JOSEFINA LUDMER FUE UNA ESCRITORA, ensayista, profesora y crítica literaria argentina insoslayable para el ámbito de los estudios latinoamericanos. Su labor en la llamada "Universidad de las catacumbas", el dictado de clases de teoría literaria por fuera de los ámbitos institucionales a causa de la dictadura militar argentina, y luego sus producciones realizadas en universidades norteamericanas (Princeton, Yale), se caracterizaron por una fuerte impronta teórica, marcada por la renovación y el uso original de las teorías en sus apuestas críticas.
En el presente trabajo se analizará la presencia de Jacques Derrida en una de sus publicaciones: El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, publicado en 1988, cuyo corpus está constituido por textos de la literatura gauchesca argentina. Este libro constituyó un viraje en las referencias teóricas y críticas de sus obras anteriores Cien años de soledad, una interpretación (1972) y Onetti, los procesos de construcción del relato (1977), principalmente por la presencia del posestructuralismo. Además, se trabajará con sus clases de un seminario sobre teoría literaria dictado en 1985, reunidas y publicadas en el 2015, con edición y prólogo de Annick Louis bajo el título Clases 1985. Algunos problemas de teoría literaria. Dichas clases se realizaron en la Universidad de Buenos Aires, en ellas se puede visualizar la actualización teórica de Ludmer y la relevancia otorgada al filósofo argelino. El estudio del uso que la crítica argentina hizo de Jacques Derrida se inscribe en la reflexión sobre la recepción de las teorías en el ámbito latinoamericano y la singularidad de su reapropiación, así como también se articula con el problema de los diálogos transdisciplinares entre filosofía, teoría y crítica literaria.
La institucionalización de la teoría literaria en el marco de la recuperación democrática en Argentina coincide con una particular relevancia y presencia de las formulaciones, conceptos y perspectiva de Jacques Derrida, como teoría literaria novedosa y como modo eminentemente filosófico del pensar que, asociado a otros nombres del llamado "posestructuralismo", circuló de forma considerable en la crítica argentina del periodo (Gerbaudo "Algo más sobre un mítico Seminario"; Vitagliano; Topuzian; Lacalle y Migliore.
El seminario de Josefina Ludmer "Algunos problemas de teoría literaria", dictado en la Universidad de Buenos Aires en 1985 y considerado de gran importancia en la historia de la Teoría en Argentina (en buena parte porque los integrantes de ese seminario son en la actualidad referentes de la crítica literaria), incluye en sus clases al posestructuralismo y trabaja particularmente con los textos de Derrida. Según Annick Louis, fue la primera vez que se enseñó este autor en la universidad argentina, con tres clases, de un total de catorce, sobre "Devant la loi" ("Ante la ley").
La lectura que propone Ludmer en estas clases marca un acontecimiento inicial desde el cual se pueden leer las relaciones de pasajes entre su obra crítica posterior y el pensamiento del autor argelino. La apropiación de Derrida en este seminario de 1985 ha sido trabajada por Analía Gerbaudo con el interés de indagar en las razones de su inclusión en un seminario sobre teoría literaria y en los modos de leerlo. En este sentido, rescata la actualización de Ludmer:
Si bien en la bibliografía obligatoria del programa, Ludmer cita sus producciones entonces más circulantes, a saber, De la gramatología en la edición mexicana de S. xxi de 1969 (con traducción de Oscar del Barco), La diseminación en la edición española de Fundamentos de 1975 y L'écriture et la différence en su primera edición en francés con el agregado de un paréntesis que señala "(trad.)", en las clases depara fundamentalmente en "Ante la ley", el texto de Derrida (1985) que vuelve, incluso tomando su título, sobre el de Franz Kafka (1919) junto a El proceso (1925). (Gerbaudo, "El Derrida" 60)
Este texto, central en las tres clases dedicadas a Derrida, había sido publicado recientemente.1 En ese entonces, Ludmer visualiza en ese escrito una bisagra que articula y supera las dualidades teóricas: "Justamente me parece muy importante este texto como un modo de superar la escisión entre las dos teorías que venimos viendo que planteaban, por un lado, la especificidad y, por otro lado, las instituciones" (Ludmer, Algunos problemas 7).
Gerbaudo rescata principalmente la intuición temprana en su lectura del lugar de la literatura, de las instituciones y de los protocolos que las habitan, y las cercanías de las concepciones de Ludmer sobre la "Teoría literaria" con la posición derrideana (Gerbaudo, "El Derrida" 62).
El otro antecedente insoslayable para este trabajo lo constituye el abordaje que Jorge Panesi ha realizado de la presencia de Derrida en Ludmer. A diferencia de Gerbaudo, Panesi analiza principalmente El género gauchesco y El cuerpo del delito?2 sus hipótesis serán retomadas en el desarrollo del presente trabajo. Las mismas, que no han sido publicadas, constituyen el único asedio de la presencia de Derrida en el libro que trabajaremos, el resto de la bibliografía sobre El género gauchesco omite o minimiza la importancia de la teoría del filósofo francés.
El artículo "El estado de las cosas: Veinte años de critica Argentina" de Graciela Speranza, Graciela Montaldo y Anibal Jarkowski califica de "ecos" de Derrida a los usos que Ludmer hace de los juegos autorreferenciales, marcos, injertos y diferencias. Como intentaremos demostrar, los vínculos no se reducen a esos conceptos y, lejos de ser ecos, actúan como verdaderos ejes del modo en que Ludmer construye el tratado y analiza los textos que componen su corpus crítico. La presencia de Jacques Derrida en la lectura que Ludmer construye sobre el género gauchesco es fundamental para las concepciones de la literatura que articula.
Desde el punto de partida de Clases 1985 nos centraremos en las relaciones de pasajes entre la teoría del filósofo y el libro El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, publicado en 1988. En dicho volumen, los pasajes con las formulaciones derrideanas son ubicuos, porque establecen una serie de continuidades con Clases que permiten afirmar la continuidad también de la lectura que Ludmer realiza de la obra de Jacques Derrida hasta ese momento publicada.
En principio, como ha señalado Jorge Panesi, tiene un papel preponderante la noción de límite del género en la construcción del objeto. Ludmer explicita la relación entre la idea de límites, del objeto y de la crítica, de la siguiente manera:
En este ensayo se construye una antología, una selección especifica de objetos verbales para leer el corpus del género gauchesco. Los objetos de la antología tienen un principio común que los une: cada uno constituye un límite, una frontera. Se experimenta con los objetos de los límites; los objetos son demarcadores y se constituyen para leer límites. Delimitar un objeto, un sentido y una frontera constituye el mismo movimiento. (Ludmer, El género gauchesco 19)
El género gauchesco, entonces, estaría delimitado por dos "cadenas de usos" que se entrelazan. Una de las cadenas está constituida por las leyes: la ilegalidad popular es el primer límite del género; el segundo es la revolución y la guerra de Independencia. Estos dos límites establecen una primera cadena de usos formada por el uso, por parte del ejército, del gaucho "delincuente", además del uso de su registro oral por parte de la cultura letrada y la utilización del género para integrar al gaucho a la ley liberal y estatal. Esta primera cadena se abre con los textos de Hidalgo y concluye con La vuelta de Martín Fierro. La segunda cadena de usos está constituida por la voz y los sentidos de la voz: el uso del gaucho por el ejército añade un sentido diferente a la voz "gaucho" y los sentidos de esa voz se definen en el uso diferencial del gaucho en el género gauchesco: a veces es patriota, otras veces delincuente. Otra noción que opera en la delimitación es la de "orillas" como figura de límite y margen: el género posee orillas altas y bajas y, además, el género orilla con lo que no es él (teatro, novela, cuento)3
Por otra parte, el personaje que se encuentra en las orillas (Picardía, Vizcacha) está en "un borde más bajo y por eso puede decirlo todo" (Ludmer, El género gauchesco 282). Si el sentido es una institución entonces implica pacto, alianza y se rige por la ley de la razón. Vizcacha se encuentra en un límite interno y por lo tanto es "prehumano" y "animal". La perspectiva posestructuralista de Ludmer actúa en estas afirmaciones: "los menores ponen en crisis porque muestran el centro mismo de la institución" (El género gauchesco 290).
La idea de límite en Derrida con respecto a la literatura se asocia fuertemente a la noción de ley. Este concepto de límite ha sido objeto de exposición en las clases de Ludmer a partir de la explicación de "Devant la loi" ("Ante la ley"), aunque también se encuentra, y vinculado de modo más directo al problema del género, en "La loi du genre", publicado en 1980. En este texto género, límite y ley se solicitan entre sí, pensar en "género" implica el trazado de un límite:
A partir del momento en que se escucha la palabra "género", desde que aparece, desde que se lo intenta pensar, se dibuja un límite. Cuando se asigna un límite, la norma y lo prohibido no se hacen esperar: "hay que", "no hay que" dice el "género", la palabra "género", la figura, la voz o la ley del género.4 (253)
A su vez, esta ley que delimita el género tendría una contra-ley como condición de posibilidad, un principio de contaminación que "enloquece el sentido, el orden y la razón"5 (Derrida, "La loi du genre" 254). El género, además, implica la posibilidad de remarca en su clasificación:
[S]i un género existe (digamos la novela, ya que nadie parece discutirle su cualidad de género), un código debe proveer un rasgo identificable y por lo tanto, idéntico a sí mismo que autorice a decidir que determinado texto pertenece a tal género o a tal otro. Igualmente, fuera de la literatura o de las artes, si se intenta clasificar, hay que referirse a un conjunto de rasgos identificables y codificables para decidir que esto o aquello, determinada cosa o acontecimiento pertenece a tal conjunto o clase. Esto parece trivial. En tanto que marca, semejante rasgo distintivo es siempre a priori remarcable.6 (262-263)
Esta idea de "remarca" opera en las clases de Ludmer y en el libro, con el fin de repensar los límites del género e intervenir en la interpretación: se trata de un corpus organizado en un sistema de anillos, alianzas y desdoblamientos. La marca es una posibilidad abierta que puede ser notada, remarcada (remarquable) y es una clave derrideana a partir de la cual Ludmer organiza su sistema de género. Para Derrida, si la marca de pertenencia pertenece sin pertenecer, la mención de género no forma parte del corpus, se encuentra en un borde de la obra que reúne el corpus y a la vez impide su cierre: es un axioma de incompletitud.7 Este axioma parece operar en algunas de las formulaciones de Ludmer sobre un "sistema" de la literatura gauchesca que contempla sus propios huecos y permite, por lo tanto, establecer relaciones con textos como los de Borges o Carriego a partir de la continuidad de los tonos de desafío y lamento de la gauchesca en el segundo capítulo.
La cláusula de género también implica, en Derrida, una serie de exclusiones e inclusiones: "La clásula o la esclusa del género descalifica aquello que le permite clasificar"8 ("La loi du genre" 265). Ya en Clases, Ludmer recupera la pregunta sobre la decisión de incorporar un texto a la literatura que se desprende de la conferencia de "Devant la loi" y su equiparación entre literatura y ley. Estas incorporaciones o exclusiones operan tanto en el corpus que construye Ludmer en su libro de 1988, como en el análisis del lugar de los personajes del género: "el lugar de Picardía en los comienzos, finales, consejos, partes del espacio de la patria, es diferencial y dividido, exactamente como el gaucho en La ida: tiene que ver siempre con inclusiones y exclusiones, adentros y afueras" (62). Del otro lado del género está desde el Facundo de Sarmiento hasta el himno nacional, condenados por el género, en cuanto exterior, a la indefinición e indiferenciación, a lo inclasificable. Derrida, además, asocia el género literario con el género de la diferencia sexual:
La cuestión del género literario no es una cuestión formal: atraviesa de parte a parte el motivo de la ley en general, de la generación, en el sentido natural y simbólico, del nacimiento, en el sentido natural y simbólico, de la diferencia generacional, de la diferencia sexual entre el género masculino y femenino, de el himen entre los dos, de una relación sin relación entre los dos, de una identidad y de una diferencia entre femenino y masculino.9 ("La loi du genre" 277)
Dicha asociación entre género discursivo y género sexual también tiene su lugar en el libro de Ludmer: "la patria del gaucho pertenece, ella sola, al género masculino". La gauchesca asocia género gauchesco y género sexual, especialmente en Hernández, pues en La ida el sexo del extranjero es femenino, los "gringos" son mujeres (El género gauchesco 49).
La otra asociación derrideana que hemos presentado, además de literatura y límite, es la de literatura y ley. Esta relación en Ludmer también ha sido señalada por Jorge Panesi y se articula de manera más acabada en "Devant la loi".10 Este texto es de principal relevancia dado que condensa los cuatro grandes problemas y núcleos de conceptos que Ludmer hará jugar en El género gauchesco. El primero es la relación entre la ley y la literatura, luego, el vínculo entre literatura y límite (Derrida realiza una lectura topológica que el relato de Kafka habilita); en tercer lugar, la cuestión de la lectura como diferimiento del sentido y la intangibilidad del texto, y, por último, la autorreferencia de la literatura y la rarificación del sistema referencial.11 Con respecto al primer problema, Derrida afirma que una de las dimensiones en que cada texto literario se asocia a la ley es en su comparecencia ante ciertos guardianes (al igual que lo relatado en el cuento de Kafka) que deciden y juzgan qué pertenece o no a la literatura y penalizan modificaciones de un texto, considerado como una unidad e idéntico a sí mismo:
Cualquiera que dañe la identidad original de este texto podría tener que comparecer ante la ley. Esto podrá ocurrir a todo lector en presencia del texto, al crítico, al editor, al traductor, a los herederos, a los profesores. Todos éstos son guardianes y, al mismo tiempo, campesinos. En los dos lados del límite.12 (Derrida, "Devant la loi" 129)
El apartado de El género gauchesco en el que esta remisión a Derrida es directa se titula "Borges ante la ley", allí se define a la literatura como "la construcción de una ecuación lengua-ley" (Ludmer 227). La posición de Borges sería la del escritor ante la ley de la literatura nacional: Hernández, Carriego, Gutiérrez. A su vez, Borges, campesino y guardián como en el relato de Kafka, pasa a "ser" la literatura: "Cuando la ecuación lengua-ley de Borges pueda ser hostigada por otra justicia habrá cambiado la historia y la literatura argentina" (236).
Ludmer, además, se apropia de la articulación derrideana en una relación de pasaje que desvía el problema tal como se presenta en "Devant la loi": asocia la ley, que en el texto del filósofo es abstracta y general, el ser ley de las leyes (se piensa en Kant, en Freud y en el funcionamiento del relato kafkiano) con la ley estatal: ya en Clases afirma que en toda la gauchesca, pero especialmente en el Martín Fierro, de lo único que se habla es de la ley, la confrontación de una ley consuetudinaria a una ley escrita de la ciudad (Ludmer 277) y compara este texto con "Ante la ley" de Kafka. El pasaje de legalidades que se asocia con el estatuto del gaucho (si es delincuente o no) se piensa desde la perspectiva de Michel Foucault (principalmente el de Vigilar y castigar) en conjunto con las formulaciones de "Devant la loi".
Otro de los conceptos derrideanos muy asociados al problema de los límites, que tiene un lugar preponderante en el libro de Ludmer, es el de "marco".13 En las clases del seminario de 1985, la autora le da una importancia notable y cita uno de los textos en los que Derrida expone la cuestión: La verdad en pintura. Especialmente en Parergon de La verdad en pintura se expone la teoría del marco y su funcionamiento en la pintura, pero generalizando esas formulaciones a la concepción de la lectura del programa deconstruccionista, que opera en el modo de leer "Ante la ley" de Kafka. El texto asedia el concepto de parergon en la filosofía kantiana y deconstruye su lugar accesorio a partir de los ejemplos que el filósofo alemán propone en su tercera Crítica.
En la clase que Ludmer cita este texto da su explicación de los dos efectos del marco en los textos: el primero es separar del contexto y dar unidad, el segundo efecto es que ese marco pasa a ser central y se vuelve hacia adentro, genera formas de la autorreferencia y de la autonomía (Ludmer 232).
Estos dos efectos se pueden rastrear en el modo en que se lee el Nuevo diálogo patriótico de Hidalgo como uno de los límites del género gauchesco. Ludmer reconstruye los sistemas de marcos del poema, en consonancia directa con los dos efectos que ha explicitado en Clases 1985: el primer sistema está conformado por el título y el subtítulo que funcionan como primer marco de los textos, y el segundo marco, interno, es la textualización en la apertura de los poemas del contexto oral en que ocurre el diálogo: los textos incorporan y representan la situación de cantar un cielito o la ocasión en que ocurre el encuentro y diálogo entre los amigos.
En un "afuera" un escritor letrado escribe y "reproduce o cita" lo que los "autores orales" cantan o dicen. El marco exterior del título, en el registro de la palabra escrita, funciona como introductor de un discurso formalmente directo. El marco letrado del título y subtítulo postula la "originalidad" de la voz oída para diferenciarse de ella. Este sistema de marcos, conformado por
(títulos, subtítulos, escena oral, narrador final) de las palabras "orales" y "escritas" se da vuelta, siguiendo el círculo característico de los usos (o siguiendo las vueltas de los husos[sic]): la voz de la escritura dice lo inverso de lo que hace. Escribe lo que quiere que se diga y haga. El discurso formalmente directo de la "voz oída" es el campo de ficción del género. Un tipo de ficción especifica, en forma de anillo o círculo, donde los "autores" y las citas o reproducciones se invierten estrictamente y remiten cada una a la otra, como si fueran autorreferenciales. O especulares [...]. Y no sólo es un anillo entre lo oral y lo escrito sino entre "decir" y "hacer" con la voz. El escritor aparece como el primero que "reproduce" lo oral para establecer la cadena de reproducciones que debe devolver el texto a la oralidad. (Ludmer, El género gauchesco 77)
El segundo sistema de marcos estaría conformado por dos "no voces" o silencios al principio y al final, las del malevo (cuerpo sin uso) y del soldado sin pierna (cuerpo ya usado), los mismos constituyen orillas.
Estos marcos permiten configurar el espectro básico de Hidalgo que serán variantes o extensiones en el espacio interior de género, en los que se despliegan las diferencias entre la palabra letrada y la voz diferencial del gaucho, oral y también escrita, y los que ocupan los silencios de las orillas. En Derrida, los marcos y los límites introducen una lógica paradojal que, como vimos, recupera Ludmer en el fragmento citado anteriormente:
Si sustraemos de este texto todos los elementos que podrían pertenecer a otro registro (información cotidiana, historia, saber, filosofía, ficción, etc.; en breve: todo eso que no está necesariamente afiliado a la literatura), sentiremos oscuramente que eso que opera y se conduce en este texto guarda una relación esencial con el juego del enmarcar y la lógica paradójica de los límites que introducen una suerte de perturbación en el sistema "normal" de la referencia, mientras revela una estructura esencial de la referencialidad.14 (Derrida, "Devant la loi" 131)
Una de las consecuencias metodológicas que se desprenden de las formulaciones derrideanas sobre el marco, y que el propio autor francés puso en juego en sus obras, es la puesta en crisis del estatuto de "accesorio", predestinado a ciertas zonas de los textos. Los títulos y subtítulos, como analizamos, son claves para las lecturas de Ludmer,15 pero también los prólogos y las notas al pie cobran una relevancia particular en El género gauchesco.16 Tal es el caso del apartado "El mundo de las referencias: la comunicación entre las orillas extremas del libro" en que se analiza el prólogo de Hernández a La vuelta en contraposición a los dos prólogos de La ida, y las notas al texto de Hernández como "última orilla del libro" (Ludmer 56); estos prólogos y sistema de notas juegan entre sí y se refieren mutuamente.
El gesto de analizar y describir con atención los llamados "paratextos" de las obras del género gauchesco también ha sido un movimiento de Jacques Derrida: no se trata de analizar la intertextualidad solamente, sino de poner en jaque la propia categoría de texto y paratexto, hacer tambalear la jerarquización y dicotomía. En "Fuera de libro" de La diseminación, por ejemplo, Derrida teoriza sobre el estatuto del prefacio y el prólogo a partir de una lectura de los prefacios de Hegel y Los cantos de Maldoror.
Otra de las dimensiones de El género gauchesco en la que se observa una relación de pasaje con Derrida es en la concepción de lo real como construcción discursiva que se despliega en el libro: "Este libro se escribió con la idea absolutista de que la imaginación crítica es puramente verbal" (Ludmer 9), dice en el prólogo a la reedición del año 2000. El pasaje de la delincuencia a la civilización que tiene como protagonista al gaucho es narrado por la gauchesca, pero a su vez aquél es su producto: en los capítulos predomina una lectura inmanente del significado de los textos, los límites, tonos, relatos, aún las acciones se desprenden de las lecturas de la gauchesca que ponen el acento en las duplicidades, las paradojas y los juegos.
La concepción derrideana del significado supone la revisión de los supuestos que operan en el proyecto de la semiología estructuralista17 y del modelo hermenéutico con las consecuencias insoslayables que eso conlleva en la crítica literaria. En Ludmer, se trata de dos frentes, uno, el del modelo hermenéutico presente en la universidad dictatorial;18 otro, el proyecto estructuralista del que Ludmer también ha participado.19
A diferencia de la polisemia, que permitiría reponer sentidos múltiples pero identificables, la perspectiva derrideana señala el resto (restance) y la diseminación del sentido. La lectura, entonces, se ve atravesada por este desborde y parte del programa de la deconstrucción es no negar sino poner en escena los nudos aporéticos o potencialmente inabarcables de las significaciones.
Un procedimiento central del programa derrideano, que la propia Ludmer señala en sus Clases, es la detención en determinadas palabras de los textos que condensan sentidos a veces contrapuestos. El análisis de estas piezas léxicas ha sido señalado por Gerbaudo en Derrida y la construcción como uno de los protocolos de lectura en Derrida: en De la Grammatologie, la noción de pharmakon en Platón es asediada en su doble valencia (veneno y remedio); la palabra hymen de Mallarmé es explorada en su carácter indecidible en "La doble sesión"; también en Espolones. Los estilos de Nietzsche se reconstruyen los sentidos contrapuestos de "mujer" en Nietzsche.
En El género gauchesco, Ludmer también se concentra en palabras que no se pueden capturar en un solo significado: la noción central de "gaucho" es sitio de sentidos que oscilan: es delincuente, patriota, valiente; estos términos, afirma, no se anulan entre sí. Otro ejemplo de este tipo de lectura detenida en las contradicciones no sintetizables de las palabras es el señalamiento de la deriva de "alma" de Sarmiento en El Facundo al Fausto de Estanislao del Campo (21).
Esta concepción constitutivamente contradictoria del sentido se amplía en el libro de Ludmer desde la palabra hacia las obras en general: la noción derrideana de "indecidible" es central para las definiciones paradójicas de la gauchesca que propone:
La oscilación del sentido entre el uso del cuerpo y de la voz, entre la guerra y la guerra de palabras, constituye la materia literaria fundamental del género. Porque allí está la literatura, y lo que importa para la literatura es la indefinición, la discrepancia. (El género gauchesco 29)
La insistencia de Jacques Derrida sobre la indeterminación del sentido se encuentra en varios de sus trabajos, tanto como formulación teórica como en su puesta en acto. La literatura genera un conjunto de indecidibles que no se dejan capturar por ningún discurso "meta" que intentaría cercarlo y detener la indecisión constitutiva, por lo tanto, vulnera la propia noción de crítica en un sentido muy específico, en cuanto que crínein, en cuanto posibilidad de lo decidible. En "La doble sesión", texto incluido en La diseminación, define lo indecidible del siguiente modo:
Una proposición indecidible, Gõdel mostró su posibilidad en 1931, es una proposición que, dado un sistema de axiomas que domina una multiplicidad, no es ni una consecuencia analítica o deductiva de los axiomas, ni en contradicción con ellos, ni verdadera ni falsa con respecto a esos axiomas.20 (Derrida 330)
Ese indecidible, ese más suplementario, es un no-sentido o no-tema del espaciamiento que pone a los sentidos en relación entre sí en una lógica abisal, en una diseminación que marca los límites de una crítica temática y su intento de reconstruir la polisemia de ciertos temas en un texto, como es el caso del estudio del "blanco" en Mallarmé que expone Richard (L'univers imaginaire de Mallarmé), sobre el que Derrida se expide.
La perspectiva derrideana de los marcos, el género y la literatura se asocia a la cuestión de lo indecidible y, a su vez, esta serie de problemas se articulan con el modo en que Ludmer entiende y define la autorreferencialidad. En su delimitación del primer trazado del género se dibuja un círculo en el que el "uso del gaucho y uso de la voz remiten uno al otro como si fuesen autorreferenciales" (El género gauchesco 37), o sea, la frontera exterior del género y el conjunto del género participan de un juego de remisiones y referencias mutuas.
Luego, la autorreferencialidad es decisiva en su lectura de Fausto y aquí hay una oscilación: este texto parecería ser el inicio de la literatura en tanto autonomía y despliegue de los juegos autorreferenciales, pero como hemos visto, esta manera autorreferencial ya se encontraba en la caracterización general del género. Según Ludmer, con esta obra de Estanislao Del Campo inicia la literatura autónoma, desligada de la política.
Del Campo constituiría un punto de inflexión ya que es un extremo del género, lo parodia y marca el primer momento en que espacio interior y exterior del género son lo mismo; es el primero que lee el género como literatura y, por lo tanto, toma a sus escritores como escritores. De esta manera, el Fausto es el corte entre lo literario y lo político, supone una autonomización. Un efecto de despolitización es el cambio de relación entre lo narrado y el marco, no se trata de una representación de un referente, sino que "en el Fausto se trata de lo que la representación representa""21 (Ludmer, Clases 254).
En "La doble sesión" Derrida trata sobre el problema de la representación, estructurado por un sistema metafísico que distingue lo imitado de lo imitante, el original y la copia. La crítica de arte se articuló según esta metafísica en las distintas remisiones a una referencia, a una presencia. El texto de Mallarmé, Mimique, es un caso ejemplar de una dislocación con respecto a la referencia y, por lo tanto, a la metafísica de la presencia. Según Derrida, no hay referente en ese texto, hay recursividad; el mimo Pierrot no imita nada, no reproduce ninguna acción y ningún habla en cuanto logos. Mimique invita a un "laberinto textual tapizado de espejos" ("La doble sesión" 293); es una escritura que no remite más que a sí misma y a la vez remite indefinidamente a otra escritura (en su exposición Derrida esboza las posibles derivas diseminatorias de tales remisiones). Esta mímica que no imita nada, que no refleja ninguna realidad, es simulacro en el sentido platónico: una copia de copia, lo que arrastra consigo la posibilidad de decisión entre oposiciones o interpretaciones definitivas, incluso de lo que sucede en la obra:
La diseminación inscribe, con una extensión regulada del concepto de texto, otra ley de los efectos de sentido o de referencia (anterioridad de la "cosa", realidad, objetividad, esencialidad, existencia, presencia sensible o inteligible en general, etc.), otra relación entre la escritura en sentido metafísico y su "afuera" (histórico, político, económico, sexual, etc.).22 (Derrida, Positions 49)
En el análisis de Ludmer, el narrador de El Fausto es irónico y la ironía "produce ambigüedad y paradoja, por momentos es indecidible y puede generar double-bind' (El género gauchesco 56), esto es, decodificaciones distintas, a partir de lo cual recuerda en nota al pie las interpretaciones hechas de la obra por Hernández, Ricardo Gutiérrez, Borges, Anderson Imbert, entre otros.
La marca de autonomización surge en el Fausto con un discurso sobre la literatura gauchesca en el interior mismo del género: hay discurso sobre el género dentro de la propia obra. Ludmer apela nuevamente a la noción derrideana de marco: Fausto innova en la construcción del marco de los diálogos gauchescos; antes consistían en la apertura con la voz "directa" del gaucho y cierre con la del que escribe (o a veces dice) el diálogo, en un marco mixto mitad "oral" mitad "escrito"; en cambio, el marco en la obra de Del Campo "pertenece totalmente al orden de la escritura; es el mismo narrador, que 'contempló' el encuentro de los amigos, el que clausura el texto" (El género gauchesco 265). El marco, plantea Ludmer, hace que el texto se vuelva hacia sí mismo, se autorrefiera generando efectos de autoengendramiento, especulares, divisiones internas, duplicaciones y repeticiones. Esos efectos solicitan una lectura distinta a la autoridad última de un sentido, debido a que:
La ambivalencia invade el texto y el doble juego no tiene fin: militares, diablos, gauchos, buenos-malos, aliados-enemigos. Porque el sentido no responde solamente a las palabras sino también a las acciones: juicio burlesco al género en un poema que ha sido leído como una burla del gaucho.23 (El género gauchesco 268)
Tradición crítica en la que justamente Ludmer quiere intervenir y aquí, como adelantábamos, pone en juego su detención de la indecibilidad derrideana que usa para pensar el texto, ya que apuesta por una interpretación política que afirma una posibilidad: el Fausto da lugar, por primera vez en el género, a un código de justicia opuesto a la ley letrada, a una alianza entre iguales (El género gauchesco 271) y un ataque a los dos sectores que constituyeron una alianza fundante del género, el doctor y el militar (El género gauchesco 272). Ante la lectura de Fausto como burla hacia el gaucho se abre la lectura de la resistencia de los marginados y su ataque a las élites.
Las nociones de diferencia, ambivalencia, autorreferencia, especularidad y ambigüedad recorren el texto de Ludmer, así como la definición general del sistema, la posibilidad de "darse vuelta" y la inversión de los sentidos es constitutiva. De todos modos, esta ambivalencia y diseminación del sentido que arruina las ideas de interpretación y decisión crítica encuentra una objeción que Ludmer ya enuncia en sus clases de 1985: la política. Luego del análisis de diversas lecturas del Fausto, Ludmer plantea:
¿Cómo funciona el sentido en literatura? Puede funcionar en direcciones opuestas, como funciona formalmente este texto y, por lo tanto, esto, por supuesto, justifica también la idea de que entonces no hay que interpretar. Pero -y acá ponemos un punto importante en apoyo de lo que podríamos sostener, una opinión propia- acá sí tiene sentido interpretar este texto. Acá criticamos la tendencia antiinterpretativa y decimos: si nosotros no interpretamos, no participamos de esa tradición histórica de lecturas donde el gaucho se ríe y no se ríe del gaucho, y nosotros con esta lectura hacemos una reinscripción política del texto. (Ludmer, El género gauchesco 344)
Tiene lógica que la crítica apueste por el sentido y esta apuesta se asocia fuertemente a un anclaje local: "en la cultura argentina hay que interpretar", agrega. De todos modos, subsiste un resto no interpretable e intraducible del Fausto:
[A]unque se traduzcan todas las palabras una atrás de la otra, queda; eso que es lo gauchesco, lo argentino, la complicidad, la risa y eso se ha sentido como lo nacional [...] o puede sentirse como cualquier elemento abstracto, como amistad o como nacionalidad, o como lectura propia, que funda una lectura en ese resto que no es interpretable. (Clases 345)
En el resto se juega el porvenir de las lecturas, incluyendo la de El género gauchesco.
Ahora bien, como la propia Ludmer aclara en esta clase y como se desprende del modo en que lee la gauchesca, la interpretación que se pondría en juego no tiene que ver con la consecución de un sentido hermenéutico o exegético, asociado a los "oráculos" y a las "interpretaciones de los dioses" (Clases 344), pero sí se asociaría con el sentido como intervención.
Como adelantábamos, las formulaciones derrideanas apuntan en buena medida a acentuar la indeterminación del sentido en la lectura: el movimiento interpretativo que no escapa a la lógica de la différance y no puede ser, por lo tanto, detenido, toma el nombre de dissémination, palabra de un poemario de Mallarmé. Por lo tanto, la apuesta por la lectura política de Ludmer se puede comprender como una reapropiación que se desvía de este modo de leer. No obstante, Derrida no desactiva la lectura política en sus intervenciones que se proponen escapar del contenidismo, pero también del formalismo que despolitiza la literatura:
Creo que fue un proceso decisivo de este medio siglo formular explícitamente la cuestión de la literalidad, sobre todo a partir de los formalistas rusos (no solamente a partir de ellos: en razón de un conjunto de necesidades históricas, siendo la más inmediatamente determinante una cierta transformación de la misma práctica literaria). La emergencia de esta cuestión de la literalidad ha permitido evitar un cierto número de reducciones y de desconocimientos que siempre tendrán tendencia a resurgir (tematismo, sociologismo, historicismo, psicologismo bajo las formas más disfrazadas). De ahí la necesidad del trabajo formal y sintáctico. Sin embargo, una reacción o una reducción simétricas podrían ya dibujarse: consistiría en aislar, para ponerla al abrigo, una especificidad formal de lo literario que tendría una esencia y una verdad propias, que ya no haría falta articular a otros campos, teóricos o prácticos.24 (Derrida, Positions 94-95)
Ahora bien, sostenemos la idea de desvío y reapropiación en Ludmer en tanto que lo preponderante en las formulaciones y trabajos críticos de Derrida es la puesta en primer plano de lo que resta y se fuga de la fijación del sentido. Dado el movimiento de la diseminación, según Gerbaudo, en Derrida interpretar "no implica sino intentar capturar ese excedente o bien el punto o los puntos donde las intenciones fracasan" ("Derrida y la construcción" 393). Lo que parece estar presente de manera constante es la precaución de no fijar una interpretación como la interpretación definitiva, y de llevar a cabo un desmontaje de la crítica que sí ha operado con esa ambición hermenéutica.25
Una característica clave del tipo de relaciones de pasajes que se establecen entre la obra de Jacques Derrida y las intervenciones críticas de Ludmer en El género gauchesco es el intento de superar dicotomías teóricas y aunar miradas. Jorge Panesi señala sobre este libro su "afán de totalización",26 hipótesis que deriva de una nota al pie en la que relata la búsqueda de una "fórmula" del género, de la idea de "Sistema" y, además, del intento de realizar a la vez una crítica literaria y una crítica cultural. Optamos por llamar "sincretista" a este afán, que tiene como correlato una de las singularidades del libro: el análisis cultural, la reflexión sobre el Estado y su deuda con Contorno enunciada en el prólogo son articuladas con la idea de ambigüedad e indecibilidad del género, otorgadas principalmente por la teoría derrideana.
Este intento de sincretismo está repleto de tensiones dado que el acento en la ambigüedad irreductible debe convivir con el análisis sociocultural: la búsqueda es de síntesis entre una mirada literaria y una perspectiva de crítica cultural, de asociación entre los textos de la gauchesca y los estudios sociológicos e históricos, como habíamos vislumbrado en el nexo que Ludmer establece entre la ley en Derrida y la ley estatal, siguiendo una mirada más cercana a Michel Foucault.27 Este nexo se da especialmente en la relación entre el desarrollo de los capítulos y el aparato de citas; por ejemplo, luego de explicitar el sistema de marcos en Hidalgo, se sostiene que en la escena oral "la voz del gaucho habla de lo otro, lo político, lo oficial: habla de la vida pública de la patria" (Ludmer, El género gauchesco 74) e incluye al final de esta oración una nota al pie en la que se explicita cómo el género liga la vida pública de las masas rurales con la nueva vida pública de la revolución y la guerra. Esta última, aclara Ludmer, estaría cercana al concepto habermasiano de "opinión pública". De esta manera, en las formulaciones conviven en conflicto los usos de los conceptos derrideanos y su fuerte carga antirreferencialista o antifenoménica con referencias bibliográficas de análisis sociológico, histórico y cultural (sobre los gauchos y la historia Argentina del periodo, principalmente) que tienden puentes a un afuera del texto.
Esta afirmación que sostenemos podría rebatirse con una aclaración en otra nota al pie que salvaría este "afuera del texto": en la nota 26 del capítulo "Desafío y lamento, los tonos de la patria" incluye las "coyunturas políticas" como parte del género porque "él mismo se define como político y coyuntural", por lo menos hasta el surgimiento de Fausto. En este sentido, Ludmer plantea algo clave: la coyuntura política que permite tipificar el sistema polémico del género se puede pensar como otra "ficción teórica" y esta ficción de coyuntura sería un elemento exterior-interior del género como conjunto agujereado. De todos modos, la bibliografía citada y sus perspectivas de análisis histórico y cultural no se ajusta sin conflicto a su estatuto de "ficción teórica". Es este intento de articular miradas disímiles en sus presupuestos teóricos y metodológicos que Jorge Panesi señala como un fracaso por su afán de totalización, o, desde nuestra perspectiva, padece su resto, el propio principio de indecibilidad se contradice con algunas de las voces que el aparato de citas invoca y que analizan la cuestión de la gauchesca desde una mirada culturalista, no discontinuista entre mundo y literatura.28 El uso de Derrida en la lectura del género gauchesco se caracteriza, entonces, por la puesta en suspenso en ciertas zonas de la lectura crítica de la indecibilidad y la ambivalencia del sentido, con la finalidad de efectuar una intervención política que dispute las interpretaciones existentes sobre la gauchesca.
Otro de los conceptos de la constelación teórica derrideana asociado al sentido que puede rastrearse en Ludmer es el de la différance,29 pero traducido al español y simplificado en el uso. Este concepto es acuñado por Derrida ya en sus primeras obras: en De la Grammatologie (De la Gramatología), y en La Voix et le Phénomène (La voz y el fenómeno) de 1967 plantea cómo la différance arruina la ilusión de todo "comienzo" que se pretenda "originario", y esa imposibilidad se asocia con la significación:
[E]ste es entonces el momento en que, en ausencia de centro o de origen, todo se convierte en discurso -a condición de entenderse acerca de esta palabra-, es decir, un sistema en el que el significado central, originario o trascendental no está nunca absolutamente presente fuera de un sistema de diferencias. La ausencia de significado trascendental extiende hasta el infinito el campo y el juego de la significación.30 (Derrida, Lécriture et la différence 411)
La différance, entonces, supone un modo de entender la lengua que deconstruye el sistema saussureano y, por lo tanto, los fundamentos del estructuralismo y la crítica literaria que depende o se vincula con este modelo teórico y metodológico.
Aquello que sobrevive del complejo término en Ludmer es la idea del juego de la significación: en Clases 1985 explica el lenguaje en Derrida como juego de diferencias a partir de la lectura que el filósofo realiza de la lingüística de Saussure. Además, llama la atención sobre la concepción del lenguaje como repetición que nunca es "repetición pura", como cita y red de diferencias (224), y este parece ser el modo crítico de Ludmer en el libro de 1988: el género gauchesco se define por el uso de la voz diferencial del gaucho y es una serie de vueltas en los sentidos de los usos diferenciales.
Si los gauchos sirven, la voz tiene un sentido y un uso posible en la literatura; si no son usables, si se sustraen como Facundo, la voz "gaucho" tiene un sentido negativo. El género se sitúa entre los dos sentidos para pensar su diferencia en los usos diferenciales de las voces. Y la lógica de los usos da otra vuelta más: el género explora el sentido de la voz "gaucho" en y por el uso de la palabra del gaucho, y ese uso es a la vez el uso del gaucho, el otro de los sentidos o definiciones del género. El género es un tratado sobre los usos diferenciales de las voces y palabras que definen los sentidos de los usos de los cuerpos (Ludmer, El género gauchesco 31). La diferencia, sostiene Ludmer, está puesta de entrada y es lo primero que se escribe (El género gauchesco 73).31
A modo de conclusión, recapitulamos los nudos que constituyen las relaciones de pasajes entre Derrida y Ludmer más presentes en Clases 1985 y El género gauchesco. Un tratado sobre la patria; en principio hemos desarrollado el vínculo entre literatura, límite y ley en Derrida y Ludmer, específicamente la asociación entre límite, ley y género en el modo de asediar la gauchesca. Luego, desarrollamos la presencia de la idea de "marco" de Derrida y sus efectos de separación y autorreferencia en los textos del género gauchesco. Para explicitar la cuestión de la autorreferencialidad, la indecibilidad y la ambigüedad nos hemos referido a la concepción derrideana del significado y nos detuvimos en la lectura que Ludmer lleva a cabo de Fausto para dar cuenta de la importancia del deseo de intervención política en su reapropiación de algunas formulaciones de la deconstrucción. En este sentido, planteamos la hipótesis, del sincretismo teórico como modo de uso particular. Por todo lo expuesto, se demuestra la relevancia que ha tenido la teoría derrideana en uno de los libros más importantes de una figura insosayable en la crítica argentina, y si se consideran las clases de su seminario de 1985, la importancia del pensamiento de Jacques Derrida en la institucionalización de la teoría y la crítica literaria en Argentina en el periodo de la vuelta de la democracia.
El género gauchesco. Un tratado sobre la patria es la publicación más influida por la perspectiva teórica derrideana en la obra de Josefina Ludmer. En sus obras posteriores la adscripción derrideana disminuirá paulatinamente: en El cuerpo del delito, un manual de 1999 se reduce a un capítulo que retoma las reflexiones del filósofo francés sobre la verdad, la ficción y el dinero; y en su último libro Aquí América Latina. Una especulación, del 2010, la referencia a Derrida se confina a pocas notas al pie.