INTRODUCCIÓN
Este artículo analiza el proceso histórico de las festividades cívicas como la celebración del día de la independencia1 a través de la lente de dos generaciones, una que experimentó el ascenso a la gubernatura de Francisco Cañedo, y fue la encargada de escenificar el poder por medio de rituales cívicos; la otra le tocó vivir el relajamiento del fervor patriótico y el esplendor del Centenario de la Independencia.
La festividad y el ritual cívico en México y América Latina es un tema muy estudiado por historiadores, sociólogos y antropólogos, sobre todo en 1910, estimulado por los bicentenarios de las independencias -y el centenario de la Revolución mexicana- en los países latinoamericanos. Los enfoques y análisis varían, se estudió también el arte, los museos, la arquitectura, el urbanismo, los monumentos, las plazas y las calles2; la función política de las conmemoraciones, mitos, héroes, discurso, nacionalismo, valores patrióticos, memoria histórica, memoria colectiva, discurso, identidad nacional, modernidad, turismo, historia anticuaria, crítica y de bronce3; los rituales y su simbolismo, indigenismo, educación y civismo e iconografía4; etapas y procesos de las celebraciones a lo largo de la historia5; asimismo, se han producido trabajos sobre rituales religiosos como Semana Santa y santos patronos6.
El trabajo que aquí se presenta se limita a dos ejes de análisis. Los actores y promotores de la organización de las festividades cívicas, aunados al cambio como elemento central en el estudio del día de la independencia de 1888 a 1910. Metodológicamente para observar a los actores se recurrió al concepto de generación, que implicó definir dos fases, una que dominó de 1888 a 1903, integrada por una élite intelectual -acuerpada en el Colegio Civil Rosales, eran catedráticos, estudiantes, periodistas, escritores, poetas y políticos- que se interesó por escenificar y legitimar el poder a través de rituales y oraciones cívicas, desfiles, tertulias, círculos literarios, fiestas populares y relaciones de sociabilidad. Una característica principal de esta generación es que les tocó vivir el ascenso al poder de Francisco Cañedo como gobernador de Sinaloa y de Porfirio Díaz como presidente de México. La segunda generación -nació en la época de estabilidad política y prosperidad económica- se limita al periodo de 1904 a 1910, lapso en el que se relajó el fervor patriótico, aunque luego vino la ostentación del Centenario de la Independencia. Muchos de estos jóvenes se sumaron a la oposición política del régimen porfirista y después se lanzaron a la Revolución mexicana.
En cuanto a la celebración del día de la independencia, se analiza en dos fases. La primera se circunscribe de 1888 a 1903, caracterizada por el auge del fervor patriótico escenificado a través de desfiles de carros alegóricos, caminatas, procesiones y discursos cívicos, tertulias, bailes populares, lecturas del acta de independencia, creación de monumentos en honor a los héroes de la independencia. La segunda etapa va de 1904 a 1910, considerada como el periodo del relajamiento del fervor nacionalista, lo cual se debió a que el país se encontraba pacificado y el régimen envejecía, y los jóvenes se inclinaron más por fundar escuelas, realizar rituales y festividades escolares, al mismo tiempo aparecieron otros espectáculos y diversiones públicas como el cinematógrafo, acrobacia, circos y carnavales modernos que atrajeron la atención de la población. Hacia el Centenario de la Independencia en 1910, el ritual cívico adquirió nuevos bríos, pero ya fue al final del porfiriato.
La investigación sobre la conmemoración del día de la independencia durante el porfiriato se centra en las dos ciudades más importantes de Sinaloa: la primera es Culiacán, la capital del estado, ubicada en el centro de la entidad; y la segunda se refiere a Mazatlán, localizada en el sur del Estado, con un intenso dinamismo social, económico y político. En ese sentido el trabajo se inscribe dentro de la historia regional, para eso fue necesario entender la región como una construcción social e histórica7 -es una realidad cambiante, producto de la dinámica socioeconómica y a la vez integra espacios sociales y lugares vividos con una especificidad que le otorga una estructura propia- ubicada en un espacio con sus características propias y, que sus límites/fronteras no tienen que ver con división política o administrativa de los estados nacionales, más bien está sujeta en el tiempo a la capacidad de territorialización de las elites regionales y los grupos sociales dominantes, así como a los efectos provocados por los movimientos de población y las lógicas particulares nacidas de procesos económicos internos8.
1. CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA PATRIA EN MÉXICO
El régimen porfirista para pacificar y estabilizar el país recurrió al consenso popular, borró los frentes entre liberales y conservadores, se reconcilió con la Iglesia, permitió a los caudillos gozar de sus feudos a cambio de lealtad y centralizó el poder en torno a su persona9. Este sistema resultó tan eficaz que la reelección de Díaz no causó ningún problema y para legitimar el poder se optó por la ficción democrática10. Producto de la prosperidad económica en algunas ciudades de México proliferaron organizaciones corporativas de obreros11 que se fundieron en el mutualismo, los gremios, cofradías y sindicatos católicos. Su objetivo fue ayuda mutua, educación, reuniones, organización de veladas y de fiestas con el fin de salvaguardar o recrear los vínculos personales en una sociedad amenazada por el crecimiento de la industria moderna12.
El régimen de Díaz para legitimar el poder recurrió a la teatralidad, seleccionando un pasado colectivo, reserva de imágenes, de símbolos, de modelos de acción, historia idealizada y mitos de héroes13. La historia14 sirvió para crear una conciencia histórica que buscaba forjar un patriotismo de los ciudadanos, alimentar el orgullo nacional, cultivar el espíritu de sacrificio y esfuerzo por la patria y, generar la conciencia de que la época presente es feliz desenlace de una evolución histórica.
Lo nacional y lo patriótico se representan en las figuras de los caudillos. El proceso de la sacralización del poder de Díaz culminó con la construcción, en 1910, del Hemiciclo a Juárez en la Alameda, que significaba el mito y el símbolo del liberalismo triunfante15. La historia y la creación de mitos y héroes fueron utilizadas por el régimen para nutrir el patriotismo y como instrumento de glorificación de Díaz.
Durante el porfiriato, la escenificación del poder era representada en la celebración del día de la independencia, con el fin de buscar los orígenes de la patria en el movimiento insurgente y en la figura de Miguel Hidalgo. La independencia se festejó junto con el movimiento de Reforma, porque era interpretada como la Segunda Independencia. Los fundadores de la patria fueron visualizados mediante pinturas, esculturas y monumentos, emisión de medallas, fotografías en los periódicos, artes que en este tiempo ayudaron a configurar la imagen del héroe16. Aunado a esto se efectuaron procesiones cívicas, discursos, cantos y loas. Así fue como se construyó una Religión de la Patria17.
La celebración de los días festivos significaron declaraciones espectaculares de la cultura dominante, ya que mostraban una expresión de gobernabilidad: "Orden y Progreso, el eslogan e ideal de los positivistas comteanos de la nación que animaba las políticas administrativas e inspiraba los despliegues gubernamentales durante los años del régimen porfirista18. Los rituales de la patria19 durante el régimen de Díaz tienen diferentes etapas20. De 1877 a 1882, surgió la junta patriótica y los festejos cívicos de corte aristocrático, ya que la celebración se reducía a un grupo muy selecto que se reunía en espacios cerrados donde hacía gala de banquetes, brindis y discursos21.
En 1883, en la ciudad de México y otras partes del país irrumpió el espectáculo moderno, en los rituales cívicos participaron masivamente obreros, grupos mutualistas, estudiantes, clubes y autoridades civiles y religiosas; hubo procesiones y paseos cívicos, gallos, bailes y banquetes, sumado a la lectura del acta de independencia emanada de Chilpancingo -no el de Iturbide-en la noche del grito. Para este momento se comenzó a institucionalizar el onomástico de Porfirio Díaz, para no confundirlo con las patrióticas fiestas del 15, se eligió el 18 de septiembre. Pero, para 1885, el natalicio de Díaz -el 15 de septiembre- pasó a formar parte del ritual cívico de la nación. En ese sentido, la imagen de Díaz -como la patria sustantivada- fue equiparada a los próceres de la independencia como Hidalgo, Morelos, Mina, Matamoros, Guerrero e Iturbide22. Así fue como surgió la lujosa celebración de la alta sociedad, donde se fundieron las ideas del liberalismo porfirista con la victoria de la independencia, que sirvió para dictar el modelo de comportamiento para el resto de la población23.
De 1901 a 1910 se escenificó la preparación y la celebración del Primer Centenario de la Independencia. El ritual del día de la patria realizado en la capital mexicana y en los Estados se organizó con derroches y exóticos arreglos que trataban de venerar y adorar al gran representante de la patria, Díaz. Los provincianos replicaron el ritual con fastuosidad: las calles, las plazas y los edificios públicos fueron adornados pormenorizadamente; hubo desfile de carros alegóricos, procesiones, bailes, oración cívica, lectura del acta de independencia y la comida ofrecida a los asistentes.
2. PROTAGONISTAS DE LA ORGANIZACIÓN DEL RITUAL CÍVICO: LOS JACOBINOS
En Sinaloa, la Junta Patriótica fue la comisión encargada de organizar las festividades cívicas del 5 de febrero, día de la promulgación de la Constitución Política; el 2 de abril, Batalla de Tuxtepec, protagonizada por Porfirio Díaz; el 5 de mayo, la Batalla de Puebla; el 22 de diciembre, Batalla de San Pedro, encabezada por el general sinaloense Antonio Rosales contra los franceses; y el 15 y 16 de septiembre se conmemoraba el día de la independencia24. La junta era nombrada por el gobernador o por el presidente del ayuntamiento, cuyos integrantes conformaban la élite cañedista25. Ellos recaudaban recursos por medio de funciones teatrales, corrida de toros, bailes y, colectas entre empleados municipales y estatales, y entre comerciantes e industriales, sociedades y organizaciones obreras.
De 1888 a 1910 miembros de dos generaciones26 de la élite intelectual27 y política cañedista -integrada por periodistas, poetas, profesores, abogados e ingenieros- dominaron las juntas patrióticas en el distrito de Culiacán. Una generación se entiende como un sujeto colectivo que vive en el mismo tiempo, que comparte las mismas historias de amor y odio, influencia social y política, conflictos generacionales, marcados por los mismos acontecimientos y cambios. Aunado, a las propensiones de obrar, sentir y pensar de cierta manera, así como a una misión o proyecto histórico, lo que da formalmente una conciencia histórica. La combinación entre influencias recibidas e influencias ejercidas explica el concepto de sucesión de generaciones. Es un encadenamiento derivado del cruce entre la transmisión de la experiencia y la apertura de nuevas posibilidades28.
La primera generación de la élite científico-intelectual dominó de 1888 a 1903, en su mayoría fungían como catedráticos y funcionarios del Colegio Nacional Rosales -luego Colegio Civil Rosales- así como editores y directores de periódicos y revistas literarias de circulación regional, aunque también los estudiantes jugaron un papel preponderante. Esta generación creó clubes y sociedades literario-científicas donde establecieron sociabilidades, con posiciones e intereses divergentes, y en cada uno de ellos estos vínculos se asociaban al conjunto de múltiples y contradictorias pertenencias de los actores. Los más conocidos fueron los clubes electorales, donde se ponía de manifiesto un conjunto de recursos organizativos, relacionales e indentitarios para el ejercicio de la soberanía29.
Los científicos de la era cañedista fue un grupo de letrados cercanos al poder que compartieron intereses, negocios, amistades, lealtades, compadrazgos, patronazgos, relaciones clientelares y aficiones, con una clara ambición política; además, esos letrados estrecharon relaciones sociales con instituciones científicas y culturales desde donde organizaron veladas literarias y tertulias por cualquier motivo: homenajes, inauguraciones de diferentes recintos, oraciones fúnebres, panegírico, certámenes; convivieron cotidianamente en fiestas y diversiones30.
En los inicios del gobierno de Cañedo se crearon diferentes sociedades científico-literarias. En 1877, los profesores del Colegio Rosales, licenciados Gómez Flores, Evaristo Paredes, el doctor Ramón Ponce de León y Ruperto L. Paliza31, y los estudiantes José A. Ortiz, Bernardo Vázquez, Mariano Peimbertm, Florentino Arciniega y Ledezma fundaron la Sociedad Río de la Loza y, para 1887 crearon la Asociación Científica Rosales -que difundía nuevos conocimientos de todas las áreas del saber por medio de un periódico- cuyo director fue Sosa y Ávila, quien fue destituido por sus ideas pro-liberales32. En 1888, Rafael Cañedo Bátiz (hijo del gobernador), Juan Francisco Vidales y Ramón Ponce de León Jr. formaron la Sociedad Juvenil "Juárez", que estuvo orientada a la creación literaria que se consolidó con el nacimiento del semanario El Progreso. Por último, en 1899, surgió la Sociedad de Ciencias y Letras Gabino Barreda, que fue presidida por el licenciado Ignacio Noris como presidente, Eutimio B. Gómez como vicepresidente, Jesús M. Cuén como secretario y Luis Monzón como tesorero33.
El Colegio Civil Rosales34 fue por excelencia el espacio donde se apostó ese grupo de científicos sinaloenses y desde ahí crearon sociedades científico-literarias, que les sirvió para organizar certámenes, al mismo tiempo realizaron homenajes y oraciones fúnebres a los destacados políticos del cañedismo. Los científicos crearon semanarios y periódicos para difundir conocimientos sobre el positivismo, la ciencia y la política. En esta primera etapa, el grupo científico mostró dispersión, ya que dieron nacimiento a varias agrupaciones, pero una vez que se consolidó el régimen cañedista, en 1898, surgió en el Colegio Civil una asociación moderna: el club Jacobinos. En compaginación con lo nacional, hay que resaltar que el porfiriato fue la época de las asociaciones modernas, el club fue una de ellas, que funcionaba con un club central, concentrando en su sección permanente su red de correspondencia, sus decisiones se imponía a todos35. El papel de los clubes era organizar las elecciones de diputados, de gobernadores, de presidente de la república; así como de realizar fiestas en honor al onomástico de uno de sus miembros o agasajar un personaje de la política.
El club Jacobinos se constituyó por los siguientes integrantes: los doctores Ruperto L. Paliza (director del Colegio), Ramón Ponce de León, Cipriano Hernández León, licenciados Heriberto Zazueta, Manuel Barrantes, Manuel González Soto, Francisco Verdugo Fálquez e ingenieros Manuel Bonilla, Luis F. Molina36, el farmacéutico Antonio H. Moreno, el profesor Carlos Filio y los editores Julio G. Arce, Faustino Díaz y Esteban Flores. Las reuniones se efectuaban en el local del club, en las oficinas del periódico de Díaz, El Monitor Sinaloense, y en La Botica del comercio de los farmacéuticos Moreno y su yerno Arce37.
El club Jacobinos funcionó como una asociación de hombres organizados para practicar una actividad común38, como la organización de eventos literarios, celebración de onomásticos de sus integrantes y de personajes de la política local y nacional, así como los rituales y festividades cívicas. En 1904, por ejemplo, los jacobinos ofrecieron un concierto vocal e instrumental protagonizado por la compañía artística Herrera Moro, a la cual asistieron los miembros de los clanes familiares39, hijas, esposas e hijos de los círculos intelectuales y políticos del régimen cañedista. En ese mismo año, en el onomástico de Eriberto Zazueta hubo orquesta, cena, discursos y felicitaciones40.
Los jacobinos sirvieron un banquete al gobernador Cañedo, en el edificio Toma de Agua41. El lugar fue adornado con palmas, flores, festones de colores, cortinas de punto y espejos. A cada lado de la puerta se colocaron los retratos de los bustos de Porfirio Díaz y Francisco Cañedo. A la hora de la reunión, Francisco Sánchez Velázquez, Enrique Morten Milley -representante de la colonia extranjera- e Ignacio Noris -en nombre de los jacobinos- elogiaron y exaltaron la administración de Díaz y Cañedo42. En el aniversario del club, el edificio de los jacobinos se adornaba artísticamente, por ejemplo, en el sexto aniversario, en los portales se colocaron guías de flores, cortinas, espejos y cuadros. El lugar se iluminó con focos incandescentes, lámparas de gasolina y un foco de arco que se instaló en el jardín43. Asistieron a la celebración, los clanes familiares cercanos al régimen como los Paredes, Salazar, Retes, Peiro, Zazueta, Bátiz, Almada, Paliza, entre otros44.
De 1886 a 1903, la élite intelectual cañedista agrupada alrededor del Colegio Civil y club Jacobinos dominó en la organización de las festividades y rituales cívicos en Sinaloa. Esa primera generación vivió el esplendor de la era cañedista, pues participaron activamente en la reelección de Cañedo como gobernador; fundaron centros artístico-literarios, organizaron y le imprimieron una visión positivista a las festividades cívicas, jerarquizaron los desfiles, bailes y fiestas en clases sociales. Los jacobinos de esa primera generación crearon periódicos afines al régimen cañedista, por ejemplo, Julio G. Arce en 1898 fundó El Mefistófeles45, diario de información que permaneció hasta 1908; Faustino Díaz creó en 1892 El Monitor Sinaloense, cuyo director fue Herlindo Elenes Gaxiola, semanario de información que clausuraron los revolucionarios en 191146.
Los jacobinos eran ingenieros, periodistas, abogados, arquitectos y químicos. Su centro de ejercicio intelectual fue el Colegio Civil, lugar donde construyeron relaciones de sociabilidad a través de círculos científicos y literarios, tertulias y festividades. Los jacobinos ocuparon un lugar en el gobierno de Cañedo, Eriberto Zazueta fue secretario de gobierno y diputado; Julio G. Arce en 1897 se desempeñó como alcalde suplente y alcalde primero de Culiacán; Manuel Bonilla formó parte del Supremo Tribunal de Justicia y se desempeñó como regidor del ayuntamiento; en 1900 Faustino Díaz fungió como edil de Culiacán47; Rafael Cañedo, Ponce de León, Antonio T. Izábal, Juan B. Rojo, Ignacio M. Gastélum, Felipe Sotomayor, Manuel M. Bátiz y Manuel L. Choza se mantuvieron como diputados en la Legislatura del Estado; y para cerrar, de 1906 a 1910, fungieron como magistrados del Tribunal de Justicia del Estado Francisco Sánchez Velázquez, Ignacio Noris y Luis Urrea Haas.
Esta generación le tocó presidir la era dorada de los rituales cívicos en Sinaloa, para tal fin recolectaban recursos entre empleados de gobierno, comerciantes y obreros, asimismo, organizaban tertulias, obras de teatro y corridas de toros.
3. VIEJOS Y NUEVOS ACTORES EN LA ORGANIZACIÓN DE LAS FESTIVIDADES CÍVICAS
A partir de 1904 el fervor y los sentimientos patrióticos disminuyeron, sobre ello, la siguiente nota sostiene:
"Nadie, ni se forman juntas particulares, ni se levantan entusiasmos, ni se procura llenar con la iniciativa individual un número siquiera de la celebración de la fiesta. Hemos llegado a pensar que los únicos obligados a trabajar para conmemorar una fecha gloriosa, son las once generosas personas que integran la Junta Patriótica, y si ellas nada hacen, los demás, los particulares, el pueblo, tampoco deben hacer nada. Ni siquiera secundamos con un ligero esfuerzo, los esfuerzos de nuestra Junta Patriótica sino que, por el contrario, parece que nos empeñamos en poner a su actividad cuantos obstáculos están a nuestro alcance, y que todas nuestras tendencias miran a hacer deslucir los actos que las Juntas preparan. Por todas partes levantamos tropiezos; por todas partes hacemos surgir dificultades, y no es raro ver que las personas que abandonan sus negocios para dedicarse a la tarea patriótica [...] con una clase media tan inerme que necesitaría de una poderosa máquina para moverla y darle impulso; con una clase alta indispuesta siempre para el esfuerzo patriótico y dispuesta siempre para la censura [...]"48.
Entre la generación de la etapa dorada del ritual cívico y de la generación de la decadencia, no hay una ruptura, sino continuidad. Lo distintivo de esta nueva etapa, es que hay un contexto histórico-cultural que influyó en la definición de la primera y segunda generación de intelectuales.
El club Jacobino después de 1904 se diluyó, se reactivó nuevamente en 1909, con la elección a gobernador. Los jacobinos optaron por construir otros espacios de sociabilidad, Manuel Bonilla en 1904 fundó la Sociedad de Artesanos de Occidente; Ildefonso D. Velasco y Ponciano Verdugo organizaron la Sociedad de Artesanos "Bernardo Vázquez", integrada por veinte obreros49. Carlos Filio creó escuelas de nivel básico, fungiendo como director de la escuela modelo del Distrito, sus auxiliares fueron Nabor Tapia jr., Julián Chávez y señorita Dolores Vega. En esta etapa proliferaron escuelas en Sinaloa, en el distrito de Culiacán para 1907 se contabilizaron cientos de varones como de mujeres50. En 1905, Gabriel F. Peláez reactivó el Centro Artístico-literario, se integró con miembros51 de la primera y segunda generación.
La primera y la segunda generación compartían el fervor por la organización y, la realización de las festividades patrias. Sin embargo, a principios del siglo XX al interior de ambas generaciones se fueron gestando corrientes disidentes políticas que cuestionaron al gobierno cañedista. Por un lado, aparecieron los estudiantes del Colegio Civil, vástagos de familias de antiguos liberales juaristas marginados del poder. En la elección de 1909, donde contendieron para la gubernatura el porfirista Alejandro Redo y el opositor José Ferrel con su epicentro en Mazatlán, el estudiante del Colegio Rafael Buelna, sobrino del liberal juarista Eustaquio Buelna, encabezó un grupo de compañeros en favor de Ferrel y en contra de Redo. Esa actitud le costó ser expulsado del Colegio y como consecuencia fue perseguido por el gobierno local, orillándole a sumarse en 1910 a la Revolución maderista.
La otra vena disidente provino de algunos miembros de la primera generación, el ingeniero Manuel Bonilla52, fundador de la Sociedad Mutualista de Occidente (SMO), se convirtió en dirigente de los agremiados53 entre los que destacaban obreros, gente con varios oficios y profesionistas. Bonilla optó por la oposición al régimen porfirista, participó en los clubes disidentes del lado de Ferrel, para 1910 junto con el comerciante Amado Zazueta se sumó a los clubes antirreleccionistas y cuando Francisco I. Madero llegó al poder, Bonilla se convirtió en jefe supremo de la Revolución en Sinaloa. Los principios de la SMO se sintetizaban en esfuerzo, honradez, lealtad, buena fe, progreso, unión y fraternidad54; la organización para cubrir los gastos de sus agremiados -por fallecimiento o enfermedad- realizaba corridas de toros y obras de teatro para allegarse de recursos monetarios55. Para educar a sus miembros, la SMO tenía una escuela y una biblioteca "bien organizada, dotada de buenas publicaciones periódicas del país y extranjeras", al mismo tiempo, se impartían conferencias con temas referentes a los diferentes oficios del trabajador y sobre el alcoholismo56. Los aniversarios de la Sociedad iniciaban con una obertura de Marina, ejecutada por la orquesta de Florencio Limón, luego se pasaba lista, se instalaba la nueva directiva y se entregaban diplomas a sus socios por su adhesión y honradez y, amor al estudio y al trabajo. En 1907, agremiados distinguidos57 recibieron diplomas con letras de oro y artísticas alegorías con la siguiente leyenda: 1904, Cumplimiento, Unidos y Progreso -1907-.
Hay dos elementos que destacar de estas dos corrientes contrarias al régimen cañedista. El primero tiene que ver con la familia Buelna, Rafael y su generación experimentaron en 1900 el desafío que lanzó su tío Eustaquio, quien contendió por la gubernatura contra Cañedo, lo cual provocó que este último mostrara enojo hasta cuando el primero murió en 190758. El segundo, se refiere a las sociedades mutualistas encabezadas por Bonilla, quien imprimió a sus agremiados estudio y lectura, además se había educado en la Unión Americana donde seguramente se nutrió de ideas progresistas.
Mazatlán fue la otra ciudad sinaloense -de desarrollo económico y cultural- que se configuró aparte e incluso contra Culiacán, ya que al inicio de su gobierno, Cañedo encontró fuerte oposición en los círculos letrados mazatlecos y comerciantes, y con la consolidación de régimen se disciplinaron, pero siempre estuvo latente la chispa de la disconformidad.
Durante la era cañedista en Mazatlán los actores sociales y políticos construyeron redes de sociabilidad a través de círculos literarios, la prensa, casinos, círculos comerciales, teatros, clubes y sociedades mutualistas. Estos actores participaron en el poder político y disfrutaron del progreso económico porfirista en la región, asimismo, organizaron y promovieron los rituales cívicos, espectáculos y diversiones públicas. Existieron dos generaciones, una -agrupada en clubes integrados por familiares y amigos- que vio nacer el régimen de Díaz-Cañedo que incluso se opuso a ese poder. La segunda generación reorganizó y dio continuidad a esos clubes, pero con intención de discutir sobre temas políticos, literarios, realizar tertulias, bailes y organizar festividades y rituales cívicos. La diferencia con Culiacán, fue que en Mazatlán la primera y segunda generación al ver la oportunidad política -muerte de Cañedo- se organizó y postuló a José Ferrel como candidato a gobernador y, posteriormente se sumaron a la lucha antirreleccionalista encabezada por Madero.
El club Aurora fue una de esas asociaciones decimonónicas, creada por grupos liberales juaristas como José C. Valadés y Antonio Díaz de León, quienes se opusieron al régimen cañedista. Esa situación provocó que Valadés fuera asesinado por órdenes de Cañedo en 1879 y, Díaz de León en 1898 fue procesado y acusado de injuriar al gobernador. La vena disidente no desapareció, el hermano de José, el médico Juan Jacobo, y su primo, el periodista y escritor, José Ferrel reorganizaron en 1895 la Sociedad Literaria club Aurora59. Las reuniones se efectuaban en el traspatio de Droguería Central, negocio de la familia Valadés. Las actividades eran discusiones sobre literatura, temas sociales y política, ya que muchos de sus miembros gozaban de poder en el ayuntamiento mazatleco. Los miembros del club participaron en la organización de las festividades cívicas y de los carnavales. En 1909, los miembros del club con Ferrel a la cabeza configuraron un movimiento político en contra del candidato oficial Alejandro Redo, aunque fueron derrotados electoralmente, sentaron las bases del movimiento maderista en Mazatlán.
Surgieron otras sociedades como el club Amistad, formado por mexicanos e individuos de diferentes procedencias -alemana, francesa, española, belgas y americanos radicados en el puerto- cuyo escudo eran dos manos que se estrechaban y una serpiente erguida en forma de triángulo que las rodeaba, bajo el lema: todos para uno. Mientras que el club Águila Negra nació con el objetivo de especializarse en las actividades de la caza y la pesca, cuyos integrantes fueron los miembros de la élite mazatleca del ámbito político y empresarial, su principal promotor fue Bernardo Vázquez, así como los empresarios Jesús Escovar, Lauro Muro, el dueño de la Fundición de Sinaloa, Alejandro Loubet, Ramón Gómez Peña, Paulino García, Carlos Ramírez y el licenciado Antonio Iriarte. La función del club además de sus fines recreativos organizaba banquetes para sus miembros, por ejemplo, en 1848 festejaron el onomástico de Bernardo Vázquez60. En 1861, apareció club Unión o Alemán que celebraba los bailes más fastuosos de la colonia alemana. El club se sumaba a las fiestas cívicas y tradiciones mexicanas, pero también recordaba sus celebraciones y sus triunfos. El 2 de septiembre de 1894, treinta miembros de la colonia alemana celebraron el triunfo de Sedan en la guerra franco-prusiana61.
Las sociedades mutualistas mazatlecas también jugaron un papel protagónico en la organización y escenificación de las festividades cívicas. Existía la Sociedad de Artesanos Unidos (que nació en 1875), integrada por obreros textiles, tabaqueros, peluqueros, sastres, zapateros, tipógrafos y trabajadores de las obras del puerto como cargadores, fogoneros, estibadores, carpinteros y albañiles. Sus postulados eran fomentar la instrucción, ilustración y moralidad entre sus socios; estimular a los socios con el buen ejemplo para que cumplan con sus deberes en el trabajo; conciliar el interés de cada empleado con los de la empresa; revisar de común acuerdo los sueldos para dar una retribución justa62.
En 1909, las sociedades mutualistas se sumaron a la campaña de Ferrel y al movimiento antirreleccionista encabezado por Francisco I. Madero. Entre las agrupaciones figuraban: Artesanos Unidos que tenía como presidente a Isabel Campa; Mutualista de Zapateros, presidente Javier Maxemín; Ignacio Zaragoza, presidente Juan Ibarra; Juan Escutia, presidente Manuel Manzo; Benito Juárez, presidente Feliz Castillo; y Gremio de Abastecedores, presidente Alejandro Gil63.
Un punto importante a destacar es que las raíces del descontento contra el régimen de Cañedo pueden encontrarse en los inicios y durante la consolidación del gobierno. La primera se refiere a las viejas familias liberales juaristas, que como críticos del gobierno de Cañedo fueron acallados, pero posteriormente sus descendientes agrupados en clubes y sociedades mutualistas se volcaron contra los herederos del dictador. La segunda tiene que ver con una nueva generación de comerciantes, profesionistas y obreros que disfrutaron de la bonanza económica porfirista, pero al ver la oportunidad se rebelaron.
4. EL ESPLENDOR DE LA ESCENIFICACIÓN DEL PODER
El espectáculo moderno a nivel nacional comenzó el 2 de septiembre de 1883, momento cuando participaron obreros, grupos mutualistas, estudiantes, arzobispado de México, el gobernador de la capital del país, el círculo francés, el club alemán, los americanos, la sociedad italiana, el club inglés y el club Albión. La ciudad festejó dos días de iluminación; las casas del comercio adornaron sus fachadas; hubo procesiones y paseos cívicos, peleas de gallos, bailes y banquetes y, por primera se leyó el acta de independencia. Las funciones de las festividades patrióticas reflejaban la estructura social, presentar normas de interacción social en el espacio público y dar cuenta de la relación entre individuos y el gobierno. Asimismo, el ceremonial promovió la idea de un nuevo orden a través de desfiles cívicos y militares, la ceremonia principal, las inauguraciones públicas y las estatuas de los hombres ilustres64.
En Culiacán, Sinaloa, los festejos cívicos de los días 15 y 16 de septiembre de 1888 inscritos dentro de la era moderna fueron organizados por la junta patriótica, que diseñó un programa de actividades cívicas65. El día 15 inició con salvas, fuegos artificiales, repiques a vuelo de campanas, silbatos de las máquinas de vapor de las fábricas El Coloso, Casa de Moneda, Empresa de Agua y locomotoras de ferrocarril. La plaza de Armas y Rosales, los edificios comerciales, la fachada del palacio de gobierno, la Casa de Moneda, cuarteles del quinto regimiento y, algunas casas particulares fueron adornados con banderas y faroles de múltiples colores. El pabellón nacional se izó en los edificios de gobierno estatal de la federación. En las calles del centro se realizó una procesión integrada por funcionarios, corporaciones, gremios con estandartes, jefes y oficiales del quinto regimiento, alumnos del colegio Rosales y escuelas municipales y, pueblo en general. El punto de llegada fue la plaza Rosales lugar donde el teniente coronel Francisco Ramírez y el doctor Pablo M. Parra pronunciaron la oración cívica, el presidente municipal leyó el acta de independencia y el gobernador Mariano Martínez de Castro terminó vitoreando a los héroes nacionales de 1810.
Para el 16 de septiembre, se replicó una nueva procesión y pronunciaron un discurso los oradores Ignacio M. Gastélum y el estudiante José María Pastor. El presidente de la Junta Patriótica entregó como obsequio cincuenta pesos a una señora que "era contemporánea de Hidalgo y que se dice haber sido bautizada por aquel gran caudillo"66. Desfilaron carros alegóricos, uno conducido por once niñas y otro repartía actas de la independencia. El ritual cerró con una serenata en la plaza de Armas donde asistieron las diferentes clases sociales.
La celebración del día de la independencia tenía dos significados. Primero, el poder porfirista comenzó a utilizar medios espectaculares para señalar su asunción en la historia (conmemoraciones, exponer los valores que exaltaban la manifestación) y afirmar su energía (ejecuciones)67. Segundo, mostrar los logros de la modernidad, como el ferrocarril, la industria, la paz, el orden68, la educación y, las clases sociales que se definieron en los teatros y los rituales cívicos. Esta tesis se confirma, en 1891 cuando en la ciudad de México como en Culiacán las multitudes inundaron las calles y las plazas69. En la capital sinaloense el 15 y 16 de septiembre fue el pretexto para hacer coincidir el fervor patriótico con la inauguración de la escuela Miguel Hidalgo. En lo que respecta al ritual cívico, las autoridades, los empleados y los alumnos del colegio Rosales realizaron una procesión que partió del palacio de gobierno y terminó en la plaza Rosales, lugar donde vitorearon a los héroes de la patria y la banda del Estado tocó la obertura Anáhuac en honor a la nación70. El 16, hubo cabalgata, se leyó el acta de independencia y en la plaza de Armas se ofreció un baile a los artesanos de la ciudad; mientras que la élite celebraba en los casinos y en los teatros.
La configuración regional de Culiacán y Mazatlán históricamente evolucionaron de manera diferenciada. La élite mazatleca siempre rivalizó cultural, política y económicamente con el grupo de poder de Culiacán. Los rituales cívicos no fueron la excepción, el 15 de septiembre de 1891, la Junta Patriótica, autoridades civiles y militares, ayuntamiento, cuerpo consular, representantes de las naciones extranjeras y alumnos de escuelas municipales y particulares, realizaron una procesión que partió de Olas Altas y terminó en la plaza Hidalgo, lugar donde cien niñas entonaron el himno nacional y el prefecto de distrito leyó el acta de independencia71. Más tarde se celebró un concierto en el teatro Rubio, luego se organizó una procesión encabezada por dos niñas con trompetas, seguidas por los carros de los clubes Benito Juárez (dedicado a la música), Águila Negra72, Amistad73, y Unión o Alemán74; y en un último lugar avanzaban la comitiva oficial, el cuerpo consular, la Junta Patriótica y el presidente del ayuntamiento 75.
El espectáculo cívico mazatleco hace imaginar las procesiones del Estado-teatro en el Bali, que se integraban en primer lugar por el cuerpo de lanceros intercalados con música, seguidamente de un gran número de hombres y mujeres llevando ofrendas, finalmente un caballo del difunto alegremente engualdrapado. A estos los seguía el joven rey con un gran séquito de príncipes y nobles. Tras de ellos, venía el pandita o sumo sacerdote, llevado en una silla abierta, alrededor de la cual se envolvía uno de sus extremos de un rollo de ropa que quería representar una enorme serpiente76.
En Mazatlán, las procesiones cívicas simbolizaban una verdadera religión de la patria. El 16 de septiembre, por ejemplo se construyeron cinco altares, el primero se instaló en el club Benito Juárez dedicado a los héroes nacionales, el segundo en el club Aurora, el tercero en la Sociedad Mutua-lista alusivo a Hidalgo, el cuarto en el club Amistad referido a la patria y, el último se estableció en la plaza Hidalgo, lugar donde se leyó el acta y el vicepresidente interino Miguel Gaxiola dio el grito de independencia77. Este espectáculo público era puesto en escena por la élite mazatleca, quienes interaccionaban entre ellos, ya sea en brindis, en el teatro Rubio, en el Casino o en las procesiones. Mientras que la clase obrera se replegaba a la plaza Machado y en el edificio de Sociedad Mutualista de Zapatería, lugar donde se les ofrecía comida y un baile.
De 1888 a 1903, la teatralización del poder se manifestó a través de fastuosas decoraciones e iluminaciones de las fachadas de los edificios públicos, de las casas particulares y de las plazas públicas. Aunado, a las procesiones, desfile de carros alegóricos, serenatas, bailes, altares a los héroes, oraciones cívicas y concentraciones multitudinarias. Esto se relaciona con la inserción de Díaz como parte del ceremonial de la patria y el culto a la figura presidencial. Díaz es concebido como el padre de la gran familia mexicana, juez y héroe nacional equiparable a Juárez, Cuauhtémoc e Ignacio Zaragoza. Las ascensión de Díaz al panteón heroico corresponde al reconocimiento de sus méritos en la lid y como "adalid de la paz" y la incorporación de México al concierto mundial de las naciones civilizadas78.
5. ENTRE LA DECADENCIA Y REVITALIZACIÓN DEL RITUAL CÍVICO
A partir de 1904, el contexto social y cultural sinaloense se modificó. Apareció el cinematógrafo, la matinée musical y literaria, y en Mazatlán se modernizó el carnaval. El ritual cívico también se transformó, el 15 y 16 de septiembre fue un pretexto para el ocio y la diversión. Además el fervor patriótico se relajó, pues la festividad cívica en Culiacán se redujo a una velada musical y literaria en el teatro Apolo79, que abrió con una pieza de oratoria, para después seguir con recitaciones de poemas musicales, popurrí de ópera y, por último la velada cerró con la oración cívica y la entonación del himno nacional80. Esta actividad estaba reservada para la élite de Culiacán81, entre los que destacaban miembros del círculo oligárquico82 y notables que pertenecían a los profesionistas con prestigio social y económico83.
Los rituales cívicos como parte de la religión de la patria dejaron de tener mayor importancia, al grado de ser sustituidos por la celebración de la reelección y onomástico del gobernador Francisco Cañedo, que se efectuaba el 27 de septiembre y 5 de octubre respectivamente. Para tal efecto se organizó un comité y los culiacanenses adornaron las fachadas de sus casas, las calles y la plaza Rosales fue iluminada; las campanas repiquetearon, sonaron los silbatos de la fábrica El Coloso; la élite industrial y política así como las sociedades mutualistas felicitaron al gobernador, por último desfilaron ochenta carros alegóricos y, la festividad cerró con los combates de flores y confeti84.
Para el 15 de septiembre de 1905, solamente la Sociedad Mutualista de Occidente desfiló por las calles de Culiacán, y finalizó en el palacio de gobierno, lugar donde el secretario de gobierno Eriberto Zazueta emuló a Hidalgo y, el secretario del ayuntamiento Manuel Hernández leyó el acta de independencia y se entonó el himno nacional. Al final hubo una fiesta en el local Los Canarios. El 16, solo desfilaron los guardias municipales rurales y, para culminar Enrique O'Farril emitió un discurso y Digna Torres recitó una poesía. La celebración del día de la independencia definió las clases sociales: por un lado, la Sociedad de Artesanos "Bernardo Vázquez", la Sociedad Mutualista de Obreros y la Iglesia metodista disfrutaron de un baile85; por otro, la élite cañedista se volcó al teatro Apolo86 para degustar la matinée artística y literaria87.
De 1904 a 1904, la principal protagonista de la organización del ritual cívico estuvo presidida por la Sociedad Mutualista de Occidente, encabezada por Manuel Bonilla. Esa agrupación realizó un baile en el patio del ayuntamiento y, algunos de sus miembros hicieron declamaciones, al tiempo que lanzaron discursos exhortando a sus socios a luchar por el progreso.
La celebración del día de la independencia se revitalizó a partir de 1907, ya que se acercaba el Centenario de la Independencia. Para ello, a nivel nacional se creó la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia (CNCI), y en Sinaloa surgió la Junta Central del Centenario. Para ese entonces, en Culiacán, la plaza de Armas fue iluminada con incandescentes focos y adornada con guías florales, banderas y farolillos. El quiosco se decoró con cortinas, lienzos y banderines multicolores88. El escenario fue inaugurado por una banda musical que atrajo una inmensa multitud. El 15 de septiembre, la escuela industrial, la Junta Patriótica, la Sociedad Mutualista, los empleados públicos y pueblo en general desfilaron hasta llegar al palacio de gobierno, punto donde el secretario del ayuntamiento Manuel Hernández León leyó el acta de independencia, el licenciado Zazueta levantó la bandera vitoreando a la patria y los héroes de la independencia. Al final se cantó el himno nacional y se ofrecieron cerveza y sandwiches.
El 16, hubo salvas, repiques, música y en el teatro Apolo89, se organizó la matinée musical y literaria. La élite y la comitiva oficial disfrutaron de un programa90 que inició con el himno nacional, para seguir con la canción Las Alegres Comadres de Windsor. Luego, Bernardo Gastélum vociferó la oración cívica, y el delegado de la CNCI instaló la Junta Central de las Fiestas del Centenario de Sinaloa91. El espectáculo se desgranó en desfiles, oraciones cívicas, música de banda en la plaza Constitución.
El punto de inflexión fue 1907, porque la Sociedad Mutualista y la Junta del Centenario reactivaron la celebración del día de la independencia. La Junta Patriótica realzó el día de la patria entregando tres premios92 a las casas mejores adornadas de la calle Miguel Hidalgo.
El Centenario de la Independencia en 1910, fue celebrado ostentosa y fastuosamente en las ciudades y los poblados de Sinaloa. En Villa Unión, distrito de Mazatlán, las plazas, los edificios públicos y las casas particulares fueron adornados. Los pobladores crearon un parque que bautizaron con el nombre de Hidalgo; en la plaza Bernardo Vázquez -adornada con palapas, banderolas y festones, globos y focos incandescentes- se llevó a cabo un baile93. Se leyó el acta de independencia, se vociferaron oraciones cívicas y se desarrollaron desfiles de carros alegóricos94. En los pueblos de Siqueros y Copala, se agregó la corrida de toros y quema de castillos, así como la reparación de la plaza Juárez y de la banqueta de la calle Independencia95.
El Centenario representó el triunfo del republicanismo liberal y la culminación del proyecto liberal de construcción nacional. Proyecto fructífero bajo la administración de la figura patriarcal de Díaz, quien fue el centro del escenario de las fiestas de Centenario, ya que compartía el altar de la patria como el artífice de la paz y el progreso alcanzado por el país. Esos avances mostrados fueron las calles pavimentadas, bulevares, parques con grandes jardines y los servicios públicos como drenaje, electricidad, gas y teléfono; así como hospitales, escuelas y cárceles96.
CONCLUSIÓN
Después del análisis de las dos generaciones de intelectuales y de los rituales cívicos se llegó a dos resultados. El primero tiene que ver con las raíces de la disidencia política y revolucionaria de 1910 en Sinaloa. Esa vena se configuró al interior de las dos generaciones, en Culiacán por ejemplo, la familia Buelna de corte liberal juarista siempre se opuso al gobierno de Cañedo, pero su principal representante Eustaquio Buelna fue derrotado en la contienda electoral en 1900 y murió en 1907 odiado por el dictador. No terminó ahí la oposición, su sobrino Rafael Buelna y otros estudiantes del colegio Rosales al morir Cañedo y al saber de la candidatura del opositor José Ferrel, se sumaron a su campaña y, luego terminaron en las filas maderistas. La otra línea de disidencia provino de las sociedades mutualistas encabezadas por Manuel Bonilla, quien impulsó el estudio, la lectura y la cooperación dentro de las agrupaciones obreras, pero además sus integrantes se politizaron, pues había al interior de esa agrupación abogados, ingenieros, periodistas y profesores.
En cuanto a Mazatlán, históricamente se configuró en oposición a Culiacán; desde la década de 1830, la élite mazatleca integrada por comerciantes extranjeros se enfrentaron abiertamente contra el grupo de la Vega que controlaba la capital sinaloense. Una vez que Francisco Cañedo arribó al poder, los clanes liberales juaristas como los Valadés, los Rete y los Avedaño se volvieron los principales críticos del gobernador. A estos opositores también se sumaron los comerciantes, poetas y periodistas, pero una vez que se consolidó el régimen cañedista, nos tuvieron otra opción que disciplinarse, sin embargo, el descontento quedó latente; aunque algunas voces como la de los periodistas José Ferrel y Heriberto Frías, así como la de los editores Andrés Avedaño y Francisco Valadés a través del periódico El Correo de la Tarde, no cesaban en sus críticas contra la política cañedista. Finalmente, en 1909, después de la muerte del patriarca, los comerciantes agrupados alrededor del Círculo Comercial Benito Juárez, los clubes y las sociedades mutualistas perfilaron la candidatura de José Ferrel, quien se lanzó a la campaña contra el heredero de Cañedo, Diego Redo.
Un segundo resultado, alude a los rituales cívicos que dibujaban claramente el proyecto de la modernidad porfirista. El espectáculo mostraba el progreso a través del ferrocarril, las fábricas, la ciudad -con sus calles y avenidas trazadas por el ingeniero Molina, así como las plazuelas y sus respectivos quioscos y jardines- y las escuelas. Mientras que el orden era representado por medio de los desfiles, caminatas, procesiones, discursos, lectura del acta de independencia. Además, esas festividades marcaban muy nítidamente las clases sociales, por un lado, los obreros realizaban sus bailes en las plazas, calles y patios del ayuntamiento; por otra parte, las élites disfrutaban de bailes, tertulias y matinée musical en casinos, teatros y domicilios privados.