Introducción
La información sobre la estructura social, política y económica de la sociedad pre-hispánica asentada en el valle de Popayán, al suroccidente de Colombia, es escasa y en algunos aspectos contradictoria, dependiendo del tipo de fuente empleada. Las fuentes etnohistóricas indican que esta sociedad se caracterizó por sus altos niveles de complejidad política y social, y por líderes que basaron su poder en sus capacidades militares (p. e. Cieza de León [1553] 1984; Trimborn 2005). El aspecto militarista de la sociedad pubenés (como es comúnmente llamada la unidad política de la región) es reforzado por la mención de fortalezas1, una de las cuales habría estado resguardada por 3 000 hombres, la presencia de centinelas, "escuadrones" bien entrenados y el uso de armas, como mazas y macanas, además de escudos oblongos (Trimborn 2005). Esa faceta sería el reflejo de una estructura política expansiva, en la que el cacique, llamado Popayán, habría conquistado diferentes "pueblos" localizados a decenas de kilómetros del centro político (Llanos 1981). En el caso del cacicazgo pubenés, el jefe militar era el hermano del cacique, llamado Calambaz, quien a su vez habría tenido otros "jefes" subalternos (Trimborn 2005, 263-264), lo que sugiere una estructura política con, al menos, tres niveles de toma de decisiones. Esta descripción de una sociedad muy compleja se sustenta en las diferencias percibidas por los cronistas ibéricos respecto a las casi 80 sociedades nativas mencionadas en las crónicas españolas durante la campaña de conquista ibérica a lo largo del alto y medio río Cauca (Carneiro 2017). Muy pocas indicaciones hay en las primeras crónicas sobre aspectos económicos, excepto que la base de subsistencia de la población era agrícola, especialmente del cultivo del maíz, y que intercambiaban sal y, probablemente, oro (Trimborn 2005). Sobre estos últimos, no es claro si su circulación estuvo restringida a las personas de mayor estatus2.
La información arqueológica sobre el carácter militarista de esta sociedad no es mucho mejor, pero en algunas tumbas en Timbío (10 km al sur de Popayán) se han encontrado figurinas antropomorfas que representan hombres sentados en bancos con parafernalia guerrera: sostienen lo que parece ser un escudo. También se ha hallado en ellas un propulsor, pectorales, cuentas de collar y otros ornamentos en oro, que indican un alto estatus de las personas enterradas. Recientemente se han identificado zanjas (Rojas 2021) y un muro de 500 m de carácter defensivo (Patiño y Monsalve 2019) en los alrededores de Popayán que parecen corroborar el ambiente guerrero de la región. Este énfasis en el aspecto militar ha llevado a varios antropólogos a considerar que las familias con poder en el valle de Popayán basaron su posición principalmente en la coerción y su capacidad guerrera (p. e. Carneiro 1990, 1991, 2017;Redmond 1994), más que en aspectos religiosos o económicos. Una interpretación alternativa sugiere que el carácter militar observado por los ibéricos es un fenómeno tardío y originado, si no incrementado, por la presencia europea en el territorio (Pineda 1987).
Sobre la complejidad social, la investigación arqueológica adelantada por el arqueólogo Julio C. Cubillos (1959) en el sitio El Morro de Tulcán ha proporcionado la información más conspicua acerca de la capacidad de algunos líderes pubenenses para movilizar mano de obra para la construcción de estructuras monumentales. Las modificaciones antrópicas de El Morro son de tal envergadura que algunos académicos han considerado que posiblemente el tipo de formación política de los pubenenses pudo ser estatal (Rodríguez 2007). Si bien esta caracterización puede considerarse como exagerada, la inversión de energía empleada para la construcción de dicho monumento sobrepasa la usada por otras sociedades prehispánicas del suroccidente colombiano en obras comunales. Desafortunadamente, y en contraste con otras áreas del suroccidente, en los sesenta años siguientes a la investigación de Cubillos no ha habido avances significativos desde la arqueología en la comprensión de la organización económica, social o política de esta sociedad tardía.
Esta caracterización del poder en el valle de Popayán, basada principalmente en documentos del siglo XVI, contrasta con la información arqueológica de otras sociedades vecinas del mismo periodo mejor conocidas, como las del Alto Magdalena (San Agustín), las del valle geográfico del río Cauca (Malagana) y las asentadas en las estribaciones de la cordillera Occidental (Calima).
En San Agustín, las desigualdades sociales parecen haber emergido durante el periodo Clásico Regional (1-900 d. C.) (Drennan 2000,González 2013). De ellas da testimonio el tratamiento diferencial a los muertos: unas pocas personas fueron enterradas en tumbas megalíticas con esculturas que representan seres míticos, mientras que el resto de la población fue enterrada en tumbas simples (Drennan 1995). Este patrón mortuorio no se observa en el periodo Reciente (900-1500 d. C.). El análisis de los materiales arqueológicos de depósitos de basura de varios contextos domésticos del Clásico Regional mostró que las viviendas que se encontraban asociadas espacialmente a las tumbas monumentales (y, por lo tanto, interpretadas como viviendas de los líderes comunales) no tenían marcadores significativos de riqueza respecto a las viviendas de la periferia (González 2007). No obstante, una vivienda de élite (GR 68) estuvo involucrada en la producción de artesanías de alto valor (González 2007, 116). Durante el periodo Reciente las familias de élite "tuvieron una participación más activa en la administración de la producción artesanal" (Romano 2017, 62), aunque estos bienes, al parecer, fueron manufacturados por otras unidades domésticas en, o contiguas a, el centro político de Mesitas, lo que implica un incremento en la especialización artesanal (Romano 2017).
En Malagana, por el contrario, durante el periodo El Bolo Temprano (400 a. C. -800 d. C.) la población vivió en una villa densa, fortificada, donde la élite tenía claro control de la producción de bienes de prestigio (Bray et al. 2005,Giraldo 2014), empleados no solo para marcar el estatus del portador, sino también para comunicar su vínculo con lo sobrenatural, por lo que estos líderes probablemente fungían como líderes religiosos (Rodríguez, Blanco y Clavijo 2007). No obstante, para el periodo El Bolo Tardío (800-1500 d. C.) estas manifestaciones de poder desaparecen del registro arqueológico.
En la vecina área Calima el patrón es similar al de Malagana: en el periodo Yotoco (1-800 d. C.) hay pocas tumbas con varios objetos suntuosos dispuestos como ajuar, pero en el periodo siguiente, denominado Sonso (800-1500 d. C.), no se registran mayores índices de riqueza, aunque Langebaek (2000) asegura que hubo un proceso de "democratización" de bienes de oro y estandarización artesanal que podría ser coincidente con un liderazgo basado en control económico.
En resumen, las investigaciones arqueológicas en otras áreas del suroccidente colombiano han enfatizado que: 1) el surgimiento de sociedades jerarquizadas ocurrió alrededor del 1 d. C.; 2) que las desigualdades sociales se basaron, en un primer momento, en el acceso diferencial a recursos religiosos, materializados en la producción y consumo de bienes con alto valor simbólico (Gnecco 1996), 3) que, alrededor del 1000 d. C., el poder de los líderes se basaría en el control de la producción de bienes utilitarios (Langebaek 2000). Estos cambios han sido interpretados como una transformación de las estrategias de poder de los líderes regionales de fuentes ideológicas a económicas, específicamente hacia la centralización de la producción artesanal (Langebaek 2000, 2003; Romano 2017).
Si bien este modelo de cambio social no fue pensado para cada una de las sociedades del suroccidente colombiano, difiere de manera importante con respecto a la supuesta estrategia política de orden militar seguida por los líderes pubenenses encontrados por los españoles en el siglo XVI. Algunos académicos, debido a la escasez de datos arqueológicos sobre conflicto3, consideran que el enfrentamiento intergrupal pudo no tener mayor relevancia en el desarrollo político de las sociedades del suroccidente (Drennan 2006,Gnecco 1996). Estas diferencias en las estrategias políticas seguidas por los líderes de la sociedad pubenés y de las aledañas son más el resultado de la ausencia de investigaciones dirigidas a inferir las fuentes de poder local que de bases empíricas sólidas.
Con el fin de avanzar en la reconstrucción social, política y económica del cacicazgo localizado en el valle de Popayán, se evalúa el rol del control económico en la creación o el mantenimiento de las diferencias sociales durante el periodo 1-1537 d. C. comparando algunos marcadores arqueológicos de consumo y producción de bienes de prestigio o utilitarios entre las viviendas de élite y las de comuneros.
Esta forma de proceder no es novedosa y se encuentra inmersa en diferentes modelos propuestos sobre el funcionamiento de sociedades con fuertes liderazgos sustentados en el control económico. Este último puede ser inferido arqueológicamente observando quién produce y consume ciertos bienes. En el clásico modelo redistributivo de Service (1971), por ejemplo, los cacicazgos estaban subdivididos en diferentes unidades productivas, cada una de las cuales se especializaba en la producción de determinados bienes, de acuerdo con las características ambientales de la zona en que residían. Ninguna de estas unidades era autosuficiente, es decir, no producía todos los bienes para su mantenimiento, por lo que el cacique redistribuía aquellos producidos por un grupo entre los otros para satisfacer sus necesidades. En este tipo de modelo, los bienes producidos dentro de la unidad política parecerían quedar homogéneamente repartidos según las habilidades organizacionales del cacique, de modo que serían mínimas las diferencias económicas creadas entre los comuneros. Arqueológicamente debería esperarse una igualdad en el consumo de bienes (excepto para las élites), con una mayor proporción de bienes de riqueza de los caciques, pero claras diferencias en la producción (o extracción) de ciertos bienes y en la extracción de materiales.
En otro de estos modelos, como el de movilización (Earle 1987), los comuneros podían conseguir ciertos bienes a través de intercambios con unidades homólogas, especialmente aquellos de subsistencia, sin la intervención de la jerarquía administrativa. Diferencias en las actividades productivas entre viviendas de comuneros podrían observarse solo en la elaboración de bienes de prestigio o de alto valor simbólico que circulaban hacia la élite, pero que no eran redistribuidos al total de la población. En este tipo de modelo, "la complejidad política causa la elaboración de especialización como un medio para fortalecer control político y económico" (Earle 1987, 67, traducción propia), debido a que se considera que son las élites las que controlan la materia prima con la que se hacen los bienes, el conocimiento de su producción o los canales de intercambio. Según ese argumento, la variabilidad productiva es inextricable de las relaciones de poder y, por lo tanto, se podría argüir que la posible variabilidad en riqueza entre comuneros dedicados a diferentes actividades de producción es creada solamente por la élite. De acuerdo con esto, las diferencias en riqueza entre élite y comuneros deben ser categóricas. Arqueológicamente habría que esperar encontrar claras desigualdades económicas en el consumo de bienes de alto valor dentro de una sociedad, así como especialización en la producción de bienes de prestigio.
Existen otros tipos de modelos, como el de tributación (Wright 1984), el de bienes de prestigio (Frankenstein y Rowlands 1978) o el Moundville (Welch 1991), pero el tipo de evidencia material empleada para su identificación en el registro arqueológico es similar a la del modelo de movilización, previamente mencionado. Las variaciones residen más en si las unidades domésticas comparadas se localizan en el centro político regional o si se incluyen viviendas de asentamientos satélites o periféricos, o en si las unidades domésticas de élite son las que realizan la especialización o si solo la supervisan. En todos estos modelos económicos hay una diferencia en riqueza entre las unidades domésticas de la élite y las de los comuneros, así como un desarrollo de especialistas, ya sea entre los comuneros como tributarios, como especialistas dependientes (Brumfiel y Earle 1987) o como miembros de la misma élite (Ames 1995).
Teniendo en cuenta estos modelos, si la desigualdad social de la unidad política prehispánica centrada en el valle de Popayán se sustentó en estrategias de control económico por parte de las familias de élite, se debe esperar encontrar diferencias significativas en el consumo de bienes de riqueza y en la producción de bienes de prestigio y utilitarios entre las unidades domésticas de diferente estatus (p. e. Douglass 2002,Giraldo 2014,González 2007).
Metodología
Con el fin de evaluar si hubo un grado de diferenciación económica y especialización4 en la unidad política prehispánica asentada en el valle de Popayán, se debe reunir información de las actividades de producción y consumo de bienes de unidades domésticas contemporáneas. Estas actividades pueden ser inferidas de las acumulaciones de desechos creadas por cada unidad doméstica, las cuales se encuentran próximas a la estructura residencial, ya sea formando anillos de basura alrededor de la estructura principal (Drennan 2000), en acumulaciones discretas o enterradas en pozos cercanos a las viviendas. Las diferencias en riqueza entre unidades domésticas de una misma unidad política pueden ser inferidas por la proporción diferencial de contenedores cerámicos altamente decorados, ornamentos de lujo y bienes importados. Evidentemente, es difícil encontrar elementos de lujo entre los desechos de las viviendas (a menos que estas hayan sido abruptamente abandonadas y sepultadas), por lo que la proporción de desechos de bienes foráneos y de fragmentos cerámicos decorados es una mejor forma de evaluar las diferencias económicas de una comunidad (Smith 1987).
En cuanto a la especialización de bienes, Costin ha indicado que "los intentos más exitosos de operacionalizar la definición [de especialización] son aquellos que buscan la distribución diferencial de actividades de producción" (2001, 276, traducción propia). Es decir, la especialización se podrá inferir arqueológicamente cuando la proporción de unidades domésticas de una comunidad con materiales vinculados a la producción de ciertos bienes sea baja. En caso contrario, si en todas las viviendas, o en una gran proporción de ellas, se realizaban las mismas actividades (además de la producción de alimentos), no es posible hablar de especialización en los términos tratados aquí5. Las actividades de producción se infieren por la presencia de artefactos para la producción, residuos de producción, almacenamiento de materia prima y una cantidad importante de bienes no usados (Melgar y Manzanilla 2018).
Para establecer de manera adecuada el grado de riqueza y de especialización en una comunidad es necesario que el número de unidades domésticas investigadas sea grande, que los métodos de recolección de la información sean similares y que las unidades comparadas sean contemporáneas. Desafortunadamente, la evidencia obtenida de la mayoría de los sitios arqueológicos en el valle de Popayán es deficiente para los objetivos propuestos. Muchas excavaciones son de áreas muy pequeñas y no hay datos cuantitativos de todos los materiales recolectados. De los más de treinta sitios detectados en el valle de Popayán solo cuatro tienen algún tipo de información comparable, pero no toda de buena calidad o suficiente. En estos cuatro sitios la obtención de datos no resultó de excavaciones extensas, por lo que no es fácil discernir en todos los casos si provienen de una unidad residencial o de varias espacialmente relacionadas6; sin embargo, el área de dispersión de basura de cada una de las seis unidades residenciales analizadas es coincidente con evidencia etnoarqueológica sobre el área de dispersión de artefactos que produce una unidad doméstica individual (Drennan y Boada 2006). Seis unidades residenciales no constituyen una población suficiente para sacar conclusiones sólidas, pero permitirán un primer acercamiento a la organización social y económica de los pubenenses.
Los métodos de recolección de información en los sitios comparados no fueron similares, por lo que los datos se estandarizaron a través de la creación de radios respecto al total de la cerámica encontrada. Un problema más complicado de resolver es el de la contemporaneidad de los sitios. Un análisis de este tipo descansa en la asunción de que todos los asentamientos son del mismo periodo. Solo dos de los sitios tienen fechas absolutas, de las partes más profundas de los depósitos (1-1000 d. C.), pero no es claro si todo el material recolectado es solo de ese lapso de tiempo. Debido a que tampoco se ha desarrollado una cronología cerámica para la zona que permita fechar las seis viviendas, la opción más prudente es tomar todo el material como si fuera de un solo periodo muy extenso, desde el 1 d. C. hasta el 1537 d. C. Esto podría parecer un problema debido a que en el modelo de Langebaek (2000) el tipo de bien controlado por la élite cambia a través del tiempo (de bienes de prestigio a bienes utilitarios), pero en cualquier escenario las élites controlaron la producción artesanal y, por lo tanto, es de esperar una importante diferencia en el tipo de actividades de las unidades domésticas de distintos estatus.
Se espera entonces que, si el modelo de Langebaek es adecuado para el valle de Popayán, se observen notables diferencias en riqueza entre las viviendas de élite y las de los comuneros, y en las primeras también se espera encontrar materiales que indiquen una producción exclusiva o significativamente alta de cierto tipo de bienes. Los datos provienen de los reportes de las investigaciones de Cubillos (1959), Giraldo (2017a, 2017b), Díaz (2019) y Corrales (2021).
Sitios arqueológicos estudiados
De las seis unidades residenciales analizadas, tres pueden ser catalogadas como sitios de élite: El Morro de Tulcán y las viviendas 1 y 2 de la colina de Molanga; otras dos presentan cierta ambigüedad: vivienda 1 y vivienda 2 de La Granja Caldas, y otra es de comuneros: Calibío (figuras 1 y 2). La caracterización del estatus de los moradores de estos sitios está relacionada con la inversión de energía en la adecuación de cada uno de ellos y su ubicación respecto al valle.
El Morro de Tulcán
El Morro es uno de los sitios prehispánicos más representativos de Popayán debido a sus características físicas, que sobresalen en el paisaje: una colina natural modificada en el centro de la ciudad desde la cual se tiene una visión panorámica de todo el valle (figuras 1 y 2). La colina tiene una extensión de unas 5,2 ha desde la base, pero el área de la cima, donde se ubicó la unidad residencial, es de menos de 3 000 m2 (figura 3). El sitio fue excavado por el arqueólogo J. C. Cubillos, en 1958. Las actividades de campo consistieron en la excavación de 15 trincheras, 23 pruebas de pala y 14 tumbas. Desafortunadamente, Cubillos no proporcionó la información del área total excavada, pero con base en un dibujo de la ubicación de los cortes, esta suma más de 500 m2. En estas excavaciones se descubrió que hubo una modificación de la colina que incluyó la disposición de centenares de adobes en dos de sus costados, así como rellenos y "raspados" de la colina (Cubillos 1959, 224). En la cúspide de la colina había dos montículos, destruidos en el siglo XX. Esta adecuación debió implicar no solo coordinación central para su ejecución, sino también una importante inversión de trabajo, única en el valle de Popayán. Cubillos consideró que el sitio fue posiblemente una estructura con funciones rituales, pero no proporcionó datos que corroboraran dicha interpretación. Por el contrario, los materiales arqueológicos recolectados indican que en el sitio se realizaron actividades de carácter doméstico: manos de moler, raederas, cuchillos, vasijas para el procesamiento de alimentos, etc., por lo que es más probable que el sitio haya sido empleado como lugar de vivienda. Adicionalmente, y debido a su posición estratégica y a la importante inversión de energía en su adecuación, se puede considerar que El Morro fue el lugar de habitación de miembros de la élite local.
De las trincheras, pruebas de pala y excavaciones de tumbas se recuperaron 4 795 fragmentos de cerámica (excluyendo el material del periodo colonial y de los contextos funerarios), 203 de ellos con decoración, y 745 ejemplares de material lítico, así como 19 cuentas de concha y 5 volantes de huso (Cubillos 1959, 239). Debido a que la clasificación de los materiales cerámicos hecha por Cubillos no es similar a la de los demás contextos analizados (p. e., la tipología cerámica de Cubillos para El Morro está conformada por 15 tipos cerámicos que no son usados por los otros investigadores), las variables utilizadas para ese tipo de material se reducen a cantidades de fragmentos cerámicos y fragmentos cerámicos con decoración. Un elemento relevante es que los fragmentos con baño rojo son incluidos en la categoría de pintura roja en las otras investigaciones, por lo que los 532 fragmentos de ese tipo se contemplan entre los decorados con el fin de hacer los datos comparables.
Colina de Molanga
La colina de Molanga se encuentra 1 km al suroriente de El Morro de Tulcán (figuras 1 y 2) y cubre aproximadamente 3,5 ha. La investigación arqueológica realizada en la cima mostró que la colina fue objeto de varias adecuaciones antrópicas, entre ellas una estructura hecha en adobes, dos montículos, un camino, algunas tumbas de pozo con cámara lateral (saqueadas) y una zanja perimetral defensiva (Díaz 2019) (figura 4). Sin embargo, el sitio no tiene las capas de relleno (excepto en una pequeña franja donde se localizaron los adobes perfectamente alineados) que se registraron en El Morro. El sitio fue interpretado como un sitio residencial de élite, donde se realizaban algunas ceremonias festivas (Díaz 2019). Un basurero fue fechado entre el 80 y el 230 cal d. C. (95,4 % de probabilidad, Beta-524141).
En Molanga se realizaron tres cortes estratigráficos, de los cuales se recuperaron 1 529 fragmentos cerámicos: el corte 1, de 4 m2, está ubicado en la cima de la colina; el corte 2, de 9 m2; se localiza en una aterrazamiento en la esquina suroriental debajo de la cima; y el corte 3, de 25 m2, está ubicado en la parte baja de la colina, 130 m al suroeste del corte 2 (figura 2). La distancia entre el corte 2 y el corte 3 sugiere que los materiales provienen de unidades residenciales diferentes, por lo que se denominarán vivienda 1 y vivienda 2, respectivamente. En el corte 1, si bien se hallaron adobes y huellas de poste, la cantidad de material cultural recolectado es mínima, por lo que se excluye del presente análisis. Tomando todo el material extraído de los tres cortes se observó que casi el 20 % de los materiales cerámicos tenía manchas de hollín en la superficie externa, lo que sugiere un uso para el procesamiento de alimentos. Solo el 1,4 % de los fragmentos estuvo decorado. Adicionalmente se recolectaron 2 volantes de huso. Se obtuvieron también 587 elementos líticos, la mayoría de ignimbrita (323) y obsidiana (193). La mayor parte de los materiales eran lascas de producción (en el caso de la obsidiana) o material no trabajado (en el caso de la ignimbrita). Se recolectaron dos manos, una en cada área de vivienda.
La Granja Caldas
Este es el nombre de una colina alargada en forma de U de 9,3 ha localizada al suroriente de la ciudad de Popayán, 1,7 km al sur de El Morro (figuras 1 y 5). Al igual que en Molanga, en La Granja Caldas hay un camino y una zanja, aunque en solo uno de sus costados. La prospección arqueológica sistemática intensiva realizada en la cima no encontró ninguna estructura en adobe o montículos (Corrales 2021), por lo que no se considera como sitio de élite en este artículo.
Dos concentraciones de artefactos en la cima de la colina, separados unos 250 m entre sí, indican el emplazamiento de 2 unidades de vivienda: vivienda 1, al norte, y vivienda 2, al sur (figura 2). Los materiales arqueológicos de ambas fueron recolectados a través de pozos de sondeo ubicados sistemáticamente y separados 15 m, y 7,5 m en las áreas de mayor densidad de material (Corrales 2021). El área de mayor concentración de material arqueológico de la vivienda 1 es de 3 188 m2, mientras la de la vivienda 2 es de 4 927 m2.
En las excavaciones se identificó una tumba fechada entre el 770 y el 792 cal d. C. (95,4 % de probabilidad, Beta-595310) y un depósito de basura fechado entre el 420 y el 556 cal d. C. (95,4 % de probabilidad, Beta-605372) (Rubio 2022). El total de material cerámico obtenido de los pozos de sondeo es de 1 484 fragmentos. También se recolectaron 279 piezas líticas de obsidiana y chert, un volante de huso y dos manos de moler.
Calibío
Calibío, por otro lado, es el nombre dado a un sitio identificado por la distribución de materiales arqueológicos en 2 lotes contiguos destinados a la construcción de unidades de vivienda, que abarcan aproximadamente 4 ha. Se encuentra en una terraza natural próxima al arroyo Chamizales (figura 1), unos 7 km al noroccidente de El Morro, pero que ha sido alterado por actividades humanas modernas (figura 6). A pesar de la alteración, se recolectaron materiales de manera sistemática en superficie y en excavaciones estratigráficas controladas. En el sitio se realizaron 7 excavaciones que sumaron 36 m2 (2 cortes de 8 m2 y 5 de 4 m2 cada uno), localizadas en un área de 4 074 m2, similar al área de dispersión de materiales de las viviendas de La Granja Caldas (figura 2). En total se recolectaron 453 fragmentos cerámicos con un tamaño superior a 2 cm. Estuvieron decorados 68 fragmentos, de los cuales 54 tenían pintura/engobe rojo. Los materiales líticos fueron escasos: 38 lascas y 2 manos, las cuales pudieron ser usadas adicionalmente como martillos. La mayoría de las lascas eran de basalto (Giraldo 2017a, 2017b).
Resultados
Como se indicó en la sección de metodología, los resultados presentados a continuación deben ser tomados con cautela, pues se desconoce si los sitios arqueológicos comparados son contemporáneos y porque la forma de recolección de los datos no fue similar. No obstante, la reconstrucción de la organización económica debe iniciarse de alguna forma y los resultados proporcionan hipótesis relevantes que deberán ser evaluadas en futuras investigaciones.
Riqueza
El grado de riqueza de cada uno de los asentamientos fue evaluado calculando la proporción del material cerámico decorado respecto al conjunto total de fragmentos cerámicos. Entre los materiales decorados se incluyó el engobe rojo, aunque se reconoce que este último no es siempre clasificado como decoración, sino como una técnica funcional para la impermeabilización de las vasijas. Aquí se clasificó así debido a que su aplicación modificó la apariencia (color) de la vasija, lo cual no es funcional a su impermeabilización. Los resultados crudos indican que no hay diferencias importantes entre los asentamientos (tabla 1), excepto para las viviendas de élite de Molanga, con una proporción menor a la esperada. También es cierto que la consideración de cualquier decoración en un fragmento como parte de un artefacto de alto valor puede ser exagerada7. Las líneas incisas, el brochado y el punteado son los tipos de decoración más comunes en el valle de Popayán, y no implican necesariamente una gran inversión de energía en su elaboración (figura 7).
El Morro de Tulcán | Vivienda 1, colina de Molanga | Vivienda 2, colina de Molanga | Calibío | Vivienda 1, La Granja Caldas | Vivienda 2, La Granja Caldas | |
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Porcentaje decorado excavaciones | 15,3 (±1 %) (735/4 795) | 0,12 (±0,2 %) (1/777) | 2,2 (±1 %) (16/714) | 15 (±3,2 %) (68/453) | 14,3 (±2,3 %) (121/846) | 10,6 (±2,4 %) (68/638) |
Porcentaje de pintura/ engobe rojo | 11,0 (±0,8 %) (532/735) | s. d. | s. d. | 11,9 (±3 %) (54/463) | 11,4 (±2,1 %) (97/846) | 8,0 (±2,1 %) (51/638) |
Fuente: elaboración propia.
Con el fin de reducir ese sesgo, se recalculó el material decorado usando solamente el material con pintura roja / engobe rojo. Los resultados fueron prácticamente idénticos, con una menor proporción en la vivienda 2 de La Granja Caldas. Estos resultados sugieren pocas variaciones en el consumo de un bien empleado comúnmente como marcador de riqueza (Smith 1987). Debido a las claras diferencias entre los asentamientos en cuanto a la inversión de energía en su adecuación, es posible que la riqueza se haya manifestado de otra manera, como en la posesión de materiales foráneos. Hasta el momento no hay datos de este tipo de artefactos en las excavaciones de contextos domésticos, aunque se conoce de la existencia de cuentas de concha, probablemente marina, de contextos mortuorios en El Morro (Cubillos 1959).
Actividades productivas
Hay poca variabilidad en los tipos de materiales arqueológicos recolectados en las seis unidades domésticas que ayudan a identificar actividades de producción. La fabricación de artefactos en obsidiana y chert, el hilado y el procesamiento de alimentos son las únicas que, hasta el momento, han podido ser establecidas. Los datos sobre procesamiento de alimentos claramente no entran en la esfera de la especialización artesanal, pero permiten mirar, de manera indirecta, si pudo haber otro tipo de estrategia económica en esta sociedad.
Producción de artefactos en obsidiana y chert
Muchas de las necesidades básicas de los pobladores prehispánicos fueron satisfechas usando diversos tipos de artefactos, especialmente líticos. El uso de estos últimos tuvo un papel relevante no solo en la economía doméstica, sino en la regional. Los artefactos líticos fueron elaborados en una variedad de materias primas y con diferentes técnicas, teniendo en cuenta su función. Los lascados de obsidiana y chert pudieron ser empleados en la caza, la preparación de pieles y otras actividades de corte; mientras los de andesita y diabasa fueron utilizados para la trituración de granos y semillas. Los objetos realizados con técnicas abrasivas tienden a ser elaborados con rocas disponibles localmente (Díaz 2019). A diferencia de las piedras pulidas, los artefactos lascados implicaron una serie mayor de pasos en cuanto a su adquisición y producción. De la obsidiana, por ejemplo, a pesar de ser una roca local, no hay una fuente abundante plenamente identificada8; el chert, de otro lado, no es una roca local y sus fuentes se deben buscar en la cordillera Occidental (Gnecco 2000), por lo que su adquisición implica una mayor inversión de trabajo que la obsidiana (figura 8).
En varios de los sitios arqueológicos identificados en el valle de Popayán se han reportado lascas de obsidiana, pero esto no indica necesariamente que en todos estos asentamientos se produjeran artefactos de este material (algunas pueden ser piezas terminadas fracturadas) o se hicieran todas las etapas del proceso de manufactura. Las diferencias en la cantidad de desechos de producción de utensilios de estos materiales y su comparación con instrumentos terminados, así como la discrepancia entre materiales locales y no-locales, pueden dar claves para identificar diferencias espaciales en la producción de estos bienes, así como en la capacidad económica de las viviendas para poder adquirirlas. Debido a que las unidades de recolección en cada uno de estos sitios son distintas, se calculó la proporción de artefactos y desechos de producción de obsidiana y chert respecto a los fragmentos cerámicos como una manera de homogenizar los datos y hacerlos comparables.
Los resultados (tabla 2) no muestran un patrón diferencial entre las viviendas de élite y las de los comuneros. Algunas de élite produjeron tanto como las de comuneros, aunque estas últimas parece que tuvieron, en general, una mayor dedicación a la producción de artefactos de diferente tipo de materia prima. La única excepción notable es el radio entre artefactos y desechos de chert, en lo que las viviendas de élite tienen una diferencia mucho más grande que las demás, por varios órdenes de magnitud. Esto sugiere un consumo un poco mayor que el de los artefactos producidos. Sin embargo, en el caso de las viviendas de Molanga estos datos son engañosos debido a que solo se obtuvo una lasca de chert. En general, la cantidad de esa materia prima fue relativamente baja en todos los sitios, excepto en El Morro.
El Morro de Tulcán | Vivienda 1, colina de Molanga | Vivienda 2, colina de Molanga | Calibío | Vivienda 1, La Granja Caldas | Vivienda 2, La Granja Caldas | |
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Radio de desechos de obsidiana/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 51 (247/4 795) | 195,6 (152/777) | 33,6 (24/714) | 24,2 (11/453) | 109,9 (93/846) | 186,5 (119/638) |
Radio de desechos de chert/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 5,4 (26/4 795) | 1,2 (1/777) | 0 (0/714) | 4,4 (2/453) | 22,4 (19/846) | 34,4 (22/638) |
Radio de artefactos de obsidiana/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 3,9 (19/4 795) | 2,5 (2/777) | 0 (0/714) | 0 (0/453) | 9,4 (8/846) | 14,1 (9/638) |
Radio de artefactos de chert/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 3,3 (16/4 795) | 2,5 (2/777) | 0 (0/714) | 0 (0/453) | 7 (6/846) | 4,7 (3/638) |
Radio de artefactos / desechos de obsidiana (x 1 000) | 76,9 (19/247) | 13,1 (2/152) | 0 (0/24) | 0 (0/11) | 86 (8/93) | 75,6 (9/119) |
Radio de artefactos/ desechos de chert (x 1 000) | 615,3 (16/26) | 2000 (2/1) | n. d. (0/0) | 0 (0/2) | 315,7 (6/19) | 136,3 (3/22) |
Fuente: elaboración propia.
Producción textil
Ante los problemas de preservación de tejidos, la evidencia más clara de producción textil en el valle de Popayán son los volantes de huso. No son muchos los recolectados por arqueólogos allí: uno por sitio, en la mayoría de los casos. La única excepción es una importante cantidad de volantes de huso obtenidos de la demolida Hacienda Cauca (en el norte de Popayán), formalmente muy similares, pero no recuperados por arqueólogos, que se encuentran en el Museo de Historia Natural de la Universidad del Cauca. La baja cantidad de estos objetos en el valle de Popayán, comparada con las importantes cantidades de las áreas arqueológicas Bolo-Quebrada Seca y Quimbaya Tardío, al norte, puede llevar a pensar que el trabajo de hilado y tejido en aquella región fue dirigido a satisfacer exclusivamente las necesidades domésticas y no a la producción especializada de tejidos.
En tres de los cinco sitios comparados se hallaron volantes de huso (tabla 3). En El Morro de Tulcán se recuperaron cinco, dos en la vivienda 2 de Molanga y uno en la vivienda 1 de La Granja Caldas. Aun cuando el radio es mayor en la vivienda 2 de Molanga, no hay un claro patrón que sugiera que el hilado y la producción textil fueran actividades especializadas de las élites para el intercambio con otras unidades domésticas (figura 9).
El Morro de Tulcán | Vivienda 1, colina de Molanga | Vivienda 2, colina de Molanga | Calibío | Vivienda 1, La Granja Caldas | Vivienda 2, La Granja Caldas | |
---|---|---|---|---|---|---|
Radio de volantes de huso/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 1 (5/4 795) | 0 (0/777) | 2,8 (2/714) | 0 (0/453) | 1,1 (1/846) | 0 (0/638) |
Radio de manos/ fragmentos cerámicos (x 1 000) | 7 (34/4 795) | 1,2 (1/777) | 1,4 (1/714) | 4,4 (2/453) | 2,3 (2/846) | 0 (0/638) |
Fuente: elaboración propia.
Producción agrícola
Otro tipo de actividad que podría estar relacionada con la generación de riqueza es la producción de alimentos. Una forma para establecer si las unidades domésticas de élite lograron tener una ventaja económica a partir de la producción de comida es determinar las diferencias en su acumulación, que debería ser observada en una mayor proporción de vasijas de almacenamiento. De nuevo, esta información no está disponible con respecto a la mayoría de los sitios. Una forma indirecta para identificar variaciones en la producción de alimentos es establecer diferencias en los artefactos empleados para tal fin, como las manos de moler (figura 10). Sin embargo, en este caso presumimos que todas las viviendas debieron realizar algún tipo de procesamiento de alimentos. Una diferencia significativa en el número de estos artefactos sería indicativa de un mayor número de personas dedicadas a tal fin y, por lo tanto, una mayor producción agrícola.
Como muestra la tabla 3, el radio manos/fragmentos cerámicos es mayor en El Morro de Tulcán que en los otros asentamientos. Sin embargo, se menciona que en la colina de Molanga hay desechos líticos, con signos de abrasión, que podrían pertenecer a manos (Díaz 2019). Si todos esos materiales fueron manos (lo cual es improbable), el índice podría superar los resultados de El Morro. Una hipótesis para este atípico índice de manos de moler en El Morro es que pudo haber una mayor cantidad de gente que procesaba alimentos, más allá de las necesidades de consumo de la propia unidad doméstica, tal vez para eventos comunales.
Discusión
Los resultados de la comparación entre diferentes marcadores de riqueza y de actividades productivas en seis unidades de vivienda prehispánicas del valle de Popayán no proporcionaron las similitudes esperadas entre los sitios considerados de élite (El Morro de Tulcán y la colina de Molanga). La colina de Molanga no presentó los marcadores de riqueza previstos para un sitio cuya adecuación debió implicar una importante movilización de personas (tabla 4). Sitios como Calibío mostraron indicadores de riqueza mucho mayores que las unidades residenciales de Molanga. Una hipótesis para explicar esta anomalía es que la riqueza no se manifestó necesariamente en el consumo de bienes cerámicos muy decorados. La única actividad productiva en la que coinciden los dos asentamientos con adecuaciones de adobes es la producción textil, pero índices similares fueron obtenidos en la vivienda 1 de La Granja Caldas. Otra correspondencia es que en ninguno de estos sitios con marcadores materiales de poder hubo una producción importante de artefactos líticos. Pero las cantidades de desechos con los mayores índices de producción, en los tres, no son enormes, de modo que no sugieren la existencia de talleres o algún tipo de especialización artesanal. Al parecer, la producción de bienes en cada vivienda fue baja, para el propio consumo, lo que indica una independencia económica de las unidades domésticas. Por lo pronto, solo podemos señalar que la posición de liderazgo en esta región no implicó la producción diferencial de determinado tipo de artefactos o bienes. Si esta interpretación es correcta, se podría pensar que las redes de interacción son muy pequeñas, por lo que cada vivienda estuvo presionada a resolver por sí misma sus necesidades materiales (Murillo y Martín 2007). Redes de interacción pequeñas se dan en sociedades con un patrón de asentamiento disperso y algunas descripciones de la población del valle de Popayán del siglo XVI apuntan en ese sentido (Trimborn 2007)9. De otro lado, las diferencias entre las unidades domésticas en cuanto a las cantidades de artefactos para el procesamiento de alimentos (probablemente maíz) sugieren la transferencia de estos hacia las viviendas de élite, tal vez para actividades colectivas de carácter festivo10. Las fiestas son una de las maneras en las que se puede movilizar fuerza de trabajo para proyectos comunales a cambio de comida y bebida, al tiempo que los organizadores adquieren prestigio (Dietler 1996). No obstante, más información sobre la realización de fiestas en el valle de Popayán es aún necesaria.
El Morro de Tulcán | Vivienda 1, colina de Molanga | Vivienda 2, colina de Molanga | Calibío | Vivienda 1, La Granja Caldas | Vivienda 2, La Granja Caldas | |
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Riquezacerámica | + | - | - | + | + | +/- |
Producción de artefactos líticos | +/- | +/- | - | - | + | + |
Producción textil | + | - | + | - | + | - |
Producción agrícola | + | - | - | +/- | +/- | - |
Fuente: elaboración propia.
Conclusión
En este artículo se buscó evaluar si las posiciones de liderazgo dentro de la sociedad pubenés estuvieron relacionadas fuertemente con el control económico, como parece haber ocurrido en otras sociedades prehispánicas tardías vecinas. Esta evaluación se realizó observando, primero, en qué grado se diferencian los distintos asentamientos respecto al consumo de bienes de riqueza, y luego si hubo una correspondencia entre esa riqueza y la producción de algunos bienes, ya fueran utilitarios o de prestigio. Las diferencias en marcadores de riqueza no fueron utilizadas para determinar cuáles eran las unidades domésticas de élite, pues estas son claramente identificables por su capacidad para movilizar mano de obra para la adecuación de los sitios donde ubicaron su residencia, sino para establecer si la posición de poder implicó un consumo diferencial de este tipo de objetos.
El análisis indica que el consumo de bienes decorados, un marcador arqueológico empleado habitualmente para establecer riqueza, no se corresponde con la importancia política de las unidades domésticas identificadas como de élite: no es solo que las viviendas que no tuvieron adecuaciones presentaran altos índices de riqueza, sino que otras que deberían mostrarlo no consumieron este tipo de bienes profusamente. Estas diferencias pueden interpretarse de diferentes maneras, entre ellas las siguientes: 1) los sitios de Calibío y la vivienda 1 de La Granja Caldas pudieron haber sido lugares donde residieron otros grupos de élite (poco probable); 2) los sitios de El Morro y las viviendas de Molanga son multicomponentes y los porcentajes de riqueza se reducen al mezclar en un mismo dato ocupaciones diferentes; 3) los sitios son de periodos diferentes; y 4) tal vez la riqueza no se manifestaba de esta manera. En las tumbas de El Morro de Tulcán y de Molanga se han encontrado ornamentos personales (cuentas de concha) y en la Tumba de la Marquesa, 10 km al suroccidente de El Morro, se obtuvieron objetos en oro, que denotan esa riqueza. Los problemas de datación, los procesos posdeposicionales y la falta de otra información relevante sobre el registro pueden llevar a que las interpretaciones no sean adecuadas. Por lo pronto, y hasta donde los datos lo permiten, se puede afirmar que las desigualdades sociales en la región no implicaron diferencias en la posesión de riqueza material expresada en objetos cerámicos.
A diferencia de la zona norte del departamento del Cauca, donde se han recuperado varios volantes de huso en contextos funerarios (Ford 1944), en Popayán no son muchos los elementos materiales asociados a esa actividad. La vivienda 2 de Molanga y El Morro de Tulcán coinciden en la producción de textiles, pero también hay evidencias de ella en viviendas de un menor estatus, lo cual deja el interrogante de si esa era una práctica a través de la cual las élites obtenían alguna ventaja económica. Respecto a las otras actividades productivas, es claro que todas las unidades domésticas participaron en la fabricación de artefactos líticos y de alimentos, pero los índices no son similares entre las viviendas de diferente estatus. Aquellas de menor estatus elaboraron más artefactos líticos que las de mayor estatus, pero la cantidad de desechos es tan baja que parece que la producción no sobrepasaba las necesidades domésticas. También es relevante la ausencia de datos de ciertas actividades especializadas: no se encontró material (desechos o artefactos) empleado para la producción de bienes de prestigio, a pesar de que se conoce la existencia de ornamentos en oro y tumbaga en zonas próximas a Popayán (Gnecco 1997;Lehmann 1953). O su producción era mínima o los casos hallados hasta el momento en contextos funerarios proceden de relaciones de intercambio con otras comunidades, como han sugerido otros autores (p. e. Gnecco 1996).
La información presentada apunta a un tipo de organización económica y política diferente a la propuesta en relación con los cacicazgos del suroccidente, e incluso con otros modelos de desarrollo de la economía política de los cacicazgos en general, que involucran el control de la producción o distribución de bienes por parte de la élite11: no hay marcadas diferencias en la posesión de bienes de alto valor local o foráneo entre las élites y los comuneros; no hay información de producción especializada de bienes de prestigio o utilitarios entre las unidades residenciales de diferente estatus; y la producción doméstica estaba enfocada en la elaboración de objetos para el consumo de la propia unidad doméstica. Los datos, por ahora, no indican un fuerte soporte económico artesanal en el mantenimiento de las posiciones de liderazgo de la élite pubenés.
La producción artesanal no engloba todas las posibilidades de control económico disponible como base de liderazgo (Earle 1997). La significativa cantidad de artefactos para el procesamiento de alimentos en El Morro indica que la movilización de la fuerza de trabajo para las adecuaciones monumentales pudo implicar la realización de festividades como forma de pago, pero más y mejores datos son necesarios para reforzar dicha hipótesis. Probablemente las desigualdades sociales en el valle de Popayán no descansaron en bases económicas, sino de orden religioso o coercitivo. Los datos de conflicto, si bien circunstanciales, indican un poder militarista en la zona, reseñado por otros antropólogos a partir de fuentes etnohistóricas (Carneiro 2017;Redmond 1994).
Aunque la información presentada en este artículo encaja perfectamente con relaciones de autonomía económica en las que cada unidad doméstica produjo lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas, la muestra es muy pequeña para afirmar que este sea el caso en todo el valle de Popayán. Para poder evaluar esta y otras hipótesis formuladas en este artículo se necesita, al menos, construir una cronología cerámica que permita establecer la contemporaneidad de los sitios, reanalizar los materiales de otros asentamientos ya excavados, y crear bases de datos más comprehensivas en futuros proyectos de arqueología preventiva y académicos que hagan posible una mejor comparación de la información.