Introducción
La salida no autorizada de una organización armada, lo que llamamos “deserción”,2 es un acto significativo. Si los atrapan, los desertores pueden enfrentar un castigo drástico, incluyendo la ejecución. ¿Por qué, entonces, algunos miembros de los grupos armados deciden dejar de luchar?
Esta pregunta tiene relevancia porque, entre otras cosas, la deserción también puede tener graves consecuencias para las organizaciones militares. Durante la invasión de Afganistán, por ejemplo, las fuerzas aliadas del régimen afgano de la Unión Soviética y las tropas soviéticas reclutadas en Asia Central sufrieron tasas masivas de deserción. Los desertores fueron reemplazados por soldados mal preparados para luchar contra los muyahidines en las zonas montañosas, lo que contribuyó a la derrota de la Unión Soviética (Giustozzi 2000, 84-86). En Vietnam, la mayor ola de deserciones militares estadounidenses, de 1969 a 1971, llevó al “colapso de las fuerzas armadas” (Heinl Jr. 1971; Bell y Bell 1977). Además, la deserción puede desestabilizar el equilibrio militar en tiempos de conflicto, como lo demuestra la prolongada guerra civil en Siria. A diferencia de las fuerzas armadas sirias, que encontraron reemplazos adecuados para las tropas que desertaron (Albrecht y Koehler 2018), la deserción de los combatientes del Estado Islámico, reclutados localmente, aceleró la caída del grupo (Revkin y Mhidi 2016). Además, la deserción puede determinar la naturaleza de las instituciones posconflicto. Los gobiernos involucrados en la contrainsurgencia en Nigeria (Bukarti y Bryson 2019) y las Filipinas (ICG 2013) han establecido programas de reintegración para alentar la deserción entre los rebeldes. Estos programas pueden allanar el camino hacia la victoria militar, pero luego pueden contribuir a unas instituciones sesgadas que favorecen a los ganadores del conflicto, socavando así las perspectivas de paz de largo plazo (Lyons 2016).
Gran parte de la literatura existente sobre deserción se centra en las motivaciones de los individuos; por ejemplo, deseo de ver la familia, dificultad para adaptarse a un estilo de vida militar, inseguridad personal, desilusión con la ideología del grupo o sentimientos de ser un forastero (Shils 1977; Albrecht y Koehler 2018; Oppenheim et al. 2015; Davis 2017; Chernov 2018). Otras investigaciones examinan diferentes aspectos de la vida grupal; por ejemplo, cohesión en la unidad, lealtad entre los camaradas y expectativas mutuas entre los combatientes (Shils y Janowitz 1948; McLauchlin 2020; Lehmann y Zhukov 2019; Costa and Kahn 2009; Bearman 1991). Algunos académicos han estudiado la influencia de factores estructurales; por ejemplo, las fuerzas armadas en democracias y países con grupos étnicos integrados tienen tasas de deserción más bajas que las autocracias y los países que practican la discriminación étnica (Lyall 2020; Reiter y Stam 2002).
En este artículo, ofrecemos un nuevo argumento teórico sobre la dinámica organizacional asociada con deserción, extraído de la teoría de la acción colectiva (Olson 1965). Las organizaciones armadas típicamente luchan por bienes públicos no excluibles, como es la seguridad, la justicia o la independencia. Una vez obtenidos estos bienes, al menos formalmente, todos los miembros de la sociedad pueden disfrutarlos, independientemente de si participaron en su producción. Esta situación significa un problema de acción colectiva: los agentes racionales pueden buscar aprovecharse, especialmente en el caso de una acción colectiva violenta que implica un riesgo personal severo (Nussio 2020; Wood 2003). La voluntad de un individuo de ponerse en peligro depende, por tanto, de la capacidad de una organización para catalizar las motivaciones individuales para la acción colectiva. En el caso de las organizaciones armadas, los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y la coerción son los instrumentos clave que permiten tal acción.3 Los incentivos selectivos, incluyendo la compensación y la protección monetaria, están disponibles exclusivamente para los miembros del grupo; la ideología crea un llamamiento normativo a participar en una causa justa y un régimen coercitivo obliga a los miembros a obedecer sus órdenes.
Argumentamos que el declive organizacional influye en los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y la coerción. Nos enfocamos en dos tipos de declive organizacional: el empeoramiento del desempeño militar y la disminución de los recursos financieros.4 Los grupos armados que experimentan un declive en su desempeño militar encuentran que sus objetivos basados en una ideología compartida son más difíciles de lograr. Los grupos armados con recursos económicos reducidos tienen dificultades para ofrecer incentivos selectivos a sus miembros. Además, el declive reduce la capacidad de una organización para controlar a sus miembros, lo que limita su control coercitivo. Una vez que estos instrumentos pierden su eficacia, los miembros pueden comenzar a reconsiderar sus motivaciones para permanecer en el grupo; al encontrar esas motivaciones deficientes, pueden optar por desertar. Para ser claros, nuestro argumento no cuestiona la importancia de los incentivos para los individuos, ya que los individuos deben estar motivados para tomar la decisión de desertar. Sin embargo, en lugar de hacer suposiciones sobre las motivaciones de una persona para quedarse o irse, nuestra teoría especifica las dinámicas organizativas relevantes que condicionan el comportamiento de un miembro.
Este argumento debería aplicarse a organizaciones armadas estatales y no estatales con estructuras centralizadas y jerárquicas. Aunque ambos tipos de organizaciones pueden tener diferentes medios para lidiar con los desertores, utilizan instrumentos similares para atar a sus miembros al colectivo (Balcells y Kalyvas 2015; Richards 2018) y, por tanto, son igualmente vulnerables al declive militar y financiero. Nuestro argumento es menos aplicable a las organizaciones de tipo red, como los grupos terroristas transnacionales, los sindicatos criminales y las insurgencias con estructuras en red (Gutiérrez y Giustozzi 2010). Los miembros de tales grupos normalmente operan en pequeñas unidades o células. En este nivel, la acción colectiva puede ser menos problemática, ya que los miembros individuales pueden, de hecho, marcar la diferencia y cada uno requiere menos incentivos organizacionales para hacerlo (Olson 1965, 53-65). Además, el problema de la acción colectiva no existe en el caso de las organizaciones puramente criminales, ya que su objetivo principal es producir bienes privados, no públicos.
Para probar nuestra teoría, examinamos un ejército rebelde comunista altamente centralizado y jerárquico, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que existió desde la década de 1960 hasta su desmovilización colectiva en 2017, luego de la conclusión de un acuerdo de paz con el gobierno colombiano. Centramos nuestro análisis en el periodo 2002 a 2017, durante el cual más de 19.000 integrantes abandonaron las FARC. Nuestro análisis multimétodo se basa en registros del Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado (PAHD) del gobierno. El análisis cuantitativo utiliza información sistemática sobre todos los desertores de las FARC proporcionada por el PAHD. Empleando un análisis estadístico, encontramos que, en el caso de las FARC, los indicadores de declive organizacional, que incluye la decapitación del liderazgo y las fluctuaciones de ingresos provenientes de la economía de la coca, llevaron a la decisión de desertar. Para probar la plausibilidad de los mecanismos que operan entre el declive y la deserción, basamos nuestro análisis cualitativo en una gran cantidad de informes detallados sobre desertores individuales, creados por el PAHD. Encontramos que los cambios en los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y el comportamiento coercitivo desviaron la atención de los combatientes del colectivo hacia el individuo, alimentando el deseo de desertar.
El artículo tiene tres contribuciones principales a la investigación académica. En primer lugar, proporciona un marco más amplio para comprender el fenómeno de la deserción. Las teorías anteriores sobre la deserción se centraban en las motivaciones individuales, la cohesión del grupo y, en menor medida, las condiciones estructurales. La dinámica a nivel de la organización, nuestro principal enfoque teórico, ayuda a integrar las motivaciones individuales en un contexto significativo, donde el declive funciona como un factor condicionante.
En segundo lugar, los datos excepcionalmente detallados del conflicto colombiano, incluyendo una mina de tesoros de material cualitativo, permiten la adquisición de nuevos conocimientos empíricos. Dada la casi ausencia de evidencia sistemática, la deserción de los grupos rebeldes es difícil de estudiar. Aunque el conjunto de datos que utilizamos puede contener algunos desertores “falsos” que se infiltraron en el programa y excluir algunos desertores reales que no quisieron entregarse a las autoridades gubernamentales, es, a nuestro entender, el conjunto de datos más completo sobre deserción disponible para cualquier conflicto interno.
En tercer lugar, los hallazgos del artículo abren nuevas vías para la investigación relacionada. Por ejemplo, una investigación anterior identificó una “maldición de los recursos de los rebeldes” (Sarkar y Sarkar 2017), según la cual los rebeldes “ricos” atraen a unos oportunistas que se rinden fácilmente si la organización no trabaja en su beneficio (Weinstein 2017). El examen de los datos detallados sobre la deserción proporciona información adicional sobre esta supuesta maldición. Además, el artículo tiene relevancia para el estudio de cómo terminan las guerras civiles (Howard y Stark 2017; Daniels 2020). El declive organizacional y la deserción pueden ayudar a explicar por qué un lado sale victorioso y por qué los líderes de los grupos armados cambian de opinión sobre participar en las negociaciones. Aunque muchos conflictos posteriores a la Guerra Fría terminaron solo con una solución militar o después de firmar un acuerdo de paz, algunos simplemente se disolvieron mientras las partes dejaron de luchar gradualmente (Kreutz 2010). Una agenda de investigación basada en el estudio del declive organizacional puede ayudar a explicar estos casos de terminación “orgánica” de un conflicto.
El resto del artículo sigue de esta manera. Primero, discutimos nuestra teoría con mayor detalle, enfocándonos en el vínculo entre el declive organizacional y la decisión de algunos combatientes de grupos armados de desertar. Segundo, presentamos el caso de la insurgencia de las FARC y discutimos su idoneidad para nuestro argumento. Tercero, presentamos nuestro análisis empírico en dos pasos: después de examinar cuantitativamente la relación entre el declive y la deserción, analizamos cualitativamente los informes de deserción del PAHD para investigar los mecanismos que relacionan el declive organizacional con la deserción. Concluimos con una discusión de las implicaciones de nuestros hallazgos para la investigación y la política.
Una teoría de la deserción
Argumentamos que el declive organizacional aumenta la probabilidad de deserción entre los miembros de los grupos armados, porque los instrumentos que les permiten superar los problemas de acción colectiva -incentivos selectivos, atractivo ideológico y coerción- son menos efectivos durante los periodos de declive (figura 1).5
Los grupos armados utilizan incentivos selectivos para compensar a los miembros por su participación en el grupo. Estos incentivos son importantes no solo para atraer nuevos miembros, sino también para mantener a los existentes, quienes dependen de la organización para su subsistencia y protección (Kalyvas y Kocher 2007; Ribetti 2007). Los salarios y las oportunidades de saqueo son las formas más comunes de incentivos selectivos en los grupos armados.
Los grupos armados utilizan la ideología para atraer a sus miembros. El atractivo ideológico es distinto de un incentivo selectivo que atrae a agentes racionales, ya que establece una base normativa para la acción que va más allá del interés propio.6 Aunque no es muy prominente en la teoría original de la acción colectiva, que era en gran medida apolítica, estudios posteriores enfatizan la importancia del atractivo ideológico para promover la acción colectiva en los conflictos políticos (Lichbach 1995). Entendemos la ideología como un conjunto de “ideas que identifican a una comunidad, los desafíos que el grupo enfrenta, los objetivos a perseguir en nombre de ese grupo y un programa de acción (tal vez vago)” (Gutiérrez y Wood 2014, 214). Los miembros del grupo internalizan las ideas de lo que una organización representa y defiende mediante entrenamiento y la práctica diaria (Maynard 2019). La ideología también puede crear un conjunto de expectativas comunes que sustentan una identidad compartida y solidaridad entre los miembros del grupo (Costalli y Ruggeri 2015; Nussio 2017; Ugarriza y Craig 2013). Por lo tanto, la capacidad de un grupo armado para superar los problemas de la acción colectiva depende de su atractivo ideológico.
Los grupos armados utilizan la coerción para hacer que sus miembros obedezcan, a menudo mediante la imposición de regulaciones y el castigo de comportamientos no deseados. Los miembros que buscan abandonar una organización armada sin permiso representan un desafío particularmente común para las organizaciones estatales y no estatales; a menudo, estos individuos son condenados a muerte (Richards 2018; Aguilera 2014). Por lo tanto, la coerción actúa como un motivador negativo, a diferencia de los motivadores positivos como son los incentivos selectivos y el atractivo ideológico.
Juntos, los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y la coerción permiten que una organización canalice las preferencias individuales hacia la acción colectiva.7 Sin embargo, estos instrumentos se vuelven menos efectivos una vez que una organización entra en declive. La literatura clásica sobre el declive organizacional lo define como el “deterioro de la base de recursos y el desempeño de una organización”, causado por impactos ambientales o factores internos y administrativos (Whetten 1980). El argumento original desarrollado por Albert Hirschman (1970) que relaciona el declive organizacional con salida se aplica, en principio, a cualquier tipo de organización.8 Las empresas pueden perder clientes si la calidad de sus productos se deteriora; los estados pueden experimentar un aumento en la emigración si sus economías comienzan a declinar; y las organizaciones armadas pueden perder miembros en periodos de adversidad. A pesar de la aplicabilidad general de la teoría de Hirschman, necesitamos especificar las formas relevantes de declive organizacional en las organizaciones armadas y cómo estas formas de declive afectan los instrumentos de los grupos para promover la acción colectiva. Aquí, nos enfocamos en el deterioro del desempeño militar y los recursos financieros de los grupos armados.9 Aunque el declive militar y financiero son procesos que se refuerzan mutuamente, los separamos para fines analíticos.
Primero, el desempeño militar es un indicador clave del éxito de cualquier grupo armado. Las organizaciones armadas se crean para lograr objetivos como la separación del estado, el derrocamiento del gobierno de un oponente o el control territorial. El enfrentamiento militar es el método de elección para lograr estos objetivos, lo cual depende fundamentalmente del desempeño militar relativo frente a los enemigos. El debilitamiento del desempeño militar, por tanto, implica un declive.
En teoría, el declive del desempeño militar puede afectar los tres instrumentos diseñados para promover la acción colectiva. Socava la capacidad del grupo para proteger a sus miembros, un incentivo selectivo importante en las regiones de conflicto (Kalyvas y Kocher 2007), ya que expone a los miembros a un mayor riesgo personal de resultar heridos y asesinados (Albrecht y Koehler 2018, Grauer 2014; Villegas 2009). El declive militar hace que lograr los objetivos comunes de un grupo sea menos realista, lo que reduce su atractivo ideológico, porque, como señala un observador, “incluso los partidarios más comprometidos pueden desanimarse si la revolución no se materializa” (Lichbach 1995, 75). Además, el declive militar puede limitar la capacidad de control y supervisión de una organización, reduciendo su capacidad para sancionar el comportamiento no deseado (McLauchlin 2014). Cuando la capacidad de controlar a los miembros disminuye, la certeza percibida por los miembros de recibir castigo por las malas acciones puede disminuir y socavar el efecto disuasorio del castigo. En respuesta al declive, los grupos armados pueden aumentar la severidad del castigo, como hacen los gobiernos cuando enfrentan una ola de delitos. Sin embargo, los hallazgos de la literatura criminológica sugiere que la certeza del castigo es un disuasivo más eficaz que su severidad (Nagin 2013; Nussio y Norza 2018).
Segundo, los recursos financieros son necesarios para el funcionamiento de cualquier organización, incluidos los grupos armados (Hazen 2013). Gran parte de la literatura económica sobre las causas de la guerra se ha centrado en la disponibilidad de recursos saqueables (Collier y Hoeffler 2004). Nuestro argumento se relaciona con la sostenibilidad de los grupos armados. Evidentemente, los miembros necesitan ser alimentados y equipados; muchos reciben salarios, lo que requiere que el grupo tenga fondos suficientes. Por tanto, la reducción de los recursos financieros implica un declive.
En teoría, el declive de los recursos financieros de un grupo armado tiene consecuencias importantes, especialmente para los incentivos selectivos, ya que dificulta la vida en los campamentos. La disminución de los recursos financieros puede causar insatisfacción entre los miembros que dependen de la organización para su subsistencia (Florez-Morris 2010), o a quienes se les prometió que el grupo cubriría sus gastos de subsistencia (Chiarotti y Monnet 2019). Además, el declive financiero tiene consecuencias posteriores en el desempeño militar y la capacidad organizativa general, lo que podría afectar la perspectiva de una organización para alcanzar sus objetivos comunes y, por lo tanto, limitar su atractivo ideológico. Finalmente, el declive puede obstaculizar la capacidad de una organización para coercer a sus miembros.
Una vez que estos tres instrumentos pierden su eficacia, los miembros del grupo pueden comenzar a reenfocarse en metas y deseos personales. Aunque algunos miembros pueden extrañar a sus familias o desear tener una familia, mientras la vida en el colectivo sea satisfactoria, esos sentimientos pueden permanecer latentes (Shils 1977; Koehler, Ohl y Albrecht 2016). Para otros, el deseo de cambiar el rumbo de la vida y buscar oportunidades económicas externas puede ser más urgente (Ferguson, Burgess y Hollywood 2015). En consecuencia, estamos de acuerdo con investigaciones anteriores en que los individuos deben estar motivados para dejar su grupo. Sin embargo, argumentamos que el desempeño organizacional condiciona el comportamiento individual y que la deserción es más común en épocas de declive, cuando los instrumentos para promover la acción colectiva se debilitan (véase Figura 1).
En este punto, es importante aclarar los límites de nuestro argumento. En primer lugar, nuestro argumento captura la diferencia entre declive y “no declive”; no obstante, guarda silencio sobre los efectos de otros tipos de desempeño sobre la decisión de desertar, como el ascenso o estabilidad organizacional.10 Para ser claros, la deserción debería ser mayor durante los periodos de declive que durante cualquier otro momento.
En segundo lugar, el complemento conductual de la deserción (o partida) es la retención (o permanencia). Por lo tanto, nuestra teoría también debería aplicarse a la retención, pero no hace predicciones sobre el fenómeno relacionado del reclutamiento. La relación entre reclutamiento y declive organizacional es menos clara. Por un lado, los grupos armados pueden, por razones estratégicas, optar por aumentar el reclutamiento para compensar los efectos de la deserción. Por otro lado, la toma de decisiones de los posibles reclutas depende de una serie de factores que a menudo no están relacionados con la organización a la que están a punto de unirse (Humphreys y Weinstein 2008).
En tercer lugar, aunque argumentamos que el declive organizacional impulsa la deserción, la deserción también puede impulsar el declive, creando una relación endógena. Por ejemplo, la partida de importantes líderes puede motivar a algunos miembros a desertar, lo que da como resultado un proceso que se refuerza a sí mismo (Lehmann y Zhukov 2019). Distinguir entre deserción y declive plantea, por tanto, un desafío para el análisis empírico. Centrarse en indicadores exógenos de declive y utilizar un enfoque multimétodo ayudará a sortear este desafío. En teoría, nuestro argumento se limita al impacto del declive en la deserción.
La insurgencia de las FARC: un estudio de caso
Para nuestro estudio, elegimos la insurgencia de las FARC de 2002 a 2017.11 Las FARC realizaron una retirada militar de 2002 a 2008, reorganización a partir de 2008, negociaciones con el gobierno entre 2012 y 2016 y desmovilización colectiva en 2017.12 Por lo tanto, deberíamos ser capaces de observar suficiente variación en términos de desempeño organizacional.
Las FARC surgieron de grupos guerrilleros comunistas anteriores y habían estado involucradas en un conflicto de baja intensidad con las fuerzas gubernamentales desde al menos 1964 (CNMH 2014). En la segunda mitad de la década de 1990, habían acumulado tanto poder que podían mantener en cautiverio a decenas de soldados regulares y dominar grandes áreas de Colombia. Su objetivo declarado siempre fue tomar el poder del gobierno, y este fue el periodo en el que estuvo más cerca de lograrlo. Después de este periodo de crecimiento, en 2002, las FARC tenían aproximadamente 21.000 guerrilleros armados y muchos miles de milicianos.
Cuando los esfuerzos de las FARC y el gobierno entre 1998 y 2002 no lograron alcanzar un acuerdo de paz, se preparó el escenario para un nuevo periodo de confrontación. El gobierno recibió una gran cantidad de apoyo militar de los Estados Unidos, como parte del “Plan Colombia”, y comenzó a empujar a las FARC hacia áreas cada vez más remotas del país. Es en este contexto que el gobierno fortaleció su política de incentivar a los miembros de los grupos armados no estatales, incluidas las FARC, a desertar. A los rebeldes dispuestos a hacerlo se les ofreció amnistía y la oportunidad de unirse a un programa de reintegración. También recibieron una compensación económica a cambio de proporcionar a las autoridades información estratégica (CNMH 2015). El Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado (PAHD), dentro del Ministerio de Defensa, estuvo a cargo de implementar la política de deserción del gobierno, que incluyó una sofisticada campaña de relaciones públicas, anuncios televisivos y mensajes de radio que podían llegar a los rebeldes incluso en áreas remotas (Fattal 2018). De 2002 a 2017, los miembros de todos los grupos armados no estatales, no solo los de las FARC, fueron invitados a entregarse a cualquier autoridad civil o militar del país y registrarse como desmovilizados. Entre las más de 30.000 personas que desertaron durante este periodo, había más de 19.000 miembros de las FARC.
Las FARC llegaron a su punto más bajo después de una serie de derrotas militares en 2008. Unos generales colombianos envalentonados incluso llegaron a hablar sobre el “fin del fin” (Thomson y Laserna 2008). Sin embargo, a partir de 2008, las FARC se reinventaron con la adopción del Plan Renacer y posteriormente con el Plan de la Segunda Independencia. Ambos planes se enfocaron en el regreso a las tácticas clásicas de guerrilla, enfrentamiento militar menos directo y reclutamiento de nuevos combatientes entre las redes urbanas clandestinas de las FARC y entre la juventud de sus zonas de influencia. Al mismo tiempo, la estrategia militar del gobierno estaba perdiendo eficacia, lo que llevó al nuevo gobierno de Juan Manuel Santos a iniciar negociaciones que finalmente desembocarían en un acuerdo de paz y la desmovilización colectiva de las FARC en 2017.
Análisis de la relación entre declive y deserción
Para examinar la relación entre el declive organizacional y la deserción, hacemos un análisis cuantitativo de un conjunto de datos que incluye a todos los desertores registrados de las FARC. Si nuestra teoría es correcta, deberíamos observar un elevado número de deserciones durante las épocas de declive organizacional.
Datos sobre deserción
Los datos sobre deserción que utilizamos se basan en entrevistas realizadas por el PAHD con personas que desertaron de los grupos armados colombianos entre agosto de 2002 y agosto de 2017. Entre otras cosas, estos datos contienen información relacionada con estadísticas demográficas, el grupo de los desertores, la duración de su membresía y si fueron certificados como desmovilizados y merecedores de beneficios gubernamentales. Las entrevistas se realizaron para verificar si una persona era miembro de un grupo armado y para obtener información relevante para las futuras operaciones militares del gobierno. El conjunto de datos resultante, que recibimos como una hoja de cálculo de Excel, contiene 33.592 personas, de las cuales 3.816 no fueron certificadas y 1.042 fueron arrestadas.13 De los que fueron certificados, pero no arrestados, 19.504 pertenecían a las FARC14; de ellos, 4.236 eran mujeres15 y 2.801 desertaron antes de los dieciocho años.
El conjunto de datos del PAHD también contiene información sobre las razones de los miembros para partir (Ribetti 2009; Rosenau et al. 2014; Theidon 2007; Villegas 2009).16 Nuestra teoría es, en principio, compatible con cualquier motivación individual, ya que argumentamos que el declive organizacional pone en primer plano los deseos y preferencias personales y dificulta la acción colectiva, pero no especificamos qué preferencias personales se vuelven más frecuentes en tiempos de declive. Para una comprensión más completa, enumeramos las motivaciones individuales para la deserción, comparando los miembros de base con miembros de algún nivel de autoridad de mando (tabla 1).17 El deseo de cambiar la vida y escapar del abuso dentro del grupo son las motivaciones más comúnmente reportadas. La presión armada y el sentimiento de extrañar a la familia también son relativamente comunes. Juntas, estas cuatro categorías representan aproximadamente el 80% de las respuestas de los miembros. Los miembros de algún nivel de autoridad de mando mencionan el desacuerdo ideológico con más frecuencia que los miembros de base, quienes con mayor frecuencia indican el deseo de cambiar sus circunstancias de vida o escapar del abuso en el grupo; de otro modo, los dos grupos son similares.
En nuestro análisis cuantitativo, nos centramos en la fecha de deserción de los miembros y el área de actividad mientras estaban en el grupo. La fecha de registro incluida en el conjunto de datos indica cuándo se incluyó por primera vez una persona en el sistema de información del PAHD; por lo general, entre unos días y un par de semanas después de haber desertado.18 La Figura 2 muestra el número de desertores de las FARC cada mes desde 2002 hasta 2017, junto con una estimación de los miembros de las FARC en cada año. El número de deserciones aumentó después de 2005 y culminó en 2008, cuando las FARC fueron blanco de una serie de importantes ataques militares, incluyendo la Operación Jaque, durante la cual la política Ingrid Betancourt y otros secuestrados por las FARC fueron liberados por las fuerzas gubernamentales. El número de miembros de las FARC disminuyó de casi 21.000 personas a menos de 9.000 en 2008.
Después de 2008, las FARC recuperaron impulso, aunque nunca alcanzaron sus niveles anteriores de desempeño militar (Ugarriza y Pabón 2017, 349-382). De 2008 a 2012, el número de deserciones disminuyó, con algunas excepciones, incluido un pico en 2010 después de una segunda operación exitosa de rescate de rehenes (Camaleón) y el asesinato de un líder clave de las FARC conocido como Mono Jojoy. El número de miembros se mantuvo relativamente estable durante este periodo, ya que las FARC comenzaron a reemplazar rápidamente a los desertores y los que habían sido arrestados y/o asesinados con miembros de la red urbana clandestina y nuevos reclutas.
Con las negociaciones en curso, las deserciones de las FARC comenzaron a estabilizarse a partir de 2012 ya que la mayoría de los miembros ahora tenían la perspectiva de obtener un trato potencialmente mejor a través de la desmovilización colectiva, sin necesidad de romper los lazos con la organización. Aun así, el número de deserciones siguió siendo considerable, lo que sugiere un nivel básico de deserciones en gran parte independiente de la dinámica organizativa.
En nuestro análisis cuantitativo, utilizamos la ubicación de la actividad del desertor, en vez del lugar de la deserción, ya que este no siempre está relacionado con la actividad de los miembros del grupo, porque los rebeldes a menudo viajan a un área segura antes de desertar. Por ejemplo, 2.750 miembros de las FARC se entregaron en Bogotá, a pesar de que las FARC casi no tenían presencia armada activa en la capital. La ubicación de la actividad es relevante para nuestro análisis porque queremos examinar las condiciones de esta área geográfica. Aunque los rebeldes se movían constantemente, casi todos los desertores de las FARC (97,1 %) indican un departamento de actividad en sus entrevistas (Colombia tiene treinta y tres departamentos); muchos menos (59,6 %) indican un solo municipio de actividad, lo que explica nuestro enfoque en los departamentos en el análisis estadístico.
Se estima que las FARC tenían 21.000 guerrilleros armados en 2002, lo que hace que el número total de los desertores de las FARC (más de 19.000) parezca extremadamente alto. Idealmente, podríamos comparar las cifras de deserción proporcionadas por el PAHD con la información recopilada por las propias FARC. Sin embargo, el grupo no hizo seguimiento de las deserciones, especialmente después de que el comando central ordenara a sus subordinados que destruyeran los archivos internos tras la recuperación de las computadoras de las FARC por parte de las Fuerzas Armadas colombianas durante las operaciones de 200819. Aun así, podemos examinar críticamente hasta qué punto los datos del PAHD representan con precisión las cifras de deserción de las FARC.
En primer lugar, los datos pueden incluir falsos positivos: individuos que actuaron como rebeldes, pero que no formaron parte de la organización. El PAHD certificó no solo a los miembros guerrilleros armados, sino también a personas que pertenecían a las milicias de apoyo (6.009 desertores de las FARC declararon que eran milicianos).20 Si bien existen casos de deserciones de individuos al margen de la organización, los miembros de la red urbana clandestina, por ejemplo, no constituyen falsos positivos, sino que demuestran los diferentes roles en una organización armada (Parkinson 2013).
El problema de los falsos positivos se mitiga con el proceso de certificación del PAHD, que involucró a varias instituciones gubernamentales. Sin embargo, todavía puede haber un número indeterminado de personas que mintieron para entrar en el programa de deserción para recibir los beneficios de reintegración (CNMH 2015). Sin embargo, aquellos que querían actuar de manera creíble como miembros de las FARC necesitaban tener un conocimiento local íntimo. Por tanto, debían provenir de zonas donde las FARC tenían presencia y debían haber tenido algún intercambio con el grupo. Este tipo de falso positivo puede afectar el número total de desertores, pero no tanto la distribución de desertores en todo el país.
Es posible que las Fuerzas Armadas colombianas también tuvieran interés en mostrar éxito inflando las cifras de deserción de las FARC. Durante la década de 2000, varias unidades militares llevaron a cabo ejecuciones extrajudiciales de civiles para aumentar el recuento de cadáveres de los rebeldes, conocido como el infame escándalo de “falsos positivos”.21 Hasta la fecha, sin embargo, no hay evidencia clara de que las Fuerzas Armadas inflaran de manera similar las cifras de deserción de las FARC. Además, las FARC no utilizaron el programa de deserción para alentar la salida de los heridos y los miembros mayores22; de hecho, vieron el programa como una herramienta de contrainsurgencia (FARC-EP 2013).
En segundo lugar, puede haber falsos negativos: rebeldes que desertaron, pero no fueron registrados como tales, incluyendo individuos que desertaron sin registrarse en el programa del gobierno o que cambiaron de grupo, por ejemplo, de las FARC al Ejército de Liberación Nacional, otro grupo insurgente en Colombia (Oppenheim et al. 2015). Aunque hubo tales casos, no tenemos información sobre la magnitud de este fenómeno. La ausencia de esta información puede plantear un problema para el análisis a nivel individual, ya que los desertores que no se registraron pueden diferir sistemáticamente de otros desertores. Sin embargo, nuestro análisis opera en el nivel agregado y no tenemos conocimiento de la agrupación sistemática de desertores anónimos en un periodo o área determinada. En general, al subestimar el número de deserciones de las FARC nuestras estimaciones serían más pequeñas y, por lo tanto, más conservadoras.
En tercer lugar, la gran cantidad de desertores de las FARC puede explicarse por la capacidad del grupo para encontrar reemplazos rápidos. Entre todos los desertores de las FARC, 5.255 (más del 25 %) habían estado en el grupo durante menos de un año, lo que demuestra la capacidad del grupo para reclutar constantemente nuevos miembros, incluso mediante el reclutamiento forzoso de menores (CNMH 2017a). Esta capacidad para reemplazar rápidamente a los miembros muestra que el reclutamiento responde a un proceso diferente al de la deserción, aunque los dos pueden estar entrelazados.23
En resumen, los datos del PAHD pueden contener algunos sesgos en los informes, pero siguen siendo una representación bastante precisa de la población de desertores de las FARC.24
Variables independientes
Teóricamente, el declive militar y financiero debería impulsar el número de deserciones en los grupos armados centralizados, pero el análisis empírico requiere una operacionalización de estos conceptos en casos específicos. Además, debido a que la deserción puede retroalimentar el declive, necesitamos indicadores que sean representaciones válidas del declive organizacional de las FARC, así como plausiblemente exógenos al comportamiento que queremos explicar.
Al examinar el desempeño militar, nos enfocamos en las variables independientes de asesinatos de líderes de las FARC y operaciones de rescate de rehenes secuestrados con importancia a nivel nacional, ya que estos fueron notados rápida y ampliamente por la mayoría de los combatientes de las FARC. Primero, incluimos todos los asesinatos por parte de las Fuerzas Armadas de líderes de las FARC que formaban parte del Estado Mayor Central, principal órgano de gobierno de las FARC: Negro Acacio (fecha del asesinato: 2 de septiembre de 2007), Martín Caballero (24 de octubre de 2007), Raúl Reyes (1 de marzo de 2008), Mono Jojoy (22 de septiembre de 2010) y Alfonso Cano (4 de noviembre de 2011). Esta variable toma un valor de 1 durante los tres meses posteriores a los asesinatos y 0 en otros casos (en nuestro apéndice 3 en línea, usamos diferentes ventanas de tiempo). En segundo lugar, utilizamos importantes operaciones de rescate de rehenes secuestrados en poder de las FARC: la Operación Jaque (2 de julio de 2008) y la Operación Camaleón (13 y 14 de junio de 2010). Nuevamente, codificamos los tres meses posteriores a estos eventos como 1 y en otros casos, 0 (proporcionamos diferentes ventanas de tiempo en el apéndice 3 en línea). En el análisis a continuación, mostramos resultados para los indicadores agregados de asesinatos de líderes de las FARC y operaciones de rescate del gobierno (la Tabla A8 en el apéndice en línea incluye resultados para incidentes individuales).
Los asesinatos de líderes y las operaciones de rescate son indicadores válidos y plausiblemente exógenos del declive militar. Ambos fueron mencionados repetidamente en los informes del PAHD como golpes duros a la moral de las tropas de las FARC. La Operación Jaque fue celebrada como un golpe desmoralizador particularmente importante.25 Desde la perspectiva de un combatiente, y entre la población colombiana en general, todos estos eventos que indicaron un declive militar fueron sorprendentes e impactantes, generando así una fuente de variación plausiblemente exógena. Sin embargo, fueron planificados parcialmente con información proporcionada por desertores26 y otras fuentes de inteligencia. Aunque la planificación de tales operaciones puede haber llevado meses o años, se podría argumentar que la deserción puede ser no solo el resultado de estos eventos; también puede ser una causa. Por tanto, una asociación estadística puede reflejar una causalidad inversa. En nuestro análisis, nos protegemos contra esta preocupación centrándonos en las secuelas de los eventos y ajustando por niveles anteriores de deserción. Se podría argumentar además que las operaciones importantes exitosas pueden ser la culminación de campañas militares más amplias y, por tanto, una relación con la deserción puede ser el resultado del sesgo de variable omitida. Ajustamos por operaciones militares regulares, incluyendo las que fueron realizadas por iniciativa de las fuerzas gubernamentales y cualquier tipo de contacto entre las Fuerzas Armadas de Colombia y las FARC, para mitigar esta preocupación.
En cuanto a los recursos financieros de las FARC, nos enfocamos en dos variables independientes relacionadas con la economía de la coca, la principal fuente de ingresos del grupo. Debido a que la coca es esencialmente un producto de exportación, utilizamos las tasas de cambio entre el peso colombiano y el dólar estadounidense como nuestro primer indicador. El uso de cocaína en Colombia ha sido bajo y estable durante las últimas dos décadas (Zuleta 2019) y las FARC generalmente prohibieron su uso en áreas donde tenían influencia (Gutiérrez y Thomson 2021). Al igual que los exportadores de otros bienes, los participantes de la economía de la coca en Colombia pueden, por tanto, beneficiarse de la debilidad del peso. Por otro lado, la misma cantidad de coca colombiana exportada generará menos ingresos si el peso se fortalece frente al dólar (Vargas 2019).27 Por consiguiente, usamos la cantidad de pesos colombianos (1.000 por dólar estadounidense) para capturar esta fuente de ingresos de las FARC. En segundo lugar, utilizamos precios anuales para un gramo de cocaína en los Estados Unidos, según lo informado por la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para el periodo 2002 a 2016. Los precios de mercado más bajos pueden generar ingresos más bajos para los participantes en la economía de la coca, incluidas las FARC.
Las tasas de cambio y los precios de la cocaína son indicadores válidos de los recursos financieros. Ambos son parte de la fuente de ingresos clave de las FARC. Para sostener sus actividades, al comienzo, el grupo se basó principalmente en la extorsión local y se dedicó al secuestro para pedir rescate (especialmente alrededor del año 2000). También cobraba impuestos sobre la minería ilegal, incluyendo la minería aurífera28 y, lo que es más importante, la producción y el comercio de drogas. El ejército colombiano estimó en 2005 que, en su apogeo financiero, las FARC tenían un ingreso anual equivalente al 1 a 2 % del producto interno bruto de Colombia (o alrededor de $1.000-2.000 mil millones), aproximadamente la mitad del cual se derivaba de la economía de la coca.29 Como muestran los informes del PAHD, las FARC profesionalizaron la gestión de la economía de la coca a lo largo de los años. Muchos miembros participaron en ella, algunos instando a los campesinos a cultivar más o menos, dependiendo de los niveles de precios; otros gestionando y protegiendo los sitios de cultivo; supervisando el trabajo de los campesinos; comprando pasta base de coca a los campesinos; vendiendo a narcotraficantes; y cobrando impuestos a los participantes.30 Además, la tasa de cambio entre dólar y peso muestra un desarrollo en gran parte paralelo a las áreas cultivadas de coca en Colombia, lo que sugiere que la economía de la coca responde a las tasas de cambio (véase Figura A1 en el apéndice en línea).
Ambos indicadores son plausiblemente exógenos a la deserción en Colombia. Las tasas de cambio dependen principalmente de las políticas monetarias y fiscales internas y de la dinámica macroeconómica internacional. Los precios de la cocaína pueden estar parcialmente impulsados por la oferta de los países productores y esta oferta puede estar relacionada con el conflicto en Colombia. En el análisis, por consiguiente, ajustamos por producción de coca en Colombia para controlar el suministro al mercado de cocaína. Sin embargo, los precios de la cocaína en los Estados Unidos siguen siendo plausiblemente exógenos a la deserción en Colombia, ya que están impulsados principalmente por las condiciones del mercado interno (Rhodes et al. 2002). Además, aunque los precios más altos reducen la demanda de cocaína, los cambios de precio claramente superan los cambios en la demanda (OAS 2013).
Procedimientos estadísticos
Empleamos un análisis de regresión lineal, utilizando el número de desertores en un departamento y mes determinados como variable dependiente. Para tener en cuenta el sesgo de variable omitida que se deriva de las características invariantes en el tiempo y los shocks comunes, utilizamos efectos fijos bidireccionales (Cunningham 2021).31 Los efectos fijos de departamento se ajustan por características como la historia de conflictos, la irregularidad del terreno y la lejanía. Los efectos fijos de mes se ajustan por shocks comunes a todos los departamentos, incluyendo las elecciones, la dinámica internacional y cambios en la estrategia de seguridad nacional.32
Los indicadores plausiblemente exógenos para el desempeño militar y los recursos financieros descritos anteriormente tienen variación temporal, pero no espacial. Por tanto, estas variables serían colineales con los efectos fijos de mes. Para resolver este problema, ponemos a interactuar nuestras variables independientes con un componente que varía espacialmente. Para ello, creamos una variable dummy que captura la distribución espacial de las áreas de las FARC. Al incluir este componente en una interacción, comparamos efectivamente la deserción relativa en términos de declive en áreas con y sin presencia tradicional de las FARC. Hacer esto tiene sentido porque la deserción de las áreas tradicionales de las FARC debería aumentar más durante los tiempos de declive que la deserción de las áreas con menor presencia de las FARC. La codificación de esta variable se basa en si las FARC y las fuerzas armadas del gobierno tuvieron algún contacto armado antes de 2002, cuando comienza nuestro periodo de estudio, utilizando datos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Los departamentos con números de contactos por debajo de la mediana reciben un valor de 0, mientras que los departamentos con un número por encima de la mediana reciben un valor de 1. Las variables de desempeño militar y recursos financieros interactúan con esta variable dummy del área de las FARC. En un análisis más detallado, también ponemos a interactuar las variables de recursos financieros con un indicador de aptitud de la tierra para el cultivo de coca, con base en las condiciones del clima y el suelo (véase Tabla A20 en el apéndice en línea) (Mejía y Restrepo 2013). Adicionalmente, mostramos los resultados de un análisis que incluye solo las principales variables independientes sin un plazo de interacción o efectos fijos de mes (véanse las Tablas A9/A23 en el apéndice en línea).
Debido a que utilizamos efectos fijos bidireccionales, solo incluimos variables de control que varían en el tiempo y el espacio (para más detalles, véase el apéndice 2 en línea). Controlamos por población anual por departamento (Departamento Nacional de Estadística, DANE), producto interno bruto anual total por departamento (DANE), área anual de cultivo de coca (Observatorio Colombiano de Drogas) e indicadores que contabilizan la dinámica del campo de batalla basados en un conjunto de datos de la CNMH, que incluyen recuentos de departamento-mes de cualquier contacto entre las fuerzas gubernamentales y las FARC, y de las operaciones militares contra las FARC iniciadas por las Fuerzas Armadas colombianas. También usamos esta última variable (operaciones iniciadas por el gobierno contra las FARC) como un indicador separado y más amplio del empeoramiento del desempeño militar de las FARC frente a las fuerzas gubernamentales (véase Tabla A18 en el apéndice en línea).33 En algunos modelos, incluimos además una variable dependiente rezagada (Angrist y Pischke 2009, 183). Al hacer esto, capturamos la naturaleza contagiosa de la deserción, ya que la deserción de algunos miembros puede causar que otros tomen el mismo camino (Lehmann y Zhukov 2019).
Hallazgos cuantitativos
Con información sobre todos los desertores de las FARC de 2002 a 2017, hacemos un análisis cuantitativo del impacto del declive organizacional, en términos de desempeño militar y recursos financieros, sobre la deserción. Usamos los asesinatos de líderes de las FARC y las operaciones gubernamentales de rescate de rehenes secuestrados como proxies del declive militar. La tabla 2 muestra los resultados de la relación entre el declive militar y la deserción utilizando un análisis de regresión lineal. Los modelos 1 a 3 se centran en los asesinatos de líderes de las FARC y los modelos 4 a 6 se centran en las operaciones de rescate. Los modelos 1 y 4 incluyen efectos fijos bidireccionales, pero no variables de control; los modelos 2 y 5 incluyen adicionalmente variables de control, mientras que los modelos 3 y 6 también incluyen una variable dependiente rezagada (de ahí el número ligeramente reducido de observaciones).
Fuente: Elaboración propia. Todos los modelos incluyen efectos fijos por departamento y mes. Errores estándar (entre paréntesis) agrupados a nivel de departamento. Variables de control: contacto con las FARC, operaciones militares contra las FARC, área de cultivo de coca, tamaño de la población y producto interno bruto.
*p < 0,05, **p < 0,01, ***p < 0,001
Ambos indicadores para desempeño militar en interacción con el área de las FARC tienen coeficientes consistentemente positivos que son estadísticamente diferentes de 0, lo que significa que las operaciones militares inesperadas y exitosas contra las FARC aumentan el número de deserciones. Sustancialmente, el número de deserciones aumenta en más de 2 por departamento-mes para asesinatos de líderes (modelo 2) y casi 4 por departamento-mes para operaciones de rescate (modelo 5). Estos son coeficientes altos, considerando que el nivel medio de deserción de las FARC es de 3,1 por departamento-mes (véase tabla A3 en el apéndice en línea). Por tanto, las deserciones casi se duplican a raíz de los asesinatos y las operaciones de rescate en los departamentos tradicionales de las FARC. A partir de estos resultados, inferimos que un declive en el desempeño militar conduce a la deserción, lo que está en línea con nuestra teorización.
Operacionalizamos los recursos financieros de las FARC usando dos indicadores de ingresos producidos por la economía de la coca. La tabla 3 muestra los resultados de la relación entre recursos financieros y deserción. Los modelos 1 a 3 se centran en las tasas de cambio entre dólar y peso y los modelos 4 a 6 se centran en los precios de la cocaína en los Estados Unidos. Nótese que los modelos para precios de la cocaína se evalúan a nivel de departamento-año, dado que estos precios se reportan anualmente (de ahí el menor número de observaciones y efectos fijos por año, no mes).
Fuente: Elaboración propia. Todos los modelos incluyen efectos fijos por departamento y mes/año. Errores estándar (entre paréntesis) agrupados a nivel de departamento. Variables de control: contacto con las FARC, operaciones militares contra las FARC, área de cultivo de coca, tamaño de la población y producto interno bruto.
*p < 0.05, **p < 0.01, ***p < 0.001
Ambos indicadores para recursos financieros en interacción con el área de las FARC muestran consistentemente coeficientes negativos que son estadísticamente diferentes de 0, lo que significa que menos ingresos producidos por la economía de la coca aumentan el número de deserciones. Sustancialmente, el número de deserciones aumenta en más de 2 por departamento-mes por cada reducción de 1.000 pesos en el valor del dólar (modelo 2). El costo de dólares se encuentra entre los 1.733 y 3.357 pesos durante el periodo de estudio. En cuanto a los precios de la cocaína, el número de deserciones aumenta en más de 1 por departamento-año por cada dólar que un gramo de cocaína pierde en valor en los Estados Unidos (modelo 5); el nivel medio de deserción por departamento-año es 30,9 y los precios de la cocaína fluctuaron entre 76 y 98 dólares por gramo. A partir de estos resultados, inferimos que el declive de los recursos financieros conduce a un aumento en el número de deserciones, una inferencia que concuerda con nuestra teorización.34
Examen de los tres mecanismos que relacionan el declive con la deserción
A continuación, analizamos cualitativamente los informes detallados de deserción del PAHD. Si nuestra teoría es correcta, deberíamos encontrar casos en estos informes donde, primero, el declive organizacional afecta los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y el comportamiento coercitivo; y, en segundo lugar, donde los cambios en estos tres mecanismos conducen a la deserción.
Evidencia de las entrevistas sobre deserción
El ejército colombiano entrevistó a todos los desertores de las FARC poco después de que abandonaran el grupo y produjo informes detallados y clasificados (para consideraciones éticas, véase el apéndice 6 en línea). Tuvimos acceso a una gran muestra de estos informes a través de dos canales: un repositorio de 2010-2012, donde realizamos una revisión completa de cada informe sobre unos 800 desertores35, y una terminal de navegación en las oficinas del PAHD. Las búsquedas de texto completo utilizando términos clave relacionados con nuestros mecanismos arrojaron 41 desertores adicionales, principalmente del periodo 2002 a 2010.
Un informe típico tiene de veinte a cuarenta páginas, donde la mayor parte del texto cubre información relevante para las operaciones del ejército colombiano contra las FARC.36 Los informes no se centran en el declive organizacional, los instrumentos de acción colectiva o la deserción. En cambio, contienen descripciones extensas del tiempo de los desertores en el grupo y varias preguntas directamente relevantes para nuestro estudio, que incluyen: ¿Por qué los desertores se unieron a las FARC? ¿Qué los hizo quedarse? ¿Por qué desertaron? ¿Qué les pareció más desmoralizador? ¿Cuáles fueron las fortalezas y las debilidades de la organización? Algunos informes también cubren las campañas de promoción de la deserción, la moral y la disciplina de las tropas, actividades de tráfico de drogas, secuestros de víctimas y ejecuciones dentro del grupo.37
Vale la pena señalar el contexto en el que se produjeron estos informes (Subotić 2020). Las entrevistas fueron realizadas por personal militar, lo que resultó en una clara asimetría de poder entre las dos partes (que se analiza con más detalle en el apéndice 6 en línea). Dado que las partes eran antagonistas hasta ese momento, asumimos solo un nivel mínimo de confianza. Ambas partes pueden tener interés en ocultar cierta información sobre su conducta y enfatizar otra información (Fuji 2010). Por un lado, los desertores pueden querer ocultar información incriminatoria, pero revelar suficiente información para demostrar que eran miembros de las FARC y certificarse como desmovilizados, lo que les daría el derecho a prestaciones de reintegración. Consecuentemente, mentir descaradamente sobre hechos reales podría ser riesgoso. Por otro lado, el personal militar puede tener interés en demostrar que el programa del gobierno para convencer a los miembros de las FARC de desertar está funcionando y tiene libertad para formular sus informes. Pueden usar términos como “grupo terrorista”, “alias” o desmovilizado (en lugar de desertor), y emplear la tercera persona, distorsionando potencialmente la narrativa original. Conscientes de estos problemas, el ejército exige a los reporteros que demuestren que el contenido de los informes es más o menos creíble. Dado este contexto, nos centramos en las experiencias narradas y las motivaciones que probablemente se citan directamente de las declaraciones de los desertores.
Los informes del PAHD tienen varias ventajas. En primer lugar, la cantidad de informes y la gran riqueza de la información serían difíciles de reproducir con cualquier otro esfuerzo de recopilación de datos. En segundo lugar, las entrevistas se llevan a cabo justo después de que un miembro de las FARC haya desertado, lo que limita la posibilidad del sesgo de recencia y recuerdos distorsionados (Wyer y Albarracin 2014). A los desertores se les pregunta sobre una experiencia que todavía está fresca en su mente y no está influenciada por experiencias posteriores. En tercer lugar, las condiciones de las entrevistas son similares para todos los desertores, lo que hace que los informes sean en gran medida comparables. En cuarto lugar, los informes nos permiten ir más allá de las operacionalizaciones estrechas y utilizar una comprensión más amplia del declive organizacional para examinar tanto la deserción como la retención.
Al mismo tiempo, existen potenciales limitaciones. Primero, el acceso restringido a los informes no permitió un muestreo sistemático. Aunque nuestra selección proporciona suficiente información para examinar los mecanismos relevantes, no es representativa del universo más amplio de desertores. Sin embargo, no tenemos motivos para creer que los funcionarios del PAHD hayan preseleccionado los informes que eran más favorables para ellos o que hayan sesgado nuestra muestra de cualquier otra manera. Segundo, nuestra muestra no incluye a miembros que se quedaron hasta la desmovilización colectiva de las FARC en 2017. Esta exclusión se convierte en una limitación al evaluar por qué algunos miembros se quedaron, en lugar de dejar, el grupo. Tercero, la mayoría de los informes son de 2010 a 2012. Partes de este periodo estuvieron claramente marcadas por un declive organizativo, particularmente después del asesinato del líder de las FARC, Mono Jojoy, en 2010. Además, fue un momento en que la economía de la coca experimentó una rentabilidad relativamente baja. Sin embargo, solo tenemos unos pocos informes de 2008 y los años anteriores que se corresponden más claramente con una fase de declive organizacional. Todos los informes contienen numerosas referencias a desarrollos anteriores que comenzaron en 2002 (pero con un mayor enfoque en 2010 a 2012), mitigando así parcialmente esta falta de información. Cuarto, incluso si los desertores están influenciados por el declive organizacional, es posible que no se den cuenta de ello o que no lo mencionen explícitamente en las entrevistas. Para abordar parcialmente esta preocupación, incluimos material adicional extraído de fuentes que ofrecen relatos de primera mano sobre desertores, incluyendo artículos de periódicos, trabajos académicos y una encuesta con excombatientes de las FARC.38
Estrategia de análisis
Identificamos evidencia en los informes del PAHD que captura los tres mecanismos que sugerimos que vinculan el declive organizacional con la deserción. La evidencia y la fuerza que esto proporciona a nuestra teoría dependen de la estructura de nuestro argumento (Collier 2011).
Dividimos nuestro argumento en dos partes de una cadena causal (véase Figura 1). En la primera parte, sostenemos que el declive organizacional socava los incentivos selectivos, la capacidad de un grupo para ofrecer a sus miembros una ideología y su capacidad para coercer a sus miembros. Esta parte de nuestro argumento equivale a una relación de suficiencia, lo que significa que el declive es seguido invariablemente por instrumentos más débiles para promover la acción colectiva. La implicación es que siempre que encontremos informes sobre el declive organizacional, deberíamos observar un debilitamiento de algunos de los instrumentos utilizados para promover la acción colectiva. Observar un fortalecimiento de cualquiera de los instrumentos de acción colectiva como resultado del declive contradiría nuestra teoría. La ausencia de evidencia contradictoria es, por tanto, particularmente importante para esta parte de nuestro argumento.
En la segunda parte de la cadena causal, argumentamos que cuando se debilitan los instrumentos de un grupo armado para promover la acción colectiva, la deserción se vuelve más probable. En esta relación probabilística, los instrumentos de acción colectiva debilitados aumentan la probabilidad de que los miembros del grupo deserten. La implicación es que siempre que encontremos informes que describen un instrumento de acción colectiva debilitado, podemos observar casos de deserción. Sin embargo, los casos de desertores que se fueron por razones ajenas al declive organizacional no contradicen nuestra teoría. De hecho, los desertores deben estar motivados individualmente para actuar. La presencia de evidencia confirmatoria aumenta así la plausibilidad de la segunda parte de nuestro argumento, pero no proporciona una prueba sólida.
Por lo tanto, interpretamos la evidencia presentada en el artículo como una prueba de plausibilidad de nuestros tres mecanismos. Nuestro argumento, que en última instancia hace una predicción probabilística sobre el comportamiento individual, no permite una prueba más sólida utilizando informes cualitativos de entrevistas. Creemos, sin embargo, que una prueba de plausibilidad de los mecanismos, junto con un análisis cuantitativo de la relación entre el declive y la deserción, proporciona una base empírica sólida para nuestro argumento.
Hallazgos cualitativos
En un informe del PAHD, un desertor de las FARC explica que, antes de tomar la decisión de desertar, optó por permanecer en el grupo “porque una vez que estaba en la estructura, le interesaba tener su comida de forma permanente y por los comentarios que hicieron los líderes sobre el estado. Además, ellos [los líderes] los amenazaron constantemente”.39 Los comentarios del desertor ilustran cómo los incentivos selectivos, el atractivo ideológico y la coerción proporcionan el telón de fondo organizacional para el comportamiento individual.40 A continuación, presentamos nuestros hallazgos cualitativos que involucran estos tres mecanismos y encontramos apoyo para cada uno.
Incentivos selectivos. Como se dijo, los grupos armados a menudo ofrecen incentivos selectivos a sus miembros para abordar los problemas de acción colectiva. Muchos grupos ofrecen salarios u oportunidades para saquear. Las FARC evitaron el uso de tales incentivos (Gutiérrez 2004). Solo los miembros de la red urbana clandestina de las FARC recibían a veces beneficios monetarios; a los combatientes de base no se les permitía ni siquiera llevar dinero consigo. Sin embargo, las FARC sí ofrecieron incentivos diseñados para atraer a los reclutas de las comunidades rurales. Varios desertores informan que habían estado involucrados en la economía local de la coca antes de unirse a las FARC, ya sea como jornaleros recogiendo hojas de coca o como extirpadores de plantas de coca.41 En este entorno de escasa oportunidad económica, la promesa de bienes básicos como alimentos y ropa, así como protección contra amenazas a la seguridad, incentivó la participación en el grupo.
Los informes del PAHD muestran que el declive organizacional socavó la capacidad de las FARC para ofrecer incentivos selectivos. “Sentirse seguro” y estar protegido de las amenazas, en lugar de ser un forastero indefenso, fue un incentivo selectivo para unirse y permanecer en el grupo.42 Esta sensación relativa de seguridad fue la primera víctima de la presión militar del gobierno sobre las FARC. Un desertor declaró que “habiendo estado presente durante dos bombardeos, cuando alias… comandante del frente… fue asesinado”43, fue en última instancia su razón para dejar el grupo. La sensación de que “uno podía morir en cualquier momento”44 y el riesgo de “ser derribado por el ejército”45 eran razones comúnmente mencionadas para la deserción.
Además de producir escasez de suministros, la presión militar socavó la capacidad de las FARC para satisfacer las necesidades básicas de los miembros46: “Las obligó a buscar nuevas y viejas áreas de influencia desconocidas para la mayoría de los nuevos reclutas” donde “el apoyo de la población civil era escasa”.47 Como resultado, incluso cuando había disponibilidad de recursos monetarios, los guerrilleros a menudo no recibían asistencia militar ni logística de los lugareños. En esos momentos, los desertores de los campamentos ubicados en la selva se quejaban de hambre, habiendo recibido en ocasiones “una sola comida, en otras dos, o no comían nada en absoluto”.48
Además, los asesinatos de alto perfil registrados en los informes del PAHD parecen haber tenido un efecto debilitador en la capacidad de las FARC para proporcionar incentivos selectivos. En 2010, el asesinato del admirado comandante Mono Jojoy en un bombardeo aéreo fue quizás el ataque militar más devastador contra las FARC. A partir de entonces, “cada estructura tuvo que encontrar sus propios suministros”.49 Los desertores se quejaron de que “los alimentos y el equipamiento ya no llegaban como antes”.50 Un desertor afirmó que después de la muerte de Mono Jojoy, la “mentalidad ha cambiado mucho y la gente quiere desertar”.51 Los deseos y motivaciones personales pasaron a primer plano. Otro desertor describió la situación en su unidad después del asesinato como “todos estaban empujando en su propia dirección”.52 Otro señaló cómo él y un compañero decidieron escapar de esta situación de desorientación y tristeza.53
El homicidio del Negro Acacio, líder del Frente 16, en 2007 tuvo consecuencias similares: “Con la muerte del compañero Acacio, todo se vino abajo y se notaba cómo la provisión de ropa y alimentos empezaba a disminuir y si alguien se enfermó, esto era un problema, ya que uno podía morir y a nadie le importaba. En el año 2008, vimos cómo la gente se empezó a desmovilizar; al principio eran pocos, pero luego era mucha gente. Para entonces, muchos en la compañía y las redes de milicias tenían la idea de escapar tan pronto como pudieran”.54 Trece miembros del círculo íntimo de Acacio desertaron poco después de su asesinato, incluyendo a dos comandantes de nivel medio.55
El asesinato de Martín Caballero, líder del Frente 37, que Juan Manuel Santos calificó como el golpe más importante a las FARC en 2007, produjo una dinámica similar: “Después de la muerte del comandante Martín Caballero, pensé que permanecer en la organización ya no tenía ningún sentido. Era un buen comandante. Cuando murió, todo cambió para mí. Esa fue la razón más importante para mí para pensar en la deserción, [así como] las malas condiciones de vida, la comida, la ropa, la desmotivación por vivir en las montañas… Ahora quería recuperar el tiempo que perdí en las montañas”.56. Así, el asesinato de un líder de las FARC y los incentivos selectivos debilitados produjeron el deseo de regresar a casa y, en última instancia, la motivación para desertar.
La evidencia de los informes del PAHD sobre el vínculo entre el declive financiero y la deserción es menos clara, quizás porque los cambios en los ingresos no son tan memorables como los ataques militares. Sin embargo, un ejemplo está relacionado con los esfuerzos del gobierno de erradicar la coca. Varios desertores informan que la erradicación de la coca tensó su situación financiera, ya que incluso los cultivadores de coca, la base de una economía de la coca rentable, abandonaron las áreas de cultivo.57 Este proceso tuvo importantes repercusiones en los incentivos selectivos, lo que contribuyó a la escasez de suministros. Para evitar la erradicación y proteger una importante fuente de ingresos, las FARC tomaron medidas extremas. Un desertor explicó que la misión de su unidad “era neutralizar esta actividad [erradicación], colocando minas terrestres en la zona donde estaban erradicando y lanzando bombas cilindro día y noche”.58
En resumen, la evidencia de los informes del PAHD muestra que el declive organizacional socavó la capacidad de las FARC para ofrecer protección a los miembros y satisfacer sus necesidades básicas. No encontramos informes de un fortalecimiento de la capacidad de las FARC para ofrecer incentivos selectivos a raíz de tal declive. Además, encontramos numerosos casos de desertores que explicaron su decisión de desertar como resultado del debilitamiento de los incentivos selectivos de las FARC.
Atractivo ideológico. El atractivo ideológico es crucial para los grupos rebeldes que afirman luchar por bienes comunes como la justicia, la igualdad o la independencia (Maynard 2019). A pesar de que el gobierno colombiano, y los colombianos en general, a menudo describieron las FARC como narcoterroristas (Haspeslagh 2020), el grupo se adhirió a un conjunto de creencias y objetivos relativamente consistente, basado en la ideología marxista (CNMH 2014). Los miembros escuchaban regularmente las enseñanzas políticas (Ugarriza y Craig 2013) y participaban en prácticas basadas en la ideología para inculcar un sentido de solidaridad. Las FARC incluso crearon un archivo musical de más de 500 canciones que hacen referencia a los mitos e ideales fundacionales del grupo (Quishpe 2020). Según varios desertores, la ideología fue la principal razón por la que se unieron y permanecieron en el grupo.59 Uno señaló que la principal fortaleza de la organización era “el estudio permanente de todos los materiales y estatutos, que es lo que mantiene la convicción de los combatientes de la lucha armada”.60 La ideología no solo mantuvo a los miembros en línea, sino que los hizo dispuestos a soportar las penurias.61
Los informes del PAHD muestran que el declive organizacional socavó el atractivo ideológico de las FARC. Sus objetivos solo podían alcanzarse plenamente con la victoria o, en menor medida, con un acuerdo negociado. Excepto quizás a fines de la década de 1990, parecía imposible que las FARC tomaran el poder del gobierno.62 Sin embargo, muchos desertores creían en esta posibilidad cuando eran miembros.63 La expectativa de victoria condicionó el poder vinculante de la ideología de las FARC, pero en tiempos de declive la posibilidad de victoria se volvió cada vez más irreal. Un desertor afirmó ya en 2003 que “la guerrilla puede lanzar una ofensiva, pero no está en condiciones de tomar el poder. Durante el tiempo de la zona desmilitarizada [de 1999 a 2002], uno notó el crecimiento del movimiento, pero una vez que esto terminó, uno ve la deserción masiva a diario”.64 De esta manera, esta observación conecta el desempeño militar, el atractivo ideológico y la deserción.
Los asesinatos de los líderes de las FARC redujeron las expectativas de victoria de los miembros. Por ejemplo, los miembros de base percibieron el asesinato del máximo líder Alfonso Cano en 2011 como “un fuerte golpe para la organización que llevó al pesimismo y la baja moral”65 y el asesinato de Mono Jojoy afectó el “compromiso con la política y los planes del grupo”.66 Sin posibilidad de victoria, el futuro de los combatientes de las FARC parecía sombrío. Muchos desertores se quejaron de que, dado que la organización no tenía futuro, ellos “no tenían futuro” dentro de la organización.67 “Luchar por nada, solo por arriesgar la vida”68 finalmente convenció a un miembro que había estado con el grupo durante dieciocho años a desertar.
En ausencia de una meta de grupo alcanzable, muchos miembros comenzaron a pensar más en sus objetivos personales. Por ejemplo, un desertor dijo que “las estructuras de las FARC nunca se levantarán, como dicen sus líderes. Al contrario, las fuerzas públicas los golpean cada día con mayor dureza. Por eso pensó que era una mejor opción entregarse a las autoridades, para que lo ayudaran a ser una buena persona y, así, dedicarse a su familia”.69
El debilitamiento del desempeño militar de las FARC también afectó su atractivo ideológico de dos maneras indirectas. Primero, cuando las FARC tuvieron que retirarse a áreas donde el grupo tenía poco apoyo local, el maltrato a la población civil70, incluyendo “torturar y asesinar a campesinos”71, se volvió más común. A los ojos de algunos desertores, esto implicaba una contradicción con la ideología de las FARC.72 Un desertor manifestó que estaba “tomando conciencia de lo mal que estaban tratando a la sociedad y, además, que la ideología por la que luchaban estaba básicamente muerta”73. En épocas de éxito militar y mejores finanzas, la relación de las FARC con la población civil era más armoniosa y los principios ideológicos eran más fáciles de poner en práctica. Por ejemplo, cuando los ingresos de la economía de la coca eran suficientes, las FARC no necesitaban involucrarse en prácticas como la extorsión a los dueños de negocios locales.74
En segundo lugar, en respuesta a la continua presión militar y a los casos de deserción masiva, las FARC se jactaron del reclutamiento de nuevos miembros, incluyendo a niños (CNMH 2017b, 152). Sin embargo, un desertor explicó que no “encontró el respaldo adecuado para continuar una lucha revolucionaria”, dada la “falta de convicción ideológica de los guerrilleros recién reclutados, quienes no tendrán el convencimiento y la capacidad para resistir situaciones de guerra contra las fuerzas estatales”.75 La escasa preparación ideológica, como resultado de la rápida rotación de personal, diluyó así el atractivo ideológico de la organización para los miembros de larga data.
Otra causa del debilitamiento del atractivo ideológico de las FARC fue una dinámica específica de Colombia no contemplada en nuestra teoría. El interés en las ganancias financieras personales derivadas del tráfico de drogas llevó a un liderazgo ideológicamente inconsistente. Un desertor afirmó que “lo único que importa hoy es el dinero del narcotráfico y va exclusivamente al bolsillo de los principales dirigentes”.76 La mala conducta relacionada con el narcotráfico fue un desafío duradero para las FARC. Según se informa, los líderes a menudo no estuvieron a la altura de los ideales de igualdad y justicia; en cambio, disfrutaron de “privilegios”77 y “gastaron el dinero en lo que querían”.78
Por lo tanto, el declive organizacional redujo el atractivo ideológico de las FARC. No encontramos evidencia de que el declive sea seguido por un atractivo ideológico reforzado. Sin embargo, notamos varios casos de desertores que señalaron un atractivo ideológico debilitado como su razón para desertar.
Coerción. Cuando los incentivos selectivos y la ideología son insuficientes para mantener a los miembros a raya, los líderes del grupo pueden recurrir a medidas coercitivas. En el caso de las FARC, un consejo de guerra (un tribunal ad hoc de justicia) podía sentenciar a muerte a los miembros sospechosos de “deserción con dinero o armas” (Aguilera 2003, 217; Pécaut 2003). Aunque no está claro con qué frecuencia se utilizó la pena capital en tales casos, la evidencia anecdótica sugiere que era común. De hecho, muchos desertores informaron haber presenciado ejecuciones de otros miembros que habían intentado desertar, incluyendo a una que observó trece ejecuciones en su unidad entre 2005 y 2012, al menos siete de las cuales fueron por intento de deserción.79 Los informes de los medios describen una serie de ejecuciones de desertores en 2005,80 así como más de 400 ejecuciones de miembros de las FARC entre 2008 y 201081 (Semana 2010). Por tanto, la probabilidad de un castigo severo era comúnmente conocida entre los potenciales desertores.82 Un eventual desertor explicó que permaneció en el grupo “debido al temor que, si escapaba y era descubierto, sería llevado a un consejo de guerra y que harían daño a su familia”.83 Aquí, “llevado a un consejo de guerra” es sinónimo de ser ejecutado.
En nuestra sección teórica, argumentamos que el declive organizacional debería aflojar el control coercitivo de un grupo sobre sus miembros, ya que el grupo experimenta una capacidad de control debilitada y la certeza percibida de los miembros del castigo por cometer una ofensa se reduce (aunque, en algunos casos, el resultado puede ser un castigo más severo). Los informes del PAHD añaden matices a este argumento. Durante los tiempos de declive militar, el control coercitivo de las FARC se fortaleció. “Cuando las tropas [militares] están más cerca, la disciplina aumenta, y cuando están más distantes, hay menos disciplina”84, dijo una desertora. El endurecimiento del régimen disciplinario de las FARC estuvo acompañado por la sospecha generalizada de que se formaban camarillas dentro de las unidades de combate del grupo: “Ellos [los líderes de las unidades] no les permitían compartir un momento con otros guerrilleros… y se volvieron desconfiados porque los acusan [a los que hablan en reuniones separadas] de querer desertar”.85 Este comentario sugiere que el control interno también se fortaleció durante tiempos de enfrentamiento militar. Sin embargo, en general, las observaciones sobre control dentro del grupo son raras en los informes del PAHD. Por tanto, los efectos del declive organizacional sobre la capacidad de las FARC para controlar a sus miembros y la certeza de los miembros de ser castigados por cometer un delito no son claramente identificables.
Más importante aún, el declive militar de las FARC aumentó la severidad del castigo de los desertores. Como señaló un desertor: “La disciplina interna de la estructura se ha vuelto demasiado rígida, porque, en la medida en que aumenta el enfrentamiento con las fuerzas estatales, hay menos posibilidades de equivocarse a nivel táctico, ya que esto podría provocar el descubrimiento del campamento. Este tipo de errores no se castiga con penas leves, sino la mayoría [de los malhechores] son sentenciados por la organización y se ordena su ejecución”.86
Más concretamente, cinco días después del asesinato de Alfonso Cano, líder de las FARC, el 4 de noviembre de 2011, un comandante, en una llamada telefónica interceptada, ordenó a un subordinado que matara a quien intentara salir del grupo; no habría un “consejo de guerra” y el subordinado debería “ocuparse de la familia si no los atrapan”.87. De manera similar, según información encontrada en una computadora dejada por Édgar Tovar, comandante de frente, en los meses posteriores al asesinato de Raúl Reyes, número dos de las FARC, en marzo de 2008, se llevaron a cabo veintidós ejecuciones, incluyendo la de un integrante de quince años (Jonsson 2014, 168). Y tras el ataque contra Mono Jojoy en 2010, los nuevos líderes “constantemente amenazaban a sus subordinados con consejos de guerra”.88
Algunos desertores declararon que se había producido un “incumplimiento total de los estatutos y normas que rigen a las FARC”. Los consejos de guerra produjeron resultados arbitrarios, como la ejecución de un “guerrillero de 13 años” y una “guerrillera de 16 años”89, sin prueba de culpabilidad. Lo más desmoralizador para un desertor fue que “a veces matan a personas inocentes o a algunos milicianos con base en rumores”.90
Criticar los fallos del consejo de guerra no era una opción. Un desertor denunció que los combatientes fueron ejecutados por infracciones leves y que la aplicación de la justicia fue inconsistente: “En ese momento, [el comandante] se levantó y cuestionó la opinión del entrevistado, diciendo que no estaba de acuerdo y que las decisiones del Secretariado no se podían criticar”.91 Esta sensación de vulnerabilidad llevó a varios miembros de las FARC a desertar y algunos afirmaron que se fueron porque “con toda seguridad iban a ser asesinados” por sus compañeros por delitos anteriores.92 En un caso, dos miembros desertaron porque uno “recibió la orden de matar” al otro.93 Así, a pesar de un aumento en la severidad del castigo, un sentido generalizado de “persecución” e “injusticia” contribuyó a la decisión de algunos miembros de las FARC de desertar.94
En resumen, el declive organizacional influyó en la disposición de las FARC a utilizar coerción contra sus miembros. Sin embargo, nuestros hallazgos cualitativos tienen más matices que nuestro argumento inicial. La capacidad coercitiva debilitada no parece haber reducido la certeza del castigo, pero parece haber aumentado la severidad del castigo. El aumento del castigo motivó a los miembros a desertar, ya que socavó la legitimidad de los procedimientos internos de justicia de las FARC.
Explicaciones alternativas para la deserción
En esta sección, examinamos tres hipótesis alternativas que se enfocan en las oportunidades externas más que en las dinámicas organizacionales internas para explicar la decisión de algunos miembros de los grupos armados de desertar.
Según la primera hipótesis alternativa, la posibilidad de vivir en seguridad después de dejar un grupo armado, no las fuerzas organizativas dentro del grupo, puede impulsar la decisión de un miembro de desertar. Los programas de deserción ofrecen una de esas posibilidades y varios estudios han encontrado una relación entre las campañas que divulgan estos programas y la probabilidad de deserción (Armand, Atwell y Gomes 2017; Ross 2016). Desde la década de 1990, Colombia ha ofrecido a los miembros de los grupos armados no estatales la opción de unirse a un programa de deserción y ha invertido recursos en campañas de divulgación del programa (Fattal 2018). Sin embargo, de 2002 a 2017, la oferta del programa no varió mucho, pero las campañas publicitarias sobre este programa pueden haber llevado a los miembros de las FARC a desertar.
Los informes del PAHD muestran que la mayoría de los desertores habían oído hablar del programa principalmente a través de mensajes de radio.95 Sin embargo, rara vez lo mencionaron como un factor en su decisión de desertar; algunos negaron explícitamente que los mensajes de radio fueran decisivos.96 En parte, esto puede deberse a que los líderes de las FARC difundieron rumores sobre el programa. Como relató un desertor: “Ellos [los comandantes] les dicen que, si se entregan a las tropas, ellos [los militares] simplemente extraen la información y luego los matan”.97 Este fue un temor común durante todo el periodo de estudio.98 Además, la distribución de folletos y el uso de estaciones de radio locales para difundir el programa de deserción del gobierno a menudo acompañaban las operaciones militares. Por tanto, es difícil aislar el efecto de la propaganda del enfrentamiento militar.
Nuestros datos cuantitativos nos permiten examinar el efecto de las principales campañas durante las temporadas navideñas de 2010, 2011 y 2012 para promover la deserción. El tamaño de estas campañas les brindó la mayor oportunidad de influir en los combatientes. Sin embargo, los resultados no muestran ningún vínculo entre ellas y los niveles de deserción (véase Tabla A34 en el apéndice en línea).99
Una segunda hipótesis alternativa sostiene que el contacto con las fuerzas enemigas puede brindar a los miembros la oportunidad de desertar. Por tanto, el número de deserciones debería aumentar durante los encuentros militares. Los informes del PAHD muestran que varios desertores se entregaron al encontrarse con tropas gubernamentales. Sin embargo, el análisis cuantitativo utilizando indicadores del CNMH para el combate entre tropas de las FARC y las fuerzas gubernamentales, y para cualquier contacto entre las fuerzas gubernamentales y las FARC, muestra poco apoyo a esta hipótesis (véase Tabla A35 en el apéndice en línea).
Una tercera hipótesis alternativa es que mejores oportunidades económicas fuera del grupo pueden incentivar la deserción (Dube y Vargas 2013; Rigterink 2020). Los desertores entrevistados por el PAHD a menudo hablaron del deseo de realizar actividades económicas externas, pero nunca mencionaron una actividad económica externa en particular como razón para irse. Además, probablemente no estaban al tanto de las oportunidades económicas específicas en el momento de partir, ya que, sintiéndose amenazados, casi todos los desertores se mudaron de las regiones donde habían sido miembros activos del grupo.100
Un estudio anterior sobre Colombia mostró un vínculo entre la producción de café y el costo de oportunidad de luchar (Dube y Vargas 2013). Sin embargo, nuestro análisis cuantitativo, con base en los precios internacionales del café, no muestra apoyo para un vínculo entre este indicador y la deserción (véase Tabla A36 en el apéndice en línea).
Conclusión
Hemos argumentado que el declive organizacional socava la capacidad de los grupos armados para promover la acción colectiva utilizando incentivos selectivos, el atractivo ideológico y la coerción. Como consecuencia, los miembros comienzan a pensar más en sus deseos y motivaciones personales y menos en el colectivo, lo que aumenta la probabilidad de deserción. Encontramos un amplio apoyo para este argumento en el análisis cuantitativo y cualitativo de los datos detallados sobre por qué los miembros de la insurgencia de las FARC en Colombia decidieron desertar.
Nuestros hallazgos tienen importantes implicaciones para la política pública y la investigación. En primer lugar, como muestra el caso de las FARC, un programa eficaz para promover la deserción puede tener consecuencias dramáticas e indeseadas. Los desertores fueron rápidamente reemplazados por una nueva generación de reclutas. Además, el análisis preliminar sugiere que la deserción está asociada con el reclutamiento forzoso de menores (véase el apéndice 5 en línea). La exitosa política de Colombia para promover la deserción entre los miembros de los grupos armados puede, por tanto, haber contribuido inadvertidamente a aumentar el reclutamiento de niños soldados. Por consiguiente, estos programas deben ir acompañados de políticas eficaces para evitar nuevas contrataciones.
En segundo lugar, este estudio revela los entrelazamientos entre la dinámica internacional y la deserción. Los gobiernos extranjeros involucrados en países frágiles han estado elaborando estrategias sobre las políticas más efectivas para desactivar los conflictos armados, a través, por ejemplo, de la contrainsurgencia, lucha contra el extremismo violento, esfuerzos de desarme, desmovilización y reintegración, y reducción de la violencia comunitaria (Hazelton 2017; Söderström 2015; Schmidt 2020). Sin embargo, pueden ser menos conscientes de la conexión directa entre sus economías y el conflicto. La investigación realizada por economistas ha demostrado una relación entre las fluctuaciones de los precios de los productos básicos comercializados internacionalmente y el conflicto (Blair, Christensen y Rudkin 2021). El presente estudio especifica aún más este vínculo al mostrar que la disminución de la rentabilidad del comercio internacional de cocaína aumenta el número de desertores. Dado este hallazgo, los gobiernos de los países consumidores deberían ser conscientes de su impacto en los conflictos lejanos, en lugar de ver el consumo de drogas simplemente como una cuestión de política nacional.
En Colombia, el acuerdo de paz de 2016 puso fin al enfrentamiento armado entre las FARC y las fuerzas gubernamentales. Sin embargo, la desmovilización colectiva de las FARC ha estado acompañada de un nuevo ciclo de violencia, con grupos disidentes, grandes organizaciones criminales y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional dominando las comunidades locales (Gutiérrez 2020). Estas organizaciones no tienen escasez de reclutas. Por tanto, la política de promover la deserción probablemente continuará en los próximos años en Colombia.