Introducción
La violencia política ha sido una problemática estructural de la historia de Colombia. El uso de la violencia como herramienta para respaldar proyectos de acumulación de poder político y recursos económicos ha estado presente a lo largo de la historia de la nación. Este uso de la violencia ha operado en distintos ámbitos y ha sido instrumentalizado tanto por actores legales como ilegales en distintos contextos y con distintos objetivos:
El carácter diferenciado de la(s) violencia(s), donde es claro, en primer lugar, que la geografía de la violencia no cubre homogéneamente ni con igual intensidad el territorio de Colombia en su conjunto, sino que la presencia de la confrontación armada ha sido altamente diferenciada de acuerdo con la dinámica interna de las regiones, las características particulares de la población y las formas de cohesión social, así como por las características de su organización económica, su particular vinculación a la economía transnacional y los elementos propios del Estado y el régimen político (Cancimance López 2013, p. 20).
La poca o nula presencia del Estado en muchos lugares del país ha generado que otros actores institucionales y no institucionales entren a disputarse la riqueza, el poder y el territorio, y que en muchos casos los ciudadanos o las comunidades organizadas por iniciativa propia ejerzan un liderazgo para poder lograr mejores condiciones de vida y la defensa de sus derechos y propiedades en medio de la ausencia de garantías e instituciones que velen por su subsistencia.
Es el periodo del «posconflicto» o «posacuerdo», y más específicamente con la llegada al poder del sector político que se oponía a los acuerdos de La Habana, se intensificó la violencia en contra de líderes sociales. Según investigaciones de distintas organizaciones no gubernamentales, como la Fundación Paz y Reconciliación, la violencia en contra de los líderes sociales tiene unos rasgos sistemáticos, un carácter territorial diferenciado y una manifestación diferenciada sobre distintos tipos de liderazgos sociales. De acuerdo con Ariel Ávila (2020), «los datos más pesimistas hablan de que cada dos días en Colombia es asesinado un líder social, pero lo más optimistas dicen que se comete un homicidio cada dos días» (p. 35).
El informe del mes de abril de 2000 del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz, 2021, abril 22) registra la muerte de 52 líderes y lideresas sociales en ese año y un acumulado que asciende a más de 1000 asesinados desde la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
La base de datos de Datasketch (s. f.) que recopiló cifras de diversas fuentes de asesinatos de líderes sociales desde enero de 2016 hasta febrero de 2021 registró la muerte de 649 líderes sociales en dicho periodo. Los departamentos donde más se presentan las victimizaciones son Cauca, Antioquia y Norte de Santander.
Por otra parte, el Programa Somos Defensores ha implementado el Sistema de Información Sobre Agresiones a Personas Defensoras de Derechos Humanos en Colombia (SIADDHH) donde se han redactado informes periódicos sobre la situación de los líderes sociales y defensores de derechos humanos en el país: Según el informe anual de 2020, solo en ese año se registraron 969 agresiones individuales entre ellos 199 asesinatos. Entre otras agresiones registradas se encuentran actos como las amenazas, atentados, detenciones arbitrarias, judicializaciones, desapariciones y robos de información (Programa Somos Defensores, 2021).
Al indagar las causas de la violencia en contra de los líderes sociales en el país se encuentran algunos patrones transversales y otras características más particulares de acuerdo con los territorios, las actividades sociales y económicas que allí se desarrollan, y la naturaleza de los líderes que ejercen su función en esos espacios. Según el informe del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep, 2018) los patrones de ocurrencia de los actos violentos en contra de líderes sociales tienen que ver con una alta presencia de cultivos ilícitos o rutas del narcotráfico, presencia de paramilitares, zonas militarizadas, fuertes procesos de organización social, actividades extractivas legales o ilegales, Zonas Transitorias de Normalización (ZVTN) o Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), zonas con altos índices de desplazamiento forzado y municipios priorizados en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) (p. 60).
La Fundación Paz y Reconciliación (Pares) en sus investigaciones ha referenciado como posibles causas de la violencia aspectos como la oposición a la existencia de actividades ligadas a economías ilegales, la promoción de la sustitución voluntaria y concertada de cultivos ilícitos, la exigencia del reconocimiento de derechos de las víctimas, la exigencia y reconocimiento de derechos colectivos, étnicos, territoriales y culturales, y la promoción de la participación política de sectores alternativos (Ávila, 2020).
Por su parte Indepaz (2021, abril 22) sostiene que esta violencia puede obedecer a factores como los conflictos persistentes en el posacuerdo, la paz inconclusa y la inercia de las guerras, la polarización, la irrigación de la estigmatización y de los discursos del odio, la imprevisión, lentitud y freno en la implementación de los acuerdos, la recomposición de violencias y de grupos armados en la transición, el nuevo desorden en la cadena del narcotráfico y el mayor papel de las mafias internacionales; igualmente, en el informe se sostiene que existen unos patrones de ocurrencia relacionados con líderes campesinos y étnicos de territorios con disputas estructurales en los últimos veinte años: tierra, recursos naturales, cultivos ilícitos, narcotráfico, minería, comunidades de zonas de anterior influencia de las FARC-EP y de conflictos con narcoparamilitares, paramilitares y sus aliados en todo ámbito, presencia prolongada del Estado en acciones de guerra y lucha contra las drogas con débil institucionalidad civil, social y democrática, fuerte emergencia de las organizaciones comunitarias, comunales, campesinas y étnicas, con nuevas formas de ejercicio del control territorial, autoridad y justicia comunitaria, zonas de frontera y de resiente colonización, territorios étnicos, Zonas de Reserva Forestal y baldíos en disputa para megaproyectos mineros, energéticos y agroindustriales, y el asesinato sistemático de excombatientes de las FARC-EP asociados al ambiente general de estigmatización y al desconocimiento de los acuerdos de paz, incluida la campaña contra la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
De acuerdo con los actores sociales legales e ilegales predominantes y las actividades economías preponderantes aparecen distintas fuentes de conflictividad y los líderes se convierten en «piedras en el zapato» de distintos proyectos políticos que utilizan la violencia para mantener o modificar las condiciones de equilibrio-desequilibrio social, de acuerdo con sus intereses particulares.
Otro aspecto característico de la problemática es la naturaleza diversa de los liderazgos sociales, de acuerdo con los proyectos y comunidades que defienden y en las cuales desarrollan sus iniciativas. Si bien desde la narrativa mediática parece primar una visión reduccionista del fenómeno, limitándose a la presencia de defensores de derechos humanos y líderes y lideresas sociales, detrás de estas categorías hay una multiplicidad de intereses, demandas y reivindicaciones, cada una de ellas con un espíritu, una agenda y unas formas de acción particulares.
El sistema de información del Programa Somos Defensores (2021) contempla, para su labor de registro y análisis de la situación de los líderes sociales, doce categorías de liderazgo social: líder comunal, líder comunitario, líder campesino, líder de mujeres, líder afrodescendiente, líder indígena, líder sindical, líder ambiental, líder de víctimas, líder LGTBI, líder académico y activistas de derechos humanos. Respecto a los victimarios, todas las instituciones que estudian el fenómeno coinciden en una serie de actores comunes: grupos paramilitares, grupos guerrilleros, disidencias de las FARC-EP, delincuencia común, bandas criminales e instituciones del Estado, especialmente el Ejército Nacional.
De todos estos informes se desprende que la violencia contra los líderes sociales es un fenómeno más complejo y diverso de lo que parece: se presenta de manera desigual en el territorio nacional, obedece a distintas circunstancias, tiene distintos perpetradores y se ejerce contra organizaciones y líderes que tienen características, proyectos e intereses diferentes.
A partir de este diagnóstico se desprenden varias inquietudes que van guiando una investigación orientada a cómo los medios han representado mediáticamente la violencia en contra de los líderes sociales en Colombia: ¿qué tanta distancia hay entre la información que registran las autoridades y las organizaciones que investigan el fenómeno y lo que se transmite a la opinión pública?, ¿cuáles son los elementos de agenda, interpretación y construcción del hecho que priman en los medios y qué impacto pueden tener sobre la opinión de los colombianos frente al fenómeno? y ¿cuál es la imagen que se construye del liderazgo social y los líderes sociales a partir de las publicaciones noticiosas?
1. Marco teórico
La idea de entender la realidad como el producto de un proceso de construcción social atravesado por las relaciones de poder es una de las principales líneas de trabajo de los estudios sociales y políticos contemporáneos. Autores como John R. Searle (1995), Goffman (1978) y Stephen Reese, Oscar Gandy y August Grant (2001) han resaltado cómo las personas y las instituciones se conciben a sí mismas dentro de un proceso en el que la realidad es construida socialmente, siendo ellos parte de esa realidad y con la capacidad de afectarla a través del lenguaje y de su comportamiento con relación a objetos y sujetos de los sistemas que componen la sociedad. Shanto Iyengar y Donald Kinder (1987) sostienen que los medios eran algo más que «simples proveedores de información» y que quizás «no son muy exitosos en decirle a las personas qué pensar, pero sí en decirles sobre qué pensar» (p. 2).
Detrás de este proceso está la existencia de «paquetes interpretativos» que se construyen intencionalmente para darle un sentido determinado a un tema, una «idea central organizadora que da sentido a los eventos relevantes, sugiriendo qué es un tema y qué no lo es» (Gamson y Modigliani, 1987, p. 3).
Las teorías de la opinión pública y la comunicación política se muestran como un marco de interpretación válido para tratar de analizar el efecto que tienen las representaciones mediáticas de la realidad en la reproducción y perpetuación de los fenómenos violentos y los prejuicios y estereotipos que ayudan a su permanencia dentro de los imaginarios colectivos. Maxwell McCombs y Donald Shaw (1972) plantean que «los medios llaman la atención sobre ciertos temas. Construyen imágenes de figuras políticas. Son consistentes en la presentación de objetos sugiriendo lo que los individuos de la masa deberían pensar, conocer y sentir hacia dichos objetos» (p. 177).
De este estudio se desprende la idea generalizada en la conceptualización de la teoría de la agenda setting que sostiene que los medios determinan los temas de la agenda pública, influenciando la relevancia de ciertas actitudes sobre ciertos aspectos hacia los temas y actores políticos. Uno de estos aspectos tiene que ver con la atribución de responsabilidad frente a los problemas sociales. Autores como Shanto Iyengar (1996), Sei-Hill Kim (2015), Seon-Kyoung An y Karla Gower (2009) han estudiado el proceso de atribución de responsabilidades que se da en la construcción de las noticias y que ayuda a construir marcos de interpretación de los asuntos públicos al asignar u omitir responsabilidades frente a estos.
La naturaleza individual o colectiva de la responsabilidad también en un asunto en el que la construcción mediática de los hechos puede influir. De acuerdo con Kim (2015, p. 1), existen dos miradas a la hora de establecer causas de problemas sociales: por un lado, se busca la causa de los problemas en las deficiencias individuales, especialmente de quienes se ven afectados por este, y la solución al problema radica en cambios en los comportamientos y en las deficiencias de estos individuos; la otra mirada apunta a que las causas de los problemas tienen que ver con la fragilidad de las condiciones sociales como malas prácticas empresariales, ambientes vulnerables y distribución inequitativa de recursos, cuya solución es de carácter societal, incluyendo reformas políticas, cambios en prácticas sociales, entre otras.
Holli Semetko y Patti Valkenburg (2000) definen la atribución de responsabilidad como «una manera de atribuir responsabilidad por una causa o solución de un problema a un gobierno, individuo o grupo» (p. 96). An y Gower (2009) afirman, con respecto a la atribución de responsabilidades relacionadas con eventos críticos, que estos son «eventos en donde las personas buscan causas y hacen atribuciones» (p. 107), y que buscan en los medios la información para evaluar dichas causas y responsabilidades.
En este contexto de construcción mediática de los hechos aparece otro concepto, los marcos de interpretación o frames, que son construcciones premeditadas, a veces impulsadas por las líneas editoriales de los medios o reproducidas desde los discursos de los actores y los imaginarios culturales que generan énfasis temáticos y enfoques narrativos que privilegian una manera particular de aprehensión de los asuntos públicos.
Robert Entman (1993) plantea la existencia de cuatro marcos de interpretación predominantes en las representaciones mediáticas de los asuntos públicos. Desde esta perspectiva, enfatizar sobre una dimensión del asunto público ya marca un sesgo en la interpretación que se pretende por parte de la audiencia. Sostiene que el framing se da cuando «se selecciona algún aspecto de la realidad percibida y se hace más relevante en un texto, de tal manera que promueva una definición particular del problema, su interpretación causal, una evaluación moral y/o [sic] una solución sugerida» (p. 52).
En esa misma línea, Semetko y Valkenburg (2000) proponen una tipología de frames presentes en las noticias, conceptualizados de la siguiente manera:
Frame de conflicto: énfasis en el conflicto entre individuos, grupos o instituciones como medio para capturar las audiencias.
Frame de interés humano: énfasis en el rostro humano o ángulo emocional de los hechos.
Frame de consecuencias económicas: reporte de un hecho en términos de las consecuencias económicas que pueden tener estos sobre individuos, grupos o sociedades enteras.
Frame de moralidad: énfasis en las interpretaciones religiosas, éticas o morales de los hechos.
Frame de responsabilidad: énfasis en los responsables de los hechos.
Otro abordaje del framing tiene que ver con los recursos narrativos que se utilizan y como pueden influenciar actitudes y sentimientos en la audiencia para que la interpretación tenga un componente racional o emocional. Al respecto, varios autores han propuesto los conceptos de frame temático y frame episódico (Iyengar, 1996; De Vreese, 2005; Gross, 2008; Matthes, 2009; Aarøe, 2011). La premisa que se sostiene aquí es que las representaciones mediáticas que se narran «racionalmente» -frames temáticos- se respaldan con estadísticas, documentos y referentes contextuales amplios, dando un contexto general de un problema. En contraste, las representaciones mediáticas emocionales, los frames episódicos se crean a partir de testimonios, historias de vida y la apelación a experiencias individuales y episodios específicos para tratar de dar cuenta de un problema general.
A través de los marcos de interpretación y los abordajes narrativos los medios pueden estar contribuyendo a reproducir imaginarios colectivos con relación a los líderes sociales, la legitimidad o ilegitimidad de sus aspiraciones, y la naturaleza misma de su labor. Esto ha llevado a que, en muchos casos, las noticias ayuden a reproducir y perpetuar estereotipos y prejuicios sobre estas personas, que en muchos casos han impulsado estos liderazgos en territorios históricamente por actores legales e ilegales de gran poder que ven en los líderes una amenaza para sus posiciones tradicionales de poder y sus propiedades.
A propósito de la relación entre medios de comunicación y estereotipos, Bradley Gorham (1999) plantea que «la presentación reiterada de grupos sociales de forma particular en los medios es parcialmente responsable de los efectos sobre cómo la audiencia piensa de las personas que pertenecen a esos grupos» (p. 230). En esa misma línea Kim Bissell y Scott Parrot (2013) afirman que:
Estamos bombardeados con mensajes acerca de las características y grupos que debemos sancionar o rechazar, sobre qué debemos pensar, cómo debemos comportarnos con otros, y qué debemos esperar de otras personas basados en sus grupos de pertenencia. Los medios primariamente moldean los prejuicios a través de dos rutas: diseminando información inexacta e informando a las audiencias sobre cómo la sociedad se comporta y piensa sobre las distintas categorías sociales (p. 223).
Diversos estudios han demostrado cómo los medios en su producción noticiosa construyen y reproducen prejuicios y estereotipos raciales (Van Dijk, 1988; Mastro y Tukachinsky 2012; Trebbe, Paasch-Colberg, Greyer, y Fehr, 2017). Otros estudios se han enfocado en los estereotipos que se perpetúan en los medios de comunicación en torno al fenómeno de la migración y los migrantes (King y Wood, 2013; Meltzer et al., 2017; Nodira, 2020; Creese y Blackledge 2020). Otro énfasis en los estudios sobre estereotipos y medios de comunicación tienen que ver con el género (Goodall, 2012; Araüna y Martínez, 2013; Castillo-Mayén y Montes-Berges, 2014).
Específicamente, en relación con el tratamiento de la violencia en los medios y el lugar de los prejuicios y estereotipos en esas representaciones mediáticas, María Barreto, Henry Borja, Yeny Serrano y Wilson López (2009) sostienen que en situaciones en las que se utiliza la violencia como herramienta política se suele ver la construcción de discursos que pueden ser reproducidos por los medios:
Los grupos que ejercen la violencia creen un discurso social que contenga creencias grupales que enmarquen la situación social como injusta con el propósito de convertir la percepción de injusticia en motivo para participar y legitimar la violencia política y que, además, incluya creencias grupales que responsabilicen al grupo adversario de la situación en la que se encuentra y, por ende, lo deslegitime (p. 739).
Las representaciones mediáticas no solo pueden simplificar un asunto público, sino que también puede desnaturalizar las intenciones y motivaciones de los actores involucrados, especialmente las víctimas, revictimizándolas y deslegitimando sus proyectos e iniciativas.
En esa misma línea Lucía Dammert (2005) reconoce tres efectos que las representaciones mediáticas de la violencia pueden tener sobre las audiencias. El primero, el acostumbramiento, se presenta en un contexto en el que «la exposición prolongada de violencia mostrada por los medios puede desarrollar una falta de sensibilidad emocional de los sujetos hacia la violencia del mundo real y las víctimas de ésta» (p. 55). El segundo, la repetición, persigue la premisa de que «la reiterada muestra de actos violentos puede generar su repetición» (p. 56). El tercero, el temor, el efecto de la prolongada y reiterada exposición de la violencia en los medios puede ser considerado como un «elemento fundamental en la percepción general de inseguridad de la población» (p. 56).
Las representaciones mediáticas de los fenómenos violentos con las que se forja la opinión pública están atravesadas por todos estos procesos y variables que fundamentan el estudio realizado. La violencia en contra de los líderes sociales en Colombia tiene un trasfondo político y ha sido unos de los temas centrales de la agenda mediática y de la agenda pública en los últimos años. Con todos estos elementos teóricos y conceptuales es válido cuestionar el papel de los medios en la construcción de dichas representaciones y cómo estas han impactado la manera en que el fenómeno se desarrolla, se reproduce y se aborda por parte de las autoridades, y cómo se interpreta por parte de los ciudadanos.
1.1. Medios de comunicación y líderes sociales en Colombia
Son muchas las instituciones y los informes que han estudiado y denunciado sistemáticamente la violencia en contra de los líderes sociales en Colombia, desde instituciones estatales como la Defensoría del pueblo, las personerías distritales y demás organismos encargados de los asuntos de derechos humanos dentro del Gobierno en sus diferentes ámbitos, hasta organizaciones no gubernamentales e instituciones académicas y sociales tienen repositorios estadísticos, informes descriptivos del fenómeno e investigaciones que buscan determinar sus causas y soluciones. Medios tradicionales e independientes también han abordado desde distintas perspectivas y formatos periodísticos este fenómeno violento; sin embargo, hay pocos estudios acerca de cómo los medios han hecho la cobertura de esta problemática.
Emy Paola Osorio Matorel (2018) muestra los resultados de investigación de un análisis de la cobertura de la violencia en contra de líderes sociales. En este se concluye, a partir de una perspectiva netamente del valor periodístico, la existencia de un cubrimiento que cumple criterios de calidad, como la diversidad de formatos y el uso de evidencia empírica verificable.
Juan David Cárdenas, Sergio Roncallo-Dow y María Catalina Cruz-González (2020) abordan la problemática a partir de la perspectiva de las redes sociales y el lugar que tiene el tema en la agenda de los parlamentarios en dichos espacios. El estudio concluye la existencia, en la mayoría de los casos, de un patrón de corrección política en las aproximaciones de estos líderes políticos al fenómeno.
Carolina Castro et al. (2020, septiembre 29) comparten algunas reflexiones de un ejercicio exploratorio sobre el seguimiento a la evolución de la problemática y los patrones de los medios de comunicación en su cubrimiento. De allí se desprenden algunos hallazgos, como que «los asesinatos de líderes sociales, dada su naturaleza selectiva, pocas veces aparecen en las noticias internacionales o en los principales medios de comunicación» (p. 2). También sostienen que esa «menor información, investigación y atención sobre el asunto puede facilitar que los actores armados responsables de los delitos salgan impunes, social y legalmente» (p. 8).
Carlos Rincón, Daniel Vergara, María Moros y Yuri Rivera (2017) afirman que este problema «ha sido invisibilizado por los grandes medios de comunicación del país, los cuales no proporcionan el suficiente cubrimiento a este tipo de acontecimientos». Asimismo, aseguran que cuando hay cubrimiento del problema se da desde una perspectiva de discursos que están «negando y minimizando el hecho desde su carácter persistente enunciándolo como “líos de faldas”, desvirtuando cualquier tipo de investigación que dé con los responsables materiales e intelectuales» (p. 116).
A partir de la perspectiva del efecto de los discursos y los imaginarios sociales en la reproducción de la violencia, se destaca en aporte de Alexander Orozco (2018), que sostiene que:
El denominado «conflicto» armado que ha contribuido a la violencia en Colombia no es ajeno al lenguaje ni a las prácticas discursivas de lo simbólico y por ende a la estructuración de los imaginarios sociales. Cualquiera que sea la conceptualización que se utilice para caracterizar el proceso histórico que vive Colombia hace décadas, donde la violencia, entendida en su sentido amplio, se destaca como una de sus principales características fácticas, debe ser pensado desde la construcción simbólica y discursiva del imaginario social de dicho proceso (p. 37).
En esa misma línea Carlos Pérez (2018) encontró en su investigación la existencia de un discurso que construye una representación social de los líderes sociales como «enemigos del desarrollo». Esto se enmarca en las tendencias del fenómeno, y es que precisamente buena parte de los asesinatos y otros actos violentas en contra de líderes sociales se dan en territorios con presencia de proyectos extractivistas, amplias extensiones de tierra y estructuras económicas ancladas en la propiedad agroindustrial, o la simple tenencia de tierras, en muchos casos improductivas.
Una búsqueda exploratoria arrojó la aparición de una cantidad significativa de tesis de pregrado que han abordado el problema de las representaciones mediáticas a partir de ejercicios de análisis de contenido orientados por marcos teóricos de los estudios del periodismo y la ética, y de deontología periodística.
El estudio del que da cuenta este artículo busca llevar el análisis al terreno de las teorías de la opinión pública y de la comunicación política sin abandonar un interés por la calidad periodística y la relación entre la realidad objetivada por las instituciones que estudian el tema y la construida mediáticamente por los medios de comunicación que se analizan en la investigación.
2. Metodología
En el estudio, un análisis de contenido de publicaciones de medios digitales, se analizaron 905 noticias publicadas en 58 medios nacionales, regionales e internacionales durante el periodo del 7 de agosto de 2018, día en que asumió la Presidencia Iván Duque, hasta el 29 de febrero de 2021, fecha de corte e inicio del registro y análisis de la información.
Para tal efecto, se utilizó la plataforma de seguimiento a redes sociales crowdtangle habilitada por la división académica de Facebook para el trabajo de investigación de cientos de académicos en el mundo entero. Esta plataforma permite rastrear y almacenar todas las publicaciones realizadas por los perfiles públicos verificados de los medios de comunicación y a partir de la utilización de palabras clave delimitar los términos de búsqueda que ayudan a consolidar la base de datos del estudio.
En este caso, las palabras clave de búsqueda fueron: líderes sociales, lideresas sociales, defensores de derechos humanos y defensoras de derechos humanos. Esto arrojó como resultado el corpus que se analizó y que tuvo la siguiente distribución, de acuerdo con el volumen de publicaciones de los distintos medios.
Los siguientes medios también fueron analizados y su volumen de publicaciones fue de cinco o menos noticias: Agencia EFE; BBC; Boyacá 7 Días; Diario Occidente; El Diario, Pereira; El Quindiano; La Guajira; NTN24; Telepacífico; AFP; City TV; Periódico del Meta; Publimetro; Diario Extra Caquetá; La Silla Vacía; Llano 7 Días; Nariño Hoy; Diario del Huila; El Nuevo Liberal; Noticias UNO.
Esta distribución implica que 61% de los contenidos corresponde a medios de circulación nacional, 31% a medios de circulación regional o municipal, y 8% a medios internacionales.
Se determinó como objetivos de la investigación responder a una serie de preguntas orientadas a partir del marco teórico de la comunicación política y que buscan establecer a través de este estudio de carácter descriptivo: ¿cuál es la agenda temática relacionada con el fenómeno de la violencia ejercida en contra de los líderes sociales en Colombia?, ¿cuáles son los énfasis temáticos y marcos de interpretación que construyen la representación mediática del problema? y ¿cuál es la estructura narrativa que da sentido a la construcción mediática de las acciones violentas en contra de los líderes sociales?
Se diseñó una matriz de análisis de contenidos donde estaban incluidas todas las variables del estudio y el equipo de auxiliares de investigación iba registrando los resultados de las observaciones de cada publicación. La unidad de análisis fue la noticia publicada en el portal digital del medio, que a su vez era publicada en Facebook y redireccionada a la web del medio de comunicación.
Finalmente se exportó la base de datos al software SPSS para hacer el procesamiento estadístico de la información que se muestra en este artículo.
3. Resultados
Los resultados de la investigación se muestran a continuación distribuidos en tres apartados diferentes: el primero muestra los resultados más relevantes relacionados con la ubicación de los hechos violentos que se referencian en las notas periodísticas; el segundo se enfoca en las variables de construcción de marcos de interpretación del problema; y el tercero muestra los elementos característicos de construcción informativa de la noticia.
3.1. La construcción espacial del problema
El fenómeno de la violencia en contra de los líderes sociales tiene unos patrones particulares en cuanto a las regiones, departamentos y municipios en donde ocurren los hechos violentos. La comprensión de la magnitud del fenómeno se puede ver afectado por la dimensión espacial que se construya desde las representaciones mediáticas del problema.
Inicialmente, se encontró que 40% de las notas periodísticas analizadas aludían a un hecho ocurrido en el país, sin especificar una región, departamento o municipio; el 60% restante ubicaba los hechos en regiones, siendo la del Pacífico (25%), el Eje Cafetero (16%), la Andina (14%) y la Oriental (12%) las regiones donde más hechos violentos fueron referenciados por los medios.
Los departamentos más mencionados como lugar de ubicación de los hechos violentos fueron Cauca (22%), Antioquia (20%) y Norte de Santander (14%), lo que se corresponde con la distribución real de los actos violentos en contra de líderes sociales en el país.
Respecto a los municipios y áreas particulares se evidencia que los medios referencian efectivamente hechos ocurridos en lugares con fuertes patrones de violencia en contra de líderes sociales por distintas circunstancias. Municipios como Tumaco, Nariño; Ituango (Antioquia) y Tibú (Norte de Santander) son mencionados en más de catorce ocasiones en las publicaciones. Distintos municipios del Cauca, como Caloto, Buenos Aires, Argelia, Popayán, Toribio y El Tambo, también son mencionados con frecuencia.
3.2. Los marcos de interpretación del problema
Con respecto al discurso que se construye para la interpretación del problema el primer aspecto que se exploró fue la configuración de la agenda temática, es decir, cuáles son los temas sobre los cuales se construye el discurso (véase gráfica 2).
Los temas que más aparecen en los contenidos y que son determinantes en el entendimiento de la problemática son: cifras de actos violentos -cantidad de líderes asesinados, amenazados, entre otros- (54%); intervención del Estado en la problemática (41%); problemas de orden público (41%); descripciones de los actos violentos (37%); ubicación de los actos (34%); y los responsables de los actos violentos (31%).
Más allá de los temas de la agenda, para profundizar en el análisis del discurso noticioso se exploró el enfoque temático de la publicación, es decir, el punto de vista a partir del cual se trata de construir la interpretación de los hechos. Es significativo ver que los dos enfoques más recurrentes son el social (58%) y el de orden público (50%). Esto indica una dicotomía entre interpretaciones que muestran el drama o contexto social detrás del problema, mientras que otras publicaciones muestran los hechos como parte de una situación problemática de orden público. El 36% de las publicaciones brindan elementos de interpretación política de los hechos.
Ahora bien, acudiendo a la teoría del Entman (1993), se buscó determinar el marco de interpretación de las publicaciones a partir de las cuatro categorías propuestas por este modelo de análisis: problema, énfasis en la definición de los hechos desde una perspectiva del presente; causas, énfasis en las causas y antecedentes de los hechos desde una perspectiva del presente y pasado; consecuencias, énfasis en los efectos y consecuencias de los hechos desde una perspectiva del presente; y soluciones, énfasis en soluciones planteadas para resolver el problema desde la perspectiva presente y futuro.
El 73% de las publicaciones tienen un marco de interpretación centrado en el problema, 34% en las consecuencias, 21% en las causas y únicamente 19% lo hace desde la perspectiva de las soluciones.
Desde la perspectiva del framing estratégico (Semetko y Valkenburg, 2000), aquel que le confiere al medio una intención estratégica de la realidad haciendo énfasis en un aspecto puntual de la realidad, 63% de las publicaciones están planteadas desde una perspectiva del conflicto, 49% hace énfasis en atribuir responsabilidades, 25% lo hace desde un énfasis de interés humano y 10% desde el foco de la memoria histórica; solo 7% y 2% muestran los hechos desde una perspectiva de moralidad y de consecuencias económicas, respectivamente.
Adicionalmente, se encontró que 62% de las publicaciones utilizan el recurso del frame narrativo temático, frente a 38% que lo hace desde una narrativa episódica.
3.3. La construcción noticiosa del hecho violento
Mas allá de las estrategias discursivas, la manera como se abordan los hechos violentos implica resaltar unos atributos por encima de otros y enfatizar en ciertos fenómenos y prácticas como más relevantes y frecuentes que otros. Inicialmente, se buscó establecer la denominación utilizada para referenciar a las víctimas desde su condición de liderazgo y a partir de la naturaleza temática de sus intereses. La tipología utilizada fue la planteada por la Fundación Paz y Reconciliación y su investigador Ariel Ávila (2020). A esta tipología se le sumó la mención genérica: referencia únicamente a un líder social sin categorización temática.
Al respecto, se identificó que la mayoría de las noticias utilizan dos tipos de denominaciones, principalmente (véase gráfica 3). El 66% de las publicaciones utilizan una mención genérica refiriéndose a la víctima del acto violento como «líder social», mientras que 61% utilizan la denominación defensora-defensora de derechos humanos. Las categorías especificas más mencionadas son líder-lideresa indígena y líder-lideresa campesina.
Con relación a la atribución de responsabilidad (véase gráfica 4), en la mayoría de los casos no se hace referencia a los responsables de los hechos violentos. Cuando los medios atribuyen responsabilidades estas recaen sobre los actores tradicionales del conflicto y sobre las denominadas bandas criminales.
Finalmente, se registraron los tipos de actos violentos en contra de líderes y lideresas sociales que se reseñaban en las publicaciones de los medios (véase gráfica 5). En el 72% de las publicaciones el hecho registrado es un asesinato, en el 30% se registran amenazas y en el 17% son agresiones a líderes y lideresas.
4. Discusión
El papel de los medios de comunicación, en este caso, en al ámbito del ecosistema digital de información, es parte importante en la construcción de opiniones, sentimientos y actitudes frente a lo que ocurre con los líderes sociales en Colombia. Las perspectivas de abordaje del problema, los temas que dominan su discusión y los marcos de interpretación que buscan dar sentido a su causalidad, responsabilidad y posibles soluciones circulan a través de los discursos noticiosos que emiten los medios de comunicación a través de sus plataformas digitales, en este caso especial, en la red social Facebook.
Si bien una parte significativa de las publicaciones se corresponden, en términos de la ubicación espacial, con los hechos registrados por los organismos estatales y las organizaciones no gubernamentales, 40% de las publicaciones se refieren al problema de la violencia en contra de líderes sociales desde una perspectiva nacional, brindando una imagen genérica y superficial. La simplificación de la realidad puede contribuir a un entendimiento superfluo de la violencia en contra de líderes sociales, impidiendo a la opinión pública reconocer focos de conflictividad, regiones, departamentos y municipios en donde los índices de violencia contra líderes sociales son abrumadores y que probablemente, ante una mayor visibilidad dentro la opinión pública, gozarían de mayor atención institucional y social para poder neutralizar el problema.
En cuanto a la construcción de los marcos de interpretación del problema, es evidente la continuidad de la tendencia hacia un cubrimiento descriptivo, coyuntural y centrado en el problema por encima de las causas, sus consecuencias y sus soluciones. Mas de tres cuartas partes de las publicaciones analizadas tienen como uno de sus temas centrales las cifras de los actos violentos, es decir, la referenciación de la cantidad de líderes muertos en un día, una semana, un mes o, en su defecto, la evolución progresiva de la cantidad de victimizaciones a lo largo de periodos determinados de tiempos.
Esta perspectiva genera un acercamiento cuantitativo y deshumanizante de los actos violentos al reseñarlos más por su cantidad, ocurrencia, ubicación y descripción de los hechos, en detrimento de un abordaje que brinde contexto sobre el trasfondo de los actos violentos, las personas victimizadas, su labor al interior de las comunidades y el impacto que su ausencia pueda generar en estas comunidades al generar una fractura y una intimidación que termina por silenciar y neutralizar cualquier intento de liderazgo social en estos territorios.
Al interpretar los hallazgos relacionados con la tipología de Entman (1993), el énfasis predominante de las publicaciones en torno a la definición del problema evidencia que el discurso noticioso pone en primer plano la perspectiva temporal del presente, evitando reseñar antecedentes y elementos de contexto que pueden representar el tener que atribuir responsabilidades y complejizar el entendimiento de la situación. La tercera parte de las publicaciones enfatizan sobre las consecuencias de los hechos violentos y muy pocas sobre las soluciones y las causas. Esto puede obedecer, por un lado, a cierto grado de corrección política de los medios; en otros casos, a la ausencia de información por el cubrimiento en caliente de los hechos; y en otros, por el miedo a tocar intereses de los actores legales e ilegales que puedan estar inmersos, material o intelectualmente, en los hechos violentos en contra de los líderes sociales.
La forma en que se narran los hechos y los recursos persuasivos sobre los que se sostiene el discurso noticioso, en este caso, mayoritariamente temáticos, inciden en una visión general del problema que le resta su componente humano. Esto lleva a que se privilegien estadísticas, informes y fuentes oficiales en detrimento de las experiencias de vida, el drama humanitario y el aporte que hacen los líderes en las comunidades.
Adicionalmente, cuando se analiza el frame estratégico, se encuentra que la mayoría de las noticias se enmarcan en un abordaje interpretativo del conflicto, en el cual la violencia en contra de un líder no obedece necesariamente a su labor política, sino que es fruto del fuego cruzado o la disputa de intereses entre otros actores que hacen presencia y compiten por el poder político, económico y territorial en las regiones.
Un aspecto que se evidencia es la dicotomía en los énfasis temáticos, en los cuales predomina el énfasis social, seguido muy de cerca por el énfasis de orden público. Este contraste hace que el problema sea visto desde dos perspectivas no necesariamente excluyentes, pero que sí representan abordajes, soluciones y causalidades distintas que terminan impactando la representación de los actos violentos en contra de los líderes sociales.
En cuanto a la construcción noticiosa del hecho, se identifica un patrón que puede estar generando una comprensión incompleta o distorsionada del fenómeno, generando actitudes, sentimientos y opiniones frente a lo que ocurre con los líderes sociales en las distintas regiones del país. Por un lado, al referirse a la persona víctima del acto violento, la categoría más utilizada es la de «líder social». Esta forma de representación invisibiliza la naturaleza diversa de los tipos de liderazgo que ejercen cientos de personas a lo largo y ancho del país. El despojar al líder de su condición temática y no referenciar el tipo de proyecto y comunidad a la cual representa va en la misma línea peligrosa de la simplificación de la realidad.
A esto se le debe sumar que en la mayoría de los casos solo se referencian los actos violentos en contra de líderes sociales luego de ser asesinados. La referencia de otro tipo de actos previos como las amenazas o las agresiones podría generar una alerta en las instituciones encargadas de velar por la seguridad de los líderes y un mayor grado de conciencia pública sobre la ocurrencia y gravedad de este tipo de victimizaciones.
Conclusiones
El papel de los medios de comunicación en la representación mediática de la violencia en contra de los líderes sociales es un tema que debe seguir siendo explorado en sus distintas dimensiones. El poder que tienen los medios construyendo agendas, posicionando marcos de interpretación y generando opiniones, percepciones y actitudes frente a los asuntos públicos pone de manifiesto su capacidad de contribuir o, por el contrario, agudizar la situación de personas que, de entrada, se encuentran en situaciones de alto grado de vulnerabilidad.
El patrón evidenciado de simplificación y homogenización del problema y sus involucrados, sumado a la impunidad judicial que rodea la mayoría de los casos lleva a que la información que le llega a gran parte de los colombianos sea general, genérica y no brinde mayores elementos de causalidad y contextualización de esta violencia. La falta de elementos informativos que permitan un conocimiento más amplio del rol de los líderes sociales, la importancia de su ejercicio para las comunidades, la variedad de proyectos y agendas temáticas que representan y promueven impide que los colombianos conozcan el trasfondo y la magnitud del problema.
A esto se le debe sumar un hallazgo alarmante: al parecer, la violencia contra los líderes solo se vuelve un asunto de la agenda mediática cuando son asesinados. ¿Cuántas muertes se hubieran evitado si los medios y la opinión pública tuvieran consciencia de las amenazas, los atentados y demás victimizaciones que, en muchos casos, son el preludio al asesinato?
La prevalencia de narrativas que asocian el problema con causalidades y soluciones relacionadas con el orden público y lo social despojan de su carácter político natural al rol del liderazgo social, incluso llegando a satanizar que este tenga algún tipo de rasgo político, lo que es en el fondo una esencia de este ejercicio, que no es más que luchar por la defensa de un derecho, promover los intereses de una comunidad en pro de su bienestar o impedir que los derechos de una colectividad o del ambiente, o de los animales, entre otros, se vean vulnerados. El acercamiento frío, desde las cifras y las estadísticas, contribuye al eterno problema de la considerada cultura de la violencia (Kurtenbach, 2005), en la cual se pierde la dimensión humana de los conflictos sociales y la muerte se vuelve paisaje.
Los medios están llamados a reflexionar acerca de sus rutinas, sus prácticas y sus discursos, especialmente cuando estas pueden estar generando revictimización, estigmatización, prejuicios y estereotipos que ponen en peligro la vida de los líderes sociales en Colombia.