La mayoría de los países sudamericanos tienen muchas cosas en común desde el punto de vista estructural: alta desigualdad de riqueza y de ingresos; elevados índices de informalidad laboral y de pobreza, reprimarización de la economía, fuerte deterioro ambiental, mayor apertura financiera que comercial, desindustrialización temprana, tendencia al estancamiento económico, muy elevado nivel de violencia, desconfianza en las instituciones debida a la corrupción y el clientelismo, ambigua relación con los movimientos evangélicos fuertemente implantados (Salama, 2020). Brasil comparte todas estas características. Y son, em cierto modo, las diez plagas de Brasil. A esto se suma una historia política que revela una frágil construcción de la democracia (la nostalgia de algunos por el periodo dictatorial de finales de los sesenta a finales de los setenta- la apertura de 1979- y el ruido de botas militares que se vuelve a escuchar antes de las elecciones de octubre de 2022).
Ese es el contexto general. Este artículo hace un balance económico de la presidencia de Bolsonaro (1 de enero de 2019-1 de enero de 2023). En la primera parte se analiza el triángulo de incompatibilidades: pronunciada desigualdad de ingresos-reprimarización de la economía-fuerte crecimiento económico -y si se añade el medio ambiente se tendría la imposible cuadratura del círculo- cuyo resultado es el estancamiento económico, el mantenimiento de las desigualdades y, con el aumento acelerado de los precios en 2022, el deterioro del nivel de vida, sobre todo de los más pobres; así como los graves daños al medio ambiente causados por el aumento de la deforestación.
Dos hechos imponderables1 -la pandemia y la guerra de Ucrania- sacuden a una economía ya "enferma", y revelan la crisis estructural que vive Brasil. También revelan los puntos de inflexión en el funcionamiento del mercado laboral. Y son sorpresas que suscitan preguntas. Estas sorpresas se analizan en la segunda parte.
UNA ECONOMÍA A LA DERIVA
Aunque la tasa de crecimiento fue algo mayor durante la presidencia de Lula (enero de 2003-enero de 2011), el promedio anual ha sido bajo durante cuatro décadas. La reprimarización se acelera con la deforestación de la selva amazónica y su daño al medio ambiente y a la vida de los indígenas que la habitan es cada vez más grave. La desindustrialización continuó durante la presidencia de Bolsonaro.
1996 | 2,2 | 2003 | 1,1 | 2011 | 4,0 |
1997 | 3,4 | 2004 | 5,8 | 2012 | 1,9 |
1998 | 0,3 | 2005 | 3,2 | 2013 | 3,0 |
1999 | 0,5 | 2006 | 4 | 2014 | 0,5 |
2000 | 4,4 | 2007 | 6,1 | 2015 | -3,5 |
2001 | 1,4 | 2008 | 2016 | -3,3 | |
2002 | 3,1 | 2009 | -0,1 | 2017 | 1,3 |
2003 | 1,1 | 2010 | 7,5 | 2018 | 1,8 |
Fuente: IBGE (2021).
2019 | 2020 | 2021e | 2022p | 2023p | |
Tasa de crecimiento | 1,2 | -3,9 | 4,9 | 1,4 | 2,7 |
El PIB se mide al precio promedio de mercado (2010-2019) convertido en dólares a la tasa de cambio promedio de ese periodo.
e: estimada, p: prevista. Dado un hecho imponderable (guerra de Ucrania), la tasa de crecimiento de 2023 puede ser menor que la prevista. El Banco Morgan estima un crecimiento del 0,5%.
Fuente: World Bank (2022, p. 86).
Una política social de redistribución del ingreso a favor de las personas más modestas y pobres (subsidio familiar, ayuda a la vivienda, "Hambre Cero" 2) y un esfuerzo en educación que favorezca el acceso de los más pobres a la universidad, como los que se ejecutaron bajo las presidencias de Luiz Inácio Lula y Dilma Rousseff (enero de 2011-agosto de 2016, destituida de su cargo), son deseables y necesarios, pero tienen un efecto relativamente limitado si el crecimiento no se reanuda en forma significativa y sostenible. Cuanto menor sea la tasa de crecimiento menos probable será que un niño nacido en la pobreza no sea pobre cuando llegue a la edad adulta. La principal consecuencia social de una baja tasa promedio de crecimiento del PIB a largo plazo es, por tanto, una baja movilidad social que una política de transferencias sociales y educación apenas puede contrarrestar.
La crisis de 2015-2016 es la más grave que Brasil ha experimentado desde la década de 1930. A diferencia de otras crisis del pasado, la salida de la crisis no dio lugar a una fuerte recuperación. Fue débil: tasas de crecimiento muy bajas. Después, la pandemia de 2020 reveló sus problemas estructurales3.
¿Por qué una tasa de crecimiento tan baja durante un largo periodo? ¿Se debe a las grandes desigualdades de ingresos y riqueza, a la reprimarización y la desindustrialización y, en últimas, a la falta de políticas industriales que permitan el surgimiento de sectores dinámicos a nivel internacional?
¿LA ALTA DESIGUALDAD DE INGRESOS ES UN LASTRE PARA EL CRECIMIENTO?
La desigualdad de ingresos es muy alta. El coeficiente de Gini4es de alrededor de 54 en una escala de 0 a 100. Después de los impuestos directos y de las transferencias de ingreso a los más pobres, el Gini baja unos dos puntos, mientras que en los países avanzados baja de 12 a 14 puntos debido a una política fiscal mucho menos regresiva y a mayores transferencias sociales que en Brasil. En contra de lo que se ha anunciado, es especial bajo las dos presidencias de Dilma Rousseff (enero de 2011-agosto de 2016), apenas ha bajado, pues las encuestas subestiman los ingresos de los más ricos. Cuando nos referimos a los ingresos declarados para los impuestos del 10% más rico y, por tanto, no nos limitamos a las declaraciones a la PNAD, no aparecen las bajas anunciadas en la desigualdad5 (gráfica 1).
Fuente: Morgan (2017). Estos datos son confirmados por la Cepal (2021b, p. 59), que para 2020 presenta un índice de Gini adicional de 0,69 que tiene en cuenta los intereses no distribuidos y ajustados automáticamente por las instituciones financieras a la cuenta de capital de los tenedores.
Según la Cepal (2021a), la desigualdad del ingreso disminuye ligeramente durante el periodo de la pandemia, medida por el Gini (que en 2017 fue de 0,534 y en 2020 de 0,520) o por quintiles. Esta es una paradoja porque, "normalmente", durante una crisis económica la desigualdad aumenta. El número de multimillonarios ha aumentado bajo el mandato de Bolsonaro y también su riqueza promedio. De las 104 personas más ricas de América Latina, 64 son brasileñas según datos de Forbes recogidos por la Cepal (2021b, p. 65). La riqueza de los multimillonarios brasileños corresponde al 16,1% del PIB del Brasil. Y su riqueza promedio, medida en dólares corrientes de 2020, es 136.849 veces mayor que la de la población adulta. Su riqueza disminuyó ligeramente entre 2019 y 2020 (un 21%), pero esta reducción fue más compensada con creces por el aumento del 52% entre 2020 y 2021.
Brasil tiene una distribución del ingreso muy desigual. La demanda de las clases trabajadoras y modestas está muy alejada de la de las clases medias y ricas. Incluso si se tiene en cuenta el tamaño de la población, el tamaño de las clases medias y ricas es demasiado pequeño en comparación con los segmentos de la oferta que producen los bienes duraderos de los que son los principales clientes, en especial porque con el progreso técnico el tamaño óptimo de la oferta en estos segmentos está creciendo. La rentabilidad en estos sectores es entonces demasiado baja, insuficiente en comparación con las oportunidades de inversión en construcción, finanzas y producción de materias primas. La discusión teórica se centra, por tanto, en la aparición y consolidación de comportamientos rentistas vinculados a este modelo de crecimiento excluyente. El tamaño del mercado interno es insuficiente, a pesar de la gran de población, para que los segmentos de oferta dinámicos sean suficientemente rentables. El aumento de la demanda de bienes y equipos durables se satisface con un aumento de sus importaciones de estos bienes y no con un aumento de la producción local, en especial cuando se relaja la restricción externa.
Con la globalización, la economía brasileña se abrió al comercio internacional, pero al final sigue siendo relativamente cerrada. El peso de sus exportaciones en las exportaciones mundiales es bajo y se mantiene estable. Pasó del 1% al 1,2% entre 1980 y 2012 (quizá algo más con el aumento del valor de las exportaciones de materias primas), mientras que el de China pasó del 1% al 12% en ese mismo periodo. En términos absolutos Brasil es más abierto que en los años setenta, pero en términos relativos su apertura es la misma. La restricción de la competitividad es más importante que antes, cuando el país era más proteccionista, pero la relajación de la restricción externa por el auge de las exportaciones de materias primas permite importar a precios menores que los de la producción nacional. Se podría pensar entonces que, debido a esta apertura las limitaciones de la oferta (una dimensión que aumenta con el progreso técnico) podrían levantarse parcialmente, como en Corea del Sur -un país con una población seis veces menor-, donde la demanda externa se suma la insuficiente demanda interna debida a la desigualdad del ingreso. La contradicción entre las dimensiones de la oferta y la demanda para los sectores dinámicos podría entonces resolverse. Pero no ha sido así, con la excepción de algunas empresas. Ha prevalecido el comportamiento rentista. El resultado es que la tasa de inversión es mediocre sobre todo si se compara con la de los países asiáticos y, paradójicamente, con la reducción de la desigualdad, aunque sea menor que la anunciadas ayer, y el crecimiento ha disminuido.
UN COMPORTAMIENTO RENTISTA REFORZADO POR LA REPRIMARIZACIÓN
Con respecto a las exportaciones mundiales, Brasil exporta cada vez más productos primarios que entre 1950 y 1990. Esta reprimarización de las exportaciones data de comienzos de la década de 2000, continúa en la presidencia de Bolsonaro y es un factor importante de vulnerabilidad, pues el valor de las exportaciones depende cada vez más de la demanda de materias primas sobre la que Brasil tiene poco control, ya que depende principalmente de la fuerte demanda de los países asiáticos, pero también de su volatilidad.
Según el MDIC (Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior), las exportaciones brasileñas de productos primarios corresponden a algo más de la mitad de las exportaciones totales en 2020: soya17%, petróleo y derivados del petróleo (excluyendo productos químicos) 13%, minerales 10%, carne 6%, papel y celulosa 4%, azúcar de caña 3%, café 2% y madera 1%. En comparación con los comienzos del siglo XX, las actuales exportaciones de materias primas son diferentes (mucha más soya y menos café) y se producen con tecnologías más sofisticadas (pesticidas, etc.).
Si nos limitamos a la soya en grano, observamos un fuerte aumento del volumen de exportación en millones de toneladas a partir de 2017, con una relativa estabilidad desde entonces, excepto en 2019. En cambio, los precios subieron bruscamente en 2021. De modo que el valor de estas exportaciones ha aumentado, como muestra el cuadro 4.
2016 | 2017 | 2018 | 2019 | 2020 | 2021* | 2022** | |
Volumen1 | 51,6 | 68,2 | 83,6 | 74,1 | 83,0 | 86,1 | 86,9 |
Precio medio2 | 375,0 | 377,0 | 397,0 | 352,0 | 344,0 | 449,0 | 530,0 |
Valor3 | 19,3 | 25,7 | 33,2 | 26,1 | 28,6 | 38,6 | 46,1 |
Valor harina3 | 5,8 | 5,2 | 5,0 | 6,7 | 5,9 | 5,9 | 7,6 |
Valor aceite3 | 1,2 | 0,9 | 1,0 | 1,0 | 0,7 | 0,8 | 1,4 |
1 Millones de toneladas; 2 Dólares por tonelada; 3 Miles de millones de dólares; * estimación, ** proyección.
Fuente: Associação Brasileira das Indústrias de Óleos Vegetais.
Las exportaciones totales (primarias e industriales) son relativamente diversificadas, igual que sus destinos; aunque las exportaciones a China y Asia tienen una importancia creciente (cuadro 5).
2019 | 2020 | 2021 | Variación 2021/2019 | |
China | 63,4 | 67,8 | 87,8 | 38,5% |
Asia | 93,2 | 99,3 | 130,2 | 39,7% |
Estados Unidos | 29,7 | 21,5 | 31,1 | 4,7% |
América del Sur | 28,0 | 22,7 | 34,0 | 21,4% |
Unión Europea* | 30,0 | 27,6 | 36,6 | 0,2 |
Total | 221,1 | 209,2 | 280,6 | 26,9% |
* Sin Reino Unido.
Fuente: Secretaria de Comercio Exterior.
Las exportaciones de materias primas son volátiles. Las publicaciones del FMI sobre materias primas indican que en los últimos diez años la magnitud de los auges es mayor que la de las caídas, pero que la duración de las caídas supera a la de los auges. La vulnerabilidad de un país que se (re)especializa en la exportación de materias primas es, entonces, alta, pues tiene poco control de esta evolución a veces brutal.
La reprimarización va acompañada de un deterioro del medio ambiente, bien sea por la expansión de la producción minera o de la agrícola. Aunque este artículo no puede entrar en detalles sobre este importante asunto, cabe destacar que puede hacer posible la aparición de nuevas pandemias, especialmente cuando se trata de la deforestación de la Amazonia, el pulmón del planeta (ver el recuadro siguiente).
La reprimarización puede llevar a la desindustrialización. Eso no sucede en todos los países, pero sí en Brasil. En un contexto internacional marcado por el auge de las economías asiáticas y de dependencia de ciertas materias primas, los beneficios de un retorno a la integración internacional centrada en su explotación y sus ventas son a menudo mayores que los que permite la explotación de la fuerza de trabajo en la industria, sobre todo cuando está sometida a una fuerte competencia y adolece de una competitividad insuficiente. Además, los beneficios de la financiarización desvían parte de la inversión en el sector industrial6. En suma, la tasa de inversión es baja, como hemos visto, lo que produce una desindustrialización relativa a largo plazo7.
Por su magnitud, las exportaciones de materias primas relajan la restricción externa y provocan una apreciación del real frente al dólar en términos reales (deflactada por un índice de precios). Esta apreciación estaría en el origen de la desindustrialización observada. Facilita las importaciones y las hace menos costosas en reales, mientras que penaliza las exportaciones de productos industriales, excluidas las de materias primas, porque las hace menos competitivas. Las primeras sustituyen en parte la producción nacional, las segundas tienen menos margen para fortalecer esta producción nacional.
En la presidencia de Lula y en la primera de Rousseff se produjeron fuertes apreciaciones del real (intercaladas con crisis cambiarias) y la consiguiente desindustrialización a la que en su segundo mandato Rousseff intentó oponerse.
Tasa de cambio real R/dólar | Tasa de cambio efectiva | |
2019 | 69,8 | 55,0 |
2020 | 77,1 | 60,6 |
2021 | 64,4 | 52,9 |
Enero de 2022 | 66,0 | 56,7 |
Febrero de 2022 | 62,2 | 52,2 |
El aumento de la tasa significa una depreciación y viceversa.
Fuente: IPEA.
Sin embargo, la relación entre apreciación de la moneda nacional y desindustrialización no siempre es relevante. En los últimos años no ha habido una apreciación significativa de la tasa de cambio y no se ha producido ninguna reindustrialización. El real no se ha apreciado en forma frente al dólar. Las tasas de cambio reales frente al dólar (deflactadas por el índice de precios al productor, IPP) y la tasa de cambio real efectiva (ponderada, además, por la distribución geográfica de las exportaciones) se depreciaron en el primer cuatrimestre de 2020, debido principalmente a la crisis, y luego se mantuvieron estables. Sin embargo, el mantenimiento relativo de la tasa de cambio no se traduce en un aumento del peso de la industria de transformación en el PIB.
En suma, la tasa de cambio es una de las causas de una posible desindustrialización, pero nada más, sobre todo cuando no va acompañada de una política industrial activa. La gran desigualdad de ingresos y la apreciación de la moneda nacional militan en favor del comportamiento rentista, pero la influencia de estos factores se podría contrarrestar con una política industrial coherente, un Estado "desarrollador" que favorezca la innovación y el surgimiento de bancos dinámicos a nivel internacional. Está claro que no ha sido así. El esfuerzo en investigación y desarrollo se mantiene en un nivel mediocre, en torno al 1% del PIB, mientras en Corea del Sur es cercano al 4,5%.
La insuficiente inversión en la industria crea pocos puestos de trabajo. La desindustrialización reduce la proporción de empleos creados por punto de crecimiento y a fortiori lleva a que se mantenga un alto nivel de empleos informales. La desindustrialización en los sectores dinámicos favorece el empleo poco calificado en los sectores industriales poco intensivos en capital -en los que predomina la pequeña empresa- que generan pobreza laboral e informalidad. El crecimiento de los servicios -excluidos el sector financiero, las telecomunicaciones, etc., que son altamente intensivos en capital- favorece el mantenimiento e incluso el crecimiento relativo del empleo informal y de la pobreza laboral, a menos que se adopten políticas sociales más decididas.
2010 | 13,75 | 2016 | 11,46 |
2011 | 13,55 | 2017 | 11,58 |
2012 | 13,02 | 2018 | 11,54 |
2013 | 13,04 | 2019 | 11,38 |
2014 | 12,37 | 2020 | 11,31 |
2015 | 11,69 | 2021 | 11,33 |
Fuente: IBGE (2021).
La desindustrialización durante un largo periodo -el mantenimiento relativo de su peso en el PIB en un bajo nivel en los últimos años- va acompañada de un cambio en el contenido de la industria de transformación: menos sectores impulsores, destruidos en parte por su baja competitividad internacional, y más sectores poco intensivos en capital. La desindustrialización observada se refleja en un déficit creciente en la balanza comercial de la industria de transformación y, más en particular, de los productos industriales sofisticados. Cuando se desglosan los saldos comerciales de la industria de transformación por su intensidad tecnológica, se observa que son negativos para todos los productos de tecnología alta y media alta, y positivos para los de baja tecnología.
Media alta | Alta | Media alta | Alta | ||
2011 | -11.276 | -6.540 | 2017 | -6.667 | -5.281 |
2012 | -12.323 | -7.484 | 2018 | -8.272 | -6.206 |
2013 | -14.285 | -7.547 | 2019 | -11.074 | -6.400 |
2014 | -14.112 | -8.127 | 2020 | -12.097 | -7.746 |
2015 | -12.579 | -6.796 | 2021 | -13.997 | -8.011 |
2016 | -6.573 | -4.227 | 2022 | -17.168 | -10.902 |
Los productos de alta tecnología son principalmente los de la industria farmacéutica, los equipos informáticos, de radio y TV, y los instrumentos médicos y ópticos de precisión; los de tecnología media-alta son principalmente maquinaria y equipo eléctrico, vehículos automotores, químicos no farmacéuticos, maquinaria y equipo mecánico. En Brasil no hay productos de la industria extractiva y servicios dentro de estas categorías. Se encuentran en los productos exportados-importados de tecnología media baja.
Fuente: IEDI (2022).
Si, en total, la balanza comercial es positiva, es porque las exportaciones de materias primas compensan con creces el déficit comercial de la industria de transformación.
Materias primas | Industria de transformación | Total primas | Materias primas | Industria de transformación | Total | ||
2011 | 12.275 | -9.973 | 2.302 | 2017 | 16.118 | -3.104 | 13.014 |
2012 | 14.550 | -13.035 | 1.516 | 2018 | 15.489 | -5.740 | 9.749 |
2013 | 10.153 | -16.976 | -6.824 | 2019 | 15.733 | -11.254 | 4.479 |
2014 | 11.857 | -18.891 | -7.034 | 2020 | 17.151 | -14.359 | 2.792 |
2015 | 8.130 | -14.613 | -6.483 | 2021 | 22.314 | -14.227 | 8.087 |
2016 | 9.467 | -2.104 | 7.363 | 2022 | 25.314 | -13.516 | 11.799 |
Fuente: IEDI (2022).
La balanza en cuenta corriente (saldo de la balanza comercial y de un conjunto de servicios como el pago de dividendos y el de intereses en el exterior, el turismo, etc.) es deficitaria. Estos déficits se compensan principalmente con la entrada de inversión extranjera directa, que a su vez genera dividendos pagados en el extranjero y ganancias repatriadas.
SORPRESAS QUE PLANTEAN INTERROGANTES
La crisis económica iniciada en 2020 plantea interrogantes. En efecto, se ha producido una importante retirada del mercado de trabajo, mayor que en crisis anteriores8, una caída del empleo informal mayor que la del empleo formal, un descenso de la tasa de pobreza durante unos meses, seguida de un fuerte aumento con la reanudación de la inflación tras la interrupción del comercio internacional en 2021 y 2022 (gráfica 2), y un reducción de los ingresos del trabajo de algo más del 8% en promedio entre marzo-abril-mayo de 2012 y diciembre-enero-febrero de 2021 (Folha de Sao Paulo, 2022), que afecta sobre todo a los más pobres. Con la guerra en Ucrania, el aumento de los precios se ha acelerado: más del 12% especialmente en productos alimenticios, y más del 16% de febrero de 2021 a febrero de 2022 (FGV IBRE, 2022).
PRIMERA SORPRESA: EL AUXILIO DE EMERGENCIA
En contra de lo que cabía esperar dado el programa económico y social muy liberal del ministro de Hacienda Guedes, la política hacia los trabajadores de bajos ingresos (Auxilio de emergencia) se mantuvo durante unos meses durante la crisis provocada por la pandemia en 2020, a pesar de la crisis la pobreza disminuyó ligeramente. La pobreza aumentó con el recorte de este programa y la reanudación de la inflación. Con una crisis (la de la pandemia) superpuesta a la otra (la de la guerra en Ucrania), los efectos depresivos sobre el crecimiento y la aceleración del aumento de precios, la pobreza continuó su movimiento ascendente brevemente interrumpido.
Las políticas educativas y universitarias adoptadas en la presidencia de Bolsonaro han sido objeto de importantes medidas de austeridad orientadas políticamente. Las políticas hacia los afrobrasileños, calificados de perezosos, y a los, indios considerados como obstáculos para la modernización y despojados de sus tierras, han sido evidentemente excluyentes. La política presidencial contra la pandemia fue irresponsable e incluso criminal. La política de los gobernadores y alcaldes quizá mitigó esos efectos, pero el número de muertes, uno de los más altos del mundo, es impresionante: 670 mil a finales de mayo de 2022, más de 3.130 por millón de habitantes según datos de la Universidad John Hopkins.
SEGUNDA SORPRESA: UNA RETIRADA SIGNIFICATIVA DEL MERCADO LABORAL
Durante la crisis iniciada en 2020, la tasa de participación -población económicamente activa9 sobre población en edad de trabajar- disminuyó significativamente. Esta caída corresponde a la retirada del mercado laboral de una parte de la población, sobre todo de los más pobres. La cual ha sido mayor que en crisis anteriores10.
¿Cómo es que una parte de la población se retira del mercado laboral durante las crisis cuando la salarización creciente y la monetización consiguiente suelen ir acompañadas de un aumento de las tasas de actividad, asalariada o no, formal e informal? ¿Por qué se trata principalmente de las categorías menos acomodadas o incluso pobres, quizá en contraste con lo que se observa en los Estados Unidos desde hace dos años?
La retirada del mercado de trabajo afecta sobre todo a los más pobres. La tasa de participación es menor en las regiones "pobres" (p. ej., el nordeste), donde la pobreza es mayor que en las regiones "más ricas" (p. ej., el sur) y allí es mayor su disminución durante la reciente crisis. En sí misma, esta es una primera sorpresa.
Hay varias explicaciones para esta retirada: la probabilidad de encontrar empleo es menor en tiempos de crisis. El análisis de la tasa de desaliento muestra, en efecto, un aumento significativo de personas desalentadas en 2020 y una reducción posterior con la recuperación económica. La importante ayuda los más pobres establecida por el gobierno les ha permitido sobrevivir incluso sin trabajar. Y el fortalecimiento de la solidaridad familiar quizá ha facilitado la retirada.
Estas explicaciones son pertinentes pero insuficientes. De hecho, en México, donde estas ayudas fueron bajas durante la crisis, hubo una mayor retirada del mercado laboral, por lo que cabe preguntar si hay que tener en cuenta otros factores (Salama, 2021), cuyo análisis estaría allá del alcance de este artículo.
Con la recuperación, la participación ha aumentado sin llegar al nivel anterior a la pandemia: en febrero de 2020 era del 62,7% y en febrero de 2022 del 61,6% según el IPEA. La tasa de desempleo bajó del 14,7% al 10,5% en abril de 2022, pero dentro de la población ocupada el porcentaje de quienes trabajan a tiempo parcial aumenta hasta el 23,2% de la población ocupada, según encuestas de la PNAD.
TERCERA SORPRESA DE LA "MITAD"
Se espera que la informalidad aumente en periodos de crisis. En este enfoque, la informalidad se ve como una "esponja": los trabajadores que pierden su empleo se refugian para sobrevivir en empleos informales. Ese no es el caso. Los empleos formales tienden a informalizarse en parte por la flexibilización del trabajo y el aumento de la precariedad; los empleos informales tienden a formalizarse en parte por el acceso a beneficios sociales sin cotización previa. Las fronteras de la informalidad no son las mismas de ayer (Razafindrakoto et al., 2022). Las actividades (empleos) formales e informales están cada vez más entrelazadas; unas apoyan a las otras y viceversa. Están surgiendo nuevas formas de informalidad ligadas al auge de las nuevas tecnologías. Gracias a internet y a las plataformas, se han desarrollado nuevas formas de trabajo conocidas como "uberización de los empleos", donde los trabajadores tienen el estatus de empresarios autónomos, trabajas en condiciones muy precarias y con muy poca protección social.
Región | I-2019 | I-2020 | I-2021 | I-2022 |
Norte | 56,54 | 56,48 | 55,32 | 56,61 |
Noreste | 53,39 | 52,46 | 53,24 | 53,62 |
Sureste | 34,45 | 33,65 | 33,11 | 34,18 |
Sur | 32,16 | 30,37 | 29,28 | 31,27 |
Centro oeste | 37,57 | 37,49 | 37,28 | 36,86 |
Total | 40,37 | 39,50 | 39,11 | 40,10 |
Fuente: FGV/IBRE (2022).
La caída del empleo informal fue del 12,6% en 2020, un periodo de crisis abierta. Los más afectados fueron los trabajadores con baja escolaridad y empleados en servicios. El descenso de los empleos formales fue menor, el 4,1%. En 2021, con la recuperación, los empleos informales volvieron a aumentar, más que los formales, y en diciembre de 2021, eran 1,2% más altos que justo antes de la pandemia, mientras que los empleos formales eran 0,5% más altos que el nivel anterior a la crisis, con algunos desempleados volvieron a trabajar, casi un tercio en empleos de tiempo parcial (Schymura, 2022).
En resumen, si consideramos los cuatro polos siguientes: la tasa de desempleo, la población económicamente activa, la tasa de empleo formal y la de empleo informal, observamos que la tasa de desempleo, que ya era alta en vísperas de la pandemia, aumenta ligeramente y luego desciende durante la recuperación. La población económicamente activa cae bruscamente y vuelve a crecer con la recuperación económica, y el empleo informal cae más que el empleo formal durante la crisis. Por tanto, el pronunciado descenso del empleo informal no se traduce en un aumento significativo de la tasa de desempleo, sino en una retirada del mercado laboral, ya que el despido de trabajadores protegidos no fomenta o aumenta poco la búsqueda de empleos informales, en contra de lo que cabría esperar.
CUARTA SORPRESA: LA POBREZA DISMINUYE DURANTE LA CRISIS Y AUMENTA DURANTE LA RECUPERACIÓN
Según datos de la Cepal (2021b), la pobreza extrema, luego de aumentar durante la fuerte crisis de 2015 a 2016 hasta 2019, disminuyó desde entonces, del 5,8% al 5,1%. La pobreza absoluta ha evolucionado en paralelo11, pasando del 20,2% en 2019 al 18,4% en 2020, a pesar de la crisis, debido a la política sostenida de transferencias monetarias durante la pandemia que comentamos.
Con criterios diferentes para medir la pobreza, los del Banco Mundial, la evolución de la pobreza es similar.
Según Duque (2022), con la recuperación de la inflación, la pobreza vuelve a aumentar a partir del tercer trimestre de 2020.
Con métodos de cálculo ligeramente diferentes, se observan las mismas tendencias, con los datos de la NADP recalculados a partir de los umbrales de pobreza internacionales establecidos por el Banco Mundial. Fuente: Nassif, Cardoso y Matos (2021).
Ingreso inferior a 1,5 dólares ppa día 201112.
Fuente: IBGE a partir de encuestas continuas de la PNAD y criterios del Banco Mundial, en Duque (2022).
CONCLUSIÓN
Décadas de estancamiento del crecimiento del PIB per cápita, intercaladas con pequeñas fases de crecimiento seguidas de las fuertes recuperaciones -en su día vigorosas, pero que ahora son lentas-, una marginación en la economía mundial, un pronunciado desacoplamiento con las economías asiáticas, un nivel de pobreza absoluta aún elevado, desigualdades insostenibles de ingresos y riqueza, una violencia que tiende a ser sistèmica y un alto nivel de desconfianza hacia los políticos y las instituciones caracterizan a los países latinoamericanos y, en particular, al más importante de ellos: Brasil. Es un panorama sombrío, y pesimista pero no por ello menos lapidario. Algunas sorpresas, así sean temporales, nos cuestionan, y exigen construir nuevos conceptos para analizar la sociedad en su movimiento hacia una política alternativa centrada en una distribución del ingreso menos desigual y en una política industrial más agresiva.
Brasil es hoy un país en la encrucijada. Las rupturas ya están presentes, precipitadas por la pandemia, la guerra de Ucrania y el agotamiento político de la actual presidencia. Los incendios, en el sentido metafórico del término, están cerca, con posibles cambios radicales para vivir en democracia, para modificar profundamente la sociedad hacia una mayor inclusión y, mañana, hacia una recuperación económica que respete el medio ambiente. ¿Un sueño? Pero, como dijo Valéry, ¿no es el pesimismo de la razón una fuente de optimismo del corazón? Hemos analizado las razones de este pesimismo, en cuanto al optimismo... es responsabilidad de los brasileños que hacen su propia historia en condiciones que no son determinadas por ellos.