentan tensiones al no cumplir con los roles sociales establecidos, el no poder ser el hombre proveedor los lleva a establecer alternativas para satisfacer las necesidades de su familia, asumen el trabajo doméstico y cuidado de su familia, en ocasiones por imposición de la situación o por voluntad propia, es así como se establece la provisión a través del cuidado de la familia.
"Bueno entonces ahora que no tengo trabajo, el tema está todavía más pesado porque ella aduce todo el tiempo que, prácticamente tengo que hacer todo en la casa, porque es mi manera de aportar y ella prácticamente no hace nada en la casa porque yo no tengo trabajo." (Mauricio, 38 años. 4 años desempleado).
"Prácticamente yo hago todas las actividades domésticas, porque estoy todo el tiempo en la casa, entonces es algo difícil porque pues ella está trabajando, pero ella casi no colabora porque dice que está trabajando, llega cansada, que yo que estoy haciendo todo el día, que no estoy haciendo nada. Digamos lavar la ropa del niño o la ropa general, el tema de la cena y eso no colabora mucho. Ella no colabora mucho en ese tema, pues argumenta que está trabajando entonces, ella tiene una actitud machista, pero entonces reclama derechos de libertades femeninas." (Antonio, 44 años. 1 año desempleado).
El desempleo invita a plantear alternativas en las dinámicas y roles de género de los hombres con pareja e hijos, entran en juego elementos propios de la masculinidad hegemónica que genera tensión al no poder ejercer el rol de proveedor económico.
Discusión
La división sexual del trabajo a través del tiempo ha determinado en el hombre el rol de proveedor económico y de protector (Oliffe y Han, 2014). Aquí se encontró que el poder económico es constitutivo de la identidad de género masculina, aspecto que ya ha sido descrito (Fuller, 2002; Gutmann, 2000; Jiménez-Guzmán y Tena-Guerrero, 2007; Rascón-Martínez, 2007; López Gallegos, 2008; Ramírez- Rodríguez, 2006; Salguero-Velásquez, 2007; Cruz-García, López-Ospina, 2020), es así como se espera que el hombre debe ser protector, brindar autoridad, guía, apoyo y orientación a la familia (Buzznell y Turner, 2003); fiel a los mandatos de la masculinidad hegemónica para no ser catalogados como flojos o perezosos, por no lograr responder con el sustento económico de la familia (Ramírez Rodríguez, 2014), situación que se presenta cuando no se cuenta con empleo. Cuando la mujer es la encargada de sostener la familia, este se avergüenza por no tener la capacidad de garantizar el sustento económico de la familia (Buzzanell y Turner, 2003), se pone en juego juicios morales y emocionales (Rodríguez-Salazar, 2008; Ramírez-Rodríguez, 2019), al concebirse como seres incompletos, emasculados (Buzzanell y Turner, 2003).
Los datos aquí presentados permiten develar que estos hombres viven bajo los preceptos de la masculinidad hegemónica, reafirman la identidad masculina a la luz de los mandatos establecidos social y culturalmente, aspectos ya descritos (Buzzanell y Turner, 2003; Figueroa, Jiménez y Tena, 2006; Burín, 2012; Meler, 2012; Rosas y Martín Toledo, 2012; Salguero-Velásquez, Córdoba-Basulto y Sapién-López, 2018; Fonseca-Vindas, 2019).
Es así como se reconoce una vez más que la identidad masculina se construye a la luz de una visión hegemónica y estereotipada de lo que se espera debe ser un hombre (Cruz-Garcia y López-Ospina, 2020), estos preceptos no les permite fallar.
Nosotros encontramos que el desempleo pone en cuestionamiento la definición de sí mismos como varones, genera tensión en su identidad como proveedor y guía de familia, el perpetuar este modelo hegemónico implica unos costos muy altos en estos varones (Connell, 2015), se presenta desilusión, frustración por no cumplir con lo establecido, se genera tensión en la conciliación familia -trabajo (Hopenhayn, 2007), aquí se presenta un desfase en lo que socialmente se impone y lo que realmente viven. Es así, como se genera tensión en las interacciones y vínculos de pareja, el hombre desempleado presenta una angustia, dando lugar a la incertidumbre (Aguiar, 1998), genera crisis, desesperanza, angustia (Jiménez-Guzmán, 2013), además de develar desigualdad social (Salguero-Velásquez, Córdoba-Basulto y Sapién-López, 2018), impotencia y desilusión por no lograr con el cumplimiento socialmente establecido.
Nuestro trabajo corrobora una vez más que los mandatos de la masculinidad hegemónica están presentes en la construcción social de los varones, el desempleo y/o subempleo les genera consecuencias notables en sus interacciones en diferentes contextos sociales, con sus parejas y familia, situación ya reportada en la literatura (Collinson y Hearn, 2005; Jiménez-Guzmán y Tena-Guerrero, 2007; Rascón-Martínez, 2007; Narayan, 2000; Apesoa-Varano, Barker, & Hinton, 2015). La condición de desempleo en el hombre es sinónimo de abandono, genera cuestionamiento familiar, de pareja, situación que va en contravía a los mandatos de la masculinidad hegemónica como hombre proveedor económico, protector y guía de la familia, aspectos ya descritos (Oliffe y Han, 2014; Buzzanell y Turner, 2003). Los hombres ven su papel primordial como proveedores financieros y consideran esto como su deber más importante (Chili y Maharaj, 2015), se asocia la participación del padre con la capacidad de proporcionar financieramente a su familia (Enderstein y Boonzaier 2013), aspectos que generan tensión por los preceptos masculinos impuestos, cuando se presenta el desempleo.
Nosotros encontramos que el desempleo aleja a estos hombres de los espacios de socialización con sus familias extensas, situación que no les permite construir atributos propios de la identidad masculina convencional como son la competencia y rivalidad (Figueroa y Franzoni, 2011), esta condición contribuye a poner en crisis los significados de la masculinidad, les reconfigura su identidad, se marginan socialmente, situación que repercute en la salud con enfermedades psicosomáticas, carga tensiones, estrés y violencia con otros -familia, pareja, hijos- y con sigo mismo (Jiménez-Guzmán, 2013), genera malestar, al verse afectada la falta de capacidad de manutención por superioridad económica con su pareja, protección de la familia y figura de autoridad, además de temores asociados a debilidad, se ha documentado que se presenta un costo emocional por afrontar la pérdida traumática (Davoine y Gaudilliere 2004) del trabajo y su rol de género, situación que genera tensión.
Sin embargo, estos temores no se expresan, difícilmente se verbalizan, lo anterior por el influjo de los preceptos de la masculinidad hegemónica, son fuente importante de los problemas privados que subyacen de los públicos (Duncombe y Marsden, 1993). En situación de desempleo sus labores son distintas, cuidar la casa y solucionar los inconvenientes cotidianos son su fuente de provisión, que sin lugar a duda se aleja de la hegemónica tradicional; combatir con esta situación no es fácil en ellos, ellos son los fuertes, no se permiten hacer una reflexión de su condición y menos de su propia condición de salud (Thomeer, Reczek y Umberson, 2015), situación que refleja el grado de vulnerabilidad y posibles situaciones de salud mental que merecen ser atendidas.
Este estudio reconoce una vez más que el ser hombre se ha vuelto confuso y flexible, no es igual en todos los contextos (Jiménez-Guzmán, 2013), aquí se encontró que el desempleo genera tensiones, además de permitir reconfigurar nuevas identidades, estructuras y roles familiares, también que se replanteen las relaciones de género con su pareja, invitando a distribuir tareas domésticas y la educación de los hijos, aspectos que reconocen la conciliación familia-desempleo, para establecer el equilibrio en el manejo de la vida personal, familiar y laboral (Cano-Rodas, Motta Ariza, Valderrama Tibocha y Gil Vargas, 2016). Sin embargo, a pesar de influencias socioculturales que determinan los roles de género de los hombres, estos están permeados por la masculinidad hegemónica, no obstante, se presenta como valor determinante la subjetividad de cada hombre (Cano Rodas, Motta Ariza, Valderrama Tibocha y Gil Vargas, 2016); es decir, cada hombre configura su identidad masculina, de acuerdo cómo vive, interpreta y reinterpreta su realidad (Pizarro, 2006) a partir de su cotidianidad y su contexto particular.
Se reconoce como ventajas de este estudio la entrevista a profundidad como técnica de recolección de información para hombres bajo esta condición, la cual permitió develar aspectos propios del género inherentes a las tensiones que se presentan cuando no cuentan con empleo y como esto reconfigura su identidad masculina, además, permitió acceso libre, espontaneo y sin censura a elementos constitutivos de la cotidianidad con su familia; situación que por lo general no es fácil, permitir que se logre hablar de su incomodidad ante las consecuencias de los estereotipos y roles de género masculino (Figueroa, 2010) y que en ocasiones no se identifican ni nombran (Tena y Jiménez 2014).
Lo anterior permite reconocer un potencial problema de salud pública en este grupo de hombres que es muy poco explorado, es así como se identifica que los hombres presentan necesidades específicas que en ocasiones los servicios de salud no permiten atender (Carvalho de Lima, et al., 2018), se sugiere formular estrategias de salud pública desde la perspectiva de género -masculinidades- (Mendieta-Izquierdo, 2015), que favorezcan la salud mental de estos hombres, desde niveles de atención primaria que permitan monitorear e implementar estrategias que se fundamenten desde el enfoque de derechos, género, atención integral (PDSP 2012-2021, 2013) y nuevas masculinidades, orientadas a detectar estados depresivos cómo consecuencia del aprendizaje de género (Salguero-Velásquez, Córdoba-Basulto y Sapién-López, 2018), que permitan ofrecer herramientas que minimicen los efectos para la salud mental en estos varones (Bolaños, F. 2014) y posibles consecuencias para la familia como base de la sociedad.
Sin embargo, se reconocen como limitaciones de este estudio, las restricciones propias del diseño; es así, como se sugiere que los hallazgos aquí descritos se tomen con cierta precaución, su aplicación no puede generalizarse, ni extrapolarse a otros contextos más allá del marco de referencia social, es necesario reconocer el marco cultural, político y económico, característico de este estudio.
Conclusiones
La condición de empleo - desempleo en los hombres desencadena diferentes formas valorativas de su identidad genérica, desde la hegemonía predominante genera tensión, al percibir perdida del rol de hombre proveedor, protector y guía de familia; es así, como repercute negativamente (desempleo) en sus relaciones familiares. Los participantes de este estudio se adhieren a una forma hegemónica de masculinidad, y esto tiene implicaciones para su bienestar y sus relaciones familiares, es necesario dar mayor visibilidad a nuevas alternativas de masculinidad que permitan un distanciamiento de la hegemónica.