Introducción
El cambio productivo hacia el cultivo de gulupa (Passifflora edulis Sims) es una realidad actualmente vivida en el municipio de El Peñol (Antioquia, Colombia), que, en el contexto del estudio de las dinámicas sociales rurales, ilustra una situación particular: la incursión de pequeños y medianos productores en el mercado agroexportador. En este caso, productores tradicionales de tomate y frijol, atendiendo a diversas razones que aquí serán expuestas y analizadas, desde el año 2008, optaron y continúan optando por integrarse a la cadena agroexportadora de gulupa, decisión con múltiples repercusiones sobre sus formas tradicionales de concebir y organizar la producción, sobre las que aquí también se dará cuenta.
En Colombia, el cultivo de gulupa es impulsado a partir del Acuerdo de Competitividad para la Cadena Productiva de las Pasifloras (CPP), cadena de agroexportación a la que se ha integrado la economía local de El Peñol, alcanzando con ello no solo beneficios económicos, como mayor remuneración y estabilidad en los precios de venta del producto, sino también efectos de orden sociocomunitario, ambiental y familiar, que aquí serán descritos y analizados. Para integrarse, los productores y productoras actualmente están organizados en asociaciones formales, figuras encargadas de acopiar y vender la fruta a las empresas agroexportadoras, entidades asumidas como aliadas comerciales de los pequeños y medianos productores organizados. Operativamente, ésta es recogida en vehículos automotores en las sedes de las asociaciones, para luego ser exportada en mayoría por ruta marítima. Según ANALDEX (2021), en el 2020, el 94.9% de la gulupa exportada desde Colombia hacia Europa, correspondiente a 32.762 toneladas netas, se movilizó por dicha vía, mientras un 4,9 %, equivalente a 1.687 toneladas netas, se hizo por vía aérea. De esta manera, sumándose a la proveniente de otras zonas del país, la gulupa producida en El Peñol es exportada, convirtiendo a los productores locales en exportadores indirectos, al trabajar en alianza con las empresas agroexportadoras con presencia en el territorio nacional.
En este escenario de tránsito productivo, la investigación respondió a los siguientes cuestionamientos: ¿qué elementos y factores del contexto social particular alentaron la decisión tomada por los agricultores locales?, ¿qué efectos o consecuencias ha generado dicho cambio sobre las dinámicas productivas y de vida de los agricultores partícipes?
Como presupuestos de partida, se asume que, actualmente, adaptar la agricultura campesina a las exigencias del mercado mundial es un lineamiento común y general de política, conducente a su modernización (Kay, 1996; Linares, 2014). En línea con un modelo modernizante de desarrollo, mejorar la eficiencia de la pequeña y mediana producción, introduciendo, cuando sea el caso, cultivos nuevos y más rentables que incrementen la competitividad, así como modelos de gestión acordes con la lógica capitalista de mercado, son hoy prácticas conducentes al tránsito productivo (Arias, Olórtegui & Salas, 2007), congruentes con lo acontecido con la gulupa en El Peñol. De igual forma, como supuesto asociado, se acepta que dicho avance puede darse desde distintos caminos, atendiendo a diferentes razones que particularizan cada caso. Bajo este enfoque, coincidiendo con lo expuesto por Saquet (2014), se asume que las causas del cambio productivo pueden estar ligadas a hechos de distinta índole (económica, institucional, política o ambiental, por ejemplo), porqués que es menester explorar, tal como se hace en este estudio.
Respecto a las consecuencias del cambio productivo, se aceptó, como hipótesis de trabajo, que estas pueden inferir más allá del aspecto únicamente económico. Se presume que cambiar el renglón de producción principal, la manera tradicional de producir y comercializar lo cosechado, para integrarse al mercado agroexportador, además de generar efectos sobre la economía local y familiar repercute sobre otras dimensiones. Para el caso particular de estudio, hacer el cambio, incorporar nuevos actores, normas y reglas del juego a la dinámica agroproductiva, como se expondrá en la presentación y análisis de resultados, también influye sobre los campos ambiental, organizacional y cultural.
Se aspira a que los resultados obtenidos, así como la metodología propuesta, sean un aporte para el entendimiento y comprensión de un fenómeno social rural creciente: la incorporación de productores campesinos al mercado global, esta vez visto y explorado a la luz de lo expuesto y percibido por los propios productores y otros sujetos asociados a la dinámica descrita.
Materiales y Métodos
La investigación, de orden cualitativa, se centró en identificar e interpretar las causas y efectos del cambio productivo a la luz de lo expuesto y vivenciado por los múltiples actores locales vinculados al cultivo de gulupa. Propuesta fundamentada en explorar las distintas narrativas asociadas al fenómeno de cambio, considerando la posibilidad de hallar diferentes lecturas sobre la reconversión, sus causas y consecuencias.
El universo poblacional fue la totalidad de productores, asistentes técnicos, asociaciones de productores, instituciones gubernamentales agropecuarias, gremios y corporaciones, relacionados con el cultivo en El Peñol. De este se tomó una muestra no intencional, incorporando a representantes de cada grupo, así:
Pequeños y medianos productores: agricultores asentados en El Peñol que realizaron reconversión productiva hacia el cultivo de gulupa, reemplazando otros cultivos.
Asistentes técnicos: profesionales que prestaron asistencia técnica agropecuaria en El Peñol entre los años 2008 y 2018, involucrados con el proceso.
Asociación de productores: instituciones con presencia en el municipio, dedicadas a la producción y comercialización de gulupa (Agrofenix y Hortifrupe)
Instituciones gubernamentales agropecuarias: la Secretaría Técnica de la Cadena de Pasifloras y el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA).
Gremios o corporaciones agrícolas: la Asociación Hortofrutícola de Colombia (ASOHOFRUCOL) y la Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambiental (CEAM), dada su relación con el cambio productivo.
La entrevista semiestructurada a profundidad fue el principal instrumento de indagación. En total se realizaron 28 entrevistas: 12 entrevistas a productores/as, 3 a asistentes técnicos, 8 a líderes de asociaciones, 2 a representantes de Instituciones gubernamentales agropecuarias y 3 a representantes de gremios o corporaciones. Las entrevistas se realizaron en dos momentos: entre junio y julio de 2018 y entre agosto y noviembre de 2018. Las conversaciones fueron grabadas con autorización (consentimiento informado) y los archivos fueron descargados para su ordenamiento.
Las entrevistas giraron sobre los siguientes temas: origen de la gulupa en la región, opción por la gulupa como cultivo de reemplazo, seguridades y temores asociados a la reconversión, percepciones sobre la efectividad de la decisión tomada, apoyos recibidos a lo largo del procesos, cambios de distinta índole derivados de la reconversión a gulupa (efectos positivos y negativos).
Una vez transcritas las entrevistas, adaptando lo expuesto por Attride (2001), se procedió al análisis de la información así: a) lectura repetitiva y a profundidad, b) identificación de temáticas emergentes asociadas a las causas y consecuencias del cambio, según grupo poblacional, c) cruzamiento de temáticas emergentes, triangulación e identificación de coincidencias y contradicciones entre las distintas narrativas, y d) agrupamiento de las temáticas emergentes (causas y consecuencias) por representatividad dimensional (económica, ambiental, política, cultural, social, institucional, entre otras emergentes). La información así organizada fue la base para la presentación analítica de resultados. Durante el análisis, lo narrado por los entrevistados también fue contrastado con información secundaria como estrategia de triangulación y verificación.
Resultados
Causas del cambio hacia el cultivo de gulupa
Relacionamiento previo con la especie
Según lo relatado por los propios productores y asistentes técnicos, una situación clave, sin que llegue a ser la más importante del tránsito hacia el cultivo de gulupa, fue la relación previa con la especie. En el contexto rural local, esta es evocada como una especie tradicionalmente sembrada en los hogares campesinos, aunque sin fines comerciales, principalmente destinada al autoconsumo:
"La gulupa se conoce de toda la vida, porque nació en el monte. Cuando yo la conocí de pequeño, yo veía esas maticas por ahí, no les daba tanta peste, ni roña ni nada, era hermosa. Ya luego fue que la empezaron a sembrar en los cultivos, pero aquí ya la conocíamos, por lo que para nosotros no era algo tan nuevo (ET-06-18, productor, 10 de junio de 2018)".
Usada como ingrediente para jugos y planta medicinal, la gulupa ya era conocida en El Peñol, circunstancia coincidente con lo ocurrido en otras regiones, como el departamento del Cauca, Colombia, en donde desde tiempos atrás ha sido reportada como una planta silvestre, cuyo fruto suele ser consumido (Bermúdez, 2016).
Inestabilidad del mercado de las especies tradicionalmente cultivadas
La inestabilidad de los precios del frijol y el tomate, cultivos en los que se ha basado buena parte de la economía agrícola local, es anotada, por la totalidad de actores, como la principal causa del cambio hacia la producción de gulupa. Situación acorde con lo reportado Caicedo (2013), quien en sus estudios ilustra cómo los precios de venta de los productos hortofrutícolas en Antioquia pueden variar, significativamente, de una semana para otra o incluso de un día para otro, situación experimentada por los agricultores peñolenses:
"La venta de frutas y verduras a nivel local depende altamente de la demanda y oferta, y los precios, en algunos días, llegan a ser irrisorios o injustos. [Ante esta inestabilidad], el productor suele ser muy castigado y muchas veces prefiere hasta perder sus productos, porque, por el bajo precio recibido, no se justifica cosecharla..." (ET-02-18, líder asociación, 9 de junio de 2018).
Inestabilidad, según lo indagado, exacerbada por la intermediación. Como menciona en el mismo estudio Caicedo (2013), el bajo poder de negociación de los pequeños y medianos productores en el mercado local hace que recurrir a la intermediación sea la salida más factible. Circunstancias en las que el agricultor local debe vender a cualquier precio, es decir, al fijado por el intermediario, en condiciones usuales de desventaja económica:
"El intermediario le pagaba al productor lo que él quería, no era lo justo. El campesino vivía muy desmotivado con los precios de venta, no sacaba ni los gastos. Entonces se iban para las ciudades buscando otras alternativas. [Ante esta situación], teníamos que terminar con los intermediarios y buscar un mercado directo para que el productor tuviera un mejor pago, siendo la gulupa una alternativa (ET-01-18, líder asociación, 9 de junio de 2018)".
Frente a las circunstancias descritas, actuar sobre la inestabilidad de los precios, acción localmente asociada a aminorar o erradicar las cadenas de intermediación, condujo a explorar opciones productivas localmente disponibles, siendo cultivar gulupa una alternativa destacada, efectivamente aprovechada.
Atributos de la articulación al mercado de exportación
"La gente de El Peñol ha sido muy de cultivar tomate toda la vida y muchos quedaron en la quiebra por los precios tan bajos y por las inversiones tan grandes que requiere. Entonces cuando estábamos mirando qué otras cosas sembrar, nos dijeron de la gulupa para exportar y la vimos como la salvación. Dijimos, ¡qué bien!, con esos vamos a poder mejorar la calidad de vida de todos los productores y familias (ET-01-18, líder asociación, 9 de junio de 2018)".
La búsqueda de alternativas a los cultivos tradicionales condujo a los agricultores de El Peñol a pensar en la gulupa. Cultivo que, una vez establecido por las empresas agroexportadoras en atención a las ventajas agroclimáticas del municipio, comenzó a ser visto como opción para los pequeños y medianos productores locales. En términos generales, reconocer atributos como los expuestos a continuación, influyó sobre el tránsito de esos pequeños y medianos productores hacia el cultivo de gulupa:
"La recomendación era diversificar la producción agrícola peñolense con otros renglones productivos, y la gulupa se divisaba como un rubro productivo interesante por tener un mercado y una comercialización asegurada, ventaja que pocos cultivos presentan. Además, de lo anterior, la gulupa es un cultivo que el productor puede manejar junto a su familia y le permiten obtener ingresos permanentes (ET-16-18, ex asistente técnico y representante de una corporación, entrevista, 13 de junio de 2018)".
Analíticamente, próximo a lo expuesto por Schejtman (1998), al referirse a las ventajas de integrarse a la agroindustria o al mercado de exportación percibidas por los pequeños productores, entre las razones esbozadas por los agricultores de El Peñol que propiciaron el tránsito hacia la gulupa están: a) verlo como un cultivo seguro, asociado a un mercado que igualmente lo es, que garantiza la compra del producto y la estabilidad de los precios, b) percibirlo como un cultivo que propicia un mejor aprovechamiento de la fuerza de trabajo familiar en comparación con otras alternativas. A lo cual se sumó, en la marcha, la siguiente ventaja: c) facilitación del acceso a insumos, tecnologías y conocimientos para el cultivo en particular.
Respecto a esto último, productores, líderes de las asociaciones y asistentes técnicos argumentaron que en un principio, entre 2008 y 2009, los pequeños productores que incursionaron en el cultivo de gulupa lo hicieron por cuenta propia, sin contar con el apoyo privado o estatal. Sin embargo, más adelante, varias de las empresas exportadoras, siendo Frutas de Mi Montaña© la pionera, comenzaron a ofrecerles asistencia técnica, con la intención de que los pequeños productores les vendieran sus cosechas y así poder reunir los volúmenes de exportación requeridos para vender a Europa. Complementariamente, en la medida en que más pequeños y medianos productores comenzaron a sembrar gulupa, el apoyo gubernamental comenzó a crecer. Uno de los programas más recordados por los entrevistados fue el llamado Fruqueña (Programa de Innovación en Frutas Pequeñas de Clima Frío para el Desarrollo de las Comunidades Rurales del Oriente Antioqueño), en El Peñol orientado a diversificar la producción agrícola y reducir la dependencia del tomate. En el marco del programa, los productores que iniciaron cultivos de gulupa recibieron herramientas y otros insumos productivos. Hecho que posiciona el jalonamiento de recursos como un atributo asociado, por lo menos para el caso de estudio, a la percepción institucional de ventajas comparativas en la producción local para el mercado internacional.
Ligado a lo anterior, vale anotar que los recursos de fomento no solo provinieron del sector público-estatal, sino también del privado. A pesar de la imposibilidad de conversar con los representantes de las empresas agroexportadoras y productoras de gulupa con incidencia en El Peñol (Caribbean Exotics©, Nativa Produce©, El Tesoro Fruit© y Frutas de Mi Montaña©), quienes por distintas razones cancelaron las citas programadas, en este sentido, haciendo una lectura contextual, es prudente dar relieve a su participación como impulsoras del cambio productivo, vía suministro de recursos, bajo un interés particular: a) elevar el número de hectáreas destinadas localmente al cultivo y el volumen de fruta disponible, b) garantizar la disponibilidad permanente de fuerza trabajo, en este caso especializada en la producción de gulupa, vinculable a las grandes plantaciones, y c) favorecer la inyección de recursos públicos destinados al fomento del cultivo de la fruta en manos de pequeños y medianos productores, sumando a los recursos propios cofinanciación estatal.
Oportunidad de tránsito hacia la producción orgánica
Para los productores entrevistados, un motivo para la adopción del cultivo de gulupa, a lo mejor un tanto más oculto ante la predominancia de las razones económicas, es la oportunidad que este brinda de transitar hacia una agricultura más orgánica, menos demandante de productos agroquímicos, en comparación con otros cultivos tradicionalmente sembrados:
"Yo venía con la idea de tener un cultivo que fuera más amable con el medio ambiente, sin químicos nocivos para la salud, como los que se utilizan con el cultivo de tomate. Entonces me puse a buscar un cultivo y hablé con un agrónomo cuando asistía a un cultivo de gulupa y me dijo que todo es ecológico, lo cual me incentivó a cultivarla (ET-09-18, productor, 11 de junio de 2018)".
En este escenario, aunque la producción orgánica es incorporada en respuesta a una lógica comercial (Cid, 2011), para los pequeños productores locales, tener que adoptar las prácticas agrícolas exigidas ha sido un incentivo afín a las intenciones personales de "producir contaminando menos". Así, pese a la verticalidad de las normas impuestas de arriba hacia abajo en la cadena productiva (González & Nigh, 2005), la necesidad de acogerse ha logrado motivar la expansión del cultivo en El Peñol, vía cruce de la exigencia comercial con la sensibilidad agroecológica, vista como valor ético-moral, de un número importante de productores.
Consecuencias del cambio hacia el cultivo de gulupa
Fortalecimiento de la asociatividad y la organización comunitaria
Concretar la posibilidad de integración entre la empresa agroexportadora de gulupa y los pequeños y medianos productores locales, trajo consigo la necesidad de establecer figuras de mediación entre las partes. En este caso, el surgimiento de asociaciones productivas, Agrofenix y Hortifrute, creadas en ese orden, fue la respuesta a dicho requerimiento:
"A un productor individual una empresa comercializadora no le compra, a menos que sea un gran productor, por eso nos asociamos para poder exportar, porque de lo contrario toca vender a nivel local, a precios irrisorios y con intermediarios. La empresa no le compra a un solo productor porque generalmente ellas colocan el transporte si hay suficiente volumen de fruta por recoger. Además, la empresa tiene que saber a quién le está comprando y poder devolverle el producto cuando haya reclamos (ET-02-18, líder asociación, 9 de junio de 2018)".
Atendiendo a lo expuesto en el anterior testimonio, asociarse para en conjunto reunir los volúmenes demandados por las empresas agroexportadoras fue una de las respuestas al reto de articulación. Dinámica asociada al cambio productivo, que logró dar relevancia a la asociatividad como práctica positivamente valorada por los agricultores locales, en atención a sus beneficios y prebendas. En este caso, romper el individualismo, alcanzar como grupo una economía de escala óptima para la integración a la cadena agroexportadora, elevar el poder de negociación ante las empresas agroexportadoras y otros intermediarios comerciales, acceder como organización a recursos públicos y privados de fomento a la producción agrícola, entre otras acciones, pueden ser vistas como consecuencias derivadas de la organización para el tránsito hacia el cultivo de gulupa:
"Las asociaciones de gulupa en El Peñol respecto a las de otros municipios del departamento son de las más organizadas. Son asociaciones que tienen el producto fresco para exportación en alianza con las comercializadoras, están bien constituidas y tienen productores asociados con el registro exportador ICA. Entonces tienen poder de negociación o la sartén por el mango y saben pedir recursos al estado, a la gobernación, haciendo mucho la diferencia (ET-025-18, representante Institución gubernamental sector agropecuario, 9 de agosto de 2018)".
Vale aclarar, como anotan los propios entrevistados, que las consecuencias derivadas de la asociatividad han trascendido los asuntos únicamente mercantiles. Aunque el interés principal de las asociaciones ha sido mejorar la forma de integración a la cadena agroexportadora, el encuentro entre los asociados ha traído consigo el fortalecimiento de los lazos de compañerismo y amistad, situación que ha repercutido sobre la vida comunitaria. Celebrar grupalmente fechas especiales, como el día del niño, el padre, la madre o la mujer, además de navidad y fin de año, se ha hecho cotidiano entre los asociados. Igualmente, prestar apoyo económico y moral a quien enfrenta alguna situación difícil (familiar, personal, económica), también es un valor hoy por ellos vivenciado, resultante del afianzamiento de los lazos solidarios a partir de la unión alrededor de la gulupa.
Mejoramiento de las condiciones socioeconómicas familiares
Sumado a los beneficios procedentes de asociarse para la producción, otra consecuencia del cambio hacia el cultivo de gulupa ha sido el mejoramiento, vía aumento de los ingresos, de la economía familiar:
"La gulupa nos ha dado buenos ingresos, pasamos de haber tenido nada, cero ingresos, o digamos más bien, ingresos de supervivencia, a tener una mejor condición. Empezamos a ver más entradas económicas y a medida que fue ingresando platica, hemos venido mejorando. De ese modo, la calidad de vida empieza a cambiar, posibilidades de educación, de mejor alimentación y de tecnificación de la finca se han ido presentando (ET-12-18, productor, 11 de junio de 2018)".
Los productores del El Peñol, al trabajar asociativamente y encontrar en las empresas agroexportadoras un aliado productivo, han logrado cumplir su principal propósito: vender sus cosechas a un precio justo y superior al obtenido en el mercado local tradicional. Comercializar sus productos a buen precio, uno que, en sus palabras, "no solo da para poder sobrevivir", ha sido un cambio muy significativo para los agricultores adoptantes del cultivo de gulupa. En este sentido, según lo expuesto por los entrevistados, muchos de ellos lo ven como un "cultivo bendito", dado que con una pequeña cantidad producida, alrededor de 20 kg/semana, pueden asegurar la alimentación de la familia. Como ilustración, vendiéndole a las empresas agroexportadoras, por un kilogramo de la fruta, los productores reciben entre 3800 y 5500 pesos colombianos (COP), precio que contrasta con el usualmente obtenido en las plazas locales y regionales de mercado, en donde por el mismo kilogramo apenas reciben entre 800 y 1000 COP (Bermúdez, 2018; Universidad Nacional de Colombia, 2018).
Objetivamente, cultivar gulupa e integrarse al mercado de exportación de dicha fruta les ha permitido a los productores locales elevar sus ingresos y, en consecuencia, contar con los recursos requeridos para cubrir holgadamente sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, educación, entre lo más valorado por los entrevistados), además de generar excedentes para invertir en otros rubros: "apoyar a los hijos para que monten negocios propios", "comprar moto o carro" para mejorar la movilidad, "adquirir vivienda en el pueblo" y "viajar" como forma de cumplir algunos de sus anhelos.
Reafirmación de la vocación agrícola de pequeños y medianos productores
El alivio dado por el cultivo de gulupa a la economía local y familiar es visto por la mayoría de entrevistados como un hecho que ha contribuido a reafirmar la vocación agrícola de los pequeños y medianos productores. El desánimo ocasionado por la mínima remuneración recibida por la venta de los productos tradicionalmente cultivados, situación que ha llevado a algunos a desistir de la agricultura como actividad principal, ha sido revertido a partir de los beneficios económicos rendidos por la producción y venta de gulupa para el mercado de exportación:
"Esto ha significado para los productores campesinos una reivindicación en el sentido que ahora tienen una estabilidad económica que no tenían antes con el tomate y el frijol, precios fijos, buen pago y negociaciones puntuales con las empresas comercializadoras, que generalmente son serias. Entonces muchos de ellos han podido mejorar su calidad de vida, entendiéndose como la posibilidad de proyectarse como seres humanos y mejorar sus expectativas de vida (ET-1718, entrevista, 15 de junio de 2018)".
Reivindicación que ha contribuido a que la producción agrícola por cuenta propia y en el propio predio siga ocupando un lugar central en la configuración de las estrategias campesinas de reproducción socioeconómica:
"Nosotros nos identificamos como productores campesinos. Sabemos que somos campesinos, lo decimos en todos lados y lo defendemos. Defendemos nuestros campos y sabemos que el futuro también está aquí en el campo. Estamos totalmente dedicados a la producción y no cambiaríamos esta actividad por otra, seguiremos siendo, [para sumar fuerzas], asociación de productores y así seguir cumpliendo con los requisitos que ordena la empresa exportadora (ET-01-18, líder asociación, entrevista, 9 de junio de 2018)".
Dicha reafirmación de la vocación agropecuaria también ha venido acompañada de la elevación de los niveles de autoestima, situación identificable en los testimonios dados por los diferentes actores:
"Uno como persona cuando tiene un producto para exportación sí siente algo distinto. Uno dice: -antes yo no exportaba y vea que ahora me pagan a tanto porque exporto y mi producto está llegando a Europa. Es que la gulupa de nosotros está llegando directamente a Alemania, Holanda, Francia, y, no crea, allá en Europa estarán comiéndose la gulupa que nosotros producimos. Entonces, obviamente sí, eso le da más estatus a uno como productor (ET-02-18, líder de asociación, entrevista, 9 de junio de 2018)".
Esa misma valoración positiva, de acuerdo con lo indagado, también ha contribuido a la retención poblacional:
"Hemos visto que con el cultivo de gulupa muchos jóvenes han podido adquirir incentivos monetarios para comprar cosas o invertir en mejorar su calidad de vida. Haciéndolos sentir útiles, viendo que la gulupa es un buen negocio, piensan en estudiar, ya que se lo pueden pagar. Quieren estudiar temas de agronomía, a lo mejor no una carrera universitaria, pero de pronto sí un programa técnico o tecnológico. Cuando uno va a los cultivos escucha cosas como: 'Ah, ¿y entonces esa plaga qué?', 'tan bacano eso', '¿aquello por qué pasa?'. Yo pienso que eso hace que mejore la calidad de vida de los jóvenes, hace que ellos piensen en quedarse el campo, trabajando en familia y tecnificando la finca. No pasa en todos los casos, obviamente, pero sería una situación ideal que más jóvenes decidieran permanecer en el campo (ET-25-18, representante institución gubernamental sector agropecuario, 9 de agosto de 2018)".
Corroborar que el negocio agrícola, en este caso el cultivo de gulupa, es una actividad rentable, que del trabajo en la finca pueden derivar los recursos requeridos para cubrir las necesidades básicas y más, ha permitido que los jóvenes rurales, en vez de pensar en abandonar el campo, contemplen permanecer allí, bien sea trabajando al lado de sus padres o estableciendo sus propios emprendimientos:
"Yo trabajo con mi papá, nosotros empezamos a hablar y a mirar si nos beneficiaba o no el cultivo de gulupa para reemplazar con él el cultivo de tomate. Entre los dos vimos que sí, tomamos la decisión y arrancamos. Con la gulupa nos ha ido muy bien, hemos sacado cosechas muy buenas y es un trabajo un poco más suave, comparado con otros cultivos. A mí esto me ha motivado a no irme a la ciudad, porque yo valoro la comodidad que tiene el campo, la libertad, pues no es lo mismo irse a una ciudad a trabajar 12 horas, así allá se gane un mejor sueldo (ET-05-18, productor, 10 de junio de 2018)".
Igualmente, vivir en un contexto familiar en el que las actitudes positivas hacia la vida y el trabajo en el campo permean sus propias percepciones al respecto, aporta a que los jóvenes locales refuerzan la idea de existencia de un escenario rural próspero que ofrece oportunidades de permanencia digna (Méndez, 2016b), hecho que, para el caso de estudio, ha sido revitalizado por el cultivo de gulupa. Según lo evidenciado, sentimientos de frustración ligados a los bajos resultados anteriormente obtenidos con los cultivos tradicionales han sido reemplazados por otros más esperanzadores, situación que ha tenido efecto sobre la retención de los jóvenes y otros miembros de la familia en el campo.
Al respecto, el incremento de la participación femenina en la actividad agroproductiva destaca entre las consecuencias anotadas por los entrevistados:
"En la gulupa hay muchas actividades que realizan las mujeres, cosa que no hacían tanto con los otros cultivos: papa, frijol y tomate, porque son actividades fuertes y pesadas. En cambio, la gulupa es un cultivo más suavecito, más descansado, por lo que ellas participan más, haciendo las poda, la cosecha, el empaque. Además, no son tan manipesadas como los hombres, son muy delicadas y saben manejarla muy bien, porque la gulupa es muy delicada. Su cáscara no se puede rayar, si usted le pone la uña no pasa para exportación, por eso hay que ponerse guantes. Y la gulupa que no pasa para exportación toca venderla muy barata, aquí, en el mercado nacional (ET-24-18, productor, 11 de junio de 2018)".
Situación igualmente expuesta por una entrevistada así:
"Con la gulupa las mujeres participamos más, porque yo le ayudo a mi esposo a recoger la fruta, pero a mí me toca después empacarla y es una tarea muy compleja. Hay que colocar la gulupa en hileritas, poner papelitos, colocar otras gulupas seguidas y poner nuevamente papelitos. Mi esposo nunca empaca una canasta, nunca, yo y mi cuñada somos las encargadas de hacerlo, yo le enseñé a ella y ahora ella vive muy contenta con eso. Si la mujer no empacara, le digo, los hombres se encartarían con la empacada (ET-08-18, productora, 11 de junio de 2018)".
En este caso, la participación de la mujer en diferentes etapas del proceso, principalmente en las de cosecha y poscosecha, resaltar y visibilizar su papel productivo alrededor del cultivo de gulupa. Rol, en la vida cotidiana, combinado con el reproductivo, asociado a las labores domésticas y de cuidado ejercidas al interior de los hogares. Como se evidencia en los testimonios, en el contexto de producción de la fruta, las tareas diferenciadas adjudicadas a hombres y mujeres afirman cómo, en el contexto local, la división del trabajo igualmente obedece a construcciones de género: labores delicadas a cargo de mujeres y labores rudas ejecutadas por hombres (Cardeillac & Rodríguez, 2018). Situación repetitiva en otros cultivos no tradicionales, asimismo dirigidos al mercado de exportación, donde las labores suelen estar distribuidas por género (Lastarria-Cornhiel, 2007), y la predilección por contratar mujeres yacería en sus supuestas cualidades innatas para manipular adecuadamente los productos (Lara, 1991).
Efectos socioambientales
Como ya fue expuesto, lograr integrarse al mercado de exportación significó para los productores locales adoptar una serie de condiciones impuestas, entre ellas las de orden técnico-ambiental. Atender a los límites máximos permitidos en relación con el uso de insumos agroquímicos es, en este sentido, la de mayor destaque:
"Los compradores de gulupa en Europa exigen que se utilicen productos no tan tóxicos ni tan perjudiciales para el medio ambiente y promocionan cada vez más la utilización de insumos biológicos, como plaguicidas y fungicidas, y otras prácticas culturales como las trampas de colores. Esto implica dejar de cultivar convencionalmente, es decir, dejar de aplicar productos de alta toxicidad, hacer mezclas no permitidas, no contar con los más mínimos sistemas de seguridad, respetar los periodos de carencia, hacer monitoreo, trampas, etc. Se debe evitar que la fruta se contamine y quede con trazas de agroquímicos, y cuidar también la salud del productor (ET-03-18, asistente técnico, 10 de junio de 2018)".
En este caso, mudar del uso de agroinsumos químicos hacia otros de síntesis biológica ha repercutido positivamente no solo en la preservación de los recursos naturales, sino también sobre la salud de los propios productores. En palabras de los entrevistados, ambientalmente la gulupa es un cultivo bondadoso, acorde con la intencionalidad expresa de aminorar el uso de productos contaminantes. Para algunos de ellos, el cultivo también constituye una oportunidad de reivindicación con la naturaleza, adquiriendo el carácter de "cultivo redentor":
"La gulupa es, para mí, una fruta de misericordia y bondad, que en mi concepto está transformando a Colombia. Es una fruta que redime y perdona al productor por el atropello hecho al medio ambiente, por las aplicaciones indiscriminadas de agrotóxicos. Desde ese punto de vista, [actuar así] afecta la salud del productor, la del ambiente, la inocuidad de los alimentos, la salud del consumidor, el agua, los suelos, los insectos benéficos, a las abejas que son las principales aliadas por ser polinizadoras. Por eso, los productores ya no siembran frijol o tomate, ahora siembran gulupa (ET-1718, asistente técnico, 15 de junio de 2018)".
En palabras de un productor, el efecto redentorista se expresa así:
"Yo no quería seguir cultivando con todos esos químicos, porque en las frutas y en las verduras queda todo ese veneno y eso es lo que le estamos vendiendo a la gente, lo que le estamos dando de comer a los niños. Eso no es tener conciencia, es pecado, yo no era capaz de producir nada de esa manera. Además, cuando uno fumiga con esos químicos todo el veneno queda en las manos, pasa por los codos y llega hasta la cara. Con ese tipo de producción que requiere tanto químico no se llega a ningún lado. Por eso yo le doy gracias a Dios por haberme permitido encontrar la gulupa, un cultivo que no necesita de químicos nocivos para la salud y es amable con el medio ambiente (ET-09-18, productor, 11 de junio de 2018)".
Ambos testimonios típicos develan que como consecuencia de la adaptación a los requerimientos técnico-ambientales del cultivo, los productores locales, cruzando lo netamente productivo con sus sistemas de creencias y valores, desde la perspectiva descrita, han conseguido aminorar el peso de sus conciencias en atención a una historia reciente de uso indiscriminado de agroquímicos. Con el tránsito realizado, los productores han logrado perdonarse a sí mismos, reconciliarse con la naturaleza y continuar siendo agricultores, más ahora con la tranquilidad de estar produciendo alimentos más limpios y saludables. Bajo esta lectura, los cambios productivos derivados de ajustarse a la nueva lógica comercial, es decir, a los regímenes de certificación orgánica que estandarizan normas sobre uso de agroquímicos, reciclaje de desechos y manejo de agua y suelos, otorgando sobreprecios a los agricultores que los acogen (Muradian & Pelupessy, 2005), ofrecen también beneficios psíquicos. Circunstancia que habla, por lo menos para el caso de estudio, de la posibilidad de conjunción entre la materialidad mercantil y la espiritualidad del productor como sujeto social.
No obstante, sin restar peso a lo anterior, es necesario apuntar que implementar la tecnología demanda, en simultánea con la rendición de beneficios, también ha ocasionado algunos problemas ambientales. Para los distintos actores indagados, un problema asociado al crecimiento es la acumulación de desechos, en este caso material plástico utilizado como cobertura (semitechos) en el cultivo. Se trata de polímeros sintéticos, generalmente de corta vida útil y baja biodegradabilidad, que al no ser colectados y reciclados, terminan contaminando visual y químicamente el ambiente (Zenner & Peña, 2013). Situación hoy reconocida en El Peñol, mitigada a partir del establecimiento de convenios con empresas recicladoras con presencia en la región.
Finalmente, otro problema ambiental ligado a la expansión del monocultivo de gulupa ha sido el riesgo fitosanitario que hoy supone la infestación por fusariosis (Fusarium oxysporum), afectación ya vivenciada en otras regiones de Colombia, que hace que el cultivo adquiera la condición de itinerante: al volverse incontrolable la enfermedad en una zona, el cultivo migra a otras áreas del país (Guerrero et al., 2012), siendo así cómo llegó al territorio antioqueño, en respuesta a la alta incidencia del patógeno en los departamentos de Cundinamarca y Boyacá. Aunque en el municipio y la región se vienen tomando las medidas necesarias de control preventivo y manejo sanitario, el riesgo de desplazamiento del cultivo cobra cada vez más relevancia. Amenaza que, de no ser controlada, pondría en jaque la producción local, trayendo como posible consecuencia un retroceso en los logros derivados de la reconversión.
Discusión
Respecto a las causas del cambio productivo, podría plantearse que la familiaridad con la gulupa coadyuvó a su elección como cultivo de reemplazo de otros tradicionalmente sembrados. Su condición de especie no totalmente extraña, fundada en el preconocimiento de sus usos culinarios y de algunas de sus propiedades alimenticias y medicinales, facilitó su adopción como cultivo alternativo. Circunstancia que contribuyó a disminuir los grados de resistencia que usualmente se pueden presentar ante lo nuevo. De igual forma, ante la inestabilidad del mercado de las especies tradicionalmente cultivadas, la intención de encontrar un producto cuyo precio fuera más estable, propósito ligado a la necesidad de buscar nuevos circuitos de comercialización que acorten las cadenas de intermediación, al disminuir las distancias entre productor y consumidor, entre otras acciones, hizo que la gulupa pasara a ser considerada por los productores locales como una especie cultivable oferente múltiples ventajas.
Entre dichos atributos, la posibilidad brindada de articulación al mercado agroexportador, teniendo en cuenta los diferentes beneficios anteriormente exhibidos, destaca entre los detonantes del cambio productivo. Viabilidad sustentada en aspectos igualmente reconocidos por la gran empresa exportadora, requeridos para articulación efectiva: motivación, proximidad con la gulupa, disponibilidad de tierra y fuerza de trabajo suficiente en cantidad y calidad, experticia agrícola y otros recursos complementarios que les posibilita sumarse a la cadena agroexportadora como un importante eslabón, a lo que se suma la disposición para acoger las exigencias productivas y organizativas demandadas. Respecto a las obligaciones productivas, la asociada al tránsito hacia la producción orgánica constituyó un mandato coincidente con una búsqueda local. En este sentido, la obligatoriedad de someterse a los requerimientos del mercado principalmente europeo en relación con la inocuidad y la calidad de la fruta fue una imposición altamente valorada por los productores locales y asumida como un aliciente para la adopción del cultivo. La exigencia de cultivar gulupa orgánica, en la medida en que fue un compromiso coincidente con el propósito de múltiples productores de aminorar el uso de sustancias tóxicas en sus faenas agrícolas, figura como uno de los motivos agroecológicos de tránsito hacia el nuevo cultivo.
En relación con las consecuencias del cambio, el fortalecer la asociatividad y la organización comunitaria como requerimiento del modelo exportador, tal como se evidenció en la presentación de resultados, ha sido una oportunidad para afianzar los valores comunales preexistentes. Se trata de lazos solidarios presentes en las comunidades rurales, entre cuyos miembros sigue siendo común el intercambio de servicios, alimentos, cuidados y fuerza de trabajo (Torres, 2002), esta vez fortalecidos por la pertenencia a un grupo formal y legalmente constituido. En este sentido, a las relaciones de parentesco y vecindad, se suma otra construida en torno a la organización para la producción agrícola, agrupamiento de índole formal, que se conjuga con los preexistentes de orden familiar-comunitario, fortaleciendo las formas solidarias de interacción social. En el caso particular de estudio, a pesar de estar constituidas alrededor de la actividad comercial, valores fundados en la reciprocidad y la confianza (Mauss, 1971; Godelier, 1998) no dan indicios de haber sido reemplazados por otros de índole más utilitaria, según los cuales la decisión de asociarse respondía sólo al interés individual: quien decide hacerlo lo hace para usufructuar los beneficios individuales derivados de actuar en grupo, más dejando de vivenciar, al interior de la organización, valores como la solidaridad y el compañerismo alrededor de los proyectos de carácter comunitario.
En este contexto, apoyando en lo expuesto por Cáceres et al. (2011), descuidar la vivencia de dichos valores, podría conducir al detrimento o eventual agotamiento de las redes sociales originarias, bajo el riesgo de sustituirlas por otras más formales, mediadas por relaciones contractuales. Bajo esta perspectiva, que los miembros de las asociaciones dejen de ser en sí asociados, al asumir el comportamiento de "clientes" de la asociación, sujetos apenas demandantes de los servicios por ésta prestados, según lo establecido en un contrato, sería una acción a prevenir en miras a conservar el humanismo sustentador de la práctica cooperativa y solidaria.
El mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de vida es una de las consecuencias más positivamente valoradas por los productores de El Peñol. Como se expone en la presentación de resultados, contar con un socio permanente dispuesto a comprar la gulupa producida a un precio superior de exportación ha sido para los pequeños y medianos productores una suerte innegable que ha repercutido sobre su calidad de vida. No obstante, visto desde otra perspectiva, analíticamente, esa misma suerte constituye un riesgo permanente en sí. La certidumbre lograda al saber anticipadamente a quién vender, comprador dispuesto a hacer un pago por encima del ofrecido en el mercado tradicional, podría volverse en contra, sobre todo, debido a la posición oligopólica de las empresas compradoras (Soleno, 2013). Si estas llegan a cambiar las condiciones, el colapso del ritmo hasta ahora sostenido del crecimiento de las economías local y familiar podría ser inminente. En este caso, mantener la solvencia económica lograda se torna dependiente de la sostenibilidad de las actuales condiciones de intercambio, en circunstancias en que el poder de decisión se concentra, dada la disparidad de fuerzas, en las pocas empresas agroexportadoras.
En este contexto, aunque eliminar la intermediación ha sido una de las principales intenciones y logros de los productores locales, vender la totalidad de su producto a uno o unos pocos exportadores de gulupa (las empresas agroexportadoras en su rol de intermediarios), los pone en desventaja frente al cambio de las condiciones contractuales. Asunto que, como fue anteriormente expuesto, podría influir negativamente sobre la mejoría socioeconómica alcanzada.
Asociada al mejoramiento de condiciones de vida, reafirmar la vocación agrícola de los pequeños y medianos productores ha sido otra de las consecuencias del cambio productivo. Definitivamente, en condiciones como las nacionales, en las que ser campesino o pequeño productor agropecuario otorga un bajo estatus, a pesar de la crucial función social cumplida por este grupo de actores en términos del buen funcionamiento de la sociedad como un todo (Méndez, 2016a), sentirse apreciado y bien retribuido por la labor productiva realizada coadyuva a generar entre los agricultores una valoración positiva de sí mismos. Apreciación a la que ha contribuido, para el caso particular, el vínculo de la pequeña agricultura con la empresa agroexportadora y el mercado agrícola global, a la que poco aporta el desdén con el que los productores campesinos suelen ser tratados bajo otras circunstancias comerciales cotidianas.
En condiciones en donde la migración campo-ciudad es la que prima, tanto el mejoramiento de la condición económica como la elevación del estatus social, beneficios actualmente ofrecidos por el cultivo de la gulupa, alientan la decisión de permanencia en el campo, hecho que incide sobre la retención poblacional, principalmente de los más jóvenes. Estos últimos, al constatar que el medio rural local que los acoge les brinda posibilidades efectivas para desarrollar proyectos personales y familiares (Gallo et al., 2011), comienzan a involucrarse más con las actividades productivas, viendo en ellas una oportunidad económica y de autonomía laboral. Contar con el apoyo familiar, principalmente en lo relacionado con la puesta a su disposición de la tierra, sumada al acceso a otros activos productivos (conocimiento, tecnología, crédito, insumos, asistencia técnica) proporcionados por otros actores vinculados a la cadena (asociaciones de productores, empresas agroexportadoras, servicio público de extensión agrícola y rural), hace que el cultivo sea visto como una opción prometedora, incluso para las mujeres rurales, ahora incorporando la perspectiva de género.
En términos afirmativos, la demanda local de trabajo femenino, atendiendo a las circunstancias anteriormente descritas, es vista por los actores locales como un avance significativo en cuanto a generación de empleo, sobre todo cuando ellas son contratadas, principalmente en los periodos estacionales de cosecha, para trabajar en las grandes plantaciones de gulupa. Recibir una buena remuneración por su labor, ganando con ello, hasta cierto punto, independencia económica ("no depender del todo del esposo"), es resaltado por las entrevistadas como una verdadera ganancia. No obstante, haciendo una contralectura analítica, dicha situación podría estar enmascarando una situación de sobreexplotación de la fuerza de trabajo femenina. Atendiendo a un principio de flexibilidad laboral, las mujeres locales, al continuar a cargo de las labores domésticas y de cuidado, asumirán una sobrecarga de trabajo, sin que haya, por ejemplo, redistribución de tareas en el entorno familiar (Todaro & Yañez, 2004), situación que habría de ser explorada con mayor detalle.
Como observación general, analíticamente podría plantearse que la reafirmación de la vocación agrícola de los pequeños y medianos productores de El Peñol, sin desconocer los beneficios anotados (retención poblacional, elevación de la autoestima de los agricultores, vinculación de la mujer al mercado de trabajo), a su vez les ha implicado hacer ciertas concesiones, entre las que sobresale acoger, irrestrictamente, las exigencias impuestas por las empresas agroexportadoras. En particular, para tener acceso a este mercado, los agricultores locales han tenido que adaptar sus formas de producir. Adoptar buenas prácticas agrícolas (BPA), cumplir con los requerimientos de inocuidad y calidad, certificar sus predios ante la entidad nacional competente, capacitarse en modelos de gestión, asociarse para cubrir los requerimientos exigidos para ser proveedor de las empresas comercializadoras, figuran entre las principales concesiones. Condiciones que, desde una perspectiva crítica, socavan su autonomía y poder de decisión respecto a cómo dirigir los procesos productivos, en detrimento de su independencia y posibilidad de elección.
Así, aunque adoptar dichas exigencias puede verse como una decisión en sí autónoma acorde con sus intenciones de ingresar a mercados diferenciados que ofrecen mayores ventajas económicas (Cámara de Comercio de Bogotá, 2015; Wilford, 2009), es también preciso, como se expuso anteriormente, explorar ambos lados del asunto: o voluntariamente acogen las exigencias impuestas o libremente se marginan de integrarse al mercado agroexportador. Ambivalencia, en El Peñol, hoy inclinada a favor de la primera alternativa, en atención al balance realizado por los propios productores.
Conclusiones
Para los productores de El Peñol, incursionar en el mercado agroexportador de la gulupa, más que a seguir una "moda", representación social con la que muchas veces se identifica este tipo de procesos, ha obedecido, en síntesis, al reconocimiento en el medio local de circunstancias objetivas que hacen de esta opción una alternativa viable y deseable. En principio, la baja remuneración recibida por la venta local de las cosechas condujo a visualizar el cultivo de gulupa como una opción oferente de múltiples ventajas monetarias. Atributos a los que posteriormente se sumaron, la facilitación del acceso a ciertos activos productivos, la generación de empleo en las grandes plantaciones y la oportunidad de transitar hacia una agricultura más limpia.
En esta misma línea, el estudio permite concluir que la articulación de los agricultores tradicionales al mercado agroexportador depende de su capacidad de adaptación a las demandas impuestas por el nuevo entorno productivo. En este contexto, consecuencias como las asociadas al fortalecimiento de la organización comunitaria, al mejoramiento de la condición socioeconómica, a la reafirmación de la vocación agrícola y al tránsito hacia una agricultura menos contaminante, entre las destacadas, derivan de la capacidad de ajuste a dichas exigencias.
No obstante, como igualmente fue demostrado, el ajuste a dichas exigencias también genera riesgos o consecuencias negativas. Para el caso de estudio, el aminoramiento del poder de decisión acerca de qué, cómo y para quién producir, la dependencia económica de pocos compradores (empresas agroexportadoras) con presencia en el contexto local, sumado a la contaminación generada por adopción de algunas innovaciones tecnológicas, figuran entre las destacadas.
Como conclusión general, la investigación permitió evidenciar que las causas y consecuencias de la incursión de pequeños y medianos productores en el mercado agroexportador no se supedita al aspecto económico. Motivos y efectos de orden ambiental, sociocomunitario y cultural, entre los emergidos en este estudio, también entran en escena. Hecho que da indicios sobre el carácter multidimensional del fenómeno y la necesidad de explorarlo más allá de lo únicamente económico.
Finalmente, los resultados permiten argumentar que aproximarse comprensivamente al fenómeno estudiado brinda la oportunidad de visualizar su ambivalencia. En este sentido, ver en forma simultánea las bondades y los riesgos asociados a la incursión de agricultores tradicionales al mercado global evita simplificar la lectura bien sea a denunciar sus consecuencias aviesas o a demostrar, con exaltación, los beneficios generados por la incursión campesina al modelo agroproductivo exportador.