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Pensamiento Psicológico
Print version ISSN 1657-8961
Pensam. psicol. vol.13 no.2 Cali July/Dec. 2015
https://doi.org/10.11144/Javerianacali.PPSI13-2.tivf
Teorías sobre el inicio de la violencia filio-parental desde la perspectiva parental: un estudio exploratorio1
Theories about the Beginnings of Child-to-Parents Violence from the Parental Perspective: An Exploratory Study
Teorias sobre o início da violência filio-parental desde a perspectiva parental: um estudo exploratório
Gonzalo del Moral Arroyo2
Belén Martínez Ferrer3
Cristian Suárez Relinque4
Ma Elena Ávila Guerrero5
Jesús Alejandro Vera Jiménez6
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla (España)
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Cuernavaca (México)
1Este estudio ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación "La violencia escolar, de pareja y filio-parental en la adolescencia desde la perspectiva ecológica" (I+D PSI2012-33464), subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España
2Doctor en Psicología. Dirección postal: Universidad Pablo de Olavide, Ctra. Sevilla-Utrera, km. 1. Edificio 14, 2a planta, despacho 18. CP: 41013 Sevilla. Correo de correspondencia: gmorar@upo.es. Teléfono: 954 978 538
3Doctora en Psicología
4Doctor en Psicología
5Doctora en Psicología
6Doctor en Psicología
Recibido: 07/07/2014 Aceptado: 25/03/2015
Para citar este artículo/ to cite this article/ para citar este artigo
Del Moral, G., Martínez, B., Suárez, C., Ávila, M. E. y Vera, J. A. (2015). Teorías sobre el inicio de la violencia filio-parental desde la perspectiva parental: un estudio exploratorio. Pensamiento Psicológico, 13(2), 95-107. doi: 10.11144/Javerianacali.PPSI13-2.tivf
Resumen
Objetivo. Conocer las teorías implícitas que utilizan los padres víctimas de la violencia de sus hijos para explicar su inicio. Método. Se ha llevado a cabo un estudio cualitativo exploratorio siguiendo el método propuesto por la Teoría Fundamentada. La información fue obtenida a partir de seis grupos de discusión guiados por entrevistas semiestructuradas y analizada mediante ATLAS.ti 5.0. En total, participaron 42 progenitores víctimas de violencia filio-parental (VFP; 18 padres y 24 madres) seleccionados por muestreo intencional teórico de dos contextos: un centro de reforma de menores y un centro privado especializado en terapia de violencia intrafamiliar. Resultados. Los progenitores mantienen tres teorías para explicar el inicio de la VFP: (a) la teoría del alumno ausente, que alude al absentismo escolar como predictor de la conducta violenta; (b) la teoría del alumno consumidor, en la que el consumo de sustancias (alcohol, cannabis y cocaína) sería el factor antecedente; y (c) la teoría de la acumulación de la tensión, en la que se plantea la presencia de unos factores previos que contribuirían a incrementar el malestar ("rabia") que antecedería el consumo abusivo de drogas y, posteriormente, la violencia hacia los padres. Conclusión. Los progenitores señalan que la VFP coincide con el comienzo de la etapa de educación secundaria. Un aspecto común a las tres teorías emergentes es que son factores distales y relacionados con el entorno que rodea a los adolescentes los principales desencadenantes de la VFP, quedando al margen variables relacionadas con la dinámica familiar.
Palabras clave: Violencia, violencia doméstica, relaciones padres-hijo, análisis cualitativo.
Abstract
Objective. To explore the implicit theories that parents victims of violence from their children (VFP) to explain the onset. Method. An exploratory qualitative study was done following the method proposed by the Grounded Theory. Information was obtained from six Focus Groups guided by semi-structured interviews and analyzed using ATLAS.ti 5.0. A total of 42 parents, victims of violence-towards-parents (VTP; 18 fathers and 24 mothers) participated and were selected by theoretical intentional sampling purposive sampling from two contexts: one juvenile reform center and a private family therapy center. Results. Parents have three theories to explain the onset of VFP: (a) the theory of the absent student, referred to truancy as a predictor of violent behavior; (b) addict student theory, in which substance abuse (alcohol, cannabis and cocaine) works as the antecedent factor; and (c) the theory of the accumulation of stress, in which the presence of previous factors contribute to increased discomfort ("rage") that would precede the drug abuse and later violence toward parents. Conclusion. Parents report that the VFP begins in the first stage of secondary education. A common aspect of the three emerging theories is that VFP is triggered by some distal factors related to the environment surrounding adolescent, leaving aside variables related to family dynamics.
Keywords: Violence, domestic violence, parent-child relations, qualitative analysis.
Resumo
Escopo. Conhecer as teorias implícitas que utilizam os pais vitimas da violência de seus filhos para explicar seu início. Metodologia. Foi feito um estudo qualitativo exploratório seguindo a metodologia proposta pela Teoria Fundamentada. A informação foi obtida a partir de seis grupos de discussão guiados por entrevistas semiestruturadas e analisadas mediante ATLAS.ti 5.0. Em total, participaram 42 pais vitimas de violência filio-parental (VPF; 18 homens e 24 mulheres) selecionadas por amostragem intencional teórica de dois contextos: um centro de reforma de menores e um centro privado especializado em terapia de violência intrafamiliar. Resultados. Os pais mantêm três teorias para explicar o inicio da VFP: (a) a teoria do estudante ausente, que alude ao absentismo escolar como preditor da conduta violenta; (b) a teoria do estudante consumidor, na que o consumo de sustancias (álcool, cannabis c cocaína) é o fator antecedente; e (c) a teoria da acumulação da tensão, na que se propõe a presença de uns fatores prévios que contribuem ao incremento do desconforto ("raiva") que supostamente antecede o consumo abusivo de drogas e, posteriormente, à violência contra os pais. Conclusão. Os pais assinalam que a VFP coincide com o começo da etapa da educação secundaria. Um aspeto comum às três teorias emergentes é que são fatores distais e relacionados com o entorno que rodea aos adolescentes os principais desencadeantes da VPF, deixando de fora variáveis relacionadas com a dinâmica familiar.
Palavras-chave: Violência, violência doméstica, relaciones pais-filhos, análise quantitativa.
Introducción
En los años setenta, Harbin y Madden (1979) visibilizaron la violencia filio-parental (en adelante, VFP) a la comunidad científica con el nombre de "síndrome del padre maltratado". Esta se define como un conjunto de actos intencionales de los hijos para causarle daño físico, psicológico o económico y lograr control y poder sobrelos progenitores o figuras cuidadoras (Coogan, 2011; Kennair y Mellor, 2007; Pereira, 2006; Tew y Nixon, 2010). Este tipo de violencia contra los padres inicia frecuentemente con episodios abusivos verbales que, con el tiempo, aumentan en frecuencia e intensidad hasta subsumirse en el abuso emocional y psicológico, principalmente, cuando los hijos no consiguen los efectos perseguidos (Eckstein, 2004).
Los datos ofrecidos por investigaciones previas sobre la incidencia de la VFP en Estados Unidos, Canadá y España evidencian tasas de prevalencia entre el 4.6% y 21% (Calvete, Orue y Gámez-Guadix, 2013; Calvete, Orue y Sampedro, 2011; Ibabe y Jaureguizar, 2010; Pagani et al., 2009; Ulman y Straus, 2003), cifra que puede llegar al 50% en muestras de adolescentes violentos en otros ámbitos extrafamiliares (Kethineni, 2004). En cualquier caso, las mayores cifras se asocian al abuso verbal-emocional (Calvete, Gámez-Guadix y Orue, 2014a). En España, el total de denuncias por VFP se ha duplicado en los últimos siete años y ha pasado de algo menos de 2300 casos en 2007 a más de 4500 en 2013, según la Fiscalía General del Estado (2014).
A pesar de que este problema es cada vez más grave y prevalente, probablemente porque también es mayor su visibilización, la VFP no ha suscitado el mismo interés entre los investigadores que otros tipos de conducta violenta en adolescentes, aunque es un hecho cada vez más reconocido y penalizado (Margolin y Baucom, 2014; Routt y Anderson, 2011).
La investigación todavía incipiente en este campo se ha centrado en los perfiles de agresores y de víctimas y en las posibles causas explicativas tanto individuales como familiares y escolares (Calvete et al., 2011; Routt y Anderson, 2015). En este contexto, se ha relacionado con diversas variables relevantes como los sentimientos de inadecuación personal, la indefensión y la soledad, la baja autonomía personal, la empatía y la autoestima (Hong, Kral, Espelage y Allen-Meares, 2012; Ibabe, Jaureguizar y Díaz, 2007; Paulson, Coombs y Landsverk, 1990), la ideación y los intentos de suicidio (Kennedy, Edmonds, Dann y Burnett, 2010), los problemas de adaptación y el rendimiento escolar, el absentismo y la violencia escolar (Ibabeet al., 2007; Romero, Melero, Cánovas y Antolín, 2005; Sempere, Losa, Pérez, Esteve y Cerdá, 2005), el consumo de alcohol y de otras drogas (Ellickson y McGuigan, 2000) y la relación con grupos de iguales violentos (Cottrell y Monk, 2004; Valois, MacDonald, Bretous, Fischer y Drane, 2002).
Son escasos los autores que han estudiado las circunstancias asociadas con el inicio de la VFP, limitándose, en la mayoría de los casos, a reflejar la edad de inicio y el tipo de violencia en función del sexo y la edad. Respecto de la edad, los estudios suelen incluir muestras de adolescentes que oscilan entre los 9 y 13 años (muestras clínicas) y los 14 y 17 años (muestras judiciales), habiendo un cierto consenso al considerar el periodo entre los 10 y 15 años como el de mayor incidencia (Aroca, Lorenzo y Miró, 2014; Cottrell y Monk, 2004; Morán, 2013; Rechea y Cuervo, 2009). Cuanto más temprana es la conducta violenta mayor es la tendencia de los padres a subestimarla, considerándola una rabieta o pataleta en la medida en que no perciben una amenaza contra su integridad.
Con respecto al sexo, investigaciones con amplias muestras representativas de la población plantean que ambos sexos suelen presentar este tipo de actos violentos (Calvete et al., 2013; Pagani et al., 2009),diferenciándose en el tipo de violencia ejercida. Los hombres suelen emplear el abuso físico, mientras que las mujeres emplean el abuso verbal y emocional (Boxer, Gullan y Mahoney, 2009; Calvete et al., 2011).
Pocos estudios analizan otras variables que, supuestamente, contribuyen a explicar las motivaciones iniciales de los adolescentes para implicarse en este tipo de conductas. Tan solo Calvete et al. (2014b), en un estudio cualitativo con grupos de discusión de adolescentes agresores, padres victimizados y profesionales que los atienden, exploran las atribuciones causales para la VFP. En este estudio, se encontró que las madres relacionan los actos violentos contra ellas y los padres de sus hijos al temperamento de los segundos, los padres al mal funcionamiento de la ley y las instituciones, los adolescentes apelan al uso de la violencia aprendida dentro de sus propios hogares, mientras que los profesionales sugieren que la VFP aparece como resultado de la interacción entre temperamento y características familiares. En el citado trabajo, también llama la atención el rol negativo asociado al cambio de amistades como variable relacionada con el inicio de la VFP. Los autores recomiendan la profundización en este tema y aluden a las bondades del uso de metodologías cualitativas para explorar estos y otros contenidos relacionados con la VFP.
Esta información puede ser de suma importancia no solamente para conocer con mayor profundidad este problema social, sino también para diseñar e implementar acciones preventivas desde los distintos escenarios de desarrollo infantil y adolescente que parecen influir en la aparición de la VFP. En esta línea, el objetivo de este estudio pretende contribuir al conocimiento de la VFP, al indagar sobre las teorías implícitas que los padres que han sufrido la violencia de sus hijos tienen sobre el inicio de esta conducta filial. Las teorías implícitas son conexiones entre unidades de información aprendidas de forma no consciente, ya sea por asociación y/o a partir de experiencias adquiridas en grupos sociales reducidos, con el fin de inferir sucesos y planificar el comportamiento. Se trabajó con el supuesto de que en la violencia filio-parental los padres manejan teorías implícitas, basándose en dos conjuntos de conocimientos implícitos o no conscientes: (a) la normalidad en las relaciones parento-filiales y (b) la propia definición de lo que es violencia y cuál es su umbral de tolerancia. Es decir, en las asociaciones que los padres elaboran entre estos conocimientos implícitos (muy relacionados con el concepto de parentalidad intuitiva) y el comportamiento de sus hijos y de ellos mismos como padres.
Método
Participantes
Se empleó un muestreo intencional teórico (Singleton y Straits, 2004) que estuvo guiado por criterios de accesibilidad y profundidad de la información obtenida. Además, se seleccionaron dos contextos de evaluación, por un lado, el único centro de reforma de menores de la Comunidad de Andalucía (España) que lleva a cabo un programa de tratamiento específico para adolescentes que han agredido a sus padres y, por otro, un centro privado de terapia especializado en violencia intrafamiliar. Esta información se obtuvo a través de la Delegación General de Justicia Juvenil y Cooperación de la Consejería de Andalucía (España).
Los criterios de inclusión del estudio fueron: (a) ser padre o madre de menor varón agresor adolescente, (b) haber impuesto al menos una denuncia judicial contra alguno de sus hijos por violencia filio-parental, (c) no encontrarse el menor emancipado legalmente y llevar en tratamiento un periodo mínimo de tres meses.
En total, participaron 42 progenitores (18 padres y 24 madres), con edades comprendidas entre 35 y 56 años. De ellos, 21 tenían un hijo adolescente cumpliendo medidas judiciales por VFP en el Centro de Menores y participaban en el programa de tratamiento de VFP. Los restantes 21 estaban llevando a cabo tratamiento terapéutico familiar en un centro privado de Sevilla (España), especializado en el tratamiento de violencia intrafamiliar. Se descartó la participación en el estudio de tres familias en tratamiento en el centro privado por agresiones sufridas por hijas adolescentes, centrándose el estudio en familias con hijos varones, pues el propio Centro de Menores era solo para chicos. Los principales datos sociodemográficos de la muestra se presentan en la tabla 1.
Instrumentos
Para la obtención de información se realizaron grupos de discusión, los cuales fueron dirigidos por una sola pareja de moderadores, expertos en terapia familiar y violencia, tanto en el centro de menores como en el centro privado. En todos los casos se aplicó el protocolo de entrevista semiestructurada, el cual fue revisado por cuatro jueces expertos, un catedrático de psicología social, especializado en violencia en la etapa adolescente y tres terapeutas expertos en violencia intrafamiliar. La tabla 2 detalla las preguntas que conformaron la entrevista semiestructurada.
La información verbal recabada en los grupos de discusión se grabó en audio. La duración aproximada de las entrevistas fue de 1 hora y 30 minutos y en total se llevaron a cabo seis grupos de discusión, cuatro de los cuales estuvieron compuestos por siete participantes, uno por ocho y otro por seis sujetos.
Procedimiento
Se contactó con la Delegación General de Justicia Juvenil y Cooperación de la Consejería de Andalucía, explicando los objetivos y el alcance del estudio, con la finalidad de obtener información de los centros de menores andaluces que realizaran un tratamiento específico para menores con medidas judiciales por VFP y sus familias. Una vez seleccionado el centro, se contactó con el equipo directivo para explicar el estudio y solicitar los permisos correspondientes. Fue el propio equipo técnico del centro el encargado de informar a los padres sobre los objetivos de la investigación y solicitar su consentimiento informado para participar en el estudio, así como el permiso de grabación de audio. Del mismo modo, se procedió en el centro privado, y tras el contacto inicial con su responsable, se invitó a los padres, por medio de carta, a participar en el estudio. Todos los padres firmaron consentimiento informado para la participación en el mismo.
Al inicio de cada grupo de discusión, los dos entrevistadores recordaron a los participantes que el tratamiento de los datos era anónimo, garantizando su confidencialidad. Además, recordaron la posibilidad de abandonar el estudio en cualquier momento, si así lo deseaban. Los grupos de discusión con los padres del centro de menores se llevaron a cabo en el espacio temporal y físico ocupado por las terapias grupales para padres victimizados, contempladas en el programa terapéutico del centro. Los profesionales que trabajaban en ese contexto con los padres (psicólogos y trabajadores sociales) podían ingresar al grupo de discusión, sin participar. En el caso del centro privado se convocó a los padres al propio centro; un terapeuta del centro estuvo presente sin participar.
Los discursos recogidos fueron trascritos posteriormente por el investigador principal con la colaboración de un segundo investigador. Los documentos se archivaron electrónicamente en formato enriquecido (.rtf) para facilitar su análisis posterior con ATLAS.ti 5.0.
Análisis de datos
Para el análisis de la información recogida desde el enfoque de la Teoría Fundamentada, se ha realizado un trabajo de microanálisis de los datos (Strauss y Corbin, 1998; Suárez y del Moral, en prensa) en el que los datos se han fragmentado, examinado, comparado, conceptualizado, se han formado categorías y, estas últimas, se han relacionado unas con otras. Desde este enfoque, se han realizado cuatro tareas fundamentales de codificación que, a su vez, engloban otro conjunto de acciones analíticas que explican gran parte de cómo se ha desarrollado el trabajo hasta generar los resultados. Estas cuatro tareas principales son: (a) la codificación abierta, (b) la categorización familiar, (c) la codificación axial y (d) la codificación selectiva seguida de distintas estrategias para garantizar la validez de los resultados.
En un primer momento, las trascripciones de los discursos fueron leídas con detalle por dos investigadores-analistas para familiarizarse con el contenido e ir aproximándose a una primera comprensión de los "temas" y detalles del mismo. Posteriormente, los investigadores-analistas emplearon la codificación en vivo para codificar los discursos, la cual consistió en la revisión palabra a palabra y línea a línea, dando prioridad a las expresiones y términos utilizados directamente por los participantes en el estudio. Para la categorización del discurso generado en los grupos de discusión, cada investigador-analista identificó y definió fragmentos significativos del texto y los fue codificando sin presupuestos teóricos prefijados. Los conceptos fueron comparados unos con otros, aquellos pertenecientes a fenómenos similares se agruparon bajo un concepto más abstracto, de orden mayor llamado categoría. En este punto fue fundamental el proceso de categorización familiar (del Moral y Suárez, 2015), el cual permitió la selección de códigos con mayor fundamentación y densidad para facilitar la creación de categorías.
Una vez finalizada esta fase, se procedió a la codificación axial, la cual se basó en las preguntas del paradigma de codificación (condiciones intervinientes, causas y consecuencias de las acciones/interacciones, etc.) para encontrar relaciones entre conceptos que definan los vínculos entre categorías y subcategorías, buscando propiedades de categorías principales y secundarias y eliminando categorías redundantes. Por último, se realizó una codificación selectiva para validar el esquema teórico y refinar las categorías según la literatura científica. Las categorías, subcategorías, propiedades y relaciones entre las mismas que los analistas estaban de acuerdo en considerar como parte de un mismo esquema teórico, se redujeron e integraron en redes conceptuales descriptivas o explicativas.
Para garantizar la validez de las categorías y de las propiedades extraídas se utilizaron distintas medidas (Suárez, del Moral y González, 2013). Tras la primera codificación y categorización de los datos, se efectuó la revisión por pares (Creswell y Miller, 2000), a la cual siguió el proceso de comprobación de coherencia propuesto por Thomas (2006). Para ello, se llevó a cabo una sesión en la que participaron padres, madres y profesionales, para mostrar los resultados obtenidos e integrar los aportes de los participantes al proceso de construcción de las teorías emergentes. Finalmente, en la fase de escritura, se siguió un proceso de triangulación teórica (Moral, 2006), partiendo de la evidencia empírica previa sobre el tema objeto de estudio.
Resultados
Los progenitores entrevistados coinciden en señalar que la entrada al Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) es un momento en que todos los adolescentes incrementan manifestaciones agresivas dentro y fuera del hogar, y que para ellos, en concreto, supuso el momento de inicio de la VFP. La edad aproximada en que los adolescentes ingresan a IES es entre los 12 y 13 años de edad. En algunos casos en los que existían problemas de conducta previos (agresividad) durante la etapa de Educación Primaria, el problema se agudizó con la entrada al IES.
Los progenitores sugirieron que diversas variables desempeñan un papel esencial en el aumento de la agresividad observada en sus hijos, relacionada con el comienzo de la Educación Secundaria. Entre ellos, los cambios hormonales, la entrada al IES, el cambio de amigos, la disminución del control parental, el empeoramiento de la comunicación padres-hijos, la menor influencia de los padres y la mayor influencia de los iguales y de la "calle", la menor confianza de los padres y el no saber "con quién se junta mi hijo" son variables que subyacen al incremento de la violencia en las interacciones filio-parentales dentro y fuera del hogar. Como ejemplo de los relatos de los padres, uno de ellos compartía lo siguiente:
(...) y no todos los hijos son iguales, porque a mí el único que me ha insultado y me ha amenazado es él. Mi hijo, el mayor, también pasó su etapita al entrar en el instituto; no quería hablar con nosotros, solo quería estar todo el día en la calle y estaba siempre que saltaba. Pero nunca nos insultó ni nos levantó la mano (...) era otra cosa, lo normal que vivimos todos los padres (Madre Centro Menores). Ahora bien, si la agresividad aumenta a nivel general al entrar en el IES, ¿por qué algunos chicos agreden a sus progenitores y otros no lo hacen? De los discursos de los progenitores victimizados emergen tres teorías explicativas sobre el inicio de la VFP, que supondrían una desviación del modelo general de incremento de la agresividad al comienzo de la Educación Secundaria expuesto anteriormente.
A continuación se exponen las tres principales teorías implícitas que, desde la perspectiva de los progenitores, explican el primer episodio de VFP.
Teoría del alumno ausente
La génesis se sitúa en las dinámicas sociales relacionadas con el IES. Los problemas conductuales y de rendimiento, derivan hacia el absentismo escolar con tintes de rechazo a la escuela ("no me quiero levantar para ir al instituto"). Esta decisión conlleva a que el menor transforme radicalmente sus hábitos al sustituir un escenario estructurado y normalizado como es el centro educativo, por la "calle", un contexto en el que se relaciona con iguales con los que comparte problemas similares y sin supervisión adulta. La "calle" se operativiza en este caso como amistades negativas, pasividad (actividades no dirigidas a un fin concreto), apatía y conducta disruptiva. Según padres y madres, es en este contexto en el que surge la VFP.
Entre los comentarios más escuchados, alrededor de esta teoría implícita destaca el siguiente:
(...) viene todo de la mano, primero empieza a ir mal en el instituto y no quiere levantarse para ir. Y claro, mi mujer y yo teníamos que trabajar y el niño se quedaba acostado porque no éramos capaces de levantarlo de la cama. Y ahí está el problema, ya no tiene horarios ni responsabilidades, se pasa todo el día en la calle con gente como él, haciendo solamente cosas malas, y ahí es cuando empieza el infierno también para nosotros (Padre Centro Menores.
Otro padre relata:
(...) claro, el niño echó cuerpo y decía de aquí no me levanto y no me levanto. Al principio uno piensa que es una etapa que pasará, pero ves como poco a poco se va alejando más, pasa más tiempo en la calle, y ahí ya sí que no controlas lo que hace (Padre Centro Privado).
Teoría del alumno consumidor
En este caso, se considera que el consumo abusivo de sustancias (alcohol, cannabis y cocaína) con el grupo de amistades perjudiciales es la causa de la VFP, a lo que hay que sumar otros problemas convergentes como el fracaso escolar, el absentismo y el alejamiento de la rutas normativas de desarrollo evolutivo y la desconexión emocional de dos contextos esenciales en este periodo del ciclo vital, familia y escuela.
Para una madre, la explicación de la violencia de su hijo hacia ella se explica así:
Pues la perdición de mi hijo fue la droga, porque eso una madre lo sabe, y lo ves llegar a casa y te empieza a amenazar porque necesita dinero. Desde que mi hijo empezó a consumir más y más todo vino junto, no quería ir al instituto y en casa empezaron los gritos, levantar la mano (...) Se alejó de todos los que lo queríamos (Madre Centro Menores).
Otra madre refiere:
Yo no sabía a qué meterle mano primero, si llevarlo a Proyecto Hombre o internarlo por lo que nos estaba haciendo pasar. Yo creo que la droga hizo que todo se derrumbara: familia, estudios... (Madre Centro Privado)
Teoría de la acumulación de la tensión
En esta teoría se plantea la presencia de unos factores previos (o distales) que contribuyen a incrementar el malestar ("rabia") que, en ocasiones, se manifiesta en un problema de ajuste que conlleva, aunque no siempre, el consumo abusivo de drogas y, posteriormente, la VFP. Las variables antecedentes son la dificultad de los padres para hacer cumplir las normas y respetar los límites y la influencia de las amistades (negativas y de mayor edad) y otros modelos familiares con los que compararse. Estas últimas variables se relacionan con un cambio conductual y actitudinal del adolescente. En este modelo, la influencia de la variable "calle" y la pérdida de hábitos y referentes incrementan significativamente con el tiempo. El relato de los padres sugiere una dimensión temporal que incluye la presencia de precedentes y consecuentes.
Entre los relatos más llamativos de los padres que sugieren una teoría de acumulación de tensión, se encuentra el siguiente:
Yo pienso que mi hijo fue acumulando rabia contra nosotros. Claro, mi mujer y yo éramos los malos porque no le dábamos todo lo que pedía, porque le poníamos normas, porque le castigábamos, y en esa etapa él se juntaba con amigos que sus padres pasaban de ellos y les dejaban hacer lo que quisieran (.) pero claro, nosotros éramos los malos. Y toda esa rabia pues la va acumulando, y ya cuando empieza con los porros y lo que no son los porros, y todo el día sin saber dónde está, entonces ahí ya no tenemos nada que hacer (Padre Centro Privado).
Discusión
El objetivo de este estudio fue conocer las teorías implícitas acerca del inicio de la VFP que sustentan los padres que la han sufrido. Los resultados obtenidos permiten diferenciar tres teorías explicativas consideradas de gran interés: (a) la teoría del alumno ausente, (b) la teoría del alumno consumidor y (c) la teoría de la acumulación de tensión. En las dos primeras se optó por el sustantivo alumno por reflejar la enorme conexión intercontextos que, según los padres, existe en el inicio de la VFP. Es decir, los problemas manifestados en el contexto escolar (tanto como hijo y alumno) se asocian con el consumo, con frecuentar amistades negativas y con la desconexión de los procesos de desarrollo esperables para la etapa evolutiva por la que transitan.
Un aspecto importante a destacar es el acuerdo generalizado entre todos los padres sobre el inicio de la VFP al comienzo de la educación secundaria. En efecto, los padres coinciden en señalar la entrada en el instituto como el punto de inflexión o como un acontecimiento que precipita la expresión de conductas violentas hacia ellos. Por supuesto, la entrada al instituto coincide con el inicio de la adolescencia, un momento evolutivo de importantes transformaciones físicas y psicológicas en el ser humano, en el que también confluyen importantes cambios en el ámbito escolar y social que, para los padres, explican la conducta del menor.
La primera teoría explicativa, desde la perspectiva parental, viene a indicar que la causa principal de la violencia hacia ellos reside en las dificultades escolares. Gran parte de la investigación empírica coincide con esta idea. Así, Paulson et al. (1990) afirman que los jóvenes que agreden a sus padres tienen más probabilidad de aburrirse, faltar a clase y considerar sus esfuerzos de aprendizaje como poco importantes. Otros autores constataron que las conductas disruptivas en clase, el hacer novillos, ser expulsados del centro educativo y caer en el acoso al profesorado representan un importante predictor de conductas violentas hacia los padres, en ambos sexos de adolescentes (Kratcoski, 1985; Pagani, Larocque, Vitaro y Tremblay, 2003). Este resultado podría sugerir que los adolescentes cometen actos violentos contra figuras de autoridad de su contexto cotidiano como expresión de rechazo, cuestionamiento y agresión (Emler y Reicher, 1995, 2005). Se sabe que aproximadamente el 35.3% de menores que agreden a sus padres utilizan la violencia en el contexto escolar, ya sea hacia iguales o hacia el profesorado (Ibabe, Jaureguizar y Bentler, 2013b), y que solamente en el 5% de los casos se hace referencia explícita a una clara implicación de la familia en el proceso escolar del menor (Romero et al., 2005).
Por su parte, en la teoría del alumno ausente, destaca un factor que parece precipitar la violencia hacia los padres. Bajo el término "calle", los padres aluden a la influencia de amistades negativas, la implicación en actividades sin ninguna supervisión de adultos y la ruptura de hábitos saludables y funcionales. Cuando se contrasta este discurso con los resultados obtenidos en otras investigaciones, se observa de nuevo una coincidencia. En este orden de ideas, se ha observado que los jóvenes violentos en el hogar tienen relaciones familiares poco gratificantes, se identifican más con su grupo de pares que con sus progenitores y valoran a los amigos como los principales proveedores de apoyo emocional (Paulson et al., 1990). En esta línea, Ibabe et al. (2007) señalan que el 65% de los jóvenes que maltratan a sus progenitores se relacionan con grupos disociales y violentos; asimismo, un 61.4% y un 65.2% presentan conductas violentas hacia iguales y conductas violentas hacia adultos, respectivamente, en especial contra otras figuras adultas de autoridad como los profesores (Ibabe et al., 2013b; Jaureguizar, Ibabe y Straus, 2013).
En opinión de Cottrell y Monk(2004), el grupo de pares contribuye fundamentalmente a las agresiones que realiza un adolescente de dos formas, la primera alude al hecho de que los jóvenes que han sido victimizados por sus iguales podrían utilizar la conducta violenta contra sus padres como medio para compensar los sentimientos de impotencia y expresar su enfado en un contexto seguro (desplazamiento). La segunda hace referencia al hecho de que algunos grupos de compañeros actúan como modelos de violencia que pueden ser utilizados por los jóvenes como una estrategia efectiva para ganar poder y control en la relación con sus progenitores. También hay una serie de actividades prohibidas (abuso de sustancias, robo, absentismo escolar) llevadas a cabo con el grupo de iguales que, con frecuencia, generan luchas de poder en el hogar cuando los padres tratan de establecer límites más firmes, normalmente, cuando ya es demasiado tarde. Recientemente, Jaureguizar et al. (2013) encuentran que la presencia de conductas antisociales es una de las variables mediadoras más importantes entre las relaciones familiares y la VFP, destacando la importancia de profundizar en este tipo de estudios.
Otra de las variables que los padres resaltan en dos de los modelos explicativos es el consumo de drogas, al situarlo como factor antecedente de la VFP. Este dato coincide con los hallazgos obtenidos por la mayoría de los autores que estudian este tema, quienes destacan la influencia del consumo de drogas como factor desencadenante de la violencia, no obstante, hasta la fecha no se ha podido establecer una relación causal (Coogan, 2011; Ibabe, Jaureguizar y Bentler, 2013a; Jackson, 2003; Pagani et al., 2003), pero sí se ha podido establecer una relación con un consumo problemático (Calvete et al., 2013, 2014a). Por ejemplo, en el estudio realizado por Pagani et al. (2003) se encontró que el alto nivel de consumo de drogas (tanto alcohol como otras sustancias ilegales) era un predictor significativo de la violencia, fundamentalmente verbal, hacia las madres, explicando en torno a un 60% de la conducta violenta. Por su parte, Cottrell y Monk (2004) observaron que el 50% de los jóvenes agresores que conformaban la muestra de su estudio también consumían drogas.
Varios autores señalan que el abuso de alcohol y otras drogas no causa la violencia, sino que incrementa la probabilidad de que ocurra, así como la severidad con la que ocurre. Además, suelen ser los chicos más que las chicas quienes suelen ser violentos bajo sus efectos (Cottrell, 2001; Ibabe et al., 2013a; Walsh y Krienert, 2007).
Un aspecto común a las tres teorías implícitas, emergentes en este estudio, es que los padres consideran que los factores distales son externos al control de los hijos. A su juicio, la VFP resulta del fracaso escolar, de la elección inadecuada de amistades y del consumo de sustancias psicoactivas, lo cual conlleva el abandono de las pautas normativas que los padres consideran han transmitido a sus hijos. En consonancia, los padres no consideran que la conducta violenta sea la consecuencia de una enfermedad, rasgos de personalidad, etc. Los padres separan problemas y personas, no etiquetan al hijo sino a su conducta, liberándolo de cualquier responsabilidad, de la cual ellos también se excluyen, un aspecto abundantemente contrastado por los terapeutas familiares especializados en esta temática. Estos datos contradicen parcialmente los hallazgos de Calvete et al. (2014b), quienes encuentran que la atribución a las características temperamentales de los hijos para las madres y el mal funcionamiento de la ley y de las instituciones para los padres estarían explicando la conducta violenta de sus hijos. Ahora bien, en el presente estudio se encontró que las madres sí reportan que el cambio de amigos se relaciona con el inicio de la VFP. Este es un aspecto de gran interés y relevancia que merece una mayor exploración en futuras investigaciones.
Por otra parte, los factores que motivan la VFP también parecen ser externos a la vida familiar para los padres, un aspecto que a priori puede parecer paradójico puesto que los hijos expresan violencia hacia ellos. Únicamente en la teoría implícita de acumulación de tensión se considera que la violencia hacia ellos puede estar asociada con un estilo parental particular. Sin embargo, las teorías restantes ponen el foco en ámbitos ajenos al familiar y destacan la visión de la familia despojada de poder como un agente que poco puede hacer ante estos factores sino sufrir sus consecuencias. Esta victimización, aparentemente sin culpa, parece que desempeña un rol de protección para padres e hijos, particularmente, los protege de los procesos atribucionales de culpabilización, así como de la evitación del sentimiento de fracaso como educadores. Ahora bien, estas teorías de los padres se alejan sustancialmente de la evidencia empírica, en el sentido de que los estilos parentales en la VFP, sobre todo el permisivo-negligente y autoritario-punitivo, son las dimensiones más relevantes en la explicación de esta conducta (Calvete et al., 2014a; Routt y Anderson, 2011; Tew y Nixon, 2010). Una mayor profundización en este sentido sería recomendable, pudiendo analizarse los distintos estilos de socialización familiar, en relación con las distintas formas de intervención familiar en casos de VFP (negación, denuncia, internamiento, psicoterapia, etc.), así como al propio sentimiento de culpa y vergüenza.
Estos hallazgos pueden tener claras implicaciones para la práctica profesional, en la medida en que aportan ideas sugerentes para el trabajo terapéutico con las familias. Un primer aspecto que se debe trabajar a la luz de los resultados obtenidos es la toma de conciencia del papel desempeñado por los padres en la génesis de la VFP, no solamente como víctimas sino también como agentes socializadores cuyas prácticas educativas se relacionan con la conducta del menor. Este proceso de concienciación y asunción de la responsabilidad tiene el fin de salir del estado de víctimas y tomar conciencia de su papel como agentes del cambio en sus hijos. En este sentido, resulta de gran interés que las intervenciones vayan dirigidas a dotar a los padres de habilidades parentales encaminadas a establecer límites, evitar la excesiva indulgencia como el uso del castigo físico y mejorar la comunicación parento-filial.
Entre las limitaciones de este estudio deben señalarse que no se ha contado con las teorías de padres que no son víctimas de VFP y que sería interesante contrastar con las aquí descritas. Las razones por las cuales el presente estudio se centró en padres victimizados, es porque, con frecuencia, el hecho de ser víctimas dificulta que los padres expresen su experiencia y sus teorías implícitas al respecto, por tanto, el darle voz a las familias que están en tratamiento por este problema puede proporcionar información de gran importancia para la labor profesional relacionada con la mejora de la convivencia familiar.
Por otra parte, cabe recordar que el presente trabajo no encontró diferencias en las teorías mantenidas por padres y madres, ni entre los padres de ambos contextos evaluados (centro de menores y centros privados). Ahora bien, tampoco se consideraron otras variables como la configuración familiar (familias monoparentales, adoptivas y reconstituidas) ni otros contextos de evaluación, en especial, aquellas familias que tras haber denunciado actos violentos hacia ellos por parte de sus hijos, no están recibiendo ninguna ayuda (psicoterapéutica o judicial). Sería interesante explorar las vivencias y las teorías explicativas que estas familias mantienen para dar sentido a las experiencias vividas y enriquecer la comprensión alcanzada en este trabajo. Del mismo modo, sería importante explorar las características de aquellas familias capaces de solicitar ayuda en momentos tempranos, justo al inicio del surgimiento de la VFP y de aquellas en las que la agresora sea una menor.
En síntesis, una de las aportaciones de este estudio es posibilitar la comprensión de un fenómeno como la VFP y, de allí, sugerir algunas líneas de intervención en la VFP para la que aún no se cuenta con pautas de intervención consolidadas. En este sentido, los programas de intervención deben fomentar que los padres tomen conciencia del papel activo que pueden desempeñar en el tratamiento y en la prevención de estas conductas, lo que implica, sin duda, que el trabajo terapéutico deba realizarse con todo el sistema familiar.
Agradecimiento
Agradecemos la colaboración, compromiso y disponibilidad de las instituciones que apoyaron la realización de este estudio y que contribuyeron a dar a conocer a la comunidad científica la realidad de las familias que sufren VFP (Delegación General de Justicia Juvenil y Cooperación de la Consejería de Andalucía, Fundación Diagrama y del CIMI El Limonar y Centro de Terapia CEIBA). Igualmente, agradecemos a todos los padres y madres que nos han abierto las puertas a esa parte de su mundo que tanto sufrimiento les ha causado.
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