Introducción
Desde su residencia canadiense de London (donde impartió clases de literatura española en la Western Ontario University), Jesús López Pacheco (1930-1997), como James Joyce y otros escritores autoexiliados, es capaz de mirar el mundo con otros ojos, es decir, más consciente de las limitaciones monoculturales y más abierto a la comparativa social. Miembro de la generación española de los 50 -caracterizada por un realismo crítico de denuncia social-, cansado de no tener libertad de expresión y no poder publicar su obra, se autoexilió en 1968 y vivió la mitad de su vida en el país norteamericano1. En él se generaron -además de publicar en México, nada más salir de España, Algunos aspectos del orden público en el momento actual de la histeria de España (1970)- La hoja de parra (1973), Lucha por la respiración y otros ejercicios narrativos (1980), Asilo poético: poemas escritos en Canadá, 1968-1990 (1992) y las Ecólogas y Urbanas: Manual para evitar un fin de siglo siniestro (1996) -obra que nos ocupa-, entre otras. Póstumamente aparece la novela El Homóvil o la desorbitación: libro de maquinerías: polinovela multinacional (2002)2. Anteriormente, había publicado va rios libros de poemas, por ejemplo con Dejad crecer este silencio (1953) logró un accésit del premio Adonai, además de Mi corazón se llama Cudillero (1961). La novela que le dio fama en el panorama literario español3 fue Central Eléctrica (1958), obra finalista del premio Nadal y reimpresa en 19824.
Las Ecólogas y Urbanas: Manual para evitar un fin de siglo siniestro, escrita en la última década del siglo veinte, es la última obra del poeta. Anticipa el final del segundo milenio de la era cristiana. La urgencia de su título deriva de una doble vertiente: el escritor, aquejado de un cáncer de pulmón, presiente su final y parece despedirse de sus lectores en muchos de los textos; a su vez, el milenio que ya culmina es un poderoso catalizador y genera una eclosión de vaticinios catastróficos sobre un posible fin de mundo cercano. Estas dos vertientes están imbricadas de forma insoslayable y fundamental para entender esta obra, pues la fisicalidad del poeta encuentra correlato en la asfixia de un planeta altamente contaminado; y las postri merías del milenio anticipan el final físico del escritor, del tal modo que puede adivinarse el legado activista en sus páginas, como un testamento eco-vital. En este panorama de adioses paralelos, López Pacheco, insatisfecho del mundo consumista y contaminado actual, escribe un ramillete de poemas, refranes, juegos... para así dejar constancia personal de la posibili dad de cambio. El punto de partida alude a la combinación entre "ecología" y "égloga", del que deriva el neologismo de "ecóloga", una forma poética que entremezcla de forma muy novedosa lo bucólico postindustrial y la preocupación por el medioambiente5. De esta forma, el libro está dividido en tres ecólogas principales y una cuarta que está incluida en el "Manual para evitar un fin de siglo siniestro". El propio poeta explica la estructura del libro, señalando que "a la primera ecóloga se la podría llamar 'programática', la cuarta es 'sacra' y, por otro lado, la 'moral postindustrial' de solo dos versos. No obstante, las dos más largas, la segunda y la tercera, sí tienen ciertas características comunes" (Ecólogas 157). En este artículo no se analizan dichas ecólogas, las cuales son las partes más largas y complejas, tampoco otras piezas que dan coherencia al poemario, como la introducción y las postrimerías.
De este modo, el punto de partida se articula a través de tres aspectos concretos, en conjunción con las principales definiciones problemáticas de la era en que vivimos, es de cir, desde el Antropoceno (Crutzen), Capitaloceno (Moore), y Chthuluceno (Haraway). En primer lugar, se analiza la presencia inconexa y desigual de los animales no-humanos, que ejemplifica el proceso de degradación del antropocentrismo, que les sitúa como subalternos, desprovistos de voz y capacidad actante. En segundo lugar, el mercantilismo económico, pro ducto de la concepción del mundo como un gran negocio de explotación sin límites, en aras de la perfectibilidad y el progreso capitalistas. Y, por último, la degradación de la naturaleza en entornos urbanos, que conduce a una falta de equilibrio físico y mental y, en última instan cia, a la exterminación planetaria. Para esto se han escogido aquellos poemas emblemáticos para este estudio, sin tener en cuenta su posición en el libro. En cuanto al enfoque teórico, este bebe en las fuentes del Materialismo Ecologista de origen estadounidense, teniéndose en cuenta aspectos como la teoría ecofeminista ciborg, el ecomarxismo, la topofilia, la materia lidad espiritual, la justicia ambiental y el discurso tóxico.
El Bestiario mutante del Antropoceno
Ya en la novela El Hómovil, López Pacheco hablaba de una nueva especie mutante, producto de la integración entre el ser humano y la máquina con la que se desplaza para llegar al trabajo, hacer las compras, llevar a los hijos al colegio, o para salir de las urbes superpobladas en el tiempo de asueto, produciéndose, así, un embotellamiento continuo y opresivo. De este modo, el automóvil, como en una suerte de bestia transformer, formaba parte de su código ge nético, vertebrando su cuerpo extendido, inmerso en una sociedad capitalista, aparentemente progresista y del "bienestar" que, paradójicamente, creaba contaminación, estrés, ansiedad… y anticipaba un final catastrófico para el planeta. En este sentido, el poeta se mostraba pre ocupado por la "deshumanización" progresiva del Homo sapiens, cada vez menos humano, menos sabio, y más confundido y desnortado. Con este punto de partida, López Pacheco está indudablemente imbricándose en las teorías materialistas norteamericanas contemporáneas (con Donna Haraway y la teória feminista ciborg en cabeza), que hablan de la ruptura de fronteras entre lo humano y la máquina, lo humano y lo animal y, en última instancia, entre lo palpable y lo abstracto, o lo natural y lo artificial. Esta contaminación metamórfica, derivada de la nanotecnología y del progreso, produce una hibridización con límites impredecibles, amenazando la "fisicalidad" material de la creación y la evolución natural de las especies.
Por consiguiente, al observar que la división entre naturaleza y cultura, en sentido am plio, se deforma hasta provocar mutaciones insospechadas, en Ecólogas y Urbanas, López Pacheco incluye poemas, aforismos, pensamientos y otro tipo de textos líricos6 donde el humor, ingenioso y punzante, se aúna con la crítica de corte positivo, pero también urgente y apremiante. A partir de esto, se analizan en este epígrafe las apariciones animales en los textos de López Pacheco, las relaciones animal-humano y animal-no-humano, y, sobre todo, las transformaciones de la fauna en un mundo contaminado y en desequilibrio7.
El poema "Pensando en las nubes" utiliza ingeniosamente la pareidolia, o capacidad del cerebro para moldear con formas comprensibles imágenes difusas en espacios inanima dos, para trazar un recorrido de la depredación de la naturaleza. Evidentemente, las nubes constituyen, así, un lienzo en blanco donde es posible pintar las pulsiones más angustiosas, pero también las esperanzas de cambio. Especialmente, son interesantes las concatenaciones visuales por la carga de hibridización que conllevan:
Las formas de las nubes:
rebaño de ovejas
pastando hierba azul
pastoreado por un tiranosaurio
Napoleón a caballo en Waterloo
una cabrita un cerdo un elefante
un trasatlántico8 que va a chocar
que choca
contra la mina a punto de explotar
del sol
y de repente el gran rinoceronte
la península Escandinava o el gran tigre
que salta sobre la presa
sobre la nubecilla exactamente igual
que un ciervo en huida [...] (Ecólogas 99-100).
Con resonancias prerrománticas al estilo de William Blake, que abogaba por la unión de los contrarios en Canciones de inocencia y experiencia (1789)9, López Pacheco fantasea con estampas bucólicas perdidas, como las de las ovejas (una comparación fácil, dada la naturaleza esponjosa y lanar de las nubes en los cielos "aborregados", es decir, cubiertos por cúmulos de diversas formas) que están "pastando hierba azul". Es crucial, en este sentido, entender que las ensoñaciones, aún en los casos de dibujos mentales en las for mas abstractas, suelen estar conformadas por alivios catárticos de pérdidas esenciales. De esta forma, la "hierba azul" es una especie de mutación lógica, de carácter post-pas toral, que añora una vuelta a terrenos edénicos, poblados por humanos en comunión con una vida sencilla y preurbana10. Las cadenas que siguen sucesivamente van a romper con la primera estampa, amenazantes y belicosas, como la del depredador tiranosaurio o la ecuestre de Napoleón a punto de la derrota. Alternan los opuestos, inocentes y expertos, ligeros y pesados, con sus verdugos naturales, o con otros fenómenos cataclísmicos: de las cabritas y cerdos a los elefantes, y la abrupta aparición de un trasatlántico (el "ras cacielos del océano") que, como el famoso Titanic, choca en un iceberg insospechado: la "mina del sol", que riela en las procelosas aguas celestes. Tras esta explosión, como desdibujándose todo lo creado, la siguiente estrofa describe el fin del espejismo natural, probablemente debido a la disolución de los cúmulos en la mañana canadiense en la que el escritor vive exiliado. Rinocerontes, tigres y una alusión a la península escandinava (es decir, al "gran norte" como símbolo gélido blanco) terminan por precipitar la depre dación natural: las ovejas transformadas en cervatillos que huyen en tropel al olfatear el peligro. López Pacheco, que es siempre proclive a dar rienda suelta a la creación entrópica, comparte con el lector varias lecciones; entre ellas destaca el hecho de que la creación es un fenómeno perecedero, que la existencia es irregular y caótica, que el conformismo es una rémora, y, sobre todo, que la naturaleza (representada a través del lienzo celeste) no solo es un locus amoenus, sino también, un locus loquens, que nos advierte del gran fracaso del Antropoceno11.
Por esa misma razón, entre las causas principales de las mutaciones de las bestias se encuentra la contaminación humana, que ha transformado mares y tierras en vertederos tóxicos. El poema que lleva por título "La garza" dibuja, de forma ambivalente, las esbeltas garzas que anidan en el canadiense río Humber (que recorre Toronto y va a desaguar en el lago On tario), intentando alimentarse y contaminándose con metales pesados:
La garza alza
del agua algo
que se debate.
Y lo mantiene
en el extremo
del luengo pico,
plata agitada
por sacudidas
de vida en ansias (Ecólogas 147-148).
En esta estrofa, el ave intenta apresar un pez en el pico, y parece que lo hiciera, sin embargo, se aprecia una cierta desazón provocada por la incertidumbre de no saberse a ciencia cier ta qué es lo que se atrapa, descrito como un "algo que se debate". La referencia a su color plateado es engañosa, y la agitación en espasmos no hace más que avivar la incertidumbre. Las dos estrofas siguientes describen, por una parte, la paciencia tradicional de la garza y, por otro, el proceso de engullir el pez, que es descrito como "azuligrís", con cabeza azulada, pero también como "plata viva" (un término que ahonda en la amenaza subrepticia que se adivina en el texto). Finalmente, se produce la deglución, explicada como un proceso de prestidigitación mágica: "lo ves, ya no lo ves", en el gaznate curvo como una significativa interrogación. Nuevamente, y de forma reiterada, la presa es denominada como "plata" que desaparece del pico:
Cabeciazul
y azuligrís
de lomo y cola,
la garza aguarda
paciente, inmóvil,
a que en su pico
la plata viva
se agite menos.
De pronto estira,
retrae el cuello,
lo curva en forma
de interrogante...
Y ya no hay
plata en su pico (Ecólogas 148).
En la última estrofa, de cuatro versos, y tras el proceso de nutrición, asistimos al movimiento hacia delante de la garza, que es narrado con la polisémica expresión "con pies de plomo", que a primera vista parece que habla del garbo y la seguridad del animal en su hábitat natural, pero que si se lee entre líneas (en una suerte de adivinanza escondida en el texto), y después de la reiteración del "azul y plata", y del desasosiego subliminal que se ha detallado, conduce al lector a la sospecha de la intoxicación por plomo, integrado en la cadena alimenticia de toda la región industrial de esa parte de Canadá:
La garza anda
con pies de plomo
junto a la orilla
del río Humber (Ecólogas 148)12.
En otro poema, aparentemente anecdótico y bucólico, "Tráfico de golondrinas madrileñas casi iguales, pero irrepetibles todas, contra un cielo todavía azul" (24-25) se produce la com paración entre la forma triangular y curvilínea del ave, y una ballesta, que es un "[a]rco enamorado / del vuelo de su flecha". De este modo, la golondrina pasa a ser un arma de aviso y atención -pero un arma, al fin- y el arco y la flecha se muestran indisolublemente ligados entre sí, flotando en el aire sin separarse, trazando trayectorias soñadas y entrelazando sus condiciones mecánicas: "[e]l arco se hizo alas / y voló con la flecha". La metamorfosis se aúna a través de juegos ingeniosos de palabras, que utilizan la sustitución y el intercambio como procedimientos, tales como "[e]l arco se hizo alas. / La flecha va que trina". Finaliza el poema transformando la golondrina, de ballesta a góndola: la flecha es el mástil y el curvado arco, la canoa, surcando un cielo-mar como una suerte de "patinadora del aire/ sin gondolero ni pértiga". Queda, al fin, la sensación doble de libertad en el aire "todavía azul", presagiando la contaminación perenne de la gran ciudad, y la posibilidad de que su ausencia en un futuro no tan lejano, pueda "herir" las conciencias cuando no haya ya remedio. De nuevo el pre sentimiento apocalíptico se adivina en este texto, en el que las mutaciones son literariamente bellas y aparentemente inofensivas.
Finalmente, El pequeño cuarteto "Flechas muertas, flechas vivas" incide en este mismo símil:
La flecha viva de esos gansos canadienses
escapa de la muerte, señala hacia la vida.
Las flechas muertas del tráfico y el comercio,
¿hacia dónde señalan, hacia dónde nos llevan?" (Ecólogas 123).
Por un lado, aquí interesa especialmente la universalización del símbolo de las aves: las golondrinas madrileñas y los gansos canadienses forman parte de un terreno global de libertad en peligro por culpa de la polución tecnológica. Por el otro, las "flechas" animales son una moraleja en las fábulas apocalípticas del libro: siempre escoger la naturaleza en detrimento de la falacia mecánica robótica. Las fábulas lúdicas y mordaces de López Pacheco, de este modo, dibujan ingeniosamente un bestiario que se transforma en lección, en exemplum didáctico y activista, deliciosamente consciente de su fragilidad y de la poca recepción en los mercados de masas por su propia condición lírica libertaria, pero que supone un soplo de aire fresco para quien las lee13.
La Alquimia invertida del Capitaloceno14
Desde su residencia en Ontario, y siempre mostrando una pasión vital en sus escritos, López Pacheco desarrolla una crítica feroz, muchas veces mordaz y sarcástica -coherente con su pensamiento de izquierdas- contra el sistema capitalista salvaje. En su diatriba contra el ca pital y todos sus derivados utilitaristas (bancos, préstamos, intereses.), el poeta revierte la leyenda americana de El Dorado, en la que los colonizadores, habiendo oído de las inmensas riquezas de metales preciosos que adornaban cuellos, brazos, tobillos y cabezas de los lla mados indígenas, marcharon en pos de ellas, usando la violencia y adentrándose en terrenos peligrosos e ignotos, con riesgo de su vida para perseguir esta quimera. Por eso, el escritor se burla de la búsqueda del oro a cualquier precio, tal y como hicieron, de forma hilarante, los integrantes del grupo argentino Les Luthiers, en su "Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras" (1979). En dicha obra cómica, tras adentrarse Díaz de Carreras en la selva y encontrar una tribu que vende en un mercado al aire libre, se produce la siguiente anécdota:
Ernesto Acher: "Al conocer sus tesoros despertó mi idea fija y al final cambiamos oro por barati jas..." Marcos Mundstock: "Oro por baratijas. ¡Qué abuso! ¡Qué trueque tan desigual!" Después del canje Don Rodrigo guardó en un cofre todo lo que había obtenido. Montañas de baratijas (Les Luthiers párr. 3).
Así pues, este epígrafe va a escudriñar las piezas del libro que se relacionan con la corrupción de la naturaleza y el ser humano por mor de una progresión económica que tiene a lo material como razón principal de ser. De nuevo, el pensamiento de corte postmarxista del autor se imbrica en las teorías del Materialismo Ecológico, que relacionan intrínsecamente el desa rrollo capitalista con la opresión social y natural, pues como afirma Michael Löwy: "[...] la protección de los equilibrios ecológicos del planeta, la preservación de un medio favorable para las especies vivientes -incluida la nuestra- son incompatibles con la lógica expansiva y destructiva del sistema capitalista" (Ruiz párr. 1). Por esta razón, y entre otras muchas, y como alternativa de la denominación de la era como Antropoceno, se ha utilizado el término Capitaloceno (y, otras veces, Plantacionoceno)15. En consecuencia, como señala Herrero, esta era, focalizada en lo económico,
es el resultado del metabolismo insostenible del sistema-mundo. El capital es el motor de este cambio, no la especie. El crecimiento económico, los procesos de desalojo, expolio y mercantilización asociados con la lógica expansiva del sistema capitalista y los mecanismos de dominación imperial son las verdaderas causas de este giro geológico. (párr. 16)
A tenor de esto, en el poema "Adivinanza (1)", López Pacheco reconoce y se burla precisamente del culto al dinero, al que históricamente se le ha asociado con el oro16, y ha presupues to el axioma equivocado de "tanto tienes, tanto vales":
Todo gira en torno suyo
y no es el sol.
Si lo tienes, él te tiene,
porque es el gran tenedor
con el que se come todo,
y sin él, cómete un codo.
Si no lo tienes,
ni te tienes ni sostienes
ni mantienes (Ecólogas 34).
Además de los ingeniosos juegos de palabras, tan característicos de su obra-para ejemplificar la voracidad caníbal del sistema de producción del capital, confrontar el uso de la raíz tener, con sus variantes sos- y man-tener, que deriva en la polisemia tenedor vs. mantenedor- uno de los continuos recurrentes es la comparación entre los valores falsos (monetarios y egoís tas) y los que verdaderamente valen, que parten de la naturaleza que nos rodea; destacando entre ellos, el aire y el sol. Se establece, así, un desequilibrio que afecta a la salud de los ha bitantes del planeta, y que, a pesar de que la vitalidad optimista de la voz autorial es lo que a primera vista se aprecia al leer, en realidad, se profetiza la despedida del escritor, enfermo de cáncer de pulmón. De este modo, López Pacheco asiste al final de su vida como un correlato del final del milenio, el cual, inevitablemente se llenó de referencias extremas, con tintes apocalípticos o mesiánicos17.
Derivado de todo esto, aparecen escritos que hablan de una desazón, un "malestar" que es una suerte de paradoja en un sistema que habla de ganancias, de posesiones, o de la "co-modificación" de la vida humana18. El poema titulado "El malestar del estado de bienestar o el futuro del paro" redunda en estos contrarios:
Se acabó lo que se daba.
No hay trabajo para todos
los que viven de sus manos.
Ni dinero. Ni comida.
Los que viven de sus manos
tendrán que comerse las uñas (Ecólogas 83).
de leer y de entender, la pirueta final aúna la solidaridad proletaria con esa sensación de nerviosismo antes descrita, la cual parece encontrarse en muchos momentos, y que es el reflejo de la situación personal y de la sociedad en el momento de la creación del libro. Una vez más, el poeta juega con los términos y las expresiones, leyéndolos de forma literal y metafórica para ironizar con la sociedad de consumo (que "nos consume"). Asimismo, es interesante el poema "Gráficos y gráficas", donde el juego con el término "erección" in cluye al patriarcado imperante como principal causante de la voracidad del sistema. Dicha voracidad parte de, como señala Gala, "[s]i el objetivo capitalista es 'maximizar beneficios y especulación', la poesía busca 'minimizar / el perjuicio' y 'siempre deja un amplio margen para especular'" (134-135). Expresiones con doble sentido como "el machismo es capital", o "erección del monumento", muestran la importancia de lo fálico en los sistemas de poder imperantes, con las implicaciones de hostilidad, falta de sensibilidad y el uso de la "ley del más fuerte" que conllevan. Además, se percibe la ironía que subyace en el texto sobre la así llamada "erótica del poder", que es sin duda descrita como una manifestación de potencia masculina, ninguneando cualquier otra sensualidad que no sea la oficial. Sin ser abiertamente feminista en esta obra, en términos de discurso, ha de señalarse que López Pacheco es sensi ble a las diferencias en el sistema que existen entre obreros y obreras, o entre minorías étnicas y grupos LGTBI, y advierte la doble, triple o a veces cuádruple discriminación que sufren, por clase, género, raza u orientación sexual.
Al ver las curvas de la productividad
el gráfico anguloso de los beneficios
tuvo una erección.
Y como en los negocios el machismo
es capital -o, al menos, viceversa-,
se decidió conmemorar el incremento.
Y todos asistieron
a la erección del monumento (Ecólogas 95).
In crescendo en su crítica antisistema, el escritor se muestra mucho más radical cuando escri be en "Estadísticas para economistas y otros calculadores que desprecian la retórica" sobre el sometimiento imposible de los trabajadores, asfixiados y aparentemente domesticados:
El medio ambiente no es
el 50% del ambiente.
Es mitad nada más -para entendernos-
de una relación que no tiene mitades:
la vida.
Ni el hombre medio
es medio hombre, como creen
los que multiplican por él sus beneficios.
Y la renta per cápita -sinécdoque en latín-,
no son beneficios que reciben
los propietarios de las guillotinas.
(Aunque en el fondo, si se piensa bien.) (58).
Una vez más, con brillantez lingüística se relacionan los términos "medio ambiente" y "hombre medio / medio hombre" con la minusvaloración, tanto del hábitat que nos rodea como de la posición del ciudadano de clase media de a pie en la sociedad de libre mercado. El ingenio no esconde la actitud militante del poeta, que realiza la sátira desde la posición de juglar-bufón en una corte versallesca que anticipa el final del poema, cuando probablemente se relaciona la renta "per cápita" con el alzamiento popular de la revolución francesa de fi nales del siglo dieciocho, como hito histórico más reconocido. La sinécdoque es en sí misma una amputación, con lo que la expresión final deja en el aire las implicaciones posibles y el paréntesis coloca la voz autorial en complicidad con el lector, que puede entender la insinua ción de manera mucho más radical, si se quiere. Ese inter nos es típico de la literatura política que intenta, por una parte, concienciar colectivos y, por otra, revisar la realidad problemática que les afecta. Así, López Pacheco se manifiesta contra el Capitaloceno, como generador de desequilibrio, de diferencias de riqueza manifiestas y, sobre todo, de infelicidad personal, so cial y medioambiental, que es, quizás, la más peligrosa para la sostenibilidad de las especies.
La selva de cemento del Chthuluceno
Por último, bajo este epígrafe se estudiará la relación de la especie humana con los entornos urbanos que ha construido, la mayoría de los cuales minimizan los espacios verdes, potencian la toxicidad tecnológico-industrial y conforman zonas de polución, muchas veces incompati bles con una vida sana. De nuevo, la falta de aire, de la que es consciente por su enfermedad, se convierte en el verdadero "pulmón" de su escritura19. A nivel teórico, vinculados a los es tudios de Ecocrítica, se utilizan aquí las corrientes de Justicia Ambiental y Discurso Tóxico, que postulan, por una parte, que la posición social está inextricablemente relacionada con el nivel de toxicidad que se ha de soportar y, por la otra, que la realidad ambiental, problemática del mundo contemporáneo, debe formar parte del discurso de artistas, intelectuales y pensa dores, y, por tanto, se debe visibilizar su existencia20. También, la afectividad o rechazo por un determinado entorno tiene que ver con las experiencias simbióticas, abstractas y reales de sus habitantes (como señala el geógrafo Yi Fu-Tuan, acuñando los términos de Topofilia y Topofobia). Por último, en relación con lo anterior, también se señala que hace falta tratar el territorio reconociendo su materialidad, pero, a la vez, los sentimientos que se derivan de haberlo habitado, con lo que es necesaria una "espiritualidad material" para tomar conciencia de la realidad ambiental que se vive (como afirma la filósofa Val Plumwood). Subyace en todas estas teorías la necesidad de revisar y reescribir nuestra posición en el entorno, mucho más compleja de lo que aparenta y mucho más consustancial como constructo. Esta red ten tacular de "sentipensamientos"21 es lo que en 2016 Donna Haraway constata para redefinir la era en que vivimos como el Chthuluceno22.
En "Pequeña corriente de conciencia en versos de plástico", López Pacheco describe un cántico irónico a la "buena" vida en la que la abundancia tiene al plástico como elemento esencial:
vendiendo productos producidos
para ser solamente vendidos
producir gran contaminación
ofreciendo como solución
crear demanda de reciclaje
y de productos alternativos
naturales orgánicos sanos
reinvertir en el nuevo montaje
recibir beneficio a dos manos
la buena vida para los vivos
(sobre todo, hay que ser postmodernos)
sólo el plástico y Dios son eternos (Ecólogas 94).
De esta manera, en el estado del bienestar, el plástico se describe como un elemento sacrosanto de la vida próspera. El cambio ambiental causado por este producto que fue creado por el hombre a partir de químicos artificiales no midió las consecuencias de su longevidad y es la razón fundamental de la contaminación de tierras, ríos, océanos, lo cual crea un problema que está afectando la salud de todo el planeta. En el pensamiento ateo de López Pacheco, el último verso es un ejercicio de cinismo del que está ya de vuelta de todo, y clama contra el desierto de las multinacionales y contra el sistema de vida que lo cobija. Al equiparar al "plástico" y a "Dios", desde una óptica marxista, se está hablando de creencias ciegas que ob nubilan a la humanidad, como si "la religión y el plástico residual -como un cáncer- fueran el opio del pueblo". El escritor está, al mismo tiempo, realizando un ejercicio de anacoreta: clamar en el desierto por un mundo orgánico más sano, más sostenible, más respirable. En vez de un activismo político esperable en los poetas sociales, se generan unos textos que unifican lo personal y lo colectivo, y que utilizan la materialidad de lo tóxico para lograr la regeneración de las conciencias. De nuevo, coincidiendo con Haraway, la posible solución vendrá para el Chthuluceno como "un tipo de espaciotiempo para aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad en una tierra dañada" (Parentesco 20).
Relacionado estrechamente con el poema anterior, "Alergias (Responso para el Ocurren te)" habla de las consecuencias de vivir rodeado de toxicidad:
Tenía alergia al dinero
-portador de todos los contagios-,
al plástico,
a las fibras artificiales,
a los conservantes y colorantes,
a las sonrisas con calor artificial,
a las buenas maneras, tan malvadas
con frecuencia...
Descanse -por fin- en paz (Ecólogas 136).
La personalidad que se describe en este texto -bien puede hacer referencia al propio autor, quien aparece muchas veces con el sobrenombre de "el ocurrente"- es la de un inadaptado, un ser que ha sido arrancado de su hábitat y es incapaz de sobrevivir en la atmósfera hostil que le rodea. Tal hostilidad no solo viene de los productos perniciosos y artificiales, la polución aérea o la economía opresiva, surge sobre todo de la hipocresía social, la xenofobia de boutique y lo políticamente correcto, que esconde una falsedad que pudre el alma como lo harían los demás elementos. Con forma de responso de réquiem, este, y varios otros poemas, anuncian una despedida física que se producirá muy pronto, dada la gravedad de la dolencia que le aqueja. Como se ha venido señalando, para López Pacheco el aire constituye uno de los leitmotifs en este libro, por razones personales antes nombradas, y, sobre todo, porque las Ecólogas y Urbanas hablan de polución extrema, de falta de aire puro y de asfixias polivalen tes, en las ciudades superpobladas e industrializadas. Entre todos los textos sobre este tema recurrente, destaca "Al aire de este mundo", por su carga de lirismo, el carácter confesional y la capacidad de aunar lo material con lo espiritual:
Al aire de este mundo, tan lleno de mensajes,
no hay puerta ni ventana, montaña, cordillera,
continente ni mar ni muro ni muralla,
no hay nada que le pare, que le impida llevar
el mensaje que lleva el aire de este mundo.
Salta días y meses, se cuela entre los años,
averigua rendijas al final de los siglos,
y un día, en el rincón del tiempo más oscuro,
el aire de este mundo levanta el polvo muerto (Ecólogas 116).
Con ecos del "polvo enamorado" con que concluye "Amor constante más allá de la muerte", de Francisco de Quevedo, López Pacheco escribe una loa con intención de epitafio, en la que la ecología se mezcla con la semiótica, y la permanencia se consigue a través de la comunión de la materia: "el polvo muerto que levanta el aire de este mundo". La esperanza subyace en el hecho de que la naturaleza (en forma de aire, en este caso) es vista como un continuo en el espacio-tiempo, cuyo mensaje puede adivinarse como ser el dador de vida para los mamífe ros terrestres, como los seres humanos.
Para concluir, se analiza un poema que encarna todas las premisas que se han comentado anteriormente: "Por lo menos un árbol". En él se muestra apego por el lugar de residencia (o topofilia), justicia ambiental para todos los ciudadanos en el ajardinado de sus barrios, y, sobre todo, una relación simbiótica entre la felicidad y la naturaleza que les rodea. Como bien señala Gala, "el poema enraíza esta experiencia de una percepción consciente en el lugar más familiar, la ventana del cuarto donde transcurre nuestro vivir, de modo que nuestra vida humana reconozca su enlace con la vida natural de fuera" (161). Así, en la promesa de mejora de los espacios urbanos se encuentra una pequeña redención a través del axioma "un árbol invita a vivir" o, mejor, a "sentipensar" nuestra posición real en el planeta:
Estas palabas son para que veas
lo mismo que yo veo cuando miro
por la ventana de mi cuarto de vivir.
Porque ya es vivir ver a esos dos árboles,
desde el salón,
representando el gran teatro canadiense
del otoño, la ópera espectacular
de tantas hojas verdes dando el do
de pecho en su adiós a la vida.
Se está muriendo cada hoja lentamente
desde hace ya diez días,
y qué hermosa agonía forman todas
clamando en llamas rojas y amarillas.
Morir, pero morir dejando
la belleza polícroma de haber
gastado la esperanza en la alegría,
tan imposible como necesaria.
Estas palabras
son palabras de abrir mucho los ojos,
de ver lo que miramos,
palabras de mirar lo que no vemos
por la ventana nuestra de cada día.
Estas palabras son para pedir
en todas las ciudades
por lo menos un árbol por cada ventana (Ecólogas 145).
Con un sesgo didáctico -no hay que olvidar que gran parte de su vida López Pacheco fue profesor universitario- y con forma de plegaria con ecos de un Padrenuestro extrapolado a la mejora del entorno natural, se desgranan aquí peticiones de dignificación de la realidad so cial. La contemplación actúa sobre el pensamiento, parece decirse, y el pensamiento lo hace sobre el bienestar de la vida, en contraposición con todo el utilitarismo mercantil que se ha venido narrando en el libro. Las alusiones a "mi cuarto de vivir" y a la "belleza del paisaje" constituyen, asimismo, un transcendentalismo recurrente. Y el exceso mesiánico de "pala bras" para "pedir y "abrir los ojos", "ver lo que miramos" y "mirar lo que no vemos", habla de la urgencia de tal petición, en un final de siglo "siniestro", como el propio autor lo define.
Conclusiones
Las Ecólogas y Urbanas de Jesús López Pacheco constituyen un verdadero testamento vital. Legan en sus páginas la necesidad de un cambio sostenible para un mundo en desequilibrio, y lo hacen paralelamente a la despedida física del autor, enfermo de cáncer de pulmón. Ade más, están escritas desde el autoexilio en Canadá, lo que le permite la comparación entre los mal llamados "viejo" y "nuevo" continentes, dos regímenes políticos opuestos, la naturaleza y la gran ciudad, y un pasado nostálgico con un presente que por fuerza ha de ser breve. To dos estos hechos marcan el tono del libro y lo vuelven especial; sin embargo, la melancolía del adiós no abunda, sino más bien un humor subversivo e irónico, que nace paradójicamente de la vitalidad de su pensamiento. Al mismo tiempo, existe una buena carga de crítica polí tica, social y económica, que parte del pensamiento de izquierdas anticapitalista, del que el poeta es un referente. Una combinación como esta es única, porque se aúnan en un mismo trabajo lo personal con lo público, la urgencia vital y el continuo espacio-temporal, y lo mesiánico con la soflama del activista. El resultado es conmovedor y a la vez muy efectivo para despertar las conciencias. Lástima que obras de este tipo, por su estilo y por su idiosincrasia, tengan muy poca difusión en el gran público.
Para el análisis de este artículo se han escogido tres aspectos distintivos, complementándolos con tres denominaciones de la era geológica que habitamos, que ha sido modificada de forma vertiginosa por la especie humana. Así, en primer lugar, el estudio de la presencia de animales se engloba en el Antropoceno, favoreciendo la acción nociva del animal-humano en el medioambiente. López Pacheco no los menciona demasiado -no en vano, la mayoría de los textos del libro giran en torno a zonas urbanas-, pero cuando aparecen, o bien constituyen un espejismo por la ausencia de cercanía al modo de vida de las sociedades postmodernas, o bien son víctimas de la polución y la contaminación de tierras y ríos, o bien son seres sub alternos no dotados de ninguna "agencialidad", sin voz ni voto para el cambio. Además, su existencia está en progresiva mutación por todos estos factores externos y hostiles. El planeta se modifica y las especies o bien se extinguen definitivamente, o bien se modifican para po der sobrevivir a metales pesados, microplásticos y al cambio climático. Lo robótico, además, entra en escena para definir una sociedad en la que las fronteras entre lo natural y lo artificial se desdibujan. Ahora bien, en López Pacheco se utiliza negativamente, creando un bestiario en el que el ser humano muta hacia el "homóvil", incapaz de caminar y contaminado por el humo de su sistema respiratorio y digestivo, que incluye turbinas y tubos de escape.
En segundo lugar, siguiendo el ecomarxismo para deconstruir el Capitaloceno, el autor invierte el verdadero valor de lo económico en una sociedad capitalista salvaje. Se analizan, de este modo, la sustitución de la calidad de vida por la tenencia de bienes de consumo, y la generación de dolor social en pro del expansionismo mercantil y la generación de riqueza comercial. Una gran paradoja que, como un Saturno plutocrático, devora a sus hijos para saciarse. Es especialmente interesante la forma en que se describe la dominación del ciudadano medio por los mandatarios de unas fuerzas ocultas que son inmisericordes, que son los verdaderos tiranos, y que siguen el modelo imperante del patriarcado. Las diferencias por clase se imbrican así con las otras discriminaciones de género, raza y opción sexual. En este ámbito, sin olvidar por supuesto el humor, López Pacheco muestra su vena activista más abiertamente, usando la denuncia social y la amenaza latente de violencia por el sometimien to proletario. La degradación ambiental, por supuesto, se justifica y toma razón de ser en el sistema, como un mal menor, con lo que no existe posibilidad de modificación.
Por último, y en tercer lugar, se estudia la conformación urbana desmedida en la era del Chthuluceno (en la que lo colectivo no binario -incluyendo naturaleza, cultura, especies, o la tecnología- actuando conjuntamente, sería la única solución posible para el cambio de paradigma antes del apocalipsis). Aquí se recrea con mayor esperanza la voz del poeta, afirmando que es posible la vuelta a lo esencial, lo "verde", al apego del entorno, por degradado que esté. El tema recurrente es la necesidad de respirar un mejor aire, a través de la reconstrucción de los espacios urbanos, haciéndolos sostenibles. El hecho de la enfermedad pulmonar del es critor hace que la combinación de nostalgia y lirismo con el humor omnipresente y la crítica social sea especialmente conmovedora. Estos textos quieren ser un legado para los vástagos, los hijos y los nietos, para que puedan vivir en un mundo mejor, con lo que tienden a ser más didácticos que militantes. Las referencias literarias (Quevedo, Manrique...) son mayores y el tono profético se vuelve más íntimo. Los sentidos de la vista, el olfato, se exacerban, y el entorno en movimiento (el viento, el río, la tierra...) deviene un locus vivendi para ellos y una tumba donde reposar para sí mismo. Así, López Pacheco recrea un entorno postpastoral posible, influenciado por las églogas antiguas (cuya modificación ha recreado en este libro), y mantiene un hilo de esperanza en el lector, por muy utópico que pueda parecer, después de haber transitado junto a él los terrenos del averno.