La ciudad, como unidad organizacional y lugar en donde "se concentra la mayor densidad de la heterogeneidad y, por lo tanto, donde la ritualidad de la vida cotidiana puede producir roces, conflictos y contradicciones" (Carrión, 2008, p. 113), es el principal escenario donde se desarrollan las estrategias ciudadanas no institucionalizadas de participación.
Introducción
La ciudad ha sido y es el escenario de grandes conflictos y luchas por el poder y la toma de decisiones (Carrión, 2008). Es común que la gestión del funcionamiento de las ciudades, así como la toma de decisiones de distintos aspectos, esté ligada al accionar de instituciones y "agentes considerados expertos y/o legítimos para decidir" (Camallonga, 2019, p. 96). Pero, ¿quiénes participan en las decisiones? y ¿quiénes, pese a no estar legitimados para hacerlo, luchan por participar de éstas? A menudo, la participación ciudadana no institucionalizada surge de estrategias que se forjan desde la organización o como respuesta inmediata a los desafíos de la situación.
Las estrategias de la ciudadanía para acceder a la participación, de conformidad con Del Romero (2018, p. 56), se clasifican en cuatro categorías: participación formalizada, aquella que se acata a las normas y los procesos administrativos de la función pública; participación activa, aquella que excede la formalidad establecida en la función pública, pero que no implica actos de protesta; la protesta, aquella que surge de acciones conflictivas, y la confrontación violenta o acciones ilegales (confrontaciones físicas, toma de edificaciones, enfrentamientos civiles, etc.). En este estudio, analizaremos las dos últimas estrategias de participación ciudadana; aquellas que surgen desde abajo, desde lo local, que involucran necesariamente la organización de la sociedad y rebasan el límite de lo institucionalizado, centrándose así en las categorías de movimientos sociales, manifestaciones y organización social. La participación ciudadana no institucionalizada se origina desde el accionar de los ciudadanos, ya sea de manera formal e informal, colectiva o individual (Pizano, García, & Palencia, 2021, p. 84), de manera que se apunte a "impulsar cambios que, de manera progresiva llevan a la inclusión de más actores sociales en la formación de las decisiones públicas" (Ramírez, 2013, en Pizano, García, & Palencia, 2021, p. 84).
Dentro de este contexto, el espacio juega un rol fundamental, ¿en dónde se organiza la sociedad para acceder a la participación?, ¿cuáles son las estrategias de la sociedad para visibilizarse?, ¿qué papel juega el espacio físico y el virtual?
Marco Conceptual y Propuesta Metodológica
La participación ciudadana es entendida como una "práctica de ciudadanía urbana y activa que se funda en la idea de construir verdaderos espacios de ciudadanía" (Janoschka, 2011, p. 118), como forma de resistencia a las lógicas de la ciudad neoliberal. Los espacios de ciudadanía son concebidos como espacios de esperanza que viabilizan la democratización, el ejercicio de las libertades cívicas y el involucramiento en la construcción de la ciudad. Así, los mecanismos de participación pueden ser vistos como "alternativas surgidas desde la sociedad" o "desde abajo"; esto se conoce, generalmente, como participación ciudadana no institucionalizada (Pizano, García, y Palencia 2021, p. 77).
La participación ciudadana no institucionalizada involucra aquellas formas de manifestación, petición y presión de los ciudadanos por reivindicaciones de los tomadores de decisión (Manin, 2017). Estos espacios se caracterizan por ser ajenos a "las estructuras tradicionales del voto y los partidos políticos" (Colonna, 2020, p. 47). Por ello, son conocidas como formas de participación 'no institucionalizadas', 'no convencionales' o 'no electorales' (Manin, 2017; Colonna, 202; Pizano, García, y Palencia 2021).
La ciudad, como unidad organizacional y lugar en donde "se concentra la mayor densidad de la heterogeneidad y, por lo tanto, donde la ritualidad de la vida cotidiana puede producir roces, conflictos y contradicciones" (Carrión, 2008, p. 113), es el principal escenario donde se desarrollan las estrategias ciudadanas no institucionalizadas de participación. Se argumenta que la participación ciudadana no institucionalizada tiene siempre como base un espacio, ya sea físico o virtual, que es donde se originan y consolidan las estructuras sociales 'desde abajo'.
En este sentido, pese a que los espacios de participación ciudadana pueden ser incontables, en este estudio se plantean tres espacios que surgieron y apuntalaron el Paro Nacional de Colombia en el año 2021.
Espacio Micro/barrial
Es en donde la participación ciudadana ocurre cuando se es parte de un grupo social organizado (Bustillo-Castillejo, De La Esppriella, & Machado-Licona, 2021) o de un barrio, entendido como el conjunto de "contextos ecológicos que mediatizan el acceso de las personas a las fuentes más importantes de activos físicos, sociales o humanos" (Katzman y Retamo-so 2005, p. 132).
En el espacio barrial se reconocen tres modalidades de ejercer la participación ciudadana: el asociacionismo, que se refiere al agrupamiento de pequeñas partes de la población en búsqueda de beneficios comunes; las acciones colectivas, que son organizaciones donde un representante persigue la defensa de los derechos e intereses colectivos ante órganos jurisdiccionales, y los movimientos sociales, que responden a la necesidad de involucrarse en la "toma de decisiones estatales de forma directa y sin la representación de sus líderes" (Pizano, García, y Palencia 2021, pp. 84-85).
Así, el espacio micro barrial se configura como una espacialidad que permite a los ciudadanos organizarse en función de necesidades comunes y perseguir la reivindicación de diversos derechos humanos tales como la equidad de género, la libre expresión, el acceso a un hábitat seguro y saludable, etc. (Pizano, García, & Palencia, 2021), generando agendas focalizadas.
Espacio Virtual
El también llamado ciberespacio surge del uso del avance tecnológico a partir de la plataforma de internet como una ventana de oportunidades para la participación ciudadana y el activismo social en línea (Moreno Freites & Ziritt Trejo, 2019). Así, las redes sociales "no deben entenderse como simples herramientas tecnológicas para el intercambio de mensajes (...) sino como auténticos medios para la comunicación, la interacción y la participación global" (García, Hoyo, y Fernández en Moreno Freites & Ziritt Trejo, 2019, p. 30). Se establece, entonces, una forma de interacción entre personas en tiempo real, independientemente de la distancia o el espacio físico en el que se encuentren. Las herramientas digitales vinculadas a la participación ciudadana son la ubicuidad, "que permite al usuario acceder a la información desde cualquier lugar con conexión a Internet", y la virulencia, que es "la difusión masiva en la red" (Caldevilla en de Lucas, 2020)organized by public bodies (town councils, county council and the Andalusian Ministry of Employment, Training and Autonomous Work.
El espacio virtual se configura por el uso de las redes sociales que, de hecho, ya son consideradas como "un lugar de encuentro entre personas" (Moreno Freites & Ziritt Trejo, 2019, p. 32). Esto, ligado a un contexto sociopolítico, genera espacios de organización e información, donde los límites comunicacionales se desvanecen por la misma reconceptualización de las comunicaciones, que genera vías y espacios paralelos a los institucionales (Moreno Freites & Ziritt Trejo, 2019, p. 32).
Espacio Urbano
Se trata de una construcción social de escala macro, en donde el proceso de estructuración, a través del cual los habitantes participan y deciden, se da principalmente mediante la apropiación del espacio[2]. El componente de la ciudad que es objeto de apropiación es el espacio público, aquel espacio entendido como de uso colectivo. Es el ámbito en el que los ciudadanos pueden (o debieran) sentirse como tales, libres e iguales. Es en donde la sociedad se escenifica, se representa a sí misma, se muestra como una colectividad que convive, que muestra su diversidad y sus contradicciones y expresa sus demandas y sus conflictos". (Borja, 2011, p. 39)
Así, el espacio público urbano es el lugar en donde es posible desafiar al poder hegemónico de ciertos actores y proporcionar voz a minorías (excluidos/as, dominados/as, oprimidos/as), al mismo tiempo que se construyen procesos de acción colectiva (Ursino, Rojas Chediac, & Muiños Cirone, 2020, p. 99)
El espacio urbano, en este contexto, responde a una realidad y sociedad determinadas dentro de una estructuración física, en donde se da lugar a las conexiones entre la realidad material, cognitiva y social (Soja, 1985). Este espacio se configura como el "medio (supuesto) y como el resultado (corporización) de la estructura social y de sus relaciones" (Ursino, Rojas Chediac, & Muiños Cirone, 2020), convirtiéndose en la arena en la que suceden los conflictos y disputas.
En este contexto, se plantea que estas tres espacialidades se vinculan para ser escenario de lucha y resistencia. Se toma como caso de estudio las protestas ocurridas en Colombia, iniciadas el 28 de abril del 2021, con mayor agudeza en Cali, ciudad que fue paralizada durante dos meses continuos por diferentes repertorios de acción de los manifestantes. Las protestas duraron todo el año 2021, hasta enero de 2022. El detonante fue el proyecto de Reforma Tributaria que se discutía en el Congreso como "Ley de Solidaridad Sostenible", que pretendía recaudar $23.4 billones de pesos para minimizar el déficit fiscal a través de más tributación de la clase media y asalariada, entre otras medidas. Lo anterior, en medio de una profunda crisis económica, agudizada por la pandemia del COVID-19, y de la desconexión de los gobernantes con la realidad social y económica de los colombianos, terminó en uno de los estallidos sociales más grandes de Colombia, con manifestaciones en todo el país.
Bajo estas consideraciones, se plantea un estudio netamente cualitativo del caso de Cali, Colombia, basado en el análisis y relación de las tres especialidades propuestas teóricamente.
La información se obtuvo de seis fuentes: revisión de textos académicos; entrevistas no estructuradas, realizadas in situ a jóvenes de los distintos puntos de resistencia[3]; entrevistas semiestructuradas, realizadas a activistas con una alta participación durante el Paro; seguimiento a activistas y líderes del Paro a través de las redes sociales, consolidando la información de todas las publicaciones que hicieron durante tres meses (abril, mayo y junio del 2021) y triangulándola con las noticias de periódicos nacionales y locales frente a la cobertura de las protestas; uso de la estrategia metodológica de la 'etnografía del hashtag' (Bonilla & Rosa, 2015), en la que se buscó, clasificó y trianguló información publicada en las redes sociales bajo las etiquetas #ParoNacional2021, #SOSColombia, #soyprimeralinea y #Duquechao[4], y observación participante como fuente de información para georreferenciar los puntos de resistencia y demás hitos de resignificación urbana.
Resultados
Espacio Barrial
En el Paro Nacional hubo diversidad de actores y agendas que superaron las estructuras sindicalistas y verticales de otros momentos históricos de la acción colectiva en el país y en la ciudad de Cali. Aunque el Comité del Paro[5] fue el promotor oficial, gran parte de los manifestantes no se sentían representados por él (El Tiempo, 2021). Había nuevos actores con mayores liderazgos y agendas.
Los y las jóvenes de los barrios populares, afectados por la escasez de oportunidades educativas y laborales, aparecen como verdaderos protagonistas del Paro y de los puntos de resistencia. Fueron ellos quienes conformaron las primeras líneas y se enfrentaron directamente a la fuerza pública para proteger la integridad física del resto de manifestantes. Se ubicaron en cercanía de los barrios marginales y se extendieron a lo largo de todo el tejido urbano. Estos/as jóvenes conformaron la Unión de Resistencias de Cali-URC, como un movimiento autónomo reconocido por la Alcaldía[6] de la ciudad. Al principio del Paro no había conexión entre los puntos de resistencia; estos se fueron articulando hasta convertirse en la URC. No obstante, también hubo otros puntos que no se articularon y que tuvieron gran impacto, pero menor protagonismo. Los puntos de resistencia fueron 31, pero solo 26 conformaron la URC.
La organización se dio bajo lógicas horizontales y barriales en las que no había representantes sino voceros y las decisiones se tomaban en asambleas[7]. Las formas tradicionales de protesta fueron superadas y conjugadas con distintos repertorios de acción que hicieron posible su duración, magnitud e intensidad. El alto nivel de autogestión del Paro hizo que surgieran hipótesis sobre las expresiones de organización comunitaria, como las del gobierno y ciertos sectores de la población, que planteaban que se trataba de una conspiración de la oposición política en complot con grupos al margen de la ley y financiamiento internacional (Arboleda, 2021).
Cuando se le pregunta a Pablo, una de las personas que acompañó las primeras líneas, cómo logró mantenerse el Paro en medio de liderazgos difusos y sin una aparente planificación, él responde:
El neoliberalismo no es lo único que se globaliza, la resistencia también y sus formas de lucha. El ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios de Colombia) es el resultado de la globalización de la represión, pero también hay referentes de globalización de resistencias y de movimientos antineoliberales. Esto no surge de la nada, hay aprendizajes, hubo personas que lideraron, pero muchas otras acompañaron y tenían liderazgos de base, conocimiento, el papel de las feministas, por ejemplo. Entender el barrio como estrategia de seguridad y solidaridad fue clave para mantener el Paro, lo que nace una manera espontánea, rápidamente se convierte en una estrategia de organización, de la que ya había dado luces Chile, por ejemplo (Pablo, comunicación personal, 11 de junio de 2021).
En suma, la marcada temporalidad del Paro (dos meses) obedeció a procesos de autoorganización en espacios predominantemente barriales que, con la fuerza de la solidaridad, la autogestión y los aprendizajes cruzados, suplieron necesidades básicas de alimentación, salud, educación y seguridad, las mismas que, paradójicamente, conformaban el pliego de peticiones de los/las jóvenes ante el Gobierno Nacional:
Las ollas comunitarias, como respuesta a la necesidad de alimentación, surgieron en los puntos de resistencia producto de la experiencia organizativa feminista, la solidaridad de vecinos y ciudadanía en general. La iniciativa alimentó a los/las jóvenes y, además, fue lugar de encuentro, diálogo político y construcción del tejido social en los barrios.
Las brigadas de salud se conformaron en virtud del número importante de heridos por las confrontaciones entre manifestantes y la fuerza pública, en su mayoría jóvenes, que llegaban a los hospitales y eran detenidos. Las brigadas de salud se instalaron en los espacios de resistencia para dar atención de emergencia a los heridos, a la vez que se coordinó con hospitales cuando la complejidad del cuadro clínico rebasaba las capacidades de atención del punto.
La primera línea, como estrategia de seguridad, se conformó por un grupo de manifestantes que desde los puntos de resistencia se confrontaban -directa y físicamente- contra la fuerza pública, para proteger la integridad física del resto de manifestantes.
La estrategia de educación denominada "Universidad pal barrio" y la creación de bibliotecas populares surgieron con el objetivo de educar para transformar en aquellos territorios excluidos históricamente. Esta apuesta por la educación popular se gestó durante el Paro, tomó como aula los puntos de resistencia de la ciudad y ha sido acompañada por docentes, estudiantes y ciudadanía en general.
Por otra parte, otros agentes organizados, no tenían una ubicación territorial en los puntos de resistencia, se desplazaban según la situación lo requería, cumpliendo funciones a favor de la justicia, el libre flujo de la información y expresión, y la garantía de los derechos humanos:
Los denominados "Garantes de los Derechos Humanos" surgieron como una estrategia de seguridad para defender la vida y registrar las violaciones a los derechos humanos. Los responsables fueron organizaciones e instituciones de nivel local, nacional e internacional, eran en su mayoría móviles, con presencias en puntos según el requerimiento de la situación.
Las comunicaciones alternativas y el uso del arte, en el marco de la libertad de expresión, permitió la difusión de información del Paro a través de los medios alternativos y se utilizaron las expresiones artísticas que le dieron un carácter pacífico y performativo a las protestas.
Los apoyos jurídicos a los manifestantes, como estrategia que buscó la justicia, tenían como objetivo proteger y defender a los manifestantes ante situaciones donde sus derechos fueran vulnerados.
Espacio Virtual
El espacio virtual no fue residual, fue un escenario de protesta que logró sostener el Paro en la agenda local, nacional y global, y no por estar en el contexto de una pandemia, sino porque permitió otras formas de participación y organización que se conjugaron con el espacio físico. Se disputaron el relato y la interpretación de los hechos acontecidos, la toma de decisiones tácticas y estratégicas y se gestionaron acciones de solidaridad que permitieron mantener las protestas. En este sentido, se identificaron cinco acciones concretas de la protesta virtual.
Trasparencia.
Todo lo sucedido en el espacio físico era transmitido en tiempo real en el espacio virtual. Esta exposición sirvió para que los manifestantes se blindaran ante un contexto que los había convertido en vándalos y por tanto exigía un tratamiento de 'mano dura' para ellos. Un ejemplo de esto fueron las transmisiones del Canal 2 de Cali transmitidas en la red social Facebook, cuyo periodista y líder social, José Tejada, hizo uso poderoso de los en vivos de Facebook. Su trabajo periodístico lo llevó a ser postulado defensor del año en el Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia y elegido congresista en las elecciones de marzo del 2022, después de que los mismos jóvenes pidieran ser representados por él ante la Cámara.
Articulación.
Días antes de iniciar el Paro Nacional, en la Universidad del Valle hubo una asamblea estudiantil virtual por Facebook y Zoom, que duró más de 12 horas y tuvo más de 2,000 personas conectadas (Asamblea - Univalle, 2021). La masiva participación de estudiantes, después de meses de distanciamiento social, se volcó a apoyar las protestas y dio paso a una serie de encuentros virtuales. Distintos actores, nacionales e internacionales, se articularon en el ejercicio de la protesta a través de diversas plataformas digitales.
Solidaridad.
El espacio virtual también fue utilizado para apoyar a los manifestantes con donaciones: Reino Unido, Estados Unidos, Ucrania y Australia fueron algunos de los países aportantes; así como varias ciudades de Colombia, según lo declarado por Sanint (2021), una de las personas que lideró algunas de estas ayudas en la ciudad de Cali.
A través del hashtag[8] #soyprimeralinea, se dio paso a la #plineajurídica, #plineaodontológica, #plineapsicológica, #plineamédica, entre otras, las cuales surgieron como grupos de profesionales que, desde sus diferentes ciudades y áreas, buscaban dar garantías a los derechos de los manifestantes. Los hashtags surgen como recurso comunitario de participación ciudadana y activismo digital, entendido como "ejercicio de la ciudadanía y del compromiso social mediante la participación activa en redes sociales (...) creando dinámicas de información, sensibilización, educación y movilización social" (MinTIC, 2022). De hecho, a través del hashtag #nosestanmatando, se canalizaron muchos de los videos que denunciaban situaciones de violación de los derechos humanos.
Sabotaje.
Con el objetivo de criminalizar y deslegitimar la protesta, hubo muchas acciones que, ejecutadas desde la virtualidad, tuvieron consecuencias directas y profundas en el desarrollo de las protestas. Ejemplos:
El 4 de mayo del 2021 y durante casi 12 horas se cayó el servicio de energía e internet en algunas partes de Cali, justo en medio de disturbios y enfrentamientos en el barrio Siloé (MinTIC, 2021).
Durante los enfrentamientos y manifestaciones ocurrieron algunas "violaciones de derechos humanos a través del uso de herramientas tecnológicas" (Fundación Karisma, 2021, p. 1) como restringir accesos y bloquear contenidos.
El 13 de mayo del 2021 se corrió el falso rumor de un ataque policial al punto de resistencia de la Luna. Esto mientras se llevaba a cabo una mesa de diálogo entre el gobierno y los/las jóvenes de los puntos de resistencia en el Coliseo María Isabel de Urrutia de Cali.
Coordinación.
Se utilizaron aplicaciones de mensajería instantánea como Signal para coordinar la toma de decisiones tácticas y estratégicas; se trata de herramientas tecnológicas que tienen antecedentes internacionales, como lo relata Juan, un líder de primera línea:
En las protestas de Hong Kong se utilizó la tecnología para la seguridad de los manifestantes. Así como la represión es más tecnificada allá, la protesta también; los manifestantes utilizaban Bluetooth para comunicarse sin tener que usar internet y se dispersaban en el tren. Acá utilizamos Signal, creábamos y cerrábamos conversaciones para coordinar asuntos específicos (Juan, comunicación personal, 11 de marzo de 2022).
Las primeras líneas fueron tomando decisiones para resolver situaciones tanto de la cotidianidad como de estrategias de la movilización, se tenían grupos por días y se borraban las conversaciones. Un tipo de 'caos creativo', en el que se utilizó la comunicación virtual para definir las acciones:
Todos estábamos en diferentes lugares, pero tomábamos decisiones conjuntas, por ejemplo, cuando la fuerza pública nos estaban acosando demasiado fuerte en algún punto, abríamos otro punto de manifestación, para dispersar la acción de la fuerza pública. Varios puntos se abrieron así... (Pablo, comunicación personal, 11 de junio de 2021).
Es así como no se puede concebir la eficiencia de la movilización social en Cali sin tener en cuenta las bondades del espacio virtual, que permite la interacción instantánea, el acceso a múltiples redes sociales sin fronteras en el espacio de la internet y la posibilidad de movilizar transacciones -no solo de las ideas, sino también de dinero-, sin las limitaciones y riesgos de seguridad que las interacciones presenciales pueden implicar en el contexto de una protesta social prolongada.
Espacio Urbano
El modelo de ciudad neoliberal construye ciudades despolitizadas y sin ciudadanos donde la "reconfiguración urbana se dirige a transformar y comercializar el espacio público", que no necesariamente conlleva un proceso de apropiación y dotación de sentido para los habitantes del lugar, sino que se dirige a la "proliferación de una estética aséptica" (Janoschka, 2011, p. 122). Con esto en mente, resulta interesante acercarnos a por lo menos cuatro formas de resignificación del espacio urbano durante las protestas en Colombia, en las que Cali se disputó imaginarios y representaciones de ciudad.
Los Puntos de Resistencia.
En su mayoría se ubicaron en sectores sociales empobrecidos, como la ladera y el oriente de Cali, estratégicamente localizados cercanos a lugares de residencia de los principales protagonistas del Paro jóvenes empobrecidos, estudiantes, trabajadores informales, miembros de barras bravas e, incluso, personas vinculadas a oficinas de cobro[9], entre otros.
Transformación de los Espacios Urbanos.
La reapropiación del espacio público es, sin duda, uno de los hechos más relevantes del Paro. En Neiva, Bucaramanga, Bogotá, Pasto, Manizales y Cali se tumbaron estatuas de políticos y conquistadores. La comunidad indígena Misak derribó a Sebastián de Belalcázar en Cali como un cuestionamiento histórico a los que consideran símbolos de poder que no la representan y que la han oprimido.
Como acto de reapropiación urbana desde abajo, se levantó el Monumento a la Resistencia, en un sector empobrecido de Cali y punto de concentración durante de las protestas. Dicho monumento es una escultura de un antebrazo izquierdo que sostiene la palabra 'resiste' y tiene plasmados los rostros de las víctimas del Paro. Fue construido por los manifestantes con ayuda de ingenieros, vecinos y donaciones:
Ahora tenemos algo que nos representa en la ciudad, lo que pasó no quedará olvidado, el Monumento nos va a recordar que tenemos que seguir luchando para que la única comida que tengamos no sea la de la olla comunitaria. (Luisa, comunicación personal, 12 de junio de 2021)
Adicionalmente, se cambió el nombre de al menos siete lugares de la ciudad, resignificando el espacio público urbano. Puerto Rellena pasó a ser Puerto Resistencia; el Puente de los Mil Días, Puente de las Mil Luchas; la Loma de la Cruz, la Loma de la Dignidad; el Paso del Comercio, Paso del Aguante; Calipso-Apocalipsis, Univalle- Uniresistencia, y el punto de la Carrilera liderado por mujeres, fue nombrado Mujeres de la Carrilera.
En esta línea de apropiación de lo público, algunos Comandos de Atención Inmediata-CAI de la policía nacional, que habían sido vandalizados, fueron convertidos por los manifestantes en bibliotecas populares y espacios de encuentro cultural.
En este punto, la ciudad aparece como escenario de poder por excelencia en el que las paredes también fueron un lugar de disputa, a razón de los murales que se pintaron durante el Paro. Un grupo de ciudadanos, autodenomiandos 'gente de bien', salió a pintar de gris paredes y murales; de hecho, Andrés Escobar, una de las personas que protagonizó un episodio de disparos contra manifestantes, utilizó Instagram para invitar el 04 de julio del 2021 a borrar los murales del Paro (Las2Orillas, 2021).
Resignificación de la imagen de ciudad.
Durante el Paro Nacional, Cali se debatió entre ser la capital de la salsa, la sucursal del infierno (Semana, 2021), según la narrativa de ciertos medios de comunicación tradicionales y oficialistas, y la capital de la resistencia, llamada así por quienes habiendo participado del Paro quisieron dotarla de un sentido de lucha popular e histórica.
Conclusiones
A partir de los resultados obtenidos, correspondientes a cada una de las espacialidades donde se desarrollaron las manifestaciones y organizaciones de la sociedad, se puede evidenciar la fuerte articulación entre estos tres espacios (barrial, virtual y urbano) que, en efecto, se configuran como pilares fundamentales de la participación ciudadana no institucionalizada. La organización social desde el espacio barrial permite conformar las agendas y la formación de pequeñas y grandes estructuras sociales. En el espacio virtual es posible interactuar desde una dimensión intangible y establecer lazos de participación ciudadana. Lo barrial y lo virtual, desde sus respectivas espacialidades, interactúan en el espacio urbano (Schroeder & Vilo, 2020).
Es pertinente destacar que, al contrario de lo que señala de Lucas (2020)organized by public bodies (town councils, county council and the Andalusian Ministry of Employment, Training and Autonomous Work, la interacción entre la sociedad, los organismos públicos y las organizaciones no fue afectada por la pandemia del virus del COVID-19. El descontento social desafió en las calles los riesgos de posibles muertes masivas, que advirtió el gobierno a través de los medios de comunicación, como consecuencia de los potenciales contagios que desbordarían los servicios de salud.
La organización social se desarrolla en virtud de los liderazgos de base y los procesos barriales y populares de la cotidianeidad, en medio de la solidaridad y la seguridad comunitaria que permite a los actores territoriales organizarse en función de un objetivo común. La micro espacialidad es un entorno cotidiano, del diario vivir de las personas, por lo que su temporalidad es permanente. Es decir que, continuamente, los espacios barriales permiten la interacción entre los ciudadanos, lo que da paso a la organización social y al surgimiento de movimientos, alianzas, asociaciones, etc.
Por su parte, en el espacio virtual, los medios de comunicación tecnológicos potenciaron la organización de los actores territoriales, y no precisamente por estar en el contexto de una pandemia, sino porque el espacio virtual diversifica la posibilidad de organización. Se evidencia que el espacio virtual tuvo una temporalidad permanente que sostuvo el Paro en términos de solidaridad y coordinación, así como constructor de realidades. El espacio virtual incide de forma definitiva en los acontecimientos en el territorio, pues construye realidades: se sabotea, se coordina, se juegan representaciones, además, se permite a los usuarios ver el reflejo del presente y sembrar semillas de procesos futuros.
En este punto, es pertinente señalar que, si bien el Estado también ha creado mecanismos para adaptar las formas de participación a la virtualidad (Guardamagna & Reyes, 2020), no son estos espacios los que figuran como base para la participación ciudadana no institucionalizada, sino aquellos forjados desde la propia sociedad.
Finalmente, el espacio urbano, se establece, entonces, como la macro escala espacial de participación ciudadana donde las movilizaciones, las protestas y las luchas emergen en interacción con las otras dos escalas y espacialidades (micro barrial y virtual). El Paro intensificó los procesos de apropiación de los espacios públicos y, de manera extraordinaria, resignificó la representación de ciudad a nivel local, nacional e internacional, en contravía a un modelo de ciudad neoliberal en la cual se construyen espacios despolitizados y sin ciudadanos. La lucha barrial fue también una lucha de disputa de ciudad, en la que la acción social hizo que, desde el imaginario colectivo y para ciertos sectores de la población local y de la comunidad internacional, Cali fuese vista como una ciudad de resistencia y ejemplo de lucha social.
En este contexto, la articulación de las espacialidades micro barrial, virtual y urbana emerge del rol que juegan los distintos escenarios y temporalidades en la ejecución de la participación ciudadana no institucionalizada conforme la situación, el contexto y las estrategias que se desarrollen desde la sociedad.
La relación de estas tres espacialidades permitió la consolidación de un Paro Nacional que duró dos meses continuos en Cali. En ese sentido, la clave de complementariedad de las espacialidades en la participación no institucionalizada es la temporalidad en la que sucede, ya que ocurrió de manera simultánea, pese a sus especificidades. El refugio en los puntos de resistencia, la visibilidad de las grandes manifestaciones y la posibilidad de transmisión en vivo, seguimiento y toma de decisiones desde lo virtual configuraron una estructura sólida que permitió a la sociedad hacer escuchar su voz desde distintas aristas y enfoques.