INTRODUCCIÓN
La solución de los problemas globales de insostenibilidad demanda de las sociedades la realización de diversos tipos de cambios, entre ellos, se encuentran los cambios políticos, tecnológicos y de incentivos financieros; cambios en el modo de pensar y de actuar de las personas, en la conciencia y en sus valores, así como cambios en las formas de relacionarse con los demás y los ecosistemas (UNESCO, 2014a). Por esa razón, lograr cambios en los comportamientos de las personas, particularmente, a través de la educación, ha sido una de las estrategias impulsadas por la UNESCO, para alcanzar el desarrollo sostenible (UNESCO, 2014b).
El concepto de desarrollo sostenible ha tenido significados e interpretaciones tan diversas, que pueden ser debatidos desde aspectos político-institucionales hasta epistemológicos (Mebratu, 1998). Como paradigma, el desarrollo sostenible es una visión de la humanidad y un ideal de la sociedad. La humanidad procura que las sociedades alcancen una condición en la que converjan la satisfacción de necesidades y la prosperidad económica, la calidad de vida, equidad y bienestar social y la protección de recursos naturales (Salas-Zapata & Ortiz-Muñoz, 2019). Alcanzar esa condición hace necesaria la formación de las sociedades para la equidad.
La educación para el desarrollo sostenible, se propone orientar la educación y el aprendizaje, para que las personas tengan la oportunidad de adquirir conocimientos, competencias, valores y actitudes, que puedan contribuir al desarrollo sostenible (UNESCO, 2014a). Desde ese punto de vista, el estudio de los conocimientos, las actitudes y las prácticas relacionadas con sostenibilidad, se constituye en una herramienta de apoyo, para valorar al alcance de procesos de educación, con orientación ambiental.
El perfil de Conocimientos Actitudes y Prácticas (CAP) es utilizado para conocer lo que las personas piensan, creen y cómo actúan con relación a un tema específico (Cardwell, 2011). Cada dominio pretende examinar los niveles de conocimiento del individuo, que corresponden a las representaciones mentales, precedentes a procesos cognitivos, desarrollados y arraigados a lo largo de su vida (Besar et al. 2013; Cabrera et al. 2003; Cardwell, 2011). Las actitudes son una confluencia de tres componentes: i) el cognitivo, que reúne información, experiencias, estereotipos y conocimientos, los cuales, pueden ser juicios positivos o negativos; ii) el afectivo, que combina sentimientos, emociones, valores, satisfacciones y aversiones y iii) el comportamental, mediado por las habilidades motoras, psíquicas, cognitivas, verbales y sociales (Cabrera, 2004; Gumucio et al. 2011). Finalmente, las Prácticas son el punto de convergencia de los dominios anteriores y se definen como la habilidad o experiencia que se adquiere con la realización continua de una actividad o destreza (Gumucio et al. 2011).
El estudio de los perfiles CAP en estudiantes de educación superior tiene una importancia particular, debido a que la educación superior juega un rol determinante para contribuir al desarrollo sostenible de las sociedades (UNESCO, 1998; Wan Nur’ashiqin et al. 2011). Estas instituciones investigan, a nivel regional o nacional, los problemas de insostenibilidad y son también las encargadas de generar capacidades de sus estudiantes para que, en el futuro, sean promotores de cambio de la sociedad. Mediante sus funciones de enseñanza, de investigación, de compromiso y de participación con la sociedad y la administración, las instituciones de educación superior tienen la capacidad de influir en las transiciones hacia sociedades más sostenibles (Alshuwaikhat & Abubakar, 2008; Barnes & Jerman, 2002; De Castro & Jabbour, 2013; Olarte-Mejía & Ríos-Osorio, 2015; Viebahn, 2002).
Los estudios sobre CAP en sostenibilidad son escasos y, en el caso de Colombia, no se han reportado investigaciones. Un estudio en Alemania indicó que la educación juega un rol concluyente para alcanzar los objetivos de la sostenibilidad, aunque raramente se incluye en los planes de estudio; 87 estudiantes de licenciatura y 97 profesores en formación reportaron actitudes positivas hacia la educación para la sostenibilidad en química; sin embargo, los conocimientos fueron limitados (Burmeister & Eilks, 2013). De Castro & Jabbour (2013) evaluaron la adherencia a actividades de sostenibilidad en estudiantes de una universidad en India, orientado por la necesidad de evaluar las contribuciones que hace la educación superior al desarrollo sostenible.
Redman (2013) evidenció el logro de conocimientos y de comportamientos significativos en temas de alimentación y de disposición final de basuras. Los cambios persisten, luego de un año del programa educativo en el tema de basuras, no así en alimentación, lo que se atribuye a la importancia del ambiente cultural y social de los estudiantes. En Malasia, se encontró que el CAP, en una comunidad universitaria resultó divergente, en la medida que el personal de la universidad, a diferencia de los estudiantes, estaba en el camino correcto para desarrollar un campus sostenible (Wan Nur’ashiqin et al. 2011). Algunos estudios han mostrado, como factores asociados con el nivel de CAP, diferentes aspectos sociodemográficos y académicos, como el sexo, la edad y el nivel de formación de los padres (Besar et al. 2013; Cardwell, 2011; Juárez et al. 2006; Mlipha & Manyatsi, 2005).
Desde ese punto de vista, los estudios CAP se convierten en una herramienta fundamental para los procesos de alfabetización ambiental, porque también tienen como fundamento los conocimientos, las actitudes y las habilidades de las personas (Moreira-Segura et al. 2015); no obstante, a pesar de que se han reportado algunos estudios en Latinoamérica en los que se determinan los niveles de estos tres componentes (Montaño-Salas et al. 2013; Moreira-Segura et al. 2015), ninguno se ha llevado a cabo en Colombia.
En consecuencia, la realización de un estudio CAP permite disponer de una línea base para el diseño y la fundamentación de estrategias de intervención, que sirva para orientar o focalizar esfuerzos educativos posteriores, con el fin de promover áreas para el aprendizaje de comportamientos pro-ambientales. De ahí, que el objetivo de este estudio sea analizar el perfil de CAP sobre Sostenibilidad y sus factores asociados, en estudiantes de la Universidad de Antioquia.
MATERIALES Y MÉTODOS
Tipo de estudio: Descriptivo transversal, el cual, se realizó a partir de la evaluación de la escala CAP. Selección de los dos casos: La Universidad de Antioquia está organizada en unidades académicas, que pueden ser Facultades, Escuelas o Institutos. Para este estudio, se buscó una unidad académica que cumpliese los dos criterios siguientes, i) que tuviese programas con una población estudiantil similar en su lugar de residencia y nivel de formación, ii) con formación en diferentes áreas del conocimiento. De esta forma, se seleccionó la Escuela de Microbiología, que cuenta con dos programas, uno de microbiología, perteneciente a las ciencias de la salud y caracterizado por una formación clínico-epidemiológica y, otro, de microbiología, perteneciente a las ciencias exactas y naturales, caracterizado por tener una orientación industrial-ambiental. La selección de sujetos de dos áreas de conocimiento en una misma unidad académica posibilita que los grupos de estudio sean comparables entre sí y, por tanto, que algunas diferencias se puedan atribuir a la orientación que tiene cada programa.
Sujetos de estudio: El estudio incluyó 356 estudiantes, a partir de un cálculo de tamaño de muestra con una confianza del 95%, población de 800 estudiantes, proporción esperada del evento del 50% (frecuencia de estudiantes con un buen nivel de CAP), para eventos con proporción desconocida, error del 4% y corrección del 5%. También, se realizó la estimación del tamaño de muestra para un desenlace continuo, cambiando la proporción del 50% por una desviación de 15 en el puntaje de cada dimensión CAP, con lo cual, se obtuvo un menor tamaño de muestra. El muestreo fue estratificado por programa académico y por semestre. Un programa de microbiología con orientación clínica y, otro, con orientación industrial-ambiental. Los criterios de inclusión fueron: pregrado con matrícula vigente, residente en el Valle de Aburrá, cualquier ciclo de formación, sexo o estrato social. Se excluyeron los sujetos que rechazaron la participación voluntaria en el estudio o exigieron algún tipo de remuneración por su participación.
Recolección de la información: Se utilizó una fuente de información primaria, basada en una encuesta con cuatro módulos, características académicas y socio-demográficas, conocimientos sobre sostenibilidad, actitudes frente a la sostenibilidad y prácticas relacionadas (Anexo 1). Para la selección de los ítems de la escala CAP, se tuvo en cuenta una revisión sistemática de la literatura publicada entre 1990 y 2016 (Salas-Zapata et al. 2018). Con base en estos ítems iniciales, se hizo una validación de apariencia con dos expertos en Sostenibilidad y un experto en pruebas psicométricas, para evaluar la estructura de los ítems, así como la exhaustividad, la exclusividad y la precisión de las variables. Además, se determinó la aplicabilidad y la aceptabilidad de la escala con 50 estudiantes que, potencialmente, harían parte de la población de estudio.
Para el control de sesgos de selección, se hizo muestreo probabilístico; para los sesgos de información, se aplicó un instrumento anónimo y auto-diligenciado, con excelentes propiedades de reproducibilidad y validez; además, se aplicó una prueba piloto, para evaluar todas las etapas de la recolección de la información.
Análisis de la información: Para la descripción de las variables, se calcularon proporciones y medidas de resumen, según la naturaleza de las variables. La comparación de los puntajes de las tres dimensiones CAP, se hizo con correlaciones de Spearman, dado el incumplimiento del supuesto de normalidad, evaluado con la prueba de Kolmogorov-Smirnov, con corrección de Lilliefors. La identificación de los potenciales factores explicativos del perfil CAP, se realizó mediante modelos de regresión lineal multivariante, tomando, como variable dependiente, el puntaje de cada una de las dimensiones CAP. En estos modelos, se validaron los supuestos de linealidad con ANOVA, no multicolinealidad con el Factor de Inflación de la Varianza, incorrelación de los residuos con Durbin-Watson, normalidad residual con Kolmogorov-Smirnov con corrección de Lilliefors y varianza constante de los residuales con el método gráfico. En todos los análisis, se tomó un nivel de significación estadística menor a 0,05. Los análisis, se realizaron en Statistical Package for the Social Sciences for Windows software SPSS versión 23.0.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La edad media de la población fue 22,3±3,1 años, la mediana fue 22, con un 50% de los datos centrales, entre 20 y 24 años, con rango entre 16 y 34 años. La mayor proporción de estudiantes fueron mujeres, jóvenes con edad entre 20 y 24 años, de estrato tres, ciclo profesional y padres con mayor proporción de educación básica primaria y secundaria (Tabla 1).
En el perfil CAP de ambos programas, la dimensión con los puntajes más altos fue la de Actitudes, seguida por los Conocimientos y el más bajo, para las Prácticas. En Conocimiento, la proporción de estudiantes en el nivel excelente fue cercana al 20%, mientras que en las Prácticas estuvo alrededor del 10%. La dimensión de Actitudes fue excelente para el 61,4% de los estudiantes del programa de salud y de 78,3%, en el de ciencias exactas y naturales (Tabla 2).
Se hallaron correlaciones estadísticamente significativas, positivas y magnitud moderadas entre las tres dimensiones CAP. Los coeficientes de correlación fueron de 0,39, para la relación Actitudes-Conocimientos; 0,47, para la relación Prácticas-Conocimientos y de 0,36, para la relación Prácticas-Actitudes (Figura 1). Las correlaciones significativas encontradas entre las tres dimensiones CAP indican que el puntaje de Conocimientos influye en el puntaje de Actitudes y Prácticas, al tiempo que el mejoramiento de las Actitudes también favorece las Prácticas. Estas relaciones fueron moderadas, lo que significa que si las personas reciben elementos cognitivos, información, pueden influir sobre la esfera de Actitud y, a su vez, elementos emocionales u opiniones propios de las actitudes, influyen, en algún grado, en las acciones o prácticas de las personas. Este hallazgo es consistente con otros estudios en los que se ha descrito que los elementos cognitivos y emocionales brindan convicción sobre diferentes acciones, cuyos beneficios potenciales redundan en motivaciones para un tipo específico de prácticas (Aziz et al. 2012; Besar et al. 2013; Da Silva, 2015; Estrada-Vidal & Tójar-Hurtado, 2017; Johar & Razak, 2015; Kioko et al. 2010; Mlipha & Manyatsi, 2005).
Los potenciales factores explicativos del puntaje de Conocimientos en la población fueron los puntajes hallados en las dimensiones de Actitudes y Prácticas y el Semestre académico, las cuales, explican el 31,2% de la variabilidad, en dicho puntaje. Además, se halló un efecto negativo de este último, es decir, aumentar un semestre implica la disminución de 0,7 unidades en el puntaje de Conocimientos. Para las Actitudes fueron las dimensiones adicionales de la escala CAP, el sexo y la edad, siendo mejor el resultado en las mujeres y en los estudiantes de mayor edad. En las Prácticas fueron importantes los puntajes de Conocimientos y Actitudes, así como el programa y el ciclo de formación, siendo mejor en los estudiantes de Microbiología y en los estudiantes con mayor ciclo de formación (Tabla 3).
En el perfil CAP, la dimensión con los puntajes más altos fue el correspondiente a Actitudes positivas hacia la sostenibilidad, seguido por los Conocimientos, lo que se ha relacionado en otros estudios con el contexto educativo, particularmente, el universitario (Burmeister & Eilks, 2013). Las actitudes favorables observadas en este estudio concuerdan con una investigación en Malasia, donde ésta fue la dimensión con mejores resultados (Wan Nur’ashiqin et al. 2011); de igual modo, un estudio en Alemania mostró un comportamiento similar, al reportar que las Actitudes eran más altas que los conocimientos teóricos (Burmeister & Eilks, 2013), mientras que el grupo de Besar et al. (2013), encontró que, tanto los conocimientos como las actitudes hacia la sostenibilidad presentaron altos puntajes en población joven no obstante, otros estudios muestran un mayor nivel en la dimensión de Conocimientos (Besar et al. 2013; Da Silva, 2015; Hai et al. 2010; Kioko et al. 2010), lo que se podría atribuir a diferencias en algunas características de las poblaciones de estudio, el incipiente interés en algunos contextos por temas de Sostenibilidad o las formas de aproximarse al constructo de CAP.
Al concebir las actitudes como estructuras intencionales o emociones positivas hacia la sostenibilidad y la solución de sus problemas, esta dimensión puede ser fortalecida por conocimientos específicos sobre este constructo, lo que redundaría en prácticas positivas hacia el medio ambiente, la sociedad y demás esferas de Sostenibilidad (Aziz et al. 2012; Besar et al. 2013; Estrada-Vidal & Tójar-Hurtado, 2017; Koc & Kuvac, 2016). En adición, la teoría de comportamiento planeado de Ajzen y Fishbein afirma que las actitudes son funciones de las creencias, donde creencias se equipara a conocimientos, mientras que la teoría de aprendizaje social de Bandura plantea que las actitudes y los comportamientos son aprendidos a través de las interacciones con el mundo social (Aziz et al. 2012), lo que pone de manifiesto la vigencia del debate en torno de la conexión de las tres dimensiones CAP (De Pretto et al. 2015; Johar & Razak, 2015).
La dimensión con los puntajes más bajos fueron las Prácticas, con un 63,2%. Según la literatura revisada, la mayoría de los estudios han mostrado que esta es la dimensión que presenta niveles más bajos (Besar et al. 2013; Cardwell, 2011; Fernández-Manzanal et al. 2015; Hai et al. 2010; Mansaray et al. 1998; Redman, 2013; Wan Nur’ashiqin et al. 2011). En cualquier caso, parece haber una tendencia en las poblaciones estudiadas, a tener niveles de conocimientos y de actitudes más altos que los niveles de prácticas. A pesar de las relaciones encontradas, en el grupo de estudio también se observó, simultáneamente, un nivel bueno de conocimientos, un nivel excelente de actitudes y un nivel deficiente de prácticas. Este hallazgo guarda consistencia con el coeficiente de determinación de la dimensión de Prácticas, que indica que solo el 33% de las variaciones, en el nivel de prácticas, son explicables por las otras variables del modelo. La explicación a la brecha entre las intenciones y las prácticas puede tener sustento en el entorno de los sujetos.
Un nivel alto de actitudes y de conocimientos no necesariamente se corresponde con un nivel elevado de prácticas. Aunque las actitudes sean requisitos para una práctica positiva, por sí solas, no pueden impulsar una acción individual (Besar et al. 2013). El estudio de Aguilar-Luzón et al. (2006) demostró que la norma personal determina, de manera directa, la realización de conductas pro-ambientales, mientras que el trabajo de Nguyen et al. (2018) reveló que la brecha entre la intención y el comportamiento ambiental se reduce cuando hay una alta disponibilidad de productos ecológicos y cuando los consumidores perciben que sus acciones de compra y las decisiones de uso de los productos, traerán consecuencias ambientales positivas.
De igual manera, algunos estudios sugieren que el buen desempeño en las prácticas de los sujetos parece deberse al rol que desempeñaron en cada caso las instituciones, los incentivos, las universidades o los programas gubernamentales, que daban forma al contexto del comportamiento de los individuos; por ejemplo, el estudio de Mlipha & Manyatsi (2005), evidenció buenos niveles en las prácticas identificadas por los profesores de los colegios estudiados y ello se podría deber a que los colegios estudiados tenían programas de limpieza de instalaciones, de mantenimiento de árboles nativos y de siembra de árboles. El estudio de Kioko et al. (2010) registró prácticas favorables hacia la conservación de la vida silvestre y ello podría estar relacionado con los incentivos que tienen los actores para conservar la vida silvestre, pues el turismo ecológico es una de las actividades económicas más importantes para la región y de ahí que existan incentivos que promueven más acciones de conservación que de cacería.
Factores asociados a los conocimientos, las actitudes y las prácticas: Entre las variables independientes analizadas en este estudio, la más importante en el puntaje de Conocimientos fue el semestre académico, siendo mejor en los niveles bajos y peor el nivel de conocimientos, registrado en los semestres avanzados. Este hallazgo es bastante particular, ya que en estudios previos, se observó más alto el nivel de conocimientos, en la medida que avanza el semestre o la formación universitaria (Aziz et al. 2012; Besar et al. 2013; Burmeister & Eilks, 2013; Da Silva, 2015; Fernández-Manzanal et al. 2015; Hai et al. 2010; Kioko et al. 2010; Mansaray et al. 1998; Wan Nur’ashiqin et al. 2011). Estos resultados parecen indicar que la universidad no fortalece los CAP que los estudiantes desarrollan en su hogar o en la formación básica y, en ese sentido, podría ser necesario que la Universidad haga explícitos algunos de los propósitos curriculares y competencias relacionadas con Sostenibilidad que espera desarrollar en sus estudiantes.
Los factores asociados con las actitudes fueron el sexo y la edad, siendo mejor el resultado de las mujeres y los estudiantes con mayor edad (Tabla 3). Estos resultados son consistentes con los obtenidos con estudiantes universitarios por Heyl et al. (2014), quienes encontraron que las mujeres son más propensas a tener actitudes pro-ambientales que los hombres, aunque solo en los primeros niveles de formación. En algunos contextos similares al de este estudio, se ha demostrado que las mujeres presentan valores y creencias más favorables sobre la conservación de la naturaleza, mientras que los hombres exponen creencias más relacionadas con la naturaleza para el uso humano (Koc & Kuvac, 2016).
Asimismo, cabe señalar que no se observó asociación entre el programa que cursan los estudiantes y las actitudes (Tabla 2), esto significa, que los estudiantes del programa de microbiología con orientación industrial-ambiental no tienen un nivel de actitudes más elevado que los estudiantes del programa de microbiología con orientación clínica. Este resultado es consistente con el estudio de Heyl et al. (2014), que al comprar a quienes tenían diplomas de formación ambiental con quienes no lo tenían, no encontró diferencias significativas en sus actitudes.
En las prácticas, las variables independientes más importantes fueron el ciclo de formación y el programa académico, con mejores resultados para los estudiantes de semestres avanzados y de Microbiología industrial-Ambiental. Esto no refuta la literatura revisada, pues se ha visto que aquellos que están en ciclos avanzados tienen una práctica positiva hacia la sostenibilidad (Aziz et al. 2012; Besar et al. 2013; Cebrián & Junyent, 2015; Fernández-Manzanal et al. 2015; Hai et al. 2010; Kioko et al. 2010; Koc & Kuvac, 2016; Mlipha & Manyatsi, 2005). Una de las principales razones por la cual los estudiantes del programa de Microbiología industrial tuvieron mejores resultados en la dimensión prácticas puede ser atribuida al plan de estudios, que incluye cursos relacionados con temas ambientales y de sostenibilidad, así como diferentes prácticas curriculares, afines a este constructo.
En términos generales, los resultados de este estudio fueron consistentes con el estudio de Pato & Tamayo (2006), adelantado con estudiantes universitarios, en el que se encontró que, quienes tienen entrenamiento ambiental, estudian un área relacionada con la temática, ser mujer y tener más edad, presentan más comportamientos ecológicos activistas.
De esta investigación, se puede concluir que los conocimientos, las actitudes y las prácticas están relacionados y ello revela la existencia de un constructo psicométrico CAP sobre sostenibilidad; no obstante, de manera similar a la literatura existente sobre conocimientos, actitudes y prácticas, este estudio encontró que los niveles de conocimientos y actitudes son más altos que los de prácticas. La dimensión con mejor resultado fue la de las Actitudes y la peor fue la de las Prácticas. Entre algunos posibles elementos explicativos del perfil CAP, se pueden mencionar el semestre, el sexo, la edad y el programa académico, lo que permite identificar grupos de mayor interés, para el fortalecimiento de la educación para la sostenibilidad.
Se sugiere realizar estudios CAP, que consideren aspectos del entorno de los participantes y que puedan explicar la brecha entre las intenciones y las prácticas. Los resultados de ese tipo de estudios se podrían utilizar para tomar decisiones sobre eventuales modificaciones del entorno de los sujetos y así potenciar los efectos de intervenciones educativas, en este tipo de población.