1. Energía, lucha y vigor: conceptos ubicuos en la cultura finisecular
Quien se aproxime a la literatura científica, tanto especializada como de divulgación y a otros registros de fin del siglo XIX se encontrará con la recurrencia casi obsesiva de términos como el de lucha y energía que apuntan a algo que ha sido sintetizado, en el ámbito de la filosofía, en distintos vitalismos. La extraordinaria ubicuidad de estos términos se debe a que irrumpen, hacia mitad de siglo, los logros del evolucionismo en biología (no solo en su versión darwiniana, sino también spenceriana, que por aquel tiempo gozó de gran influencia) y de las investigaciones en termodinámica, así como también un nuevo modo de vida vinculado a la tensión social que gira en torno a la revolución industrial. Sin embargo, el modo en que se asimilan y la valoración que subyace a este conjunto de ideas y a toda el aura semántica que las acompaña, es diferente en uno y otro lado del océano. Los grandes sistemas y conceptos metafísicos y teológicos en Europa se muestran vulnerables frente a los embates de una modernidad que procede pertrechada con investigación científica, pero a su vez, los residuos metafísicos que encarnan en múltiples instancias son todavía sólidos. Este acervo histórico y cultural fuertemente solidificado durante siglos hizo que, ante la caída del gran marco teológico-metafísico, no surja, al menos no de inmediato, la exhortación y la decisión de un lanzamiento hacia el futuro y apropiación del destino. En cambio, es relevante notar cómo la joven Estados Unidos -lejos de lo que, en el contexto europeo y bajo las mismas condiciones, se percibió como «el sentimiento de otoño de la cultura»1- ante la falta de orden y fin preestablecido, se proyecta fervorosa hacia la aventura de explorar un horizonte nuevo. Esto no quiere decir que no hubo resistencias. Las hubo, sobre todo teológicas, en una nación que tenía y tiene un fuerte segmento religioso. Pero estas resistencias convivieron con un entusiasmo por la exploración y la conquista de lo nuevo, por un ánimo vigoroso que es fuente de exhortación moral pero también, como veremos, un constituyente del imperialismo. En efecto, referentes de la neurología, de la política, de la literatura, del mundo de los negocios y de la filosofía y la psicología, propusieron un tipo antropológico vigoroso, o al menos un modo de explicar la vida humana en términos de correlación de fuerzas, supervivencia y energía. Con lo cual, nuestra tarea será la de analizar desde estas coordenadas las tesis básicas de tales teorías. Señalar, desde una perspectiva extra-teórica, el modo de vida en tensión que emerge alrededor de las grandes sociedades industriales y el ethos que sobre ella gravita. Y mostrar cómo estas condiciones teóricas y sociales favorecieron, en Estados Unidos, un modo especifico de entender el medio humano y un tipo antropológico correlativo en las relevantes figuras de Theodor Roosevelt (1858-1919) George M. Beard (1839-1883), los Rober Barons, Jack London (1876-1916), Frank Norris (1870-1902) y Willima James (1842-1910). De los desplazamientos históricos de estos modelos explicativos se desprende una singular consecuencia epistemológica en donde coexisten la tergiversación y la fertilidad.
1.1 La lucha y el vigor como ethos victoriano
Como es sabido, el concepto mismo de «el más apto», nace de la observación social y de allí migra hacia la teoría biológica. Barry G. Gale ha mostrado que la perspectiva agonística del cosmos -que es un tópico recurrente en la tradición- toma en la cultura victoriana el rasgo de un ethos particular2. La competencia salvaje en el medio social es una visión bien establecida ya antes de mediados del siglo XIX y aunque no se pueda hablar de manera significativa de las metáforas e imágenes de un período histórico completo, quizá sí se pueda sugerir que la jerga de la lucha y la energía forma parte de este periodo en el que las repercusiones negativas de la Revolución Industrial se hicieron notar. Un nuevo modo de vida emerge, más acelerado y diligente, pero, por ello mismo, más «deshumanizado». Las nuevas condiciones sociales parecían exigir un ethos eficiente y beligerante. Veremos que la cuestión de la performance de los motores a vapor se encuentra al inicio de las investigaciones en termodinámica. A su vez, crece la degradación y el embrutecimiento de la clase obrera. La competitividad vigorosa y la eficiencia como virtud-también de evidente raigambre puritana- se podrían entender, quizá, como una sublimación del conjunto de tales tensiones sociales, como ideaciones en donde se condensan estas nuevas condiciones.
Se da, a su vez, un fuerte impacto de la teoría de la evolución en los ámbitos sociales, políticos y culturales y una influencia de los avances en termodinámica en la cosmovisión de la época3. El margen entre lo científico y lo extra-científico, en lo referente a los conceptos de lucha y de energía, no es claro. El juego de influencias que se advierte, en parte es debido a que los intelectuales no se encontraban necesariamente confinados a un área disciplinar y la divulgación y la especulación les eran medios naturales. Si acercamos la detallada descripción que hace Malthus en las primeras trescientas páginas de su Essay on the Principle of Population4, de la lucha, el conflicto y la destrucción en donde aprendemos, por ejemplo, sobre la guerra, el canibalismo, el infanticidio, la venganza, etc., al modo en el que posteriormente los magnates norteamericanos entendieron su actividad inescrupulosa, obtenemos una pintura en la cual en todo el arco social había que abrirse paso a cualquier precio. La struggle, como realidad objetiva, lleva a la necesidad del vigor para prevalecer. Esta ecuación estaba bien establecida incluso antes de las formulaciones e impacto de la teoría la evolución y de los descubrimientos del comportamiento de la energía.
1.2 Herbert Spencer, ontología de la fuerza, supervivencia del más apto e individuo excepcional: el entrepreneur
Entre intelectuales y curiosos, Spencer fue muy leído en los Estados Unidos de la época. Richard Hofstadter afirma que «con su rápida expansión, su modo de explotación, su desesperada competición y su perentorio rechazo del fracaso, el Estados Unidos de posguerra fue una vasta caricatura de la lucha por la vida y la supervivencia del más apto darwiniana»5. Un año antes de la publicación de The Origin of Species (1859), Spencer configura un plan filosófico que reducía la realidad a la persistencia de una fuerza. La convergencia de los distintos evolucionismos y de la termodinámica parecía dibujar el boceto último de la realidad y Spencer buscó adecuarse a él. En uno de sus escritos tempranos, Progress: Its Law and Cause, encontramos su concepción general evolutiva denominada «Ley del progreso». El evolucionismo de Spencer afirma que la materia es el sustrato último de la realidad y que esta no se distingue de la fuerza. Sabiendo que su acción no es al azar y que su regularidad permite el conocimiento científico y la vida en general, afirma la persistencia del movimiento de la fuerza que no se distingue de lo que es conocido como conservación de la energía, esto es, el primer principio de la termodinámica.6 Spencer, en alguna medida, es un síntoma (entusiasmado) del entrecruzamiento de estos avances científicos de la época. No deberá ser una sorpresa que, a una realidad definida en términos de una fuerza que va adquiriendo necesariamente complejidad, le corresponda una ética del vigor, aunque, el vigor en Spencer quedará, como veremos, anclado a una figura específica muy propia de su cultura.
El universo de Spencer se encuentra en un estado perpetuo de flujo. En sus Principles of Biology de 1864 da cuenta de su noción de «vida». La forma más abstracta de definirla es: «el continuo ajuste de las relaciones internas a las relaciones externas»7. El factor clave de la adaptación está dado por una correspondencia cada vez más ajustada al entorno, el más apto será aquel cuya performance permita respuestas más agudas a los desafíos del medio. Esta teoría le ofrece a Spencer la posibilidad de fantasear con una sociedad futura perfecta que, a pesar de la lógica del asunto, no culmina en un despotismo tiránico del individuo superior (a la manera del héroe de Carlyle y de otros intelectuales del siglo XIX), sino en la figura concreta del entrepreneur, tipo de ser humano propio de la sociedad industrial victoriana cuya singularidad está dada por su destreza en la actividad económica. Spencer acuña el término survival of the fittest y argumenta en contra de las políticas welfare, sin embargo, el planteo de la supervivencia del más apto culmina en su Data of Ethics de 1879 en una competición altruista8. Se ve claramente aquí cómo su evolucionismo materialista y mecanicista, que va desde lo homogéneo simple a lo heterogéneo complejo, es teleológico y se dirige hacia la tantas veces repetida armonía perfecta final. Aunque el planteo de Spencer, termine en la «redención», su proyecto favoreció idear actitudes arrolladoras e individuos fuertes y esta fue la tendencia de la recepción de su obra en Estados Unidos, donde su pensamiento fue muy influyente. En efecto, la promesa de perfección futura habría lavado la conciencia de los inescrupulosos magnates que recibieron este evangelio como algo propio9. El entrepenuer norteamericano, no muy propenso a verse a sí mismo a partir de interpretaciones sociológicas, se vio legitimado en esta cosmología y la asumió con toda seriedad. Con lo cual, en los Estados Unidos de la época, el planteo ontológico de la persistencia de la fuerza y el individuo más apto como tipo antropológico conexo, desemboca, por lo menos en parte, en un fuerte conservadurismo social, por un lado, y en la figura de magnate millonario, por el otro.
1.3 Charles Darwin y el aspecto positivo de la lucha
En un texto muy temprano Grant Allen muestra la imagen de lucha y conflicto tal como aparece en naturalistas y filósofos anteriores a la aparición del gran texto sobre las especies y a los escritos de Malthus y Spencer. Sin embargo fue Darwin quien le atribuyó su rasgo creativo10. Esto no sucede con las dos grandes teorías que influyeron en Darwin: la teoría geológica de Charles Lyell (1797-1875) y la teoría social de Thomas Malthus (1766-1834). Lyell dejó bien claro en sus Principles of Geology de 1830-1833 que «en la lucha universal por la existencia, el derecho del más fuerte eventualmente prevalece; y la fuerza y durabilidad de una raza depende de cuán prolífica sea…»11. Sin embargo habla en términos teleológicos de un Autor de la Naturaleza- y no ve el valor evolutivo de la lucha: «es ocioso disputar sobre la posibilidad abstracta de la conversión de una especie en otra, donde hay causas conocidas mucho más activas en su naturaleza que siempre deben intervenir y evitar la realización efectiva de tales conversiones»12. Thomas R. Malthus, otro de los grandes forjadores del lenguaje de la lucha, ejerció una influencia decisiva sobre Darwin quien, en una de sus cartas, afirma que «leyéndolo por diversión» encontró, al fin, una teoría en la cual trabajar13. The Principle of Population establece que el exceso de población intenta ajustarse al alimento disponible y por ello la lucha y la destrucción son una constante. Esto, para el clérigo calvinista, respondía a un plan superior. 14 Aunque la lucha es una presencia dominante en sus obras, ni Lyell ni Malthus abandonan la teleología. Con Darwin cambia el panorama, en las primeras páginas de The Origin of Species de 1859 afirma que «las especies no han sido independientemente creadas, sino que han descendido, como las variedades de otras especies»15. El alcance filosófico de esta afirmación ejerció múltiples influencias. Como es ya bien sabido, la organización del mundo tal como se nos aparece, con su articulación de medios y fines queda explicado en términos que contradicen la tradición. Se vuelven claves las diferencias individuales que dieron una ventaja en la lucha por la existencia y que se van acumulando hereditariamente en alguna dirección hasta formar nuevas especies, que no son sino variedades permanentes y muy caracterizadas. Lo que tenemos entonces, es una realidad biológica transitoria en donde aparecen diferencias individuales todo el tiempo. Si en este mundo en tensión ocurren en algunos organismos ciertas variaciones espontáneas ventajosas, dichos organismos tendrán más probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia. Esta idea, en apariencia sencilla, da cuenta por primera vez, «cómo es que las transformaciones se dan en el mundo orgánico, cuál es el origen de las especies y por qué el mundo se muestra como un orden inteligente»16. La expresión «lucha por la existencia» se emplea en sentido dilatado y figurativo e incluyen la cooperación, Darwin es el que le confiere un rasgo específicamente creativo. Se puede sugerir que en sucesivas lecturas de este principio (también un tanto creativas) se encontraron razones suficientes para establecer que lo vinculado a la lucha y la energía, en todos los ámbitos de la vida, posee un valor intrínseco positivo. Este modo de entender el mundo aparece, también, como un ámbito de constante presión sobre la vida en donde los mejores individuos son los vigorosos, aptos, con alguna ventaja en algún respecto. No se puede entender por qué la actitud activa y vigorosa pasa a ser, entre otras cosas, un valor moral positivo, si no se tiene en cuenta, entre otras fuentes posibles, el marco darwiniano que usó, además, una retórica épica. Con un lenguaje dramático representa la vida de los organismos como en una guerra heroica. La estela de significados de la lenguaje darwiniano es claro, palabras como «destrucción»17, «guerra»18 y «batalla»19 aparecen constantemente. Encontramos especies «victoriosas»20 y también «redención»: «nos podemos consolar con la completa seguridad de que la guerra en la naturaleza no es incesante, que no se siente ningún miedo, que la muerte es generalmente rápida y que el vigoroso, el sano, el feliz, sobrevive y se multiplica»21.
A la luz de este tipo de afirmaciones el salto hacia lo moral es posible y comprensible. Al parecer, en Estados Unidos la relación entre el evolucionismo biológico y el evolucionismo social se dio con facilidad. Afirma Bowler: «la lucha (struggle) era el medio esencial del progreso para la evolución de la vida, y por lo tanto, la lucha era inevitable y beneficiosa para la sociedad humana»22. Así las cosas, las condiciones para una moral del vigor son favorables. A su vez, la falta de sentido final y la profecía del fin del mundo que predicó, como veremos, la segunda ley de la entropía; fue en gran medida responsable de la incertidumbre y la crisis que se vivió en la segunda mitad del siglo XIX. Es importante comprender que la apelación al vigor nace en un mundo abierto y sin dirección. Podría entendérsela como una actitud prometeica.
1.4 La energía como constitución última: las investigaciones en termodinámica
Los desarrollos en termodinámica en el siglo XIX introducen una noción específica del comportamiento de la energía y junto a la teoría de la evolución provocan una verdadera revolución científica y cultural23. Los físicos, partiendo de un problema tecnológico -mejorar el rendimiento de los motores a vapor- forjan las leyes fundamentales que gobiernan la transformación, conservación y disipación de la energía. Estos conceptos se convirtieron en la guía de un importante debate filosófico y epistemológico. El concepto de entropía fue desarrollado en respuesta a la observación de que una cierta cantidad de energía liberada de reacciones de combustión siempre se pierde debido a la disipación o la fricción y, por lo tanto, no se transforma en trabajo útil. Los primeros motores de calor eran ineficientes. Durante la década de 1840, varios físicos entre los que se encontraban Joule, Helmholtz y Meyer, fueron desarrollando El primer principio de la termodinámica o principio de la conservación de la energía, sin embargo, fueron primero Clausius en 1850 y Thomson (Lord Kelvin) un año después quienes escribieron los primeros enunciados formales y le brindaron precisión matemática. La primera y la segunda ley de la termodinámica (la última históricamente anterior) responden a los principios de la conservación y la disipación de la energía respectivamente.
Un modo de ver la entropía es como una medida de desorganización. Si permanecemos en el estricto margen de un motor a vapor, se puede pensar en una añadidura de trabajo desde el exterior del sistema, pero, si nos trasladamos al ámbito cosmológico, dicha añadidura sólo puede pensarse violando las leyes naturales. Con lo cual, el concepto de entropía revive con autoridad científica la imagen de decadencia, irreversibilidad y caos. Al respecto Oswald Spengler afirma: «Lo que alguna vez significó el mito de Götterdämmerung…significa hoy el mito de la entropía -el fin del mundo como el acabamiento de una evolución necesaria interior».24
Las consecuencias cosmológicas y sociales de estas investigaciones fueron abundantes. Así como se produjo una ida y vuelta entre los aspectos sociales y los aspectos biológicos, por el uso que Darwin hizo de Malthus y el posterior uso social que distintos intelectuales hicieron de Darwin y Spencer, estas investigaciones en física fueron también prismas para la comprensión del ser humano y las sociedades25. Se da un deslizamiento desde el problema técnico en torno a la performance del motor a vapor hacia el problema filosófico sobre el funcionamiento del universo. Estos problemas «técnicos» no se constituyeron filosóficos sólo por la popularización, sino que formaron parte de las cavilaciones especulativas de muchos de los creadores científicos que fueron ellos mismos filósofos26. Quien resume mejor el espíritu de la época es Gillispie; en su opinión, energía y entropía son:
representaciones sofisticadas y muy abstractas de cierta experiencia elemental que tenemos del mundo, cierta intuición seria. Energía como la intuición de que hay una actividad, o «una fuerza» en las cosas más allá de la materia en movimiento, que algo real hace que la naturaleza camine. Por otro lado, entropía, como la experiencia complementaria (…) de un mundo volviéndose viejo y disipándose27.
Sobre esta «experiencia elemental» se da toda una gama de matices entre quienes se adhirieron a un materialismo puro y duro sin tener en cuenta las expectativas humanas y consecuencias vitales y quienes, sin salirse de la investigación estricta o a pesar de ella, estuvieron motivados por, o por lo menos en diálogo con, algún marco teológico, vitalista o trascendente más alentador28. En este ideario general que trastoca la visión tradicional del mundo poniendo en crisis a la metafísica y a la teología que hasta el momento sostenían la vida en donde hay que situar al individuo vigoroso: individuo que oscila entre la libertad y la voluntad y la determinación y la descomposición.
1.5 Recapitulación de la primera sección
Hemos explicitado las condiciones extra-científicas que dieron forma a un ethos beligerante. La lucha está presente en Lyell, Malthus y Spencer, pero es en Darwin en donde adquiere el rasgo de estar a la base de los procesos adaptativos que explican el orden natural y desplazan la antigua explicación del diseño y su sentido final conexo. La realidad se presenta ahora como un tránsito fluido y azaroso donde reina la probabilidad de un futuro abierto y sin dirección. Las investigaciones en termodinámica establecieron a la energía como sustrato último, pero cuya organización está disipándose constantemente. A la incertidumbre del escenario darwiniano se le suma la declinación ineludible. El énfasis en la lucha y la energía de estas teorías dio forma a distintos vitalismos de tono superador. Sin embargo, también posibilitó la tonalidad contraria en donde en un escenario fluido, azaroso, de lucha y en decaimiento se ha perdido el sentido de la existencia. El ethos industrial victoriano junto a los planteos teóricos de la lucha por la vida y las investigaciones sobre el comportamiento de la energía, dieron forma a posturas intelectuales que incluyen todas estas aristas en donde encontramos posturas confiadas ligadas a la lucha, la energía y el vigor y también, una antropología del extravío y la perdición que será patente en la crisis de fin de siècle.
2. Lucha, vigor y heroísmo en Estados Unidos
Patrick K. Dooley ha mostrado en A community of Inquiry29 que las reflexiones sobre el heroísmo y el vigor muscular y moral pertenecen a un amplio universo de ideas compartido por distintos referentes culturales. Nuestro interés, en cambio, es el de mostrar cómo en el medio cultural estadounidense de la época las condiciones anteriormente descriptas dan forma a un tipo de realidad, de seres humanos y de actitudes bien específicas.
Ya vimos que las teorías examinadas implicaron un fuerte choque contra creencias y formas de vidas consolidadas y que la pérdida de sentido final y el nihilismo fueron una de las consecuencias del impacto. La disolución fue un fantasma que circuló en la cultura de la época y la actitud vigorosa puede comprenderse como un modo de enfrentarla.
El heroísmo y el vigor físico y moral - es lógico que la distinción por momentos se borre- son centrales en el naturalismo literario norteamericano; Theodor Roosevelt posee un influyente ensayo denominado «The Strenuous Life» y el neurólogo George M. Beard populariza el término neurastenia (disminución del vigor nervioso) para dar cuenta de una patología vinculada a la sobre-civilización. A su vez, el pujante mundo empresarial norteamericano se auto-describía en términos de lucha, energía y supervivencia. En todas estas referencias destacaremos las huellas de las tesis revisadas y mostraremos el tipo de ontología y de ser humano que favorece. El filósofo William James comparte las condiciones culturales de sus contemporáneos y usa parte de la terminología en cuestión para llevar adelante su reflexión sobre la moral heroica del strenuous mood. En ella, la voluntad y la liberación de las energías subjetivas juegan un rol superador e intentan ponerle límites a las consecuencias prácticas que se siguen del determinismo y de la descomposición. En la última sección nos abocarnos a dicho concepto, tal y como aparece en la obra del filósofo, dando cuenta de algunos de sus matices conceptuales. Observaremos ahora como las condiciones revisadas favorecen tanto la ideación de un tipo de sujeto vigoroso como la problematización sobre los alcances y límites de las nociones de energía y lucha a la hora de pensar lo humano.
2.1 Avatares de la energía y la lucha
En el apartado sobre Spencer de la sección anterior se dijo que uno de los correlativos subjetivos de la ontología de la fuerza era el entrepreneur que va a tomar, en Estados Unidos, la figura del Robber Baron30. La joven nación de posguerra, pujante, competitiva, dando sus primeros pasos imperialistas y en constante desarrollo industrial, da la bienvenida a la lucha por la existencia y a la supervivencia del más apto. Grandes ejecutivos, en sus alocuciones públicas y en sus diarios personales se auto-perciben bajo la lógica de la supervivencia31. Sin importar cuan duro parezca el escenario o cuánta pérdida se pueda dar a nivel individual, el orden económico-social que ponía a estos entrepreneur en un lugar destacado respondía al estricto orden natural, y ni podía ni debía ser evadido.
Lo que sucede en política guarda alguna analogía. El influyente discurso de Theodore Roosevelt «The Strenuous Life» pronunciado el diez de abril de 1899 y basado en sus experiencias personales32 afirma que el esfuerzo vigoroso (strenuous effort) y la superación de las dificultades (overcoming hardship) son ideales para el mejoramiento tanto de lo personal como de lo nacional. La tesis de fondo es explícita: el esfuerzo y la lucha son virtudes que elevan la vida a su más digna condición, mientras la tranquilidad y la paz, la reducen a un innoble embotamiento. El movimiento retórico que Roosevelt hace es el siguiente: establece una clara demarcación de lo que es positivo y lo que es negativo, hace una analogía entre lo individual y lo nacional y le atribuye a lo nacional una supuesta misión civilizatoria que en lo concreto desemboca en una lectura de la guerra hispano-estadounidense que alienta la carrera armamentista, al imperialismo y la intervención en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Esta moral, que es virtuosa en lo individual y lo nacional, en parte es una exaltación romántica del vigor, pero adquiere un sentido más delimitado cuando queda relacionada al proceso histórico que le brinda un trayecto de sentido. Roosevelt afirma que el pueblo «americano» debe empuñar la causa civilizatoria o lo hará una «raza más fuerte y más viril (stronger and more manful race) »33. Con lo cual, la vida vigorosa como ideal de un ciudadano y de una nación plena, comienza con la sublimación de la experiencia del propio Roosevelt en la expansión de la frontera de los Estados Unidos hacia la costa del océano Pacífico y pasa a ser un llamado enfático a una política agresiva, belicosa e imperialista.
La vida al extremo, poco civilizada o arrojada a la conquista -imperialista- exige y a la vez provoca el vigor. El psiquiatra George M. Beard seguirá el camino inverso y dirá algo similar: el vigor disminuye por la sobre-civilización.
Beard no sublima la vida apenas civilizada de los ranchos del Oeste, sino que investiga un tipo de debilidad nerviosa propia de la parte más desarrollada de Estados Unidos (Este). Así como para el político un medio salvaje produce una vida vigorosa, para el psiquiatra, un medio híper-desarrollado causa debilidad nerviosa. La ecuación medio-individuo se repite. Beard inventó y popularizó el nombre neurastenia34. «Mediante el término Neurasthenia (neur, nervio; a, falta o negación; sthenia, fuerza. Falta de fuerza nerviosa) describí, algunos años atrás, una enfermedad funcional nerviosa de origen norteamericana»35. La raíz de esta enfermedad, afirma Beard (antes que Freud)36 es la civilización. «La causa principal de este rápido desarrollo y aumento del nerviosismo (nervousness) es la civilización moderna…»37. La relación es causal, e inclusive Beard intenta una ecuación para dar cuenta de cómo el entorno civilizado causa una merma en la fuerza nerviosa38. La estricta relación entre el medio y el vigor del ser humano queda expresada en una sugestiva analogía que merece su lugar aquí, a pesar de su extensión.
Un generador eléctrico con ciertos caballos de fuerza puede suministrar electricidad necesaria para cierto número de lámparas, digamos, mil más o menos. Si un número extra de lámparas son incorporadas al circuito, el poder del generador debe ser aumentado o la luz de las lámparas disminuirá o se apagará […] Cuando nuevas funciones se interponen en el circuito, como sucede en la civilización moderna, llega un punto que, tarde o temprano, según sea la persona, la cantidad de fuerza es insuficiente para mantener todas las lámparas activas.39.
El desarrollo cultural en términos técnicos e industriales constituye un medio que demanda tanta energía al individuo que este termina con los nervios debilitados y enfermos. La clave de lectura que venimos siguiendo se cumple otra vez, la preocupación por el vigor subjetivo encuentra un lugar entre lo moral y lo psicológico. Aquí, el medio no despierta las energías del ser humano, sino que las agota. Ya sea en la jungla de los negocios, en la sublimación de la vida de rancho como modelo moral y geo-político, o en los efectos debilitantes de la sobre-civilización, la realidad parece estar constituida por la lucha, el poder y la energía y de este encuadre, se desprende un tipo ideal de ser humano correlativo: el sujeto vigoroso. Beard es quizá tan lineal como Roosevelt, sin embargo, en el naturalismo estadounidense literario, de donde extraeremos un par de ejemplos vigorosos representativos, la cuestión es más problemática. También se debe subrayar que en James encontraremos un esquema semejante, pero que opera en una dimensión distinta. La frontera y el obstáculo por vencer permanecerán en la órbita de la acción y medirán su capacidad última, pero el drama, por así decir, será moral. Esto no quiere decir que en Roosevelt o Beard no encontremos tal característica, en efecto, la encontramos; pero el grado de linealidad y «literalidad» del planteo será superado por el modo problemático en que los literatos plantean el asunto en sus dramas y por la perspicacia filosófica y psicológica de James. En el filósofo el héroe vigoroso supera las dificultades del medio; pero, como veremos, esta premisa tendrá otro significado.
2.2 Jack London y Frank Norris: el poder, su sublimación y sus límites
Se ha afirmado que los verdaderos herederos del método de Emile Zola fueron los naturalistas norteamericanos Frank Norris, Theodore Dreiser y Jack London40. El francés, de modo consciente y programático, buscó adecuarse a los avances científicos descriptos: «La novela experimental es una consecuencia de la evolución científica del siglo; continúa y completa la fisiología […] reemplaza el estudio del hombre abstracto por el estudio del hombre natural, sujeto a las leyes físicas y químicas y determinado por influencias ambientales»41. El naturalismo norteamericano, aunque tuvo sus fuentes coterráneas42, siguió los planteos zolacianos y por esta razón se ha dicho que el naturalismo es el realismo sumando a la evolución y al determinismo.43 Walter Benn Michaels nos dice que «de hecho, es casi un definición de naturalismo caracterizarlo como una literatura dedicada a la crítica de la moral convencional y la metafísica idealista tal como se desprende de una mirada determinista»; sin embargo, afirma que esta preocupación por el determinismo debe ser entendida «…menos como obsesión metafísica que como punto de acceso a nuevos patrones de restricción y de posibilidades».44 En efecto, en las novelas que examinaremos, tanto el determinismo, como el héroe vigoroso se presentan como problema, como límite y como posibilidad y por lo tanto, el asunto no es tan lineal como se lo describe desde algunas historias de la literatura o como aparece, en cambio, tanto en Beard como en Roosevelt. A su vez, en James, encontramos un modo específico de pensar la cuestión del determinismo y del libre arbitrio, pero también incluirá, como veremos en las ficciones que siguen, un escenario de lucha y tensión y un héroe.
La novela de Jack London Sea Wolf trata de cómo el débil y refinado caballero Humphrey Van Weyden es «rescatado» luego de un naufragio por una goleta foquera (el Ghost) capitaneada por Wolf Larsen quien lo obliga a sumarse a su tripulación. A lo largo del relato el barco se revela al lector como un campo privilegiado para la experimentación moral y como un escenario excepcional donde las convenciones de la civilización son puestas en cuestión. La primera vez que Hump (así será bautizado Humphrey Van Weyden) ve a Larsen afirma que lo que lo caracteriza:
Era esa fuerza que solemos asociar a las cosas primitivas, a las fieras y a los seres que imaginamos son el prototipo de los habitantes de nuestros árboles; esa fuerza salvaje, feroz, que está en sí misma, la esencia de la vida en lo que tiene de potencia del movimiento, la propia materia elemental, de la cual han tomado forma otros muchos aspectos de la vida; en una palabra, lo que hace retorcer el cuerpo de una serpiente después de haberle sido cortada la cabeza y cuando la serpiente, como tal, puede considerarse ya muerta45.
Larsen, el héroe de esta historia, es descripto como energía primitiva o fuerza elemental y su modo de pensar acompaña punto por punto su disposición física. Su filosofía materialista-energetista pareciera ser inocente y primitiva y Larsen, como su exponente subjetivo más esbelto, parece estar más allá del bien y del mal. «Él no era inmoral sino meramente amoral»46. Sin embargo, aparece más de una vez a los ojos del lector y de Hump como alguien con tormentosos cambios de humor y lleno de extravagancias, que goza, por ejemplo, ejecutando refinadas crueldades sobre su tripulación. El lector debe decidir si se trata de la inocencia primitiva hecha ser humano, o si el personaje es sencillamente malvado o si, en cambio, la inocencia, teniendo como telón de fondo a la tradición, es vista como perversidad. Lo que queda bien claro es que Larsen es un gran hombre y quizás para London, en esta novela, el gran hombre lleva la contradictoria marca de la inocencia y la perversidad. A su vez, las condiciones determinantes también son exploradas pues la grandeza de Larsen queda truncada. Según él mismo lo dice, él es una de las semillas desafortunadas de la parábola del sembrador. Sus padres daneses, pobres e ignorantes, fueron trabajadores del mar y él había aprendido todo solo para llegar a ser en la cúspide de su existencia el capitán del Ghost. Dice Larsen: «Poca cosa, ¿verdad? Y cuando salió el sol me quemé, y como no tenía raíz, me sequé»47.
En la misma situación de náufrago entra a la historia la escritora Maud Brewster y pronto comprende que, como Hump y el resto de la tripulación, se encuentra bajo el capricho de Larsen. Con todo, el lector no sabe al comienzo qué va a suceder en el triángulo propuesto por London. La afinidad filosófica y personal entre Hump y Maud crece rápidamente generando el peligro de celos de parte del poderoso e irracional Larsen. La novela explora cómo las condiciones extremas del barco vigorizan a Hump, sin embargo, es solo por Maud que Hump está dispuesto a todo. Lo que transforma y vigoriza a Hump, más allá del endurecimiento que la goleta pudo provocar es de orden moral o psicológico. En la primera oportunidad que tienen, escapan en un bote y llegan a una isla que bautizan sugestivamente El esfuerzo. La novela es muchísimo más rica y compleja de lo que aquí se expuso en relación a nuestro interés, pero con lo examinado es suficiente para hacer notar algunos puntos relevantes: 1.-un doble aspecto determinista conforman la constitución y el destino del individuo excepcional Wolf Larsen, por un lado, responde a un modelo biológico, a una «raza», que parece encontrar en su persona a uno de sus más excelentes exponentes, desbordado de belleza y poder; por el otro, esa constitución superior queda truncada por las circunstancias de la vida y, sobre el final, por una misteriosa enfermedad (degeneración). 2.-el medio juega un rol importante en la constitución moral de las personas, tanto Larsen, como Hump y Maud, desde muy distintos lugares, encarnan el vigor que nace de un tipo particular de tensión vinculada a circunstancias extremas, el sujeto queda vigorizado o disminuido según sea su vida relajada o vigorosa. 3.- al parecer, en Wolf Larsen no solo encontramos encarnado al héroe primitivo, lleno de energía, abriéndose lugar en un mundo rudo, entre maligno e inocente, sino también el peligro de una versión materialista-energetista del vigor sin matices. 4.- Hump y Maud, aunque son vigorizados por la vida al extremo, al tener ya en sí «la fuerza idealista» aparecen enriquecidos y mesurados a la vez. Lo que vigoriza a Hump y Maud, lo que los hace fuertes al final, no es ni su estirpe biológica ni -por lo menos no completamente- el medio extremo, sino algo un tanto más sutil: el amor. 5.- la visión naturalista parece dejar la realidad a merced de fuerzas inmanentes que no permiten ninguna superación, por ello, el conflicto descripto lo más fielmente posible, en toda su materialidad y crudeza, solo parece dejar lugar a relatos que respondan al desenlace de la tragedia. La ley de la fuerza en esta historia particular habilita a un argumento en donde Wolf Larsen aniquile a Humphrey Van Weyden y someta a Maud Brewster. De la misma dinámica de relaciones de poder expuesta en la novela podría emanar con facilidad, ante la mirada espantada del lector, una imagen final en donde el miltoniano Larsen conduzca al atardecer hacia un horizonte infinito el Ghost, luego de haber destripado a Hump y con Maud como botín. Este final que no traicionaría en nada la lógica del asunto no es, sin embargo, la opción de London. Encontramos, en cambio, una «redención» final. Larsen cae víctima de una misteriosa descomposición orgánica y Hump y Maud se enamoran.
Se podría pensar que un final consecuente a la lógica del poder dejaría sin esperanza y sin valor a la vida humana, sin embargo, nuestra impresión es que aunque esto pueda ser así, si concebimos la novela como un experimento moral, lo que encontramos es una problematización rigurosa sobre la cuestión del sentido de la existencia bajo un horizonte dominado por un positivismo que no solo choca contra fundamentos teológico o metafísicos, sino también contra verdades sutiles y matizadas que contienen la rica complejidad de lo humano. Como veremos, esta problemática aparece de un modo muy semejante en James quien exploró los «matices» y «sutilezas» de la mente buscando una respuesta antropológica que le satisfaga. Esto es, que no regrese hacia lo teológico-metafísico, que dé cuenta de la compleja autonomía de los mecanismos humanos y que dialogue con sus inalienables expectativas de sentido.
Una tensión semejante es relatada en A Man's Woman de Frank Norris. Esta novela no es, según los críticos, lo más importante que escribió, pero como documento para esta investigación tiene la virtud de brindar una problematización moral análoga y un héroe vigoroso descripto, casi punto por punto, en los mismos términos. Se podría decir -y esto da cuenta del carácter y la fuente común de este movimiento- que Bennett (héroe de Norris) y Larsen son intercambiables. La novela se encuentra ambientada en situaciones extremas y excepcionales. Se trata de una expedición a las Islas de Nueva Siberia, un archipiélago de islas situado al norte de la costa de Siberia Oriental. Bennett es el héroe de la historia y busca conquistar el polo para la gloria norteamericana. Es un hombre enorme «con grandes labios, indomable, brutal»48. Las condiciones del ártico son representadas como el enemigo y la voluntad de Bennett se hincha en la adversidad. «Su voluntad se endureció hasta la dureza del hielo mismo […] Ya no era un hombre; era un gigante, un ogro, un jotun colosal lanzando bloques de hielo, luchando en una batalla indescriptible, en los albores del mundo, en el caos y en la oscuridad49. El equipo desafiado más allá de toda resistencia avanza respondiendo a la voluntad tiránica del héroe. Sin embargo, Ferriss (su fiel compañero) y Bennett, al revisar su posición, se dan con que el bloque de hielo en el que se encuentran se mueve más rápido hacia el sur que ellos hacia el norte, con lo cual se encontraban más lejos de su objetivo que hace un mes atrás. A punto de morir todo el grupo, Bennett le dice a Ferriss que ya nada importa, pero que quiere preguntarle si Lloyd Searight lo quiere. Ferriss, piensa para sí mismo que, para el caso, daba lo mismo y le miente que sabe que sí50. En ese momento un miembro anuncia emocionado que hay tres barcos balleneros a la vista. Ferris trata de decirle a Bennett la verdad, pero le es imposible.
Lloyd, la heroína de la historia, «era alta y de una estructura muy vigorosa […] Su rostro era bastante serio […] Su boca era la boca de la obstinación, de la voluntad fuerte […] Lloyd era una mujer hermosa, era regia y muy alta, podía mirar hacia abajo sobre la mayoría de las mujeres y sobre no pocos hombres51. Ella es rica, su profesión es la de enfermera y es reclamada por su capacidad para atender casos extremos. Norris, así como coloca a Bennett en el ártico a luchar contra el enemigo, coloca a Lloyd en la clínica dándole batalla a las patologías más agresivas, que en este caso también, encarnan al enemigo. Sin embargo, hay en Lloyd pliegues vinculados a su inner life por lo que cae con frecuencia presa de la melancolía. Esta desesperación interior tiene -al igual que en James- una salida práctica. Lloyd adhiere al evangelio de la acción52. El trabajo (al mejor estilo de la tradición protestante) parece ser un dispositivo contra la melancolía. Como veremos, el mismo James apelará a la figura del trabajo para vencer el decadentismo.
Lloyd supo los detalles de la gesta. Tales hazañas, a su vez, son la posibilidad de un tipo específico de ser humano cuya descripción, en términos biológicos, es similar a la que hace London. Cuando hablamos de experimentación moral nos referimos justamente a esto, se ve que se está insinuando una de las posibilidades de la vida vinculada a los mecanismos de la nueva biología. Esto se muestra patente en el punto de tensión de la novela: Lloyd tenía una ganada fama en la lucha contra enfermedades mortales, cuando un nuevo caso aparece, ella lo toma sin vacilar. El peligro de contagio es inminente y cuando Bennett se decide a impedirle que continúe con su tarea, se entera de que el convaleciente es Ferriss. Sin embargo, su voluntad tiránica no se detiene y de ese modo provoca la muerte de su compañero y el odio de Lloyd. De nuevo se materializan aquí las consecuencias que se siguen del planteo ciego del poder. Lloyd queda destruida, falta a su código y tiene que enfrentar las consecuencias frente a sí misma y a sus compañeras; Bennett con su actitud provoca la muerte de su compañero de batalla y cae en una profunda melancolía. El héroe es admirable, pero la imposición de su voluntad hace desastres. Bennett había sido por fin derrotado: «Destrozado por el culatazo de la misma fuerza que durante tanto tiempo había morado dentro de sí mismo»53. Pero un giro del destino (operado con destreza por Norris) lo pone frente a Lloyd cuando cae él también, en manos de la fiebre tifoidea. Lloyd lo odia, pero toma esta oportunidad como una revancha, nada ni nadie podía ahora detenerla en su lucha contra el mal. La batalla contra la fiebre comienza. La bestia se vuelve tierna y menesterosa, ello cura a Lloyd, no tan solo cura su odio sino también la melancolía y la ansiedad que siempre la asedió y, cuando las cosas bellas y buenas del mundo reaparecen para ella, renace su amor por Bennett. Este se recupera y se tienen, por fin, el uno al otro.
Durante toda su vida Bennett había sido un hombre duro, algo brutal, desmedidamente egoísta y arrogante. Su corazón era insensible y su carácter duro y ágil siempre dio golpes en lugar de recibirlos. Pero con esta experiencia: «[…] la Humanidad entró en los lugares lúgubres y desiertos de su alma; el remordimiento se apiño fuertemente sobre su arrogancia habitual; la generosidad y el impulso de hacer las paces tomaron el lugar del egoísmo»54.
Cabe señalar la destreza psicológica de Norris, la precariedad, el error y el remordimiento sutilizan el planteo de la energía. Sobre el final de la historia, aparece la posibilidad de una expedición al polo. Bennett, casado con Lloyd, la rechaza de inmediato. Lloyd participa de las conversaciones en silencio, hasta que, en un momento de atmósfera delicada, mira a los ojos a Bennett y le dice: yo financiaré el barco. Bennett la mira fijo y por fin, comprende.
Encontramos de nuevo aquí esta tensión que advertíamos en Sea Wolf entre el criterio del poder y un criterio de mayor sutileza y complejidad. Ambos son individuos excepcionales, personas de voluntad dominante y espíritu práctico que actúan con destreza en ámbitos de tensión. La vida vigorosa, es para ambos, la vida digna de ser vivida. Sin embargo, allí donde Bennett falla, Lloyd tiene éxito; como si quedara marcada la diferencia entre el vigor muscular y el vigor moral. En Bennett el poder queda adherido a una dimensión natural que termina, en el momento decisivo, donde hay una verdadera implicancia existencial, desembocando en el egoísmo. En Lloyd, el mecanismo funciona a la inversa, en el momento decisivo -cuando la decisión la implica- tiene el poder de decidir en virtud de un código que va más allá de su propio interés. Su vigor es liberación del dolor inmediato por la representación de un bien mayor. En James existirá un mecanismo semejante que como veremos, es un poco el de Emerson. A su vez, se advierte que en las obras literarias comentadas se intuye cierta autonomía de la dimensión psicológica y moral que no puede ser reducida a preceptos biológicos toscamente comprendidos. Este es justo el punto que James le señalará a Spencer.
La imagen victoriana de la gran mujer detrás del gran hombre genera rechazo de inmediato, pero aun así y a pesar de ello, se identifica en esta experimentación literaria, la reconstrucción del individuo vigoroso, la cuestión del vigor en medios extremos y las consecuencias morales complejas que se siguen cuando abandonamos el mundo humano a un caudal energético ciego. Simplificando las cosas, se puede decir que, en el debate entre el criterio moral y el natural, en esta novela, el primero vence, haciendo la importante salvedad de que este criterio está encarnado por una mujer superior también en el sentido biológico del término.
2.3 Recapitulación de la segunda sección
La visión positivista del mundo propia de la segunda mitad del siglo XIX trajo al medio cultural estadounidense un lenguaje, un modo de entender la realidad, un modelo de ser humano y un conjunto de problemas bien característicos. En el análisis encontramos que la cuestión del vigor se hallaba fuertemente vinculada a un ambiente de tensión. En Roosevelt y Beard las cosas son sumamente lineales (como para Spencer: las relaciones internas reflejan a las externas). Da la impresión que la precisión de la física favoreció un determinismo sin espacio de juego. A su vez, la lucha por la supervivencia dio lugar a una doble perspectiva imaginativa en donde existen argumentos de conflicto y tensión y en donde tipos humanos vigorosos se debaten ferozmente contra las dificultades del medio. Sin mayor complejidad, así se entendieron así mismos los Robber baron, pero en las novelas trabajadas la cuestión es rica. El medio extremo o en tensión vigoriza la vida, sin embargo, la tensión no viene exclusivamente de un obstáculo físico, sino que, por el contrario, se da en una esfera autónoma, ya sea que la llamemos psicológica o moral. Hay un tipo de vigor que debe ser descripto en sus propios términos y aunque es energía, su sentido no lo agota la descripción físico-natural lineal tan en uso para la época. Es justamente esta la línea argumentativa la que seguirá William James.
Tres ideas forman parte de la visión de la época y deberíamos retenerlas para entrar a la reflexión jamesiana. El determinismo será un gran tema que enfrentará directamente, la degeneración/descomposición también será, como veremos, una cuestión que el filósofo enfrentará a nivel teórico y vital y la lucha, por último, como característica moral de una vida que valga la pena ser vivida, también será parte de su repertorio teórico. Estos elementos gravitarán con distintas connotaciones, pero todos estarán muy presentes y serán definidos de un modo peculiar por James. La pregunta última por el valor moral de la existencia en un mundo que no apela a las antiguas garantías metafísicas no trae aparejada una verdad dogmática sino un gran interrogante. El ser humano es parte y se encuentra transido por un universo inmanente y, en mayor medida, inconsciente. Los poderes que operan son indiferentes y las razones no trascienden el juego de fuerzas. La visión trágica ronda cerca, pero no se cae en ella necesariamente. Cómo es que este escenario no termina en la desesperación, es una cuestión por verse. El vigor será clave y no será meramente enunciado, sino explicitado en su mecanismo interno y en sus posibilidades prácticas individuales y sociales por el filósofo norteamericano.
3. William James y su apuesta heroica al strenuous mood
Las circunstancias sociales y culturales que describimos evidentemente trajeron una transformación en la mirada. La realidad se presenta como un tránsito incierto que se desenvuelve a través de un conjunto de relaciones de fuerzas y el ser humano no trasciende tal medio. Por lo cual, por momentos, lo encontramos con rasgos heroicos, superando con su energía vital los obstáculos que se le presentan y, en otros, en cambio, aparece encerrado en un medio que, sin ofrecer dirección o salida, lo desespera.
A grandes rasgos, puede decirse que James apuesta a las energías del ser humano, comparte estas fuentes y es parte de una discusión que se dio en los dos lados del océano, pero que en Estados Unidos tuvo sus características peculiares, algunas de las cuales, rescatamos en los apartados anteriores. Los argumentos en los que el medio, la tensión y el vigor son cruciales franquean distintos niveles de la cultura y poseen distintos grados de complejidad y riqueza. James, es sabido, se encuentra por completo inmerso en una perspectiva empirista que exigiría una explicación del ser humano dentro del modelo de las ciencias naturales; sin embargo, advierte que una explicación semejante presentaría al sujeto sin dar cuenta de su acción (conformada por algo más que el solo mundo verificable en el horizonte científico) ni de su correlativa responsabilidad. Toda explicación, entiende, debe satisfacer lo que sea que se considere más racional y un mundo cerradamente determinado, en el que no se puede optar por un curso de acción posible entre otros, no le parece tal55. Además, no es acertada la tesis que afirma la pasividad del sujeto. James encuentra en el idealismo de Renouvier una propuesta fenomenológica que respeta los límites críticos del empirismo, pero que, a su vez, permite pensar la acción, la responsabilidad y, en definitiva, la posibilidad de que este mundo sea, en algún sentido, moral56. Esta solución teórica también es vital porque detrás de todo el planteo se advierte que quien posee una mácula incurable en un mundo determinista es el propio James, cuya crisis mórbida, entendida en términos fisiológicos, amenaza con descomponerlo57. Este nivel, a su vez, no es meramente biográfico, su experiencia es representativa de una antropología que persiste en su planteo teórico ocupado, en gran medida, en el paso desde la crisis hacia la recuperación. Encontramos este paso, por ejemplo, en la técnica de la conversión58, pero también en la reflexión sobre una educación superadora59.
En The Principles of Psychology, y a diferencia de los empiristas ingleses, James rompe el circulo de la receptividad al mostrar el papel activo del sujeto en el recorte del mundo que se logra a través de un esfuerzo que constituye propiamente la «selective atention». Afirma que «la facultad de retrotraer voluntariamente una atención fugitiva es la verdadera raíz del juicio, del carácter y de la voluntad»60. Sostener una atención soberana de las inclinaciones, provocaciones y amenazas del mundo es lo que constituye al «heroísmo (heroism) »61. Un corte voluntario en el flujo de la experiencia constituye la autoafirmación y la posibilidad de un mundo singular. «El fin esencial de la voluntad, en una palabra, cuando el acto es voluntario en su grado máximo, es fijar la atención sobre un objeto difícil teniéndolo bien firme delante de la mente»62. La mecánica psicológica del strenuous mood63 en este periodo se explica a partir de la atención selectiva que es entendida como esfuerzo de voluntad. Y aunque pareciera, por un momento, que las condiciones están dadas para afirmar la libertad de la voluntad, no se da ese paso. Carecemos de herramientas para medir asuntos tan sutiles, afirma James64. A nivel teórico la cuestión permanece indecidible pero si «l´amour de la vie que s´indigne de tant de discours»65exige una respuesta, existe la posibilidad de tener una determinada actitud frente al problema. La cuestión última de la libertad de la voluntad, se encuentra, como muchos otros interrogantes que acucian nuestra vida, en estado de incertidumbre. Luego de haber meditado críticamente en el asunto, resta la decisión de creer en el mejor juicio sobre la cuestión. Este juicio debe incluir las consecuencias de una u otra opción. Esto es The Will to Believe66.
James no cae en un entusiasmo estrecho, pero tampoco deja las cosas en suspenso, por así decir. Con las evidencias disponibles, propone algún tipo de salida. El determinismo, que fue el espectro del positivismo, lleva al pesimismo. Otra salida que se le encontró a la clausura del mundo fue el subjetivismo o diletantismo en donde todo es un espectáculo para la sensibilidad estética. Estamos ante grandes talantes que son respuestas y síntomas de la cultura de fin de siècle en las figuras de Arthur Schopenhauer y Ernest Renan (James los nombra y analiza expresamente)67. Al abandono pesimista del mundo y a la sensibilidad descomprometida del diletantismo, James le opone la moral del strenuous mood en donde la ejecución y la acción limitan la interminable deriva. Si tenemos en cuenta el trasfondo histórico que señalamos, se puede afirmar que, a pesar de todo, se puede actuar y creer en la propia acción. A su vez, a un nivel psicológico, nivel que el filósofo domina, es sabido que la acción es un ámbito de constitución y reconstitución de la subjetividad.
Sin embargo, James no solo apeló a la voluntad y la decisión, sino también a la religión y la conversión. Esto dio lugar a toda una literatura crítica que habla de una escisión en el propio James o en su obra68. Lo cierto es que en The Varieties of Religious Experience y textos cercanos, los niveles superiores de «energies and endurances»69 poseen un tipo distinto de explicación psicológica vinculada a los descubrimientos de la naciente psiquiatría dinámica. Las energías del ser humano no estarían, en este planteo, vinculadas a la tensión implicada en el recorte que lleva a cabo la atención selectiva consciente, sino a una liberación de energías y nueva correlación de fuerzas que constituyen la subjetividad. El modo en que James siguió los descubrimientos sobre lo inconsciente de la psychopathologie française70 (pero también del joven Freud) lo llevaron a divisar nuevas posibilidades de energías subterráneas. Es significativo que, mientras la aparición de la vida inconsciente significó para algunos la pérdida de la soberanía del yo -pérdida en alguna medida real-, en James dio motivo a cavilaciones sobre un nuevo caudal vivificador. Esto es muy claro en su texto sobre las energías del ser humano71 y en el modo en que entiende el dispositivo de la religión: se trata de reorganizar y liberar, de armonizar y superar.
Las apuestas, en los dos periodos, son a la voluntad consciente y a la «cerebración incontinente»72 respectivamente, sin embargo, puede que James no haya dicho una palabra definitiva sobre el asunto o que se trate de apuestas a distintos tipos de vigor que presuponen una pluralidad de mentalidades. No olvidemos la variedad de la experiencia. A su vez, se puede establecer una hipótesis de lectura que contenga ambos mecanismos en función de determinadas consecuencias prácticas. Se podría afirmar que, desde este punto de vista, tanto una versión psicológica como la otra, tienen la misma función de lograr la superación moral; sin embrago parecen prefigurar tipos antropológicos bien distintos: el tipo voluntarioso y el que se deja guiar por una voluntad superior.
En su perspectiva, contraria al mecanicismo social, la transformación histórica comienza con la iniciativa personal. Las grandes mutaciones que experimentan las sociedades de generación en generación, en efecto, se deben principalmente, de forma directa o indirecta, a los actos o al ejemplo de individuos cuyo genio se halla tan adaptado a las receptividades del momento o que se encuentran por accidente en una posición de autoridad tan crucial que se convierten en fermentos, en iniciadores de movimientos, en creadores de precedentes o modas, en centros de corrupción, o bien, en destructores de otras personas cuyos dones, en caso de haber tenido el campo libre, habrían llevado la sociedad en otra dirección. El gran hombre es entendido como una variación espontanea que inicia el juego de influencias, la acción genial es aprehendida e imitada por la receptividad social cuando se da la sintonía.73 Como en el esquema evolucionista, son términos claves en la ecuación la variación espontánea y el medio ambiente (en este caso, social). El gran ser humano, enseña con su actitud y si sucede que la sociedad conecta con su novedad, todo un nuevo horizonte asoma. Esto no sucede necesariamente, hay héroes que nacen demasiado temprano, otros, demasiado tarde. Para que se dé la evolución social deben cumplirse las dos condiciones, a saber: la emergencia del individuo excepcional (variación espontánea) y la receptividad positiva de la sociedad (aprehensión de la variación por parte del medio). 74
En realidad, leídos lentamente, su voluntad de creer, su modo de entender la guerra, su heroísmo, la necesidad de un elemento de tensión para sentirse autentico75, su apelación a las energías humanas como bien social e incluso, sus investigaciones atentas a lo patológico, religioso y esotérico76 poseen un talante de continencia y restitución. En su libro sobre las religiones, en donde nos tropezamos con cosas de las más extrañas77, quizá lo más notable que encontramos es su explicación de la conversión, que es cura y superación. Pareciera que no se deja ganar por lo determinado, por trágico y lo informe, por nada de lo que trae el siglo que pueda ir en la dirección de enclaustrar por competo al ser humano; por el contrario, explora las distintas instancias dinamogénicas que provocan el vigor moral78.
4. Nota final
Nuestra intención no ha sido ser exhaustivos, sino escoger casos relevantes y representativos que muestren que una perspectiva inmanente domina el ambiente, en donde las razones no trascienden el juego de las fuerzas y donde roza la tragedia. Desde la demografía a la biología y desde ésta a la sociología, se percibe a la vida individual y colectiva en constante tensión. Puede sugerirse que el ethos beligerante victoriano es una sublimación de tal percepción. Además, bajo una perspectiva darwinista, no solo reina la lucha, sino que una ontología de la probabilidad deja el futuro abierto y sin telos; a la vez que, desde la termodinámica, se reviven con autoridad científica ideas apocalípticas que ensombrecen el ánimo. Energía, lucha, supervivencia, conservación y disipación son las categorías que más circulan y en donde la subjetividad de la época, por lo menos en parte, se encuentra comprometida emocional y teóricamente. Esto queda claro en los distintos referentes culturales estadounidenses que hemos abordado. Entre ellos, quizá los literatos y James son los que exhiben en más ricos matices lo que está en juego en este cambio de mirada. Ambas novelas son experimentaciones que apelan a la fuerza y a individuos vigorosos, pero se realizan distinciones entre tipos de fuerzas que exceden la literalidad y permiten zambullirnos en el ámbito de las energías psicológicas y morales. Este es justamente el ámbito de William James, quien, sin duda, sutiliza el asunto de las energías de un modo notable. El héroe del strenuous mood es un motivo constante en sus cavilaciones. Intenta explicaciones psicológicas tentativas sobre el origen de su poder que, en rigor, son investigaciones sobre lo que vigoriza la vida humana. Se trata de energías morales, pero también pueden ser un bien común y dirigir la inclusión y la transformación social. El gran hombre caracterizado por el strenuous mood es una variación única que puede ser imitada y de esa forma posibilitar la apertura de horizontes nuevos en donde quepan una articulación social más rica e inclusiva de las demandas circulantes. En esto también se nota la diferencia de ánimo que al comienzo señalábamos. Si compararnos al gran hombre jamesiano con el Deva de los Dialogues Philosophiques de Renan y con el Hero de On Heroes, Hero-Worship, and The Heroic in History de Carlyle una diferencia evidente es que ambas figuras europeas son tiránicas y desprecian la muchedumbre.
Por último, es digno de significación filosófica notar los desplazamientos de modelos teóricos que hemos explicitado y las consecuencias explicativas que acarrean. Por seguir solo uno de ellos, se advierte que el principio de población de Malthus funciona como regulador poblacional, sin embargo, en Darwin la presión social y la lucha son el motor de evolución histórica de las especies. En el primer caso la presión y la lucha aniquilan, mientras que, en el segundo, la aniquilación se conjuga con la paulatina transformación y aparición de lo nuevo. Luego, la lucha y la presión vuelven al ámbito social con el darwinismo social y facilitan, al menos en el mundo de los negocios -pero no sólo allí- un tipo de conciencia moral que justifica el atropello a partir un telos natural: «el vigoroso, el sano, el feliz, sobrevive». Mientras Spencer avaló la teleología, Darwin la volvió inoperante. Esperamos que desde lo revisado se pueda sostener que los desplazamientos históricos de los modelos explicativos encuentran su carácter entre la tergiversación y la reinterpretación y que es muy difícil establecer a priori en cuál de los casos nos encontramos. La fertilidad, sabemos, en ocasiones es tan efímera como la moda. Quizá en cuestiones teóricas debamos movernos tentativamente entre estas posibilidades y esperar el juicio también revisable de la historia.