Introducción
El 18 de octubre de 2019, Santiago se vio envuelta en protestas masivas provocadas por un aumento en las tarifas del metro, que rápidamente se extendieron por todo el país. Las estaciones de metro fueron sitiadas y, en una secuencia cada vez mayor de acontecimientos que actualmente se está investigando, ciertas estaciones fueron incendiadas deliberadamente, lo que provocó daños sustanciales. La violencia se extendió a las calles, donde se saquearon supermercados, farmacias y otros negocios. La escalada del caos obligó al gobierno a cerrar todo el sistema de metro, dejando a los pasajeros varados teniendo que soportar largas caminatas de regreso a casa. Al día siguiente, el presidente de derecha Sebastián Piñera declaró el estado de emergencia e impuso un toque de queda, inicialmente en Santiago y luego en muchas otras ciudades del país. El ejército salió a las calles con el objetivo de restablecer el orden. La intensidad de la violencia y la destrucción, junto con la respuesta del gobierno de Piñera, dejaron a la nación en estado de shock. Si bien Chile había experimentado crecientes protestas desde el surgimiento del movimiento estudiantil en 2011 (Donoso & von Bülow, 2017), la escala de estas manifestaciones no tenía precedentes. Tras un período de casi un mes de extensas protestas callejeras en 2019, los partidos políticos representados en el Parlamento se unieron y forjaron un acuerdo para iniciar un proceso constitucional como forma de salir de la crisis política.
Cuando el país se paralizó, tanto académicos como expertos establecieron paralelismos con el movimiento ¡Qué se vayan todos! (protestas que ocurrieron en Argentina casi dos décadas antes). A lo largo de varios meses, las protestas contra la corrupción en la Corte Suprema impulsaron los esfuerzos coordinados de sindicatos, partidos políticos y movimientos sociales en su búsqueda de la democratización judicial. Posteriormente, el agotamiento de las reservas de dólares y la negativa del Fondo Monetario Internacional a apoyar al gobierno argentino resultaron en el cierre de bancos y la pérdida de ahorros personales mantenidos en dólares. La gravedad de la situación llevó a los ahorristas bancarios a participar activamente en las protestas, y el movimiento piquetero, compuesto por desempleados pobres, jugó un papel clave al proporcionar un amplio marco de acción colectiva, que criticaba la marginación de sectores vulnerables como resultado de las políticas neoliberales (Rossi, 2017). La culminación de estas crecientes tensiones llegó cuando, durante una semana de saqueos a supermercados en las principales ciudades, el gobierno declaró el estado de sitio en diciembre de 2001. La población reaccionó con vehemencia a esta decisión autoritaria, lo que provocó una agitación social y un rechazo generalizado. El presidente de centroderecha Fernando de la Rúa renunció después de dos días de intensas protestas, durante las cuales la policía mató a casi 40 personas (Schuster et al., 2002).
Las interacciones entre los movimientos sociales y los partidos políticos son de importancia crítica para comprender los acontecimientos políticos pos-transicionales en Chile y Argentina. Pero no se trata de casos aislados. En las últimas décadas, los movimientos sociales han surgido a nivel mundial, dando lugar a protestas y manifestaciones sobre una amplia gama de temas. Estos movimientos han tenido importantes implicaciones políticas al desafiar las estructuras de poder tradicionales y allanar el camino para nuevos actores políticos. En ciertos países, incluidos España y Grecia, los partidos-movimiento han resurgido a medida que los activistas se esfuerzan por establecer nuevas formaciones políticas que puedan representar mejor sus intereses (Della Porta et al., 2017). En otros países, como el Reino Unido, los movimientos sociales han tenido un impacto en la dinámica interna de los partidos establecidos, lo que llevó a Momentum de izquierda a ganar una tracción significativa dentro del Partido Laborista (Avril, 2018). En América Latina, los movimientos sociales han dirigido frecuentemente sus esfuerzos a abordar cuestiones de desigualdad, corrupción y derechos humanos, con el objetivo de desafiar y transformar el status quo político y económico imperante. En los últimos años, los movimientos sociales han desafiado a los partidos políticos existentes y han ganado poder rápidamente en países como Bolivia, Chile, Ecuador y otras partes de América Latina. En general, el auge de los movimientos sociales ha ejercido presión sobre las estructuras de poder tradicionales y ha creado nuevas oportunidades para el cambio político.
Si bien la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos ha sido un tema de debate de larga data en los estudios sobre movimientos sociales, la literatura existente se ha centrado principalmente en las formas en que los movimientos sociales pueden influir en el proceso de formulación de políticas y cómo podrían transformarse en partidos políticos. Sin embargo, en el contexto de conexiones cada vez más entrelazadas, una cuestión que ha recibido relativamente menos atención es cómo se desarrolla esta relación en el ámbito de las protestas (Hutter, 2013).
En este artículo nos centramos en la relación entre movimientos sociales y partidos políticos, pero en el contexto específico de las manifestaciones. Investigamos si los partidos políticos están participando en las protestas y cómo los manifestantes perciben la participación de los partidos políticos en estas protestas. Abordamos este tema centrándonos en Argentina y Chile, donde ha habido oleadas masivas de protestas en los últimos años con diferentes roles desempeñados por los partidos políticos. Nos basamos principalmente en las 1935 encuestas realizadas como parte del proyecto Caught in the Act of Protest: Contextualizing Contestation (ccc). Estas encuestas cubren demostraciones entre 2015 y 2017 y adaptaron una metodología estandarizada, definida por la red del proyecto, a los contextos argentino y chileno. Esto se complementa con literatura secundaria que nos permite ilustrar el papel que desempeñan los partidos políticos en las protestas sociales y el uso que hacen de los repertorios y las estrategias de movimiento para promover sus objetivos políticos. Identificamos una marcada presencia de partidos políticos en eventos de protesta en Argentina, pero no en Chile. Además, nuestros hallazgos indican una relación más estrecha entre los partidos políticos y los manifestantes en Argentina en comparación con Chile, tanto en términos de participación activa como de niveles de confianza. Buscamos vincular este resultado con patrones históricamente arraigados de dinámicas de protesta en cada país y profundizamos en las implicaciones de nuestros hallazgos en la conclusión.
Movimientos sociales y partidos políticos: ¿qué pasa en la arena de la protesta?
Tanto la ciencia política como la sociología política distinguían tradicionalmente entre política institucional y no institucional (Goldstone, 2003; Giugni, 2004). Mientras que la primera se refiere a la actividad política que tiene lugar dentro de estructuras políticas establecidas, como organismos gubernamentales o partidos políticos, la política no institucional se refiere a la actividad política que ocurre fuera de esas estructuras, como protestas o campañas de base. Durante mucho tiempo se sostuvo que la política institucional era más eficaz a la hora de aprobar leyes y crear políticas públicas, mientras que la política no institucional contribuía a crear conciencia, movilizar el apoyo público y presionar a los políticos para que actuaran.
Sin embargo, en investigaciones recientes, ha habido un consenso creciente sobre la naturaleza complementaria de la política institucional y no institucional como medio para impulsar agendas políticas (Abers & Keck, 2013; Banaszak, 2009; Borbáth & Hutter, 2022; Goldstone, 2003; Rich, 2019; Rossi, 2017; Tarrow, 2021). Esto ha sido reconocido por académicos que estudian cómo los partidos políticos impulsan el cambio de políticas, las formas en que los movimientos sociales impactan las diversas etapas del proceso de formulación de políticas (e.g., Giugni 2004; Uba & Bosi, 2009; King et al., 2007) y el destino de los partidos políticos originados en movimientos recientemente surgidos (e.g., Della Porta et al., 2017; Anria, 2018). La influencia mutua entre los movimientos sociales y los partidos políticos no solo significa que a menudo colaboran en la tarea de impulsar el cambio social. También significa que las formas en que actúan son cada vez más similares.
Hace mucho tiempo, Meyer y Tarrow (1998) argumentaron convincentemente que las protestas se habían convertido en una parte normal de las sociedades democráticas y del juego político. Sin embargo, como afirma Borbáth, la tesis sobre la normalización de la protesta "se centró principalmente en el grado en que las formas no institucionales se convencionalizaron" (Borbáth, 2023, p. 1). Se sabe menos sobre el uso que los actores institucionales, como los partidos políticos, hacen de las protestas (pero véase, Semenov et al., 2016; Somma, 2018; Borbáth & Hutter, 2021; Lewis, 2021). De hecho, como sostienen Borbáth y Hutter: "las fuerzas impulsoras clave [de la transformación del sistema de partidos] pueden no solo haber cambiado en términos programáticos sino también en la forma organizativa y el repertorio de acción" (Borbáth & Hutter, 2021, p. 896). En pocas palabras, los partidos políticos también pueden estar transformándose al incorporar elementos típicamente asociados con los movimientos sociales. La participación de los partidos políticos en las manifestaciones está estrechamente ligada a su aceptación o no. Por lo tanto, otro aspecto crucial a explorar -al analizar las conexiones entre movimiento y partido en el ámbito de la protesta- es cómo los manifestantes perciben a estos partidos y el nivel de identificación que sienten con ellos.
En este artículo analizamos estas cuestiones a partir de los casos de Argentina y Chile. Como se señaló en la introducción, estos países han experimentado oleadas de protestas masivas que ilustran las relaciones divergentes entre movimiento y partido. En Chile, después de casi un mes de protestas callejeras generalizadas en 2019, los partidos políticos representados en el Parlamento se reunieron y llegaron a un acuerdo para iniciar un proceso constitucional. Este acuerdo integral abarcó varios componentes clave, incluido un plebiscito para determinar si se debía adoptar una nueva constitución, la elección de miembros de la Asamblea Constituyente y un plebiscito posterior para votar sobre la propuesta constitucional formulada por la Asamblea. Este acuerdo demostró la voluntad de los partidos políticos establecidos de crear vías institucionales para abordar la crisis política. Esto contrastó marcadamente con la notable ausencia de participación de los partidos políticos durante las protestas de octubre y noviembre de 2019. Las protestas fueron simbolizadas por el poderoso lema "No son 30 pesos, son 30 años", el cual criticaba intencionadamente las políticas de todos los gobiernos desde la restauración de la democracia en 1990. De hecho, la desconexión entre los movimientos sociales y los partidos políticos, especialmente con aquellos partidos políticos de centro izquierda que formaban parte de la Concertación, en el gobierno entre 1990 y 2010, había sido cada vez más evidente desde la ola de protestas iniciada por el movimiento estudiantil en 2011 (Bargsted & Somma, 2016; Somma & Medel, 2017). Este fue el resultado de un marcado proceso de desmovilización tras el restablecimiento de la democracia en 1990 (Delamaza, 2014) debido a los temores a una reversión autoritaria (Donoso & von Bülow, 2017).
En Argentina, por otro lado, el colapso del Gobierno nacional en 2002 resultó en una serie de presidencias sucesivas y de corta duración que carecieron de legitimidad democrática. El surgimiento de un movimiento de base organizado a través de asambleas buscó reformar completamente a la élite gobernante, además de organizar protestas generalizadas a golpe de cacerolas (Rossi, 2005).
En respuesta a este período tumultuoso, el peronismo y otros partidos políticos tomaron la decisión sin precedentes de nombrar un presidente interino. Eduardo Duhalde asumió el cargo con cuestionable legitimidad democrática y legalidad constitucional, gobernando por poco más de un año. Sin embargo, su renuncia fue finalmente provocada por las perturbaciones coordinadas, orquestadas por el movimiento asambleario, compuesto principalmente por la clase media urbana, y el movimiento piquetero. La renuncia de Duhalde se produjo tras el asesinato policial de dos piqueteros y fue seguida por una elite dividida que convocó a elecciones. En 2003, Néstor Kirchner se convirtió en el presidente más débil de la historia reciente de Argentina, con menos del 25% de los votos en la primera vuelta. Para establecer su legitimidad, Kirchner buscó construir relaciones sólidas con los principales movimientos sociales de este período polémico. Este proceso dio lugar a lo que Rossi ha denominado el proceso de "reincorporación" (Rossi, 2015; 2017), que condujo al desarrollo de conexiones sólidas entre partidos y movimientos políticos en el contexto de una creciente centralidad de la política territorializada.
En resumen, estos desarrollos contrastantes entre Chile y Argentina han significado que los movimientos sociales argentinos hayan estado activamente comprometidos con partidos políticos, sindicatos y varias otras organizaciones sociales, mientras que Chile se ha caracterizado más bien por un sistema de partidos altamente institucionalizado, que permaneció separado del resto de la sociedad hasta el ciclo de protestas de 2006 a 2020. Sostenemos que, profundizar en la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos, en el caso específico de las manifestaciones callejeras, puede ayudarnos a arrojar luz sobre la compleja relación entre los actores institucionales y no institucionales en estos dos países. Identificar estas dinámicas también podría contribuir a comprender mejor cómo estos patrones de participación dan forma a los resultados políticos.
Metodología
En este artículo nos basamos en datos de encuestas que recopilamos siguiendo la metodología desarrollada por la red Caught in the Act of Protest: Contextualizing Contestation (CCC). Esta metodología es particularmente útil para encuestar a los participantes en manifestaciones de protesta (van Stekelenburg et al., 2012). Los datos permitieron identificar la presencia de partidos políticos en las protestas callejeras. Al seleccionar un número determinado de manifestantes siguiendo un procedimiento de muestreo cuasi sistemático, la metodología CCC garantiza que cada participante tenga una probabilidad similar de ser abordado por el equipo de encuesta. Esto permite recopilar información más confiable sobre aspectos centrales del proceso de movilización, que normalmente no se registran en las encuestas de población general.
Para adaptar esta metodología a los contextos argentino y chileno, los equipos de encuesta se desviaron del modelo europeo original al realizar entrevistas cara a cara en lugar de utilizar un cuestionario postal. Este cambio se realizó debido a la baja tasa de respuesta anticipada, si se utilizara el correo en América Latina. Sin embargo, el cuestionario de la encuesta y parte de la selección de temas cubiertos en las manifestaciones siguieron siendo los mismos que la metodología original del CCC. Examinamos protestas que se organizaron en torno a cuatro temas: derechos LGBTIQ, educación, relaciones laborales y derechos humanos. Los equipos europeos también cubrieron los derechos LGBTIQ y las relaciones laborales. Las protestas sobre educación y derechos humanos fueron seleccionadas por su "equivalencia funcional" a las manifestaciones incluidas en el proyecto original, y por su importancia en los contextos nacionales. En general, la metodología CCC proporciona una herramienta valiosa para estudiar los procesos de movilización de protestas. Al recopilar datos en el momento de la protesta, se minimiza el sesgo de memoria y se puede obtener información más precisa sobre las motivaciones y actitudes de los participantes. Nuestro análisis se basa en 1935 encuestas realizadas en manifestaciones entre 2015 y 2017. Realizamos encuestas en ocho manifestaciones diferentes (cuatro en Argentina y cuatro en Chile sobre cada tema).
Manifestaciones callejeras en Argentina y Chile
Existe una diferencia clave entre los partidos políticos argentinos y chilenos en su relación con los manifestantes. En una manifestación típica en Chile no habrá pancartas de los partidos políticos y cada vez más se escucha a los manifestantes exclamar "El Pueblo unido, avanza sin partidos". Esta imagen contrasta fuertemente con la cultura de protesta en Argentina, donde siempre habrá partidos, sindicatos y movimientos con sus pancartas, símbolos oficiales, canciones y estilos de protesta uniéndose y, también, con personas participando sin afiliación orgánica a ninguna organización. Las calles incluirán vendedores informales de comida, editoriales de libros independientes y activistas, artesanos que venden mercancías políticas, distribución de periódicos partidistas, panfletos de partidos, sindicatos y movimientos, radios al aire libre, acciones artivistas de exposiciones fotográficas o intervenciones en edificios públicos, entre varias otras acciones coordinadas.
Esta evidencia anecdótica y el objetivo de contribuir a los estudios existentes sobre las relaciones entre movimiento y partido nos obligaron a examinar este asunto en Chile y Argentina. Con base en los datos descritos anteriormente, encontramos que los partidos políticos argentinos están mucho más presentes en el ámbito de la protesta que sus pares en Chile. En concreto, suelen participar en la organización y participación en manifestaciones. Esto contrasta con los partidos políticos chilenos, que tienen menos probabilidades de tener una presencia visible en las protestas callejeras y rara vez se mencionan cuando preguntamos a los manifestantes sobre las organizaciones detrás de una manifestación. Esta diferencia está respaldada por datos tanto cuantitativos como cualitativos. Nuestra encuesta preguntó explícitamente a los manifestantes: "¿Podrían decirme qué organizaciones convocaron esta manifestación?". Registramos muy pocos nombres de partidos políticos en Chile. Además, durante las manifestaciones que cubrimos en el estudio, buscamos y registramos activamente carteles y banderas que hicieran referencia a partidos políticos. Pronto nos dimos cuenta de que esto era común en las manifestaciones en Argentina, pero no en Chile. La única excepción fue la manifestación del Primero de Mayo, en la que se pudieron ver banderas de los partidos Socialista y (especialmente) Comunista de Chile. Estas impresiones para Chile son consistentes con investigaciones anteriores, que encontraron que la participación de los partidos en protestas callejeras solo estuvo presente en el 6% de todos los eventos de protesta entre 2000 y 2012 (Somma, 2018).
De hecho, los resultados de nuestra encuesta sugieren que los partidos políticos en Argentina tienen vínculos más fuertes con los manifestantes en comparación con sus pares chilenos. La tabla 1 muestra esto, al considerar tres indicadores de vínculos entre ciudadanos y partidos disponibles en la encuesta: participación en partidos políticos durante los últimos 12 meses, según lo informado por el encuestado; confianza en los partidos políticos en general; y cercanía a un partido político específico (en caso de que el encuestado mencionara dicho partido). Estos tres indicadores miden vínculos actitudinales y conductuales con los partidos y, por lo tanto, proporcionan diferentes puntos de entrada empíricos a nuestro tema.
La tabla 1 muestra que un mayor porcentaje de manifestantes argentinos se han involucrado con un partido político durante el último año. En concreto, un 43% de los manifestantes argentinos frente al 35% de los manifestantes chilenos afirmaron estar involucrados de alguna manera en algún partido político en los últimos 12 meses. Además, el 34% de los argentinos declaró participar activamente en algún partido político, mientras que solo el 25% de los chilenos lo hizo.
Argentina | Chile | |
---|---|---|
Participación en partidos políticos, últimos 12 meses (%) | ||
No mencionado | 57 | 65 |
Miembro pasivo / apoyador financiero | 9 | 10 |
Miembro activo | 34 | 25 |
Total | 100 | 100 |
Confianza en los partidos políticos (%) | ||
Nada | 14 | 42 |
No mucho | 25 | 24 |
Un poco | 35 | 19 |
Bastante | 17 | 10 |
Mucho | 9 | 5 |
Total | 100 | 100 |
Cercanía a un partido político (%) | ||
No se menciona ningún partido | 26 | 45 |
No muy cerca | 4 | 8 |
Bastante cerca | 21 | 13 |
Muy cerca | 49 | 35 |
Total | 100 | 100 |
Fuente: elaboración propia, con base en las encuestas CCC en Argentina y Chile.
La ausencia de partidos políticos en las manifestaciones en Chile podría atribuirse a la falta de confianza en ellos por parte de los manifestantes. Según la tabla 1, el 42% de los manifestantes chilenos expresaron que no confían en absoluto en los partidos políticos. Esto puede explicar por qué los partidos no se sienten bienvenidos en los eventos de protesta. En comparación, solo el 14% de los manifestantes en Argentina desconfía de los partidos. De manera similar, según nuestras encuestas, solo el 48% de los manifestantes chilenos se sienten bastante o muy cercanos a un partido político, mientras que el 70% de los manifestantes en Argentina lo hacen.
Más allá de estas diferencias básicas, en ambos países, más del 90% de las personas que se alinean con un partido político o coalición discernible (excluyendo a "otros" y aquellos que no especifican un partido) tienden a favorecer a los partidos políticos de izquierda. Esto incluye a los socialdemócratas, los partidos de izquierda de los socialdemócratas y los comunistas. Sin embargo, existen variaciones notables entre los dos países en la distribución de estas tres categorías. En Chile, el Partido Comunista desempeña un papel importante: el 58% de las personas identificadas como partidistas lo mencionan, en comparación con el 22% de los partidos socialistas o socialdemócratas y apenas el 13% de los partidos ubicados a la izquierda de los partidos socialdemócratas. Por otro lado, en Argentina, el 56% menciona partidos peronistas (clasificados como socialdemócratas para comparaciones internacionales), mientras que el 39% menciona partidos posicionados a la izquierda de los peronistas y solo el 3% menciona partidos comunistas.
En ambos casos, estas diferencias pueden atribuirse a los esfuerzos de dichos partidos por mantener sus raíces en las organizaciones del sector popular desde la transición a la democracia. En Chile, el estatus outsider del Partido Comunista desde 1990 hasta el segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018) facilitó este esfuerzo, ya que permitió al partido posicionarse como el único partido de izquierda conectado con las demandas populares. En Argentina, el predominio del movimiento peronista en la cultura política de los sectores populares se debe a la presencia territorializada permanente en los barrios pobres y al control de la mayoría de los sindicatos. El hecho de que los sindicatos en Chile estén separados del sistema de partidos y aliados de los comunistas podría explicar la centralidad que este partido otorga a su apego a la política callejera. En cambio, en Argentina la explicación se debe a lo contrario: la política se organiza en la competencia entre una serie de partidos liberales de centro derecha y un movimiento social -los peronistas- con una multiplicidad de actores que son cruciales para la política nacional. El movimiento peronista contiene múltiples actores de base, movimientos sociales, sindicatos, medios de comunicación independientes y comerciales, centros culturales y partidos políticos. Esto posiciona a los partidos peronistas simplemente como un instrumento electoral de un movimiento social más amplio y complejo sostenido en el diálogo entre la política institucional y la política callejera (Rossi, 2022).
Además, investigamos si existen diferencias en el papel de los partidos políticos en Chile y Argentina en los cuatro temas abordados en las manifestaciones (trabajo, educación, derechos humanos y LGBTIQ). Ciertos temas han sido liderados por organizaciones de movimientos sociales que tienen vínculos más fuertes con los partidos políticos. Esto podría indicar que los partidos políticos tienen una mayor influencia en algunos temas que en otros y pueden ser más propensos a alinearse con movimientos sociales particulares dependiendo de su posicionamiento ideológico. Examinar estas variaciones en el papel de los partidos políticos podría proporcionar información valiosa sobre la dinámica del cambio social y político en los dos países. Específicamente, como se muestra en la tabla 2, encontramos en los mismos tres indicadores que las manifestaciones centradas en cuestiones laborales están más estrechamente vinculadas a los partidos políticos en ambos países. Por ejemplo, el 57% de los manifestantes laborales informaron haber estado involucrados con partidos políticos (pasiva o activamente) durante los doce meses anteriores a la encuesta. Las cifras son considerablemente más bajas en otros temas: 43% (educación), 33% (derechos humanos) y 14% (manifestantes LGBTIQ).
LGBTIQ | Trabajo | Educación | Derechos Humanos | |
---|---|---|---|---|
Participación en partidos políticos, últimos 12 meses (%) | ||||
No mencionado | 85 | 43 | 56 | 66 |
Miembro pasivo / apoyador financiero | 6 | 12 | 12 | 6 |
Miembro activo | 8 | 45 | 31 | 27 |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 |
Confianza en partidos políticos (%) | ||||
Nada | 43 | 19 | 24 | 32 |
No mucho | 27 | 21 | 28 | 23 |
Un poco | 18 | 31 | 30 | 27 |
Bastante | 8 | 21 | 12 | 11 |
Mucho | 4 | 8 | 6 | 8 |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 |
Cercanía a un partido político (%) | ||||
Ningún partido es mencionado | 44 | 22 | 39 | 40 |
No muy cercano | 13 | 2 | 5 | 7 |
Bastante cercano | 22 | 13 | 20 | 14 |
Muy cercano | 20 | 63 | 36 | 40 |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 |
Fuente: elaboración propia, con base en las encuestas CCC en Argentina y Chile.
Esto no es sorprendente, históricamente los movimientos laborales han tenido vínculos más fuertes con los partidos políticos, ya que buscan defender los derechos e intereses de los trabajadores dentro del sistema político. Por otro lado, los manifestantes LGBTIQ son los menos conectados con los partidos políticos. Esto podría deberse a que las cuestiones LGBTIQ tradicionalmente han sido ignoradas por la política partidista hasta hace muy poco, ya que los conflictos redistributivos aún estructuran gran parte de la competencia entre partidos. La misma tendencia se replica en relación con la confianza y la identificación con los partidos políticos (tabla 2). En temas de educación y derechos humanos, nuestros datos muestran que se encuentran en el medio del espectro en términos de conexiones con partidos políticos.
Nuestras encuestas también preguntaron a los manifestantes sobre sus patrones de votación, otro indicador clave de sus conexiones con los partidos (tabla 3). Los manifestantes laboristas son los votantes más frecuentes: considerando ambos países en conjunto, el 82% de ellos afirmó haber votado en las últimas elecciones. Esta cifra sugiere que los manifestantes están utilizando diversos medios para expresar sus opiniones políticas, incluida la participación en manifestaciones y la emisión de su voto durante las elecciones. Curiosamente, los manifestantes sindicales votan en proporciones similares en Argentina (85 %) y Chile (80%) (no se muestra en la tabla 3), lo que sugiere que los manifestantes sindicales chilenos no están separados de la política partidista, como sí lo están para otros temas en Chile (Somma et al., 2020; Medel et al., 2023). En ambos países, los manifestantes por otros temas mostraron niveles notablemente más bajos de comportamiento electoral que los manifestantes laborales, oscilando entre el 58% (derechos humanos) y el 61% (educación).
LGBTIQ | Trabajo | Educación | Derechos Humanos | |
---|---|---|---|---|
Sí | 59 | 82 | 61 | 58 |
No | 38 | 14 | 31 | 28 |
Sin respuesta | 3 | 3 | 8 | 15 |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 |
Fuente: elaboración propia, con base en las encuestas CCC en Argentina y Chile.
En resumen, las diferencias encontradas en las manifestaciones en Chile y Argentina expresan patrones de protesta que han resultado de la relación entre movimientos sociales y partidos políticos desde la transición a la democracia. Si bien los datos de la encuesta proporcionan solo una fotografía estática de este patrón, ofrecen información sobre posibles vías para futuras investigaciones. Estas vías deben abarcar un análisis de las variaciones en los escenarios de protesta, los problemas en cuestión, los reclamos específicos respaldados por los partidos políticos y muchos otros factores que pueden contribuir a una comprensión más integral de la relación entre los partidos y los manifestantes.
Conclusiones
Las recientes oleadas de protestas en todo el mundo han remodelado significativamente las agendas políticas y, en términos más generales, el ámbito político. Un número creciente de académicos ha estudiado lo que esto ha implicado en términos de resultados de políticas, creación de nuevos actores y remodelación de los antiguos, y las perspectivas de cambio social. Este artículo abordó una dimensión menos estudiada de la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos, a saber, cómo estos últimos participan y son percibidos en el ámbito de la protesta. La presencia y el nivel de participación de los partidos políticos en las protestas callejeras pueden proporcionar información sobre sus estrategias y tácticas para lograr sus objetivos. Examinar
hasta qué punto los manifestantes perciben a los partidos políticos como un aliado cercano también es fundamental para comprender las perspectivas de formación de coaliciones. Explorar estos vínculos, en el caso específico de las manifestaciones, puede revelar hasta qué punto los partidos políticos ven la participación en las protestas como un medio valioso para lograr sus objetivos. Sin embargo, nuestros datos también plantean la pregunta de por qué el movimiento sindical en Chile no siguió la tendencia nacional general de desconexión con los partidos políticos. Por el contrario, en el caso de Argentina, los datos muestran una interacción más estrecha entre la política partidista y la política callejera. En ambos países esto podría explicarse por sus tipos de competencia electoral dentro y fuera de los partidos políticos. Esto resalta la importancia de continuar explorando los factores históricos, culturales y políticos específicos que pueden haber influido en las diferentes relaciones a nivel nacional entre movimientos sociales y partidos políticos.
Si bien los datos de la encuesta permiten vislumbrar momentáneamente este patrón, arrojan información valiosa que puede allanar el camino para futuras vías de investigación. Investigaciones futuras podrían combinar datos sobre manifestaciones de encuestas (como las utilizadas aquí) con datos de análisis de eventos de protesta. Esto último permite rastrear cambios a lo largo del tiempo, en la medida en que los partidos se presentan a las manifestaciones, y explorar variaciones en la movilización partidaria en todo el territorio nacional. Las entrevistas cualitativas con líderes de partidos y movimientos podrían arrojar luz sobre las relaciones orgánicas entre partidos y movimientos y sus percepciones recíprocas. Además, los estudios de caso sobre nuevos partidos populistas de derecha o izquierda podrían contribuir a este tema general, ya que tanto los partidos populistas como los movimientos sociales comparten el objetivo común de conectarse con los agravios populares (aunque lo persiguen de diferentes maneras).