Introducción
El 7 de diciembre de 1824, Simón Bolívar y José F. Sánchez Carrión suscriben la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá y la despachan a los gobiernos hispanoamericanos en plaza: Colombia, México, Centroamérica, Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile. Los objetivos del areópago se sustentan en los tratados de “unión, liga y confederación perpetua” firmados previamente por el Gobierno colombiano con sus homólogos de Perú, Chile, México y Centroamérica, y buscan instituir una asamblea confederal donde se discutan los asuntos corrientes de la Confederación, un tribunal de arbitraje, un ejército confederado, y arreglar el comercio recíproco en términos preferenciales. Poco después, la lista se amplía para incluir a los países neutrales, Estados Unidos, Gran Bretaña y Brasil; por su cuenta, el Gobierno de Holanda envió a un observador informal, y con esto se cierra la lista conocida de invitados al Congreso.
¿El Gobierno de Francia fue otro de los invitados? Aunque la existencia de este convite podría agregar una nueva y significativa dimensión a las relaciones franco-latinoamericanas durante el trienio 1824-1826, decisivo para la inserción internacional de las nuevas repúblicas, el asunto ha sido abordado en contadas ocasiones y con resultados yuxtapuestos. En un extremo, José Rodríguez Cerna afirma que el 28 de mayo de 1826 el ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Colombia (Colombia) comunicó a sus representantes ante el Congreso del Istmo que había invitado al Gobierno de Francia y que este no aceptó1. Años después, Ernesto J. Castillero repite el señalamiento de que la nación francesa “fue requerida a mandar […] un observador”; da como fecha el 28 de mayo de 1825, aunque la invitación “le fue otorgada [recién] en 1826”2. Ambos autores omiten la fuente. Situados al otro extremo, José María Yepes descree del convite porque París no había reconocido a las jóvenes repúblicas, y Francisco Cuevas Cancino, porque, atraer su Gobierno, “habría obrado contra todos los principios de la anfictionía”3. Con pocas excepciones, el resto de los numerosos estudios consagrados al primer ensayo de integración latinoamericana ignora el tema4.
En un primer acercamiento a su estudio, esta controversia y la escasa investigación que le sigue parecen nutrirse de la confusa cronología de las relaciones franco-latinoamericanas en el periodo en cuestión. La política conservadora del rey Carlos X, incluidos la ocupación de España para apoyar a su aliado, el rey Fernando VII, las intervenciones en Grecia y Argel, y su rechazo a la independencia de Hispanoamérica, podrían conformar una “trama”, es decir, una secuencia de sucesos suficiente para un relato historiográfico5. Una historia distinta, sin embargo, emana de la suma de hechos del gobierno de Joseph de Villèle, que mantiene relaciones discretas con las nuevas repúblicas, busca declararse neutral en el conflicto de España con sus antiguas colonias e interactúa con Gran Bretaña para lograr la paz en Hispanoamérica6. Incluso una tercera trama mostraría a un gobierno replegado en sí mismo, indeciso, blanco de críticas, con cadenas de mando resquebrajadas y un primer ministro a punto de ser destituido.
A la difícil contextualización de las relaciones entre la Gran Colombia y Francia se agregan la falta de registros de la gestión del convite y que las únicas dos evidencias en que se apoyan no son confirmadas por otros documentos: el examen de las fuentes impresas y los archivos relacionados con el Congreso de Panamá no ofrece dudas al respecto7. Sin embargo, existe un conjunto de evidencias indirectas que permiten atar cabos y reponer en discusión la conjetura de la invitación a Francia. Para dirimir respecto de su sustento, el presente artículo apela a distintos elementos de verificación, incluidos los indicios que evalúan la posibilidad de que los documentos sean apócrifos o equívocos. Cinco secciones sirven a este fin: 1) la estrategia colombiana relativa a las potencias neutrales; 2) las evidencias indirectas de la invitación; 3) la identidad y las actividades de quien se piensa elegir como observador; 4) las circunstancias gubernamentales que rodean al rechazo francés, y 5) la recepción de la sociedad francesa de las noticias del Congreso Anfictiónico.
1. La incorporación de los países neutrales
Con algunas diferencias en los tiempos, la convocatoria al Congreso de Panamá llega a los gobiernos independientes hispanoamericanos a principios de 18258. Sus objetivos no son desconocidos: se sustentan en los tratados de “unión, liga y confederación perpetua” firmados previamente por el Gobierno colombiano con sus homólogos de Perú, Chile, México y Centroamérica9. La tardía respuesta del vicepresidente Francisco de Paula Santander, fechada el 6 de febrero de 1826, decide modificar el proyecto ecuménico en dos puntos importantes. El vicepresidente rechaza la protección interna de los confederados, prevista en los artículos 2º, 5º y 10º del tratado bilateral con México, por considerarla “subversiva de los derechos soberanos de los pueblos”. La segunda objeción trata de la exclusividad hispanoamericana, la cual piensa que desaprovecha el efecto que tendría la presencia de los países neutrales para la defensa de las nuevas soberanías. Según el párrafo en cuestión:
“[P]or grandes que sean nuestros deseos de poner al menos los cimientos de esta obra la más portentosa que se ha concebido después de la caída del Imperio Romano, me parece que es de nuestro mutuo interés que la Asamblea convenida de plenipotenciarios, se verifique en el Istmo de Panamá con la concurrencia de todos, o la mayor parte de todos los gobiernos americanos, así los beligerantes como los neutrales, igualmente interesados en remitir aquel supuesto derecho de intervención de que ya han sido víctimas algunas potencias del mediodía de Europa”10.
Santander incluye en su lista de nuevos invitados a Brasil y a Estados Unidos, este último centro de un importante desacuerdo con Bolívar11. Al menos en principio, su sistema no busca afectar la identidad hispanoamericana de la Confederación, sino agregar a las sesiones de los confederados otras en las cuales los hispanoamericanos, junto con las naciones neutrales, podían definir normas comunes de comercio, navegación y derecho de gentes12. El vicepresidente pretende el refuerzo de la seguridad hispanoamericana y no internalizar a los adversarios de la Confederación. Un año después, Santander agrega a su lista a Gran Bretaña, menos con fines aliancistas que para mitigar los recelos británicos sobre la influencia de Estados Unidos13. ¿Incluye a Francia en esta etapa? La respuesta es menos categórica que en el caso británico, aunque defendible más allá de lo que sugieren las lagunas historiográficas. Para la dilucidación del caso, examinemos primeramente el único documento que permite suponer la invitación, y enseguida, los indicios que refuerzan su veracidad.
2. Rastros documentales de la invitación colombiana
Se trata del original de una carta enviada por el canciller José Manuel Revenga a Pedro Gual y Pedro Briceño Méndez sobre la invitación a Francia, que figura en el tomo 606 del Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores del Archivo General de la Nación de Colombia14. Difiere de la versión publicada en el tomo vigesimocuarto de las Memorias del General O’Leary sólo por la fecha y un adjetivo15. El original está datado el 19 de mayo de 1826, y la versión impresa, el 28 de mayo, la misma fecha que proporciona Rodríguez Cerna; el original dice “expreso deseo” y la versión de O’Leary sólo “deseo”, sin cambiar el sentido de la frase:
“[…] Francia ha declarado que no enviará al Istmo comisionado ninguno suyo. No sé si antes he dicho a ustedes que se le hizo una invitación a este intento, mas añadiré ahora la firme confianza que tiene el Vice Presidente [Santander] en que aquella denegación ha sido dictada exclusivamente por el expreso deseo de no desagradar al Rey de España”16.
Revenga no indica cuándo ni por cuáles canales ha transmitido la invitación, dejando la impresión de que no desea cuestionar el rechazo del Gobierno francés. Tampoco expone los motivos de la iniciativa, por un lado, candorosos, si buscaban atraer al aliado más importante de España, o por el otro, desproporcionados, si pretendían disminuir el rechazo de la Corte de París, o de elevado riesgo político, si la gestión se tornaba en desaire internacional. Dado que no existe ningún documento que confirme la información y que la mayoría de los historiadores desconoce el hecho, cabe preguntarse si la carta de Revenga no es apócrifa o si el ministro no se equivoca.
Sin embargo, los restantes elementos de la carta guardan coherencia: el texto mantiene continuidad de contenidos respecto de otras misivas del canciller con sus ministros, la información colateral es precisa, y sus destinatarios son de tal envergadura, que difícilmente puede tratarse de un descuido: Gual es inmediato antecesor de Revenga en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y después de Bolívar y quizá Santander, es el personaje mejor informado sobre el Congreso de Panamá17. Briceño Méndez, por su parte, es uno de los generales más cercanos a Bolívar, con cuya sobrina contrajo matrimonio antes de partir a Panamá. ¿Son estos elementos suficientes para reponer la conjetura de la invitación a Francia? Para ponderar el caso se examinan cuatro grupos de indicios o evidencias indirectas disponibles.
Primero. El silencio de las fuentes primarias se refleja en la documentación secundaria de la época, con dos excepciones. En septiembre de 1826, el encargado de negocios del Brasil en Washington comunica a la Corte de Río de Janeiro que entre los asistentes al Congreso de Panamá figuraba “un francés”18. A pesar de estar familiarizado con los ministros de las cortes europeas, no lo identifica por su nombre ni vuelve a mencionarlo en misivas posteriores. Varios años después, el pacifista francés Constantin Pecqueur sostiene que “Inglaterra, Francia y Holanda enviaron a sus agentes [a Panamá], aunque al parecer ninguno de esos ministros llegó a tiempo”19. Ambas fuentes equivocan la asistencia de Francia, aunque comparten el supuesto de un vínculo entre ese país y el Congreso de Panamá.
Segundo. El siguiente indicio es más importante y figura en el mismo nivel de relevancia que la carta de Revenga. A principios de 1826, la Cancillería de los Países Bajos inquiere a su ministro en París, el barón Robert Fagel, si el Gobierno de Francia tiene intención de enviar observadores al Congreso del Istmo20. Fagel responde que sí y que su comisionado será el general François-Henri Baudrand, un militar vinculado a la alta aristocracia borbónica. Más tarde, la Cancillería holandesa se entera de que París finalmente rechaza la invitación, pero que el primer ministro británico George Canning ha aceptado la suya y acaba de nombrar a Edward J. Dawkins como observador oficial21. Ante esa situación, Ámsterdam opta por enviar a su propio comisionado en la persona del coronel Jan Verveer, un ingeniero militar con amplia experiencia en las Antillas Holandesas22.
Verveer parte de Hellevoetsluis el 4 de marzo, y en Londres se entrevista con el ministro plenipotenciario de Colombia, Manuel José de Hurtado. Enseguida se dirige a Panamá, donde arriba el 7 de julio de 1826, una semana antes de la conclusión de las sesiones del Congreso23. No lleva consigo ninguna acreditación, sino algunas cartas de recomendación, pues, como explica a los ministros reunidos en la sala capitular del Convento de los Franciscanos, el reconocimiento holandés de las nuevas repúblicas afectaría las relaciones de su país “con España y Francia”, sin beneficiar a las primeras24.
Tercero. El siguiente grupo de pistas tiene que ver con la posible identidad del mensajero de Santander. Sabemos que entre 1825 y 1826, ocho agentes colombianos pasaron por París: Rafael Ayala, comerciante y secretario de Hurtado; Antonio José Caso, agente en Europa; José Fernández Madrid, plenipotenciario en Europa; Juan García del Río, secretario de la legación neogranadina en Londres; Juan María Gómez, secretario de la legación en Estados Unidos y luego en Brasil; José Lanz, agente confidencial en Europa; Santos Michelena, cónsul general en Londres; y Juan Salvador Narváez, agente en Europa25. De todos ellos interesa Rafael Ayala, hombre de confianza de Hurtado, por su viaje a París en los primeros meses de 182626. El motivo de su estancia habría pasado desapercibido, si no fuera por un par de alusiones en la correspondencia diplomática británica. El 11 de mayo, Lord Granville, embajador en París, se entrevista con Villèle y este le comunica “confidencialmente”:
“[Ha] recibido una gestión indirecta de los nuevos Estados de América, respecto de un deseo de que la corte de Francia, conjuntamente con la de Gran Bretaña, ofrezca su intervención al gobierno español. […] En respuesta a mi pregunta acerca del punto de la América del Sur de donde procedía esa gestión, el Sr. Villèle dijo que de la República de Colombia, pero que la gestión expresaba los sentimientos de los demás Estados del continente sudamericano”27.
En otra misiva, el embajador británico informa que el portador del mensaje es Ayala, el “secretario de Hurtado”28. Esta circunstancia, además de la discreción de Villèle respecto de la identidad del emisario, del momento en que se realiza la gestión (semanas antes de la carta de Revenga) y del repentino interés de Francia en la mediación, muestra la factibilidad de la invitación y de su posible conexión con la propuesta de mediación en el conflicto con España. El hecho de que Villèle concentre en sus manos el contacto con los agentes de los gobiernos no reconocidos, y que en este caso su canciller no parezca estar al tanto de la gestión colombiana, parecen explicar por qué no se conocieron todas las partes de la gestión29.
Cuarto. El último grupo de indicios se refiere al hecho palmario de que la carta de Revenga no necesita de confirmación, y no sólo por quien firma el documento. Según un procedimiento diplomático en boga, el país anfitrión pregunta al país objetivo si está de acuerdo en asistir a un determinado evento, y en función de la respuesta decide formalizar o no el convite. La invitación colombiana a Gran Bretaña, transmitida por Hurtado a principios de 1826, ilustra ese recurso. El 6 de enero, el colombiano visita a Canning y le expresa el deseo de su país de que el rey Jorge IV se haga representar por “alguna persona para asistir al Congreso de los Nuevos Estados americanos”. Si el pedido se formula oficialmente, replica Canning, no le cabe duda de que el soberano “accedería graciosamente a los deseos del gobierno colombiano”30. Cinco días después, Hurtado remite al Gobierno británico un comunicado oficial, en el cual explica los objetivos generales del Congreso y da seguridades a Canning de que el comisionado británico tendrá “acceso libre a la asamblea de los Estados Americanos”31. Según los cuatro elementos de juicio, puede decirse que la invitación al Congreso de Panamá tuvo lugar en la forma de un ofrecimiento que el Gobierno francés rechazó, pero, como se vio, lo animó a desempeñar un papel de mediador junto con Gran Bretaña. Pero aún quedan otros cabos sueltos.
3. La misión del Inspector de establecimientos
¿Quién fue el general Baudrand? Si la información transmitida por el barón Fagel es fiel a la realidad, su perfil tendría que ser coherente con su participación en el Congreso de Panamá. Según fuentes militares, Baudrand fue un importante ingeniero militar, edecán del duque de Orleans y combatiente en las batallas de Austerlitz y Waterloo, en este último caso como jefe del cuerpo de ingenieros. Asciende a General de Brigada durante la Restauración y a partir de 1830 es nombrado Par de Francia y Ayo del Conde de París32. La única obra que se le conoce es un elogio fúnebre a la memoria del vizconde Roguiat, redactado en 184133. En 1825 Baudrand se beneficiaba de la confianza del Gobierno y de la Corte, como lo muestran sus antecedentes en el Ministerio de Guerra34, sus numerosas actividades palaciegas35 y su posterior nombramiento en la Cámara de pares36, lo que permitirá que en 1830 sea el encargado de notificar a la Corona británica las condiciones internas y externas del advenimiento del rey Luis Felipe I, incluida la necesidad de mantener tropas francesas en Argel y Bélgica37.
Como resultado de su destacada trayectoria, a finales de 1825, el Gobierno de Francia le encomienda la inspección del servicio de ingeniería de Cayena y las islas Martinica y Guadalupe, en el Caribe. Baudrand se embarca a principios del año siguiente con rumbo a la Guyana Francesa38, donde edifica el cuartel de la Artillería y un pabellón para los oficiales de Infantería, al tiempo que redacta el plan de defensa de la Colonia39. Enseguida se dirige a Barbados y, tras una estancia de uno o dos días, se encamina a Martinica, isla que había sido ocupada por los británicos entre 1809 y 1814, y cuya defensa necesita fortalecer. Allí enferma de fiebre amarilla, alargando su residencia caribeña varios meses más. En fecha desconocida viaja a Guadalupe y, una vez concluida la supervisión de su defensa, echa anclas en Martinica40. En algún momento de su travesía es informado de que el rey le ha otorgado una importante distinción, y en junio de 1827 llega a Francia a bordo de la fragata Surveillante41.
A pesar de la proximidad de las islas bajo posesión española, Cuba y Puerto Rico, bajo amenaza de liberación colombo-mexicana, Baudrand se desplaza en el Caribe exclusivamente entre las pequeñas colonias francesas con el fin de establecer “los mejores medios para la conservación de las colonias en general y en particular para la defensa de la Martinica”42. Desde esa sola perspectiva, sus actividades refrendaban la pretensión de neutralidad de Villèle, en un tiempo en el que las nuevas repúblicas recelan de las maniobras navales hispanas y francesas en proximidad de Cuba43. Dicho esto, en caso de que el Gobierno de Francia hubiera nombrado un comisionado para el Congreso de Panamá, Baudrand habría sido una elección lógica, por su cercanía a Panamá, su rango y su identidad de miras con el Gobierno44. Más aún, su perfil corrobora el supuesto de una inicial, aunque breve, aceptación de la invitación por parte del gobierno de Villèle.
4. Contexto gubernamental de la negativa
El elemento menos controvertido de la misiva de Revenga es el rechazo de Francia. Entre 1825 y 1826, las metas internacionales francesas están dominadas por la ideología del rey y su primer ministro, calificadas de ultramonárquicas. En adición, guardan vínculo con las iniciativas de la Santa Alianza, en particular con las intervenciones en Grecia, Argel y España. Si en un inicio Carlos X busca reponer el régimen absolutista en la Península, la permanencia de las tropas francesas en suelo ibérico hasta 1828 deriva en un objetivo todavía más costoso: asegurar el “orden público”, que no es otro que mantener a los liberales fuera del poder45.
En 1825, esta política exterior de Villèle sufre dos reveses mayores con el reconocimiento británico de la independencia hispanoamericana y el fallecimiento del zar Alejandro de Rusia, hechos que fijan la extinción de la Cuádruple Alianza y trastocan las relaciones de fuerza en Europa. La situación se agrava cuando el Gobierno francés se percata de la dificultad de poner término “al régimen de terror y anarquía absolutista” de España46. De manera cada vez menos embozada circulan las críticas a las relaciones con el monarca español, y pronto estas incluyen a la política americana del primer ministro. El primero de enero de 1826, el Gilblas, Journal des Débats Politiques et Littéraires de la Liberté publica un largo editorial, en el cual reclama que esa política represente: “[L]a peor de todas, porque no somos amigos ni enemigos; recibimos todos los inconvenientes de la falta de resolución y atraemos sobre nosotros la falta de consideración del extranjero, tan importante para el honor y la prosperidad de los Estados”47.
Para el principal diario conservador, el “desastre” de la política exterior francesa “se debe enteramente al Sr. Villèle, solo a él, a su genio”48. Villèle, debilitado políticamente, pide al Parlamento que se ocupe de la situación de la América española, y de su lado opera un escrupuloso acercamiento a las nuevas repúblicas, monopolizando el contacto con sus agentes49. Otro grupo de iniciativas se conecta con el conde Gaspard de Chabrol, ministro de Marina y Colonias, quien el 25 de diciembre de 1825 instruye al vicealmirante Víctor Guy Duperré, jefe del crucero en las Antillas, el envío de Buchet Martigny a Colombia y de Alejandro Martin a México. En ambos casos pretende abrir un canal de comunicación con Hispanoamérica en temas de comercio y navegación50. Cabe precisar que la iniciativa no es enteramente de Villèle: se remonta a la recomendación del canciller Pedro Gual sobre las formas de acercamiento bilateral, similar y simultánea en los tiempos a la gestión realizada por el mexicano Tomás Murphy en Francia51.
Sin embargo, el Gobierno francés descamina la iniciativa cuando inviste a sus agentes con el título imperial de “inspectores de comercio”. Poco después, Hurtado advierte a los delegados del Congreso de Panamá sobre los riesgos que entraña esa “creación anómala” de la diplomacia absolutista, con la cual se “quiere engañar a los americanos […] para proteger su comercio”52. La Cancillería colombiana no se queda atrás: describe la investidura como emanada “de una autoridad subalterna”53. México, por su parte, llega a plantearse la expulsión de Martin54, y, al cabo de un año de indecisiones, su presidente, Guadalupe Victoria, informa a las cámaras que Francia no ha fijado las relaciones bilaterales “en términos más francos, que inspiren absoluta confianza a los súbditos de ambas naciones”55.
El impasse se refleja en las deficiencias de los primeros informes de los “inspectores” sobre el Congreso de Panamá, responsables en parte de la incomprensión de Villèle. En abril de 1826, el capitán Étienne Duval-Dailly, futuro gobernador de Martinica y la Isla Borbón (Reunión)56, comunica a su gobierno que “México [ha] realizado un acuerdo con España [y este] habría sido preparado y realizado por los cuidados de un agente francés que se encontraba en Panamá”57, información equívoca y que quizá se explica por el aislamiento del agente. Pero no todos los informes contienen errores semejantes, y pronto serán portadores de noticias más precisas, como cuando anuncien que el Congreso de Panamá se instalará en junio de 1826 (concretamente, el día 22) y que las deliberaciones del Istmo no tienen por objeto la invasión de Cuba o el bloqueo de La Habana58.
Este último asunto requiere una digresión. Ante la oposición de Estados Unidos, Inglaterra y la Santa Alianza a la liberación de Cuba y Puerto Rico, la asamblea del Istmo aborda la coyuntura desde una óptica defensiva, buscando contener a “su enemigo común el rey de España”59. El Concierto reservado, un desarrollo del Artículo II de la Convención de Contingentes, busca disuadir a España y sus aliados de la realización de nuevos ataques, y no tanto llevar las líneas de defensa hasta las posesiones españolas en el Caribe60. Con fluctuaciones, el inmovilismo que prevalece en Villèle a lo largo del periodo estudiado y su actitud hacia la Península se resumen en su declaración a Gran Bretaña de que la mayoría de los gobiernos europeos está “bien conforme en que [la situación de España] permanezca sin cambios”61. La Cámara de París piensa de igual manera, e incluso hay quienes consideran innecesario abrir comunicaciones con las “colonias españolas insurgentes”, ya que la metrópoli no “ha cesado de tener derechos legítimos sobre sus colonias”62.
La nota discordante la dan algunos embajadores franceses; por ejemplo, Clemente Eduardo de Moustier, ministro en Madrid desde 1825, se queja de que el rey Fernando VII no avance mínimamente en la actualización de “una monarquía tan caduca” y propone que los gobiernos europeos presionen al monarca español para forzarlo a encontrar una salida. En una de sus cartas llega a sugerir que el Gobierno británico emplee “términos amenazantes” para hacer entrar en razón al soberano63. El príncipe Jules de Polignac, ministro en Londres, también escribe a Villèle en enero de 1825, para recomendarle que aliente a España a legitimar la separación de sus antiguas colonias y posicionar a Francia como potencia mediadora, aunque sin resultados visibles64. En ambos casos, Villèle hace oídos sordos y prosigue con la misma política.
5. La difusión del Congreso Anfictiónico en Francia
La actitud de la sociedad francesa respecto de América abarca un espectro bastante más amplio que el representado por los gobiernos de Carlos X; va desde la defensa del statu quo colonial y el poder de la Santa Alianza hasta quienes sienten llegada la hora de crear un orden republicano internacional con participación americana. Un hecho imprevisto contribuye a la difusión de la iniciativa diplomática hispanoamericana. A su advenimiento en 1824, Carlos X suprime la censura hasta 1827 y el lector francés puede conocer los avances del plan confederal americano, a menudo con relativo detalle y casi al mismo tiempo que su gobierno.
En 1825, por ejemplo, el abate Dominique De Pradt publica en París y México su monografía El Congreso de Panamá, en la cual refiere los objetivos negociadores propios de los beligerantes y los temas por discutir con los países neutrales en materia de derecho público, derecho continental, colonial y marítimo65. Su descripción del areópago busca incitar a Francia para que participe en el Congreso y presente sus intereses en materia de comercio y navegación. Antes de ser prohibido por la Santa Inquisición en 1828, el libro alienta la idea de que el “congreso de pueblos” convocado por Bolívar se opone a los “congresos de reyes” de la Santa Alianza66.
Otro ejemplo: el Journal des Débats Politiques et Littéraires de la Liberté publica el 13 de abril de 1825 la respuesta del presidente de México a la convocatoria de Bolívar al Congreso de Panamá67. A partir de esa fecha, la redacción del periódico inserta con regularidad noticias sobre el proyecto hispanoamericano, en particular el 21 de abril, cuando publica en primera página el extenso mensaje del presidente de Estados Unidos a la Cámara de Representantes sobre la misión estadounidense en Panamá68. Al principio, su principal fuente en temas hispanoamericanos es The Courier and Evening Gazette, diario cercano a los conservadores británicos, aunque sus notas son breves y se concentran en pocos eventos, como la liberación del Castillo de San Juan Ulúa en México, la rebelión del general José A. Páez y la guerra de Brasil y las Provincias Unidas69. En otras ocasiones abreva en fuentes liberales, como el 16 de julio, cuando inserta en un mismo espacio dos noticias contrarias sin decidirse por ninguna. La primera, basada en el entonces liberal Globe and Traveller Gazette, afirma que “Todos los diputados (salvo los de México) de los nuevos Estados han llegado a Panamá” y se “espera iniciar inmediatamente las labores del Congreso”; la segunda, más abajo, cita al popular The Times en su noticia de que el Congreso “ha sido pospuesto indefinidamente” por no haberse presentado más que dos diputados, uno de Colombia y el otro de Perú70.
A principios de 1827 aparece la nueva edición del célebre Annuaire historique universel71. Sus páginas contienen, entre otros documentos, la minuta de las discusiones legislativas estadounidenses sobre el envío de plenipotenciarios al Congreso de Panamá, así como los mensajes de Santander, Guadalupe Victoria, Manuel José Arce y Manuel Blanco Encalada, a los congresos de Colombia, Centroamérica y Chile, respectivamente, sobre la situación del Congreso de Panamá. Estos documentos son útiles aun hoy, debido a la fragmentación de las fuentes primarias, y en su época permitieron un conocimiento relativamente preciso de la iniciativa confederal hispanoamericana hasta su traslado al poblado de Tacubaya, en México.
Es probable que la circulación de estas y otras noticias sobre el Congreso de Panamá tuviera alguna influencia sobre las decisiones de Villèle, aunque no nos sea posible discernir su sentido. Pudo estimular los intentos de actualización de su política americana, y también servir a la cautela con que el Gobierno veía el fortalecimiento del campo liberal francés. En otras palabras, no es posible atribuir a la coyuntura mediática un papel definido en el rechazo a la invitación al Congreso de Panamá.
Conclusiones
En el presente artículo hemos evaluado la posibilidad de que Francia fuera invitada a la celebración del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826. Esta posibilidad reposa en dos documentos que carecen de confirmación y de investigación nueva. Para paliar sus insuficiencias se han examinado los indicios que permiten dirimir su veracidad histórica: menciones en fuentes secundarias, evocaciones en la correspondencia diplomática procedimientos diplomáticos de la época, identidad del agente colombiano que pudo transmitir el mensaje y perfil del personaje que parece haber sido propuesto para representar al Gobierno francés. El conjunto de estas señales sugiere que la invitación tuvo lugar en el nivel de propuesta y que el primer ministro francés la rechazó para no afectar sus vínculos con la Santa Alianza y con España. Una parte de las evidencias, sobre todo las que atañen a la misión de Baudrand, sugiere una transitoria aceptación o el deseo de Villèle de estar preparado ante una eventual necesidad de estar presente en Panamá. Por un aparente deseo compartido de los gobiernos francés y colombiano, el asunto no trascendió, aunque una naciente complicidad favoreció la moderación del apoyo francés al rey de España, ilustrada por su intento de mediación en la Guerra de Independencia.