Introducción
En México, la Encuesta Nacional de Drogas Alcohol y Tabaco (Encodat) reportó que Jalisco (15.3 %), Quintana Roo (14.9 %) y Baja California (13.5 %) concentran los porcentajes más altos de consumo (“alguna vez”) de cualquier droga ilegal, en la población de 12 a 65 años, en comparación con la prevalencia nacional (9.9 %). Pero, en el último año, sólo Baja California, con 4.4 %, tiene una prevalencia mayor a la nacional que es de 2.7 % (Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz [INPRFM], 2017).
En Baja California el consumo de drogas es una preocupación latente, así lo muestra el estudio realizado por el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública (2017) cuyos resultados arrojan que al 42 % de los habitantes les preocupa que un miembro de su hogar caiga en la drogadicción, mientras que el 36.9 % considera que el consumo de drogas es una de las principales causas de la inseguridad en el estado. Así mismo, el Instituto de la Mujer del estado de Baja California (2018), advierte que entre los factores de riesgo de la localidad se encuentran la drogadicción, el narcotráfico y el pandillerismo, entre otros.
De acuerdo con el Gobierno del Estado de Baja California (2020), la inseguridad, la delincuencia, el crimen organizado, el narcomenudeo y la adicción a las drogas son problemáticas que progresivamente se han incrementado tanto en las zonas urbanas como en las rurales, afectando principalmente a la juventud y a las familias. Muestra de ello es que la entidad ha permanecido durante décadas entre los cinco estados con mayor incidencia delictiva, solo después del Estado de México, Ciudad de México, Jalisco y Guanajuato. Aunque en comparación con estos estados, Baja California es la entidad que registra la mayor tasa de delitos (tres mil 107 delitos por cada 100 mil habitantes). Para el Gobierno de Baja California:
Es significativa la correlación que existe entre la mayoría de las víctimas de homicidio con los delitos de narcomenudeo y trasiego de la droga, estas actividades delictivas generan conflictos de poder entre los grupos de la delincuencia organizada que en su mayoría lo resuelven victimando a sus opositores (p. 110-111).
El discurso oficial presume la participación de las víctimas de homicidio en actividades ilícitas. Este discurso permea hacia los medios de comunicación y nutre los conocimientos locales con respecto a este delito. Vinculado al narcotráfico se encuentra el consumo de drogas, ante el cual los adolescentes y jóvenes son grupos de especial interés. Como reportan Faria et al. (2015), la cotidianidad del consumo de drogas en el barrio, en las calles y en las familias, aunado a la presencia de narcotráfico en la comunidad, puede llevar a diversas vulnerabilidades en la etapa de la adolescencia, así como facilitar la normalización del consumo de drogas debido al fácil acceso, incentivando su uso temprano. Al respecto, la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (Encode) reportó que el 14.2 % de los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato en Baja California había consumido drogas alguna vez en la vida y que el 11.6 % había consumido drogas ilegales. En cuanto a la edad de inicio, el 34.8 % indicó su primer consumo entre los 13 y 14 años (INPRFM et al., 2015).
La universidad, tradicionalmente considerada como un espacio educativo, de formación, civilidad y seguridad, ha sido penetrada por el narcomenudeo. Los jóvenes universitarios se enfrentan a la oferta constante de drogas tanto legales como ilegales al interior de los campus universitarios desde hace varios años (Mota et al., 2017). El consumo de drogas en jóvenes universitarios es una problemática recurrente y actual que requiere intervención no solo en las comunidades locales, sino al interior de los planteles educativos.
En el caso de los jóvenes universitarios de Baja California, se reporta que el 3.2 % de los estudiantes universitarios de primer ingreso registran dependencia al alcohol y el 3.4 % dependencia a las drogas (INPRFM, 2019). Dado que el consumo de drogas y alcohol constituye un factor de riesgo, ya sea como factor de exposición a situaciones de mayor vulnerabilidad o como detonador de conductas delictivas, incluyendo el narcotráfico (Instituto Nacional de las Mujeres [Inmujeres], 2017); para algunos jóvenes que participan en el narcomenudeo, su trayectoria de consumo puede coexistir con su trayectoria escolar y evolucionar hacia la venta de drogas justamente en el entorno escolar.
Estudios previos muestran importantes hallazgos sobre las representaciones de jóvenes en torno al narcotráfico. Moreno et al. (2014) identificaron cinco grandes categorías: como una actividad económica, como un problema social, como una actividad ilícita, como elemento cultural, y centrándose en los atributos o características de los narcotraficantes. Por su parte, Almanza et al. (2018) encontraron que el narcotráfico es considerado como una actividad delictiva que se ha diversificado para incluir otros delitos asociados con la violencia y el daño a los demás, y que la incorporación de jóvenes al narcotráfico se limita cuando lo perciben como un delito.
En Baja California, las representaciones sociales del narcotráfico lo describen como un delito, sumamente redituable, riesgoso, reprobable, que afecta la seguridad pública, que constituye un crimen contra la juventud, que es una realidad cercana al mundo universitario y al que es fácil entrar. De hecho, para los jóvenes existe el término de “narcojunior”: un joven adinerado, estudiante de universidad o preparatoria privada, que se mueve en el mundo del narco (Ovalle, 2007).
Pero el narcotráfico no solo es una actividad ilícita del crimen organizado que genera ganancias millonarias a nivel mundial. Para Christiansen (2016) el narco:
…es una forma de vida, arraigada en (y propulsora de) ideas, sensaciones y quehaceres que lo vuelven una cuestión compleja. No satisface una sola necesidad, sino múltiples. No cumple un mandato cultural, sino diversos. No desafía una forma de ver la realidad, sino varias. No se reproduce en función de unos pocos individuos demencialmente agresivos y codiciosos, sino de un amplio conjunto social que simultáneamente condena la industria de la muerte (“Narcoinfierno”) pero admira el paraíso de los placeres (“Narcolandia”) (p. 130).
Para Haidar y Chávez (2016) el narcotráfico es una semiósfera de la anticultura. Concibiéndolo así, pretenden oponerse a la aceptación común del concepto de narcocultura que obscurecen la violencia y los crímenes de alto impacto que producen los narcotraficantes y la estrategia militarizada de “guerra contra las drogas”. Dicha estrategia, impulsada por el mayor consumidor en el mundo (Estados Unidos), lejos de solucionar el problema del consumo, lleva hacia su incremento; ocasionando costos y daños en los sectores más vulnerables, que suelen ser criminalizados (como se ha visto en los discursos oficiales). Además, esta estrategia aumenta las dificultades de gobernabilidad, la delincuencia, la inseguridad y la violencia (Ramírez, 2017).
Vale señalar que más allá de una visión lineal, individualizante, esencialista, condenatoria y criminalizante (Christiansen, 2016), nuestra postura de abordaje frente al narcotráfico (y frente al narcomenudeo) es crítica, concibiéndolo como un fenómeno social con múltiples determinantes estructurales y socioculturales (independientemente de su carácter ilegal); por lo que no pretendemos juzgar o enjuiciar sino comprender -desde la perspectiva de los jóvenes universitarios involucrados en el narcomenudeo-, cuáles son sus significados, experiencias y expectativas con respecto a su participación en esta actividad.
Considerando que estudios previos han advertido sobre la importancia de la amistad dentro de los mercados ilícitos de drogas recreativas como el cannabis, conocido como “suministro social” (Belackova & Zabransky, 2016); y que a partir de la dinámica de suministro social es posible que los jóvenes transiten hacia el narcomenudeo, sobre todo motivados por las ganancias económicas (Lenton et al., 2016; Werse & Müller, 2016); el objetivo de esta investigación es realizar un estudio de teoría fundamentada para comprender los significados, experiencias y expectativas de jóvenes universitarios que participan en actividades relacionadas con el narcomenudeo en Baja California.
Método
Esta investigación es de corte cualitativo con diseño de teoría fundamentada (Strauss & Corbin, 2012). Para la selección de los participantes se recurrió al muestreo intencional por criterio (Patton, 1990), usando como criterios de inclusión tener entre 18 y 29 años, estar inscrito en una universidad pública de Baja California y acceder a participar en el estudio. Participaron un total de 32 estudiantes: 15 hombres y 17 mujeres, con un rango de edad de 18 a 26 años, pertenecientes a cinco diferentes facultades de dos universidades públicas.
Se utilizó una guía de entrevista ad hoc para este estudio, compuesta por seis áreas a explorar: conocimientos y significados atribuidos a las drogas; venta y consumo de drogas en sus comunidades; venta y consumo de drogas en los planteles educativos; experiencias en la venta de drogas o narcomenudeo; y prevención (del consumo y venta de drogas). Los datos fueron obtenidos mediante grupos focales, debido a que estos tienden a ser menos invasivos o amenazadores que las entrevistas individuales, donde los participantes pueden llegar a sentirse incómodos, interrogados o demasiado comprometidos.
Para acceder a las universidades donde se realizó el estudio, se presentó un oficio de invitación a participar en el proyecto, emitido por la institución de adscripción de los autores de este trabajo, dirigido a los directores de las diferentes facultades. Una vez que los directores autorizaron la participación de estudiantes inscritos en su facultad, se acordó fecha y hora para llevar a cabo los grupos focales. Llegado el día indicado, se realizó un grupo focal en cada facultad, con participación mixta (hombres y mujeres), a excepción del grupo focal 4 donde solo participaron mujeres. Se contó con la participación de 5 a 7 estudiantes en cada grupo, y la duración aproximada fue de 60 minutos por sesión (cada grupo se realizó en una sola sesión).
Los grupos focales se llevaron a cabo en espacios como aulas de clase o salas de juntas. Antes de comenzar cada grupo focal, se le proporcionó a cada participante el consentimiento informado, se leyó y se preguntó si tenían dudas al respecto, subrayando el carácter libre y voluntario de su participación. Así mismo, se les garantizó el uso de la información recopilada únicamente en publicaciones científicas, salvaguardando en todo momento su anonimato; por ello no se les pidieron datos como nombre, firma o dirección.
En cuanto a los cuidados éticos relacionados con el grupo focal como estrategia para la obtención de datos, se siguió las recomendaciones de Barbour (2013) con respecto a tener especial cuidado en la conformación de los grupos; así, se reguló o contextualizó la emisión de comentarios que pudieran resultar ofensivos para otros y se verificó constantemente el sentir de los participantes en el transcurso y al final de la sesión.
En el consentimiento informado se dejaron los datos de contacto de la investigadora principal por si los participantes tenían dudas o inquietudes posteriores con respecto a la investigación, e incluso por si deseaban solicitar que algún fragmento o la totalidad de sus comentarios fueran eliminados de la transcripción. Cabe señalar que ningún participante lo solicitó y que ni las universidades ni los participantes recibieron beneficios o pagos por su participación, excepto orientación sobre lugares especializados a los cuales acudir en caso de requerirlo (clínicas y centros de atención para el consumo de sustancias y datos de agencias de seguridad pública).
Las sesiones fueron grabadas para su posterior transcripción y análisis temático de los datos (Braun & Clarke, 2006), siguiendo el método de la teoría fundamentada (Charmaz, 2006). El análisis se realizó mediante el proceso de triangulación de investigadores (Denzin, 1978) y el método de comparaciones constantes como técnicas de validez y fiabilidad de la investigación (Gibbs, 2007) hasta concluir con las cinco transcripciones de los grupos focales. Como medida adicional de ética y seguridad, los datos que pudieran poner en riesgo la identidad, o el bienestar físico y emocional de los participantes fueron omitidos; y al concluir la transcripción y análisis de los grupos focales, los audios fueron eliminados.
Resultados
La participación de los jóvenes universitarios en el narcomenudeo tiene diversas implicaciones y significados. En inicio, la información que poseen sobre este fenómeno proviene principalmente de los medios de comunicación masiva como el periódico o los noticiarios nacionales y locales, también al observar narcoseries y al escuchar narcocorridos. Hablan de ello en las escuelas, con sus familias y en las comunidades, donde se escuchan conversaciones veladas o “rumores” acerca de las drogas que se venden, dónde se venden y quién las vende:
-En todos lados se escucha eso (narcotráfico), en la radio, televisión, en los medios de comunicación, en internet; cuando una camina por la calle; incluso en la escuela, en platicas que tienes con compañeros puedes hablar de eso, en comentarios de fiestas o reuniones, que ya sabes quién trae, o con quién la puedes conseguir (la droga). (GF1 3, mujer 20 años)
-Es que yo no sé, yo no me meto en eso, lo único que sé es eso, como que los rumores que todo mundo dice -ah, esta casa es de un narco; -ah, su papá es narco no, pues él vende; -ves una casa bonita y ya por puro prejuicio -ah, es de un narco o lava dinero o trae un cherokon y por puro prejuicio también -ah, es de un narco o a algo se dedica. (GF 5, mujer 23 años)
Sin embargo, el primer acercamiento o experiencia propia que suelen tener con este fenómeno es a través del consumo de drogas, el cual culturalmente está bastante normalizado desde la adolescencia (Gómez et al., 2021). Recordemos que a nivel nacional, el 18.8 % de los estudiantes y el 17.6 % de las estudiantes indicaron que su mejor amigo o amiga consume drogas (INPRFM, 2015), por lo que el consumo tiene una dimensión social y no necesariamente es percibido por los jóvenes como un problema:
-Una vez yo estaba también en una fiesta y había distintas drogas, entonces yo no estaba tomando, estaba tomando medicamento, no iba a tomar y fumar pues no puedo, entonces ya me ofrecieron marihuana y yo -no, pues, la verdad no fumo, -ah bueno; -y al rato me ofreció cocaína (risas), y al rato un LSD. (GF 1, hombre 22 años)
-El consumo no es un problema, el exceso es el problema; pero no es un problema de la universidad, creo que cada persona delimita sus límites, no es como que la universidad tiene un problema de drogas, a la universidad ya llegan con sus adiciones, y cada persona va con fines distintos. Cuando te ofrecen droga, no te engañan, hay un chorro de información de drogas que ya ni siquiera… -ya no te aterra, como que ya no vamos a decir -hay no, es un drogadicto, es un marihuano, -como que ya hay mucha información en las redes sociales, en todas partes, y ya es como que tú dices -ah, es mota, ok; -ya sé lo que va a pasar, ya se todo, ya es mi pedo. (GF 3, hombre 18 años)
De acuerdo con las trayectorias de consumo y narcomenudeo relatadas por los jóvenes, en las escuelas hay un doble aprendizaje con respecto a las drogas: como parte del currículum formal, los jóvenes aprenden sobre las características de las sustancias, sus efectos y prevención; pero también hay un aprendizaje no formal que ocurre mediante la socialización, y que permite a los jóvenes acudir a los espacios y con las personas indicadas para tener acceso a las sustancias. Es en este “aprendizaje sociocultural del consumo” donde los jóvenes tienen sus primeros acercamientos con el narcomenudeo.
Para los participantes, el narcomenudeo engloba significados diversos y contradictorios que coexisten en una misma idea de salvación y perdición; donde confluye lo legal y lo ilegal, el riesgo (de ser capturado o morir) y la seguridad (de subsistir, divertirse y socializar); las ganancias (económicas) y la pérdida (de valores y de paz):
-Es un negocio ilícito que está en todas partes, una forma de economía, porque ya la gente lo ve así como un trabajo, un medio para generar ganancias, una fuente de trabajo; y, pues, tal vez es un negocio ilícito, pero hay mucha gente que se mantiene de eso; y nadie dice qué está bien, pero sí es una forma de trabajo. (GF 5, hombre 25 años)
De acuerdo con los jóvenes, entre los actores que participan en el narcotráfico existen jerarquías. Uno de los actores con menor jerarquía es el “dealer de colonia”: generalmente un hombre joven, que vende pequeñas cantidades de droga en un espacio geográfico limitado a una o dos colonias. Pero el dealer de colonia no podría operar sin la complicidad de las fuerzas de seguridad y de diversos actores del Gobierno coludidos en el narcotráfico, conformándose de esta forma el “narcogobierno”:
-Y el dealer de colonia le compra a un dealer que le vende a todos los demás. Por ejemplo, hay un dealer encargado de Mexicali norte y otro de Mexicali sur; -tú te encargas del norte y yo me encargo del sur, ah, pues, yo tengo a una gente trabajando en el distrito 1, en el distrito 2 y en el distrito 3; -y ahí tienen sus dealersitos de colonia. (GF 1, mujer 19 años)
-Igual, o sea… hay experiencias en el caso de mi familia, de que igual hay personas que se dedican a eso, y sí, o sea… tienen a la mitad de las personas que trabajan de seguridad pública supuestamente trabajando con ellos, y entonces… es una red. (GF 1, hombre 19 años)
-Aquí hay algo que diferenciar entre los narcotraficantes y el narcogobierno, porque uno piensa que tal vez los narcotraficantes, al tener tanto dinero, corrompen a los policías o corrompen a funcionarios, lo cual no es así; en realidad, el Gobierno es el que trae sometidos a los traficantes, o sea son sus empleados, el Gobierno es el que dirige y maneja una doble moral donde, por un lado, condenan la violencia que en realidad ellos están ejerciendo con el Ejército entrando en el narcotráfico y, por otro lado, ellos mismos son lo que están haciéndose de la vista gorda cuando pasan la droga. (GF 3, hombre 19 años)
Para que el narcotráfico opere y los actores de mayor jerarquía estén a salvo, son necesarios la secrecía y el anonimato, por lo que no se revelan las identidades y no todos los actores tienen contacto entre sí:
-Yo he tenido, no es así muy muy que lo diga, pero sí he tenido la oportunidad de platicar con una persona que sí esta en el negocio; y regularmente en eso son muy privados, no te dicen nada de -ah, él me la vende, o -ah, estos son los jefes; -son totalmente discretos, igual con la persona con la que yo he platicado ya tiene bastante tiempo en eso, entonces una vez tuve la oportunidad de preguntarle quién le vendía, y me dijo -no, es que no te puedo decir. Entonces, sí te causa esa controversia de ¿quién será? a lo mejor puede que sea alguien conocido o alguien no conocido, entonces… uno no puede saber. (GF 2, hombre 20 años)
El conocimiento que los jóvenes tienen sobre el narcotráfico no necesariamente deriva de su experiencia propia, sino de diversas fuentes de información masiva, conocimientos locales, y platicas con familiares, amigos o conocidos. Su experiencia cotidiana con el narcomenudeo suele variar en función del municipio donde viven. En general, el dealer de colonia es el personaje con el que suelen convivir o al menos observar, pero también es posible que conozcan o ubiquen a actores de mayor jerarquía:
-Pues a mi me ha tocado estar con dealer, y con el dealer de los dealers; un dealer de mayor importancia. (GF 2, mujer 23 años)
-Yo con el dealer, con varios dealers, pero todos tienen como su alcance de lo que venden, por ejemplo: los dealers de colonia pueden vender… -sabes qué, puedes vender tal cantidad, no más de esto a una persona; -y los otros, que son los que les venden a éstos, -ah, pues nada más puedes vender un kilo, un kilo por semana o un kilo por quincena; -porque si venden un montón, empiezan a hacer sus propios grupitos y es cuando ya se hacen las guerras, entonces todo lo tienen bien controlado. (GF 1, hombre 20 años)
-Pero vé a Tijuana y pregúntale eso a alguien, allá si conocen a lo mejor al cabecilla de un grupo, por qué ahí están los más fuertes, igual aquí los del valle, tengo conocidos que conocen a las cabecillas del valle. (GF 3, mujer 22 años)
-En Ensenada el ambiente… ahí sí se nota la mota bien machín; o sea, los chavos todos los que me tope que eran chavitos, se notaba el ambiente de mota, yo dije los veo muy relajados
-no pues que a veces me hecho un gallito, -y en general a todos los que vi como que estaba extremadamente relajados. -En Ensenada fui a mi clase que tenía y salí de mi clase y olía un montón a mota… a la bestia,2 nomás llegué y ya tengo weed. (GF 5, hombre 23)
En cuanto a la participación de los jóvenes universitarios en actividades de narco- menudeo, algunos participantes (en cuatro de los cinco grupos focales), tanto hombres como mujeres, reconocieron haber tenido la oportunidad de participar en actividades de narcomenudeo, generalmente es por invitación de un compañero o amigo, algunos accedieron a participar y otros no. Sus motivaciones son diversas:
-Por dinero fácil, bueno relativamente fácil; o también por poder, por sentir poder, así de yo puedo y qué ondas, todos queremos mandar o sentir el poder. (GF 2, hombre 21 años)
-Pues estábamos platicando, y yo no sabía en sí a qué se dedicaba, porque sí teníamos con- fianza y todo, pero pues siempre miraba que salía y así, y me daba la impresión de -¿este a qué se dedica?, -y ya un día me dijo y sí me saqué de onda, y sí me invitó al negocio y yo la verdad lo dudé, porque no tengo ni la necesidad ni las ganas de meterme en problemas, entonces le dije que no, pero ya me explicó que yo nada más le iba a ayudar, y hasta la fecha en ocasiones le ayudo, me quedo con algo para mí (consumo propio), y si vuelve a invitarme estoy consciente de lo que voy hacer. (GF 3, hombre 19 años)
-Yo he tenido dos oportunidades, en la primera era mi roomie y pues como… compró dos kilos de mota acá y se puso a vender, y me dijo -hay que venderla juntos -y la vendimos juntos y sí sacamos buenos ingresos, o sea fue bien fácil, como en dos semanas ya teníamos despejado todo y la verdad ahí no me dio como miedo ni nada porque es marihuana. (GF 1, mujer 20 años)
-Entonces, por ejemplo, a mi me invitaban a vender y a pasar cocaína y entonces no, se me hace que no es lo mismo vender mota a vender cocaína. Vender mota se me hace fácil y está fácil; pero con la coca es como -ah, no te pases, -son diferentes años de cárcel para cada droga. Y la neta, a veces es más difícil vender coca que mota. Sacas mas dinero de la coca, pero batallas más con los clientes, a ver encuéntrate uno que ya está bien enganchado; porque después de la mota siguen los hongos, después de los hongos siguen los ácidos, después de los ácidos siguen las tachas y después de las tachas viene la coca. Le vas siguiendo, le vas siguiendo y luego viene el ice, la piedra y hasta caes en la heroína, y luego te mueres y te vuelves abono (risas). (GF 5, hombre 23 años)
En cuanto a las experiencias y expectativas que tienen los jóvenes que participan en el narcomenudeo, éstas suelen ser diversas, hay quienes lo hacen prioritariamente por consumo, otros por prestigio social, por dinero y hasta por diversión:
-Y dices ah, tengo ganas de salir de vacaciones, ¿sabes qué? voy a mandar pedir unas laminitas de LSD, y ya las traen, las vendo… o sea, no es como que voy a vender droga toda mi vida, es como -ay, a ver… la hago de medio dealer, voy a vender laminitas de $500, -o ya te conocen y te dice -véndeme algo, -sacas pa’ lo que necesitas y ahí ya le paras. (GF 1, hombre 25 años)
Como puede verse, las expectativas y permanencia de los jóvenes en el narcomenudeo depende de las ganancias y riesgos percibidos, así como de su proyecto de vida a corto, mediano y largo plazo:
-Los dealersitos entran y salen, -de alguna forma es un mito eso de que -ay no, le entras y ya no sales; -o sea sí puede ser como que medio le entres para ver tantito y luego… depende las drogas, no es lo mismo, hay jerarquías. Tú tienes que saber hasta dónde llegar, y también a quién le vendes ¿no? eso también, y tienes que cuidarte mucho. (GF 1, mujer 21 años)
-Yo sí he tenido platicas con él (un dealer de mayor jerarquía que les proporciona las drogas para vender), y le pregunté una vez en verdad, o sea, ¿sí se puede salir o no? y me dijo -pues es cuestión de que si te quieres salir pues te sales, pero tienes que estar con cuidado, -entonces tú sabes si lo tomas o lo dejas, y le pregunté -¿tú te has salido? -pues a medias, -entonces es sería un no, no me salgo, -como que me doy un tiempo, me puedo dar unos meses o hasta un año, pero quiero volver, tengo la necesidad y ahí vas otras vez, tengo la necesidad de volver a tener dinero, porque, pues, ahorita la vida que tiene es despilfarrar, entonces llega el momento que ya no tiene nada o ya tiene muy poco, entonces dice -no, pues, me estoy quedando sin dinero, quiero salir, quiero ir a comer, quiero ir a está parte, quiero ir a esta otra -y entonces vuelve a vender. (GF 4, mujer 25 años)
Los jóvenes suelen minimizar las implicaciones de su participación en el narcomenudeo, bajo el argumento de que su rol es de muy baja jerarquía, y su estatus de universitarios los ayudará a pasar inadvertidos, tanto para los jefes o cabecillas de organizaciones delictivas, como para la policía:
-Nosotros somos los gatos, no somos ni el gato, somos como el gato del gato,3 somos insignificantes, para nosotros nada más es cuando “ay, necesito dinero o tengo necesidad de algo, -o por hacer un favor, acompañar a un amigo, ayudar a un amigo a vender y por ahí sacar algo, ya sea mota o… pues una ganancia. Pasa que también cuando ya te conocen, pues ya te buscan y ya te piden, pero te tienes que cuidar mucho, te repito, hay que ser discretos. Igual, la policía aquí no entra y en la calle, tampoco hay mucha vigilancia y si eres estudiante pues no sospechan, sospechan de los de x y x4 (risas). Pero, igual, por ejemplo, yo conozco de bastantes carreras, de ingeniería, de derecho… que también (consumen y venden) pero ellos no lo andan como exhibiendo, su aspecto es más reservado, entonces puede parecer que yo no… que yo nada… y a lo mejor sí consumo y sí traigo y ando en esto, pero así es con esas carreras, bueno al menos mis conocidos así son, no parecen para nada, parecen personas así pues normales. (GF 1, hombre 25 años)
A decir de los jóvenes, la universidad no les garantiza escalar hacia un nivel económico que les permita mejorar sus condiciones de vida, pero ese nivel económico sí pueden obtenerlo mediante el narcomenudeo; cuyas ganancias no servirían sin una educación universitaria que les permita administrar sus recursos. De esta forma, se observa cómo desde la percepción de los jóvenes, educación y narcomenudeo se complementa para mejorar sus condiciones de vida presentes y futuras:
-Estudiar no es el motivo de una persona que quiere volverse rico, porque en la universidad, además de conocimiento, tienes que evolucionar como persona, si no fuera tu objetivo volverte rico, de todos modos el tener una educación te da más herramientas para conseguir ese nivel económico que necesitas y, en este caso, el narcotráfico se vuelve un medio para obtener un nivel económico, pero la universidad te da esa educación financiera para no despilfarrarlo en lo que sea. (GF 2, mujer 22 años)
En cuanto a la idea de prevención, los jóvenes universitarios no necesariamente conciben al narcomenudeo como un problema que deba prevenirse, más bien son críticos antes las instituciones y particularmente frente al Estado:
-Primero, hay que ver si se considera en realidad un problema, creo que no. Yo que estuve en la universidad x5 y no me parece visible el problema, o sea allá se nota, estaba en la facultad x, y pues literal podías estar ahí en las áreas verdes, bien verdes (risas); teníamos un turno corrido que entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las ocho de la noche, pero entonces teníamos un bloque dónde no teníamos clase, y había muchos que se iban a echar la caguama, un cigarrito, un gallo… siento que se notaba más, mucho más que aquí, aquí o sea si me dicen que venden o que consumen yo no lo he visto porque somos más discretos, a los de la facultad x son a los que más se les nota, o sea ese tipo de carreras que siempre se les nota. Y fíjate, mi hermana estudia en x y ahí también dicen que… ahí sí, que luego empieza a oler a marihuana. Igual, ya ve que está la tiendita de atrás, ahí venden… ahí venden marihuana. (GF 2, hombre 22 años)
-El narcotráfico no está mal, lo que está mal es la violencia generada, pero la violencia no la genera solo el tráfico de drogas, la violencia es por parte del Estado y los países que están corrompidos, en este caso el mayor consumidor cercano sería Estados Unidos, México como productor y América Latina, en general, están en un … están contra la espada y la pared, porque por una parte hay un gobierno corrupto, un narcogobierno porque está mezclado, hay permisión del Gobierno para que esto suceda; y por otro lado los medios dicen que van a capturar a los narcos cuando ellos están coludidos. Y si te fijas, la violencia no es generada tanto por los narcotraficantes, si no más por el Gobierno con su famosa guerra contra el narco. (GF 4, mujer 23 años)
Discusión
En este trabajo se expusieron los significados, experiencias y expectativas de jóvenes universitarios que participan en el narcomenudeo en Baja California. No se trata de estigmatizar a los jóvenes estudiantes de esta entidad, sino de mostrar y asumir que el narcomenudeo es una realidad cada vez más palpable en las universidades del país.
El estudio muestra que, si bien es posible que el narcomenudeo se relacione con condiciones estructurales precarias, también es posible relacionarlo con motivaciones o aspiraciones materialistas; y puede ser percibido por los jóvenes como una opción a corto plazo para mejorar su economía, pues entre los jóvenes de Baja California y probablemente de todo el país, el narcotráfico se considera más una actividad económica que un delito (Gómez & Almanza, 2021). Caravaca (2015) tiene razón cuando expone una lógica contradictoria en el narcotráfico, pues mientras lleva a la autodegradación humana y social, simultáneamente representa una de las actividades más lucrativas en la actualidad.
En esta investigación, al igual que en el estudio de Pastor (2016), se encontró que la experiencia de los jóvenes como consumidores ocasionales conlleva un proceso de aprendizaje donde identifican actores, lugares y modus operandi en el narcomenudeo al interior de la universidad (y en círculos sociales donde confluyen los jóvenes universitarios). Su participación en el narcomenudeo les da la posibilidad de obtener drogas para consumo propio y generar recursos económicos para cubrir algunas necesidades, pero sobre todo para acceder a experiencias recreativas, de entretenimiento o diversión que antes no tenían.
Lo preocupante es que su rol en la cadena de tráfico y venta de drogas (ser el gato del gato), les sirve como argumento para minimizar la relevancia de su participación en esta actividad. A diferencia de los hallazgos de Pastor (2016), los jóvenes en México no se asumen como dealers, pues su identidad de universitarios les impide la construcción de una identidad vinculada a la etiqueta de narco (con el estigma social que esto implica), y por ende evita que se incorporen a otras actividades delictivas (que los narcos sí harían).
¿Hasta dónde y por cuánto tiempo ser el gato del gato protege a los jóvenes universitarios de desarrollar una identidad vinculada al narcotráfico? La respuesta a este planteamiento es compleja y las investigaciones de Torres (2019) arrojan luz al reportar que, existen ciertos jóvenes que practican el narcomenudeo debido a “situaciones intermedias que transitan constantemente entre la afiliación y la desafiliación fragmentada; se trata de jóvenes de clase media con posibilidades (educación, empleo, alimentación, vivienda), pero que se incorporan al narcomenudeo principalmente por cuestiones simbólicas e inmateriales” (p. 590). Es decir, existe un sector de las juventudes narcomenudistas que no se encuentra en marginación social, para quienes el incentivo económico es reemplazado o delegado ante la promesa de un empoderamiento simbólico que funciona como eje rector de la construcción de un sentido. Al respecto también contribuyen los argumentos de Núñez y Espinoza (2017), para quienes “el narcotráfico es un dispositivo de poder sexo-genérico que produce sexualidad y género en los sujetos: ideas, valores, actitudes, percepciones, prácticas, relaciones, subjetividades, identidades sexuales y de género; por supuesto, con arreglo a parámetros heteronormativos y androcéntricos” (p. 93).
Entonces, los jóvenes universitarios que participan en el narcomenudeo no están a salvo del todo. Hay procesos subjetivos y simbólicos que los ponen en riesgo, además de la desventaja social si es que la hubiera. Torres (2019) advierte que la delincuencia organizada es el principal agente de riesgo que enfrentan los jóvenes que practican el narcomenudeo de manera independiente, puesto que todos los sujetos que no estén afiliados serán proclives a ser incorporados, desterrados o asesinados. Es quizá solo cuestión de tiempo que estas generaciones de jóvenes universitarios que participan en el narcomenudeo sean llamados (u obligados) a formar parte explícita del crimen organizado.
Quedan más preguntas que respuestas y el estudio de la juventud que hace de dealer en las universidades es aún incipiente. Entre las limitaciones del estudio se puede señalar que se requiere mayor diversidad de jóvenes participantes en términos de su clase social y nivel de participación en el narcomenudeo. En futuras investigaciones será necesario analizar hasta dónde las trayectorias de consumo y los procesos de incorporación al narcomenudeo se relacionan con aspectos del entorno, de la familia y de la propia universidad; y qué papel juegan la construcción de identidad, el soporte de su red social, o los servicios de atención en la comunidad.
Existe evidencia de que la presencia del crimen organizado en las comunidades constituye una barrera para los servicios de atención de las adicciones (Gómez & Almanza, 2018). Es posible que ocurra una situación similar con las instituciones de educación (particularmente secundarias, bachilleratos y universidades), que en su situación actual parecen proclives a ser cooptadas por los grupos de crimen organizado. Como señala Christiansen (2016):
…por absurdo que parezca, el primero en violentar la idea de educación como antídoto a la ilegalidad es el mismo sistema escolar. En su precariedad se manifiesta la fortaleza que el narcomundo requiere para autoproponerse como opción de subsistencia y/o autoconfirmación. (p. 141)
Concluimos que el narcomenudeo entre los jóvenes universitarios es un síntoma de la debilidad de las instituciones sociales, por lo que es necesario reestructurar las políticas y programas de prevención del crimen organizado, atendiendo los significados, experiencias y expectativas de la juventud.