Introducción
La adolescencia y juventud son etapas cruciales en el desarrollo humano, con transformaciones físicas, emocionales y sociales, influenciadas por factores socioeconómicos y culturales, tanto del macrosistema (medios de comunicación) como del mesosistema al que pertenecen (Mercado et al., 2020; Román & Abud, 2017). Los jóvenes, especialmente los adolescentes, enfrentan desafíos en su salud mental, incluida la depresión, exacerbados por presiones sociales y expectativas culturales. La depresión, un trastorno mental ampliamente difundido, se caracteriza por síntomas de tristeza, ansiedad y pérdida de interés en actividades cotidianas (García, 2009). Además, afecta la comunicación, interacciones sociales, apetito, sueño y movilidad psicomotora, acompañada de sentimientos persistentes de culpa y vacío emocional. La depresión, cuando es recurrente y sostenida, se diagnostica como trastorno depresivo mayor, impactando significativamente la calidad de vida y el bienestar.
Además, la Organización Mundial de la Salud-OMS (2023) afirma que este trastorno se posiciona como la cuarta causa principal de mortalidad en el mundo e impacta a individuos en diversas etapas de la vida. Se estima que aproximadamente 20% de la población experimentará algún episodio depresivo en algún momento de su existencia (Gastó & Navarro, 2007). Es crucial destacar que esta enfermedad no discrimina sexo, ni edad, afectando tanto a hombres como a mujeres y manifestándose en cualquier etapa del ciclo vital.
También es importante notar que la depresión en jóvenes puede manifestarse de manera distintiva en comparación con otros grupos de edad. En el caso de los adolescentes y jóvenes, se observan una variedad de síntomas que requieren atención específica. Entre estos síntomas se incluyen la irritabilidad, fatiga, nerviosismo, falta de atención, comportamientos sexuales descontrolados, melancolía y agresividad, entre otros (García, 2009). Es fundamental resaltar que se presta una atención especial a los trastornos del comportamiento, tales como la rebeldía, las ausencias injustificadas en la escuela, la furia, el autocastigo y las tendencias masoquistas, que pueden estar relacionados con los cambios hormonales típicos de esta etapa de la vida.
En consecuencia el suicidio figura como uno de los resultados más graves y trágicas de la depresión, con múltiples factores sociales, psicológicos y eventos estresantes que pueden desencadenar la conducta suicida (García & Aroca, 2014). Gómez (2021) concibe el origen del suicidio como multicausal y multidimensional (incluye bases biológicas, psicológicas, económicas, sociales, entre otras). La baja proporción de tratamientos previos para los jóvenes y adolescentes con trastornos depresivos subraya la necesidad de una mayor concienciación en la población adulta y la importancia de abordar la salud mental desde la infancia (Mercado et al., 2020). Por lo tanto, la prevención del suicidio se ha convertido en una prioridad en los servicios de salud, aunque a menudo se ve obstaculizada por la falta de datos precisos y recursos suficientes. Así mismo, brindar atención integral y personalizada a personas vulnerables y en riesgo, ofreciendo apoyo emocional, identificando factores de riesgo y participando en la planificación de estrategias preventivas y de tratamiento (Guzmán, 2018). En última instancia la intervención oportuna y adecuada puede salvar vidas y contribuir significativamente a una prevención más efectiva del suicidio.
Sin embargo, aunque no todos los jóvenes que experimentan depresión o trastornos mentales desarrollan conductas suicidas, diversos factores ambientales pueden influir en este tipo de comportamiento. Es relevante notar que los estudios tienden a centrarse en la frecuencia de los actos suicidas reportados, aunque no todos quedan registrados. La prevención efectiva involucra el respaldo que los jóvenes reciben de sus familias, amigos e instituciones, así como su participación en programas y opciones de tratamiento (Arrieta, 2009).
La Depresión y el Suicidio en Jóvenes
Los trastornos depresivos son condiciones complejas que afectan el estado de ánimo de las personas, manifestándose con una amplia gama de síntomas, como cambios emocionales, fatiga, falta de apetito y alteraciones del sueño. En la actualidad, la depresión ha adquirido una relevancia preocupante, especialmente entre los jóvenes, debido a diversos factores desencadenantes, como problemas de salud, dificultades económicas, conflictos familiares y presiones académicas. Es fundamental comprender la seriedad de esta condición y sus implicaciones en la calidad de vida, promoviendo estrategias de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento adecuado, así como el apoyo y la comprensión de la sociedad para enfrentar esta enfermedad mental y generar conciencia al respecto (González et al., 2015).
En relación con lo anterior la depresión una enfermedad prevalente en la actualidad y una de las principales causas de suicidio si no se aborda a tiempo; según la OMS (2021) se clasifica en tres tipos: trastorno depresivo de un solo episodio, trastorno depresivo recurrente y trastorno depresivo bipolar. A pesar de la disponibilidad de diferentes tratamientos, no todas las personas pueden acceder a ellos debido a barreras económicas y falta de información. Los individuos que sufren de depresión pueden experimentar pérdida de interés en actividades previamente disfrutadas y cambios en su estado de ánimo. Para abordar adecuadamente esta enfermedad y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen, el acompañamiento de profesionales es fundamental. Estos profesionales canalizan y brindan apoyo a jóvenes y familias, promoviendo la salud mental y detectando señales en jóvenes para dirigirlos a instituciones adecuadas (Hernández, 2013).
Además, según una investigación realizada con estudiantes de bachillerato del estado de Sonora, México se encontró que el trastorno depresivo afectaba a 10.50% de los participantes, siendo más prevalente en mujeres. Este trastorno se ve influenciado por diversos factores, como el entorno familiar y social, la situación económica y la presión escolar, entre otros. Es importante destacar que estos casos también se presentan en jóvenes que no estudian ni trabajan. Asimismo, se descubrió que los adolescentes con depresión tienen un riesgo 16 veces mayor de experimentar pensamientos suicidas, mientras que la depresión se asoció con un riesgo cinco veces mayor de intentos de suicidio (Cubillas et al., 2012).
Debido al impacto negativo que reciben los jóvenes por parte de la sociedad, la depresión se ha convertido en un problema grave de salud pública que requiere ser estudiado y abordado de manera interdisciplinaria e intersectorial. La prevalencia de la depresión y los trágicos desenlaces asociados, como el suicidio, han generado una creciente preocupación en el ámbito mundial. En datos de la OMS se estima que alrededor de 800.000 personas se quitan la vida cada año, y muchas más intentan hacerlo, y ocupa el segundo lugar en causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años (Val & Míguez, 2021). Estas cifras alarmantes evidencian la necesidad imperante de tomar medidas efectivas para prevenir y tratar la depresión en la sociedad actual (Tabares et al., 2020).
Consecuentemente establecer una relación entre el trastorno depresivo y el comportamiento suicida no es tarea fácil. Por lo general el trastorno depresivo se asocia con cambios en la conducta, y puede influir en el uso de sustancias no saludables como drogas y alcohol. Estos factores pueden llevar a los jóvenes a adoptar conductas suicidas, dependiendo de la situación que estén enfrentando y del grado de depresión que experimenten. De hecho, aproximadamente 15% de los jóvenes con trastorno depresivo mayor llegaban a cometer actos de suicidio (Sarmiento et al., 2010).
Diversos estudios realizados con jóvenes de entre 15 y 17 años en escuelas secundarias y bachilleratos del sur del estado de Sonora, México han identificado factores que pueden influir en las conductas suicidas. Entre estos factores se destacan las adicciones, la depresión y los factores sociales, los cuales influyen en 50% o más en la manifestación de conductas suicidas en los jóvenes. Además, se menciona que los intentos de suicidio son aproximadamente 70 veces más frecuentes que los casos consumados, y que estos incidentes suelen ocurrir con mayor frecuencia en jóvenes y adolescentes (Buitimea et al., 2020). Según datos del INEGI del año 2022 los métodos más comunes utilizados en los casos de suicidio fueron el ahorcamiento, el envenenamiento y el disparo de arma de fuego, en orden de mayor a menor frecuencia.
Prevención del Suicidio en Adolescentes
El estudio del suicidio a nivel poblacional ha sido abordado desde diferentes disciplinas académicas, como la sociología, la antropología, la psicología y la psiquiatría. Estas disciplinas reconocen la importancia de utilizar las estadísticas vitales, que se publican periódicamente, como valiosas fuentes de información para llevar a cabo investigaciones en este campo. Dichas estadísticas proporcionan datos demográficos y de mortalidad que permiten comprender la magnitud y las tendencias de los casos de suicidio, así como identificar posibles factores de riesgo y patrones subyacentes. Estos datos son fundamentales para desarrollar estrategias de prevención más efectivas y diseñar intervenciones específicas dirigidas a la población en riesgo (Mondragon-Borges et al., 2001).
El comportamiento suicida que abarca desde gestos hasta intentos de suicidio representa un importante problema de salud pública que requiere una comprensión profunda y estrategias efectivas de prevención. Es esencial identificar a las personas vulnerables, brindarles apoyo emocional y canalizar recursos especializados para salvar vidas. Por lo tanto, la prevención del suicidio no se limita a intervenciones en crisis, sino que implica un enfoque integral que promueva la salud mental, combata el estigma y garantice el acceso a servicios de atención adecuados. Para abordar eficazmente esta problemática y proteger la vida y el bienestar de quienes enfrentan la vulnerabilidad del suicidio, se requiere una respuesta coordinada y comprometida de la sociedad y los profesionales de la salud (Fraijo et al., 2012).
En relación con el proceso de suicidios en los adolescentes, este se compone de cinco etapas bien definidas. En la primera etapa, el adolescente busca una solución a sus problemas sin que la idea suicida esté presente en su mente. En la segunda etapa, comienza a surgir el pensamiento suicida, aunque no de manera recurrente. La tercera etapa se caracteriza por una mayor intolerancia, insatisfacción y angustia, lo que hace que la idea del suicidio sea más latente y recurrente en sus pensamientos. En la cuarta etapa, la idea del suicidio se considera como la solución definitiva a los problemas y el joven comienza a planear cómo llevarlo a cabo, mostrando una actitud más pasiva y un semblante más tranquilo. Finalmente, en la quinta etapa, el suicidio se convierte en un hecho, desencadenado por algún detonante. Es importante destacar que, en cualquiera de estas etapas, el joven puede ser interceptado y recibir tratamiento adecuado, lo que no implica que la idea de un intento suicida no pueda volver a surgir en su mente. Una intervención adecuada y oportuna resulta fundamental para apoyar la salud mental del adolescente y brindarle el apoyo necesario (Barón, 2000).
Además, Colom (1998) afirma imprescindible la ética tanto de las instituciones de bienestar social como de sus trabajadores, dado que estos últimos tienen un rol directo en la atención de personas en situaciones de vulnerabilidad con diversas necesidades. Asimismo, el respeto por la diversidad y la dignidad de cada individuo se vuelve imprescindible para asegurar una atención centrada en las necesidades y contextos particulares de las personas atendidas. En definitiva, la ética y la formación adecuada permiten a los trabajadores sociales brindar un apoyo genuino y empático, fomentando así resultados positivos y sostenibles en el proceso de intervención (Nel, 2016; Sánchez-Serrano et al., 2019).
Por lo tanto, se reafirma que un trabajo terapéutico es de vital importancia, llevando a cabo intervenciones tanto individuales como en grupo, con el propósito de fomentar una convivencia saludable y promover hábitos y habilidades positivas en el entorno de jóvenes. Esto, a su vez, contribuye significativamente al fortalecimiento de los vínculos entre ellos y su contexto social, permitiéndoles desarrollar relaciones más sólidas y satisfactorias. La intervención preventiva se enmarca en un enfoque holístico y centrado en el individuo, abordando sus necesidades y desafíos de manera integral, lo que facilita la creación de un ambiente de apoyo y contención. La labor terapéutica se fundamenta en la promoción del bienestar emocional y social, buscando mejorar la calidad de vida de los pacientes y fomentar su autonomía y resiliencia en el contexto de sus relaciones interpersonales y comunitarias (Goméz, 2017).
A partir de lo antes expuesto el propósito del estudio fue explorar cómo la presencia de la depresión influye en la manifestación de pensamientos e intentos suicidas en jóvenes mexicanos, además de analizar si estas relaciones varían de manera significativa según el sexo (hombre o mujer).
Métodos
Tipo de Investigación
El diseño es un Estudio observacional o No experimental y sincrónica o longitudinal (Agudelo & Aigneren, 2008; Cairampoma, 2015). Por lo que la investigación se orienta a obtener nuevo conocimiento de manera sistemática, con el objetivo exclusivo de incrementar la comprensión de la relación entre la depresión y el suicidio en una realidad concreta (Álvarez, 2020).
Cabe mencionar que la presente investigación se desarrolló en dos fases claramente diferenciadas. En la primera se llevó a cabo un análisis estadístico propio, distinto al metodológico utilizado por Cubillas et al. (2012) pero basado en resultados obtenidos por el mencionado autor. En la segunda fase se analizaron datos secundarios obtenidos desde el sitio web oficial del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, referentes al número de suicidios registrados en el ámbito nacional. Con ello, este análisis permitió complementar y contrastar los hallazgos obtenidos en la primera fase del estudio.
Participantes
Según Cubillas et al. (2012) los participantes fueron adolescentes, la muestra de su estudio consistió en 1358 estudiantes de nivel medio superior pertenecientes a las instituciones mencionadas, con edades comprendidas entre los 15 y 19 años y cursando semestres pares (segundo, cuarto y sexto). La selección de los estudiantes se realizó teniendo en cuenta el tamaño de las localidades, el sexo de los participantes, la cantidad de estudiantes inscritos en cada institución, el número de estudiantes por semestre y los turnos escolares. Para el análisis de serie de tiempo con líneas de tendencia, la información de carácter retrolectivo incluye el número de decesos de hombres y mujeres por suicidio desde el año 1998 al 2021.
Consideraciones éticas
Es importante aclarar que en la primera fase del análisis, el procedimiento que declaró Cubillas et al., (2012) para el acopio de datos fue el siguiente:
"Se realizaron los trámites oficiales correspondientes con los Directores Generales de los diferentes subsistemas estatales de carácter público y de las escuelas privadas. La aplicación de los cuestionarios se hizo en el transcurso de una hora académica, garantizando confidencialidad tanto para la institución como para el estudiante, cuya participación fue voluntaria. El cuestionario fue en formato autoaplicado (p.47)."
Definición y Análisis de Variables
En el estudio se trabajó con la variable independiente presencia de la depresión y evaluación de la sintomatología depresiva en adolescentes y jóvenes en un marco contextual con estudio de caso, con el fin de relacionarla con la variable dependiente número de suicidios anuales en México, del periodo que comprende los años 1998 a 2021, y con la variable de control sexo de los participantes, que se categorizó en hombre y mujer.
Fuente de la Información
Este estudio se fundamenta en datos obtenidos de la investigación realizada por Cubillas et al. (2012) que exploró la depresión y los comportamientos suicidas en una muestra representativa de 1,358 estudiantes de educación media superior en el Estado de Sonora, México. Es necesario mencionar que dado que parte de la información utilizada para este estudio fue obtenida por el autor mencionado, la presente investigación tiene como uno de sus medios de recolección de datos el denominado método retrolectivo. Estos datos constituyeron el elemento principal de la información que se analizó y formaron la base sobre la cual se sustentó el presente estudio. La recopilación y el uso de esta información previa fueron fundamentales, ya que permitieron profundizar en el tema de estudio y enriquecer el contexto de la investigación (Álvarez, 2020; Mar et al., 2020).
Así mismo, los datos sobre mortalidad por suicidio en México para los años 1998 a 2021, desglosados por sexo y por edad (de 15 a 29 años) se obtuvieron de los Tabulados Básicos de Mortalidad publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Esta fuente oficial proporciona información detallada y anual sobre las causas de muerte en el país por distintos motivos, lo que permitió realizar un análisis longitudinal del fenómeno del suicidio en México. La recopilación de estos datos es fundamental para garantizar la precisión y la fiabilidad del análisis, y se accedió a ellos a través de la sección de estadísticas de mortalidad en el sitio web oficial del INEGI.
Análisis de datos
Para el análisis estadístico, se empleó estadística descriptiva para sintetizar la información sobre depresión y comportamiento suicida obtenida de fuentes secundarias. Posteriormente, se aplicó el método CHAID (Chisquared Automatic Interaction Detection) para explorar la relación entre la ideación y el intento suicidas, considerando los síntomas depresivos y el sexo como variables independientes (Cao et al., 2021; Karasch et al., 2020). En el análisis de ideación suicida, el modelo CHAID generó un árbol de decisión con 3 nodos, identificando los síntomas depresivos como un predictor significativo, mientras que el sexo no mostró relevancia. Para el intento suicida, el árbol CHAID, con 7 nodos, indicó que tanto los síntomas depresivos como el sexo influyen en el riesgo, siendo mayor en mujeres con síntomas depresivos. Aunque los modelos fueron efectivos en la identificación de patrones, mostraron limitaciones en la predicción de la ideación suicida, lo que sugiere la necesidad de incorporar más variables y evaluar indicadores adicionales como la sensibilidad y especificidad en futuros estudios.
Por último, se agrega un análisis de regresión lineal simple para series de tiempo estática, dado que ésta, generalmente no se considera una dimensión de tiempo explícita en las variables Y y X, ya que se asume que los datos son independientes entre sí y no muestran tendencias ni patrones de cambio a lo largo del tiempo. Por lo tanto, la ecuación de regresión lineal simple se utiliza para modelar la relación constante entre Y y X sin considerar el tiempo como una variable explicativa (Lind et al., 2015).
Resultados
En lo sucesivo los resultados se analizarán desde la Teoría del Estrés-Diátesis, que se centra en la interacción entre vulnerabilidades individuales y factores estresantes del entorno en la manifestación de depresión e ideación suicida. Este enfoque será relevante, ya que el estudio considerará no solo los síntomas depresivos, sino también cómo estos, junto con el sexo y el contexto social, influirán en los comportamientos suicidas. La aplicación de modelos como el CHAID reforzará la pertinencia de esta teoría para comprender cómo la combinación de factores internos y externos podría aumentar el riesgo de conductas suicidas en la población estudiada.
Extensión sobre Estudio de Depresión y Comportamiento Suicida en Estudiantes de Sonora
Con base en resultados publicados por Cubillas et al. (2012) sobre la depresión y los comportamientos suicidas en una muestra de jóvenes estudiantes de educación media superior del Estado de Sonora, México. En el que participaron 1358 estudiantes de ambos sexos, de 15 a 19 años, se presenta un breve resumen sobre los resultados presentados los autores y se realiza una extensión al estudio original, con el propósito de proporcionar evidencia adicional y enriquecer la comprensión del fenómeno y su situación actual.
Características Sociodemográficas
La edad promedio de los jóvenes que participaron fue de 16.60 años. De éstos 58.10% son mujeres. La mayoría de los participantes (78.70%) pertenecían a escuelas públicas, mientras que 21.30% eran de escuelas privadas. En cuanto al grado académico 36.90% cursaba el segundo semestre, el 32.30% el cuarto semestre y 30.80% el sexto semestre.
Depresión y Comportamientos Suicidas
En los resultados obtenidos se observa una mayor presencia de síntomas depresivos en jóvenes que experimentan ideas e intentos suicidas en comparación con aquellos que no presentan estos comportamientos. La depresión se manifestó en 74 adolescentes que habían intentado suicidarse y en 116 adolescentes que expresaban ideas suicidas. Estas diferencias mostraron significancia estadística al compararse con grupos de referencia. Además, se notó que una proporción importante de jóvenes sin ideación, ni intentos suicidas, también mostraba rasgos depresivos. En este sentido los resultados obtenidos concuerdan con la Teoría del Estrés-Diátesis, la cual propone que la interacción entre vulnerabilidades individuales y factores estresantes es crucial en el desarrollo de la depresión y, por consiguiente, en la aparición de conductas suicidas. Como se ha demostrado en estudios previos (Colodro-Conde et al., 2018) los síntomas depresivos, exacerbados por factores externos, pueden aumentar significativamente el riesgo de ideación y comportamientos suicidas.
Depresión e Ideación Suicida por Sexo
Se identificaron cuatro grupos distintos de adolescentes en relación con los niveles de depresión e ideación suicida. La mayoría se encuentra en la categoría de baja depresión y sin ideación suicida, seguido de un grupo con baja depresión, pero con ideación suicida. También, hay menos adolescentes con alta depresión sin ideación suicida, y una proporción aún menor presenta tanto alta depresión como ideación suicida. Esto resalta que la ideación suicida no siempre está vinculada a niveles elevados de depresión, enfatizando la importancia de identificar y apoyar a los adolescentes con alta depresión debido a un mayor riesgo de ideación suicida.
Depresión e Intentos de Suicidio por Sexo
Las mujeres que no han intentado suicidarse muestran una mayor presencia de síntomas depresivos en comparación con los hombres en la misma situación, pero estas diferencias solo son estadísticamente significativas en el grupo que no ha realizado intentos suicidas previos. En el caso de aquellos que han intentado suicidarse, las diferencias de sexo no son significativas, aunque existe una ligera inclinación hacia una mayor presencia de síntomas depresivos en el grupo femenino.
El estudio replicó los resultados de Cubillas et al. (2012) utilizando árboles de decisión, que son herramientas gráficas y analíticas para tomar decisiones basadas en eventos probables a partir de una decisión inicial. Estos árboles permiten visualizar modelos, explorar relaciones y categorizar variables de una manera que los métodos estadísticos tradicionales no pueden. Se empleó el software SPSS con la función de crear árboles de clasificación y decisión, eligiendo el método CHAID (Chisquare Automatic Interaction Detection) para el análisis. Los resultados se presentan a continuación. Es importante destacar que las diferencias observadas entre hombres y mujeres en relación con la ideación suicida pueden estar influenciadas por la manera en que cada sexo maneja el estrés y la depresión. Según Kopala-Sibley et al. (2015) las mujeres tienden a manifestar mayores niveles de síntomas depresivos en respuesta a estresores, lo cual podría explicar la mayor prevalencia de ideación suicida en este grupo.
Extensión del Análisis Acerca de la Ideación Suicida
La Tabla 1 presenta un resumen del modelo CHAID utilizado para analizar la relación entre la ideación suicida (variable dependiente) y dos variables independientes: síntomas depresivos y sexo. El modelo generó un árbol de decisión con una profundidad máxima de 3 niveles y aplicó criterios de división basados en el número mínimo de casos en un nodo filial (100) y en un nodo parental (50). Se identificaron un total de 3 nodos en el árbol, de los cuales 2 son nodos terminales, lo que indica la existencia de grupos relacionados con la ideación suicida. Además, se destaca que la variable NivelDepre incluyó en el modelo, lo que sugiere su influencia en la ideación suicida. Cabe mencionar que no se realizó ninguna validación adicional del modelo en este resumen.
Especificaciones | Método de crecimiento | CHAID | |
Variable dependiente | Ideación Suicida | ||
Variables independientes | Síntomas depresivos, Sexo | ||
Validación | Ninguna | ||
Resultados | Máxima profundidad de árbol | Nivel_Depre | 3 |
Mínimo de casos en un nodo filial | 100 | ||
Mínimo de casos en un nodo parental | 50 | ||
Variables independientes incluidas | |||
Número de nodos | 3 | ||
Número de nodos terminales | 2 | ||
Profundidad | 1 |
La Figura 1 muestra el árbol de decisiones con análisis CHAID, el cual revela que la variable presencia o ausencia de síntomas depresivos es un factor clave para predecir la ideación suicida. La mayoría de las personas sin síntomas depresivos no tienen ideación suicida (Nodo 1), mientras que aquellos con síntomas depresivos muestran un aumento en probabilidad de ideación o pensamiento suicidas (Nodo 2). Sin embargo la variable "sexo" fue excluida del análisis CHAID, lo que apunta que en este contexto y con los datos disponibles, no se encontraron pruebas significativas de una relación directa entre el sexo y la ideación suicida. Es importante destacar que estos hallazgos se aplican a este estudio específico y pueden variar en otros contextos.
En este contexto el riesgo de clasificación se refiere a la probabilidad de que el modelo de clasificación (en este caso, el árbol de decisión generado mediante el método CHAID) cometa un error al asignar una observación a una categoría o clase específica. Por lo tanto, una estimación de riesgo de clasificación de .14 (Tabla 2) sugiere que el modelo CHAID aplicado a las variables del modelo y sus categorías, tiene una tasa de error relativamente baja en la clasificación de observaciones.
Además el porcentaje global de clasificación correcta se calcula teniendo en cuenta ambos grupos. Esto indica que, en general, el modelo CHAID logró clasificar correctamente 86% de las observaciones en las categorías correctas. Sin embargo es importante señalar que, aunque el modelo tuvo un alto porcentaje de clasificación para el grupo Sin ideación suicida, no logró identificar correctamente ningún caso en el grupo Con ideación suicida, lo que indica limitaciones en la capacidad del modelo para predecir esta categoría en particular. Estos resultados deben interpretarse con mesura y pueden requerir ajustes o consideración de otras variables predictoras, incrementar el tamaño de la muestra, y con ello evitar desbalances que no permitan mejorar la precisión del modelo en la detección de ideación suicida (Tabla 3).
Extensión del Análisis Acerca del Intento Suicida
La Tabla 5 muestra el resumen del modelo CHAID utilizado para analizar la variable dependiente Intentosuicida. En este análisis se utilizaron las mismas variables independientes del modelo 1: Sexo (que representa el sexo) y SintomaDepre (que denota la presencia o ausencia de síntomas depresivos). El modelo se construyó con una profundidad máxima de árbol de 3 niveles. El resultado revela que el árbol CHAID tiene un total de 7 nodos y 4 nodos terminales, lo que indica que se crearon segmentaciones efectivas en función de las variables independientes Sintoma Depre y Sexo para predecir la variable dependiente Intentosuicida. La profundidad del árbol alcanza 2 niveles. Por lo tanto, el siguiente análisis proporciona una visión más profunda de cómo el sexo y la presencia de síntomas depresivos interactúan para influir en la variable Intentosuicida, lo que puede ser fundamental para comprender y abordar este problema de salud mental.
Aunque el análisis mediante CHAID ha demostrado ser útil para identificar patrones entre las variables independientes y el intento suicida, es crucial considerar otros indicadores de desempeño, como la sensibilidad y la especificidad, para mejorar la precisión del modelo, tal como sugieren Torales et. al., (2017) en su discusión sobre la integración de modelos psicopatológicos.
Especificaciones | Método de crecimiento | CHAID | |
Variable dependiente | Intentosuicida | ||
Variables independientes | Sexo, Sintoma_Depre | ||
Validación | Ninguna | ||
Máxima profundidad de árbol | 3 | ||
Mínimo de casos en un nodo filial | 100 | ||
Mínimo de casos en un nodo parental | 50 | ||
Resultados | Variables independientes incluidas | Sintoma_Depre, Sexo | |
Número de nodos | 7 | ||
Número de nodos terminales | 4 | ||
Profundidad | 2 |
La Figura 2 presenta el árbol de decisión con análisis CHAID, se exploró la relación entre el intento de suicidio y las variables de síntomas depresivos y sexo. Como resultado se observaron diferencias en las tasas de intento de suicidio en función de estas variables. Las personas sin síntomas depresivos tenían una menor probabilidad de intento de suicidio en comparación con las que tenían síntomas depresivos, especialmente las mujeres, que mostraron una tasa significativamente mayor de intento de suicidio. Los hombres con síntomas depresivos también tenían una tasa menor en comparación con las mujeres. Estos resultados resaltan la importancia de considerar tanto los síntomas depresivos como el sexo al abordar la prevención del intento de suicidio.
La Tabla 5 muestra que la estimación del modelo 2 es capaz de predecir con cierta precisión si una persona pudiera tener un intento de suicidio en función de Sintoma Depresivo y Sexo. Sin embargo para obtener una evaluación más completa de la calidad del modelo, es importante considerar para posteriores estudios, otros indicadores de desempeño como la sensibilidad, la especificidad y la precisión general. Estos indicadores proporcionarán una imagen más completa de la capacidad predictiva del modelo.
En la evaluación de la capacidad del modelo 2 se logró una precisión global de 94.40% en la clasificación de los casos (Tabla 6) lo que indica un buen desempeño en general en la predicción de intentos de suicidio.
Resultados Longitudinales sobre Casos de Suicidio en México por Sexo
Este apartado muestra diferentes análisis relacionados a la mortalidad por suicidio en México del año 1998 al 2021, por lo tanto, los resultados muestran desde diferentes perspectivas el escenario del suicidio en el país en un periodo de 23 años respectivamente.
La Tabla 7 muestra información histórica sobre suicidios en México durante los años 1998 a 2021, desglosada por sexo. En cada año se presenta el número de suicidios para ambos, así como el índice de suicidios que compara la cantidad de suicidios entre hombres y mujeres. Este índice se calcula como el número de suicidios en hombres dividido por el número de suicidios en mujeres, y se expresa como un porcentaje. Los valores del índice muestran cómo varía la proporción de suicidios entre hombres y mujeres a lo largo de estos años.
Índice de Suicidios Comparando | |||
---|---|---|---|
Año | Hombre | Mujer | Hombre / Mujer |
1998 | 860 | 227 | 378.85% |
1999 | 940 | 211 | 445.50% |
2000 | 870 | 231 | 376.62% |
2001 | 913 | 263 | 347.15% |
2002 | 922 | 262 | 351.91% |
2003 | 958 | 280 | 342.14% |
2004 | 945 | 238 | 397.06% |
2005 | 944 | 272 | 347.06% |
2006 | 926 | 287 | 322.65% |
2007 | 936 | 274 | 341.61% |
2008 | 999 | 324 | 308.33% |
2009 | 1055 | 365 | 289.04% |
2010 | 1089 | 357 | 305.04% |
2011 | 1329 | 446 | 297.98% |
2012 | 1283 | 420 | 305.48% |
2013 | 1249 | 406 | 307.64% |
2014 | 1355 | 421 | 321.85% |
2015 | 1372 | 499 | 274.95% |
2016 | 1401 | 408 | 343.38% |
2017 | 1411 | 411 | 343.31% |
2018 | 1397 | 438 | 318.95% |
2019 | 1428 | 454 | 314.54% |
2020 | 1505 | 516 | 291.67% |
2021 | 1514 | 549 | 275.77% |
La Figura 3 muestra una tendencia constante en las tasas de suicidio en México a lo largo de los años (con datos de tabulados básicos de INEGI, 2023) con una clara disparidad entre hombres y mujeres, con tasas más altas entre los hombres. Se destacan fluctuaciones notables en ciertos años, como 1999 y 2004, con aumentos significativos en ambas poblaciones. Además, se observa una evolución en las diferencias de sexo a lo largo del tiempo, con una disminución en la brecha en 2015 y 2021. Estos datos resaltan la necesidad de abordar integralmente el problema de salud mental relacionado con el suicidio en México y de investigar en profundidad los años con cambios sustanciales en las tasas para comprender mejor sus posibles causas y tomar medidas preventivas efectivas.
La información de la Tabla 8 revela un incremento significativo en las tasas de suicidio tanto en hombres como en mujeres en México desde 1998 hasta 2021. Los índices simples muestran que en 2021 las tasas de suicidio son considerablemente más altas en comparación con 1998, en ambos sexos. Además, el índice promedio indica que las tasas de suicidio en hombres fueron más elevadas que en mujeres durante todo este período. Las tasas de crecimiento promedio anual evidencian un aumento constante en las tasas de suicidio en ambos sexos a lo largo de los años, pero considerablemente mayor en las mujeres. Esta tendencia al alza es un motivo de preocupación y destaca la necesidad de tomar medidas preventivas y de salud mental para abordar este problema en la sociedad mexicana.
Índice Simple de Suicidios en 2021 con base en 1998 en hombres | 176.05% |
Índice Simple de Suicidios en 2021 con base en 1998 en mujeres | 241.85% |
Índice promedio de suicidios desde 1998 a 2021 hombre/mujer | 331.19% |
Tasa de crecimiento Promedio de suicidios en Hombres por año | 7.30% |
Tasa de crecimiento promedio de suicidios en Mujeres por año | 9.20% |
Posteriormente, el estadístico de normalidad (Shapiro-Wilk) aplicados a las muestras de suicidios en hombres y mujeres en México, permite evaluar si los datos siguen una distribución normal. En el caso de las muestras de suicidios en hombres, el valor obtenido sugiere que la distribución no se ajusta perfectamente a una distribución normal, indicando cierta asimetría o curtosis en los datos (Tabla 9). Asimismo, para las muestras de suicidios en mujeres, el valor obtenido también sugiere desviaciones de una distribución normal, aunque la distribución se acerca más a este patrón que en el caso de los hombres. Estos resultados son fundamentales para comprender la naturaleza de los datos y elegir las herramientas estadísticas apropiadas para su análisis.
Categoría | Shapiro-Wilk | ||
---|---|---|---|
Estadístico | gl | Sig. | |
Suicidios de hombres en México | .86 | 24 | .01 |
Suicidios de mujeres en México | .94 | 24 | .13 |
La Figura 4 muestra ecuaciones lineales y valores de R cuadrado (R2) que indican el grado de ajuste de una línea recta a los datos de suicidios en hombres y mujeres en México a lo largo del tiempo. En el caso de los hombres, el R2 positivo y alto, sugiere una relación significativa y fuerte entre el tiempo y las tasas de suicidio, lo que implica un aumento o disminución constante con el tiempo. En cuanto a las mujeres, aunque el R2 es ligeramente menor que en los hombres, aún muestra un buen ajuste de la línea a los datos, indicando una relación significativa entre el tiempo y las tasas de suicidio, posiblemente con fluctuaciones menores en comparación con los hombres; Es decir, tanto en hombres como en mujeres, el tiempo tiene un impacto significativo en las tasas de suicidio, con diferencias en la magnitud de las fluctuaciones a lo largo de los años. Por lo tanto, la tendencia al alza en las tasas de suicidio podría explicarse por la Teoría del Estrés-Diátesis, que sugiere que los cambios socioeconómicos y culturales actúan como estresores que aumentan la vulnerabilidad a conductas suicidas, especialmente en personas con predisposiciones psicológicas previas. Du et al. (2018) también destacan que los estresores psiquiátricos son clave en la relación entre factores psicosociales y comportamientos suicidas, sugiriendo que las estrategias de intervención deben centrarse en mitigar estos estresores con enfoques personalizados para reducir el riesgo en poblaciones vulnerables.
Discusión
Los resultados obtenidos en este estudio proporcionan una visión integral sobre las tasas de suicidio en México, revelando un aumento significativo en las tasas tanto en hombres como en mujeres entre 1998 y 2021. Este incremento es particularmente preocupante y sugiere que los cambios socioeconómicos y culturales que han tenido lugar en las últimas dos décadas han actuado como estresores que exacerban la vulnerabilidad de ciertas poblaciones, especialmente aquellas con predisposiciones psicológicas. Esta observación es consistente con la Teoría del Estrés-Diátesis, que postula que la interacción entre vulnerabilidades individuales y factores estresantes externos es fundamental en el desarrollo de conductas suicidas (Monroe & Torres, 2021).
La adolescencia y la juventud son etapas críticas en el desarrollo humano, donde los jóvenes enfrentan desafíos significativos en su salud mental, particularmente la depresión, un trastorno prevalente que, si no se aborda adecuadamente, puede desencadenar conductas suicidas. Este estudio subraya la importancia de la detección temprana y el tratamiento de la depresión en jóvenes, especialmente dada la asociación significativa entre la depresión y los comportamientos suicidas observada en la muestra analizada. Los programas de prevención del suicidio en el ámbito escolar han resultado adecuados para la población de adolescentes, ya que permiten mayor acceso a la población de interés (Val & Míguez, 2021). Los síntomas distintivos de la depresión en jóvenes, como la irritabilidad, la fatiga y la falta de atención, requieren atención específica para prevenir resultados trágicos como el suicidio (Baca & Aroca, 2014; García, 2009).
El análisis de las tasas de suicidio por sexo reveló que aunque los hombres presentan tasas absolutas más altas, el aumento porcentual en las tasas de suicidio en mujeres es más pronunciado. Este hallazgo resalta la necesidad de abordar las disparidades sexualmente asimétricas en la salud mental y la prevención del suicidio. Las mujeres al experimentar mayores niveles de síntomas depresivos en respuesta a estresores, pueden ser más vulnerables a la ideación suicida, lo que subraya la necesidad de enfoques diferenciados en la prevención y el tratamiento del suicidio (Hankin & Abela, 2020; Kopala-Sibley et al., 2015).
Es evidente que los estresores socioeconómicos y culturales como el desempleo, la precariedad laboral, la violencia y la disolución de redes sociales tradicionales, han contribuido a un entorno donde las personas vulnerables, particularmente aquellas con predisposiciones psicológicas, se encuentran sobrecargadas, incrementando así el riesgo de suicidio. Este hallazgo resalta la importancia de intervenciones dirigidas a mitigar estos estresores, tal como lo sugieren Du et al. (2018).
A pesar de la precisión del modelo CHAID en la clasificación de los casos de ideación e intento suicida, se identificaron ciertas limitaciones en la predicción de conductas suicidas, lo que sugiere la necesidad de considerar otros indicadores de desempeño, como la sensibilidad y la especificidad, para mejorar la exactitud del modelo (Ingram & Price, 2019).
Esta precisión es fundamental para diseñar intervenciones preventivas más eficaces y dirigidas, considerando tanto los factores de riesgo tradicionales como los factores contextuales.
Finalmente, la implementación de estrategias de prevención del suicidio que aborden de manera efectiva los factores de riesgo específicos para cada sexo y promuevan entornos de apoyo es crucial para reducir las tasas de suicidio en la juventud mexicana. Los programas universales (dirigidos a toda la población escolar) han resultado los más efectivos e incluyen estrategias psicoeducativas, entrenamiento de guardianes y de pares, así como fomento de habilidades de afrontamiento, de resolución de problemas y de comunicación, entre otras (Val & Míguez, 2021). Las futuras investigaciones deben seguir explorando la interacción entre estresores psicológicos, socioeconómicos, biológicos y culturales, y las vulnerabilidades individuales para desarrollar una comprensión más completa de los factores que contribuyen al aumento de las tasas de suicidio en México, lo que permitirá diseñar intervenciones preventivas que sean culturalmente relevantes y efectivas (Du et al., 2018; Gómez, 2021; Monroe & Torres, 2021)