Introducción
La pandemia por COVID-19 inició oficialmente en Chile el 3 de marzo del 2020, cuando el Ministerio de Salud confirmó el primer caso, días antes de que se declarase su carácter mundial. A partir de esa fecha, se establecieron restricciones en la movilidad, confinamientos, cierre de fronteras geopolíticas, estado de excepción constitucional, toque de queda en todo el territorio nacional y cuarentenas obligatorias.
Las mujeres son siempre las más afectadas en situaciones de crisis y emergencia, escenario agudizado en pandemia debido a la falta de perspectiva de género en las acciones asumidas por los gobiernos (Blaskó et al. 2020). Las medidas implementadas durante los primeros meses les obligaron a permanecer en sus viviendas de manera forzada, afrontando la crisis solo a través de sus "recursos propios, capacidades de autoorganización y aprendizajes individuales, con fuertes costos para su salud mental" (Martínez-Lavrín et al. 2022, 77).
En dicho contexto, maternidad, crianza, labores de cuidado y empleo se conjugaron en un mismo espacio físico y temporal de manera inédita. La coyuntura evidenció la mayor carga de trabajo que tienen las mujeres y, por ende, implicó una profundización de la desigualdad de género, sobre todo en los hogares de menores ingresos (Observatorio Social 2021), más aún cuando los cuidados sanitarios de la población fueron mayormente desarrollados por mujeres. Todo esto desembocó en una acelerada crisis de los cuidados, que denominamos "crisis sobre otra crisis" debido a que acrecentó en las mujeres la carga de trabajo relacionada con las tareas domésticas y el cuidado de personas -especialmente de niños, niñas y personas mayores- (Observatorio Social 2021; Osorio-Parraguez et al. 2021).
Las mujeres que maternan y crían en contexto de pandemia se transforman en "mujeres/madres", entendiendo que este escenario deja de manifiesto la ecuación "mujer=madre". Esta es una representación sociocultural naturalizada en respuesta a dicha doble crisis (Brenes 2020), que impacta directamente en sus "cuerpos/emociones", entendiendo esta "barra (/) como punto de apoyo para escribir e inscribir las conexiones/desconexiones que implican cuerpos y emociones y así poder captar/comprender" (Scribano 2013, 106).
Asimismo, en esta "crisis sobre otra crisis", se ha observado una escasa responsabilidad institucional y gubernamental para enfrentar las desigualdades de género (Ramacciotti 2020), pues, las medidas asumidas -o no- por los gobiernos inciden de manera diferenciada y generizada. La toma de decisiones sobre la pandemia no ha sido neutra y requiere de un análisis de género para su comprensión y abordaje (Del Río y García 2021; OEA/CIM 2020).
La investigación pretende contribuir a este análisis desde la óptica de la economía feminista y a la luz de la mirada analítica de los cuerpos/emociones de Adrián Scribano. Este estudio cualitativo indaga en las rutinas cotidianas de mujeres/madres de la región de Atacama, Chile, durante los primeros meses de la pandemia por COVID-19. Allí las motivaciones investigativas parten desde nuestras vivencias y conversaciones, las que pudieron sostener-nos en aquel período tan complejo, por lo que acuerpamos esas experiencias, esas dobles y triples jornadas de trabajo1, conjugadas en enfrentar un escenario pandémico incierto. Asimismo, desde nuestra responsabilidad ético-política feminista levantamos esta iniciativa investigativa con la principal intención de acompañar a otras mujeres/madres que sintieron y acuerparon el agobio, encierro y, muchas veces, sentirse sin respiro ni salida. Por ello, una vía de escape fue compartir estas experiencias de vida y colectivizar las reflexiones, cuestiones que constituyen la primera piedra para forjar vínculos que posibiliten mitigar los efectos adversos en los cuerpos/emociones de mujeres/madres en tiempos pospandémicos.
Pandemia COVID-19 y sus impactos genéricos diferenciados en los cuerpos/emociones de las mujeres
El contexto pandémico generó una respuesta a la doble crisis centrándose en el modelo biomédico, dejando de lado las desigualdades de orden estructural (Castellanos-Torres et al. 2020), así como la situación y condición de niñas y mujeres de grupos vulnerables (OEA/CIM 2020); ello invisibilizó las disrupciones que se produjeron en la vida cotidiana en términos de espacios, rutinas y uso del tiempo (Osorio-Parraguez et al. 2021). Las políticas y estrategias implementadas en la gobernanza de salud internacional no consideraron análisis de sexo y género (Harman 2016; Ramacciotti 2020), invisibilizaron datos diferenciados (Ruiz 2021) e ignoraron los efectos socioeconómicos en la vida de las mujeres durante las pandemias (Harman 2016; Smith 2019). Tal como ha ocurrido en otras emergencias sociosanitarias anteriores, los asuntos de género han sido relegados a un segundo plano (Harman 2016), imponiéndose la tiranía de lo urgente (Smith 2019), por sobre miradas integrales que permitan una consideración interseccional en las formas en que se enfrentan las crisis (Osorio-Parraguez et al. 2021).
Las medidas de confinamiento y distanciamiento social tomadas en la pandemia profundizaron y agudizaron las desigualdades de género (Tabbush 2021). Es posible observar brechas en el empleo femenino, ya que el confinamiento de niños y niñas tiene un impacto mayor en las madres que trabajan (Alon et al. 2020), aumenta el riesgo de violencia de género (Tabbush 2021) y persisten dificultades en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos (OEA/CIM 2020). Pese a la evidencia al respecto, menos del I % de los artículos sobre las pandemias globales anteriores han centrado su mirada en asuntos de género (Smith 2019).
Las políticas públicas sanitarias hacen visibles a las mujeres solo en su actividad productiva remunerada o en su relación con la salud materna; sin embargo, son mayormente ignoradas a pesar de ser ellas quienes están en la primera línea de acción (Harman 2016). En este sentido, se perpetúan las normas de género situando a las mujeres en el cumplimiento exclusivo del rol materno, sin considerar las desigualdades y opresiones que les afectan (Smith 2019), lo que se reduce su presencia como cuidadoras o usuarias de servicios de salud infantil (Harman 2016).
A la par, las brechas se consolidaron en el ámbito laboral, ya que las mujeres en el contexto de pandemia fueron las más afectadas por la pérdida del empleo remunerado y la desprotección social (Alon et al. 2020); un gran número renunció a compromisos laborales para asumir cuidados y responsabilidades domésticas, generando interrupciones y momentos de crisis en la trayectoria laboral (Collins et al. 2020), lo que puede ocasionar retrocesos en la participación laboral femenina y empobrecimiento (Tabbush 2021, OEA/CIM 2020). De esta forma, "la pandemia ha aumentado la desigualdad de género en la fuerza laboral con consecuencias preocupantes para las madres" (Collins et al. 2020, 3), lo que se evidencia en dobles y triples jornadas (Osorio-Parraguez et al. 2021), que afectan su salud física, mental y emocional (Castellanos-Torres, et al. 2020; Del Río y García 2021; Osorio-Parraguez et al. 2021), pudiendo elaborar sentimientos de culpa y agobio (Lades et al. 2020) y mayores niveles de trastornos psicoemocionales (Liu et al. 2020). No obstante, también se debe destacar que algunos estudios señalan que las mujeres desarrollan de mejor forma estrategias de resiliencia (Sánchez-Teruel et al. 2021) y de adecuación a la pandemia (Rana et al. 2021).
En Chile la crisis "amplificó la injusta división del trabajo entre varones y mujeres en el interior de los hogares y la precaria inserción laboral de estas últimas, y marcó así retrocesos importantes en su autonomía económica" (Tabbush 2021). Estudios señalan preocupantes modificaciones en la vida cotidiana de las mujeres chilenas (Martínez-Lavrín et al. 2022; Osorio-Parraguez et al. 2021). Asimismo, las mujeres han aumentado significativamente su carga diaria de cuidados (Observatorio Social 2021) y han sido relegadas al espacio doméstico (Osorio-Parraguez et al. 2021). Lo anterior se observa con claridad en el estudio realizado por el Observatorio Social del Ministerio de Desarrollo Social en conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a través de la Encuesta Social COVID-19, la que en su cuarta ronda (último trimestre del 2021) evidencia una significativa brecha de género en la recuperación del empleo, asociada al ejercicio de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el propio hogar. En ese sentido, los resultados de la encuesta señalan que, a finales del 2021, el 33,3 % de las mujeres adultas realiza trabajo doméstico y de cuidados no remunerado; de ellas, el 48 % se encuentra inactivo, mientras que el 41,9 %, no solo realiza dichas labores, sino que al mismo tiempo realiza un trabajo remunerado (Observatorio Social 2021). Así, también se deja ver que casi el 80 % de las mujeres inactivas laboralmente, que ejercen trabajo doméstico y de cuidados en su hogar, tenía un empleo remunerado al inicio de la pandemia, y, aunque las cifras son heterogéneas en cuanto al nivel socioeconómico, se encuentran mayoritariamente en los quintiles de mayor vulnerabilidad (Observatorio Social 2021).
Metodología
Para el desarrollo de este estudio cualitativo, se consideró relevante indagar en las rutinas cotidianas de mujeres/madres de la región de Atacama, Chile, en plena pandemia COVID-19. Para tal propósito, se utilizó un diseño biográfico-narrativo que pesquisa relatos cotidianos de una jornada, realzando emociones, rutinas y organización de las labores de cuidado, crianza y empleo.
El trabajo de campo consideró entrevistas a distancia entre mayo y agosto del 2020, meses en los que se implementaron fuertes medidas de prevención de contagio por COVID-19 en la región. La muestra a la que se accedió fue integrada por 19 participantes, entre 24 y 48 años, madres de uno a tres hijos(as), en diferentes oficios y profesiones, habitantes de distintas ciudades en la región de Atacama.
Agregamos que desde nuestro posicionamiento ético-político feminista no pudimos dejar por fuera nuestras propias experiencias y repertorios afectivo-políticos (Solana y Vacarrezza 2020) como mujeres/madres en pandemia, ya que la motivación investigativa nació precisamente desde estas conversaciones y aflicciones. Por ello, gestar esta investigación también permitió acompañarnos colectivamente, forjar redes de apoyo de/entre mujeres y resignificar estas experiencias, hasta ese entonces inéditas e invisibilizadas.
Con respecto a la técnica de recolección de información, se utilizó la construcción de narrativas a través de entrevistas a distancia, como se mencionó, por medio de la plataforma WhatsApp, elemento que, dadas las circunstancias, fue el medio más idóneo para la construcción de datos, ya que permitió la indagación de las miradas cotidianas (Scribano 2017). Asimismo, la implementación de la técnica posibilitó una suerte de catarsis, de desahogo frente a la situación y el contexto que estaban/estábamos viviendo, dejó fluir confesiones íntimas, emociones, experiencias y silencios al gestar un espacio de conversación que fue recibido con gratitud por parte de las entrevistadas al entender que no eran las únicas que estaban viviendo/sintiendo estas realidades. Como señala Scribano (2017), el uso de WhatsApp como instrumento de indagación social facilita la "redefinición de las conexiones/desconexiones entre observar y registrar, [...] participación de observadores múltiples, [...] acceso a diversos momentos de la realidad social en términos de las tensiones de 'mundos' vividos y [...] registro de múltiples aristas del conflicto social" (17).
La información recopilada fue transcrita e ingresada al software de análisis de datos cualitativos Atlas.ti versión 8.4, lo que permitió ordenar y esquematizar la información. Posteriormente, por medio de un análisis de contenido se procedió a la comparación y codificación abierta con base en diversas categorías analizadas: mujeres y maternidades, cuerpos/emociones y estrategias de autocuidado. Entre los resguardos éticos contemplados en este estudio está el uso del consentimiento informado oral individual, el almacenamiento y el tratamiento de datos de forma confidencial.
Resultados
El siguiente apartado relata los resultados del trabajo investigativo, los que se presentan en dos categorías semánticas: mujeres, maternidades y emociones en tiempos de COVID-19, y disfrute personal-familiar como estrategias de autocuidado en pandemia. Se incorporan extractos de los discursos obtenidos para reforzar o explicitar cada uno de los siguientes apartados.
Mujeres, maternidades y emociones en tiempos de COVID-19
Las trayectorias de mujeres/madres en la región de Atacama no son unívocas. Están atravesadas por múltiples condicionantes entre los que se encuentran la edad, el número de hijos(as), el contexto de habitabilidad, el hacinamiento, la dinámica familiar, las condiciones laborales, las redes de apoyo, entre otros. Estos elementos se intersecan y desencadenan diversos grados de afectación socioeconómica, física o psicoemocional en los tiempos más inciertos de la pandemia COVID-19.
[Mi Hija] se levanta, le ofrezco un desayuno, voy a la cocina, le hago el desayuno lo más rápido posible [...] con una sensación de nerviosismo [...], no estoy trabajando, tengo que hacerlo rápido. "[Hija], apúrate" y así, [...] me regreso al computador. Después ya cuando son las 12:30-13:00 me salgo del computador, que se supone que es la hora de mi colación y me voy a cocinar; [...] cocino lo más rápido posible. [Mi Hija] ya se sienta, come, comemos rápido, así como yo, muy estresada; después ya como a las 14:15, ya estoy sentada de nuevo [...] con una ansiedad extraña [...], tomo café, vuelvo, escribo, me siento, me llaman por teléfono, que la reunión, que el webinar, que esto que lo otro... y así me paso muy estresada hasta que ya son altas horas de la tarde. (ID 7, 08 de junio del 2020)
La narración anterior rememora experiencias personales y colectivas, que plasman lo que sintieron y vivieron gran parte de las mujeres/madres en el período de pandemia, marcando un antes y un después en sus vidas, impactando en sus relaciones interpersonales, familiares y laborales en este escenario pospandémico.
Las significaciones de maternidad son descritas como vidas descentradas y trastocadas en sus cotidianidades, caracterizadas por rutinas caóticas, difíciles y sacrificadas, las que se explican por la sobrecarga de trabajo, en dobles y triples jornadas desarrolladas en un mismo espacio físico, intelectual y emocional.
Hay dos días a la semana que tengo clases en la mañana, por lo tanto, estoy ahí; conectada con los niños; uno en la teta, uno afuera, uno despertando [hace una pausa]. Que están llorando, que están gritando, y, mientras, estoy conectada, obviamente, con cámara y micrófono apagado. Muchas veces, y le tengo que pedir disculpas a los alumnos, que tengo que estar con los niños en brazos, o sea, por lo menos con el más pequeño, que aún toma teta. (ID I, 23 de mayo de 2020)
Las mujeres señalan que, desde el inicio de la pandemia, dedican mayor tiempo al trabajo remunerado, al cuidado de hijos(as) y a la realización de labores domésticas, actividades que se han extremado producto del confinamiento y las medidas de prevención, desarrolladas en medio de dinámicas tensionantes al interior de las familias.
Hay días en los que [mi hijo] está más estresado [...] y yo también estoy más estresada, porque visualizo igual que él absorbe todas mis emociones, todo lo que yo siento, él lo absorbe, [...] él las toma como propias, entonces hay días en que nos venimos a acostar, hora de apagar la tele, comienza a llorar y llora y llora y llora y grita y llora y grita y en ese momento [suspira] es muy complejo contenerlo, contenerlo a él. contener mis emociones. estoy cansada. es un momento bastante caótico. (ID 9, 19 de agosto del 2020)
Igualmente, se observan dificultades en la conciliación familia-trabajo. Combinar maternidad, crianza, vida personal y empleo es una quimera. Los malabarismos cotidianos las transforman en superwoman, capaces de sobrellevar el trabajo y la crianza con todo a cuestas.
Una de las tareas más complejas que señalan las entrevistadas fue precisamente el acompañamiento en actividades y tareas escolares, en especial, cuando se tiene más de un hijo(a) en etapa escolar, ya que, se encuentran en diferentes niveles formativos, por lo que deben contar con recursos que complementen el proceso de enseñanza-aprendizaje dado de manera telemática. Asimismo, mencionan dificultades en manejar el nivel de frustración, enojo, negativa a las tareas escolares o conexión virtual a clases, lo que se potencia frente al escaso apoyo de las instituciones educativas, alejamiento de las amistades o familia y la imposibilidad de salir de casa. El enfrentarse al nuevo escenario educativo genera animadversión, antipatía y cambios en las rutinas de los niños y niñas que impactan en las dinámicas cotidianas.
A veces me he visto sobrepasada con respecto a lo que son las tareas escolares, me satura un poco el tema porque yo no tengo la pedagogía para enseñarles, sobre todo matemáticas, y mi hijo, él tiene déficit atencional e hiperactividad, y a veces es difícil que logre concentrarse y esa parte ha sido difícil con respecto a poder ayudarlo. (ID 12, 21 de agosto del 2020)
Las medidas sociosanitarias implementadas para disminuir el contagio en la pandemia afectan especialmente la salud mental y el bienestar emocional de las mujeres/madres, quienes presentan miedo a la muerte, síntomas de la enfermedad sin poseerla, higienización extrema, compra compulsiva de artículos de aseo, mayor control y sobreprotección de hijos(as). Refieren una "esclavitud doméstica" materializada en el imperativo de limpiar e higienizar para no enfermar y no lidiar con la culpa que recaerá sobre ellas como responsables de cualquier contagio.
Así que los días son netamente en limpiar. Cuando empezó todo esto del COVID yo creo que todas entramos en un pánico y limpiaba yo creo que la mayor parte del día; el piso, el baño, la cocina, las manillas y, si tenía que salir a comprar, llegar y no sé... cambiarse de ropa, que el "Lysoform", que no habían cosas de aseo. (ID 2, 26 de mayo del 2020)
Igualmente, el sentir que ha embargado estas narrativas es "la maternidad culposa" por no lograr el ideal impuesto en el cumplimiento de tareas productivas-reproductivas con el éxito esperado. Mencionan que se sienten incomprendidas, invisibilizadas y juzgadas en un escenario incierto, injusto y arbitrario, sin que a nadie le interese mayormente lo que están viviendo/sintiendo las mujeres/madres en sus multitareas y multirroles en un mismo espacio físico y temporal.
[Yo] podría estar todo el rato jugando, pero es como: "hija qué quieres otra vez" o frases así, que al final después en la noche... llega el momento de culpa... las reflexiono y las analizo... porque igual la pandemia, al ser mujer, tiene un efecto súper distinto a los hombres. (ID 16, 23 de agosto del 2020)
Las entrevistadas se refieren a los cambios en los patrones de sueño-vigilia que se centran en la dificultad en conciliar el sueño, insomnio y dormir pocas horas (entre cuatro o cinco horas); en consecuencia, las rutinas diarias se caracterizan por el agotamiento físico, mental y emocional. Esto se agudiza en hogares monomarentales, en los que se observa el síndrome de Burnout derivado del estrés laboral y la carga mental o "rumia mental" de mantener todo organizado, estar en alerta y al cuidado de la familia.
El día, el trabajo, los niveles de ansiedad, los niveles de estrés, de angustia también, el agotamiento, el sentir que ya no puedo más, entonces ya a la hora de acostarme, hago dormir a [mi hijo] y por lo general me quedo una o dos horas más despierta, no por querer, sino porque me cuesta conciliar el sueño. Durante este tiempo he estado teniendo insomnio, entonces, a veces también, mi despertar depende de la hora en la que me pude quedar dormida y de eso también depende un poco mi estado de ánimo al otro día. (ID 9, 19 de agosto del 2020)
Por ello, señalan que sus vidas se han tornado caóticas, perdiendo el control, envueltas en un derrotismo constante que se reflexiona y posiciona en las noches de desvelo e insomnio. Esto se manifiesta corporalmente, al sentir una opresión en el pecho, dolores agudos de espalda, palpitaciones en los párpados, manos temblorosas, llantos explosivos, cefaleas y cansancio extremo. Asimismo, refieren ataques de pánico, angustia, ansiedad, intranquilidad, nerviosismo y desorientación temporal.
He sacado de conclusión que no tengo tiempo para mi vida, entonces he transformado como es una vorágine estresante, que mi vida se ha convertido en un trabajo constante y la verdad debo confesar que estos últimos días me he sentido muy angustiada, que he despertado y tengo ganas de llorar y por momentos lloro, pero luego de esto digo: "bueno, esto es lo que necesito, lo tengo que hacer igual". Pero igual siento que no tengo vida, eso me ha pasado, o sea, o que mi vida se ha transformado, no sé cómo explicarlo, tengo como una confusión, podría resumir que es estrés, angustia, ansiedad, insomnio, intranquilidad, incertidumbre, como siento que los vocablos que están, digamos, circundando mi vida. (ID 7, 08 de junio del 2020)
A esto se adiciona una disminución del cuidado personal y apariencia física, en especial en lo relacionado al mantenimiento del peso corporal ideal, con escasas acciones de autocuidado y sentimientos de culpa si dedican tiempo para ellas. Este sentir se expresa en considerarse "descuidadas", no sentirse lindas o deseadas, mirarse al espejo y no encontrarse, enfrentar una imagen de su cuerpo distorsionada. Se posiciona, así, el tema del sobrepeso como una preocupación central, sintiendo que la crisis de la pandemia se ha materializado en sus cuerpos, con reticencias en regresar a sus rutinas, salir de casa y lucir distintas.
Cada una de estas experiencias y sentires son vivenciados en silencio y soledad, muchas veces sin demostrar a sus familias y amistades sus altos niveles de cansancio, frustración y ansiedad. Asimismo, esto se ve agudizado en familias monomarentales, con esposos o padres regidos por turnos de faenas mineras y quienes emigran sin redes de apoyo a la región de Atacama.
Yo estoy bastante sola en Copiapó, mi familia es de Santiago, mis papás y mis hermanas están todas allá, tengo algunos tíos, pero ya no tengo mucho contacto con ellos debido a la cuarentena y pandemia. (ID 13, 23 de agosto del 2020)
Igualmente, las entrevistadas mencionan lógicas violentas alojadas en las dinámicas del teletrabajo, materializadas en sobreexigencia, maltrato y acoso laboral, presentadas desde formas sutiles, tales como chistes inapropiados, comentarios de su aspecto físico, vestimenta o emociones, hasta actos abiertamente maltratadores y abusivos de parte de sus empleadores, centrados en el control y la supervisión constante, llamadas telefónicas, reuniones o actividades fuera del horario laboral -incluso a altas horas de la noche-, ser tratadas a gritos, humillaciones y burlas en público, imposición en la toma de decisiones y amenazas. Muchas de estas situaciones se han ido profundizando en virtud de la rigidez de las medidas de confinamiento.
Finalmente, las narrativas expuestas permiten entregar un paisaje que posiciona a la pandemia como particularmente violenta contra las mujeres en todos los ámbitos de sus vidas, una expresión de un estado de indefensión, soledad, desequilibrio y culpa que rodea sus cuerpos/emociones.
Sí, esta entrevista igual es como un desahogo para mí, pero creo que con la pandemia […] el ser mujer para mí está reducido al cero y, bueno, con [el] ser mamá también [...] la pandemia creo que es violenta para nosotras las mujeres en cuanto a las labores de cuidado, a todo. (ID 16, 23 de agosto del 2020)
Disfrute personal-familiar como estrategia de autocuidado en tiempos de pandemia
La experiencia de maternar en pandemia ha conducido a un proceso de resignificación de las maternidades. Aquí se destaca el disfrute personal y familiar, posibilitado mayormente por las redes de apoyo familiar y amistades cercanas, y condicionado por la situación socioeconómica manifestada en las narrativas sobre lo cotidiano, las dinámicas familiares y la salud mental y emocional de quienes carecen dichas materialidades.
El "disfrute personal" se expresa por medio de una fuerte concientización del derecho a cuidar, a ser cuidado y al autocuidado. Se posiciona en las entrevistadas la importancia y revalorización del trabajo de cuidados como eje central para sostener la vida. Allí, la que cuida también tiene derecho a cuidarse física, mental y emocionalmente. Ese "disfrute personal" es expuesto desde la inscripción a gimnasios virtuales, clases de danza, yoga o pilates. También incursionan en manualidades como tejer y pintar. Las participantes mencionan que, a pesar de su inconstancia, se valoran estas actividades como canalizadoras de estrés, al otorgar una sensación de tranquilidad y equilibrio físico-mental-espiritual.
Siempre trato de activarme, si ya no puedo hacer una clase de yoga y afro que es lo que [estoy] más habituaba a hacer, tomar clases, me doy aunque sea 15 minutos. (ID 6, 08 de junio del 2020)
Es posible gestar un "disfrute familiar" a pesar de la adversidad de la pandemia. Las entrevistadas nos hablan de incursionar en la cocina con recetas nuevas junto a sus hijos(as), el "comer rico". A la par, está la realización de actividades en familia desde los juegos de mesa, huertas urbanas hasta aprender a plantar o criar animales. Las narrativas posicionan lo importante que es ver crecer a sus hijos(as), adaptándose a este escenario incierto, siendo una dicha y alegría para ellas.
Almorzamos, cocinamos, comemos rico, salimos en la tarde a tomar sol, jugar, trabajar un poco, nos hacemos parte del trabajo y luego al final de día, también es el baño, a descansar y generalmente al final del día es estar juntos, es dormir juntos, dormimos todos juntos, vemos tele y termina nuestro día de esa manera. (ID 15, 23 de agosto del 2020)
Mencionan que poseen nuevas visiones y estrategias para el trabajo de cuidados, en virtud de la organización de tareas vs. el tiempo invertido; allí destacan su redistribución entre los(as) hijos(as), estableciendo con sus parejas la importancia de la corresponsabilidad parental -cuando es posible-, negarse a hacer tareas domésticas para dedicarse al disfrute familiar, tener "horarios reservados" para la familia y forjar el apego, entre otros.
Alrededor de las 11:00, esa es la hora que nos levantamos ahora y nos activamos un poco, le doy su primera tetita del día, de ahí desayuno yo con él en brazos. (ID 14, 23 de agosto del 2020)
Igualmente, las entrevistadas posicionan que este disfrute personal-familiar se articula por dos ejes bisagras, por un lado, las redes de apoyo que sostienen las rutinas cotidianas y la conciliación familia-trabajo. Aquí resaltan las redes que contienen y dan sustento psicoemocional, y las redes amorosas entre abuelas, madres y nietas(os).
Y el tema de las niñas que nos repartimos entre los dos, pero igual se hace súper pesado. Por ejemplo: si yo tengo una videollamada o una reunión online [ruido de dibujos animados en la televisión], yo tengo que pedirle a mi mamá que venga. Porque yo acá vivo con mi pareja y mis hijos [...], entonces ahí mi mamá me apoya. (ID 4, 28 de mayo del 2020)
Por otro lado, incide en el disfrute personal-familiar un factor que se basa en las condiciones de habitabilidad y hacinamiento que existe en los hogares; allí las narrativas sostienen que muchas de ellas reconocen el "privilegio" de vivir en parcelas, casas con patio, caminar por espacios abiertos, entre otros.
Tenemos el privilegio de contar con una parcela cerca de nuestra casa aquí en Vallenar, por lo tanto, casi diariamente nos vamos para allá. Es un espacio maravilloso que tenemos. Digamos, un privilegio hermoso de estar al aire libre sin la famosa mascarilla. (ID 3, 27 de mayo del 2020)
Esta realidad se contrapone con las condiciones de habitabilidad y hacinamiento que caracterizan las vidas en departamentos pequeños, sin ventilación e iluminación, sin espacios para divertirse y jugar en familia, en los que incluso carecen de áreas verdes y espacios comunitarios infantiles alrededor de estos recintos departamentales.
Esto es más complejo, ya que nosotros vivimos en departamento y no tenemos un patio o una vida fuera de estas cuatro paredes, y no tenemos las capacidades de un lugar amplio. Igual se vuelve complejo con un niño de tres años con la energía e hiperactividad con la que se encuentra en estos momentos. (ID, 18 de agosto del 2020)
Discusión
Diversos estudios muestran que los cuidados son ejercidos mayoritaria-mente por mujeres (Harman 2016; Carrasco 2003), situación que se agudizó durante la pandemia (Martínez-Lavrín et al. 2022; Osorio-Parraguez et al. 2021), lo cual resulta relevante considerando que muchas mujeres/ madres asumen compromisos y responsabilidades aún bajo el riesgo de exponer la propia vida. En este escenario, los cuidados emergen como un amortiguador en momentos de crisis, al sustentar "la crisis sobre otra crisis" a través de la provisión de cuidado en hogares y comunidades (Smith 2019) sosteniendo la vida (Carrasco 2001).
De esta manera, la maternidad en tiempos de pandemia reposiciona la división sexual y social del trabajo, ligada a la ecuación mujer=madre, exigiendo revisitar discusiones teóricas largamente dadas, en las que se simboliza la maternidad asociada a capacidades intrínsecas naturales exclusivas de las mujeres, proceso castrador que las apartan de la vida pública/política (Beauvoir 2013; Millett 1995). Esto es debido a que el sistema patriarcal y capitalista somete la feminidad a la maternidad, y la mujer a la condición de madre (Federici 2013). Allí, las mujeres son sobrevaloradas en el imaginario, pero desvalorizadas en la práctica social y económica (Carrasco 2003). Es así que el trabajo de las mujeres es el remanente del trabajo esclavo en la sociedad capitalista-patriarcal, que se sostiene en los hombros de estas (Federici 2018).
De la misma manera, se posiciona a las maternidades como espacios de lucha, politizándolas, como experiencia social y colectiva, que también es contestataria, desobediente, subversiva y feminista, con un "valor social, político, económico e histórico" (Vivas 2020, 43). Las experiencias de mujeres que desafiaron otros contextos, como el terrorismo de Estado en Argentina (Gorini 2008) y en Chile (Gross 2015), permiten aseverar que se puede construir movimiento y ciudadanía femenina/feminista a partir de las maternidades, en la medida en que nos reconocemos como un colectivo político que define sus intereses, pone en agenda sus demandas/ propuestas e incomoda/interpela a los poderes hegemónicos en una diversidad de formas de acción política (Vivas 2020).
Consideramos crucial los análisis de los cuerpos/emociones de Scribano (2010) como una unidad indisoluble, que posiciona al amor como un objeto sociológico y práctica del querer que produce un conjunto de prácticas colectivas; al ser estas identificadas y analizadas, permiten comprender la conexión entre una política de las sensibilidades y el conflicto social. Bajo esta perspectiva, el cuerpo es entendido como [...] locus de conflictividad y orden, es el lugar por donde pasan los antagonismos contemporáneos y es desde este lugar donde es posible observar la construcción de una economía política de la moral, es decir, unos modos de sensibilidades, prácticas y representaciones que ponen en palabras la dominación. (Scribano 2008, 90)
En este sentido, es posible analizar desde los cuerpos/emociones la relación dada por las mujeres/madres en contexto de pandemia, pues en las prácticas "hechas cuerpo" se estructuran los "mecanismos de soportabilidad social" orientados a evitar el conflicto social como mecanismos del orden y dispositivos ideológicos, basados en aceptabilidades y naturalizaciones. A esto se suman dispositivos de regulación de las sensaciones, que consisten en procesos de selección, clasificación y elaboración de las percepciones socialmente determinadas y distribuidas; "la regulación implica la tensión entre sentidos, percepción y sentimientos que organizan las especiales maneras de 'apreciarse-en-el-mundo' que las clases y los sujetos poseen" (Scribano 2007, 120-121). Entre el miedo y la seguridad, la solidaridad y la indiferencia, la aceptación y la resistencia, se ha construido en sus cotidianidades un imaginario sociocultural, donde se justifica que las mujeres, por sus condiciones genéricas, fueron moldeadas como "destructibles" y sus vidas como no merecedoras de ser consideradas valiosas o necesitadas de protección de la política estatal.
Por tanto, las responsabilidades no radican solo en el plano individual/ familiar, sino que se requiere de voluntad y acción público-privada para levantar medidas diferenciadas que pongan atención sobre la mitigación de los impactos que el confinamiento, la cuarentena y el distanciamiento social han generado sobre los cuerpos/emociones de las mujeres (Osorio-Parraguez et al. 2021; Martínez-Lavrín et al. 2022) y que tomen en consideración abordajes interseccionales (Osorio-Parraguez et al. 2021).
La pandemia como fenómeno global y situado se vivencia de forma distinta en "función de los acumulados y condiciones preexistentes" (Rodríguez y Seghezzo 2021, 252), lo que generó fuertes impactos diferenciados que urge visibilizar, en especial, las desigualdades de género situadas y encarnadas en mujeres y niñas ubicadas en los grupos más vulnerados de la población (Del Río y García 2021; Osorio-Parraguez et al. 2021). En este sentido, se requieren esfuerzos para atender los impactos en los cuerpos/ emociones que se derivan de los altos grados de estrés y sobrecarga que tienen las mujeres, producto del ejercicio de cuidados y multifuncionalidad, en el afán de responder a este mandato materno, siendo activas también en la vida laboral, pública y la demanda de un cuerpo perfecto (Vivas 2020). Se posiciona, así, la maternidad patriarcal que menciona Adrienne Rich (2019), "la culpa, la responsabilidad sin poder sobre las vidas humanas, los juicios y las condenas, el temor del propio poder, la culpa, la culpa, la culpa" (353). Se sostiene la dicotomía/lucha que plantea Victoria Sau (1995) entre la "madre real", quien ejerce cuidados y poder femenino, y la "madre impostora", quien está rendida y alienada al orden patriarcal.
Conclusiones
Las emergencias sociosanitarias generan impactos genéricos diferenciados al modificar rutinas, espacios, tiempos e interacciones sociales cotidianas. Esto implica una nueva y potente demanda por parte del entorno, con exigencias que se reflejan en la vida diaria y en las acciones cotidianas de las participantes del estudio.
En este trabajo investigativo que versa sobre género, cuerpos/emociones y pandemia, los resultados indican diversos grados de afectación socioeconómica, física o psicoemocional en las mujeres/madres participantes. Ello se evidencia en que en un mismo espacio físico, intelectual y emocional son capaces de desarrollar dobles y triples jornadas de trabajo en un contexto de sobreexigencia, maltrato y acoso laboral, en dinámicas tensionantes al interior de las familias, con escasa conciliación familia-trabajo y corresponsabilidad parental. Estas coyunturas se encarnan en sus cuerpos/emociones a través de la culpa, el miedo, la angustia, el insomnio, la desorientación temporal, entre otras.
Lo anterior, nos hace posicionar la invisibilización de estas afectaciones a casi dos años de la pandemia COVID-19, consecuencias que debemos reconocer en las dinámicas familiares, las adaptaciones laborales y el funcionamiento social. Existe un tejido que une los cuerpos/emociones y la enfermedad del COVID-19. Retornar a la presencialidad sin una preocupación por estos entramados tiene un fuerte impacto social, que se manifiesta en este escenario aún incierto, centrado en relaciones sociales violentas, con un conflicto bélico internacional abierto, una creciente crisis económica-inflacionaria y la fuerte pérdida de fuentes laborales. Parecen ser hoy el nuevo escenario pospandémico, realidades nuevamente sostenidas en los hombros de las mujeres.
Es pertinente, a la luz del análisis de los cuerpos/emociones de Adrián Scribano, sostener que el ejercicio de las maternidades en pandemia se dibuja como prácticas del querer que denuncian y transparentan los fantasmas y las fantasías sociales, que ponen de manifiesto cómo -en nombre del riesgo sociosanitario- se desencadenan innumerables afectaciones de orden individual y colectivo para las mujeres en Atacama. Por ello, cuestionamos, desde la mirada de la economía feminista, la inexistencia de políticas de cuidados, la pervivencia de los roles tradicionales y estereotipos de género y la profundización de la división social y sexual del trabajo, propias de una economía política de la moral caracterizada por la indiferencia, desafección, desigualdad e inequidad de género.
Posicionar a las mujeres/madres desde sus cuerpos/emociones es comprender este tejido que las sostiene, pues no se reprimen, combaten u ocultan, sino más bien se acuerpan, sienten y comunican para su transformación y acción. Es allí donde existen responsabilidades compartidas en sociedad, y en un Estado garante del derecho a cuidar, a ser cuidado y al autocuidado, como ejes centrales en la sostenibilidad de la vida. Asimismo, urge levantar políticas públicas, diagnósticos, protocolos y atenciones asociados a la salud mental-emocional de la población pospandémica, que debe garantizarse de manera universal, equitativa y gratuita. Ello desde una mirada centrada en la diversidad de experiencias, niveles educativos, identidades y territorios, que implica una necesaria consideración interseccional para no seguir reproduciendo las violencias, injusticias patriarcales y desigualdades de género suscitadas antes, durante y después de la pandemia.
Finalmente, este estudio permite analizar, por un lado, la tensión del modelo tradicional de familia, la ausencia de medidas de conciliación familia-trabajo y corresponsabilidad parental, y la irresponsabilidad gubernamental interescalar -nacional, regional, comunal-, para garantizar el efectivo ejercicio de los derechos fundamentales de mujeres y niñas desde una perspectiva interseccional y crítica. Y, por otro lado, permite analizar la capacidad de afrontamiento y adaptación de las mujeres/madres que resisten con estrategias de disfrute personal y familiar como medidas de autocuidado y la alianza amorosa de/entre mujeres. Las experiencias de cuerpos/emociones en pandemia deben ser visibilizadas y puestas en valor, lo cual otorga una mayor participación sociopolítica de las mujeres en la toma de decisiones relacionadas con la gestión de riesgos en contextos de emergencias y catástrofes, para situar los cuidados como un elemento central en la preservación de la vida.