Afínales de la década del 90 se elaboró en Villa Clara, Cuba, una estrategia de recreación para niños hospitalizados, con este esfuerzo se pretendió garantizar, mejorar el bienestar de los niños enfermos hospitalizados. Con anterioridad, experiencias en este sentido fueron acumulándose internacionalmente. Ana Freud, en la década del 20 del siglo pasado, fue la precursora del abordaje de estados emocionales en niños sin medicación, cuatro décadas más tarde "Pasch Adams" propone una manera especial de tratar a los pacientes, la terapia de la risa, que se extiende a Suiza con la fundación Teodora, Brasil con doctores de la alegría, Francia con Doctores Hoppi clowns, Gran Bretaña, Rusia, Sudáfrica, Hong Kong, Italia, España y Colombia entre otros.
El objetivo de esta forma de terapia está en lograr salud emocional para contrarrestar el efecto de la hospitalización y contribuir a una rápida recuperación. Su efectividad se basó en repercusión orgánica y psicológica de la risa.
Desde finales de los años 70 y sobre todo a partir de los setenta, se ha desarrollado un interés creciente por estudiar distintas formas de intervención para reducir el estrés causado por la hospitalización.
El juego y la risa ayudan al niño canalizar sus temores y sufrimientos. Cuando el niño juega obtiene placer y aumenta su autoestima; lo que contribuye a sobrellevar la enfermedad, afrontar mejor la hospitalización, además de favorecer su desarrollo y mejorar su calidad de vida. Generar emociones positivas en los niños hospitalizados contribuye al bienestar y favorece su recuperación.
La educación hospitalaria es una experiencia en otra dimensión, pretende la creación de aulas hospitalarias para la educación general, satisface necesidades de relación de los niños y ayuda superar con mayor rapidez los problemas de salud. Las aulas hospitalarias, en actividades extracurriculares, contribuyen además a la recreación de los niños. A pesar de estos y otros intentos aún el manejo de los aspectos que afectan al niño hospitalizado es insuficiente.
La enfermedad es la causa que lleva al niño al hospital. La gravedad y tipo de tratamiento que requiera, determina la prolongación de los ingresos y por tanto la exposición a un ambiente físico y social que afecta el bienestar. Martínez Abreu 1 plantea que no hay un nivel último para el bienestar pero si un nivel óptimo, por debajo del cual las condiciones de vida se tornan amenazantes para la salud y el bienestar.
La hospitalización es situación brusca para el niño, con estresores que superan su capacidad adaptativa y pueden tener consecuencias de diverso orden. El grado de comprensión de los niños acerca de la enfermedad no permite entender la razón de la misma, ni la necesidad del tratamiento 2.
Los principales estresores durante la hospitalización infantil son: la enfermedad, el dolor, el entorno hospitalario que resulta no familiar y con presencia de extraños, las exposiciones a procedimientos médicos, el miedo a no despertar, la separación de los padres, familiares y amigos, el estrés de los acompañantes, la ruptura de la rutina vital y adaptación a una rutina desconocida e impuesta, pérdida de la autonomía, control y competencia personal, incertidumbre sobre la conducta apropiada y la posibilidad de la muerte 3.
Solo desde el punto de vista psicológico la hospitalización puede provocar desde trastornos del sueño o fobias simples hasta problemas de conducta y dificultades en el aprendizaje, lo que por sí solo justifica identificar y tratar la ansiedad en el niño 4.
Los sistemas nacionales de salud deberán mover el foco de su colosal trabajo hacia los aspectos que tienen que ver con la vida, el bienestar y la salud en lugar de privilegiar los aspectos relativos a la enfermedad y el riesgo 5. Cuando el niño es hospitalizado ejerce el derecho a que se proteja su salud, pero se frena o limita el disfrute de otros derechos, como el derecho a la educación, al esparcimiento, al juego, a las actividades recreativas, a participar en la vida cultural y en las artes, entre otros, lo que resulta paradójico 6. El bienestar del niño implica el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales, esa realidad amerita ser transformada.
A finales del siglo XX se declaran las Funciones Esenciales de la Salud Pública (FESP) definidas como condiciones que permiten un mejor desempeño de las prácticas en salud pública 7,8.
La promoción de la salud fue la tercera de las 12 funciones enunciadas, consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma. Para alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente 9, lo cual se torna difícil para un niño y su familia en condiciones de hospitalización.
En La Carta de Ottawa 9 se definió que la protección, tanto de los ambientes naturales como de los artificiales, se asume como tarea de la promoción y continúa: el sector sanitario debe jugar un papel cada vez mayor en la promoción de la salud de forma tal que trascienda la mera responsabilidad de proporcionar servicios clínicos y médicos. La promoción de la salud genera condiciones de trabajo y de vidas gratificantes, agradables, seguras y estimulantes, a juicio de los autores, las condiciones de hospitalización no deben estar exentas.
El propio documento refiere, los servicios de salud deben tomar una nueva orientación que sea sensible a las necesidades culturales de los individuos. Asimismo deberán favorecer la necesidad por parte de las comunidades de una vida más sana. Necesariamente ha de producirse un cambio de actitud y de organización de los servicios sanitarios de forma que giren en torno a las necesidades del individuo como un todo.
La promoción de salud, persigue elaborar y aplicar estrategias de planificación local para alcanzar una mayor calidad de vida, cumpliendo el principio de velar todos por la salud de todos. La acción conjunta en la promoción contribuye a asegurar la existencia de bienes y servicios sanos y seguros, de una mayor higiene de los servicios públicos y de un medio ambiente más grato y limpio.
La promoción de la salud exige la acción coordinada de todos los implicados: gobiernos, sectores sanitarios y otros sectores sociales y económicos, organizaciones benéficas, autoridades locales, la industria y los medios de comunicación 10-11.
Así mismo, la intersectorialidad en el logro del bienestar en los niños hospitalizados resulta imprescindible en tanto depende de la satisfacción de necesidades muy diversas que se sustentan en carencias propias de esta condición. A los grupos sociales, profesionales y al personal sanitario les corresponde especialmente asumir la responsabilidad de actuar como mediadores entre los intereses antagónicos y a favor de la salud 11-13.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) aboga por la integración de la promoción de la salud en toda la atención, la idea es que la salud, más que la enfermedad, sea el paradigma predominante que inspire la creación e implantación del modelo de atención de salud 14. De lo cual los autores se hacen eco al considerar la disminución de las afectaciones al bienestar emocional consecuentes de la hospitalización como una necesidad de salud, solo así, se crearán las bases para el abordaje integral y efectivo de esta problemática