Los estudios sensoriales implican un enfoque cultural para el estudio de los sentidos y un enfoque sensorial para el estudio de la cultura. Desafían el monopolio que la disciplina de la psicología ha ejercido durante mucho tiempo sobre el estudio de los sentidos y la percepción sensorial al poner en primer plano la sociabilidad de la sensación. La historia y la antropología son las disciplinas fundamentales de este campo.1
Con este sugestivo planteamiento del antropólogo canadiense David Howes, queremos presentar a los lectores de Historia Crítica el dossier “Experiencias sensoriales y prácticas políticas en los imperios español y portugués. Siglos xv-xviii”. Nuestra propuesta como editores invitados es subrayar que, más que un campo de estudio, la historia sensorial implica una aproximación heurística, válida para una pluralidad de temas. Este enfoque sostiene que la información proporcionada por los sentidos está condicionada por factores sociales y culturales en un tiempo y espacio determinados. Si entendemos los sentidos como una formación histórica, el propósito de la historia sensorial es comprender los cambios y los diversos significados que tuvieron las experiencias sensibles para comunidades específicas, en momentos y lugares definidos.
Esta introducción, de corte historiográfico, se estructura en dos partes. En la primera, nos proponemos realizar un breve recorrido por algunos de los referentes más importantes dentro de la historia sensorial, sus estrategias metodológicas, sus conceptualizaciones teóricas y las líneas de investigación que están definiendo el estudio de la época moderna (siglos xv-xviii). En la segunda, abordamos la relación entre la experiencia sensorial y la historia política de la monarquía hispánica entre los siglos xv y xviii. Finalmente, presentamos los tres artículos que hacen parte de este dossier.
La historia sensorial: hacia la definición de un enfoque de estudio
En los últimos años, la proliferación de libros, artículos, seminarios de investigación, grupos y centros de estudio ratifican el creciente interés por este enfoque, principalmente en el mundo académico francófono y anglosajón. Las dificultades para encontrar contribuciones para este dossier revelan hasta qué punto queda mucho por hacer en lo relativo al mundo hispánico.
Pensar históricamente los sentidos tiene ya cierto recorrido y podemos hablar de tres momentos de desarrollo teórico y metodológico. Johan Huizinga, Norbert Elias y Lucien Febvre, desde distintas perspectivas disciplinares, fueron pioneros en plantear que la experiencia sensorial era un objeto de estudio de las ciencias sociales. Huizinga estudió la sensación histórica del periodo medieval tardío2; Elias centró su atención en la regulación de los sentidos y los atributos sensibles del cuerpo como parte de un “proceso de civilización” sucedido entre los siglos xv y xviii 3; Febvre, por su parte, analizó “el subdesarrollo de la vista” frente a otros sentidos como el olfato y el oído en el siglo xvi4. Huizinga, Elias y Febvre coincidieron en señalar que la principal dificultad metodológica a la hora de historizar los sentidos era la enorme brecha que separaba la percepción del historiador/a de su objeto de estudio. Para superar esta distancia, proponían que el ejercicio investigativo debería consistir en restituir los códigos sensoriales del pasado. Si bien la intención era clara, no siempre las categorías conceptuales y los métodos para lograrlo estaban definidos.
Un segundo momento de atención a los sentidos sucedió a partir de la década de 1980 con autores como Alan Corbin, Sidney Mintz, Roy Porter, Constance Classen y David Howes. Sus estudios permitieron definir la aparición de la historia de los sentidos como un enfoque propio dentro de la historia cultural. En este contexto, el diálogo con metodologías y conceptos de la antropología y la sociología fueron muy importantes.
El historiador francés Corbin exploró cuestiones como el imaginario social y las transformaciones del olfato en la Francia de los siglos xviii y xix5, o los paisajes sonoros de la campiña francesa en el siglo xix6. Otro referente historiográfico ha sido el antropólogo canadiense Mintz, quien analizó el impacto de la sacarosa en la configuración del mundo moderno al examinar cuestiones como la relación entre el capitalismo y la esclavitud y el uso del azúcar como estimulante en las jornadas laborales de la Europa industrial7. Quizás el mayor aporte de su libro Dulzura y poder es que concibió el azúcar no solo como una mercancía, sino como un producto sensorial. El historiador británico Porter reconstruyó el cambio de paradigma en la manera de percibir la relación cuerpo/alma sucedido en el siglo xviii y la forma en la que permitió nuevas formas de comprender los sentidos como generadores de “conciencia”8. Por su parte, la historiadora canadiense Classen investigó en Inca Cosmology and the Human Body el rol de las prácticas corporales y sensoriales de las comunidades incas durante la Conquista española9. En Worlds of Sense: Exploring the Senses in History and across Cultures, planteó un derrotero teórico fundamental para la historia sensorial: no es suficiente, afirmó, abordar los sentidos a la luz de las variables temporales; es necesario incorporar también variables geográficas y antropológicas10. En The Color of Angels: Cosmology, Gender and the Aesthetic Imagination, presentó los sentidos como el pilar de las cosmologías y de las relaciones de género11. Classen también fue editora de The Book of Touch, libro en el que ahondó en la vida social del tacto, planteando discusiones sobre la cambiante percepción del dolor y el placer, así como también en torno a la forma en la que las experiencias táctiles eran valoradas de diversa manera según el género12. Otro autor de obligatoria referencia es el antropólogo canadiense Howes, quien aboga por una historia de los sentidos interdisciplinaria capaz de dialogar con la teoría social13. Gracias a su libro Empire of the Senses14, y a la coordinación de ambiciosos proyectos editoriales como Senses and Sensation: Critical and Primary Sources15 y Ways of Sensing: Understanding the Senses in Society16, Howes se ha convertido en uno de los autores más prolíficos en la materia17. Uno de sus mayores aportes ha sido reflexionar sobre la existencia de regímenes sensoriales, definidos como mecanismos sociales e históricos que condicionan la experiencia sensorial de las personas18.
Corbin, Mintz, Porter, Classen y Howes coinciden en criticar al estructuralismo por la invisibilidad de la experiencia subjetiva; pero, al mismo tiempo, cuestionan la lectura según la cual las culturas son textos o discursos, como lo propusieron Michel Foucault y Clifford Geertz. En oposición, le dan un especial valor a la corporeización (o embodiment) en procesos de construcción de identidad de individuos y colectivos y, por lo tanto, rechazan las dicotomías mente/cuerpo y racionalidad/irracionalidad. Como lo resalta Howes, damos sentido al mundo no solo a través del lenguaje, sino también a partir de percepciones, representaciones y corporalidades sensoriales19.
El trabajo de estos autores ha sido fundamental para desmenuzar los resortes que condicionaron las percepciones sensoriales en contextos históricos y culturales determinados. De su mano, recobró vida el viejo axioma, que desde Aristóteles llegó a los empiristas del siglo xvii pasando por la filosofía escolástica medieval, según el cual “nihil est in intellectu quod prius no fuerit in sensu” (“nada hay en la inteligencia que antes no haya pasado por los sentidos”). Al hacerlo, reivindicaron el papel que tuvieron los sentidos sobre el pensamiento, las creencias, las emociones y las conductas individuales.
A partir de la década del 2000, encontramos un tercer momento de desarrollo en los estudios sensoriales, caracterizado por la variedad de propuestas investigativas que ha llevado a algunos a hablar de una “revolución sensorial” de los estudios históricos20 o de un “giro sensorial” de las ciencias sociales21. De este tercer momento, destacamos al historiador norteamericano Mark Smith, que le ha dado especial importancia a la teorización. La novedad de la aproximación sensorial ha obligado a pensar un nuevo lenguaje. Al día de hoy, algunos estudiosos siguen discutiendo sobre el modo más adecuado de designar esta aproximación: ¿historia de los sentidos, historia sensorial o historia de la sensibilidad? En efecto, el propio Smith ha propuesto la denominación de historia sensorial como una profundización teórica de la historia de los sentidos, pues no solo incluye el estudio de los sentidos, sino también la concepción de que la percepción es mucho más compleja y no se encuentra fragmentada; es decir, que la experiencia fisiológica y la sociocultural están integradas. En Sensing the Past: Seeing, Hearing, Smelling, Tasting, and Touching in History22 y en Sensory History Manifesto ha analizado las inequidades sensoriales o, dicho de otro modo, el impacto de los conflictos sociales en la percepción sensorial, por ejemplo, de los imaginarios raciales y geográficos. Para este autor, los sentidos han tenido un rol clave en la configuración de las relaciones de inclusión/exclusión y en las identidades sociales23. Smith, junto con Boddice, aboga también por un diálogo sostenido entre la historia sensorial y la historia de las emociones para comprender de manera integral la experiencia humana24.
Mención especial merecen colecciones de ensayos como A Cultural History of the Senses, que convoca a especialistas que abordan la historia sensorial desde una perspectiva de larga duración: la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento, la Edad Moderna, el siglo xviii y la era del Imperio25. También la serie Perspectives on Sensory History publicada por Penn State University, que incluye estudios sobre sensorialidad en espacios no occidentalizados26.
Una de las novedades de los últimos años ha sido la constitución de grupos de investigación específicamente centrados en la dimensión sensorial del pasado. Sin duda, el más extenso es la red que bajo el nombre de Sensory Studies27 reúne a más de quinientos investigadores del ámbito angloparlante responsable de la edición de la revista The Senses and Society. En el ámbito hispánico, uno de los equipos más consolidados es el Grupo de Investigación y Estudios Medievales (giem), de la Universidad de Mar del Plata (Argentina), en el que sobresale la participación, entre otros, de Gerardo Rodríguez y Gisela Coronado Schwindt que, con una trayectoria de más de diez años, estudia temas referidos a los sentidos en la Edad Media y la primera Modernidad28. El grupo ha impulsado diversos volúmenes sobre paisajes sensoriales en la Edad Media y la dimensión sensorial en la colonización europea del continente americano. Entre sus aportaciones, destaca la elaboración del Sensonario, un diccionario de términos sensoriales29. Más recientemente, el proyecto de investigación “Poder y representaciones culturales en la época moderna”, con base en dos universidades españolas, la Universidad de Barcelona y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (uned), está desarrollando diversas líneas de trabajo centradas en las experiencias sensoriales en la práctica política de los imperios ibéricos30.
Los tres momentos de desarrollo historiográfico anteriormente mencionados, han permitido perfilar ciertas estrategias metodológicas y plantear conceptualizaciones propias. Desde el punto de vista metodológico, la historia sensorial aboga por restaurar la “textura sensorial” de cada época y su contexto sociocultural. Esto implica un reconocimiento epistemológico del lugar del investigador/a frente a su objeto de estudio. Como bien lo anota Gisela Coronado Schwindt:
en primer lugar, se debe comprender que cada cultura tiene su propio equilibrio sensorial. Algunas sociedades sostienen una igualdad entre los sentidos y otras remarcan una diferenciación entre ellos, ya sea privilegiando alguno en particular o agrupándolos según sus cualidades. En todo caso, con el fin de comprender de forma satisfactoria los sesgos sensoriales de una cultura, es imprescindible para el investigador superar, en la medida de lo posible, sus propios prejuicios sensoriales. El segundo [paso] consiste en ejercitarse en la materia sensible que rodea al individuo y ser consciente de las expresiones sensoriales que lo rodean. El tercer paso radica en desarrollar la capacidad de operar en dos formaciones sensoriales distintas, es decir, actuar con plena conciencia de transitar dos sistemas de percepción u órdenes sensoriales en simultáneo: el orden sensorial de la propia cultura del investigador y el de la estudiada.31
En la propuesta de Coronado, el primer paso es la localización de las marcas sensoriales en lasfuentes. ¿Esto qué significa en términos prácticos? Según la autora, se deben identificar todas las referencias a los sentidos o a los fenómenos sensoriales. Por ejemplo, en los documentos textuales, hay que dividir las referencias en categorías que tendrán que ser analizadas en función de sus características. La forma en la que los sentidos se nombran a partir de términos, metáforas y verbos nos ayuda a comprender la configuración sensorial de una sociedad32. Cuando tratamos con documentos visuales, el estudio de gestos, representaciones corporales y artefactos en una perspectiva relacional es fundamental.
El análisis de las fuentes debe apuntar a identificar la experiencia sensible en distintos registros. En términos de Olga Sabido Ramos, en un nivel macro se busca identificar los regímenes sensibles que se manifiestan a través de significados, percepciones, valores y jerarquías socialmente constituidas. En un nivel intermedio, podríamos reconocer los grupos específicos que aprenden a sentir y forman comunidades sensoriales asociadas a prácticas específicas. En un nivel micro, es necesario atender a la concreción de la experiencia corporal (o embodiment) que refiere al lugar de individualidad33.
Ahora bien, respecto a las conceptualizaciones es fundamental reconocer que, por más que un régimen de sensorialidad configure una percepción y determine las formas hegemónicas de jerarquización de los sentidos, no está exento de disputas, tensiones y conflictos en torno al modo de hacerlo. Igualmente, la existencia de comunidades sensoriales no debe propiciar interpretaciones socioculturales estáticas. Un camino para facilitarlo puede ser comprender la sensorialidad como una práctica cultural inmersa en las interacciones políticas. Esto significa distinguir procesos de recepción, rechazo, regulación y reproducción de la experiencia sensorial. Finalmente, si bien los sujetos están inmersos en los regímenes de sensorialidad y las comunidades sensoriales que tienden a jerarquizar la experiencia sensible, a menudo la experiencia corporal integra registros multisensoriales y efectos emocionales.
El enfoque de la historia sensorial permite abrir varias oportunidades interpretativas. Por ejemplo, el uso y la articulación de un repertorio documental variado. La inclusión de diversas fuentes es necesaria en este programa de investigación: a los archivos institucionales y correspondencias privadas, se suma el valor de la literatura, las crónicas, los relatos, las cartografías y las fuentes visuales. Por eso, el trabajo de hermeneutas de distintas formaciones disciplinares -antropólogos, literatos, geógrafos, historiadores del arte- enriquece la comprensión de las fuentes. De ahí que los estudios más novedosos dentro de la historia sensorial tengan lugar ahora mismo en grupos de trabajo interdisciplinar que favorecen los estudios de lo sensorial en relación con otros ámbitos de la experiencia social.
La historia sensorial de los siglos xv-xviii: líneas de investigación
Entre los estudios de historia sensorial dedicados a la época moderna (siglos xv-xviii) merecen resaltarse varias líneas de trabajo que resultan prometedoras y que tienen mucha influencia en la agenda investigativa: la perspectiva de género, las experiencias religiosas, los escenarios urbanos, los objetos, las experiencias coloniales y el estudio de los denominados sentidos menores.
La perspectiva de género destaca con autoras como Laura Gowing34, quien examina, a partir de una variedad de fuentes documentales, las regulaciones morales sobre los sentidos y el cuerpo de las mujeres en la Inglaterra del siglo xvii. De reciente aparición, A Veil of Silence Women and Sound in Renaissance Italy de Julia Rombough investiga las regulaciones de autoridades civiles y eclesiásticas para imponer el silencio como símbolo de la pureza femenina y disciplina espiritual en conventos y casas de caridad35.
Las experiencias religiosas han sido otro de los ámbitos que concita mayor interés para la historia sensorial36. Los estudios a ellas dedicadas coinciden en señalar que la Reforma protestante y la Contrarreforma católica generaron una profunda transformación en la valoración de las experiencias sensoriales: ambos posicionamientos crearon un programa sensorial que incluyó controles e incentivos a ciertas prácticas sensoriales.
Los ámbitos urbanos son otro objeto de estudio sensorial. Una obra fundamental es la de Alexander Cowan y Jill Steward, en la que se proponen examinar las ciudades como entornos multisensoriales37. En este mismo campo, el volumen compilado por Robert Beck, Ulrike Krampl y Emmanuelle Retaillaud-Bajac incluye algunas de las contribuciones presentadas en el congreso internacional The Five Senses of the City. From the Middle Ages to the Contemporary Period, celebrado en 2011 en la Universidad de Tours con el objetivo de “explorar el paisaje sensorial urbano, a partir de la experiencia individual y colectiva de los habitantes y usuarios de la ciudad, experiencia que puede entenderse como un recurso para la expresión y la acción sensibles, en asociación con el estudio de los objetos de la percepción sensorial”38. En esta misma línea se encontraría el taller “Sensible communities: the senses and community formation in early modern cities and towns”, celebrado en Tübingen en diciembre de 201839. Entre las publicaciones destacadas se encuentra la editada por Alice E. Sanger y Siv Tove Kulbrandstad Walker que examina el impacto sensorial de jardines, banquetes, rituales y reliquias que tuvieron como escenario la ciudad renacentista y barroca40. Otro referente es Nicholas Hammond, quien aborda las complejas dimensiones acústicas de la clase, la política y la sexualidad en el París del siglo xvii41.
La relación de las personas con los objetos de su entorno es otro de los temas que se perfila como una de las vías más prometedoras de los estudios sensoriales. La publicación en 1992 deH. Rindisbacher The Smell of Book: A Cultural-Historical Study of Olfactory perception in Literature subrayó la importancia del olfato en la literatura europea42. Esta publicación ha venido seguida de una abundante bibliografía sobre los objetos: Jonas Frykman y Maja Povrzanović Frykman han rastreado las experiencias sensoriales y las reacciones afectivas originadas por los objetos en el pasado y en la actualidad43. Por su parte, François Quiviger muestra cómo los artistas del Renacimiento se sirvieron de representaciones y objetos sensoriales para transmitir a su público sus nuevas formas de comprender los sentidos44. Otro referente es el texto editado por Mark Thurner y Juan Pimentel en el que hacen un inventario de los objetos de origen americano que permite pensar en el impacto sensorial de estos objetos en diferentes entornos45. De reciente aparición, Involving Readers: Practices of Reading, Use, and Interaction in Early Modern Dutch Bibles (1522-1546), escrito por Renske A. Hoff, analiza la materialidad de las primeras biblias para rastrear en ellas huellas afectivas de sus lectores46. La cuestión de cómo los objetos originaron, en el pasado como en el presente, experiencias sensoriales y reacciones emocionales ha llevado incluso a repensar su papel en el ámbito de los museos. Libros, baúles, quemadores de incienso, instrumentos musicales, copas, vajillas y búcaros -entre otros- tienen ahora nuevos significados, como lo ha estudiado Classen en The Museum of the Senses. Experiencing Art and Collections47.
Las experiencias coloniales como encuentros sensoriales es otra línea de trabajo prometedora que ha permitido cuestionar la universalidad occidental de los sentidos y visibilizar los conflictos sensorios de las experiencias coloniales, así como también la utilización de los sentidos para crear regímenes de poder. The Body of the Conquistador. Food, Race and the Colonial Experience in Spanish America, 1492-1700, de Rebecca Earle, demuestra que el gusto fue uno de los puntos más decisorios de la experiencia corporal colonial48. Jaime Humberto Borja ha estudiado la forma en la que las narraciones visuales y discursivas ofrecían modelos de corporeidad que fueron extensivos al control de los sentidos en los territorios hispanoamericanos. Borja demuestra que la construcción del cuerpo social colonial fue posible por una pedagogía de los sentidos49. Empire of the Senses. Sensory Practices of Colonialism in Early America, editado por Daniela Hacke y Paul Mussel white, es otro trabajo fundamental que documenta la forma en que el imperialismo europeo -en este caso inglés y francés- construyó, operó e implementó nuevos marcos sensoriales durante el proceso de conquista del territorio50. En esta misma línea merecen ser destacados Eloquence Embodied. Nonverbal Communication among French and Indigenous Peoples in the Americas, de Céline Carayon, que ha abordado el encuentro sensorial entre comunidades de origen francés y poblaciones nativas del Caribe51, y Stigma. Marking Skin in the Early Modern World, editado por Katherine Dauge-Roth y Craig Koslofsky, que analiza las experiencias de la piel y del tacto en la época de los contactos transatlánticos entre hombres europeos y los nativos de América del Norte, Tailandia y Filipinas52.
Por último, la historia sensorial de los siglos xv-xviii ha permitido un mayor protagonismo de sentidos que, como el tacto, el gusto y el olfato, habían sido frecuentemente considerados como “menores” por un planteamiento que sobrevaloraba la dimensión visual. Ello se ha debido a la cantidad de información que la vista y el oído generan en nuestra propia jerarquía de los sentidos53. La concentración en la vista ha hecho olvidar con frecuencia que nuestro régimen de sensorialidad difiere del de otras épocas en las que el tacto, el gusto y, sobre todo, el olfato y el oído desempeñaron un papel primordial como medios de comunicación en las sociedades preindustriales. Afortunadamente, esta situación parece estar cambiando. A los estudios sobre el tacto realizados por la propia Classen54 los han seguido otros tan prometedores como el de Michael J. Hatch sobre la utilización del tacto entre las élites artesanales chinas en el largo siglo xviii55.
Por su parte, los estudios sobre el gusto se han visto favorecidos por el auge que han experimentado los trabajos en historia de la alimentación que han puesto el énfasis en cuestiones como la valoración y el simbolismo de los productos consumidos, la sociabilidad de la mesa o la logística del aprovisionamiento, olvidando en ocasiones una dimensión tan importante para la cuestión que nos ocupa como es el de la comunicación a través de los sabores y la relación entre el gusto como experiencia sensorial y las estructuras de poder. De este aspecto se ocupan los importantes estudios de Rachel Laudan56 y Janet Long57. Otro trabajo valioso es From Gluttony to Enlightenment: The World of Taste in Early Modern Europe. Mystery, Metaphor, and the Creation of a New Sensual Real de Viktoria von Hoffmann que, a través de tratados culinarios, médicos, religiosos y filosóficos, observa el cambio del gusto desde lo pecaminoso hasta lo placentero, con el comercio transatlántico como telón de fondo58. Un ámbito de particular interés dentro de esta línea de trabajo tiene que ver con el comercio y el consumo sensorial en el que el Imperio hispánico tuvo un rol protagónico. Ejemplo de este interés son las especias estudiadas tempranamente por Wolfgang Schivelbusch59, la sal analizada por Mark Kurlansky60, la bergamota considerada por Giovanni Dugo e Ivana Bonaccorsi61 o la papa investigada por Rebecca Earle62.
El olor es otro sentido que está recibiendo mucha atención. Disponemos de una gran cantidad de testimonios que relacionaban a los “otros” con el olor y expresaban su sospecha hacia todos aquellos que olían diferente. Classen, una vez más, en coautoría con Howes y Synnott, estudió cómo el olor se convirtió en un marcador de estratificación social y cultural en distintas comunidades63. También encontramos la aproximación al olor del historiador cultural Robert Muchembled64. Se suman a esta línea de trabajo tratamientos tan novedosos como el de William Tullet, autor de Smell in Eighteenth-Century England: A Social Sense, en el que aborda la relación olfato con privacidad65. Tullet es el responsable del proyecto “ODEUROPA: Negotiating Olfactory and Sensory Experiences in Cultural Heritage Practice and Research”66, financiado por la Unión Europea, que recopila, entre varios recursos, una amplia base de datos de imágenes y textos denominada Smell Explorer67.
El interés por los sentidos “menores” no debe entenderse como un olvido de la vista y el oído. Cuestionando la contemporánea relación entre visualidad y verdad, encontramos Objects of Vision. Making Sense of What We See, de A. Joan Saab, quien interroga la cambiante relación entre visiones y visualidad en un arco temporal que va del siglo xv al xix68. La sensorialidad auditiva ha empezado también a beneficiarse de este nuevo impulso investigativo y se ha nutrido del intercambio conceptual con los musicólogos. El concepto de paisajes sonoros (soundscape), propuesto por el compositor canadiense Raymond Murray Schafer hace cinco décadas para describir los sonidos específicos de un lugar y tiempo en particular, ha sido adaptado por los historiadores con el ánimo de “reconstruir” los entornos de producción de sonidos y de recepción de estos, en sus marcos de significación69.
En esta línea encontramos el proyecto “Paisajes sonoros históricos (c. 1200-c. 1800)”, con sede en la Universidad de Granada (España), que mapea escenarios urbanos sonoros de distintos puntos del Imperio hispánico70, y el proyecto “Urban musics”, coordinado por Tess Knighton, sobre los sonidos y las prácticas sonoras en la Barcelona del siglo xvi71. De reciente aparición, Soundscapes of the Early Modern Hispanophone and Lusophone Worlds, editado por Víctor Sierra M., recoge una serie de estudios que reconstruyen paisajes sonoros de los diversos territorios iberoamericanos y su importancia en la política cultural de la monarquía hispánica72.
Es importante mencionar que el concepto de paisaje sonoro ha empezado a utilizarse de manera amplia como paisaje sensorial. En términos de Rodríguez, “esta noción se desarrolló hace poco, para dar lugar a la importancia que tienen los sentidos, de manera individual, holística o multisensorialmente, cuando inciden sobre el medio, ya sea para transformarlo, interpretarlo o valorarlo”73. Esta adaptación ha permitido el uso de los conceptos de paisajes olfativos (smellscape) o paisajes gustativos (tastescape), cada vez más populares en los ámbitos investigativos.
La historia sensorial y su relación con las prácticas políticas en el Imperio hispánico. Siglos xvi-xviii
Pese a su proliferación en las últimas décadas, la historia sensorial sigue siendo muy poco atendida en la historiografía hispanohablante, con las notables excepciones antes mencionadas. En efecto, la mayoría de sus referentes no se han traducido al español. Más aún, el estudio de los territorios iberoamericanos entre los siglos xvi y xviii desde la perspectiva sensorial y de los sentidos sigue estando rezagada. Así pues, el presente dossier, el primero de su tipo en una revista del sur global, aspira a cubrir un llamativo vacío historiográfico.
La convocatoria a los estudiosos partía de dos hipótesis. La primera es que los siglos xvi y xvii constituyen un periodo de apertura sensorial como consecuencia de la expansión geográfica y el encuentro -conflictivo en varios casos- de comunidades sensoriales muy diversas; la segunda esque la expansión imperial requirió de la construcción de regímenes sensoriales en los que las experiencias en relación con los sentidos fueron puestas al servicio de la cohesión política. Nos centramos en el caso de la monarquía hispánica por considerar que no solamente fue el paradigma de los sistemas políticos complejos desarrollados en la primera modernidad, sino también el que, apoyado en una sólida doctrina de base escolástica, hizo un uso más hábil de las experiencias sensoriales que favorecieran el consenso y allanaran la vía de la dominación.
La monarquía hispánica trató de obtener la adhesión afectiva y emocional de sus súbditos a través de diversos cauces, como escenificaciones, ceremonias, rituales o fiestas a través de los cuales se buscaba producir una intensa experiencia sensorial. Los gobernantes españoles mostraron una considerable habilidad en el manejo de recursos culturales para alcanzar sus objetivos políticos, modelar la sensibilidad de los destinatarios, y así favorecer la creación de las condiciones emocionales y afectivas propicias a la aceptación de la autoridad del monarca. La eficacia en la transmisión de mensajes, tanto de adhesión como de rechazo al poder establecido, dependió de la respuesta emocional de los destinatarios al impacto sensorial.
Las experiencias sensoriales tienen un funcionamiento paradójico. Por un lado, su resultado, la sensación, es por naturaleza inmanente (no se puede compartir), pero, por otro, la experiencia misma (como asistir a un espectáculo, contemplar una imagen, escuchar una melodía o disfrutar de una buena mesa) crea un fuerte sentido de comunidad, contribuye a establecer vínculos y produce reacciones de adhesión o rechazo hacia el emisor. En tanto que potenciales generadores de consenso, los sentidos pueden ser un eficaz instrumento de control, como bien entendieron los redactores del “decreto las imágenes” (1563) del Concilio de Trento, que bien podría ser definido como una norma sobre el poder comunicador (evangelizador) de los sentidos. Por diversas razones, las monarquías ibéricas de la primera Modernidad constituyen un campo especialmente adecuado para explorar el papel de los sentidos. Su extensión territorial, su dispersión geográfica y la diversidad de sus habitantes hicieron especialmente necesarios unos medios de comunicación y unos lenguajes disponibles y compresibles para destinatarios muy diversos. De manera similar a como ciertos lenguajes sensoriales son capaces de llegar en la actualidad a una audiencia global y convertirse en sutiles, pero eficaces mecanismos de dominación, aun al precio de erosionar ecosistemas culturales precedentes, determinadas gramáticas culturales de matriz italiana permitieron a la monarquía hispánica establecer un campo cultural en el que los mensajes sensoriales circularon con una sorprendente eficacia.
A través de la circulación de objetos y productos de toda clase, las élites hispanas tejieron redes de poder e influencia que configuraron verdaderas comunidades sensoriales. Los sentidos se constituyeron como complemento de la textualidad y la oralidad en la creación de espacios e imágenes vinculados a la espiritualidad ceremonial. Los sentidos se erigieron en un metalenguaje que el espectador interpretaba y conformaba con su imaginación, convirtiéndose en generador de lugares físicos e intangibles del poder. El intercambio transcultural de los códigos sensoriales asociados a las prácticas teatrales y a los discursos del espacio lúdico y ceremonial lograron crear relaciones políticas, sociales y culturales.
La intención de este dossier es identificar experiencias sensoriales inducidas por el poder en sus múltiples versiones, con el objetivo de alcanzar consensos básicos para el establecimiento y laconservación de sistemas políticos complejos, como fueron algunos de los creados al inicio de la época moderna a partir de la agregación de territorios heterogéneos. El resultado son tres artículos diversos, pero con algunos nexos en común. Todos ellos abordan la experiencia sensorial como un momentum en el que interviene una pluralidad de sentidos. David Irving se centra en el oído e Ingrid Sánchez en el olfato, mientras Juan Pablo Cruz hace una aproximación diferente para reflexionar sobre las posibilidades de la comunicación textual de las experiencias sensoriales. Los tres artículos se centran en el impacto sensorial del encuentro entre América y Europa y se interesan por la política de los sentidos, esto es, la utilización de esas experiencias al servicio de una determinada causa política. Los autores provienen de distintos campos del conocimiento. David Irving escribe desde la perspectiva de la musicología histórica, Ingrid Sánchez tiene formación en estudios literarios y Juan Pablo Cruz es historiador. Este repertorio de autores y temáticas nos permite demostrar la riqueza interdisciplinaria del enfoque sensorial.
El artículo de David Irving, “Sensorial and Sonic Aspects in the Writings of the ‘English-American’ Thomas Gage (c. 1603-1656) on Mexico and Guatemala”, trae a colación la fascinante experiencia de Thomas Gage. Nacido en 1603 en el condado de Surrey, Inglaterra, de una familia de prominentes católicos en una época de feroz persecución, se educó en Francia y Castilla, donde tomó los hábitos como fraile dominico. Más deseoso de aventuras personales que evangelizadoras, se embarcó como polizonte en una nave que le llevó hasta el Virreinato de la Nueva España donde vivió doce años entre Chiapas y Guatemala. En 1637 decidió poner fin a su vida errante y regresar a su tierra natal, abjuró del catolicismo y se convirtió en un ferviente puritano. Una década después publicó The English-American. His Travail by Sea and Land, el libro en el que narraba sus aventuras y que contribuyó poderosamente a promover un discurso anticatólico y antiespañol, alimentando de este modo la leyenda negra y defendiendo los intereses ingleses en el Caribe74. Gage dedicó algunas de sus narraciones más vívidas a sus experiencias sensoriales. La misma travesía oceánica fue por él interpretada como un auténtico proceso de “conversión” sensorial. Sus descripciones fueron puestas al servicio de su principal objetivo, que era denunciar los excesos de los católicos españoles en los territorios que gobernaban. Mostró una actitud muy negativa hacia las invocaciones sensoriales en las ceremonias litúrgicas, que a su juicio eran incompatibles con el vuelo del espíritu. Denunció lo que consideró un uso idolátrico y supersticioso de las imágenes que, de hecho, no se alejaba mucho del culto a los ídolos practicado por los mayas y otros pueblos de Mesoamérica. Su interés era principalmente religioso, por lo que puso un énfasis particular en el papel que los sentidos desempeñaban en las ceremonias religiosas católicas en el virreinato y en los excesos que provocaban en el estilo de vida de las élites coloniales. Desde la perspectiva del puritano converso que era Gage cuando escribió su relato, la apelación a las experiencias sensoriales por parte de los misioneros católicos solo podía ser motivo de rechazo. Estaba claro que la estimulación del oído y la vista solo podía derivar en la tentación y preparar el camino para el pecado. De lo que dice Irving puede deducirse que Gage no solo se refiere a la dimensión física de las experiencias sensoriales, sino también a su dimensión espiritual, esto es, el impacto en el espíritu de los sentidos.
La contribución de Ingrid Sánchez que lleva por título “El hedor en la Nueva España: sensibilidad olfativa ante el fenómeno de la otredad” analiza las descripciones que los españoles hicieron del olor de los indígenas americanos a partir de cuatro fuentes, las Cartas de relación de Hernán Cortés, algunos de los relatos indígenas recopilados por Miguel León-Portilla, la Historia general de las cosas de Nueva España de Bernardino de Sahagún y el proceso inquisitorial contra Ometochtzin, el cacique de Tezcoco. Para algunos, se trató de una experiencia contradictoria. Uno de los aspectos que más poderosamente llamó la atención de Hernán Cortés fueron los hábitos higiénicos de Moctezuma, al comenzar el día, en las comidas y al realizar cualquier acto sagrado, ya que el baño, el lavado de manos o el perfume corporal no eran prácticas difundidas en el continente europeo. Pero toda impresión positiva se vino abajo ante los sacrificios humanos que ni siquiera la belleza de los recintos en los que se celebraban podía mitigar. Sus descripciones pusieron el énfasis en un aspecto de estos sacrificios, que a primera vista podría haber parecido secundario: la hediondez que desprendían. Estas disparidades ponían de relieve la diversidad de códigos olfativos entre una y otra comunidad. Ingrid Sánchez insiste en señalar la conveniencia de distinguir, al leer estos relatos, entre lo que ella denomina sentidos físicos, la impresión de la pituitaria, y su decodificación en el cerebro, los sentidos histórico-sociales, que producen relaciones entre las personas, el mundo y su forma de sentir. El hedor o la fragancia pueden leerse como dispositivos de control que legitiman la violencia de la conquista, así como los diversos debates en torno a las estéticas corporales americanas. Por consiguiente, es posible sustentar que el olor traduce la falta de tolerancia hacia el otro, al que se le atribuye la característica de maloliente. El recurso al binomio bueno/malo para designar los olores agradables y desagradables establece una relación moral entre aroma/virtud y hedor/vicio que favoreció la construcción, por parte de los españoles, de una imagen del indígena americano como una bestia pestilente, caníbal, bárbaro y adorador del demonio, rápidamente extendida por el continente europeo. Para los españoles, la experiencia olfativa del hedor de la sangre permitía establecer una distinción entre la persona y el monstruo, entre la civilización europea y la naturaleza degradada del indígena, entre la racionalidad y la bestialidad.
De modo similar, el artículo “Lo sentido y lo narrado. El valor de la experiencia en la escritura de la Historia general y natural de Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535-1549)”, a cargo de Juan Pablo Cruz, gira en torno a un texto rico en referencias sensoriales, en este caso, la Historia general y natural de Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo. Lo hace, eso sí, con una aproximación muy distinta. Su interés no radica tanto en las sensaciones vividas, sino en las sensaciones narradas. ¿De qué modo, se pregunta, al trasladar una experiencia sensorial a un relato, esta queda reconfigurada por la acción de las intenciones últimas del autor? ¿Es posible poner por escrito experiencias de los sentidos sin deformarlas? La pregunta tiene toda la pertinencia desde el momento en que los historiadores que se han ocupado del impacto de las sensaciones han subrayado la importancia deestar atentos a las marcas sensoriales que aparecen en los textos y que tantas veces han pasado desapercibidas. Ahora bien, ¿podemos estar seguros de que esas marcas reflejan realmente las percepciones que tuvieron los actores del relato? La respuesta de Juan Pablo Cruz es que no. Más aún, podemos estar seguros de que no las reflejan. Su convicción es que, al ser trasladada a un relato escrito, toda experiencia sensible es sometida a un inevitable proceso de resignificación. Aún más, es sustituida por otra experiencia, la de la escritura, sometida a la subjetividad de quien escribe.
A diferencia de otros cronistas indianos que escribieron sobre América sin salir de Europa, Fernández de Oviedo tuvo una experiencia directa del territorio, pero esta no queda reflejada en su texto. ¿Por qué? Porque la experiencia no tenía para él un valor por sí misma, sino solo como parte de “un entramado retórico discursivo en el que la elección y la descripción misma de la ‘experiencia’ se vincula a un ejercicio tendiente a la construcción narrativa de una imagen de América”. Como el de otros cronistas de su época, el discurso de Fernández de Oviedo -asegura Cruz- está basado en una concepción retórica que considera la verdad, no como la formulación de principios universales sobre la realidad -eso no ocurrirá hasta la ruptura epistemológica del siglo xviii-, sino como una categoría moral orientada a la proyección de ideas ejemplares. ¿Qué interés puede tener el cronista en hacerlo? La experiencia sensorial de Gonzalo Fernández de Oviedo se tradujo en una “experiencia narrativa”, en la que lo sensorial fue siempre significado a la luz de la necesidad política imperial, en un contexto en el que el imperio es entendido como orden frente a un mundo caótico y salvaje.
Los textos de este dossier proponen, cada uno a su manera, una lectura de las experiencias sensoriales como parte de un discurso político al servicio del imperialismo hispánico de la Edad Moderna. Confiamos en que permitan mostrar las enormes potencialidades del enfoque sensorial para repensar la experiencia hispanoamericana de los siglos xvi al xviii.