Introducción
Foucault reconoce en los neoliberales norteamericanos la crítica a las posturas de la economía clásica, que olvida o deja de lado el análisis económico del trabajo. En esta dirección, afirma que para los neoliberales la economía es una ciencia del comportamiento por lo que su análisis no debe estar solamente centrado en los procesos históricos que movilizan recursos y sus fines, sino que debe atender al estudio de la programación estratégica de la actividad de los individuos. El análisis neoliberal se centra en el trabajo como campo de análisis económico y pregunta por las formas como el trabajador utiliza los recursos de los cuales dispone; lo anterior significa que el análisis ha de situarse en el trabajador como sujeto económico activo y no pasivo. En este registro de análisis aparece el capital humano, el cual comporta dos aspectos: el biológico-hereditario y el educativo-cultural; este último es susceptible de ser “formado” por el mismo sujeto a través de inversiones en sí mismo con la finalidad de lograr acumular lo suficiente para poder involucrarse y ofertarse en el mercado. Esta manera de funcionamiento del trabajo -del trabajador y de su formación-, entroniza el valor económico de la educación en las formas de constitución de los sujetos contemporáneos en donde se destacan espacios como la escuela y la universidad3. En este orden de ideas, el capital humano se configura como dimensión educativa del neoliberalismo contemporáneo vinculado a la dirección de los procesos formativos del trabajador-empresario de sí; procesos que, a su vez, son resignificados y modulados a partir de la modernidad en consonancia con las configuraciones y transformaciones del universo laboral.
El texto se presenta en tres planos de análisis. El primero corresponde a la opción metodológica documental como procedimiento y el ensayo-problematización como ruta de interrogación; el segundo expone los planteamientos foucaultianos alrededor del capital humano en cuanto método de análisis y programación de los sujetos; y, por último, la dimensión educativa, desde la que se posiciona la categoría neoliberal y sus efectos sobre sujetos e instituciones dedicadas a la educación como la escuela y la universidad.
El texto cierra con la proyección de algunas posibilidades para la investigación filosófica y educativa a partir de la obra de Foucault y la noción de capital humano como forma de subjetivación que permite leer problemas contemporáneos de la educación.
Claves metodológicas
El procedimiento metodológico utilizado en la elaboración del informe se ubica en la búsqueda conceptual en la obra del pensador francés, particularmente, en los cursos del Collège de France, que dan cuenta de la historia de la gubernamentalidad, en especial, el curso “Nacimiento de la biopolítica”4 en donde aborda in extenso el neoliberalismo como forma de gobierno contemporáneo. El trabajo con los conceptos despliega una genealogía del capital humano en cuanto categoría teórico-metodológica en torno a los economistas neoliberales, especialmente Schultz y Becker, quienes en sus formulaciones lo introducen como discurso. Luego se asume la problematización5, como forma y expresión metodológica6 donde, más que representar el objeto “capital humano”, se asumen sus posibilidades de emergencia como régimen de verdad de la educación contemporánea.
Foucault toma distancia de una historia de las ideas puesto que su preocupación no es un análisis de sistemas de representación; también se aparta de una historia de las mentalidades por cuanto no centra sus análisis en estructuras o esquemas de comportamiento. Su interés se sitúa en el análisis de las condiciones que han hecho posible que algo se convierta en problema, esto es, en forma de comprensión y enunciación. Por esta razón caracteriza su tarea como una historia del pensamiento en el que intenta detenerse en las formas de problematización que han hecho posible tanto las maneras de interrogar como de abordar las cuestiones. En otras palabras, su indagación se remite tanto a las formas de veridicción como a las condiciones que hacen posible que algo se convierta en objeto del o para el pensamiento.
Afirma Foucault, en una conversación con Paul Rabinow en mayo 1984: “El pensamiento no es lo que habita una conducta y le da un sentido; es, más bien, lo que permite tomar distancia con relación a esta manera de hacer o reaccionar, dársela como objeto de pensamiento e interrogarla sobre su sentido, sus condiciones y sus fines”7. Distanciamiento, continúa Foucault, “mediante el cual constituimos a algo como objeto y lo reflejamos como problema”. Para que algo aparezca como problema, como objeto del pensamiento, es necesario que abandone su obviedad y familiaridad, que aparezca como desafío, incitación e interrogante.
En consonancia con lo expuesto anteriormente, se comprende el ejercicio de la investigación como una operación sobre problemas, siendo necesaria la construcción de distintas 184 herramientas metodológicas que permitan abordar, desde su singularidad, los objetos de estudio en cuestión. De ahí que, más que la construcción de elaboradas y rígidas teorías o modelos explicativos, el interés radica en indagar cómo y de qué manera un problema se convierte en blanco de reflexión. Los conceptos también marcan formas de mirar, razón por la que también pueden ser empleados como nociones metodológicas. Visto desde otro ángulo, las herramientas teórico-metodológicas de las investigaciones operan en función de dar forma a preguntas y problemas. Si bien cada objeto, así como el tipo de relación que se establezca con el mismo, reclama unas herramientas más que otras, también es posible observar que las herramientas inciden o actúan en el tipo de relación que se genera. Asimismo, las herramientas deben ser ajustadas en sintonía con el proyecto trazado, al tiempo que los objetos y problemas muestran facetas distintas a partir de las variaciones en los modos de intervención e interpelación.
Por supuesto, tanto la utilidad como la adecuación de la herramienta requieren, por un lado, conocimiento de la materia a intervenir y, por otro, de las posibilidades mismas de la herramienta. De modo que no es solo una cuestión de intervención sino de reflexión y conocimiento. En este sentido, son nociones teórico-metodológicas pues, antes de la operar con la herramienta es necesario conocerla y poder construirla, del mismo modo que se hace imprescindible conocer la superficie o espacialidad sobre la que se opera.
En síntesis, cambiar las preguntas y modos de preguntar significa obtener respuestas disímiles y dilucidar otras maneras de transitar. De esta forma permite aproximarse, como ha de esperarse, con aquella acción propia de la problematización ligada, esta vez, a la creación de problemas, dar forma a las preguntas, indagar con nuevas herramientas para lograr nuevas formas, expresiones y siluetas. Foucault piensa su investigación como “un movimiento de análisis crítico mediante el cual se procure ver cómo se han podido construir las diferentes soluciones a un problema; pero también, cómo estas diferentes soluciones se desprenden de una forma específica de problematización”8. En un giro de tuerca, podemos pasar de la problematización como superficie de emergencia al problematizar como acción, esto es, como arte u oficio de hacer de algo un problema; poner la mirada en un aspecto (quizás irrelevante o pasado por alto hasta entonces) para con ese gesto hacerlo visible, objeto de inquietud e indagación. Contribuir a que aparezca como problema, como pregunta válida y objeto de inquietud. Trabajar con un autor es pensar qué se puede hacer con él y con el conjunto de herramientas que construye. Es en este sentido que la investigación también se hace ensayo, apuesta y modificación tanto de las formas de interrogación, como de las formas de mirar, de hacer visible, de problematizar. Pensar con e interrogar con, quizás esta sea la mejor aproximación al ejercicio desarrollado: crear problemas, modificar las maneras del interrogar y transformar los lugares de la pregunta para horizontes distintos. “Es así como el pensamiento se hace ejercicio, desplazamiento, creación y con él, tanto la lectura como la escritura, se hacen también interpelación”9.
Capital humano: método de análisis y programación
Las cuestiones de método, así como las formas de aproximación a los objetos de investigación, fue una de las preocupaciones y apuestas de Foucault durante toda su experiencia como investigador. En diferentes entrevistas, como es el caso de la realizada por Droit10, afirma que su sitio no es el de un teórico de una u otra disciplina (filosofía, psicología o historia), sino que su función es metodológica, estratégica, dado que su intención es preparar el terreno, estudiar el campo, trazar mapas y diagramas para poder diagnosticar e intervenir. En sus obras y sobre todo en los cursos, el autor enfatiza la centralidad de las cuestiones de método en su trabajo.
Los cursos de 1977 a 1979 en el Collège de France11, permiten a Foucault reconocer un espacio para realizar un detallado análisis de objetos de investigación más cercanos a la actualidad y adelantar un diagnóstico filosófico de la economía, el liberalismo y su apropiación contemporánea como neoliberalismo12, capital humano, competencias13. Aquí plantea una interesante descripción metodológica a propósito de estos nuevos objetos de investigación estudiados. La primera aclaración que aparece hace referencia al gobierno como arte, pero sobre todo como práctica, no como un universal, sino como ejercicio. Asume que la época en la que vive está en crisis y que esta se configura a partir de la segunda mitad del siglo XX; bautiza esta crisis como crisis de gubernamentalidad y desde allí realiza la crítica del neoliberalismo, rechazando algunos tópicos de las posturas de izquierda. Foucault no concibe el neoliberalismo como un modelo estrictamente económico, sino como una forma de gobernar, una manera de proceder social y un modo concreto de constituir sujetos, los cuales, a su vez, fungen como agentes económicos activos, capaces de conducirse y de tomar decisiones por sus propios medios. Chamorro14 advierte que, a partir de esta premisa, el anarcocapitalismo norteamericano desarrolló toda una teoría de la acción, a saber, la teoría del capital humano de Gary Becker a mediados del siglo XX. Teoría que Foucault analiza cuidadosamente y a cuya lectura suele atribuirse buena parte de las interpretaciones de un supuesto “Foucault neoliberal”.
Para Castro15, es claro que la fuerza analítica de Foucault sobre el liberalismo y el neoliberalismo tiene tres dimensiones: crítica, veridiccional y securitaria. La dupla gobierno-veridicción reemplaza el binomio saber-poder y se consolida un nuevo escenario de la crítica que será posible analizar en relación con un tipo de gubernamentalidad que incluye a la libertad como eje de posibilidades de control y dominio. Es en esta perspectiva que el presente trabajo percibe que el capital humano, en cuanto discurso y práctica de la gubernamentalidad neoliberal16, 186 se implementa y se convierte en estrategia hegemónica sobre la que comienza a girar la escuela y sobre todo, la universidad contemporánea, donde los saberes son convertidos en competencias, donde los sujetos se transforman en empresarios de sí mismos jugados en saber y hacer, donde el énfasis está en la resolución de problemas y en la proyección de la acción profesional en los marcos de la producción inmaterial. El sujeto empresario de sí no es más que la operativización de la libertad como forma de control y producción, es decir, como forma de gobierno17. De ahí que los modelos pedagógicos patentados en la lógica del capital humano se instalen como forma estratégica mediante la cual la gubemamentalidad neoliberal produce sujetos contemporáneos.
Esta aclaración inicial reconduce la mirada al comienzo del curso “Nacimiento de la biopolítica”. Allí Foucault reconoce que ha puesto a un lado el análisis del gobierno de los niños y de las comunidades; es decir, en la lógica de este trabajo, Foucault renuncia en sus análisis a la arista de la gubernamentalidad que se vincula a la formación y que se enmarcaría en el ámbito educativo. De lo que es lícito inferir que la pedagogía y la formación, separadas por Foucault del análisis del gobierno del Estado, queda como uno de los temas pendientes sobre los cuales sería interesante volver a partir de las lecciones dedicadas al neoliberalismo norteamericano y, en especial, al capital humano18. La conexión se hace aún más fértil si se tiene presente que, luego de hacer un recorrido histórico por las tensiones que configuran las luchas teóricas entre economistas proteccionistas y neoliberales, Foucault aborda la descripción de dos dimensiones del neoliberalismo: el capital humano y la delincuencia, de las que manifiesta que son, a su vez, métodos de análisis y tipos de programación19.
El texto presenta algunas ideas respecto al capital humano entendido como método de análisis, noción metodológica y forma de procedimiento teórico; estas ideas han permitido interrogar, de la mano del filósofo francés, escenarios y efectos de la gubernamentalidad neoliberal en la educación contemporánea20. El capital humano, aunque ubica su fuerza en el análisis inexplorado del trabajo, asume la educación, la formación y los procesos de subjetivación como fuerza clave que delimita la actividad productiva contemporánea arraigada en el sujeto, el gobierno de sí y en maneras individuales de constitución, en otras palabras, al tipo de programación asociada a los sujetos.
El estudio del neoliberalismo y del capital humano como método de análisis y programación da cuenta de aspectos centrales que posibilitan la crítica a este tipo de gubernamentalidad que, en su desarrollo, posiciona nuevas formas de expresión y prácticas educativas. Foucault intentó resolver los estancamientos del pensamiento crítico radical, distanciándose, por una parte, de toda reducción reaccionaria y, por otra, del uso nostálgico de la crítica atrapada en añoranzas de pasados mejores y utopías lejanas. En esta ruta, evita recurrir a valores pre-liberales para poner en evidencia lo que ellos destruyen (dimensión negativa del análisis); lo que intenta con el análisis es preguntarse sobre lo que produce, poniendo en relieve la novedad del neoliberalismo (dimensión positiva del análisis). En proximidad con la crítica kantiana y por tanto, en coherencia con la ontología crítica de lo que somos, parte “de lo que es para preguntarse lo que nos impone”21. En suma, se propone examinar el neoliberalismo desde su positividad (lo que produce) y ya no desde el lamento, la nostalgia desconsolada y el duelo por la pérdida.
Foucault presenta el neoliberalismo como novedad y acontecimiento. Se propone mostrar que el neoliberalismo produce, indagando por aquello que nos impone como forma de gobierno y las maneras como nos seduce para conseguir la conducción de las conductas y su materialización en acciones singulares. Problematizar radicalmente el neoliberalismo implica pensar el presente formativo, los estatutos de saber imperantes, las prácticas de adoctrinamiento-liberación, las instituciones reconfiguradas y los escenarios posibles en los cuales sociedades volcadas sobre el consumo, el “rebusque” y el emprendimiento, intentan permanentemente la sobrevivencia.
Realizar la crítica del neoliberalismo y del capital humano es dar cuenta del fenómeno tal cual es en su singularidad, abordar sus condiciones de emergencia y efectos de gobierno y legitimación. Frecuentemente, el capital humano aparece como discurso que permite salvar la educación y los sistemas de formación de los países (especialmente de Latinoamérica). En una suerte de buena nueva, se asume por parte de los ministerios de Educación y secretarías de Gobierno con el fin de preparar a los sujetos en armonía con los retos de esta forma de gubernamentalidad; retos presentados, además, como demanda social y necesidad del mercado. Sin embargo, la conversión de sujetos en empresarios de sí, con posibilidades de acción en los nuevos mercados, se ha visto erosionada por cuenta de dinámicas propias del desarrollo social contemporáneo y de diversas crisis -sobre todo económicas- que el mundo sufre, particularmente, desde el 2000. El neoliberalismo es ajustado en su proceder bajo una reconfiguración de sus dinámicas, mientras la idealización del libre mercado - incluso en términos de subjetivación- da paso a nuevas formas de disciplinamiento e institucionalización. Así, la educación se asume, desde los mismos actores, bajo las formas del aprender a aprender, la construcción autónoma del conocimiento y la competencia-idoneidad en la lógica de la resolución de problemas. Resemantización que lleva a la educación a una especie de anacronismo formativo evidenciado en el reiterado intento de soñar con posibilidades reconocidamente fracasadas en la forma de constitución neoliberal del ser y de colectivos sociales.
Método de análisis: trabajo y trabajador
El capital humano como concepto emerge en torno a dos procesos: (i) avance del análisis económico en un dominio hasta entonces inexplorado y, (ii) a partir de ese avance se da “la posibilidad de reinterpretar en términos económicos y nada más que económicos todo un dominio que, hasta ahora, podía considerarse y de hecho se consideraba como no económico”22. Cuando los neoliberales reintroducen el estudio del trabajo en perspectiva económica desplazan la mirada hacia el estudio de las decisiones sustituibles; el análisis no ha de concentrarse en los mecanismos de producción, intercambio y consumo, sino en el “modo de asignación de recursos escasos a fines que son antagónicos, o sea, fines alternativos, que no pueden superponerse unos a otros [...] fines excluyentes entre sí”23. Según Foucault, los neoliberales llevan a la práctica la idea formulada por el economista inglés Lionel C. Robbins en la década de 1930, para quien la economía es la ciencia que estudia el comportamiento humano entendido como la relación entre fines y medios escasos que tienen usos mutuamente excluyentes o alternativos. Este desarrollo propuesto por Robbins en torno a la economía como ciencia del comportamiento humano y de su racionalidad interna, hace que el análisis no esté centrado en los procesos, sino en la economía como actividad; en palabras de Foucault, en el análisis “de la programación estratégica de la actividad de los individuos”24. En una lógica inexplorada por la economía, el trabajo va a constituir el objeto de estudio mientras que el análisis se preocupará por saber cómo utiliza el trabajador los recursos de los que dispone.
De modo que el interrogante se desplaza desde el proceso hacia el sujeto que trabaja. En este orden de ideas, el trabajo resulta abordado “como conducta económica practicada, puesta en acción, racionalizada, calculada por la persona misma que trabaja25 al tiempo que el trabajador se convierte en un sujeto económico activo.
Al llegar a esta parte del análisis, Foucault va a considerar que, desde el punto de vista del trabajador, el trabajo comporta un “capital”, una “aptitud”, una “idoneidad”. Haciendo referencia a Deleuze y Guattari, el trabajo no es una mercancía reducida a la relación entre fuerza de trabajo y tiempo invertido, no es algo externo o ajeno intercambiable por un salario; el trabajador es una “máquina”: la aptitud, la idoneidad, la competencia no se separan del trabajador por cuanto el capital es indisociable de su poseedor. Son una y la misma cosa: sujeto idóneo y capital-idoneidad. Una máquina que no puede desligarse del trabajador, un sujeto-trabajador “que es su propio capital, su propio productor, la fuente de sus ingresos”26. Un empresario de sí, una empresa de sí mismo cuya valía radica en la capacidad de inversión y rentabilización de sí.
Este es el tránsito que los neoliberales establecen desde el homo económicas socio del intercambio al homo económicas empresario de sí quien, además, se hace artífice del consumo27. El consumo no se reduce al registro de la dominación-obligación; en cuanto sujeto de consumo, el hombre-empresa se produce a sí mismo y produce su propia satisfacción. El consumo muta en una de las formas de producción y, particularmente, producción de sí. Esta nueva concepción del trabajo lleva a los neoliberales a reconocer la nueva forma de capital que se califica como humano; lejos de considerarlo en su externalidad con el individuo, es un capital que no puede disociarse del individuo humano que lo porta, aquilata y optimiza.
En este punto, el análisis foucaultiano sugiere que dar cuenta del capital humano, de su forma de adquisición y acumulación, abre toda una serie de posibilidades para el análisis de nuevos campos de estudio; terrenos hasta entonces olvidados por la economía y los economistas (dejados de lado por autores como el mismo Foucault): la educación, la pedagogía, la formación.
El capital humano está compuesto por aspectos innatos, biológicos, hereditarios, congénitos y otros adquiridos, como son los aspectos culturales y educativos. Como se anticipó, la dimensión educativa y no el componente genético es aquello que convoca estas líneas, es decir, las inversiones educativas que el sujeto hace en sí mismo.
El capital humano es la posibilidad de acumulación del propio sujeto y depende de sus decisiones.
En un primer momento, las condiciones familiares e histórico-biológicas en las que se nace y se crece ocupan un rol fundamental. Pero luego viene el momento de la preparación, adecuación y producción de oportunidades presentes y futuras que, como ha de intuirse, caen en el terreno del sujeto y su educación. Por otro lado, la dimensión desiderativa y la libertad, destacadas por la perspectiva del capital humano, dan lugar dentro del análisis a ejercicios de autonomía relativa en cuanto a posibilidades y funcionamientos propios de las sociedades contemporáneas subsumidas en flujos de información e intensidades de experiencias de formación. De aquí que el eje formativo delineado por el capital humano no solo reconoce prácticas de libertad de los sujetos involucrados en el proceso, sino que, a su vez, exhibe escenarios de control global. En otras palabras, la afirmación de Foucault respecto a que el culmen de la gubernamentalidad neoliberal está en la exacerbación de la libertad toma aquí relevancia diagnóstica, toda vez que mayores expresiones de libertad hacen posibles mayores formas de control y de gobierno. De ahí que, por ejemplo, la educación transite desde las formas disciplinarias centradas en el saber, la racionalidad y la enseñanza, a fórmulas ubicadas en las decisiones del sujeto aprendiz que deambula por la vida escogiendo, desechando y diluyéndose en modulaciones propias de la velocidad y la incertidumbre.
Es así como el capital humano se hace método de análisis de las formas contemporáneas del trabajo e, incluso, las define, reordena y “exige” nuevos sujetos y habilidades para sortear los avatares de los nuevos escenarios laborales, los cuales, a su vez, se ofrecen de manera [O simultánea como prácticas y ejercicios de formación y transformación.
Método de programación: la educación y lo educativo
Recapitulando, para los neoliberales el trabajo no se entiende en términos del periodo de trabajo, cantidad de trabajadores y menos aún, cantidad de horas. Es la calidad e idoneidad del tipo de trabajo lo que debe ser el objeto del análisis (y pilar del crecimiento económico). No es lo material, sino lo inmaterial en el trabajo, aquello que marca la ruta del crecimiento. De esta manera, se reintroduce el trabajo dentro del análisis económico, pero no para situarlo entre el capital (inversión) y la producción (valor y mercancía), sino para analizarlo en sí mismo, es decir, lo que el trabajador efectivamente hace. ¿Cómo emplea los recursos de los que dispone? ¿Cuáles son esos recursos además de su fuerza de trabajo? ¿Cómo articula los distintos recursos y cómo los optimiza? Reintroducir el trabajo en el análisis económico es situarse en el lugar de quien trabaja, el lugar del sujeto y lo que hace de sí (práctica de sí).
Esto significa, desde luego, estudiar el trabajo como conducta, es decir, como conducta económica. Conducta que, además de practicada (puesta en acción), es racionalizada, cultivada, animada, formada y dirigida. ¿Qué significa trabajar para quien trabaja? ¿Para qué trabaja? ¿Qué lo “motiva”, es más, necesita “motivación”?28. ¿Lo hace porque es la ley de la vida, para servir a su país, porque es lo que todo adulto hace o lo realiza por obediencia? ¿Trabaja para producir, trabaja por un salario o trabaja por gusto, realización y deseo?
Ahora bien, si lo que posee el trabajador es su capacidad para trabajar, entonces allí se sitúa el capital: en su aptitud, preparación, deseo e idoneidad para el trabajo. Desde esta perspectiva, situada en el sujeto trabajador, el capital se cimienta en la idoneidad del sujeto (en el poder hacer algo) y por momentos, en el deseo de hacerlo; es decir, trabajar por gusto (pasión), ilusión (retos personales), aspiración (estilo de vida) o deuda (tiempo cedido con anterioridad).
El trabajador se hace máquina en cuanto genera flujos de ingresos, tiene una vida útil, un periodo de utilidad (obsolescencia); asimismo, con el envejecimiento reduce su rentabilidad, mientras que la desactualización y falta de in-formación minimiza sus posibilidades de creación de valor. En consecuencia, la idoneidad, capacitación, formación permanente y oportunidad (buenas decisiones sumado al estar en el lugar adecuado) le permite incrementar (o disminuir) su potencialidad, es decir, su rentabilidad.
En este orden de ideas, el principio de idoneidad hace del trabajador una máquina dinámica y auto-productora. Es responsabilidad del trabajador estar siempre vigente, esto es, deseable para el mercado.
El precio de la fuerza de trabajo se deriva del capital que se invierte en la empresa aunado a la relación con la demanda del mercado. Esta es la fórmula de la idoneidad, según la cual, el capital que invierte el trabajador en sí mismo para aumentar su rentabilidad (renta-salario) lo convierte, de inmediato, en empresario de sí mismo, en su propio capital y fuente de sus ingresos. Es desde allí que el modelo empresa se expande a todo análisis económico, convirtiéndose en la nueva racionalidad del mundo, nueva grilla de inteligibilidad:
Una economía hecha de unidades-empresas, una sociedad hecha de unidades-empresas: éste es a la vez el principio de desciframiento ligado al liberalismo y su programación para la racionalización de una sociedad y una economía.29
El trabajador pone su experiencia, aptitudes e idoneidad al servicio de la empresa: a mayor idoneidad, mayor capital. De suerte que la idoneidad transmuta en competencia y competitividad. El trabajo es capital (rentable, acumulable y maximizable) y, al mismo tiempo, ingreso (inversión y re-inversión) dado que la experiencia también resulta acumulable, cualificable y, por tanto, rentabilizable. Es útil recordar que la competencia, grosso modo, incorpora saberes, modos de hacer, aptitudes y actitudes que dotan de cierta dinamicidad reflejada en la disposición que requiere la mejora constante (inversión) y la innovación (nuevas metas, nuevas conquistas).
Una vez los economistas neoliberales empiezan a ocuparse de la educación por su valor económico y no tanto por su valor cultural y social, la educación se asume como campo de exploración económico en relación con el trabajo. Creciente interés que, en un claro atrapamiento de la educación por fines ajenos a ella, aumenta en el ámbito de la economía y de los diseños políticos, y no tanto en el campo de los educadores y pedagogos. Así presentan los trabajos de Schultz30 y Becker31.
La meta es producir sujetos de bajo riesgo, y capitalizar (rentabilizar) las condiciones de aquellos que están en riesgo. Producir sujetos, en este ámbito, no se refiere exclusivamente a la dimensión biológica de la procreación, sino a todas las demás dimensiones de la constitución de sujetos: anímicas, intelectuales, sociales, culturales, competitivas, morales, adaptativas y de resiliencia, entre otras.
La idoneidad es un bien escaso y por eso costoso y deseable. En una pirámide dentro de la carrera social del éxito, la idoneidad significa estar en mejores condiciones para la competencia, por lo que fácilmente se convierte en marginación y condena. No todos pueden ser idóneos pues, de ser así, la idoneidad perdería valor e, incluso, dejaría el carácter de excepcionalidad que la define y que la hace preciada. “La inmortalidad de algunos requiere la muerte de muchos”, parece ser la consigna propia de la exclusiva idoneidad y la relación valor-escasez.
Todo esto explica la dedicación de los padres por dar la mejor educación posible a sus hijos y prepararlos de la mejor manera para la vida. La misión de los padres de los siglos XX y XXI es heredar, formar o brindar un capital humano mejor o mayor del que han alcanzado las generaciones precedentes. Capitalización del capital humano recibido, construido, acumulado y ahora cedido al recién nacido. Desde el cuidado, la lactancia y la estimulación temprana hasta la asignación de mayores recursos para la formación de su capital (humano) son aspectos para atender dentro de la ruta futura del éxito.
¿Qué quiere decir formar capital humano, formar, por lo tanto, esa especie de idoneidad- máquina que va a producir ingresos o, en fin, que va a ser remunerada con un ingreso? Quiere decir, por supuesto, hacer lo que se llama inversiones educativas.32
Claramente, la inversión educativa para cualificar el capital humano va más allá del aprendizaje y la instrucción33. Tiene que ver con el conjunto de técnicas para la intervención integral y la adecuación ambiental en la que se forma el Emilio del siglo XXI. Toda una red de actividades paralelas y complementarias para el desarrollo de las múltiples habilidades (soft skill) necesarias para la interacción en la sociedad de mercado. Bajo este panorama, los niños se ven privados del privilegio de la infancia para hacerse adultos competitivos antes de tiempo. Cada vez asumen más responsabilidades y dinámicas del mundo adulto A contemporáneo. Basta con revisar la agenda diaria de actividades de un niño bien acomodado y con condiciones de inversión34.
El aprender a aprender, el aprendizaje a lo largo de la vida y la posibilidad de aprender de la práctica se presentan como mandamientos supremos de la matriz educacional de la era neoliberal. Capitalizar la experiencia, el autoaprendizaje, la cruzada contra la escuela del estudio, el coaching en cada una de las dimensiones humanas capitalizables en función de la premisa existencial del éxito, son apenas ejemplos visibles de la gubernamentalidad neoliberal en donde competencia, idoneidad, aprendizaje e innovación se hacen pilares fundamentales.
Hay un estrecho vínculo entre inversión en sí mismo, capital humano e innovación, puesto que esta última solo es posible si se ha invertido en la formación. Para decirlo brevemente, la innovación es la renta del capital humano:
Si hay innovación, es decir, si se encuentran cosas nuevas, si se descubren nuevas formas de productividad, si hay invenciones de tipo tecnológico, no es más que la renta de cierto capital, el capital humano, o sea, el conjunto de las inversiones que se han hecho en el hombre mismo.35
Schumpeter es uno de los primeros en poner sobre la mesa la innovación como motor del capitalismo; por su parte, el neoliberalismo lo puso en el plano del sujeto y sus modos de constitución. No es la producción material ni el número de obreros lo que moviliza el crecimiento económico, sino la inversión en capital humano. En otras palabras, la inversión en capital humano es el factor determinante dentro de la economía y no tanto la inversión material en capital físico, la ampliación del tiempo de trabajo (jornadas laborales) o el número de obreros. En consecuencia, la educación se transforma en la mejor inversión para el sujeto contemporáneo.
Conclusiones
El capital humano y sus posibilidades de acumulación se convierten en la dimensión educativa del neoliberalismo, que renueva su foco de análisis en el trabajo, el trabajador y el aprendizaje que éste logra en su acción laboral. Esta categoría utilizada por los neoliberales para justificar el valor económico de la educación se transforma en un método de análisis (trabajo y trabajador) y en un método de programación (subjetivación-empresario de sí) que pone en evidencia al neoliberalismo en su singularidad; detenerse en una de sus dimensiones permite emprender una crítica radical de su acción, materialización e imposición sobre las formas de educación contemporánea.
La educación y la pedagogía -que son formas y escenarios propios de la relación con el mundo laboral, en especial desde la modernidad- son reorganizadas por el capital humano como noción económica que transforma no solo su concepción sino a sus prácticas en torno a la inversión educativa en sí mismo y al funcionamiento de los sujetos como máquinas productoras y acumuladoras de aprendizaje. Esta centralidad en el aprendizaje produce una particular manera de materializar las prácticas educativas que mutan de la centralidad en el conocimiento, el saber y la razón, poniendo el punto de mira en la actividad cognitiva y emocional del que aprende. Así, el capital humano, convertido en posibilidad de programación de los individuos, impulsa a instituciones y responsables de la educación a sustituir las formas de la ciencia y su validación a escenarios propios de uso y aplicación. Es así como el emprendimiento en cuanto acción del empresario sobre sí mismo, y la innovación como la aplicación pertinente y oportuna de algún conocimiento, hace de la educación formal media y universitaria un laboratorio experimental donde se evalúan riesgos, posibilidades y ficciones sobre lo que puede o debe ser la interacción con los campos laborales reformulados y recreados por la gubernametalidad neoliberal.
Por último, lejos de un pesado pesimismo en torno a la educación, es posible señalar que, como inversión, las posibilidades quedan abiertas. Más que determinismo histórico, el análisis desde la perspectiva del capital humano y el empresario de sí permite abrir horizontes de interpelación tanto a la educación y sus funcionamientos, como al sujeto y sus formas de constitución. La educación, de suyo, es posibilidad, creación y potencia a pesar de las redes que pretenden cooptarla dada su capacidad de acción dentro de los entramados sociales. La formación se produce en la esfera del sujeto y por ello es apertura, posibilidad, acción. De ahí que la innovación, desde la mirada pedagógica, también se constituye en escenario de posibilidad para pensar y recrear el ejercicio docente36, las condiciones del aprendizaje37 y las formas institucionales38. Desde el entramado pedagógico, la innovación puede ser asumida como práctica de sí sobre sí, como práctica de subjetivación y de construcción del campo pedagógico. Esto solo para quitarle peso al pesimismo asfixiante que puede derivarse de los análisis realizados. No hay que olvidar que las herramientas teórico-metodológicas se definen por sus usos, por su capacidad de análisis y la posibilidad de reconfigurar los interrogantes.