Introducción
Entre los desafíos que caracterizaron a Bogotá en la segunda mitad del siglo XX, Segunda Paz Copete Murillo es ejemplar en el campo de la educación. Su historia de vida, marcada por la determinación y la resiliencia, se convierte en la prueba viviente de cómo una persona, a pesar de la adversidad, puede transformar el panorama educativo en un contexto de estrés y exclusión. Entrevistas no estructuradas, así como fuentes primarias que van desde libros de texto y leyes hasta fotografías y registros judiciales, se entrelazan para tejer la rica y compleja historia de Segunda Copete, maestra afrodescendiente. Cada detalle recopilado revela la trayectoria de su vida dedicada a la pedagogía, en la que las experiencias educativas no son eventos aislados sino hilos entretejidos que forman un tapiz de cambio y mejora.
El impacto de su trabajo se extiende más allá del aula y permea las estructuras sociales y educativas locales y regionales. Las contribuciones de la maestra se presentan en forma de estrategias innovadoras que desafiaron las normas establecidas, y enfoques integrales que saltaron las barreras que presentaban los contextos donde la pedagogía es la base fundamental. Su liderazgo educativo no se limitó a impartir conocimientos, sino que también se convirtió en una fuente de inspiración para quienes luchan contra la marginación.
Esta investigación no se limita a documentar la historia de vida de la maestra Segunda Copete, también proporciona una idea de la complejidad del panorama educativo al que sirvió. Sus logros no se presentan como meros hitos aislados sino como aquellos surgidos de una dedicación apasionada, dispuesta a enfrentar tensiones y dificultades a pesar de las contingencias opresivas. Para adentrarse en la trayectoria pedagógica de Segunda Paz Copete Murillo, esta investigación no abandona a nadie sino que incluso honra y preserva un patrimonio que ya deja una huella imborrable en la educación, demostrando que la verdadera transformación llega a costa de personas que históricamente han sido excluidas.
Prolegómeno de una experiencia; la trayectoria de una vida
En la tierra de Colombia, donde cada rincón alberga historias auténticas arraigadas en tradiciones y costumbres, se encuentra el pueblo chocolatero de Tadó, anclado en la región del Alto San Juan, al oriente del departamento de Chocó. Fundado el 19 de marzo de 1533 y elevado a la categoría de municipio en 1821, Tadó guarda una rica historia en sus orígenes, cuando ocurrió un excepcional mestizaje en el que convergieron españoles, indígenas y afrodescendientes, originalmente considerados esclavos. Después de siglos de esclavitud y desigualdad, estos últimos formaron grupos llamados cimarrones que declararon abierta y valientemente su búsqueda de la libertad. Este episodio, lleno de lucha, coraje y resistencia, dejó una huella imborrable en la identidad de Tadó.
En medio de muchas adversidades, Tadó, y el resto del departamento, enfrentan el desafío de preservar sus identidades únicas y ricas. Con un pasado de lucha y un presente marcado por la resistencia, estas tierras buscan un futuro donde la vibrante diversidad de su historia se combine con un progreso constante, restaurando así su grandeza, acción que merece ser plenamente desarrollada.
Tadó, escenarios de vida y tradición
En las polvorientas y soleadas calles de Tadó, Chocó, se gesta una realidad que, aunque palpable, no eclipsa la singularidad de esta población. Es en este escenario que emerge la figura inspiradora de la maestra Segunda Paz Copete Murillo, nacida el 22 de agosto de 1951. Su llegada al mundo no solo marcó un evento biográfico, sino que se convirtió en el inicio de una narrativa distinta, caracterizada por sueños transformadores arraigados en el pensamiento y la pedagogía.
La “profe” Segunda, como cariñosamente la llaman, lleva consigo el peso de su apellido Copete, la riqueza de una historia familiar tejida en el tapiz cultural de Tadó. Tras abandonar las calles de su ciudad natal, la maestra Segunda se sumergió en los recuerdos de su hija, un viaje mezclado con coincidencias y encuentros familiares. Cada detalle revela una conexión con sus raíces, su influencia en la configuración de su identidad, así como las semillas de su compromiso con la educación y la transformación de la sociedad.
Hace 59 años me vine de allá, yo soy Copete, y con “Muñeca” nos conocimos aquí en Bogotá y somos familia, diga usted primas lejanas, pero somos del mismo pueblo y la familia de ella es conocida por mi familia, sino que ellos son Copete de un corregimiento y nosotros somos Copete de otro corregimiento.
Entre familiares y amigos, la maestra describe en la medida de sus posibilidades el inicio de su árbol genealógico. “Yo conocí a los Copete en Tadó y con los que más me veía era con la familia mía y la de mi papá y sabía de otros Copete, familia de Ceviñe, sino que los nombre se me han olvidado”.
Los corregimientos de la zona acentúan esta descendencia y sus pobladores, aunque dispersos por sus necesidades y diferencias culturales, se encontraron unidos por un mismo tronco familiar, los Copete. “Sí, ahí en Tadó, ellos son de Agua Clara y nosotros somos de Remolinos, pero somos de ahí mismo; por ejemplo, los Copete que sí son del Charco, pues ni idea...”.
La escuela en Tadó
Históricamente, la educación en el Chocó ha estado influenciada por una fracasada colonización del Estado y la intromisión de otras culturas y formas de vida, usando la violencia, el maltrato, la estigmatización y el racismo como justificación para adaptar a los nativos e indígenas a este nuevo modelo de pensamiento3. La resistencia a estas prácticas por parte de la población, en términos de Mosqueira, “distancia al gobierno y su hegemonía de esta región y es cuando el gobierno guarda silencio y los ignora, excluyéndolos de participar en la sociedad colombiana y en la mayoría de los estamentos del Estado”4; por ende, la escasa asignación de recursos propicia barreras de acceso a salud, educación, vivienda digna, vías de acceso, entre otras, con consecuencias que los estigmatizaron como la parte de la nación con la mayor demora en su desarrollo, con los mayores índices de pobreza, desempleo y analfabetismo. La maestra comenta: “La primaria la estudié allá en Tadó, vea que en mi pueblo la escuela que había era de niñas y de niños, pero la escuela no tenía nombre”.
Choco se convierte en un barco a la deriva que transporta innumerables problemáticas y la negligencia y el despotismo del Estado, y pronto se expondría a una lección difícil de olvidar.
Cuando estudiaba había bachillerato; en la escuela de varones y niñas hubo un accidente; el salón más grande que había quedaba en el segundo piso y nos metían ahí para hacer obras sociales; en un instante todos corrieron y un pedazo del segundo piso se desplomó, una prima y yo caímos y a mí se me molestó el brazo y mi hermana que trabajaba como maestra salió a ayudarme; vi a mi hermana de lejos y no las dejaban pasar a recoger o ayudar a nadie y dijeron que nos iban a llevar a Istmina en donde había médico.
La atención de la salud es un tema que ha ido perdiendo terreno frente a los casos de corrupción y clientelismo en el departamento; la escasez de medicamentos e insumos médicos y la falta de talento humano son males que ya parecen endémicos.
Al otro día me llevaron al hospital de Istmina y nos devolvimos a mi pueblo en las chivas con las otras niñas y yo quedé con dolor en el brazo y cuando yo corría, esto del pie donde se une con la pierna, eso me dolía mucho y yo tenía que sentarme donde fuera porque no podía caminar y en esa época en ese pueblo no había especialistas, para eso no me revisaron los pies y solo me dieron pastillas para el dolor.
La dispersión de la población deja expuesta a un mayor porcentaje de las zonas rurales 224 que en la ciudad; el acceso restringido a la salud por deficiencias en atención, malos manejos de recursos, escasez de personal capaz de tratar enfermedades especializadas y enfoques de epidemiología dentro del Plan Nacional de Salud para enfermedades prioritarias, como dengue, paludismo y fiebre amarilla5; ante este panorama la profe Segunda tuvo que adaptarse al medio social, esperando inocentemente un milagro médico lejano de suceder.
En esa época no tenía confianza y no sé si era por mi astigmatismo o por mi miopía, sentía que pasé trabajo para aprender a leer y escribir, me acuerdo que mi hermana me llevaba a Istmina para que me viera un médico, pero recuerdo que nunca me revisaba la vista.
Sus raíces...
La familia de la profe Segunda es bendecida por la longevidad y recuerda cómo los consejos agradables de su tía contribuían a reducir el afán y que, de algún modo, la tranquilidad que transmitían los ejemplos de sus ancestros eran los más claros aportes a su manera de vivir y promover la salud para cada año que viviera.
A veces muchas cosas me estresan, quiere uno acostarse y descansar y como decía una tía mía, rascarse la barriga y mirar para el techo y no hacer nada; esa tía mía era más jodida y duró hasta los 103 años con 8 nietos, los cuales daban todo por esa señora y mi prima que se murió de 90 y pico de años.
Es claro que en Colombia el promedio de expectativa de vida para los años 1960 y 1970 oscilaba entre los 57 y 60 años y para el año 2023 esta expectativa supera los 76 años6; sin embargo, en la familia de la profe Segunda Copete sus hábitos, su cultura y ese arraigo de solidaridad y hermandad entre familiares les permite tener una vida admirable.
Por el lado de mi papá era una tía y por el lado de mi mamá mi abuela, y ella murió de 117 años; yo nunca vi a mi abuela enferma, solo que estaba sentada todo el tiempo y no se podía parar, nunca vi una persona en mi pueblo en silla de ruedas, porque era raro que existieran las sillas de ruedas.
A inicios de la década de 1920, el tabaco en Colombia se convertía en un producto de consumo masivo7, por lo tanto, fumar pipa para la abuela era un arte de calma y reposo, un espacio para meditar y tomar decisiones sabias, corregir, aconsejar o callar; y un culto familiar que demostraba el afecto por la abuela Mercedes Murillo.
A mi abuela le gustaba mucho el tabaco y mis hermanos trabajaban en Bogotá y le llevaban el tabaco desde Bogotá a Tadó y yo bajaba una piedra y le machacaba el tabaco y se lo colocábamos en la pipa para que lo fumara, no directamente del tabaco sino de la pipa. Y los nietos le machacábamos el tabaco, siempre la vi fumando pipa, no cigarrillo, ahora ya grande entiendo por qué eran alcahuetas mis hermanos y le llevaban tabaco...
Su tenacidad
Las comunidades chocoanas tienen un saber cultural que se ha transmitido por generaciones y es, por ello, ancestral; asistir, por ejemplo, a una mujer en gestación no es tarea fácil, pero es un aprendizaje que para estas comunidades surgió por la necesidad de suplir los inaccesibles sistemas de salud especializados y la pobreza. El oficio de la partería es una tradición que nació como un voto de confianza entre parteras y mujeres en embarazo próximas al alumbramiento que necesitaban ayuda8. Cuando fui creciendo conocí a mi abuela, cuando no caminaba; yo nunca vi a mi abuela con gripa, nunca se quejaba, no tomaba pastillas, nunca se veía enferma y murió a los 117 años, nunca fue al médico y los hijos los tuvo con partera y siempre en Tadó.
El proceso de parto domiciliario se convierte en un evento familiar cuya figura central es la partera, como responsable de minimizar los riesgos para la vida que corren la madre y su prole. Colombia tendría que comenzar a regular y prestar atención al servicio de partería dadas las condiciones de precariedad que enfrentan en zonas rurales, muchas veces alejadas de centros de la salud, tanto las parteras como las madres9. “Yo nací en Tadó, en mi casa, con mi abuelita, porque ella fue partera de todos los siete hijos de mi mamá y no era médica”.
Bajo unas condiciones sociales, económicas y culturales administradas por la necesidad y por fenómenos colonizadores que estratifican al nativo con el fin de controlar su acceso a algunos privilegios, condiciones similares a las que sufren muchos otros afrodescendientes en distintas zonas del mundo10, Tadó recibe a la Maestra Segunda. “Aunque yo nací con mi abuelita, ella estaba muy viejita, y mi mamá me dijo que para mi nacimiento la habían asistido a la abuela otras dos personas; dos señoras”.
En la región de Tadó, Chocó, las actividades mineras se han caracterizado por la violencia ejercida por grupos armados irregulares, y paradójicamente, por ser una fuente muy precaria de ingresos económicos; personas de todas las edades son forzadas a trabajar en las minas, donde están expuestas a condiciones precarias, enfermedades y agotadoras jornadas de más de 16 horas al día en busca de un sustento diario11.
Mi abuelita vivía en el campo y trabajaba en las minas, y cuando ya no pudo trabajar más en las minas vino Pedro Nel, mi tío, y se la lleva para el pueblo y mi abuela se fue a vivir con la familia de mi tío.
Las condiciones sociales, económicas y políticas de la época, la violencia y la pobreza, provocan migraciones desde diferentes regiones colombianas; los abuelos de la profe Segunda Copete, don Juan Bautista Copete y doña Mercedes Murillo, atraídos por la curiosidad y la maravillosa región chocoana, decidieron radicarse en el municipio de Tadó, Chocó. La profe recuerda su ascendencia paterna, Francisco Arcadio Copete, y materna, Juana Concepción Murillo.
Ella era blanca y venía de algún pueblo de Caldas hacia el Choco y se quedaron en Tadó y mi abuelo sí era negro, el papá de mi papá; se llamaba Juan Bautista Copete y mi papá se llamaba Francisco Arcadio Copete, y mi mamá Juana Concepción Murillo Moreno.
Mercedes Murillo, la abuela, mujer inolvidable, perseverante e incansable, sigue viva en su memoria.
Insertado en el Baudó chocoano encontramos el pueblo de Managrú, cabecera municipal de El Cantón del San Pablo, un lugar desconocido hasta que hace poco saltó a la primera plana de los reportes del Servicio Geológico Colombiano y de las noticias digitales por cuenta de un sismo de magnitud 5,5, el 27 de agosto de 202312, que le hace recordar a la profe Segunda Copete la multiplicidad familiar disgregada en otras zonas de la región y que son parte fundamental en su existencia.
Mi abuela tuvo ocho hijos, yo alcancé a conocer a unos pocos; a María Santos y otro que vivía en Managrú donde hubo el terremoto esta semana. En Managrú vivían otros; el tío Pedro Nel no vivía en el pueblo, pero de vez en cuando venía a ver a mi abuela; y yo conocí solo esos cinco hijos de mi tío. Mi tío tenía a su mujer con sus hijos en el campo y cuando mi tío se separó se vino a vivir con nosotros y los hijos de mi tío me trajeron para Bogotá.
En Tadó, la mayoría de sus habitantes tienen los asentamientos en zonas rurales donde pueden trabajar la tierra y obtener su sustento; sin embargo, las zonas urbanas han incrementado su población por la violencia que durante décadas ha generado desplazamientos masivos del campo al casco urbano13. “Yo conocí a los Copete en Tadó y con los que más me veía era con mi familia y la de mi papá, y sabía de otros Copete familia de Ceviñe, que vivían en el campo”.
Trascendiendo generaciones. La familia como modelo de longevidad
Los vínculos fraternales y las características que proceden de las familias extensas comunes en el departamento del Chocó buscan perpetuar sus generaciones14, y es así como el apellido Copete debía ocupar su lugar en el corazón de nuestra maestra y se vuelve un sello imborrable.
La violencia y las luchas sociales limitan las oportunidades de subsistencia y aumentan la pobreza de muchas familias cuyos únicos medios de subsistencia son la agricultura, la minería, la pesca y el trabajo doméstico.
En estas crónicas locales se destaca una historia de amor entre los padres de la profe Segunda, quienes decidieron ampliar y fortalecer su familia ante la adversidad.
Mi papá y mamá ya tenían hijos y nietos y nadie iba a pensar que ellos desearían tener más hijos, hasta que llegué yo...
Yo soy hija única, pero mi mamá ya tenía sus seis hijos y el papá de mis hermanos se ahogó en el San Juan y tenía ocho hijos y mi mamá quedó sola con los seis hijos, pero un hermano del señor que se ahogó tenía una tienda y le ayudó a mi mamá.
Jessica es hija única y nace en julio de 1988 y afortunadamente estaba trabajando y la pude criar.
La ley define que es “[...] mujer Cabeza de Familia, quien siendo soltera o casada, ejerce la jefatura femenina de hogar y tiene bajo su cargo, afectiva, económica o socialmente, en forma permanente, hijos menores propios [.. ,]”15. Según el DANE, más del 40 % de los hogares en Colombia tenían una jefa de hogar al finalizar el año 2021, un indicador de que más mujeres habrían ingresado al mercado laboral, situación que dista mucho del escenario en la década de 1980, cuando las problemáticas sociales y los lentos procesos económicos exponían a estos hogares encabezados por mujeres a severas condiciones de pobreza, ya que los ingresos siempre eran insuficientes para suplir necesidades básicas en el hogar16.
La fortaleza como componente esencial en la crianza materna le permiten a la profe afrontar situaciones que gracias a ello nunca la tomaron por sorpresa; en medio de decisiones trascendentales que trazan destinos sin regreso, se vuelve ejemplo de resistencia y de superación.
Nunca participó de la crianza de ella, pero la visitaba y como él vive en otra ciudad, y cuando viene a Bogotá se llaman y se ven o viene aquí, pero así que haya compartido con ella mucho tiempo o colaborado con el estudio siempre de ella, no, a mí me tocaba trabajar. Sí, ella es psicóloga y trabaja en la Secretaria de Salud con comunidades negras, ahora en diciembre tiene un año de estar en ese puesto.
El esfuerzo trajo la recompensa que ella esperaba y la visión del futuro de su familia tuvo otro enfoque.
Su historia en Bogotá
Los anhelos personales, los lazos de afecto, el deseo de un presente distinto y las grandiosas oportunidades de llenar un espacio con la compañía, motivaron a la familia Copete a caminar en una misma dirección animados por nuevas expectativas. Nos comienzan a traer de a poquito, los tres hombres vivían acá y ninguno de ellos se casó, solo uno con una profesora y luego se separó; mis hermanos vivían solos y se trajeron a mi hermana la mayor, ella tenía las mellas y mi hermano me trajo en 1965. La capital colombiana se convierte en un punto de llegada; después de su salida de Tadó, el impacto de la profe Segunda Copete chocaría ante su imaginario de lo que sería esta ciudad, en la que sus calles y sus gentes se mezclarían con una parte de su identidad cultural. “Mis hermanos me traen para Bogotá. Llegué por avión de Quibdó a Bogotá”.
El sueño docente sigue su camino ante el rigor de algunas circunstancias, pero el espíritu de superación y la humildad que le permitían soportar y mantenerse ante adversidades la 228 llevan a decidir sobre su futuro. “Llegué a una escuela del Distrito, era una escuela por el 20 de Julio, y mi hermano trabaja allí, en ese sector, en la escuela de varones”.
Fundado en 1944, el Instituto Comercial Moderno es un colegio femenino que entre las décadas de 1950 y 1970 funcionó como internado de niñas y que en la actualidad lleva a cabo labores puntuales enfocadas en la formación social, comercial, disciplinaria y normativa de sus estudiantes17. “Pero de sexto a noveno lo hice en un Colegio Comercial Moderno, que quedaba en el centro, y después para ser maestra en la normal”.
Su deseo de superación, sus convicciones y el vivo deseo de querer transformar pensamientos de la sociedad desde la docencia, provocaba discrepancias con su hermano Leonel Copete. “Yo le dije a mi hermano: no quiero ser secretaria y salir de un colegio comercial con un título de contabilidad, no, yo no quiero estar detrás de un escritorio recibiendo órdenes”.
El arte de la docencia
El periodo comprendido entre 1950 y 1980 estuvo marcado por un crecimiento económico que si bien consolidó la expansión educativa en el país y una importante promoción en la calidad, no ofrecía un panorama alentador para afrontar estos retos, lo cual visibilizó un sistema educativo precario, poca capacitación y maestros mal pagados18. “En esa época mi hermano me puso a hacer licencias en el Distrito y comencé a trabajar”.
La baja remuneración que recibían los maestros comparada con otros sectores de la economía dejaba ver que la actividad docente no tenía un reconocimiento sólido por parte del Estado. Para el año 1977 no existía un escalafón formal19.
En ese tiempo existía el escalafón y era de primera y segunda categoría y recién entrábamos a trabajar entrábamos en primera categoría y los que estaban ahí eran de bachillerato de segunda categoría.
Frente a esta situación el Ministerio de Educación Nacional (MEN) promulga el Decreto 2277 de 1979, que estipuló la profesionalización y nombramientos del ejercicio docente, la creación del mecanismo nacional de escalafón del 1 al 14 y la aparición de nuevas políticas promovieron la creación de instituciones educativas, entidades como el SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje), fortalecimiento del INEM (Institutos Nacionales de Enseñanza Media Diversificada) y Universidades Pedagógicas. La docencia en el Distrito Capital se posicionó en distintas corrientes ideológicas y en un proceso de transformación20, y con ello surge la demanda estudiantil y es así como en estos procesos logra encajar la armonía, el conocimiento, la personalidad, la experiencia y el profesionalismo de la maestra Segunda Copete. “Terminé mis estudios de Sociales en la Universidad Libre”.
Los anhelos de profesionalización de su labor se convierten en realidades que impactarán sus ambientes educativos más adelante.
Leí en un periódico sobre universidades y nunca escuché de ella, de la Universidad Manuela Beltrán, y llamé porque quería hacer la especialización en Pedagogía en Solución de Conflictos y me matriculé para ir los sábados, el costo del semestre estaba en 1 500 000 y me daban la prima de mitad de año y pagaba el semestre, la de fin de año y lo mismo y me tocó hablar en la universidad para que me dejaran pagar la mitad en junio y la otra en diciembre, y todo lo que recibía, cesantías, intereses de cesantías, recursos y préstamos en Canapro eran destinados a pagar esta especialización.
Las oportunidades estaban esperando por ella, la vocación por la docencia, las capacidades pedagógicas adquiridas y la necesidad apremiante de realizar su trabajo con mayor potencial le dieron espacio para su capacitación. “Talleres..., yo iba a talleres viernes, sábado y hasta domingo, y nos daban onces y almuerzo y todo eso le sirve a uno como maestro para manejar los niños”.
De las prácticas pedagógicas...
Los colegios cooperativos en Colombia surgen como alternativa de reducción del déficit y fortalecimiento en la educación en sectores populares a cargo, en su mayoría, de padres de familia de escasos recursos, y en zonas rurales, mediante el decreto 452/64 que autorizaba a las juntas de acción comunal para crear colegios en asociación, mediante las cooperativas de educación21.
Segunda reconoce que su ingreso a los colegios cooperativos, entre 1979 y 1980, le permitió desarrollar y aportar sus capacidades en la formación docente, así como fortalecer su experiencia; se hizo merecedora por parte de la comunidad educativa de numerosos elogios por su alto grado de responsabilidad.
Con recursos provenientes de la ciudadanía estas instituciones cubrían los gastos de alimentación y nóminas de docentes, directores, coordinadores, entre otros. El manejo del colegio estaba a cargo de una asamblea de padres y un gobierno escolar; el Estado asumía algunos costos de infraestructura y ciertas adecuaciones.
La adaptación al medio educativo comenzó a ser muy importante en su vida, y sintió que era hora de poner en práctica sus conocimientos; su método consiste en abordar un tema mediante una breve descripción introductoria, utiliza fuentes y hace preguntas, crea múltiples ambientes democráticos y luego lo profundiza utilizando ejemplos mediante dibujos y gráficos, existe un solo moderador o director de la clase, pero al finalizar el tema trabajan de forma cooperativa dando una solución cuando surgen interrogantes. “Los cooperativos tienen su organización, tienen el gerente y la misma cooperativa pone un director y los que mandan en la educación son las cooperativas”.
La maestra Segunda incluye en los procesos pedagógicos actividades ecológicas y de campo con los estudiantes por considerar que la educación mediante la experiencia despierta gran interés en ellos y fortalece el conocimiento. Las tareas para realizar en casa se determinaban por el tema a tratar el siguiente día, sin embargo, existía flexibilidad y los temas en clase se distribuían de acuerdo con cada hora en el aula; las evaluaciones se ejercían en muchos casos al finalizar un tema de forma escrita, en ocasiones evaluaba a los estudiantes de forma oral22.
Ingresé al colegio al grado primero en el colegio cooperativo de la Fuerza Aérea llamado Cosofa en Kennedy, y se acabó. Era un colegio mixto y se llamaba así porque en la mañana funcionaba el colegio de la Fuerza Aérea Colombiana y por la tarde el colegio cooperativo.
Sus conocimientos y habilidades le permiten acomodarse fácilmente al entorno; dentro de este proceso implementa la retroalimentación en sus clases, utiliza libros guía para ampliar la enseñanza de sus alumnos y les solicita que plasmen lo aprendido del tema mediante dibujos o escritos; “...comencé en primero de primaria y luego en cuarto”.
Las vivencias de la maestra Segunda, sus aptitudes y deseos de superación personal influyen en su talento como docente y redirecciona su discurso pedagógico en función de la comunidad educativa; para iniciar clases como sociales y ciencias naturales aplica la experticia adquirida en sus años en medio de ambientes naturales, de sus vivencias en la otra Colombia mediante la narración, dibujos, historias y mapas con lo cual generaba gran expectativa en sus estudiantes; Meneses23 expone la necesidad de resaltar un país que, pese a mantener unos sectores que parecieran olvidados, es rico en recursos naturales, leyendas, mitos y culturas, aspectos que los estudiantes no olvidan luego de dibujarlos en sus cuadernos.
La clase educación física inicia con una evaluación de la condición y estado de salud de sus educandos, antes de realizar las prácticas de campo, a pesar de la precariedad de los colegios distritales al no contar con elementos que permitieran prácticas de la clase de educación física de forma responsable24. Para informática, los microprocesadores y partes de computador se convirtieron en algo nuevo y para innovar la maestra iniciaba con actividades simples, escritas en guías que permitieran a los estudiantes conocer y practicar las nuevas tecnologías; las nuevas clases de tecnología le generaban asombro, muy similar al impacto que sintió a su llegada a la ciudad de Bogotá. “En esa época a uno le tocaba todo y cuando llegué al Distrito ahí sí me tocó educación física e informática”.
Su formación se orientó con principios de respeto y estrategias de adaptación para suplir las necesidades en el aula; el direccionamiento de maestros le brinda experiencia en la pedagogía y reinvención en sus proyectos educativos en cada curso o grado asignados. “El rector nos dejaba en grado primero, segundo, tercero y cuarto y luego nos rotaba; yo duré nueve años”.
El sentido de pertenencia y solidaridad enseñados en casa se reflejan en la prontitud con la que suple las necesidades del mercado educativo y que requieren de una profesional como ella. “Hacía reemplazos de un mes a tres meses, por lo general de docentes que se trasladaban o incapacitaban”.
En los colegios cooperativos que comienzan la descentralización, la provisión de cargos docentes y el pago de las nóminas no provenían en su totalidad del Estado y muchos colegios debieron privatizarse dadas las condiciones económicas del momento; la ley 115 del MEN plasma políticas para entes territoriales y deja relejadas aquellas que fortalecen los colegios cooperativos.
La flexibilidad, el conocimiento y la proactividad ante los cambios que tenía impresos en sus valores, le permiten a Segunda vincularse al Distrito, asignada a un colegio distante de su lugar de residencia; a pesar de que el cansancio de sus veinte años de labores ya hacía mella en su salud al preparar su clase de ética y religión mantenía la necesidad de visibilizar los derechos de las personas afrodescendientes mediante ayudas didácticas, mesas redondas y clases de roles.
Yo entré en 1998, cuando todavía era el Politécnico Nacional Femenino y ahora el Emma Villegas y ambos colegios eran separados. En 1998 quitaron los programas de la nación para colegios cooperativos y me enteré de que iban a quitar los profesores de los colegios cooperativos, que eran quinientos en Bogotá, porque la nómina era muy alta y los maestros pasaban a trabajar para el Distrito y a mí me nombraron para el Colegio de las Mercedes, 13 con 38. El CADEL queda en el Eduardo Santos y yo me fui a hablar con esa señora del CADEL, María Teresa se llama, y le dije que me había salido en La Merced y no quería irme para allá, que me ayudara ya que llevaba diez años en el sector y la rectora me dijo: “busque en el sector ”, y me vine a buscar; cuando veo un portón blanco y decía Emma Villegas y timbré y salió una señora, la que era la directora, y me dijo que había vacantes para la tarde y hablé con María Teresa y le dije que en la escuela Emma Villegas había tres vacantes y llamó a la señora del CADEL de Ciudad Bolívar y le dijo que yo me quería cambiar; dijeron que sí. Cuando ingresé al Emma Villegas yo brincaba en una pata, estaba muy feliz.
La maestra Segunda dirige a sus estudiantes en la construcción de sus proyectos de vida y los aportes que van a realizar en la sociedad25 , para lo cual inicia con preguntas que retan a los estudiantes sobre su presente y su futuro, transmitiéndoles la convicción de que no existen límites para los sueños y que si no desmayan obtendrán su recompensa.
Llega a la escuela Emma Villegas de Gaitán, como docente nombrado, y encuentra a una institución con necesidades y siendo consciente de estas limitaciones, orienta sus esfuerzos pautados en su crianza, en la rápida adaptación y en guiar a sus educandos con pensamientos de excelencia dejando de lado las barreras; el aula de clase se convertía en un sitio que con escasos recursos lograba demostrar eficiencia. “Ingresé a grado primero de primaria, ese grado estaba desocupado y a ese llegué.
Sin mayores dificultades adoptó su discurso pedagógico a los nuevos retos en la escuela, destacando su solidaridad con los docentes al propiciar escenarios desde la objetividad ante cualquier situación que se presentara sin descuidar sus principios, y en cuanto a los desaires del entorno que una vez más tenía que enfrentar, sacaba a relucir el trato respetuoso y cordial aprendido en casa, lo cual resaltaba su prudencia y su respeto ante las diferencias.
En la escuela había un curso de prejardín con niños de entre 3 y 4 años, a cargo de la maestra Consuelo. Tiempo después, esta maestra fue asignada al tercer grado debido a que el docente titular se retiró, y el curso de prejardín fue cerrado por decisión de las directivas de la institución. Hubo muchos cambios, entre ellos el nombre del colegio, que antes se llamaba Politécnico Nacional Femenino y ahora se llama San Francisco de Asís. Las funciones también cambiaron: la rectora de la escuela fue nombrada coordinadora. Esta profesora tenía una costumbre muy particular, ya que trataba mal a los profesores que llegábamos de colegios cooperativos.
En el aula de clase, la maestra Segunda realizaba sus evaluaciones entregando una calificación cualitativa que le permitiera conocer qué tanto habían aprendido sus alumnos, cuáles eran promovidos y cuáles no. “Cuando yo trabajaba en la escuela éramos muy independientes, por ejemplo, los de la mañana no sabíamos nada de lo que hacían en la tarde; éramos como islas aparte”.
El compromiso mostrado desde los inicios en la escuela fueron contundentes, la maestra logra, desde sus proyectos pedagógicos, transmitir realidades que había vivido y que debían ser prácticas constantes en la escuela, actos mediante los cuales cada estudiante tuviera la oportunidad de sentir y vivir otra cultura, otra visión y otra etnia.
En el año 1974 surge la cartilla “Nacho” como una necesidad para reducir el analfabetismo en Colombia, texto que ha ayudado a miles de colombianos en la enseñanza y el aprendizaje de la lectura y escritura, en todos los niveles sociales y culturales gracias a su sencillo lenguaje e ilustraciones26. Una de las problemáticas endémicas de la educación en Colombia es la falta de elementos suficientes para brindar una educación de calidad; sin embargo, la maestra Segunda salvaba este obstáculo con sus experiencias de vida y sus prácticas pedagógicas que además le permitían liderar en de su comunidad espacios que articulaban el discurso pedagógico entre docentes y estudiantes, con los medios que tenía a la mano y que potenciaban la enseñanza y habían sido efectivos en su caminar docente.
La tenacidad y la templanza llevaron a la maestra Segunda al lugar en donde consiguió dejar huella y un legado entre sus estudiantes.
En primero de primaria yo enseñaba con la cartilla “Nacho ”, llegaba a la escuela y usaba la cartilla “Nacho” para grado primero; cogía mi cartilla “Nacho” y con las profesoras seguíamos la “Nacho”; con esa los niños aprendieron mucho. Cuando empecé en esos colegios enseñábamos con la cartilla, allí tenían libros y vendían el texto y varias amigas ya tenían prácticas en matemáticas y nos colaborábamos y ahí nos íbamos bandeando y con el tiempo se adquiría experiencia.
Los seres humanos estamos destinados a comportamientos sujetos al ambiente que nos rodea, compuesto por variables como la comunicación, el lenguaje, la organización, las normas y los espacios físicos; por extensión, el clima escolar es el ambiente donde se gestan y confluyen aceptaciones y diferencias de pensamientos y las presiones propias de la actividad se deben pasar por alto, teniendo en cuenta que en la línea de tiempo del trabajo y la convivencia siempre habrá una enseñanza27.
Los maestros no contaban con capacitación para los cursos primeros y segundos; los apoyos materiales, bibliotecas, ayudas educativas, papelería y juegos educativos eran casi inexistentes28. “Yo utilicé varios libros y nunca pensé que esos libros hubieran servido tanto, yo rescaté esos libros y yo sacaba de ahí las clases”.
La disciplina no era un problema para sus estudiantes. Segunda los involucraba en temas apasionantes, en juegos interesantes que eliminaban el discurso plano y sin sentido, conseguía su atención y fortalecía su aprendizaje; así encontraba dentro de su grupo alumnos con capacidades excepcionales que hacían la diferencia y asombraban con su dedicación a las labores diarias.
En el colegio cooperativo, en el último que trabajé, los papás se preocupaban por el aprendizaje de ellos y vivían muy pendientes y cuando me vine tuve un grado cuarto en el segundo piso, con un niño en silla de ruedas y era muy inteligente y tenía una letra divina y siempre que había izada de bandera la mamá venía por el niño y las hermanas que estaban en bachillerato iban por él y me asombraba la forma tan hábil con la que lo bajaban.
Meneses29 hace ver los aportes de las comunidades afrocolombianas en la transformación y la construcción de espacios escolares multiculturales, aliento que se hacía visible a medida que escaseaban los recursos para el ejercicio de su labor. “Con gran esfuerzo me las ingeniaba con los libros para poder explicarles a los niños y que aprendieran lo suficiente”.
El rol que ejerce la maestra ante padres de familia y cuidadores conserva la esencia de facilitadora, sus sentimientos de responsabilidad y diligencia adquiridos en su propia formación se apoyan en elaborar un encuentro con sus alumnos teniendo en cuenta todos los detalles y elaborando planes de acción en sus clases mediante cartillas, libros y documentos que contribuyan con la motivación de sus educandos y a la exploración del mundo, creando en ellos prácticas de conocimientos conducidos, necesarios para armonizar el diseño curricular30.
Los padres del colegio particular se preocupaban por los niños y en el colegio cooperativo pedían libros y uno tenía el listado de libros, pero los directivos pedían los libros, no eran los maestros, mientras que en el colegio cooperativo escogían los que nosotros pedíamos.
Las relaciones de respeto y tolerancia como base para la resolución de las problemáticas que surgían con frecuencia visibilizan la crianza fundamentada en la ética, la moral y la templanza de la maestra Segunda.
La directora era problemática y peleaba por todo y llegaba a mandar, quería todo para ya y la gente no le tenía todo de inmediato; un día tuvo problemas con una mamá y le pusieron su queja en el CADEL...
Las jornadas pedagógicas propiciaban en el aula debates que surgían en torno a la naturaleza, las formas de vida y las culturas, cuyas respuestas se concertaban entre todos. En las actividades escolares Segunda exponía su historia y sus raíces, cargadas de riquezas inmateriales que despertaban el sentido de pertenencia entre el alumnado. Hacían paseos a Melgar, a Mesitas, organizaban en la escuela los paseos y no se les llamaba jornada pedagógica, solo se le decía paseo, y los niños iban a ríos y piscinas”.
Sus convicciones la llevan a amar su institución como un segundo hogar, “pues yo venía de un cooperativo en donde estuve ocho años y quería mucho ese colegio y nunca tenía problemas con papás”. La disciplina no es impuesta, se concertan deberes, obligaciones y derechos que, al por escrutarse entre los estudiantes, deben ser respetados y cumplidos para mantener la armonía en el aula. Los procesos de sensibilización se realizan mediante imágenes y libros y después los estudiantes realizan dibujos en sus cuadernos, socializan entre ellos y aprenden sobre sus responsabilidades.
El éxito de su labor se complementaba con la prudencia en sus acciones, aptitud que aplicaba al trabajo en clase y cuando algún estudiante estaba disperso, se acercaba, lo escuchaba y lo dirigía; las dinámicas en clase partían de recortes de periódico que se les pedía traer a los estudiantes de alguna noticia en particular acorde con su edad, y ellos informaban, comentaban y se podían identificar en algunos casos. “En los últimos años bregué mucho con los niños y los papás, la ausencia de compromiso me llevó a realizar compromisos para que los niños no perdieran el año”.
La recursividad inmersa en su educación y reflejada en sus experiencias rutinarias, sirven como modelo formador en el aula y a formular algunas preguntas; ¿cómo lo puedo hacer?, o ¿por dónde empezar? Establece un modelo de lluvia de ideas de modo que los estudiantes logren familiarizarse con el problema y consigan llegar a una solución grupal.
En la escuela me tocó aprender lo de secretaria para hacer notas, porque nos quitaron la secretaria que trajo otro docente y que era buena gente... Y después hubo mucho cambio y la escuela la anexaron al Colegio Politécnico y luego le cambiaron el nombre a San Francisco de Asís.
Dentro de los experimentos, la maestra brindaba a los estudiantes espacios que permitían adaptar sus soluciones a problemáticas con recursos escasos pero que debían ser aprovechados de la mejor manera; partiendo de la observación y del análisis de la situación, se pasaba a experimentar las ideas expuestas, acompañando al estudiante en la estructuración que llevaba a la solución para generar confianza y mejorar su aprendizaje.
Acá me tocaba acomodarme y día a día nos pedían las listas y nos tocaba buscar quién las hacía y tocaba pagar, pero con el tiempo fueron llevando los computadores a la escuela y la secretaria ya se apersonó de las listas y llamaba a lista a los alumnos.
La defensa de los derechos de los más débiles es una fortaleza que le granjeó muestras de cariño y respeto tanto de compañeros como alumnos en el ámbito estudiantil; Segunda entendía y reconocía la problemática de sus estudiantes, los acompañaba en sus experiencias escolares y los motivaba a reconocerse en su pensamiento y en sus maneras de ser.
En otra ocasión tuve un enfrentamiento con la coordinadora porque no le dio el refrigerio a un niño de mi salón porque estaba gordo... pues sí, yo me enfurecí, me fui y le reclamé le dije: “esa comida la da el Distrito no la da usted, no tiene por qué discriminar a los niños.
La autonomía implantada en el aula estaba ligada a la flexibilidad de la maestra Segunda. Las ayudas didácticas, las estrategias de motivación, los trabajos en grupo, los talleres y discusiones creaban espacios de confianza en sí mismos con opiniones y comparaciones de sus pensamientos31.
Las reflexiones que la inspiraban tenían el objetivo particular de crear un pensamiento crítico ante situaciones cotidianas, encontrar soluciones oportunas ante problemas inesperados vitales para sobresalir en la escuela y en la sociedad; es así como involucra a los estudiantes en talleres y actividades cognitivas que animaban la resolución de problemas mediante pasos o métodos de argumentación y análisis, utilizando estrategias de intervención y opinión entre los estudiantes, planteando problemas reales, cotidianos y hallando la solución más acertada posible32.
[...] ese colegio era de 1967 y eso era de dos pisos y cuando llovía el agua empezaba a escurrirse y a mojar los salones y la plancha a moverse, se mandaban cartas a la Secretaría de Educación para que la arreglaran e hicieran algo, pero nada, y el 31 de octubre se inundaron los salones y yo les decía a los niños “corran los pupitres donde no caiga agua” y así nos tocaba trabajar.
Después llegaron de Secretaría de Educación y de la Personería, yo estaba en el segundo piso y bajamos con los niños y la escuela comenzó a vibrar y los de la Secretaría y la Personería al ver esto se asustaron y salieron a mil y cuando volvieron fue que dijeron que iban a hacer el edificio donde quedaba el patio de recreo de cuarto y quinto de primaria.
Con la más grande actitud de solidaridad y compromiso, Segunda se siente parte de la solución, era hora de poner a prueba su creatividad y el positivismo que alguna vez fue recurso para ella en momentos de debilidad; sus estudiantes eran lo primordial y aunque el panorama no era el más idóneo para impartir conocimiento, la atmósfera era cambiante y la herencia de resistencia que en casa recibió le permitieron trabajar con mayor motivación.
La escuela se estaba cayendo, pasaban carros y vibraba el piso [...] para ese entonces reuní a los padres de familia y les dije: “tenemos que hacer algo o si no puede ocurrir una tragedia”. Yo les conté lo que había sucedido en mi pueblo, sin embargo, no nos pararon bolas. Como al mes llegaron los de Secretaría de Educación y dijeron que la escuelita estaba bien. Recuerdo que les dije a mis compañeras “saquemos a los niños al descanso pero que salgan corriendo de tal manera que vibrara todo el edificio”, y así fue, vibró tanto que salieron espantados los de la Secretaría de Educación. Al mes intervinieron la sede y construyeron la nueva escuela. Comenzaron a construir el edificio y estuvimos ese año en la escuela y ellos construyendo y nosotros estudiando y le daban durísimo al barro con una cosa grandísima y sonaba durísimo, para que quedara asentado, por eso se me hizo raro que el cuarto donde guardaban la basura se hubiera dañado y levantado.
De allí adoptó el esquema de sus clases a actividades interesantes que toda la institución admiraba. Los procesos de adaptación nunca fueron fáciles, sin embargo, las circunstancias lo ameritaban y la problemática fortaleció la relación de la maestra con sus niños, quienes reconocieron los esfuerzos y la dedicación incansable de la maestra por dictar sus clases.
Les dije a mis compañeras que dejáramos de lado esos bailes que siempre hacíamos, cambias y joropos, y propuse que trajéramos algo de mi tierra, y en muchas izadas de bandera hicimos diferentes bailes y diferentes representaciones de lo que es mi tierra, lo bella que es; cada presentación estaba llena de nostalgia y alegría.
Los proyectos de aula tuvieron aceptación entre los estudiantes, las ideas renovadoras y productivas con resultados concretos estimulaban la inspiración de sus estudiantes, que seguían confiadamente las indicaciones para realizar danzas, dramatizaciones y presentaciones; estas manifestaciones lúdicas reanimaban el ser de la maestra, quien al rememorar su pasado fortalecía su camino en el presente aun cuando se multiplicaran las barreras.
Las acciones sociales y escolares de la maestra Copete marcaron grandes diferencias en al ámbito educativo y las huellas que dejó en sus estudiantes no son ajenas a esas gestas afrocolombianas que han sido visibilizadas gracias a la dedicación y el compromiso incansable que emergen en medio de la problemática social colombiana y que vencieron los imaginarios sociales de racismo y desigualdades33.
Nos fuimos a vacaciones y llegamos en enero y no había dónde trabajar, la escuela ya la habían tumbado y nos fuimos para la Rebeca, que estaba desocupada, y entonces hicimos pico y placa, un día estaba en la escuela un curso y otro día otro curso.
Con las mejoras estructurales emprendidas por la Secretaría de Educación se hizo obligatorio el traslado de la planta docente y de estudiantes a otro sector para continuar con las clases.
Rápidamente la maestra Segunda fue reconocida gracias a que sus clases trascendían la simple presencia en el aula a planos más relaciónales entre alumnos, padres de familia y directivas del colegio; aunque el liderazgo que asumió no tuvo el eco esperado, su lucha incansable le brindó al colegio el reconocimiento de su infraestructura y respeto estatal de su territorio. En sus clases expuso anécdotas como la narrada a continuación, de la cual transmite, en palabras de Soto et al.34, la importancia de luchar y hacer respetar los derechos para tener una vida digna y una educación de valor.
Por parte de la Secretaría de Educación no hubo una entrega formal, nunca nos hicieron la entrega del colegio y una vez una señorita me llamó y me dijo que la zona del parque infantil no aparecía en los planos que ella tenía y yo le dije que eso siempre había pertenecido a la escuela.
Los amigos
El fomento de relaciones interpersonales sanas y edificantes siempre la destacaron, para ella la amistad estaba por encima de cualquier situación, le gustaba aconsejar y orientar a sus compañeros en la toma de decisiones, mediaba ante problemáticas y lideraba soluciones oportunas; cuando sus clases caían en momentos de monotonía buscaba romper la rutina con actividades como dramatizaciones que mostraran el valor de la amistad.
Imagínate que Clemencia llegó del Eduardo Santos, nos hicimos muy amigas y cuando cumplíamos años salíamos a comer o por ejemplo recogían dinero y llevaban tortas, flores y celebrábamos.
La comunicación efectiva de la maestra segunda se centraba en exponer claramente sus objetivos y las necesidades que presentaban sus proyectos pedagógicos; sus compañeros de trabajo la consideraban buena comunicadora, de mente abierta y amable.
La escuela es una organización compuesta por su infraestructura, identidad propia y las relaciones interpersonales de sus individuos; en esta última etapa incluimos el clima organizacional35 que la motivó a permanecer en la escuela Emma Villegas y la hizo partícipe de historias de vida sensibilizadoras, solidarias y de justicia social.
La compañera Consuelo enfermó, al igual que su esposo, quien fue hospitalizado y falleció poco tiempo después. Nos enteramos de esto gracias a sus hijos. Algo similar ocurrió con el esposo de Luz Nelly, quien también falleció. Recuerdo que ella siempre llegaba con su marido al colegio, y parecía que vivían muy bien juntos. Nunca la vi llorar por él ni pelear con él.
Sus estudiantes aprendieron en el aula de clase el sentido de pertenencia y la gratitud mediante actividades como carteleras, historietas desarrolladas en sus cuadernos y dramatizaciones con títulos como “¿Está bien hacer esto en la escuela?”, “¿Es correcto mi trato con mis compañeros?”.
En ese tiempo hacíamos sancocho; cuando estábamos en el Emma teníamos la estufa porque ese edificio lo diseñaron sin cocina y bregamos para que nos hicieran la cocina, cuando llegaron los arquitectos les dijimos que ¿dónde va a quedar la cocina?, y le hicieron ese espacio porque bregamos para ello.
Los coordinadores juegan un rol muy importante en la estructura organizacional de la escuela, tienen el papel de mediadores entre la rectoría y la docencia, y estas exigencias los convierten en el ojo del huracán y la aceptación o rechazo del cuerpo escolar dependerá de sus habilidades de comunicación; no existen reconocimientos para su labor y son aquellos invisibles útiles que el Estado nombra para mantener equilibrada la escuela.
La maestra Segunda como observadora entendía muy bien los roles dentro de la institución y para mantener un ambiente escolar sano y libre de actos discriminatorios e injustos de forma ejemplarizante sujetaba sus principios a la disciplina escolar.
Es que mandaban mucho y nos ponían a leer mucho y que un proyecto aquí y otro allá y que tocaba estar exponiendo, y a los profesores no les gustaban esas experiencias, pero a mí me sirvió. “Necesitamos uno que haga reuniones, que vaya a la sede A y traiga la información”, pero esos coordinadores no ayudaban para nada con los papás.
La resiliencia en su rol transmitía seguridad y confianza entre sus alumnos; dentro de su clase en salud inició el tema de profesiones centrándose en el médico y el odontólogo, apoyándose con imágenes de cada profesión y las actividades que se realizaban en cada una de ellas para poco a poco ir involucrando al educando en la importancia y la necesidad de asistir a controles médicos y odontológicos como constructores de una vida sana.
La ida al médico era terrible, para que me bajen tengo que pagar 160 000 pesos y a veces he pagado hasta 200 000, porque por cada hora que dure allá me cobran 20 000 pesos, es un servicio que conseguí; un día llamé a la EPS para que me llevaran porque me cansé de tanta pagadera de plata, pero es horrible, vinieron a llevarme, pero fue terrible la experiencia.
Conclusiones
La historia de la maestra Segunda Copete se relaciona de forma intrínseca con las complejas dinámicas sociales, económicas y políticas que han moldeado, además de su carácter y profesionalismo, la vida de su familia a lo largo del tiempo. La decisión de sus abuelos de trasladarse de Caldas a Tadó, Chocó, como parte de una forzosa migración, no solo fortaleció los lazos culturales, sino que también actuó como un agente transformador en su trayectoria tanto personal como académica y profesional. Estas conexiones enriquecieron la identidad de su familia, resaltando la diversidad étnica y social que define su procedencia.
Estas historias personales muestran distintas maneras de entender la interculturalidad como una práctica que enriquece de manera permanente su quehacer pedagógico y social; también ponen de manifiesto la resiliencia como una acción inquebrantable ante las distintas barreras que se han presentado en su vida, a saber, la falta de acceso a servicios de salud, la pobreza y las adversidades asociadas con la minería y el trabajo rural. Estos obstáculos se convierten para ella en el punto de partida de una lucha incansable por la superación personal, manteniendo viva la memoria de un entorno que ha moldeado su personalidad, resistente, humilde y solidaria.
En la misma línea, esta historia muestra un valioso testimonio que refleja la lucha y el compromiso de una educadora a lo largo de décadas, en un contexto educativo con cambios drásticos y complejos; estas situaciones le permitieron, a través de su determinación, superar limitaciones económicas, sociales y familiares, con el fin de convertirse en docente, acciones estas que evidencian su tenacidad. Aprovechando oportunidades de capacitación y mejoramiento permanentes que el sistema educativo le ha brindado, ha podido demostrar su compromiso con la formación como maestra, la transformación del contexto donde se ha involucrado y su experiencia pedagógica a partir de su práctica, abordando no solo aspectos académicos sino también sociales y emocionales, propios de los entornos educativos.
Su permanente creatividad e innovación en métodos de enseñanza, permeados por su riqueza cultural, han motivado de forma directa prácticas de inclusión, cuidado y protección del medio y la resolución de conflictos, las cuales han transformado de manera significativa el acontecer escolar. Así las cosas, la historia de la maestra Segunda Copete es un testimonio inspirador de dedicación, perseverancia y amor por la profesión docente, evidenciado esto en sus esfuerzos por proporcionar un ambiente rico de aprendizaje, utilizando recursos como libros de texto, libros usados y la experiencia adquirida a lo largo de los años, superando barreras que impiden el desarrollo de la enseñanza, el aprendizaje y la participación, impartiendo desde su ejemplo, valores, principios y autonomía a sus estudiantes.
Ahondando en la relación con sus estudiantes, en su relato se evidencia su manera de promover la participación activa de los educandos en su proceso de aprendizaje, a través de anécdotas y experiencias de vida, demostrando su firme compromiso con el desarrollo integral de sus alumnos a lo largo de su trayectoria, considerando las necesidades, intereses y sus contextos individuales, todo bajo el fomento de la inclusión y el respeto por la diferencia. En ese sentido, la maestra Segunda se proyectó como un modelo ejemplar de educadora que, a pesar de los desafíos y limitaciones, logró construir una identidad sólida y cultivar un entorno educativo enriquecedor.
Finalmente, este relato de vida muestra una notable capacidad de la maestra afrodescendiente para enfrentar la adversidad con creatividad, dedicación y positivismo desde un enfoque pedagógico y social que trasciende una simple transmisión de conocimientos a una formación de sujetos críticos, resilientes y con altas expectativas de crecimiento. Su liderazgo y los esfuerzos incansables de la maestra Segunda por la transformación permanente de la escuela han dejado una huella positiva en el contexto escolar.