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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.49 no.111 Bogotá Jan./June 2022  Epub Sep 29, 2022

https://doi.org/10.18566/cueteo.v49n111.a06 

Artículos

HACIA UNA TEOLOGÍA-MÍSTICA DE LA DONACIÓN

Towards a mystic-theology of donation

1 Doctora en Teología Dogmática por la Universidad del Salvador, Argentina, y el Istituto Universitario Sophia, Italia. Profesora titular en la Facultad de Teología "San Pablo", Universidad Católica Boliviana, Bolivia. Correo electrónico: svargas.a@ucb.edu.bo


Resumen

La investigación presentada es un punto de partida, y ya no solo metodológico. El estudio quiere señalar que la fenomenología francesa que toma como camino, es decir, la fenomenología de la donación de Jean-Luc Marion, se sitúa más allá/más acá de la metafísica. Es sabido que Marion en sus obras distingue al menos tres modelos metafísicos: el de la substancia y la esencia, el de la causalidad, y el egológico trascendental. Los tres modelos son criticados por el fenomenólogo francés por la insuficiencia para alcanzar lo originario y su inteligibilidad. Lo originario es para Marion la donación. Por ello, siguiendo las huellas de la donación marioniana, el método propuesto, presentado en seis pasos, una suerte de círculo hermenéutico, radicaliza la reducción. Pero no solo lo hace en una variación imaginativa y de posibilidad, sino que se confronta con la descripción de una donación efectiva y no solo posible que se da en las vivencias místicas de Chiara Lubich. Siguiendo la propuesta del fenomenólogo francés, aplica los seis pasos del método propuesto a las contra-categorías kantianas, en que el "yo" es reducido en el evento de esta donación apareciendo como adonado, convocado y, finalmente, testigo, no solo en el nivel de la acción y la praxis, sino más originariamente en el nivel de la afectación o pasión; dicho evento se da en la experiencia mística de Chiara Lubich denominada "cuarta noche".

Palabras clave: Fenomenología; Don; Donación; Reducción; Adonado; Afección; Categorías; Mística; Abandono; Cuarta noche

Abstract

The research presented here is a starting point, and not only a methodological one. The study points out that the French phenomenology taken as a path, that is, Jean Luc Marion's phenomenology of donation, is situated beyond/beyond metaphysics. It is well known that Marion distinguishes at least three metaphysical models in his works: that of substance and essence, that of causality, and the transcendental egological. The three models are criticized by the French phenomenologist for their insufficiency in reaching the original and its intelligibility. For Marion, the original is the donation. Therefore, following in the footsteps of Marion's donation, the proposed method -a sort of hermeneutic circle presented in six steps- radicalizes the reduction. Yet, not only does it do it in an imaginative variation and possibility. Rather, it is confronted with the description of an effective and not only possible donation that occurs in the mystical experiences of Chiara Lubich. Following the proposal of the French phenomenologist, it applies the six steps of the proposed method to the Kantian counter-categories, where the "I" is reduced in the event of this donation, appearing as gifted, summoned and finally a witness, not only at the level of action and praxis, but more originally at the level of affectation or passion. This event occurs in Chiara Lubich's mystical experience called «fourth night».

Keywords: Phenomenology; Gift; Donation; Reduction; Donated; Affection; Categories; Mysticism; Abandonment; Fourth Night

Introducción

Este artículo busca resolver de alguna manera un problema marioniano, el cual radica en que, si bien Jean-Luc Marion ha dedicado y sigue dedicando muchas obras a la presentación de categorías teológicas desde una perspectiva netamente fenomenológica y a la elaboración de categorías específicas, para elaborar una teología de la donación, más aptas para el análisis de todos los fenómenos percibidos por la intuición y experimentado por la afectación, en ninguna de ellas, termina de desarrollar o articular un método sistemático específico que determine los pasos o momentos a seguir para un análisis propiamente teológico de las vivencias de tipo místico o religioso.

Por ello, el interés de este trabajo de corte teológico-místico es fundamentar una aproximación fenomenológica de la donación mostrando que la experiencia mística de Chiara Lubich1 como vivencia del Don de Dios en Jesús Abandonado, la remite una y otra vez al abandono de Jesús en la cruz y al evento pascual como Don que consuma la Donación2.

A fin de mostrar esto, en el primer punto, se presentará una breve relación entre la fenomenología de la donación y la teología, para luego dar lugar al desarrollo de un método fenomenológico para la teología y la teología mística. El método presentado será aplicado en el segundo punto del artículo. Allí abordaremos la "cuarta noche" vivida por Chiara Lubich, en la última etapa de su vida, como un proceso fenomenológico que, contradiciendo las categorías kantianas, permite fundamentar y mostrar la pertinencia del método aplicado.

La relación entre fenomenología y teología

El desarrollo de la fenomenología de la donación como mediación metodológica, crítica y sistemática para una teología implica aceptar que la fenomenología también debe considerar las experiencias de tipo religioso, en tanto también ellas constituyen fenómenos de pleno derecho.3

Se trata de la última variación posible de la fenomenicidad del fenómeno en tanto dado, el fenómeno de revelación no solo depende de la saturación (paradoja en general), sino que concentra en él los cuatro tipos de fenómenos saturados y se da a la vez cormo acontecimiento histórico, como ídolo, como carne y como ícono (rostro). Se trata de una saturación de quinto tipo, no en el sentido de que añade un tipo nuevo (arbitrariamente inventado para legitimar la supuesta legitimidad de lo "divino") a los cuatro primeros (los únicos descriptibles), sino porque, confundiéndose con ella, satura la fenomenicidad en segundo grado con una saturación de saturación. Sin embargo, el fenómeno de revelación resulta una simple posibilidad: vamos a poder describirlo sin presuponer su efectividad, aunque proponiendo una figura bien precisa; diremos solo lo siguiente: si una revelación efectiva debe, puede o ha podido darse en la aparición fenoménica, esa revelación no ha podido, ni puede, ni podrá hacerse efectiva más que dándose según el tipo de la paradoja por excelencia, tal y como vamos a describirla. La fenomenología no podría decidir si una revelación puede o debe darse jamás, pero sí que puede (y únicamente la fenomenología puede) establecer que, en ese caso, un tal fenómeno de revelación debería tornar la figura de paradoja de paradojas: si tiene que haber revelación (y la fenomenología no tiene ninguna autoridad para decidirlo), entonces esa revelación tomaría, toma o ha tomado la figura de paradoja de paradojas, siguiendo una ley de esencia de la fenomenicidad (Marion, 2008, pp. 379-380).

Ahora bien, tanto la fenomenología como la teología exigen "distinguir la "revelación",4 como fenómeno posible, y la "Revelación", como efectividad ocurrida" (Silva Arévalo, 2017), esto evitará toda sutil confusión entre los presupuestos fenomenológicos y los teológicos. Distinción indispensable para poder pensar en el desarrollo de un método.

A la fenomenología, según Marion (2008, pp. 378-379), no le corresponde decidir si una Revelación puede o debe darse, pero sí puede establecer que, si un fenómeno de Revelación tuviera lugar, este tomaría la figura de "paradoja de la paradoja", siguiendo la ley esencial de la fenomenicidad: darse solo y únicamente a partir de sí, sin ningún tipo de a priori y restringiéndose al principio "a tanta reducción tanta donación". Si tiene que haber o ha habido efectivamente una Revelación, la fenomenología no tiene ninguna autoridad para decidirlo, no puede nunca ir más allá y no debe pretender decidir nada del hecho de la Revelación, ni de su efectividad, ni de su historicidad, ni de su sentido. No puede hacerlo, no solo porque debe respetar los saberes y delimitar las regiones respectivas, sino de entrada porque no tiene los medios: el hecho de la Revelación excede el dominio de toda ciencia, incluida la fenomenología. Solo la teología podría eventualmente acceder efectivamente a ella según sus criterios particulares para establecer su historicidad y autenticidad. Solo la teología puede confesar su procedencia y pronunciar su nombre; en otras palabras, solo una teología fenomenológica puede realizar una hermenéutica de los fenómenos de Revelación.5

Pertinencia y la necesidad de un método fenomenológico para la teología6

Si bien se han ofrecido los argumentos que la fenomenología puede esgrimir para justificar su derecho a considerar los fenómenos religiosos, falta todavía responder a la pregunta de por qué un abordaje fenomenológico puede resultar necesario y pertinente para la teológica en cuanto tal. Dar una respuesta cabal y pormenorizada a esa pregunta excedería largamente los límites de este trabajo. Baste decir aquí que, si la teología quiere seguir presentando la Revelación como manifestación de la autodonación Dios Trino en Jesucristo dirigida a todos los hombres, entonces necesita mostrar que esa fe puede ser realmente escuchada, recibida, experimentada y vivida por el hombre de hoy.7 Ello implica que la labor teológica necesita:

  • Emprender una hermenéutica teológico-fenomenológica que intente superar los paradigmas metafísicos y onto-teológicos: tanto el que piensa en Dios como substancia absoluta e inmutable como el que funda la realidad en la razón y la libertad de un sujeto absoluto sin una relación real con la alteridad.

  • Afrontar un cambio de paradigma que requiere empezar por otro lado: por la donación de Dios Trino que nos salva en Jesucristo. Se trata entonces de

  • Una [teología] en la cual el punto de partida no se encuentra en los "hechos" fantasiosamente hipostasiados y supuestos como ya constituidos, sino en el evento de lo que Dios da de sí mismo (es decir todo), en la espera de ser recibido por los hombres y, en tal medida, de poder mostrarse. (Marion, 2011b, p. 494)

Por otro lado, si la fenomenología de Marion propone una tercera reducción, "la reducción a la donación",8 esta perspectiva fenomenológica de la teología exige propiamente lo que López (2008, p. 27) llama una "reducción teológica", que consiste en "aprender a ver" en cada configuración fenoménica la "comunicación de Dios", es decir, su Revelación. Para eso, es necesario tematizar una reducción que "deje aparecer" estos fenómenos en su carácter teologal, abriendo un horizonte teológico, pues el aparecer se da en la fe. La reducción9 teológica es la actitud de fe que permite considerar la donación en tanto autodonación de Dios. Se evita así la aporía de una Revelación dada como un hecho del pasado, como un acontecimiento ya acabado, estático, como un objeto ya descrito y constituido.10

La propuesta de un método fenomenológico para la teología implica pasar de una interpretación onto-teológica de la Revelación para descubrirla desde una perspectiva dinámica, que la entiende como Donación constante, efectivamente Dada, pero siempre Dándose al hombre, siempre abierta a nuevos arribos, a nuevos adonados,11 a nuevas afecciones y reinterpretaciones. Es decir, una Revelación que no consiste tanto en preceptos, verdades "objetivas" o "simples hechos históricos" ocurridos materialmente en un pasado lejano, sino considerada como la incesante "Donación de Dios" que se efectiviza en fenómenos doblemente saturados12 en los que Él se da y siempre está Dándose, siempre igual y siempre nuevo, con cada arribo y llamada que irrumpe en la vivencia, convocándolo y constituyéndolo en cuanto propiamente adonado.

Ahora bien, a la hora de establecer un método fenomenológico para la teología, se debe atender al hecho de que

la única Revelación judía y cristiana, debe leerse y tratarse como fenómeno de pleno derecho, que obedecen a las mismas operaciones que los que resultan de los datos del mundo: reducción a lo dado, carácter de evento, recepción por el adonado, resistencia, fenómenos saturados, progresividad de la transmutación de darse en mostrarse, etc. Sin ninguna duda, ese lugar fenomenológico de la teología necesitará (y ya encuentra) protocolos muy particulares conformes a los fenómenos particulares de que se trata. (Marion, 2005, p. 97)

Determinaciones del método

Como se acaba de señalar, si la fenomenología de la donación propone la "reducción a la donación", una teología fenomenológica debe partir más específicamente de la reducción del Don de Jesús Crucificado-Abandonado que reconduce a la Donación de Jesús Resucitado. También para la teología esa Donación acontece en fenómenos de diversa intensidad, entre los cuales la Revelación ocupa el lugar privilegiado de los fenómenos doblemente saturados en que su donación alcanza el exceso del exceso.

Ahora bien, el fenómeno de Revelación que condensa y reúne la plenitud de la Autodonación de Dios es el Don-manifestación de Jesucristo que se consuma en el acontecimiento de Amor definitivo.13 "Cuando Dios se manifiesta, entonces solo puede manifestarse para nosotros bajo la figura de lo dado que se da sin condición, 'hasta el extremo' (Jn 13, 1). Darse hasta ese extremo ya no significa ser sino amar" (Marion, 2011, p. 493).

El acontecimiento histórico de la crucifixión y muerte de Jesús constituye el fenómeno de Revelación por excelencia y contiene los cuatro tipos de fenómenos saturados:14 es acontecimiento, pero que se dona primero deslumbrando y sin forma a la manera del ídolo, afectando la carne e imponiendo finalmente su rostro y su mirada (ícono). Por ello, se trata de una saturación de quinto tipo, no en el sentido de que haya añadido un tipo nuevo de saturación, sino porque satura la fenomenicidad en segundo grado, con una saturación de saturación, como "paradoja de la paradoja", en que se revela o se muestra lo que de suyo no se ve. Pero eso que se da, donándoSe-mostrándoSE-revelándoSE,15 acontece primero como acontecimiento histórico.

Consideraciones en torno al hecho histórico de la crucifixión y muerte de Jesús (Rosse, 2017, pp. 5-13)

En aquella época, la muerte por crucifixión tenía carácter público y dimensión social. El condenado debía llevar el madero transversal por las calles de la ciudad de Jerusalén, desde el tribunal hasta el lugar del suplicio, fuera de la ciudad, sometido al escarnio y al desprecio de la multitud. Una muerte así no solo implicaba torturas, vergüenza y fracaso personal, sino también la exclusión de la sociedad.

Aunque no existe un testimonio directo y explícito que afirme que la opinión pública judía, en el 30, consideraba maldecido por Dios a un crucificado en el nombre de la Ley, hay una gran posibilidad de que, en efecto, así fuera. Por deducción, una condena tal le correspondía a Jesús, tanto en cuanto su muerte podía ser entendida también como sanción judía, haciendo referencia al castigo del hijo rebelde de Dt 21, 18-24. Aunque en alguna corriente religiosa judía pudo abrirse paso la idea de un Mesías doliente como el de Is 53, el israelita no estaba preparado para reconocer como Mesías a un rebelde crucificado, excomulgado por Dios y por los hombres. Anunciar como Hijo de Dios a ese Jesús crucificado debió significar inevitablemente un escándalo para los judíos.

Aunque la interpretación del suplicio de la cruz en aquella época pueda considerarse como un obstáculo histórico para el mantenimiento o la reanimación de la fe de los discípulos, no hay que olvidar un obstáculo mucho más profundo y de principio. La situación puede resumirse así: si aquel que había pretendido que su aparición y la futura llegada de Dios eran equivalentes, muere abandonado por Dios, ¿no fue su pretensión, su mensaje y toda su existencia un error, una señal que Dios no estaba de su parte? Si aquel que había ligado a su existencia el reinado incondicional (de la bondad) de un Dios entre los hijos perdidos estaba muerto y perdido, ¿no quedó destruida la posibilidad de la fe en este Dios y no tocaba a su fin el discipulado de Jesús (como mensajero definitivo de Dios)? No es fácil exagerar el peso de esta problemática de principio (y no meramente histórica). [...] La muerte en cruz convierte a Jesús en pregunta abierta, incontestada. (Kessler, 1989, p. 85)

Cuando, de esta manera, un acontecimiento, según Marion (2008), "cubre un espacio físico tal que ninguna mirada lo engloba de golpe y engloba así una población tal que ninguno de los que pertenecen a ella puede adoptar un punto de vista absoluto, ni verdaderamente privilegiado, ese acontecimiento resulta entonces un acontecimiento histórico" (p. 369). Por ello, componer un relato de la crucifixión de Jesús requerirá testimoniar innumerables horizontes: horizonte judío, ya que fueron las autoridades judías las que intervinieron en la acusación, el prendimiento y la condena de Jesús (f Hch 2, 23-36; 4, 10; 5,30; 10,39); horizonte religioso: no solo el sanedrín y los saduceos, sino también muchos hombres religiosos de la época habrán interpretado la crucifixión de Jesús como la confirmación de que Dios rechazaba a Jesús; horizonte de sus seguidores, de sus familiares y amigos: para aquellos a quienes Jesús había llamado a seguirlo, para aquellos que él había sanado y que en contacto con Jesús habían sentido la experiencia de una cercanía nueva de Dios, el escándalo de la cruz suscitó decepción, inquietud, desorientación e incomprensión.

Todo ello impide que la crucifixión de Jesús sea considerada un simple hecho histórico más. "Impone adoptar una hermenéutica sin fin en el tiempo: la narración se desdobla en una narración de narraciones" (Marion, 2008, p. 370). La variedad de narraciones y perspectivas del Nuevo Testamento da prueba de ello. "En ese trabajo hermenéutico la multiplicación de los horizontes implica también la multiplicación tanto de las ciencias que se convocan en cada caso como de los géneros literarios" (Pontificia Comisión Bíblica, 1993). El estudio exegético, el método histórico-crítico, el estudio de las formas, los análisis literarios, el análisis semiótico, etc., se entrecruzan en la búsqueda de transmitir la saturación de ese fenómeno histórico.

Pero, además, con el acontecimiento de la crucifixión, sucede algo único que constituye ese acontecimiento histórico en el acontecimiento central de la Revelación: en virtud del evento de la Resurrección que fue vivenciado por los discípulos, la crucifixión de Jesús no quedó delimitada al carácter saturado de un acontecimiento histórico ocurrido en el pasado, ni a un lugar limitado del mundo, ni a un individuo o comunidad de seguidores, sino que ese evento permitió el darse y mostrarse de Jesús resucitado vivo para siempre, más allá del tiempo y del espacio, mostrando el acontecimiento de su muerte como paso (como Pascua) a la vida eterna, abriendo la historia y el tiempo a su consumación en la eternidad.

Consideraciones en torno al evento pascual

Ahora bien, el fenómeno de la resurrección se da a título de evento que acaece como un Don que se muestra solo en la experiencia de los discípulos. Pertenece al carácter mismo del evento por la regla esencial de fenomenalidad según la cual "lo que verdaderamente se muestra debe primero darse" (Marion, 2005, p. 81). La aparición de Jesús Resucitado, su mostrarse y dejarse "ver" por los discípulos, muestra vivo al que ya se había Dado, hasta el colmo de la muerte como Don total desde sí. El Don que se da y se muestra es el mismo Jesús Crucificado-Resucitado.

El sí mismo en persona, que uno descubriría en el fenómeno como mostrándose, provendría del sí mismo original de lo que se da. Con más claridad: el sí mismo de la fenomenalización manifestaría el sí mismo de la donación, porque éste lo operaría y, al fin, so sería sino uno con él. (Marion, 2005, p. 76)

Jesús Resucitado adviene manifestándose, mostrándose a sí mismo, la validez y vigencia de su vida, su mensaje y su persona que se creían desacreditadas por su condena. Jesús Resucitado se dona como el Hijo Resucitado por el Padre. Los relatos testimonian que los discípulos no esperaban la resurrección: la aparición del Resucitado les acaece sorprendiéndolos, desbordándolos y saturando sus horizontes, abriendo un horizonte teologal que se da en la fe. Sin pretender explicar en qué consiste cabalmente la resurrección ni la gloria en que Jesús vive, narran el aparecer de Jesús Resucitado como lo que les acaece, lo que se les da, lo que se les aparece sin que puedan terminar realmente de abarcarlo, verlo o describirlo.

Las narraciones de las apariciones de Jesús Resucitado dan testimonio de un fenómeno en el cual lo que se da, adviniendo como el Don dado en el acontecimiento mismo de su muerte (y una muerte de cruz), arriba ahora primero como figura invisible, irreconocible, saturando la intuición de los testigos con su imposibilidad hecha posible, que se despliega como llamada que convoca a la acogida, al reconocimiento, al responsorio y la confesión de fe. Los testigos-adonados son constituidos en enviados por y testigos del resucitado. Su hermenéutica del evento pascual será su mismo anuncio y testimonio, vertido en un conjunto de relatos que buscan describir el punto-fuente de donde asciende Jesús resucitado. Lo Dado a los discípulos y acontecido en ellos se convierte así en modelo y arquetipo del fenómeno de Revelación.

El evento pascual: el Don de Amor de Jesús Crucificado-Abandonado y Resucitado en la vida del hombre creyente

El evento pascual, si bien ocurrido en el tiempo, muestra un Don que implica una apertura del tiempo a la eternidad. Husserl (1959, §11) define el tiempo del evento a partir de una "impresión originaria", la cual, a título de "punto-fuente", no deja de surgir en y como el puro presente y, precisamente, porque adviene no cesa de pasar en el ya-no-más-presente, un tiempo retenido por la retención antes de naufragar en el pasado. "La 'impresión originaria' es lo absoluto no modificable, la fuente originaria para toda conciencia" (Husserl, 1959, §31). Por ello, la correlación evento-tiempo establece el evento pascual como una "impresión originaria" en la que se da el mismo Jesús Crucificado y Resucitado, adviniendo sin tregua, donándose siempre como entonces, adviniendo como un evento inagotable pero siempre nuevo, de manera incondicional e imprevisible.

El evento pascual y el testimonio que lo sigue dando y comunicando permiten que el Don de Jesús Crucificado-Abandonado se dé, que siga dándose allí donde un adonado, ubicado en el punto y momento apropiado de su vida de fe (anamorfosis),16 sea deslumbrado por el arribo de aquel acontecimiento; allí donde un adonado es convocado por la presencia deslumbrante del Abandonado y su irrupción cegadora (a la manera del ídolo [Marion, 2008, p. 384]), y es afectado en la carne con la conmoción, la sorpresa, el temor y la fascinación (tremens et fascinans); allí donde un adonado corrige su mirada sin cesar para ascender de visible en visible hasta el fondo del infinito para encontrar ahí una novedad, que, finalmente, se muestra al modo del ícono,17 como amor entregado que mira amando, que llama a aquel sobre quién impone su mirada y ama desde una autodonación absoluta y sin intercambio. Cada evento en que se done el evento pascual, en que a la postre se muestre Jesús Crucificado-Abandonado, condensará, como sostuvimos, los cuatro tipos de fenómeno saturado, porque implicará siempre (aunque siempre bajo aspectos y modalidades muy particulares, únicas e irrepetibles) ese despliegue, ese ascenso, que desde un primer arribo e impacto indefinible, irá ejerciendo su atracción, invitando a la acogida, al reconocimiento de su rostro y de su Nombre "que está sobre todo nombre" (Flp 2, 9), a la respuesta que se hace afección, confesión, testimonio y hermenéutica de fe.

Las características del evento

Marion, al establecer las formas en que se fenomenaliza el evento, señala que, en la cumbre de ellas, como su tipo y modelo más arquetípico, hay que poner el acontecimiento histórico o colectivo, ya que satisface tres condiciones:

  1. No se puede repetirse de manera idéntica. Se muestra siempre como irrepetible y, por eso mismo, como irreversible.

  2. No es posible explicarlo de manera exhaustiva ni adjudicarle una única causa clara y definida. Por el contrario, requiere el entrecruce de muchas afecciones y horizontes que nunca terminan de agotarlo ni podrán brindar una hermenéutica exhaustiva y definitiva; por ello, su hermenéutica abre un proceso de profundización sin tiempo definido.

  3. Dado que nunca puede terminar de explicarse por sus características, es propio del evento ser imprevisible. Solo se muestra en su arribo. Marion (2005, pp. 81-82; 2014, p. 252) concluye que estas tres características del evento, si bien se hacen particularmente patentes en los acontecimientos históricos colectivos, conciernen también a los fenómenos privados y a los intersubjetivos.

El evento pascual vivido y testimoniado por los discípulos de Jesús es el Don de Jesucristo, un acontecimiento siempre dado, en el que el Don dado se da siempre en el modo propio del evento y nunca como un objeto en relación con un sujeto. Jesús Crucificado Resucitado se dona a un adonado según la temporalidad propia del evento:

Adviniendo siempre de un pasado abierto, pero inmodificable. Porque, en tanto siempre ya ahí, está el acontecimiento histórico de Jesús Crucificado y Resucitado, que está ya Dado, para siempre. Allí pervive la figura (el ícono)18 de Jesús Crucificado-Abandonado, muerto y Resucitado, previo a nosotros, existiendo sin nosotros, aunque para nosotros (adonados). Ese Jesús Crucificado y Resucitado adviene ahora como evento ante la intuición saturada del adonado, "como un hecho inesperado, imprevisible, que viene de un pasado incontrolable" (Marion, 2005, p. 77).

  • Adviniendo de un pasado, pero que se dona según el presente concreto del adonado y la figura precisa de su anamorfosis (Marion, 2005, p. 77-78). Jesús Crucificado-Abandonado y Resucitado se da en un evento en que su arribo estalla de golpe irrumpiendo en el aquí y el ahora de un adonado. El evento arriba desde sí mismo, sin causa que permita constituirlo ni predecirlo previamente, de una manera que nunca puede ser predeterminada (por el pasado) ni definitivamente constituida (en el futuro).

  • Adviniendo como un evento que ya nunca será algo cerrado, acabado y definitivo. La Donación permanece en el evento siempre en una llamada en espera del responsorio del adonado, afectándolo, constituyéndolo en adonado-testigo. "Tal hermenéutica debería desplegarse sin fin y en una red indefinida. Ninguna constitución del objeto, exhaustiva y respetable, podría ocurrir ahí. En consecuencia, el 'sin fin' testimonia que el evento advino de él mismo, que su fenomenalidad surgió del sí mismo de su donación" (Marion, 2005, p. 78), y que permanece ahora para siempre inagotable.

Pertenece a la característica misma del evento el que "no proviene de nuestra iniciativa, ni responde a nuestra expectativa, ni podrá nunca reproducirse, sino que, sobre todo, se da a nosotros a partir de sí mismo al punto que nos afecta, nos modifica, casi nos produce" (Marion, 2005, p. 79). Cuanto más se den estas características con los fenómenos doblemente saturados de Revelación, aquellos en que se dona el evento pascual, más se alcanzará la cumbre de la autodonación de Dios en Jesucristo.

Descripción del método y su circularidad

Habiendo presentado el evento pascual como el arquetipo del fenómeno de Revelación, en que se consuma la autodonación de Dios en Jesucristo, queda ahora describir los momentos del método que permitirá considerar los fenómenos de Revelación, privados o intersubjetivos, en que el Don de ese acontecimiento originario se dé de una manera propia en un evento siempre diverso en cada nuevo adonado. Se observará así cómo el evento se despliega constituyendo al adonado y describiendo un círculo hermenéutico que lo conduce desde la anamorfosis y el arribo imprevisto del Don, hasta la acogida de la llamada y el responsorio que se im-pone con la recepción y fenomenalización del Don, de ese Don y no de otro; y que así reenvía a su acontecimiento originario, al evento pascual, como Don y fuente de la nueva manifestación y constitución del adonado.

Aquí se trata, por tanto, de describir los momentos propios del método teológico fenomenológico establecido para considerar los fenómenos de Revelación, es decir, aquellos fenómenos en los que se vivencia el evento pascual, Don de Jesús Crucificado-Abandonado y Resucitado. Con ello, no se puede pretender establecer de manera estática y universal todos los pormenores, las determinaciones y las afectaciones específicas de cada evento. Dependerán, en gran medida, de cada evento, de cada adonado y del arribo del evento mismo, de cómo en cada caso el don que se da desde sise muestre. Aquí solo se pueden describir de forma esquemática los aspectos fundamentales que habrán de registrarse allí donde el evento pascual se dé y se fenomenalice, siendo los elementos centrales de su consideración teológico-fenomenológicos.

  1. De lo dicho hasta aquí sobre el evento pascual según el testimonio de los propios discípulos de Jesús, un primer aspecto que aparece incontrastable es que también la iniciativa corresponde siempre a lo que se da, Jesús Crucificado-Abandonado Se da hasta el exceso.

  2. Si es cierto que Jesús Crucificado-Abandonado en tanto ya Dado se da siempre y de manera incesante, su arribo solo se manifiesta cuando el adonado se encuentra en el momento justo de su existencia, en la disposición y posición (anamorfosis) que permite al Don donarse a él, manifestarse e imponer su arribo con toda su imprevisibilidad y deslumbramiento. No mostrándose de entrada más que en ese arribo que se impone, pero sin mostrar todavía una forma precisa19 como Resucitado.

  3. Si "lo dado se da como una llamada, primero hay que percibirla, luego hay que decidir si, de hecho, fue una llamada dada, después reconstituir su contenido y su sentido, luego identificar su emisor y entonces considerar el tipo de respuesta que espera" (Marion, 2011, p. 497). Así, el adonado recibe el fenómeno de Revelación en un evento que contiene una llamada, Jesús Crucificado-Abandonado arriba de manera sorpresiva e inexplicable, que lo afecta saturando su intuición, primero de una manera cegadora, invisible e imposible de determinar.

  4. Pero si el adonado no huye del evento Jesús Crucificado-Abandonado, sino que trata de acoger la llamada tal como se le impone, manteniendo la anamorfosis que lo hizo posible, entonces permite que el Don, dándoSe ascienda hacia la forma propia de su aparición e imponga su mirada que llama en espera del responsorio. De ahí que el adonado se recibe él mismo desde el evento en que se le Dona esa Autodonación, cuya recepción Marion (2001, p. 496) designa propiamente una vocación.

  5. Si el adonado, siguiendo a Marion (2011, p. 497), se despliega en el acto de una respuesta, siempre proporcionada a él, provisoria e insuficiente, la postura de la llamada y respuesta no lo delimita a una pura y simple pasividad. La Revelación se da incesantemente como llamada a la que hay que responder, acerca de la cual hay que tomar una decisión, hacer una elección, asumiendo el responsorio que permitirá propiamente la fenomenalización y efectivización de su manifestación. Por ello, el adonado se extiende en el acto de una respuesta siempre provisional y precaria, y que requerirá desplegarse, consumarse siempre de nuevo y siempre más en futuras respuestas que irán constituyendo la historia del adonado y su hermenéutica de fe.20

  6. El adonado no solo emite el responsorio, sino que se recibe a sí mismo con la llamada y el responsorio. Ahora bien, "el responsorio no resulta para nada de un acto facultativo, de una decisión arbitraria o del azar -en él, somos, vivimos y nos recibimos-. Si la llamada se da siempre de entrada, pero solo se muestra -solo se fenomenaliza- en el responsorio, de ello se sigue una paradoja esencial: el responsorio termina la llamada" (Marion, 2008, p. 453), fenomenalizando no solo la Donación, sino también la nueva constitución transformada del adonado. El adonado ahora posee las condiciones de realizar una narración, una hermenéutica, un testimonio y un anuncio, un bosquejo de la Donación del fenómeno Revelado en que se le dona Jesús Crucificado-Abandonado y Resucitado. Pero, en la medida de su resistencia a la afectación y la santidad de su acogida, el adonado abre la posibilidad de una mostración siempre más plena, aunque también siempre parcial: "mover el cursor entre lo que se Revela y lo que se muestra depende de la (buena) calidad del adonado" (Marion, 2011, p. 494).

  7. Se ha dicho, además, que el evento, el arribo del don, adviene desde un pasado incontrolable. El don se da, así como algo ya dado, dándose, mostrándose, desde un allende que no le es ajeno (ni trascendental), sino que él manifiesta como suyo y que él dona siempre de nuevo, donándose a sí mismo como don. El adonado solo podrá realizar una hermenéutica apropiada si se deja reconducir al punto de partida, recorriendo el círculo hermenéutico de un evento que reenvía al evento pascual, como momento permanente y definitivo del Don de Jesucristo.

El fenómeno de Revelación como autodonación de Dios en Jesucristo acontece en cada evento en que se dona Jesús Crucificado y Resucitado en un arribo siempre nuevo de lo ya Dado para siempre en el evento pascual. Como un arribo que viene desde su propio allende dado ya y para siempre como acontecimiento histórico, evento, carne, ícono y rostro del Otro.

Por ello, la Revelación se manifiesta donándose primero inexplicable, después meditada y luego formulada como aquello acontecido de una vez y para siempre, aconteciendo siempre como lo incesantemente Dado porque se sigue dando siempre. Es esa la hermenéutica y la formulación a la que arriban la fe y la teología. Por ello, Cantillo (2017), entrando ya en el campo de la teología, señala que también en la Revelación se dona el "allende" del don, allí se dona Dios mismo, pero "sin obligar a ir más allá del hombre, pues conduce a manifestarse a Aquello que se encuentra en el hombre sin pertenecerle, a saber, su imagen" (p. 151).

Mirada de conjunto

Fenomenología y teología han sido consideradas en su mutua implicación y referencialidad. Los fenómenos de Revelación se efectivizan en la historia en eventos en los que se dona Jesús Crucificado-Abandonado y Resucitado. La actitud teologal de la comunidad de fe puede descubrir en ellos la Autodonación de Dios en el Don de Jesucristo-Abandonado, dada de una vez y para siempre en el evento pascual.

Habiendo recorrido los momentos constitutivos del fenómeno de Revelación como evento a través del cual se despliega el Don de Jesús Crucificado-Abandonado en el creyente, podemos ahora aplicarlos a la consideración de la vivencia mística de Chiara Lubich. La "Cuarta noche" condensa una serie de fenómenos saturados vividos por la mística italiana, Jesús Abandonado será el rostro, el ícono, el evento, que arribará por oleadas a la vida de Lubich, constituyéndola en testigo, en adonada, en "esposa" afectada amorosamente por el exceso de la donación de Jesús Abandonado Don de Amor.

Jesús Abandonado Amante que consuma su Amor en "la cuarta noche o segunda noche de Dios"

En el último evento que vive Chiara Lubich21 con Jesús Abandonado, puede verificarse la pertinencia del método presentado: la iniciativa es siempre de Jesús Abandonado que se da en exceso; la apertura de Lubich para recibir el evento le permite rectificar "su mirada", anamorfosis, para dejarse afectar por el exceso del Don de Jesús Abandonado que llega siempre desde su propio allende. La llamada y el responsorio de la mística italiana, que surgen como respuesta al exceso del Amor, la constituyen en testigo adonada por esa irrupción del Don de Jesús Abandonado que duplica la saturación de su intuición hasta sumergirla en la penumbra, consumando el exceso de amor del Amante que conduce a su amada a la plena identificación con él en su abandono. Lubich muere consumando su amor, donándose también ella hasta el abandono.

Ayudará recordar el contexto histórico, la situación personal que vivía Lubich y las dificultades del texto que describen este evento.

Contexto personal que vivía la mística italiana. En septiembre de 2004, la agenda de Lubich contenía citas importantes, viajes, compromisos públicos, junto con sus innumerables tareas como presidenta del Movimiento de los Focolares. Sin embargo, durante la segunda parte de ese mes, detiene su ritmo intenso de vida repentinamente, dejando la vida pública. En el artículo "Testimonianza sull'ultimo tempo di Chiara Lubich", G. Folonari, secretaria personal de Lubich, afirma que, en sus últimos años de vida, entre 2004 y 2008, "a pesar de su salud inestable, Chiara siguió intensamente la vida de la Obra" (Folonari, 2009, p. 177), no elaboró discursos públicos, pero envió 57 mensajes breves a distintas reuniones del Movimiento de los Focolares.

En noviembre de 2006, una neumonía debilita más su salud: "Dios poco a poco la despoja de todo, haciéndola cada vez más similar a su Esposo, Jesús Abandonado" (Folonari, 2009, p. 185). Destaca Folonari, en la entrevista del periodista italiano P. Lòriga, que "la vida de Chiara Lubich estuvo marcada por cumbres y abismos, dolores y luces. A través de algunos escritos, nos explicó algo de la gran prueba espiritual que estaba viviendo. Había dejado de sentir la relación con Dios y con el hermano. Y para explicarlo, usó una imagen: 'Es como si el sol descendiera lentamente en el horizonte, hasta que definitivamente desaparece'" (Lòriga, 2008, p. 37). En sus últimos meses, afirma Folonari, Lubich vivió:

Por un lado, un progresivo deterioro de su estado físico; por otro lado, pruebas espirituales: una profunda noche de Dios, en la que el alma participa, experimenta, el abandono del Padre, como Jesús en la cruz.

(Folonari, 2009, p. 189)

Me parece que podría decir que el último periodo de su vida fue un crecer en la semejanza con Jesús [Abandonado]. (Folonari, 2009, p. 185)

Las pocas frases originales que Lubich logró escribir en la última etapa de su vida serán objeto de este estudio.

La mística como proceso fenomenológico

Antes de abordar este evento de la "cuarta noche o segunda noche de Dios" como proceso fenomenológico, conviene señalar lo que señala Arboleda Mora (2006) en su artículo "La mística como proceso fenomenológico":

La fenomenología indica el proceso y la mística muestra la real posibilidad de la donación. Esa donación solo se puede expresar en lenguaje simbólico, pues el fenómeno es inabarcable por el concepto. No se trata del proceso psico (pato) lógico sino del proceso fenomenológico de la manifestación. No interesan los fenómenos extraños como éxtasis, estigmas o desmayos y su explicación, sino el método fenomenológico. (p. 315)

El fenómenos doblemente saturados de Revelación por el exceso de su donación resulta inabarcable. Ello confirma el evento de la "cuarta noche o segunda noche de Dios" como un proceso fenomenológico de Revelación tan místico como plenamente humano.22 También en este evento Jesús Abandonado se despliega según las determinaciones del don: acaece, se impone, irrumpe en la vida de Chiara Lubich, en un evento que condensa en sí los cuatro tipos del fenómeno saturado, provocando la saturación de la saturación propia de los fenómenos doblemente saturados.23

Justo el año anterior, antes de la "cuarta noche o segunda noche de Dios" (que vivió durante los años 2004-2008), Lubich (2003) había elaborado algunos discursos sobre la unión con Dios, afirmando enfáticamente que esta se alcanza sobre todo amando al hermano, pero también "abrazando en el dolor -en cada sufrimiento físico o moral, en cada ruptura o división e incluso en el dolor por el pecado- a Jesús abandonado". La irrupción de Jesús Abandonado, inesperada e imprevista, afectará ahora a Lubich tan profunda y radicalmente que consumará ese deseo, expresado innumerables veces, de "ser como Jesús Abandonado":

Señor dame a todos los que están solos... He sentido en mi corazón la palabra que invade tu corazón por todo el abandono en que navega el mundo entero.

Amo a todo ser enfermo y solo.

¿Quién consuela su llanto?

¿Quién llora con él su muerte lenta?

¿Y quién estrecha contra su propio corazón el corazón desesperado?

Haz, Dios mío, que pueda ser en el mundo el sacramento tangible de tu amor: ser Tus brazos, que atraen y consumen en amor toda la soledad del mundo. (Lubich, 1959)

Ello conlleva mostrar la "cuarta noche o segunda noche de Dios" lubichiana como unos fenómenos doblemente saturados, un fenómeno de Revelación.24 Es importante aclarar que este estudio está dedicado específicamente al último periodo de la vida de Lubich y no al estudio de otros momentos de oscuridad u otras pruebas que ella experimentó a lo largo de su vida.

En el texto de este último periodo de la vida de Lubich (2006), destacan tres aspectos fundamentales. El primer aspecto que se destaca en el escrito de Lubich es la referencia a la experienc1i1a6 mística de san Juan de la Cruz, desarrollada clásicamente en tres momentos: la noche oscura del alma, la noche de los sentidos y la noche de Dios. Arboleda Mora (2006, p. 316) las describe así:

En la primera, noche activa de los sentidos, el principiante hace el esfuerzo de la extinción de los apetitos sensibles. Se libera así la inteligencia de la obnubilación intelectual que producen las pasiones y apetitos desordenados.

Luego se pasa al esfuerzo liberatorio de los contenidos de la mente (noche activa del espíritu). El discurso racional especulativo se pone entre paréntesis. Como San Juan de la Cruz está bajo los controles de su época, deja sólo las verdades de fe como contenidos, en ese momento, de la inteligencia25.

En la Noche Oscura se tienen también dos noches pasivas, la noche pasiva de los sentidos y la noche pasiva del espíritu. El vacío ya no es obra del sujeto, sino la donación (la obra) de Dios en el alma. (p. 316)

"Las etapas según la mística de San Juan de la Cruz corresponden a una espiritualidad individual: las espiritualidades colectivas, en cambio, tienen una vía espiritual con características y peculiaridades que les son propias" (Lubich, 2006).

El segundo aspecto a destacar es que Lubich refiere también la "cuarta noche"26 que ella vive en su propia experiencia personal como una "noche colectiva" en sentido cultural.27 Lubich (2006) siente que su noche interior es reflejo y padecimiento de la oscuridad que vive el mundo contemporáneo:

Cuando llegué a este punto me di cuenta de que nuestro camino es original. No se detiene en la purificación de lo humano y del espíritu en nosotros, sino que se llega a experimentar la noche de Dios y la construcción de la noche colectiva, que es noche, porque todo lo que está en nosotros y fuera de nosotros, antes de verlo positivo, lo vemos negativo.

De hecho, el mundo y la Iglesia están ante nosotros en la oscuridad, a la cual nuestro carisma debe dar una solución.

Pero para llegar a esto hace falta la fuerza que reside en el grito, en el "alarido" de un carisma, como hacen entender algunos escritos del 49 que hablan de la tensión del ut omnes y del deseo de enardecer a todos con el amor.

El amor es un fuego que compenetra los corazones en una fusión perfecta. Entonces en ti encontrarás, no tu mismidad, no al hermano; encontrarás el Amor, que es Dios que vive en ti.

Y el Amor saldrá a amar a otros hermanos, porque, una vez simplificada la mirada, se encontrará a sí mismo en ellos y todos serán uno.

El tercer aspecto a destacar es que la "cuarta noche", también referida por Lubich como "segunda noche de Dios",28 implica no solo la ausencia de Dios, sino también de la comunión con el hermano. El sentido de fraternidad, de comunión y de amor a los hermanos, que tan fuerte fuera en la vida y el carisma de Lubich, parecen ahora haberla abandonado. En ella, se evidencia de manera ejemplar el cuarto principio fenomenológico: "a tanta reducción, tanta donación". En cuanto Jesús Abandonado se manifiesta a partir de sí en su exceso que reduce al adonado, Lubich (2006), a simple testigo:

Pero hay una segunda noche de Dios, el oscurecimiento completo. Esta es la prueba que estoy viviendo aquí, en un momento determinado de la vida. Es una nueva apertura a Dios, de otro grado. Se trata no solo del alarido de Jesús abandonado y de todos sus dolores, sobre todo espirituales. En la noche del espíritu por lo menos sientes que Dios está presente y te hace sufrir. Se advierte que es otra noche: la última noche que se experimenta aquí en la tierra.

Lubich habla de "una nueva apertura de Dios, de otro grado". En la "cuarta noche", es Jesús Abandonado quien se dona sin medida, no se presenta como donatario, sino como don, se hace don solicitando una nueva apertura del alma, su desnudez total. Henry (1963), aún no hablando específicamente de la "segunda noche de Dios", describe muy bien la afección de la experiencia:

Dentro de la manifestación de la aparición, se encuentra el sujeto en la oscuridad. La condición de la aparición es la oscuridad. La esencia no aparece en la luz donde todo aparece como "esto" o "eso". La esencia de la noche es la invisibilidad sin "ningún horizonte de luz". (p. 459)

Siguiendo esta línea, Arboleda Mora afirma (2006): "Solo la noche es el reino de la manifestación interior" (p. 321).

En la experiencia de la oscuridad, reside todavía un llamado mudo y silencioso al que Chiara quiere responder. Y esto aun cuando la oscuridad de la "segunda noche" impusiera en ella la ausencia de toda presencia, de toda relación, la ausencia de la comunión. Pues no solo el Amado brilla por su ausencia, sino también el amor del hermano que genera la presencia del Resucitado, que Lubich define como el Amor verdadero, como el amor de la Trinidad.29 Esta es una característica central de la "segunda noche de Dios" que consuma la identificación de Lubich como esposa de Jesús en su Abandono. Así, describió Lubich (2004) la "noche oscura" en una nota del texto del Paradiso '49 (nota 188):

Antes de entrar en el Padre, vi a Dios debajo de toda la naturaleza, debajo de las plantas, de las estrellas [...], mientras que en la "noche oscura" vi que todo estaba vacío, sin Dios, no solo me faltaba Dios -fue el abandono de Dios- como si Dios ya no estuviera presente en la naturaleza, me pareció que el cielo y las estrellas estaban hechos de cartón.

El evento de la "cuarta noche" y las contracategorías

Marion (2008), en Siendo dado, desarrolló el esbozo del fenómeno saturado contradiciendo las categorías kantianas del conocimiento y proponiendo contracategorías que resultan más apropiadas para el estudio de este segundo evento, pues en él se mantiene como una constante el exceso del don, de tal manera que satura la intuición en un segundo grado: como saturación de la saturación.

El evento de la "cuarta noche" como "vivencia única e irrepetible" constituye a Lubich en testigo (adonada), conduciéndola a realizar su propia hermenéutica del Amor con un lenguaje propio de la "teología mística": "el de la situación amorosa (érotique) y la declaración que le corresponde: '¡Te amo!'" (Marion, 2005, p. 124).

La afección de la manifestación de Jesús Abandonado que se da hasta el límite en tanto fenómeno de Revelación por el exceso de su donación,30 colma la saturación de la intuición de Lubich, abriendo su vivencia a la invisibilidad, a una contra-experiencia; ello nos permite hablar, no solo de un fenómeno saturado, sino de un fenómeno doblemente saturado.

No mentable según la cantidad31

El fenómeno doblemente saturado sobrepasa la simple suma de sus partes, las cuales ni siquiera se pueden enumerar. Por ello, puede denominarse inconmensurable, no mensurable (inmenso), desmesurado.

Durante la "cuarta noche", el don-Jesús Abandonado, en la vivencia de Lubich (2006), escapa a cualquier síntesis. Ella misma habla de la desmesura de todos los dolores en este texto ya citado:

Se trata no solo del alarido de Jesús Abandonado y de todos sus dolores, sobre todo espirituales. En la noche del espíritu, por lo menos sientes que Dios está presente y te hace sufrir.

Se advierte que es otra noche: la última noche que se experimenta aquí en la tierra.

Asombro. Un aspecto privilegiado del fenómeno doblemente saturado se encuentra en el arribo con asombro (étonnement). Afecta al adonado antes de que conozca el fenómeno, justamente porque solo puede conocerlo parcialmente y en demasía. Lo que todavía no se muestra nos ofrece un solo "lado". De esta manera, el fenómeno doblemente saturado se impone sin mostrarse dejando sumergido al adonado, eventualmente, hasta la fascinación o la desilusión. Afirma Marion (2008):

Todo fenómeno que provoca asombro se impone a la mirada en la medida misma (o más exactamente en la desmedida) en que no resulta de ninguna adición previsible de cantidades parciales: la síntesis tiene lugar sin conocimiento completo del objeto, así pues, sin nuestra síntesis; se libera de esta manera de la objetividad que le impondríamos, para imponernos su propia síntesis, realizada por su parte antes que podamos reconstruirla (por tanto, síntesis pasiva). (p. 331)

Lubich (2006), sin poder percibir, quizá, ningún lado del rostro de Jesús Abandonado, por exceso de la donación de su Esposo, queda inmersa en el asombro, no logra sentir, ni sabe qué creer, solo puede abandonarse:

Es algo impresionante. A Dios ya no se le siente.

Mientras que hasta el confín se sentía el dolor, en ese punto a Dios ya no se le siente. El alma se queda sola. Le es dada la posibilidad de entender hasta qué punto Dios quiere desnuda el alma. Ha dejado de creer. Ha dejado de amar. Ha dejado de recordar. No existe.

Insoportable según la cualidad32

El fenómeno doblemente saturado no puede ser resistido, pues la donación supera todos los preconceptos de la percepción. La mirada, como la describe Marion (2005, p. 24), ya no puede sostener lo que ve, es afectada por el deslumbramiento provocado por el exceso de luz. No sostener no es igual a no ver, es necesario antes percibir para poder vivenciar lo que no se puede soportar; de hecho, se trata de una manifestación de lo visible que la mirada no puede sostener: lo invisible.

El exceso de luz. El deslumbramiento se da cuando la percepción de la luz traspasa su máximo tolerable. "En cualquier caso, lo que impide ver proviene del exceso de intensidad de la luz, sensible o inteligible" (Marion, 2008, p. 336), exceso que la mirada no puede ni soportar, ni afrontar, ni recibir. El exceso de luz provoca la penuria.

Dios ilumina y purifica el alma de forma pasiva por medio de la "contemplación infusa", luz divina que ilumina y deslumbra, irrita por la inmensa claridad y por la indisposición del alma, y la hace vivir y actuar con nuevos criterios y motivos que no comprende (Lubich, 2006).

Lubich toca el límite del deslumbramiento, intenta obrar según a la verdad buscando la luz; pero, efectivamente, es justamente intolerable el exceso de la luz del Amor desmesurado de Jesús Abandonado.

Absoluto según la relación33

Además, el fenómeno doblemente saturado, como lo describe Marion (2008, p. 334), se presenta absoluto según la relación, es decir, que se sustrae a toda analogía y todo horizonte.

Sin analogía. Jesús Abandonado, donándose en el evento de la "cuarta noche", se sustrae a todas las relaciones (inherencia, causalidad y comunidad), porque no conserva ninguna medida común con sus términos, se ha liberado de ellas como de cualquier otra determinación a priori de la experiencia que pretendiera imponérsele. Por esto, en la "cuarta noche", Jesús Abandonado aparece como fenómeno doblemente saturado, desligado de toda analogía.

Escribe Lubich (2006): "En estos días, pensando en el grano de trigo que debe morir, me sentía muerta, en el abandono-infierno. Y no pensaba que podrían brotar los frutos". En este momento de su vida, la analogía con el grano de trigo34 resulta absurda y sin sentido, pues justamente la muerte del grano de trigo produce mucho fruto. Ella, sintiéndose muerta, completamente abandonada, piensa que no puede dar fruto.

El adonado, según Marión (2008), "no surge de su propio fondo, ni reposa sobre su sustrato" (p. 414). Libre de toda analogía de la experiencia, se abre al desconocimiento de lo dado. Así, lo expresa Lubich (2006): "El alma se siente sola, desgarrada por dolores increíbles. ¿A dónde voy? ¿En quién me apoyo?".

Sin horizonte. Marión especifica (2008) que "el obrero de la fenomenalización (testigo) debe poner en escena lo dado, que se cumple a partir de su 'sí' irreductible y que no puede a veces regularse, mediante la capacidad de recepción del testigo, llegando así a atravesar los límites de este último" (p. 483). En la "cuarta noche", Jesús Abandonado, redoblando su don, provocando que el testigo, como señala Marion (2008, p. 424), se abra ante un vacío, impuesto al mí/me, sin darse a conocer ni objetiva ni subjetivamente, superando todo éxtasis del conocimiento y todo horizonte. Lubich (2006) escribe:

En este sentido: Dios se ha ido lejos, él también va hacia "el horizonte del mar". Hasta allí lo habíamos seguido, pero más allá del mar, después del horizonte, cae y dejamos de verlo [...] Hay que hablar de esto realmente como del "más allá del horizonte", donde Dios ya no se ve y el alma se hunde tanto en esta noche, que durante meses y meses pierde todo, todo, todo.

Es importante considerar que para Lubich, desde los inicios de su carisma, como lo demuestra Cerini (1999) en sus estudios, elegir a Dios se concreta en elegir a Jesús Abandonado; por tanto, al no sentir la presencia de Jesús Abandonado, no siente a Dios.

Inmirable según la modalidad35

Se trata de una fenomenicidad que desmarca toda objetividad, contradiciendo las condiciones subjetivas de la experiencia. El fenómenos doblemente saturado se dona inexpresablemente; por ello, contradice las condiciones subjetivas de la experiencia, justamente porque no deja construir como un simple objeto, así lo define Marion (2005, p. 37).

Contra-experiencia. En el evento de la "cuarta noche", la saturación hace que el Yo experimente el desacuerdo con toda experiencia previa, percibiendo el don de Jesús Abandonado como ausencia. Así, lo manifiesta Lubich (2006): "Se piensa: 'Dios no piensa en mí. Dios no se acuerda de mí...'. ¿Por qué? ¿Por qué? Como si el Padre se equivocara abandonándonos".

La noche no es una metáfora. Es una "contra-experiencia", no es falta de luz, sino exceso de luz. Esas tinieblas son la plena manifestación de Dios en Jesús Abandonado. La noche no es lo que aparece, ni el aparecer, sino cómo en el aparecer aparece el Sí mismo, es Jesús Abandonado con todo el resplandor de su ausencia cegadora. Por tanto, la "cuarta noche" lubichiana toma de pleno derecho las características de un evento de Revelación.

Conclusiones

La automanifestación de Jesús Abandonado alcanza así la doble paradoja, como plena manifestación del don de Amor del Amante que se da como abandono:

El amor no se da sino abandonándose, transgrediendo continuamente los límites del propio don, hasta trasplantarse fuera de sí. La consecuencia es que esta transferencia del amor fuera de sí mismo, sin fines ni límites, impide inmediatamente que se deje agarrar en una respuesta, en una representación, en un ídolo. Es típica de la esencia del amor -diffusivum sui-la capacidad de sumergir, así como una marea sumerge las murallas de un puerto extranjero, toda limitación, representativa o existencial del propio flujo; el amor excluye el ídolo, o mejor, lo incluye subvirtiéndolo. Puede también ser definido como el movimiento de una donación que, para avanzar sin condiciones, se impone una autocrítica permanente y sin reservas. (Marion, 2010, p. 74-75)

Por ello, la "cuarta noche" de Lubich culmina con la vivencia de Jesús Abandonado, don que se impone desbordando a su esposa adonada sin reservas hasta la identificación en El. Lubich escribe (2006): "Por eso, mientras se creía que las noches del espíritu terminaban con el abrazo a Jesús abandonado, uno se da cuenta de que aquí se entra en Jesús abandonado".

Ahora bien, la finitud determinará siempre al adonado-testigo que, por definición, no podrá percibir adecuadamente lo dado tal y como se da, es decir, sin límite y sin reserva. La pasividad es el requisito para la manifestación de Dios (Arboleda Mora, 2006, p. 317). Así, lo relata Lubich (2006): "Se dice que en esta prueba son purificadas la fe, la esperanza y la caridad. El amor se vuelve puro e, incluso, se arrancan las raíces del egoísmo, algo que solo Dios puede hacer".

El testigo ya no es tan elocuente, pues no narra el acontecimiento, sino que lo lleva en sí, siendo definido por Marion (2008, p. 354) como un "simple testigo luminoso" en su total abandono. Lubich constituida en "testigo luminoso" es engullida por el deslumbramiento de la Revelación en la que, por su exceso, Jesús Abandonado, donándose, satura su intuición llevando a la penuria. De donadora de un carisma que le fue dado gratuitamente, muere el 14 de marzo 2008 plenamente identificada con su Esposo, en el abandono, constituida no solo como testigo luminoso, sino como don que en su afectación se abandona hasta el límite de su donación.

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1Chiara (Silvia) Lubich (Trento, 22 de enero de 1920-Rocca di Papa, 14 de marzo de 2008) fue una docente italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Fundadora y presidente del Movimiento de los Focolares, movimiento católico abierto al diálogo ecuménico, interreligioso y a todos los hombres y las mujeres de buena voluntad. Difundido en el ámbito mundial, tiene como carisma la unidad vivida a todos los niveles. Lubich es considerada una de las mujeres más relevantes de la Iglesia católica, es una de las figuras más representativas y fecundas del diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural.

2De ahora en adelante Donación con mayúscula hace referencia a la Revelación. Don con mayúscula a Jesucristo.

3Habría, pues, que comprenderla solo a partir de y en la superficie misma de lo dado; por ello, "acceder al fenómeno como dado exigirá entonces reconducir la vivencia de la conciencia reducida a un aparecer intencional tal que solo la donación lo determine, no apareciendo así más que como dado, sin ningún residuo no dado" (Marion, 2008, p. 88).

4Se habla de revelación (con minúscula) porque la fenomenología considera los fenómenos o la experiencia de la revelación como un fenómeno posible, pero sin expedirse acerca de su veracidad, eclesialidad y ortodoxia.

5"El desafío, por lo tanto, se encuentra en la tensión de no quedarse satisfecho con hablar filosóficamente de Dios, de Jesucristo o de la experiencia cristiana, es mostrar cuán metódicamente es casi necesario hablar de Dios, de Jesucristo y de la experiencia cristiana si no queremos relegar la fenomenología a un método que, como muchos otros en el curso de la modernidad (y la postmodernidad), han establecido límites a priori para al campo de fenomenalidad" (Reali, 2016, p. 369).

6Para una mayor profundización del tema, cf. Vargas Andrade (2021).

7Moreno y Arboleda Mora (2018) señalan: "Históricamente, la escolástica ha intentado dar cuenta de Dios, mediante una comprensión que lo relaciona con un ser, o mejor como el Ser, y para ello se sirve de numerosos apelativos que hacen referencia a las cualidades que posee Dios en su esencia. Ante esta perspectiva sería interesante preguntarse, si es posible entrar en relación con Dios ya no de manera ontológica sino mística; es decir: Un Dios sin el ser que se entrega al hombre -en su condición de necesidad- gracias a una realidad que excede la intuición y se manifiesta a través de la donación" (p. 10).

8El fenomenólogo de la donación con la reducción a lo dado busca fundamentar el método de la fenomenología de la donación, la condición de posibilidad de que en el aparecer se dé lo que se muestra, lo que aparece, es decir, lo apareciente. Por ende, el fenómeno dado desde sí y el aparecer se correlacionan indisolublemente en la pura donación.

9"He aquí la cima epistemológica de la fenomenología de Marion: hay un principio (aprehendido gracias a la reducción fenomenológica) que permite pensar lo dado y los fenómenos en su propia auto-donación" (Canullo, 2017, p. 141).

10"No tenemos ni la autoridad ni la competencia para proseguir. Pero tenemos el derecho de dirigirnos a los teólogos. Ellos deben cesar de pretender reducir los datos extremos de la Revelación (creación, resurrección, milagros, divinización, etc.) a modelos objetivantes, más o menos ensayados, de las ciencias humanas. Porque la misma fenomenalidad cubre: todo lo dado, desde lo más pobre (formalismo, matemática), lo de derecho común (ciencias físicas, objetos técnicos), a los fenómenos saturados (evento, ídolo, carne, icono) hasta la posibilidad de fenómenos que combinan los cuatro tipos de saturación (los fenómenos de la Revelación)" (Marion, 2005, p. 97).

11Marion (2008) propone un cambio radical, que forma parte del "giro del giro", a saber: 1. El paso del "yo pienso" al "yo soy afectado". 2. Pues bien, ¿cómo surge el giro del "yo soy afectado" al "asignatario"? El dato donado solo a partir de sí hace aflorar al asignatario adviniéndole, sorprendiéndole, sin ninguna previa condición. 3. Cabe entonces la pregunta: ¿qué acaecerá con el "asignatario" cuando le advenga el exceso de lo dado, el fenómeno saturado? "Radicalizándose [el exceso], el impacto se convertirá entonces en llamado y el asignatario en adonado" (p. 420).

12Siguiendo las huellas del fenómeno saturado, la fenomenología podría encontrar una última posibilidad según Marion (2008, p. 355): no solo la posibilidad que sobrepasa la efectividad, sino la posibilidad que supera las condiciones de posibilidad, la posibilidad de la posibilidad incondicionada, la posibilidad de lo imposible, de lo excepcional, que el fenomenólogo de la donación menciona como "automanifestación". Se trata de la última variación posible de la fenomenicidad, a saber: el fenómeno de la revelación, que no solo depende de la saturación "paradojal", sino que concentra en él los cuatro tipos del fenómeno saturado. Se dona contemporáneamente como acontecimiento, ídolo, carne e ícono.

13Distinguiremos entre acontecimiento y evento pascual. Llamaremos acontecimiento a los sucesos históricos que condujeron a la condena, crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret. Reservaremos la palabra evento para designar la vivencia de los discípulos y el proceso hermenéutico desencadenado en ellos a partir de la manifestación de Jesús resucitado.

14El fenómeno saturado cumple con todas las determinaciones del don, a saber: emerge desde sí con su forma propia, irrumpe, hecho consumado en su facticidad, acaece y sobreviene, contiene una irreductible novedad. Cuando un fenómeno desborda, no solo la intuición, sino todo horizonte, el fenomenólogo de la donación lo denomina fenómeno saturado (Marion, 2008, p. 329 y ss.). Por ello, no obedece a ninguna causa, va más allá de una representación empírica y desborda los límites de intuición, muestra otra modalidad de lo dado y de la vivencia, en la cual se devela constituyendo un modo privilegiado de manifestación.

15Si Dios se revela solo, puede hacerlo bajo la figura de lo dado, que se da sin ninguna condición hasta el límite. Sin embargo, si Dios revelándose da todo de sí, no siempre se muestra todo lo que se Da. Sobre todo, porque la capacidad del adonado está sobrepasada y superada por el exceso de la Donación de fenómenos doblemente saturados. La doble saturación de la intuición del adonado limita el exceso de la Donación en lo que finalmente puede mostrase y, en esta distancia, se juega la santidad del adonado (cf. Marion, 2011, pp. 490-493).

16La anamorfosis se refiere a una suerte de acomodación que el asignatario debe realizar para poder "mirar" lo que se le está dando. Aunque el efecto concluya en reconocerse como capturado por una mirada que se adelanta, ello indica, particularmente, el modo en el cual un fenómeno se visibiliza en su llegada-arribo. El fenómeno se da como surgiendo desde una forma invisible hacia una forma visible, siguiendo un preciso eje de visibilidad, de tal manera que puede ser captado solo por quien se coloca en el punto preciso del eje en el cual el fenómeno se está donando. Como cuando se observa una obra de arte, algunas figuras o formas se visibilizan o se deforman solo si el espectador se coloca en un preciso y determinado ángulo de visibilidad.

17Marion (2008, p. 371), por su aspecto insostenible y por su deslumbramiento, define el ídolo como el fenómeno saturado que satura por excelencia la categoría de la cualidad llevada a su excelencia; las obras de arte llaman a reverlas o reescucharlas sin nunca agotarse.

18El ícono es definido en Siendo dado como el fenómeno saturado que se libera de toda referencia al Yo trascendental; por tanto, satura la categoría de la modalidad (cf. Marion, 2008, pp. 374-375).

19"Con frecuencia se ignora este punto capital, la vivencia como tal no se muestra, sino que permanece invisible por defecto; diremos, a falta de una mejor expresión, que me afecta, se me impone a mí y pesa sobre lo que uno osadamente llamaría mi conciencia (precisamente porque todavía no tiene la clara y evidente conciencia de nada cuando recibe lo dado puro). Lo dado, a título de vivencia, sigue siendo un stimulus, una excitación, apenas una información; el adonado lo recibe, sin que en ningún momento se muestre" (Marion, 2005, p. 95).

20"Lo dado se revela, entonces, al adonado revelando a sí mismo. Ambos se fenomenalizan por el modo de lo revelado, que se caracteriza por esa reciprocidad fenomenal esencial, en la que ver implica la modificación del que ve por lo visto, tanto cuanto la modificación de lo visto por el que ve" (Marion, 2005, p. 95).

21Las traducciones son mías.

22"Lo es en cuanto la mística no se reduce a una experiencia religiosa propia de seres especiales dentro de las religiones. La mística es la posibilidad fenomenológica de la donación y de la manifestación. No es un hecho exclusivamente religioso, sino humano. Por tanto, hay que encontrar el método filosófico que permita abordar el hecho humano que es la mística" (Arboleda Mora, 2006, p. 323).

23Con la manifestación del fenómeno doblemente saturado se comprueba la decepción de los sentidos y del entendimiento que indican que no hay nada por percibir, pero no falta la intuición. El fenómeno de la revelación no llegará nunca a constituirse en un objeto, sino que su exceso de donación provoca siempre la imprevisibilidad, justamente porque el adonado se abandona a la automanifestación de lo revelado, que se da de tal manera que nada más manifiesto puede darse.

24Este primer acercamiento al texto original será interpretado con la ayuda de las descripciones que san Juan de la Cruz hace de las noches del alma y con los comentarios que Arboleda Mora (2006) realiza sobre ellas.

25"Para él, las verdades de fe son verdades universales (verdades de oro), no asimilables plenamente a sus proposiciones teológicas (verdades de plata)" (Tudela, 1991, p. 232).

26Es importante considerar que Lubich en escasas ocasiones ha comunicado públicamente el aspecto ascético de su vida espiritual. En Ilgrido, desarrolla algunas páginas bajo el título "La prueba" (Lubich, 2000, pp. 59-79).

27Para Lubich, la segunda noche de Dios contiene también un aspecto cultural y colectivo. A este respecto, comenta Coda (1984) que la teología, hoy día, está llamada a dialogar con la cultura contemporánea: "La teología se encuentra en este sentido frente a la tarea, en apariencia íntimamente paradójica, de pensar a Dios no solo con el mundo, sino más bien desde una situación histórica del mundo que pide pensar al mundo sin Dios" (p. 46).

28Lubich (2000), al parecer, vivió más de una noche: "Y vino la noche. Terrible como solo lo sabe quién la prueba. Ella me quitó todo: Dios Amor, como lo había conocido en aquellos años, la vida física y [la] espiritual. Me faltó la salud, de la manera más cruda, y me faltó la paz... En esos días comprendí en qué medida la caridad era todo: en qué medida la vida era amor. Al faltarme el amor me faltaba la vida. Acepté, Dios sabe cómo, entre dolores inenarrables, esa oscuridad en la que ya nada tenía sentido" (pp. 59-60).

29"Jesús es Jesús Abandonado. Porque Jesús es el Salvador, el Redentor, y redime cuando vierte en la humanidad lo Divino a través de la Herida del Abandono que es la pupila del Ojo de Dios que ve el mundo: un Vacío infinito a través del cual Dios nos mira: la ventana de Dios abierta de par en par al mundo y la ventana de la humanidad a través de la cual se ve a Dios" (Lubich, 2004, § 415).

30"La donación es la manifestación de por sí de los fenómenos sin permanecer nada de no dado, de trascendente en ellos. Esta donación está filtrada por una reducción total y constituye el principio último de la fenomenología" (Arboleda Mora, 2010, p. 189).

31En primer lugar, el fenómeno saturado no puede abarcarse por su carácter imprevisible, no puede medirse a partir de sus partes por su carácter inconmensurable y se libera de toda objetividad para imponer su propia síntesis. El fenómeno saturado se caracteriza por su anticipación, asombra, surge sin medida común con los fenómenos que lo preceden, sin poder ser anunciado, ni explicado. En segundo lugar, el fenómeno saturado se presenta como insostenible por el exceso de su donación.

32El fenómeno saturado presenta también la característica de lo insostenible. La anticipación del fenómeno saturado ya no es ejercida en una síntesis sucesiva de lo homogéneo, sino en una percepción de lo heterogéneo, en la que cada grado se libera en una solución de continuidad en relación con la precedente, alcanzando una novedad singular y absoluta. Esto se da porque el fenómeno saturado satura la intuición alcanzando una intensidad sin medida o medida común; de esta manera, la intuición real desborda todas las anticipaciones conceptuales de la percepción.

33El fenómeno saturado se presenta, además, absoluto según la relación, es decir, que se sustrae a toda analogía y a todo horizonte de la experiencia.

34"En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24-26).

35"Ni mentable según la cantidad, no soportable según la cualidad, absoluto según la relación, es decir, incondicionado por el horizonte (§ 21), el fenómeno saturado se caracteriza, por último, como inmirable según la modalidad" (Marion, 2008, p. 348).

Cómo citar en APA: Vargas-Andrade, Sonia (2022). Hacia una teología-mística de la donación. Cuestiones Teológicas, 49(111), 1-24. doi: http://doi.org/10.18566/cueteo.v49n111.a06

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Recibido: 08 de Abril de 2022; Aprobado: 06 de Mayo de 2022

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