La música, el cuerpo, el movimiento y el espacio crean una atmósfera única, percibida por aquella persona que baila, que se mueve y que crea ese espacio personal y especial. Esta vivencia individual, cuando sucede en un lugar público, puede decantar en dinámicas potentes que trascienden la atmósfera personal e impactan la esfera social y que tejen dinámicas comunitarias positivas.
Introducción
El espacio público de flujo en el contexto mundial actual cumple un rol jerárquico en la cotidianidad del individuo en relación a la forma en que las ciudades brindan espacios y tiempos de calidad a sus ciudadanos. Lo público se transforma en un ámbito de acción continua y permanente donde se tejen realidades y paisajes que determinan las características de la sociedad. A través de estos procesos, los espacios se significan y se tornan en lugares (Tuan, 1974) públicos. Como afirman Páramo & Burbano (2012), en estricto sentido, un lugar público sería aquel de libre acceso como, por ejemplo, las estaciones de transporte. Siendo así, la comprensión de cómo este espacio puede o no serle útil y significativo al ciudadano es un propósito importante para potenciar espacios y diseños que acojan a las personas y para que, de esta manera, se promuevan procesos de vinculación con los lugares. Estos vínculos son importantes a su vez para promover el cuidado y consideración del medio ambiente (Devine-Wright et al., 2018) -lo cual en muchos casos se ha perdido- mientras se multiplican las dinámicas de flujos de movimiento rápidos y funcionales que difuminan la percepción y vivencia de los espacios públicos por los cuales el ser humano transita cotidianamente.
En esta dinámica de flujos se ha forjado aquella "sociedad líquida" referida por Bauman (2006), donde la rapidez y la inmediatez son los objetivos que se buscan a través del movimiento continuo de seres y cosas. Tal liquidez ha cambiado las dinámicas sociales y la manera de experimentar los espacios cotidianos de acceso público. Según Augé (1994), este flujo veloz ha creado una especie de "no lugares", aquellos carentes de significado y de todo aquello que caracteriza a los lugares desde la visión de la antropología. Sin embargo, es necesario alejarse de este estereotipo de "no lugares" e indagar sobre las nuevas formas de lugares que hayan podido emerger desde esta característica móvil del mundo actual.
En este contexto, el "apego al lugar", como concepto que habla de los vínculos del ser humano con uno o varios lugares (Altman & Low, 1992), permite explorar la manera en que ciertos espacios públicos considerados como no lugares pueden transformarse en lugares cargados de significación a los cuales se podría vincular el ser humano. Es importante identificar y fortalecer esos lazos, en especial en tiempos líquidos, para vigorizar no solo la identidad de cada individuo, sino la identidad de una comunidad, de una sociedad y, en consecuencia, lograr construir y reconocer ciertas identidades de los nuevos lugares que han emergido desde esta característica móvil del mundo actual.
Las posibles nuevas identidades de los espacios públicos transitados cotidianamente son incididas e inciden en el ámbito social y comunitario, creando dinámicas culturales propias para cada caso. La presente investigación tiene el objeto de indagar, mediante el caso de estudio de la estación de metro Quinta Normal, cómo aquellos espacios catalogados como no lugares, se transforman en un lugar fuertemente significado desde el ámbito individual y comunitario. En este caso particular se busca comprender cuáles son los significados asociados a esta estación de metro, teniendo en cuenta el proceso de apego al lugar generado a través de la danza.
Los No Lugares
Según Augé (1994), el no lugar se ha convertido en un componente característico de la sociedad desde el siglo XX. Estos espacios, según el autor, se encuentran repartidos y reproducidos por todos los territorios urbanos, y se caracterizan principalmente porque se oponen a aquel lugar que tiene una cultura localizada en el tiempo y en el espacio. Son el resultado de constantes flujos acompañados por la superabundancia de acontecimientos que caracteriza al mundo moderno. El autor identifica como no lugares aquellos espacios relacionados con la infraestructura necesaria para "la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta" (p. 41). En este sentido, los no lugares se asocian con el movimiento y el ritmo, con la carencia de estancia y pausa. Debido a este ritmo sin pausa se podría decir que el proceso de significación, identificación y apropiación necesario para la existencia de un lugar no es posible o es inexistente, de ahí surge la propuesta del autor.
Desde la antropología, Augé (1993) indica que el etnólogo tradicionalmente define un lugar como tal por estar sujeto a una intervención del ser humano; podría entonces decirse que existe una marcación asociada a un sentido de propiedad de un espacio. Los no lugares serían lo contrario: espacios desapropiados y sin ninguna marca personal de quien los visita; serían solo parte del itinerario de los desplazamientos cotidianos, es decir, lugares de paso. La discusión sobre ellos ha sido permanente y constante puesto que se materializan en el entorno urbano y arquitectónico con problemáticas planteadas desde distintas disciplinas y enfoques. En términos generales, todas estas visiones revelan aquella carencia de apropiación y, por tanto, de vinculación y existencia de un significado especial. Son espacios anónimos y superficiales, generalmente regidos por intereses mercantiles más que culturales (Cano, 2012). Por tanto, el rol social de los no lugares es inexistente o invisible en la contemporaneidad y se les ve limitadamente como simples espacios de flujo y funcionalidad.
La Significación y el Apego al Lugar
Analizando el concepto de lugar desde una perspectiva antropológica y geográfica, se recoge como su principal característica la existencia de una significación del espacio, planteada inicialmente por Tuan (1974) y Relph (1976). En este sentido, el lugar es aquel locus significado a través de procesos personales, grupales y culturales (Low & Altman, 1992; Hidalgo & Hernández, 2001; Cresswell, 2004; Lewicka, 2011). Esta significación proviene de una experiencia de encuentros que afectan al cuerpo humano -los cuerpos se modifican unos a otros de manera positiva o negativa al encontrarse en un espacio- (Damasio, 2004), luego de lo cual dichas afectaciones son procesadas por el intelecto a partir de la vivencia inmediata percibida y tamizadas en un proceso mental que es incidido por la idiocultura de cada persona. Al respecto, Lindón (2015) indica que el sujeto, en su habitar cotidiano de la ciudad, la construye desde sus valores y vivencias, sus suelos y aversiones. Es decir, existe un tejido entre el sujeto y su corporalidad, las emociones y la espacialidad (Lindón, 2012). Este proceso de significación puede promover la generación de vínculos del ser humano con el lugar, expresados en distintos fenómenos identificados desde en disciplinas mediante diversos nombres como el de pertenencia, apego, apropiación, entre otros. No obstante, en la exploración profunda de la vivencia del individuo, la psicología ambiental ha generado un constructo teórico metodológico de larga data para atender esta relación entre el espacio y el ser humano, centrándose más en el la vivencia del individuo que en la del espacio (Antonsich, 2010) o en el aspecto social. Con base en lo anterior, en este documento se tomará el concepto de apego al lugar para ahondar en dicha relación.
Este estudio del apego al lugar se centra en la comprensión y estudio de los lazos que el ser humano o un grupo de seres humanos teje con uno o diversos espacios, que pueden variar en escala y tipo (Manzo & Devine-Wright, 2014). Este apego dependerá de distintos factores y se puede analizar en distintas dimensiones: la del individuo, la social, la espacial y la dimensión psicológica (Scannell & Gifford, 2010). La existencia del apego es importante para el equilibrio emocional y psicológico del ser humano (Scannell & Gifford, 2017) y es fundamental tomarlo en cuenta dentro de las dinámicas urbanas y comunitarias contemporáneas.
El Baile como Forma de Vinculación con el Espacio Público
El baile es una práctica social con carácter artístico, estético y político (Sáez & Merlos, 2016). En este sentido, esta experiencia tanto personal como comunitaria es positiva tanto en términos de salud física como psicológica (Melo et al., 2017). Bailar permite la expresión del individuo a través del movimiento de su cuerpo, mientras crea secuencias de flujos a través del espacio que constituyen una atmósfera propia e íntima, la cual a su vez es una forma de situarse frente a los hechos, sucesos o ideas de su mundo y del contexto general. Esta capacidad expresiva de la danza ha hecho de ella uno de los tipos de terapia más antiguos del mundo (Castañon, 2001) y que continúa practicándose hasta el día de hoy (Williams, 2019).
Las prácticas artísticas en los espacios públicos son una forma de significarlos y transformarlos en lugares con una carga simbólica (Sáez & Merlos, 2016). Las formas en que el arte interviene lo urbano son diversas y entre ellas se encuentra la danza. El baile tiene el potencial de generar participación comunitaria, activar el espacio público y promover cambios en él (Baines, 2016). Por estas características positivas, el baile puede constituir una forma de habitar el espacio público en una atmósfera de vinculación poderosa entre el bailarín y el espacio que lo rodea, generándose una apropiación del espacio única que decanta en un apego al lugar. Según Vidal & Pol (2005), la apropiación es un proceso que se da mediante la significatión de los espacios. Esta apropiación al bailar se genera en y durante el movimiento, a través y con el espacio, la música, el ritmo y la significación que emerge de dicha experiencia. De cierta manera se genera un apego en el flujo del movimiento (Di Masso et al., 2019) de la danza. Cabe recordar que, como se dijo en apartados anteriores, al hablar del espacio público se refiere también a aquellos espacios dentro de infraestructuras de transportes de acceso público, que también pueden ser apropiados desde el movimiento.
Potenciar este tipo de apropiación desde la práctica artística del baile en los espacios de acceso público es relevante en relación a la planificación y gestión de las ciudades. La nueva agenda urbana plantea la importancia de promover una ciudad creativa, la cual según Matovic & San Salvador-del Valle (2019) debe tomar en cuenta la creatividad y la cultura como estrategias para un desarrollo urbano sustentable que apunte a mejorar la calidad de vida de las personas, fortalezca las identidades y promueva la participación.
Caso de Estudio: la Estación de Metro Quinta Normal - Santiago de Chile
La estación de metro Quinta Normal se encuentra ubicada en el centro de la ciudad de Santiago de Chile. Su funcionamiento inició en el año 2004. El área de construcción es de aproximadamente 20,500 metros cuadrados distribuidos en tres niveles. Su gran tamaño responde a que en un inicio fue pensada como una estación de combinación multimodal, cosa que no se concretó. La característica distintiva del diseño de esta estación en comparación a otras del sistema de metro, es que su programa consta no solo de zonas de transición asociadas al funcionamiento del transporte, sino que se incluye un programa cultural con salas de exposición ubicadas en el nivel -1. Asimismo, el gran hall en el cual se encuentra la boletería también funciona como espacio de exposición. No obstante, estos espacios no siempre funcionan para dicho fin: el centro cultural suele estar cerrado y el hall central libre.
Una característica especial de esta estación, no programada en su diseño original, es el uso cultural que se le ha dado en sus espacios de transición: durante la semana, varios grupos de jóvenes se reúnen en la estación para practicar diferentes estilos de baile.
En esta estación, desde hace ya varios años, grupos de jóvenes practican distintos tipos de baile en distintos días de la semana y en distintos horarios. Los jóvenes integrantes de los grupos llegan desde diferentes sectores de Santiago, algunos desde zonas muy distantes a la estación. Ellos indican que acuden a la estación porque les brinda un espacio cubierto, amplio y seguro para bailar y, además, gratuito. Los estilos de baile que se practican en esta estación son caporal -baile boliviano y peruano-, dance queen hall -jamaicano y caribeño-, capoeira -afrobrasileño-, zumba -colombiano-, baile de salón, ritmo americano, salsa y bachata -caribeño-, break dance -surgió en el Bronx o Brooklyn-, danza urbana y k-pop - coreano-. Cabe mencionar que existen otros grupos de baile, pero de un carácter no tan permanente en la estación
Precisiones Metodológicas
Mediante el caso de estudio de la estación de Metro Quinta Normal se busca identificar si existe un apego a ella por parte de los jóvenes y en relación con la actividad del baile. Para ello, se pretende identificar cuáles son los significados y emociones involucradas en esta vinculación, así como cuál es el rol del aspecto físico-espacial y el aspecto social en la construcción de la relación del ser humano con este espacio. En ese sentido, se aplicaron diferentes herramientas de carácter cualitativo para la recolección y análisis de la información.
La recopilación de información se realizó mediante el método de observación, captura de imágenes y grupos focales. La información se procesó en el software Atlas.ti, con base en la teoría del apego al lugar y en el marco tripartito propuesto por Scannell & Gifford (2010). Este propone que en el proceso de apego se implican dimensiones personales, sociales, espaciales -lugar - y psicológicas. En los grupos focales se pidió que se mencionaran los aspectos físicos y sociales relevantes para los jóvenes con respecto a la estación de metro Quinta Normal. Por otro lado, a cada participante se le preguntó por los significados y sentimientos o emociones que tenía por este lugar. Finalmente, para corroborar la existencia de apego, se les preguntó si sentían o no afecto por este espacio y si les afectaría perderlo.
La muestra abarcó siete grupos de jóvenes bailarines, los cuales sumaron un total de cuarenta y nueve jóvenes entre 13 y 33 años, la mayoría de entre 17 y 19 años, 13 hombres y 36 mujeres. El número de la muestra se definió basándose en una primera etapa de observación que duró un mes, la cual se realizó en distintos lapsos del día. Luego, al identificar los horarios en que los bailarines acudían a la estación, se realizó la observación en horario de la tarde entre 5 p.m. y 9 p.m. en los días laborales, mientras que en el fin de semana se efectuó en horarios esporádicos para coincidir con los grupos de baile. En la observación se identificó que durante la semana acudían a la estación un promedio de 12 grupos de baile, de entre dos y hasta 18 integrantes, variando la cantidad de grupos de baile cada semana. Ciertamente, la muestra se compuso por todos los grupos de baile que asistieron en una sola semana del mes de marzo del 2019.
La Significación Positiva del Baile Genera Vínculos con la Estación
Desde el análisis de la información cualitativa se pudo definir que la práctica de la danza ha transformado a la estación del Metro Quinta Normal en un lugar cargado de significados emotivos y afectivos, conectando a los bailarines con este espacio de acceso público y convirtiéndolo en un lugar por el que se siente apego.
47 de 49 participantes afirmaron sentir afecto por la estación. Por otro lado, al preguntarles si extrañarían la estación de metro en el caso hipotético de que esta tuviese que cerrar o de que, por algún motivo, ya no pudiesen practicar en ella, un 98% de jóvenes indicó que sí la extrañaría. Estos resultados evidencian claramente la existencia de un apego a la estación.
El apego al lugar se manifiesta luego de la generación de un apego de carácter psicológico a la actividad de bailar. En primer lugar, el baile es la actividad mediante la cual este grupo de jóvenes se identifica y conecta, tanto con el lugar como con los demás, generándose así un sentido de comunidad a partir de la actividad de la cual disfrutan. Es así que el baile le otorga un significado y emoción especiales al espacio y, a partir de ello, se generan afectos y lazos entre los jóvenes y con la estación del metro. El segundo factor relevante para el proceso de apego es de carácter social. Los bailarines valoran la dinámica social y el compañerismo existente en los grupos de baile, generándose sentimientos de pertenencia que son importantes en la construcción identitaria individual y comunitaria. Este aspecto otorga a este espacio una identidad colectiva y social, que gira en torno a una actividad artística que transforma el espacio de flujos continuos en uno de experiencias y permanencias creadas en la atmósfera del baile. Asimismo, la dimensión espacial también es crucial para la existencia de apego debido a que el diseño del espacio es adecuado para la práctica del baile; sin dicha condición, esta práctica no existiría, como tampoco lo haría la consecuente significación del lugar.
En relación con el proceso de apego, es importante tomar en cuenta la significación que los encuestados dan a la estación y las emociones que expresan respecto de ella. Al consultarles a los jóvenes bailarines sobre el significado que la estación tenía para ellos, de 57 respuestas se identificaron 33 significados: arte, casa, crecimiento y libertad fueron mencionados cuatro veces. Tres veces se mencionaron los conceptos de diversidad y ensayo. Dos veces se habló de la amistad, resistencia, encuentro, aprendizaje, oportunidad y apropiación. Finalmente, se mencionaron solo una vez los términos baile, seguridad, espacioso, amplio, salvavidas, gratis, unión, familia, liberación, energía, gratuito, buen ambiente, diversificar, cultura, expresión, compartir, parque, comodidad, bonito, pasatiempo, trabajo, fuente de trabajo y pasión (ver Figura 3). De los significados expuestos, ninguno de ellos se destaca en cuanto a su puntaje. No obstante, cabe mencionar que todos son positivos y se relacionan a la manera en que la expresión artística del baile tiene una capacidad de generar sensaciones de bienestar como la libertad y el crecimiento y de fomentar dinámicas sociales de unión.
Con respecto a las emociones, de 54 respuestas se identificaron 23 emociones. Las más mencionadas fueron la alegría y la felicidad, con 11 respuestas cada una. Luego, con cuatro menciones se identifican las emociones de amor y con tres la de energía y relajación. En doble repitencia están la inspiración, tranquilidad, adrenalina, expresión, motivación, nostalgia y pasión. Solo una vez se respondió con conceptos como ánimo, fortaleza, libertad, entusiasmo, conexión, agradable, comodidad, seguridad y personas (ver Figura 3). Es destacable como despuntan dos emociones en las respuestas: la alegría y la felicidad. Estas dos emociones tienen un carácter positivo y por ello tienen un valor importante en cuanto a la significación afectiva que decanta en vínculos de apego. El sentirse alegre o feliz en un lugar es una característica de la existencia de apego, normalmente asociada al confort que los espacios brindan. Sin embargo, en este caso, estas emociones emergen desde la práctica del baile y la relación social que gira en torno a él.
El Encuentro y La Comunidad como un Valor del Baile
En cuanto a los aspectos sociales involucrados en el proceso de apego al lugar, se identificaron 20 aspectos en las respuestas sobre el tema. Se mencionaron cuatro veces el buen ambiente o energía positiva, la comunidad y la amistad. Las respuestas más representativas tienen que ver, por un lado, con los vínculos sociales internos que se van creando en el grupo de baile, y, por otro lado, con el contacto con los usuarios del sistema metro al que los jóvenes están expuestos, ya que se habló tres veces de la valoración de la interacción con el público, la existencia de una diversidad de grupos de baile y la oportunidad de difundir su arte en un espacio público. Respecto a lo social, también es importante el apoyo, la ayuda, el encuentro, los lazos, el público y la reunión; se pone en evidencia que la creación de lazos comunitarios también es un factor relevante. Finalmente, como temas sociales importantes para los bailarines se encontró que los resultados hacían referencia al acogimiento, la apropiación, la cultura, la conexión, la disposición, la vida, las personas, la vitalidad, el respeto, la unión y la familia (ver Figura 3). En los relatos respecto de los aspectos sociales más importantes existe en común una valoración por el encuentro, la diversidad y la interacción, lo cual refleja el potencial social de esta dinámica de apropiación que surge desde el baile en un espacio público.
Espacios Públicos Adecuados para el Baile
En relación al aspecto espacial, de 46 respuestas se identificaron 12 conceptos. El más repetido fue el de amplitud, con 16 respuestas. Le sigue el tipo de recubrimiento del piso -es decir, que es un buen tipo de piso para el baile- con nueve, mientras que el hecho de ser un espacio cubierto y cerrado tuvo siete respuestas. Solamente dos veces mencionados se encuentran los términos comodidad, electricidad, espacioso, grande y funcional. Una sola vez fueron mencionados los términos acogedor, iluminación, lindo y reflejo (ver Figura 3).
Las características espaciales que destacan tienen que ver con aquellas condiciones favorables para la práctica del baile. Por ello, la amplitud, lo espacioso y grande, además del tipo de piso y la condición cerrada o cubierta de la estación, brindan aquello que los bailarines consideran como necesario para su actividad. La amplitud, según explican los jóvenes bailarines, es un determinante importante para escoger un espacio adecuado para practicar, ya que permite simular el estar en un escenario, desplazándose en él y ocupándolo en su totalidad. Asimismo, la superficie del piso, la cual es totalmente plana y lisa, pero no resbaladiza, permite un nivel de deslizamiento adecuado al bailar. Es decir, las condiciones físicas de la estación, resultan favorables para bailar y ello ha sido aprovechado por los jóvenes.
Conclusiones
La música, el cuerpo, el movimiento y el espacio crean una atmósfera única, percibida por aquella persona que baila, que se mueve y que crea ese espacio personal y especial. Esta vivencia individual, cuando sucede en un lugar público, puede decantar en dinámicas potentes que trascienden la atmósfera personal e impactan la esfera social y que tejen dinámicas comunitarias positivas. Tal es el caso de lo sucedido en la estación de metro Quinta Normal.
Los resultados han mostrado como la estación de metro Quinta Normal, infraestructura de transporte que por sus características de flujos y de transición espacial encaja dentro de la categoría de no lugares planteada por Augé (1993), ha sido significada desde el baile practicado por jóvenes santiaguinos que han hecho de esta estación su lugar de ensayo. Desde esta práctica emergen diversas significaciones positivas que generan una apropiación y apego a la estación, al mismo tiempo que dotan dicho espacio de una carga identitaria asociada al baile. En el momento en que este apego emerge desde un proceso de significación, la condición de no lugar desaparece y se genera un nuevo lugar.
La iniciativa y gestión ciudadana de ocupar la estación surgió de la necesidad de encontrar un lugar para bailar. Primordialmente la elección se dio por las condiciones físicas de la estación, ya que es un lugar cubierto, seguro, amplio y con un piso adecuado para bailar. Posteriormente, a partir de la práctica habitual del baile se generaron lazos comunitarios y significaciones afectivas con la estación, motivando el apego de los bailarines a la misma. Esta construcción identitaria es un proceso de significación de un no lugar donde, sin existir una planificación previa para brindar espacios para bailar, se ha podido dar cabida a una actividad artística practicada por una población juvenil. En definitiva, se logra construir apego a una infraestructura de transporte desde el apego a una actividad que motiva a la juventud, el baile.
Por otro lado, si bien el estudio se centra en la experiencia de los grupos de baile en la estación, y desde ello se fundamenta que existe un proceso de significación y apego, es necesario precisar que sus dinámicas también llaman la atención y cambian la atmósfera vivida de quienes transitan en estos lugares. Ante los momentos que comparten los bailarines y los usuarios de la estación, mientras unos bailan y los otros observan, se produce aquella intercorporalidad en donde se puede momentánea y parcialmente habitar en el sentir del cuerpo (Simonsen, 2007). Es decir, se comparten en cierto espacio y tiempo prácticas que trascienden las percepciones y emociones del individuo (Lindón, 2012); luego, dicha carga emotiva se transfiere al lugar, dándole densidad al mismo (Lindón, 2017). Las practicas con el tiempo van tejiendo una identidad de lugar (Páramo & Burbano, 2014).
Es importante destacar que, si no fuese por la significación dada por los jóvenes bailarines, esta infraestructura de transporte sería una estación más en el sistema y no un lugar apropiado como lo es hoy en día. Esto da cuenta de una necesidad de espacios para la expresión artística y de la importancia de la iniciativa y gestión ciudadana para encontrar respuestas a ello. Asimismo, revela la falta de atención a las necesidades reales de la población al momento de planificar y diseñar los espacios de acceso público, lo cual abre un debate en cuanto a la importancia de la ciudadanía en el diseño y planificación de la ciudad. También, desde la capacidad de adaptación de los jóvenes, genera una reflexión en cuanto a la importancia de diseñar lugares versátiles, capaces de acoger distintas actividades para promover dinámicas ciudadanas creativas de apropiación, apego y cuidado de los lugares.
En el ejercicio de la planificación y diseño urbano, sería importante considerar la implementación de espacios físicos aptos para la intervención ciudadana, con el objetivo de potenciar la creatividad y las posibilidades de encuentro y organización comunitaria. Especialmente, se deberían atender las necesidades de los jóvenes, quienes podrían aprovechar mejor su tiempo libre al acceder a espacios adecuados para su desarrollo personal a través de actividades sanas como el baile y otras manifestaciones artísticas. Contar con estas actividades no solo es positivo para quienes las practican, sino también para quienes pueden contemplarlas.
Finalmente, reflexionar sobre cómo a partir del movimiento corporal se pueden generar dinámicas de apego, apropiación y pertenencia, es sin duda un camino a recorrer en el ámbito del diseño urbano: una perspectiva importante a tomar en cuenta para transformar aquella invasión de no lugares en un proceso creativo de lugares significados y apropiados.