Introducción
Mujer Afrocolombiana cual esperanza de vida;
fuerza, tenacidad y lucha,
manos que tejen en la historia de un pueblo
(Aura Dalia Caicedo Valencia).
La presencia y los aportes de las mujeres afrodescendientes son significativos e integradores en el activismo organizativo de los territorios ancestrales, pues estos contribuyen a partir de sus prácticas y vivencias integradoras de una experiencia espiritual a la construcción del camino de la sanación y la construcción del tejido de paz en sus territorios, sin embargo, muy pocas veces se les da el lugar y el reconocimiento que deberían tener en la agenda pública y académica. En este sentido, en el presente estudio se articulan transversalmente estos caminos a partir de la sistematización la experiencia del Centro de Formación y Empoderamiento para las Mujeres Ambulua que permite visibilizar cómo los saberes ancestrales de las mujeres afrodescendientes en torno a actividades de espiritualidad y sanación construyen paz desde el territorio, además de reconocer que la importancia de estas tradiciones en el tejido social está en la forma en cómo las comunidades se identifican con estas sensibilidades y hay una especie de comunión con las otras generaciones de comunidades negras.
En la actualidad, se viven tiempos de advenimiento en medio del dolor con la situación de la Covid 19, amenazas a lideresas y líderes sociales, fronteras invisibles construidas por los actores de la violencia vinculadas al narcotráfico en todas sus clasificaciones, pero especialmente, las que circulan en el microtráfico y que llevan en sí mismo dinámicas de consumo, desesperanza y pérdidas irreparables de vidas jóvenes. A pesar de estas situaciones de dolor, las mujeres afrodescendientes siguen celebrando la vida buscando recuperar esas tradiciones ancestrales y de tanta significación cultural que permitan en las generaciones jóvenes no dejar de soñar y encontrar los mejores sentimientos de sacar el pueblo adelante. Es y seguirá siendo la respuesta de muchas mujeres afrocolombianas, tejiendo entre sus manos la historia de un pueblo que ha sabido resistir sin perder su esencia y sus tradiciones.
Es indudable que una de las realidades más dolorosas es la pobreza, miseria y desamparo que viven las comunidades afrodescendientes en Colombia con las múltiples consecuencias en todas las dimensiones de sus pobladores, entre las que se destaca la pérdida de tradiciones, valores culturales y ancestrales que generan identidad y sentido de comunidad. Se plantea entonces el siguiente cuestionamiento como un eje articulador dentro del trabajo: ¿Cómo recuperar esos lazos de compadrazgo, de la familia extensa, de la solidaridad, de la alegría y del respeto a la palabra dada que generen confianza y reconocimiento de los otros? Ante esta pregunta, es importante detenerse en la recuperación de uno de los pilares culturales del pueblo afrodescendiente: su espiritualidad, una posibilidad al alcance que permite recomponer el puente de la confianza, sanar territorio y ante todo sanar vidas; un compromiso que se hace desde la cotidianidad de los lazos del compadrazgo que involucra a todos y de manera particular a las mujeres, pero en igual sentido a las diferentes expresiones organizativas afrodescendientes.
Teniendo en cuenta lo anterior, se plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo identificar en las vivencias y prácticas cotidianas de las mujeres afrodescendientes los elementos ligados a la espiritualidad africana y cómo estos pueden contribuir a la sanación y construcción de paz en el territorio? A partir de esta se abordará el presente artículo, con el fin de reconocer los aportes de las mujeres negras desde su espiritualidad afrodescendiente, quienes están llamadas a seguir generando beneficios de sanación en sus territorios, convirtiéndose al mismo tiempo en aportes significativos a su localidad en el tema de construcción de paz.
En el ámbito científico-social, algunos investigadores se refieren a las mujeres afrodescendientes desde la comprensión original como mujeres africanas. Esto en términos de espiritualidad se reivindica en el liderazgo de las mujeres afrodescendientes, es decir, se asume una perspectiva femenina desde la negritud que influye en su rol determinante1 2. Otros estudios resaltan el valor de las diferentes espiritualidades de las mujeres afrodescendientes3 4, en los cuales la espiritualidad se define como la expresión vital que tiene poder sanador y al mismo tiempo genera paz5. Otros autores6 señalan que la construcción de paz está relacionada con la sanación, el perdón y la reconciliación, concluyen que sanar significa al mismo tiempo generar paz y tranquilidad. En este sentido, la paz es el fruto del reconocimiento y otorgamiento de derechos7, el vínculo de la esperanza que suma a la condición humana8.
En cuanto a lo celebrativo, la música y el canto, como una celebración a la vida que permite fortalecer la existencia diaria en medio de sus complejidades, varios estudios reconocen que estas expresiones hacen parte de la vitalidad expresiva de las comunidades en sus entornos culturales9 10 11. Otros autores resaltan que lo celebrativo también está presente en torno al acontecimiento de la muerte12.
1. Metodología
El presente estudio es de tipo cualitativo. Se describen aspectos desde la cultura y la espiritualidad afro la cual parte del acumulado en las experiencias personales como mujer negra y como varón mestizo compartidas en las dinámicas organizativas y los espacios comunitarios. Se toma como fuente de inspiración la observación comprometida, la sensibilidad de las formas, los colores, junto a la lectura y el entendimiento de lo simbólico desde la participación y/o liderazgo de las mismas con reflexiones, celebraciones, cantos, entre otros.
El método de investigación consistió en la sistematización de experiencias significativas, el cual se adscribe al enfoque cualitativo. Según Torres Carrillo13 este enfoque facilita la descripción, así como la interpretación de quienes participan activamente del proceso; al respecto, Zavala14 precisa que tanto los participantes como el investigador son quienes «participan de la realidad investigativa, es decir, él hace parte y se vincula». En cuanto a la importancia de la escritura en el proceso de sistematización, se entiende como un proceso de aprendizaje donde se comprende en forma coherente y contextualizada, en permanente dialéctica, con lo teórico y lo conceptual y apostando a nuevas formas creativas para transitar nuevos caminos y el trascender ideas en nuevos contextos como dice Cifuentes15. Al igual que, desde el aporte de la memoria, vivencias, sueños muy en claves de este ejercicio escritural e investigativo suman los autores Torres y Cendales16.
En lo referido a las mujeres afrodescendientes, desde la comprensión original como mujeres africanas, Mena17 ha trabajado la identidad en términos de espiritualidad reconociendo que cuando son los mismos negros y negras que lo usan tiene un valor muy grande de denuncia y conciencia en cuanto es un término político, revelando los contextos raciales en los que se mueve el discurso y cuando se utiliza la categoría «afro» denota una ancestralidad y etnia común18. También es vista desde la contribución académica las nuevas sensibilidades y formas en el ámbito pastoral eclesial que representa esa mirada femenina como esperanza a partir de la afirmación, valoración y empoderamiento de la mujer afrocolombiana Ssimbwa19 20 21. En cuanto a la espiritualidad como expresión vital que tiene el poder sanador y genera al mismo tiempo paz, aporta en dicha comprensión Cabal22. Otros autores, dan alusión a lo celebrativo, la música, el canto, como una celebración a la vida que permite fortalecer la existencia diaria en medio de sus complejidades23 24 25.
Los estudios cualitativos permiten también describir e interpretar los hechos desde la perspectiva del lugar e intencionalidades de los sujetos activos en la investigación para no solo acercarse a la realidad misteriosa que subyace en el universo espiritual en el cual se sumerge esta investigación26, sino para que desde lo interpretativo haya sinergias para caminar juntos en procura no de tener razones desde la argumentación, sino tener posibilidades de recuperar sensibilidades que generan esperanza o ánimos para seguir buscando, articulando y conectando las experiencias; en este sentido, los investigadores participan de la realidad investigada de manera directa e indirecta27. También es una forma de romper las metodologías como lo plantea Tuhiwai-Smith en su texto A Decolonizar las Metodologías28, en el cual, las formas establecidas de investigación llevaron a posicionar a las comunidades afros o las comunidades indígenas como impotentes y a la investigación como una actividad privilegiada para despojar a los otros de su poder, que como Tuhiwai-Smith lo manifiesta, «pareciera haber muy poco espacio para cambiar dicha percepción»29.
El presente ejercicio investigativo pretende expresar desde la escritura un camino andado en Ambulua, lo que significa recoger la experiencia de la organización y de las personas que la integran que, desde el lugar de la oralidad, el cantar, el orar y el llorar juntas, entre otras, han hecho este camino descubriéndose a sí mismas con un proyecto de vida. Pasar a la memoria escrita es un proceso de aprendizaje para construir memorias, vivencias y sueños en claves de un nuevo mundo donde nuestras sensibilidades y formas son valoradas, reconocidas, respetadas y recreadas30 31.
En el proceso investigativo, para cada categoría (mujer afrodescendiente, espiritualidad, sanación, rituales y construcción de paz) se consultaron los antecedentes empíricos en el tema, para posteriormente validar la información recolectada en los talleres grupales realizados en el estudio. Esto permitió describir la experiencia y sistematizar el camino andado, ligados a la esencia espiritual y el simbolismo que representa la tierra madre que pisamos como ese terreno fértil siempre dispuesto a ser caminado, sembrado, cuidado, que recoge nuestras lágrimas y que nos espera siempre.
En el proceso de recolección de información de las experiencias de las mujeres en cuanto a sus valores, legados y tradiciones, se reconocen las diversas narrativas como cantos, arrullos, alabaos, poesías y romances, entre otras, ya que estas se convierten en una herramienta metodológica para las comunidades negras asentadas en el Pacífico, debido al acervo oral, donde el pensamiento fluye, se expresa con facilidad y conecta con el tiempo, con las generaciones.
En relación con la muestra poblacional se realizaron 4 talleres presenciales con 46 participantes y 1 taller virtual con 27 participantes. Las edades de los participantes se distribuyeron de la siguiente manera: 12 personas entre los 50 y 75 años (1 de ellas, hombre); 22 personas entre los 29 y 49 años y 14 personas entre los 12 y 28 años de edad (1 de ellas, hombre). En la investigación participaron mujeres de sectores populares del Distrito de Buenaventura, quienes estaban vinculadas al Centro de Formación y Empoderamiento para las Mujeres (Ambulua), y/o a la Asociación de mujeres campesinas negras e indígenas de Buenaventura (Amucib), en su mayoría, sabedoras y conocedoras en el uso, cuidado y preparación de algunas plantas medicinales, 2 parteras y un hombre que tenía conocimiento sobre plantas para tratar las picaduras de serpientes.
Inicialmente, las participantes fueron convocadas por medio de llamadas telefónicas y en caso de aceptar participar en el estudio se determinaban los espacios de acuerdo con su disponibilidad de tiempo. Luego, se envió una invitación escrita a su número de WhatsApp. Los talleres presenciales tuvieron una duración de 5 horas, en los cuales se ofreció el beneficio de almuerzo; un detalle importante porque sentarse alrededor de la comida tiene un valor muy especial de afecto y de expresión lúdica donde la sazón es una forma simbólica de integración en la cual se comparten los modos, los tiempos de cada alimento, pero lo más importante es que la comida expresa la alegría del alma.
Uno de los principales materiales empleados fueron las plantas, cada una de las mujeres sabedoras tenía la tarea de llevar una planta para compartir con las demás. En el espacio las mujeres realizaron preguntas, tomaron apuntes, registros fotográficos y vídeos de acuerdo con sus intereses. Para la investigación, en cada sesión una persona realizaba la relatoría del desarrollo de los 4 talleres. A partir de la información obtenida, se diseñará una cartilla a manera de catálogo sobre plantas medicinales.
2. Resultados
2.1. La experiencia de Ambulua: una mirada desde la espiritualidad y la sanación
Se debe valorar y reconocer un antecedente histórico fundamental que se abrió a partir del año 1980 en la iglesia católica mediante el inicio del encuentro de dos iglesias particulares: Esmeralda-Ecuador y Buenaventura-Colombia, dando lugar a la realización del primer Encuentro de Pastoral Afroamericano (EPA32), el cual desarrolla actividades por América Latina y el Caribe en busca de que se viva el proyecto del Reino de Dios a partir de la identidad cultural y se comparta con todo hombre y mujer. Esto sembraría una semilla en el corazón de las mujeres que luego junto a otras experiencias de encuentro dieron lugar al Centro de Formación y Empoderamiento para las Mujeres Ambulua haciendo parte de procesos organizativos como mujeres afrodescendientes. Es así como desde hace 25 años esa unión de mujeres afrodescendientes viene trabajando por fortalecer la espiritualidad desde lo femenino, logrando posicionarse en el corazón de las comunidades y evitando caer en la nostalgia del pasado ancestral y en el reformismo per se, viviendo con sentido y renovando las ritualidades para responder a las angustias y a las necesidades de las comunidades de hoy. Una apuesta donde convergen diferentes sectores organizados de mujeres negras en el país con el objetivo de
Desarrollar procesos formativos que le permitan a las mujeres afrocolombianas de los diferentes sectores del país, liderar acciones en pro de la reivindicación de sus derechos, sociales, políticos, étnicos, culturales, económicos y ambientales; para el empoderamiento de su ser y la participación hacia la transformación de las realidades de su entorno, en el logro y conquista de una Vida Digna33.
Los propósitos como organización se alinean con la presente investigación, estos son:
Implementar el conocimiento ancestral, en los diferentes espacios de la organización, como una herramienta metodológica que permita oxigenar constantemente principios y valores éticos de transparencia, lealtad y respeto profundo hacia los diferentes sectores de la comunidad.
Incorporar en Ambulua, el trabajo específico con niños, niñas, jóvenes y mayores, estos últimos como las/los sabedores del conocimiento, y las y los niñas/niños y jóvenes como herederos del legado que reciben; a fin de garantizar la prevalencia de valores culturales y costumbres identitarios en nuestros territorios ancestrales.
Ser constructoras y referentes sociales, en la armonización sensible, tejiendo lazos de unidad, en convivencia pacífica y en la opción fundante hacia la paz con Justicia Social34.
Las apuestas organizativas como mujeres afrodescendientes incluyen de manera permanente los procesos formativos como una de las acciones principales, formando para empoderar, empoderar para servir, servir para transformar, transformar para generar cambios profundos en nuestras comunidades, en nuestra familia extensa, dejando huellas desde la infancia, la juventud y la niñez, que a su vez se convierten en los herederos, el legado que se proyecta en la cotidianidad, desde lo sencillo y lo elemental.
Este proceso formativo contribuye a enriquecer la cultura, hilando desde la historia, en plantaciones y en haciendas que recuerdan una dura y larga historia de servidumbre y sometimiento; pero más allá, la fuerza combatiente en busca de libertad, mujeres valientes siguen ofrendando su yo determinante en procura de engrandecer su territorio, como fuente de recurso para un mejor vivir. En cada una de estas prácticas el actuar es con respeto y unidad con el Padre Creador presente en todas las culturas, no se convierten en dicotomías frente a las diferentes confesiones religiosas que sus integrantes participan, razón por la cual el inicio es con la invocación del Dios Padre y Madre, un trabajo integrador del ser y, por ende, dando respuesta al espíritu del ser que da la fuerza vital.
Para la visión del mundo africano, todas las cosas en la creación tienen como esencia por excelencia el espíritu del Creador contenido en su interior, sea animado o inanimado; una extensión de la citada noción de interconectividad de las cosas35.
Al abordar el reconocimiento de las prácticas de espiritualidad y su potencial sanador, se identifica la actividad de apertura que realizan las mujeres de Ambulua, la cual se denomina armonización del ambiente y las personas. Este ritual de bienvenida no sólo tiene el propósito armonizador de las personas sino también el espacio físico donde se realiza el encuentro. Colectivamente se construye una simbología o altar, otros la llaman mándala, que permite conectar con la tierra, el aire, el fuego y el agua, un ritual que parte de la espiritualidad afrodescendiente, del legado cultural de los pueblos y las apuestas organizativas que convocan.
Antes de los encuentros, lo ideal es identificar el espacio con anticipación, para leerlo, sentirlo, para saber cómo actuar y qué elementos se deben tener en cuenta, además de los que se hayan elegido por temática y circunstancias específicas. Cada detalle es cuidado con conciencia y conexión. La intención es que cuando todas y todos las/los participantes lleguen, el lugar esté dispuesto con un centro principal, en el cual se encuentra la simbología y una luz que permanece encendida durante las horas que dure el evento.
Los elementos que se colocan y con los cuales se organiza la simbología, dan cuenta de los saberes propios, los saberes ancestrales y del territorio donde se esté en ese momento. Es un «cuido»36 pensado en cada ser que estará participando en ese espacio: primero, se limpian las manos con agua florida, precedido de tres palmadas, rompiendo con el cununo (tambor); luego, se utilizan aceites esenciales, movimiento del cuerpo a ritmo del toque del tambor en clave espiritual, reconociendo el propio cuerpo, de tal manera que cada persona perciba su conexión interior y disposición grupal.
Lo anterior es un recorrer de cada parte del cuerpo con su función respectiva, por ejemplo: las manos, el poder de nuestras manos, tus manos que escriben con la pluma, con las que tocas, estas deben ser sanadoras ¿Qué funciones les damos? Con ellas bendigo, con ellas curamos y sanamos. Los ojos, ¿Cómo nos miramos?, ¿cómo nos miran? Los ojos hablan, son los lenguajes que deben traerse a la organización, se procura que cada espacio sirva para recargar, para salir más livianas, no con más preocupaciones para enfrentar la vida con sentido de esperanza, teniendo en cuenta que muchos líderes y lideresas enfrentan amenazas de todo tipo.
Los espacios son para hacer conciencia del día a día, recordar que hay vida, estar en el aquí y el ahora, se da un mandato a ese día para enfrentar las dificultades que se puedan presentar. El silencio, el encontrarse consigo mismo, es necesario callar, reflexionar, escuchar la voz interna, detenerse, sincronizar mente, corazón y espíritu, es decir, armonizar y sentir.
Son espacios sagrados donde todo lo que se utiliza tiene un valor vinculante a la actividad que se desarrolla (velones, telas, piedras, frutos de la región, plantas, incienso, semillas, alimentos, entre otros). Por lo general, los rituales se acompañan de música y danza; para la mujer y el hombre afrodescendiente la música está presente en todos los acometimientos de su vida, desde su nacimiento hasta la muerte. Arrullar, cantar, tocar los instrumentos, significa movimientos corporales y conexión espiritual. En todo arrullo se baila, el movimiento debe estar presente, ritmos y melodías que narran e incluso significan la resistencia de un pueblo.
Teniendo en cuenta este contexto, los talleres de la investigación se realizaron una vez más con la fuerza espiritual, expresada en sus variadas manifestaciones del saber y conocimiento cultural y ancestral.
2.2. El camino andado
Las categorías de análisis de la presente investigación fueron: mujer afrodescendiente, espiritualidad, sanación, rituales y construcción de paz. A continuación, se presentan los aspectos significativos identificados en la experiencia:
2.2.1. La espiritualidad en las prácticas del cuidado de la salud
En los talleres las y los participantes debían llevar algunas plantas en su estado natural, para que el grupo las reconociera y cada participantes explicara sus bondades. Durante las sesiones, el grupo realizaba preguntas con respecto a su manipulación, el modo de utilizarla, las cantidades y su mística al prepararlas. Al final de cada taller las personas se llevaban la planta que necesitaban.
A continuación, se presentan algunas narrativas de la memoria oral que hacen referencia a algunas plantas (sus nombres, beneficios y efectividad en la salud de las familias):
La sabedora Banguera María desde su experiencia comparte que la hierba de la virgen: «sirve para detener la hemorragia, su forma de preparación es cocinar y se toma como arómatica sin agregar dulce».
La preparación de la moradilla: «Se mezcla con la hierba del espiritu santo o tambien llamada hoja santa y las siete albahacas, se hacen tres tomas para cada día, y tiene como función curar el ojo»37.
De esta planta también se realizan otros procesos, entre ellos están: sobar el cuerpo de la persona que tiene ojo y espanto38, por tres días en el mismo horario y para que el proceso sea más efectivo se debe sobar a la persona que tiene ojo de abajo hacia arriba; se aclara que en el último día del «sobijo»39 la persona se baña con los tallos que se cocinan, con una cantidad mínima de agua.
Otra sabedora, Castro Melania, dice: «La planta del espíritu santo actúa para contrarrestar el dolor de cabeza, y este mismo con la hierba del llantén y la miel de abeja, se licua y sirve para botar los cálculos, así mismo es efectiva para el higado».
El anamú pequeño fue otra planta, el conocimiento de esta lo aporta la sabedora Mancilla Claudia: «Uno de los beneficios que aporta su hoja es curar el cáncer, además de ser efectivo cuando las mujeres dan a luz, su forma de preparación consiste en triturar la hoja para sacar el agua, y esta se le da a la mujer para acelerar el parto, permitiéndole al niño nacer en buen estado. Otro de los beneficios es curar la sinusitis, se aplica una gota por cada orificio de la nariz».
Por su parte, el señor Garcés Eleuterio compartió una variedad de plantas útiles para curar picaduras de serpientes, entre ellas mencionó: «La chupadera, el piojito o lengua de candado, hierva de la equis».
En los talleres también se compartieron algunas prácticas gastronómicas saludables, como utilizar el coco: «el aceite de este producto es útil para la memoria y el agua de coco, también llamada agua de pipa, que sirve para los riñones y actúa como suero natural». Se hace la advertencia de algunas dietas en cuanto a qué alimentos no se pueden consumir después del parto o alguna cirugía, por ejemplo, algunos productos marinos que pueden ser dañinos, se menciona el camarón, la piangüa, el toyo, el tiburón, la jaiba, el cangrejo azul, entre otros. Así mismo, se acentúa en aquellos alimentos que ayudan a cicatrizar cirugías, como por ejemplo el jugo de naranja, la panela y la arracacha preparada en sus diversas recetas.
También, se enfatizó acerca del poder sanador que cumplen las botellas que se preparan introduciendo plantas específicas dependiendo el caso: bejucos, canela, clavo de olor, anís estrellado, pimienta dulce, jengibre y la bebida artesanal típica en las comunidades negras del pacífico colombiano, el viche40. La preparación de estas botellas puede dar como resultado bebidas amargas o dulces, a causa de las hierbas y especias que contienen. En el común son conocidas como botellas curadas.
En el último taller participó una joven embarazada, al finalizar la jornada se le entregó un regalo a ella y su bebé, el cual fue un ritual corto y sencillo, este como preparación al parto: se dispuso un círculo, la joven madre en el centro del círculo, se encendió una luz blanca (veladora), se colocó incienso, sus manos ungidas con aceite de coco, al frente de ella los músicos con la marimba, el bombo y el cununo. Primero, cada persona presente elevó una plegaria por el bienestar del bebé y el parto tranquilo para la joven madre; luego, empezaron a sonar los tambores en clave espiritual, para lo cual los músicos se dispusieron internamente y se limpiaron y ungieron sus manos con aceites.
En la medida que los tambores registraban sus vibras sanadoras, la joven cerró sus ojos, orando en lo interno y guiada por el toque espiritual. En este instante el grupo fue sorprendido porque ella mostró a todas y a todos los presentes cómo se movía su bebé en el vientre, era tal el movimiento que la ropa no era impedimento para evidenciarlo. Los presentes estaban más sorprendidos cuando ella narró que en los 6 meses y medio que llevaba de embarazo, el bebé nunca se había movido y eso era una de sus preocupaciones. Se terminó el ritual con la plegaria en círculo, decretando en una palabra el deseo inicial: bienestar a los dos, se bajó la intensidad a los tambores, aumentando en ritmo suave y sonoro con la marimba.
El sonido del tambor y sus místicas vibraciones, guardan su poder transformador para crear un ambiente propicio, ellos relajan, bajan tensiones que los cuerpos cargan en su rutina diaria, crean una atmosfera energética en círculo sagrado, se convierten en una terapia que facilita, eleva y conduce a un estado tranquilo y sereno, para luego llevar a cada persona y al colectivo en una sensación de alegría, armonía y unión, es decir, los tambores tienen el poder de sanar, pero para que esto suceda es importante que las manos que lo tocan sean las indicadas, personas que se dejen guiar por la fuerza ancestral y su energía espiritual. Es la creación de espacios comunes entre culturas para el diálogo41. En el mismo sentido se reitera la celebración a la vida, de allí que cada acontecimiento se convierte en fiesta, en la oportunidad para continuar tejiendo la esperanza, apostándole a la convivencia pacífica, resistiendo, soñando en lo posible y haciendo juntanza para conquistar derechos y transformar realidades.
2.2.2. Cantos y arrullos que conectan en vivencia espiritual
Otro aspecto importante de la espiritualidad afrodescendiente son las composiciones en canticos, los ritmos particulares y propios del pueblo negro, definidos como arrullos. Este tipo de composiciones han sido utilizadas en las manifestaciones religiosas, en la devoción a los santos y a los difuntos y se constituye como un ejemplo de inculturación y apropiación autóctona.
En las tristezas y alegrías, vivir es celebrar y la celebración sin cantos, arrullos, toque de marimbas, tambores o sin el rítmico movimiento del cuerpo, no se concibe. El canto es como una apuesta reivindicativa a favor de la vida en comunidades del Pacífico colombiano, tierra de cantoras en protagonismo de mujeres e improvisando sus versos para decantar su historia42.
Los momentos más importantes de celebración comunal en las poblaciones afrodescendientes del Pacífico Colombiano son el nacimiento, la muerte y la conmemoración a los santos. En medio de estos acontecimientos de arraigo comunitario, el canto se convierte en un eficaz instrumento de unión y expresión y, en estos sucesos, se recrean versiones tradicionales de las manifestaciones vocales más antiguas. Los arrullos de santos, alabaos y romances hacen parte de esta tradición oral en la que se refundan permanentemente los sentidos y se reviven nuevas sonoridades43.
Un pueblo que ha sobrellevado con alegría las hostilidades y adversidades, por eso aún en el dolor canta, danza, celebra la vida y la convierte en fiesta; de allí una característica particular en sus vivencias espirituales: celebra y agradece con el canto, una forma de resistencia cultural44.
Es traer al momento presente recuerdos registrados en la memoria, añoranzas y vivencias de hechos cotidianos que han marcado ya sea de manera positiva o negativa a la persona y la comunidad; en todo ello siempre está el hilo que conduce a entretejer con el tiempo, su legado, sus ancestros, aquello que ni el tiempo ni las circunstancias de sometimiento no han podido borrar. Priman las voces de las mujeres, en lenguaje popular y en clave de arrullos del pacífico colombiano, denominadas con el término de cantaoras45.
Los instrumentos que acompañan estas rítmicas melodías son un legado de África recreados en el pacífico colombiano, todos son instrumentos de percusión donde predomina el golpe, el saber dejar caer las manos, permitir que el instrumento hable, libere, conecte, al punto de crear un ambiente en éxtasis armónico en el que sólo fluye la unión y se estrechan vínculos, respondiendo al llamado del tambor.
Los instrumentos musicales del folclor en el pacífico colombiano tienen los siguientes nombres: la marimba, conocida como el piano de la selva; los materiales con los que se elabora son la chonta y la guadua. Los bombos: son dos, macho y hembra, uno más pequeño y el otro más grande, por lo general se dice «con el pequeño se arrulla, con el grande se apaga» y los golpes son más secos, fuertes y profundos. El guasá: son como cuencas de agua, el sonido de este instrumento complementa la armonización; su sonido es similar al de las maracas, pero por las semillas secas que lleva dentro (achiras) y la guadua como un cuenco donde se depositan las semillas hacen de este instrumento un elemento con el cual se juega coreográficamente al momento de tocarlo y se sincroniza con los demás instrumentos sagrados de África. Todos juntos en su melódico sonar, arrullando con las voces de las cantoras es lo que usualmente se llama formato marimba.
Por estos significados, en un ritual o ceremonia del pueblo afrodescendiente es imprescindible tocar, cantar y danzar, compartir alimentos, es decir, celebrar; por ello, difícilmente en un arrullo se presentan peleas. Para entrar en el festejo de un arrullo no se necesita ser invitado previamente, el solo sonido del tambor llama e invita, se puede entrar, hacer parte. Si es un músico puede pedir que le permitan tocar los instrumentos y si es cantaora hay formas, gestos y percepciones que permiten identificarlas y simplemente la persona entra en ambiente, responde al arrullo, glosa el coro e improvisa sus versos si lo desea, incluso puede llegar a ser una de las voces que glosan los siguientes arrullos.
Participar en un arrullo implica salir alegre, rebosante en energías, son momentos donde desaparecen los dolores e incluso es una buena terapia en las personas nerviosas, que tienen afligimientos, depresiones o tristeza. Tocar el bombo es romper nudos en la garganta. Cabe anotar que los ritmos son variados, dependiendo de la ocasión y el acontecimiento, por ejemplo, el bunde es un ritmo calmado, tal y como se conoce dentro y fuera del país: El bunde de San Antonio, a continuación, un fragmento de este:
Mira qué bonito lo vienen bajando
Con ramos de flores lo van coronando
Orroí, orroá, san Antonio ya se va (bis).
Otro ritmo es la juga, utilizada la mayoría de las veces en composiciones de fiestas a los santos patronos de los pueblos. Una danza también muy conocida es la danza madre, el currulao, antes llamada bambuco viejo. No todas las cantaoras glosan un currulao, este ritmo tiene sus variantes en códigos, silencios, sonidos con la voz en los cuales no se identifica lo que cantan, es muy en clave de sus protagonistas, al interior de las personas que lo entienden, lo viven y que han sido cultivadores en el talento del toque de la marimba.
Otros géneros musicales no requieren instrumentos de percusión, por ejemplo: los alabaos o los coros de solo voces, utilizados exclusivamente en los momentos de duelo, acompañamiento y despido de un difunto. Son cánticos de dolor y su contenido es de aclamación, perdón y encuentro con su creador, lamentos donde se identifica a la muerte en la espera del día que llega y la tristeza que ella causa.
Por otro lado, los altares son una tradición muy utilizada en las casas, son espacios sagrados para las familias, los cuales tiene ritos específicos para determinados acontecimientos de la vida. Estos ritos han sido interiorizados gracias al legado cultural, un legado en el que la mujer juega un papel esencial, pues ella es la transmisora de los valores, las costumbres y las celebraciones ligadas a la herencia africana.
Los santos fungen son intercesores, son guías que acompañan, protegen y fortalecen espiritualmente a una persona. Se puede decir que el pueblo negro en Colombia ha respondido al encuentro personal con su creador y con los seres de luz que de alguna manera facilitan y disponen su ser para que haga de la vida una celebración, una fiesta, donde tiene cabida la alegría en cada manifestación dada, con sus tambores, marimba, guasá, flauta, entonando sus aires, música del pacífico, música del litoral. Se puede entender perfectamente como una respuesta al salmista, cuando dice: «Alabadle con clanglor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara, Alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta. Alabadle con címbalos sonoros, Alabadle con címbalos de aclamación» (Salmo 150: 3-6)46.
Un festejo por la vida, una escuela en el tiempo que solo se requiere ser miembro de la comunidad, participar de sus fechas especiales o sencillamente convocarse por un acontecimiento inesperado que involucra la comunidad. Momentos privilegiados que se convierten en la mejor escuela de aprendizaje en el tiempo. «La enseñanza se garantiza por el dinamismo de la celebración: los niños aprenden, los jóvenes gozan, los adultos festejan, los ancianos rememoran, la comunidad vive, se crea una unidad de sentido vuelta memoria viva y mecanismo de reparación social»47.
2.2.3. Cultura y ancestralidad
Diferentes autores resaltan que las investigaciones que se relacionan con la cultura Pacífica y la espiritualidad afrodescendiente no son un trabajo acabado, sino que recientemente se están explorando estos fenómenos. Entre tanto, es importante que no se pierda el lenguaje cotidiano, popular, cercano a las comunidades urbanas y rurales, haciendo gala de lo que se es, procurando reflexionar en la espiritualidad afrodescendiente, no como un debate que confronta, sino más bien en el diálogo abierto y franco en términos del respeto a las diversidades y, por supuesto, a las creencias y sus espiritualidades. Hay que recordar que el centro de esta investigación son las mujeres afrodescendientes, con la fuerza de su liderazgo transformador y la espiritualidad que da fuerza a sus luchas, revistiéndolas de autocuidado y sanación.
Las sabedoras, mujeres afrodescendientes, no provienen de un contexto académico, sino que poseen un saber que está en la memoria, producto de un legado por transmisión oral. Por lo tanto, el encuentro realizado en el estudio fue potenciado por ese saber, como una experiencia que reafirma el auto-reconocimiento, la autoestima, un decantar que pasa por el cuerpo, con una postura inmersa en ambientes sanos y saludables, producto de un proceso sanador en lo individual y lo colectivo.
En el mes de septiembre del año 2019, en la ciudad de Buenaventura, un grupo pequeño, integrado por el Obispo de la Diócesis y tres mujeres negras, soñaron y realizaron en colectivo un espacio sanador, el cual se nombró Buenaventura, una propuesta de intervención desde las diferentes espiritualidades. Esta primera actividad (de las siete que se planearon) fue un novenario para ahuyentar el viento de la muerte. Estos nueves días hacen referencia a los que usualmente realizan la comunidad negra del pacífico colombiano en un novenario, que se le hace a un santo determinado con sus rezos y plegarias continuas, para despedir a los seres queridos cuando fallecen.
El colectivo realizó esta práctica a partir de la religiosidad popular y con una profunda espiritualidad ligada a la ancestralidad afrodescendiente: transitaron 9 días, por 9 puntos muy neurálgicos en la ciudad, a partir de allí, como en un anclaje que se levanta con firmeza, se oró mediante ritos espirituales. Las melodías expresadas en los cantos de alabaos e intercaladas con los canticos penitenciales de la liturgia católica, se convirtieron en espacios de encuentro en torno a la palabra, clamando perdón e implorando que se ahuyente el viento de la muerte, en tanto que este no corresponde según el plano divino en cada ser sino a las partidas abruptas, arrebatadas que irrumpen los ciclos del existir «normal».
Lo compartido a partir de esta experiencia en Buenaventura ha implicado un detenerse con profundo dolor frente a lo que han significado las muertes por Covid-19, las desapariciones violentas, entre otros, muertes sin acompañamiento, popularmente se suele decir: sin darle la cristiana sepultura. Se les ha negado a las personas ver al muerto, saber dónde está, qué pasó e incluso prohibirles que lo lloren. Esto es un acto que fragmenta y quita las prácticas, los rituales, las ceremonias, el celebrar la muerte para edificar la vida. Es, pues, un drama con muchos matices que aminoran arraigo, creencias y lo más profundo: espiritualidad y fe para seguir caminando y sobreviviendo.
Razón por la cual, es importante dar respuestas encaminadas a seguirle apostando en celebrar la vida, abrigando la esperanza del cambio que camina en la construcción colectiva, reinventando el día a día y allí es donde precisamente se evidencian las ritualidades y simbologías que tienen su arraigo ancestral, lo cual se convierte en una importante oportunidad.
Las mujeres (en especial las mujeres afrodescendientes) siempre han estado velando por el bien común en sus territorios. Hoy en la reivindicación de derechos reclaman participación y representación, retomando la capacidad de servir en coherencia a su esencia y vivencia espiritual, en este bienestar han ofrendado sus vidas al servicio de sus comunidades rurales donde la mayoría han carecido de servicios básicos y prioritarios como lo son la salud, el acueducto, la energía eléctrica y la educación. Sin embargo, solo las manos y la sabiduría de las mujeres, utilizando el conocimiento de las plantas, sus usos y servicios, ligado profundamente con una espiritualidad del legado ancestral, legado de antepasadas y antepasados, sencillamente ¡África presente!, han contribuido en este panorama.
Se puede decir que es sabiduría que viene de lo alto, es riqueza espiritual, hablando y transmitiendo mensajes vivenciales de amor, allí donde el palpitar del corazón se abre para que solo hable el yo interno, es contemplación, es sabiduría, es conexión divina, conexión con lo invisible, es experiencia de fe. No obstante, al ser limitados en el lenguaje común verbal y expresivo, la espiritualidad se limita en su manera de transmitirla, explicarla y mucho más si esta está referida al pueblo afrodescendiente.
Es resistir frente al dolor, el pánico, el susto y el miedo que pareciera no querer retirarse en las vidas de los habitantes de los territorios ancestrales que, con cada noticia de asesinato de líderes y lideresas, surgen interrogantes como: ¿Qué está pasando?, ¿qué sigue? Esto da lugar de manera espontánea a la aclamación: ¡Dios mío! Tal situación, se convierte en una cadena de riesgos más fuerte y sensible para las mujeres, en especial para las mujeres afrodescendientes de estas comunidades.
Seguir trabajando por la transformación social, política, cultural, espiritual y ambiental del pueblo es y seguirá siendo un compromiso, buscando en todo momento por una vida libre de violencias: que el oleaje bravío pase, cese la larga espera, para seguir celebrando la vida. El propósito es que estas mujeres soñadoras de un territorio en paz tengan mayores oportunidades laborales y acceso a estudios superiores, que se garantice la protección y la seguridad del territorio para ejercer con mayor tranquilidad su ciudadanía; un territorio donde la vida sea respetada y valorada. Desde la apuesta organizativa del Centro de Formación y Empoderamiento para las Mujeres Ambulua, se desea seguir aportando, atrayendo en luz y resplandor, para que con todas y todos se reconstruya el puente por el cual se pueda volver a transitar en confianza, respeto, armonía, reconciliación, paz y amor fraterno.
Es posible expresar con vehemencia que esta capacidad y libertad espiritual de la mujer afrodescendiente, contribuye a sanar a toda una comunidad que hoy está enferma, agobiada por tanto dolor, muerte, horror y miedo; llamadas y llamados a perdonar, a encarar verdad, desarmar corazones y permitir seguir celebrando la vida, resistiendo y conviviendo de manera pacífica. Es aquí donde su presencia espiritual recarga, oxigena y, con el permiso del Dios Padre y Madre, puede manifestarse emitiendo luces y bendiciones para reparar, retomando fuerzas y liberando mentes.
En este punto, se empieza a entender cómo muchísimas matronas y abuelas orientan cada momento relacionado con la muerte de una persona, como por ejemplo las visitas al cementerio después del entierro: «En la zona rural esta práctica no es frecuentemente por muchos motivos que aparecen a manera de creencias: El frío del cementerio afecta los huesos. No se debe perturbar a los muertos. Cementerio que se limpia, llama muertos»48. El fragmento anterior es del libro de la autora Ana Ayala, en el cual hay un relato con las recomendaciones a tener en cuenta para visitar un cementerio; estas provienen de la religiosidad popular y de las devociones que hay que tener a los difuntos/ las ánimas, los santos y los antepasados. Aparecen algunos aspectos claves de la manera en que se vive el fallecimiento de un ser querido en la región del pacífico colombiano, por ejemplo: la diferencia en los tipos de rezos, cantos, adornos en el féretro (en el momento del velorio), diferenciado entre adultos, niños y jóvenes.
En todo este tipo de oraciones, registradas en la memoria colectiva, ha jugado un papel importante el recuerdo como biblioteca personal, se trata de personas que a veces no saben leer ni escribir, pero con la capacidad de memorizar y aprenderse muchas oraciones al pie de la letra. Estas oraciones no se encuentran ni se encontraban en catecismo, eran propias de las comunidades y solo se trasmitían en tradición oral, de persona a persona, a quienes ellos elegían dentro del grupo de la familia extensa.
En este sentido, es necesario fortalecer y visibilizar los escenarios liderados por mujeres negras en los territorios y el país, apoyando el surgimiento de nuevos liderazgos, convirtiendo sus espacios autónomos en espacios propicios de crecimiento afrodescendiente, no como un acto aislado en la apertura de los eventos, sino ante todo en la deliberación de contenidos, asumiéndolos con respeto a las diferentes espiritualidades que dan cabida a la libertad, e integrando todo lo que se es y se tiene para el crecimiento y desarrollo personal y colectivo. Encontrando así la respuesta y el alivio para no detenerse en la dura tarea de seguir siendo lideresas en los territorios y el país. Edificando procesos que sigan siendo voz que se levanta para edificar en el ser y desde el ser, articulándose en espacios formativos, de reflexión y análisis sobre sus propios derechos, la realidad social y en capacidad de afectar positivamente su entorno local, nacional e internacional, siendo necesario formar equipos no solo en su organización en particular, sino también en el conjunto del movimiento social de mujeres y el movimiento afrodescendiente.
Así mismo, a partir de sus experiencias organizativas, las mujeres viven de manera profunda la cultura y la espiritualidad. En la siguiente narración dos mujeres ecuatorianas, Katherine Chalá y Aelxandra Ocles, lo describen: «En la vida de las mujeres negras se evidencia con mayor claridad toda una variedad de cultos y celebraciones litúrgicas y para-litúrgicas, por un lado y por otro lado, expresiones de que la mentalidad occidental considera “profanas”. De allí que “hay una doble vertiente de espiritualidad afroamericana, que hunde sus raíces en la tradición cristiana y también en las religiones tradicionales africanas. Esto le da una riqueza única en su espiritualidad. Es indudable que el afroamericano [y la afroamericana, especialmente] reconozca la presencia de Dios en medio de la vida»49.
Diferentes aportes desde la mirada de mujeres negras alientan en el abordaje temático de sus espiritualidades, sanando desde los territorios ancestrales, en unos procesos de interiorización, con el conocimiento de las plantas y con la autodeterminación de sumar en la construcción colectiva a favor de la paz en los territorios, sin duda alguna un camino de aprendizajes en relación con su entorno y legado. Mary Lucía Hurtado lo esboza al referirse a las «herederas del legado de las ancestras» expresa: «Desde mi experiencia de vida, siento el poderoso legado de mis abuelas negras como el primer aliento e inspiración. Cada vez soy más consciente de su aporte silencioso, realizado desde posiciones abiertamente desventajosas, quizás muy cercanas a la situación de las mujeres negras esclavizadas, haciendo posible la existencia de varias generaciones de mi familia y, por tanto, ellas son la base y el fundamento de mi existencia hoy»50.
Son mujeres tejedoras de esperanzas, portadoras de sabidurías, saliendo al paso en medio de las vicisitudes, innovando y proponiendo desde sus propias cosmogonías, referenciadas entre sí y desde el vínculo materno recibiendo y entregando para sobrevivir. Es en este ir y venir que se sitúan las oraciones previas en un antes, durante y después, en el silencio, donde se sabe que una mujer está orando por la actitud, la postura y reverencia; es decir, lo ejercen en un acto profundamente intimo con su creador y su guía espiritual, que por lo general es un santo, sea del santoral católica o de alguna religión de matriz africana. Es un acto sagrado en experiencias de fe, diferente en cada persona, un sentir que viene de adentro, experiencia divina, experiencia de Dios, asumiendo responsabilidades, empoderando en el liderazgo social y comunitario, donde prevalece el servicio desde la ternura, la incondicionalidad que se doblega en respuesta de amor.
2.3. Legado que se recrea
A partir de la sistematización de la experiencia, como paso final se tiene la devolución de los resultados a modo de lecciones aprendidas. Estas se recogen en la escritura de expresiones de la espiritualidad y la sanación, mujer afro, comunidad, una devolución para el servicio del pueblo y por el liderazgo de las mujeres:
En lo referido a espiritualidad y sanación, se diseñará una cartilla que sirva de guía de algunos rituales ancestrales, de tal manera que estos se conviertan en herramientas y ayuden a otras lideresas a dirigirlos para armonizar los espacios formativos al interior de las organizaciones y que se posicionen en los eventos de gran impacto, no como el arte que se muestra sino como la conexión divina presente en las apuestas, sanando vidas y desarmando corazones.
A nivel de salud, la edición de la cartilla sobre el uso de algunas plantas medicinales, un material útil para que las personas que participaron en el estudio repliquen las diferentes preparaciones de las plantas medicinales, incluso es un apoyo para compartir con otras mujeres pertenecientes a la organización, adultas y jóvenes; un aporte que entre otras cosas, hace un llamado para que desde las comunidades y las apuestas organizativas de las mujeres afrodescendientes se registre por medio de la escritura como un material por el cual perviva la práctica, su enseñanza y el legado recreado, aportando significativamente a la construcción de paz. Todo un reto donde ha de florecer la flor de la esperanza.
En este ejercicio investigativo y desde la sabiduría heredada, ha sido notorio e importante recordar aquello «acuñado» y aprendido desde la infancia: he aquí una construcción narrativa donde además se reafirma la riqueza en recursos que la naturaleza otorga a los territorios carentes del potencial económico, esta surge en el ejercicio de investigación del artículo:
Bajo el susurro del canto, el vaivén de las olas del mar, que envuelven en su espesura el mágico encanto de saludar con su bravura, en destellos de espumas que alborozadas se abrazan, diciendo aquí estoy presente, para sanarte, alimentarte y hasta llevarte a otros lares.
Soy la obra creadora que el omnipotente surcó en sus varios continentes. Si me ves no tengo fin, si te detienes mira mi horizonte infinito e inalcanzable, cambio de colores al rítmico andar, estoy en peñascos, en playas de arenas, en fangos de lodo; pero en todos lados llevo sanidad y con bendición, reflejando el secreto de mi Padre Creador; soy torbellino que apaciguado se vuelve al no encontrar regazo para mi feliz descanso
(Aura Dalia Caicedo Valencia, autoría propia).
Duelo, despido y acompañamiento, tres aspectos relacionados con el acontecimiento de la muerte. Después del sepelio, la familia sigue reunida durante 9 días a causa del ser querido que se fue al viaje sin retorno, como si aún algo de ese ser amado se encontrara caminando en la casa que habitó, sus pertenencias aún quietas (su ropa, sus elementos de uso personal, su cama). Dentro de esos nueve días, hay un gran día que significa el despido: es la última noche, su cuerpo ya no está y de ahora en adelante su espíritu, que es la forma en que va a seguir existiendo, no va a estar tan cerca, se va. Todos estos momentos hacen parte del duelo, de trabajar el dolor, de entender que la hermana muerte se anticipó en un ser de la familia, pero que luego llegará a todos.
A continuación, una sugerencia que puede ser de ayuda en las actuales circunstancias de pandemia por Covid-19, sumado a las otras tantas que la violencia en los territorios ha implantado en su táctica de amedrantar, someter con el miedo y fracturar vínculos y momentos importantes de vida comunitaria. En memoria y presencia de los que ya partieron a la casa del Padre:
Se puede hacer el novenario al difunto en su casa, con sus hijos, el esposo, compañero, sus hermanos; si tienen la posibilidad de hacerlo en cadena, con varias amistades y familiares, invítelos a una hora específica, puede utilizar la tecnología y cualquier persona que lo desee podrá unirse. Hay que tener en cuenta que cuando se ora por los demás, se devuelve en bendición.
Todos los días encender una vela, disponer de un vaso con agua, si tiene una imagen o crucifijo colóquela (opcional); si usted participa en alguna iglesia cristiana donde no utilizan elementos sacramentales (agua, luz o incienso), solamente ore por su ser querido. Hágalo por los 9 días, los 9 días son importantes desde el plano espiritual para quien ya viajó hacia el encuentro con el Padre.
Si usted necesitaba decirle algo importante (al difunto) y no alcanzó: el día noveno (la última noche), en el que usted estaría haciendo un gran despido (si no existiese la pandemia Covid-19), puede utilizar una hoja de papel, escribirle o hablarle. Léala, para asegurar que le expresó lo que usted deseaba. Tenga en cuenta que todo debe ser en positivo, nada de insultos, frente a la muerte no cabe el odio, ante la muerte se perdona, se reconcilia, se hace un pacto de paz.
Ahora, se puede elevar una oración clamando al Altísimo, por intermedio de su hijo Jesús, igual a la madre de Dios, para que se otorgue el descanso eterno, es decir, llegue a la vida eterna, llegue a la luz, llegue al paraíso, a lo que llamamos cielo, que es gozar permanentemente de la presencia de Dios. Luego, queme el escrito con incienso, palo santo o eucalipto y un poquito de romero.
Las cenizas del papel se pueden echar en una matera, si tiene un solar con árboles, también puede ponerlas en la orilla del mar o en un río. Antes de colocarlas, se pide permiso al mar, a la tierra o al lugar en donde lo vaya a realizar. Al finalizar de gracias y deje una luz blanca encendida (esto último depende del lugar, sino es posible la enciende en la casa).
Tener presente los canticos: Los alabaos al inicio o final en los días del novenario, otra opción importante muy del común de las comunidades son los cantos penitenciales, en otros términos, es la alternancia entre oraciones y los cantos.
En el noveno día, de ser posible, se puede realizar otro ritual que puede ayudar a vivir el duelo y el despido. Con lo que se tenga en casa se debe hacer el almuerzo, el desayuno o la cena de ese día, una comida que a esa persona (difunta) le gustaba. Compartir todos en la mesa, orar, dar gracias por la existencia del ser que se fue tan de prisa, hacer recuerdos en positivo y compartir; sin duda alguna el espíritu de ese ser amado agradecerá, terminando su ciclo de estancia en ese espacio que ya no le corresponde, este gesto de gratitud servirá en armonía y tranquilidad a los integrantes de la familia.
Recobra importancia la presencia y participación activa de las mujeres en espacios religiosos y espirituales, su capacidad de acoger, la preocupación permanente por su entorno familiar, de vecindad y comunitario, pero lo más importante, su presencia que a veces desde el mismo silencio comunica, con su mirada, sonrisa o simplemente en lágrimas; acompaña y nutre desde su ser. Su espíritu abierto y comunicativo, expresado con su propia voz a partir de los cánticos muy propios de la mujer afrodescendiente del pacífico colombiano: arrullos y alabaos, en los que solo ella y ellas en un murmullo saben qué decir y cómo decirlo.
Con la siguiente construcción poética, se quiere dar un pulso, no solo para sostenerse, sino ante todo acuñando a la memoria, depurando en el tiempo y reabriendo la esperanza, para encontrarse de nuevo. Se titula Retos de Paz en mi Territorio:
Sueño contigo en la alborada de la mañana,
Presagiando encuentres cambios en tu brisa marina
Y así levantaré mis brazos al horizonte,
Fuerte y poderosamente humana.
Pidiendo al creador del universo
te siga prodigando y salgas de la ruina
Oh mi reina y bien amada choza mía,
Te vestías de guadua, guayacán, nato y chachajo
Te peinabas con hilos dorados de paja seca,
eras linda, nada de reprimía.
Oh, ¿Qué pasó con tus encantos?,
¿A dónde los dejastes? ¿O fue aquel borracho?
Seguramente enloqueció por ti, eras rica y no sabías,
No cuidasteis mi amada tus secretos,
tus murallas tus surcos de arrecifes;
Hoy, son bastiones del olvido
que el mísero canalla te postra en la miseria.
Esa fue su estrategia, doblegarte, robarte y a tus hijos someterles
¿Recuerdas aquella noche en luna llena?
Me dijisteis: hija tu y yo, todos nosotros,
somos linaje, príncipes y guerreros que de África nos secuestraron;
Fue por eso que, en tierras inhóspitas,
las convertimos en moradas dignas.
En las que, sin lujos del consumismo,
se regocijaba la vida, descanso, salud y sin pretender ninguna huida.
Hasta cuándo laceran tus entrañas,
Hasta cuándo nuestras vidas en peligro;
Hasta cuándo sustentas esa calaña.
Que envenena en odios y así engaña.
Pero vamos, ya no hay queja, odios y rencores.
Solo queda mirarnos a los ojos;
Darnos la mano, hacer las paces.
Salir airosos y sin rencor perdonar todos los daños
Eso haremos, ya todo está hablado
Congeniemos la minga se retoma y vamos juntos;
El camino se reabre aún nublado,
Saquemos adelante el pueblo junto.
Es la puesta por la vida, la justicia con la paz
Ya no es tiempo de espera y de flojera;
Desarmar tu corazón, eres capaz,
Vivir tranquilos será nuestra delicia,
esta es mi tierra y soy su cuidandera.
(Aura Dalia Caicedo Valencia, autoría propia).
Celebrar la vida en medio del dolor, sembrar esperanza a pesar del dolor, renovar sentimientos pese al dolor: es y seguirá siendo la respuesta de muchas mujeres afrocolombianas, tejiendo entre sus manos la historia de un pueblo que ha sabido resistir sin perder su esencia.
Conclusiones: Tejidos de esperanzas, manos de mujeres
A lo largo del presente artículo, se puede evidenciar que en relación con el objetivo general de la investigación las mujeres afrodescendientes siguen recreando prácticas espirituales a partir de sus vivencias, que incluso, hoy hacen parte de las metodologías y agendas de los procesos organizativos liderados por mujeres. Un entretejer obligatorio por estar antecedido de una larga historia de sometimiento y marginación que, sumados con el contexto actual, duro, triste y violento; en el cual ellas deben seguir buscando en su esencia caminos de liberación y dignidad.
La historia es garante de un pasado doloroso y triste: la esclavización y todo lo que significó tal sometimiento, la fuerza interior de las personas africanas, el ashé impregnado en todo su ser, permitió no doblegarse, resistieron, capaces de generar gestas libertarias en cimarronajes y palenques; hoy la mayoría de los territorios donde habitan los afrodescendientes en Colombia, están signados por la muerte del abandono y las carencias del mínimo vital, empeorando mucho más tal situación, el desplazamiento forzoso, amenazas a líderes y lideresas sociales, y el sin número de muertes que no gozan de registros visibles, sin embargo, en medio de este panorama, se alienta un resurgir, retornar a la esencia sagrada, cultivar el ser, aflorar la espiritualidad como alternativa de bienestar, sanar vidas, armonizar su entorno, conectarse con la tierra, encarar miradas cultivando espíritu, para reencontrarse como pueblo y encontrar respuestas a los gritos de ayuda, fuerza y persistencia ante las dificultades, para seguir celebrando la vida, todo ello significa espiritualidad; justa y necesaria para todo el territorio nacional.
En el primer objetivo específico, se identifican las prácticas sanadoras, en la actividad de entrada que realizan las mujeres de Ambulua, especialmente al iniciar la actividad, en el momento denominado armonización del ambiente y las personas. Inclusive la música y el toque de los tambores, afirmado por autores que han investigado dicho aporte de la africanidad y que hoy se recrea en territorios que habita la población afrodescendiente 51. El conocimiento de las plantas, la rítmica propia de las mujeres afrodescendiente son evidencias de un legado, de una fuerza que el tiempo no ha podido borrar, las sabedoras que compartieron sus conocimientos, es una mamá chiquita de África regando semillas de ancestralidad.
A partir del ejercicio investigativo, el segundo objetivo específico y la pregunta planteada en el presente estudio, se puede concluir que las mujeres afrodescendientes no han perdido su esencia, y esta espiritualidad se retoma para mejorar el diario existir. Volver a las raíces, cultivar la vida interior que supone además arraigo por el territorio, no solo alimenta en recursos naturales para el bienestar del cuerpo, sino también ayuda a fortalecer el espíritu. Es allí donde se encuentra respuesta, utilizando lo elemental y sencillo para transformarlo en memoria construida, a través de vivencias y prácticas que deben aportar a la sanación y paz del territorio y las personas que lo habitan.
Respondiendo al tercer objetivo específico, los aportes en la construcción de paz se evidencian en la experiencia vivida en Buenaventura en septiembre del 2019, en el ritual para ahuyentar el viento de la muerte.
Con todo lo anterior, se da respuesta a la pregunta de investigación formulada, a partir de la experiencia de Ambulua, sistematizando un camino andado, la retroalimentación en los 5 talleres (4 presenciales y uno virtual) y las líneas dialógicas de los autores que se han sumergido en el tema desde sus variadas categorías.
De esta manera, en el objetivo general: Reconocer en las vivencias y prácticas de las mujeres afrodescendientes, elementos inherentes a la espiritualidad africana, a fin de darle importancia en los aportes que están presentes en sus comunidades y los cuales contribuyen a la sanación y construcción de la paz, se conecta dialógicamente con el camino andado, la experiencia de Ambulua en su quehacer organizativo, al igual que los cuatro talleres realizados donde se recolectó información para la elaboración de un recetario que recoja el cúmulo de saberes acerca de las plantas, útil para la población juvenil y las mujeres con quienes se comparten procesos y se acompaña en el caminar.
Un punto final en este escrito, acompañado de la siguiente construcción poética, indicando que se reabren los caminos para continuar tejiendo en filigrana, el decantar que va dejando huellas, escritas con la pluma del legado, envueltas con sus hojas de esperanza y selladas en corazones desarmados.
Mis palabras en lo escrito sean la voz,
que se prolonga en el tiempo de las que me antecedieron,
sean la pluma que no corta el hilo que se teje en la historia,
sino más bien, el hilar de los sueños hecho tangible;
en el hoy que se nutre del presente
y el pasado que forja el camino andado.
Pido disculpas a todas ellas,
algunas ya no existen en lo corpóreo,
solo su espíritu acompaña nuestras luchas,
yo retomo de ellas y por ellas escribo.
Gratitud con todas ellas,
eran sabias mas no academia
corazones que se juntaban al ritmo de la marimba,
bombo cununo y guasá,
allí mis manos silenciosas iniciaron movimientos,
combinados con las voces y glosando un currulao.
Escuchaba, observaba, cantaba con movimientos,
sin darme cuenta que esta es mi escuela,
formándome e impulsando en el mandato de la vida:
Servir y comprometerse con el alma y todo el ser,
en la causa de un pueblo y concretado en una opción
la que luego se describe en la Fuerza de la Mujer.
(Aura Dalia Caicedo Valencia, autoría propia).
Pese al dolor, está presente la alegría y esta a su vez se convierte en una herramienta simbólica en danzas, música de tambores, cánticos como los alabaos, arrullos, poesía y rituales. Con ellos se afirma y reafirman su deseo y compromiso por la paz integrando la dimensión espiritual en la que justamente tanto los sectores indígenas como afrodescendientes, desde sus propias cosmogonías son un referente en las prácticas integradoras que confluyen uniendo las naturalezas y las divinidades como una energía y fuerza vital a favor de la humanidad.
Por eso, si la guerra ha dejado huellas que menoscaban la dignidad del pueblo, la intervención que ahora amerita ha de ser capaz de plasmar marcas positivas en las personas y en las colectividades, fuertes y contundentes que por sí mismas, sanen heridas provocadas por el resentimiento y dolor, y sean suavizadas con delicadeza y ternura, aliviando cargas y desbordando el corazón en desarme que el mismo se depura y lo convierte en fábrica de los mejores sentimientos. Tomar el control y jalonar el pulso del «sí se puede» ha de ser la respuesta gratificante, en una espera paciente que no necesariamente signifique lentitud, sino más bien prudencia y perseverancia, tal y como dice el refrán popular: de prisa, pero con calma, procurando que la fuerza de la voluntad se convierta en un hábito saludable y el autocontrol se anticipe a enfrentamientos nocivos en la rutina diaria que pone en riesgo la vida misma, el territorio y su sana convivencia.
Se convierte también en una significativa oportunidad para que, desde la academia y la ciencia sean consideradas y colocadas en diálogo profesional y de competencias aquellas iniciativas que subyacen en lo invisible, porque solo hacen parte de la cotidianidad de los pueblos, perdiendo no solo registro y memoria histórica, sino también toda una fuerza vital que siendo bien canalizada y documentada puede sumar para transformar el dolor en esperanza. Es importante apostarles a las iniciativas que desde los territorios se comprometen en la construcción del tejido de paz; vale la pena todos los esfuerzos por «sacar el pueblo adelante». Por ello, el reto se renueva, el reto se retoma, la apuesta por una vida digna y en paz. En este sentido, la paz como el reconocimiento de la otredad, donde el respeto es exigencia para construir vida digna52. Se suma otro aporte que vincula a la condición humana: la esperanza.
De tal manera, que todo cuanto se hace y construye va con el sello armónico y su pleno sentido de humanidad, las mujeres continúan generando bienestar y el jardín de la esperanza rejuvenece en la praxis cotidiana donde el espíritu humano vive su espiritualidad y ésta lo acerca para recobrar pilares culturales como cimientos que edifican la vida; donde todo habla y expresa, espíritus que se reconocen mutuamente y se abren al aprendizaje donde cada uno aporta, sale al encuentro sin pretender vencer o doblegar. Sencillamente los dos se doblegan desde el respeto y reconocimiento generando una recarga en mediación cultural, armónica y sincronizada para la vida.
Lo anterior posibilita abrir caminos para la construcción del tejido de paz. No hay supremacía, existe el otro, la otra que es diferente y piensa diferente, pero que es posible caminar juntos en la vida. Es posible dar el paso para el compartir respetando creencias, es posible el encuentro que se expresa desde prácticas diferentes y se unen con un mismo fin, es posible compartir permitiéndole al pueblo que él sea y se exprese conforme a su cosmovisión y a su creador. Se convierte también en una significativa oportunidad para que, desde la academia y la ciencia, sean consideradas y colocadas en diálogo profesional y de competencias aquellas iniciativas que subyacen en lo invisible, porque solo hacen parte de la cotidianidad de los pueblos, perdiendo no solo registro y memoria histórica sino también toda una fuerza vital que siendo bien canalizada y documentada puede sumar para transformar el dolor en esperanza.
Es necesaria una educación que responda a los desafíos del momento, equiparada para continuar la preparación en el ser para la vida y en la transmisión de conocimientos para que se construya la memoria de los pueblos, de manera diversa, participativa, incluyente y respetuosa en la comprensión y apertura de su universo espiritual, como un vínculo que hace parte del tejido de la memoria histórica.
Es también importante los aprendizajes que dialoguen con las experiencias y vivencias, permitiendo innovar en el presente, encontrando salidas desde la sabiduría que conecta con su fuente originaria. Legado, capacidad y respuestas que dialógicamente se conectan alcanzando a sanar en su rítmico accionar a partir de la palabra, el canto, la música, la danza, las plantas y todo cuanto fluye en la naturaleza; sincronizados y ritualizados, camino y puente hacia la resistencia, convivencia pacífica, donde la paz encuentra su mejor hacedero, corazones desarmados y abiertos al amor.