Introducción
La persistencia de unidades domésticas en espacios rurales, que ponen en práctica distintas estrategias de adaptación y resistencia, constituye una continuidad expresada en diferentes espacios de la República Argentina en un contexto de expansión del capitalismo y de la urbanización. Cachirulo es un pequeño paraje, localizado a 10 km de la localidad de Toay y 20 km al oeste de la ciudad de Santa Rosa (provincia de La Pampa, Argentina), fundado a fines del siglo XIX en el departamento Toay, en el que, por diferentes factores, actualmente habitan unas setenta personas, en quince familias con rasgos de pobreza estructural. Se coincide aquí con Alicia Gutiérrez (2007), quien considera que las estrategias de reproducción social se definen a partir de lo que los pobres tienen y no únicamente de lo que les falta, es decir, en sentido positivo, desde los recursos materiales e inmateriales que disponen las familias para poner en marcha un conjunto de prácticas. En América Latina, las discusiones sobre la pobreza, derivaron en preocupaciones que giraban en torno a explicar cómo estos grupos, a pesar de las grandes restricciones que poseían, se reproducían socialmente. En este contexto, se construyeron diferentes conceptos para referirse a esos mecanismos, que tenían en común la noción de estrategia y la unidad doméstica como unidad de análisis (Gutiérrez 2003).
En este contexto, espacios como el de estudio, son sociales, recuperando la concepción de Henri Lefebvre (1975, 126), por ello: "hay una historia del espacio, como la hay del tiempo, del cuerpo, de la sexualidad. Es una historia aún por escribir". En el paraje Cachirulo, la instalación de un Autódromo Internacional en el 2012, que requirió de una inversión pública millonaria, ha valorizado su posición al ubicarse a solo 5 km de la ruta y puede convertirse en un elemento movilizador de recursos para el pueblo, o bien en un factor de riesgo ante el avance de la propiedad privada sobre las tierras en la que ejercen posesión sus actuales pobladores, quienes carecen de recursos económicos para comprarlas. Así no se pueden aislar las injusticias espaciales de su contexto histórico, social, político y económico en que se envuelven. En el artículo se aborda la construcción social de este espacio junto con las trayectorias de sus pobladores y los procesos (situados temporalmente) que repercutieron directamente en su devenir. Posteriormente se analizan las instituciones, los agentes sociales presentes en el paraje rural y los perfiles de los pobladores, para abordar las distintas estrategias de reproducción social de los habitantes de Cachirulo.
Metodológicamente, la investigación social de carácter cualitativo se enmarca en el paradigma interpretativo, con el enfoque constructivista, pues interesa recuperar la perspectiva del sujeto. Como señala Homero Saltalamacchia (1992) no se trata de plantear hipótesis a ser verificadas sino de reconstruir el segmento de la realidad social seleccionado para su análisis como una totalidad interrelacionada y original, siempre abierta a reconstrucciones. Para ello se parte de ciertos supuestos teórico-metodológicos generales y se seleccionan algunos conceptos ordenadores, que apoyan y guían el análisis. Conjuntamente se han combinado distintas fuentes primarias y secundarias entre los años 2011, 2013 y 2017, 2018, con el uso de datos censales, entrevistas a informantes clave, fotografías, datos catastrales, noticias periodísticas e informes previos. A continuación, se avanza con las categorías analíticas que guían el estudio para luego avanzar en la historia de Cachirulo, las trayectorias familiares y las estrategias de reproducción social. Finalmente, se identifican los factores que posibilitan la persistencia y crecimiento del paraje en la actualidad.
Prácticas, el espacio social y justicia espacial
El reconocimiento de que el espacio importa, ofrece nuevas pistas, no sólo de cómo la injusticia es producida a través del espacio, sino también cómo el análisis espacial de la injusticia puede avanzar en la lucha por justicia social, informando las demandas concretas y las prácticas que visibilizan dichas demandas. (Soja 2007, citado por Link 2011, 175)
Los grupos sociales llevan a cabo un conjunto de prácticas que, combinadas, configuran estrategias de diversa índole las cuales, en muchos casos, constituyen respuestas coyunturales a presiones socioeconómicas o ambientales (Bourdieu 1988, 2014; Cáceres 2004). Desde la década de los ochenta, la cuestión de las "estrategias" constituyó un concepto central, porque permitía comprender cómo los habitantes rurales trataban de resolver sus problemas de sustento y organizar sus recursos. Sin embargo, como señala Clara Craviotti (2011), introducía los riesgos involucrados en la propia noción del término, pues a menudo se enfatizaba en los procesos de cálculo racional y en la respuesta mecánica a los problemas presentados. Desde miradas críticas se propone abordar el estudio de las estrategias como un concepto operativo, sensible a la imprevisibilidad, a las interferencias derivadas de los intercambios entre las acciones personales y familiares y los contextos sociales (Bjerg y Boixadós 2004). Esta interpretación sobre las estrategias ha influenciado y promovido diversos desarrollos teóricos aplicados en estudios rurales y urbanos.
La unidad de análisis para abordar a las estrategias de reproducción social frecuentemente es la familia. Si bien en el trabajo se hace referencia indistintamente a las "familias", la consideración analítica remite a la noción de "grupo doméstico" entendida como un tipo de organización social, cuya base está socialmente definida como "familiar" y que tiene como función específica la realización de actividades ligadas al mantenimiento cotidiano y la reproducción generacional de la población (Jelin 1982). Gutiérrez (2003) complejiza la mirada y entiende a la familia como cuerpo, es decir, como unidad que para poder reproducirse debe actuar como una suerte de sujeto colectivo, manteniendo la integración de esa unidad, al precio de un trabajo constante, especialmente simbólico de inculcación de la creencia en el valor de esa unidad.
El desarrollo de las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos genera determinadas maneras de organización del espacio, y se ven condicionadas, en forma paralela, por su forma de construcción, recursos, capitales disponibles y actividades preexistentes. La integración en el territorio de las dimensiones materiales y simbólicas supone el desarrollo de un proceso social, en el cual espacio y acciones sociales son instancias inseparables. Como señala Guy Di Meo (1999), la construcción social permanente de los territorios no puede resultar más que de una interacción poderosa entre las estructuras objetivas del espacio con las estructuras simbólicas, que se traducen en imágenes, representaciones y distintas ideologías. Cuando un grupo se apropia material y simbólicamente de un determinado espacio en cierta temporalidad, y ejerce el control de ese lugar, produce una territorialidad (Haesbaert 2004). Esta expresa las estructuras objetivas y subjetivas y se traduce, en términos espaciales, en las prácticas productivas-reproductivas puestas en acción por los grupos. Asimismo, el poder ejercido se manifiesta en el espacio apropiado por cada sujeto desde la dimensión simbólica. Apropiarse del espacio implica "habitarlo", es decir, en términos de Lefebvre, consistiría en:
[...] convertir el espacio (vivido) en lugar, adaptarlo, usarlo, transformarlo y verter sobre él [...] la imaginación habitante; práctica creativa que afirma la ilimitada potencialidad humana al reconocerse en la obra creada, otorgando al espacio sus múltiples dimensiones perdidas: lo transfuncional, lo lúdico y lo simbólico. (Por ello) [...] no hay un espacio social, sino varios espacios sociales e incluso podríamos decir que una multiplicidad ilimitada; el término "espacio social" denota un conjunto innumerable. (Lefebvre 1975, 45-141)
La desigualdad en el espacio no se relaciona solamente con las deficiencias en materia de vivienda y ambiente, sino, también, con mecanismos de diferenciación de las prácticas espaciales. De ahí la importancia de analizar las desigualdades socioespaciales en términos multidimensionales (Álvarez Rojas 2013). Dentro de los ámbitos de preocupación de la justicia espacial se encuentran: la distribución territorial de las riquezas, servicios y oportunidades, el acceso a bienes materiales, inmateriales, las posiciones sociales, las representaciones del espacio, identidades, prácticas sociales y procesos de toma de decisiones. De este modo, no se pueden aislar las injusticias espaciales de su contexto histórico, social, político y económico. Desde la perspectiva de Edward Soja, se trata de explorar la idea de justicia espacial como un concepto teórico, punto de focalización para el análisis empírico y objetivo para la acción política y social, entendiendo que la idea de justicia, en cualquier expresión espacial, presenta atributos que pueden ser mapeados. La idea es preguntar cómo el espacio está involucrado en generar y sostener diferentes procesos de desigualdad, injusticia, explotación, racismo, sexismo, etc. El objetivo es estimular nuevas formas de pensamiento y acción para cambiar las geografías injustas en las que vivimos (Link 2011).
Para reconstruir estas prácticas y los sentidos del "espacio social" definido en estos términos, desde la mirada de la justicia espacial, resulta necesario combinar diseños flexibles de investigación cualitativa y recuperar la perspectiva constructivista. De este modo, deben combinarse distintos materiales empíricos en el abordaje de las estrategias de reproducción espacial, que inevitablemente tienen un impacto espacial, ya sea en la dimensión simbólica como en la material. A continuación, se avanza con el proceso de territorialización en la unidad de estudio.
La construcción de Cachirulo y las trayectorias familiares
"No fue hace mucho... pero vivíamos muy mal"
(Entrevista a hachero y alambrador 2017)
En el marco de la expansión del trazado ferroviario del ramal Bahía Blanca-Noroeste desarrollado en la región pampeana de Argentina en 1891, se tendió la línea que ingresó al entonces Territorio Nacional de La Pampa Central, hasta Toay que se constituyó en punta de riel. Este trazado privilegió la zona de los valles pampeanos, y valorizó el espacio como una zona "fértil y propicia" para el desarrollo de la agricultura y la explotación forestal. Sin embargo, el descontrolado desmonte del bosque nativo de caldén, a comienzos del siglo XX, dio como resultado un intenso proceso de deforestación y erosión de suelos y se configuró un circuito económico dedicado a la comercialización de productos derivados de los bosques.
Algunos de los núcleos de población conformados sobre ese ramal ferroviario emergieron en las cercanías de la estación y su movimiento giró en torno a la explotación forestal. De este modo, en 1897 llegó el ferrocarril al paraje Cachirulo y se inauguró la estación dentro de las tierras de la colonia San Antonio, fundada por Santiago Ortiz. Unos años después de la llegada del ferrocarril, un inmigrante vasco-francés -Pedro Phagouapé- compró las parcelas de la colonia, las dividió y donó los terrenos del cementerio y la escuela del naciente poblado Cachirulo. El obraje asociado con la explotación del monte de caldén le dio vida al pueblo y rápidamente se instalaron instituciones socializadoras: en 1907 se creó la escuela n.° 29; en 1927 se conformó la Comisión de Fomento y la entidad deportiva y social "Defensores de Cachirulo", que devino en 1946 en el Club Atlético Cachirulo (Álvarez 1999). En 1955 la escuela se trasladó desde el galpón del ferrocarril -donde funcionaba desde 1949- a un local de adobe.
Sin embargo, el apogeo de Cachirulo no duró demasiado. Ante la caída de la demanda de leña de caldén, la crisis de rentabilidad y del mencionado proceso erosivo generado en los suelos, entre otros factores, quedó inactivo el ramal ferroviario que unía Bahía Blanca y Toay en 1936. De acuerdo con los datos del Censo Territoriano de 1920, la población agrupada en torno a la estación ascendía a 241 habitantes, el registro con mayor cantidad de pobladores que logró la localidad. Según el Censo de Población de 1942, habitaban el poblado y la zona rural 569 habitantes, de los cuales 62 se registraron en la zona "urbanizada". En la década de los sesenta el pueblo contaba con 82 habitantes, en los setenta solo veinticinco y hacia los ochenta Cachirulo registraba 34 habitantes.
A pesar del gradual descenso demográfico con altibajos, en los noventa se reinició el proceso de repoblamiento con la llegada de tres familias desde la localidad lindera de Toay. Las familias asentadas desde entonces ejercen la posesión de las tierras linderas al ferrocarril. En el 2000, habitaban en el paraje ocho familias que practicaban la producción de ladrillos en hornos a leña y la caza de fauna silvestre. Provenientes de Toay y Santa Rosa, eran grupos "desplazados" por la falta de trabajo y la crisis político-económica que atravesó el país entre el 2000 y el 2001 (La Nación 2000). En el Censo de Población y Vivienda de 2001 la población de Cachirulo era de veintiocho habitantes, mientras que el 2010 arrojó 44 habitantes. En los últimos dieciocho años se instalaron nuevos grupos domésticos a partir del tendido de redes familiares y el desarrollo de diversas prácticas. Muchos de los nuevos residentes provienen de Toay, localidad con la que tienen una flexible movilidad y casi todos pertenecen a la religión evangélica. La instalación del templo, las redes de "hermanos" generadas y el compromiso del pastor han contribuido a contener a los grupos domésticos del paraje y a generar nuevos espacios de socialización para las mujeres, inicialmente, y luego para toda la familia.
La única institución pública en pie es la escuela, que cuenta con dos salones para el dictado de las clases, sala de computación, biblioteca, comedor, cocina y baños. De acuerdo con distintos testimonios de los vecinos, la escuela no era un espacio apropiado para los habitantes ya que los maestros faltaban mucho, pero esta situación se está revirtiendo ante la activa presencia y las diferentes actividades que están realizando las docentes multifuncionales. Las maestras pretenden resignificar la escuela como un espacio de encuentro para las familias; por esa razón, aparte de enseñar a los niños y darles de comer, están realizando talleres para mujeres y distintas actividades comunitarias. Además, la escuela -a través del Ministerio de Educación de la Provincia de La Pampa- genera ingresos para tres familias, pues contrata a dos cocineras y una portera que posibilitan aportes en dinero a las mujeres de forma permanente.
Las familias de Cachirulo están asistidas por la Municipalidad de Toay en la alimentación, educación, transporte y salud, garantizando los desayunos y almuerzos a los chicos escolarizados -y el traslado diario hacia los colegios secundarios en la localidad de Toay-. Asimismo, existe un programa de mejoramiento habitacional -actualmente inactivo-; todas las familias poseen asistencia social dado el grado de vulnerabilidad social que portan, son asistidas a través de distintos programas provinciales y nacionales (tales como la tarjeta social, programa de asistencia alimentaria, asistencia de indumentaria escolar, asignaciones familiares, pensiones, jubilaciones, etc.). En forma paralela, el Municipio, junto con la iglesia evangélica, interviene cuando se detectan situaciones de abuso, violencia y adicción. De acuerdo con la Directora de Bienestar Social:
En el primer periodo de gestión logramos que una vez a la semana fuera una doctora a atender a los chicos allá y dio un buen resultado porque buscamos identificar situaciones de abuso, situaciones de maltrato y violencia, adicciones e intervenir, por suerte gracias al trabajo con el pastor estas vulneraciones de derechos de mujeres y niños se han revertido un poco. (Entrevista a licenciada encargada de la Dirección de Bienestar Social de Toay 2018)
Para el Municipio de Toay, Cachirulo es un "apéndice" con gente que emigró desde la localidad, que genera fuertes gastos y del que no obtienen ningún tipo de recaudación. En palabras de la directora: "Cachirulo es un apéndice, ni siquiera es que nos corresponda a nosotros hacernos cargo [...]. Como es gente que va y viene de acá de Toay nos hacemos cargo, la mayoría tiene domicilio en Toay pero vive allá" (Entrevista a Directora de Bienestar Social de Toay, 2018).
Esa presencia del Estado municipal y -en menor medida- provincial es invisibilizada, al menos discursivamente, por los vecinos. Las percepciones respecto al Estado son mayoritariamente negativas: los pobladores reclaman mayor presencia y denuncian constantemente el "abandono":
Acá del Municipio o la Provincia pero no hay presencia salvo cuando necesitan votos, yo después no los he visto [...] en algunos tiempos aparecen los de Bienestar Social a dar materiales para la construcción de casas o mejoras pero es a veces [...]. A nosotros nos dieron una planilla pero no quisimos hacerla porque hay gente que está más necesitada que nosotros [...] yo tengo una casa donde vivir en Toay con mi viejo, y hay gente que no tiene nada, se le llovía todo. (Entrevista a criador de cerdos, alambrador y evangélico 2017)
Sin embargo, se reconoce que en "tiempos electorales" la presencia de funcionarios públicos, además de tender tramas clientelares, posibilita el acceso a ciertos recursos materiales y simbólicos: "De la Municipalidad no vienen nunca, salvo cerca de las elecciones... ahí ponen música y un pelotero y los muchachitos chochos" (Entrevista a hornero y changero 2017). Estos procesos, según A. Gutiérrez (2007), permiten "ayudas eventuales de los políticos", que surgen cuando los visitan "espontáneamente". Ese capital económico generado, al que se suma el esfuerzo propio de los vecinos, sostiene algunas de las estrategias colectivas: materiales para el taller, bienes para terminar de construir el comedor y la cocina, que se concretan en obras terminadas cuando los hombres y mujeres invierten su capital físico como mano de obra. Un tiempo que es especialmente importante para desplegar un conjunto de estrategias de inversión de capital social y de reconversión en capital político es el tiempo preelectoral, el tiempo de las campañas políticas. De este modo, la asistencia menos visible pero existente en la alimentación y acceso a la educación contribuye al proceso de reproducción de las familias. A continuación, se avanza con las trayectorias de las unidades de análisis.
Acerca de las familias de Cachirulo
"no fue hace mucho pero vivíamos muy mal pero desde que conocimos a Dios hemos progresado".
(Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017)
En el 2018 quince familias ampliadas (Figura 1), que en conjunto suman setenta pobladores, ejercen la posesión pacífica de la tierra y practican distintas actividades que posibilitan la reproducción social. Diez de ellas tienen doble residencia en Toay, es decir, utilizan la movilidad como práctica cotidiana para sostener las dos casas. El poblador más antiguo y sus hijos, respetado como el "intendente" del pueblo, posee un permiso para ocupar el mejor edificio del paraje: la estación y las construcciones ferroviarias lindantes que comparten con sus hijos y nietos. Dos grupos domésticos originarios, emigrados en los noventa desde la localidad de Toay, han tenido descendientes que hoy son jefes de familia. Asimismo, en los últimos quince años, se instalaron en el paraje grupos provenientes de las ciudades cercanas (Toay, Santa Rosa y Pehuajó). Están conformados por parejas jóvenes con hijos y, algunas, en ciclo de reemplazo, con nietos. En la mayoría de los casos, fue la presencia de los hornos de barro, el acceso a la tierra y, luego, el acercamiento a la religión evangélica lo que favoreció la emigración a Cachirulo o bien la doble residencia en Cachirulo-Toay:
Datos: elaborado por Juan Pablo Bossa 2018, a partir de datos de la Dirección General de Catastro, Dirección Provincial de Vialidad (Gobierno de La Pampa), sobre imagen satelital de Google Earth.
Siempre viví acá en Toay en los campos, en el monte, del piquillín, del caldén, mi padre era hachero y yo lo acompañaba con mi familia, luego seguí solo trabajando siempre del monte, en los campos de acá, hachando, una vida muy sacrificada. (Entrevista a hachero y alambrador 2017)
Yo me crie a los ponchazos, a los tirones, una familia muy pobre, mi viejo nunca tuvo nada [...]. Nosotros empezamos a ir más a Cachirulo, me gustaba más como daban los sermones en el templo, más simple [...] me gustó la forma de hacer la reunión, más sencilla, menos estructurada que acá [...] allá era más familiero, más sencillo y empecé a ir. (Entrevista a criancero y evangélico 2017)
A pesar de la persistencia de las condiciones de pobreza estructural (habitacional, falta de servicios básicos e ingresos mínimos), todos reconocen que ha mejorado la situación en los últimos años donde pudieron acceder a tener un vehículo, arreglar la vivienda o tener "un pesito extra" para momentos de escasez de trabajo: "hoy todos progresaron hasta los más empiojados [...] antes se vivía el día a día (Entrevista a constructor hornero 2017)". Esa mejora es atribuida a la influencia positiva de la religión, que redujo el consumo de alcohol, la violencia doméstica y contribuyó a inculcar la cultura del trabajo. También se reconoce, en los distintos testimonios, la mayor demanda de empleo en las explotaciones rurales y en los espacios urbanos que han posibilitado la generación de ingresos extraprediales.
Andábamos quince en un rastrojero (risas) no sé cómo nos metíamos pero veníamos a Toay a jugar al futbol (risas) eran ocho atrás y ocho adelante, hacían leña y traían todo en esa chata, ¡¡¡era lo único que había!!! Había que empujarla, y nosotros siempre nos reímos de eso porque no fue hace mucho pero vivíamos muy mal, pero desde que conocimos a Dios hemos progresado [...]. (Entrevista a hachero 2017) Cuando los conocí todos tomaban mucho, todos sufrieron la familia, hambre, mucho piojo [...] venían con un viaje de leña y lo poco que tenían lo gastaban en cerveza [...] entonces no era una vida linda, las familias sufrían mucho y después las mujeres fueron las que empezaron a conocer a Dios, cada uno tuvo una experiencia distinta, casi todos llegaron por necesidad, no por arrimarte [...]. Y cambió todo, empezaron a cambiar su forma de vida, que-rés vivir como Dios manda, es difícil ojo [...] es como yo te decía Eugenia agarrar la caza en cualquier campo es fácil, pero hacer las cosas bien con permiso, andar esperando es como debe ser [...] pero todo tiene su recompensa porque si hacemos la voluntad de dios realmente vivís mejor. (Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017)
Según la perspectiva docente, el pueblo está creciendo "de la nada porque no hay un puesto de trabajo" (Entrevista a maestra 2011); sin embargo, distintas prácticas están permitiendo el asentamiento de nuevas familias. Cabe indagar entonces: ¿qué factores sociales y simbólicos y prácticas han posibilitado el repoblamiento de Cachirulo en los últimos años? En el próximo apartado se avanza en esa dirección.
Factores que posibilitaron el desarrollo de prácticas de reproducción social en Cachirulo
"Conservan prácticas culturales muy ruralizadas"
(Entrevista a trabajadora social 2018)
En un estudio previo realizado sobre el paraje se afirma que los principales factores que han posibilitado la permanencia en este espacio rural han sido los "lazos familiares y de parentesco" con mecanismos de "reciprocidad" ante la "fragmentación, falta de cohesión social y desarraigo" (Nievas 2017, 83). Se cree que además de estos vínculos, intervienen otras variables (y dimensiones) en el proceso de repoblamiento de Cachirulo. A continuación, se desarrolla cada una.
Disponibilidad y acceso a la tierra de manera informal
A través del tendido de redes familiares, evangélicas y de amistad, algunas familias de Toay han podido acceder a la tierra ejerciendo la posesión, lo que habilita el desarrollo de distintas actividades productivas. De acuerdo con la percepción de varios entrevistados: "la tierra te permite hacer todo":
A mí el terreno me lo dieron por parte de la iglesia evangélica, ellos tienen un terreno grande por veinteñal, el pastor lo tramitó, es de 50 por 100 metros, grande o más y la mitad es de la iglesia y hay tres terrenos más que se los dieron a personas de ahí [...]. Me anoté yo pidiendo un permiso, pero no pueden subdividir hasta que no salga la escritura, ellos pagan los impuestos, el día de mañana se subdivide y nosotros pagaremos los impuestos, pero ahora nos dejan vivir ahí y no nos cobran nada, dividimos la luz entre las tres casas y el templo. (Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017)
Hoy sé qué muchos han vuelto, vecinos míos, Galván, Dupó y otros[...] pueden tener animales, chanchos, y está cerca. Es lindo además y tranquilo. (Entrevista a hachero y alambrador 2017)
Si bien las tierras pertenecen al Estado Municipal, Provincial y Nacional, además de titulares registrales privados, algunas familias, a través del pastor evangélico, han solicitado la prescripción veinteñal al Municipio. Cinco familias ocupan los predios de la estación ferroviaria, el correo y vieja estafeta policial y otros ejercen la posesión -de manera informal o con permiso en la mayoría de los casos- sobre los predios3. Desde la perspectiva pública:
Los únicos que regularizaron las tierras fueron los de la iglesia, la manzana donde está la iglesia [...] son siete núcleos familiares que están regularizados [...] los que no lo están son los que están sobre el borde del ferrocarril que son tierras nacionales, hay un convenio con el Municipio por el uso de las tierras y ahí los dejamos estar[...] sin firmar comodatos, por supuesto. Ellos están registrados como ocupantes con permiso[...] Después hay dos familias con problemas con privados que estaban en la comisaria, que esas son tierras de la Provincia". (Entrevista a licenciada a cargo de la Dirección de Bienestar Social de Toay 2018)
De este modo la titularidad en la propiedad de las tierras expresa otra complejidad en el caso de Cachirulo en la que intervienen distintos agentes y cuya solución depende de una decisión política. Ese acceso informal a una tierra que no está totalmente regulado posibilita un margen de acción para la posesión pacífica y el desarrollo de prácticas productivas ruralizadas, mucho más limitadas en los espacios urbanos.
Cultivar la tierra y criar animales
El acceso a un terreno les permite criar animales y cultivar pequeñas huertas. El agua potable está garantizada a través de una extensión del acueducto Río Colorado que hizo el Estado. Estas actividades generan alimentos de consumo, recursos para la venta y un resguardo cuando el ingreso fijo obtenido en "changas" disminuye. Casi todas las familias crían aves de corral y entre cinco y diez porcinos. Algunas además poseen pequeñas majadas de ovinos, algunas cabras y caballos:
Acá en Cachirulo puedo tener animales, en Toay no podés, se quejan los vecinos, te roban los animalitos, en cambio acá si puedo[...] y tener ladrillos, ahora está un poco parado eso porque tengo trabajo en construcción, pero cuando me quedo sin laburo, sigo con los ladrillos[...] es un rebusque, es para poder construir sin gastar, ampliar la casita pero no me da dinero. (Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017)
Es llamativo que todas las familias poseen porcinos, y hay dos grupos domésticos procedentes de Santa Rosa que han accedido a la tierra, se especializan en la cría de cerdos y, si bien no residen en el lugar, se movilizan diariamente desde la ciudad para garantizar el cuidado de los animales en el paraje. Los animales se encuentran a la intemperie, sin corral y en un caso, han construido un tajamar o reservorio de agua -donde se encuentra la boca del acueducto- en el que posan y se concentran.
Tres familias han desarrollado huertas domésticas y una de ellas produce para vender la verdura cuando hay excedentes. El problema que tienen es que cuando realizan trabajo extrapredial, se abandona el riego y algunas producciones se pierden. Destacan el otorgamiento de semillas por parte del INTA a través del programa Prohuerta.
Como elemento recurrente se observa en todos los procesos productivos informalidad en el acceso a la tierra y a la producción. Los animales domésticos (porcinos, ovejas, cabras, aves de corral) son, a menudo, adquiridos como forma de pago en las "changas" realizadas en estancias de la zona, o bien a través de programas nacionales como el Prohuerta que facilitan pollitos, semillas y plantines. Otro rasgo es la artesanalidad en el proceso productivo, generación de desechos en el ambiente sin precauciones mínimas de higiene en las distintas actividades que allí se generan.
Hornos de barro
Una de las producciones que posibilitó la generación de ingresos en el paraje fue la de ladrillos. El alto contenido de arcilla del suelo, junto con la posibilidad de obtener leña de caldén del monte y la presencia de mano de obra familiar han dado como resultado la generación de cuatro hornos de ladrillo en el poblado.
En el proceso productivo "del barro" participa toda la familia: primero se prepara la tierra arcillosa a la que se le agrega abono de animales, agua y pasto como elementos ligantes. Luego de mezclarla y prepararla formando círculos movidos a tracción sangre (caballos), está en condiciones de usarse. Para ello se pasa manualmente a moldes de madera donde se realizan los ladrillos con distintos tamaños. Después, se los coloca en el piso para que se "airen" y se los protege de las eventuales lluvias. Una vez secos se los hornea en hornos calefaccionados con leña del monte circundante. Ya "quemados" o cocidos se sacan del horno y se acumulan en filas para ser vendidos o consumidos por los grupos domésticos. Cabe destacar la artesanalidad del proceso productivo (Figura 2) junto con la participación femenina y masculina de todos los integrantes de las familias. Asimismo, las herramientas utilizadas en el proceso son muy simples, a menudo autofabricadas.
Todos los grupos domésticos -que habitaban en el 2000 en Cachirulo- participaron en la producción de hornos de barro, pero actualmente se encuentra "parada" la actividad porque no permite generar ingresos en el "día a día", requiere cierta estacionalidad para evitar los riesgos de ruptura de la cerámica y está sometida a la competencia con ladrillos provenientes de otras localidades:
Ya terminé de pagar la camioneta, entonces ahora si afloja el laburo de albañil tengo el horno, por lo menos tengo para agrandar la casa y después podemos tener algo para vender [...]. El asunto es que tenés que hacerlo cuando no tenés otra cosa porque de ahí no sacas plata inmediata, tenés que esperar, hoy no se puede vivir de eso [...]. Pero los sábados y domingos voy avanzando por cuatro y cinco meses y horneamos [...]. (Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017).
Es una producción que depende del clima, si llueve mucho se pierde todo, si hace frío se te quiebran los ladrillos, requiere conocer del tema, mucho trabajo y buen clima, encima a veces no salen tan prolijitos como los ladrillos de Mendoza. (Entrevista a hornero y changuero 2017)
Caza y recolección del monte
El estar rodeados del monte de caldén, en pleno espinal, les permite obtener leña para el consumo doméstico y para vender en las localidades de Toay, Santa Rosa y campos rurales, además de posibilitar la realización de las "quemas de ladrillos" cuando hornean la producción. Esa práctica siempre la realizaron porque permite la obtención de carne y calefacción. Se extrae madera de dos plantas nativas regionales: piquillín y caldén. Un joven que trabaja extrapredialmente haciendo "postes" para explotaciones rurales afirmaba:
Todos sacamos leña para calentarse y para vender del monte y caza también, vizcacha [...] si nos dan permiso para sacar algo más en algún campo también cazamos […] algunos tienen perros. Mientras tengamos monte, no pasamos hambre, siempre algún bichito cazamos, un piche, peludo o liebre se puede comer [...] complicados están los que viven en Buenos Aires, ahí sí que no se puede vivir [...]. (Entrevista a changuero y alambrador 2017)
Asimismo, obtienen fauna silvestre a través de la caza con jauría y poseen permiso en las explotaciones donde trabajan eventualmente. Se plantea que desde que está el templo la caza furtiva se ha controlado, pues no es considerado un "buen cristiano" quien caza sin permiso.
Movilidades y doble residencia
Si bien todos los pobladores mencionan la falta de trabajo genuino y permanente en el pueblo como un reclamo constante al Estado, esa carencia es compensada -parcialmente- con la cercanía hacia las ciudades de Toay, Santa Rosa, Ataliva Roca y el eventual empleo en las explotaciones agropecuarias cercanas, donde son contratados como peones, alambradores o generadores de "postes". Estos procesos combinados permiten generar otras fuentes de ingresos. Cabe mencionar que la adquisición de un vehículo familiar en los últimos diez años ha permitido el "ir y venir" diario, en especial a los varones, junto con las mejoras en las comunicaciones y rutas:
Muchos nos fuimos de Toay y Santa Rosa [...] los chicos ya tienen familia y se quedan ahí [...] el asunto es que no hay trabajo en Cachirulo, podés vivir en el día a día [...] Muchos van y vienen como yo, con changas acá y allá con animalitos en Cachirulo, o ladrillos, otros trabajan de peones en las estancias de ahí, trabajan en el campo, uno es el encargado del campo y se va con los chicos a trabajar. (Entrevista a changuero y alambrador 2017)
Ellos tienen una interacción con Toay que es tremenda, pero creo que no la dimensionan, van y vienen todo el tiempo a Toay, es más su domicilio en el documento es en Toay. (Entrevista a asistente social 2018)
Las familias -diez de quince- que tienen doble residencia están construyendo su propia vivienda en el paraje y poseen otra "casita" en Santa Rosa o Toay, donde comparten el terreno con sus padres o bien aguardan que les adjudiquen una vivienda social en esas localidades. En sus expectativas, pretenden instalarse definitivamente en Cachirulo cuando existan las "comodidades" mínimas para hacerlo. A pesar de poseer el domicilio en Toay, elijen Cachirulo para vivir porque el lugar les ofrece ciertos recursos que la localidad no les da, pero también genera limitaciones y problemáticas (falta de empleo, asistencia en salud, recolección de residuos, entre otros).
De este modo estas prácticas, que suponen la combinación de trabajo en la unidad doméstica y fuera de ella, pueden leerse como una forma de multiocupación o pluriactividad (Murmis y Feldman 2003) desempeñada fundamentalmente por los varones, pues las mujeres se encuentran atendiendo a los niños escolarizados en el paraje y sosteniendo las actividades productivas. Asimismo, dan cuenta de las nuevas movilidades diarias y semanales que suponen la doble residencia y diseños de asentamiento flexibles.
Redes vinculares y de solidaridad
A través de la participación en la religión evangélica, todos los grupos domésticos colaboran con la construcción del tempo y se ayudan entre vecinos para arreglar las viviendas. Cuentan, incluso, con recursos que obtienen de la venta de productos (polladas, pasteles, pan, etc.) y aportes que realiza el Municipio de Toay (como la compra de una panificadora, entrega de ropa para organización de un ropero comunitario) para ampliar el establecimiento.
En la iglesia hacemos pollos, ahora hacemos pasteles para vender, mañana hacemos, lo hacen las señoras cada quince días y los vendemos nosotros, los varones en Toay y lo que juntamos lo usamos para mejorar el templo [...] siempre nos quedamos dos matrimonios y vamos arreglando el templo, a veces nos turnamos y hacemos mejoras en las casas que más necesitan [...] ahora arreglamos el baño y pusimos el machimbre (techo de madera) en la iglesia, le pusimos cerámicos, entre todos. (Entrevista a albañil y evangélico 2017)
Estamos agrandando la iglesia (el templo) porque es mucha gente que va a Cachi y también vienen de Toay, entonces estamos vendiendo pasteles para hacer una ampliación [.] los sábados a las ocho hay reunión, después comemos algo y después los nenes tienen la hora feliz, que son dos horas con enseñanzas a los chicos y les damos la merienda, eso se hace los sábados [...] por eso vamos y nos quedamos los fines de semana allá, el domingo pegamos la vuelta para traer a la nena al jardín de Toay. (Entrevista a ama de casa y evangélica 2018)
Estas redes de ayuda mutua cumplen un rol estratégico cuando la presencia del Estado es menos visible o esporádica. Ante eventualidades, como accidentes y problemas de salud, son los vecinos los que acuden a auxiliar a quien lo necesite. En ese universo de relaciones no solo deben considerarse las gestadas entre los grupos domésticos sino con otros agentes que intervienen en el espacio social: pastores evangélicos, hermanos evangélicos extralocales, maestras, trabajadoras sociales, extensionistas del INTA, funcionarios del municipio, estancieros, "patrones", etc. Aunque algunas de estas redes tienen distintas temporalidades y dependen de políticas, intencionalidades y experiencias previas. Tampoco se limitan las redes al espacio local, pues al poseer la doble residencia y trabajar fuera del predio entablan vínculos y obtienen recursos de otros espacios urbanos y rurales.
La escuela, la tranquilidad y el conocimiento mutuo
La presencia de la institución escolar es también un elemento valorado para elegir este lugar como destino para la educación inicial y primaria. La escuela cumple un rol fundamental en el paraje como agente de socialización y ofreciendo derechos. A través de la escuela y el compromiso de algunas docentes se han visibilizado problemáticas socioeconómicas del paraje y se han obtenido bienes (ropa, calzado, libros, útiles escolares, bicicletas, entre otros) y actividades de recreación (viajes de los niños hasta Buenos Aires). De este modo, la escuela "abre puertas para tener acceso a otras cosas" y saberes, es decir, construir nuevos sentidos:
Me contacté con unos empresarios, les comenté mi historia y la de toda la gente, de cómo viven, les dije que la escuela buscaba abrir otra ventana y mostrarle otras formas de vida [...] que aparte de contarles yo quiero que lo vean [...] son nenes que no conocen Santa Rosa, ni Buenos Aires [...] y quedaron en llamarme. Una semana después estábamos organizando la salida para tres días para todos los chicos a Buenos Aires [...] así que a prepararnos [...] a buscar ropa porque no tenían [...] yo siempre llevo la gente me da [...] Ahora estamos juntando libros pero no para la escuela que está bastante bien [...] estamos juntando para armar una biblioteca para casa familia. (Entrevista a docente 2011)
Además de la existencia de la escuela, distintos discursos dan cuenta de que el paraje es elegido, entre otros factores, porque "se vive como en el campo", de "forma simple", "más libre" pero sin el aislamiento que suele tener el espacio rural de esta zona. Se destaca en los testimonios la "tranquilidad de lugar", la "honestidad de la gente", el "conocimiento mutuo" y las prácticas de solidaridad entre vecinos.
Me gusta más la gente de allá que acá, los chicos son mucho más sinceros, no tienen trampa, son honestos, no es como la gente del pueblo que tiene otra forma acá en Toay o en Santa Rosa [...] buscan pelea, viven a mil. En cambio, en Cachirulo no [...]. Acá en Toay es poca la gente que es así, acá por ahí necesitas una gauchada y se fijan en lo que pierden y allá todos nos ayudamos. (Entrevista a constructor, criancero y evangélico 2017)
Sin embargo, esa mayor "tranquilidad", "libertad" puede mirarse como la ausencia de controles públicos y de instituciones garantes de derechos, es decir, puede hacerse una doble lectura de esa representación. Por un lado, la tranquilidad asociada con la idea de "ruralidad", pero al mismo tiempo esa ausencia de controles (policía, municipio, etc.) permite "ocultar" situaciones de violencia doméstica y prácticas culturales arraigadas que pueden vulnerar derechos de niños y mujeres. En este sentido, también aparece una percepción ambivalente en el discurso de los vecinos sobre el lugar porque, por una parte, se plantea como positiva la tranquilidad y la ruralidad pero, por otra parte, se reclaman servicios urbanos y, sobre todo, trabajo en órganos públicos. Esa tensión en el discurso se expresa también en las prácticas, pues algunas familias que han recibido viviendas sociales en la localidad de Toay reclaman mejoras habitacionales en el paraje, siendo una problemática irresoluble para el Municipio. Como lo relata la Directora de Bienestar Social:
La gran mayoría tienen domicilio en Toay. Le había tocado una casa de barrio (pública) a una chica de acá y se fue a vivir a un galpón a Cachirulo [...]. Cuando la vi allá viviendo en esas condiciones me enojé tanto, por sus hijos, teniendo una casa nueva a estrenar se fue a ese galpón sin ningún servicio, exponiendo a sus chiquitos a eso [...] ¡y me reclamaba una puerta para dividir el galpón! Entonces le dije que no le iba a dar la puerta porque el Estado le había dado una vivienda social que no la estaba ocupando y estaba exponiendo a sus hijos a vivir en condiciones precarias en Cachirulo [...] por supuesto, se enojó. (Entrevista a licenciada 2018)
La lógica que desconoce el Estado es que el lugar les ofrece ciertos recursos y tramas que la localidad de Toay no posee o en los que se dificulta su acceso. Ello genera tensiones y conflictos entre las distintas miradas y prácticas sociales de estos grupos en un espacio de borde. Cachirulo y el entramado social gestado en el paraje posibilitan la obtención de recursos y distintas prácticas socioproductivas y de movilidad que actúan como soluciones flexibles ante situaciones de pobreza estructural.
Las familias garantizan la reproducción simple y ampliada con la diversificación de actividades dentro y fuera del paraje, con movilidades flexibles y optimizando los ingresos obtenidos a través de distintas redes e instituciones. En el proceso de producción y en el acceso a la tierra se destacan la informalidad y el peso de las redes sociales para la obtención de recursos e ingresos. Como señala Alicia Gutiérrez (2003), deben entenderse las redes como cuerpo y como campo, en la medida en que el mantenimiento unido de la red asegura cierto tipo de estrategias entre las unidades domésticas y en la medida en que allí se ponen en juego distintos "capitales sociales" distribuidos desigualmente en función de las distintas posiciones en el campo social. Otro aspecto a destacar es el uso de recursos naturales del lugar. Los distintos elementos naturales que ofrecen el monte y la tierra (leña, caza, huerta, horno, arcilla) junto con el trabajo en campos y en las localidades cercanas como Toay y Ataliva Roca, y el desarrollo de redes vinculares han posibilitado un crecimiento del paraje. Las familias desarrollan distintas actividades productivas que garantizan apenas la supervivencia de los grupos, con asistencia eventual y permanente desde el Estado.
El enclave turístico del lugar: la construcción del autódromo y su impacto
"Ellos no tienen expectativas sobre el autódromo, yo sí. (risas)"
(Entrevista a docente 2011)
Localizado sobre la ruta provincial n.° 14, en un valle que contiene una tribuna natural, desde la cual se puede visualizar toda la pista (Figuras 3 y 4), el autódromo tiene una extensión de 4.300 m y es apto para las grandes categorías de automovilismo nacional e internacional.
Datos: elaborado por Juan Pablo Bossa 2018, a partir de datos de la Dirección General de Catastro, la Dirección Provincial de Vialidad, Gobierno de La Pampa, sobre imagen satelital de Google Earth.
A pesar de las "esperanzas" de los docentes que enseñaban en Cachirulo, la noticia de la construcción de autódromo no fue vivida por los pobladores del paraje con demasiada expectativa, especialmente por los hombres, quienes rápidamente supusieron que no los iban a tomar como trabajadores. Efectivamente como luego ocurrió, la construcción de la megaobra no demandó mano de obra local, salvo un caso en el que se le otorgó una pasantía a un joven. Sin embargo, permitió que se asfaltara la ruta 9 desde Toay hasta el autódromo, lo que acortó el camino de tierra a solo 3 km. En forma paralela, el megaemprendimiento visibilizó la extrema pobreza del paraje y eso permitió el acceso de ciertos recursos en forma gratuita para mejorar las condiciones de vida a través de donaciones. La maestra planteaba que "ahora" los funcionarios responden y agilizan sus demandas:
Hay un antes y un después del autódromo con respecto a los pedidos en la escuela, la asistencia desde las autoridades [...] pedí un zepelín y ahora me están haciendo las instalaciones [...] muchas cosas que el año pasado pedí y no conseguí, ahora me están escuchando [...] no es porque me escuchen a mí sino porque está en puerta el autódromo y esto va a resurgir [...] porque creo que quieren tener lugares para hacer cabañas, para que pueda albergar a esta gente que dos veces por mes va a ver carreras [...] entonces eso justifica una inversión [...] y los terrenos ahí no valen nada […] los pocos que tienen dueños. (Entrevista a docente 2011)
Más allá de las posibilidades de vender algún producto artesanal generado por las mujeres del paraje, los temores giran en torno a la propiedad de las tierras y a la posible explotación de la población: "Yo lo más preocupada estoy es por las tierras, por ver que no haya explotación de esta gente [...]. Sé que había problemas con las tierras [...] por ahora no los han querido correr [...] creo que ahí se van a movilizar" (Entrevista a docente 2011). El interés por las tierras fue capitalizado por algunos vecinos, quienes intentaron "vender" supuestos títulos a compradores extralocales, los cuales presentaron quejas en el Municipio por supuestas estafas.
Cuando se habilitó el autódromo apareció una cantidad importante de gente interesada en comprar tierras allá y ellos, ¡más de uno (de los pobladores) vendieron sin papeles! [...] nada, porque no tienen ningún papel y se quedaron con la plata [...]. Hubo compradores precarios que vinieron a quejarse al Municipio. (Entrevista a licenciada encargada de la Dirección de Bienestar Social de Toay 2018)
Otros de los efectos de la construcción del autódromo fue la circulación de "turistas" por el paraje y la venta de panes y pasteles elaborados por las mujeres: "los sábados y domingos Cachirulo se ha convertido en un lugar del turismo […] turismo de la pobreza [...] donde la gente pasa a ver en qué condiciones viven y se vuelven horrorizados y queda ahí [...] la gente pasa, los mira como si fueran una cosa rara y se va" (Entrevista a docente 2017). En este contexto de mayor circulación de "visitantes" en el paraje, las maestras les propusieron a las mujeres desarrollar un taller de cocina en el que, además de aprender recetas cuyos productos pueden venderse los fines de semana, se discuten cuestiones de género, sexualidad, importancia del trabajo o educación, entre ostros aspectos:
Decidimos hacer un taller para las mujeres del pueblo con el Municipio sobre cocina [...] estamos enseñándoles a cocinar, pero va mucho más allá de eso [...] porque hablamos cuestiones de género, de sexualidad, salud, acompañamiento en los aprendizajes de los chicos en su escolaridad, este trabajo de que la escuela es importante para abrir otras puertas y para tener acceso a otras cosas y poder tener continuidad. (Entrevista a docente 2017)
De este modo, el autódromo funciona como un enclave turístico que no genera demanda de trabajo local ni promueve el desarrollo de la zona. Sin embargo, ha posibilitado una mayor movilidad de los habitantes del paraje, en especial de los que tienen doble residencia con Toay al asfaltar un tramo importante de la ruta y generar mayor visibilización de las problemáticas del paraje.
Últimas consideraciones
Se han identificado en Cachirulo una combinación de prácticas de movilidad flexibles que articulan lo rural y lo urbano, de diversificación con fuertes grados de arte-sanalidad y de informalidad, intensos lazos sociales y un aprovechamiento de recursos naturales del lugar, así como una capitalización de los ingresos públicos -eventuales y permanentes- como elementos para garantizar la persistencia y expansión del paraje. El caso analizado da cuenta de la combinación de prácticas socioproductivas flexibles que posibilitan el desarrollo de las estrategias de reproducción social. Además de la presencia de leña que recolectan, los suelos de la zona poseen propiedades arcillosas que facilitan el desarrollo de la actividad hornera. Asimismo, estas familias complementan sus ingresos con la cría de ganado, destinados a la venta y el consumo y planteles de aves de corral para el autoconsumo.
Algunas mujeres, cuyas parejas trabajan en los hornos de ladrillo, poseen empleos (rotativos) en la escuela (cocinera y servicio doméstico) con base en contratos de planes sociales y convenios con el Estado a través de la asistencia social. En los últimos años se destaca el trabajo extrapredial masculino, en albañilería, en la venta de leña y en la elaboración de postes y alambrado de campos, mientras que las mujeres y los niños residen en el paraje, fundamentalmente por la escuela y el comedor. Todas las familias consumen animales obtenidos de la caza de fauna silvestre cuando escasean los alimentos. Colectivamente organizan las cacerías de jabalíes, liebres, vizcachas y piches. De este modo, diversas prácticas configuran el conjunto de las estrategias de reproducción social de estos grupos en un espacio de borde. Estrategias gestadas espacialmente que actúan como soluciones flexibles ante situaciones de pobreza estructural, vulnerabilidad social y necesidad habitacional y de acceso a la tierra.
Las familias de Cachirulo garantizan la reproducción con la diversificación de actividades dentro y fuera del paraje, optimizando los distintos ingresos obtenidos. En el proceso de producción y en el acceso a la tierra se destaca la informalidad y el peso de las redes sociales para la obtención de recursos o ingresos. De esta manera, el estudio de caso da cuenta de las dinámicas complejas, rural-urbanas, no fijas, móviles y flexibles que presentan las estrategias de reproducción social en Cachirulo (La Pampa, Argentina) y la importancia del espacio social para garantizar ese proceso.
A pesar del importante accionar del Estado -en especial del Municipio de Toay- en distintos programas sociales y políticas (educación, alimentación, transporte, agua, ingresos, etc.), las familias niegan constantemente su accionar y reclaman -en una posición asistencialista- un mayor otorgamiento de recursos y bienes sin que se "entrometa" en sus tramas sociales y costumbres arraigadas.
El discurso (y sus prácticas) de los vecinos no está exento de tensiones y contradicciones. Hay percepciones ambivalentes respecto al lugar que ofrece la tranquilidad propia de la "ruralidad" pero, al mismo tiempo, es carente de servicios urbanos referidos a salud, planes sociales de vivienda, recolección de basura, alumbrado público, entre otros, y, sobre todo, no ofrece empleo público, una demanda muy recurrente de los vecinos. Este espacio de borde, que, sin dudas, está menos favorecido en el acceso a los derechos y con ello a la justicia espacial, porta, sin embargo, intersticios para lograr la reproducción simple con tensiones y complejidades.