Latinoamérica se rige por un sistema machista, entendido como el conjunto de suposiciones, mecanismos de acción y comportamientos basados en la premisa de que lo femenino es inferior a lo masculino (Castañeda, 2007). Esta actitud estaría asociada con los valores transmitidos por los cuidadores primarios y sus estilos de crianza, que son acciones de los padres y madres llevadas a cabo en el seno familiar, para transferir afectos, comportamientos, valores y costumbres, entre otros, a los que los niños, niñas y adolescentes (NNyA) se adaptan paulatinamente (Díaz et al., 2020), así como a los roles asignados por género (Chen et al., 2021; Índice Global de Género, 2020), en los que se asigna al varón el rol de trabajador y a la mujer el de la crianza y actividades afines (Chen et al., 2021).
Según instituciones peruanas, como el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (Mimdes, 2008) y la Secretaría General de la Juventud (Senaju, 2020), y argentinas, como el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec, 2021a), estas prácticas continúan vigentes, por lo que dificultan la equidad entre los géneros y perpetúan desigualdades históricas, como la violencia y tolerancia al maltrato en espacios privados (Fuente & Herrero-Olaizola, 2012).
Según Maccoby y Martin (1983), las prácticas parentales pueden clasificarse de acuerdo con (1) el grado de afecto, es decir, calidez, participación y disposición de las figuras parentales para fomentar el desarrollo de los NnyA (Queiroz et al., 2020) y (2) el nivel de severidad, es decir, rigor e imposición de las figuras parentales para que los NNyA se ajusten a sus expectativas (Martínez et al., 2019). Ambas dimensiones se subdividen en cuatro tipos de estilos parentales. El autoritativo se asocia a un grado de aceptación y control equilibrado (García et al., 2020); el permisivo, caracterizado por una mayor aceptación y una autonomía extrema (Casanova, 2020); el negligente, asociado a una menor aceptación y menor control; y el autoritario, caracterizado por bajos niveles de aceptación y control, lo cual resulta estricto y patológico (Baumrind, 1978; Maccoby & Martin, 1983) y el cual suele ser utilizado por cuidadores con bajos niveles de escolaridad (Giménez- Serrano et al., 2021).
Estudios previos en Estados Unidos dan cuenta de los beneficios de prácticas parentales de afecto, combinadas con severidad, como la mejor estrategia para fomentar la adaptación de los NNyA (Darling & Steinberg, 1993; Lamborn et al., 1991; Steinberg et al., 1994). Sin embargo, el contexto cultural es de suma importancia en la socialización parental, dado que los comportamientos y sus consecuencias podrían variar dependiendo del contexto cultural y socioeconómico (Chao, 1994; García et al., 2019; Queiroz et al., 2020). En algunas minorías estadounidenses como la chinoamericana (Chao, 1994) o afroamericana (Deater-Deckard et al., 1996) se identificaron beneficios para la adaptación de NNyA, basada en la severidad sin afecto. Ello coincide con la teoría clásica de la socialización de los NNyA (Steinberg, 2001). Aun así, en investigaciones realizadas con familias de origen europeo y latinoamericano se han identificado beneficios del afecto parental, sin impacto positivo con respecto a la severidad (García et al., 2019; Giménez-Serrano et al., 2022; Queiroz et al., 2020).
Martínez et al. (2020; 2021) y García et al. (2019) han identificado los beneficios de prácticas de afecto para fomentar el ajuste de NNyA en países latinoamericanos. Parece ser que la exigencia parental es innecesaria e, incluso, perjudicial. Además, el estilo autoritativo, asociado al compromiso, apoyo y afecto de los cuidadores se encuentra relacionado con bajos niveles de problemas conductuales de los NNyA (Fuentes et al., 2020a) y a un mayor bienestar de los NNyA (García et al., 2020; Grusec et al., 2017; Martínez-Escudero et al., 2020; Pérez-Gramaje, 2020). Sin embargo, en zonas de vulnerabilidad social de países latinoamericanos se han observado estilos basados en prácticas autoritarias (Clerici et al., 2020; Sandoval- Obando et al., 2022; Veiga et al., 2015; Zilberstein, 2016).
Por su parte, el nivel socioeconómico (NSE) es entendido como un factor multidimensional, que engloba al tipo de vivienda, salud, entorno sociocultural, tipo de familia, ocupación y nivel educativo de los/las cuidadores y estimulación en el hogar (Gago-Galvagno & Elgier, 2020; Marín-Rengifo & Uribe-Arango, 2017). Las necesidades básicas satisfechas se asocian con un estilo parental más autoritativo y con mayores niveles de sensibilidad, mientras que los ambientes de riesgo generan mayor estrés parental, asociado con estrategias de control menos benéficas para los NNyA (Clerici et al., 2019, 2020). Argentina y Perú cuentan con alto porcentaje de población por debajo de la línea de pobreza, 40.06% y 30.1%, respectivamente (Indec, 2021b; Inei, 2021). Estas poblaciones tienen alto nivel de vulnerabilidad, asociada a comportamientos de crianza negativa, como mayor uso de castigo severo y disciplina no positiva (Scheid et al., 2020).
Los NNyA pueden interiorizar los estereotipos y roles de género, a partir de la observación y repetición de los comportamientos de las figuras parentales (Maldonado- Granda, 2017). En un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2020) sobre desigualdad de género, Perú puntuó 87.96%, mientras que Argentina alcanzó 75.4 %. En Latinoamérica, estas creencias se acentúan en las zonas rurales (Fox & Solís-Camara, 1997), donde los niveles de vulnerabilidad social son mayores.
En este sentido, el estudio resulta de gran relevancia, dada la escasez de las investigaciones en Latinoamérica que evalúen las relaciones entre machismo, estilos de crianza y vulnerabilidad social, para identificar y prevenir diversas conductas disfuncionales, a partir de las formas de crianza de los/las cuidadores primarios. A su vez, no se han encontrado investigaciones que den cuenta de las diferencias en las formas de crianza en las culturas argentina y peruana, ni su relación con actitudes y pensamientos machistas. Debido a esto, los objetivos del estudio son analizar las relaciones entre el machismo, los estilos parentales y la vulnerabilidad social en Argentina y Perú, a fin de comparar estas variables en función de la nacionalidad.
Por un lado, se espera encontrar (1) una asociación negativa entre estilos parentales positivos y machismo, ya que hay evidencia con respecto a la actitud machista, asociada con los valores transmitidos por los cuidadores primarios y sus roles (Chen et al., 2021); y (2) una relación también positiva entre machismo y vulnerabilidad social, puesto que existe evidencia de que la sociedad continúa rigiéndose por normas sexistas, que perpetúan las desigualdades por género (Indec, 2021a; Mimdes, 2008; Senaju, 2020). Por otro, se espera determinar que existen mayores niveles de machismo y menores en estilos parentales positivos en Perú que en Argentina, puesto que el machismo se asocia con estilos de crianza según la etnia, la cultura y la clase social (Fox & Solís-Camara, 1997), considerando que la nación peruana presenta mayores niveles de desigualdad y diversidad, con patrones estereotipados de socialización (Páez & Rovella. 2019).
Método
Diseño: el estudio se realizó con enfoque cuantitativo no experimental, con alcance descriptivo y asociativo, y de corte transversal (Ato et al., 2013).
Participantes: participaron 389 cuidadores primarios (M.edad = 35.87, DE = 10.13) de NNyA de 4-16 años (M.edad = 9.33, DE = 4.66, femenino = 196). Del total de la población, 189 NNyA eran de Argentina y 200, de Perú. La mayoría de la muestra de Argentina era de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (23.8%) y la Provincia de Buenos Aires (22.8%); el porcentaje restante corresponde al resto el país. En Perú, también en su mayoría fueron de ciudades pertenecientes a Lima (77.5%), Lima provincias (9%), y el resto de otras ciudades del país.
En cuanto al nivel educativo, el 78% de cuidadores poseía estudios superiores. El 7.7% señaló no haber terminado la secundaria. La mayoría de los/las participantes era profesional (51%), empleados/as (25%), técnicos/as (12%), trabajo no calificado (8%), persona dedicada a las labores del hogar (3%), y solo el 1% estaba desempleado/a. El 55.5 % estaba constituido por madres, el 8% por padres, el 0.25% por hermanas, el 0.25% por cuidadoras y 12.33% por otro tipo de parentesco.
El muestreo fue no probabilístico, de tipo intencional y, dentro de los criterios de inclusión, se consideró que los cuidadores debían tener hijos/as de 4-16 años y haber respondido todos los ítems de los instrumentos.
Instrumentos
Se utilizaron tres instrumentos: la Subescala de machismo y la adaptación española del Cuestionario de Crianza Parental; junto con un instrumento sociodemográfico ad hoc, que se describen enseguida.
La Subescala de machismo (Cuéllar et al., 1995) consta de diecisiete afirmaciones con respuestas dicotómicas (0 = falso; 1 = verdadero, por ejemplo, “Los hombres son más inteligentes que las mujeres”). Se suma un punto en función de cada respuesta considerada verdadera. El instrumento permite evaluar diversos aspectos del machismo como “dominio sobre las mujeres”. La consistencia interna original presentó .75 de coeficiente alfa de Cronbach (Cuéllar et al., 1995). Mientras que, en este estudio, la fiabilidad a través de la fórmula 20 de Kuder-Richardson (KR-20), presentó una consistencia interna de .81.
La adaptación española del Cuestionario de Crianza Parental (PCRI-M, Roa-Capilla & del Barrio, 2001) consta de 78 ítems, cuyo objetivo es medir el grado de control y apoyo de los/las cuidadores, durante la interacción con los hijos/as. Fue adaptado a partir del Inventario de relaciones padres-hijos (Gerard, 1994) y está compuesto por ocho dimensiones:
Apoyo, dimensión identificada con la buena comunicación y la adecuada expresión de las emociones durante las interacciones cuidador-NNyA (nueve ítems, por ejemplo, “Cuando toca criar a mi hijo, me siento sola”).
Satisfacción con la crianza, relacionada al placer asociado con el rol de cuidador (diez ítems, por ejemplo, “Estoy tan satisfecha de mis hijos como otros padres”).
Compromiso, entendido como la participación y familiaridad con el niño (catorce ítems, por ejemplo, “Me cuesta ponerme de acuerdo con mi hijo”).
Comunicación, asociada con la habilidad comunicativa de los cuidadores con los NNyA (nueve ítems, por ejemplo, “Cuando mi hijo está molesto por algo, generalmente me lo dice”).
Disciplina, entendida como la percepción de los cuidadores sobre la eficacia de las prácticas disciplinarias utilizadas (doce ítems, por ejemplo, “Tengo problemas para imponer disciplina a mi hijo”).
Autonomía, capacidad de los cuidadores para facilitar la independencia de los NNyA (diez ítems, por ejemplo, “Los padres deben proteger a sus hijos de aquellas cosas que pueden hacerlos infelices”).
Distribución de roles, es decir, cómo se reparten las tareas entre los cuidadores (nueve ítems, por ejemplo, “Las mujeres deberían estar en casa cuidando de los niños”).
Deseabilidad social, con indicadores de inconsistencia para identificar datos inválidos (quince ítems, por ejemplo, “Mi hijo nunca tiene celos”).
Estas dimensiones se miden bajo una escala tipo Likert de cuatro puntos: desde 1: “En total desacuerdo”, hasta 4: “Muy de acuerdo”. Veinticinco de los ítems están enunciados de forma positiva y los 47 restantes, de forma negativa. El instrumento presenta niveles de validez en la correlación de las subescalas que van desde .48 a .68; y la confiabilidad obtenida a través del coeficiente alfa de Cronbach puntúa entre .42 y .84 para esta muestra. Los valores para apoyo son .51; para satisfacción en la crianza, .806; para compromiso, .45; para comunicación, .84; para disciplina, .81; para autonomía, .72; y para distribución de roles el valor es .42.
Sociodemográfico ad-hoc: se evaluó la edad del cuidador/a, de los/las NNyA, su nacionalidad, lengua nativa y ciudad de residencia. Se midió el nivel educativo de los/las cuidadores (primario incompleto a posgrado completo), el tipo de ocupación (desempleado, no calificado, operario, técnico, profesional) y la cantidad de necesidades básicas insatisfechas (NBI) de la familia (cuidadores con primario incompleto, falta de acceso a tres o cuatro comidas diarias, falta de acceso a salud, NNyA sin acceso a educación, ausencia de baño, hacinamiento). Estos criterios se conformaron siguiendo las codificaciones del Indec (2000).
Procedimiento
La muestra fue reclutada a través de las redes sociales. Los instrumentos fueron aplicados mediante un formulario de Google®, difundido por medio de diferentes redes sociales (como Instagram®, Facebook® o WhatsApp®). Al comienzo las personas debían aceptar su participación, en caso contrario, se imposibilitaba proceder. El consentimiento informado se basó en la Declaración de Helsinki (2017), explicitando el objetivo del estudio y el manejo y la confidencial de los datos. El orden de la toma fue: cuestionario sociodemográfico, subescala de machismo y cuestionario de crianza parental. El tiempo promedio fue de treinta minutos. Los datos se analizaron a través del software IBM-SPSS, versión 25.
Resultados
Para el análisis de datos, se realizó un preprocesamiento de la información, descartando valores atípicos. Luego, se hizo la prueba de normalidad de Kolmogorov-Smirnov; y para homogeneidad de varianzas, la prueba de Levene. Aunque se encontró homogeneidad de varianzas en las variables (p > .05), estas no presentaron distribución normal (p < .05). Por ello, se decidió emplear estadísticos no paramétricos, como la Prueba de correlación rho de Spearman, para evaluar la asociación entre las variables.
Descripción del machismo, las dimensiones de los estilos parentales y vulnerabilidad social
Los niveles de machismo para la muestra general fueron relativamente bajos (tabla 1) y alcanzaron un efecto piso (asimetría = 1.69, curtosis = 2.94). El 90% de la muestra estuvo comprendida entre los rangos de puntaje 0 y 4. El único ítem que recibió respuestas equilibradas (42% verdadero, frente a 58% falso) fue “Es importante para un hombre ser fuerte”.
Con respecto a los niveles de sensibilidad parental, los promedios se analizan en función a los datos de Roa-Capilla y del Barrio (2001), quienes no encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los puntajes obtenidos en esta muestra latinoamericana con la española y la norteamericana (p < .05).
Por último, ambas muestras presentan indicadores bajos de NBI. Solo dos participantes presentaron los seis criterios y cinco presentaron cinco criterios. La mayoría de la muestra (76.6%) presentó puntajes entre 0 y 1, fenómeno interpretado como un efecto piso para esta variable (Asimetría = 1.76, Curtosis = 3.45).
Asociaciones entre el machismo, los estilos parentales y vulnerabilidad social
Se encontraron asociaciones negativas entre machismo y las dimensiones de los estilos parentales, específicamente, con satisfacción en la crianza y la disciplina. También, se encontraron asociaciones negativas entre los niveles de machismo y el nivel educativo y ocupacional del cuidador/a. A medida que los niveles de machismo aumentaban, el nivel educativo y la calidad de la ocupación disminuían. Asimismo, se hallaron asociaciones positivas con la cantidad de NBI: a medida que estas aumentaban, el machismo también lo hacía (tabla 2).
NNyA: niños, niñas y adolescentes. NBI: necesidades básicas insatisfechas. Las correlaciones rho de Spearman fueron reportadas para todas las variables. *p < .05. **p < .01.
Además, se encontraron asociaciones positivas entre machismo y la edad de los NNyA, junto a una tendencia a la asociación positiva con la edad del cuidador/a (p = .059). Todas las asociaciones con la variable machismo tuvieron bajo tamaño del efecto (.10 < rho < .20).
Con respecto a las dimensiones de los estilos parentales, la mayoría se asoció de forma positiva y moderada entre sí, a excepción de la variable comunicación, asociada de forma negativa con satisfacción con la crianza, disciplina y autonomía. El nivel educativo solo se asoció de forma leve y positiva con los niveles de comunicación. La ocupación se asoció de forma moderada con casi todas las dimensiones de forma positiva, excepto con la comunicación que fue negativa. Sobre la edad de los NNyA, se encontraron asociaciones negativas y leves con el nivel de apoyo y satisfacción en la crianza. No se encontraron asociaciones con la edad del cuidador/a y la cantidad de NBI (p > .05).
Comparación del machismo y las dimensiones de los estilos parentales, según la nacionalidad
Para comparar los datos según la nacionalidad, se empleó la prueba ANOVA (Luepsen, 2017), a fin de evaluar si existían diferencias por grupo en las variables de machismo y las dimensiones de estilos de crianza. Debido a las asociaciones significativas encontradas, se decidió controlar la edad de los NNyA y la cantidad de NBI, insertándolas como covariables. El género del NNyA y de los padres y madres no fue controlado, debido a que no mostró diferencias significativas en los niveles de machismo y estilos parentales (p > .05). Se empleó el tamaño del efecto Eta2 para la diferencia de grupos.
Se encontraron diferencias estadísticamente significativas según la nacionalidad para la mayoría de las variables, excepto para la variable apoyo. La muestra de Perú puntuó significativamente más alto en las variables de machismo y comunicación, mientras que la muestra argentina tuvo puntuaciones más elevadas en el resto de las variables de estilos parentales. Salvo para la variable satisfacción en la crianza, todos los tamaños del efecto fueron bajos (tabla 3).
Discusión
El objetivo de la investigación fue analizar las relaciones del machismo, con las dimensiones de estilos parentales y la vulnerabilidad social, a fin de comparar estas variables, en función de la nacionalidad. De acuerdo con los resultados, las diferencias según nacionalidad en el machismo podrían deberse a patrones estereotipados de socialización de la crianza que persisten en la cultura peruana, arraigadas en función a sus múltiples tradiciones y legado cultural (Marín- Rengifo & Uribe-Arango, 2017; Páez & Rovella, 2019).
Por otro lado, la cultura argentina es más homogénea en cuanto a relaciones de género, étnicas, de clase, religiosas y territoriales (Grimson & Karasik, 2017); y presentan menos prejuicios sexistas (ONU, 2020). En ambos casos, las creencias sexistas se acentúan más en zonas rurales de cada país, con roles diferenciados en hijos varones e hijas mujeres (Fox & Solís-Camara, 1997; Mejía & López, 2010). Al margen de estas diferencias culturales y prácticas parentales, Fuentes-Balderrama et al. (2020b) señalan que la asociación con los problemas sobre comportamientos machistas son similares.
Los resultados también indican un nivel de sensibilidad parental moderado para ambas muestras. Aun así, la muestra argentina presenta hábitos de crianza relativamente más favorables, lo cual estaría en relación con los bajos niveles de machismo y otras conductas antisociales (Estrada et al., 2011; Fuente & Herrero-Olaizola, 2012). Estudios previos señalan que las prácticas de crianza influyen en los comportamientos de los NNyA (Paiva et al., 2012). Cuidadores primarios con estilos de crianza autoritativos establecen vínculos propicios para el desarrollo integral de NNyA, y se asocian negativamente con la vulnerabilidad social (Páez & Rovella, 2019; Simaes et al., 2019; Veiga et al., 2015; Zilberstein, 2016).
Varios/as autores (Estrada et al., 2011; Fuente & Herrero- Olaizola, 2012) señalan que el machismo es una forma de violencia y comportamiento antisocial. Entonces, la crianza desempeña un papel fundamental como factor de protección ante conductas problematizadoras posteriores de los NNyA, toda vez que las prácticas de disciplina positiva y el estilo parental autoritativo se asocian con bajos niveles de problemas de conducta (Fuentes-Balderrama et al., 2020a). Estas conclusiones concuerdan con los resultados de este estudio, donde se demuestra una asociación negativa entre machismo y las dimensiones de los estilos parentales, específicamente, con mayor intensidad en la satisfacción en la crianza y disciplina de los/las cuidadores. Asimismo, la familia es la institución primaria transmisora de estereotipos de género, considerando que los comportamientos de los cuidadores tienen efecto en los NNyA (Berge et al., 2016; Fuentes-Balderrama, et al., 2020b; Hernández & Lara, 2015; Varela et al., 2019).
Los resultados también demuestran una asociación inversa entre machismo y algunas variables sociodemográficas como nivel educativo, ocupación del cuidador/a y cantidad de NBI. Este resultado es coherente con el reporte de Páez y Rovella (2019), quienes señalan que los/las cuidadores con menos años de escolaridad utilizan prácticas parentales basadas en el control punitivo y coercitivo, lo cual generaría respuestas de comportamientos antisociales en los hijos/as (Estrada et al., 2011; Fuente & Herrero-Olaizola, 2012). Por tanto, el nivel de educación y el equilibrio de los/las cuidadores primarios sobre la crianza influyen en la imposición de los valores de género y en los comportamientos prosociales de los hijos/as (Chen et al., 2021; Streit et al., 2021). Asimismo, el nivel de comunicación entre cuidadores primarios e hijos/as puede tener un efecto inverso, al no encontrar un equilibrio ideológico entre ambas generaciones (Caycho et al., 2016). Y que estaría asociado a una generación actual, con lazos más intrageneracionales, dejando de lado muchas veces los patrones familiares (Bedoya et al., 2020).
Conclusión
Se concluye a nivel descriptivo que los niveles de machismo son relativamente bajos en ambas muestras, con diferencias en las que Perú revela una ligera mayor presencia. Sin embargo, en cuanto al nivel de sensibilidad parental, a pesar de que son moderados para ambas muestras, Argentina presenta hábitos de crianza más favorables, pero con diferencias no significativas.
En cuanto a los resultados inferenciales, se encontraron asociaciones inversas entre machismo y estilos parentales en ambas muestras, con mayor intensidad en dos dimensiones: satisfacción en la crianza y disciplina. Es decir, cuanto más sea el machismo, menor será la satisfacción con la vida y la disciplina impuesta por los cuidadores. Por otro lado, con respecto a la asociación entre machismo y algunas variables de vulnerabilidad social como nivel educativo y ocupación del cuidador/a la asociación es negativa. Es decir, cuanta menos educación y mayor desempleo se tenga, o cuanto menos estén cubiertas las necesidades básicas de los/las cuidadores, el nivel de machismo aumenta, independientemente de la nacionalidad. Otro dato importante tiene que ver con la edad: a mayor edad del cuidador/a mayor es el nivel de machismo que los/las NNyA reportan.
Dentro de las limitaciones del estudio puede mencionarse, por un lado, que las variables fueron evaluadas con instrumentos de autorreporte, por lo que las respuestas podrían estar sesgadas por apreciaciones personales; por otro lado; el formulario fue difundido por redes sociales, lo cual dificultó el acceso a una muestra con necesidades básicas insatisfechas.
En relación con el instrumento de parentalidad, la consistencia interna para apoyo, compromiso, y distribución de roles fue baja para esta muestra. En cuanto al tipo de muestreo, fue no probabilístico y madres, en su mayoría. Esto podría generar una menor probabilidad de generalizar los resultados a otros contextos, debido a disminución de la validez ecológica. Sin embargo, también, tendría una fortaleza, debido a que ambos países fueron heterogéneos en cuanto a distintas ciudades y cantidad muestral.
Se espera en investigaciones futuras tener en cuenta la observación directa de comportamientos, lo que permitiría disminuir el sesgo del autorreporte. A su vez, aplicar muestreo probabilístico y con estudios longitudinales, para generar intervenciones que permitan comprender más acabadamente y disminuir los niveles de machismo, y promover estilos de crianza que favorezcan y promuevan el desarrollo de las niñas, los niños y los adolescentes.