Introducción
Los seres humanos son organismos eminentemente sociales. Su día a día está organizado a partir de la interacción social (familia, empresas, colegios, universidades, equipos); incluso, en soledad piensan en otras personas y en cómo las otras personas piensan sobre ellos. Este complejo de sofisticadas interacciones sociales se conoce como cognición social (CS), que en esencia son procesos cognitivos que subyacen a atribuciones, creencias, intenciones y explicaciones sobre los demás y sobre sí mismos (Spaulding, 2018). En tanto que la Teoría de la Mente (ToM) forma parte de una de las habilidades sociales humanas más complejas, cuya capacidad consiste en la comprensión de falsas creencias, el engaño y la inferencia de estados mentales de otros (Adolphs, 2003; Baron-Cohen, Wheelwright, Hilll, Raste y Plumb, 2001). Es una habilidad compartida con otros animales; sin embargo, no está claro cómo se le da sentido al comportamiento observado por los demás; y menos aún, cómo lo hacen los otros animales (Schaafsma, Pfaff, Spunt y Adolphs, 2015). La ToM involucra una variedad de subfunciones cognitivas que incluyen procesos emocionales, de valoración motivacional orientados a objetivos, funciones asociadas con la creencia, el conocimiento del otro y de sí mismos (Schaafsma et al., 2015).
Tanto la CS como los subcomponentes de la ToM y la empatía son de interés para los científicos, cuyos estudios se han abordado desde modelos clínicos. Sin embargo, aún queda por demostrar la hipótesis de que el deporte es un modulador de procesos de CS, tales como la ToM y la empatía.
Un punto de partida para la definición de la ToM son los trabajos influyentes y pioneros de Premack y Woodruff (1978) en primates no humanos, y de Wimmer y Perner (1983) en niños. Desde entonces, la evidencia experimental sobre la ToM es diversa y heterogénea, a tal punto que dificulta la conceptualización de la ToM y los niveles que la subyacen (Apperly, 2012; Mitchell y Phillips, 2015; Schaafsma et al., 2015; Sink et al., 2015). Un cuestionamiento por resolver es identificar si varios dominios son similares a la ToM, o se pueden concebir como diferentes (Schaafsma et al., 2015). Algunos de estos dominios son: predicción de conductas, atribución de estados mentales, motivaciones, razonamientos morales, intenciones, procesamiento emocional, empatía y causalidad.
En consecuencia, las medidas sobre la ToM resultan siendo diversas y amenazadas por procesos de estandarización (Schurz, Radua, Aichhorn, Richlan y Perner, 2014), por lo que se dificulta tener un cuerpo del conocimiento sólido. Otros autores han considerado subcomponentes que subyacen en la ToM: cognitivos (conocimiento de las creencias y atribuciones sobre otros) y afectivos (apreciación empática y emocional sobre otros). Aunque se correlacionan, la evidencia muestra diferencias (Baron-Cohen et al., 2001; Kalbe, et al., 2007; Kalbe, et al., 2010; Mitchell y Phillips, 2015). Asimismo, el grado de la ToM cambia dependiendo de las tareas que la evalúen, pues estas difieren en cuanto a la toma de decisiones, la interactividad social y la incertidumbre, dimensiones que se deben considerar en la complejidad de este constructo (Rusch, Steixner-Kumar, Doshi, Spezio y Gläscher, 2020).
Sin lugar a dudas, la investigación empírica y teórica presenta varios retos. De momento, la evidencia parece señalar que la ToM no es un concepto unitario (Rusch et al., 2020). Modelos neurobiológicos suponen y respaldan una interacción compleja entre redes corticales y subcorticales (Abu-Akel y Shamay-Tsoory, 2011). Otra perspectiva sustenta que los humanos probablemente usan una combinación de estrategias que atraviesan procesos cognitivos y emocionales para descubrir las mentes de otras personas (Apperly, 2012). Paralelamente a la ToM, se vinculan la empatía y las relaciones construccionales en la interacción social, de modo que son variables objeto de estudio de forma simultánea (Gallant, Lavis y Mahy, 2020).
De igual manera, entre otros sistemas de interacción social, la empatía tiene relevancia en la CS. Se trata de un proceso afectivo y cognitivo en el que se comparten y se razonan los sentimientos de otra persona, independientemente de la valencia (positiva o negativa), con el conocimiento explícito de que el otro es el origen de esta emoción (De Vignemont y Singer, 2006). Si bien la relación socioafectiva y sociocognitiva se integran entre sí, la ToM y la empatía muestran distenciones de diferentes redes de orden neurobiológico validadas por las neurociencias sociales (Preckel, Kanske y Singer, 2018). Desde esta perspectiva, la empatía se entiende como un constructo de la CS, necesario para la comunicación social y el comportamiento altruista (Bernhardt y Singer, 2012; Decety, 2010; Lamm, Batson y Decety, 2007) que influye en la comprensión del estado emocional de la otra persona (Decety y Jackson, 2004). Hasta este punto, la empatía implica procesos cognitivos y emocionales compartidos con la ToM, lo que dificulta la distención conceptual.
No obstante, el sufrimiento y el dolor de los demás ‒un proceso complementario a la empatía‒ pueden provocar compasión. A diferencia de la empatía, la compasión no significa compartir el sufrimiento del otro, se caracteriza por sentimientos de calidez, preocupación y cuidado por el otro, así como una fuerte motivación para mejorar el bienestar del otro (Preckel et al., 2018). Según esta línea de investigación psicológica, una respuesta empática al sufrimiento puede dar lugar a dos tipos de reacciones: (a) angustia empática, que también se conoce como angustia personal; y (b) compasión, que también se conoce como preocupación o simpatía empática (Singer y Klimecki, 2014).
El deporte, así como la vida cotidiana, supone una exigencia de procesos sociales relacionados con la CS y la cognición corporeizada (Shapiro y Spaulding, 2019). Igualmente, es un modelo rico en el contexto de la interacción social, en el que se muestran comportamientos prosociales y antisociales (Bruner, Boardley y Côté, 2014), y comportamientos de alentar a los compañeros de equipo y ayudar a los jugadores lesionados (Van de Pol, Kavussanu y Claessens, 2020). De hecho, la cualificación del rendimiento deportivo, específicamente, está asociada con la CS, de tal modo que capacidades de empatía, coordinación, cooperación y anticipación de movimientos de oponentes son determinantes en el desempeño deportivo (Cappucio, 2019; Wimshurst, Sowden y Wright, 2016). En este sentido, se asume que la CS está vinculada a procesos corporales y de interacción social, apartándose de enfoques explicativos que subyacen a mecanismos cognitivos individuales (De Jaegher, Di Paolo y Gallagher, 2010).
Los actores sociales involucrados en el deporte (deportistas, entrenadores, jueces, familiares, espectadores, entre otros) establecen una compleja red de interacción social, cuya naturaleza es sensible al estudio de la CS (Moran y Toner, 2017).
Por lo anterior, existen varias razones para considerar el deporte una alternativa complementaria en los diseños de investigación que contribuyen a la explicación de la CS: (a) la investigación aplicada al deporte permite mejorar la validez ecológica en contraposición al control experimental observado en los modelos clínicos (Parsons, 2015); (b) el deporte puede ofrecer pistas en la comprensión de la CS, debido a la elaboración compleja, situada y contextual de la interacción social (Sedeño, Moya, Baker e Ibáñez, 2013); (c) el complejo procesamiento en el deporte pone en escena diversos comportamientos de interacción social, como la cooperación, la rivalidad, el engaño, la anticipación, la regulación emocional, la toma de decisiones, la comunicación y el comportamiento altruista; (d) el desempeño atlético exitoso requiere de precisión en muchos aspectos, entre estos, el procesamiento de la CS (Shapiro y Spaulding, 2019); y (e) la experticia motora de los deportistas de alto rendimiento en comparación de los no deportistas o deportistas novatos difiere en una amplia gama de procesos cognitivos, motores, físico-condicionales y neuronales (Farrow, 2014; Smith, 2016; Swann, Moran y Piggott, 2015; Wimshurst et al., 2016). Sobre este último punto se sustenta la presente investigación, ya que usa el paradigma metodológico de comparar deportistas con los no deportistas.
En deportistas, los diseños de investigación que usan modelos multivariantes identificaron la influencia del comportamiento de futbolistas sobre la empatía y la simpatía (Quintero, Gil, Vásquez y Alzate, 2020). De hecho, la manera en que jóvenes deportistas perciben los comportamientos prosociales y antisociales diarios de los compañeros de equipo predicen la identidad social con su equipo (Benson y Bruner, 2018). Mientras que en la empatía, el comportamiento es homogéneo entre estudiantes universitarios deportistas y no deportistas (Atan, 2017).
Por otro lado, algunas aproximaciones de la CS en el deporte han estado asociadas al rol arbitral. Sobre esto, se ha encontrado que diversos factores ambientales parecen afectar la interacción social entre deportistas y árbitros, e influir en la toma de decisiones y el desempeño arbitral, como los intentos de engaño y la trampa (Morris y Lewis, 2010), las vocalizaciones airadas por parte de los deportistas (Lex, Pizzera, Kurtes y Schack, 2015), el ruido y la decisión favorable para el equipo local (Nevill, Balmer y Williams, 2002).
No obstante lo anterior, en la línea de investigación entre cognición corporizada, CS y deporte persisten tres grandes cuestionamientos que requieren estudiarse: (a) gran parte del cuerpo del conocimiento para explicar la CS se ha sustentado desde modelos clínicos y neuropsiquiátricos (Baez et al., 2013; Green, Horan y Lee, 2015), desconociendo factores ambientales como el ejercicio físico y el deporte; (b) la escasa y dispersa investigación de la CS en ámbitos deportivos no permite señalar posibles tendencias ni tener un cuerpo de conocimiento más o menos sólido; y (c) las limitantes metodológicas respecto a la elegibilidad de los participantes, las medidas de la CS asociadas al uso de instrumentos de autoinforme que pueden generar sesgos de deseabilidad social y la necesidad de hacer análisis estadísticos multivariantes.
Para lograr cierta claridad frente a dichos cuestionamientos, este estudio comparó la CS, la ToM y la empatía en deportistas y no deportistas con medidas contextuales, siguiendo los trabajos de Baez et al. (2014), Decety (2010) y Preckel et al. (2018). Asimismo, se planteó la hipótesis de que la experticia motora y cognitiva de los deportistas de alto rendimiento es superior a la de los no deportistas. Dicha experticia asume que el procesamiento de la CS, específicamente en constructos de empatía y ToM, difiere entre deportistas y no deportistas. De aceptar la hipótesis, estos resultados suman evidencia aportando líneas de investigación sobre el papel moderador del deporte en las relaciones sociales. De igual manera, implicaciones socioeducativas se pueden derivar de programas deportivos escolares y sobre la salud, en particular, en programas de prevención, cuando dominios de la CS se ven afectados.
Método
Diseño
Para este estudio se utilizó un diseño transversal comparativo entre dos grupos: deportistas de alto rendimiento y no deportistas (Stockemer, 2019).
Participantes
Los dos grupos fueron seleccionados a través de un muestreo intencional y conforme a la disposición de cada voluntario. Se reclutaron 99 participantes de la ciudad de Pereira, Colombia. Por criterios de exclusión, no se consideraron cinco deportistas: tres con puntaje inferior a 23 en el Montreal Cognitive Assessment (MoCA), y dos no deportistas con valores atípicos. La muestra final fue de 94 (46 deportistas y 48 no deportistas) (Medad = 19.3, DE = 4.1).
Los criterios de inclusión para el grupo de deportistas fueron: (a) declarar ser deportista activo, (b) tener experiencia deportiva superior a un año, (c) estar federado en alguna disciplina deportiva de selección departamental y/o nacional, y (d) firma del consentimiento informado. Los criterios de exclusión fueron: (a) declarar alguna lesión motora o cerebral (deporte adaptado o paralímpico), y (b) puntaje inferior a 23 en el MoCA. La distribución por disciplinas deportivas fue: atletismo (n = 5), balonmano (n = 5), boxeo (n = 1), ciclismo (n = 1), esgrima (n = 1), gimnasia (n = 2), hapkido (n = 1), judo (n = 2), lucha (n = 2), natación (n = 14), rugby (n = 1), tenis de campo (n = 1), actividades subacuáticas (n = 2) y vuelo libre (n = 1). Además, los participantes autorreportaron haber competido en eventos nacionales (n = 12, 12.8%) e internacionales (n = 34, 36.2%).
Para los no deportistas se tuvieron como criterios de inclusión: (a) declarar no ser deportista, (b) no hacer algún tipo de ejercicio físico, (c) no hacer prácticas físico-deportivas en modalidad amateur durante los últimos dos meses, y (d) firma del consentimiento informado. El criterio de exclusión fue tener un puntaje corte inferior a 23 en el MoCA. En la tabla 1 se describen las características de edad, experiencia deportiva, género y nivel de escolaridad de ambos grupos.
Instrumentos
Cuestionario de características sociodemográficas.
Se diseñó un cuestionario ad hoc para obtener información con respecto al género, la edad y la escolaridad, y se indagó por el deporte, el nivel competitivo, la experiencia deportiva y la máxima categoría de competición.
Montreal Cognitive Assesment (MoCA).
El Montreal Cognitive Assesment (MoCA), adaptado y revisado en Colombia (Pedraza et al., 2014; 2016), es un test de tamizaje que evalúa diversas capacidades cognitivas (atención, memoria, abstracción, orientación visoespacial y funciones ejecutivas). Fue desarrollado originalmente para identificar las propiedades psicométricas en población con deterioro cognitivo (Nasreddine et al., 2005). Las revisiones psicométricas se han replicado en diferentes entidades nosológicas, las cuales han encontrado variaciones en los puntos de corte (O’Driscoll y Shaikh, 2017). En poblaciones de adolescentes, adultos y atletas respaldan revisiones psicométricas de validez y confiabilidad satisfactorias (Debert, Benson y Dukelow, 2013; Pike, Poulsen y Woo, 2017). En este estudio se asumió un punto de corte de 23 que sugiere bajo desempeño cognitivo para población colombiana (Gil, Ruiz de Sánchez, Gil, Romero y Pretelt-Burgos, 2014).
Test de las miradas.
Esta herramienta evalúa el componente afectivo de la ToM, entendida desde la visión de Baron-Cohen et al. (2001). A los participantes se les presentaron 36 fotografías de la zona de los ojos, y cada uno debía elegir, entre cuatro opciones, cuál representa mejor la expresión de la mirada de la fotografía. Con respecto a la calificación, se otorgó un punto por cada respuesta correcta. El rango normal fue de 22 a 30 aciertos, y la mayor puntuación fue de 36; es decir, a mayor puntaje, mejor nivel de empatía. El puntaje directo fue transformado a una escala estándar (porcentaje de respuesta = puntaje directo*36/100).
Empathy for Pain Task (EPT).
El EPT evalúa la empatía en el contexto de los daños intencionales, accidentales y neutrales (control). La versión completa consta de 25 situaciones animadas entre dos personas (Decety, Michalska y Kinzler, 2012). Para este estudio se usó la versión abreviada que consta de 11 estímulos en tres tipos de situaciones; además, contó con evidencias referidas al criterio (Baez et al., 2014). Las situaciones fueron: (a) neutral (tres ensayos), consiste en que una persona se encuentra en una situación que no involucra dolor (una persona recibe una flor); (b) situación de dolor accidental (cuatro ensayos), se trata de una situación dolorosa accidental causada por otro (una persona mueve un objeto y golpea a la otra); y (c) dolor intencional (cinco ensayos), tiene que ver con una persona que se encuentra en una situación dolorosa causada intencionalmente por otra (una persona agrede a otra con un cuchillo).
Después de la presentación de cada estímulo, se realizaron cinco preguntas, las cuales se calificaron en una escala de ±8 en clasificaciones de juicios. Se midió exactitud y puntuaciones en el juicio de las clasificaciones de acuerdo con tres aspectos: (a) cognitivos, intencionalidad (¿fue esto a propósito?) e intención del agresor en lastimar a la víctima (¿qué tan mala es la persona que hizo la acción?); (b) afectivos, preocupación empática (¿qué tan triste se siente por la persona lastimada?) y disconfort (¿qué tanta molestia siente por lo que pasó?); y (c) evaluación moral de la acción, castigo merecido por agresor (¿cuánto castigo daría a la persona que hizo la acción?) (figura 1).
Procedimiento
El estudio se desarrolló en tres fases, desde diciembre de 2018 hasta marzo de 2019, en la ciudad de Pereira, Colombia. En la primera fase se hizo el pilotaje, el entrenamiento de auxiliares de investigación y la verificación del protocolo de evaluación. Posteriormente, en la fase de recolección de datos de los deportistas, se convocaron dirigentes y/o entrenadores de diferentes ligas deportivas, logrando la autorización y el acceso a los deportistas, en el marco del convenio interinstitucional entre la Universidad Católica de Pereira y la Secretaría del Deporte de Risaralda. Conforme al anterior aval, y según la disposición del atleta de participar en el estudio, se acordaron el día y la hora de la evaluación. El protocolo de evaluación se realizó en los respectivos escenarios deportivos, según cada modalidad deportiva y antes del entrenamiento.
Cada protocolo se efectuó de manera individual y acompañada por un auxiliar de investigación. Este proceso fue similar para ambos grupos (deportistas y no deportistas) y tuvo el siguiente orden: firma del consentimiento informado, cuestionario ad hoc, MoCA, EPT y test de las miradas. Debido a que la calificación del MoCA no podía hacerse en el instante, todos los participantes completaron el total del protocolo. En el análisis de datos se excluyeron aquellos que tuvieron una puntuación inferior a 23. Los estímulos de las tareas del EPT y el test de las miradas fueron presentados en un computador portátil Toshiba® de 15”, con una ficha de calificación que el evaluador registró manualmente acorde a cada respuesta. El tiempo estimado por cada protocolo fue de 25 minutos aproximadamente.
Por último, en la fase de recolección de datos de los no deportistas, la muestra de los participantes se realizó después de obtener los datos de la cantidad, el promedio de edad y el nivel de escolaridad de los deportistas. Conociendo estos datos, se buscó que cada participante no deportista cumpliera con características similares para así controlar dichas variables. Se convocaron voluntarios de diversas instituciones educativas de la ciudad (colegios y universidades), y la selección fue por conveniencia e interés del participante en vincularse al estudio, asegurando el cumplimiento de los criterios de inclusión y exclusión.
Este estudio conservó las regulaciones de la Declaración de Helsinski (AMM, 2013) y los parámetros normativos nacionales (Colegio Colombiano de Psicólogos, 2016). Cada participante conoció los propósitos de la investigación y de manera explícita firmó un consentimiento informado. En el caso de los menores de 18 años, el acudiente o padre de familia avaló la participación.
Análisis de datos
Los datos fueron analizados a partir de la estadística descriptiva e inferencial mediante el paquete estadístico SPSS v.22 y JASP (jasp-stats.org). Se calcularon medidas de tendencia central de promedio y desviación estándar (M y DE). El análisis exploratorio de los datos permitió identificar cinco valores atípicos en los gráficos de caja y bigotes, dos de deportistas y tres de controles; los cuales por la calidad de los datos fueron eliminados. Se comprobaron los supuestos de normalidad de homocedasticidad. El análisis de las medidas del EPT se estimaron a través del Anova Factorial 3x2 (condiciones [neutral, accidental e intencional] x grupos [deportistas y no deportistas]). En los casos de no asumir la esfericidad esperada, se aplicó el estadístico de GreenHouse-Geisser. El análisis post hoc se realizó con el estadístico de Bonferroni, el tamaño del efecto estimado fue a través de eta al cuadrado parcial (ηp2), y d Cohen fue estimada con G*Power® (Faul, Erdfelder, Buchner y Lang, 2009). La comparación de medias en el test de las miradas (ToM) se estimó con el estadístico t de Student para muestras independientes, conforme a la comprobación de supuestos de normalidad y homocedasticidad. El valor aceptado fue de p < 0.05.
Resultados
Teoría de la Mente
Los puntajes de respuesta del test de la mirada de la ToM fueron más altos en los deportistas (M = 59.7, DE = 11.8), en comparación con los no deportistas (M = 56.4, DE = 14.3); sin embargo, en la comparación no se hallaron diferencias, t(92) = 1.21, p = 0.228, d = 0.25 (figura 2).
Empatía
Los datos descriptivos de las condiciones de empatía por el dolor, comparados entre deportistas y no deportistas se observan en la tabla 2.
De acuerdo con el Anova factorial 3x2, las condiciones de empatía por el dolor en la dimensión de aciertos en la intencionalidad por los grupos (deportistas y no deportistas) no fue significativo en la interacción, F (2, 92) = 0.127, p = 0.881, ηp2= 0.001. Los análisis post hoc se observan en la figura 3.
En la dimensión de preocupación empática se presentó un efecto en la interacción entre las condiciones y el grupo, F(2, 92) = 11.9, p = 0.000, ηp2= 0.115. En la dimensión Disconfort hubo un efecto en la interacción según las condiciones y el grupo, F(2, 92) = 4.21, p = 0.016, ηp2= 0.040. En la comparación post hoc se observaron diferencias en la condición neutral (p > 0.010). Mientras que en las dimensiones intención de lastimar y castigo no se presentó efecto en la interacción, F(2, 92) = 1.95, p = 0.145, ηp2= 0.021 y F(2, 92) = 1.77, p = 0.172, ηp2= 0.019, respectivamente. En la comparación post hoc de las dos últimas dimensiones (intención de lastimar y castigo), se observaron diferencias en la condición neutral (p > 0.005).
Discusión
El objetivo principal de este trabajo fue comparar la ToM y la empatía entre deportistas de alto rendimiento y no deportistas. Para ello, se plantearon dos hipótesis: la primera, que los deportistas tienden a tener un comportamiento de empatía diferente a los no deportistas. Los resultados mostraron que se cumplió parcialmente la hipótesis. En cuanto a la ToM, los datos descriptivos indicaron que los deportistas presentaron mejor desempeño en el test de las miradas, y se diferencian de los no deportistas. Respecto a la empatía, el efecto de interacción entre grupos y condiciones (neutrales, accidentalidad e intencionalidad) no fue significativo; de hecho, se observaron efectos significativos favorables para los deportistas ante los estímulos de condiciones neutrales.
La segunda hipótesis, que el deporte es un potente factor ambiental que puede favorecer la CS (para efectos del presente estudio, los componentes socioafectivos de ToM y empatía) y se enmarca en las exigencias cognitivas, emocionales y metacognitivas que ponen a prueba los esfuerzos y las habilidades de los deportistas durante la competencia y el entrenamiento deportivo (Cappucio, 2019; Moran, 2009; Moran y Toner, 2017; Shapiro y Spaulding, 2019). Sin embargo, estos datos ofrecen escaso respaldo para sustentar el rol moderador del deporte sobre la CS. Por un lado, la medida de ToM no generó diferencias en el desempeño de los deportistas. Por el otro, en la evaluación de la empatía, los datos indicaron que en condiciones de dolor intencional o accidental, no se muestran diferencias entre los deportistas. En coherencia con el planteamiento teórico, no hay suficiente respaldo y pocos estudios que puedan ayudar a esclarecer la cuestión.
Para explicar estos hallazgos, es necesario tener en cuenta: primero, la influencia de la evolución propuesta por la hipótesis del cerebro social (Adolphs, 2003); así que se puede considerar que cierto nivel de CS es general a los humanos y no varía por determinadas condiciones, como las interacciones sociales que incluyen la imitación, el aprendizaje social y la adquisición del lenguaje. Segundo, la dificultad de conceptualizar operativamente el constructo de CS (Mitchell y Phillips, 2015; Schurz et al., 2014; Yager y Ehmann, 2006); de manera que el amplio abanico de perspectivas conceptuales, validez de contenido y constructo es una discusión teórica que puede ser aclarada con estudios empíricos (Rusch et al., 2020; Schaafsma et al., 2015). Tercero, las medidas usadas pueden tener un sesgo del efecto techo, es decir, que las tareas usadas en este estudio observaron en promedio un alto desempeño en ambos grupos y poca varianza. En cambio, estas herramientas han mostrado sensibilidad y especificidad entre controles modelos clínicos (Baez et al., 2014; Preckel et al., 2018; Singer y Klimecki, 2014). El efecto techo, o efecto piso, se ha observado en medidas neurocognitivas aplicadas en población aparentemente sana (Aguirre-Loaiza et al., 2019; Barbosa de Lira et al., 2018; McMorris, Turner, Hale y Sproule, 2016). Cuarto, aunque se usaron instrumentos que superan la complejidad de los inventarios y se ubicaron en paradigmas contextuales, aún son necesarias nuevas herramientas que satisfagan exigencias en aplicaciones de la psicología del rendimiento.
Es importante anotar que, si bien la CS se puede desarrollar por factores ambientales (deporte), ciertas definiciones y subcomponentes de la empatía pueden, a su vez, ser contradictorios con los propósitos competitivos (Sezen-Balcikanli y Yildiran, 2012). Por ello, no se observaron diferencias significativas (Atan, 2017). Aunque estos datos están en línea con los antecedentes, es necesario explorar diseños metodológicos explicativos y controlados para dar mayores luces al efecto del deporte. Coherentemente, una propuesta interesante para considerar en aplicaciones del deporte responde a las dimensiones de interacción social e incertidumbre en la toma de decisiones en la ToM, propuestas por Rusch et al. (2020). El deporte puede cumplir con tales criterios, pues el deportista ha de adquirir habilidades para intuir las intenciones del adversario, anticiparse y contrarrestar sus acciones, mientras busca la manera de vencerle.
En este orden de ideas, también se percibe que la compleja, rápida y aguda interacción social envuelta en el deporte requiere de exigentes y óptimos procesos cognitivos relacionados con la CS. Por tal motivo, los deportistas que participaron en el estudio tenían nivel de alto rendimiento y competencias de carácter nacional o regional, y su nivel de escolaridad era similar a la muestra de no deportistas. Comparar deportistas de alto rendimiento con deportistas novatos o no deportistas puede contribuir en la descripción del rol del deporte sobre la CS, ya que la experticia de los deportistas hace destacar las diferencias psicológicas y cognitivas entre ambos grupos (Abreu et al., 2012; Biscaia, Coelho, Hernández-Mendo y Alves, 2018; Moran y Toner, 2017). Asimismo, otros reportes preliminares indican que a mejor desempeño cognitivo, mejor procesamiento emocional (Von Salisch, Hänel y Freund, 2013). En consecuencia, son necesarias medidas tanto conductuales y cognitivas como neurofisiológicas y objetivas, cuyo nivel de precisión permita contrastar empíricamente el deporte sobre la CS.
En cuanto a las limitantes del presente trabajo y las recomendaciones para futuros estudios, se tienen: el tamaño de la muestra fue limitada, por consiguiente, una cantidad de participaciones mayor mejoraría la potencia estadística. La amplia heterogeneidad de las disciplinas deportivas son un factor de confusión, por lo tanto, se sugiere centrarse en grupos de deportes o disciplinas deportivas (Arias, Cardoso, Aguirre-Loaiza y Arenas, 2016). Considerar el nivel de formación y de especialización deportiva (Arslanoglu y Mor, 2018), pues este estudio no tomó en cuenta dicha variable. Finalmente, ante la incapacidad de hacer relaciones causales, los diseños longitudinales y experimentales pueden develar el rol del deporte (incluso del ejercicio físico), sobre los procesos de interacción social envueltos en la CS; así como la especificidad de subcomponentes de ToM, empatía, falsas creencias y reconocimiento emocional (Aguirre-Loaiza et al., 2019).
Después de contrastar los hallazgos y delinear las limitaciones, se destacan las nuevas oportunidades para las neurociencias sociales, la cognición corporizada y la psicología del deporte y la actividad física en el abordaje de temas asociados a la CS. Las implicaciones de este estudio pueden verse desde dos principales fortalezas: (a) Los participantes corresponden a deportistas de alto rendimiento que actualmente están activos y compiten, lo que brinda una solidez ecológica; y (b) la oportunidad de vincular procesos de CS con muestras no clínicas, lo cual lo constituiría en estudio pionero desde esta perspectiva, principalmente, asumiendo alguna evidencia preliminar sobre factores ambientales, ecológicos y no invasivos, como el deporte, ante procesos de la CS y la empatía.
Estos hallazgos tienen implicaciones en los ámbitos de la salud, social y educativo, considerando el deporte, incluso en etapas de iniciación y formativas, como alternativa facilitadora de la interacción social y de los procesos que subyacen a la CS. También, explorar dominios de la CS con otros actores puede ser novedoso y prometedor; por ejemplo, en entrenadores (Ayala-Zuluaga, Aguirre-Loaiza, y Ramos-Bermúdez, 2015) y árbitros (Aguirre-Loaiza et al., 2020).
En conclusión, estos datos señalan que los deportistas, comparados con los no deportistas, no difieren en procesos de estados mentales sustentados desde la ToM. En cuanto a la empatía, se identificaron diferencias significativas en estímulos neutrales favorables para los deportistas; no obstante, en condiciones de accidentalidad e intencionalidad (estímulos que causan dolor a otro), el comportamiento fue homogéneo.
Por último, es importante tener en cuenta que si bien recientes aportes trazan prometedoras perspectivas de la CS y la cognición corporeizada en el deporte (Shapiro y Spaulding, 2019), la investigación sobre estas variables constituye una futura línea en la psicología del deporte (Moran y Toner, 2017).