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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.30 Bogotá Jan./June 2009

 

Historia, ambiente, política: el camino de la historia ambiental en América Latina*

History, environment, politics: The path of the environmental history in Latin America

Stefania Gallini**

* El artículo es producto de las reflexiones desarrolladas en el marco de los proyectos HACAL II y "La construcción histórica del medio ambiente: historia ambiental urbana", apoyados por la Universidad Nacional de Colombia y parcialmente por Colciencias; y del Seminario de la línea de Historia Ambiental. Agradezco a los integrantes de la línea y a los estudiantes de mis cursos en Historia Ambiental dictados en los últimos tres años en la Universidad Nacional, por haber estimulado algunas de las reflexiones que presento aquí.

** Doctora en Historia de América. Profesora asociada y coordinadora de la línea Historia Ambiental del Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. E-mail: sgallini@unal.edu.co

ORIGINAL RECIBIDO: 02-III-2009 – ACEPTADO: 16-III-2009


Después de unos años de gestación, la historia ambiental en muchos países de América Latina es actualmente un campo con legitimidad académica y al cual se le reconoce relevancia como espacio de investigación y formación. El artículo hace una lectura sobre la marcha de este campo en la región e individualiza tres aristas que han caracterizado la literatura publicada en América Latina: las teorías y los métodos de la historia ambiental latinoamericana; la lectura cultural de la historia ambiental; y el estudio de las interrelaciones entre expansión territorial, bienes de exportación y nuevos conocimientos entre 1870 y 1930.

Palabras clave: historia ambiental, agrocombustibles, economía de agroexportación, historia de América Latina (siglo XIX), naturaleza y cultura.

Depois de uns anos de gestação, a história ambiental em muitos países da América Latina é atualmente um campo com legitimidade acadêmica e ao qual se reconhece relevância como espaço de pesquisa e formação. O artigo faz uma leitura sobre o caminhar deste campo na região e individualiza três artistas que têm caracterizado a literatura publicada na América Latina: as teorias e os métodos da história ambiental latinoamericana, a leitura cultural da história ambiental, e o estudo das interrelações entre expansão territorial, bens de exportação e novos conhecimentos entre 1870 e 1930.

Palavras-chaves: história ambiental, agrocombustíveis, economia de agroexportação, história da América Latina (século XIX), natureza e cultura.

After several years of gestation the environmental history is currently an academic field with recognized relevance as an investigation and education area in many Latin American countries. The article makes a reading about the development of this field in the region and identifies three aspects which have characterized the literature published in Latin America: first, the theories and methods of Latin American environmental history; second, the cultural reading of the environmental history; finally, the analysis of the relationship between territorial expansion, exported goods, and new learning from 1870 to 1930.

Key words: environmental history, biofuels, agroexport economy, Latin American history (19th century) nature, cultura.


En el 2005, la invitación a los aspirantes autores para el número 22 de NÓMADAS prometía reivindicar, con esta publicación,

la importancia de rescatar una perspectiva histórica a la hora de estudiar no solamente los cambios ambientales, sino también la forma y los métodos que se han utilizado para estudiar e interpretar los fenómenos ambientales y la naturaleza (es decir la construcción histórica de las ciencias ambientales), las ideas y representaciones de la naturaleza, las respuestas sociales y culturales que cada sociedad y grupo humano han dado a los ecosistemas que se transforman. Nuestra apuesta [...] consiste en encontrar formas transdisciplinarias, no unilineales, de investigar y entender al medio ambiente en su relación con la sociedad [...] Esta, nos parece, puede también ser la vía para enfocar de manera distinta y quizá más efectiva los graves problemas ambientales que aquejan las regiones latinoamericanas1.

Con esas palabras se quiso expresar la apuesta investigativa y epistemológica de aquellos campos que, desde los años noventa, se vienen consolidando en Colombia y en el plano internacional, bajo las etiquetas de historia ambiental y ecología política, y que el grupo de investigación Historia-Ambiente-Política ha hecho propios desde su constitución en 20012. Fue toda una experiencia –científica, personal, laboral– y un inolvidable aprendizaje, encargarse de una edición de NÓMADAS y convencer, primero a los colegas, luego a los autores, y finalmente a los lectores, que el medio ambiente no es un tema del territorio exclusivo de las ciencias naturales, y que estudiar los problemas ambientales no necesariamente es una práctica depresiva. Cuando se me encargó la preparación de una propuesta para la publicación, llevaba pocos meses como investigadora de planta del entonces Departamento de Investigaciones de la Universidad Central (DIUC, hoy IESCO) y fue una grata sorpresa – para alguien que venía de las rígidas jerarquías de la academia del viejo mundo– constatar con cuánta confianza la directora, María Cristina Laverde, y los colegas depositaban la hija consentida del Instituto, la revista NÓMADAS, en las manos de una recién integrada, para que la vistiera, además, de un tema que no aparecía en la agenda tradicional de la investigación en el DIUC.

1. Lecturas sobre la marcha de la historia ambiental latinoamericana

Algunos años han pasado y ese número de NÓMADAS ha resultado un aporte para la consolidación del campo de la historia ambiental en el país, y probablemente en América Latina, gracias a la accesibilidad de su la consulta en la red. La comunidad científica que a este campo del saber se dedica en la región, ha crecido en profundidad de análisis, variedad temática, espectro geográfico y rigor metodológico. Cuando los chilenos Gligo y Morillo publicaron sus "Notas sobre la historia ecológica de América Latina" en 1980 –un trabajo a menudo considerado como pionero en la historiografía ambiental latinoamericana–, el mismo significado de "historia ecológica" era entendido de manera ambigua (Gligo y Morello, 1980). Dos décadas después, sin embargo, los historiadores ambientales latinoamericanos y latinoamericanistas se han reunido con cierta periodicidad en encuentros exitosos y entusiastas, y se han aglutinado en una Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental con un par de centenares de miembros y cinco simposios regionales en su activo3. Aunque evidentemente este campo enfrenta más futuro que pasado, es acertado sostener que la historia ambiental en muchos países de América Latina es un campo con legitimidad académica y al cual se le reconoce relevancia como espacio de investigación y formación. Sustentan esta afirmación algunos indicadores académicos. Desde hace siete años, varios cursos sobre temáticas de historia ambiental se han dictado en universidades mexicanas, cubanas, colombianas, panameñas, costarricenses, brasileñas, argentinas y chilenas. No obstante, ninguna universidad latinoamericana, según mi conocimiento, ofrece actualmente un programa de posgrado específicamente dedicado a esta materia; muchas de ellas aceptan, promueven e integran en sus programas especialmente de maestrías (en general, en estudios ambientales, historia, geografía o ecología) proyectos de tesis y cursos sobre temáticas de historia ambiental4.

Igualmente, en los últimos años han salido a la luz un número remarcable de publicaciones en historia ambiental latinoamericana, bien sea como dosieres de revistas académicas (Horta, 2002, 2005 y 2008; Galafassi y Zarrilli, 2004; Gallini, 2005; Leal, 2006;)5, bien sea como libros editados (García y González, 1999; García y Prieto, 2002; Brannstrom, 2004a; Funes, 2008), o monografías, generalmente originadas de tesis doctorales defendidas en universidades europeas o norteamericanas (Funes, 2004 y Soluri, 2006, para limitarse a dos monografías premiadas)6. A pesar de las crónicas dificultades de circulación editorial, estas contribuciones en su conjunto proveen la base bibliográfica necesaria, científicamente sólida y disponible en español, para poder desarrollar la docencia y la investigación en la materia en América Latina.

Las condiciones son, pues, propicias, no tanto para un exhaustivo estado del arte, que excede los propósitos de este artículo y probablemente las capacidades de quien lo escribe, sino para un razonamiento interpretativo acerca de las directrices hacia las cuales está encaminada la historia ambiental latinoamericana, y en particular, la que se desarrolla desde América Latina, siguiendo en esta distinción a Guillermo Castro (1997) y a Regina Horta (2005). Me parece que son tres los caminos que la mayoría de estudiosos han seguido. Una línea de evidente desarrollo en la literatura reciente de historia ambiental latinoamericana ha sido la interrogación teórica y metodológica acerca de este campo. La segunda temática ha intentado investigar cómo la cultura –entendida como los múltiples modos en los cuales las sociedades se expresan– y el medio ambiente están interrelacionados y se transforman mutuamente. Esta historia ambiental cultural (para decirlo con McNeill, 2003) no está endeudada (o contaminada, dirían algunos) con el "giro lingüístico", sino más bien está influenciada por la ola (o el tsunami, según los críticos) de la nueva historia cultural. Por último, es detectable la tercera vía, que reúne tal vez la mayoría de las investigaciones y publicaciones. Esta es la historia de cómo los ecosistemas latinoamericanos (si el oxímoron es aceptable, al juntar un adjetivo cultural-político con una categoría conceptual bio-geográfica) han sido transformados profundamente por las fuerzas de la economía mundial durante los siglos XIX y XX. Trataré de discutir las tres vertientes con base sobre todo en la reciente producción colombiana.

2. Sobre las teorías y los métodos de la historia ambiental latinoamericana

Los estudiosos latinoamericanos han prestado continua y creciente atención a la definición de historia ambiental, a la justificación de su existencia y a presentar propuestas para su desarrollo. Los chilenos Pablo Camus (2001), Mauricio Folchi y Fernando Ramírez (2000); los colombianos Alberto Flórez (2000) y Germán Palacio (2001); Guillermo Castro en Panamá (2000); Paulo Enrique Martínez (2005) en Brasil; Miguel Aguilar y María Gabriela Torres-Montero (2006) en México; Christian Brannstrom (2004b) y yo misma (Gallini, 2002), entre otros, hemos ofrecido contribuciones a este respecto. Emergen de esta literatura algunos puntos: en primer lugar, razones tenía John McNeill (2003) al avisar que la historia ambiental latinoamericana había crecido y "parece lista para despegar". En segundo lugar, estos ejercicios van a alimentar una reflexión general agregándole un ingrediente culturalmente específico. Se trata de un logro importante porque contribuye a la diversificación de la literatura predominantemente anglosajona, dedicada a la naturaleza y las implicaciones conceptuales de la perspectiva eco-histórica7. Finalmente, ello representa un fenómeno tentativo, relevante para identificar peculiaridades y objetivos específicos de la historia ambiental para América Latina.

¿Cuáles son estos objetivos? y ¿en qué sentido son específicos para América Latina? Más allá de perspectivas divergentes y distinciones de énfasis, existe un consenso sobre algunos aspectos. Uno de ellos es la deuda genética con la crisis ecológica y el movimiento ambiental entre los años setenta y noventa. No hay peculiaridad aquí, solo que América Latina seguiría un camino común a la experiencia nor-atlántica. Es decir que también en esta región la historia ambiental surgió como respuesta ética para aquellos intelectuales latinoamericanos que observaron con preocupación y muchas preguntas las emergencias y distorsiones ambientales de nuestra contemporaneidad. Pero es muy poco lo que conocemos, más allá de esta consideración generalísima. ¿Bajo cuáles condiciones y circunstancias específicas la "conciencia" ecológica y los movimientos ambientales constituyeron un humus de fertilidad para el surgimiento de la historia ambiental? En América Latina, el medio ambiente asumió el estatus de tema de política pública solamente en los años ochenta, más como consecuencia de las presiones de las agencias internacionales, como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que por las acciones de los gobiernos nacionales o los actores locales, aunque esta es una hipótesis de trabajo que necesita investigación. A este respecto, deberíamos indagar acerca de si la visión del desarrollo –generalmente la doctrina del desarrollo sostenible– de estas agencias internacionales, influyó también en la agenda investigativa de la historia ambiental latinoamericana y cómo lo hizo. Y también, haciendo memoria de cómo la publicación de los ensayos críticos sobre el lugar de los seres humanos en la naturaleza que William Cronon editó en el libro Uncommon Ground en 1996, impactó a muchos ambientalistas e historiadores ambientales en Estados Unidos, preocupados porque este repensar la relación sociedad-naturaleza fortaleciera los argumentos anti-ambientalistas que justo en ese momento tomaban gran vigor en Estados Unidos8, podríamos indagar si los hallazgos de la historiografía ambiental latinoamericana han influido en alguna de las ideas acerca de las prioridades o los problemas ambientales de la región y cuánto. E igualmente, ¿cuál ha sido el impacto, si lo ha habido, de estos resultados en historia ambiental en la definición de la agenda de la política ambiental nacional o regional? ¿Cuál ha sido finalmente la historia del ambientalismo y de la política ambiental en América Latina? No obstante, podemos contar ahora con algunas contribuciones relevantes en este sentido (Padua 2002 y 2005; Rodríguez, 1998; Rodríguez y Espinoza, 2002). Sabemos muy poco de esta arista.

Otro punto de acuerdo acerca de los elementos característicos de la historia ambiental latinoamericana, tiene que ver con la interdisciplinaridad. En América Latina, la historia ambiental surgió y se ha fortalecido por fuera de las batallas por el disciplinamiento de este campo. ¿Es la historia ambiental similar o distinta de la ecología histórica? ¿Podría más bien ser una prima cercana de la geografía histórica? ¿Es más una hermana o una tía de la ecología política? Varias publicaciones académicas y seminarios científicos del mundo norteamericano y europeo han sostenido hondos debates acerca del lugar exacto de la historia ambiental en el escenario disciplinar, un debate que por cierto tiene sentido solo si contribuye a esclarecer las raíces culturales de la historia ambiental. Tentaciones adánicas –la idea según la cual la historia ambiental sería la primera en la Tierra en reclamar una agencia de la naturaleza en la historia humana– encuentran un freno natural al recordar, por ejemplo, que la geografía histórica indagó por las relaciones entre cambios biofísicos y prácticas humanas antes de que la historia ambiental siquiera existiera (Sauer, 1967; Van Ausdal, 2006; Mathewson y Seemann, 2008) o que la Escuela de los Anales y Fernand Braudel escribieron sobre ríos, tierras y montañas como actores históricos mucho antes de que la historia ambiental lo hiciera (Braudel, 1953). De manera sorprende y con sabiduría, la historia ambiental latinoamericana ha sido capaz de evitar involucrarse en el debate disciplinar, en cambio, ha surgido muy pronto un consenso natural acerca del carácter intrínsecamente inter(o in)disciplinar de este campo: sin importar a cuál disciplina pertenezca. Practicar la historia ambiental requiere de un trabajo en equipo cuyos expertos provienen de distintos campos, y de ninguna forma es un terreno exclusivo de los historiadores. De hecho, una mirada cercana a quienes a esto se dedican en América Latina, muestra que ellos/as se encuentran ubicados en departamentos de distintas áreas disciplinares: ecología, historia, geografía, antropología, geología, hidrología, estudios ambientales.

No dejan, sin embargo, de surgir preguntas acerca de la proclamada interdisciplinaridad: ¿existe un "método" dominante en el quehacer de la historia ambiental tal y como se practica en América Latina? La participación de ecólogos y geógrafos en muchos proyectos de lectura diacrónica de la relación sociedad-naturaleza que se llevan a cabo, influye sin duda en las formas y el lenguaje de las investigaciones (por ejemplo, Guevara, Laborde y Sánchez-Ríos, 2004). Sin embargo, a menudo la historiografía ambiental latinoamericana sigue siendo pensada y escrita en su mayoría en términos político-estatales y con herramientas clásicas del oficio de la historia: Estados-naciones, en vez de ecosistemas, tienden a prevalecer como unidades de análisis, y archivos nacionales, en vez del trabajo de campo, son las fuentes pilares de la mayoría de las publicaciones en este ámbito del saber (Gallini, 2004). Existen, por supuesto, justificaciones muy prácticas para este resultado: por un lado, las fuentes históricas escritas en su mayoría están organizadas por los Estados y sus entidades, y tienden, por lo tanto, a colonizar con estas mismas categorías el esquema organizacional del conocimiento sobre el pasado. Por otro lado, se debe recordar que la investigación transnacional implica costos de traslado y de acceso a fuentes que, en regiones a menudo enormes como las que pueden constituir pertinentes unidades de análisis ecohistóricas (por ejemplo, la Amazonía, o las regiones de bosque alto-andino), resultan difícilmente sostenibles.

En tercer lugar, y tal vez como reflejo de las razones del ambientalismo latinoamericano para el cual el conservacionismo está íntimamente asociado con la lucha contra la pobreza y la inequidad social (Carrizosa, 2003)9, la historia ambiental latinoamericana no ha estado ajena a cierta ética de cambio y de respuesta constructiva de mejores relaciones sociales. Aunque no deja de tener facetas de utopía colectiva, la idea de la historia ambiental como medio para impulsar el cambio y perseguir una "nueva cultura de la naturaleza" ha servido como aglutinadora para darle cohesión a la comunidad científica, que si bien no es ajena a los vicios propios de cualquier asociación académica, retiene un sentido de causa superior, que por ejemplo ha impulsado a los investigadores a ocuparse de temas álgidos de las historias de la región (el imperialismo ecológico del azúcar en Cuba, los costos ambientales de la extracción de cobre en Chile, la marginalización histórica de la Amazonía, las implicaciones de larga duración del canal de Panamá son algunos ejemplos), evitando aquellos tópicos quizá intelectualmente divertidos, pero social o ecológicamente poco relevantes.

3. Historia cultural e historia ambiental

La veterana revista History and Theory, en un número de 2003 dedicado a la historia ambiental, propuso varios artículos que empezaban a explorar la teoría de la historia ambiental y escarbaban en las entrañas de su relación o no-relación con perspectivas postestructuralistas como las de Donna Harraway y Bruno Latour (Asdal, 2003). El tema de fondo es la dicotomía entre naturaleza y cultura, donde la primera sería el reino de las ciencias naturales y la segunda el campo de las ciencias humanas. Sobre el desvelamiento del dualismo naturaleza/cultura como construcción social e histórica, descansa la propia existencia de la historia ambiental. Su pilar teórico básico es precisamente la noción de naturaleza como co-participe de la historia humana y el rechazo de la primera como telón de fondo de las gloriosas gestas de las sociedades en su lucha por distanciarse de la naturaleza y alcanzar la "civilización". Nada de esto es nuevo para la antropología, pero sí lo fue o lo sigue siendo para muchos historiadores. Por consiguiente, también en la historiografía ambiental latinoamericana se ha abierto campo a la exploración de cómo las culturas han participado en la construcción de la relación de las sociedades con el medio ambiente, y de cómo el medio ambiente y su relación con las sociedades ha sido transformada a partir de codificaciones culturales acerca de la naturaleza que han cambiado en el tiempo. En una visión minimalista, este es el espacio de una "historia ambiental cultural" (McNeill, 2003) orientada a encontrar una relación, ojalá directa, entre una cultura específica y un impacto ambiental determinado. Cabrían en este grupo las contribuciones acerca de la "inocencia ecológica" de las culturas nativas americanas (discutidas críticamente por Ulloa, 2004) y las discusiones sobre las visiones hegemónicas de los europeos o de las elites latinoamericanas sobre la naturaleza americana (Coates, 1998; Jaramillo, 2005; Rivera, Naranjo y Duque, 2007). Insinúo que pensar en este tipo de esfuerzos puramente como historias intelectuales es un acto de minimalismo historiográfico, porque de lo que se trata es de aprovechar las ocasiones de fructífera intersección entre los estudios culturales y la historia ambiental. Lo trata de hacer el reciente libro El poder de la carne, donde buscamos construir una comprensión de la historia del consumo y la producción de la carne en Colombia, a partir de la función política de la cultura, lo cual llevó a redactar un "estudio constructivista en donde se exploran los contenidos políticos, culturales y ambientales del desarrollo de una cultura ganadera en Colombia en la primera mitad del siglo XX" (Flórez, 2008: 18).

4. Territoriosmercancías- saberes: de las agroexportaciones decimonónicas a los agrocombustibles del siglo XX

En la introducción que a cuatro manos escribimos en 2003 con Christian Brannstrom (Brannstrom y Gallini, 2004), sugeríamos que la tríada relacional "territorios-mercancías- saberes" era un marco interpretativo pertinente para describir el grueso de la literatura producida, enfocada en entender las interrelaciones entre expansión territorial, bienes de exportación y nuevos conocimientos en esas décadas de profunda transformación que fueron los años comprendidos entre 1870 y 1930. La apropiación territorial y de recursos, las implicaciones ambientales de los bienes producidos y exportados desde América Latina y el papel de los nuevos conocimientos capaces de estimular la expansión territorial y la producción de nuevos bienes se configuraron –sosteníamos– en tres vectores cruciales para entender los cambios de paisajes naturales y culturales que determinaron la fisonomía contemporánea de la región.

Como es notorio, desde la segunda mitad del siglo XIX, América Latina se insertó en el mercado mundial a través de la exportación de materias primas de origen agrícola o mineral. En el estudio de este proceso, de importancia vertebral para la conformación de la actual América Latina, el medio ambiente raras veces ha sido entendido como un actor histórico importante por derecho propio. En cambio, ha sido usualmente integrado como un telón de fondo o escenario en el cual ocurrieron acontecimientos históricos de tipo social o económico, como la definición de modelos de desarrollo, la conformación de identidades político-culturales a partir de la agroexportación, o el re-diseño de relaciones sociales y de clase. La escasa atención a la lectura ambiental de la historia del "progreso" decimonónico es sorprendente si se tiene en cuenta que los recursos naturales son los protagonistas centrales de dichas historias. Queda abierta, pues, una veta riquísima para la investigación histórico-ambiental latinoamericana: café, cacao, petróleo, cobre, oro, madera, trigo y los demás bienes primarios de exportación tuvieron su propia historia, y estamos apenas entendiéndola (Guhl, 2008).

Hay otra razón para querer conocer la historia ambiental de la exportación extractiva y agrícola del siglo XIX, y es su llamativa similitud con la historia de los agrocombustibles producidos en la región que apenas está comenzando. De alguna manera, palma africana, soya, maíz, caña de azúcar, que son las materias primas a partir de las cuales varios países latinoamericanos producen energía (Uribe, 2008), se pueden entender como las versiones modernas de aquellos productos –agrícolas o minerales– que lideraron el boom exportador en el siglo XIX: plátano, café, azúcar, guano, caucho, trigo, etc. En ese entonces, como hoy, las regiones equinocciales, como acostumbraba llamar al trópico el "agrólogo humanista" colombiano Víctor Manuel Patiño (1990-93 y 2003), responden a la demanda vigorosa de un mercado mundial que reconoce en ellas las más aptas productoras de materias primas estratégicas. Desde luego, es cierto que los agrocombustibles10 son también producidos en regiones templadas (Alemania, por ejemplo), pero las ventajas comparativas de las áreas tropicales en términos de disponibilidad de tierra y condiciones climáticas aptas para estos cultivos en gran escala son grandes, y hacen de ellas las proveedoras potenciales de energía a partir de biomasa11 en el futuro.

En cuanto a mercado de destino, también en este campo aplican llamativas similitudes: tal como en el caso de las exportaciones del siglo XIX, los agrocombustibles del siglo XXI están dirigidos esencialmente a unos destinos específicos: en aquel entonces, las más pujantes áreas del mundo industrializado (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia), y en el presente, los más voraces consumidores de energías, requeridas en particular para mover automóviles y camiones (Estados Unidos, Europa occidental, China, Brasil es una excepción por su alto autoconsumo).

La retórica de las oportunidades "históricas" abiertas para un mercado que una vez más se apostilla como mundial, pero que en cambio está circunscrito a una sección más bien limitada del planeta, fue y es una bandera importante de la propaganda gubernamental favorable al fomento de los agrocombustibles. Voces críticas existieron tanto en pleno auge agroexportador como en pleno despegue de los agrocombustibles, y en ambos casos se las ha tildado bajo el estigma de antipatrióticas. Al responder positivamente a aquel llamado de la economía internacional –proclaman en cambio los gobiernos nacionales, de variados colores políticos, distintos sectores empresariales y no pocos científicos en el siglo XIX como en el XXI– se esperan el fomento del desarrollo rural, la aceleración de una siempre ansiada y nunca alcanzada transformación del campesino tradicional en moderno proletario rural, o si acaso en pequeño empresario agrícola, el aprovechamiento – vía sector exportador– de un gran motor para las economías nacionales en su conjunto.

Las similitudes entre los dos procesos históricos pasan también por los impactos sociales y agrarios que una abundante historiografía –para el caso del siglo XIX– y una creciente literatura crítica –para el caso del siglo XXI– estaría mostrando: extensión del monocultivo y del gran latifundio, escasa distribución de los beneficios económicos que el sector produce, inicuas relaciones laborales, fortalecimiento de grupos oligárquicos, y, en definitiva, resultados de poca monta en términos de desarrollo rural integral de las zonas donde estos preciados recursos se obtienen (Worldwatch Institute, 2006; Royal Society, 2008; Pimentel y Patzek, 2005; Fargione, 2008; Altieri y Bravo, 2007).

Aunque es una quimera esperar que la historia se repita igual a sí misma, los parecidos entre estas dos dinámicas fundamentales para la región parecen motivo suficiente para querer conocer mejor la manera como territorios, materias primas y saberes se articularon para abrir paso a la llamada "inserción de América Latina" en el mercado mundial, y de paso a su re-configuración ambiental, económica y social. Esto no solamente para saber cómo evitar los errores, sino también para apreciar las divergencias.

Una diferencia es igual de llamativa que las similitudes: distinto del siglo XIX, el debate sobre los agrocombustibles es vivaz, plural y global12. En ello, un lugar fundamental, quizás el principal de la discusión tanto técnica como política, lo ocupa la preocupación sobre las implicaciones ambientales de la producción de agrocombustibles, cuya misma razón de ser radica en el beneficio ambiental que representarían. Su impulso –particularmente fuerte en países como Brasil que desde comienzo de los años setenta del siglo XX sostiene una política coherente de apoyo a su producción y comercialización– deriva de la convicción, según la cual, las emisiones de gases de efecto invernadero de los agrocombustibles son bastante menores comparadas con los combustibles fósiles (petróleo y carbón). Frente al escenario alarmante del calentamiento global, los agrocombustibles representarían desde luego la respuesta ambiental correcta.

Sin embargo, la literatura crítica reciente sostiene que la energía que logran producir los agrocombustibles no sería significativamente mayor de la que consume su ciclo de vida completo, desde la adquisición de la semilla hasta el transporte en los mercados de destino (Crutzen et al., 2008). En palabras más técnicas, su balance energético no sería tan positivo como se pretende. A esta preocupación por la eficiencia energética se añaden otras alarmas ambientales: la deforestación para abrir campo a monocultivos extensivos de soya, caña, palma de aceite; la alta demanda de agua que los cultivos destinados a la producción de energía requieren; y la pérdida de biodiversidad que los monocultivos como opción agrícola representan.

La relevancia de la perspectiva ambiental, aunque sea a menudo sólo retórica, en el debate acerca de los agrocombustibles marca una diferencia que merece ser resaltada con respecto al proceso de formación de economías y agroecosistemas exportadores del siglo XIX. El medio ambiente ha alcanzado estatus de variable de la política institucional y empresarial, tanto nacional –también en América Latina– como internacional, y este es un logro de los últimos treinta años que las generaciones venideras deberán defender. Voces disonantes se levantaron también durante el siglo XIX y comienzos del XX, señalando el agotamiento de los recursos naturales, cuestionando –con el vocabulario de la época– la sustentabilidad en el tiempo del modo de uso de los recursos que se estaba imponiendo, y advirtiendo sobre los cambios imprevistos y no planeados que este modo de producir "riqueza" estaba generando en el régimen climático, el estado o la extensión de los boques, la diversidad biológica o la disponibilidad energética futura. Sin embargo, su capacidad para movilizar audiencias y modificar de forma importante el rumbo de las economías de su época fue muy limitada. La capacidad arrasadora del binomio "orden y progreso", por su parte, resultó imbatible.

Conclusiones

Existen razones para cierto optimismo si se mira la capacidad de lo que se ha venido llamando "historia ambiental" para dar pasos firmes en América Latina. Quien la pensó como una pincelada verde efímera, aunque seductora, como las modas, habrá quedado frustrado en sus expectativas. Sin embargo, quienes creyeron en que esta no podía ser sencillamente una especialización más de la historia, o quizá, una profundización accesoria de los estudios ambientales, deben todavía trabajar. Como lo advertía de forma provocadora John Soluri en su nota en 2005 con ocasión del aniversario de la revista Environmental History, "somos inconscientes de los riesgos derivados de lo que nos volvimos: un increíblemente profesionalizado y disciplinado subcampo de la historia" (par.1). Aunque en América Latina quizás estemos lejos de la profesionalización y el disciplinamiento de la historia ambiental, la advertencia de Soluri no puede ser un canto de Casandra. En su cuasidecálogo sugiere rasgos definitorios para los historiadores ambientales:

- intelectuales, mas no siempre académicos, en permanente actitud de escucha de ideas atractivas provenientes de otras disciplinas, en particular de las ciencias biológicas, sin que esto nunca quiera decir hipotecar la legitimidad de los resultados dependiendo de la intimidad de las relaciones establecidas con la ciencia dura. - En franca lucha para superar las geografías imperiales a través de la lectura y el pensamiento en marcos comparativos y transregionales.

- Defensores de la idea según la cual, las personas y la vida no humana tienen valor, pero no son mercancías, y por lo tanto, opositores de la imposición de etiquetas sin vida como "capital humano" o "capital natural".

- En tensión para lograr estudiar tierra, mar y cielo juntos, siguiendo los flujos.

- Capaces de utilizar metodologías y técnicas de investigación modernas, sin renunciar nunca a las tradicionales lecturas de archivos o a la escucha de los ancianos.

- Reacios a comprometerse con una particular agenda política o un paradigma intelectual más allá de cuestionar todas las agendas y oponer resistencia frente a programas que tratan de gobernar –en vez de respetar– la diversidad (Soluri, 2005).

La cruda reflexión de este autor y animador importante de la historia ambiental latinoamericana, traza líneas para el camino futuro de este campo y, de manera indirecta, indica tarea específicas y modos de conducta: la interdisciplinaridad, la cercanía con las ciencias naturales, la superación de escalas espaciales "normalizadas" por la tradición del pensamiento histórico occidental, y quizá y sobre todo, la "indisciplina" a la cual también Germán Palacio hacia frecuente referencia. Habrá que hacerles caso, si de este esfuerzo se ha de esperar no (solo) un ejercicio intelectual, sino un acto de defensa de la vida en el planeta.

CITAS

1 La cita es del documento de convocatoria para contribuir con artículos en la NÓMADAS 22. La convocatoria circuló en medios electrónicos durante el periodo mayo-octubre de 2005.

2 Información sobre la constitución y el quehacer del grupo se encuentra disponible en: <www.hiampol.info>, consultado el 8 de febrero de 2009.

3 Los simposios latinoamericanos y caribeños de historia ambiental comenzaron en Santiago (Chile) en el 2003. El segundo encuentro tuvo lugar en La Habana (Cuba) en 2004, el tercero en Carmona (España) en 2006, el cuarto en Belo Horizonte (Brasil) y el quinto se encuentra en preparación en La Paz, Baja California (México) para junio de 2010. El sexto está previsto en Colombia. La Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental (SOLCHA) fue formalmente creada en 2006.

4 En Colombia lo hacen, por ejemplo, la Universidad Nacional de Colombia (Maestría en Historia; Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo, sede Bogotá y sede Caribe; Maestría en Estudios Amazónicos, sede Amazonía), la Universidad de Los Andes (Maestría en Historia y Maestría en Geografía).

5 Se debe mencionar también la sección sobre historia ambiental de la revista cubana Ilé: Anuario de Ecologia, Cultura y Sociedad, director Armando Fernández, publicada en La Habana por la Fundación Antonio Núñez Jiménez.

6 El más exitoso esfuerzo de coordinación bibliográfica es la Online Bibliography on Latin American Environmental History, editada por Lise Sédrez y disponible en: <http://www.csulb.edu/projects/laeh/>.

7 Las referencias van desde el clásico "A Roundtable: Environmental History" (1990) hasta "What is Environmental History" (2006).

8 Como lo explica Cronon en el prefacio de la edición de bolsillo de 1996 del libro, éste "apareció en las librerías cuando el asalto anti-ambientalista parecía poder ser horriblemente exitoso" (19). Algunos lectores interpretaron las visiones críticas de Cronon y demás autores del libro como parte de esta arremetida, cuando en la realidad "su intención era impulsar una mayor reflexión acerca de las formas complicadas y contradictorias en las cuales los seres humanos modernos conciben su lugar en la naturaleza" (20).

9 Agradezco a Elsy Castillo por recordarme este importante punto.

10 Agrocombustibles es a menudo sinónimo de biocombustibles para definir aquellos combustibles liquidos o gaseosos producidos a partir de biomasa (bioetanol y biodiesel), en oposición a los combustibles fósiles. Prefiero utilizar aquí el término agrocombustibles en reconocimiento del hecho que, en la actualidad productiva, los combustibles de este tipo son derivados de cultivos agrícolas.

11 Biomasa es "todo tipo de materia orgánica generada en las plantas por el proceso de fotosíntesis en donde se acumula la energía capturada de las radiaciones del sol y se almacena en forma de energía química". (uribe, 2008: 107).

12 Ver, por ejemplo, CLAES, disponible en: <www.agrocombustibles.com>.


Bibliografía

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