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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.48 no.2 Bogotá July/Dec. 2012

 

RESEÑAS

AYAHUASCA WEAVING DESTINIES

JIMMY WEISKOPF

Bogotá: sin editorial1 2010, 557 páginas


Jimmy Weiskopf es un periodista y traductor de origen judío, nacido y criado en el Bronx, Nueva York, educado en Columbia y Cambridge, exhippy por vocación, residente en Colombia por muchos años y ahora ciudadano de este país; pero, sobre todo, es un adicto a torturarse y buscar esquivas iluminaciones con la ingesta de ese brebaje amargo que en Colombia llamamos yajé y en otras partes ayahuasca.

No estoy seguro que de tantas tomas de yajé Jimmy se haya vuelto un taita curandero -como otros "blancos" tal vez pretendan serlo-. Más bien, se ha vuelto un experto en jugar el papel del gringo cansón e impertinente que los taitas toleran con benevolencia, de quien recelan y a quien expelen de sus círculos devotos los tomadores de las sectas urbanas, y a quien más de una vez los investigadores académicos menosprecian por considerarlo un aficionado. Ni propiamente un investigador académico del yajé ni tampoco un chamán o un buscador de verdades espirituales, Jimmy ha encontrado un lugar excéntrico en este juego de ilusiones que es el yajé, como un testigo que percibe lo obvio y lo narra con franqueza y agudeza. Es un escritor judío-neoyorkino, vecino del barrio La Macarena en Bogotá que, sin ser ya del todo gringo, ni enteramente colombiano ni mucho menos indio, se da cuenta del juego de todos. Tal vez sea este el regalo que tantas purgas le han dejado y la pinta más veraz que el yajé le ha mostrado y que él con esta novela nos revela.

Jimmy ya es el autor de un libro de tono más académico sobre este bejuco poderoso (Yajé: el nuevo purgatorio. Bogotá: Villegas, 2003), que fue publicado también en inglés en 2004 y recibió el Latino Book Award en 2005. Aunque escrito en forma de crónica, en ese libro se dio a la tarea de reunir datos y discutir la literatura sobre esta planta y sus prácticas. Esta novela retoma los temas del libro anterior, pero ahora con la libertad del novelista, exento de las exigencias de las referencias bibliográficas y del rigor factual; paradójicamente, es este modo literario el que le va a permitir explorar la trama de relaciones que se tejen entre los actores de este drama: los indígenas del Putumayo, epitomados en la figura del taita Franciscano; los antropólogos que persiguen sus carreras en proyectos con los indios; y los gringos hippies, incluido el mismo Jimmy, quien lleva la voz narradora, que llegan a Colombia en búsquedas que se enhebran con unos y con otros. Como su título lo dice, es la ayahuasca tejiendo destinos.

Esta novela dice mucho sobre el quehacer y la cultura de los antropólogos colombianos, sobre la investigación y sus instituciones, sobre las representaciones mutuas entre indígenas, investigadores y extranjeros; dice mucho más de lo que la antropología colombiana ha sido capaz de reflexionar, al presentarnos "la disciplina" como una serie de hitos institucionales y autores, pero que no capta su esquizofrenia tercermundista, su originalidad impremeditada y su anarquía fundamental. Y es la voz de un gringo la que lo puede decir precisamente a causa de su excentricidad, en un estilo que replica y exacerba las realidades que narra:

[...] the difficulty of accepting the personal truths of the vine and that of vociferating collective ones in a country under the totalitarism of anarchy. There are whole continents of opinion here that you can only expound at the risk of your life but there is no way of knowing where they lie: a party line so arbitrary that the double or triple agency of the spy novel is no longer fiction. The result is a nearly universal internalized self-censorship, a pathological denial of the obvious, which, as it spills into the field of therapy, makes my kind of frankness about yajé subversive.2 (259)

Siendo una novela sobre la cultura de los antropólogos y, claro, sobre la cultura indígena así como sobre las subculturas de hippies expatriados, no deja de ser interesante y ciertamente paradójico que aparezca en inglés, dirigida a un público anglosajón y publicada sin ningún sello editorial, es decir, publicada por Jimmy mismo y vendida a través de libreros amigos y de la Internet (ver nota 1) -las razones que lo llevaron a publicar de esta manera las explica en un texto final titulado "A peculiar but prototypical gripe by the author" ("Una peculiar pero prototípica quejadera del autor")-. Esta novela en buena medida es una etnografía de los antropólogos colombianos, escrita como literatura, que es el género natural de las mejores etnografías. Y hay que decir que, aunque es una obra de ficción, todos los personajes y situaciones están calcados (y enriquecidos) de personas e historias vividas, algunas de ellas claramente reconocibles.

Se trata de una novela de más de quinientas páginas con una trama densa que no pretendo resumir aquí. Me limitaré a destacar algunos de los hilos de esa trama, para dar una idea de su estructura y contenido. Todo comienza en Irlanda a finales de la década de 1970, donde Jimmy busca compartir el sueño hippie del retorno a la tierra con doña Velorio, el superego femenino de Jimmy y una referencia fundamental que domina la novela desde el trasfondo. Doña Velorio representa todo lo que Jimmy no es capaz de ser: ella es una suerte de feminista vernácula, hábil en todo, música y artesana, que encanta a todos los que trata, y muy ligada a Colombia desde su primer matrimonio con un rico notario. De esa misma cepa procede Azucena, Zu, otra hippie radical, laboriosa y sin mayor carisma, quien va a jugar un papel decisivo hacia el final de la trama.

Por otra parte está Taita Franciscano, el chamán, a quien Jimmy dedica sus mejores páginas. El taita es un stageman contradictorio y vanidoso, pueril y sabio, que domina las sesiones con su personalidad a la vez hospitalaria y burletera; es el superego masculino de Jimmy: lo que nunca podrá llegar a ser. Al lado del taita está Soldé, su peón de trabajo, sin mayores atributos ni verbales ni sociales, quien resulta ser el aprendiz del taita. Están además los hijos del taita y otros taitas, vivos y muertos, y la destacada figura del taita Arsario, maestro del taita Franciscano, que ayudan a construir el inasible mundo de representaciones indígenas, al que Jimmy lucha por darle sentido a partir de versiones contradictorias.

En medio de estos dos grupos de personajes, y como enlazándolos, está Jota, el antropólogo de los Andes, quien se proclama el descubridor de Taita Franciscano, mujeriego, hablador y fantasioso, celoso e intrigador, y quien es como el álter ego de Jimmy: aunque muy distintos, también muy parecidos -"pero no físicamente", subraya Jimmy:

His prototype was the dark-visaged stocky latino who might equally be from Turkey or Pakistan. To that graft the beard and he scowl and you'll get an idea of what I'm talking about, and then to fill in the picture, the chest, that broad seat of his power which might be taken for a pot at a casual glance but in fact was a barrel that fell from the neck in a single concave outline... to his balls, it seemed, because without trying, he emitted a blunt sexual energy.3 (55)

Jota va a ser quien le revele a Jimmy los misterios del yajé, cuando este ya lleve unos años viviendo en Colombia buscando su suerte, indocumentado y siguiendo los pasos de doña Velorio después de la separación. Pero, sobre todo, Jota va a ser el artífice y la víctima de El Proyecto: un proyecto de jardín botánico en la comunidad de Taita Franciscano, inicialmente auspiciado por la Universidad de los Andes, que combina todos los elementos de mercadeo institucional del caso: la selva, los indios, la medicina tradicional y los derechos de propiedad intelectual. Este proyecto recorre toda la novela y ata todos los hilos en su evolución y transformaciones, poniendo a jugar intrigas, traiciones y malentendidos entre los indios, los antropólogos, las instituciones y Jimmy, que juega el papel de una especie de colaborador ad hoc, traductor de textos y mensajero, para terminar vetado en el Putumayo por la guerrilla, por causa de los esquemas de Jota. El proyecto pone en escena a otros antropólogos: Clarita, metódica investigadora de los Andes que termina dejada a un lado por las artimañas de Jota; Feligre, pío profesor de la Javeriana y escudero de Jota; Heraldo, el típico intelectual de cafetería, egresado de la Nacional, que les hace contrapunto a los otros parodiando la causa indígena; y João Alvarado, la mente más lúcida de este grupo, calcada sobre algún personaje real a quien Jimmy atribuye lo que él piensa que deberían pensar los antropólogos.

El proyecto conduce la novela a un magnífico desenlace; después de muchas vicisitudes y maniobras de Jota para controlarlo y asegurar la alianza con una ONG internacional, este pierde de vista lo elemental -la fuerza del amor, digamos-. Taita Franciscano tampoco quiere verlo, cuando en su intento por validar el proyecto ante su comunidad por medio de sesiones de yajé especiales con poderosos taitas invitados, de las cuales Jimmy es excluido, uno de aquellos señala al taita que el peligro viene del lado más inesperado. Dejo al lector curioso averiguar de qué se trata.

Esta es una novela cuyo encanto puede ser difícil de captar en un principio. Jimmy puede ser en lo escrito tanto o más verborreico que en el modo oral, y sus secuencias y divagaciones pueden resultar tediosas para algunos lectores. No obstante, una vez se entra en el ritmo de la novela constituye una lectura absorbente y gratificante. Por otra parte, podría parecer una novela demasiado egocentrada; sus pivotes centrales son los dos superegos del narrador, doña Velorio y Taita Franciscano, y su álter ego, Jota, además del ego mismo de Jimmy que está todo el tiempo reflexionando y mirándose a sí mismo. Sin embargo, esta autoabsorción se disculpa porque el ego que Jimmy revela no es para nada el de un explorador sabelotodo, ni el de un místico buscador de verdades, sino el del gringo iluso que busca en el yajé las respuestas que no ha podido encontrar, y en la cruda corporalidad de las purgas la redención de sus hábitos urbanos e intelectuales. Es el espejo de una generación que no encontró respuestas en el hippismo y las busca ahora en otras culturas y en misticismos alternativos, y termina expatriada en países como Colombia, que en su caos termina siendo estimulante aunque no siempre acogedora. Una señal de esto último es que Jimmy dirige su novela a un público no colombiano y todo su aparato accesorio está pensado en esos términos: una introducción que presenta al lector los hechos básicos sobre el yajé y el Putumayo, un glosario sobre palabras en español y lenguas indígenas, y un apéndice con la traducción de versos de las canciones que Jimmy va insertando en su narrativa (típicas canciones colombianas como Ojos azules, Vasija de barro, La cuchilla, entre muchas otras).

Lo anterior no es sino un crudo esquema que escasamente hace justicia a la trama que la novela desarrolla. Como simple lector de literatura yo disfruté su secuencia narrativa, la manera de construir los personajes y particularmente la manera de crear alrededor de ese proyecto, y del yajé, un drama humano de gran riqueza y complejidad, pero no es mi intención ni está en mi capacidad evaluar esos aspectos. Esta es una reseña para una revista académica de antropología, no una reseña literaria. Para concluir abordaré precisamente el asunto de la relevancia antropológica de la novela, su contribución en el contexto de los estudios del yajé y su representación de la cultura indígena (entre comillas).

En un "Afterword", donde el autor ensaya hacer de crítico literario de su propia obra (y en esto creo que se pasa de la raya), Jimmy escribe que aunque el yajé aparece como el tema central de la novela, en últimas es irrelevante; es una práctica y una experiencia lo suficientemente potente para poner en movimiento situaciones humanas, emociones y relaciones, el drama de la vida, que es a lo que una novela debe aspirar. Sin desconocer su argumento de escritor y creador, quiero apreciarlo desde el punto de vista antropológico. Jimmy claramente aborrece toda la literatura del tipo de la Nueva Era sobre el yajé, y también los misticismos que buscan la redención en culturas ancestrales (por algo es exhippy por vocación); sus coqueteos con el santo daime, una religión ayahuasquera del Brasil (el epígrafe del libro es un verso de un canto del daime), son más estéticos que religiosos, y el daime es, de todas maneras, una religión mestiza, o mejor mulata. Por otra parte, aunque Jimmy ha pretendido actuar como un académico, como en su libro anterior, está profundamente insatisfecho con la forma como los académicos escriben sobre el yajé: una buena parte desde un punto de vista botánico o farmacológico, otros basados en teorías psicológicas del inconsciente, e incluso la literatura antropológica peca por su falta de densidad etnográfica y su encasillamiento culturalista. La cultura indígena que el taita representa es ciertamente un mundo de alteridad, al que Jimmy intenta siempre darle sentido en sus propios términos, pero esa alteridad al mismo tiempo es profundamente compleja, humana e histórica; los taitas son seres humanos de carne y hueso, con virtudes y defectos, y la práctica del yajé está imbricada en una cultura mestiza y fronteriza en la que los linderos entre lo indígena y lo no indígena son fluidos. A Jimmy le preocupa que tal vez su representación del mundo indígena pueda sonar descalificadora por mostrar que no todo es perfecto; para mí, por el contrario, ese me parece su mejor acierto y su mejor contribución antropológica. En este sentido, su novela se emparenta con la obra de Michael Taussig, Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje, que sitúa a esos chamanes del Putumayo en la matriz alucinatoria de representaciones mutuas entre civilizados y salvajes, y deja ver que, lejos de ser una práctica ancestral anclada en un pasado precolombino, el yajé y sus prácticas son modos de representar y curar la historia.

Creo que esta novela tiene algo que decirle a la antropología, no solo sobre la cultura de los antropólogos y sobre la cultura del yajé, sino, y ante todo, sobre lo que la literatura tiene para aportarles a los modos de representación etnográfica -un asunto que ha sido discutido desde hace tiempo, pero cuyos productos concretos todavía estamos por ver-.


1 Esta obra puede ser adquirida por medio de Amazon.com, o directamente con el autor, escribiéndole a jimmy_weiskopf@hotmail.com

2 "[...] la dificultad de aceptar las verdades personales del bejuco y la de vociferar verdades colectivas en un país bajo el totalitarismo de la anarquía. Existen continentes completos de opinión aquí que uno solamente puede exponer poniendo en riesgo la vida, pero no hay manera de saber dónde están: una línea divisoria tan arbitraria que la doble o triple agencia de las novelas de espías deja de ser ficción. El resultado es una casi universal interiorización de la autocensura, una negación patológica de lo obvio, las cuales, cuando se explayan en el campo de la terapia, hacen que mi tipo de franqueza sobre el yajé resulte subversiva".

3 "Su prototipo era el del latino moreno y robusto, que igual podría ser de Turquía o Paquistán. A eso, agréguele la barba y el ceño fruncido y tiene la idea de lo que estoy hablando, y, para completar la imagen, el torso, esa amplia sede de su poder, que podría ser tomado por una panza en una mirada casual, pero que de hecho era un barril que llenaba desde el cuello en una sola línea cóncava... hasta sus pelotas, parecía, porque sin quererlo, emitía una brusca energía sexual".


Juan Álvaro Echeverri
Antropólogo, profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia
jaecheverrir@unal.edu.co