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Universitas Psychologica

Print version ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.15 no.2 Bogotá Apr./June 2016

https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy15-2.edcm 

Edad de inicio en el consumo, motivos y cantidad de alcohol en la determinación de consecuencias en consumidores intensivos universitarios*

Age of Onset, Motives and Amount of Alcohol Consumed in the Determination of Consequences in College Binge Drinkers

Patricia Motos Selles**
María Teresa Cortés Tomás***
José Antonio Giménez Costa
****
Universitat de Valencia, España

*Artículo de investigación científica y tecnológica. Estos resultados forman parte de un proyecto de investigación sobre drogodependencias SPI/3462/2010 financiado por el Ministerio de Sanidad y Política Social de España.
**
Correo electrónico: patricia.motos@uv.es
***Profesora titular de Universidad. Vicedecana de prácticas. Facultad de Psicología. Universitat de Valencia. Correo electrónico: cortesm@uv.es
****Profesor ayudante doctor. Director de la Unidad de Prevención Comunitaria de Conductas Adictivas. Mancomunidad de la Canal de Navarrés. Correo electrónico: jagimene@uv.es

Recibido: 07 de mayo de 2015 Aceptado: 09 de mayo de 2016


Para citar este artículo:

Motos Sellés, P., Cortés Tomás, M.A.& Giménez Costa, J.A. (2016). Edad de inicio en el consumo, motivos y cantidad de consumo de alcohol en la determinación de consecuencias en consumidores intensivos universitarios. Universitas Psychologica, 15(2), 243-254. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.upsy15-2.edcm


Resumen

Las implicaciones clínicas y sociales derivadas del consumo intensivo de alcohol (CIA) en universitarios motivan la necesidad de analizar los factores que favorecen su aparición. Este estudio evalúa cómo influye la cantidad de alcohol ingerido, la edad de inicio en el consumo de esta sustancia y los motivos asociados a esta conducta en la presencia de un mayor o menor número de consecuencias psicosociales. 312 estudiantes de primero de la Universidad de Valencia que realizan CIA cumplimentaron el instrumento IECI (Cortés et al., 2012): autoregistro de consumo, motivos asociados a esta ingesta y consecuencias psicosociales derivadas. Se confirman resultados de investigaciones precedentes. Ambos sexos duplican los gramos de alcohol que definen un CIA. Aparecen diferencias en los efectos esperados en función del sexo, así como en la edad de inicio en el consumo y en el número de consecuencias experimentadas. Los análisis de regresión de orden jerárquico muestran la importancia de la edad de inicio y los motivos, por encima de los gramos consumidos, para dar cuenta del deterioro psicosocial generado por la ingesta. Esto apoya la necesidad de atender a la combinación de variables en la explicación y posterior intervención para paliar las consecuencias derivadas del CIA.

Palabras clave : universitarios; edad de inicio; motivos; consecuencias; consumo intensivo de alcohol; diferencias de género


Abstract

Drinking onset, motives and alcohol use in the prediction of alcohol-related problems in undergraduate binge drinkers. The clinical and social implications derived from binge drinking (BD) in university students cause the need to analyze the factors which contribute to its appearance. This research assesses the influence of the amount of alcohol consumed, drinking onset and the motives associated with this behaviour in the presence of a greater or least number of psychological consequences. 312 first year university students at Valencia University performing BD completed the IECI instrument (Cortés et al., 2012): self report about consumption, associated motives to their consumption and the psychosocial consequences. Results are confirmed by previous research. Both sexes double the grams of alcohol which define a BD. Differences appear in the expected outcome depending on the sex as well as the age at which they drinking onset and the number of experienced consequences. The hierarchical regression analysis shows the importance of the drinking onset and the motives, above the quantity of consumed grams, in order to report the psychosocial impairment generated by the intake. This supports the need to comply with the combination of variables in the explanation and subsequent intervention to alleviate the consequences of the BD.

Keywords : university students; drinking onset; motives; consequences; binge drinking; gender differences


Introducción

El consumo intensivo de alcohol (CIA) -ingesta de 60 gramos en varones y 40 gramos en mujeres, durante un intervalo de 2-3 horas- (Hingson, Assailly, & Williams, 2004; MSC, 2008; NIAAA, 2004) es una práctica generalizada entre los jóvenes (Anderson & Baumberg, 2006) ampliamente representada en población universitaria (Calafat, 2007; March et al., 2010; Parada et al., 2011).

En Europa, dos de cada diez jóvenes (14-24 años) reconocen ingerir alcohol de manera intensiva (European Union, 2010), llegando al 36% en el caso de los menores de edad españoles (OED, 2013). Además, la prevalencia de consumo intensivo se incrementa con la edad, tal como queda reflejado en el porcentaje de jóvenes que durante el último mes consumieron alcohol -de 57.1% a los 14 años y a 74.9% a los 18 años- (OED, 2011). Hay que advertir que a pesar de ser cada vez más homogéneo el número de varones y mujeres que realizan esta ingesta, al evaluar la cantidad de gramos de alcohol consumidos y la frecuencia con la que se hace, en todos los casos los varones muestran mayores índices (Cortés, Espejo, & Giménez, 2007; Cortés, Giménez, Motos, & Cadaveira, 2014; O'Malley, & Johnston, 2002; Wechsler, Dowdall, Davenport, & Castillo, 1995).

Este patrón de consumo se asocia a múltiples problemas biopsicosociales (Martens et al., 2005; Neighbors, Walker, & Larimer, 2003; Ray, Turrisi, Abar, & Peters, 2009), entre los que destacan los síntomas de intoxicación, problemas académicos o profesionales, problemas interpersonales, verse envuelto en conductas sexuales sin protección o no planificadas, conducir bajo los efectos del alcohol, meterse en peleas, sufrir lesiones, tener problemas legales o incluso causar daños a terceros (Cortés, 2010; Hingson, Zha, & Weitzman, 2009; Kahler, Strong, & Read, 2005; Mallett et al., 2011; Shield, Gmel, Patra, & Rehm, 2012; Wechsler & Nelson, 2010). Además, se ha demostrado, por un lado, que un aumento en el consumo de alcohol se relaciona también con un mayor número de problemas (Borsari, Neal, Collins, & Carey, 2001; Cortés et al., 2012) y, por otro lado, que el consumo explica sólo una parte de la varianza de las consecuencias (Borsari et al., 2001; LaBrie & Pedersen, 2008; Mallett et al., 2011; Neighbors et al., 2003). Por todo ello, la identificación de otros predictores resulta de especial interés.

Neighbors, Lee, Lewis, Fossos, & Larimer (2007) identificaron los motivos asociados al consumo por parte de los universitarios como uno de los predictores importantes a tener en cuenta. Concretamente, fueron los motivos de afrontamiento ("me ayuda cuando me siento deprimido o nervioso"; "me ayuda a sentirme más seguro de mí mismo", etc.) los que se relacionaron directamente con la aparición de problemas (Conrod, Stewart, Comeau, & Maclean, 2006; Cooper, 1994; Hauck-Filho, Teixeira, & Cooper, 2012; Martens, Rocha, Martin, & Serrao, 2008; McCabe, 2002; Neighbors et al., 2007), mientras que los motivos sociales ("me ayuda a disfrutar de la fiesta"; "me ayuda a relacionarme mejor con los demás", etc.) y de mejora del estado de ánimo ("me produce euforia", "me anima", etc.), que son los predominantes entre consumidores, se relacionaron con la conducta de consumo (Cooper, 1994; Martens et al., 2008; McCabe, 2002).

Además, no puede obviarse que al evaluar los motivos hacia el consumo de alcohol se aprecian, en la mayoría de las ocasiones, diferencias en función del género (Neighbors et al., 2003; Read, Wood, Lejuez, Palfai, & Slack, 2004; Valdivia & Stewart, 2005). Los varones recurren al consumo como un mecanismo de afrontamiento, de reconocimiento social y de mejora en las relaciones sexuales (Ba-lodis, Potenza, & Olmstead, 2009; Harrell & Karim, 2008; Nolen-Hoeksema, 2004), pero también buscando la embriaguez o los efectos de mejora que asocian al consumo de esta sustancia: euforia, diversión, etc. (Makela & Mustonen, 2000). Por otro lado, las mujeres buscan mejorar sus relaciones sociales y su capacitación sexual (Ham & Hope, 2003; Mooney, Fromme, Kivlahan, & Marlatt, 1987).

Otro de los factores de riesgo asociado a la aparición de trastornos por consumo de alcohol es la edad en la se inicia la ingesta (Jenkins et al., 2011; Pitka-nen, Lyyra, & Pulkkinen, 2005; Warner, White, & Johnson, 2007). Al respecto, se encuentran tanto estudios que demuestran esta relación (Bonomo, Bowes, Coffey, Carlin, & Patton, 2004; Hingson & Zha, 2009; Livingston, Laslett, & Dietze, 2008; Pilatti, Caneto, Garimaldi, Del Valle, & Pautassi, 2013), como otros que la ponen en entredicho, vinculándola con otras variables (Afitska, Plant, Weir, Miller, & Plant, 2008; Dawson, Goldstein, Chou, Ruan, & Grant, 2008; Rossow & Kuntsche, 2013). Esto ha motivado que actualmente se continúe investigando el influjo de la edad de inicio como posible factor que contribuye al incremento en la probabilidad de aparición de consecuencias.

La presente investigación trata de evaluar el peso de la edad de inicio en el consumo de alcohol, los motivos y la cantidad de esta sustancia ingerida en la determinación del número de consecuencias experimentadas por jóvenes universitarios consumidores intensivos. Se considerará en todo momento una perspectiva de género, atendiendo a las diferencias entre varones y mujeres, tanto en la cantidad de consumo como en los motivos asociados al mismo.

Método

Participantes y procedimiento

La muestra se ha obtenido a partir de la población de estudiantes de primer curso de cuatro titulaciones de la Universitat de Valencia que aceptaron colaborar en la investigación (Psicología, Logopedia, Trabajo Social y Criminología). En cada una de ellas se seleccionaron dos grupos (uno de mañana y otro de tarde).

La información se recogió mediante un instrumento que los estudiantes autocumplementaron en las aulas, en horario lectivo, estando presente el investigador o algún colaborador entrenado. La participación fue anónima y voluntaria.

Del total de estudiantes encuestados (n = 380) se consideran en este estudio sólo los jóvenes entre 17 y 19 años que realizan CIA. La muestra final la componen 312 sujetos (66% mujeres; 34% varones), con una media de edad de 18.33 años (DT = 0.473).

Variables del instrumento

- Edad de inicio. Los jóvenes indicaron la edad en la que se iniciaron en el consumo de alcohol por decisión propia.

- Patrón de consumo. Se pidió que registraran el número de veces que ingerían alcohol durante los últimos seis meses y en una tabla elaborada ad hoc que anotaran el número de consumiciones ingeridas cada día de una semana de consumo habitual durante esos seis meses, siguiendo un procedimiento similar a Neighbors et al. (2007). También registraban el tipo de alcohol consumido y la hora en la que realizaba cada ingesta. Toda esta información permitió, tomando como referencia las Unidades de Bebida Estándar en España (Rodríguez-Martos, Gual, & Llopis, 1999), calcular los gramos de alcohol ingeridos en cada consumición. A partir de los mismos se generaron diferentes variables: "suma de gramos diarios", "suma de gramos semanales" y "tipo de consumo" (CIA-NoCIA). Para obtener esta última variable se calcularon los gramos máximos consumidos durante el intervalo de 2 a 3 horas de mayor consumo, etiquetando como consumidor intensivo de alcohol a aquellos chicos que alcanzaban 60 o más gramos de alcohol y a aquellas chicas que alcanzaban 40 o más gramos (MSC, 2008).

- Motivos. Se utilizó el apartado correspondiente a motivos del Instrumento de evaluación de consecuencias derivadas del consumo intensivo de alcohol (IECI) (Cortés et al., 2012), elaborado y validado en población española. Los participantes indicaban en una escala Likert de once puntos si estaban "de acuerdo" (10) o en "desacuerdo" (0) con una serie de dieciséis motivos sobre los posibles efectos buscados al consumir alcohol [Beber ME... (.. .anima, alegra, produce euforia; ...permite confiar más en mí mismo; ...ayuda a relacionarme con los demás; etc.); Bebo PORQUE... (.es divertido; .. .es habitual hacerlo en ocasiones especiales;... me ayuda a aguantar más tiempo de fiesta; etc.) y Bebo PARA... (.emborracharme; etc.)]. Esta escala presenta buen ajuste en todos los estudios realizados, oscilando el alfa de Cronbach entre 0.900 y 0.913 (Cortés et al., 2012; Motos, 2013). - Consecuencias. Se evaluaron con el apartado correspondiente del mismo instrumento (IECI) (Cortés et al., 2012). La escala incluye 30 ítems que hacen referencia a síntomas físicos ("he tenido resaca, mareos y vómitos"; etc.); pérdida del control ("he bebido más de lo planeado"; etc.); conductas de riesgo ("he realizado prácticas sexuales de riesgo"; etc.); dependencia física ("necesito mayor cantidad de alcohol que hace unos años"; etc.); autopercepción ("consumir alcohol me hace sentir culpable"; etc.); consecuencias académicas o profesionales ("he descuidado mis responsabilidades a causa de la bebida"; etc.); consecuencias socio-interpersonales ("cuando bebo digo cosas de las que luego me arrepiento"; etc.) y otras consecuencias ("tener problemas económicos a causa de la bebida"; etc.). Todos ellos se responden mediante una escala dicotòmica (Sí/No). Tanto para varones como mujeres una puntuación entre 8 y 13 es indicativo de consumo intensivo. Esta escala ha mostrado buen ajuste en estudios previos, alcanzando un alfa de Cronbach superior a 0.807 (Cortés et al., 2012; Motos, 2013).

En el presente estudio se calcula la suma de todas las consecuencias que cada joven señalaba haber presentado en los últimos seis meses, constituyendo la variable "número de consecuencias".

Análisis de datos

Mediante el paquete estadístico IBM SPSS Statistics 19 se llevaron a cabo análisis descriptivos de las variables de "consumo intensivo", "consumo semanal", motivos hacia al consumo y "número de consecuencias" asociadas al mismo para la muestra general y por sexos. Además, para comprobar la posible existencia de diferencias en función del género se efectuaron comparaciones de medias en estas mismas variables.

A continuación, se examinaron las correlaciones de orden cero entre la suma total de consecuencias, la cantidad de consumo semanal y cada uno de los 16 motivos. Esto permitió confirmar qué elementos estaban más fuertemente asociados con las consecuencias e identificar variables que presentasen relaciones bivariadas imprevistas.

En los análisis posteriores se eliminaron dos de los motivos que no correlacionaron significativamente con el total de consecuencias. A partir de los 14 restantes, se calculó la variable "suma de motivos" para este estudio.

Como paso previo a los análisis de regresión, se aplicó la transformación de Blom (1958) a todas las variables continuas utilizadas en los mismos con el fin de evitar los sesgos en las frecuencias de las medidas y de mantener la coherencia de los datos. Mediante este método los casos son ordenados por rangos, el rango de cada caso se convierte en un percentil y finalmente se normalizan las medidas. El resultado es una puntuación ^ de rangos, que reduce al mínimo el impacto espurio de los casos extremos.

Se llevaron a cabo tres análisis de regresión de orden jerárquico (uno para el total de la muestra y uno para cada sexo) para detectar las contribuciones únicas de las variables de "gramos semanales" y "suma de motivos" sobre la "suma de consecuencias". Estas dos variables se introdujeron en dos pasos separados (pasos dos y tres). En el primero se introdujo la edad de inicio en el consumo como variable a controlar en la primera etapa, al existir diferencias estadísticamente significativas en función de la misma tanto para el género [t(305) = 2.155, p = 0.032], como para el total de "gramos semanales" [F(8.298) = 4.396, p = 0.001] y la "suma de motivos" [F(8.298) = 2.444, p = 0.014].

Resultados

Como recoge la tabla 1, los varones consumen significativamente más gramos de alcohol a la semana y más gramos de alcohol en una sesión CIA que las mujeres.

Si se atiende a los motivos que presenta este colectivo respecto a su consumo, se aprecia que, en principio, consumen alcohol para mejorar sus relaciones sociales (facilita poder hablar con los demás; ayuda a relacionarme con los demás; ayuda a aguantar más tiempo de fiesta) y su estado emocional (anima, alegra, produce euforia; hace sentir bien; es divertido; me gusta la sensación que produce). En segundo lugar destaca el afrontar situaciones estresantes o emociones negativas (hacer o decir cosas que no haría; perder la noción del tiempo).

Únicamente aparecen diferencias significativas por sexos en cuatro de los motivos analizados, dos de ellos con puntuaciones inferiores a 4: "es la manera como se celebran las cosas" (p = 0.001) y "permite arriesgarme más con el sexo" (p = 0.014), ambas con medias superiores en los varones.

También estos últimos manifiestan, significativamente por encima de las mujeres, que consumen alcohol porque lo hacen la mayoría de sus amigos cuando salen de fiesta (p = 0.008). En el caso del motivo de mejora de las relaciones sociales, son las mujeres las que reconocen con mayor intensidad que beben alcohol porque les facilita hablar con los demás (p = 0.039).

Respecto a las consecuencias asociadas al CIA, la media de problemas experimentados en los últimos seis meses para la muestra total es superior a 9 (M = 9.86, DT = 4.63). También en este caso aparecen diferencias significativas entre sexos, siendo los varones los que experimentan mayor número de consecuencias que las mujeres (11.11 frente a 9.19 respectivamente; t (310) = -3.395, p = 0.001).

En la tabla 2 se muestran las correlaciones entre las consecuencias experimentadas, los gramos semanales consumidos y los 16 ítems de la escala de motivos en general y separados por sexos.

La suma del consumo semanal correlaciona positiva y significativamente con el número de consecuencias experimentadas, tanto en el total de la muestra como en el grupo de mujeres.

Del conjunto de motivos, únicamente dos de ellos no correlacionan con el número de consecuencias experimentadas en la muestra total ("hace sentir bien" y "facilita poder hablar con los demás"), los cuales se eliminaron en los análisis posteriores. Asimismo, entre las mujeres, dos de los motivos no correlacionan con el número de consecuencias. En este caso coincide con la muestra total en el ítem "hace sentir bien", aunque no resulta significativo el hecho de que el alcohol "ayuda cuando se sienten deprimidas o nerviosas".

Para los varones, únicamente seis de los 16 motivos muestran correlaciones significativas: "permite confiar más en mí mismo", "permite arriesgarme más con el sexo", "es divertido", "me ayuda a aguantar más tiempo de fiesta", "me gusta la sensación que produce y para emborracharme".

Las tablas 3, 4 y 5 presentan los resultados de los análisis de regresión de orden jerárquico para predecir las consecuencias derivadas del consumo de alcohol, tanto para la muestra global como para cada uno de los sexos.

La variable edad de inicio incluida en el primer paso de los tres análisis resulta significativa en todos los casos, explicando un 8% de la varianza para el total de la muestra, un 9.6% para los varones y un 5.7% para las mujeres.

La cantidad de alcohol consumida a la semana, introducida en el segundo paso, también resulta significativa para la muestra total y para las mujeres, aunque no para los varones. Para el total, la cantidad de varianza aportada a la predicción de las consecuencias es de 6.1%, y para las mujeres de 5.1%, disminuyendo hasta 2.9% en el caso de los chicos.

En el último paso se incluye la suma de los 14 motivos que han resultado significativos en la correlación con las consecuencias. En este caso, los porcentajes de varianza en los tres análisis efectuados también resultan significativos. Para la muestra global aporta un 6.3% de la explicación de las consecuencias. Por sexos la contribución es superior en las chicas (8.3%) que en los chicos (4.9%).

Como resumen general de los tres análisis ejecutados, el modelo total aporta a la predicción de la varianza un 20.4% para la muestra general. Este porcentaje es un punto superior al del subgrupo de las mujeres (19%) y tres puntos cuando se compara con el de los varones (17.4%).

Discusión y conclusiones

La Comisión Clínica del Plan Nacional sobre Drogas (2007) señaló como bebedor de riesgo la persona que consume 28 UBE/semana en el caso de los varones y 17 UBE/semana en las mujeres. En la muestra de jóvenes analizada no se llega a alcanzar estos niveles de ingesta, pero no hay que olvidar que entre los menores de edad cualquier consumo se considera de riesgo (Anderson & Baumberg, 2006; MSC, 2008), lo que incluye a una parte de la muestra evaluada en este trabajo.

Si analizamos el consumo intensivo, la cantidad de alcohol que ingiere la muestra estudiada dobla el límite establecido por el Ministerio de Sanidad y Consumo (2008) -60g/40g-, coincidiendo con los resultados obtenidos en investigaciones anteriores (Cadaveira, 2010; Cortés, Espejo, & Giménez, 2008; Cortés, 2012; Cortés et al., 2014; Giménez, 2011; Motos, 2013; White, Kraus, & Swartzwelder, 2006).

Cuando se atiende a los motivos, en general prima la búsqueda de los efectos de mejora del estado de ánimo y de las relaciones sociales, confirmando nuevamente resultados previos (Hauck-Filho et al., 2012; Lyvers, Hasking, Hani, Rhodes, & Trew, 2009; Martens et al., 2008; Neighbors et al., 2007). Esta realidad señala la necesidad de proponer actividades, independientemente del sexo, que les ayuden a tomar conciencia de la subjetividad con la que evalúan los efectos derivados del consumo de alcohol. Los jóvenes obvian que se trata de una sustancia depresora, con la que difícilmente se podrán obtener estos efectos realizando ingestas tan elevadas.

Aunque se aprecia una homogeneización en la mayoría de los motivos evaluados, destacan todavía los varones en algunos como arriesgarse con el sexo (Balodis et al., 2009; Harrell & Karim, 2008; Nolen-Hoeksema, 2004) y sucumbir a la presión social (Cortés, 2010). En el caso de las chicas predomina la mejora de las relaciones sociales (Ham & Hope, 2003; Mooney et al., 1987). Estos resultados apuntan la necesidad de trabajar grosso modo el mismo tipo de motivos en ambos sexos, ya que las diferencias aparecen en variables con menor peso.

Por otra parte, en la muestra general, y en el caso de las mujeres en particular, se confirma una relación positiva y significativa entre la cantidad de alcohol ingerida y el número de consecuencias experimentadas (Martens et al., 2005; Neighbors et al., 2003; Ray et al., 2009). Llama la atención que precisamente entre los varones no se confirme esta relación cuando son los que más consumen y los que mayor número de consecuencias manifiestan. Esto puede ser debido principalmente a dos aspectos: por un lado, a un problema de tamaño muestral, lo que requeriría una mejora en futuras investigaciones, y, por otro lado, a la evidencia de que son un conjunto de variables, no sólo la cantidad de consumo, las que permiten explicar el deterioro psicosocial (Borsari et al., 2001; LaBrie & Pedersen, 2008; Mallett et al., 2011; Neighbors et al., 2003). Entre ellas, la edad de inicio adquiere importancia para todos los grupos como factor de riesgo, lo que refuerza la investigación precedente que muestra cómo un inicio precoz se vincula con un mayor número de síntomas propios del consumo (Hingson, Zha, & Wheitzman, 2009; Jenkins et al., 2011; Livingston et al., 2008; Pilatti et al., 2013; Warner et al., 2007). En el caso de los varones, esta variable alcanza más peso que la propia cantidad de alcohol consumida, mientras que en las mujeres el porcentaje explicado es similar en ambas variables.

De ahí la necesidad de potenciar intervenciones en prevención universal que refuercen un retraso en la edad de inicio del consumo de alcohol, haciendo hincapié en aquellas que han mostrado su eficacia, como los controles legales (EMCDDA, 2009). Este tipo de medidas serían recomendables para mujeres y de manera mucho más acentuada para los varones.

Junto con la edad de inicio, los resultados confirman la importancia de los motivos por los que se consume a la hora de explicar las consecuencias de dicha ingesta para ambos sexos, aunque es entre las mujeres donde adquieren mayor peso explicativo, especialmente los motivos de afrontamiento ("hacer o decir cosas que no harían estando sobrias" y "perder la noción del tiempo"). En el caso de los varones también predominan la búsqueda de la embriaguez y la sensación que produce el consumo de esta sustancia.

Estos resultados confirman, en el caso de las mujeres, la investigación precedente (Conrod et al., 2006; Cooper, 1994; Hauck-Filho et al., 2012; Martens et al., 2008; McCabe, 2002; Neighbors, et al., 2007), pero en varones abren una nueva vía de exploración al relacionarse los motivos de mejora con problemas derivados del consumo.

En este sentido, trabajar los motivos es un aspecto a considerar en las actuaciones que buscan paliar las consecuencias del consumo intensivo. Además, es importante apuntar que teóricamente los motivos pueden ser más fácilmente maleables en respuesta a las intervenciones (Martin, 2011). Un reciente meta-análisis que incluye 62 estudios sobre intervenciones realizadas con universitarios consumidores (Carey, Scott, Carey, & DeMartini, 2007) sugiere que los tratamientos que obvian el cambio de motivos son menos eficaces que los que no lo hacen.

En futuras investigaciones sería importante tratar de incrementar la varianza explicada de la gravedad del consumo (en nuestro caso medido por el número de consecuencias) incluyendo la evaluación de otras variables explicativas, como las normas percibidas sobre la ingesta de alcohol por parte del entorno (Neighbors et al., 2007) o variables de personalidad (Carlson & Johnson, 2012; Cortés et al., 2014), las cuales han mostrado su eficacia de manera independiente.

Asimismo, sería necesario ampliar la muestra no sólo en tamaño y mejor equilibrio entre sexos, sino incluyendo grupos poblacionales diferentes a los universitarios, lo que facilitaría la generalización posterior de resultados.

Este trabajo apoya la investigación que señala la necesidad de tener en cuenta no sólo la cantidad de alcohol ingerida como determinante en la aparición de consecuencias, sino otros factores como los motivos y la edad de inicio en el consumo. Aunque también remarca la necesidad de considerar un mayor número de variables para incrementar el porcentaje de varianza explicada, facilitando, de este modo, un mejor ajuste de la intervención psicosocial a realizar en estos colectivos.


Referencias

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