INTRODUCCIÓN
Este trabajo amplía el estudio de la colonización de la cordillera Central en Colombia, a partir del análisis de tres localidades: Titiribí, Concordia y Jericó. Los tres casos son representativos del proceso de migración, poblamiento y configuración territorial experimentados en Antioquia durante la segunda mitad del siglo XIX1. Las localidades fueron epicentro de apertura fronteriza de nuevos territorios y punta de lanza para la exploración minera y creación de colonias agrícolas que activaron la pequeña producción mercantil.
El propósito es, a partir de los antecedentes y descripción contextual, realizar un ejercicio de clasificación y tipología del proceso de poblamiento de cada localidad, y ofrecer una comprensión histórica y analítica de las diferencias y similitudes encontradas en la producción económica. En ese sentido, una de las finalidades es analizar las dinámicas de expansión y movilidad demográfica que matizaron, particularizaron y diferenciaron el proceso colonizador, el cual fue amplio y complejo, y tuvo gran incidencia en la configuración territorial de Antioquia.
Los primeros estudios sobre el tema de la colonización en Antioquia fueron realizados por Tulio Ospina, Libardo López-Gómez, Estanislao Gómez-Barrientos, Emilio Robledo y Julio César García2, quienes abordaron la problemática considerando la sociedad antioqueña y priorizando en las gestas realizadas durante la segunda mitad del siglo XIX. César Augusto Lenis-Ballesteros ofrece un balance historiográfico sobre el tema y refuerza el argumento de que esos primeros trabajos son apologéticos de las virtudes y habilidades del antioqueño en los negocios3. Sin embargo, y a pesar de esos primeros estudios, el referente historiográfico clásico de la colonización antioqueña es James J. Parsons4, quien logra analizar el proceso de manera demográfica, económica y social, pero homogeneizando el modelo colonizador desde una estructura social democrática de pequeños y medianos propietarios; aspecto que termina desconociendo la evidente concentración de la tierra en pocas manos y los fenómenos políticos y religiosos que también hicieron parte del proceso en la región.
El estudio de la colonización antioqueña es abordado por la historiografía regional a partir de perspectivas y relaciones disciplinares vinculadas a la historia económica, la sociología y la antropología en los últimos 30 años. Esos ejercicios de análisis ofrecen una revisión bibliográfica importante que facilitan el enfoque histórico del presente trabajo y permiten ampliar los niveles de observación en materia de migración, poblamiento, usos del suelo, configuración espacial geográfica, territorio, vocaciones productivas, distribución de la tierra y la propiedad, estructura agraria, explotación minera, desarrollo agropecuario, etcétera. Precisamente, los investigadores que trabajan ese tipo de temáticas, y fueron objeto de revisión para el presente estudio, son Eduardo Santa-Loboguerrero, Lisandro Restrepo, Álvaro Tirado-Mejía, Albeiro Valencia-Llano , Mario Samper-Kutsch-bach, Catherine C. LeGrand, Roberto Luis Jaramillo, Ociel Castaño-Zu-luaga y Luis Fernando Molina Londoño, Víctor Manuel Álvarez-Morales, Guillermo Ángel-González, Javier Trujillo-González, Roger Brew, Renzo Ramírez-Bacca; Renzo Ramírez-Bacca y Sandy Bibiana González-Toro; Renzo Ramírez-Bacca y Elidio Alexander Londoño-Uriza; Elidio Alexander Londoño-Uriza; Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, Juan Carlos Vélez-Rendón, Lenis-Ballesteros, Juan Carlos López-Díez, entre otros5.
Cada una de sus investigaciones son sugerentes de análisis locales y comparativos para comprender las diferencias regionales del proceso colonizador.
Así mismo, los trabajos de Antonio José Restrepo, Alejandro López-Restrepo, Fernando Lleras de la Fuente, Carmenza Gallo, Albert Otto Hirschman, Salomón Kalmanovitz-Krauter, Jesús Antonio Bejarano, Marco Palacios-Rozo, Fernando Botero-Herrera, Antonio García-Nossa, María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez-Gaviria, Darío Alcides Fajardo-Montaña, Fabio Roberto Zambrano-Pantoja y Absalón Machado-Cartagena6 constituyen una fuente de información importante que facilita la comprensión del fenómeno colonizador. Todos ellos, se acercan a la temática para ampliar el conocimiento de fenómenos como la construcción del Estado-Nación, la economía agroexportadora, la caficultura, la industrialización o la estructura agraria precapitalista de finales del siglo XIX y principios del XX.
El acervo documental primario, que conforma el presente estudio, parte de la revisión de los archivos municipales e históricos de Titiribí, Concordia y Jericó.7 Todos ellos, condensados en series documentales con procedimientos administrativos vinculados a la distribución de baldíos, repartimientos, entrega de terrenos, censos de población, decretos, actas, correspondencias, comunicaciones, y procesos agrícolas, comerciales y mineros. Así mismo, de la producción intelectual y bibliográfica de la época que describe el proceso de colonización de Antioquia a través de la migración, asentamiento y descripción geográfica, física y demográfica para la segunda mitad del siglo XIX.
El método de investigación desarrolla un enfoque histórico-crítico con una aproximación reflexiva y descriptiva entre las localidades seleccionadas. Nos concentramos solo en la identificación de las interconexiones, temáticas y tendencias que faciliten la comprensión de algunas diferencias y similitudes evidentes según el caso. En tal sentido, el estudio es de corte historicista y no profundiza en fenómenos políticos, sociales y culturales que también hicieron parte de la colonización durante la época de estudio. Así mismo, la dimensión discursiva del ejercicio se fundamenta en la relación entre el análisis hipotético-deductivo y la lectura sistemática de los datos recolectados. Así, la heurística del discurso cualitativo está combinada con el trabajo hermenéutico del material empírico para facilitar el abordaje de los procesos y factores coyunturales que hicieron parte de las dinámicas migratorias, los asentamientos, la distribución del espacio y la experimentación agrícola; aspectos trabajados descriptivamente a lo largo del texto.
1. ANTECEDENTES
La ruta de acceso a los terrenos baldíos del sur de la Provincia de Antio-quia partió de Medellín y Envigado en las postrimerías del siglo XVIII (Figura 1). Las primeras tierras ocupadas fueron La Estrella, Amagá, Titiribí, Sabaletas y Santa Bárbara. Todas ellas, bajo la abertura de la banda oriental del río Cauca y aprovechando las disposiciones administrativas que facilitaban la ampliación, apropiación y adecuación de la frontera agrícola8.
Los pobladores sin tierra de la Ciudad de Antioquia (como también se llamaba a Santa Fe de Antioquia para ese momento) aprovecharon esa distribución y se asentaron entre las aguas arriba del río Cauca y la Loma de los Titiribíes, llevando a cabo actividades mineras y de autoconsumo alimentario. Esas primeras concesiones se fueron fraccionando mediante sucesiones por herencia o a través de la venta de terrenos durante los primeros diez lustros del siglo XVIII. Por consiguiente, los primeros asentamientos se presentaron de manera espontánea y sin una dirección clara del proceso de poblamiento.
Las experiencias de ocupación propiciaron que tanto terratenientes como pequeños propietarios se convirtieran en el grupo poblacional que impulsó las actividades económicas en la zona. Esto se logró mediante la combinación de la monopolización de las propiedades, derivada de las concesiones otorgadas con las actividades de aparcería llevadas a cabo por los colonos sin tierra.
2. PATRONES DE ASENTAMIENTO Y TENDENCIA DEMOGRÁFICA
La zona de Titiribí ocupó un papel preponderante por ser un frente de apertura minera que dio entrada a la demanda de bienes de primera necesidad. Recordemos que las minas de El Zancudo, Otramina y Candela hacían parte de ese distrito y fueron un foco de producción agrícola para la economía regional.9 Las tres fueron concedidas a José María Uribe Restrepo en 1844 y sentaron las bases para la creación de la Sociedad del Zancudo en 1848; una empresa atractiva para los mineros y agricultores que dio origen a la fundación del distrito. Por eso, Titiribí ha sido catalogada como un punto de partida para la colonización del Suroeste antioqueño, toda vez que la actividad minera contribuyó ostensiblemente al intercambio de productos. En otras palabras, los territorios mineros no solo eran importantes por la producción de minerales o el abastecimiento de víveres y productos manufacturados, las condiciones de explotación también favorecieron la reproducción de la sociedad.
El caso de Concordia es igualmente preponderante, pero no es un punto de apertura frontal a la minería. Sin embargo, el caserío de Comiá (como fue llamada por el colono Manuel Herrera en 1830) representa a los asentamientos que resultaron del proceso de poblamiento para abastecer a las minas, pues fue uno de los focos de colonización que facilitó la expansión de la población en el Suroeste y sirvió de nodo elíptico para establecer los caseríos de Betania, Hispania, Salgar Viejo, San Mateo y Quebradona; además de la Aldea La Soledad y la Hacienda El Jardín10. Todo ello, a partir de la parcelación de terrenos para 1200 familias que hacían parte de Titiribí.
Luz Eugenia Pimienta-Restrepo sugiere que esa distribución desencadenó conflictos entre los colonos sin título de propiedad que habitaban la zona y la Junta Repartidora, ya que los poblamientos espontáneos que se habían originado desde finales del siglo XVIII (a razón de las migraciones para trabajar en las minas de Titiribí) no fueron legitimados bajo concesiones con prerrogativas de propiedad, desconociendo el proceso inicial de colonización sobre esas tierras.
Por lo anterior, investigadores como Álvaro López-Toro, Marco Palacios, Roger Brew, Hermes Tovar, Frank Safford, Salomón Kalmanovitz, Absalón Machado11, entre otros, sostienen que la distribución de la propiedad dentro del proceso colonizador antioqueño no se presentó de manera democrática e igualitaria entre medianos y pequeños propietarios, como había sugerido James Parsons cuando realizó sus estudios sobre el Occidente de Colombia en 1949.
En cuanto a Jericó, la discusión por el patrón de asentamiento disperso o dirigido en el Suroeste antioqueño se estimula mucho más. Juan Carlos Vélez-Rendón12 esboza que el modelo de colonización de esa localidad fue direccionado y estructurado a través de la configuración empresarial de una Sociedad con proyecciones comerciales. El proceso inició en 1825, cuando Gabriel Echeverri Escobar, Juan Santamaría Isaza y Juan José Faustino Uribe Mondragón y Mejía compraron los terrenos baldíos que hacían parte de la zona sur del río San Juan (en inmediaciones a la quebrada Arquía). El objetivo era establecer haciendas, iniciar un proceso de producción de alimentos y realizar inversiones con parcelas de terreno. El derecho de otorgamiento de esa empresa logró ser consolidado el 23 de julio de 1823 y la base de funcionamiento fue la firma "Uribe, Santamaría y Echeverri" bajo la concesión de 160 496 fanegadas. Jericó inició siendo la Aldea de Piedras en 1850 y también un lugar propicio para continuar el proceso de establecimiento de nuevos asentamientos; ese fue el caso de San Antonio de Támesis, Nueva Caramanta, Bethsaida y el Caserío El Hatillo13.
Todos ellos, fueron conformados mediante distribuciones comerciales amparadas en lazos familiares y de amistad que centraban sus actuaciones económicas en la producción de minerales, la agricultura y la ganadería (Pimienta, 2013). En ese sentido, Jericó también fue un nodo de poblamiento empresarial que insidió en la posesión de nuevos territorios, la conformación de sistemas de producción y la creación de los mercados locales.
Fuentes: A.H.A. Censos y estadísticas t. 335, doc. 6415; t. 346, doc. 6415; t. 2692, doc. 6415; t. 6556, doc. 5; t. 2709, doc. 1; t. 2711, doc. 27-28; Pedro Justo Berrío, Informe que el Presidente del Estado Soberano de Antioquia presenta a la legislatura del Estado (Medellín: Imprenta del Estado, 1871); Roberto Cadavid-Misas, Historia de Antioquia ( Medellín: Argos; Dirección de Cultura de Antioquia, 1996); N. Castro, "Informe sobre estadística", en Informe del Secretario de Gobierno del Estado Soberano de Antioquia (Medellín: Imprenta de Isidoro Isaza, 1866); Universidad de Antioquia, El pueblo antioqueño (Medellín: Universidad de Antioquia, 1941); Manuel Uribe-Ángel, Geografía general del Estado de Antioquia en Colombia (Medellín: Ediciones Autores Antioqueños, 1985)14.
La Figura 2 muestra cómo la migración poblacional en las tres localidades fue bastante significativa, ya que entre 1820 y 1885 la curva siempre estuvo en ascenso. Al situarlo en un contexto y en la perspectiva procesal histórica se observa que la expansión de la frontera agrícola estuvo acompañada del asentamiento humano, tanto espontáneo como dirigido por empresarios. El fenómeno se vio impulsado por los flujos migratorios generados por las políticas de distribución de tierras baldías, así como por la explotación agrícola, ganadera y minera. Estas actividades económicas ofrecieron incentivos laborales, comerciales, migratorios y de acumulación de capitales; además, conllevó al gradual mejoramiento de la red de caminos, afectada por los efectos del clima y las condiciones geográficas. Cabe anotar, que la región antioqueña no era la más poblada respecto a otros Estados como Santander, Boyacá, Cundinamarca y Cauca. Así, Titiribí pasó de 2480 pobladores en 1820 a 9214 al finalizar ese período, Concordia de 9000 en 1884 a 9208 al año siguiente, y Jericó de 630 en 1851 a 11593 en 1885. Esos datos no logran dar cuenta de la cantidad real de habitantes, pero sirven de indicador para evidenciar el incremento migratorio de los tres asentamientos durante el período mencionado. Además, los valores pueden variar si consideramos que Concordia y Jericó hicieron parte del distrito Parroquial de Titiribí hasta sus respectivas fundaciones. De hecho, el aumento de habitantes también era una razón importante para que cada localidad alcanzara su independencia administrativa. Lo cierto del asunto es que el aumento poblacional incidió en los tres asentamientos y estableció las condiciones para que Titiribí, Concordia y Jericó se afianzaran como frentes de colonización y centros de avanzada migratoria.
Vale la pena considerar que la colonización en la zona suroccidental de Antioquia ofrece casos de estudio que permiten ampliar el análisis de los dos modelos de poblamiento implementados: dirigidos y espontáneos (como fue clasificado el proceso colonizador en esa zona de Antioquia por Jaramillo-Velásquez en 1988). La simbiosis entre los asentamientos dispersos y los realizados de manera empresarial supone la activación de una economía basada en la producción de minerales, la expansión 116 territorial, la apertura de fuerzas productivas, la inversión y valorización de terrenos, la creación de colonias agrícolas y el establecimiento y desarrollo de caminos.
Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó permiten reflexionar sobre esas características históricas, pues las tres localidades fueron frentes de poblamiento con procesos de colonización muy distintos que incidieron en la ocupación y puesta en funcionamiento de las actividades económicas en la zona. La primera y tercera localidad representan el modelo de colonización empresarial, mientras que la segunda es un ejemplo claro de asentamiento espontáneo. Por eso, y para ampliar ese tipo de aspectos, es importante analizar las realidades que hicieron parte del contexto histórico de los tres casos para comprender esas diferencias, similitudes y dinámicas del proyecto colonizador en el Suroeste.
3. DIFERENCIAS Y SIMILITUDES EN EL POBLAMIENTO
3.1 Hacia Titiribí: la exploración de los guaqueros y empresarios mineros
Los guaqueros antioqueños exploraron el territorio que habían habitado los indios Nutabes a finales del siglo XVIII.15 Sitio Viejo (establecido en abril 17 de 1775) fue el lugar de morada de las primeras expediciones. Sin embargo, en las inmediaciones a ese lugar también fue conformado el caserío San Antonio del Real de Minas de los Titiribíes; un espacio de paraje para los colonos dedicados a la explotación de minerales que fue reconocido por el Oidor Juan Antonio Mon y Velarde como un Real de Minas con alto potencial de yacimientos en 178816.
Esa distinción dio cabida para que los trabajos de exploración se acentuaran con mayor asiduidad, y dieran paso al descubrimiento de la mina de veta El Zancudo, la cual influyó en el proceso de poblamiento de los territorios circundantes a San Antonio. Durante la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX, Titiribí se convirtió en un frente de colonización espontánea y en un puente de poblamiento entre la banda oriental y occidental del río Cauca. A fin de cuentas, su centro poblacional se había establecido en esa primera banda, pero su jurisdicción también comprendió los confines de la segunda.
De hecho, como se reconoce en la historiografía regional, Titiribí fue una puerta de entrada al Suroeste antioqueño que facilitó la conformación de otros núcleos poblacionales de avanzada. Por eso, los proyectos mineros fueron expandidos en minas auxiliares como Los Chorros, La Villegas y Otra Mina; yacimientos que complementaron los trabajos que se realizaban en El Zancudo, una mina que "fue primitivamente de oro, pero que [...] puede considerarse como de plata aurífera".17 La explotación de minerales supuso el desarrollo de arterias de interconectividad entre Titiribí, Amagá y Fredonia, buscando activar el comercio entre las tres localidades.
La apertura de caminos era uno de los pasos a seguir dentro del proceso de explotación, pues garantizaba la circulación de los capitales producidos. El auge de la producción minera hizo que comerciantes como José María Uribe Restrepo invirtieran en las vetas, aprovechando las concesiones de terreno que el Estado cedía para pagar sus deudas públicas.
Como sostiene Pimienta-Restrepo, entre 1820 y 1821 Titiribí se convirtió en un frente de colonización con repartos de terreno arbitrados por la gobernación de la provincia y la participación de empresarios mineros. Sin embargo, los terrenos poblados sin títulos de propiedad fueron motivo de permanentes conflictos y desplazamientos, pues las distribuciones no tenían en cuenta a los caseríos indígenas que habitaban la zona y a los primeros colonos que se habían asentado en las inmediaciones a las minas.18
Las minas de El Zancudo fueron entregadas a Uribe Restrepo en 1844, quien formó una Sociedad económica que dio como resultado la explotación de 25 minas de veta y 11 de aluvión a lo largo del siglo XIX. Esta empresa fue la mayor compañía minera colombiana durante los últimos 30 años del siglo XIX y permitió la introducción de sistemas de separación de oro y plata, hornos de fundición y métodos de cianuración desde 1851.
La Sociedad de El Zancudo instituyó una economía capitalista de mercado, llegando incluso a impulsar la fundación de un banco hacia 1883 "con el propósito de liquidar las cuentas y gastos de la sociedad a mineros, contratistas, arrieros y proveedores"19. En este contexto, su funcionamiento estuvo dirigido a atender las necesidades empresariales hasta 1888. Este período se caracterizó por la combinación sincrónica de actividades comerciales, mineras, agrícolas y ganaderas, las cuales conformaron el sistema empresarial de producción del Suroeste20.
La política de tierras favoreció la titulación a personas de alto nivel económico y permitió las actuaciones de enajenación y reventa de los predios habitados, aunque registrados como baldíos. Eso llevó a despojos, reacomodos poblacionales y donaciones de tierra a nivel administrativo que también buscaron estimular el proyecto colonizador. Precisamente, hacia 1848, los moradores del caserío Comiá (que aún pertenecía a la jurisdicción de Titiribí) aprovecharon esas políticas públicas de tierra y gestionaron ante la Cámara Provincial la adjudicación de los terrenos que habitaban. Todo ello, buscando alcanzar derechos de propiedad y permisos que facilitaran la fundación del caserío. Esos planes fueron logrados con la Ordenanza de septiembre 25 de ese mismo año bajo el nombre de Concordia, y el establecimiento de la primera parroquia de la localidad en 1849.21 Aunque el proceso de poblamiento de Concordia tenga estrecha relación con la apropiación territorial de Titiribí (pues desde el principio la "Fracción de Comiá" fue dependiente a ese distrito parroquial), la espontaneidad de los asentamientos y el perfil de los usos del suelo marcaron las diferencias entre esas dos localidades.
3.2 Concordia: el abastecimiento agrícola de la zona minera y espacio de migración continuo
Como sostiene Roger Brew (2000), la participación de los grandes concesionarios estimuló el proceso migratorio de la población22. El caso de Concordia tipifica las ocasiones en que la fundación de un pueblo facilitaba el control de los colonos. Si bien es cierto, Titiribí y Concordia fueron localidades que resultaron de procesos de poblamiento espontáneos, la búsqueda de centros de extracción minera, el establecimiento de concesiones y el repartimiento de terrenos alejó esa similitud.
Titiribí dejó de ser un lugar de ocupación esporádica sin legitimidad territorial y se convirtió en un espacio regulado (por las concesiones a la Sociedad) bajo una estructura empresarial que fomentaba la producción de oro, plata, zinc, hierro y arsénico con la erección de la Sociedad Minera El Zancudo. Entretanto, Concordia quedó dispuesto para el abastecimiento de alimentos de autoconsumo y para la producción agrícola que aprovisionara las minas de Titiribí.
Concordia fue un asentamiento resultante del proceso migratorio de Titiribí y un puente de desplazamiento poblacional hacia caseríos y aldeas que luego fueron la base fundacional de Betania, Hispania, Salgar, Betulia, Ciudad Bolívar, Andes y Jardín, como afirma Pimienta-Res-trepo.23 Todos ellos, emplazamientos lejanos de la banda occidental del río Cuaca que dieron origen a la formación de poblados con características sociales, políticas, económicas y culturales propias, e igualmente propiciaron la creación de unidades de explotación agrícola.24 En ese sentido, Concordia fue un frente de avanzada hacia terrenos más apartados del distrito de Titiribí y un puente de ocupación y comunicación que facilitó el desplazamiento continuo de la población.
En Concordia, la distribución de los terrenos baldíos generó conflictos entre los colonos y las juntas que lideraban las reparticiones25. El motivo central de esas discrepancias era la exclusión de algunos colonos en los procedimientos de distribución, pues había ocupaciones de suelo sin reconocimiento institucional que no aportaban a la hacienda pública. Por eso, y a pesar de las casas construidas, las rozas de maíz realizadas, los árboles frutales sembrados, la activación de las labores de cultivo (requisitos que convalidaban los asentamientos) y la recaudación de la renta eran gestionadas a través del arrendamiento de los terrenos ocupados.26
3.3 Conflictos por tierras en Concordia y Titiribí: motivo de nuevos desplazamientos
Los conflictos por la posesión legítima de los terrenos no fue un tema aislado en las dos localidades. Titiribí y Concordia registraron ingentes alegatos relacionados con la ocupación arbitraria de predios, la naturaleza jurídica de terrenos, los límites fronterizos jurisdiccionales, los títulos de propiedad y la enajenación de la tierra27.
Durante la primera mitad del siglo XIX, esos pleitos por la tenencia de parcelas coexistían entre los dos distritos, pues Concordia dependía administrativamente de Titiribí y fue escenario de permanentes litigios mientras se llevaban a cabo distribuciones y redistribuciones de los terrenos ocupados.
Con la fundación del distrito y el establecimiento de la parroquia a mediados de esa misma centuria, los problemas por posesión entre los colonos nuevos y antiguos no disminuyeron, ya que algunos de los centros poblacionales que conformaban a Concordia (entre ellos Betania, Hispania, Salgar, Betulia, Bolívar, Andes y Jardín) también insistieron en elevar a la categoría de distrito sus demarcaciones territoriales.
Precisamente, en 1869, Ciudad Bolívar fue erigido municipio abarcando los corregimientos de Betania, Andes y Jardín; eso hizo que Concordia perdiera su figura político-administrativa y volviera a depender de Titiribí.28 En ese sentido, los conflictos por las tierras y la autoridad de los lugares que configuraban a Concordia y Titiribí ocuparon un papel importante en la conformación espacial y político-administrativa de las localidades lejanas a la banda occidental del río Cuaca en el Suroeste antioqueño, pues incidieron en el desplazamiento hacia las aldeas y caseríos más apartados, e influyeron en el asentamiento y ordenamiento territorial de los poblados que se conformaron durante todo el siglo XIX (Figura 3).
Fuentes: Blair-Gutiérrez, Bernardo, "Titiribí", Distritos. Revista de Hechos y Gentes de los Municipios Colombianos No. 08 (1966): 15-21; "Ordenanza No. 7 de la Cámara Provincial de Antioquia que crea el distrito parroquial de la Concordia"; "Ordenanza Provincial No. 11 de la Cámara Provincial de Medellín que crea el distrito parroquial de Felicina". Ver también a: Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, "Colonización en el suroeste antioqueño", 124, 128.
Jericó: el fomento de obrasy el poblamiento empresarial y agro-comercial
Jericó también fue otro frente de avanzada poblacional del Suroeste antioqueño, pero de los asentamientos cercanos a la banda occidental del río Cauca. Los orígenes de ese proceso se remontan a los primeros treinta años del siglo XIX, cuando la migración poblacional alrededor del sur del río San Juan era bastante activa.
El proyecto colonizador de la localidad, sin embargo, tuvo estrecha relación con la concesión de terrenos realizada a la firma "Uribe, Santamaría y Echeverri" el 23 de julio de 1835. Sociedad conformada por Juan Carrasquilla, Juan José Faustino Uribe Mondragón y Mejía, Juan Santamaría Isaza y Gabriel Echeverri Escobar, quienes lograron hacerse a la titulación de 160.496 fanegadas de terreno de las "montañas de Caramanta".
Todo ello, bajo las capitulaciones de los baldíos que hacían parte de esa jurisdicción y a través de la emisión de bonos de deuda pública, pues la crisis fiscal del Estado (heredada del proceso independentista de Colombia) supeditó la adjudicación de tierras como suministro económico de las deudas internas.30
En el ámbito nacional, esos esquemas de adjudicación variaban según el auge de bonanza agroexportador, la oferta de producción y los límites de desarrollo en la infraestructura comercial de las provincias. Para el caso de Suroeste antioqueño, la titulación a "Uribe, Santamaría y Echeverri" se dio bajo la forma de concesión a nuevos pobladores y al fomento de obras, pues el objetivo era estimular la producción de alimentos y activar el comercio mediante la apertura de caminos.31 En ese sentido, la capitulación a esa firma de comerciantes continuó las medidas de la Real Cédula de 1770, promoviendo el otorgamiento de títulos bajo la conditio sine qua non de cultivar y explotar los terrenos recibidos.32
La firma "Uribe, Echeverri y Santamaría" (incluyendo a sus herederos) lideró el proyecto colonizador de gran parte del Suroeste antioqueño.33 El deslinde y amojonamiento inició con la parcelación simultánea de terrenos en Fredonia, Santa Bárbara y Amagá; es decir, en las proximidades de la banda oriental del río Cauca.
La pretensión de este grupo de comerciantes era ampliar su radio de acción sobre los terrenos circundantes al Cauca (atravesando la banda oriental y extendiendo sus dominios hasta la banda occidental) y establecer una economía de mercado complementaria a la explotación minera adelantada en las minas de El Zancudo en Titiribí34.
Eso facilitó el camino para acceder a la titulación de los terrenos que hacían parte de la otra banda (occidental) del río Cauca. La firma logró cumplir su empresa en 1839, creando Caramanta como demarcación independiente, pero formando parte del Cantón de Medellín. Así, las estrategias de crecimiento y expansión de sus actividades económicas en la zona se concentraron en la parcelación y venta de tierras, la exploración de minas, la apertura de un camino entre Medellín y Supía (pasando por La Valeria -en la actualidad Caldas- y Fredonia), el establecimiento de dehesas y el trazado de algunos poblados con categorías de alcaldía pedánea35. En ese sentido, sus actividades tuvieron un fuerte influjo en el proceso de asentamiento poblacional y una firme incidencia en la activación socioeconómica en los terrenos que hacían parte de la Concesión.
El perfil de ocupación fue orientado hacia la inversión, el establecimiento de haciendas ganaderas colindantes a los ríos y la titulación de extensiones de tierra, aprovechando la adquisición de bonos para la venta y compra de baldíos con la llegada de la Sociedad. Eso hizo que la dinámica del proceso migratorio cambiara y se tornara coordinado y regulado; es decir, tomara la forma de colonización empresarial.
Los terrenos cercanos a la banda occidental del río Cauca, que hacían parte de las posesiones de la firma "Uribe, Santamaría y Echeverri", dieron vida a las localidades de Nueva Caramanta, Jericó, Támesis, Pueblorrico y Valparaíso a lo largo del siglo XIX.
La muerte de Santamaría Isaza en 1840 hizo que su parte en la Sociedad fuera dividida entre su cónyuge y sus herederos36, aunque la negociación de tierras sobre esa zona de la Provincia siguió siendo muy activa. Así, los núcleos poblacionales de Fredonia, Amagá, Santa Bárbara, el Camino de Caramanta (en la actualidad La Pintada) y Jericó se fueron afianzando como centros de avanzada migratoria.
Resultado de la participación de la familia en el territorio, Santiago gestionó ante la Cámara Provincial de Antioquia la fundación de la Aldea Piedras (actualmente Jericó), la cual logró hacerse efectiva mediante la Ordenanza 05 de septiembre 28 de 185037.
Vale recordar que la firma funcionó activamente como Sociedad hasta 1848, pues los herederos de Santamaría reclamaron sus activos capitales y solicitaron el fraccionamiento del grupo económico para continuar de manera independiente.38 Sin embargo, los trámites legales para hacer efectivo el acto jurídico solo pudo llevarse a cabo hasta 1851, año en el que Carlos Segismundo de Greiff delineó los planos de los terrenos que comprendería a cada socio39.
El fraccionamiento motivó a que algunos herederos aprovecharan el espacio para el cobro de peaje en las inmediaciones del río Cauca. Así mismo, las condiciones físicas y naturales de sus terrenos favorecieron el establecimiento de un mercado económico de intercambio de productos. Además, la fundación de la Aldea Piedras significó la instauración de otro importante frente de avanzada poblacional, ya que eso facilitó el establecimiento de haciendas y la construcción de caminos y puentes que terminaron valorizando aún más las tierras adquiridas.40
La creación de la Aldea permitió que algunas parcelas fueran donadas a los pequeños colonos bajo el compromiso de incentivar las actividades agropecuarias; acompañar las labores de instalación de caminos, puentes y senderos; mantener la producción de artículos alimenticios; y establecer sitios de intercambio de productos que estimularan ese naciente mercado poblacional.
En ese sentido, la Aldea (Jericó) fue el epicentro de expansión demográfica y adjudicación de tierras de la banda occidental del río Cauca, pues la creación de caminos hizo que el poblado se convirtiera rápidamente en una localidad comercial de frontera, basada en un fuerte tráfico mercantil entre las poblaciones cercanas, y en un escenario de permanente transformación rural por las iniciativas financieras e industriales que lideró la descendencia de Santamaría Isaza41.
En resumidas cuentas, la sociedad empresarial que establecieron Uribe, Santamaría y Echeverri significó la conformación de una red filial, económica y política que lideró el proyecto colonizador de la Montaña de Caramanta. Los terrenos que integraron la partición de herencia de la "Sociedad Echeverri-Herederos de Santamaría" conforman, en la actualidad, las localidades de Jericó, Pueblorrico y Tarso42. Sin embargo, Fredonia, Amagá, Santa Bárbara, Nueva Caramanta, Andes y Valparaíso también resultaron de las actividades económicas que emprendieron esos empresarios en el Suroeste43. En ese sentido, la fragmentación de los terrenos no frenó el proceso de poblamiento; antes bien, facilitó la expansión de la población por todo el territorio. Su actuación en el poblamiento combinó el direccionamiento de los colonos (a través de la fundación de los poblados) con el establecimiento de una economía cimentada en la venta y valorización de parcelas; además de la activación productiva de materias primas para el consumo humano. Por eso, y luego de la sucesión de las propiedades de Santamaría Isaza, el proceso era dinamizado con la apertura de caminos, la instauración de rozas, la creación de algunas haciendas ganaderas y el fortalecimiento de los poblados mediante su respectiva fundación; fases evidenciadas en el proyecto colonizador de Jericó entre 1840 y 186044.
Visto del anterior modo, fue común en la colonización de otras regiones de Colombia (entre ellas Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Valle del Cauca y Magdalena Medio), que los grandes inversionistas se involucraran en el proceso después de un importante aflujo poblacional, aprovechando los beneficios que la política de tierras ofrecía a los empresarios.
La titulación de los baldíos permitió que los comerciantes y concesionarios establecieran derechos de propiedad sobre los asentamientos, alcanzando acuerdos contractuales de trabajo que incluían la desposesión y enajenación de las parcelas ocupadas, y convirtiendo a los pequeños colonos en arrendatarios.45 Esa fue la generalidad en todo el territorio antioqueño, pero para el caso del Suroeste el énfasis de la firma estaba concentrado en la apertura de caminos, en el aprovechamiento de los terrenos ya ocupados y en la expansión del proyecto colonizador.
Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó son una clara muestra de los patrones de poblamiento evidenciados en el Suroeste antioqueño, pues representan la dinámica de expansión fronteriza en lindes empresariales y espontáneos. El primero fue un eje de colonización esporádico en la banda oriental del río Cauca (que sirvió de entrada a la banda occidental) y ocupó un papel importante por los yacimientos minerales auríferos encontrados en su territorio. El segundo fue un lugar de avanzada poblacional expresado en la apropiación espontánea de terrenos y en la repartición de parcelas. El tercero fue un foco de colonización empresarial resultado de la división de las propiedades de Santamaría Isaza.
Los dos primeros experimentaron procesos de asentamiento no dirigidos por comerciantes o terratenientes (al iniciar las ocupaciones de sus territorios), Titiribí se fue posicionando como un lugar de expansión y apertura económica gracias a las minas de El Zancudo y al repartimiento regulado de terrenos por parte de la gobernación de la Provincia, el cual generó ingentes conflictos entre los colonos (antiguos y nuevos) por la distribución de las parcelas sin títulos de propiedad, y perfiló el proceso de colonización de la localidad a un modelo coordinado por comerciantes mineros.
Aunque Jericó también fue el resultado de un proyecto de poblamiento estatal y empresarial, originado por la segregación de las propiedades de Santamaría Isaza, las características de su proceso se distinguieron de los dos primeros casos por el carácter dirigido y de padrinazgo que tuvieron los terrenos de la firma "Uribe, Santamaría y Echeverri", en particular las propiedades que heredó Santiago Santamaría (cuyas tierras dieron origen a Jericó). Lo cierto es que las tres localidades experimentaron actividades mercantiles basadas en la minería, la agricultura y la ganadería. Por eso, también es importante reflexionar sobre el tipo de producción económica de cada caso luego de la consolidación institucional que dejaron las fundaciones de las tres localidades.
4. ACTIVIDADES PRODUCTIVAS
Las migraciones tempranas estuvieron vinculadas a la búsqueda y explotación de yacimientos auríferos para la producción de oro, plata, zinc, hierro y arsénico. Esas labores de extracción minera, como ya se advirtió, se llevaron a cabo durante el siglo XVIII y primera mitad del XIX, contribuyendo, de manera significativa, a la producción de alimentos básicos de la población que trabajaba en las inmediaciones de los centros de explotación minero. Así, autores como Safford (1956) y Brew (2000) consideran la minería como la clave del éxito antioqueño, ya que la acumulación de riqueza incentivó la importación de mercancías y el desarrollo tecnológico; además, posibilitó la diversificación de la economía. El caso de Titiribí es una muestra de ello.
4.1 Actividades mineras y el agro en Titiribí
Hacia 1850, los principales productos de producción agrícola y consumo de la naciente población titiribiseña eran el maíz, el plátano, el dulce de caña y los cerdos.46 La actividad económica de importación se centraba en los cerdos, el ganado vacuno, las mulas y los caballos, pero también exportaban, desde la localidad hacia otras provincias de la República, ganado vacuno y otros semovientes.47 Teniendo en cuenta la existencia de población en condiciones de esclavitud, ésta constituía una minoría -a lo sumo unos 15 varones y unas 30 mujeres, aunque se contaban, adicionalmente, unos 24 varones y 24 mujeres libertos menores de edad.48 Abolida la esclavitud en 1851, durante el gobierno de José Hilario López, nos encontramos frente a una población libre, que hacia 1869 estaba dedicada a la administración doméstica (como lo muestra la Figura 4), seguido en importancia por la agricultura y la minera; esta última de especial protagonismo empresarial. De hecho, hacia 1888, aunque solo contaba con tres minas de filón, la localidad era la mayor productora en Antioquia, con una capacidad de 1299 libras de oro. Así mismo, tenía la población minera más grande, con alrededor de 1432 obreros.49 Tomando en cuenta que las denuncias sobre minas se remontan a 1746, y considerando el período estudiado en este artículo, se estima que se realizaron unas doce denuncias, de un total de 46 registradas hasta 190050.
Visto del anterior modo, las minas de El Zancudo, en el caso de Titiribí, tuvieron una fuerte incidencia en las labranzas de agricultura de subsistencia bajo el aprovechamiento de cultivos de cereales, fríjol, especies de raíces, legumbres y hortalizas.51 En especial, cuando a partir de 1870, la empresa empezó a otorgar terrenos, de modo gratuito, que pasaban a ser propiedad del trabajador luego de 10 años se servicio a la empresa Jaramillo-Uribe, 2021).52
Con la consolidación de los asentamientos, ese tipo de acciones económicas fue combinada con la cría, alimentación, multiplicación y mejora de ganado porcino, bovino, lanar, caballar y de cerda; todos ellos, animales domésticos para la producción de carne. El agro, como ya se señaló, incluía actividades productivas de pancoger como maíz, plátanos, cacao, yucas, arracachas, caña dulce, harina de trigo, arroz, quesos y quesitos de procedencia bovina, entre otros.53 En suma, productos de experimentación agropecuaria local que adecuaron las condiciones para la introducción de la vocación mercantil de la zona. En ese sentido, Titiribí no solo fue un puente de apertura poblacional, sino también un centro de referencia económico que modeló la producción de alimentos de los poblados vecinos.
Al valorar los informes de hacienda local, hacia 1875, la empresa de caminos tenía también cierta importancia. Ya por las contribuciones recibidas para su construcción, por los gastos ocasionados o por que el valor de las multas recibidas por el no pago de las contribuciones.54 La apertura y construcción de caminos promovieron más las actividades de minería, agricultura y ganadería, pues el objetivo de los empresarios inversionistas de las minas también era activar la vida comercial de los centros poblacionales, aprovechando la mano de obra disponible de los colonos y las extensiones de tierra que habían cultivado durante el proceso de asentamiento.
El agotamiento paulatino de las reservas minerales de Titiribí estimuló el desplazamiento a zonas lejanas de los centros mineros de la localidad (Vélez, 2002), ampliando la cobertura de producción de las actividades económicas. Precisamente, las primeras plantaciones de café en la región del Suroeste antioqueño fueron realizadas entre 1830 y 1840; período en el que se climatizaron y cultivaron los primeros cafetos en Fredonia y Valdivia,55 bases de experimentación para prolongar su producción a las demás localidades del territorio. Es evidente que para 1893 ya había plantaciones de café en Antioquia, estimadas en alrededor de 2 229 000 árboles. De estos, aproximadamente 800 000 se encontraban en Fredonia, otros 420 000 en Amagá y alrededor de 400 000 en el distrito de Titiribí56.
4.2 El agro en Concordia
El cultivo de tabaco también sirvió de alternativa para diversificar esas actividades y estimular el mercado agrícola comercial. En Concordia, el cultivo de tabaco estuvo liderado por la casa comercial Montoya-Sáenz y Cía. a mediados del siglo XIX57, la cual monopolizaba la producción y comercio de la planta en Ambalema (en Tolima) y controlaba su respectivo transporte por el Magdalena. En ese sentido, la participación de esa casa comercial también abonó las condiciones para que las actividades económicas pudieran ser ampliadas. Así, Titiribí, Concordia, Jericó, Valparaíso y Santa Bárbara se fueron convirtiendo en importantes distritos productores de la planta durante la década del sesenta de este último siglo.58 Recordemos que para ese momento los principales productos de exportación del país eran el tabaco, el añil y la quina. Por eso, su producción igualmente benefició el comercio agrícola de las localidades en el Suroeste.
Sin embargo, a pesar de las expectativas que despertó la producción tabacalera en Colombia, las plantaciones realizadas en Concordia (y en general en el Suroeste antioqueño) apenas lograron servir para abastecer la demanda interna de la localidad y de los centros poblados cercanos, pues la estructura de la propiedad agraria vinculada al tabaco estuvo asociada a la configuración de pequeñas unidades familiares productoras. Además, las principales fuentes de producción tabacalera del país eran Ambalema y Carmen de Bolívar; las dos localidades que más producían tabaco para el comercio internacional, y los dos epicentros de abastecimiento de la Costa Atlántica, Antioquia y el Valle del Magdalena.
Aunque los esfuerzos por impulsar la economía de Concordia desde la diversificación productiva fueron notables, la alta y permanente migración de la población hacia las inmediaciones del distrito (así como la importancia económica que fueron dejando la producción de alimentos) desencadenó en cambios administrativos que terminaron afectando la economía de la localidad.
Debido al crecimiento experimentado por el caserío Quebradona, Concordia perdió su estatus de distrito en 1863. El cambio se debió a la disgregación de los terrenos que conformaban San Bernardo de Farallones, el caserío Betania, la aldea La Soledad y la hacienda El Jardín, los cuales fueron absorbidos por el emergente centro poblacional. Así, la figura administrativa de Concordia fue reducida, nuevamente, a corregimiento dependiente de Titiribí, aminorando las rentas percibidas por las actividades agropecuarias59.
En cualquier caso, el estado de ingresos de la localidad evidencia, hacia 1867, la importancia del "ganado mayor i menor" y el papel timbrado por mercancías que llegaban del extranjero. En el panorama estaban, aún, las opciones de ingresos por conceptos de tabaco, harina de trigo, cera de laurel, entre otros60. Asi mismo, se dieron unas once denuncias para la explotación de minas en el periodo estudiado61.
4.3 El mal estado de los caminos
Las vías se encontraban en mal estado y las rutas con Titiribí, Jericó y Andes requerían de atención urgente para su mantenimiento que, por lo general, se hacía en épocas de verano para solucionar los estragos causados por las fuertes lluvias durante el invierno. Las administraciones locales tenían, entre sus prioridades, la búsqueda de recursos económicos para el fomento, desarrollo y mantenimiento de las vías de comunicación. En tal sentido, era frecuente hacer un listado de caminos, de primera, segunda y tercera clase, con sus respectivos contribuyentes para su mantenimiento.62 El incumplimiento a tales contribuciones, de igual modo, era objeto de multas que obtenían las administraciones para su disposición y gasto de sostenimiento. Hacia 1870, la reparación de esas rutas fue una prioridad para las administraciones locales; por eso, solicitaron restaurar el puente que cruzaba el río San Juan para comunicar a Quebradona (o Bolívar) con Jericó; así mismo, gestionaron la construcción de puentes que cruzaran el río Bolívar y Farallón, pues, en épocas de invierno, la creciente de estos ríos perjudicaba el tránsito de sus habitantes.
Además, como complemento a las obras civiles de los puentes mencionados, se propuso construir un camino que partiera de la cabecera urbana de Jericó y cruzara el Alto de "Vallecitos" (que conducía a Concordia por la Hoya del Río Manzanillo aguas arriba), abriendo sendero hacia Titiribí en el punto llamado "El Chupadero", y hasta la quebrada "Remolinos", afluente del río Bolívar.63
Los caminos representaron el esfuerzo de los colonos por integrar, dinamizar, inaugurar y/o expandir el comercio de los artículos producidos en cada localidad. Por eso, la precariedad de su infraestructura también afectaba la economía comercial de los distritos. No obstante, la productividad agrícola en Concordia fue continua y los productos generados para el consumo humano estuvieron conformados por "tabaco, maíz, plátano, yuca, papas, caña de azúcar, cacao, cebada, algodón, palmacristi, linaza, vainilla, caucho, quinas, y maderas de construcción y carpintería basadas en diomate, granadillo, avinge, nogal, comino, laureles (negros y amarillos), guayabo y cedro-caobo"; además de ganado para la carne (vacuno, lanar, caballar, mular y de cerda), gallinas, patos y palomas64.
Aunque Concordia fue un lugar de avanzada, los cambios administrativos (provocados por la migración de personas y el surgimiento de poblados), la insuficiente construcción de caminos y la poca importancia comercial incidieron para que solo se consolidara como una colonia agropecuaria.
La ubicación estratégica de Jericó, situada en las estribaciones de la Cordillera Occidental, que marca el límite natural entre el Estado de Antioquia y el Estado del Cauca, junto con su contexto económico, desempeñaron un papel fundamental en la justificación de la implementación de proyectos de comunicación hacia territorios previamente inexplorados. Esta iniciativa fue respaldada por consideraciones comerciales. La primera etapa de desarrollo vial, impulsada por los primeros colonos y empresarios, posibilitó la penetración de la selva virgen del Suroeste, abriendo paso a la valorización de la región en función de actividades agropecuarias y la parcelación de tierras. A partir de entonces, estos caminos se erigieron como arterias de integración entre la ciudad y las áreas hasta entonces desconocidas, propiciando un mayor flujo de intercambio y desarrollo económico.
4.4 Jericó: el contraste de Titiribí
En contraste, Jericó se convirtió en el epicentro económico de la zona gracias al liderazgo de Santiago Santamaría, quien terminó encabezando la gestión institucional, comercial y ganadera de la localidad. Hacia 1850, Santamaría, -luego de que recibiera los terrenos correspondientes a su herencia-, se dedica a impulsar el desarrollo de la población, liderando el establecimiento de escuelas, la apertura de caminos y la inauguración de los mercados dominicales. Sin embargo, la dependencia político-jurisdiccional que aún tenía con Titiribí condicionó su autonomía económica. En efecto, Titiribí gozaba de preponderancia económica, territorial e histórica, y era tomado como un referente económico de los poblados vecinos; sin embargo, el hecho de que Jericó estuviese situado en la margen izquierda del río Cauca hacía que las disposiciones administrativas, emanadas desde Titiribí, fueran incipientes y poco efectivas para sus necesidades. La población de este último distrito se ubicaba en el costado derecho del río Cauca, lo que en cierta medida "dificultaba" el control territorial que disponía. Las separadas distancias que había entre ambos poblados (Titiribí y Jericó) propiciaron que las autoridades de gobierno de Titiribí ignoraran las necesidades que había en Jericó, mientras que en este último se "clamaba" por atención inmediata para sus dificultades.
La importancia económica y demográfica de Jericó conminó su separación de Titiribí bajo la idea de crear una Provincia del Suroeste con capital independiente. Esas apuestas estuvieron relacionadas con la posición estratégica y de avanzada poblacional de su territorio, pues sus condiciones geográficas, la vocación ganadera como epicentro comercial y la cercanía que tenía a las riberas de los ríos San Juan, Piedras y Cauca sirvieron para convertir a la localidad en un circuito de almacenamiento de bienes primarios elaborados en las poblaciones vecinas; en particular en la producción agropecuaria65. Sin desestimar, que al igual que en otros distritos antioqueños, también se evidencian denuncias para la exploración de minas, a lo sumo unas dieciocho, entre 1854 y 188966.
La búsqueda de la autonomía de Jericó fue reiterativa, de tal modo que para 1871 el cabildo distrital de la localidad conformó ternas conservadoras y liberales para lograr esa anhelada independencia. Según sostiene Vélez-Rendón, las razones del proyecto estaban centradas en su "ubicación geográfica peculiar pues era el centro de una región con «destino idéntico», con una dinámica económica apoyada en el intenso tráfico mercantil que existía entre los pueblos de la zona y con un crecimiento demográfico acelerado"67.
Las actividades de ganadería y carne fueron los agentes de producción que impulsaron su economía, ya que las condiciones medioambientales que poseía resultaron óptimas para la crianza de reses y cerdos, ubicados estratégicamente en las riberas del río Cauca; la construcción de haciendas en esa zona propició que la cría extensiva de ganado fuera exitosa. Algunos datos lo demuestran: hacia 1875, el distrito era el principal productor de ganado vacuno (25,000 cabezas), cerdos (16,000), caballos (2,700) y ovejas (500). Además, ocupaba el tercer lugar en la producción de mulas (300 cabezas), después de Andes y Valparaíso68.
Los dirigentes locales contaban con negocios comerciales amplios y con el vecino Estado del Cauca y la Provincia del Chocó -aprovechando la posición de Jericó para crear circuitos comerciales con sus poblados cercanos-. En ese sentido, la obtención de grandes dividendos económicos fue notable, pues la cohesión generada a partir de la necesidad de estos poblados por la atención y satisfacción de sus demandas generó la consolidación paulatina de una identidad territorial que se afianzó con la creación de vías de comunicación entre sí. Desde Santiago Santamaría -uno de los socios de la desaparecida Concesión Echeverri-, hasta sus compradores de tierras -que continuaron en ese proyecto "progresista" local-, hicieron de Jericó un referente económico del Suroeste.
La ganadería de Jericó, entre las décadas del setenta y ochenta del siglo XIX, sentó las bases de la economía local, pues las tierras fueron empleadas para la crianza de los animales y el establecimiento de haciendas y hatos que también estimularon la producción de maíz, fríjoles, yucas, arrachas, plátanos, panela, papas, tabaco, cacao, trigo y café69. En especial, se destacó por ser el principal productor de maíz (70,000 cargas) y arroz (50); además del segundo productor de café (25) y panela (4 800), respectivamente, en 187570.
Así, el perfil de negocios comerciales estuvo mediado por la diversificación de bienes de autoconsumo y la activación de un intercambio agropecuario entre las localidades vecinas, ya que la acelerada ampliación de las áreas cultivadas (generada por el proceso de colonización) permitió la expansión de la actividad agrícola y la articulación de mercados internos que incidieron en las dinámicas comerciales de la región.
En ese sentido, Jericó fue un poblado clave de movilización económica que abrió las puertas a la acumulación de capital y estimuló las prácticas transaccionales con las poblaciones más cercanas, intercambiando bienes y servicios con las localidades de Marmato, Supía, Itagüí, Bolívar, Quibdó, entre otras71. Precisamente, hacia 1851 se evidencia que era una población mayoritariamente labradora, contando con cierto núcleo artesanal dedicado a la costura -como lo muestra la Tabla 1.
Oficios | Hombres | Mujeres |
---|---|---|
Arriero | 3 | |
Aserrador | 4 | |
carpintero | 5 | |
Cocinera | 24 | |
Costurera | 44 | |
Hacendado | 2 | |
Herrero | 1 | |
Hilandera | 1 | |
Labrador | 194 | 109 |
Minero | 2 | |
Ollera | 4 | |
Sepulturero | 1 | |
Sirviente | 3 | 4 |
Fuente: A.H.A., Estadísticas y Censos, tomo 2700, doc. 16.
Pasadas dos décadas y frente al ascenso de la población, los agricultores eran la población mayoritaria; aspecto que también era equiparado con el núcleo dedicado a la "administración doméstica", en cuyo oficio las mujeres jugaban un papel determinante seguido de estudiantes, sirvientes y artesanos; como lo muestra la Tabla 2.
Oficio | Hombres | Mujeres | Total |
---|---|---|---|
Administración domestica | 0 | 1665 | 1665 |
Agricultor | 1796 | 36 | 1832 |
Arrieros | 8 | 8 | |
Artesanos | 88 | 21 | 109 |
Comerciantes | 40 | 40 | |
Director | 1 | 1 | |
Empleados | 4 | 0 | 4 |
Estudiantes | 149 | 102 | 251 |
Fabricante | 1 | 1 | |
Ganadero | 6 | 6 | |
Independiente | 1 | 2 | |
Instructor | 2 | 1 | 3 |
Maestro | 1 | 1 | |
Medico | 2 | 2 | |
Minero | 8 | 1 | 9 |
Ministro de culto | 1 | 1 | |
Negociantes | 3 | 3 | |
Propietario | 6 | 6 | |
Sirviente | 70 | 47 | 117 |
Vaga | 1 | 1 | |
No reporta oficios mayores de 16 | 42 | 261 | 303 |
Fuente: A.H.J., tomo 1869.
Sin embargo, pese a su importancia, Jericó fue otro núcleo de experimentación agrícola-comercial que no logró consolidar una base de especialización económica por las insuficientes vías de comunicación rural; característica muy recurrente en la mayoría de las localidades del Suroeste durante el siglo XIX. No obstante, esas primeras experiencias comerciales fueron el fundamento para las rutas y tráfico de artículos que el auge agroexportador del café generó en la primera mitad del siglo XX.
REFLEXIONES FINALES
Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó tipifican las dinámicas de poblamiento y colonización del Suroeste antioqueño, ya que las tres localidades se convirtieron en zonas de apertura migratoria que incidieron en la conformación de nuevos centros poblacionales. Por eso, el presente estudio es un aporte al conocimiento histórico del proceso de ocupación de esa zona fronteriza y un insumo a la comprensión de las bases de experimentación agrícola-comercial evidenciadas entre 1850 y 1890. A pesar de esas contribuciones, la mirada panorámica y expositiva realizada no alcanza a profundizar en la especialización productiva ocurrida en las tres localidades durante el siglo XX, pues su crecimiento económico solo fue alcanzado 139 hasta la consolidación de sus redes de comunicación (fundamentadas en el mejoramiento y construcción de nuevos caminos y puentes), las cuales se vieron beneficiadas por la construcción de la línea férrea del Ferrocarril de Amagá entre 1895 y 1935; aspecto que aumentó las dinámicas de crecimiento poblacional, facilitó la optimización de las actividades productivas y mejoró el transporte de productos por la región y el resto del país.
En ese sentido, las limitaciones del estudio están relacionadas con el período de tiempo escogido y el interés por ampliar el análisis sobre la expansión y movilidad demográfica del Suroeste en la segunda mitad del siglo XIX. Todo ello, basado en el acervo documental administrativo que reposa en los archivos históricos de las tres localidades y en la Sala Colección de Prensa de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz de la Universidad de Antioquia. Así pues, los límites de este trabajo configuran una invitación al abordaje del estudio local de los casos que fueron objeto de análisis desde la ampliación del rango temporal de observación, y bajo el énfasis en la especialización económica que experimentaron con motivo al ferrocarril y a la producción cafetalera durante la primera mitad del siglo XX.
El estudio realizado sobre Titiribí, Concordia y Jericó permitió hacer un primer acercamiento a las formas y particularidades de los núcleos poblacionales de avanzada. Si bien, los tres casos representan ese tipo de circuitos de desplazamiento hacia nuevas tierras, sus condiciones de apertura o continuidad fronteriza terminaron diferenciándolas entre sí, ya que mientras Titiribí inauguró y modeló (junto a Fredonia) la migración de pobladores entre la banda oriental y occidental del río Cauca, Concordia y Jericó facilitaron la prolongación de ese desplazamiento a lo largo de la banda occidental del mismo río. Sin embargo, a pesar de esa continuidad, los tres casos igualmente se distinguen por los patrones de poblamiento que hicieron parte de sus procesos. Este aspecto evidencia que las tipologías del proceso de colonización en el occidente de Colombia siguen teniendo vigencia en los análisis de estudios locales, pero con algunos matices alrededor de enfoques como la conformación de la estructura económica de los núcleos poblacionales de avanzada migratoria.
Mientras Titiribí se convirtió en un puente importante de avanzada para 140 la zona durante el siglo XIX (en particular por los yacimientos minerales de la mina El Zancudo, que terminaron atrayendo a los empresarios, comerciantes y políticos más destacados de la región), Jericó fue originado del desmembramiento de la sociedad empresarial de las familias Echeverri-Santamaría, y Concordia de la movilización espontánea de los colonos sin tierra que migraron buscando nuevas oportunidades económicas bajo la ocupación de nuevos terrenos. En ese sentido, la exposición hecha en la presente investigación permitió confirmar que el perfil de la colonización del Suroeste no fue uniforme, y que los momentos, modelos y etapas de avanzada también comprendieron particularidades que dinamizaron continuamente el proyecto colonizador.
Los procesos de apertura fronteriza de las tres localidades modelaron sus bases de experimentación económica. Sin embargo, la comercialización de productos fue muy limitada entre 1850 y 1890, pues los esfuerzos por activar el tráfico de mercancías apenas pudieron lograrse a nivel local y comarcal. Las razones de esos limitantes tuvieron estrecha relación con el insuficiente desarrollo de las vías de comunicación y la falta de una infraestructura caminera sólida que permitiera la efectiva consolidación de una red comercial con los ríos Cauca, Atrato y Magdalena; caudales de importancia para conectar los océanos Atlántico y Pacífico e incentivar el tráfico de productos en el escenario internacional. Precisamente, Titiribí fue el núcleo poblacional que permitió conectar a la región antioqueña con Urrao y Chocó; centros de acceso directo al Atrato.
No obstante, a pesar de las anteriores limitaciones, las bases de vocación económica de los tres casos de estudio aportaron al conocimiento del perfil de experimentación agropecuaria del Suroeste y ratificaron el argumento de que la experiencia de producción de autoconsumo (basada en la conformación y acondicionamiento de parcelas y cultivos) sentó los cimientos y condiciones para promover la industria del café.
El no ampliar en ese último aspecto, no impide reconocer la contribución de esas primeras actividades agropecuarias -y la incidencia de las dinámicas de mercado local con los poblados más próximos- a la conformación de propiedades que terminaron especializándose en el sembrado y estimulo de la caficultura, pues el auge agroexportador que experimentó el Suroeste de Antioquia durante los primeros diez lustros del siglo XX también tuvo estrecha relación con el proceso de poblamiento y colonización de la segunda mitad del XIX.
El esfuerzo por desarrollar una reflexión comprensiva entre Titiribí, Concordia y Jericó sirvió para analizar la tipología del proceso de colonización de las localidades que fueron núcleos de apertura fronteriza y frentes de avanzada migratoria. Desde esa perspectiva, los casos estudiados ofrecieron elementos de reflexión procesal y contextual sobre la diversidad y similitud de las formaciones en los poblamientos, aportando al modo de explicar los procesos migratorios locales y a la comprensión historiográfica de la heterogeneidad evidente en la configuración de los núcleos poblacionales. Todo ello, incluyendo la representativa apropiación y distribución de la tierra de pequeña, mediana y gran propiedad que incidió en la construcción del Suroeste antioqueño.
Finalmente, el ejercicio propuesto también es una provocación para ampliar el estudio histórico del poblamiento en Antioquia y una invitación a seguir reconsiderando el proyecto colonizador del Suroeste antioqueño como un fenómeno basado en la pequeña propiedad, ya que el acceso de los colonos a la tierra fue desigual a pesar de la espontaneidad de las ocupaciones y del reiterado establecimiento de economías agrícolas de subsistencia. Lo cierto del caso es que con trabajos como este la discusión sobre la percepción igualitaria y democrática de la colonización en esa zona queda abierta y puede incluir aristas de análisis que permitan revalorar las simplificaciones del proceso bajo miradas locales de contraste