1. Introducción
En este apartado introductorio se menciona lo que se ha escrito y publicado en relación con la historia de la música en Aguascalientes durante el siglo XIX. A continuación, se hace un esbozo del surgimiento de academias de música (incluso para ayudar a jóvenes con talento de escasos recursos), para entender que el de Aguascalientes no es un caso aislado. Después de esto, y haciendo más énfasis en el tema a tratar, se hace una serie de consideraciones generales en torno a la importancia de la música entre los distintos estratos sociales en esa ciudad de la provincia mexicana; luego se continúa con el relevante papel que desempeñaron los protagonistas o artífices que tuvieron que ver con el funcionamiento de la academia de música en la escuela de niños número 2. Posterior a esto, se explican las razones de su fundación, los primeros pasos, los apoyos que recibió tanto de particulares como de instancias gubernamentales, la formación de una banda militar y una orquesta, espacios donde se presentaban las audiciones musicales (públicos y semipúblicos), el repertorio musical, entre otros aspectos. Finalmente, se cierra con los motivos por los cuales desapareció esa institución para niños de escasos recursos o de grupos subalternos, por lo que las autoridades educativas decidieron establecer una nueva dirigida a sectores medios de la sociedad.
Por principio de cuentas, cabe mencionar que la cuestión de la enseñanza de la música en el México decimonónico es un tema que ha sido poco investigado por los académicos. Tampoco abundan los textos sobre ese tema para Aguascalientes en el siglo XIX. Entre los que arrojan información escasa, fragmentaria y hasta errónea, se encuentran los siguientes:
Una aportación importante es el libro Cuatro valores musicales aguascalentenses, del abogado Jesús Antonio de la Torre García. El autor, con base en escasas fuentes biblio-hemerográficas, un poco de historia oral, recuerdos y anécdotas familiares, hace semblanzas biográficas de una dinastía de los talentosos artistas: Ángel García Macías (1853-1906), Rafael García Macías (1863-1950), Antonio García Mendoza (1877-1950) y Ricardo García Mendoza (1885-1951).
Con un fuerte acento desde la nostalgia y con la pasión y falta de objetividad que distingue este tipo de trabajos, destaca el carácter, habilidades, actuaciones, un poco de su formación, instrumentos en los cuales fueron virtuosos, producción musical (sacra y popular), actividad docente, retos, reconocimientos, éxitos nacionales e internacionales, certámenes en que participaron, así como el legado musical dejado por sus ancestros en el último tercio del siglo XIX y primera mitad del XX.1
Niñez y juventud provincianas, del médico, escritor y diplomático Pedro de Alba, libro publicado en 1996, en que el autor echa mano de sus recuerdos, habla de sus años mozos de cuando siendo un adolescente estudió la preparatoria en el Instituto de Ciencias de Aguascalientes a finales del siglo XIX y principios del XX. Este autor da pistas acerca de la tradición musical que prevalecía no solo en la ciudad sino también en el ámbito rural. Da cuenta de que en hogares de familias acomodadas la música era central, pues había quienes estudiaban y tocaban piano, cantaban romanzas, ópera y música popular, se realizaban tertulias y veladas literarias y musicales. Varios de sus compañeros sabían tocar uno o varios instrumentos musicales (piano, violín, violoncelo), incluso por nota. Nada menciona, sin embargo, de instituciones donde se enseñaba música.2
Un panorama amplio de más de un siglo lo ofrece Notas para la historia, música para el corazón: Banda municipal de Aguascalientes (1887-2003), de la autoría de la historiadora Bertha María Topete Ceballos, publicado en 2003, que hace un barrido histórico, apoyado en escasa bibliografía, pocos periódicos y algunos expedientes de archivo, así como de fuentes orales. Es un texto importante, rico en datos, que menciona la fundación de la Academia de Música Municipal, su reglamento, los dos primeros directores, una gira de la banda de música por Texas, Estados Unidos. Además, pone énfasis en la participación de la banda municipal en audiciones y eventos como ceremonias patrióticas, entrega de premios, serenatas y «mañanitas» en el jardín de San Marcos durante la feria abrileña, así como en espacios públicos. Asimismo, se enfoca en la cuestión festiva, en que las bandas amenizan con sus instrumentos musicales y sus notas los eventos a los que asiste la gente.3 Topete Ceballos da como fecha de fundación de la Academia de Música Municipal el 30 de enero de 1887, lo cual es un error pues realmente fue fundada en marzo de 1885. Sin embargo, nada menciona de la academia de música de la escuela de niños número 2, creada cuatro años antes.
Recientemente y con motivo del 135 aniversario de la agrupación musical, se publicó Esta es tu banda. Banda Sinfónica Municipal de Aguascalientes, 1887 2022, de la autoría de Bertha Topete Ceballos y de la comunicóloga María Isabel Rosales Chávez. Es la misma tónica, mismo error del año de fundación y tipo de fuentes que el libro anterior, solo que más extendido en la temporalidad e incluyen muchas más fotografías, algunas listas y anexos de los integrantes de dicha banda a lo largo de ese tiempo.4
En el año 2021, el joven musicólogo y pianista Bernardo Jiménez Casillas, académico de la Escuela de Música de la UNAM -hoy Facultad-, publicó el artículo «Las prácticas musicales en los institutos de educación secundaria femenina del Porfiriato como fuente documental para el estudio del arte de piano: el caso del Liceo de Niñas de Aguascalientes». Con base en la consulta de acervos locales, este autor logra reconstruir, en parte, los ideales culturales y gustos musicales de la élite local en lo que respecta al arte del piano, además de que menciona quienes fueron los primeros profesores de la cátedra de piano y alumnas matriculadas, así como los métodos que se empleaban en esa institución educativa para mujeres.5
Por otro lado, tampoco se ha indagado gran cosa el tema del surgimiento y características de academias de música en México durante el siglo XIX, tanto las patrocinadas por los gobiernos como las que se promovieron a instancia de particulares. A continuación, se presenta un esbozo un simple esbozo de lo poco que hay sobre algunas ciudades como México, Guadalajara y Morelia. No abunda información relativa a instituciones educativas, métodos de enseñanza, funcionamiento, reglamentos, materiales, currículo, formación y trayectoria de profesores.
En términos de cultura musical, México emergió a la vida independiente todavía con el sustrato e influencia de las capillas catedralicias de la época novohispana. Con el transcurrir del tiempo, en varias ciudades del país, se fue gestando un paulatino proceso de secularización; poco a poco se impuso en la población el gusto por la música de conciertos (llamada culta) de autores europeos, así como la música popular (llamada folclórica).
En la ciudad de México, el músico vallisoletano José Mariano Elízaga impulsó la creación de la primera sociedad filarmónica; logró su protocolización el 17 de abril de 1825, buscó el reconocimiento oficial, dado que entre los socios figuraron militares, políticos, miembros del clero católico y aristócratas.6 Esta fue iniciativa de un particular que buscó la protección del gobierno.
De este esfuerzo derivaron, en la década siguiente, la Escuela Mexicana de la Música, creada por Joaquin Beristáin y Agustín Caballero; y la Academia de Música de la Gran Sociedad Filarmónica de México, que inició labores el 15 de septiembre de 1839. Estos intentos culminaron con la fundación del Conservatorio Nacional de Música en 1866, que se convirtió de inmediato en la máxima institución de estudios musicales en el país, creada para la enseñanza profesional.
Ahora bien, la prensa comercial de la capital del país dio cuenta de la presencia de academias particulares de música. Por citar tres ejemplos, «alumnos de la academia de música del ciudadano Agustín Caballero» participaron en un concierto de música vocal e instrumental en el Teatro de Santa Anna el 18 de mayo de 1844.7 Ocho años más tarde, se anunció la apertura de un instituto de enseñanza primaria para niñas, en la calle de San José el Real, propiedad de María Fermina de León Vázquez, donde se impartiría música vocal y de piano, entre otras materias; se anunció que «tan luego como haya número suficiente de niñas, se establecerá una academia de música, bajo la dirección del muy acreditado profesor D. José Antonio Gómez».8 Por último, en 1874, se publicó una nota en referencia a la entrega de premios, las bases, así como los requisitos que tenían que cumplir las alumnas que aspiraban a entrar a estudiar a la Academia de Música de la Sociedad Filarmónica de Tacubaya, dirigida por Juan Loreto, siendo uno de los maestros Luis de Ezeta; en el currículo se impartían cursos como elementos de música, solfeo y piano, canto y piano.9
En Guadalajara prevalecieron hasta mediados del siglo XIX la capilla coral de la catedral y varios colegios sustentados por el clero en que se enseñaba música vocal e instrumental, solfeo, canto y a tocar algún instrumento, tales como el de San Juan Bautista, el Colegio de Niñas de San Diego, el Hospicio Cabañas; instituciones que tuvieron buenas intenciones, pero pobres resultados. Circularon varios libros, métodos de enseñanza, manuales y tratados de música con un carácter práctico-pedagógico con base en lecciones de autores europeos pero traducidos y adaptados a la realidad mexicana, dirigidos a un público femenino, así como a niños y jóvenes. En 1857, se fundó la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, impulsada por el médico francés y aficionado al arte musical Jules Climent, con fines humanitarios y de ayuda a músicos ancianos y enfermos. Fue hasta diciembre de 1869 que el gobierno estatal fundó la Sociedad Filarmónica Jalisciense, conformada por músicos profesionales y aficionados, bajo la dirección del músico capitalino Miguel Meneses. Desde luego que hubo academias particulares de música, una de las más importantes fue la fundada por Jesús González Rubio (1805-1874) en 1842, donde enseñó teoría musical, instrumentos y solfeo en que formó una orquesta dirigida por él y varias bandas militares.10
Morelia, capital de Michoacán, fue otra importante ciudad donde se impartió educación musical en varias instituciones tanto públicas como privadas. Modestas academias particulares de música hubo desde 1851 y proliferaron en la década de 1870, dirigidas a la élite, algunas de ellas dirigidas por mujeres en que se daban clases de canto, solfeo, piano y violín. Los esfuerzos institucionales corrieron a cargo de la academia de música del Colegio de San Nicolás, fundada en 1869, donde se estudiaba solfeo, armonía, composición, etcétera, así como tocar algún instrumento (piano, violín, flauta, saxhorn y bombardones), de modo que los jóvenes aprendieran un oficio y se dedicaran a la música como alternativa laboral. En esta institución se destacó el profesor Luis I. de la Parra, el mejor músico moreliano de la época; aunque fundada en 1868, en la Escuela de Artes y Oficios, se empezó a enseñar la clase de música hasta 1885, donde se formó una banda de música de viento y a principios del siglo XX una orquesta; la tercera institución fue la Academia de Niñas de Morelia, fundada en 1885, donde se impartió solfeo, piano, vocalización y canto.11
2. Consideraciones generales sobre la música en Aguascalientes
La música fue parte importante de la vida cotidiana en el siglo XIX, prácticamente en todos los estratos socioeconómicos. Las audiciones se presentaban en instituciones educativas; en actos oficiales; en eventos cívico-patrióticos, recepciones, bienvenidas y despedidas a políticos; en fiestas y celebraciones públicas; en plazas y lugares de recreo, serenatas en la plaza principal, en jardines; en los templos, desde luego; en salones de las casas particulares de familias prominentes, veladas literarias, bodas, posadas, cumpleaños. Es decir, había música en espacios públicos y cerrados. Asimismo, músicos ambulantes, que tocaban en mercados y cantinas, que agrupaciones más estructuradas como bandas y orquestas.
Sin embargo, es de suponer que antes de la fundación de la academia de música en la escuela de niños número 2 en la ciudad de Aguascalientes, en 1881, la formación musical no estaba reglada. Tocar un instrumento fue una práctica habitual. Los varones aprendían de oído, por tradición oral, a tocar piano, flauta, trompeta, violín, cello, arpa, guitarra y otros instrumentos de cuerda.
Tanto jóvenes aficionados de familias de clases medias y prominentes como de artesanos tuvieron en esa época inquietudes y formaron sociedades dramáticas y filarmónicas; estudiaban, ensayaban y representaban obras, comedias, óperas, zarzuelas, acompañadas de coros y piezas musicales. Las puestas en escena las hacían en el teatro La Primavera, próximo al tradicional Jardín de San Marcos barrio del mismo nombre al poniente de la ciudad, o bien en el salón grande de la escuela principal o de niños número 1, en la calle de Relox, en el centro histórico de la ciudad.12
Aunque también es verdad que había profesores particulares de música, principalmente de piano y música vocal, que daban clases en su casa o bien iban al domicilio de sus discípulos, principalmente mujeres, hijas de familias de clase media y acomodada.13 En Aguascalientes, algunos anunciaban sus servicios en la prensa; por citar un par de ejemplos de la época, en diciembre de 1866, esto es, cuando todavía estaba el Imperio de Maximiliano, Roberto Solís anunció en la sección de avisos del periódico oficial: «El que suscribe tiene el honor de ofrecer al público sus servicios como profesor de música vocal, y para dar lecciones de piano. Vive en la 2° calle de la Merced, n° s.-Aguascalientes»;14 mientras que, en abril de 1882, ya durante el Porfiriato, el maestro Domingo Gutiérrez anunció en el mismo medio: «Tiene la honra de manifestar al público en general y a sus amigos en particular, que se encarga de dar lecciones de música en el piano a domicilio, por precios convencionales. Calle de los Gallos [luego Independencia, hoy Morelos], frente a la tienda del Sr. D. Antonio Puga».15
Con cierto retraso se tocaba fragmentos de música culta principalmente de compositores de la época del romanticismo europeo -pensada para óperas-como Ludwig van Beethoven, Gioachino Rossini, Carl María von Weber, Richard Wagner, Vincenzo Bellini, Giuseppe Verdi, Héctor Berlioz, Franz Liszt, Niccoló Paganini, Frédéric Chopin, Robert Schumann, Gaetano Donizetti, Giacomo Puccini, entre muchos otros.16 El romanticismo es una corriente que privilegiaba una cierta visión del mundo que tenía que ver con el sentimiento más que con la racionalidad, por tanto, en cuestiones de música a esta se le veía como la máxima expresión del espíritu; en la música es perfecta para expresar sentimientos, estados de ánimo, afectos y pasiones entre los enamorados; también expresa atmósferas idílicas y nuevas sensaciones. Ello se vio reflejado en ciertas prácticas culturales tales como teatro, ópera, veladas, tertulias, paseos, bailes de salón, etc.
También mucha música de banda militar -secuela de las guerras napoleónicas-, que se tocaba con el fin de fomentar el nacionalismo, con himnos patrióticos, destacando valores como el honor, la lealtad, el deber que con sus sonoros instrumentos metálicos y de percusión elevaban la temperatura emocional entre quienes los escuchaban; varios autores destacan la importante función de las agrupaciones en los ejércitos para girar instrucciones en códigos secretos en aras de implementar estrategias, infundir miedo en el enemigo, marcar el ritmo, preparar el enfrentamiento, arengar e infundir ánimos (el sonido del tambor, por ejemplo, amplifica la sensación numérica y estresa al adversario), dictar retirada, o bien hablan de la legislación militar y la evolución de las músicas, aumento de instrumentos musicales, sueldos de los músicos y su relación de constante tensión con las autoridades militares, así como el cambio de función al participar en ceremonias cívicas, fiestas patrióticas, desfiles y eventos públicos en plazas, paseos y jardines con una mayor presencia en la vida cotidiana de la población civil, repertorio y géneros musicales más interpretados, sobre todo durante los períodos de la Intervención Francesa, el Imperio de Maximiliano, la República Restaurada y el Porfiriato.17
En el caso de México, la música conmemorativa tuvo el propósito pedagógico de transmitir un sentimiento de pertenencia, en momentos en que fue importante construir la noción de patria, pues décadas atrás se había independizado políticamente de España y luchado contra invasores extranjeros como Francia y los Estados Unidos de Norteamérica. Y es que los ritmos festivos condicionaban la necesidad de componer piezas que calaran muy hondo en la sensibilidad de los escuchas y les exacerbaran el sentimiento nacionalista; fue así que surgieron músicos como Mariano Elízaga, Últimas variaciones; José María Pérez de León, La batalla de Puebla; Aniceto Ortega, Marcha Zaragoza, Guatemotzin; Julio Ituarte, Ecos de México; Lerdo de Tejada; Ernesto Elorduy, La campana de la Independencia; y Ricardo Castro, Atzimba, cuyas melodías buscaban la emoción colectiva, ligadas a la construcción de una identidad nacional.18 O como dijese el decimonónico escritor Ignacio Manuel Altamirano: compusieron canciones que «saben herir las fibras del corazón del pueblo».19 Se trata de una música que por un lado genera sensación de universalidad, de pertenencia a un mundo civilizado, y por el otro que contiene sonidos propios del país, específicamente nacionales.
La música tradicional mexicana, por su temperamento alegre, también ganó terreno; se fue arraigando en el gusto popular pues se bailaban en los saraos del ámbito rural lo mismo que en las urbanas fiestas o soirées,20 ritmos como sones, jarabes, mazurcas, danzas, valses, polkas, schotises, entre otros, con instrumentos musicales de cuerda de origen europeo: jaranas, arpas, guitarras, bajos, vihuelas, violines, bandolones, salterios, etcétera, que iniciaron en las costas veracruzanas y se extendieron hacia el centro del país, incluso fueron permeando en las altas esferas de la sociedad.21 Piezas del gusto popular como El Palomo, Los enanos, El atole, El butaquito, El murciélago, No me olvides, Elguajito, El durazno, Viva Cuba, Las cubanitas, La serpentina, La paloma azul, Las bicicletas, Los patinadores, Cuando el amor muere, La primavera, Los parranderos, Los lagartijos, y cientos de melodías más, de autores conocidos o anónimos; se publicaron cancioneros populares, entre himnos, corridos, tragedias y fragmentos de operetas, que aluden a la añoranza, al orgullo nacional.22
Es un hecho que había una frontera muy difusa entre la música culta, llamada también de concierto, y la música popular o tradicional. Recuerda el conocido escritor y futuro diplomático Pedro de Alba el ambiente que prevalecía en la ciudad de Aguascalientes a fines del siglo XIX: «... la música era una manifestación de cultura popular, se difundía en el aire y se escuchaba por todos los rumbos».23
2.1. Los artífices
El profesor José Gregorio Jiménez López, director de la escuela de niños número 2, fue el alma del nuevo proyecto en el que se introdujo la enseñanza de la música de manera formal e institucionalizada puesto que se trataba de un establecimiento educativo del sector público, que dependía de los recursos presupuestales del ayuntamiento capitalino a través de la Junta de Instrucción Pública. Esa escuela se ubicaba en una zona pauperizada, de clase trabajadora, en los límites entre los barrios de La Salud y de Triana, al sur de la ciudad de Aguascalientes.
En realidad, las funciones de Gregorio Jiménez fueron múltiples, era una especie de director general, pues anexas a dicha escuela primaria se estableció la de párvulos, la nocturna para adultos, la academia de música y un tiempo también la academia de dibujo; aunque cada una de ellas tenía su propio director o encargado, Jiménez estaba al pendiente de todas.
Este individuo debió tener más que conocimientos, sensibilidad por la música, pero, sobre todo, voluntad de ayudar, de educar y dotar a los jovencitos de escasos recursos de una herramienta para el porvenir. Sabía de la resistencia de algunos padres de familia, que no dejaban que sus hijos acudieran a la escuela, por ser notablemente pobres; de ahí la necesidad de enseñarles un oficio: el de músico, para luego poder trabajar de ello.
No sería extraño el sentimiento de apego y deseos de ayudar a los niños de escasos recursos, pues Gregorio Jiménez era oriundo de ese Barrio de Triana, donde nació en 184524 y vivió hasta la edad adulta, cuando se casó en 1871.25 Que fuera originario de dicho barrio, vecino del de la Salud, es relevante para entender por qué tuvo tanto empeño en sacar adelante a los niños de ese entorno, principalmente a los de familias de escasos recursos. Convivía con gente del sector trabajador: jornaleros, impresores, profesores, operarios y seguramente sabía de sus necesidades.
Por su parte, José María Carrillo Valadez, nacido entre 1834 y 1840, fue galardonado en 1867 por la junta de Exposición26 por sus adelantos en música; en todos los documentos se presentó como músico o filarmónico. No sabemos dónde o con quién aprendió a tocar, pero figuró como el director de la academia de música de la escuela para niños número 2; al principio no recibió sueldo, luego le pagaron algo y más tarde solicitó aumento. En 1885, figuró como director de la banda y la orquesta de dicha institución.27 Carrillo vivió en amasiato por más de 20 años con María Hilaria Carrasco Torres, con quien tuvo cuatro hijos;28 se casaron por la vía civil en 1896,29 hasta que falleció tres años más tarde.
Otro personaje que desempeñó una labor relevante como profesor no solo en la academia de música anexa a la escuela de niños número 2, sino en otras instituciones musicales y educativas, fue el señor Ángel García Macías (1853-1906), reconocido en su época como gran violinista y compositor.30 Vino al mundo el 2 de agosto de 1853 en la empedrada calle de Vicente Guerrero, ubicada en el barrio del Castillo, próximo al de Triana. Su trayectoria es interesante, entre otras cosas nos muestra el tipo de formación que los filarmónicos recibían en aquella época. Su padre don Nicolás García Reyes (nacido en 1830 en la calle del Salitre -hoy Galeana-en Aguascalientes) también fue músico «de cierto renombre, que ejecutaba con facilidad en varios instrumentos de aliento y cuerda», que fue llevado en leva por un militar al norte del país en 1847 donde «sobrevivió tocando en los templos de los lugares donde llegaba»,31 en esas andanzas conoció el contrabajo y lo aprendió a tocar, siendo quien lo introdujo en Aguascalientes a su regreso; hombre estricto, transmitió a sus hijos el gusto por la música y les enseñó a tocar instrumentos: a Ángel (violinista) y a Rafael (clarinetista). Así entonces:
Llevando en la sangre la heredada musicalidad y en aquel ambiente que tiraba materialmente a entregarse a las expresiones sentimentales, fue sencillo y espontáneo en Don Ángel asimilar las enseñanzas de su padre y dedicarse con verdadero ahínco al estudio de la música eligiendo por primeras providencias el violín como su instrumento favorito, el cual llegó a dominar a la perfección.. .32
Desde temprana edad llamó la atención por sus habilidades musicales. Común en la época fue la injerencia del clero católico, interesado en cultivar la música sacra, brindó protección a jóvenes talentos:
Contando menos de quince años, Don Ángel se destacó rápidamente en los diversos conjuntos musicales de la localidad, causando admiración su precocidad, lo que le valió, con la autorización paterna muy cuidadosa de estos menesteres, ser protegido por el cura Don Crispín Villasana, quien lo convirtió en un magnífico organista, ocupando con dignidad y talento dicho puesto, como titular, en la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad.33
En 1867, el niño Ángel, de doce años, fue premiado por la Junta de Exposición con medalla de bronce «por los adelantos notables en la música».34 Se le vio con frecuencia en distintos eventos; por ejemplo, en la distribución de premios de la Escuela de Agricultura, participó en 1871 en el programa musical con «Pieza de violín, -Recuerdos de Bellini»35. La noche del 7 de noviembre de 1872, con motivo de la premiación en el Instituto Científico y Literario, una revista local, el poeta de origen español Blas Elizondo -avecindado en Aguascalientes- comentó:
Los armoniosos sonidos de ese tan difícil como divino instrumento, en el que decían que Paganini tenía encerrada un alma, nos hicieron olvidar los cantos del poeta. Era el joven Ángel García que ejecutaba en el violín, con la perfección y el buen gusto que lo distingue, unas bellísimas variaciones sobre temas del Pirata. ¡Qué lástima que Ángel no pueda seguir sus estudios al lado de alguno de los grandes maestros! Su ejecución es limpia, y su escuela moderna; tiene talento, le falta protección: ¿La encontrará? Ya veremos.36
Se casó en 1873 con Francisca Mendoza. En su presentación matrimonial los pretensos presentaron como testigos a varios filarmónicos: Ángel Richarte, Julián y Daniel Ysordia así como Susano Yslas37 y lo más probable es que fueran compañeros de Ángel García, quizá en alguna banda o agrupación musical; esto es casi diez años antes de que se fundara la academia de música. Ángel García formó «una orquesta de treinta profesores, con la cual, por más de veinte años, llenó suficiente y prestigiosamente, las necesidades de la provincia, siendo indispensable en cualquier acto cultural, cívico o de índole familiar ».38 Para el matrimonio religioso, sus padrinos fueron su hermana Victoriana y el filarmónico Martín Carrillo,39 este último hermano de José María del mismo apellido, filarmónico y colega de Ángel. Debieron ser estrechas las relaciones entre Ángel García y José María Carrillo, pues trabajaron juntos y quizá en alguna agrupación musical, al margen de la academia. Ángel, además, dio clases de música en el Instituto Científico y Literario.40
3. Fundación y primeros pasos de la academia de música en la escuela de niños número dos
En agosto de 1880, cuando se instaló la escuela de párvulos «ubicada en la antigua escuela de la Salud contigua a la garita del mismo nombre», Jiménez pronunció un discurso ante la concurrencia entre la que se hallaba el gobernador del estado, en el que aludió recurrentemente a la «armonía» (vocablo muy musical) del hombre con Dios, con la naturaleza y con la humanidad; desde luego destacó, en términos poéticos, la necesidad de educar, puesto que «la instrucción es una necesidad social a cuya ley imperiosa los pueblos se someten gustosos porque su dominio eleva al hombre en vez de degradarlo y concluye por enseñorearlo» y lo hace «comprender su verdadero valor como un miembro de la gran familia humana y le muestra un hermoso porvenir».41
Las autoridades educativas reconocieron en Gregorio Jiménez capacidad de organización, empeño y compromiso; cada vez que las instalaciones de la escuela fueron revisadas y los alumnos examinados, llenaron de elogios sus esfuerzos y resultados, a pesar de los obstáculos y difíciles condiciones de los educandos, la mayoría de origen humilde.
En un informe fechado el 6 de septiembre de 1881, Gregorio Jiménez reportó a la comisión sinodal que en la escuela de niños número 2, había setenta alumnos matriculados que cursaban las materias de Lectura, Escritura, Aritmética, Gramática, Geografía, Historia de México, Urbanidad y Francés. En ese mismo informe mencionó que que, desde el primero de mayo, había sido establecida «la cátedra de música bajo la dirección del Sor. [señor] José Ma. Carrillo».42
Esta cátedra de música se impartió una vez finalizadas las otras clases; al principio su director, Carrillo, no recibió un salario propiamente dicho, sino que los educandos -a pesar de su pobreza- le gratificaron sus servicios apoyándole con algunas monedas. Respecto a los estudiantes, debieron al comienzo llevar sus propios instrumentos musicales, ser de distintas edades y tener conocimientos dispares. Al respecto, apuntó Gregorio Jiménez: «Entre los alumnos que cursan este ramo, hay dos que han concluido la llave de do por haberlos recibido bastante aventajados; hay otros que han aprendido cincuenta lecciones, y otros, por fin, que solo llevan 25; tal diferencia proviene de las diversas fechas de su entrada a la cátedra».43
El 12 de septiembre de 1882 fueron practicados los exámenes en la escuela de niños número 2 y se elogió a su director, ya que el establecimiento demostraba regularidad en el aprendizaje y laboriosidad. De igual manera: «En la Academia de Música, dirigida por el Sr. José María Carrillo, se notaron muy regulares adelantos a pesar del poco tiempo que tiene de establecida la clase; creyéndose obligada la comisión a tributar un elogio especial al Sr. Jiménez por el decidido empeño que desplegó para establecerla».44
A mediados de ese año la academia de música contó con algunos instrumentos de viento (trombón, clarinetes, saxofón barítono, saxo requinto, bajo, contrabajo de si bemol y otros) y percusión (tambora, platillos, caja), así como métodos (para clarinete) y atriles. Gregorio Jiménez hizo un inventario de los mismos, anotó en la relación si había sido donado y por quién, o bien comprado y en dónde, así como el precio. Llama la atención que algunos instrumentos fueron adquiridos en Rincón de Romos, municipio localizado al norte del estado de Aguascalientes, y en las vecinas ciudades de León, Guanajuato y Zacatecas capital (Mercería Parisiense), y algunos dice simplemente comprados «a una Corporación» sin especificar su nombre. Por su parte, el doctor Carlos M. López obsequió un clarinete con valor de 10 pesos; el propio José María Carrillo vendió un saxofón con valor de 10 pesos; y José María Ávila un clarinete con valor de 15 pesos. Todo el inventario ascendió a 296 pesos.45
Con apenas suficiente instrumental, pero enorme entusiasmo, los alumnos empezaron a tener audiciones públicas, tanto en el Jardín de San Marcos como en la Exposición de Industria, Minería y Artes. En abril de 1884, en la apertura de la XXV edición de la Exposición, «La música de la Escuela municipal de niños núm. 2, ejecutó hábilmente algunas piezas, durante la ceremonia».46 Y por sus interpretaciones musicales en el jardín, fueron elogiados los jóvenes, agrupación que «[... ] se encargaba de amenizar por tarde y noche este paseo, tocando las mejores piezas de su repertorio con notable maestría. Verdaderamente hacen rápidos progresos estos imberbes, y así lo consignamos con placer para su estímulo, y en honor de su empeñoso director».47
En octubre de ese mismo año se llevaron a cabo exámenes a los alumnos de la escuela nocturna de adultos, y en el salón «La banda de la Academia anexa a la escuela núm. 2, ejecutó las mejores piezas de su repertorio». La nota del periódico hizo notar la presencia de autoridades educativas y políticas, entre ellas la del gobernador, lo cual «contribuye a estimular a los dignos artesanos que roban al reposo natural, después de las fatigas del día, las primeras horas de la noche para ir a buscar en la escuela su redención y su ennoblecimiento por medio de la instrucción».48
4. Apoyos a la academia de música
Continuaron los apoyos y donaciones. El 9 de mayo de 1884 el doctor Jesús Díaz de León, a la sazón presidente de la Junta de la Exposición de San Marcos y director del periódico El Instructor, donó 20 pesos para la compra de timbales, y lo hizo a través del tesorero de la Junta de Instrucción Pública, don José Bolado, su suegro.49 El 27 de mayo, la Junta de Beneficencia Pública de Aguascalientes aportó 15 pesos para compra de timbales, a petición expresa de la Junta de Instrucción Pública.50 El 26 de agosto de ese mismo año el juez primero de primera instancia Juan B. Gámez donó a la academia de música 5.40 pesos.51
Había necesidad de apoyar y algunos miembros prominentes de la sociedad aguascalentense lo hicieron, algunos de ellos incrustados en las estructuras gubernamentales. Alguien (¿Gregorio Jiménez, José Bolado, Carlos M. López?) se dio a la tarea de solicitar donaciones de algunas personas «amantes de nuestro adelanto social» con el fin de recabar un fondo monetario y así poder adquirir instrumentos musicales para los niños pobres de la escuela número 2. El primero de octubre de 1882, El Republicano dio a conocer la lista de los donantes y el monto de lo recabado: 109 pesos con 25 centavos, de los cuales más de una tercera parte (40 pesos) fue puesta por el hacendado y gobernador en turno Rafael Arellano Ruiz Esparza; el resto, por comerciantes, médicos, burócratas, abogados y miembros de familias de clase media.
En la lista figuraron 58 individuos: José Bolado (funcionario, comerciante y agricultor) y su esposa Julia Delhumeau, los hermanos Luis y Juan Aguilar (comerciantes y hacendados), José Herrán y Bolado (profesor, inventor y periodista, padre del futuro pintor Saturnino Herrán), Carlos Sagredo (comerciante y político), Isidro Calera (el llamado «médico de los pobres»), doctor Refugio Camarena, Celso Bernal (dueño de una escuela particular y padre del futuro músico Gustavo Bernal), Luis de la Rosa (jefe político y farmacéutico), Reyes M. Durón (comerciante), abogados como Ignacio R., e Ibarrola, Alberto M. Dávalos, los Chávez (Francisco, Camilo, Gil, Antonio), Antonio Puga (comerciante), Felipe Ruiz de Chávez (comerciante y funcionario), Pablo de la Rosa (diputado), Alcibíades González (farmacéutico), entre otros. Hubo quienes aportaron 25 centavos, 50 centavos, un peso, dos pesos, cinco pesos y cuarenta pesos; extrañamente no aparecieron en la lista de donantes Cipriano Ávila, Julio Pani, los medios hermanos Daniel y Manuel Gómez Portugal, amantes de la música, la dramaturgia y las tertulias.52
Tocó el turno de las autoridades. La escuela de niños número 2 tenía un presupuesto pues dependía del municipio, pero no la llamada academia de música anexa a sus instalaciones. Carlos M. López, a la sazón presidente de la Junta de Instrucción Pública y amante de la música, el 28 de octubre de 1882 dirigió un oficio al ayuntamiento del municipio de Aguascalientes, a fin de que le fuese otorgada una subvención de 25 pesos mensuales; así lo justifica:
La Junta que me honro en presidir deseosa de difundir la enseñanza lo más que le sea posible adecuándola a las exigencias de la época actual y comprendiendo la necesidad que hay de fomentar el estudio del arte de la música, que hasta hoy se ha visto con descuido entre nosotros cuando que erige especial solicitud y protección por ser un ramo interesante de buena educación se ha visto obligada a hacer un sacrificio de sus escasos fondos para cooperar al establecimiento de una Academia de este arte, la que desde principios de este año se inauguró debido a los esfuerzos particulares de algunas personas amantes de nuestro adelanto social y como se ha dicho, con los pequeños auxilios que esta Junta le ha podido dispensar.53
Carlos M. López abogó por José María Carrillo, de la siguiente manera: «desde la creación de la Academia su Director ha servido, se puede decir, graciosamente la Clase; conformándose con muy pequeñas dotaciones, que sus alumnos le dan en lo privado; pero es imposible que de esta manera pueda subsistir este establecimiento tan benéfico que cuenta ya con los instrumentos y útiles más indispensables».54
La petición pasó al Congreso local. Finalmente, se otorgó una subvención de 200 pesos anuales, se metió al plan de arbitrios del municipio y así siguió por varios años,55 en lugar de los 300 que se solicitaron. No obstante, en marzo de 1883 las comisiones unidas de Hacienda e Instrucción Pública del congreso del estado, solicitaron se aprobara una subvención extraordinaria por 400 pesos, dado que muchos instrumentos estaban en mal estado y convendría proveerla de un instrumental nuevo y completo;56 esto bajo el argumento de que «una vez establecida la Academia de música, nada más natural que dotarla» con todo lo necesario «para que pueda producir el fruto que es de esperarse de un establecimiento de este género».57 El ejecutivo estatal dio su visto bueno y quedó facultado para aprobar un bono extraordinario, disponer con la tesorería lo necesario y complementar el dinero faltante a la Junta de Instrucción.58
En efecto, de a poco fueron siendo solicitados los servicios de la academia de música. Ya desde diciembre del año anterior un empresario de nombre Refugio Reyes, que proyectaba «vistas» en un local llamado El Recreo -cercano al teatro La Primavera-, pidió al ayuntamiento le facilitase a «los niños filarmónicos» de la escuela del maestro Gregorio Jiménez de modo que desempeñaran «su arte», para que tocaran al frente del establecimiento y en los intermedios y que a cambio él podría otorgar al ayuntamiento 15 pesos por función; la Junta de Instrucción Pública no aprobó la petición por considerar que dicha academia no estaba para tales propósitos.59
Para el 7 de septiembre de 1883 se llevaron a cabo los exámenes públicos de los niños y niñas más adelantados de las escuelas públicas municipales y para amenizar los intermedios se recurrió a la orquesta de la escuela de niños número 2.60
Fue costumbre premiar a los alumnos aventajados. En el año escolar de 1881, en la cátedra de música de la escuela de niños número 2 resultaron galardonados con premios de primera clase por su desempeño: Enrique Gandoulf, Pascual y Alberto Anguiano, José Cruz, Leobardo Bernal, Filiberto de la Vega, Amado Lozano, Isabel García, Emilio Mesa, Aureliano Guillén y Fernando Chávez.61 Para 1883, fueron premiados Gonzalo Castañeda, Jesús Álvarez y de nueva cuenta Filiberto de la Vega.62 Para 1884, la premiación se dividió, por un lado, para alumnos de la banda militar y, por el otro, alumnos de la orquesta. De la banda militar fueron premiados Juan Castillo, Martin Aguilar, Ygnacio Anguiano, Jesús Álvarez, Filiberto de la Vega, Martin Aquino, Evaristo Onsurez, Maximiliano Macías, Martin Durán en primera clase; en segunda clase Gilberto Anguiano; y Filiberto Cruz, Rafael Chávez Arteaga, Rafael Chávez Pedroza, Aureliano Guillén, Guillermo Díaz, Benigno de la Roza [sic], Clemente Reyes, Martín Chávez, Genarindo Rodríguez y Francisco Alonso en tercera clase. En la orquesta resultaron premiados Martín Aquino, Alfonso Mejía, Martín Villalobos en primera clase; y en 2a clase, Rosendo Juárez, Francisco Viramontes y Felipe Chávez.63 Ninguno de los reportes señaló en qué consistían los premios: ¿diploma, libros, dinero?
Para diciembre de 1883, creció la matrícula. Ignoro cuánto ganaba entonces José María Carrillo, quizás 20 pesos al mes, por lo que se animó a hacer un escrito solicitando un aumento y pidió ganar 40 pesos mensuales; en su alegato dijo ser notoriamente pobre y argumentó: «Habiendo aumentado considerablemente el número de alumnos en la Academia de Música anexa a la Escuela de niños número 2, es mayor el tiempo que tengo que destinar a la enseñanza de ellos, y por consiguiente, no puedo desempeñar otros quehaceres que me produzcan lo necesario para cubrir mis necesidades más urgentes».64 La Junta Directiva de Instrucción Primaria del Estado le otorgó ganar 25 pesos mensuales a partir de enero del siguiente año.
Ese año y el siguiente, siguió teniendo diversos apoyos. Desde luego de la oficina de la Proveeduría de la Junta de Instrucción Pública recibió útiles y materiales como cañas para distintos instrumentos, papel pautado, velas estearina, etcétera. También instrumentos, en el transcurso del mes de junio de 1884 llegó a la academia de música una cantidad significativa de instrumentos nuevos; José María Carrillo firmó varias papeletas, indicando que recibió un contrabajo, violoncelo, violines, clarinete, flautas, cornos, tambor, oboe, fagot y un octavino de madera de rosa, además de métodos Beriot para violín, oboe, fagot, violoncelo, flauta, corno, contrabajo y «Cartillas de Música».65
Otro apoyo importante fue que, gracias a las gestiones que el gobernador Francisco G. Hornedo hizo ante el poder legislativo local, a mediados de 1884 se autorizó un presupuesto por 278.55 pesos para la compra de tela de paño o casimir, adquirida en la Ciudad de México, para confeccionar los uniformes de la banda y la orquesta de la escuela de niños número 2, para que lucieran y vistieran apropiadamente en sus ensayos y audiciones musicales.66
Ese mismo año de 1884 el fotógrafo e impresor Sóstenes E. Chávez, hijo de José María Chávez, el malogrado gobernador fusilado por los franceses dos décadas atrás, compuso un himno patriótico dedicado a los jóvenes de la sociedad filarmónica, dirigida entonces por el maestro José María Carrillo, y a los ciudadanos que la habían fomentado. Fechado en la ciudad de Aguascalientes el 18 de junio, el manuscrito dice a la letra:
¡Al compás y con voz cadenciosa Entonad nuestro humilde cantar; Juventud proseguid estudiosa Y mil lauros de gloria alcanzad!
Entre flores de tallos sensibles Que os regalan su fresca ambrosía A los rayos de luna apacibles, Ecos dan de tu alegre armonía;
Y del vals con la nota sonora Arrobad de ilusiones el alma, Dando al pecho sufrido la calma, Endulzando su amargo penar.
¡Al compás y con voz cadenciosa...
Bello es tu arte, sublime, divino,
Porque invita las voces del cielo, Y qué hermoso adornar este suelo ¡De una orquesta graciosa y gentil!
Ya se ensaya doquiera el violín, Augurando feliz esperanza: ¡Días de dicha, de eterna bonanza Patria mía te darán porvenir!
¡Al compás y con voz cadenciosa.
Que en la cuna de Chávez y Arteaga Donde el luto extendió el trovador, Solo acentos de amable enseñanza Nos prometen simpático amor;
Y en la tierra de amenos jardines Se establezca el trabajo, el progreso
Y la ciencia posando su dedo Nos dé paz, adelanto, igualdad!
¡Al compás y con voz cadenciosa.
Elevad a las nubes tu canto, El espacio llamad con tus trinos, Que son graves, sublimes, divinos Los arpegios que al aire le das.
Levantad vuestra frente hacia el cielo
Y pedid con afán protección; Proseguid juventud con anhelo
Y la gloria escalad con valor
¡Al compás y con voz cadenciosa Entonad vuestro humilde cantar,
Y si gloria conquistas famosa, Mil laureles de nombre ostentad!
S.E. Chávez Aguascalientes, junio 18 de 188467
Siendo Sóstenes E. Chávez miembro de una familia de artesanos, impresores y políticos, no extraña que hiciera elogios al trabajo, al progreso, la ciencia, el estudio y la paz, luego de una etapa de guerras civiles y lucha contra el imperio de Maximiliano que dejó como saldo mucho dolor y la muerte de patriotas como José María Chávez y José María Arteaga, considerados mártires por parte del liberalismo triunfante, al haber fallecido en hechos de armas en defensa de la República. Desde luego, el himno puso el acento en elementos propios del romanticismo: la naturaleza (aire, nubes, cielo, flores, jardines), el amor, sufrimiento, atmósferas nocturnas, el pasado glorioso, el presente que promete, el porvenir venturoso, los sentimientos como el placer que da la música especialmente la voz cadenciosa de los violines que entona una «orquesta graciosa y gentil» ya que practica un arte bello, «sublime, divino». Es un himno patriótico y esperanzador dedicado a la juventud estudiosa y amante de la música.68
5. Formación de la banda militar y orquesta
En octubre de 1884, continuaron los elogios para el profesor Gregorio Jiménez, pues estuvo a cargo no solo de la escuela de niños número 2 que mostró sólidos adelantos, sino también de la escuela nocturna para adultos e inclusive tuvo que vigilar la academia municipal de dibujo, así como la de música. Dijo el doctor Jesús Díaz de León, presidente de la comisión sinodal, que Jiménez, además de lo anterior, «tiene a su cargo la vigilancia de la escoleta en la academia de música, cuyos estudios siguen inmediatamente a la terminación de los trabajos escolares de la mañana».69 Y agregó cuestiones que tienen que ver con los avances logrados con la enseñanza de la música entre los estudiantes, ya que se les practicaron exámenes teóricos y prácticos. Para entonces, José María Carrillo se ocupaba de la banda militar: «Respecto de la banda militar que dirige el Señor José María Carrillo hemos notado los grandes progresos que han alcanzado los alumnos en el poco tiempo que tiene de establecida dicha clase y según la opinión del sinodal, el Señor Don Domingo Gutiérrez, se encuentra bastante adelantada la clase que forma la banda militar».70 Por su parte, Ángel García Macías, se hizo cargo de la incipiente orquesta:
La orquesta que dirige el Señor Ángel García se encuentra todavía en los primeros estudios de los métodos de solfeo e instrumentos respectivos, pero sin embargo se nota que los niños van venciendo las dificultades de los primeros pasos en el aprendizaje y es de esperarse fundadamente que para el año próximo la orquesta podrá ejecutar ya algunas piezas de más o menos fuerza. Respecto de la clase de solfeo, también hemos notado grandes adelantos y mucho estímulo y gusto de los niños hacia la música.71
Para el 29 de octubre de 1884, fueron 63 los alumnos matriculados en la academia de música y la asistencia media fue de 50.72 En un detallado informe de once páginas que Gregorio Jiménez rindió en 1884 para dar cuenta de su labor al frente de la escuela de niños número 2 y sus anexos, explicó los obstáculos a los que se enfrentó: los alumnos se ausentan del establecimiento o llegan tarde pues tienen que trabajar y ayudar a sus padres; las enfermedades recurrentes que padecen los infantes «pasando largos días en el lecho del dolor»; las instalaciones en mal estado. La mayoría de los educandos enfatizó «pertenecen a la clase más pobre» de la sociedad, tienen que trabajar duro para ganar su alimento, lo cual le parece «bien triste».73 Para finalizar, expuso las razones por las cuales fundó la academia de música: dotar a los alumnos pobres de una preparación en la materia y que luego pudieran laborar, ganar dinero y poder mantenerse; así lo argumentó:
Notaba la miseria de muchos de mis alumnos, veía con tristeza que después de haber por algunos años concurrido a la escuela salían de ella abandonados a su pobre suerte. Y muchos, si, muchos considerarían ese tiempo empleado en el objeto más noble, en la perfección de la inteligencia, lo considerarían digo como un tiempo tristemente perdido. Esa es la idea que abriga casi todo el pueblo y principalmente la clase pobre. De ahí la resistencia de algunos padres para que sus hijos entren a la escuela y el que vean como una violencia que la autoridad se los arrebate para llevarlos a donde se les instruya.
Pues bien, esa consideración por una parte y por otra la de que para el cumplimento de la enseñanza es necesario aprender alguna profesión o industria, fueron las razones que me decidieron a establecer una cátedra de música vocal e instrumental para que mis alumnos al mismo tiempo que adquirieran la necesaria instrucción aprendieran una profesión que en futuros días cuando ellos salgan de la escuela salve a unos de la miseria que los amenazase y aumente la instrucción de los que más feliz no tengan necesidad de su trabajo para subvenir a sus necesidades.74
Agradeció los apoyos económicos brindados por el gobierno a los alumnos de escasos recursos y reconoció en el profesor José María Carrillo su compromiso, desempeño, habilidades, pericia y constancia, en su difícil tarea de enseñar música, lo cual ha redundado en grandes adelantos.
Para el 30 de marzo de 1885, la Junta de Instrucción Pública no tenía claridad respecto al inventario de instrumentos existentes en la academia de música, y pidió una aclaración al director de la escuela de niños número 2. Gregorio Jiménez comentó que en lo privado él reunió donativos para su fundación y que entregó los dichos donativos a la junta directiva de instrucción primaria, la cual se encargó de comprar los útiles e instrumentos necesarios, pero como también dicha junta recibió donativos de otros particulares, Jiménez admitió no poder decir con claridad cuáles instrumentos fueron de procedencia particular y cuáles pertenecían al establecimiento.75
En septiembre de 1885 se realizaron los acostumbrados exámenes. La comisión integrada por Gustavo Puga y Aurelio del mismo apellido y Salvador Cornejo se declaró «profana» en la materia, esto es, no experta y aun así informaron con cierto detalle. Mencionan en su reporte que fueron recibidos con música interpretada por la banda militar: el «himno de la Patria» y otras interpretaciones de piezas que no fueron especificadas. Los exámenes en dos partes, primero a los alumnos de la banda procediendo a un minucioso examen de música teórica y vocal, «obteniendo los niños que cursan esta cátedra distinguidas y honrosas calificaciones, singularizándose los apreciables jóvenes Rafael López, Alfonso Mejía, Ángel Nájera é Ygnacio Anguiano». Comentan:
A continuación, fueron sinodados los alumnos que forman la Banda militar en sus respectivos instrumentos y como se comprende lo hicieron muy bien. Estos educandos poseedores de mayores conocimientos dejaron satisfecha a la relacionada Junta, asignándoles por sus estudios superiores y aprovechamiento, las mejores calificaciones.76
Luego, tocó el turno a los educandos de la naciente orquesta; la comisión manifestó:
[...] nos es grato hacer un elogio especial de los aventajados alumnos Sres. Jesús Peña, Martin Aguilar, Ygnacio Anguiano y Esteban Díaz quienes ejecutaron con maestría un precioso cuarteto de Saxophones, en seguida ejecutaron notablemente bien los jóvenes Martin Aguilar, Esteban Díaz Martin Anguiano y Pedro Ysordia un cuarteto de violines que, sin vacilar, y según nuestro pobre criterio fue lo mejor.
La comisión escuchó con beneplácito una obertura y otras piezas intituladas «Amour et Jalousie» «Autrefois» Flores de Otoño y Polka de los oficiales, ejecutadas por la orquesta. Después fueron examinados individualmente los alumnos que cursan ésta cátedra en sus respectivos instrumentos, siendo notables sus adelantos no obstante el poco tiempo de aprendizaje.77
6. Conclusión
Son todavía escasos los datos para reconstruir la historia de la primigenia academia de música, anexa a la escuela primaria de niños número 2, fundada para jóvenes de familias pobres y alejarlos de la miseria. Con poca información respecto a quienes tuvieron que ver -Gregorio Jiménez, José María Carrillo y Ángel García- se ha intentado dar cuenta en este texto de sus primeros pasos, problemas a los que se enfrentó y la manera en que fueron sorteados.
Esa academia de música de la escuela de niños número 2 en la ciudad de Aguascalientes, donde acudían hijos de artesanos, jornaleros, hortelanos y operarios, representa el primer esfuerzo de una naciente industria musical, de una sociedad que demandaba sus servicios en espacios públicos, privados y semipúblicos, esfuerzo que continuó por muchos años más la academia de música municipal.
El único ejemplo que se conoce para otras latitudes es el de una academia de música particular fundada en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, por Jesús González Rubio (1805-1874) en 1842, en la que acogió a talentosos estudiantes jóvenes de escasos recursos a quienes dio casa, vestido y sustento que luego descollaron por su trayectoria como fueron los casos de Cruz Balcázar (1826-1870) y Clemente Aguirre (1828-1900).78
Clases de música, instrumentos y métodos de enseñanza hubo en tres instituciones: la escuela de niños número 2, la Escuela de Agricultura (fundada en 1867) luego nombrada Instituto Científico y Literario, y en el Liceo de Niñas (fundado en 1878).
Estaba por concluirse la construcción del Teatro Morelos, y fue entonces que en 1885 el ejecutivo estatal, encabezado por Francisco Gómez Hornedo Bengoa, lanzó la iniciativa para que el congreso local aprobara la fundación de una academia de música más formal y profesional, dado que se partió de la «la necesidad y conveniencia que tiene el Estado», de organizarla. Esto se derivó de una iniciativa gubernamental, para satisfacer «el pensamiento de este vecindario» dado que:
«[... ] hay en el orden social y material de los pueblos reformas que una vez implantadas arrastran forzosas consecuencias que enlazan la necesidad de proporcionar todo aquello que concurra que el pensamiento iniciado alcance la forma conveniente y produzca los resultados que de él se esperan».
El argumento principal: contar con un conservatorio y una orquesta que acompañara las artes escénicas. Los diputados señalaron: «¿Qué sería de nuestro Teatro si no se procurara fundar una academia que impulse los estudios del divino arte, que es el auxiliar poderoso e indiscutible tanto para la representación como para todos los actos a que está dedicado aquel edificio?»79
Fue preciso, por tanto, contar con una orquesta que auxiliara las representaciones escénicas. Los congresistas pensaron que el piano e instrumentos musicales existentes en otros establecimientos pudieran pasar a la naciente academia de música y, si un día esta se clausuraba, regresarían a donde fueron tomados. Se pensó en incrementar el apoyo presupuestal a la Junta de Instrucción Pública con el fin de pagar un director que organizara el próximo establecimiento educativo y las cátedras a impartir. La propuesta fue firmada por Rafael Sagredo (comerciante y miembro de la élite), diputado suplente, P. Maldonado, G. Dávila e Ignacio N. Marín (director del Instituto de Ciencias), diputado propietario. Asimismo, fue sancionada por Juan Aguilar (comerciante, gustoso de la música), diputado suplente. Con lo anterior, los diputados dieron fin a tan interesante experimento, me refiero a la academia de música para estudiantes pobres de la escuela de niños número 2; sobrevivió unos cuantos meses y luego ya no se volvió a mencionar más. Se gestó una nueva institución.
Ángel García estuvo atento a los cambios. Previo a la inauguración del Teatro Morelos, la noche del 5 de agosto de 1885 «se ofreció para tocar... con la orquesta que dirige y probar también las condiciones acústicas de la caja armónica, cuya prueba dio un magnífico resultado».80 La noche del estreno, el 25 del mismo mes, bajo la dirección de José María Carrillo, «La aventajada música de la escuela municipal de niños número 2, situada al frente del teatro, tocaba selectas y armoniosas piezas, ínterin se llegaba la hora del espectáculo.».81 Otra nota mencionó que «Después de una magnífica obertura hábilmente ejecutada por la orquesta que dirigen los inteligentes profesores señores Daniel Gómez Portugal y Ángel García, se dio principio a la representación del hermoso drama La Muerte civil».82
En una serie de datos estadísticos, para agosto de 1885, se registraron para la ciudad de Aguascalientes seis «Profesores de música: Daniel Gómez Portugal, Domingo Gutiérrez, Cipriano Ávila, José María Carrillo, Pedro S. Medina, Ángel y Rafael García [Macías]». Por tanto, los congresistas pensaron que existían las condiciones materiales, legales y de personal suficiente para fundar la nueva institución, de carácter profesional. La nueva y flamante academia de música municipal tardó meses en arrancar formalmente, y fue instalada en la calle de Hospitalidad, en el centro histórico de la ciudad de Aguascalientes.
Seguramente fue una transición en la que hubo tensiones, desconfianzas e incertidumbres. Así mueve a pensar el comportamiento de José María Carrillo, quien renunció a la institución en abril de 1886, fue degradado a ser un simple auxiliar, además de que se sintió explotado, menospreciado e imposibilitado de ganar dinero en otras tareas por absorberlo la sobrecarga de trabajo en dicha institución; dio a entender que existieron favoritismos cuando dijo que se marchaba por «otras razones que me reservo».83 Sin embargo, por mediación de Daniel Gómez Portugal, hijo de un exgobernador y miembro de familia influyente que se hizo cargo de la nueva academia, Carrillo fue convencido de seguir trabajando como ayudante; falleció el 26 de enero de 1899, víctima de enfermedad pulmonar.84
Llegó a su fin esa primigenia institución, de donde salieron algunos muchachos de los grupos subalternos de la sociedad aguascalentense. ¿Cuántos se graduaron de esa primera generación?, ¿cuántos desertaron o quedó trunca su formación?, ¿cuántos se incorporaron a la institución que estaba en ciernes? Lo ignoro.
Respecto al mentor Gregorio Jiménez, también ignoro hasta cuándo siguió como director de la escuela de niños número 2, así como la fecha de su deceso, pero, dato curioso, en la década de los noventa se desempeñó como juez del estado civil, su firma apareció en documentos como el matrimonio civil y el acta de defunción de su amigo y antiguo colaborador, el músico José María Carrillo.