Introducción
Colombia ha sido un territorio azotado por la violencia en todas sus manifestaciones a lo largo de su historia. La población civil ha sido la más afectada, pues ha vivido actos que han atentado contra su bienestar [1]. La Organización Mundial de la Salud (OMS) [2] define la violencia como el uso deliberado de poder o fuerza física ejercido de manera intencional o no sobre otra persona, un grupo o contra sí misma, con el fin de causar daño psicológico, lesiones graves, la muerte, entre otros.
En el país, como consecuencia de las dinámicas sociales, políticas y económicas, se han perpetrado actos violentos tales como masacres, desplazamientos forzados, secuestros, torturas o amenazas de muerte y extorsión [3] que iniciaron y sucedieron de forma repetitiva en el marco del conflicto armado. La exposición a este tipo de acontecimientos puede coexistir con otro tipo de eventos violentos que suelen darse en el contexto de relaciones de poder y en los que comúnmente las víctimas son menores de 18 años. Por ejemplo, se ha encontrado que, más frecuentemente, los menores de edad están en riesgo de sufrir castigo físico, abuso emocional, sexual y negligencia, dado su estatus de individuos en desarrollo que los hace más vulnerables a estos hechos [4].
Según reportes del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre enero y septiembre de 2018 se abrieron un total de 18.617 procesos para restablecer los derechos a niños, niñas y adolescentes vulnerados por diversas formas de violencia, esto representa un aumento considerable frente a los años anteriores [5]. De acuerdo a la información recolectada en el país, el tipo de agresión contra la infancia que tiene mayor prevalencia es el abuso sexual, con 37 casos diarios registrados en el año 2018, seguido del maltrato, del que se reportaron 7.486 casos tipificados así: 5.488 por negligencia; 1.573 por maltrato físico, 26 por otros tipos de agresión y, por último, 399 por violencia psicológica.
De acuerdo a los informes de salud mental infantil realizados entre el 2009 y el 2017 en el país, existe una tendencia a la depresión en edades comprendidas entre los 0 y los 19 años. Fueron atendidos 141.364 casos entre los que destaca la depresión moderada en el 32,7% de los sujetos; la ansiedad por separación, con 5.991 casos y 68.880 personas con trastorno mixto de ansiedad y depresión [6]. En adultos, estudios recientes confirman que el trauma infantil está estrechamente relacionado con el inicio, la severidad de los síntomas y el curso de la depresión [7-9].
De igual forma, se ha reportado que estas experiencias pueden generar cambios en el individuo, pues no solo desbordan y transforman sus capacidades o habilidades, sino que repercuten en sus creencias y constructos sociales sobre el mundo o el ambiente al que se vincula. Un evento traumático puede sobrepasar los mecanismos de afrontamiento del sujeto, puesto que sus emociones pueden exceder su control interno y generar una serie de síntomas tanto somáticos como conductuales, que se manifiestan casi siempre en la forma de un discurso desestructurado, labilidad emocional, entre otros [10].
En consecuencia, presenciar o ser víctima de algún tipo de violencia, principalmente en la niñez o la adolescencia, implica poner al límite las capacidades del sujeto. Esto lo deja vulnerable ante daños a nivel emocional o psicológico y puede generar conductas de internalización (aislamiento, quejas somáticas, ansiedad y depresión), así como de externalización (de agresión y delictivas) [11]. En ocasiones, el impacto de estos hechos impide que se pueda tramitar lo ocurrido y, a su vez, atenta contra la estabilidad mental, física y emocional. Algunos estudios han demostrado que sufrir actos violentos en la infancia tiene un impacto psicológico y psicosocial importante, pues contribuye al desarrollo de desórdenes en la salud mental que pueden permanecer a lo largo de la vida. Los estudios de Hewitt et al. [1] reportan niveles significativos de afectación psicológica: es común encontrar en los individuos el sentimiento de que alguien trata de hacerles daño, el consumo de alcohol, alteraciones del estado de ánimo, síntomas de estrés y niveles moderados de resiliencia. Otros estudios han documentado dificultades que afectan el desarrollo cognitivo y emocional [12,13]: déficits en los procesos atencionales con ideas distorsionadas sobre lo ocurrido, sentimientos de indefensión y culpa que generan pérdida de confianza en el futuro, miedo, ansiedad, depresión, trastornos del sueño, labilidad emocional y otros [14-16].
Estas circunstancias difíciles, extremas o traumáticas en la infancia, han suscitado el interés por el estudio de la resiliencia, entendida como un proceso dinámico encargado de mantener el equilibrio individual a pesar de las adversidades que generen daños al desarrollo normal [17]. Es relevante para la adaptabilidad ante los cambios del entorno. Becoña [18] plantea como base fundamental de la resiliencia la combinación de atributos disposicionales tales como la inteligencia, el temperamento y aptitudes; así como el ambiente, el sistema familiar, sociopolítico y económico. Lo anterior converge para que el sujeto surja adecuadamente y tenga las habilidades necesarias para acomodarse a las variaciones del contexto. Así mismo, es una capacidad que para cada persona puede provenir del ecosistema en el que esta se encuentre [17].
Por otro lado, la resiliencia se ha asociado con factores de protección ante variables de riesgo a las cuales la persona se encuentra expuesta, en la medida en que esta contribuye a afrontar situaciones difíciles impidiendo que se generen conductas dañinas para sí mismo y otros. De igual forma, también ayuda al crecimiento de las personas, a la confrontación de situaciones problemáticas presentes y aporta en el uso de estrategias para afrontar situaciones difíciles en el futuro [19].
En conclusión, se ha demostrado que las personas poseen capacidades que les permiten adaptarse a los entornos en los que se encuentran, pese a las circunstancias o adversidades que se presenten, con la intención de no detener su desarrollo o atascarse en lo sucedido [11]. Un ambiente seguro, con factores protectores tales como: una red social segura, un cuidador que contribuya a solventar las necesidades del infante además de brindar apoyo físico y emocional, relaciones sólidas y la enseñanza de normas [20] resguardan al menor ante el impacto negativo de eventos adversos. Finalmente, a la hora de enfrentar hechos agresivos de maltrato y violencia, algunas personas suelen sucumbir mientras que otras, pese a su exposición, lidian con estas situaciones sin que representen necesariamente un evento traumático. Este estudio relaciona los traumas infantiles y los niveles de resiliencia en la edad adulta en personas en un contexto de violencia.
Metodología
Participantes
La muestra total de este estudio consta de 86 adultos (N=86), víctimas de violencia sexual, física, emocional y sociopolítica, antes de los 18 años, en la zona de los municipios de Turbo, Chigorodó y otros municipios pertenecientes al Urabá antioqueño, en Colombia. Esta área ha sido afectada por violencia sociopolítica durante varias décadas. El tipo de muestreo fue no probabilístico por conveniencia. Los criterios de selección incluían: ser mayor de 18 años; haber sido víctima de violencia física, sexual, y emocional o de algún evento asociado a la violencia sociopolítica o conflicto armado; acceder voluntariamente a la participación en el estudio tras haber sido informado y firmar un documento de consentimiento. La edad promedio de los participantes fue de 28.9 años (DS=10.2).
Diseño
El presente estudio es descriptivo, correlacional de corte transversal. Se evaluaron 86 personas residentes en la zona del Urabá, Colombia. El protocolo de evaluación contó con la aprobación del comité de bioética de la Universidad de Antioquia, Colombia, incluyó la evaluación de experiencias traumáticas en la infancia de maltrato, violencia sociopolítica, acontecimientos traumáticos generales y pobreza. Los niveles de resiliencia y las variables sociodemográficas de los participantes también fueron evaluadas.
Instrumentos
Para este estudio se utilizó el Inventario de experiencias traumáticas en la infancia, adaptación colombiana (ETI-SRCol) de Posada, Londoño y Gaviria [21]. Este instrumento fue validado recientemente en población nacional, para detectar experiencias de maltrato y violencia sociopolítica, por Posada et al. [21]. Los ítems se organizaron en 5 dominios o factores para evaluar la ocurrencia y la frecuencia de eventos como el abuso físico y emocional (15 items), abuso sexual (17 ítems), violencia sociopolítica (20 items), acontecimientos traumáticos generales (22 items), y pobreza (7 items), antes de los 18 años. Dadas sus propiedades psicométricas, el ETI-SRCol es considerado una herramienta confiable para valorar la presencia de trauma infantil. Los factores 1, 4 y 5 (violencia sociopolítica, acontecimientos generales y pobreza) estiman solamente la ocurrencia y la frecuencia de estos eventos; 2 y 3 (abuso sexual y abuso físico y emocional), además de tener en cuenta los dos puntos anteriores, comprenden la edad a la que sucedió, el perpetrador y la percepción del efecto emocional en el momento en el que acontecieron los hechos. Todos los factores evalúan la apreciación de las secuelas actuales de las experiencias traumáticas a nivel emocional, laboral, académico, social y familiar.
Tanto la escala global (α de Cronbach = 0.89) como cada uno de los factores cuentan con adecuados índices de consistencia interna (Cronbach entre 0.68 y 0.92). Dadas las propiedades psicométricas de este inventario es recomendado su uso tanto a nivel clínico como investigativo.
Para valorar los niveles de resiliencia en la muestra se usó la Escala de Resiliencia de Adultos (ER) de Wagnild y Young [22]. Esta escala tipo likert está conformada por 25 ítems agrupados en 2 factores. El primero, de competencia personal, abarca 17 ítems que evalúan autoconfianza, decisión, poderío, independencia, invencibilidad, ingenio y perseverancia. El segundo, de aceptación de uno mismo y de los acontecimientos, es valorado con 8 ítems que representan adaptabilidad, balance, flexibilidad y una perspectiva de vida estable a pesar de la adversidad. La escala global cuenta con una adecuada consistencia interna (α de Cronbach = 0.94) al igual que la de competencia personal (α de Cronbach = 0.91) y la de aceptación de sí mismo (α de Cronbach = 8). Estudios previos han reportado alta correlación con escalas que miden satisfacción con la vida, moralidad y depresión [17]. Este instrumento puede ser administrado de forma individual o colectiva sin límite de tiempo dado.
Las variables sociodemográficas fueron evaluadas usando un cuestionario que incluía preguntas sobre la edad, sexo, escolaridad, antecedentes familiares y consumo de sustancias psicoactivas.
Procedimiento
Este estudio contó con la aprobación del departamento de Bioética de la Universidad de Antioquia, sede Medellín, para ser llevado a cabo en algunos municipios de la zona del Urabá, dados los antecedentes de violencia en la región.
La fase de recolección de información se llevó a cabo usando el ETI-SRCol de Posada, Londoño y Gaviria [21] el cual permitió identificar las experiencias traumáticas ocurridas antes de los 18 años. Los niveles de resiliencia fueron valorados con la ER de Wagnild y Young [22]. Previo a la aplicación de estos instrumentos, todos los participantes firmaron de manera voluntaria el consentimiento informado. En él se aclaró que la decisión de participar era voluntaria y tenía como fin mejorar la comprensión científica sobre la relación entre las experiencias traumáticas en la infancia y los niveles de resiliencia en la edad adulta. Todos los sujetos fueron evaluados utilizando exactamente los mismos instrumentos, aplicados en el mismo orden.
Análisis estadístico de los datos.
Una vez recolectados los datos, cada protocolo fue ingresado en una base de datos creada en el programa SPSS Statistics v22.0.0 Multilenguaje (Español). El análisis estadístico se desarrolló en dos etapas. En la primera se realizó un análisis descriptivo de acuerdo con la naturaleza y nivel de medición de los datos: para el caso de las variables cuantitativas se utilizó estadísticas de centralización (medias) y de dispersión (desviación típica). Para las variables de naturaleza cualitativa se establecieron frecuencias absolutas y relativas (porcentajes).
En una segunda fase se ejecutó un análisis bivariado con el propósito de establecer relaciones entre las variables de estudio (experiencias traumáticas en la infancia y niveles de resiliencia en la edad adulta). A través del cálculo de coeficiente de spearman, implementado al tratarse de una muestra no paramétrica, p<0.005 fue considerado significativo.
Resultados
Para este estudio se contó con una muestra compuesta por 86 sujetos de los cuales el 53.5% fueron mujeres, el 43% hombres, y el 3.5% restante correspondió a mujeres transgénero. La media de edad del grupo fue de 28.98. En cuanto a la variable escolaridad, la mayor proporción de la muestra fueron bachilleres (37.9%) mientras que una menor porción (8%) representó a bachilleres y técnicos. Los participantes, en su mayoría, nacieron en el departamento de Antioquia (73.6%) y su actual residencia es en el Urabá antioqueño. De acuerdo con el estado civil la mayor parte eran solteros (59.8%), una menor separados (2.3%) y por último, viudos (1.1%). (Ver Tabla 1).
Edad en años | Media (Ds) |
28.98 (10.23) | |
Sexo | Frecuencia % |
Hombre | 37(43) |
Mujer | 46(53.5) |
Mujer transgénero | 3(3.5) |
Escolaridad | Frecuencia % |
Primaria | 20 (23) |
Bachiller | 33 (37.9) |
Técnico | 7 (8) |
Tecnólogo | 20 (23) |
Licenciatura | 7 (8) |
Lugar de nacimiento | Frecuencia % |
Antioquia | 64 (73.6) |
Bogotá | 1 (0.1) |
Bolívar | 2 (2.3) |
Caldas | 1 (1.1) |
Choco | 4 (4.6) |
Córdoba | 13 (14.9) |
Magdalena | 1 (1.1) |
Quindío | 1 (1.1) |
Estado civil | Frecuencia % |
Soltero | 52(59.8) |
Casado | 11(12.6) |
Separado | 2(2.3) |
Unión libre | 21(24.1) |
Viudo | 1(1.1) |
Nota: exceptuando la edad, las variables se muestran en frecuencias y porcentaje entre paréntesis.
Los datos obtenidos del cuestionario ETI-SRCol, al comparar las medias del grupo de participantes (población de estudio) con las del grupo de la adaptación de la prueba para la población colombiana, evidencian puntajes significativos para la variable de violencia sociopolítica en hombres de 26-35 y de 46-60 años, y en mujeres de 36-45 años. Para la variable de abuso sexual se observan mayores puntuaciones en los mismos grupos. Además, se destacan puntajes en la variable de acontecimientos generales para mujeres entre 26-35 años y en la variable de pobreza en grupos de mujeres y hombres entre 36-45 y 46-60 años. En la puntuación total de esta escala se evidencia una diferencia en hombres entre 46 y 60 años. (Ver Tabla 2)
Población de Estudio | Población Colombiana | |||||
---|---|---|---|---|---|---|
Factores | Edad | Mujeres | Hombres | Mujer transgénero | Mujeres | Hombres |
M (DE) | M (DE) | M (DE) | M (DE) | M (DE) | M (DE) | |
Violencia sociopolítica | 18 25 | 2.73 (3.48) | 4.95 (3.50) | 2.33 (4.04) | 1.08 (3.01) | 1.74 (3.70) |
26 35 | 3.18 (3.60) | 8.88 (5.35) | 1.61(3.74) | 1.46 (3.8) | ||
36 45 | 8.60 (5.59) | 7.60 (6.46) | 0.81 (1.37) | 0.96 (1.74) | ||
46 60 | 7.38 (4.42) | 15.00 (1.00) | 1.51 (2.84) | 0.82 (1.94) | ||
Abuso sexual | 18 25 | 2.14 (3.49) | 3.05 (4.39) | 2.00 (3.46) | 1.26 (2.20) | 1.46 (2.35) |
26 35 | 1.00 (1.89) | 3.00 (5.09) | 1.33 (2.16) | 0.96 (1.39) | ||
36 45 | 3.40 (3.57) | 1.00 (2.23) | 0.93 (0.23) | 1.40 (2.08) | ||
46 60 | 1.13 (1.72) | 4.33 (6.65) | 1.22 (1.71) | 0.64 (0.86) | ||
Abuso físico y emocional | 18 25 | 5.50 (5.05) | 7.57(3.84) | 4.00 (4.58) | 5.14 (3.64) | 5.80(3.69) |
26 35 | 7.91 (4.03) | 6.13(4.91) | 4.02 (3.27) | 5.34(4.02) | ||
36 45 | 6.40 (4.39) | 5.20(3.89) | 5.43 (5.37) | 5.48(3.36) | ||
46 60 | 4.75 (4.23) | 9.67(4.72) | 5.81 (2.89) | 6.17(2.69) | ||
Acontecimientos generales | 18 25 | 7.91 (3.57) | 6.90 (3.20) | 4.00 (2.6) | 4.50 (3.54) | 5.93 (3.66) |
26 35 | 9.45 (4.56) | 9.00 (4.66) | 4.85 (3.63) | 6.54 (5.00) | ||
36 45 | 8.20 (5.40) | 10.80 (4.14) | 6.75 (7.46) | 6.22 (7.47) | ||
46 60 | 6.38 (2.32) | 3.67 (1.15) | 6.59 (2.51) | 7.88 (2.44) | ||
Pobreza | 18 25 | 1.00 (1.30) | 1.48 (1.43) | 1.00 (1.00) | 0.28(0.79) | 0.43 (0.82) |
26 35 | 1.91 (1.75) | 1.38 (1.50) | 0.42 (0.99) | 0.40 (0.85) | ||
36 45 | 3.20 (2.16) | 2.40 (2.07) | 0.25 (0.68) | 0.29 0.60) | ||
46 60 | 2.00 (2.07) | 2.33 (2.08) | 0.24 (0.81) | 0.41 (0.79) | ||
Escala total | 18 25 | 19,27 (10.62) | 24.10 (10.00) | 13.33(2.5) | 12.28 (8.69) | 15.37 (8.69) |
26 35 | 23.45 (10.36) | 28.38 (11.32) | 12.26 (10.61) | 14.70 (11.08) | ||
36 45 | 29.80 (17.82) | 27.00 (7.87) | 14.18 (12.29) | 14.37 (7.17) | ||
46 60 | 21.63 (7.72) | 35.00 (13.07) | 15.40 (5.45) | 15.94 (4.84) |
En cuanto a la información obtenida de la Escala de Resiliencia Wagnild y Young, mostrada en la Tabla 3, se muestra que los participantes presentan un nivel de resiliencia moderado. Al relacionar las puntuaciones totales de resiliencia con los factores de la Escala ETI-SRCol (ver Tabla 4) se muestra una relación débil entre la resiliencia y el factor pobreza. También se evidencia una relación débil entre el factor de violencia sexual y el factor abuso físico emocional.
Factores | Mujeres | Hombres | Mujer Transgénero |
---|---|---|---|
M (DE) | M (DE) | M (DE) | |
Competencia Personal | 93.50 (19.58) | 92.86 (18.59) | 89.33 (16.25) |
Aceptación de uno mismo | 41.93 (9.26) | 42.08 (8.84) | 39.33 (1.15) |
Escala Total | 135.43 (27.54) | 134.95 (26.48) | 128.67 (17.38) |
Factor de Violencia Sociopolítica | Factor Abuso Sexual | Factor Abuso Físico y Emocional | Factor de Acontecimientos Generales | Factor de Pobreza | Escala de Resiliencia Total | |
---|---|---|---|---|---|---|
Factor de violencia sociopolítica | 1.000 | |||||
Factor abuso sexual | 0.033 | 1.000 | ||||
Factor abuso físico y emocional | -0.026 | 0.545** | 1.000 | |||
Factor de acontecimientos generales | 0.027 | 0.229* | 0.319** | 1.000 | ||
Factor de pobreza | 0.237* | 0.080 | 0.101 | 0.120 | 1.000 | |
Escala de resiliencia total | -0.024 | 0.021 | -0.090 | 0.055 | 0.241* | 1.000 |
Correlación de Spearman, **P <0.01 y *P<0.05.
Discusión
En relación con la presencia de trauma infantil asociado a la violencia sociopolítica, los hallazgos de este estudio coinciden con lo reportado por Campo-Arias & Herazo [23] pues indican que la exposición a eventos tales como el desplazamiento, el secuestro, la extorsión y la vivencia de separaciones, abandonos involuntarios de los miembros de la familia en el caso de los hijos, empeoramiento de la condición de pobreza y pérdida de oportunidades a las que esto conlleva, son experiencias de alta prevalencia en contextos violentos como es el caso de la región antioqueña de Urabá, Colombia.
De igual forma, los resultados muestran que en Latinoamérica y de manera particular en Colombia, pese al cese de este tipo de conflictos, permanecen innumerables secuelas que perduran a lo largo del tiempo [24]. Lo anterior se hace evidente al comparar las medias de la presencia de experiencias traumáticas en la infancia en población normal con las de la muestra, las cuales fueron superiores en los rangos entre 25-35 y 46-60 años en hombres e igualmente superiores en mujeres en el rango de 36 a 45 años.
No obstante, las correlaciones débiles reportadas entre todos los factores del trauma infantil evaluados con el ETI-SRCol [16] y los niveles de resiliencia en la edad adulta de la muestra, podrían entenderse desde lo planteado por Al-Obaidi, Budosan & Jeffrey [25] que afirman que la exposición a situaciones de violencia tales como el secuestro, el desplazamientoy la perdida de los cuidadores durante la infancia, atentan contra la estabilidad emocional. Por otro lado, el estudio de Hewitt et al. [11] reportó que el 74% de los niños que habían estado expuestos a situaciones de violencia sociopolítica tales como el secuestro, el hostigamiento y el desplazamiento, manifestaron síntomas subsiguientes de trastornos depresivos, entre otros. Por su parte, Betancourt, McBain, Newnham y Brennan [26] afirman que la vivencia de este tipo de experiencias durante la infancia, incrementa las tasas de prevalencia de trastornos mentales tales como la depresión, la ansiedad, déficits neuropsicológicos, cognitivos y académicos, posteriores a la exposición al evento traumático [11,23,31].
De manera específica, este estudio encontró que la media de experiencias traumáticas en la infancia asociadas a la violencia fue superior a la media de la población general en ambos sexos, pero en las mujeres, la media fue mayor en el rango 36-45 años mientras que en los hombres fue mayor en los rangos 26-35 y 46-60 años. Lo anterior podría ser entendido como consecuencia de que en Colombia el género masculino ha tenido una mayor participación en problemáticas relacionadas con el conflicto armado y la violencia sociopolítica, de tal manera que existe mayor mortandad masculina por variables asociadas a la violencia tales como asaltos a mano armada y lesiones personales graves [32]. Es importante señalar que, en el rango de 18 a 25 años, las medias obtenidas fueron similares a las de la población nacional, posiblemente a causa de la reducción del conflicto armado a partir del año 1997 [33] a diferencia de años anteriores en los que uno de los departamentos más afectados fue Antioquia [34]. Esto puede sugerir que las personas nacidas en esos periodos, fueron las más expuestas a la violencia sociopolítica, lo cual concuerda con los resultados de este estudio, en cuanto a la presencia de este tipo de trauma, en los diferentes rangos de edad de la muestra.
Tal y como lo plantea Franco [35], eventos como el desplazamiento y la extorsión, asociados a la violencia sociopolítica, deben observarse considerando que quienes abandonan su lugar de residencia y sus actividades habituales porque su vida, su seguridad física e incluso su libertad han sido vulneradas o amenazadas -a causa de disturbios, violencia generalizada, violaciones masivas de los derechos, conflicto armado, hostigamiento, entre otras-, dejan sin protección a su familia. Aunque muchas veces no todos abandonan el lugar de residencia, se ven igualmente afectados por las mismas causas. En resumen, aunque solo quien migra físicamente es quien está cubierto por la definición de “desplazado”, todos los miembros de la familia, tanto hombres como mujeres, resultan perjudicados por esta problemática durante la infancia. Este tipo de hecho contribuye a la dispersión y pérdida de vínculos familiares, afectivos, culturales y sociales de los niños, lo cual podría explicar la correlación débil encontrada entre trauma infantil y resiliencia.
En el caso particular de la pobreza, la correlación fue igualmente positiva pero débil. Se han reportado estudios que relacionan de manera importante la salud mental con indicadores de pobreza como bajos ingresos, bajos niveles educativos, pobres condiciones habitacionales y escaso o nulo acceso a la recreación y la salud [36]. La pobreza involucra un conjunto de eventos estresantes de diversa índole como tensiones económicas, conflictos familiares, cambios constantes de lugar de residencia, disminución significativa de oportunidades para acceder a la educación y a la alimentación y riesgo superior de exposición a situaciones traumáticas violentas tales como el abuso sexual, factor en el cual se observaron medias por encima de la población general tanto en hombres como en mujeres. Esto concuerda con lo expuesto por el CNMH, que informa que al menos 26.555 hombres fueron abusados sexualmente durante el conflicto armado, cifra que podría ser mayor si se tiene en cuenta que muchos hombres se niegan a denunciar por múltiples factores que van desde el escarnio público o rechazo social hasta amenazas de muerte [34,37,38].
Al igual que el desplazamiento, el secuestro y la extorsión, la pobreza ha sido asociada a la violencia sociopolítica en la medida en que afecta de manera considerable el acceso al cubrimiento de las necesidades básicas de educación, alimentación y vivienda e incrementa las tasas de prevalencia de trastornos mentales [11].
Las correlaciones débiles encontradas entre experiencias traumáticas en la infancia y los niveles de resiliencia en la edad adulta podrían ser explicadas por la posible presencia de cuidadores, el apoyo social o el quedar a cargo de otros durante la experiencia del trauma, elementos que pudieron haber actuado como variables protectoras en la infancia tal y como lo sugiere el estudio de Masten y Narayan [39]. En coherencia con lo anterior, el estudio de Hewitt et al. [11] encontró que el 76% de los niños estaba bajo el cuidado y protección de sus padres durante el evento traumático asociado a la violencia sociopolítica.
Finalmente, con relación a los dominios de abuso físico y emocional las medias fueron similares a las de la población general. Así mismo, las correlaciones entre estos tipos de vivencia traumática y los niveles de resiliencia tampoco fueron significativas. Lo anterior podría entenderse considerando que, pese a la evidencia del impacto que tiene sobre la salud mental en la edad adulta, la violencia física y emocional puede ser una estrategia de crianza que ha sido normalizada y por ende no se reconoce como experiencia traumática en sí misma.
Los resultados de este estudio muestran una débil relación entre los dominios del trauma infantil evaluados y los niveles de resiliencia en la edad adulta. No obstante, las medias de los dominios específicos del trauma infantil tales como violencia sociopolítica, abuso sexual y pobreza, fueron mayores a las de la población general en diferentes rangos de edad. Las relaciones encontradas entre los mismos factores del trauma infantil, es decir entre castigo físico, abuso emocional y sexual, no fueron notables. Esto podría explicarse por la coexistencia usual entre las experiencias traumáticas de maltrato, es decir, cuando se presenta un tipo de abuso, generalmente se presenta acompañado de otro [40].