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Historia Caribe

Print version ISSN 0122-8803

Hist. Caribe vol.19 no.44 Barranquilla Jan./June 2024  Epub Aug 21, 2024

https://doi.org/10.15648/hc.44.2024.3903 

Artículos de investigación científica

Una propuesta metodológica diseñada desde la "periferia" de las Islas Canarias para paliar el reduccionismo de las historias del periodismo español elaboradas desde el "centro"*

A methodological proposal designed from the "periphery" of the Canary Islands perspective to palliate the reductionism of the stories of Spanish journalism elaborated from the "centre"

Uma proposta metodológica desenhada a partir da "periferia" das Ilhas Canárias para paliar o reducionismo das histórias do jornalismo espanhol feitas a partir do "centro"

Une proposition méthodologique conçue depuis la "périphérie des Iles canaries pour palier le reductionnisme des histoires du journalisme espagnol depuis le "centre"

Julio Antonio Yanes Mesa** 
http://orcid.org/0000-0003-2061-9268

** Doctor en Historia (1991) y en Periodismo (2001) por la Universidad de La Laguna (Islas Canarias), y Profesor Titular (jubilado) de Historia de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas, Sociales y de la Comunicación de dicha Universidad. Correo electrónico: jayanes@ull.edu.es. Entre sus líneas de investigación figuran la Historia del Periodismo y los problemas relacionados con la escritura de la Historia. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2061-9268.


RESUMEN

En el presente trabajo exponemos una propuesta metodológica para abrir los contenidos de las síntesis históricas clásicas sobre el periodismo español, ceñidos a los enclaves más desarrollados, a todo el territorio estatal. Para justificar su acometida, hemos partido de los vacíos y equívocos sufridos por el espacio más periférico del país, las Islas Canarias, así como de lo mucho que enriquece su aplicación en dicho archipiélago al estado de los conocimientos. A la vista de ello, proponemos su extrapolación a las demás regiones para, a partir de ellas, construir una nueva Historia del Periodismo Español que responda al estatuto epistemológico actual de la disciplina.

Palabras clave: periodismo; centro / periferia; microhistoria; Islas Canarias; España

ABSTRACT

This paper aims to expose a methodological proposal to open the contents of the classic historical syntheses on Spanish journalism, limited to the most developed enclaves, to the entire national territory. To justify its approach, we have started from the gaps and misunderstandings suffered by the most peripheral area of the country, the Canary Islands, as well as how much its application in said archipelago enriches the state of knowledge. In view of this, we propose its extrapolation to the other regions in order, from them, to build a new History of Spanish Journalism that responds to the current epistemological status of the discipline.

Keywords: journalism; center / periphery; microhistory; Canary Islands; Spain

RESUMO

No presente trabalho expomos uma proposta metodológica para abrir os conteúdos das sínteses históricas clássicas sobre o jornalismo espanhol, limitados aos enclaves mais desenvolvidos, a todo o território estadual. Para justificar o seu ataque, partimos das lacunas e mal-entendidos sofridos pela zona mais periférica do país, as Canárias, bem como o quanto a sua aplicação no referido arquipélago enriquece o estado do conhecimento. Diante disso, propomos sua extrapolação para outras regiões para, a partir delas, construir uma nova História do Jornalismo Espanhol que responda ao atual status epistemológico da disciplina.

Palavras-chave: jornalismo; centro/periferia; micro-história; Ilhas Canárias; Espanha

RESUME

Ce travail expose une proposition méthodologique visant à ouvrir les contenus des synthèses historiques clasiques concernant le journalisme espagnol, centré aux enclaves les plus développés tout au long le territoire de l'état. Dans le but de justifier cette proposition, nous partons des lacunes et des malentendus rencontrés dans l'espace le plus périphérique du pays, les Iles Canarie, ainsi que de la manière dont sa mise en œuvre dans cet archipel peut enrichir les connaissances sur le sujet. De ce fait, cette méthodologie doit être extrapolée aux autres régions afin de construir une nouvelle Histoire du journalisme Espagnol répondant aux exigences epistemologiques actuelles de la discipline.

Mots clés: Journalisme; centre/périphérie; micro-histoire; Iles Canaries; Espagne

INTRODUCCIÓN

Si algún rasgo comparten las obras más consultadas y citadas en el mundo académico sobre la Historia del Periodismo Español, en su conjunto, es el de estar circunscritas a Madrid y, en menor medida, a Cataluña y el País Vasco, mientras a las restantes regiones otorgan un protagonismo cada vez menor, en función del desarrollo socioeconómico, dejando en el anonimato, como si no existieran, amplios espacios y sectores de la realidad que dicen historiar1. Aunque el problema se puede explicar por la enormidad, tanto desde el punto de vista geográfico como del cronológico, del terreno a desbrozar (el sistema informativo español desde sus orígenes hasta la actualidad), no es menos cierto que, a la luz del actual estatuto epistemológico de la Historia, ese tratamiento dicotómico de una realidad tan nítidamente acotada, en base al estudio del "centro" y las incursiones superficiales en las "periferias", reclama una revisión. El caso es que, como la acusada desproporción que dedican a las distintas partes que conforman el todo también la sufren, internamente, los fragmentos centrales sobre los que giran sus discursos, incluido el madrileño, dichas síntesis históricas también descuidan, por las mismas razones metodológicas, los espacios marginales y periféricos de las zonas más desarrolladas. El mayor lastre de tal quehacer deriva del tratamiento de los vacíos no investigados con la presunción, sin base científica alguna, de que a las "periferias" ha llegado a lo largo del tiempo un eco, tardío y atenuado, de las tendencias atisbadas en el "centro", lo que se ha traducido en una serie de omisiones y equívocos que, como dijimos, hoy en día demandan su corrección. Por el acusado hecho diferencial de las Islas Canarias, el problema es particularmente palmario a la vista del caso isleño, tanto por su emplazamiento atlántico como por la singularidad de su dinámica histórica en el contexto estatal, de tal manera que los escasísimos y, en más de una ocasión, inexactos datos que sobre ellas contienen los citados trabajos no son los más significativos ni han sido interpretados desde las perspectivas adecuadas.

Esa visión esquemática y simplificadora de la siempre compleja realidad que, con los matices nacionalistas de las regiones más ricas y prósperas, Cataluña y el País Vasco, ofrecen las citadas historias del periodismo español es deudora, como dijimos, de la extrapolación infundada de los modelos atisbados en la cúspide hacia los recovecos más diversos del andamiaje del sistema informativo español, incluidos los del archipiélago canario. Se trata, pues, de una concepción reduccionista de la realidad historiada que, lejos de constituir una rémora específicamente hispana, gozó de un enorme predicamento a escala internacional en los años dorados de los grandes paradigmas historiográficos2, a lo que no fue ajena la Historia de la Comunicación, tal y como se puede comprobar en las obras sobre la materia de ámbito internacional, en las que, dentro del fuerte eurocentrismo de la época, los discursos se centran en los enclaves más desarrollados de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania y poco más, sin incluir la más mínima referencia a España porque, dentro del mundo occidental, ésta ha jugado el rol de un país periférico3. Por lo tanto, se trata de un problema genérico debido a que, antes del embate de las corrientes posmodernas4, el conocimiento científico de la Historia se construía "desde arriba hacia abajo", lo que, tras prestar sus inestimables servicios a la disciplina en las décadas centrales del siglo pasado, hoy en día ha quedado obsoleto por sus insuficiencias explicativas ante los retos epistemológicos emergidos en este mundo "líquido"5. Por dichas razones, esas síntesis históricas sobre el periodismo español que, en su momento, fueron tan bien acogidas en el mundo académico al homologar el estado de la cuestión heredado del franquismo al de los países de nuestro entorno, reclaman en la actualidad, tras cumplir magníficamente su función, una renovación que, por lo demás, es consustancial a la Historia ante el cambiante presente desde el que opera todo historiador6. Y entre las innovaciones a introducir sobresale todo lo relacionado con la trabazón del discurso historiográfico en las vivencias de las personas, lo que significa que un lector canario, como cualquier otro español residente en las periferias, debe encontrar en sus páginas la realidad de su entorno inmediato reflejada y entrelazada con la del resto del Estado.

Sobre tales premisas, nos hemos propuesto ofrecer, con el aval de los frutos de la línea de investigación que tenemos abierta en las Islas Canarias desde hace más de tres décadas, un método extrapolable a las restantes demarcaciones territoriales del Estado para, "desde abajo hacia arriba", abrir los contenidos de las historias del periodismo español a todos los ámbitos espaciales de un país tan diverso, geográfica, sociológica y culturalmente, como España. Antes de entrar en materia, para justificar la propuesta, nos hemos detenido en el tratamiento, testimonial cuando no erróneo, recibido por el sistema informativo isleño en las síntesis históricas elaboradas "desde arriba hacia abajo". Luego, como vía para erradicar tales omisiones e imprecisiones, detallamos los postulados teóricos que han guiado nuestra labor, basados en la sucesiva acometida de una serie de trabajos centrados en objetos de estudio muy concretos y bien delimitados, en la línea de la microhistoria italiana (microstorid)7 y la historia de la vida cotidiana alemana (Alltagsgeschichte), con el aglutinante de ir incorporando los subsiguientes resultados, "desde abajo hacia arriba"8, en un mismo cuerpo de conocimientos, esto es, siguiendo el curso antagónico al de las referidas síntesis históricas. Por último, para evidenciar lo que su aplicación en las Islas Canarias ha enriquecido la Historia del Periodismo Español y, por ende, entrever la rentabilidad de su uso en otras regiones, sintetizamos los frutos más relevantes de los cosechados hasta ahora con nuestra línea de investigación. A escala estatal, pues, se trataría de construir, partiendo de las diversas demarcaciones territoriales, un conocimiento científico acumulativo que, desvelando las similitudes y especificidades locales, provinciales y regionales9, confluya en una Historia del Periodismo Español10 que dé juego a las diversas sensibilidades territoriales y sectoriales. Y ello, sin perder de vista su inserción en el contexto internacional11.

1. La realidad canaria en las historias del periodismo español

Para ilustrar el muy ocasional, y no siempre afortunado, tratamiento recibido por las Islas Canarias en las síntesis históricas referidas del periodismo español, basta con echar un somero vistazo a las correspondientes citas de sus páginas, donde sale a relucir una decena escasa de cabeceras isleñas a propósito de los procesos comunicativos detectados en Madrid, no de los específicos del archipiélago, por lo que, salvo alguna que otra excepción, ni son las principales ni las más representativas de cada época. Aunque la relación comienza con el primer periódico impreso del archipiélago, Semanario Misceláneo Enciclopédico Elementar (1185-1181), éste se menciona como uno más de los que surgieron en los lugares más diversos al calor del impulso recibido por la prensa del siglo XVIII durante el reinado de Carlos III12, sin reparar en el destacado papel que jugó en su contexto geográfico, dado que fue la primera cabecera impresa en territorio africano13. Luego, las Islas Canarias desaparecen, como si no formaran parte de España, hasta después del reinado de Isabel II, bajo la caracterización del período isabelino en todo el Estado, de una u otra manera, como "un campo de batalla entre los moderados y los progresistas"14, lo que, en efecto, ocurrió en Madrid, no así en el archipiélago ni en las regiones periféricas de la península, donde los periódicos ofrecían contenidos erudito-literarios porque los editores no podían cubrir el depósito previo que, para tratar asuntos políticos, exigía la legislación de la época.

Por la segunda referencia a la prensa canaria hay que esperar hasta el sexenio democrático, cuando Ea Federaáón (1869-1814) de Santa Cruz de Tenerife aparece entre una veintena de órganos republicanos provinciales, casi todos "federalistas"15, aunque sin reparar en la heterodoxia isleña por el talante moderado y pragmático de la idiosincrasia insular. Luego, ya en los años iniciales de la restauración borbónica, al hablarse del despegue del sector en todo el territorio estatal, se citan, por vez primera, dos periódicos isleños coetáneos, aunque tampoco con mucha fortuna. De un lado, se habla de un supuesto Diario de Avisos de Tenerife16 (sic), que no sabemos si se trata del Diario de Avisos de la Provincia de Canarias (1881-1893), del Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife (1893-1906) o del Diario de Tenerife (1886-1911); y, de otro, del Diario de Las Palmas (1893-2000)17, en este caso, por figurar entre los periódicos provinciales de dilatada trayectoria gestados a caballo de los siglos XIX y XX. En lo concerniente a este último, debemos aclarar que, si el mérito de la cita es por antigüedad y longevidad, ésta correspondería a Diario de Avisos de Santa Cruz de La Palma (1890), que, tras domiciliarse en Santa Cruz de Tenerife a finales del franquismo, mantiene hoy en día la edición. Por lo demás, la errática extrapolación de las secuenciaciones históricas del periodismo desde el "centro" a la "periferia" no sólo se observa dentro de España sino, también, entre las capitales de los países occidentales, lo que conlleva obviar la especificidad madrileña derivada del retraso socioeconómico en relación a los países occidentales más desarrollados, toda vez que la llegada del "cuarto poder" a España se sitúa en el reinado de Isabel II y los primeros balbuceos de la "edad de oro" de la prensa española en fechas similares a la estadounidense, inglesa o francesa, esto es, a inicios de la restauración borbónica18.

En el siglo XX, a pesar de la consolidación del sector en todo el territorio estatal, el absorbente protagonismo del "centro" sigue intacto en detrimento, no sólo de las Islas Canarias sino, del grueso de las regiones y provincias peninsulares. En el caso que nos ocupa, las referencias insulares no reaparecen hasta la I Guerra Mundial, cuando se cita, como una muestra más de la expansión de los órganos en prensa del Partido Socialista Obrero Español, a El Socialista (1911-1921) de Santa Cruz de Tenerife entre el cúmulo de publicaciones que, con el mismo título, emergen en las diversas provincias19. Por entonces, hay una cierta coincidencia en situar la consolidación de la "edad de oro" de la prensa española en su conjunto en 1914, lo que, resultando sumamente problemático para la península20, se viviría en el archipiélago canario después de la bonanza de los años veinte, en la II República, al calor del emplazamiento geográfico y el estado embrionario que todavía sobrellevaba la radiodifusión isleña. Mientras tanto, de dicha década anterior, tan sólo sale a relucir y, como siempre, para ilustrar la irradiación de otro de los procesos detectados en Madrid hacia la periferia del Estado, la revista cultural Ea Rosa de los Vientos (1921)21 de Santa Cruz de Tenerife, citada como el exponente isleño de las publicaciones literarias catalogadas de la Generación del 27.

La improcedencia del tratamiento del periodismo como una realidad homogénea en todo el territorio estatal resalta, particularmente, en la II República, cuando la prensa canaria saboreaba su "edad de oro" y la dinámica del sector se caracterizaba en los enclaves más desarrollados de la península, junto a la competencia de la radiodifusión, "por el arrastre de los problemas económicos anteriores y por el efecto negativo de las luchas políticas y sociales"22. El caso es que, en lugar de detenerse dichas síntesis históricas en los rotativos isleños más relevantes en aquella coyuntura, se limitan a citar tres cabeceras sectoriales: Espartaco (1930-1936) de Santa Cruz de La Palma, como uno de los títulos comunistas editados por entonces en las diversas ciudades españolas; Ea Acción (1935-1939) de Las Palmas de Gran Canaria, a propósito del eco de la cruzada de la "buena prensa" liderada por el rotativo madrileño El Debate (1910-1936) en las islas23; y la célebre, aunque mal citada, Gaceta del (sic) Arte (1932-1936) de Santa Cruz de Tenerife, la única publicación isleña que, por su reconocida relevancia en las vanguardias artísticas del momento, ha merecido una somera reseña en estas síntesis históricas24. De la inmediata sublevación contra el gobierno de la República, sólo se hace referencia a Radio Club Tenerife tras quedar en manos de los golpistas2525, mientras que luego hay que esperar al tardofranquismo para encontrar las dos últimas citas, el rotativo El Día (1939) de Santa Cruz de Tenerife y la revista Sansofé (1969-1912) de Las Palmas de Gran Canaria, al figurar uno y otra entre la veintena de publicaciones periódicas españolas con más expedientes administrativos recibidos en los años finales de la dictadura26.

En definitiva, aunque las obras que, a finales del siglo XX, renovaron la obsoleta historia del periodismo español de Pedro Gómez Aparicio27 estaban dentro de los parámetros macro históricos vigentes en la España de la época,28 la subsiguiente mutación del soporte teórico de la disciplina en este mundo cada vez más globalizado se ha encargado de dejarlas desfasadas. Tal es así porque, como ilustra el tratamiento recibido por uno de los fragmentos de la realidad enunciada, el archipiélago español de las Islas Canarias, sus páginas no ofrecen, desde las actuales perspectivas historiográficas, lo que sus títulos dicen ofrecer.

2. La microhistoria y la construcción acumulativa, "desde abajo hacia arriba", del conocimiento científico de la historia del periodismo

La microhistoria italiana, o microstoria, ha sido una de las alternativas metodológicas que, tras la irrupción de las corrientes posmodernas en el último cuarto del siglo XX, más aceptación ha tenido entre la comunidad científica ante la crisis de los grandes paradigmas historiográficos29, de los cuales deriva, como hemos reiterado con anterioridad, buena parte del reduccionismo de las síntesis históricas referidas sobre el periodismo español. Aunque nacida en respuesta a las insuficiencias explicativas de la microhistoria social, sus bases teóricas no renuncian a las tesis de ésta sobre el decisivo papel que las desigualdades sociales han jugado en los hechos acaecidos, ni al de las fuerzas económicas en la producción, reproducción y dinámica de las culturas. Sobre tales bases, y desechando todas las posturas posmodernas y relativistas que tanto han socavado el estatus de la disciplina, los micro historiadores italianos se han aproximado a la "descripción densa" (thickt description) y el "conocimiento local" de Clifford Geertz30, del que reivindican el uso del microscopio social para operar, exhaustiva e intensamente, a pequeña escala con los datos empíricos circunscritos a un micro objeto de estudio, aunque rechazando del antropólogo estadounidense el olvido del conflicto social y la desconexión de las culturas de sus bases materiales31.

Paralelamente, además de desechar las teorías apriorísticas de la macrohistoria social, caso de la lucha de clases, los microhistoriadores rompen con el discurso tajante de ésta al introducir, junto a los hallazgos de sus investigaciones, la manera a través de la cual han sido obtenidos, recuperando la narrativa y resaltando la subjetividad del quehacer de todo historiador. Por consiguiente, más que oponerse a la macrohistoria social, lo que la microhistoria hace es subsanar el reduccionismo de ésta, evidenciar que muchas de las generalizaciones macrosociales no se sostienen cuando se examinan en ámbitos reducidos, en lo que un magnífico ejemplo es el caso canario en las historias del periodismo español, y, además, resolver las cuestiones solapadas de la realidad por la distorsión que de ésta pueden ofrecen los datos desde perspectivas globales. En una clarificadora obra, Carlos Antonio Aguirre Rojas, marcando distancias con la historia local, sintetiza "el esqueleto epistemológico de la microhistoria" en tres paradigmas: la escala de observación reducida, el análisis minucioso e intenso del objeto de estudio para construir "descripciones densas" de los hechos y procesos investigados, y el paradigma indiciario, esto es, el examen de todos los indicios de las fuentes para descifrar la realidad que éstas ocultan o solapan, al estar toda la documentación cribada por los procesos de conservación puestos en marcha por las clases dominantes32.

Pues bien, aplicando tales directrices metodológicas a la paulatina elaboración de la historia del periodismo canario, en la Universidad de La Laguna tenemos abierta desde hace más de tres décadas una línea de investigación que, con la sucesiva fusión de los resultados obtenidos, "desde abajo hacia arriba", en un conocimiento científico acumulativo, nos ha permitido arrojar abundante luz sobre este fragmento del territorio estatal que, en las referidas síntesis históricas del periodismo español, está sencillamente ninguneado. En el proceso, pues, hemos operado en una serie de objetos de estudio muy bien delimitados, aprehensibles y altamente representativos de espacios más amplios, sobre los que, a pesar de tratarse de porciones de una realidad tan reducida como la isleña, hemos planteado problemas genéricos que rebasan el ámbito estatal para, desde perspectivas internacionales, operar intensa y exhaustivamente con los datos de cada micro objeto de estudio abordado. En consecuencia, parafraseando las tesis de Glifford Geertz, tal y como las expusiera a sus colegas antropólogos, la nuestra es una propuesta metodológica en la que el historiador "aborda esas interpretaciones más amplias y hace esos análisis más abstractos partiendo de los conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas"33, lo que también va en la línea del pionero estudio del "océano en una gota de agua"34 acometido, en el seno de la llamada Escuela de los Annales, por Emmanuel Le Roy Ladurie en su investigación de "inclinación estructuralista"35 sobre la aldea francesa de Montaillou.

En nuestro caso, los resultados de los sucesivos trabajos concatenados que, guiados por el objetivo globalizador final, hemos ido planteando con el decurso del tiempo, nos han suministrado, poco a poco, un conocimiento exhaustivo sobre secuencias diversas de la realidad isleña que, una vez entretejidas entre sí, nos han resultado sumamente útiles para modelar cada vez mejor la Historia del Periodismo Canario. Y ello, sin que se nos oculte la inexistencia de "una catedral de la Historia, que los historiadores profesionales van construyendo ladrillo a ladrillo... [porque]... la Historia, de un modo u otro, siempre es revisionista"36, de lo que un magnífico ejemplo es el reto que, ante las referidas síntesis históricas, nos hemos planteado en este trabajo. Así, sin dejar de someter lo anteriormente examinado a una sostenida reflexión cada vez que hemos diseñado un nuevo eslabón en la cadena de producción de conocimientos, con nuestra línea de investigación hemos dejado patente los muchos matices diferenciales que las Islas Canarias aportan a las versiones uniformes y homogéneas que, "desde arriba hacia abajo", se construyeron en su día sobre la historia del periodismo español. A la vista de los consistentes frutos cosechados con nuestra línea de investigación en el contexto insular, inevitablemente, no hemos podido dejar de plantearnos el sinfín de rasgos heterodoxos que, con su puesta en marcha en las demás demarcaciones territoriales del Estado, enriquecería el contenido de las síntesis históricas referidas. Bajo tales bases, ofrecemos nuestra propuesta metodológica a la comunidad científica con el propósito de estrechar lazos con todas las iniciativas locales, provinciales y regionales de la misma índole para, encauzando todos los esfuerzos hacia un fin común37, construir sobre dichas bases, "desde abajo hacia arriba" una nueva historia del periodismo español que, reconociendo el protagonismo que le corresponde a todos los espacios geográficos y sectoriales, responda plenamente a las expectativas que suscita un título tan globalizador.

3. Las aportaciones isleñas que enriquecen, complejizan y acercan a las vivencias humanas la historia del periodismo español

Aunque las síntesis históricas citadas retratan a la prensa dieciochesca española como un eco monolítico y, por las mayores limitaciones contextuales, depreciado del modelo francés del Antiguo Régimen, con la sobreañadida rémora de estar aún más maniatada debido a la inquisición eclesiástica, esa versión reduccionista de la realidad se había roto desde entonces en el archipiélago canario. Nos referimos a un periódico manuscrito y anónimo que, bajo la cabecera Correo de Canarias (1162), difundió entre la minoría letrada isleña un heterodoxo alegato doctrinario en seis sucesivas secuencias que, en sus originales, se conservan en el Museo Canario de Las Palmas. Así, en lugar de lucir el tono pedagógico y erudito-literario propios de la prensa española de la época, el periódico isleño mostraba un fuerte interés por la política económica desde posturas progresistas y sumamente pragmáticas, lo que, en buena medida, resulta explicable por los intereses de un archipiélago que, como el canario, había tendido unos fluidos lazos comerciales con Inglaterra desde su incorporación al mundo occidental a finales del Medievo. Sobre tales premisas, en medio de la guerra que España sostenía con Inglaterra por el tercer pacto de familia de los borbones, el Correo de Canarias proponía reorientar la política económica española hacia la órbita anglosajona para, según añadía, reactivar el comercio colonial, en abierta oposición a la línea oficialista del semanario madrileño La Estafeta de Londres (1162) de Francisco Mariano Nipho (11191803). Tan audaz posicionamiento conllevaba la reivindicación de la reforma de las estructuras agrarias del Antiguo Régimen para generar un campesinado propietario, la liberalización del comercio, la reducción y racionalización de los impuestos, el pluralismo político y el fomento de la inversión en actividades productivas. Desde sus orígenes, pues, el periodismo español había alumbrado en su seno38, aunque clandestina y periféricamente por la fuerte censura de la época, otras sensibilidades distintas a las oficiales y hasta el momento obviadas, por reducidas que fueran como lo era la minoría más dinámica y burguesa39, cuya emersión en el embrionario periodismo canario resulta explicable por la influencia anglosajona y el emplazamiento atlántico, desconectado del "centro" de decisiones del país, del archipiélago.

Una vez consolidado el periodismo canario, lo que se hizo de rogar hasta después del establecimiento de los puertos francos en 1852, cuando la economía insular entró en una etapa expansiva40, la influencia anglosajona, así como otras más genéricas procedentes Europa occidental y Latinoamérica, dejaron su impronta en los aspectos más diversos de las cabeceras isleñas, desde el formato a la línea editorial, pasando por la estructura y la oferta informativa. Para ilustrar lo que decimos, basta con detenernos en el periódico generalista más relevante de las dos últimas décadas del siglo XIX en la zona occidental del archipiélago, el Diario de Tenerife (1886-1911) de Patricio Estévanez (1850-1926), cuya fórmula combinaba un semblante británico con un acusado cosmopolitismo y un posicionamiento ideológico, dentro del republicanismo-federal, mesurado, pragmático y posibilista, a tono con la idiosincrasia insular. Así, en una época en la que los diarios punteros de España estaban enfrascados en duras polémicas porque todavía no habían adquirido la autonomía empresarial suficiente como para zafarse del tutelaje de los partidos políticos, el Diario de Tenerife, aunque su entidad financiera era mucho más débil por la menudencia del mercado insular, lucía en semblante muy desapasionado. Así, en su primera página ofrecía un cúmulo de datos y notas que versaban sobre la meteorología, el registro civil, los precios de los artículos básicos, los cambios monetarios, el horario de cultos, el movimiento portuario, el orden del día del gobierno militar, algunas efemérides y otros contenidos similares. Junto a esa oferta que, en términos actuales, podríamos catalogar de periodismo de servicios, había dos secciones informativas con notas escuetas y asépticas, "Telegramas", donde se recogía la actualidad foránea que servían las agencias Fabra y, luego, Almodóbar, y "Crónica", ésta centrada en el ámbito local e insular; mientras el folletín, que cubría el cuarto inferior de la primera página, remarcaba la serena presentación del periódico. A tono con dicha presentación iban las dos páginas interiores y la última, que rezumaban templanza y discreción en la defensa de su ideario junto a varias secciones y anuncios escritos en inglés y francés en atención a los públicos generados, en el primer caso, por las tradicionales relaciones comerciales con Inglaterra y, en el segundo, por la estancia en París del hermano del director del periódico, Nicolás Estévanez (1838-1914), quien fuera ministro en la I República, y de otros miembros destacados de la minoría ilustrada isleña. En definitiva, en la restauración borbónica, cuando los diarios españoles estaban volcados hacia la política estatal como correas de transmisión que eran de los partidos políticos, el Diario de Tenerife se había consolidado en Canarias con una propuesta heterodoxa, en coherencia con el sentir liberal, centrista y abierto al exterior de la sociedad insular, como los hechos habrían de corroborar con posterioridad.

Por entonces, ahondando en la influencia anglosajona en las islas, entre los editores de prensa de la ciudad de La Laguna había ganado predicamento la práctica de convertir la última página en la primera, ésta en la segunda, y las dos interiores en un espacio continuo que, al duplicar en holgura al de las dos planas anteriores, se utilizaba como panel publicitario41. Paralelamente, en el Puerto de la Cruz, la sede principal del turismo terapéutico de la época (el de masas llegaría, tanto a la costa mediterránea de la península como al archipiélago, a partir de los años sesenta del siglo XX), la colonia británica que pasaba la temporada invernal en la isla editaba The Tenerife News (1891), un semanario escrito íntegramente en inglés del que circularon, al menos, dieciséis números. Una década más tarde, a inicios de 1901, cuando el resquemor dejado por la pérdida de Cuba en 1898 estaba a flor de piel, los residentes británicos intentaron promover en la misma localidad tinerfeña otra publicación propia, El Iriarte. English Supplement, tras llegar a un acuerdo con el editor del periódico local El Iriarte (1900-1901), suplemento que, a pesar de imprimirse el primer número, nunca llegó a sus destinatarios por el inmediato secuestro de la edición a instancias del gobernador civil de la provincia42.

Dos años más tarde, sin embargo, la colonia inglesa de Las Palmas conseguía editar The Canary Islands Review, luego The Canary Island´s Gazette, un semanario que se mantuvo en el mercado desde el 9 de marzo de 1903 hasta finales de abril de 190443. Por entonces, el diario Heraldo de Madrid veía con preocupación la creciente, según decía, "britanización"44 de las islas, proceso in crescendo que, al cabo de dos décadas, hacía que entre los rotativos madrileños se generalizara el término "deshispanización"45 para referirse a la débil presencia española en las islas, en un momento en el que la colonia isleña inmigrada en Cuba editaba en La Habana El Guanche (1924-1925), órgano del recién fundado Partido Nacionalista Canario, con una línea editorial independentista. Detrás de tales hechos latían la total desconexión socioeconómica del archipiélago de la península y, como expresión más elocuente de ello, la intervención de las principales potencias de Europa occidental en el funcionamiento de todos los servicios de la sociedad insular, desde la aguada y el carboneo de los puertos al traslado de la exportación frutera al viejo continente, pasando por el teléfono o el tranvía. Esa desvinculación de las islas con la metrópoli, que tanto hizo diferir a la prensa isleña en el contexto del sistema informativo español, conllevaba, además, unos hondos lazos tejidos con Latinoamérica por los tradicionales flujos migratorios con Cuba, Venezuela y, en menor medida, Argentina y Uruguay, donde los emigrados isleños editaron, desde ElMencey (1864) de La Habana hasta la dictadura franquista, unas tres decenas largas de cabeceras46. En este caso, el del periodismo de la emigración, nos encontramos con un capítulo compartido con las regiones peninsulares más migratorias, incluido el hecho de constituir para todas, al tratarse del sector más periférico el más sistemáticamente olvidado por las síntesis históricas elaboradas desde el "centro".

Para mayor énfasis en el hecho diferencial isleño, sin que ello signifique que su modelo fuera en las islas un todo homogéneo47, a las especificidades tejidas en la época posterior a la conquista castellana, se suman otras más

profundas en el tiempo que, asimismo, han dejado una indeleble huella en el sistema informativo insular. Nos referimos a la tardía incorporación del archipiélago, en los albores de la Modernidad, al mundo occidental y, a causa de ello, a la débil impronta dejada por el Antiguo Régimen, en clara antítesis a la península, en el andamiaje sociohistórico isleño. Es más, frente a las vivencias compartidas desde los tiempos más remotos por la población peninsular ante unos mismos acontecimientos, desde las colonizaciones griega y fenicia a la invasión musulmana, pasando por la conquista romana o el establecimiento de los bárbaros, la asentada en las islas tras la conquista castellana a partir de los albores de la modernidad desentona por constituir una sociedad de aluvión multicultural forjada, sobre el sustrato aborigen sobreviviente, por castellanos, portugueses, flamencos, ingleses, franceses, etc. En el proceso, aunque las estructuras medievales figuraron entre los patrones culturales introducidos por Castilla48, éstas nunca alcanzaron, ni de lejos, un arraigo comparable al adquirido a lo largo de la Edad Media en la península.

Esa distensión de las ataduras del Antiguo Régimen, junto a la fuerte apertura de la economía insular al exterior, se encargaron de gestar en las islas un contexto muy permeable hacia toda innovación, lo que hace explicable que, cuando afloró el liberalismo en España, su implantación fuera mucho más sosegada en estos lares. Así, frente a la sostenida oposición que, por su profundo arraigo, presentaron las fuerzas tradicionales a las liberales en la península, lo que hizo emerger una pluralizada polarización ideológica entre las formaciones políticas49 y, por ende, en el periodismo, en las Islas Canarias, en cambio, la placidez del proceso al calor del mayor consenso social se tradujo en una acentuada centralidad de los idearios. El marcado hecho diferencial isleño no significa, ni mucho menos, que entre las regiones peninsulares haya reinado la uniformidad, dado que el emplazamiento geográfico, la diversidad sociocultural y, sobre todo, el desigual peso de la burguesía y de los grados de desarrollo socioeconómico, no sólo diversificaron los procesos, sino que, en los casos catalán y vasco, han propiciado la construcción de sendos nacionalismos alternativos al español50. Tal circunstancia, por lo demás, redunda en la oportunidad de nuestra propuesta metodológica en favor de la revisión, "desde abajo hacia arriba", de la Historia del Periodismo Español.

La acusada centralidad del abanico ideológico de las Islas Canarias salió a relucir desde que, en el sexenio democrático (1868-1874), el liberalismo inició su andadura en el archipiélago, cuando la permisiva legislación de la época propició, en las capitales de las dos islas centrales, la circulación de productos informativos sin restricciones ideológicas51. En el caso de Santa Cruz de Tenerife, tras una etapa preliminar en la que los redactores perfilaron los idearios de sus cabeceras a la luz de los textos que leían en las madrileñas, poco a poco, conforme percibieron la respuesta de los lectores isleños, el espectro ideológico progresista confluyó, tras quedar en evidencia la afinidad de las sensibilidades que habían aflorado, en el órgano republicano-federal La Federaáón (1869-1874), con una línea editorial pragmática, posibilista y alejada de todo extremismo. Algo similar sucedió en el ámbito de las derechas, aunque sin que éstas llegaran a consensuar la edición de un único portavoz, dado que, por encima de los matices diferenciales existentes entre unos y otros, todos ellos compartieron la centralidad de La Federaáón, evidentemente, desde sus perspectivas conservadoras52. En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, tras la irrupción de una serie de órganos políticos que, asimismo, intentaron sintonizar con los homólogos madrileños a través de sus textos doctrinarios, al no conseguir ninguno de ellos calar en la minoría ilustrada isleña, dejaron un vacío en el mercado lector que, en el tramo final del período, cubrieron dos periódicos gestados al margen de las formaciones políticas: La Afortunada, en el ámbito progresista, y La Opinión, en el conservador53. Editado el primero en el seno de la masonería y el segundo en el de una burguesía cuya única preocupación era restablecer el orden y la seguridad jurídica para, a la mayor brevedad posible, proseguir con sus actividades económicas orientadas al exterior, ambos, con su acusado moderantismo, redundan en la débil polarización ideológica que, en contraposición a lo que sucedía en Madrid, latía en la dinámica del periodismo canario. A falta de idearios antagónicos y encarados, el sucedáneo sobre el que los periódicos isleños montaron sus polémicas fue el "pleito insular"54, esto es, la secular pugna que, desde los albores de la Modernidad, han sostenido las burguesías asentadas en las capitales de las dos islas centrales por hacerse con los organismos rectores de la región.

Con el decurso de los años, la incidencia de todos estos condicionantes geográficos, históricos y culturales se han encargado de generar en las Islas Canarias una dinámica del periodismo que, desentonando sobremanera de la versión dada por las síntesis históricas citadas mediante la extrapolación de los modelos vigentes en el "centro" a todo el territorio estatal, enriquece y complejiza, como la vida misma, la historia del sistema informativo español. Tal es el caso de la bipolaridad templada isleña que, en la línea del modelo angloamericano, tanto chirría dentro de un sistema informativo tan radicalizado, a derecha e izquierda, como el peninsular en su conjunto, donde incluso han proliferado, como en los demás países europeos que dan al Mediterráneo, las tendencias antisistema55. En las islas, en cambio, las diferencias ideológicas se mostraron tan difuminadas desde que tuvieron la oportunidad de emerger que, en los años de la restauración borbónica, la política y, por ende, la prensa, más que girar en torno al sistema bipartidista diseñado por Cánovas, con el consiguiente forcejeo de las fuerzas antisistema, lo hicieron sobre la disyuntiva de mantener la capitalidad única en Santa Cruz de Tenerife, que defendían los tinerfeños, o segregar una segunda provincia con capital en Las Palmas de Gran Canaria, por la que bregaban los grancanarios.

En consecuencia, para mantener la edición un periódico en el archipiélago antes de la irrupción de las empresas informativas autónomas, los editores isleños podían tirar, bien de un partido político al que se le hipotecaba, como en el resto del Estado, la línea editorial para ganarse el arropamiento de los correligionarios, o de la defensa de la causa de su isla. Hasta tal extremo funcionaba la segunda opción, por encima de cualquier consideración ideológica, cuando el pleito insular estaba en efervescencia que dos de los rotativos más relevantes de las islas, el grancanario La Provincia (1911) y el tinerfeño La Tarde (1927-1982), consiguieron con tal argucia auparse de inmediato a la cúspide del sector en sendas coyunturas propiciatorias para ello. En el caso de La Provincia (1911), sus promotores aprovecharon las masivas movilizaciones en Las Palmas de Gran Canaria conforme avanzó la primera década del siglo XX en favor de la división provincial para, cuando se estaba a la espera de la resolución del gobierno de José Canalejas, saltar a la palestra periodística como portavoz del unánime sentir de sus paisanos. Por su parte, La Tarde (1927-1982) irrumpiría tres lustros más tarde, en octubre de 1927, tras dividirse el archipiélago en dos provincias y, con ello, perder Santa Cruz de Tenerife el honor de constituir la capitalidad única, con el exclusivo propósito de arremeter, según decía, contra dicho "despojo" en connivencia con sus conciudadanos. En consecuencia, en sendas coyunturas diferentes, pero igual de favorables para enarbolar la bandera del "patriotismo insular", tanto La Provincia como La Tarde se hicieron con una lucrativa nómina de lectores y anunciantes en un tiempo récord, como dijimos, con la simple estrategia de dar satisfacción a las demandas de los lectores de sus respectivas islas cuando unos y otros estaban movilizados a cuenta de la secular pugna interinsular.

En lo que se refiere a la militancia política para asegurarse la fidelidad de una clientela mínima de lectores y anunciantes que el mercado, por sus arcaísmos socioeconómicos, todavía no estaba en condiciones de ofrecer a una oferta informativa independiente, los periódicos punteros de las islas, insistiendo en la débil polarización ideológica de la sociedad insular, siempre movieron sus líneas editoriales en el moderantismo. Así, en la zona occidental del archipiélago, el amplio espacio que, con su ideario pragmático y posibilista, cubriera en el sexenio democrático el órgano republicano-federal La Federación, luego sería sucesivamente ocupado por El Memorándum (1874-1895) de José Manuel Pulido, el Diario de Tenerife (1886-1917) de Patricio Estévanez y, ya en el siglo XX, La Prensa (1910-1939) de Leoncio Rodríguez56, los cuales alcanzaron las mayores tiradas de sus respectivas épocas. Otro tanto sucedería en la zona oriental del archipiélago con el Diario de Las Palmas (1893-2000), como órgano del partido liberal de Fernando León y Castillo, y el citado La Provincia (1911), los cuales compartieron, por encima de sus teóricas diferencias ideológicas, la misma centralidad doctrinaria con el complemento del objetivo divisionista. Luego, cuando la división provincial en 1927 y, poco después, la proclamación de la II República en 1931 aplacaron transitoriamente el pleito insular, llegaría otro de los capítulos que, sin parangón, las Islas Canarias aportan a la Historia del Periodismo Español, por más que, como tantos otros, no sólo es que haya sido ninguneado en las síntesis históricas citadas, sino que éstas, al extrapolar lo atisbado en el "centro" hacia las "periferias", lo han ocultado detrás de unas vagas generalizaciones que entorpecen su mero planteamiento.

El escenario fue la II República (1931-1936), cuando a las variables estructurales del hecho diferencial isleño en el sistema informativo español se sumaron, junto a las compartidas por todo el territorio estatal, las coyunturales específicamente isleñas de aquellos convulsos años. Nos referimos a escala estatal, de un lado, al marco de libertades traído por la caída de la dictadura de Primo de Rivera y, de otro, a la estructura más empresarial y autónoma que, al calor de las mejoras socioeconómicas de los "felices" años veinte, habían adquirido por entonces los diarios provinciales más importantes del país, incluidos los isleños, lo que les permitió zafarse o, al menos, distender las ataduras políticas de los años de anteguerra. A escala insular, debemos añadir otras dos especificidades

derivadas del emplazamiento atlántico: de un lado, el estado embrionario que sobrellevaba la radiodifusión autóctona en una época en la que, por su lejanía, las señales de las emisoras peninsulares no entraban en el archipiélago; y, de otro, al privilegio de los rotativos isleños de estar a salvo de la temible competencia de los madrileños porque el tren, que ya los distribuía por toda la península a diario, no llegaba a las islas por la interposición del mar. Por lo tanto, el quehacer de los rotativos punteros isleños en aquellos controvertidos años divergía en el sistema informativo español al no acusar, todavía, la rivalidad de la inmediatez de las emisiones radiofónicas en el servicio de la noticia ni, tampoco, de los atractivos diarios que, desde Madrid, circulaban por las vías ferroviarias el mismo día de edición por toda la península.

Al hilo de nuestra exposición, debemos convenir que los rotativos canarios jugaron en la II República un papel que, con las lógicas diferencias cuantitativas, recuerda al de los editados en las principales urbes del mundo occidental en las tres décadas previas al estallido de la I Guerra Mundial, lo que Georges Weill nominara "edad de oro" hace ahora nueve décadas. Así, tanto La Prensa y La Tarde, por parte tinerfeña, como La Provincia y el Diario de Las Palmas por la grancanaria, desempeñaron su labor en aquellos años con una libertad e independencia desconocidas hasta entonces en las islas y, además, en un régimen de monopolio de hecho, en contraposición a los periódicos madrileños y del grueso de las capitales provinciales, donde la radio ya estaba inmersa en cometidos informativos. La mayor autonomía financiera derivada del incremento de los ingresos por ventas y, sobre todo, por publicidad, fue lo que permitió a los cuatro diarios isleños, dos matutinos y otros dos vespertinos, librarse de las ataduras y vasallajes de antaño para, en su microcosmos atlántico, vivir un eco tardío de la "edad de oro" de la prensa. La excepcionalidad, como tantas otras, se debió al emplazamiento del archipiélago al oeste de la costa noroccidental africana, donde la señal de la cadena peninsular Unión Radio y, por lo tanto, del informativo radiofónico La Palabra no se podía sintonizar57, y donde las ondas hertzianas se reducían a dos emisoras de baja potencia, Radio Club Tenerife EAJ-43 y Radio Las Palmas EAJ-50, en un contexto en el que el tendido eléctrico y el parque de aparatos receptores, que no llegaba a los tres millares, eran muy reducidos58. Si rebasamos las fronteras estatales para contemplar el panorama desde perspectivas internacionales, fácilmente deduciremos que las Islas Canarias fueron uno, si no el último, de los escenarios en los que la prensa saboreó la irrepetible "edad de oro" antes de la implantación de los medios audiovisuales59, por más que tal circunstancia no haya merecido la más mínima atención en las historias del periodismo español.

CONCLUSIONES

Si bien es verdad que a las síntesis históricas publicadas en las dos últimas décadas del siglo XX sobre el periodismo español les corresponde el honor de haber renovado el estado de la cuestión heredado de la dictadura franquista, no es menos cierto que, desde el desmoronamiento de los grandes paradigmas historiográficos y la arremetida de las corrientes posmodernas, todas ellas demandan, cada vez más, una profunda revisión por el reduccionismo de sus discursos ante el nuevo estatuto epistemológico de la disciplina. Tal es así porque, siguiendo los parámetros metodológicos que estaban vigentes cuando salieron al mercado, sus contenidos se elaboraron "desde arriba hacia abajo", esto es, en base al estudio de los enclaves más desarrollados del Estado y, muy de vez en cuando, la extrapolación de los resultados hacia el resto del territorio, como si a las periferias hubiera llegado con el decurso del tiempo un eco atenuado y tardío de los modelos atisbados en el "centro". El serio revés sufrido por esas formas de hacer Historia en este mundo líquido y, cada vez más, globalizado, remarca la necesidad de revisar el estado de la cuestión para ponerlo en sintonía con los nuevos cánones de la disciplina.

Ante tal panorama, la línea de investigación que, sobre el espacio más periférico de España, las Islas Canarias, tenemos abierta desde hace más de tres décadas en la Universidad de La Laguna nos ha resultado, tal y como hemos detallado en los párrafos anteriores, una herramienta metodológica idónea para, siguiendo el curso opuesto al de los autores de las referidas síntesis históricas, arrojar abundante luz sobre un sinfín de particularidades que, desde los planteamientos globales de antaño, eran imperceptibles. Así, el análisis pormenorizado y exhaustivo, en la línea de la microhistoria italiana, de cada micro objeto de estudio de cara a la elaboración de los sucesivos eslabones de la cadena de producción de conocimientos, nos ha permitido engarzar todos ellos en un conocimiento acumulativo que, no sólo saca a relucir las claves de la realidad isleña, sino que, al estar enfocada la investigación desde perspectivas macro históricas, está contextualizado a escala estatal e internacional. Bajo tales bases, los resultados han demostrado que el periodismo canario, lejos de constituir una simple versión rezagada y periférica del peninsular, atesora un sinfín de especificidades propias derivadas de su hecho diferencial y, en particular, de la apertura del archipiélago al exterior, toda vez que conjuga los ingredientes autóctonos con otros foráneos propios de los países europeos del Mediterráneo y del mundo angloamericano.

Desde que nuestra línea de investigación empezó a dar sus primeros frutos, los vacíos e inexactitudes que detectamos del periodismo canario en las síntesis históricas citadas nos aconsejaron incorporar un objetivo ulterior, a modo de colofón, a sabiendas de que, un olvido similar, debían sufrir los restantes espacios territoriales y sectoriales de las periferias del Estado. Planteado a largo plazo, el reto conlleva, de un lado, contactar con los promotores de los proyectos similares que se hayan puestos en marcha en las restantes regiones españolas y, de otro, ofrecer como posible vía donde no hubiere iniciativa alguna las pautas metodológicas aquí esbozadas. La meta final sería construir entre todos, "desde abajo hacia arriba", una nueva narración de los hechos que fuera respetuosa con la heterogeneidad de un país tan culturalmente diverso como España, donde la realidad inmediata de todas las personas, incluidas las residentes en las Islas Canarias, estuviera enhebrada en el marco estatal de este mundo globalizado. Ello no significa que pretendamos construir una Historia del Periodismo Español definitiva, ni mucho menos, porque no se nos oculta que, al igual que les ha sucedido a las síntesis históricas referidas, el fruto de nuestra propuesta quedará obsoleto ante los nuevos retos que, en un futuro más o menos cercano, acuciará el tiempo presente al historiador60.

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*Este artículo forma parte del proyecto: "Una propuesta metodológica diseñada desde la "periferia" de las Islas Canarias para paliar el reduccionismo de las historias del periodismo español elaboradas desde el "centro"" financiación propia.

1aría Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 1. Los orígenes. El siglo XVIII (Madrid: Alianza Editorial, 1990); María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España, 2. El siglo XIX, (Madrid: Alianza Editorial, 1989); María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del perio dismo en España, 3. El siglo XIX. 1898-1936 (Madrid: Alianza Editorial, 1996); José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español. Desde sus orígenes hasta 1975 (Pamplona: Universidad de Navarra, 1992); y Juan Francisco Fuentes Aragonés y Javier Fernández Sebastián, Historia del Periodismo Español. Prensa, política y opinión pública en la España Contem poránea (Madrid: Editorial Síntesis, 1997).

2Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmo derno (Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica de Chile: 2012), 161-262; y Ernst Breisach, Sobre el futuro de la Historia. El desafío posmodernista y sus consecuencias (Valencia: Universitat de València, 2009), 45-263.

3Pierre Albert, Historia de la prensa (Madrid: Ediciones Rialp, 1990), obra reducida a Francia, Ingla terra, Estados Unidos, Alemania y poco más, cuya edición en español, para subsanar la ausencia de la más mínima referencia a España e Iberoamérica, incorporó, entre las páginas 149 y 224, sendos capítulos escritos, respectivamente, por José Javier Sánchez Aranda y Juan María Guasch Borrat.

4En su versión más radical, Keith Jenkins, Repensar la Historia (Madrid: Siglo XXI, 2009), 29 y 34.

5Zygmunt Bauman, Modernidad líquida (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2006).

6El hecho de que la Historia esté en permanente revisión por la incidencia del presente desde el que opera sobre el pasado todo historiador, no significa que la investigación histórica deje de nutrir un cuerpo de conocimientos similar al de cualquier otra disciplina académica. Simon Gunn, Historia y teoría cultural (Valencia: Universitat de València, 2011), 48-56.

7Carlos Antonio Aguirre Rojas, Microhistoria italiana. Modo de empleo (Barcelona: Montesinos, 2014), 95-100, donde se marcan nítidamente las diferencias de la microhistoria con la historia local.

8Harvey J. Kaye, La educación del deseo. Los marxistas y la escritura de la Historia (Madrid: Talasa Ediciones, 2001), 62.

9Por razones obvias, la tradicional historia local, al estar volcada hacia dentro del objeto de su atención, que trata como un todo autosuficiente, carece de todo interés para nuestra propuesta metodológica.

10Se trata, pues, de examinar, minuciosa y pormenorizadamente, problemas de la historia del periodismo desde perspectivas internacionales en sucesivos micro objetos de estudio para insertar los resultados en el estado global de los conocimientos, lo que nos desvelará qué nuevos problemas hay que plantear y en qué fragmento de la realidad conviene operar para resolverlos.

11En el caso de las Islas Canarias, como tendremos la ocasión de comprobar más adelante, el modelo comunicativo no se puede entender sin ponderar las influencias recibidas de las dos orillas del Atlántico, Europa y América.

12María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 1, 226.

13En efecto, como el Semanario Misceláneo Enciclopédico Elementar (1185-1181) precedió en tres lustros a Cape Town Gazette and African Advertiser (1880), editado por la colonia británica de Sudáfrica y considerado por la historiografía anglosajona el primer periódico impreso de Africa, debemos convenir que tal honor le corresponde al periódico canario. Julio Antonio Yanes Mesa, La Historia, el Periodismo y la Historiografía en las Islas Canarias (Islas Canarias: Ediciones Densura, 2020), 182 y 311.

14Juan Francisco Fuentes Aragonés y Javier Fernández Sebastián, Historia del Periodismo Español, 83-104. Aunque en esta obra son frecuentes las incursiones en la prensa provincial, la inmensa mayoría de ellas son cabeceras vascas y catalanas, mientras el resto del territorio recibe una atención, además de escasa, indiferenciada.

15María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España, 2, 275.

16Juan Francisco Fuentes Aragonés y Javier Fernández Sebastián, Historia del Periodismo Español, 141.

17José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español, 279.

18José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español, 123-165. Aunque esta obra tiene un afán globalizador, dado que contabiliza muchas variables (cabeceras, precios, tiradas, lectores etc.), trata el objeto de estudio (el periodismo español) como un todo uniforme, al tiempo que es más una historia de los periódicos que del periodismo, esto es, muy descriptiva y escasamente interpretativa.

19María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 3, 300.

20Aunque el uso del rubro "edad de oro" se ha generalizado tanto que muchos autores tiran de él para referirse a cualquier coyuntura destacada, por las razones que fueren, del periodismo en los lugares más diversos, conviene tener presente que cuando Georges Weill lo acuñó, hace ahora casi nueve décadas, lo hizo para nominar la irrepetible coyuntura de la prensa en las urbes más pujantes del mundo occidental (Nueva York, Londres, París) en las tres décadas previas al estallido de la I Guerra Mundial, cuando los diarios generalistas, una vez zafados de las ataduras de antaño tras desarrollarse empresarialmente merced a sus enormes ingresos por ventas (con tiradas millonarias) y, sobre todo, publicidad, ejercieron su labor informativa con una independencia hasta entonces desconocida al calor de la autonomía financiera y, para mayor virtud, en un régimen de monopolio de hecho porque aún no había irrumpido la competencia de la radiodifusión. Georges Weill, El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa periódica (Salamanca: Comunicación Social, 2007), 203-227.

21María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 3, 393.

22José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español, 321.

23José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español, 339.

24María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 3, 499 y 518.

25José Javier Sánchez Aranda y Carlos Barrera del Barrio, Historia del periodismo español, 330.

26Juan Francisco Fuentes Aragonés y Javier Fernández Sebastián: Historia del Periodismo Español, 298 y 306.

27Iniciada en la Escuela Oficial de Periodismo de la dictadura franquista, la obra fue publicada en cuatro sucesivos volúmenes entre 1961 y 1981, esto es, a lo largo de tres lustros cortos en los que la aceleración del tiempo histórico, sobre todo, en la transición democrática, dejó obsoleto sus contenidos antes de la última entrega. Pedro Gómez Aparicio, Historia del Periodismo Español (Madrid, Editora Nacional: 1961, 1911, 1914 y 1981, respectivamente), 4 vols.

28Julio Antonio Yanes Mesa. "La renovación de la historiografía de la comunicación social en España". Historia y Comunicación Social, Vol. 8 (2003): 241-258.

29Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX, 159-216; y Ernst Breisach, Sobre el futuro de la Historia, 81-216.

30Geertz, Clifford: La interpretación de las culturas (Barcelona: Editorial Gedisa, 2005), 19-40.

31Sobre el uso de la propuesta metodológica de Clifford Geertz por los microhistoriadores italianos, Giovanni Levi, "Sobre microhistoria", en Formas de hacer Historia, ed. Peter Burke (Madrid: Alianza Editorial, 1999): 126-135.

32Carlos Antonio Aguirre Rojas, Microhistoria italiana, 10-14.

33Clifford Geertz: La interpretación de las culturas, 33.

34Peter Burke, La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 1929-1989, (Barcelona: Gedisa Editorial, 1999), 84. Emmanuel Le Roy Ladurie publicó su obra en 1915, esto es, un año antes que "el detectivesco trabajo de construcción" El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg con el que la microhistoria italiana inició su andadura. (Lutz Raphael, La ciencia histórica en la era de los extremos. Teorías, métodos y tendencias desde 1900 hasta la actualidad (Zaragoza: Institución Fernando el Católico (CSIC), 2012), 260-261.

35André Burguière, La Escuela de los Annales. Una historia intelectual (Valencia: Universitat de Valencia, 2009), 173.

36John Lukacs, El futuro de la Historia (Madrid: Turner Publicaciones, 2011), 130 y 137.

37Al margen de la abundante producción historiográfica promovida en las dos comunidades autónomas más desarrolladas del Estado, Cataluña y el País Vasco, al calor de la construcción de sus respectivos nacionalismos, entre las iniciativas de las restantes regiones españolas mención especial merece, por la movilización de dos decenas largas de investigadores, el proyecto HICPAN de la Universidad de Sevilla, cuya reciente aportación sobre la prensa local de dicha provincia ofrece un sinfín de datos útiles para, enhebrándolos con los de las otras provincias andaluzas, construir la historia del periodismo andaluz que, con las homólogas de las restantes comunidades autónomas, está llamada a renovar la Historia del Periodismo Español. Antonio Checa Godoy et al, Historia del periodismo local en la provincia de Sevilla. Contra el olvido de la prensa cercana (Granada: Ediciones Comares, 2022).

38Al respecto, debemos aclarar que, desde los años de la autarquía franquista, está a disposición de la comunidad científica un artículo académico sobre este heterodoxo periódico Ventura Doreste Velázquez. "El periódico más antiguo de Canarias". El Museo Canario, No. 6 Fasc. 14 (1945): 45-60, por lo que, para conocer estas manifestaciones del periodismo español en Canarias, no hacía falta acometer investigación alguna, tan sólo ampliar la consulta historiográfica a las periferias.

39Evidenciando que se trataba de una tendencia ideológica que latía entre la incipiente burguesía del país, los dos periódicos de Nipho que, por concesión regia, estaban autorizados a tratar temas polí ticos y económicos, el citado Estafeta de Londres y Correo General de la Europa, "pretendían desmitificar la política inglesa valorada en exceso [sic] por importantes sectores de la burguesía ilus trada española" (María Dolores Saiz García, Historia del periodismo en España, 1, 125).

40Luis Pablo Bourgón Tinao, Los puertos francos y el régimen fiscal especial de Canarias (Madrid: Instituto de la Administración Local, 1982).

41En otras periferias, como es el caso de Murcia, también se ha detectado el uso de este formato. Antonio de los Reyes, "La prensa murciana en el siglo XIX: una aproximación", Anales de Historia Contemporánea, Vol. 12 (1996): 352 y, en general, 343-370.

42Nicolás González Lemus, Comunidad británica y sociedad en Canarias (La Laguna: Edén Ediciones, 1997), 131.

43María Isabel González Cruz, The Canary Islands Review (1903-1904). Textos sobre Canarias y la colonia británica en el periódico inglés de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 2003).

44Julio Antonio Yanes Mesa, Historia del Periodismo Tinerfeño, 1758-1936. Una visión periférica de la Historia del Periodismo Español (Santa Cruz de Tenerife; Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003), 269.

45Julio Antonio Yanes Mesa, "El insularismo, el nacionalismo y el independentismo en el periodismo canario de la emigración en Cuba", Revista Internacional de Historia de la Comunicación, 12 (2019), 67-86.

46David Wistremundo Fernández Pérez, Los periódicos canarios en América (Islas Canarias: Gobierno de Canarias, 2000). Previamente, en fechas tan tempranas para el periodismo cubano como 1811, había circulado fugazmente El Canario; Manuel Vicente Hernández González, "La prensa y el asociacionismo canario en América", Anuario Americanista Europeo, No. 4-5 (2006-2007), 289.

47Mario Ferrer Peñate, Prensa, sociedad y cultura en Lanzarote y Fuerteventura, 1852-1936. Un ejemplo de periodismo en la periferia de la periferia de Europa Occidental (Islas Canarias: Ediciones Remotas / Ediciones Densura, 2014); Julio Antonio Yanes Mesa, La primera división provincial en los orígenes y la consolidación del periodismo grancanario, 1852-1859 (Islas Canarias: Ediciones Densura, 2019); y Juan José Rodríguez Rodríguez, La prensa palmera en la transición del siglo XIX al XX (1890-1905) (Islas Canarias: Ediciones Densura, 2021).

48Eduardo Aznar Vallejo, La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526). Aspectos administrativos, sociales y económicos (Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992)

49Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados. Tres modelos de relación entre los medios de comunicación y la política (Barcelona: Hacer Editorial, 2008), 83-132.

50En efecto, ambas regiones, las más ricas, prósperas y, por lo tanto, orgullosas de sus señas de identidad entre las españolas, han conservado, cultivado, sublimado y, en muchas vertientes, construido sus señas de identidad como barreras de diferenciación social, lo que no ha sucedido en las más rezagadas por la baja autoestima, incluido el archipiélago canario a pesar de contar con un hecho diferencial geográfico, histórico y cultural mucho más acusado que cualquier región peninsular. Lo relevante del caso es que el periodismo haya salido indemne de tales construcciones culturales y, por lo tanto, refleje con tanta nitidez la mayor heterodoxia del contexto isleño que el vasco y el catalán dentro del actual territorio del Estado español.

51María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España, 2, 266-268.

52Julio Antonio Yanes Mesa, Historia del Periodismo Tinerfeño, 141-170.

53Julio Antonio Yanes Mesa, "La bipolaridad templada del sistema informativo de la isla de Gran Canaria en el sexenio democrático, 1868-1874", Nuevas perspectivas historiográficas en comuni cación, eds. Marta Rodríguez-Castro, Carlos Toural-Bran y Alberto Pena Rodríguez (Salamanca: Comunicación Social, 2021), 49-71.

54Marcos Guimerá Peraza, El Pleito Insular (1808-1936) (Madrid: Instituto de Estudios de Adminis tración local, 1987).

55Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados, 83-132.

56Julio Antonio Yanes Mesa, Leoncio Rodríguez y La Prensa: una página del periodismo canario (Santa Cruz de Tenerife: Cabildo Insular de Tenerife, 1995).

57Carmelo Garitaonandía Garnacho, La radio en España (1923-1939). De altavoz musical a arma de propa ganda (Madrid y Bilbao: Siglo XXI y Universidad del País Vasco, 1988): 42-43 y, en general, 51-144.

58Julio Antonio Yanes Mesa, Los orígenes de la radiodifusión en Canarias. Radio Club Tenerife, 1934 1939 (Santa Cruz de Tenerife: Ediciones Baile del Sol, 2010). 59 Julio Antonio Yanes Mesa, "La edad de oro de la prensa en un contexto central y otro periférico: Nueva York (1880-1914) y Santa Cruz de Tenerife (1931-1936)", en El Museo Canario, No. 60(2005), 103-132; y, del mismo autor, "The Final Setting of the Golden Age of the Press in the World: the Canary Islands During the Spanish Second Republic (1931-1936)", en Ambitos. Revista internacional de comunicación, No. 19 (2010): 284-296.

59Julio Antonio Yanes Mesa, "La edad de oro de la prensa en un contexto central y otro periférico: Nueva York (1880-1914) y Santa Cruz de Tenerife (1931-1936)", en El Museo Canario, No. 60(2005), 103-132; y, del mismo autor, "The Final Setting of the Golden Age of the Press in the World: the Canary Islands During the Spanish Second Republic (1931-1936)", en Ambitos. Revista internacional de comunicación, No. 19 (2010): 284-296.

60Simon Gunn, Historia y teoría, 48-56; John Lukacs, El futuro de la Historia, 130 y 137.

61Para citar este artículo: Yanes Mesa, Julio Antonio. "Una propuesta metodológica diseñada desde la "periferia" de las Islas Canarias para paliar el reduccionismo de las historias del periodismo español elaboradas desde el "centro"", Historia Caribe Vol. XIX No. 44 (Enero-Junio 2024): 345-372. DOI: https://doi.org/10.15648/

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Recibido: 30 de Septiembre de 2023; Aprobado: 29 de Noviembre de 2023; Publicado: 18 de Diciembre de 2023

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