En el último tercio del siglo XX los afectos, las emociones, las sensibilidades, las pasiones y los sentimientos han cobrado una relevancia central para teorizar lo social. Las aproximaciones sociológicas, antropológicas e historiográficas que vertebran de manera central en sus análisis las dimensiones afectivas y emocionales para densificar sus reflexiones teóricas y propuestas metodológicas se han denominado giro afectivo (Clough 2010; García y Sabido 2014). Sus orígenes tienen un pasado reciente en la década de 1970 en el marco de un cuestionamiento respecto de los paradigmas positivistas dominantes que soslayaron la vida sensible en la construcción del conocimiento.
La emergencia de paradigmas ideográficos que rescatan la importancia del punto de vista del actor, los acercamientos emic y las aportaciones de la teoría feminista reclamaron como legítimas otras formas de generación de conocimiento que dieron paso al reposicionamiento de dimensiones sensibles de la vida social antes excluidas por la hegemonía de los modelos PSI sobre los afectos, las emociones, los sentimientos; estos eran entendidos desde lógicas binarias y respuestas psicofisiológicas que parecían amenazantes y contrarias frente al paradigma de la razón. La crítica decolonial y el feminismo -particularmente- discutieron la posibilidad de construir conocimiento a partir de la experiencia individual sensible situada -principio epistemológico de la teoría feminista-, en oposición a las posturas positivistas preocupadas por la seguridad -ficticia- del distanciamiento cognitivo y la objetividad racional en la gesta del saber científico.
Desde el giro afectivo se han desarrollado contribuciones teóricas y metodológicas que permiten revisitar fenómenos sociales y culturales ampliamente examinados desde lógicas más estructurales como el fenómeno migratorio (Ariza 2016), los movimientos sociales (López y Enríquez 2020) y los procesos salud-enfermedad-atención (López 2019), que destacan -al incluir la dimensión emocional de los fenómenos socioantropológicos- la preponderancia de los sujetos desdibujados de la escena histórica, cultural y social.
Se han abierto vetas de indagación científica que exploran fenómenos como las relaciones de poder entre hombres y mujeres, las violencias, las experiencias hiperestésicas (Jimeno 2004; Pedraza 2009; Bosch et al. 2013; Ahmed 2015) y la vida amorosa, bajo la tesis que sostiene a las emociones como un recurso heurístico para acceder al análisis de las relaciones sociales porque constituyen elementos culturales y sociales fusionados que expresan tipos de vínculos entre el yo y el mundo (Illouz 2007; Le Breton 1999; Ariza 2016; Sirimarco y Spivak 2019).
El nuevo affaire entre emociones y ciencias sociales, como también han llamado al giro afectivo (Enciso y Lara 2014), tiene que entenderse en el declive de la hegemonía del racionalismo científico, paradigma de la posguerra (Albornoz 2007). El creciente interés por los aspectos subjetivos y culturales de la acción social, la crítica posmoderna a la producción del conocimiento y a la modernidad tardía, la crítica feminista y el desarrollo de nuevos paradigmas científicos fortalecen y legitiman su presencia.
Así, el giro afectivo incluye los estudios socioculturales de las emociones que ponen el énfasis en lo simbólico de las emociones1, en el lenguaje como recurso fundamental de análisis, y lo observan como proceso. Por otro lado, también se suman a este giro epistémico los estudios del affect que recuperan los principios de potencia y afectación de Baruch Spinoza recuperados por Gilles Deleuze. Esta línea de estudios de los afectos es una crítica epistemológica a los estudios de las emociones por la manera de entender esa vida emocional y su tratamiento racionalista que deja por fuera la materialidad del cuerpo y lo contingente.
En el seno del giro afectivo surge la pregunta por las diferencias entre los afectos y las emociones. Al respecto, existen algunos exponentes que las utilizan como sinónimos y cuestionan las maneras como se establecen esas diferencias (Hemmings 2005; Leys 2017; Ahmed 2015, 2014; Solana 2020) y otros que las diferencian (Massumi 1995; Gould 2010; Gregg y Seigworth, 2010). Para estos últimos, los afectos se gestan en el preconsciente, son sensaciones o reacciones vinculadas al cuerpo que emergen fuera de los procesos cognitivos y reflexivos, se encuentran dotados de una cierta inasibilidad y, sostienen, cuando estos afectos son codificados, nombrados y articulados socialmente se transforman en emociones.
Las y los primeros sitúan las emociones en contexto y a los cuerpos desde su capacidad de afectar y ser afectados, desde su naturaleza relacional, móvil y conectiva. Existen maneras de vincular afectos y emociones, revisando sus conceptualizaciones, lo que subyace a lo emotivo, el lenguaje, las relaciones, el cuerpo y sus determinismos. La noción de "práctica afectiva" propuesta por Margaret Wetherell, (2012 citado en Solana, 2020) representa una estrategia epistemológica para no separar afecto y emoción: "[...] pensar en unísono lo biológico y lo cultural y argumentar que hay afectos que se ordenan, codifican y siguen ciertos patrones al mismo tiempo que pueden generar caos, desorden y sorpresa (Solana 2020, 38). Tejer estos vínculos, plantea Solana, nos invita "no solamente a recuperar el cuerpo, las sensaciones y los afectos sino crear imágenes, modelos y conceptos que logren capturar, de modo no dicotómico, el complejo entretejido entre cuerpo y mente, naturaleza y cultura y afectos y emociones (Solana 2020, 39). Es una invitación a la interdisciplina, pero sobre todo a la transdisciplinariedad (Martín-Barbero, 2005).
El potencial inter y transdisciplinar de la dimensión afectiva enriquece la producción de conocimiento a partir del descentramiento de las disciplinas de las ciencias humanas y sociales y su apertura a investigaciones llamadas a correr fronteras y tejer encuentros entre lógicas epistémicas, teóricas y metodológicas. Este vínculo creativo, analítico y relacional posibilita correspondencias entre los lenguajes y las arquitecturas cognoscentes de las artes, las ciencias y las humanidades.
El gran reto que enfrenta el giro afectivo no es distinguir afecto y emoción sino ahondar en sus vínculos y posibilidades metodológicas que nos sirven en la construcción del conocimiento social y es allí donde se gesta el presente número monográfico.
Los cuatro pliegues que configuran este número: i) Para comprender el giro afectivo, 2) Cuerpo, afectos y emociones, 3) Tejido social y afectividad y 4) Otras miradas acompañarán a las lectoras y los lectores por el camino de la comprensión de lo que hacen las emociones en contexto.
Eduardo Martell Hernández y Nelly Caro Lujan abren el dossier con el artículo "Más allá de la cultura y la biología, hacia una sociología relacional del estudio de las emociones". Esta propuesta relacional entre lo cultural y biológico inicia con el estudio de las teorías del yo sensible y de los estilos emocionales, contenidas en la sociología y la historia de las emociones, para situarlas en el giro afectivo.
En la configuración del pliegue Cuerpo, afecto y emociones, Ximena González Grandón, en su artículo "Coordinando los afectos: experiencias empáticas cuerpo a cuerpo", transversaliza la empatía como una experiencia relacional donde el análisis de la resonancia corporal, la coordinación y la retroalimentación de los afectos, gestos y expresiones aportan evidencias en el terreno educativo. En este mismo eje, el estudio cualitativo "La crisis sobre otra crisis: maternidades, cuerpos/emociones y pandemia en la región de Atacama, Chile" de Viviana Rodríguez y Cory Duarte, indaga en la vida cotidiana de mujeres y madres durante la pandemia de coviD-19 y exhibe cómo las medidas para controlar la pandemia invisibilizan el impacto diferenciado sobre los cuerpos/emociones de las mujeres, la sobrecarga y el estrés, entremezclados con su propia subjetividad.
El Tejido social y la afectividad transita por las "Prácticas de reciprocidad en comedores comunitarios: entre el amor, la confianza y la esperanza"; a lo largo del artículo, María Victoria Sordini identifica las emociones vinculadas con las prácticas de reciprocidad desplegadas por las mujeres que participan en los comedores comunitarios. Ellas, sus cuerpos y emociones resisten las desigualdades y a la necesidad alimentaria desde el amor, la confianza y la esperanza como posibilidad de encuentro. Eliana Rea Rubiano y Jaime Saldarriaga realizan un recorrido analítico sobre la relación compleja entre emociones y prácticas de justicia en la escuela, a propósito del abordaje de las violencias escolares, en su artículo "Emociones y prácticas de justicia: reflexiones para el abordaje de la(s) violencia(s) escolar(es)". Ellos descubren la necesidad de trascender las miradas funcionales hacia análisis complejos de las emociones, la justicia y la violencia en el ámbito escolar.
Cerrando el dossier, nuestras y nuestros lectores encontrarán dos artículos relacionados con el pliegue Otras miradas en diálogo con el giro afectivo. Aquí las emociones son leídas desde prácticas formativas, pedagógicas y emancipadoras. El primero, "Apuntando al trabajo con las emociones desde la formación en Trabajo Social con sujetos y familias" de Lina María Martínez y Natalia Andrea Castrillón, expone el lugar central de las emociones en la propuesta educativa de Trabajo Social de la Universidad del Quindío (Colombia). Se presentan los fundamentos de las pioneras que dan soporte a esta propuesta formativa y las estrategias de enseñanza-aprendizaje implementadas para concretarla en el abordaje de las dimensiones de la disciplina-profesión, desde un compromiso con la reflexividad de las(os) estudiantes como sujetos, con emociones construidas y transformadas en interacciones significativas. El segundo artículo, "Pedagogía de las emociones como aporte a una educación emancipadora y con justicia social", centra la reflexión en las presencias y ausencias de las emociones en los proyectos educativos de países de Latinoamérica y el Caribe. Edgar Pineda y Paula Orozco asumen que las emociones son políticas, intersubjetivas y cognitivas, desde el distanciamiento de los paradigmas dualistas de emoción-razón y hacen un llamado a la presencia de una pedagogía de las emociones que rescate preceptos filosóficos de pueblos originarios.
Los artículos que acompañan cada uno de los pliegues del presente dossier permiten a las y los lectores desentrañar cómo los afectos y las emociones se encarnan en los cuerpos y contextos diversos, exhibiendo su carácter relacional, político y transformador.
Finalmente, nuestras secciones habituales: entrevista, reseñas, documento y eventos.
En la entrevista realizada a Mariela Solana, filósofa y especialista en género, feminismos, afectos y emociones, las y los lectores descubrirán una apuesta de vida reflexiva en torno al giro afectivo, sus orígenes, relaciones con los afectos, abordajes metodológicos y fortalezas inter y transdisciplinares.
La primera reseña que acompaña este número es sobre el libro Amor, desamor y modernidad. Régimen de una educación sentimental en México y América Latina (1900-1950), coordinado por Oliva López Sánchez y editado por la Universidad Nacional Autónoma de México y la Facultad de Estudios Superiores Iztacala en el año 2021, escrita por Leonardo Bastida Aguilar. En ella se expone cómo a comienzos el siglo XX se constituyó un régimen sentimental en América Latina en el cruce de la modernidad y la educación, asunto que aborda cada autora a lo largo del libro.
La segunda reseña del libro: Los procesos corpoemocionales en los estudios de género y sexualidades, volumen siete de la colección Emociones e interdisciplina de la Red Nacional de Investigación en Estudios Socio-culturales de las Emociones (RENISCE) y editado por el ITESO Universidad Jesuita de Guadalajara y la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 2022, se convierte en uno de los últimos escritos realizados por nuestra colega y amiga Diana Carolina Peláez Rodríguez, quien falleció inesperadamente mientras se editaba este número. Diana plasma con detalle y rigurosidad la convergencia de varias autoras en torno a la relación cuerpo, emociones y género de una manera relacional.
Las obras que acompañan este dossier fueron donadas por la artista Angélica Alonso, quien, desde su conexión con el giro afectivo, crea posibilidades y teje puentes de fraternidad, amor y esperanza. Estamos seguras de que cada una de las obras las y los conectarán con las posibilidades relacionales de las emociones y los afectos.
El documento que acompaña este número se relaciona con algunas imágenes del libro de Charles Darwin La expresión de las emociones en el hombre y los animales, que constituye un referente obligado de lectura para quienes se inician en el estudio de las emociones, sea desde las neurociencias, la psicología o el giro afectivo, porque aporta claves de la vida emocional en sociedad. Invitamos a nuestras y nuestros lectores a deleitarse y analizar la importancia de este libro y sus imágenes en los estudios de las emociones.
En esta ocasión la revista Trabajo Social realiza dos homenajes póstumos a colegas y amigas que fallecieron mientras se editó el presente número del giro afectivo: María Eugenia Martínez y Diana Carolina Peláez (Dianka). María Eugenia, trabajadora social y maestra, dejó un legado en la comprensión de la historia y el quehacer del Trabajo Social. Diana Carolina, desde sus reflexiones y abordajes investigativos, dejó anclados los análisis de las comunidades emocionales, el cambio social y la educación. Dianka, dejas un bello legado en quienes compartimos este tramo de vida contigo.
Dejamos en manos de nuestras y nuestros lectores un dossier temático clave para comprender el giro afectivo en las ciencias sociales y sus anclajes relacionales que transcienden la mera conceptualización de la emoción, los afectos y los sentimientos, con el fin de dimensionar el potencial contextual, histórico, sociológico, antropológico y el carácter inter y transdisciplinar de las emociones y afectos para correr fronteras de conocimiento. Las y los invitamos a deleitarse con su lectura.