Introducción
El estudio de las emociones en las ciencias sociales durante las últimas décadas se ha caracterizado por una proliferación de críticas y debates que circulan entre la dimensión natural y social que las componen (Brown & Stenner, 2009; Cromby, 2012; Enciso & Lara, 2014; Greco & Stenner, 2013; Lara & Enciso, 2013; Wetherell, 2012). Como consecuencia, la conceptualización de las emociones se encuentra en diversos dominios teóricos, entre los que se destaca el de las bases biológicas, fisiológicas y neurológicas (Darwin, 1998; Frijda, 1986; Izard, 1993; James, 1884; LeDoux, 1996, 2000; Vigotsky, 2004); el del mundo de los significados y la construcción social de la realidad (Belli & Íñiguez-Rueda, 2008; Edwards, 1997, 1999, 2007; Fernández-Christlieb, 2000; Gergen, 2006; Potter & Hepburn, 2007); el de las propuestas críticas desarrolladas en el marco del Giro Afectivo (Greco & Stenner, 2013; Massumi, 2002; Sedgwick, 2003), y el de las propuestas que han integrado la dimensión natural y social de las emociones (Blackman & Cromby, 2007; Brown & Stenner, 2001, 2009; Cromby, 2007; Wetherell, 2012, 2013a, 2013b).
Con el desarrollo de la psicología discursiva, derivada del giro lingüístico (Ibáñez, 2003; Íñiguez-Rueda, 2003; Willig, 2001), las emociones empezaron a ser conceptualizadas bajo una perspectiva discursiva, que se propuso como alternativa crítica al dominio hegemónico de la cognición y la psicobiología (Belli & Íñiguez-Rueda, 2008; Edwards, 1997, 1999, 2007). Esta perspectiva, que se enmarca en las apuestas socio construccionistas, plantea que las emociones son construidas en el lenguaje y utilizadas para las prácticas sociales, por lo que en el seno de los marcos sociales y culturales tienen sus propios sentidos y significados (Belli & Íñiguez-Rueda, 2008; Edwards, 1997; Fernández-Christlieb, 2000; Gergen, 2006).
Si bien la perspectiva discursiva propuso un modo alternativo del estudio de las emociones, el llamado giro afectivo destacó las limitaciones de esta perspectiva y planteó la necesidad de regresar a la experiencia fisiológica (Enciso & Lara, 2014; Lara & Enciso, 2013). De acuerdo con Enciso y Lara (2014), estas limitaciones emergieron gracias a ciertos desarrollos teóricos en el marco de las ciencias sociales, como la perspectiva semiótico-material, de Judith Butler; la Teoría del actor-red, de Bruno Latour, y la teoría queer, de los estudios feministas. Aunque estas teorías no estuvieron interesadas en el estudio de las emociones, dieron avisos de la insuficiencia de lo simbólico y la necesidad de posicionar la materialidad en el estudio de lo social. Como consecuencia, el giro afectivo fomentó un giro ontológico sobre el estudio de las emociones, que empezaron a ser referenciadas como "afectos", y su conceptualización se comprometió con los procesos previos a la significación de la experiencia y el estudio del cuerpo (Enciso & Lara, 2014).
Como respuesta a las críticas planteadas por el giro afectivo, y empleando algunos desarrollos teóricos de las ciencias sociales, se han propuesto algunas alternativas teóricas como las de atmósferas afectivas (Wetherell, 2012, 2013a, 2013b), concepto asociado a las dimensiones personales o transpersonales de la vida afectiva y la existencia cotidiana, por lo que constituye una especie de propiedad asociada o emanada de espacios, lugares, eventos y situaciones.
Teniendo como base los trabajos desarrollados por Anderson (2009, 2014), Wetherell (2013b) define las atmósferas como una clase de experiencias que ocurren antes y al lado de la formación de la subjetividad, a través de las materialidades humanas y no humanas, y entre las relaciones de sujetos y objetos. Estas emergen de la forma en que los cuerpos se ensamblan con las materialidades; esto quiere decir que lo que está ensamblado o se están ensamblando es el continuo flujo y devenir del espacio y del acontecimiento, que organiza significaciones, formaciones afectivo-discursivas, participantes humanos y no humanos, y entidades técnicas y materiales involucradas. Al igual que el clima, estas surgen de interacciones indeterminadas, complejas y potencialmente turbulentas, entre fuerzas inmensamente oscuras y poderosas (Wetherell, 2013b).
Estas alternativas han buscado articular la experiencia física y de significados de las emociones, continuando con algunas bases ontológicas del socio construccionismo, y transitando hacia la inclusión de la materialidad, la performatividad, el principio de simetría y el ensamblaje de actores en la construcción de los afectos (Butler, 2002; Flores-Pons, Íñiguez-Rueda, & Martínez-Guzmán, 2015; Garay, Iñiguez, & Martínez, 2005; Latour, 1993, 2005).
El estudio de los afectos desde estas alternativas teóricas también ha permeado los estudios organizacionales, de los que se han derivado diversas líneas de investigación y propuestas para analizar de manera crítica las emociones (Anderson, 2009, 2014; Borch, 2010; Dashtipour & Vidaillet, 2017; Fotaki, Kenny, & Vachhani, 2017; Kenny & Fotaki, 2014; Michels & Steyaert, 2017). No obstante, en la literatura de la administración y organizaciones, el comportamiento organizacional se encuentra como el principal marco analítico para el estudio de las emociones (Barling & Cooper, 2008; Gooty, Gavin, & Ashkanasy, 2009; Schaubroeck & Jones, 2000). Esta perspectiva considera que las emociones son experiencias fisiológicas que afectan la conducta del trabajador y, como consecuencia, incide en los resultados organizacionales (Barling & Cooper, 2008; Robbins & Judge, 2009). Este modo de comprender las emociones sugiere que son categorías universales, que se presentan como experiencias subjetivas acompañadas de una activación fisiológica y que generan una serie de reacciones conductuales (Frijda, 1986; Izard, 1993; James, 1884; Vigotsky, 2004).
Bajo esta perspectiva, se han desarrollado diversas investigaciones sobre la emoción del miedo, concentradas en los efectos negativos que genera en los trabajadores y las organizaciones (Appelbaum, Bregman, & Moroz, 1998; Bedoya & Fernández, 2014; Bedoya & García, 2016; Kish-Gephart, Detert, Treviño, & Edmondson, 2009; Scarnati, 1998). Asimismo, otras investigaciones se han concentrado en comprender el uso de esta emoción en las prácticas administrativas, y en el modo en que se produce en los trabajadores (Bedoya & García, 2016; Coget, Haag, & Gibson, 2011; Dejours, 2009a, 2009b; Jericó, 2006; Kish-Gephart et al., 2009; Skinner, 2004).
El miedo en las organizaciones también ha sido conceptualizado a partir de sus tipologías. Diversos autores han señalado que la experiencia de esta emoción es diversa, por lo que se define a partir de múltiples fenómenos que la producen (Dejours, 2009a; Jericó, 2006; Lowe & McBean, 1989; Ryan & Oestreich, 1991; Suárez, 1997; Thongsukmag, 2003). Esta conceptualización ha generado algunos interrogantes, pues, si bien el comportamiento organizacional aborda este fenómeno como categoría universal, las tipologías del miedo sugieren que son experiencias localizadas, situadas, móviles e históricas, lo que contrasta con la versión universal de las emociones. Como consecuencia, subyace la necesidad de otros marcos analíticos para examinar esta emoción.
El presente artículo tiene como objetivo analizar cómo se construyen discursivamente los miedos de un grupo de trabajadores de Santiago de Cali, Colombia. Para ello, se plantea el supuesto de que la emoción del miedo se construye socialmente en las organizaciones como el resultado del encuentro de un sujeto con los actores del sistema sociomaterial que constituye sus atmósferas afectivas. El artículo se organiza en tres apartados, después de esta introducción: primero, se presenta la propuesta metodológica; luego, se discuten los resultados y, finalmente, se concluyen los resultados.
Método
El ejercicio empírico que sustenta esta investigación se abordó desde una apuesta cualitativa, que se enfoca en los sentidos y significados de los sujetos (Guba & Lincoln, 1994; Willig, 2001). El método empleado en esta investigación fue el análisis del discurso (en adelante AD). De acuerdo con Phillips y Hardy (2002), además de ser un método de investigación, el AD constituye una metodología al posicionar el lenguaje como constructor de la realidad. Como método, el ad se orienta en las prácticas del discurso, por lo que explora el modo en el que las ideas y los objetos se construyen socialmente, y el modo en que el lenguaje construye fenómenos sociales (Phillips & Hardy, 2002). Para esta investigación, el ad se desarrolló empleando los supuestos de la perspectiva discursiva de la psicología social sobre la construcción de las emociones (Edwards, 2007; Edwards & Potter, 1992; Potter, 1998, 2012, 2013; Potter & Hepburn, 2007; Potter & Wetherell, 1987; Willig, 2001), así como los elementos propuestos por Wetherell (2012, 2013a, 2013b).
Participantes
La investigación se desarrolló en Santiago de Cali, con un total de nueve participantes. Los criterios de inclusión estuvieron determinados por contar con experiencia laboral y tener trabajo en el momento de la investigación. Para obtener variedad de perspectivas sobre la construcción del miedo, se incluyeron trabajadores que pertenecían a distintas organizaciones y que tenían diversos tipos de vinculación laboral (tabla 1). Los trabajadores se seleccionaron por conveniencia, teniendo en cuenta su disponibilidad para participar en la investigación, y hasta conseguir la saturación, es decir, hasta llegar al punto en que se considere que se puede mencionar algo importante o novedoso sobre el fenómeno que se investiga (Mayan, 2009). De acuerdo con Mayan (2009), más que la cantidad participantes, lo que importa en la investigación cualitativa es el valor de la información, por lo que pocos de estos pueden ofrecer información valiosa (Potter & Wetherell, 1987).
Recolección de la información
Se utilizó la entrevista semiestructurada, que constituye una de las principales técnicas de recolección de la información en la investigación cualitativa (Willig, 2001). Esta técnica permite que el investigador pueda escuchar a los participantes hablar sobre aspectos de sus experiencias de vida (Willig, 2001). A diferencia de otros métodos de investigación en las ciencias sociales, en el ad la entrevista no se enfoca en la consistencia de valores ni en la correspondencia con acciones o creencias, sino en el modo en que se construye la realidad social en el discurso (Potter & Wetherell, 1987).
Procedimiento y análisis de la información
A partir de las transcripciones de las entrevistas se realizó una codificación axial (Coffey & Atkinson, 2003) de seis categorías de análisis, que fueron construidas a partir cuatro perspectivas teóricas (tabla 2). Bajo las categorías se exploraron elementos semánticos y pragmáticos para analizar el modo en el que son construidos discursivamente los miedos. Estos niveles de análisis permiten comprender desde los sentidos y las formas lingüísticas del discurso (Chilton & Schäffner, 2000; Fairclough & Wodak, 2000; Pottier, 1992), hasta las prácticas sociales y el contexto que permea y moldea el discurso (Potter & Wetherell, 1987; van Dijk, 2000).
En la tabla 2, se presentan las categorías derivadas de las perspectivas teóricas para el análisis de las entrevistas. A través de estas categorías se explora y se analiza el modo en que los participantes construyen discursivamente la experiencia de miedo, y los elementos sociomateriales que se ensamblan en ella.
Discusión de los resultados
Discursos y performatividad en la construcción del miedo
De acuerdo con los aportes de Butler (2002) sobre la performatividad, la construcción de las emociones es un proceso abierto a constantes transformaciones y redefiniciones (Belli, 2009). Este proceso está mediado por el discurso, pues es el que produce la emoción en el momento de la enunciación. Bajo esta perspectiva, se exploraron las categorías sentimientos y pensamientos e historias y modos de vida de los participantes, quienes en sus relatos vincularon acontecimientos y sujetos con los cuales se ensamblan en relaciones sociales. De acuerdo con Marina (2006), bajo el miedo se da una interpretación del mundo o del contexto en el que se desarrolla la experiencia, se atribuyen los estímulos que la producen y se narran estados de ánimo. Para los participantes, el miedo es significado principalmente a partir de tres dominios de experiencias (tabla 3).
Bajo el dominio objeto-personificación, los participantes definen el miedo como aquel actor que tiene la capacidad de bloquear, limitar, congelar, detener, etc. La atribución de esta capacidad al miedo devela el uso de la personificación y el modo en que se le otorgan algunas acciones como las de amenazar. En este dominio el miedo no es definido como afecto o emoción, sino que es el actor que genera experiencias afectivas y condiciona al participante.
En el dominio fisiológico-natural se evidenció que los participantes definen el miedo bajo la noción biológica de las emociones. En este caso, es descrita y referenciada la experiencia fisiológica del miedo, asociada a la activación de sistema nervioso autónomo y sus desencadenantes en las demás instancias del cuerpo humano. Asimismo, los participantes reconocen que esta es una emoción natural de los seres humanos y que cumple la función de mecanismo de defensa.
El dominio sensación-expectativa sugiere que, para los participantes, el miedo está posicionado como una sensación o un sentimiento asociado a la percepción de peligro o de alguna posibilidad de ser afectado negativamente. En estas definiciones, los participantes emplean otras referencian que asocian al miedo a diversos sentimientos. Como se evidencia en los ejemplos de la tabla 3, para los participantes las expectativas del miedo son de orden negativas. Algunas de las referencias o sinónimos que son atribuidos a las definiciones de este afecto se presentan en la tabla 4. En términos lingüísticos, en los campos léxicos los sinónimos son utilizados para la comunicación de las experiencias.
Las lexías identificadas se insertan en diversas orientaciones en el habla. Entre estas es posible evidenciar figuras retóricas como el símil (miedo = como sensación; bloqueo mental; incertidumbre), la personificación (miedo = algo que amenaza), la metáfora (miedo = pálpito), y el uso de sinónimos como angustia, desconfianza, susto, temor, terror y zozobra. Estas evidencias sugieren que el miedo es definido por los participantes a través de diversas estrategias discursivas, que a su vez sitúan experiencias en entramados de significados y sentidos.
En algunos relatos de los participantes se vincula el modo de vida o el modo de ser de estos (historias y modos de vida), lo que constituye otra de las categorías de análisis de esta discusión. Las historias son relatadas para ejemplificar sus respuestas y para particularizar sus experiencias de miedos. Adicionalmente, en estas historias los participantes narran desde su "ser" en el trabajo y su personalidad, hasta el modo en que suceden los hechos y el modo en que responden y piensan sobre estos.
Semiótica de la materialidad: el cuerpo como discurso
Con los aportes del giro afectivo al estudio de las emociones, el estado del cuerpo y toda su experiencia corpórea se incluyó en la noción de afectos en conjunto con los pensamientos (Brown & Stenner, 2009). Como consecuencia, se desprendió la idea del afecto como un híbrido, en el sentido de que es co-construido por lo biológico y lo social (Cromby, 2012). En esta categoría de análisis (reacción fisiológica), la exploración de los relatos de los participantes se concentró en la experiencia física del afecto o, como mencionan Brown y Stenner (2009), "la modificación del cuerpo humano" o "la encarnación del afecto".
En la tabla 5, se presentan algunos ejemplos que involucran las reacciones fisiológicas y el discurso de la experiencia física de los participantes para construir la emoción del miedo y referenciar el modo en que esta es vivida.
Si bien en los relatos son usadas metáforas y otras figuras literarias, los participantes señalan efectos fisiológicos negativos del miedo para el cuerpo: "Sí, me estreso; me da mucho dolor de cabeza, y [en] la nuca, y [en] un brazo, [...] me da mucho mucho estrés" (S9), así como efectos para el desarrollo del trabajo o para actuar en general: "pienso que el miedo es algo que te paraliza, como que te impide actuar, te limita, no te deja avanzar en diferentes direcciones" (S5). Sin embargo, en algunos casos, los mismos efectos fisiológicos son referenciados como condicionantes para mejorar el desempeño:
(...) muchas veces, el mismo miedo también como que descarga adrenalina al cuerpo, y en muchos casos; por ejemplo, yo me vuelvo más eficiente, me vuelvo mucho más rápido, más ágil mentalmente; de pronto, por la misma presión, como por ese miedo a fracasar, ese miedo a fallar. Entonces, como que trabajo revolucionado y hago cosas que, de pronto, en un estado normal no sería capaz de hacer, o digamos a la misma velocidad o con la misma perfección (S8).
En otros casos, el discurso corpóreo es acompañado de la experiencia subjetiva, referenciada con un deseo de huir y la sensación de parálisis, lo que resalta su carácter híbrido (Cromby, 2012): "[uno se siente] frustrado, uno siente que la respiración cambia, que las manos se ponen muy frías, los pies también, y que quiere desaparecer completamente, no quiere estar en ese espacio" (S7).
La reacción fisiológica es referenciada en relación con otras categorías como la de narrativas, y sentimiento y pensamientos. Estas vinculaciones destacan su carácter co-construido, en el que la experiencia física es envuelta y acompañada de la experiencia subjetiva, que destaca el carácter social del afecto. Bajo los relatos, los participantes describen tanto el modo en el que el cuerpo es transformado, como el modo en que es afectado en términos de comportamientos y de acción. De acuerdo con lo anterior, se destaca el bloqueo que produce el miedo y, en contraste, la disposición hacia la huida y la acción. Como menciona Marina (2006), las reacciones conductuales del miedo en los seres humanos pasan por un horizonte polarizado que va desde la huida hasta el bloqueo.
Principio de simetría y sociomaterialidad
Bajo la propuesta de la teoría del actor red, se considera que la materialidad o los nohumanos (objetos) (Latour, 1993) poseen una forma de agencia, lo que significa que sus acciones y capacidades son vistas como una condición de posibilidad de la formación de la sociedad humana (Sayes, 2014). En los estudios de la organización, se ha explorado la noción de "sociomaterialidad" como un aspecto integral de las organizaciones y sus actividades. Académicos de esta área han considerado que lo social y lo material están constitutivamente mezclados en la vida cotidiana (Orlikowski, 2009). Esto asume que lo social implica tanto a las personas como la tecnología, y que las características materiales de la tecnología y la organización son desarrolladas y usadas en un sistema de relaciones sociales (Brown, 2011; Contractor, Monge, & Leonardi, 2011; Dale & Burrell, 2008; Orlikowski, 2007, 2009; Orlikowski & Scott, 2008).
Para autores como Dale y Burrell (2008), la materialidad comunica y forma. Esta no solo consiste en las estructuras físicas, sino que es parte del ámbito intersubjetivo y subjetivo que constituye las relaciones sociales. Igualmente, el mundo físico hecho social llega a constituir a las personas a través de su materialidad; por eso, los espacios y lugares que rodean la vida humana nos construyen a medida que son construidos por nosotros.
Las experiencias de miedos de los participantes son situadas en relaciones sociales específicas que van desde la relación del sujeto con su jefe, hasta la relación del sujeto con la organización del trabajo y sus elementos físicos (productor del miedo). Como se presenta en la tabla 6, en los discursos de los participantes el miedo es producido en el marco del ejercicio de amenazas por parte de jefes, otros trabajadores y clientes. Este tipo de experiencias se asocian a prácticas sociales relacionadas con los ejercicios administrativos y la vida en el trabajo (relaciones y prácticas sociales).
En la construcción del miedo en el trabajo, también se involucran algunos objetos que constituyen la materialidad o los elementos físicos del trabajo. En la tabla 7, se presentan algunos ejemplos que median este tipo de experiencias.
Las experiencias cotidianas y propias de cada participante constituyen escenarios en donde los miedos son construidos y recreados a través del ensamblaje de distintos sujetos y objetos del trabajo. Adicional a ello, los participantes señalaron acontecimientos y discursos que consideran son de las empresas o de sus jefes, que sirven como recursos para plantear posibles amenazas y, de este modo, significar sus experiencias de miedos.
Afectividad colectiva: estéticas y narrativas del miedo
Autores como Fernández-Christlieb (2000) proponen una "afectividad colectiva" para el estudio de las emociones.
Para este autor, dicha expresión hace alusión al nombre genérico del proceso y estructura general de los términos afectivos, en el que se encuentran las emociones. Según Fernández-Christlieb (2000), dichos términos no son tan específicos, ya que son intercambiables, a veces sinónimos y a veces no, tal y como se usan en el lenguaje cotidiano. De este modo, para el autor los afectos no existen sino que existen las palabras que acuden a dar cuenta de estos.
Fernández-Christlieb (2000) señala que los afectos son construcciones sociales que han sido consensualmente acordadas, arbitrarias y convencionales de la realidad. Para este autor, las afectividades, por muy tipificadas que sean, nunca son exactamente las mismas. Toda situación es única, singular y nunca se repite. El autor también rescata que las emociones son sociales y relativas, lo que quiere decir que no son instancias independientes del todo de la colectividad, sino que son una formación en su seno.
Siguiendo a Fernández-Christlieb (2000), las narrativas del miedo son formas estéticas que dan cuenta de construcciones sociales de experiencias acordadas y convencionales en el contexto del trabajo. Estas estéticas de los miedos contienen componentes históricos y relacionales, es decir, experiencias con sujetos y objetos específicos, que a medida que se experimentan sus formaciones se movilizan o transforman, a partir del contraste del presente con el pasado.
Los relatos de los participantes sugieren la existencia de múltiples tipos de miedos. Bajo la categoría de narrativas se examinaron versiones de miedo en los discursos, encontrando que se definen en referencia a experiencias concretas de la vida en el trabajo (tabla 8). En este ejercicio, se presentan algunas estrategias argumentativas, en las que se entreteje la relación de causalidad y su justificación.
En las estrategias argumentativas, los participantes vinculan sujetos, objetos y experiencias del cuerpo que permiten significar la experiencia del miedo. Estos argumentos permiten develar que esta emoción circula entre una dimensión física y una social, en la que el cuerpo es narrado y ensamblado con los diversos actores que la producen y que configuran los sistemas sociomateriales de las atmósferas afectivas.
Asimismo, en la argumentación y descripción de las experiencias específicas del miedo se construyen y recrean los tipos de miedos, o las estéticas del miedo. Entre los tipos de miedos identificados en los discursos de los participantes se encontraron los siguientes: a perder clientes, a demandas, a represalias, al cambio, al jefe, a estancarse, a ser despedido, al fracaso y al rechazo.
El miedo es recreado a partir de su variedad y con relación al modo en que afecta al sujeto. Por eso, según la situación de trabajo, como por ejemplo el tipo de contrato laboral, el lugar del sujeto en la jerarquía y las relaciones de trabajo, los participantes referencian peligros y riesgos. En estos tipos de miedos, si bien se menciona el modo en que este es sentido en términos fisiológicos, con el uso de distintos recursos retóricos se posiciona una experiencia subjetiva, en la que se describen sentimientos y pensamientos, recuerdos del pasado, modos de significar el afecto y las razones de su aparición. Del mismo modo, las narrativas destacan la particularidad de los contextos de trabajo en donde este afecto es producido, así como los actores que se involucran.
Ensamblando el miedo en la atmósfera afectiva
Los discursos de los participantes con relación a las experiencias de miedos evidencian lo complejo que resultan ser los afectos y cómo en los contextos sociales se construye su diversidad. Estos juegos del lenguaje permiten a los sujetos tener los elementos discursivos para dar forma a sus narrativas y explicar las experiencias de miedos, así como el modo en que están ensambladas en el contexto del trabajo. En esta construcción, el miedo es contextualizado por las experiencias, historias y modos de vida en el trabajo, lo que no solo involucra una temporalidad, sino también sujetos y objetos que estuvieron en dichas experiencias. Las historias y los modos de vida constituyen el elemento fundamental para significar y resignificar el miedo. En este ejercicio, la historia es traída al presente y contrastada con el ámbito contextual del trabajo, en el que el sujeto devela cómo se produjo la experiencia y por qué.
Las narrativas involucran principalmente el componente subjetivo de la experiencia, por lo que el miedo es construido a partir de los pensamientos y sentimientos que son recordados. Este componente subjetivo es referenciado en términos negativos, es decir, el miedo como una sensación que afecta al sujeto tanto en su vida como en su mismo trabajo. El lenguaje que recubre esta experiencia es diverso y está acompañado de figuras literarias, en las que el miedo se construye como sensación, sujeto, objeto, que se puede manejar o que se desconoce, así como una experiencia fisiológica y conductual.
Los relatos de los participantes sugieren que la construcción del miedo está basada en prácticas sociales asociadas al trabajo, lo que involucra la organización del trabajo y a los sujetos con los cuales se interactúa, así como a los objetos o la materialidad del trabajo y los discursos administrativos que han sido interiorizados o que son reiterados por los sujetos en las prácticas sociales. De acuerdo con los resultados, se encontró que el miedo en las organizaciones puede ser producido por jefes, compañeros, clientes, proveedores, cambios de cargos, nuevas responsabilidades, retos, historias de otros trabajadores, etc.
Lo anterior constituye uno de los argumentos desarrollados en el marco de la psicología discursiva de las emociones, en el que estas, más que estar representadas por una experiencia subjetiva y física, desempeñan acciones y efectos en los marcos relacionales. No obstante, los sujetos construyen el miedo apelando a referencias de reacciones psicológicas, fisiológicas y conductuales, recubiertas por la experiencia subjetiva que permite significar y construir dicho afecto y que dan cuenta de su condición híbrida (Cromby, 2012).
Esto refleja la propuesta de Wetherell (2012, 2013a), quien sugiere la necesidad de analizar cómo la experiencia del cuerpo se convierte en narrativa, y cómo la significación de esta ensambla diversos elementos. En este ejercicio se logró evidenciar cómo el trabajo constituye una fuente para la construcción de diversos tipos de miedos. Las perspectivas a futuro; las relaciones con los jefes, empleados y compañeros; las relaciones con los clientes y proveedores; las relaciones con los elementos materiales del trabajo; la relación del sujeto con su modo de ser y estar vinculado en el trabajo, etc., fueron contextualizadas en las experiencias de miedos.
El miedo es construido y recreado como el afecto emergente de la amenaza; sin embargo, en algunos relatos este es referenciado como sinónimo de amenaza. En estos casos, la amenaza es empleada con una acción que pone en peligro al sujeto. Igualmente, el miedo se construye como afecto emergente ante otras situaciones de la vida en el trabajo, por ejemplo, en los ejercicios de presión, en las desventajas que presenta un contrato laboral, o en la consideración de perder el trabajo.
Los participantes también referenciaron los miedos de manera colectiva, cuando en sus historias se reconocen como miembros de algún grupo social que pueden verse afectados por la acción de otros sujetos. En los participantes se evidenció la discusión sobre la experiencia del miedo a ser despedido o a perder el puesto de trabajo, que involucra no solo el desempeño del trabajador en su organización, sino la relación con sus jefes y compañeros, y las decisiones gerenciales de la misma organización.
Los participantes también construyen sus miedos a partir de la reflexión con respecto a sus habilidades y fortalezas para el trabajo. Por esa razón, en algunos casos el cambio de trabajo o de responsabilidades es contrastado con esa reflexión y, como resultado, se deriva una experiencia de miedo. Asimismo, ese miedo a equivocarse o a fallar vincula la evaluación que hace el sujeto sobre los procesos administrativos de la organización, tales como el proceso de inducción al cargo. De acuerdo con lo anterior, este tipo de miedo se asocia con el sufrimiento, como lo plantea Dejours (2009b), que se presenta como miedo a ser incompetente y a no poder enfrentar correctamente las situaciones del trabajo.
Las categorías de análisis posibilitaron la comprensión de la construcción del miedo bajo la noción de atmósfera afectiva (Wetherell, 2012, 2013a), que se presenta como el resultado de elementos ensamblados. Estos son sujetos y objetos, reacciones psicológicas, fisiológicas y conductuales, sentimientos y pensamientos, narrativas, historias y modos de vida, relaciones sociales, etc. Todos estos elementos asociados al trabajo se presentan en el marco de las organizaciones y por fuera de sus fronteras, lo que quiere decir que el contexto con el cual los sujetos entran en contacto y sus relaciones producen afectos en él.
La noción de atmósferas afectivas permitió comprender que las organizaciones son contextos de ensamblajes para cada trabajador, en donde este entra en relación con diversos actores; además, estos tienen la agencia de afectarlo y generar en él experiencias que son reconocidas como afectos. Desde esta perspectiva, se deja de lado la disputa de si el afecto es un discurso sobre una experiencia subjetiva y fisiológica, o si es el uso práctico de las emociones en las relaciones sociales, para enfocarse en el modo en que los sujetos vinculan sentimientos y pensamientos, reacciones fisiológicas, prácticas sociales, historias y modos de vida, actores, etc., con el fin de significar cómo han sido afectados.
De acuerdo con lo anterior, las reacciones fisiológicas y todos los cambios que el cuerpo presenta ante el afecto no tienen sentido ni significado, sino cuando son puestos en relación con los otros sujetos y objetos que median la experiencia de miedos y las subjetividades emergentes que dan cuenta de esa experiencia desde el discurso.
Este ejercicio constituye un esfuerzo para avanzar en la vía de los estudios de los afectos desde los enfoques alternativos de cohorte crítica, que dialogan con enfoques de los estudios sociales de la ciencia. Por su parte, el ejercicio empírico es un primer acercamiento a este tema de investigación y configura un antecedente no explorado en el contexto geográfico, bajo una propuesta teórica integradora e innovadora en los estudios sociales de las emociones y en los estudios de la organización.
La importancia de esta investigación no solo radica en un aporte en términos empíricos, sino que también resalta la importancia de las subjetividades en el contexto organizacional y del trabajo, en el que la relación sujeto-trabajo está versada por diversos actores, narrativas, experiencias, sentimientos, etc. Dichas subjetividades no solo dan cuenta del mundo del trabajo, sino que además permiten comprender cómo los sujetos se configuran a sí mismos en este contexto y como significan la misma categoría de trabajo. Igualmente, las subjetividades develan prácticas administrativas y de gestión, así como retóricas del management que median las relaciones sociales en el contexto del trabajo.
Finalmente, para futuras investigaciones se sugiere la utilización de otros métodos de investigación cualitativos que puedan ser complementarios al ad, que permitan explorar otro tipo de afectos y contextualizar las transformaciones del mundo del trabajo, así como las prácticas administrativas que median y configuran las experiencias afectivas. Asimismo, se recomienda ampliar el número de participantes y explorar experiencias de trabajadores de diversos sectores económicos.