Los retos de la investigación bioética en el contexto latinoamericano cada día son más complejos, para lo cual es imperante un concepto de bioética abierto, inter y transdisciplinar (desde su esencia originaria), pero sobre todo que responda a las necesidades propias de los contextos latinoamericanos. Los desarrollos de la bioética en América Latina han sido prolíficos en las últimas décadas, sin embargo, siguen enmarcadados dentro de una dependencia de los discursos bioéticos anglosajones o de los países desarrollados, anclados en lo biomédico y clínico, a los cuales les ha costado superar los muros y fronteras para hacer parte de los procesos sociales, políticos, económicos y culturales, así como a los cambios en los sistemas de vida de todos los seres.
El papel de bioética en América Latina no es el mismo de los países llamados del "norte" o "desarrollados", esto dado por el influjo de procesos sociales que se dinamizan en medio de crisis y conflictos que promueven problemáticas que complementados o articulados con lo clínico, médico y ambiental abren caminos, rutas y espectros para la investigación bioética. En este sentido, es interesante el campo de acción y de investigación que tiene la bioética en la región latinoamericana, como es el caso de Brasil y México, donde han logrado sacar a la bioética de la clínica y la práctica médica, sin dejar su presencia allí, así como lo han venido realizando salubristas públicos, fenómeno que muestra cómo es posible que la bioética deje de ser una propiedad privada de la ética médica, pasando a ser una dimensión de lo público y ciudadano, de lo biótico y abiótico, del medio ambiente y el ecosistema en su holisticidad, pero para poder ser más contundentes frente a las vicisitudes de la región latinoamericana se necesitan bioeticistas convencidos de la verdadera inter y transdisciplinariedad de la bioética, no solamente epistemológica, sino socilógica y antropológica, sin dejar de lado otras dimensiones que conforman el convivir.
La bioética latinoamericana tiene retos significativos y profundos, pero mientras se mantenga en la propiedad privada de algunos sectores académicos e intelectuales, no va a cumplir su verdadera función dentro de la sociedad. El papel del bioeticista no se puede seguir limitando a ser consultor de riesgos o si se alteran o violan derechos fundamentales, bien sea desde el principalismo clásico o desde cualquier otra propuesta propia de la bioética. La tarea del bioeticista latinoamericano debe ser complementada con su capacidad de articulación entre la ciencia y la realidad, la teoría y los contextos, la vida y los procesos políticos, entre otros aspectos. A paritr de estos retos o perspectivas del bioeticista latinoamericano, vale la pena preguntar: ¿el contexto es tenido en cuenta dentro del proceso de formación del bioeticista latinoamericano? ¿Qué significa ser bioeticista en América Latina? ¿Cuáles son los límites y fronteras de la producción investigativa bioeticista en América Latina? ¿Cuáles son las ciencias que deben estar en constante diálogo para la construcción de una bioética latinoamericana? Estas no son preguntas de respuesta monosilábica o de una elucubración intelectual con lenguajes complejos y poco comprensibles. Tampoco se trata de caer en la trampa de neologismos o forjar un movimiento en la bioética similar a la filosofía y teología de la liberación del siglo pasado.
Se trata de contextualizar la bioética a nuestra región, a sus realidades, crisis, conflictos, dinámicas, procesos socio-culturales y políticos, entre otros aspectos, articulados con el bienestar, la salud, la enfermedad, el cuidado de las especies animales y todo lo que contenga y promueva la vida en su totalidad biótica y abiótica. Problemas como la migración en América Latina; la proliferción de población compuesta por niños y niñas pertenencientes a lo que en la proliferación de población compuesta por niños y niñas, pertenecientes a lo que en bioética se denomina "teoría del menor maduro"; los conflictos surgidos por la "urbanización salvaje en las ciudades"; las dinámicas propias de género y todas sus vertientes; los misterios de la corrupción estructural en el poder político y económico; el enigmático modelo del fracking y sus efectos en la vida; las prácticas de minería ilegal en el continente; el hambre y la desnutrición en población infantil; la exclusión y desplazamiento, así como desconocimiento e indiferencia frente a comunidades indígenas y afroamericanas; el uso y abuso de animales exóticos; y otro sin fin de problemas que al bioeticista lo invitan a ser crítico, propositivo y gestor de una bioética que responda a las necesidades reales, desde la investigación, no solo desde la elucubración discursiva. El laboratorio del bioeticista latinaomericano es la realidad y contexto de la región. Pero desafortunadamente las tendencias de la investigación bioética en América Latina se han limitado a aspectos deontológicos, si se cumplen normas, principios, criterios, requisitos, o sencillamente se violan derechos o se incumplen deberes. No se puede negar que han existido y existen bioeticistas latinoamericanos preocupados por investigar en problemas estructurales, sin embargo son muy pocos, a lo que se le suma la escasa producción de artículos resultado de investigación bioética, siendo de mayor postulación los de reflexión, los cuales no pueden ser minusvalorados, pero desafortunadamente el discurso reflexivo se convierte en una serie de "homilías bioéticas" desde el deber ser, divorciado de las realidades latinoamericanas.
Por esta razón, hemos invitado al Dr. Miguel Kottow, bioeticista reconocido y destacado en América Latina y el mundo, para que nos indicara de manera crítica "la urgente tarea de estructurar una bioética latinoamericana", con el fin de ir configurando aspectos claves de nuestro carácter bioético y bioeticista propio para nuestra región.